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“África: amenaza y necesidad”, por Gabriel Mª Otalora.

Jueves, 13 de junio de 2019
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caradeafrica-1De su blog Punto de Encuentro:

Los grandes cambios mundiales, a todos los niveles, incluido el deslizamiento del centro de gravedad geopolítico hacia el mundo asiático, han puesto al continente africano de actualidad. Entre 2006 y 2018 el comercio de India con África se incrementó un 292%; y el de China, un 226%. Europa, en cambio, ha perdido la relevancia que tuvo. Para ser más exactos, la relación actual está condicionada por la inmigración, convertida en un problema común y con la natalidad de cada continente situada en ambos extremos.

La inmigración debiera concebirse como una oportunidad tanto para el inmigrante como para quien le acoge; lo cierto es que el interés europeo por África se resume en sus materias primas y en las oportunidades que ofrecen sus tierras y el mercado de mano de obra barata. Es cierto que todo ello conlleva una incipiente clase media pero también nuevas dinámicas de desigualdad e injusticias sociales que hacen que esa misma clase media emergente sea la que huye de África con destino Europa.

Nadie, salvo excepciones aventureras o misioneras, se desarraiga porque quiere. Lo cierto es que la inmigración nos asusta. Por eso, resulta incomprensible que no exista un debate sobre migraciones en la Unión Europea, ni tampoco una política estratégica común; de ahí el fracaso del marco migratorio actual. El problema se vive desde una hipersensibilidad rayana con la xenofobia que nada quiere saber del cómo se ha desarrollado allí la presencia europea esclavista de casi dos siglos, a la que sucedió el vacío y el abandono, hasta la llegada de la explotación colonial del siglo XIX y de parte del XX, hasta convertirse África en la región marginada de la globalización, abandonada a su suerte y llena de rémoras económicas y de supervivencia. El miedo al diferente ha tenido muchos episodios violentos en África antes de que lo sintamos nosotros con la llegada de africanos famélicos en las pateras.

¿Quién tutela a todos esos reyezuelos africanos que hacen la vista gorda a las grandes redes comerciales trasnacionales que viven de la globalización neoliberal? Ahora presionamos desde Europa a los gobiernos africanos para que frenen la inmigración en origen. Pero es como ponerle puertas al campo y la venda en los ojos ya que el crecimiento demográfico es el mayor en la historia de la humanidad y allí no tienen suficientes expectativas de desarrollo económico mientras no cese el expolio, aunque ahora se disfrace bajo el eufemismo de políticas de inversión y cooperación. Y por si fuera poco, el antropólogo Stephen Smith nos advierte que, en los próximos cuarenta años, África será tan joven que habrá que tener cuidado de que los jóvenes no se conviertan en adultos fracasados bajo la influencia de grupos armados o traficantes.

A todo lo anterior se le suma la necesidad de disponer de alimentos ante la pauperización del continente, a pesar de ser tierras ricas en materias primas, a lo que se une la amenaza del cambio climático que reducirá la producción agrícola, según pronostica la FAO ¿A quién le importa la realidad africana, sin soberanía alguna sobre sus recursos, que busca desesperadamente implantar economías sostenibles para industrializar la agricultura y, en definitiva, lograr un sustento digno? La realidad es que, a excepción de los productores de petróleo, ningún país se ha desarrollado sin el apoyo de una agricultura competitiva.

Qué hacemos entonces, ¿dejamos morir a la población en plan solución malthusiana? ¿Les ayudamos a su desarrollo para que no tengan que migrar aunque ello implique vivir aquí con menos consumismos irresponsables? ¿Seguimos mirando para otro lado, asustados y rabiosos porque no queremos negros entre nosotros, cuando nuestra tasa de natalidad reclama a corto plazo cientos de miles de manos de obra muy necesarias? De nada de esto queremos hablar y por eso no existe una política europea común sobre la inmigración.

Educación, tecnología, control de sus recursos naturales, democracia, condiciones dignas de vida… todo eso falta en África. Sobra violencia, miseria, explotación y desigualdades donde la mujer, una vez más, se lleva la peor parte. Es lógico que estemos asustados mientras la gobernanza europea siga desentendiéndose de este problema crucial en los dos continentes que ven sus flujos migratorios como necesidad y como amenaza. Esto también concierte a nuestra conciencia cristiana. A ver cuándo nos comportamos en este tema como verdaderos seguidores de Jesús y nos quitamos la venda de los ojos, porque no estoy convencido de que los gobernantes europeos, recién elegidos, afronten sus responsabilidades en este tema.

Gabriel Mª Otalora

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El arte de no necesitar

Viernes, 13 de octubre de 2017
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manzanas

Del blog del Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa:

Necesitar, lo que se dice necesitar, necesitamos muy pocas cosas. Pero nos hemos inventado un estilo de vida tan consumista que resulta que necesitamos incluso ser necesitados. Vamos, un lío.

En nuestra vida diaria la palabra necesitar está bastante unida a las palabras capricho e “imposición.

Sí, así de raritos nos hemos vuelto.

Cuando eres una adolescente y te vas quince días de campamento te das cuenta de que has vivido muy feliz, necesitando pocas cosas.

Cuando eres adulto y dejas de mirarte el ombligo, cuando levantas la vista y observas con ánimo de discípulo cómo vive la mayor parte de la humanidad te das cuenta de que tus necesidades, o la inmensa mayoría de ellas, no son tales sino caprichos.

Y por ahí comienza eso de la desigualdad, la injusticia, la solidaridad, y palabras más fuertes que nos suenan a otros tiempos: austeridad, contención,…

¡Bah, paparruchas!, que diría Ebenezer Scrooge.

Quien intenta salirse del círculo caprichoso se encuentra entonces dentro del círculo de la imposición. Porque no, que no es verdad, no nos lo creamos, que no vestimos como queremos, que no nos alimentamos como preferimos,  o que… No, lo siento, seamos claros, nos compramos la ropa que encontramos en los comercios. En todos la misma. Y si alguna es diferente, o bien tiene un precio muy elevado, no porque sea de comercio justo, precisamente, o bien supone que la gente se gire al verte con ella puesta (¿o no me miran a mí si voy con el hábito por la calle?, ¿o si alguien usa prendas que, clarísimamente, no son hipster o vintage sino pasadas de moda y punto?, o bien ha optado por la inteligente opción de aprender a coser o a diseñar.

Tampoco es fácil comer lo que quieras, o, mejor dicho, de la manera que quieras. La ecología y el comercio justo no están al alcance de cualquiera, no por su precio (si es justo es justo, no es “excesivo o caro”) sino porque encontrarlo supone un triunfo. Ni tan siquiera puedes cultivar lo que deseas, las semillas que tienes, también eso está controlado.

Conclusión, no está de más, en este comienzo de curso, echar un vistazo a nuestras “necesidades” y “caprichos”, ver por dónde nos “imponen”, y, sinceramente, escuchar por dónde quiere Dios que caminemos.

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El hombre interior

Martes, 11 de abril de 2017
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Del blog Pays de Zabulon:

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El que opta por la interioridad debe tener por compañera durante sus primeros pasos la soledad. Ninguno sabría evitarlo. …

Se camina solo por su singularidad, no por elección sino por necesidad.

*

Marie-Madeleine Davy,
“El hombre interior y sus metamorfosis”,
Desclée de Brouwer, 1987

***

(citado por Loquito en anotherdaylight, el 22 de noviembre de 2013)

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