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Cristo es la Transparencia

Martes, 6 de agosto de 2024
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Dios mismo vino sobre la tierra como un pobre,
como un humilde.
Vino a través de Cristo Jesús.
Dios permanecería lejos de nosotros si
Cristo no fuera la transparencia.
Desde el comienzo Cristo estaba en Dios.
Desde el nacimiento de la humanidad,
era palabra viva.
Vino sobre la tierra para hacer accesible
la confianza de la fe.
Resucitado, hace su morada en nosotros,
nos habita por el Espíritu Santo.
Y descubrimos que el amor de Cristo se expresa ante todo
por su perdón y por su presencia continua dentro de nosotros.

*

“15 días con el Hermano Roger de Taizé “
escrito por Sofía Laplane
Editorial Ciudad Nueva

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En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Juan y a Santiago y subió al monte para orar.

Mientras oraba, cambió el aspecto de su rostro y sus vestidos se volvieron de una blancura resplandeciente.

En esto aparecieron conversando con él dos hombres. Eran Moisés y Elías,  que, resplandecientes de gloria, hablaban del éxodo que Jesús había de consumar en Jerusalén.

Pedro y sus compañeros, aunque estaban cargados de sueño, se mantuvieron despiertos y vieron la gloria de Jesús y a los dos que estaban con él.

Cuando éstos se retiraban, Pedro dijo a Jesús:

Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Vamos a hacer tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.

Pedro no sabía lo que decía. Mientras estaba hablando, vino una nube y los cubrió, y se asustaron al entrar en la nube. De la nube salió una voz que decía:

Este es mi Hijo elegido; escuchadlo.

Mientras sonaba la voz, Jesús se quedó solo. Ellos guardaron silencio y no contaron a nadie por entonces nada de lo que habían visto.

*

Lucas 9,28b-36

***

Si supiéramos reconocer el don de Dios, si supiéramos experimentar estupor, como el pastor Moisés, ante todas las zarzas que arden en los bordes de nuestros caminos, comprenderíamos entonces que la transfiguración del Señor -la nuestra- empieza con un cierto cambio de nuestra mirada. Fue la mirada de los apóstoles la que fue transfigurada; el Señor permanece el mismo.

La cotidianidad de nuestra vida, trivial y extraordinaria, debería revelar entonces su deslumbrante profundidad. El mundo entero es una zarza ardiente, todo ser humano -sea cual sea la impresión que suscita en nosotros- es esta profundidad de Dios.

Todo acontecimiento lleva en él un rayo de su luz. Nosotros, que hemos aprendido a mirar hoy tantas cosas, ¿hemos aprendido los datos elementales de nuestro oficio de hombres? Se vive, en efecto, a la medida del amor, pero se ama a la medida de lo que se ve. Ahora, en la transfiguración, nuestra visión participa en el misterio, de ahí que el amor esté en condiciones de brotar de nuestros corazones como fuego que arde sin consumir, y así puede enseñarnos a vivir.

Debemos pasar de la somnolencia de la que habla el evangelio a la auténtica vela, a la vigilancia del corazón. Cuando despertemos se nos dará la alegría inagotable de la cruz. Al ver, por fin, en la fe, al hombre en Dios y a Dios en el hombre -Cristo- nos volveremos capaces de amar y el amor saldrá victorioso sobre toda muerte.

El Señor se transfiguró orando; también nosotros seremos transfigurados únicamente en la oración. Sin una oración continua, nuestra vida queda desfigurada. Ser transfigurados es aprender a ver la realidad, es decir, a nuestro Dios, a Cristo, con los ojos abiertos de par en par. Ciertamente, en este mundo de locos, siempre tendremos necesidad de cerrar los ojos y los oídos para recuperar un cierto silencio. Es necesario, es como una especie de ejercicio para la vida espiritual. Sin embargo, la vida, la que brota, la vida del Dios vivo, es contemplarlo con los ojos abiertos. Él está en el hombre, nosotros estamos en él. Toda la creación es la zarza ardiente de su parusía. Si nosotros «esperásemos con amor su venida» (2 Tim 4,8), daríamos un impulso muy diferente a nuestro servicio en este mundo .

*

J. Corbon,
La alegría del Padre, Magnano 1997

***

Durante el verano, vuestras hermanas y hermanos de Cristianos Gays rezan contigo y por tí. De hecho, nuestro deseo es vivir nuestra vida cotidiana, iluminados interiomente por medio de Jesucristo. Queremos estar cerca de los que pasan las pruebas.

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Nosotros… Nuestro…

Sábado, 29 de junio de 2024
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En la solemnidad de San Pedro y San Pablo, un texto que habla de Comunidad, de Palabra, de Compromiso… Del blog Amigos de Thomas Merton:

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…”el Doctor de la paz y Maestro de la unidad no quiso que hiciéramos una oración individual y privada, de modo que cada cual rogara sólo por sí mismo. No decimos: «Padre mío, que estás en el cielo», ni: «Dame hoy mi pan de cada día», ni pedimos el perdón de las ofensas sólo para cada uno de nosotros, ni pedimos para cada uno en particular que no caigamos en tentación y que nos libre del mal. Nuestra oración es pública y común, y cuando oramos lo hacemos no por uno solo, sino por todo el pueblo, ya que todo el pueblo somos como uno solo.

El Dios de la paz y el Maestro de la concordia, que nos enseñó la unidad, quiso que orásemos cada uno por todos, del mismo modo que él incluyó a todos los hombres en su persona. Aquellos tres jóvenes encerrados en el horno de fuego observaron esta norma en su oración, pues oraron al unísono y en unidad de espíritu y de corazón; así lo atestigua la sagrada Escritura que, al enseñarnos cómo oraron ellos, nos los pone como ejemplo que debemos imitar en nuestra oración: Entonces -dice- los tres, a una sola voz, se pusieron a cantar, glorificando y bendiciendo a Dios. Oraban los tres a una sola voz, y eso que Cristo aún no les había enseñado a orar.

Por eso fue eficaz su oración, porque agradó al Señor aquella plegaria hecha en paz y sencillez de espíritu. Del mismo modo vemos que oraron también los apóstoles, junto con los discípulos, después de la ascensión del Señor. Todos ellos -dice la Escritura- perseveraban en la oración, con un mismo espíritu, en compañía de algunas mujeres y de María, la madre de Jesús, y de los hermanos de éste. Perseveraban unánimes en la oración, manifestando con esta asiduidad y concordia de su oración que Dios, que hace habitar unánimes en la casa, sólo admite en la casa divina y eterna a los que oran unidos en un mismo espíritu.”

*

San Cipriano

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***

Pedro y Pablo, dos columnas de la Iglesia, maestros inseparables de fe y de inspiración cristiana por su autoridad, son sinónimo de todo el colegio apostólico. A Simón Pedro, pescador de Betsaida (cf. Le 5,3; Jn 1,44), Jesús le llamó Kefas- Piedra y le dio el encargo de guiar y confirmar a los hermanos, a pesar de su frágil temperamento. Su característica distintiva es la confesión de la fe. Es uno de los primeros testigos del Jesús resucitado y, como testigo del Evangelio, toma conciencia de la necesidad de abrir la Iglesia a los gentiles (Hch 10-11).

Pablo de Tarso, perseguidor de la Iglesia y convertido en el camino de Damasco, es un hombre de espíritu vivaz y brillante formación, que recibió de los mejores maestros. Animado por una gran pasión por Cristo, recorrió con su dinamismo el Mediterráneo anunciando el Evangelio de la salvación.

Ambos recibieron en Roma la palma del martirio y la unidad en la caridad, convirtiéndose en ejemplo de diálogo entre institución y carisma.

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***

 

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Nos mirará

Lunes, 27 de noviembre de 2023
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No tenemos en nuestras manos
la solución a los problemas del mundo;
pero, frente a los problemas del mundo,
tenemos nuestras manos.
Cuando el Dios de la historia venga,
nos mirará las manos.

No tenemos en nuestro corazón
ternura para calmar tantos mares de violencia;
pero, frente a esos mares de violencia,
tenemos nuestro corazón.
Cuando el Dios de la historia venga,
nos mirará el corazón.

No tenemos en nuestras entrañas
consuelo para serenar este valle de lágrimas;
pero, frente a este valle de lágrimas,
tenemos nuestras entrañas.
Cuando el Dios de la historia venga,
nos mirará las entrañas.

No tenemos en nuestra cabeza
sabiduría e inteligencia suficiente
para cambiar las cosas que no funcionan
pero, frente a la realidad nos queda la dignidad.
Cuando el Dios de la historia venga,
nos preguntará por nuestra dignidad.

No tenemos en nuestro poder
la palabra con autoridad que manda
y, obedecida, cambia situaciones y circunstancias,
pero, frente a esas situaciones, tenemos palabra.
Cuando el Dios de la historia venga,
nos preguntará por nuestras palabras.

No tenemos en nuestra cartera
dinero suficiente para alegrar a los pobres;
pero a pesar de tanta pobreza y miseria
todavía ahorramos y nos sobra.
Cuando el Dios de la historia venga,
de nada nos servirán nuestros ahorros y monedas.

*

Florentino Ulibarri
Fe Adulta

***

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“¿No son injustos tus caminos?”

Lunes, 2 de octubre de 2023
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IMG_0727La publicación de hoy es del editor en jefe de Bondings 2.0, Robert Shine.

Las lecturas litúrgicas de hoy para el 26º Domingo del Tiempo Ordinario se pueden encontrar aquí.

“¿No son injustos vuestros caminos?”

Mañana me dirijo a Roma. Frank DeBernardo, editor de Bondings 2.0, y yo estaremos allí cubriendo la asamblea del Sínodo este mes. Hay un tremendo revuelo sobre lo que muchos consideran el más importante de la Iglesia Católica desde el Vaticano II en los años 1960.

El camino hacia esta asamblea en los últimos dos años ya es significativo: millones de personas se han reunido en miles de sesiones de escucha, lo que ha provocado un vaivén de documentos en todos los niveles de la iglesia. Los alrededor de 400 participantes en la asamblea de este mes traen consigo las historias y preocupaciones de muchos otros. Cuestiono a cualquiera que diga saber ahora qué resultará de esta asamblea dentro de un mes.

La primera lectura de hoy de Ezequiel plantea sucintamente un tema claro que ya surgió en este proceso: “¿No son injustos vuestros caminos?” En la lectura, Dios hace esta pregunta a la gente que se queja. Hoy en día, todavía clamamos por lo injusto que creemos que es Dios a veces. Sin embargo, Dios rápidamente señala que el camino de Dios es siempre la misericordia. Son nuestras costumbres las que son injustas y dañinas.

Aunque no está formulada con estas palabras, la pregunta en Ezequiel ha sido una corriente subyacente en los comentarios de personas condenadas al ostracismo por la iglesia institucional. Las personas LGBTQ+ y nuestros aliados, las personas de color, los divorciados vueltos a casar, las mujeres, las personas discapacitadas y los pobres, de diversas maneras, han desafiado a los líderes de la iglesia. Les preguntamos una y otra vez: “¿No son injustos vuestros caminos?” cuando a tantos se les excluye de los sacramentos, se les niega su dignidad vocacional, se los obliga a permanecer encerrados y se los denigra teológicamente.

¿Se harán cambios importantes en esta asamblea sinodal? Supongo que importa lo que entendemos por “cambios importantes” y “cambios“. ¿Creo que las parejas queer serán bienvenidas al matrimonio sacramental o a las mujeres ordenadas? Aún no. ¿Creo que esta asamblea y el proceso previo a ella podrían alterar fundamentalmente la forma en que somos una comunidad católica en el tercer milenio? Tengo esperanza. Y estoy convencido de que si cambiamos lo suficiente las prácticas de toma de decisiones de la iglesia, con el tiempo se producirán otros cambios.

La Iglesia Católica Romana está en problemas. El pueblo de Dios sabe que nuestras patologías eclesiales son profundas. Los métodos de la iglesia institucional son, de hecho, a menudo injustos. También lo son nuestras costumbres en nuestra vida personal, si somos honestos. Dios, sin embargo, no sólo plantea una pregunta reveladora en Ezequiel, sino que también ofrece una invitación: “¡Vuélvete y vive!”

El Sínodo sobre la sinodalidad es una oportunidad para la conversión, como iglesia y como personas. No es necesario estar en las sesiones en Roma para participar. Sí, oren por el Sínodo y el futuro por venir. Pero no esperes alguna eventualidad. Más bien, vivamos la sinodalidad ahora en nuestras parroquias, escuelas y organizaciones benéficas. Consulten unos con otros con frecuencia, escuchen intencionalmente y tomen decisiones colectivamente.

Aunque la asamblea de este mes es en el Vaticano, el centro de poder de la iglesia, Dios habla con mayor frecuencia desde los márgenes, a través de los marginados. Las personas LGBTQ+ y sus aliados deben seguir preguntando a los líderes de la iglesia: “¿No son injustos sus caminos?” Y debemos escuchar cuando los demás nos piden lo mismo. Este caminar juntos nos permitirá a nosotros, el pueblo de Dios, regresar y vivir, vivir en una iglesia renovada donde todos sean bienvenidos, celebrados y afirmados.

IMG_0728Bondings 2.0 proporcionará actualizaciones periódicas sobre los desarrollos relacionados con LGBTQ en la asamblea del Sínodo, así como comentarios de teólogos aquí mismo en el blog. Si aún no estás suscrito a este blog, puedes hacerlo haciendo clic aquí.

New Ways Ministry también organizará programas virtuales para ayudar a comprender lo que está sucediendo, incluido Live from Rome! A Mid-Synod Conversation (“¡En vivo desde Roma! Una conversación a mitad del Sínodo”) el miércoles 18 de octubre de 2023, de 7:00 a 8:00 p. m., hora del este de EE. UU.

Puede encontrar información sobre los programas de este otoño y todos los recursos del Sínodo sobre Sinodalidad del New Ways Ministry haciendo clic aquí.

—Robert Shine (él/él), New Ways Ministry, 1 de octubre de 2023

Fuente New Ways Ministry

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“Os llevan la delantera”. 01 de octubre de 2023. 26 Tiempo ordinario (A). Mateo 21, 28-32

Domingo, 1 de octubre de 2023
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lachapelle020La parábola es tan simple que parece poco digna de un gran profeta como Jesús. Sin embargo, no está dirigida al grupo de niños que corretea a su alrededor, sino a «los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo», que lo acosan cuando se acerca al templo.

Según el relato, un padre pide a dos de sus hijos que vayan a trabajar a su viña. El primero le responde bruscamente: «No quiero», pero no se olvida de la llamada del padre y termina trabajando en la viña. El segundo reacciona con una disponibilidad admirable: «Por supuesto que voy, señor», pero todo se queda en palabras. Nadie lo verá trabajando en la viña.

El mensaje de la parábola es claro. También los dirigentes religiosos que escuchan a Jesús están de acuerdo. Ante Dios, lo importante no es «hablar», sino «hacer». Para cumplir la voluntad del Padre del cielo, lo decisivo no son las palabras, promesas y rezos, sino los hechos y la vida cotidiana.

Lo sorprendente es la aplicación de Jesús. Sus palabras no pueden ser más duras. Solo las recoge el evangelista Mateo, pero no hay duda de que provienen de Jesús. Solo él tenía esa libertad frente a los dirigentes religiosos: «Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios».

Jesús está hablando desde su propia experiencia. Los dirigentes religiosos han dicho «» a Dios. Son los primeros en hablar de él, de su ley y de su templo. Pero, cuando Jesús los llama a «buscar el reino de Dios y su justicia», se cierran a su mensaje y no entran por ese camino. Dicen «no» a Dios con su resistencia a Jesús.

Los recaudadores y prostitutas han dicho «no» a Dios. Viven fuera de la ley, están excluidos del templo. Sin embargo, cuando Jesús les ofrece la amistad de Dios, escuchan su llamada y dan pasos hacia la conversión. Para Jesús no hay duda: el publicano Zaqueo, la prostituta que ha regado con lágrimas sus pies y tantos otros… van por delante en «el camino del reino de Dios».

En este camino van por delante no quienes hacen solemnes profesiones de fe, sino los que se abren a Jesús dando pasos concretos de conversión al proyecto del Padre.

José Antonio Pagola

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“Recapacitó y fue.” Domingo 01 de octubre de 2023. 26º Domingo de Tiempo Ordinario

Domingo, 1 de octubre de 2023
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49-OrdinarioA26Leído en Koinonia:

Ezequiel 18,25-28: Cuando el malvado se convierte de su maldad, salva su vida.
Salmo responsorial: 24: Recuerda, Señor, que tu misericordia es eterna.
Filipenses 2,1-11: Tened entre vosotros los sentimientos propios de Cristo Jesús.
Mateo 21,28-32: Recapacitó y fue.

La conversión de aquellos que el sistema religioso considera pecadores debería ser una señal profética con el poder de arrastrar a todos hacia el camino del bien. Sin embargo, esto no es lo que ocurre. Cada sistema religioso organiza sus valores en escalas jerárquicas en las que cuenta más la posición que la propia conciencia. El profeta Ezequiel y el evangelio se refieren a esta terrible realidad: los que se consideran a sí mismos salvados son incapaces de cambiar su manera de pensar para abrirse a la acción de Dios. Los más ilustres representantes de la religión (sacerdotes judíos, fariseos, escribas, etc.) incurren en el pecado de la falsa conciencia religiosa, es decir en la pretensión injustificada de considerarse salvados por sus propios méritos y no por la gracia de Dios. Pablo nos presenta una aguda reflexión sobre este problema y nos llama la atención sobre aquellos elementos de discernimiento que nos permiten evaluar nuestras prácticas cotidianas a la diáfana luz del amor misericordioso y del servicio solidario.

El profeta Ezequiel llama la atención a su pueblo, envuelto en intrigas, enajenado por las permanentes conspiraciones contra el imperio babilonio. La situación era extremadamente precaria luego de la primera deportación en el año 597 a.e.c. Los líderes del pueblo habían sido obligados a marchar a tierras extranjeras y vivían en condiciones extremadamente precarias. La situación en Jerusalén era extremadamente volátil. La falta de discernimiento, la manipulación de los sentimientos patrióticos y el oportunismo de los nuevos lideres los dejaban a la merced de una nueva y devastadora intervención de Babilonia como efectivamente ocurrió en el año 587 a.e.c. En medio de tanta tensión, caos y confusión el profeta hace un llamado a la cordura y al buen juicio. La falsa consciencia religiosa estaba inflando los planes de las autoridades del Templo y de los altos funcionarios de la corte. Se consideraban a sí mismos propietarios de la salvación y personas más allá del ‘bien y del mal’. Ezequiel los llama a la humildad y la honestidad, al servicio al pueblo y a la justicia, pues, en nombre del bien de la patria no cesaban de cometer crímenes e injusticias que contradecían el fundamento jurídico y ético de la alianza de Yahvé con su pueblo. Considerarse a si mismo justo, mientras se comenten las peores atrocidades no es sino un engaño inútil. El bien consiste en el respeto del derecho y en la práctica de la justicia.

La parábola que hoy nos propone Jesús, denuncia igualmente la falsa conciencia religiosa. La viña es la realidad del mundo, en la que el trabajo siempre es arduo y urgente. A esa viña el Padre envía a sus dos hijos. La respuesta de los dos es ambigua. Sin embargo, sólo el compromiso del que inicialmente se había negado al trabajo nos permite descubrir quién actúo coherentemente. De este modo Jesús denuncia a aquellos dirigentes y a todo el pueblo que públicamente se compromete a servir al Señor, pero que es incapaz de obrar de acuerdo con sus palabras. Actitud que contrasta con aquellos que aunque parecen negarse al servicio, terminan dando lo mejor de sí en la transformación de la viña.

Esta parábola plantea un dilema que pone al descubierto la praxis de sus oyentes y que, leída a la luz de los acontecimientos de la época de Jesús nos muestra cómo los que eran considerados pecadores por el aparato religioso eran, en realidad, los únicos atentos a la voz del profeta. La conversión no es un asunto de solemnes proclamas o de prolongados ejercicios piadosos, sino un llamado impostergable a la justicia y al discernimiento. Las palabras de Jesús herían la sensibilidad religiosa de sus contemporáneos que se consideraban auténticos seguidores de Yavé e inigualables hombres de fe, porque colocaba delante de ellos el testimonio de aquellas personas que eran consideradas una lacra social: las prostitutas y los publicanos.

Prostitutas y publicanos no sólo eran profesiones terriblemente despreciadas, sino que quienes las ejercían eran considerados personas asquerosas e inadmisibles entre la gente de bien. Jesús ridiculiza todas esas valoraciones lanzadas desde los pedestales del sistema religioso y muestra, con los hechos, que ni siquiera la presencia de un profeta tan grande como Juan Bautista es capaz de transformar las conciencias anquilosadas y estériles de aquellos que se consideran salvados únicamente por el alto cargo que ejercen en el aparato religioso.

Pablo nos muestra la misma realidad, desde el interior de la comunidad cristiana. Los creyentes, por sus mismas buenas intenciones, están más expuestos a crearse una falsa conciencia religiosa que los lleve a considerarse superiores a los demás o definitivamente salvados. El único criterio para determinar la autenticidad de las prácticas cristianas es lo que el llama ‘entrañas de misericordia’, o sea, el amor incondicional por aquellas personas excluidas y víctimas de la opresión y la miseria. Para Pablo, los cristianos no se pueden examinar únicamente a la luz de criterios piadosos, sino a la luz de la práctica de Jesús que actuó siempre en el mundo con entrañas de misericordia.

Más allá de una interpretación limitada al contexto judío del momento de Jesús, esta palabra suya puede y debe elevarse a categoría universal y a principio teórico: el de la primacía del hacer sobre el decir, de la praxis sobre la teoría. Un hermano dijo que sí, muy dispuesto, pero sus hechos desmintieron sus palabras: su palabra verdadera, su palabra práctica, fue un no. El otro hermano pareció estar desde el princpio fuera del camino de la salvación, por sus palabras negativas e inaceptables; pero a pesar de sus palabras, él de hecho fue a la viña, «hizo» la voluntad del Padre. Decir/hacer, teoría/praxis: el Evangelio está claramente decantado a un lado, sin vacilaciones, en estas disyuntivas. Leer más…

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1.10.23. Dijo Jesús a los sumos sacerdotes y senadores del pueblo: Los publicanos y prostitutas os preceden en el Reino de Dios (Mt 21, 23.28-32. Dom TO, 32)

Domingo, 1 de octubre de 2023
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IMG_0726Del blog de Xabier Pikaza;

Éste es un texto central del evangelio de Mateo y de todo el Nuevo Testamento y sólo se entiende vinculando Mt 21, 23:

Jesús no habla a todo el pueblo a sus autoridades religiosas (sacerdotes) y sociales (senadores, ancianos).

Jesús no establece aquí una “norma privada de piedad”, sino que fundamenta el nuevo derecho y organización de su iglesia.

El camino que lleva al Reino de Dios no lo trazan sacerdotes autoridades civiles, sino publicanos y prostitutas (es decir, los marginados, excluidos y humillados del pueblo).

TEXTO

Dijo Jesús a los sumos sacerdotes y senadoras del pueblo… Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: “Hijo, ve hoy a trabajar en la viña.” Él le contestó: “No quiero.” Pero después recapacitó y fue. Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: “Voy, señor.” Pero no fue. ¿Quién de los dos hizo lo que quería el padre?” Contestaron: “El primero.” Jesús les dijo: “Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia, y no le creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no recapacitasteis ni le creísteis. (Mt 21, 23. 28-32)

REFLEXIÓN GENERAL

Declaración suprema de Jesús desde el templo (21, 23), esto es, desde el lugar donde se juntas las autoridades. Es como si Jesús viniera y proclamara su palabra suprema en el Vaticano (en un sínodo, consistorio o concilio general) y en un tipo de ONU ampliada antes los gobernantes dirigentes económicos del mundo.

  1. Jesús habla ante una “cámara” (parlamento o senado) que está formado por dos poderes: El poder sacral (sacerdotes, cámara eclesiástica: obispos) y el poder social (representado por los senadores (seniores/señores, representanes de familias ricas, esto es la gerusía). Estos “senadores” (presbyteroi) son nobles/gobernantes. ministros del Estado) y son ricos. Pues el poder social/político y económico se identifican.
  2. Estos son en principio los miembros del Sanedrín, que es el “consejo de Estado” (con poder legislativo, ejecutivo económico) del pueblo. En tiempo de Jesús solía incluirse en esta “cámara de Estado”, con los sacerdotes, nobles y ricos a los “escribas”, doctores de la ley, y así aparece en varios lugares del NT. Pero este Jesús de Mateo, que es un “escriba) no quiere condenar a los escribas, pues piensa que hay muchos que son buenos…
  3. 4. Conclusión. Este no es un discurso para el pueblo llano, ni para los publicanos y prostitutas, sino para los gobernantes del pueblo, como si Jesús viniera a España y juntara a los obispos de la CEE, a los miembros del parlamento…. y a unos cien representantes del poder económicos (multimillonarios, dirigentes de empresas etc.

SENTIDO BÁSICO

Jesús junta en el templo a los poderes “reales” del pueblo (sacerdotes y  gobernantes) para decirles que no van por el buen camino,  que no dirigen ni encabezan al pueblo por el camino del reino de Dios, sino todo lo contrario… Que el camino del Reino de Dios pasa por los publicanos y las prostitutas… Ellos, los despreciados, los excluidos, son los que pueden dirigir a todos al reino de Dios, a la nueva humanidad,

Los representantes de Dios en el mundo no son obispos/sacerdotes y gobernantes/ricos como tales, sino los publicanos y prostitutas, es decir, los rechazados sociales.

Ciertamente, puede haber publicanos y prostitutas que son “pecadores” (poco honestos.), pero en sentido radical ellos no son pecadores sino víctimas.

Tal  como Jesús formula esta palabra y la sitúa en el centro de su evangelio, el gran pecado no es de los publicanos y prostitutas, sino de la alta/buena/poderosa sociedad religiosa y civil que les utiliza, les expulsa y les condena. Publicanos y prostitutas son víctimas de una sociedad que les utiliza como chivo expiatorio, les explora social y sexualmente, para luego condenarles.

 El pecado de fondo  de unos y otras es el mismo, como he dicho: Tener que venderse o, mejor dicho, estar vendidos de antemano, ser objeto de venta de la “buena” sociedad de los que se llaman a sí mismos “hijos de Dios” (como dice Gen 6).En sentido general, en aquel contexto “patriarcal” a la mujer se la vende (y para vivir ella tiene que dejarse vender). De manera convergente, a un tipo de varones se les vende (y ellos tienen que venderse) para sobrevivir. Por eso,  más que pecado de publicanos  y prostitutas éste es el pecado de los poderes religiosos, políticos y económicos que fundan su poder sacerdotal, político y económico sobre la explotación de otros.

 Jesús no comienza su camino de reino con los que se presentan como buenos (y condenan a otros a la prostitución del cuerpo o del dinero), sino con los publicanos y prostitutas, de los que no se dice que “os precederán al final”, sino que os están precediendo ya, ahora…

Jesús no dice “os precederán” (en el cielo futuro), sino que os están precediendo (en este mundo), ellos están abriendo con Jesús el camino del Reino. Ellos son los “guías” (pro‒agousin).

 . Según la carta a los Hebreos, el “prodomos (explorador y pionero) del reino de Dios es Jesús. Pues bien, según este pasaje,  los pioneros o guías del reino son los publicanos y las prostitutas,  no son los sacerdotes y gobernantesjudíos, ni los doce de Jesús, como Pedro (los Doce y Pedro vienen después).

Según esta palabra, los “sumos sacerdotes y ancianos/senadores(Mt 21, 23)  son  los que crean un mundo de prostitución y venta económica, creyéndose buenos y pensando que tienen la razón, no pueden “convertirse”, no pueden cambiar, en cambio los publicanos y prostitutas pueden cambiar, pueden iniciar un camino de reino.  “hijos de Dios” que se apoderan de las mujeres, las violan, las prostituyen,  poniendo así en riesgo la vida de la tierra (el signo del diluvio).

AMPLIACION, LOS DOS HIJOS, JUAN BAUTISTA

 Uno dice “voy” y no va; otro dice “no voy”, pero va.

            El evangelio de Mateo ha vinculado la gran palabra anterior (publicanos y prostitutas os preceden en el Reino) con la parábola, que, de alguna forma, mantiene el mismo argumento:

El primer hijo, que primero dice “no”, pero después se ·”convierte” y cambia, podría referirse a los gentiles, pero, en sentido más preciso representa a los publicanos y prostitutas, que han empezado rechazando la voluntad del padre, pero al final se arrepienten y van a la viña. Por el contexto, el segundo hijo representa a los sacerdotes y ancianos, que han dicho a Dios que “sí”, pero después no van. Desde ese fondo debemos unir este pasaje con 11, 19, donde a Jesús le acusaban de amigo de publicanos y pecadores.

Jesús vincula su mensaje y camino con el de Juan Bautista

Muchos habían tomado a Juan Bautista como un “loco”, pues no comía ni bebía, dando la impresión de que no le importaba la necesidad de los hombres concretos, sino sólo la protesta de los austeros penitentes, elitistas, separados del mundo. Jesús, en cambio, se mostraba como un comilón y bebedor, amigo de publicanos y pecadores/as   esto es, como alguien que formaba parte del submundo de los excluidos (publicanos, prostitutas….) fuera del buen pueblo de la alianza (presidido por los sacerdotes, y ancianos).

Pues bien, a pesar de la austeridad de Juan, Jesús afirma que los publicanos y prostitutas (21, 32) creyeron en él, aceptando su camino de justicia, “mientras que vosotros (sacerdotes-ancianos) no creísteis en él”. Eso significa que, siendo tan distintos (11, 16-19), Juan y Jesús tenían una misma meta, de forma que el camino de penitencia para conversión de Juan Bautista había culminado en el mensaje de Reino de Jesús. De esa manera, los publicanos y los pecadores/prostitutas, que habían creído en Juan, aparecen vinculados al mismo tiempo con Jesús (aceptan su camino), en contra de los sacerdotes y ancianos importantes del pueblo.

 Jesús contesta así a los sacerdotes y ancianos de 21, 23 diciéndoles, por un lado, que Juan y su Bautismo venían de Dios, y acusándoles por otro de no haber respondido a su llamada, a diferencia de publicanos y prostitutas, que aparecen así unidos en línea de conversión. De los primeros he tratado ya al ocuparme de 9, 9-12. De las prostitutas, en el comentario a 19, 9, de manera que ahora puedo retomar lo ya dicho en perspectiva de conjunto.

 ‒ Publicanos y prostitutas creyeron en Juan Bautista (21, 28.31). Ellos habían empezado diciendo al padre que “no”, pero después fueron. En esa línea se dice que han escuchado y acogido la palabra de Dios, convirtiéndose, como quería Juan Bautista, y/o aceptando el camino de la comunidad mesiánica de Jesús (cf. 11, 19). Publicanos y prostitutas “acudían” a la escuela de Juan, en la que estuvo Jesús, por lo menos hasta su bautismo (cf. Mt 3), de manera que cuando dice que creyeron en Juan podría estar evocando un recuerdo histórico.

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Ir por lana y salir trasquilado. Domingo 26. Ciclo A.

Domingo, 1 de octubre de 2023
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IMG_0698Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Esto es lo que ocurre a los nuevos protagonistas que presenta el evangelio de Mateo. Hasta este momento, sacerdotes y “ancianos” (equivalentes a nuestros senadores) no han desempeñado papel alguno. Jesús no ha tenido contacto con ellos en Galilea. Pero ahora, cuando la liturgia, en un vuelo asombroso, nos traslada a Jerusalén durante el lunes santo, se presentan ante Jesús pidiéndole cuentas de lo que ha hecho el día antes, cuando purificó el templo, expulsando a mercaderes y cambistas, y curó en el recinto sagrado a cojos y ciegos, a los que estaba prohibida la entrada en el templo.

Una pregunta y tres respuestas

            Lo anterior va a provocar que los responsables religiosos (sacerdotes) y políticos (ancianos) le pregunten a Jesús: «¿Con qué autoridad haces esto? ¿Quién te ha dado esa autoridad?». El evangelio de Mateo responde en tres pasos.

1) En el primero, Jesús pone a las autoridades entre la espada y la pared, preguntándoles: «El bautismo de Juan, ¿de dónde venía, de Dios o de los hombres?» Viendo el peligro de comprometerse en un sentido o en otro, responden: «No lo sabemos». Y Jesús termina con un escueto: «Pues yo tampoco os digo con qué autoridad hago esto».

 2) Inmediatamente pasa al contrataque, con la parábola que leemos este domingo: la de los dos hijos (Mt 21,28-32).

 3) Sin interrupción, añade una nueva parábola: los viñadores homicidas, que leeremos el próximo domingo.

            En conjunto, la denuncia de sacerdotes y ancianos es durísima: 1) no se atreven a dar una opinión sobre Juan Bautista; 2) son peores que los recaudadores de impuestos y las prostitutas, que sí le hicieron caso a Juan; 3) para apoderarse de una viña que no les pertenece, deciden asesinar al hijo del propietario (Dios).

            No es raro que, tras escuchar estas tres acusaciones, decidieran matar a Jesús.

            La lectura de hoy se centra en el segundo punto.

Obras son amores, y no buenas razones

En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:

― ¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: “Hijo, ve hoy a trabajar en la viña”. Él le contestó: “No quiero.” Pero después recapacitó y fue. Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: “Voy, señor” Pero no fue. ¿Quién de los dos hizo lo que quería el padre?

Contestaron:

― El primero.

Jesús les dijo:

― Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia, y no le creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no recapacitasteis ni le creísteis.

            La historieta que propone Jesús es tan fácil de entender que sus enemigos caen en la trampa. ¿Quién cumple la voluntad del padre? ¿El hijo protestón y maleducado que termina haciendo lo que le piden, o el hijo amable y sonriente que hace lo que le da la gana? La respuesta es fácil: el primero. Lo importante no es decir palabras bonitas; tampoco importa protestar mucho. Lo importante es hacer lo que el padre desea. «Obras son amores, y no buenas razones».

            Pero Jesús saca de aquí una consecuencia asombrosa. Es preferible vivir de mala manera, si al final haces lo que Dios quiere, que vivir de forma aparentemente piadosa y negarse a cumplir la voluntad de Dios. Dicho con las palabras hirientes del evangelio: es preferible ser prostituta o ladrón, si al final te conviertes, que ser obispo, sacerdote, o pertenecer a cualquier congregación o institución religiosa y ser incapaz de convertirse.

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            ¿En qué consiste la conversión? Nueva sorpresa. No se trata de aceptar a Jesús y su mensaje, sino a Juan Bautista, que mostraba el camino de la justicia, de la fidelidad a Dios, como primer paso hacia el evangelio. Con ello, Jesús responde indirectamente a la pregunta que no habían querido responder las autoridades: «¿De dónde procedía el bautismo de Juan, de Dios o de los hombres?» El bautismo de Juan era cosa de Dios, su predicación marcaba el camino recto. Las prostitutas y los recaudadores, representados por el hijo protestón, pero obediente, creyeron en él. Las autoridades religiosas, representadas por el hijo tan amable como falso, no le creyeron.

¿Tirando piedras contra el propio tejado?

            Lo curioso de esta interpretación de la parábola es que parece volverse contra Juan y contra Jesús. Los que dan testimonio a su favor son gente indigna de crédito, prostitutas y explotadores; quienes lo rechazan o se abstienen, personalidades religiosas de buena fama, los sacerdotes. Puestos a elegir, ninguna persona piadosa aceptaría la opinión de unos cuantos drogatas y unas pocas prostitutas en contra de lo que decida una Conferencia Episcopal.

            Además, el judío piadoso de tiempos de Jesús (como muchos cristianos piadosos de nuestro tiempo) está convencido de que no necesita convertirse. Y si en algo tiene que cambiar, el camino no deben indicárselo personas tan extrañas y discutibles como Juan Bautista, Martin Lutero King, Oscar Romero, Pedro Casaldáliga o el Papa Francisco.

            Así adquieren pleno sentido las palabras de Jesús: «los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios». Para entrar en ese reino, hay que abrirse a una nueva forma de vida, aunque suponga un corte drástico y doloroso con la vida anterior. La institución religiosa seguirá firme en sus trece, incluso utilizará el argumento de la parábola para rechazar a Juan y a Jesús. Sin embargo, el Reino se irá incrementando con esas personas indignas de crédito, pero que creen en quien les muestra el camino de una nueva forma de fidelidad a Dios. Esas personas que, como dice el profeta Ezequiel en la primera lectura, son capaces de recapacitar y convertirse.

Así dice el Señor: Comentáis: “No es justo el proceder del Señor”. Escuchad, casa de Israel: ¿es injusto mi proceder?, ¿o no es vuestro proceder el que es injusto? Cuando el justo se aparta de su justicia, comete la maldad y muere, muere por la maldad que cometió. Y cuando el malvado se convierte de la maldad que hizo y practica el derecho y la justicia, él mismo salva su vida. Si recapacita y se convierte de los delitos cometidos, ciertamente vivirá y no morirá.

 

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Domingo XXVI. 01 de octubre, 2023

Domingo, 1 de octubre de 2023
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“Luego se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él respondió: “Voy, Señor”. Pero no fue.”

(Mt 21, 28-30)

Supongo que a todos nos gustaría ser el tercer hijo. El que no sale en la parábola, quizá porque es el que nos la cuenta. Ser como Jesús, que dice que va a la viña y no solo va sino que se deja matar por la viña. Se entrega.

Sí, nos gustaría. Por eso el cristianismo es precisamente eso: el seguimiento de Jesús. Pero cuando miramos a nuestra Iglesia, a nuestras comunidades, cuando nos miramos cara a la cara a nosotras mismas quizá encontramos más del “segundo hermano” de lo que nos gustaría.

¿Cuántas veces hemos dicho que íbamos a la viña y nos hemos quedado en nuestras comodidades? ¡Y cuántas veces esperamos a que vayan las demás o nos quejamos de que nadie quiere ir mientras discutimos sentadas en el sofá!

Esta viña, a la que nos llama el Padre, es más que un trabajo. Mucho más. Sabemos que debemos ir. Queremos de verdad ir. Muchos días emprendemos el camino. Muchas horas las pasamos en esa viña. Más de una vez somos el “primer hermano” que dice que no con la boca, pero dice que sí con la vida.

Sin embrago, todavía no somos lo que estamos llamadas a ser. No acabamos de ser como Jesús. La buena noticia es que eso no importa. Ni nuestras negativas, ni nuestras ausencias conseguirán que el Padre cambie de opinión. Él volverá, puntualmente, constantemente, con su invitación. Asaltará nuestras vidas una y otra vez, sin cansarse, sin decepcionarse.

Y nosotras seguiremos siendo el primer hermano, el segundo y por supuesto nos iremos pareciendo cada vez más al tercero. Volveremos a levantarnos, quizá con menos fuerzas, pero con un amor más probado, más acrisolado.

Oración

Trinidad Santa, renueva nuestros corazones con tu invitación siempre nueva y retadora. Amén.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Los hechos son los que van a misa, las palabras se las lleva el viento.

Domingo, 1 de octubre de 2023
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Mt 21,28-32

Es muy peligroso creerse perfecto. Lo importante es descubrir los fallos y rectificar lo que se ha hecho mal. La pura teoría no sirve para nada, solo la vida salva. Lo que digamos o lo que proclamemos son solo palabras vacías, mientras no vayan acompañadas por una actitud vital, que inevitablemente se manifestará en las obras. En el evangelio de Juan, Jesús pone como instancia definitiva sus obras. “Si no me creéis a mí, creed a las obras”.

El domingo pasado nos hablaba de jornaleros. Hoy nos habla de hijos. En el AT, el pueblo, en su conjunto, se consideraba hijo de Dios. Jesús distingue ahora dos hijos: los que se consideran verdaderos israelitas y los que los jefes religiosos consideran pecadores. Recordemos que ser hijo significaba hacer siempre la voluntad del padre. Un buen hijo era el que salía al padre. El que dejaba de hacer la voluntad del padre, dejaba de ser hijo. ¿Quién hizo la voluntad del padre? quiere decir: ¿Quién es verdadero Hijo?

Jesús se enfrenta a los jefes religiosos, como respuesta a la oposición que los evangelios manifiestan. Todos los evangelios dejan clara esa lucha a muerte de las instancias religiosas contra Jesús. Sin embargo, no podemos sacar de estas parábolas argumentos antisemitas. Las prostitutas y los recaudadores de impuestos, que Jesús pone por delante de los jefes religiosos, eran también judíos; y los primeros cristianos eran todos judíos.

Los fariseos no tenían nada de qué arrepentirse, eran perfectos, porque decían “sí” a todos los mandamientos. Consideraban que tenían derecho al favor de Dios, por eso rechazan de plano el cambio que les propone Jesús. Como los de primera hora del domingo pasado exigen mayor paga por su trabajo. Para ellos es intolerable que Dios pague lo mismo al que no ha trabajado. No se dan cuenta de que su respuesta es solamente formal, sin compromiso vital alguno. El espíritu de la Ley no les importaba.

El escándalo está servido: Para Jesús no hay duda, los que se consideran buenos son los malos, y los malos son los buenos. Los primeros eran lo estrictos cumplidores de la Ley, los segundos ni la conocían ni podían cumplirla. Los primeros ponían su empeño en el cumplimiento externo de las normas. Los otros buscaban una posibilidad de hacerse más humanos, porque se sabían pecadores. Jesús deja claro cual es la voluntad de Dios, y quién la cumple, pero también deja claro que tanto los unos como los otros son hijos.

Los recaudadores y las prostitutas os lleven la delantera en el Reino. Es una de las frases más hirientes que pudo decir Jesús a los jerifaltes religiosos. Eran las dos clases de personas más denigradas y odiadas por las instancias religiosas. Pero Jesús sabía muy bien lo que decía. El organigrama religioso-social de su tiempo era represivo e injusto. Que esa situación se mantuviera en nombre de Dios no podía aguantarlo quien había descubierto un Dios que quiere el bien de todos los seres humanos.

No se alude en el relato a las otras dos situaciones que se pueden dar: El hijo que dice sí y va a trabajar a la viña; y el hijo que dice no, y no va. En estos dos casos no hay posibilidad de equivocarse ni cabe la pregunta de quién cumple la voluntad del padre. Lo que pretende el relato es advertir sobre el engaño en que puede caer el que interprete superficialmente y a la ligera la situación del que dice “sí” y del que dice “no”.

No debemos engañarnos. La simplicidad del relato esconde una enseñanza fundamental. Como conclusión general tenemos que decir que los hechos son lo importante, y que las palabras sirven de muy poco. La praxis prevalece siempre sobre la teoría. El evangelio no nos invita a decir primero no y después sí. El ideal sería decir sí y hacer; pero lo maravilloso del mensaje está precisamente ahí: Dios comprende nuestra limitación radical y admite la posibilidad de rectificación, después de “recapacitar”, dice el texto.

Nuestras actitudes religiosas son incoherentes. Llevamos muchos siglos haciendo una religión de ritos, doctrinas y preceptos. Desde el bautismo decimos “sí voy”, pero nos quedamos siempre en donde estamos. No hay más que ver lo que se entiende por “practicante” para darse cuenta de que no tiene nada que ver con las exigencias del evangelio. Ser cristiano es descubrir la voluntad del Padre y cumplirla siempre y en todo. Nos estamos yendo cada vez más por las ramas y alejándonos de la raíz del evangelio.

Se nos llena la boca proclamando pomposamente que somos cristianos, pero hay muchos que, sin serlo, cumplen el evangelio mucho mejor que nosotros. El fariseísmo se ha convertido en moneda corriente entre nosotros, y damos por hecho que basta hablar del evangelio u oír hablar de él y aceptar su mensaje para tranquilizar nuestra conciencia. Hay un refrán que lo expresa muy bien: “Obras son amores y no buenas razones”.

En la primera lectura ya se nos dice que ni siquiera los mayores fallos son definitivos. Podemos en cualquier momento rectificar la trayecto­ria equivocada. Los errores cometidos pueden ayudarnos a encontrar el camino verdadero. Nuestro conocimiento es limitado y tenemos que aceptar esta condición porque es parte de nuestra naturaleza. No podemos pretender, ni para nosotros ni para los demás, la perfección. Cuando exigimos a un ser humano ser pluscuamperfecto estamos exigiéndole que deje de ser humano.

Solo la experiencia me dice qué es lo que me deteriora y qué es lo que me enriquece como ser humano. Cuando damos por absoluta una norma nos negamos a progresar. El gran peligro es creer que Dios nos ha dado directamente esa norma. Desde esa perspectiva se siguen cometiendo verdaderas barbaridades en contra del ser humano. El Dios de Jesús nunca puede ir en contra del hombre; las normas que hemos promulgado en su nombre, sí. Entender la religión como verdades absolutas, es fundamentalismo.

También hoy podemos ir más allá de la parábola. Ni siquiera las obras tienen valor absoluto. Las obras pueden ser la manifestación de una actitud vital, pero pueden ser fruto de una programación desconectada de nuestro verdadero ser. Los fariseos cumplían todas las normas, pero lo hacían mecánicamente, sin ninguna sinceridad de corazón. No pierdas el tiempo tratando de situarte en una de las partes. Todos estamos diciendo “no” cada tres por cuatro, y todos estamos diciendo “sí” con una pasmosa ligereza.

Quiero resaltar el paralelismo de esta parábola con la del hijo pródigo. En ambas la actitud del padre es decisiva, aunque no se suele tener en cuenta. En aquella cultura (ser hijo significaba por encima de todo obedecer al padre) resalta su actitud ante los dos. Confía en las palabras del segundo, pero no toma represalias contra el primero rebelde. Mantiene la esperanza y crea un ámbito que hace posible la recapacitación del primero. El hijo deja de ser hijo, pero el padre sigue siendo padre y sigue confiando en el hijo.

 Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Felicidad y sentido de la vida.

Domingo, 1 de octubre de 2023
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two_sonsMt 21, 28-32

«Voy, señor. Pero no fue»

Consciente o inconscientemente, la búsqueda de la felicidad es el motor que nos mueve a todos a la hora de realizar todos y cada uno de los actos que realizamos, y ese impulso irresistible que nos empuja al logro de la felicidad está indeleblemente impreso en nuestra propia naturaleza.

Esta evidencia —fruto de nuestra experiencia cotidiana— lleva a los eudemonistas a considerar la felicidad como el fin último del ser humano, y, en mayor o menor medida, todos somos eudemonistas. Gottfried Leibniz dice que «la felicidad es al hombre, como la perfección a los entes», lo que significa que en el hombre la perfección consiste en ser feliz. Fueron eudemonistas Aristóteles y Tomás de Aquino, aunque este último refería la felicidad a la vida entera; la de antes y la de después de la muerte.

Pero cada uno de nosotros concibe la felicidad de forma diferente, por cuya razón hallamos infinidad de definiciones distintas. Es habitual devaluar el concepto y llamar felicidad a “cualquier situación de satisfacción y contento”. En el extremo opuesto encontramos personas que le piden mucho a la vida, y restringen el significado de felicidad a un estado de “plenitud y armonía del alma”. Son personas que distinguen muy bien entre lo que es felicidad, y lo que no pasa de ser placer, contento, gozo, júbilo o euforia; personas que consideran la felicidad como un estado superior relacionado con la esencia más genuina de la condición humana.

La felicidad, así concebida, es algo que sólo sentimos circunstancialmente; que no somos capaces de abarcar ni comprender, y que, por tanto, no podemos definir con rigor. Hay conceptos como belleza, felicidad o amor que no pueden ser comprendidos desde la razón; que se nos escapan de entre los dedos. Los identificamos cuando los sentimos, pero somos incapaces de definirlos o comprenderlos; y mucho menos de aprehenderlos.

Es como si se tratase de una realidad ontológica superior para la que todavía no estamos preparados; como un adelanto de las facultades del hombre libre de sus limitaciones; como un eslabón que nos une a algo superior en ciertos momentos de nuestra vida; como un paisaje entre nubes que sólo vemos parcialmente. Tratamos de intuir el resto, pero se nos resiste, y cuando estamos disfrutando de lo que vislumbramos, cuando esperamos que se abra el cielo para verlo en su conjunto, se cierra todavía más y lo perdemos.

Por eso se nos escapa, nos supera, no sabemos cuándo se va a presentar o dónde se halla. Aún en el momento en que nos sentimos felices, no sabemos en qué consiste ni cuánto va a durar. Sin duda, sobre nuestro cerebro estará actuando un aluvión de estímulos, pero ésa no puede ser la causa de la felicidad, sino el efecto; la respuesta a un estado del ánimo superior provocado por causas que se nos escapan.

Pero ¿dónde buscarla?

La auténtica felicidad sólo es alcanzable a través de actitudes que trascienden a los demás. Es decir, la auténtica felicidad se logra a través del ejercicio de nuestra humanidad; y esta conclusión es perfectamente coherente, pues si la felicidad es el fin último del ser humano, en buena lógica debe estar íntimamente ligada a lo que mejor expresa la calidad de lo humano; la humanidad.

Así llegamos a esa correspondencia estrecha entre felicidad y amor: “La felicidad consiste en amar y ser amado”. Parafraseando a Sócrates, podemos decir que el amor es condición necesaria y suficiente para alcanzar felicidad, y que otros cauces sólo nos llevan a situaciones que no van más allá del gozo. Y ya sabemos que esta afirmación choca con el testimonio de muchas personas que aseguran encontrar la felicidad a través de actitudes egoístas, pero creemos que esta discrepancia está motivada por la distinta concepción de felicidad que tiene cada uno de nosotros.

Las “Bienaventuranzas” nos muestran los criterios de Jesús en materia de felicidad: “Cuánto más felices seríais si os conformaseis con poco y compartieseis lo que tenéis con los que no tienen, si no fueseis violentos, si aprendieseis a sufrir porque en esta vida no os va a faltar el sufrimiento, si no hubiese doblez en vosotros, si fueseis compasivos y misericordiosos, si trabajaseis por la paz y la justicia… Y si por todo ello os persiguiesen, todavía más felices

Estos criterios suponen un vuelco radical de los valores vigentes en tiempo de Jesús y en cualquier tiempo, pero son la base y fundamento del Reino. Se da la paradoja de que trabajar por el Reino parece en principio una tarea ardua y exigente, y lo es, pero vemos que quienes se lo toman en serio, dan muestras de una felicidad que los demás posiblemente ni imaginamos Y es que, como decía Jon Sobrino: «A eso es a lo que tenemos miedo; a ser felices a lo cristiano».

Miguel Ángel Munárriz Casajús 

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo sobre este evangelio, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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Un Reino de “privilegiados”.

Domingo, 1 de octubre de 2023
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1Hay algunos textos en el evangelio que son provocativos, que ciertamente llaman la atención. Mateo 21,28-32 es uno de ellos. Y una de las cosas llamativas es que el relato señala grupos sociales preferentes y de cercanía del reino: “Les aseguro que los publicanos y las prostitutas van delante en el camino del reino de Dios. Porque vino a vosotros (sumos sacerdotes y ancianos) Juan enseñándoles el camino de la justicia y no le creísteis; en cambio los publicanos y prostitutas le creyeron” (Mt 21,30).

La preferencia de los grupos marginales o de excluidos por encima de aquellos que gozan de privilegios y de reconocimiento no es una novedad en la tradición judía. Los profetas, como por ejemplo Miqueas, señalan a ciertos grupos con especial responsabilidad sobre las injusticias que caen sobre los débiles: príncipes, jueces, profetas, sacerdotes (Miq 3,9-11). Algo similar leemos en Ezequiel 22,23-31. A profetas y sacerdotes no se les acusa generalmente de robar sino de justificar y tolerar. Esta crítica llega a su máxima expresión en Isaías, quien no solo amonestará fuertemente a los grupos acomodados y reconocerá al “huérfano y a la viuda”, al migrante como los primeros en recibir la misericordia y los cuidados de Dios, sino que dará un paso más: señalará al grupo de los excluidos, en este caso de las víctimas del cautiverio de Babilonia, como la fuente de una nueva dirección en las relaciones sociales. De este pequeño conjunto de personas despojadas y saqueadas, de mujeres y esclavos, surgirá “el resto” de Israel; un pequeño grupo insignificante capaz de vivir y de dar continuidad a un pueblo deshecho. Los que “fueron llevados como despojo” (Is 42,22) son los herederos de la promesa y guardan la esperanza para todas las naciones (Is 55,3).

Nosotros, deudores de la teología que predominó desde el siglo IV, tenemos generalmente más presente la dimensión individual de la salvación. En el mejor de los casos creemos que Jesús ofrece la salvación a todos y a cada uno independientemente del lugar social que ocupen. A veces, incluso admitimos que nos salvamos solos como consecuencia de actos determinados desde una ética solitaria.

Este texto apunta hacia una dimensión social y colectiva de modo explícito. En el Reino, se afirma, van delante unos grupos sobre otros. Los grupos tienen sus propias leyes y normas internas. Y parece que este Reino anunciado también las tiene; priman los colectivos sin prestigio e incluso grupos de personas denotados y vapuleados. En ellos permanece con más evidencia y radicalidad la apertura, la posibilidad de la fe. Son quienes creen, porque escuchan con más facilidad y prontitud el anuncio. Hay una recolocación social y sociológica ya que se habla de dos colectivos muy concretos, y no de individuos particulares: son los publicanos y las prostitutas. Ellos llevan la delantera en lo que respecta a la fe. Porque reconocen el “camino de la justicia”, cosa ciertamente más difícil para los prestigiosos “sumos sacerdotes y ancianos” (cf. v. 28).

No dejo de oír entre mis colegas teólogos una idea generalizada de que estamos en un tiempo de secularidad, incluso se habla del siglo del “silencio de Dios”. No puedo dejar de pensar que es posible que estemos buscando a Dios donde definitivamente no lo vamos a encontrar. Tal vez este relato y la larga tradición profética nos redirigen pertinazmente la atención hacia quienes sufren, hacia colectivos vulnerados. Hoy podríamos decir que nos señalan a las víctimas de la trata de personas, mayoritariamente mujeres, hacia quienes no pueden salir de situaciones indignas y donde no se respeta a la tierra y a sus habitantes más vulnerables… Me pregunto si ellos no siguen siendo un resto creyente y los depositarios privilegiados de la esperanza de un mundo más acogedor y servicial; e incluso si no señalen con sus vidas la dirección hacia nuevas relaciones sociales de justicia para todos.

Paula Depalma

Fuente Fe Adulta

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Decir o hacer: El legalismo y la bondad de corazón.

Domingo, 1 de octubre de 2023
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IMG_0637Domingo XXVI del Tiempo Ordinario

01 octubre 2023

Jesús se dirige “a los sumos sacerdotes y a los ancianos”, es decir, a la jerarquía religiosa y política de su pueblo. Y se atreve a decirles -hacía falta libertad interior valentía y coraje- que “los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del Reino de Dios”. Conocemos las consecuencias de tales denuncias: todo el poder terminará aliándose para acabar ejecutando en la cruz al Maestro de Galilea. Pero, ¿qué significa exactamente aquella expresión y cuál puede ser la causa que origina el comportamiento de aquellas personas religiosas, que es denunciado con tanta dureza por parte de Jesús?

El significado parece obvio: el “camino del Reino de Dios” pasa por la vivencia de los valores que apreciamos en el propio Jesús de Nazaret: amor, compasión, servicio, gratuidad, fraternidad… De él se dijo, sencillamente, que “pasó por el mundo haciendo el bien” (Hech 10,38). En síntesis: el “Reino de Dios” no es una cuestión de creencias y de normas, sino de bondad de corazón.

Lo que sucede es que, con frecuencia, la autoridad religiosa pone el acento en la llamada “ortodoxia”, en la adhesión a determinadas creencias y formas de comportamiento, dictadas por aquella misma autoridad. No es raro que los dirigentes religiosos se presenten como aquellos que “saben” -o creen saber- todo lo referido a lo que es necesario creer o cumplir. No solo eso; han solido alimentar la pretensión de imponer todo ello a la gente, tal como también denunciara el propio Jesús: “Atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre las espaldas de los hombres, pero ellos ni con un dedo quieren moverlas” (Mt 23,4).

Tanto por la formación recibida como por el rol con el que han ido identificándose, no es extraño que la autoridad religiosa rija su vida por aquella llamada “ortodoxia” y, en definitiva, por un legalismo que fácilmente genera orgullo.

Ante ello, la postura de Jesús es clara: lo que cuenta no es el legalismo, sino la bondad de corazón. Se trata de algo tan decisivo para él, que insistirá en diferentes ocasiones de manera inequívoca: “No todo el que me dice: «Señor, Señor», entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mt 7,21).

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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La verdad no se dice, se hace

Domingo, 1 de octubre de 2023
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40-Teología-de-la-liberación.Del blog de Tomás Muro La Verdad es Libre:

01. Siempre dos hermanos.

    Resulta curioso las veces que en la Biblia aparecen dos hermanos: Caín y Abel, (Gn 4,1-2); Esaú y Jacob, (Gn 25,24ss); un padre tenía dos hijos: el hijo mayor y  el hijo pródigo, (Lc 15,11ss); en la parábola de hoy también un padre tenía dos hijos… Dos hermanas: Marta y María

    Tal vez más que de dos hermanos se trata de dos dimensiones, que todos llevamos dentro. Todos somos algo bipolares. Probablemente todos llevamos dentro algo de Caín y algo de Abel; un poco de hermano mayor cumplidor, prepotente; y algo de hijos pródigos. Todos hablamos mucho y seguramente hacemos poco, como en la parábola de hoy.

Los dos hijos representan como dos modos de entender también la libertad y la responsabilidad. Uno  habla buenas palabras y no hace nada, cosa harto frecuente también hoy. El otro dice menos, pero es responsable y trabajador.

Son posturas que se repiten en nosotros.

02.- Obras son amores, que no buenas razones.

    Así reza el refrán: más obras y menos palabras. De grandes palabras (palabrería) están llenos los espacios políticos, eclesiásticos y también los personales. Las promesas de las campañas electorales duran hasta el día siguiente de las elecciones. ¡Ya quisiéramos también que la Iglesia fuese conforme a lo que leemos en el Nuevo Testamento, en las encíclicas y documentos!, etc.

03. Ortodoxia y orto praxis.

Orto significa: recto / correcto. Doxa: doctrina / pensamiento y Praxis: práctica / acción.

Corren tiempos en los que se disfruta buscando recuperar una ultra-ortodoxia que anquilosa la vida y el evangelio, y olvidamos la ortopraxis, es decir la vida.

    Muchas veces la ortodoxia tiene poco que ver con lo que hacemos, con la ortopraxis.

  • A veces la ortodoxia no es más que una trinchera donde defendemos nuestros posicionamientos ideológicos y religiosos. Algunos movimientos religiosos modernos viven afincados en una super-ortodoxia insignificante, sin significado, pero es el “santo y seña”
  • Otras personas y actitudes hacen la verdad: están con los que sufren, los pobres, el sida, etc., incluso con una doctrina (ortodoxia) muy elemental, incluso no muy puritana para el orden establecido.

04.- La verdad no se dice, se hace.

Esta veta la recogió con energía la Teología de la Liberación.

Gustavo Gutiérrez [1] formula muy bien esta cuestión cuando dice que la “Verdad no se dice, se hace“, o también en castellano se suele decir que “obras son amores, que no buenas razones”.

Supongamos que uno recita perfectamente el Credo. Eso no quiere decir que tenga fe. Es lo mismo que el hijo que dice “sí”, pero no va a trabajar. Dicen lo que hay que decir, pero sin ninguna implicación personal.

05.- El cristianismo no son unas olimpiadas

    A veces da la impresión de que la moral católica es como el Comité Olímpico Internacional. Citius, altius, fortius: más rápido, más alto, más fuerte. Mire usted para ir a la Olimpíada hay que saltar 2,50 mts en salto de altura, además de hacer los 100 mts en 10 segundos. Bueno eso lo dice usted, pero luego, el común de los ciudadanos pasamos caminando tranquilamente por debajo del listón y hacemos los 100 mts en unos tres minutos y amigablemente.

    Algo de esto es lo que pasa en la Iglesia Católica (también en las demás iglesias y en la humanidad). La normativa es altísima, pero también es altísimo el tanto por cien de los católicos que vive, que vivimos en tensión con la Iglesia y va -vamos- por la vida como buenamente podemos. El 90% de los católicos vivimos como podemos: el que no está separado – divorciado, vive en pareja de hecho; quien no toma anticonceptivos, no va a Misa; quien no vive en discrepancia con los modos eclesiásticos, tiene dificultades con algunas interpretaciones dogmáticas y vive en tensión con la jerarquía…

    Hemos de pensar que nadie es totalmente coherente y responsable en la vida. Dios nos libre de una persona humana que sea totalmente justa, santa, perfecta. Las incoherencias y debilidades nos hacen humanos.

Un ser humano perfecto sería inhumano e insoportable, al menos en este mundo. Hemos de aprender a vivir con nuestras propias limitaciones, defectos y pecado. Cada cual somos algo de Caín y Abel, del hermano mayor y menor, del hijo que fue a trabajar a la viña y del que no fue, de Marta y María, coherentes e incoherentes al mismo tiempo. Siempre nos hará bien recordarnos lo de San Felipe de Neri (1515-1595): sed buenos si podéis, que probablemente no podremos.

06.- ¿Quién hizo la voluntad de Dios Padre?

Lo de Jesús tiene su retranca. Resulta que termina (y empieza) poniendo como modelos de cristianismo a los prototipos oficiales de pecadores: publicanos y prostitutas.

La conclusión de la parábola de JesuCristo es desconcertante y osada. Jesús pone modelos de vida escandalosos para los estamentos oficiales. Probablemente nadie se lo creyó entonces, ni hoy, que los publicanos (ladrones legales de impuestos) y las prostitutas estarán -están- por delante de nosotros en la viña del Señor, en el Reino.

Nos puede resultar escandaloso y molesto, pero en el cristianismo de Jesús las cosas -gracias a Dios- son así.

[1] Gustavo Gutiérrez es un teólogo sacerdote peruano nacido en 1928,  al que se le considera uno de los creadores-fundadores de la Teología de la Liberación latinoamericana.

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La epifanía de Dios en nuestra pobreza.

Viernes, 29 de septiembre de 2023
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Del blog Amigos de Thomas Merton:

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“Dios no es un «problema» y nosotros, que vivimos la vida contemplativa, hemos aprendido por experiencia que nadie puede conocer a Dios mientras esté intentando resolver «el problema de Dios». Tratar de resolver el problema de Dios es tratar de verse los ojos. Uno no puede verse los ojos porque son aquello con lo que ve, y Dios es la luz por la que vemos —por la que vemos, no un «objeto» claramente definido llamado Dios, sino todo lo demás en el Único invisible—.

Dios es entonces Aquel que ve y la Visión, pero Él no es visto en la tierra. En el cielo, Él es Aquel que ve, la Visión y el Visto. Dios se busca a Sí mismo en nosotros, y la aridez y aflicción de nuestro corazón es la aflicción de Dios que no es conocido en nosotros, que no puede encontrarse a Sí mismo en nosotros, porque no nos atrevemos a creer o confiar en la increíble verdad de que El puede vivir en nosotros, y puede morar en nuestro ser porque lo elige, porque lo prefiere.

En efecto, existimos solo para esto, para ser el lugar que El ha elegido para Su presencia, Su manifestación en el mundo, Su epifanía. Pero nosotros oscurecemos todo esto y lo hacemos vergonzoso porque no lo creemos, porque nos negamos a creerlo. No es que odiemos a Dios, sino mas bien que nos odiamos a nosotros mismos y hemos perdido la esperanza en nosotros mismos.

Si empezáramos a reconocer, humilde pero verdaderamente, el verdadero valor de nuestro yo, veríamos que este valor es el signo de Dios en nuestro ser, la firma de Dios sobre nuestro ser. Por suerte, el amor del prójimo se nos da como el camino para comprender esto, pues el amor de nuestro hermano, de nuestra hermana, de la persona amada, de nuestra esposa, de nuestro hijo, esta ahí para que veamos con la claridad de Dios mismo que somos buenos. Es el amor de quien me ama, de mis hermanos o de mi hijo, lo que ve a Dios en ml, lo que hace a Dios creíble para mi mismo en mi. Y es mi amor a la persona que amo, a mi hijo, a mi hermano, lo que me permite mostrarles que Dios esta en ellos. El amor es la epifanía de Dios en nuestra pobreza“.

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Thomas Merton 
The Hidden Ground of Love

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La inmensidad del amor de Dios es deliciosamente refrescante

Lunes, 11 de septiembre de 2023
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La publicación de hoy es del colaborador de Bondings 2.0, M. Hakes (ellos), cuya biografía y publicaciones anteriores se pueden encontrar aquí.

Las lecturas litúrgicas de hoy para el 23º Domingo del Tiempo Ordinario se pueden encontrar aquí.

“Si hoy oís su voz, no endurezcáis vuestro corazón”. (Salmo 95:8)

Mientras el resto de Estados Unidos se ha estado derritiendo por el calor histórico de este verano, nuestro clima en Duluth (apodada “la ciudad con aire acondicionado”) se ha visto atenuado, como cada verano, por las aguas frescas, a menudo heladas. del Lago Superior. Una de mis cosas favoritas para hacer en verano, especialmente en los raros días “calurosos“, es ir a nadar. Es difícil expresar con precisión lo deliciosamente refrescante que es estar envuelto por las olas de la Madre Superiora en un día de ochenta y tantos grados y nadar en sus aparentemente infinitas profundidades.

El lago Superior, o gichigami (el nombre de esta masa de agua en anishinaabemowin, el idioma ojibwe), se extiende por 31.700 millas cuadradas, aproximadamente la misma superficie que el país de Austria. Contiene alrededor del 10% del agua dulce del mundo. Se necesitan 551 mil millones de galones de agua para elevar el nivel del agua del lago una pulgada. Si se vaciara el lago, el agua cubriría toda la masa continental de América del Norte y del Sur con aproximadamente 12 pulgadas de agua. Estos y otros hechos sobre el Lago Superior nos ayudan a comprender la incomprensible grandeza de este lago, pero este intento de comprensión intelectual es incomparable a ser sacudido por las olas del Superior en un día de verano bañado por el sol. Nunca podré comprender del todo lo grande que es el lago Superior, pero sí sé lo que se siente al estar sostenido en su inmensidad.

Me pregunto cuántos lagos Superiores podrían llenarse con los galones de tinta que se han derramado a lo largo de los siglos intentando articular lo que “sabemos” acerca de Dios. Innumerables y gruesos tomos teológicos con cautivadora destreza académica se esfuerzan por describir al Dios a quien el escritor de la Primera Carta de Juan llama sucintamente “Amor”. Pero nuestro Dios no es alguien que pueda ser aprehendido mediante gimnasia mental. Más bien se conocen (y sólo entonces en parte) a través de la experiencia. En el corazón de la fe cristiana está la idea de que el infinito y santo misterio de Dios no permanece para siempre remoto, sino que se acerca al mundo. Este santo misterio nos toca por la encarnación y por la gracia. Nuestro Dios ha abrazado nuestra humanidad tan plenamente que “se hicieron carne y habitaron entre nosotros”. Parafraseando al teólogo Edward Schillebeeckx, nuestro Dios es Deus humanissimus, el Dios sumamente humano; un Dios que es humano hasta lo más profundo de lo que significa ser humano; un Dios que es capaz de contener todas las complejidades de lo que significa ser humano dentro de sí mismo.

IMG_0513El lago superior

He escuchado homilías en la lectura del evangelio de hoy que reducen las palabras de Jesús sobre el perdón a una especie de plan de acción para corregir a los pecadores descarriados, para traerlos de regreso al redil. Como católico queer, innumerables personas han intentado “corregirme“. Me han dicho que las identidades que mi Dios creó son pecaminosas y asquerosas. Me han dicho que mi “estilo de vida” es una mala elección y que si confiara más en Dios, Él me quitaría esta terrible carga y sería “normal”. Durante mucho tiempo no supe lo que es no sentirme destrozada; saber, en cambio, a nivel del corazón, que soy bueno, amado y digno. En medio del calor de esta retórica odiosa, el amor incontenible y difícil de manejar de Dios ha sido un bálsamo refrescante.

El Camino de Jesús no nos aleja de nuestra humanidad, de nuestras identidades creadas por Dios. Más bien, nos llama cada vez más profundamente al misterio de lo que significa ser humano. Nos llama a abrazar con valentía todo lo que somos (lo bueno, lo malo, lo bello y lo feo) y a entregarnos plenamente al amor incomprensible, transformador y vivificante de Dios. Como escribe el padre jesuita Greg Boyle en su libro Tattoos on the Heart (Tatuajes en el corazón), “[Dios] quiere aceptar todo lo que somos y ve nuestra humanidad como el lugar privilegiado para encontrar este amor magnánimo. Ninguna parte de nuestro cableado o de nuestro desordenado yo debe ser menospreciada. Donde estamos, con todos nuestros errores e imperfecciones, es tierra santa. Es donde Dios ha elegido tener intimidad con nosotros y no de otra manera que no sea esta”.

Dios está presente donde la vida se vive con valentía, entusiasmo, amor y autenticidad; incluso sin ninguna referencia explícita a la religión. Nos encontramos en, con y bajo el misterio Divino cuando aceptamos la inmensidad silenciosa que nos rodea como algo infinitamente distante y sin embargo inefablemente cercano, cuando la recibimos como una cercanía protectora y un amor tierno que no conlleva reservas, y cuando tener el coraje de aceptar nuestra propia vida en todas sus complejidades.

Así como sé que los datos sobre el Lago Superior no son nada comparados con la experiencia de nadar en él, sé que nunca podré comprender plenamente cuán grande es Dios. Pero sí sé lo que es estar en la inmensidad de Dios, y es deliciosamente refrescante.

-M. Hakes, Ministerio New Ways, 10 de septiembre de 2023

Fuente New Ways Ministry

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“Una Iglesia reunida en el nombre de Jesús”. 23 Tiempo ordinario – A- (Mateo 18, 15-20)

Domingo, 10 de septiembre de 2023
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Multiracial Young People Holding Hands in a Circle

Multiracial Young People Holding Hands in a Circle

Cuando uno vive distanciado de la religión o se ha visto decepcionado por la actuación de los cristianos, es fácil que la Iglesia se le presente solo como una gran organización. Una especie de «multinacional» ocupada en defender y sacar adelante sus propios intereses. Estas personas, por lo general, solo conocen a la Iglesia desde fuera. Hablan del Vaticano, critican las intervenciones de la jerarquía, se irritan ante ciertas actuaciones del papa. La Iglesia es para ellas una institución anacrónica de la que viven lejos.

No es esta la experiencia de quienes se sienten miembros de una comunidad creyente. Para estos, el rostro concreto de la Iglesia es casi siempre su propia parroquia. Ese grupo de personas amigas que se reúnen cada domingo a celebrar la eucaristía. Ese lugar de encuentro donde celebran la fe y rezan todos juntos a Dios. Esa comunidad donde se bautiza a los hijos o se despide a los seres queridos hasta el encuentro final en la otra vida.

Para quien vive en la Iglesia buscando en ella la comunidad de Jesús, la Iglesia es casi siempre fuente de alegría y motivo de sufrimiento. Por una parte, la Iglesia es estímulo y gozo; podemos experimentar dentro de ella el recuerdo de Jesús, escuchar su mensaje, rastrear su espíritu, alimentar nuestra fe en el Dios vivo. Por otra, la Iglesia hace sufrir, porque observamos en ella incoherencias y rutina; con frecuencia es demasiado grande la distancia entre lo que se predica y lo que se vive; falta vitalidad evangélica; en muchas cosas se ha ido perdiendo el estilo de Jesús.

Esta es la mayor tragedia de la Iglesia. Jesús ya no es amado ni venerado como en las primeras comunidades. No se conoce ni se comprende su originalidad. Bastantes no llegarán siquiera a sospechar la experiencia salvadora que vivieron los primeros que se encontraron con él. Hemos hecho una Iglesia donde no pocos cristianos se imaginan que, por el hecho de aceptar unas doctrinas y de cumplir unas prácticas religiosas, están siguiendo a Cristo como los primeros discípulos.

Y, sin embargo, en esto consiste el núcleo esencial de la Iglesia. En vivir la adhesión a Cristo en comunidad, reactualizando la experiencia de quienes encontraron en él la cercanía, el amor y el perdón de Dios. Por eso, tal vez, el texto eclesiológico más fundamental son estas palabras de Jesús que leemos en el evangelio: «Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos».

El primer quehacer de la Iglesia es aprender a «reunirse en el nombre de Jesús». Alimentar su recuerdo, vivir de su presencia, reactualizar su fe en Dios, abrir hoy nuevos caminos a su Espíritu. Cuando esto falta, todo corre el riesgo de quedar desvirtuado por nuestra mediocridad.

José Antonio Pagola

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“Si te hace caso, has salvado a tu hermano”. Domingo 10 de septiembre de 2023. 23º domingo de tiempo ordinario

Domingo, 10 de septiembre de 2023
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46-OrdinarioA23Leído en Koinonia:

Ezequiel 33,7-9: Si no hablas al malvado, te pediré cuenta de su sangre.
Salmo responsorial: 94: Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: “No endurezcáis vuestro corazón.”
Romanos 13,8-10: Amar es cumplir la ley entera
Mateo 18,15-20: Si te hace caso, has salvado a tu hermano

La liturgia de este domingo nos invita a reflexionar sobre nuestra corresponsabilidad comunitaria. La fe, o más ampliamente dicho, nuestra vida espiritual, es un asunto personal, una responsabilidad absolutamente intransferible, pero como humanos que somos –seres simbióticos al fin y al cabo– la vivimos en el seno de una comunidad. Por eso, también, todos somos de alguna manera responsables de la vida de cada hermano.

Ezequiel es profeta del tiempo del exilio. Se presenta como el vigilante de su pueblo. Otros profetas han utilizado también esta imagen para caracterizar su misión. La actitud vigilante es un rasgo de los profetas. Estar atento a lo que pasa, para alertar y prevenir al pueblo. Y estar siempre atento también a escuchar la Palabra de Dios. Leer los acontecimientos de la historia y interpretarlos a la luz de la Palabra de Dios. El vigilante, celador, velador, centinela o como se le llame en nuestro medio, está pendiente de los peligros que acechan al pueblo. Por eso, el profeta es responsable directo de lo que le pueda pasar. El profeta tiene la misión de abrir los ojos del pueblo. Pero también el pueblo puede aceptar o rechazar esa interpelación profética. Lo que no está bien es pasar por alto y no darse cuenta del peligro.

Pablo en la carta a los romanos invita a los creyentes que edifiquen su vida sobre la base del amor para que puedan responder a los desafíos del momento histórico que a cada creyente y a cada comunidad le toca vivir. El amor es resumen, síntesis vital, compendio de todo tipo de precepto de orden religioso. Así, Pablo entra en perfecta sintonía con la propuesta evangélica. Ciertamente, no es un rechazo rotundo de la ley. Pero el amor supera la fuerza de la ley. Quien ama auténticamente no quiere hacer daño a nadie; por el contrario, siempre buscará la forma de ayudarle a crecer como persona y como creyente. La conversión, la metanoia, es cambio rotundo de mente y corazón. Quién se convierte asume el amor como única “norma” de vida. El amor se traduce en actitudes y compromisos muy concretos: servicio, respeto, perdón, reconciliación, tolerancia, comprensión, verdad, paz, justicia y solidaridad fraterna.

El evangelio de Mateo nos presenta el pasaje que se ha denominado comúnmente la corrección fraterna. El texto revela los conflictos internos que vivía la comunidad mateana. Nos encontramos, entonces, ante una página de carácter catequético que pretende enfrentar y resolver el problema de los conflictos comunitarios. El pecado no es solamente de orden individual o moral. Aquí se trata de faltas graves en contra de la comunidad. El evangelista pretende señalar dos cosas importantes: no se trata de caer en un laxismo total que conduzca al caos comunitario. Pero tampoco se trata de un rigorismo tal que nadie pueda fallar o equivocarse. El evangelista coloca el término medio. Se trata de resolver los asuntos complicados en las relaciones interpersonales siguiendo la pedagogía de Jesús. No es un proceso jurídico lo que aquí se señala. El evangelista quiere dejar en claro que se trata ante todo de salvar al trasgresor, de no condenarlo ni expulsarlo de entrada. Es un proceso pedagógico que intenta por todos medios salvar a la persona. Ahora bien, si la persona se resiste, no acepta la invitación, no da signos de arrepentimiento… entonces sí la comunidad se ve obligada a expulsarse de su seno. Al no aceptar la oferta de perdón la persona misma se excluye de la comunión.

Nuestro compromiso como creyentes es luchar por la verdad. Nuestras familias y comunidades cristianas deben ser, ante todo, lugares de reconciliación y de verdad. Exigir respeto por las personas que se equivocan pero que quieren rectificar su error es imperativo evangélico. Tampoco se trata de caer en actitudes laxistas o que respalden la impunidad. Pero ante todo, el compromiso con la justicia, la verdad y la reconciliación es una actitud profética.

¿Cómo vivimos los valores de la verdad, la justicia, la reparación y la reconciliación al interior de nuestras comunidades? ¿Qué actitud asumimos frente a los medios de comunicación que manipulan y tergiversan la verdad? ¿Nos sentimos corresponsables de la suerte de nuestros hermanos?

El evangelio de hoy habla también de la comunidad como sujeto de perdón: «Todo lo que aten ustedes en la tierra será atado en el cielo…». Puede ser una oportunidad interesante para hablar tanto de la grave crisis que atraviesa este sacramento en la práctica más extendida en la Iglesia, como de la posibilidad y legitimidad de la reconciliación comunitaria. Véase al respecto el libro de Domiciano Fernández que comentamos más abajo. Leer más…

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10.9.23, Dom 23 TO. Si tu hermano peca contra ti convoca a la Iglesia (Mt 18, 15-20)

Domingo, 10 de septiembre de 2023
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amen-a-sus-enemigos-jesus-con-islamicoDel blog de Xabier Pikaza:

He planteado el tema en FB y RD, 3.9.23 (Confesión de Policarpo), insistiendo en la celebración eclesial del perdón, con o sin obispo.

Este es el mensaje del evangelio del domingo (Mt 18, 15-20), el texto más importante de la justicia/perdón del cristianismo, que ha de ser completado con 1 Cor 6,1-1 y con la historia posterior de la iglesia.

Tres son sus presupuestos. (a) La comunidad es anterior al obispo. (b) La iglesia no es una instancia sólo espiritualista sino de juicio. (c) Quien no acepta el juicio fraterno  de la iglesia queda en manos del juicio de publicanos y gentiles (es decir, de no-hermanos, según lenguaje eclesial).

Introducción.

 Este pasaje supone que hay iglesias, comunidades de hermanos. Por eso, los “pecados entre hermanos” han de resolverse apelando a la iglesia. El mundo de fuera (publicanos/gentiles) tiene un sentido, con un derecho muy importante, al que en otro plano pueden apelar los cristianos; pero en clave de comunión ellos han de apelar a la iglesia que es comunión (escuela y camino de fraternidad).

 Las iglesias no “nacen” de los obispos, y en esa línea el evangelio de Mateo nos describe una iglesia perfectamente estructurada y sin obispos. Pero en un momento determinado (en el siglo II-III) han podido nacer y han nacido en las iglesias  obispos  con la finalidad no siempre cumplida de unificar y realizar “monárquicamente” ciertas tareas eclesiales). De eso trataba mi “postal” sobre el caso Policarpo. De eso trato ahora, comentando el evangelio del domingo.

Este evangelio de Mateo no es todo el NT, ni toda la tradición de la iglesia. Pero es quizá (con 1 Cor 12-14) el texto eclesial más importante sobre Pedro, sobre las comunidades cristianas y sobre lo que han de hacer los obispos  (todavía no existentes) , como he puesto de relieve en comentario de Mateo, donde he puesto de relieve cuatro rasgos:

  1. Giro Petrino (Mt 16, 13-20). Mateo asume desde Pedro (con Pedro) la misión universal de Pablo, la apertura universal del evangelio sobre la ley nacional judía.
  2. Autonomía de cada Iglesia/comunidad (Mt 18, 15-20), que hereda como propias las “llaves” de Pedro (como queda claro uniendo Mt 18 con Mt 16). Según eso, cada iglesia es autónoma, portadora de la autoridad de Cristo
  3. Mateo rechaza la autoridad monárquica de los obispos (Mt 23, 1-11), definida por las primera cátedras (prôto-kathredias) en la comunidad y los primeros asientos (prôtoklisias) en las comidas/eucaristías. El principio y esencia de la iglesia no son unos obispos, sino las comunidades.
  4. El evangelio de Mateo está lleno de autoridades (apóstoles, profetas, sabios, escribas, mujeres pascuales), pero de tipo ministerial, en una línea paulina no episcopal. Esas autoridades carismáticas bien organizadas, pero no episcopales, definen la esencia y misión de las iglesias.

   La iglesia no es solo Mateo… En ella surgieron pronto tendencias que han desembocado en el establecimiento de un episcopado (cf. Ignacio de Antioquía, Ireneo…), pero quedando siempre firme la prioridad de las comunidades: No son las iglesias las que surgen de los obispos, sino los obispos los que surgen de las comunidades para realizar en su nombre algunos servicios, como puse de relieve en la postal anterior sobre el “caso Policarpo”, apoyándome en F Campenhausen. Y con esto paso ya al análisis y comentario de Mt 18, 15-20.

01.- Mt 18, 15-17. Norma general.

En un primer momento, las comunidades cristianas se parecen a la otros grupos judíos del entorno, como los esenios de Qumrán, que han buscado formas semejantes de integración y organización comunitaria. Pero en Qumrán hay una fuerte instancia jerárquica, con sacerdotes o miembros más altos que deciden las cuestiones; en Mateo, en cambio, decide toda la comunidad, como instancia de apelación universal:

18 15 Y si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele a solas; si te escucha, has ganado a tu hermano.  16 Si no te escucha, toma contigo a uno o a dos,  pues todo problema se resuelva por dos o tres testigos.  17 Y si no les escucha llama a la iglesia, y si no la escucha, sea para ti como gentil y publicano [1].

 Este pasaje ratifica el derecho de la Iglesia para instituirse como grupo autónomo. Su fondo parece de tipo judeo-cristiano y define a los de “fuera de la iglesia comopublicanos/gentiles (cf. 15, 21-28; 21, 31), sin matiz peyorativo. Publicanos y gentiles  son los del mundo externo, los que no forman parte de la hermandad de la iglesia.

 − Paradoja. La Iglesia no puede mantenerse como instancia mesiánica ni ofrecer la salvación a publicanos y gentiles (tema clave de 9, 10-11; 11, 19, 21, 31; 28, 16-20), si no instaura y defiende su identidad, trazando unos espacios de fraternidad interior fuera de los cuales no se puede vivir el evangelio en forma eclesial.

Ortodoxia práctica. Son comunidad los que se dejan perdonar y perdonan; pero quienes rechacen el perdón no puede formar parte de ella. Ésta es la norma central de la Iglesia: quienes excluyen a los otros (pobres y pequeños) se excluyen a sí mismos de la comunidad de los perdonados (cf. 18, 23-35).

      Esta paradoja estaba implícita desde el comienzo de Mt 18 (las ovejas pueden rechazar el redil mesiánico), pero aquí se establece como norma jurídica, es decir, como proto-derecho, precisamente para salvaguardar el principio y fundamento de la gracia según la cual la iglesia es capaz de regularse (trazar su regla o canon), creando espacios abiertos (y al mismo tiempo resguardados) de comunión, superando así el pecado perdón.

De esta forma se instaura el centro y la frontera instituyente del evangelio: El centro es el perdón siempre ofrecido; la frontera no nace de la iglesia (que no excluye, ni condena), sino del pecador, que se define en este pasaje como aquel que  no acepta la fraternidad eclesial (ni acepta el perdón, ni perdona),  queda fuera de la hermandad del perdón (en el ancho mundo de las leyes se publicanos/pecadores, conforme a este lenguaje).  La misma comunidad traza y delimita así el espacio de perdón propio de la hermandad de perdón de la iglesia. De un modo normal, este pasaje no apela a una instancia exterior, ni deja la respuesta en manos de una jerarquía separada, sino que ella misma aparece y actúa como instancia de vida y comunión.

 El texto comienza diciendo “si peca contra ti tu hermano”, es decir, un miembro de la comunidad. No se trata pues de un pecado intimista (sólo entre el creyente y Dios), sino de tipo social, que enfrenta a unos creyentes con otros, poniendo en riesgo la unidad y vida de los hermanos.  Esa fórmula (si tu hermano peca contra ti: eis sé.) puede indicar que se trata de un problema entre dos, pero el ofrece aquí un carácter colectivo, y así lo interpretan, en el fondo, aquellos manuscritos que ponen simplemente “quien peca” (sin añadir contra ti: cf. GNT y NTG). Se trata, pues, de un pecado de ruptura fraterna.

Por eso, a fin de restaurar la comunión se instituye un proceso  juríco en regla, primero entre algunos hermanos concretos a quienes empieza afectando la ruptura y después entre todos los miembros de la comunidad. El principio y norma es el perdón, pero allí donde ese perdón no se acoge ni ofrece se rompe la comunión, centrada en la salvación de los pobres y en la universalidad mesiánica. Por eso, los que no perdonan, se desligan ellos mismos de la Iglesia.

Ese proceso de separación resulta doloroso, pero es necesario y no puede delegarse, dejándolo en manos de otra instancia, como podría suceder en la administración imperial, donde las autoridades o instancias inferiores podían apelar al Cesar, que era juez supremo, por encima de las ciudades o provincias del imperio.

Según Mateo, cada comunidad de creyentes es autónoma, presencia de Dios, pues está formada por personas capaces de juntarse y resolver dialogando sus problemas, en un proceso en regla, que permite conocer las exigencias y límites de las comunidades.   Quien no acepta el perdón, ni se deja cambiar se excluye a mismo de la comunidad. Le dijo Pedro ¿Señor, cuantas veces debo perdonar…? Respondió Jesús ¡Has de perdonar setenta veces siete! (18, 21-22).El perdón se entiende así como palabra final de la Iglesia.  El perdón es, según eso, una experiencia de comunión universal, de la que se excluyen solamente aquellos que no perdonan ni se dejan perdonar [2].

02.- Razón teológica y cristológica (18, 18).

 18 18 En verdad os digo: todo lo que atareis en la tierra, será atado en el cielo;  y todo lo que desatareis en la tierra, será desatado en el cielo [3]

Según el testimonio de Lucas, en Hch 15, 28 ss., los participantes del llamado concilio de Jerusalén, donde coincidieron las grandes líneas de la Iglesia primitiva (Pedro, Santiago, Pablo), habían alcanzado un consenso de base, proclamando nos ha parecido al Espíritu Santo y a nosotros…, para fijar de esa manera los principios básicos de la misión y mensaje de la iglesia.

Pues bien, en esa línea, tras haber ratificado la tradición petrina (cf. Mt 16, 19), afirmando según ella el carácter universal de la Iglesia, edificada sobre la Roca de la confesión de Pedro, Mateo ha formulado en este nuevo pasaje su experiencia de la Iglesia, que se expresa y concreta en cada una de las comunidades, que poseen una autoridad definitiva, en comunión con otras posibles comunidades, pero sin depender de ellas, y recibiendo así el nombre universal de Iglesia. No se puede hablar, según eso, de una Iglesia superior (universal) de la que dependen las iglesias concretas, ni de una suma de iglesias particulares, que forman así la Iglesia universal. Al contrario, cada comunidad es la Iglesia universal, concretada en un tiempo y lugar, con la misma autoridad creadora que había recibido y ejercicio Pedro en el principio. Así lo ratifica esta primera palabra de institución eclesial:

Estas palabras, lo que atareis y lo que desatareis  se dirigen a cada comunidad de cristianos, afirmando que ella tiene la autoridad suprema, que se concretiza en la doble sentencia de atar y desatar, es decir, de acoger o no acoger, de confirmar o abrogar.

Los judeocristianoshabían sostenido sostenían que nadie puede desatar (lyô) los mandamientos de la ley (5, 19); pero Pedro había recibido las llaves del Reino, como primer escriba, intérprete de Jesús, y así pudo atar y desatar, estableciendo los principios de vida de la comunidad (cf. 16, 18-19). Pues bien, lo que hizo Pedro (para toda la iglesia) puede y debe hacerlo cada comunidad, avalada por el Cielo (=Dios), no para fundar otra iglesia, sino para expresar y actualidad en cada comunidad el fundamento y sentido de la Iglesia entera (evidentemente, en la línea de Pedro).

     Eso significa que, en un sentido muy judío (y muy cristiano) la autoridad fundante la tiene y despliega cada iglesia, esto es, “vosotros”, los creyentes reunidos en comunidad, que podrán decir lo que dijeron los reunidos del “concilio de Jerusalén”: “nos ha parecido al Espíritu Santo y a nosotros” (Hch 15, 28). En línea de evangelio, cada expresa en su vida la Vida del Cristo, siendo así comunidad mesiánica autónoma, gestionada por sí misma.

Ciertamente, pasado un tiempo, los mismos cristianos, herederos de Mateo, podrán nombrar y nombrarán presbíteros y obispos delegados, con autoridad para animar a las comunidades, pero, en su raíz, la autoridad (los llamados más tarde sacerdotes, en un sentido poco judío: presbíteros, obispos) sino la comunidad en cuanto tal, pues el diálogo de vida (de comunión y perdón) de los creyentes constituye la raíz y esencia de su autoridad, que no puede delegarse plenamente en nadie, pues no hay nadie por encima de la comunidad reunida [4].

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     La verdad (autoridad) eclesial de Jesús es la comunión dialogal de los creyentes, y no puede delegarse en manos de organismos o sistemas exteriores, pues ello iría en contra de la raíz del evangelio. La iglesia reunida puede y debe atar y desatar, es decir, vincular a los creyentes, en la línea de Jesús, sabiendo que algunos pueden quedar “fuera de ella”, no por ley impositiva, sino por experiencia de gracia, precisamente para bien de los niños y pequeños (18, 1-14), pues lo que va en contra de ellos va en contra de la comunión de la iglesia [5].

Signo y presencia de Dios es por tanto el diálogo concreto de perdón de la comunidad sobre cualquier ley punitiva, de manera que la misma comunión fraterna es revelación y signo de Dios, en la línea de Jesús, al servicio de los niños y pequeños. Según eso, una comunidad que es incapaz de reunirse, expresando su perdón y trazando sus caminos en diálogo de gracia (en defensa de los más pequeños), no es cristiana. 

Diversos grupos judíos de aquel tiempo (qumramitas, fariseos…) lo sabían y practicaban (al menos en principio), afirmando que Dios está presente allí donde concuerdan los hermanos, pero corrían el riesgo de convertir la comunidad en unidades elitistas de puros, centrados en la observancia de la Ley. Los cristianos, en cambio, quisieron edificar su comunidad sobre los excluidos y pequeños, esto es, sobre los mismos pecadores perdonados.

Dos hermanos son ya comunidad, son iglesia, orando y perdonando

Ésta ha sido la experiencia clave de la iglesia, éste su razonamiento y su dogma inicial, que se identifica con el mismo diálogo comunitario, en una línea abierta a todos los hombres, sin separación de judíos y gentiles, conforme a la decisión fundacional de Pedro en 16, 15-19. Eso significa que la comunidad no puede delegar el despliegue de su vida en algunos individuos  superiores  (desentendiéndose ella), pues al hacerlo negaría su identidad evangélica. Por eso:

− 18 19 En verdad os digo: si dos de vosotros concuerdan en la tierra, sobre cualquier cosa que pidieren, les será dado por mi Padre que está en los cielos. 20 Porque donde se reúnen dos o tres en mi Nombre, allí estoy Yo en medio de ellos.

     De esa forma se vinculan el plano teológico (pues el mismo amor mutuo, expresado en forma de concordia o sinfonía entre los hermanos, es una oración que Dios Padre escucha) y el plano cristológico, pues Jesús está en aquellos que se reúnen en su nombre, siendo como es Dios con nosotros (cf. Mt 1, 23; 28, 10). Esa comunión fraterna de la Iglesia no es el resultado de unas obras, que pueden regularse por ley, ni se organiza en forma de sistema judicial, sino que emerge y se cultiva en forma de oración, esto es, como encuentro personal de unos hermanos que dialogan entre sí dialogando con Dios. Leer más…

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¡Qué fácil es criticar, qué difícil corregir! Domingo 23 Ciclo A.

Domingo, 10 de septiembre de 2023
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imageDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

La formación de los discípulos

A partir del primer anuncio de la pasión-resurrección y de la confesión de Pedro, Jesús se centra en la formación de sus discípulos. No sólo mediante un discurso, como en el c.18, sino a través de los diversos acontecimientos que se van presentando. Los temas podemos agruparlos en tres apartados:

  1. Los peligros del discípulo:

                        * ambición (18,1-5)

                        * escándalo (18,6-9)

                        * despreocupación por los pequeños (18,10-14)

  1. Las obligaciones del discípulo:

                        * corrección fraterna (18,15-20)

                        * perdón (18,21-35)

  1. El desconcierto del discípulo:

                        * ante el matrimonio (19,3-12)

                        * ante los niños (19,13-15)

                        * ante la riqueza (19,16-29)

                        * ante la recompensa (19,30-20,16)

            De estos temas, la liturgia dominical ha seleccionado el 2, corrección fraterna y perdón, que leeremos en los dos próximos domingos (23 y 24 del Tiempo Ordinario) y el último punto del 3, desconcierto ante la recompensa (domingo 25).

La obligación de corregir (Ezequiel 33,7-9)

Al tratar de la corrección fraterna, es muy buen punto de partida la primera lectura, tomada del profeta Ezequiel. Cuando alguien se porta de forma indebida, lo normal es criticarlo, procurando que la persona no se entere de nuestra crítica. Sin embargo, Dios advierte al profeta que no puede cometer ese error. Su misión no es criticar por la espalda, sino dirigirse al malvado y animarlo a cambiar de conducta. Si el profeta calla por comodidad o miedo, se le pedirá cuenta de su silencio.

Así dice el Señor: A ti, hijo de Adán, te he puesto de atalaya en la casa de Israel; cuando escuches palabra de mi boca, les darás la alarma de mi parte. Si yo digo al malvado: «¡Malvado, eres reo de muerte!», y tú no hablas, poniendo en guardia al malvado para que cambie de conducta, el malvado morirá por su culpa, pero a ti te pediré cuenta de su sangre; pero si tú pones en guardia al malvado para que cambie de conducta, si no cambia de conducta, él morirá por su culpa, pero tú has salvado la vida.

El modo de corregir (Mateo 18,15-20)

En la misma línea debemos entender el evangelio de hoy, que se dirige a los apóstoles y a los responsables posteriores de las comunidades. No pueden permanecer indiferentes, deben procurar el cambio de la persona. Pero es posible que ésta se muestre reacia y no acepte la corrección. Por eso se sugieren cuatro pasos: 1) tratar el tema entre los dos; 2) si no se atiene a razones, se llama a otro o a otros testigos; 3) si sigue sin hacer caso, se acude a toda la comunidad; 4) si ni siquie­ra entonces se atiene a razones, hay que considerarlo «como un gentil o un publicano».

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

― Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos.

Si te hace caso, has salvado a tu hermano.

Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos.

Si no les hace caso, díselo a la comunidad,

y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un gentil o un publicano.

Esta práctica recuerda en parte la costumbre de la comunidad de Qumrán. La Regla de la Congregación, sin expresarse de forma tan sistemática como Mateo, da por supuestos cuatro pasos: 1) corrección fraterna; 2) invocación de dos testi­gos; 3) recurso a los miembros más antiguos e importantes («los grandes»); 4) finalmente, si la persona no quiere corregirse, se le excluye de la comunidad.

La novedad del evangelio radica en que no se acude en tercera instancia a los «grandes», sino a toda la comunidad, subrayando el carácter democrático de la vivencia cristiana. Hay otra diferencia notable entre Qumrán y Jesús: en Qumrán se estipulan una serie de sanciones cuando se ofende a alguno, cosa que falta en el Nuevo Testamento. Copio algunas de ellas en el Apéndice.

                Hay un punto de difícil interpretación: ¿qué signifi­ca la frase final, «considéralo como un gentil o un publicano»? Generalmente la interpretamos como un rechazo total de esa persona. Pero no es tan claro, si tenemos en cuenta que Jesús era el «amigo de publicanos» y que siempre mostró una actitud positiva ante los paganos. Por consiguiente, quizá la última frase debamos entenderla en sentido positivo: incluso cuando parece que esa persona es insalvable, sigue considerándola como alguien que en algún momento puede aceptar a Jesús y volver a él. Esta debe ser la actitud personal («considéralo»), aunque la comunidad haya debido tomar una actitud disciplinaria más dura.

¿Qué valor tiene la decisión tomada en estos casos? Un valor absoluto. Por eso, se añaden unas palabras muy parecidas a las dichas a Pedro poco antes, pero dirigidas ahora a todos los discípulos y a toda la comunidad:

Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo.

Relacionado con este tema están las frases finales.

Os aseguro, además, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.

Generalmente se los aplica a la oración y a la presencia de Cristo en general. Pero, dado lo anterior y lo que sigue, parece importante relacionar esta oración y esta presencia de Cristo con los temas de la corrección y del perdón.

El conjunto podríamos explicarlo del modo siguiente. La correc­ción fraterna y la decisión comunitaria sobre un individuo son algo muy delicado. Hace falta luz, hallar las palabras adecuadas, el momento justo, paciencia. Todo esto es imposible sin oración. Jesús da por supuesto -quizá supone mucho- que esta oración va a darse. Y anima a los discípulos asegurándoles la ayuda del Padre, ya que El estará presente. Esta interpretación no excluye la otra, más amplia, de la oración y la presencia de Cristo en general. Lo importante es no olvidar la oración y la presencia de Jesús en el difícil momento de la reconciliación.

El mejor modo de corregir: el amor (Romanos 13,8-10)

            Los textos de Ezequiel y del evangelio suponen situaciones conflictivas en la comunidad; hablan de malvados y de personas que pecan. La carta a los Romanos también conoce el peligro del adulterio, el asesinato, el robo, la envidia… Pero no se centra en denunciar esos pecados, sino en fomentar la caridad. «Uno que ama a su prójimo no le hace daño». El que ama cumple toda la ley, y su amor puede ser el mejor modo de corregir.

Hermanos: A nadie le debáis nada, más que amor; porque el que ama tiene cumplido el resto de la ley. De hecho, el «no cometerás adulterio, no matarás, no robaras, no envidiarás», y los demás mandamientos que haya, se resumen en esta frase: amarás a tu prójimo como a ti mismo. Uno que ama a su prójimo no le hace daño; por eso, amar es cumplir la ley entera.

Apéndice: la práctica de la comunidad de Qumrán

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           En el siglo II a.C., un grupo de judíos descontentos del comportamiento del clero y de las autoridades de Jerusalén, se retiró al desierto de Judá y fundó junto al Mar Muerto una comunidad. Se ha discutido mucho sobre su influjo en Juan Bautista, en Jesús y en los primeros cristianos. El interesado puede leer J. L. Sicre, El cuadrante. Vol. II: La apuesta, cap. 15.

            Los cuatro pasos en la Regla de la congregación

1) «Que se corrijan uno a otro con verdad, con tranquilidad y con amor lleno de buena voluntad y benevolencia para cada uno» (V, 23-24).

2 y 3) «Igualmente, que nadie acuse a otro en presencia de los “grandes” sin haberle avisado antes delante de dos testigos» (VI, 1).

4) «El que calumnia a los “grandes”, que sea despedido y no vuelva más. Igualmente, que sea despedido y no vuelva nunca el que murmura contra la autoridad de la asamblea. (…) Todo el que después de haber permanecido diez años en el consejo de la comunidad se vuelva atrás, traicionando a la comunidad… que no vuelva al consejo de la comunidad. Los miembros de la comunidad que estén en contacto con él en materia de purificación y de bienes sin haber informado de esto a la comunidad serán tratados de igual manera. No se deje de expulsarlos» (VII,16-25).

            Algunos castigos en Qumrán

«Si alguien habla a su prójimo con arrogancia o se dirige a él groseramente, hiriendo la dignidad del hermano, o se opone a las órdenes dadas por un colega superior a él, será castigado durante un año…»

«Si alguno habló con cólera a uno de los sacerdotes inscri­tos en el libro, que sea castigado durante un año. Durante ese tiempo no participará del baño de purificación con el resto de los gran­des.»

«El que calumnia injustamente a su prójimo, que sea castiga­do durante un año y apartado de la comunidad.»

«Si únicamente hablo de su prójimo con amargura o lo engañó conscientemente, su castigo durará seis meses.

«El que se despereza, cabecea o duerme en la reunión de los “grandes” será castigado treinta días».

 

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