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Fue la primera pareja gay que adoptó en su ciudad. Ahora, viudo, nos cuenta su historia de superación y paternidad

Lunes, 15 de julio de 2024
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 IMG_5640Foto Antonio Spagnuolo

La pareja argentina que adoptó a seis hermanos y milita por la adopción de niños grandes


Luis Hamada y Leonel Cortes
fueron la primera pareja gay que consiguió adoptar en Neuquén, Argentina. Fue una espera de 3 años que se aceleró (suele tardar más) ya que ellos se mostraron dispuestos a convertirse en padres de un niño sin importar si tenía problemas de salud.

Así llegó Nazareno, de 7 años, con un retraso madurativo cognitivo leve. Describen el momento como mágico. Todo se dio muy bien, con mucho amor y con armonía. A los dos días el niño ya les llamaba papás. «Fue hermoso y caótico la vez, nosotros éramos dos solos y de repente apareció otra personita, cuando lo adoptamos mi pareja tuvo la primera licencia homoparental por seis meses», recordó Luis en una entrevista a NM Neuquén, ya que a través de este caso se implementó en la provincia la baja de paternidad por adopción.

Tres años después les llamaron para la adopción de una chica de 13 años, Mona. La nueva integrante de esta familia se adaptó sin problemas, el amor y la alegría giró siempre entre los cuatro. «Creo que hay mucho mito con algunas cuestiones en cuanto a la adopción, y a los problemas que puedan enfrentar los niños por su pasado. Hay casos difíciles donde los chicos no se adaptan porque no quieren mejorar su vida, pero en el caso de mi familia, no se si tuve suerte o laburé para eso, quiero pensar que es lo segundo, ellos optaron por tener una mejor vida los dos, tanto Nazareno como Mona», contó Luis. «Fue difícil de asumir para Naza que no era el hermano mayor, pero igual entre risas siempre dice que es mayor porque él fue el primero».

El año pasado un virus mortal atacó los riñones de Leonel. Falleció en seis meses. Un duro golpe para Luis y para sus hijos, con un pasado marcado por el sufrimiento.  «Con la partida de mi pareja crecieron un montón, están re adultos. Fue muy doloroso, cada cual a su forma, Nazareno es más tímido y Mona es más demostrativa, pero igual ambos son bastantes cerrados, tuvieron una vida difícil y con el único que lloran es conmigo».

Tras la muerte de Leonel vino la del hermano de Luis. «Trato de ser mejor padre todos los días, después lo que logre hacer es otro tema. Trato de ser una persona cercana a mis hijos, no quiero tener esa lejanía de algunos padres que por cuestiones de trabajo o ambiciones o de lo que fuese aspiran muchas cosas. No es tan importante lo que vas persiguiendo en la vida sino el momento con tus hijos y tus seres queridos y después ya no hay más nada».

El vivir el duelo a la vez que se readaptan las rutinas está siendo muy difícil. Pero el amor de esta familia y de quienes les rodean son el mayor motor y siempre ha sido así, por eso una vez en el colegio de los chicos los profesores les pusieron de ejemplo sobre cómo debe una familia tratar a sus hijos.

Fuente LMNeuquen, vía Oveja Rosa

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“Jesús Nazareno”, por José Ignacio González Faus

Miércoles, 20 de mayo de 2015
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jesus-nazaret2 J. I. González Faus. [La Vanguardia] Hace 70 años, desde una cárcel de Hitler, en momentos de desesperación tras el holocausto y años en guerra, uno de los grandes profetas de nuestro futuro, escribió que hay una razón para seguir amando a esta tierra sin desesperar: y es que ha producido a Jesús de Nazaret. Parecerá una afirmación exagerada, pero sorprende por venir de alguien tan sobrio y contenido como D. Bonhoeffer. ¿Quién era pues ese tal Jesús?

De los primeros testigos de su paso por la tierra quedan dos rápidas pinceladas: “no buscó su propio interés”; “pasó haciendo el bien y liberando a los oprimidos”. De quienes recogieron recuerdos de su vida y los sistematizaron en forma de biografías-invitaciones a la fe, podemos destacar algunos rasgos:

Procedía de un pueblo pequeño casi desconocido. No tuvo estudios especiales, trabajó durante años en cosas de albañilería. Un buen día comenzó a recorrer su tierra anunciando que es posible otro mundo si nos decidimos a mirar a Dios con una palabra que, a la vez, denota el máximo de familiaridad y cercanía, pero también la imposibilidad de disponer de Él: pues, llámesele padre o madre, lo es de todos, no sólo mío. Otro de sus biógrafos presenta como programa de su vida unas palabras del profeta Isaías: “el Espíritu de Dios está sobre mí… para anunciar una buena noticia a los pobres y liberación a los oprimidos”.

En consonancia con este programa, solía comer públicamente con “gentes de malvivir”, desafiando una costumbre de su época de públicos banquetes ostentosos de las clases altas. Se le conoce amistad y cercanía con algunas prostitutas, a las que liberó de su esclavitud, pero de las que decía que estaban más cerca de Dios que sus oyentes. Defendió a las mujeres, rechazando el derecho al repudio que se atribuían los hombres de su época, y abriendo a la mujer el estudio de la “Ley de Dios”, que su sociedad reservaba solo a los machos.

Fue también un terapeuta innegable, pero provocativo: parece que prefería curar en días “de precepto”, como si quisiera mostrar que los enfermos tienen derecho a no esperar más, porque su salud es más importante que la guarda de preceptos cúlticos. Una de las expresiones que más se dicen de él es que “se le conmovieron las entrañas”.

Junto a esa práctica de misericordia tenía a veces un lenguaje duro y provocativo: enseñaba a no llamar a nadie padre ni señor: porque los hombres (aunque tengamos funciones diversas) somos todos hijos de un mismo Padre y tenemos un único Señor que es Dios. Armó una escandalera en el “vaticano” de su época, alegando que el culto a Dios no debe ser ocasión de comercio. Su visión de los hombres cabe en un palabra que sólo se ha conservado en sus labios: hipócritas (aunque esa acusación la dirigió sobre todo a los poderes religiosos). Pese a ello, exhortaba a ser misericordiosos como el Dios que Él anunciaba.

Su regalo era siempre la paz; y tenía una extraña concepción de la felicidad, que prometía a quienes opten por los condenados de la tierra desde una actitud de misericordia que genera hambre de justicia. Porque veía al mundo dividido entre pobres, hambrientos, llorosos y perseguidos, por un lado y, por el otro, ricachones hartos, que ríen y persiguen, los cuales son “malditos”.

Por eso eran provocativas sus palabras cuando entraba en el campo económico: los propietarios del “proyecto de Dios” que él anunciaba son sencilla y únicamente los pobres (vivió en una sociedad agobiada por las deudas, que llevaban a muchos a perder su terruño y dedicarse a la esclavitud, la prostitución o el bandolerismo). Enseñaba que es imposible que un multimillonario se salve, a menos que se produzca un milagro que sólo Dios puede hacer: que se desprenda de su fortuna (salvo aquello que necesite para una vida sobria y digna), poniéndola al servicio de las víctimas. Porque, según él, “es imposible servir al hombre y al dinero”.

La otra palabra que más se le aplica en los evangelios significa, a la vez, libertad y autoridad: “las gentes se maravillaban de la libertad-autoridad con que hablaba” y que no tenía nada que ver con lo que estaban acostumbrados a oír.

Sorprendentes vida y palabras. Pero más sorprendente es la reacción que desató: los responsables de aquella sociedad se hartaron de acusarlo de populista y terrorista. La conflictividad explotó cuando él puso de relieve que hablaba y actuaba así porque así es como actúa Dios. Entonces se le tachó de blasfemo, y los poderes religiosos y políticos dieron un respiro porque ya tenían algo claro por lo que condenarlo. Aun así, buscaron para él la muerte más ignominiosa y la condena más “ejemplar”

¿Es posible que haya existido un hombre así? preguntaba R. Attenborough en su película sobre Gandhi. Prescindiendo ahora del santo hindú (que se confesaba muy influido por Jesús), esa misma pregunta sigue vigente para nosotros hoy. Los cristianos confiesan que un hombre así fue posible porque era transparencia y calco del mismo Dios, revelado en la humanidad de aquel hombre. Dios “hecho hombre”, pero no simplemente hombre, sino Dios hecho esclavo.

Esa fe no se les exige hoy a todos. Pero lo que sí pueden (y deberían) todos hoy, es paladear la humanidad de aquel Nazareno. Y sacar consecuencias.

Fuente Cristianismo y Justicia

Imagen extraída de: Religión Digital

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“Jesús Nazareno”, por José Ignacio González Faus

Sábado, 4 de abril de 2015
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Axmk6dZCMAA35w4En este Sábado Santo en el que el Silencio lo cubre todo, meditemos ante el sepulcro acerca de quién era este Hijo de Hombre y el por qué está ahí, que le llevó a estar muerto, frío, yacente ante nuestras lágrimas y las de su Madre

Dios “hecho hombre”, pero no simplemente hombre, sino Dios hecho esclavo

Paladear la humanidad de Jesús el Nazareno

Los propietarios del “proyecto de Dios” que él anunciaba son sencilla y únicamente los pobres

De su blog Miradas Cristianas:

Hace 70 años, desde una cárcel de Hitler, en momentos de desesperación tras el holocausto y años en guerra, uno de los grandes profetas de nuestro futuro, escribió que hay una razón para seguir amando a esta tierra sin desesperar: y es que ha producido a Jesús de Nazaret. Parecerá una afirmación exagerada, pero sorprende por venir de alguien tan sobrio y contenido como D. Bonhoeffer. ¿Quién era pues ese tal Jesús?

De los primeros testigos de su paso por la tierra quedan dos rápidas pinceladas: “no buscó su propio interés”; “pasó haciendo el bien y liberando a los oprimidos”. De quienes recogieron recuerdos de su vida y los sistematizaron en forma de biografías-invitaciones a la fe, podemos destacar algunos rasgos:

Procedía de un pueblo pequeño casi desconocido. No tuvo estudios especiales, trabajó durante años en cosas de albañilería. Un buen día comenzó a recorrer su tierra anunciando que es posible otro mundo si nos decidimos a mirar a Dios con una palabra que, a la vez, denota el máximo de familiaridad y cercanía, pero también la imposibilidad de disponer de Él: pues, llámesele padre o madre, lo es de todos, no sólo mío. Otro de sus biógrafos presenta como programa de su vida unas palabras del profeta Isaías: “el Espíritu de Dios está sobre mí… para anunciar una buena noticia a los pobres y liberación a los oprimidos”.

En consonancia con este programa, solía comer públicamente con “gentes de malvivir”, desafiando una costumbre de su época de públicos banquetes ostentosos de las clases altas. Se le conoce amistad y cercanía con algunas prostitutas, a las que liberó de su esclavitud, pero de las que decía que estaban más cerca de Dios que sus oyentes. Defendió a las mujeres, rechazando el derecho al repudio que se atribuían los hombres de su época, y abriendo a la mujer el estudio de la “Ley de Dios”, que su sociedad reservaba a solos los machos.

Fue también un terapeuta innegable, pero provocativo: parece que prefería curar en días “de precepto”, como si quisiera mostrar que los enfermos tienen derecho a no esperar más, porque su salud es más importante que la guarda de preceptos cúlticos. Una de las expresiones que más se dicen de él es que “se le conmovieron las entrañas”.

Junto a esa práctica de misericordia tenía a veces un lenguaje duro y provocativo: enseñaba a no llamar a nadie padre ni señor: porque los hombres (aunque tengamos funciones diversas) somos todos hijos de un mismo Padre y tenemos un único Señor que es Dios. Armó una escandalera en el “vaticano” de su época, alegando que el culto a Dios no debe ser ocasión de comercio. Su visión de los hombres cabe en un palabra que sólo se ha conservado en sus labios: hipócritas (aunque esa acusación la dirigió sobre todo a los poderes religiosos). Pese a ello, exhortaba a ser misericordiosos como el Dios que Él anunciaba.

Su regalo era siempre la paz; y tenía una extraña concepción de la felicidad, que prometía a quienes opten por los condenados de la tierra desde una actitud de misericordia que genera hambre de justicia. Porque veía al mundo dividido entre pobres, hambrientos, llorosos y perseguidos, por un lado y, por el otro, ricachones hartos, que ríen y persiguen, los cuales son “malditos”.

Por eso eran provocativas sus palabras cuando entraba en el campo económico: los propietarios del “proyecto de Dios” que él anunciaba son sencilla y únicamente los pobres (vivió en una sociedad agobiada por las deudas, que llevaban a muchos a perder su terruño y dedicarse a la esclavitud, la prostitución o el bandolerismo). Enseñaba que es imposible que un multimillonario se salve, a menos que se produzca un milagro que sólo Dios puede hacer: que se desprenda de su fortuna (salvo aquello que necesite para una vida sobria y digna), poniéndola al servicio de las víctimas. Porque, según él, “es imposible servir al hombre y al dinero”.

La otra palabra que más se le aplica en los evangelios significa, a la vez, libertad y autoridad: “las gentes se maravillaban de la libertad-autoridad con que hablaba” y que no tenía nada que ver con lo que estaban acostumbrados a oír.

Sorprendentes vida y palabras. Pero más sorprendente es la reacción que desató: los responsables de aquella sociedad se hartaron de acusarlo de populista y terrorista. La conflictividad explotó cuando él puso de relieve que hablaba y actuaba así porque así es como actúa Dios. Entonces se le tachó de blasfemo, y los poderes religiosos y políticos dieron un respiro porque ya tenían algo claro por lo que condenarlo. Aun así, buscaron para él la muerte más ignominiosa y la condena más “ejemplar”

¿Es posible que haya existido un hombre así? preguntaba R. Attenborough en su película sobre Gandhi. Prescindiendo ahora del santo hindú (que se confesaba muy influido por Jesús), esa misma pregunta sigue vigente para nosotros hoy. Los cristianos confiesan que un hombre así fue posible porque era transparencia y calco del mismo Dios, revelado en la humanidad de aquel hombre. Dios “hecho hombre”, pero no simplemente hombre, sino Dios hecho esclavo.

Esa fe no se les exige hoy a todos. Pero lo que sí pueden (y deberían) todos hoy, es paladear la humanidad de aquel Nazareno. Y sacar consecuencias.

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