“Cortina de humo de la extrema derecha”
“¿Es que el cristianismo no es una fuerza liberadora?”
(Alex Roig).- Aunque la Alianza Evangélica Española (AEE) no es la Conferencia Episcopal Española (CEE), juega a serlo. Con la reciente publicación del documento Origen y desarrollo de la Ideología de Género, escrito por Juan Varela, de la Comisión de Familia, la AEE pretende ofrecer al lector evangélico un manual breve que de forma sencilla y asequible informe de los peligros que nos acechan en medio de una sociedad cada vez más alejada de los principios de la Palabra, donde poderosos agentes sociales están imponiendo la ideología de género en las políticas de la mayoría de sus países occidentales.
El autor no pretende ser alarmista, sin embargo afirma que las doctrinas impositivas de los colectivos LGTBI se está cebando principalmente en la población cristiana y particularmente en la familia natural a la que se quiere destruir, como parte de una corriente de pensamiento totalitario dentro del nuevo orden mundial.
Tan grave es la situación, dice, que supera cualquier otro tiempo anterior. “Nunca en la historia de la humanidad, ni siquiera las ideologías nazis o los regímenes comunistas más severos, se había logrado imponer a extremos como los que hoy empezamos a vivir, una ideología con pretensiones de destruir al ser humano en sus bases ontológicas y crear una nueva civilización de seres mutantes capaces de redefinirse y reinventarse al capricho objetivo de cada individuo” (Varela, p. 4).
Para el autor, no hay duda que “la ideología de género es una ideología política de corte neomarxista y sesgo totalitario, que defiende que las diferencias entre el hombre y la mujer, a pesar de la obviedad anatómica y biológica, no corresponden a una naturaleza fija, sino que son construcciones culturales y convencionales, que responden a roles y estereotipos que a lo largo de la historia la sociedad ha ido creando” (p. 8).
Varela coincide en su diagnóstico con muchos otros autores y colectivos conservadores y recalcitrantes que señalan el marxismo como origen de este nuevo mal que va absorbiendo la mente de nuestros pueblos. Hace un par de años, el obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla, proclamó que la “ideología de género” no es sino una metástasis del marxismo, asumida ahora por la cultura secularizada, mayoritaria en Occidente”.
A principios de siglo José Ángel Agejas, profesor de la Universidad Francisco de Vitoria, administrada por los Legionarios de Cristo, asentó. “Se puede comprobar fácilmente cómo la dialéctica marxista de supresión de la diferencia por la lucha se aplica, paso por paso, a este caso del género”. Es a esta tesis a la que se suma el Sr. Varela: “Se sustituyó la lucha de clases por la lucha de sexos, y la lucha contra el capitalismo burgués por la lucha contra el sistema familiar tradicional” (p. 9). “El marxismo cultural ha invadido todos los aspectos de las sociedades democráticas occidentales actuales. Hoy observamos con asombro y estupor cómo la estrategia se redefine y reinventa a lo largo de la historia: del obsoleto comunismo del s. XIX, se pasa al marxismo cultural del s. XX, y de ahí evoluciona a la ideología de género del s. XXI” (Varela, p. 14).
La identificación de la llamada ideología de género con la izquierda marxista, a la que se añade el feminismo “radical“, y otros, como el presidente de Hazte Oir, Ignacio Arsuaga, incluyen la masonería más esotérica, e incluso el judaísmo sionista, da mucho que pensar.
Obedece al pensamiento integrista que durante siglos lleva considerando el desarrollo de la historia moderna como una conspiración de élites destructivas que operan en las sombras. Y sorprende más todavía que la Gran Conspiración se centre ahora en la ideología de género, como última maniobra contra la sociedad tradicional.
“Aquí se producen las reivindicaciones de los lobbys LGTBI, la legalización del matrimonio homosexual, la cultura del aborto, los intereses de organizaciones internacionales preocupadas por el control de la natalidad y los recursos alimenticios, junto con diversos intereses comerciales. Todo ello, como ya se ha mencionado, financiado por poderosas asociaciones y fundaciones filantrópicas” (Varela, p. 12).
Para completar el cuadro, el abogado argentino Nicolás Márquez y el escritor y politólogo Agustín Laje, lanzan su libro El libro negro de la nueva izquierda: Ideología de género o subversión cultural, donde hablan de la transformación que ha llevado a la izquierda a dejar de reclutar obreros explotados porque estos habían encontrado oportunidades en el desarrollo capitalista de sus países, para dedicarse a capturar “almas atormentadas o marginales” a fin de lanzarlas contra el orden establecido. A la postre, este marxismo cultural es el origen del movimiento ecológico, el feminismo radical, el indigenismo militante y de la actual ideología de género que es el centro de los debates en varios países del mundo.
Aquí aparece un nuevo personaje en la escena conspiracionista: “el movimiento ecológico”, bestia negra del capitalismo mundial y de todos los negacionistas del cambio climático. Y en medio de este bestiario apocalíptico moderno, la “ideología de género”, el agente de cambio más subversivo de todos.
“Su contenido constituye la prioridad militante en esta izquierda desarmada que resolvió canalizar su odio por medio de grupos marginales o conflictuados que aquella captura y adoctrina para sí, con el fin de vehiculizarlos de manera funcional a su causa y, de esta forma, dominar la academia, hegemonizar la literatura, monopolizar las artes, manipular los modos del habla, modificar hábitos e influir en los medios de comunicación. La nueva izquierda no busca más secuestrar empresarios sino el sentido común; no persigue tomar una fábrica sino la cátedra, y no se trata de confiscar cuentas bancarias sino la manera de pensar: ‘todo lo demás vendrá por añadidura’, vaticinan sus cultores”.
No deja de ser sospechoso que Agustín Laje recibiera una beca para estudiar contraterrorismo en el Center of Hemispheric Defense Studies de la National Defense University (Washington DC), que es una institución de educación mayor del Departamento de Defensa de los Estados Unidos, cuya meta es facilitar la formación de alto nivel, educación y desarrollo de estrategias de seguridad nacional y políticas de gobierno. La misión de dicha universidad es preparar a los líderes militares y civiles de los Estados Unidos y otros países para abordar los desafíos nacionales e internacionales de seguridad.
Una vez más, todo esto de la “ideología de género” nos suena a una cortina de humo creada por la ideología liberal-conservadora de la extrema derecha estadounidense que busca manipular los prejuicios y odios de cierto sector de la población para desviar la atención de los verdaderos problemas del pueblo, que no coinciden, precisamente, con esa ideología del neoliberalismo económico.
¿Qué hay de verdad en eso de que el marxismo cultural, o como quiera llamársele, está en el origen de la “ideología de género”?
En el escrito de la Alianza Evangélica Española se nos dice que “cuando Marx, desde su modelo de lucha de clases, proclama que la religión es el opio del pueblo, Engels publica El origen de la familia, la propiedad privada y el estado, y Nietzsche, desde el nihilismo sentencia la ‘muerte de Dios’, se constata el resquebrajamiento de los fundamentos sociales, morales y éticos que contenían principios normativos y universales” (Valera, p. 9).
Esta misma referencia al Engels de El origen de la familia, aparece las páginas web de este estilo de plataformas, pero sin referencias concretas y ciertamente sin haber leído la obra culpable del delito. Los más ilustrados mencionan la siguiente frase: “El derrocamiento del derecho materno fue la gran derrota histórica del sexo femenino en todo el mundo. El hombre empuñó también las riendas en la casa; la mujer se vio degradada, convertida en la servidora, en la esclava de la lujuria del hombre, en un simple instrumento de reproducción”. Si aquí hay algún indicio de “ideología de género”, que venga Dios y lo vea.
Los hechos son los hechos, y es un hecho que Karl Marx apenas trató el tema de la sexualidad. En la correspondencia privada entre Marx y Engels a menudo dicen cosas muy crudas sobre el tema, que reflejan los prejuicios sexistas y racistas de sus contemporáneos. Cuando Karl Heinz Ulrichs (1825-1895) escribió la primera defensa de la homosexualidad que conocemos, en un libro que envió a Marx y Engels, esperando encontrar apoyo en ellos, Marx no le prestó atención y Engels, más familiarizado con temas culturales, lo calificó de “suciedad convertida en teoría”.
A nivel político, muchos estados socialistas consideraron que la homosexualidad era el resultado de la decadencia de la sociedad capitalista burguesa. La homosexualidad fue un delito común en algunas Repúblicas soviéticas durante los años 1920. En 1933 Stalin añadió el Artículo 121 al código penal de toda la Unión Soviética, que hizo de la homosexualidad masculina un delito punible con hasta cinco años de prisión y trabajos forzados. A los homosexuales les fue denegada la afiliación o fueron expulsados de partidos comunistas de muchos países del mundo durante gran parte del siglo XX, como fue el caso de Jaime Gil de Biedma o Pier Paolo Pasolini.
Para concluir este punto. La Santa Sede, igual que hace la santa Alianza Evangélica, defiende un concepto casi idéntico del matrimonio y las relaciones sexuales, y en la cuestión de la homosexualidad el Catecismo de la Iglesia católica dice expresamente: “Apoyándose en la sagrada Escritura que los presenta como depravaciones graves, la Tradición ha declarado siempre que ‘los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados’. Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir aprobación en ningún caso” (n. 2357). Sin embargo, la Santa Sede no olvida de añadir una nota positiva, pastoral: “Los hombres y mujeres con atracción sexual hacia el mismo sexo deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que pueden encontrar a causa de su condición” (2358).
Es esta misma nota pastoral la que hemos echado en falta en el documento de la Alianza Evangélica Española, una falta total de visión cristiana, de pastoral elemental, de generosidad humana, de simpatía hacia todas aquellas personas que por su orientación sexual han sido y siguen siendo discriminados, violentados, asesinados; todos aquellos y aquellas que sufren en silencio un calvario personal que en muchos casos termina en suicidio.
¿Es que el cristianismo no es una fuerza liberadora; acaso no está el Evangelio por la promoción de la persona subsumida en la persona de Cristo, el Nuevo Ser que hace nuevas todas las cosas? ¿Va el cristianismo a aliarse con las fuerzas recalcitrantes y opresoras de este mundo sin pararse a pensar en esa fuerza de la gracia que se caracteriza por la ruptura de velos, muros y vallas que dividen a los seres humanos? ¿Acaso es tan miope el cristianismo que no es capaz de ejercer su propia crítica, desde la fe de Jesús, y ofrecer una respuesta desde sus mismos planteamientos de amor y aceptación?
Fuente Religión Digital
Cristianismo (Iglesias), Espiritualidad, General, Homofobia/ Transfobia., Iglesias Evangélicas
Agustín Laje, Alianza Evangélica Española (AEE), Hazte oir, Ideología de género, Ignacio Arsuaga, José Ángel Agejas, José Ignacio Munilla, Juan Varela, Karl Heinz Ulrichs, Karl Marx, Marxismo, Nicolás Márquez
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