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El misterio de la incredulidad. Domingo 14. Ciclo B.

Domingo, 5 de julio de 2015
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jesussinagoga1Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

El domingo pasado nos recordaba el evangelio de Marcos dos ejemplos de fe: el de la mujer con flujo de sangre y el de Jairo. Hoy nos ofrece la postura opuesta de los nazarenos, que sorprenden a Jesús con su falta de fe.

En aquel tiempo Jesús fue a su tierra acompañado de sus discípulos. El sábado se puso a enseñar en la sinagoga, y la gente, al oírlo, decía asombrada: «¿De dónde le viene a éste todo esto? ¿Cómo tiene tal sabiduría y hace tantos milagros? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María y el hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿Y sus hermanas no viven con nosotros?». Y se escandalizaban de él. Jesús les dijo: «Sólo en su tierra, entre sus parientes y en su casa desprecian al profeta». Y no pudo hacer allí ningún milagro, aparte de curar a algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se quedó sorprendido de su falta de fe. Recorrió después las aldeas del contorno enseñando.

Éxito en Cafarnaúm

            Resulta interesante comparar lo ocurrido en Nazaret con lo ocurrido al comienzo del evangelio: también un sábado, en Cafarnaúm, Jesús actúa en la sinagoga y la gente se pregunta, llena de estupor: «¿Qué significa esto? Es una enseñanza nueva, con autoridad. Hasta a los espíritus inmundos les da órdenes y le obedecen.» Enseñanza y milagros despiertan admiración y confianza en Jesús, que realiza esa misma tarde numerosos milagros (Mc 1,21-34).

Fracaso en Nazaret

            Otro sábado, en la sinagoga de Nazaret, la gente también se asombra. Pero la enseñanza de Jesús y sus milagros no suscitan fe, sino incredulidad. La apologética cristiana ha considerado muchas veces los milagros de Jesús como prueba de su divinidad. Este episodio demuestra que los milagros no sirven de nada cuando la gente se niega a creer. Al contrario, los lleva a la incredulidad.

Los milagros de Jesús han re representado un enigma para las autoridades teológicas de la época, los escribas, y ellos han concluido que: «Lleva dentro a Belcebú y expulsa los demonios por arte del jefe de los demonios» (Mc 3,22).

Los nazarenos no llegan a tanto. Adoptan una extraña postura que no sabríamos cómo calificar hoy día: no niegan la sabiduría y los milagros de Jesús, pero, dado que lo conocen desde pequeño y conocen a su familia, no les encuentran explicación y se escandalizan de él.

Jesús, motivo de escándalo

En griego, la palabra escándalo designa la trampa, lazo o cepo que se coloca para cazar animales. Metafóricamente, en el evangelio se refiere a veces a lo que obstaculiza el seguimiento de Jesús, algo que debe ser eliminado radicalmente («si tu mano, tu pie, tu ojo, te escandaliza… córtatelo, sácatelo»).

Lo curioso del pasaje de hoy es que quien se convierte en obstáculo para seguir a Jesús es el mismo Jesús, no por lo que hace, sino por su origen. Cuando uno pretende conocer a Jesús, saber «de dónde viene», quién es su familia; cuando lo interpreta de forma puramente humana, Jesús se convierte en un obstáculo para la fe. Desde el punto de vista de Marcos, los nazarenos son más lógicos que quienes dicen creer en Jesús aunque lo consideran un profeta como otro cualquiera.

Asombro e impotencia de Jesús

            A Marcos le gusta presentar a Jesús como Hijo de Dios, pero dejando muy clara su humanidad. Por eso no oculta su asombro ni su incapacidad de realizar en Nazaret grandes milagros a causa de la falta de fe. Adviértase la diferencia entre la formulación de Marcos: «no pudo hacer allí ningún milagro» y la de Mateo: «Por su incredulidad, no hizo allí muchos milagros».

Nazaret como símbolo

Los tres evangelios sinópticos conceden mucha importancia al episodio de Nazaret, insistiendo en el fracaso de Jesús (la versión más dura es la de Lucas, en la que los nazarenos intentan despeñarlo). Se debe a que consideran lo ocurrido allí como un símbolo de lo que ocurrirá a Jesús con la mayor parte de los israelitas: «Sólo en su tierra, entre sus parientes y en su casa desprecian al profeta».

El fracaso no lo desanima

            El evangelio de hoy termina con estas palabras: «Recorrió después las aldeas del contorno enseñando.» Jesús ha fracasado en Nazaret, pero esto no le lleva al desánimo ni a interrumpir su actividad. Igual que Ezequiel (1ª lectura), le escuchen o no le escuchen, dejará claro testimonio de que en medio de Israel se encuentra un profeta.

Lectura del Profeta Ezequiel (Ez 2,2-5).

En aquellos días, al decirme esto, el espíritu entró en mí, me hizo tenerme en pie y pude escuchar a aquel que me hablaba. Él me dijo: «Hijo de hombre, yo te  envío a los israelitas, a un pueblo de rebeldes, que se han rebelado contra mí, ellos y sus padres, hasta este mismo día. Hijos de cara dura y corazón de piedra son aquellos a quienes yo te envío. Les dirás: Esto dice el Señor Dios. Escuchen o no escuchen -puesto que son una raza de rebeldes-, sabrán que en medio de ellos se encuentra un profeta.

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Belén o Nazaret, lugar donde nació Jesús

Sábado, 3 de enero de 2015
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1779100_1510742139190836_9087074930133157551_nDel blog de Xabier Pikaza:

Tradicionalmente se ha dicho que Jesús nació en Belén de Judea , lugar de la familia y de las tradiciones de David, como suponen tanto el evangelio de Lucas como el de Mateo. Pero muchos rechazan hoy día esa tradición y afirman que ella ha sido recreada o “adaptada” por los evangelistas, con fines apologéticos, es decir, para entroncar a Jesús en la historia y esperanza mesiánica de Israel.

En general, los investigadores suponen que Jesús nació en Nazaret de Galilea y que por eso se llamaba Nazareno o Nazoreo (como supone el mismo ex-Papa Benedicto XVI, en su tercer libro sobre Jesús). Pero tampoco esta opinión está libre de dificultades, pues también la afirmación de que Jesús era nazareno/nazoreo está cargada de un hondo sentido simbólico. Por eso, algunos siguen pensando que él era de Belén, y que Nazaret fue sólo su patria adoptiva, su lugar de crecimiento.

Más que el lugar físico del nacimiento, a la liturgia y a la piedad cristiana, le interesan los grandes signos que están vinculados al surgimiento del Mesías:

signos celestes: ángeles que cantan, un pesebre de animales en el centro de la naturaleza transfigurada, una estrella del alto, unos magos o sabios de oriente.

signos terrestres: empadronamiento “político” y exclusión social, exilio y amenazas de tipo familiar, pobreza intensa.

Por su parte, otros, como el Papa Benedicto XVI, en libro ya citado, se interesaban más por el hecho “dogmático” del Nacimiento humano del Hijo de Dios, es decir, de Dios mismo, pues dan más importancia al aspecto teológico en sí que a sus detalles geográficos, sociales y familiares.

unnamedPero esos “detalles” del signo exterior y el nacimiento humano de Jesús son también muy importantes, no sólo por lo que se refiere al pasado, cuando y dónde nació, sino para el tiempo actual, tanto en Nazaret como en Belén, lugares marcados por uno de los conflictos económicos, políticos y religiosos más importantes de historia (y para toda la tierra, lugar del nacimiento y crecimiento de Dios).

Desde este fondo, quiero presentar hoy una reflexión básica sobre el lugar y sentido del nacimiento de Jesús, a partir de mi libro La Historia de Jesús, (Verbo Divino, Estella 2007, 2ª ed). En la primera imagen aparece un servidor en Belén, junto al altar/estrella de la gruta tradicional del Nacimiento. La segunda de Nazaret es del interior de la Basílica de la Anunciación de Nazaret, sobre la casa/gruta donde se dice que el ángel “anunció” a María. La tercera es del libro citado. Buen fin de año a todos

Tiempo y año

Los evangelios presentan a Jesús como un judío de Galilea, nacido en los años de Augusto y Herodes. Posiblemente no conocía al detalle la historia de Julio Cesar, divinizado por Roma, ni los principios de la “ideología sagrada de Augusto”, a quien muchos miraban como presencia de Dios. Pero el influjo de los césares (Augusto gobernó del 27 a C. al 14 d. C. y Tiberio del 14 al 37 d. C.) debió llenar el imaginario social de su infancia, pues del César de Roma dependían los reyes, que gobernaban sobre toda Palestina (Herodes el Grande: del 37 al 4 a. C.) o sobre Galilea (Herodes Antipas: del 4 a. C. al 39 de. C.), y los procuradores o gobernadores de Judea-Samaría (sobre todo, Valerio Graco y Poncio Pilatos, ejercieron el poder del 15 al 26 y del 26 al 36 d. C.). Fue súbdito de Roma y, como todo judío inteligente de su tiempo, conocía bien las pretensiones políticas y religiosas del imperio.

La tradición del evangelio sabe que nació en tiempos del César Augusto, cuando reinaba en Palestina Herodes el Grande, es decir, unos años antes de lo que supone la datación oficial, calculada de un modo equivocado. ((Un monje escita, de comienzos del siglo VI d. C., calculó que Jesús había nacido el año 753 de la Fundación de Roma y esa fecha se ha impuesto, hasta el día de hoy, como “año cero” de la era común. Pero los cálculos históricos modernos indican que se equivocó, de manera que Jesús nació unos 6 ó 4 años antes. La fecha de la media noche del 25 de diciembre es simbólica y está vinculada al culto del Sol, que celebraba ese día su fiesta. Cf. J. Meier, Un judío marginal I, Verbo Divino, Estella 1998, 219-440; M.-É. Boismard, L’Évangile de l’enfance (Lc 1-2) selon le proto-Luc (excursus I), Paris, Gabalda, 1997))

historia jesús 45Debió nacer hacia el 6 a. C., en los últimos años de Herodes, en un tiempo que empezaba a estar marcado por fuertes contrastes, especialmente, por el paso de una agricultura autónoma de subsistencia a una economía comercial centralizada, al menos en Galilea.

Nazaret, más probable que Belén

Es probable que naciera en Nazaret, pero, simbólicamente, provenía de Belén, pues su familia parece haber sido portadora de las promesas de David, y así los evangelios de Mateo y Lucas afirman que era betlemita (así lo dice expresamente Mt 2, 1-8 y cf. Lc 2, 4). Suponemos así que se hallaba vinculado a la realeza de David, propia del orden nacional judío, que le ofreció su simbolismo y su tarea religiosa más profunda (como ha destacado Mt 2). Sea como fuere, nació en un mundo dominado por la dinastía imperial de Augusto, que estaba realizando (o realizaría, como veremos) un “censo” universal romano (cf. Lc 2, 1-4).

En contra de la visión anterior, Marcos supone que era natural de Nazaret de Galilea (cf. Mc 1, 9), hijo de María, y que tenía otros hermanos (cf. Mc 6, 3), pero no ha sentido la necesidad de escribir sobre su origen, como harán Lucas y Mateo, aunque tampoco ellos han escrito una “crónica” de los hechos referentes al nacimiento de Jesús (Mesías, Hijo de Dios), sino un “evangelio”: una representación de lo que ese nacimiento significa para los creyentes. Por eso, sus relatos han de interpretarse como “profecía historiada”: ellos trasmiten y elaboran una tradición de fe.

Mateo y Lucas parecen suponer que Jesús, hijo de María y José, está vinculado a Nazaret de Galilea, pero añaden que su vida ha de entenderse partiendo de David, natural de Belén, donde también Jesús nació, por obra del Espíritu Santo, superando así el nivel de una genealogía puramente humana. Ellos no quieren mentir ni engañar, en un sentido actual, sino poner de relieve algo les parece esencial: la continuidad y diferencia entre David y Jesús (cf. Mt 2, 1-6 y Lc 2, 4).

Ni Mateo ni Lucas inventan esos “datos” (Belén, nacimiento por el Espíritu), ni los toman uno del otro, sino que los recogen de una tradición anterior, que ha debido surgir en un ambiente judeo-cristiano, para destacar las conexiones de Jesús con las promesas davídicas, relacionadas con Belén, poniendo, al mismo tiempo, de relieve la necesidad de superar una comprensión “física” de esas promesas (ha nacido por obra del Espíritu, no por el poder de la “carne” davídica).

Las “historias” del nacimiento. ¿Una prueba del Evangelio de Juan?

No es imposible que en el fondo de ese dato teológico (nació en Belén) se exprese una interpretación propagada por parientes de Jesús, que se sintieron vinculados a la familia de David. Incluso se podría afirmar que los antepasados de Jesús habían emigrado de Belén a Nazaret, en el tiempo de la conquista y rejudaización de Galilea (tras el 104-103 a. C.), llevando las tradiciones del origen davídico de su familia. Pero eso es sólo una hipótesis. No parece que tengamos datos más precisos sobre el tema, aunque el hecho de que tanto Mt 1, 1-15 como Lc 3, 24-38 hayan transmitido una genealogía davídica (¡y virginal!) de Jesús parece avalar la pretensión del origen davídico/betlemita de su familia, para superarla al mismo tiempo (pues, en contra de Rom 1, 3, no nació del “semen de David”, sino por obra del Espíritu). Leer más…

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