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El Evangelio no sacraliza ningún tipo de familia.

Domingo, 29 de diciembre de 2024
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Dios es FamiliaLA FAMILIA DE NAZARET (C)

Lc 2,41-52

Solo si conocemos lo que era la familia en tiempo de Jesús, estaremos en condiciones de comprender lo que nos dice el evangelio. En aquel tiempo no existía la familia nuclear, formada por el padre la madre y los hijos. En su lugar encontramos el clan o familia patriarcal. El control absoluto pertenecía al varón más anciano. Todos los demás miembros: hijos, hermanos, tíos, primos, esclavos formaban una unidad sociológica. Este modelo ha persistido en toda el área mediterránea durante milenios. La esposa entraba a formar parte de la familia del varón, olvidándose de la suya propia.

Todos los miembros de la familia formaban una unidad de producción y de consumo. Pero la riqueza básica del clan era el honor. Sus miembros estaban obligados a mantenerlo por encima de todo. No era solo una cuestión social sino también económica. Las relaciones económicas eran inconcebibles al margen de la honorabilidad y el prestigio. Era vital para el clan que ningún miembro se desmandara y malograra el bienestar de toda la familia. Esto no quiere decir que no tuvieran los esposos relaciones especiales entre ellos y con los hijos. Incluso podían tener su casa propia, pero nunca gozaban de independencia.

Esta perspectiva nos permite comprender mejor algunos episodios de los evangelios. El que acabamos de leer es un ejemplo. Desde la idea de una familia formada por José, María y Jesús, es incomprensible que se volvieran de Jerusalén sin darse cuenta de que faltaba Jesús. Si todo el clan (treinta – cincuenta personas) sube a Jerusalén como familia, los varones irían juntos, las mujeres también y los jóvenes andarían por su lado, sin preocuparse demasiado los unos de los otros, porque la seguridad la daba el grupo.

Otros pasajes que se explican mejor desde esta perspectiva: (Mc 3, 20-21) “Al enterarse ‘los suyos’ se pusieron en camino para echarle mano, pues decían que había perdido el juicio”. Lo que pretendía su familia era evitar una catástrofe para él y para todo el clan. El tiempo les dio la razón. Más adelante (Mc 3, 31-34): “Una mujer dice a Jesús: tu madre y tus hermanos están fuera. Él contestó: Y ¿quiénes son mi madre y mis hermanos? Se nos está diciendo que para llevar a cabo su obra, Jesús tuvo que romper con su clan, lo cual no supone que rompiera con sus padres. Este episodio lo recoge también Mateo y Lucas.

Hay otro aspecto que también se explica mejor desde este contexto. La costumbre de casarse muy jóvenes (las mujeres a los 12 -13 años y los hombres a los 13-14). Era vital adelantar la boda, porque la media de edad era unos treinta y tantos años y a los cuarenta eran ya ancianos. En el ambiente que tenían que vivir, no era tan grave la inexperiencia de los recién casados, porque seguían bajo la tutela que daba el clan. También la responsabilidad de criar y educar a los hijos era tarea colectiva, sobre todo de las mujeres.

Jesús no se sometió a ese control porque le hubiera impedido desarrollar su misión. Fijaros el ridículo que hacemos cuando, en nombre de Jesús, predicamos una obediencia ciega, es decir irracional, a personas o instituciones. Cuando creemos que el signo de una gran espiritualidad es someter la voluntad a otra persona, dejamos de ser nosotros mismos. La explicación que acabo de dar pretende armonizar la responsabilidad de Jesús con su misión y el cariño entrañable que tuvo que sentir, sobre todo por su madre.

El relato evangélico que acabamos de leer está escrito ochenta años después de los hechos; por lo tanto no tiene garantías de historicidad. Sin embargo es muy rico en enseñanzas teológicas. No hay nada de sobrenatural ni de extraordinario en lo narrado. Se trata de un episodio que revela un Jesús que empieza a tomar contacto con la realidad desde su propia perspectiva. Justo a los doce años se empezaban a considerar personas, a tomar sus propias decisiones y a ser responsables de sus propios actos.

Sentado en medio de los doctores. Los doctores no tienen ningún inconveniente en admitirle en el “foro de debate”. Tiene ya su propio criterio y lo manifiesta. Lucas prepara lo que va a significar la vida pública, adelantando una postura que no es de niño. Sus padres no lo comprendían. La verdad es que fue, para todos los que le conocieron incomprensible. Siguió bajo su autoridad, pero ya ha dejado claro que su misión va más allá de los intereses del clan. La última referencia es un fuerte aldabonazo. Dice el texto: Jesús crecía en estatura en sabiduría y en gracia ante Dios y los hombres.

Debemos buscar la ejemplaridad de la familia de Nazaret donde realmente está, huyendo de toda idealización que lo único que consigue es meternos en un ambiente irreal que no conduce a ninguna parte. Lo importante no es la clase de institución familiar en que vivimos, sino los valores humanos que desarrollamos. Jesús predicó lo que vivió. Si predicó  la entrega, el servicio, la solicitud por el otro, quiere decir que primero lo vivió. El marco familiar es el primer campo de entrenamiento para los seres humanos. El ser humano nace como proyecto que tiene que desarrollarse con la ayuda de los demás.

No debemos sacralizar ninguna institución. Las instituciones tienen que estar siempre al servicio de la persona humana. Ella es el valor supremo. Las instituciones ni son santas ni sagradas. Con frecuencia se abusa de las instituciones para conseguir fines ajenos al bien del hombre. Entonces tenemos la obligación de defendernos. No son las instituciones las culpables sino algunos seres humanos que se aprovechan de ellas para defender sus propios intereses. No se trata de echar por la borda una institución por el hecho de que me exija esfuerzo. Todo lo que me ayude a crecer me exigirá esfuerzo. Pero nunca puedo permitir que la institución me exija nada que me deteriore como ser humano.

La familia sigue siendo hoy el marco privilegiado para el desarrollo de la persona humana, pero no solo durante los años de la niñez o juventud, sino durante todas las etapas de nuestra vida. El ser humano solo puede crecer en humanidad a través de sus relaciones con los demás. La familia es el marco ideal para esas relaciones profundamente humanas. Sea como hijo, como hermano, como pareja, como padre o madre, como abuelo. En cada una de esas situaciones, la calidad de la relación nos irá acercando a la plenitud humana. Los lazos de sangre o de amor natural debían ser puntos de apoyo para aprender a salir de nosotros mismos e ir a los demás con nuestra capacidad de entrega y servicio.

En ninguna parte del NT se propone un modelo de familia, sencillamente porque no se cuestiona el existente en aquel tiempo. Proponer un único modelo de familia como cristiano es pura ideología. Si dos hermanos viven con uno de los padres forman una familia, cuando muere el padre, ¿dejan de ser una familia? Y si son dos personas que se quieren y deciden vivir juntas, ¿no son una familia? Jesús no defendió instituciones, sino a las personas que la forman. En cualquier modelo de familia lo importante es el amor, que Jesús predicó y que debemos desarrollar en cualquier circunstancia que la vida.

Meditación-Contemplación 

Piensa: ¿Qué sería yo sin los demás?
Nada, absolutamente nada, ni siquiera mi existencia sería posible.
Si los que te rodean han hecho posible que tú seas,
¿es mucho pedir, que tú ayudes a los demás a ser?
Deja que todos encuentren en ti un apoyo para seguir viviendo;
es la única manera de vivir tú humanamente.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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¿Qué o a quién buscamos? ¿Por qué seguimos buscando a Jesús?

Domingo, 29 de diciembre de 2024
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sainte-famille-2007Lc. 2, 41-52

En pleno ambiente navideño nos encontramos este domingo, dedicado a la Sagrada Familia, con un texto evangélico nada fácil. Nada fácil por el texto en sí mismo y por ese ambiente que tiñe o sesga nuestra lectura.

Son los últimos versículos de estos dos primeros capítulos de Lucas que conocemos como los evangelios de la infancia de Jesús. En el versículo siguiente ya se nos presenta otro escenario y a Juan Bautista y Jesús en plena vida pública.

Intentemos dejar a un lado el “evangelio del niño perdido” y acerquémonos al texto, elaborado como una parábola que quiere mostrar o dar testimonio de Jesús, el Hijo de Dios, propósito que vertebra todo el evangelio de Lucas. Y desde esta perspectiva os invito a pararnos en tres aspectos:

– Jesús, Hijo de Dios, un adulto que toma la Palabra en el Templo

Recordamos que en Israel, en tiempos de Jesús, un niño pasaba a ser considerado adulto a los doce años, con una serie de ritos y obligaciones, entre ellas la subida al Templo de Jerusalén en la Pascua. Por lo tanto el relato no trata de un niño, sino de un hijo adulto, que va descubriendo, y esta es la intención del evangelista, que su vida tiene su razón de ser en cumplir la voluntad de Dios, su Padre. Y nos lo presenta en un ambiente concreto, el Templo, rodeado de maestros de Israel, a los que trata como a iguales, les hace preguntas y les responde. Es decir, el evangelio nos presenta a Jesús como “maestro”, y maestro que asombra y deslumbra.

Y correlativa a la imagen de Jesús maestro, está la de discípulo. En este caso una imagen rompedora de discípula, porque es una mujer, María, su madre, la que conservará todo esto en su corazón. Verdadera actitud de discípulo, llevar en el corazón las palabras y gestos de su Señor.

– Jesús que nos pregunta a nosotros como a María y José ¿Por qué me buscabais?

No es cualquier pregunta al paso, en el texto de hoy aparece cuatro veces la idea de “buscar” (vv. 44, 45, 48 y 49). Es más, el evangelio está lleno de expresiones sobre los que “buscan a Jesús” sin encontrarle unas veces (Lc 2, 44-45 y 24, 3, 23-24) y encontrándole otras (Lc 2, 46; cf. Lc 24, 7, 21, 46).

Porque esta búsqueda, nos dice Lucas, requiere unas actitudes, o responde a unos “por qués”. Lo vemos en los pastores, pobres y marginados, y los Magos, estudiosos y extranjeros, (Mt 2,11) que fiándose de las señales, escuchando atentamente lo que saben interpretar como voz de Dios, expresada en ángeles o en la estrella, le reconocen y le encuentran en ese niño pobre pequeño, recostado en un pesebre, tan distinto a lo que esperaban. Actitud tan distinta a la búsqueda de los maestros de la Ley que, a pesar de leer las escrituras o precisamente por ello, no lo encuentran. No lo encuentran porque solo buscan lo que confirme sus teorías, sus planes, sus leyes…  ¿Por qué buscamos nosotros a Jesús? ¿Cómo le buscamos? ¿Estamos abiertos/as a las pobrezas, a los pesebres, a los llantos de un niño como expresión de la cercanía y la ternura de nuestro Dios? ¿O intentamos marcarle los caminos, los nuestros, que nunca son los suyos?

– Jesús que interpela a María y José y a cada uno de nosotros: “¿No sabíais que yo…?”

Otra expresión que recorre el evangelio de Lucas, de estos primeros capítulos al último. Hoy escuchamos cómo reprocha a sus padres, inquietos y preocupados, lo mismo que a los discípulos de Emaús, decepcionados y tristes: “¿Es que no sabíais…?  Y en ambos el texto añade: Pero ellos no comprendieronno comprendieron los hechos ni las palabras de Jesús.

¿Cuántas veces no nos pasa a nosotros lo mismo? No comprendemos los silencios de Dios, no entendemos lo que hace o sus planes entre nosotros…  En esos momentos el evangelio nos invita a dar el salto de la fe, a “guardar en nuestro corazón” eso que no entendemos y, a pesar de ello, como María la discípula fiel, abandonarnos a su voluntad para seguirle, para ser también sus discípulos.

Que este domingo, al acoger el evangelio nos dejemos interpelar por Jesús. Que después de escuchar de sus labios de tantas formas ese ¿Por qué me buscáis? ¿No sabéis que yo?…  comprendamos que Él sigue bajando con nosotros al Nazaret de nuestra vida, allí donde cada uno estamos, donde se va desarrollando lo ordinario y lo excepcional, donde nos encontramos con los demás y vamos creciendo, donde las relaciones de familia y amistad se afianzan, donde gratuitamente recibimos las gracias que nos hacen mejores, más felices…  Porque al final de nuestras búsquedas descubrimos que es Él el que ha decidido estar para siempre a nuestro lado y animar desde dentro nuestras vidas, si le dejamos. Que esta sea la continua Navidad que vivamos día tras día.

Mª Guadalupe Labrador Encinas, fmmdp

 

Fuente Fe Adulta

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La casa del Padre.

Domingo, 29 de diciembre de 2024
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IMG_9051Domingo I de Navidad: Fiesta de la Sagrada Familia

29 diciembre 2024

Lc 2, 41-52

Sin duda, Lucas elaboró este relato con el fin de presentar a Jesús como hijo fiel que vive desde y para el Padre. No puede ser casual que, en este evangelio, el término “Padre” sea el primero que aparezca en boca de Jesús y sea igualmente el último: “Padre, a tus manos confío mi espíritu” (Lc 23,46).

¿Qué significa “estar en la casa del Padre”? Desde un nivel mítico de consciencia, el Padre es alguien separado que marca el destino del mundo y del ser humano. El acierto consiste, por tanto, en vivir cumpliendo su voluntad, entendida de manera heterónoma, y anhelando el encuentro con él, acabando con la separación sentida como fractura.

Desde la comprensión no-dual, la “casa del Padre” es la única y misma “casa” de todo. No se trata, por tanto, de un lugar ni de un ser separado, sino que se refiere a ese Fondo último que constituye el núcleo y la identidad última de todo lo que es: el Fondo que constituye y sostiene a todas las formas.

Vivir en la casa del Padre es vivir en conexión con eso que somos, ese no-lugar -dado que no puede ser pensado-, que es Plenitud. Se halla siempre disponible, si bien, para acceder al mismo, se requiere entrenarse en acallar la mente. Es justamente el silencio de la mente (silencio del yo) el que nos permite ver más allá de las formas y conectar, descansar, permanecer, vivir y actuar desde el Fondo. De hecho, a poco que agudicemos el oído interno, si no lo tenemos muy desacostumbrado o incluso atrofiado, no tardaremos en oír la voz interior del Anhelo que clama: Ven a casa.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Sagrada Familia sí, pero difícil también

Domingo, 29 de diciembre de 2024
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IMG_9165Del Blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01.- Jesús en el Templo: Un hecho teológico.

El relato de Jesús en el Templo bien pudo acontecer y bien está que conservemos estas “crónicas” y tradiciones de Navidad: los relatos evangélicos, villancicos, “belenes”. Pero no parece que sea una narración histórica.

Hemos de pensar que es un relato compuesto por San Lucas para hablar a aquellas comunidades y a nosotros de quién es Jesús.

        La cuestión es que, a partir de una “romería”, se arma un diálogo para sordos:

Es lógico que: “Tu padre y yo te buscábamos angustiados”. Pero también es evidente que María no está hablando de Dios Padre, sino de su marido, José.

        María y José ¿encontrarían a Jesús discutiendo con los “doctores del Templo o con los teólogos del concilio de Trento, por ejemplo? ¿Jesús era un niño prodigio que se lo sabía todo? No parece que sea ese el significado de este relato evangélico.

        La cuestión es que Jesús responde un tanto “extrañamente”:

        “¿No sabíais que yo tengo que ocuparme de las cosas de mi Padre?”

Jesús les recuerda a María y José que no tiene ninguna obligación hacia su familia. Él, -Jesús-, no ha venido para seguir el camino de los padres, sino del Padre.

Lo recordarán siempre, pero sin entenderlo. No entendieron aquellas palabras que les decía, (Lc 2,50).

02.- La cuestión de fondo es ¿quién es JesuCristo

Cristología ascendente y descendente.

        Quizás las palabras “ascendente y descendente” son un poco raras y difíciles. Vamos a ver si nos acercamos a intuir y comprender un poco -solamente un poco- el asunto Jesús.

Cristología descendente

        La mayor parte de los creyentes tenemos la mentalidad de una cristología “descendente”. Jesús era una especie de “extraterrestre”, un niño prodigio, que vivía en los espacios siderales, quién sabe dónde, y que -un buen día- a Dios se le ocurrió enviarlo a la tierra. Por eso se encarnó de manera muy extraña, pero ya desde niño “se lo sabía todo” de “este mundo y del otro”. Pasó unos treinta años esperando a su crucifixión, pero sin que tampoco tuviera demasiada importancia, pues Jesús ya sabía que iba a resucitar.

        Con esta mentalidad Jesús “desciende” del cielo a la tierra, pero la tierra y lo terrenal, lo corpóreo no tienen excesiva importancia ni interés.

Cristología ascendente.

        Es otra manera de ver y acercarse a. Jesús.

El hijo de María, es la Palabra, lo que Dios nos quería decir, nos lo va a decir por medio de un Jesús que nace entre nosotros, vive en una familia, iría al colegio-ikastola (sinagoga) de Nazaret. Siendo niño-adolescente subió algunas veces con sus padres a Jerusalén, al templo (de adulto subiría muchas más). Así, poco a poco, Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres.

        Jesús no fue un “niño prodigio”, sino que fue creciendo, madurando.

Jesús fue la expresión de Dios. Lo que Dios nos  quería decir se llama Jesús. La última y definitiva Palabra salvífica de Dios es Jesús.

Jesús vivía desde su fe profunda y desde su  continua unión con el Padre: Yo y el Padre somos uno, (Jn 10,30), predicaba, curaba enfermos, discutía con el legalismo y las injusticias de los fariseos, saduceos, sacerdotes del Templo, etc.

Es la cristología ascendente. Podríamos pensar que el relato de Jesús en el Templo no es el final de la infancia de Jesús, sino el “comienzo” de Jesús como creyente adulto.

El Jesús que vuelve a Nazaret no es el mismo que el de antes de subir a Jerusalén, al Templo. “Las cosas” del Padre le queman por dentro: un fuego que ha llegado para incendiar la tierra, (Lc 12,49). Le entristece no logra transmitir esta llama a sus padres, del mismo modo que tampoco lo ha logrado con los maestros del Templo.

Algo ha cambiado en Jesús. Jesús crecía.

03.- María conservaba estas cosas en su corazón.

        María, la madre de Jesús, como José y como toda la familia no entendían y estaban desconcertados ante el comportamiento y actitudes de Jesús. Incluso pensaban que Jesús estaba “fuera de sí”, (Mc 3,20-21).

La actitud de Jesús en la vida Jesús era extraña: discutía en el Templo con los sabios, Jesús que vuelca las mesas y las “ventanillas” del Templo, Jesús se salta la ley por menos de nada: cura en sábado, toca la lepra, la muerte, se deja tocar por la hemorroísa, etc., Jesús al que le siguen zelotas y prostitutas…

        María estaba desconcertada. María pensaría muchas veces ¿Quién es este hijo mío?

Por eso María conservaba y meditaba todas estas cosas en su corazón. Seguramente que María y José le dieron más de cuatro vueltas en la cabeza a la cuestión.

        El anuncio del ángel Gabriel llega a María después que ella ha llegado a la fe en su hijo Jesús. María es madre, pero sobre todo, es creyente en Jesús.

04.- La de Jesús: ¿una familia romántica?

La familia de Nazaret será santa y sagrada, pero en calma, no.

La Sagrada familia fue sin duda santa, pero ciertamente no fue tranquila. Es obligado distanciarse de la imagen consabida imagen tradicional de la familia de Nazaret: La Virgen vestida de manto celeste que hila lana, “San José” todo seráfico que trabaja la madera y  “Jesús niño” rubio como un sueco, ojos azules, de color sonrosado, con un vestido más blanco imposible, siempre en una pose de bendición como preparándose para la futura misión … algún angelito disperso por el cuadro, algún pajarillo y florecillas. ¿Todo muy idílico? Nada de nada.

        La agitación, como en tantas familias, es causada por el Hijo.

        No le entienden. Y él, Jesús, no hace nada por facilitar las cosas.

        Los tres, Jesús, José y María  son santos pero inquietos.

        Inquieto José porque no ve respetada su autoridad y ve que Jesús rompe con la tradición (religión) de su pueblo. Inquieta María, que no entiende a este Hijo. Inquieto Jesús, porque soporta mal las pretensiones de sus padres.

Lo más probable es que hubiera una grave tensión y más de cuatro discusiones entre Jesús y su familia

05.- Meditemos y conservemos.

        Nunca está de más echar una “pensada” a la vida, a los problemas y conflictos. Es la actitud de María.

        Bueno será que pensemos las cosas personalmente y en la familia, en la sociedad y  en la Iglesia.

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“ Jesús y su fidelidad a los “asuntos” de su Padre”, por Consuelo Vélez

Domingo, 29 de diciembre de 2024
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IMG_9159De su blog Fe y Vida:

Comentario al domingo de la Sagrada Familia 29-12-2024

El mensaje más importante de este texto es la figura de Jesús y su relación de fidelidad a “los asuntos” de su Padre

La discusión con los maestros de la Ley está mostrando la necesidad de discernir cuál es la voluntad de Dios, cuál es el significado de la ley, cómo ha de vivirse

El texto nos muestra al Jesús humano que crece en su seno familiar, realiza las tradiciones culturales y religiosas de su tiempo, creciendo en “sabiduría, en estatura y en gracia” delante de Dios y de los hombres

Para la fiesta de Pascua iban sus padres todos los años a Jerusalén.  Cuando cumplió doce años, subieron a la fiesta según costumbre.  Al terminar ésta, mientras ellos se volvían, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que sus padres lo supieran.  Pensando que iba en la caravana, hicieron un día de camino y se pusieron a buscarlo entre los parientes y los conocidos.  Al no encontrarlo, regresaron a buscarlo a Jerusalén.

Luego de tres días lo encontraron en el templo, sentado en medio de los doctores de la ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas.  Y todos los que lo oían estaban maravillados ante su inteligencia y sus respuestas.  Al verlo, se quedaron desconcertados, y su madre le dijo:

–Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados.

Él replicó:

–¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que yo debo estar en los asuntos de mi Padre?

Ellos no entendieron lo que les dijo.  Regresó con ellos, fue a Nazaret y siguió bajo su autoridad. Su madre guardaba todas estas cosas en su corazón.  Jesús crecía en saber, en estatura y en gracia delante de Dios y de los hombres.

(Lc 2, 41-52)

Este texto de Lucas que hoy se nos pone a consideración, se sitúa entre el llamado evangelio de la infancia, buscando hacer un recuento sucinto de lo que debió ser la vida de Jesús antes de comenzar su predicación o vida pública. Lucas nos presenta a Jesús en el seno de su familia y cumpliendo las prácticas de todo buen judío: subir en la Pascua a Jerusalén. Jesús ya, con 12 años, comienza a ser adulto para aquella sociedad, cumpliendo sus deberes religiosos.

No podemos tomar al pie de la letra el texto ni creer que nos está hablando de la familia “ideal” como tantas veces se predica, porque no es el objetivo de este texto. Posiblemente lo que podemos aprender es la necesidad de todo ser humano de un grupo familiar que le transmite y le ayuda a cultivar los valores. Pero no hay que olvidar que, ayer como hoy, la familia supera el modelo papá, mamá, hijos, ya que en la época de Jesús la familia era ampliada a todos los familiares cercanos y, en la actualidad, hay muchas familias monoparentales y también familias ampliadas, sea por necesidades económicas, sea por relaciones filiales. Convendría tener siempre una imagen más amplia de familia para construir mucho más esos lazos de amor tan necesarios para todo ser humano pero que, supera tantas veces, los estrechos lazos de padres e hijos. Lo que quiero decir es que la familia no es el tema central de este texto y menos que algunos predicadores excluyan de la iglesia a los casados por segunda vez o que viven sin casarse. Como lo ha dicho el papa Francisco recientemente, todos tienen cabida en la Iglesia.

El mensaje más importante es la figura de Jesús y su relación de fidelidad a “los asuntos” de su Padre. La discusión con los maestros de la Ley o las preguntas y respuestas que el texto manifiesta están mostrando la necesidad de discernir cuál es la voluntad de Dios, cuál es el significado de la ley, cómo ha de vivirse. Es interesante que el texto dice que todos los que lo escuchaban quedaban maravillados por su inteligencia y sus respuestas e incluso quedaban desconcertados. Lo que podremos ver por el final de la historia de Jesús es que de ese maravillarse y desconcertarse se pasa a la persecución y a la muerte. Así es el mensaje del reino: se comienza a acoger y cuando se percibe su radicalidad, es más fácil repudiarlo o domesticarlo.

Muy interesante es el hecho de ver a María dirigiéndose a Jesús para preguntarle por lo que ha hecho. Lo normal hubiera sido que fuera José el que lo reprendiera. De alguna manera se muestra esa subversión de valores que se va engendrando alrededor del mensaje del reino. María sigue tomando la palabra como lo hemos visto en otros relatos del evangelio, visibilizando su protagonismo como mujer, protagonismo acallado por siglos.

Ante tantas especulaciones de las películas o de relatos apócrifos de que Jesús se fue esos treinta años de vida oculta a estudiar técnicas de meditación o a entrenarse en poderes extraordinarios, este texto nos muestra al Jesús humano que crece en su seno familiar, realiza las tradiciones culturales y religiosas de su tiempo, creciendo en “sabiduría, en estatura y en gracia” delante de Dios y de los hombres. No son cosas extraordinarias lo que Jesús va a anunciar en su vida pública, sino que se convertirá en profeta y testigo de esa experiencia de Dios que asimiló, discernió, discutió, entendió en su juventud. Nadie da lo que no tiene y Jesús comunicó su experiencia con el Dios del reino y su fidelidad indiscutible a su voluntad y mensaje.

(foto tomada de:  https://www.literaturabautista.com/el-nino-jesus-y-los-doctores-de-la-ley-bosquejo/)

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“Sagradas Familias”, por Joseba Kamiruaga Mieza CMF

Domingo, 29 de diciembre de 2024
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Comentario a la lectura evangélica (Lucas 2, 41-52) de la Misa del Domingo de la Sagrada Familia – 29 diciembre 2024 –

Sagradas Familias

Fiesta de la familia, recita la liturgia.

Fiesta de mi familia, añado yo.

De la familia concreta, objetiva, real, de la que provengo o que he formado o deseo formar. Y, en los tiempos que corren, esta fiesta resulta chocante y provocativa, casi una provocación que sobrevuela nuestras disputas políticas y sociales, que infunde vigor y energía a nuestra vida cotidiana.

Nos guste o no, la familia es y sigue siendo el corazón de nuestro itinerario vital, de nuestra educación, a menudo fuente de muchos sufrimientos, de algunas decepciones y, gracias a Dios, de inmensas alegrías.

Nos hace sonreír que Dios haya querido vivir la familia.

Es sorprendente que haya elegido una familia tan anómala y complicada para hacerlo.

Asombra que la Iglesia persista en proponer esta familia como modelo, donde la pareja vive en la precariedad de lo cotidiano, el niño es la presencia de la Palabra de Dios, y la pareja se encuentra huyendo por la repentina notoriedad del recién nacido…

Pero no es en la diversidad en lo que queremos seguir a María y José, sino en su concreción como pareja que ve su vida trastocada por la acción de Dios y por el delirio de los hombres, en su capacidad de apartarse, seriamente, sin chantajes, sin angustias, para formar parte de un proyecto mayor, el que Dios tiene sobre el mundo.

Si la Navidad nos obliga a preguntarnos si realmente queremos a un Dios tan indefenso, la meditación sobre esta familia y los treinta años que vivieron en Nazaret, si cabe, nos proporcionan intuiciones aún más incisivas…

Dios crece, pues.

Crece en la vida cotidiana de una familia de pobres, llena de fe y entregada al Misterio. Una familia que tiene algo que decir a mi familia.

Cotidianeidad

La primera reflexión procede de la cotidianidad que viven María y José.

Estamos acostumbrados a considerar el tiempo dividido en días laborables y festivos. Otro es el paso repetitivo y aburrido de los días, otro es el acontecimiento que preparamos con intensa alegría; otro la fatiga del trabajo, otro la embriaguez de las vacaciones de verano. Así en la fe: los domingos, si podemos, sacamos cuarenta cinco… minutos para la Misa y luego, durante la semana, nos vemos desbordados por los compromisos.

Nazaret nos enseña que Dios viene a habitar en el hogar, que en lo cotidiano y en la repetitividad de los gestos podemos realizar el Reino, tener una experiencia mística, crecer en el conocimiento de Dios.

Podemos (¡en serio!) elaborar una teología del pañal, un tratado místico de los deberes de los niños, una espiritualidad de la hipoteca que hay que pagar.

La extraordinaria novedad del cristianismo es -¡precisamente! – su absoluta ordinariez.

Parejas que tenéis un primogénito: vuestras fatigas y noches de insomnio, la agotadora relación entre vosotros a causa del cansancio y las preocupaciones, son lo mismo que María y José.

Amigos que tenéis problemas en el trabajo: José también tuvo noches de desasosiego antes de solicitar una hipoteca para poder ampliar su taller de carpintería.

Dios decidió habitar lo mundano, tender un puente sobre el paso de los días.

El Padre

La segunda reflexión surge de la respuesta aparentemente dura y poco amable de Jesús a sus padres (¡como buen adolescente!) sobre su permanencia en Jerusalén después del Bar Miztvah: debe atender las cosas del Padre. Jesús recuerda a sus propios padres (¡!) la primacía de Dios en la vida de una familia. Estamos juntos para ayudarnos a encontrar la felicidad, el sentido de la vida, estamos juntos para caminar hacia la plenitud. Dios no es un apéndice superfluo de nuestras opciones, que quizá haya que sacar a relucir cuando hay vacaciones o algún problema. Si nos convertimos en buscadores de Dios, nos damos cuenta plenamente de la finalidad de nuestro estar juntos.

El misterio en casa

Me he preguntado cientos de veces cuánta fe tuvieron que tener estos padres para decirse a sí mismos que este niño, idéntico a todos los niños, era realmente el Hijo de Dios. José miraba a menudo a su virginal esposa al final del día, avergonzado por la inmensidad de su fe, sintiéndose un poco inadecuado por tan maravillosa tenacidad.

María, cuando llevaba café a media mañana a José con su pelo rizado lleno de virutas, bendecía al Señor en su corazón por haberle dado un compañero tan sencillo y verdadero.

La Sagrada Familia nos invita a mirar a los demás miembros de la familia con una mirada de fe y de luz, descubriendo el Misterio escondido en personas que consideramos estáticas e inmutables.

Confiemos a Dios nuestras familias concretas, las que tenemos o hubiéramos querido tener, con todas las fatigas y alegrías, contradicciones y pobrezas, emociones y bondades que sabemos dar.

Dios habita en ellas.

Feliz Navidad.

Joseba Kamiruaga Mieza CMF

(Remitido por el autor)

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Navidad ¿Qué va a cambiar?

Miércoles, 25 de diciembre de 2024
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¡Una vez más: NAVIDAD!

¿Qué va a cambiar?

Nada, excepto tú.

Hazte luz y verás la Luz …

Todo está ahí.

No busques en otra parte el significado de este  acontecimiento-advenimiento.

La humanidad fraterna de Jesús lleva el día que tiene que levantarse en ti.

El Dios vivo vuelve a ponerse en tus manos.

Por tí, para crear con Dios y a  su imagen, un mundo de alegría, luz, belleza.

*

Maurice Zundel

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***

           El sentido de la fiesta navideña es la Palabra, de la que el himno de Juan (cf. Jn 1) dice que al principio estaba ¡unto a Dios. De esta Palabra se dice también que se hizo carne y habitó entre nosotros.

        Este es el acontecimiento que celebramos cada año en Navidad: Dios ha venido a nosotros. El nos quita la falta de sentido y las monótonas repeticiones de nuestra vida cotidiana. El mismo es el sentido que da contenido a nuestra vida.

           Estamos acostumbrados a traducir así la primera frase del evangelio de Juan: «En el principio ya existía la Palabra». Pero el término griego logos que se encuentra en nuestro texto, es mucho más amplio. Logos no connota tanto a la pura palabra sino más bien el sentido que viene expresado mediante la palabra. En logos, sentido y palabra son inseparables: el sentido, pues, que captamos en cualquier acontecimiento, supera siempre el episodio concreto que puede ser expresado solamente con palabras. Si uno dice: «Te deseo muchas felicidades» o «Feliz Navidad», no se dirige cordialmente a otro solamente en este momento, sino que con estas palabras expresa algo que trasciende el momento. Así cada sentido supera el momento y el concreto evento en que se produce el encuentro.

           Cuando en Navidad oímos decir: «Nos ha nacido un niño», pensamos en el Niño del pesebre y en todos los demás niños, si bien diferenciándolo de todos, porque él no ha nacido sólo para sus padres, sino también para todos nosotros. También así el sentido del acontecimiento supera siempre el episodio particular, a través del cual ha entrado en nuestra vida. Quien ve sólo lo que tiene ante los ojos no capta el sentido, ni el de la Navidad ni el de la vida en general. El sentido, es decir, la profundidad de la realidad que constituye su contenido. Y porque el sentido de cada acontecimiento trasciende lo que está ante los ojos, para captarlo tenemos necesidad de la palabra.

        Si ahora decimos que: «En el principio era el Sentido», queremos expresar que en el principio era lo que da contenido y significado a toda vida. Ésta es la profundidad de la realidad, de la que se habla cuando se usa la Palabra de Dios. Este sentido último, que confiere contenido y significado a cualquier otro evento, ha sido participado al mundo en el acontecimiento de Navidad.

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W. Pannenberg,
Presencia de Dios,
Brescia 1974, 119-120).

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Rondas de Navidad

Martes, 24 de diciembre de 2024
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felicitacion_2019_LR

Rondar por esos lugares poco frecuentados,
que no existen para los mercados
y están abandonados
de políticos, gobernantes y ricos.

Rondar por barrios periféricos,
parques tristes y sin alumbrado,
pabellones con nuevos esclavos
y campos de refugiados superpoblados.

Rondar por las costas del Mediterráneo
y ver pateras, cayucos y barcos a la deriva
llenos de hermanos nuestros
solo con lo puesto y el último soplo de vida…

Rondar por esos sitios olvidados
donde siguen naciendo niños
que tienen el futuro hipotecado
porque les negamos lo mínimo necesario.

Rondar por esos espacios cercanos,
con los ojos bien abiertos
y el corazón ardiendo,
para ver a los que se esconden o escondemos.

Rondar, saliendo de nosotros mismos
y de los belenes de exposición y concurso,
para encontrarnos con los sin techo
que son hermanos nuestros.

Rondar y estar despiertos,
porque Tú vienes, como vienen todos ellos,
sólo con lo puesto

 *

Fuente Fe Adulta

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Natividad del Señor: Misa de medianoche.

Martes, 24 de diciembre de 2024
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pastores

LECTIO

 Isaías 9,1-3.5-6

El pueblo que caminaba en tinieblas ha visto una gran luz; a los que habitaban en tierra de sombras una luz les ha brillado.

Acreciste la alegría, aumentaste el gozo: se alegran ante ti con la alegría de la siega, como se regocijan al repartirse un botín.

Porque, como hiciste el día de Madián, has roto el yugo que pesaba sobre ellos, la vara que castigaba sus espaldas, el bastón opresor que los hería.

Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado. Sobre sus hombros descansa el poder, Y es su nombre: «Consejero prudente, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de la paz».

Dilatará su soberanía n medio de una paz sin límites, asentará y afianzará el trono y el reino de David sobre el derecho y la justicia, desde ahora y para siempre. El amor ardiente del Señor todopoderoso lo realizará.

***

Todas las lecturas bíblicas de las misas de Navidad, si bien con perspectivas diversas, intentan responder a una pregunta: ¿cuál es el sentido de la Navidad? Iniciamos el recorrido desde los antiguos profetas. El oráculo de Isaías presupone una situación dramática para el país de Israel, porque el estrépito de las armas resuena por doquier. La invasión asiría (siglo VIII a.C.) comenzada en Galilea amenaza ya la misma Judea y Jerusalén, y el pueblo, bajo el terror enemigo, camina en la oscuridad y no sabe adonde dirigirse. A esta gente sin esperanza anuncia el profeta: «El pueblo que caminaba en tinieblas ha visto una gran luz». Luego, dirigiéndose a Dios, exclama: «Acreciste la alegría, aumentaste el gozo» (v. 2).

¿Qué es lo que permite a los hombres pasar de las tinieblas a la luz, de la tristeza a la alegría? La alusión de Isaías se refiere a la huida de los Asirios, pero el profeta de Dios habla también de fuga de todo enemigo.

Anuncia la alegría por el que será: «Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de la paz» (v. 5), el que, verdadero héroe de Israel, cumplirá todo esto. Pero ¿cómo será posible todo esto? Isaías responde: «El amor ardiente del Señor todopoderoso lo realizará» (v. 6). He aquí, pues, el sentido y el mensaje más antiguo de la Navidad: el fin del miedo, la liberación de la dominación enemiga y todo ello gracias a que: «un niño nos ha nacido» (v. 5: cf. Is 7,14; Miq 5,1- 3; 2 Sm 7,12-16), un descendiente de David que dará vida a una sociedad en la que habrá justicia, paz, alegría y que dará a todos el coraje de vivir.

 *

Tito 2,11-14

Porque se ha manifestado la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres.

Ella nos enseña a renunciar a la vida sin religión y a los deseos del mundo, para que vivamos en el tiempo presente con moderación, justicia y religiosidad, aguardando la feliz esperanza: la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, el cual se entregó a sí mismo por nosotros para redimirnos de todo pecado y purificarnos, a fin de que seamos su pueblo escogido, siempre deseoso de practicar el bien.

***

Pablo escribe a Tito, su discípulo convertido del paganismo y ahora obispo de Creta, explicándole el sentido de la venida de Jesús a nosotros con palabras llenas de esperanza: «Se ha manifestado la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres» (v. 11). La universalidad de la salvación es una dimensión esencial de la Navidad, y su verdadero mensaje es el anuncio de salvación y de vida nueva para toda la humanidad sin distinciones de razas ni colores, de clases sociales, ni de dotes intelectuales ni ninguna otra cosa. El Salvador que nos ha sido dado no es sólo un niño que ha elegido nacer en un pobre establo, entre incomodidades y queridos silencios, es sobre todo la sonrisa de Dios que se ha hecho visible, porque no ha perdido su esperanza en los hombres. Ha venido para enseñarnos el camino del bien, de la sobriedad y de la justicia, el desprecio de los atractivos malos e ilusorios del mundo, a la espera del retorno glorioso del Señor (v. 13). Libremente, dirá Pablo, «se entregó a sí mismo por nosotros» (v. 14), primero habiéndonos del Padre y llamándonos amigos, y después, al final, muriendo en la cruz por amor, nos ha liberado de toda esclavitud para reconducir al Padre, de una vez para siempre, a la humanidad reconciliada con él. Sólo la fe ayuda a descubrir el poder de Dios en la vivencia de un pobre. Desde que el Hijo de Dios se ha hecho hombre, quiere ser acogido y reconocido como hombre: aquí es posible la búsqueda de Dios, porque él se ha quedado entre nosotros.

*

Lucas 2,1-14

En aquellos días apareció un decreto del emperador Augusto ordenando que se empadronasen los habitantes del imperio. Este censo fue el primero que se hizo durante el mandato de Quirino, gobernador de Siria.

Todos iban a inscribirse a su ciudad. También José, por ser de la estirpe y familia de David, subió desde Galilea, desde la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David que se llama Belén, para inscribirse con María, su esposa, que estaba encinta.

Mientras estaban en Belén le llegó a María el tiempo del parto, y dio a luz a su primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había sitio para ellos en la posada.

Había en aquellos campos unos pastores que pasaban la noche al raso velando sus rebaños. Un ángel del Señor se les apareció, y la gloria del Señor los envolvió con su luz. Entonces les entró un gran miedo, pero el ángel les dijo:

“No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será también para todo el pueblo: Os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es el Mesías, el Señor. Esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre”.

Y de repente se juntó al ángel una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios diciendo: «¡Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres que gozan de su amor!».

***

Sobre el fondo de los anuncios proféticos (cf. Miq 5,1-4; 1 Sm 16,1-3), Lucas en el evangelio nos habla del nacimiento histórico de Jesús. El relato es simple, pero sugestivo, lleno de matices teológicos y construido sobre el modelo del anuncio misionero, que comprende tres momentos. Primero la narración del acontecimiento: el edicto de César Augusto en tiempos de Quirino, gobernador de Siria, y el nacimiento de Jesús en Belén, en la pobreza, en un país sometido a una potencia extranjera (w. 1-7); después el anuncio hecho por los ángeles a los pastores, primeros testigos del evento de la salvación (w. 8-14); y, por último, la acogida del anuncio, con los pastores que van a la gruta, encuentran a Jesús, y sucesivamente el relato de su experiencia a otros (w. 15-20).

El punto central del relato, sin embargo, son las palabras de los ángeles a los pastores, que consideran con respeto el sentido gozoso del acontecimiento y la fe en Jesús Salvador en la figura de un niño pobre, «envuelto en pañales, acostado en un pesebre» (v. 12). Dos motivos, pues, se iluminan uno a otro en el texto: la visible pobreza en la vivencia humana de Jesús y la gloria de Dios escondida en su presencia entre los hombres. Sólo unos cuantos pastores, representantes de gente pobre y humilde, reconocen al Mesías esperado: éste es el signo divino extraordinario del inicio de una época nueva en la historia de los hombres.

MEDITATIO

Para contemplar el misterio de Navidad necesitamos, sobre todo, simplicidad para asombrarnos ante su mensaje. Capacidad de asombro y mirada de niño son los medios necesarios para gustar el anuncio lleno de alegría de esta noche santa. Y esta alegría tiene una motivación clara: el nacimiento de un niño, Salvador universal, que trae motivos de esperanza para todos, que son paz, justicia y salvación. Y ¿qué signos cualifican a este niño? La debilidad, la pobreza, la impotencia y la humildad, cosas que el mundo ha rechazado siempre y que, por el contrario, ha hecho propias el Hijo de Dios.

Con la venida de Jesús las falsas seguridades de los hombres han zozobrado, porque Dios ha elegido no a los fuertes ni a los sabios, ni a los poderosos de este mundo, sino a los débiles, a los pequeños, a los necios, a los últimos: ha elegido «un niño acostado en un pesebre » (Le 2,7.12.16; cf. 1 Cor 1,27; Mt 11,26), pobre, marginado y desestimado. Precisamente sobre esta pobreza se despliega el esplendor del mundo del Espíritu, mientras nosotros estamos complicados en dramas de conciencia, porque nos tienta seguir principios de fuerza, de poder, de violencia. El niño de Belén nos dice que el milagro de la paz de la Navidad es posible para aquellos que acogen sus dones.

A esta luz el acontecimiento de esta noche no es sólo una fecha para conmemorar, sino evento capaz, también hoy, de contagio y de transformación. Cuatro son las noches históricas de la humanidad, según una antigua tradición rabínica: la noche de la creación (Gn 1,3), la de Abraham (Gn 15,1-6), la del Éxodo (Ex 12,1-13) y la de Belén, es decir, esta noche, que es la más importante, porque el Hijo de Dios ha traído su paz, distinta de la pax augusta, y es el fundamento de la «civilización del amor» (Pablo VI). ¿Somos capaces de vivir el misterio?

ORATIO

Te damos gracias, Señor del universo y de los hombres, porque en Jesús niño, que vino a la tierra portador de tus dones -la paz, la alegría, la justicia y la salvación-, se ha manifestado tu amor a todos. Queremos comprender, si bien con la pequeñez de nuestra mente, algo del misterio del Verbo encarnado, porque con ello se iluminará nuestro misterio humano.

Para los judíos era absurdo pensar que la Palabra definitiva de Dios apareciese en la debilidad del hombre Jesús. Para los paganos era escándalo aceptar la plena humanidad del Hijo de Dios, lugar indigno de la divinidad.

Nosotros, por el contrario, creemos que la Palabra, en un momento histórico muy preciso, «se hizo carne» en la fragilidad e impotencia como toda criatura, naciendo de una mujer, María (cf. 1 Jn 4,2-3), y creemos que en Cristo Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre, reside la revelación definitiva del Padre y el anuncio de la fe que nos salva.

El hombre del tercer milenio tiene necesidad de Jesús, revelador de tu amor de Padre, para escapar de su individualismo y de su superficialidad, que lo privan de los verdaderos valores en que se puede encontrar la esperanza de vivir. Señor, el nacimiento de tu Hijo nos revela que también nosotros en Jesús hemos sido hechos hijos tuyos y te podemos conocer.

Haz que toda nuestra vida, sobre el modelo de la de Cristo, se vuelva en actitud de docilidad filial hacia ti y, para ello, en la noche de Navidad nos ponemos de rodillas, en adoración ante el rostro humano del Jesús-Niño, tu Hijo unigénito, en el que resplandece e irradia tu rostro invisible de Padre, para ver nuestro rostro divino.

CONTEMPLATIO

Pero ¿quién soy yo? ¿Podré decir algo digno de lo que se ve? Me faltan las palabras: la lengua y la boca no son capaces de describir las maravillas de esta solemnidad divina. Por eso yo con los coros angélicos grito y gritaré siempre: «¡Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres que gozan de su amor!».

Dios está en la tierra; ¿quién no será celeste? Dios viene a nosotros, nacido de una Virgen; ¿quién no se hará divino hoy y anhelará la santidad de la Virgen, y no buscará con celo la sabiduría, para hacerse más cercano a Dios? Dios está envuelto en pobres pañales; ¿quién no se hará rico de la divinidad de Dios si acoge algo humilde?

Exulto como los pastores y me sobresalto escuchando estas voces divinas: ansío ir al pesebre que acoge a Dios y deseo llegar a la celestial gruta: anhelo ver el misterio manifestado en ella y allí, en presencia del Engendrado, levantar la voz cantando: «¡Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres que gozan de su amor!» (Sofronio de Jerusalén, Le Omelie, Roma 1991, 55-57).

ACTIO

Repite a menudo y vive hoy la Palabra: «Un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado» (Is 9,5).

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

En aquella noche de Navidad una multitud del ejército celeste se apareció en Belén a los pastores, diciendo: «¡Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres que gozan de su amor!»; en este mismo momento nosotros celebramos ¡untos el nacimiento de nuestro Señor y su pasión y muerte. Según el mundo, este modo de comportarse es extraño. Porque ¿quién en el mundo puede llorar y alegrarse al mismo tiempo y por el mismo motivo? En efecto, o la alegría será dominada por la aflicción, o la aflicción será aniquilada por la alegría; solamente en nuestros misterios cristianos podemos alegrarnos y llorar al mismo tiempo y por la misma razón. Pero pensad un poco en el significado de la palabra «paz». ¿No os parece extraño que los ángeles hayan anunciado la paz mientras el mundo está incesantemente azotado por la guerra o por el miedo de la guerra? ¿No os parece que las voces angélicas se hayan equivocado y que la promesa fue una desilusión y un engaño?

Reflexionad ahora sobre cómo habló de la paz nuestro Señor mismo. Dijo a sus discípulos: «Mi paz os dejo, mi paz os doy». ¿Entendía Él la paz como nosotros la entendemos: el reino de Inglaterra está en paz con sus vecinos, los barones están en paz con el rey, el jefe de familia que cuenta sus pacíficas ganancias, la casa bien limpia, su mejor vino sobre la mesa para el amigo, su mujer que canta a sus hijos? Aquellos hombres que eran sus discípulos no conocían nada de esto: ellos salieron a hacer un largo viaje, a sufrir por tierra y por mar, a encontrar la tortura, la desilusión, a sufrir la muerte con el martirio. ¿Qué cosa quería, pues, decir Él? Si queréis saberlo, recordad que dijo también: «No os la doy como la da el mundo». Así pues, Él dio la paz a sus discípulos, pero no como la da el mundo

*

T. S. Eliot,
Asesinato en la catedral,
Madrid 1996.

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“Tú eres la Navidad de Dios”, por Joseba Kamiruaga Mieza CMF

Martes, 24 de diciembre de 2024
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hq720Comentario a la lectura evangélica (Lucas 2, 1-14) de la Misa de Medianoche de la Natividad del Señor – 24 diciembre 2024 –

Navidades decepcionantes, dicen.

Será la guerra, las guerras, será la crisis económica (desde que tengo uso de razón, no recuerdo una época sin crisis económica), será una sensación de desconcierto y miedo al futuro, será una Iglesia occidental que lucha por sacudirse el síndrome de la minoría… O tal vez sea simplemente el hecho de que nuestros corazones han sido siempre y para siempre un abismo de expectativas.

Así que nos metemos en una burbuja durante unas horas para olvidar. Las canciones, las luces, los olores, los recuerdos de niño, todo es hermoso y legítimo hacerlo.

Pero entonces atreveos. Atreveos. Atreveos. Atreveos a Dios.

Bien mirado, ésta puede llegar a ser la mejor Navidad de nuestras vidas.

Quitada la guarnición, queda el plato, lo esencial, lo inaudito de Dios.

Dios está ahí. Y está aquí. Todavía. No se cansa.

Sucedió que

Una joven pareja llega a Belén, la ciudad que vio nacer al rey David.

Es un censo lo que les ha llevado hasta allí, tal vez un censo regional, una forma que siempre han tenido los poderosos de manifestar su autoridad para imponer tributos.

La mujer espera a su primogénito y es acogida en casa de algún pariente (¡inimaginable que se les niegue con el sagrado sentido de la hospitalidad en el mundo oriental!), pero para proteger su pudor da a luz en la parte trasera de la casa, que normalmente consiste en una sola habitación, donde se guardaban los animales pequeños y los víveres -la caja fuerte de todo hogar-.

La escena se traslada al exterior, a un grupo de pastores que pasan sus días y sus noches, de marzo a octubre, en los áridos pastos de Judea. No son los pastores de nuestros belenes, sino gente tosca y endurecida por el trabajo, a los que los rabinos de la época comparan con los publicanos, considerados mentirosos (no podían testificar en un juicio) y poco fiables.

Ellos reciben el anuncio: los vencidos, los perdedores, los condenados.

No los sacerdotes de Jerusalén, enfrascados en los trabajos del templo reconstruido para esperar realmente a un mesías inoportuno.

No Herodes, que obtuvo el trono con determinación y ferocidad, y que ve en el Mesías un peligroso competidor.

Ni las buenas gentes de Jerusalén, absortas en la vida cotidiana.

Accesibilidad

La joven da a luz, lava al niño, lo envuelve en pañales y lo deposita en el pesebre.

Sin luces misteriosas, sin maravillas, sin efectos especiales.

Dios nace como cualquier niño, la salvación nos llega de la forma más banal.

Y los pastores buscarán un pesebre para reconocer al Mesías. Y los astrónomos una estrella.

Dios se da a conocer allí donde estamos, habla a nuestros corazones con el lenguaje que conocemos.

Es nuestra mirada la que cambia, es la luz de nuestro corazón la que sabe ver más allá de las apariencias.

He aquí a nuestro Dios: es un niño de puños cerrados y piel enrojecida, ojos que apenas soportan la luz y boca pequeña que busca el pecho inmaduro de su madre.

Es un niño indefenso y frágil al que hay que lavar y calentar, cambiar y besar, y al que se abraza contra la piel áspera de su padre, José, que deja que la emoción humedezca sus ojos y luego vuelve a la concreción de una situación problemática.

No da, pide, no tiene delirios de omnipotencia, se ha despojado de las vestiduras de la realeza y las ha puesto a los pies de nuestra inquieta humanidad. No lo cuidan ángeles, sino una muchacha inexperta y generosa.

Quisiera un Dios que resolviera mis problemas, no un Dios que los creara.

Quisiera un Dios poderoso y fuerte, no un infante necesitado de todo.

Me gustaría un Dios más eficiente, no un perdedor. Que se ponga del lado de los fuertes, no que defienda a los débiles.

Me gustaría algún efecto especial, para convencerme.

Pero en vez de eso.

Luz y sombra

Asusta al recién nacido. Irrita. Perturba.

Nos perturba incluso imaginar que Dios, ¡de verdad!, ha dejado su vestido de eternidad para ponerse el andrajoso y sucio de la humanidad. Cuando se toma en serio, la Navidad nos pone en crisis.

Nos interroga.

Dios haciéndose accesible, encontrable, un niño frágil e indefenso, derriba nuestros infinitos prejuicios sobre Dios.

Dios es distante. Dios se desinteresa de nosotros. Dios es misterioso y oscuro, malhumorado e incomprensible.

Dios ve y no interviene, deja morir de hambre a los niños.

Dios no detiene las guerras ni a los terroristas. Dios deja morir de cáncer a la joven madre y mantiene con vida al asesino despiadado.

Un Dios chapucero e inquietante. También el de los católicos que creen sin hacerse nunca una pregunta, sin un temblor, sin un estremecimiento, sin una duda. Creen como piedras, no firmes, sino frías e inanimadas.

¿Qué tiene que ver este niño mamando del pecho inmaduro de una adolescente con la horrible idea de Dios que llevamos en el corazón?

Sin embargo, Dios se hizo hombre precisamente para cambiar nuestras vidas. Para revelarnos quién es. Porque al verle, comprendemos quiénes somos. Quién soy yo.

Masa de barro moldeada a imagen de Dios. Lleno de alma.

Sin embargo

Dios se hace hombre para salvarnos del pecado, como escribieron los Padres de la Iglesia latina.

Dios se hace hombre para que el hombre llegue a ser como Dios, como escribieron los Padres de la Iglesia oriental.

Dios se hace hombre, añadiría yo, para que, finalmente, el hombre aprenda a hacerse hombre.

¿Dónde está Dios?, me preguntan tantos, perseguidos por su miedo.

Yo sonrío, esta noche, mientras rezo ante mi pequeño pesebre.

Ahí está, Dios.

En la mirada temerosa de quien, solo, se enfrenta a la enfermedad.

En la mano que estrecha una mano, en la paciencia de quien enciende una esperanza, en la belleza de quien vive en la plenitud de una humanidad honrada de dar forma a Dios.

En la fuerza de los que no se rinden, de los que animan, de los que dejan a un lado el victimismo y las quejas.

Aquí está. De ti depende acogerlo si quieres, aquí, ahora.

Aunque nuestro corazón esté pensado y vacío, como una cueva, como un establo. Como ese establo.

Y es allí donde Dios pide nacer.

Nadie te quita la Navidad. Nadie te la roba, tenlo por seguro.

Si aún te atreves a creer, si aún te maravillas ante ese niño recién nacido que encierra el Infinito, si aún te conmueves ante el Dios desarmado, yo lo hago vivo y presente.

Tú eres la Navidad de Dios. Tú, la custodia de Dios. Su tabernáculo.

El primer lamento que nos revela cuánto somos amados.

Y cuánto podemos amar.

Amarse tanto como Dios nos ama.

Feliz Navidad, pues.

Joseba Kamiruaga Mieza CMF

(Remitido por el autor)

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No va a venir

Martes, 24 de diciembre de 2024
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IMG_9140Me choca mucho. En los rezos, en la predicación, en los comentarios hablamos de que Jesús va a nacer. La mayoría de las personas comentan qué vamos a cenar este día.

Ya nació hace aproximadamente 2.000 años. Y ya está siempre con nosotros. Lo que vamos a celebrar es el aniversario de su nacimiento, cuya fecha exacta no sabemos y la hemos colocado el 25 de diciembre, en sustitución del dios Sol. Dios, hecho hombre en Jesús, está siempre en nosotros y con nosotros. Los adornos literarios, musicales, expositivos nos pueden ayudar a descubrir a ese Jesús que vive en cada realidad y en cada persona. Lo que son luces, adornos, cantos, belenes son desarrollo de lo que pudo ser y expresión de nuestra sensibilidad. Y en muchas ocasiones fruto de nuestro consumismo y negocio.

Cada vez veo más necesario el descubrir, sentir, vivir a Dios presente y ya actuante en cada cosa y en cada persona.

Hoy estamos en condiciones de dar un paso más y descubrir que la salvación ha llegado ya porque Dios no tiene que venir de ninguna parte y con su presencia en cada uno de nosotros, nos ha comunicado lo que Él mismo es. No tenemos que estar contentos ‘porque Dios está cerca’, sino porque Dios está ya en nosotros. La alegría es como el agua de una fuente, la vemos solo cuando aparece.

Si descubro que Dios forma parte de mí, encontraré la absoluta felicidad. Imitarle en la actitud de entrega a los demás. El evangelio nos dice una y otra vez, que la aceptación por parte de Dios es el punto de partida, no la meta. Seguir esperando la salvación de Dios es la mejor prueba de que no la hemos descubierto dentro. La pena es que seguimos esperando que venga a nosotros lo que ya tenemos. Lo que nos dice la encarnación es que no hay nada que cambiar. Dios está ya en mí y esa realidad es lo más grande que podría esperar. Ésta tendría que ser la causa de nuestra alegría.

Lo tengo ya todo. No tengo que alcanzar nada. No tengo que cambiar nada de mi verdadero ser. Tengo que descubrirlo y vivirlo. Mi falso ser se iría desvaneciendo y mi manera de actuar cambiaría. La respuesta que debo dar a la pregunta: ¿qué debemos hacer?, es simple: Compartir. ¿Qué? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde? Tengo que adivinarlo yo. Ni siquiera la respuesta de Juan nos puede tranquilizar, pues la realización de las obras puede ser programación. No se trata de hacer o dejar de hacer sino de fortalecer una actitud que me lleve en cada momento a responder a la necesidad concreta del otro.

Gerardo Villar

Fuente Fe Adulta

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“Navidad in itinere” por José Arregi

Martes, 24 de diciembre de 2024
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velas660x650-1200x800-e1543178364218De su blog Umbrales de Luz:

Toño Martínez, un amigo poeta que trabaja en Zurich como limpiador, me escribe hoy un mail titulado Navidad in itinere (en camino):

“En mi trabajo de limpieza me suelo desplazar de distintas maneras: coche, andando, tranvía,  tren…. Suelo preferir el transporte público si la prisa no impone su ritmo. Y si el día nos sonríe, a pie se descubren un montón de matices.

¿Y esta Navidad, qué? Desde hace tiempo la mayoría de las luces me sobran y prefiero los matices tintineantes de una vela. El amasijo de luces simulando un gran paquete de regalo en un centro comercial de Zürich NO ES NAVIDAD”.

Toño acompaña sus observaciones citando poemas:

“Es Navidad desde finales de octubre. Las luces se encienden siempre antes, mientras que las personas son cada vez más intermitentes. Yo quiero un diciembre con las luces apagadas y con las personas encendidas” (Charles Bukowski)

“La vida está hecha de días que no significan nada  y de momentos que significan todo” (Cristina Peri Rossi)

Intento fijarme cuando viajo por motivos laborales en otros currantes como yo que van llevando sus esperanzas y cansancios consigo a la carrera. Y recuerdo un poema de P. Aguirre al cruzar nuestras miradas:

“[…] ellos poseerán la tierra
Los fieles, los constantes,
los condenados a lo eterno,
los asombrados de una sola vez,
los que solo confían en el miedo,
los que edifican sobre el desengaño,
los cuidadosos que cosechan pasos,
los fareros de la rutina,
los cómplices tenaces del trabajo,
los que se mueren razonablemente,
esos que en tantas ocasiones
desearían con urgencia
que hubiese un dios al que pedir socorro” (Paca Aguirre)

Toño Martínez
Zurich, 20 de diciembre 2024

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“Navidad es humanizar”, por Carlos Ayala

Martes, 24 de diciembre de 2024
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IMG_9075En el libro ‘Un minuto para el absurdo’, de Anthony de Mello, encontramos la siguiente historieta: “¿No vas a desearnos una feliz Navidad?”. El maestro echó un vistazo al calendario, vio que era jueves y dijo: “Prefiero desearles un feliz jueves”. Aquello ofendió a los cristianos que había en el monasterio, hasta que el maestro se explicó: “Son millones los que van a disfrutar, no el día de hoy, sino la Navidad; por eso su gozo es efímero. Pero, para aquellos que han aprendido a vivir cordialmente el presente, todos los días son Navidad”.

La anécdota nos trae a la memoria aquella canción popular, propia del tiempo litúrgico del Adviento: “Todos los días nace el Señor / Para esta tierra sin luz, para vencer las tinieblas, para cambiar nuestro mundo, todos los días nace el Señor / Para quitar la opresión, para borrar la injusticia, para vencer la pobreza, para los pobres que sufren, por la igual dignidad, todos los días nace el Señor / Para traernos amor, para vencer el egoísmo, para estrechar nuestras manos, todos los días nace el Señor / Para traernos la paz, para esta tierra que sangra, en cada hombre y mujer que luchan, todos los días nace el Señor”.

La historia de De Mello y la letra de la canción nos ponen en un contexto que va más allá de fechas convencionales; nos remiten a un acontecimiento. Día tras día, podemos celebrar un nuevo comienzo: el que inicia el Misterio que llamamos Dios en cada uno de nosotros, cuando irrumpe en nuestro tiempo, en nuestra historia, en nuestra vida. Acostumbrados a dejarnos impresionar por lo extraordinario y aparatoso, somos incapaces de advertir cómo Dios viene diariamente a nosotros.

El teólogo José Antonio Pagola nos dice que Dios no se deja aprisionar en nuestros esquemas y moldes de pensamiento: “Lo imaginamos fuerte y poderoso, majestuoso y omnipotente, pero él se nos ofrece en la fragilidad de un niño débil, nacido en la más absoluta sencillez y pobreza. Lo colocamos casi siempre en lo extraordinario, prodigioso y sorprendente, pero él se nos presenta en lo cotidiano, en lo normal y ordinario. Lo imaginamos grande y lejano, y él se nos hace pequeño y cercano”.

Más que una fecha, pues, con la Navidad se conmemora un acontecimiento: en Jesús, Dios se hace uno de nosotros, con nosotros y en nosotros. En otras palabras, Dios se ha hecho condición humana para renovar el prototipo del ser humano, para “humanizar a la humanidad”. Y Jesús lo hizo desde un modo de ser y desde una práctica ciertamente novedosa: se compadece de las muchedumbres hambrientas y desorientadas; desenmascara a los que oprimen al pueblo; no quiere que sus discípulos lo llamen maestro, sino amigo; se llena de profunda tristeza ante la muerte de su amigo Lázaro; se indigna ante la dureza de corazón de los que se hacen pasar por bienhechores; valora la fe de la gente sencilla y devuelve la dignidad a los que son despreciados y excluidos. Así humanizó Jesús. Un Dios humano que humaniza. En Jesús se hizo evidente que el hombre no es solo el lugar en que Dios se manifiesta, sino que puede constituir un modo de ser del mismo Dios.

Ese anhelo de humanizar la humanidad está poéticamente descrito en una canción del cantautor español Miguel Ángel Marín (Migueli). Citamos algunos fragmentos:

Humaniza sin piedad cada ciudad. Humaniza sin parar donde no hay paz. Humaniza con “te quieros”, con cariños, con boleros. Dar una rosa de vida: eso es humanizar.

Humaniza para crecer y no parar. Humaniza y tu vida no coge olor a humedad. Humaniza los dolores con caricias, colores de un momento: una sonrisa. Eso es humanizar.

Una vuelta de tuerca, un abrazo que dar, una cara mojada, una entrega total, otra gota de sangre, estar hasta el final sin pasarme de rosca: eso es humanizar.

Un ratito de escucha, la sonrisa para estar, una mano extendida, vuelvo a verte sin más; mantener la esperanza, no rendirse jamás, poner toda la carne y en silencio esperar. Humaniza y ya verás todo cambiar.

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Sin duda, este modo de entender lo que humaniza descrito por Migueli es coherente con el sentido de la Navidad, cuyo horizonte es la consecución de una realidad humanizada. La Navidad nos muestra cómo podemos convertirnos en verdaderos seres humanos. El niño Jesús creció y se hizo disponible a Dios y a los demás, concretó el sueño de la redención. Es significativo, en este sentido, el pasaje donde los discípulos de Juan el Bautista le preguntan: “¿Eres tú el que había de venir o tenemos que esperar a otro?”. Jesús responde: “Vayan a contar a Juan lo que ustedes ven y oyen: los ciegos recobran la vista, los cojos caminan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, los pobres reciben la Buena Noticia; y ¡feliz el que no se escandaliza por mi causa!”. Esta fue la manera de humanizar de Jesús. Por eso afirmamos que en su nacimiento y en su misión estaba la fuerza salvadora de Dios. Navidad es humanizar. Y humanizar es desarrollar la capacidad de compasión ante el sufrimiento de otros y la capacidad de indignación ante las injusticias del mundo. Y la puesta en práctica de la compasión y la indignación hay que hacerla día a día. Cuando esto ocurra, viviremos la Navidad.

Carlos Ayala Ramírez (*)

(*)Profesor del Instituto Hispano de la Escuela Jesuita de Teología (Santa Clara, CA); profesor de la Escuela de Pastoral Hispana (Arquidiócesis de San Francisco, CA); Profesor jubilado de la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” El Salvador. Ex-director de radio universitaria YSUCA; difusor del legado teológico-pastoral de san Óscar Romero.

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Dios es Encarnación y se está encarnando siempre.

Martes, 24 de diciembre de 2024
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el-drama-de-los-refugiadosNOCHEBUENA (C)

Lc 2,1-14

Cualquier clase de discurso que podemos hacer hoy se me antoja ridículo. Nada se puede expresar con propiedad del misterio que estamos celebrando. Hoy mejor que nunca debíamos aplicar el proverbio oriental: “Si tu palabra no es mejor que el silencio, cállate”. Solo en clave de silencio seremos capaces de entender algo. Esta noche debemos intentar una meditación sosegada sobre Jesús y sobre lo que su figura supone para todos nosotros. Lo que tienes que descubrir y vivir no puede venir de fuera, tiene que surgir de lo más hondo de ti mismo.

El evangelio que acabamos de leer nos coloca ante el misterio, pero tendrás que adentrarte tú solito en él. Es fácil que se desborden los sentimientos en este tiempo de Navidad, pero eso no basta para vivir el misterio que celebramos. Es una noche, no para el folclore sino para la meditación. Sin esta contemplación, se quedará en algo vacío sin ningún sentido religioso. El valor de esta fiesta depende de mi actitud. Nada suplirá el itinerario hacia el centro de mí mismo. Solo allí se desarrolla el misterio. Solo en lo hondo de mi ser descubriré la presencia de Dios.

Recordar el nacimiento de Jesús, nos puede ayudar a encontrar a Dios dentro de nosotros y en los demás. Jesús vivió y murió en un lugar y un tiempo determinado, pero no estemos celebrando un cumpleaños. Los datos históricos no tienen importancia. Jesús nació, no sabemos dónde, no sabemos cuándo, ni en qué día, ni en qué mes, ni en qué año. Todo lo que digamos de él, desde el punto de vista histórico, apunta al desconcierto. El encuentro con Jesús que apareció en un momento de la historia, me tiene que llevar al encuentro con Dios que no tiene historia. Dios es siempre el mismo, pero para mí será siempre diferente.

La encarnación no es un hecho puntual, sino una actitud eterna de Dios. Dios no tiene actos. Todo lo que hace, lo es. Si se encornó, es encarnación, es Emmanuel. Si en Jesús se hizo presente a Dios, debemos buscar en nosotros lo que descubrimos en él. No se trata de recordar y celebrar lo que pasó hace dos mil años sino de descubrir que la presencia de Dios se da hoy en mí y debo descubrir y vivir conscientemente esa realidad sublime. Lo que pasó en Jesús, está pasando en cada uno de nosotros, está pasando en mí. Este es el sentido de la Navidad.

Ni María ni José ni nadie de los que estuvieron relacionados con los acontecimiento que estamos celebrando, se pudo enterar de lo que estaba pasando, porque Dios actúa siempre acomodándose a la naturaleza de cada ser. En lo externo no pudo acontecer nada que diera cuenta de la realidad que estaba en juego. Seguimos sin enteramos del significado de la Navidad, porque nos limitamos a recordar acontecimientos externos y extraordinarios que nunca se dieron. Si yo quiero enterarme tendré que tomar conciencia de lo que Dios me ofrece en este instante.

Ponernos en el lugar del que escribe es la clave para poder entender lo que nos quiere trasmitir. Para Lucas, de mentalidad mítica, Dios está en el cielo. Si quiere hacerse presente, tiene que bajar. Viene a salvar a los pobres y empieza por compartir su condición. La salvación se hará desde abajo, pero para llevarla a cabo, Dios tiene que bajar. Pero solo lo encontrará el que está buscando, no los que están satisfechos, instalados cómodamente en este mundo. No lo encontrarán en el bullicio de las relaciones sociales del día, sino en el silencio de la noche.

Los dioses necesitan intermediarios, se ponen en acción y anuncian la noticia. ¿Quién estará preparado para escucharlo? Solo los pastores, la profesión más despreciada y marginada de aquella sociedad. La salvación se anuncia en primer lugar a los oprimidos, a los que menos cuentan. Los demás están descansando, dormidos, cómodos; no necesitan ninguna salvación. Este dato es decisivo porque nosotros nos encontramos entre ese grupo que para nada necesita la salvación que el ángel anunció. Solo necesitamos que nos confirmen en nuestro bienestar.

El anuncio es ‘buena noticia’. La cercanía de Dios es siempre buena noticia. Dios muestra su salvación en Jesús. “Os ha nacido un Salvador”. Puesta al día, la noticia sería: Dios está viniendo siempre hacia mí para darme plenitud. Los pastores salen corriendo sin saber muy bien hacia dónde dirigirse. No será fácil encontrarlo con las pistas que me da la religión oficial. Alguna pista: Un niño en un pesebre desnudo y entre pajas. Él mismo es alimento. Sus padres no dicen ni palabra. ¿Qué podrían decir? Dios decide enviar su Palabra y nos envía a un niño que no sabe hablar. Esta paradoja debía invitarnos a reflexionar en profundidad.

En el ambiente de la celebración de la Navidad hoy, corremos el peligro de quedemos en las pajas y no descubrir el grano. La importancia del acontecimiento se la tengo que dar yo. Dios no tiene que venir de ninguna parte. Dios está donde nosotros le descubrimos y le hacemos presente. Dios está donde hay amor. Allí donde un ser humano es capaz de superar su egoísmo y darse al otro. Allí donde hay comprensión y tolerancia, allí está Dios. Dios no será nada si yo no lo hago presente con mi postura ante los demás, con mi entrega desinteresada a todos.

Todo lo que nos hace más humano debemos incorporarlo a la fiesta. La reunión con la familia, la comida, los abrazos, todo puede ayudarnos a descubrir lo que somos y a manifestarlo con alegría. La fiesta cobrará sentido para todos en el momento que sepamos aunar lo humano y lo divino. Si sabemos ir más allá del folklore, nos podemos encontrar celebrando la única realidad que interesa. La VIDA que está en mí y espera ser desplegada. Merece la pena hacer un esfuerzo en estos días y tratar de ser hoy más humanos que ayer pero menos que mañana.

El misterio seguirá siendo misterio. Ni los sentidos ni la razón lo pueden percibir. La buena noticia es que, aunque no lo comprenda, puedo vivirlo. Solo el silencio me puede acercar al Dios encarnado. Lo que no me diga el silencio, nadie lo podrá decir. Todo lo que venga de fuera, no me va a servir de nada. El pozo donde tienes que apagar tu sed está en tu interior. Solo podrás beber en él si de verdad bajas hasta lo más profundo de ti mismo. Intentar apagar tu sed con otras bebidas será siempre una torpeza que no puede saciarte.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Cristianos Gays os desea una Feliz Navidad

Martes, 24 de diciembre de 2024
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“Como nos ama
hacese a nuestra medida”

Santa Teresa de Jesús

Los Administradores y Moderadores de Cristianos Gays queremos desearos a todos una muy feliz Navidad, a pesar de la Pandemia y sabiendo que hemos de cuidarnos entre todos siguiendo las recomendaciones sanitarias.

Deseamos que el Niño Dios se encarne no solo en nuestros corazones, sino también en nuestras obras.

Que sepamos reconocer a este Dios que se hace carne en una madre soltera, criado por un padre que no es el suyo en lo humano. Al margen de lo establecido. Por eso felicitamos la Navidad con el Niño que nace en el hogar con dos madres. El hogar con dos padres. El hogar con una sola madre o con un solo padre. Porque hogar es donde hay amor, no un numero y tipo de personas. Y si hay amor, ahí nace Jesús.

Hoy contemplamos en el relato del Evangelio cómo la Palabra se hizo carne (Jn 1, 1-18). Nos suele resultar complicado pensar en Jesús tal y como nos lo presenta hoy Juan: preexistente, divino, revelador del Padre… Es un misterio que desborda pero que llena de gozo desmesurado. Dios se nos muestra de una forma inauditamente cercana porque el amor tiende a abajarse y a hacerse próximo. También mi amor debe tender a encarnarse en gestos hacia los demás que muestren cómo es Dios.

Gracias por los que entráis, leéis, compartís y nos regaláis vuestra amistad y oraciones.

Que el Niño Dios colme de bendiciones todos vuestros nobles deseos y esperanzas.

¡Feliz Navidad!

***

Cerremos la puerta detrás de nosotros. Escuchemos con oído atento la inefable melodía que resuena en el silencio de esta noche. El alma silenciosa y solitaria canta al Dios del corazón su canto más suave y afectuoso. Y puede confiar que él le escucha. De hecho, este canto no debe ya buscar al Dios amado más allá de las estrellas, en una luz inaccesible, donde habita y ninguno puede verle.

Como es Navidad, como la Palabra se ha hecho carne, Dios está cerca, y la dulcísima palabra, la palabra del amor, encuentra su oído y su corazón en la sala más silenciosa del corazón. Y quien se ha detenido cerca de sí, aunque es de noche, en esta paz nocturna, en las honduras del corazón de Dios, percibe la dulce palabra del amor. Es preciso estar tranquilos, no temer la noche, hay que callar. De otro modo no se escucha nada.

De hecho, la última cosa se dice solamente en el silencio de la noche, cuando, por la llegada llena de gracia de la Palabra en la noche de nuestra vida, se ha hecho Navidad, noche santa, noche de silencio.

*

Karl Rahner,
Dios se ha hecho hombre,
Brescia 31990, 72-73).

***

***

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¡Señor de la noche, Dios de luz, Visita mi establo oscuro!

Martes, 24 de diciembre de 2024
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Para decir juntos nuestra fe.

¡Señor de la noche, Dios de luz,
Visita mi establo oscuro!
Prepara en mí una cuna
Para que la Navidad tenga lugar esta noche (…)

En tus tierna manos
deposito mi miedo de no ser …
Esta noche naceremos
de un mismo aliento;
Nacerás en mí
Para venir al mundo que me rodea,
Y yo naceré de ti,
Acogida como una reina
Acogido como un rey
Hasta en mis más sombríos rincones.

¡ Señor de la noche, Dios de luz,
Visita mi establo oscuro!
Prepara en mí una cuna
Para que Navidad se efectúe esta noche (…)
Entonces, por fin, en mi desierto
habrá sitio para los otros,
Aquellos que te nombro ahora
En un silencio
Que implora tu compasión.

*

Lytta Basset

***

Nota:

Esta tarde a las 16:00, hora española, aparecerá la felicitación de Navidad y, a partir de las 18:00h, los textos y meditaciones de la Misa de Media Noche, y otros textos más para que nos acompañen los momentos previos a la cena de Nochebuena y a lo largo de esta noche santa… Acordémonos de quienes esta noche la pasan solos o no pueden celebrarlo por multitud de razones….

***

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Sobre venir y llegar a ser en Adviento

Sábado, 21 de diciembre de 2024
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IMG_9089Barbara Anne Kozee

La reflexión de hoy es de la colaboradora invitada Barbara Anne Kozee, candidata a doctorado en ética teológica en Boston College. Su investigación actual se centra en la confianza social y la polarización en la Iglesia y la política.

En la oración del P. Karl Rahner, “Dios que ha de venir”, el gran teólogo alemán reflexiona sobre la paradoja del Adviento de entrar en un tiempo de espera litúrgica por un Dios que, en cierto sentido, ya ha venido:

Cada año Tu Iglesia celebra el santo tiempo de Adviento, Dios mío. Cada año rezamos esas hermosas oraciones de anhelo y espera, y cantamos esas hermosas canciones de esperanza y promesa… Y, sin embargo, ¡qué oración más extraña es esta! Después de todo, Tú ya viniste y levantaste tu tienda entre nosotros. Ya has compartido nuestra vida con sus pequeñas alegrías, sus largos días de tediosa rutina, su amargo final. ¿Podríamos invitarte a algo más que esto con nuestro “Ven”? ¿Podrías acercarte a algo más cercano a nosotros que cuando te convertiste en el “Hijo del Hombre”, cuando adoptaste nuestras pequeñas costumbres ordinarias tan completamente que nos resulta casi difícil distinguirte del resto de nuestros semejantes?”

Hacia el final de esta oración, Rahner llega a una percepción espiritual sobre la venida perpetua de Dios:

Poco a poco comienza a amanecer una luz. Estoy empezando a comprender algo que sé desde hace mucho tiempo: todavía estás en el proceso de Tu venida. Tu aparición en la forma de un esclavo fue sólo el comienzo de Tu venida… En realidad no has venido—todavía estás viniendo… He aquí, vienes. Y Tu venida no es ni pasada ni futura, sino presente, que sólo tiene que alcanzar su cumplimiento. Ahora todavía es la única hora de Tu Adviento”.

IMG_9088En este Adviento, podríamos pensar que la oración de Rahner y el devenir de Cristo en Navidad resonan con la forma en que los teóricos queer han considerado que “salir del armario” es más que un único momento histórico de visibilidad, sino más bien un proceso de autodescubrimiento que dura toda la vida y que llega en pedazos. Hay una dimensión espiritual y contemplativa en esta idea de encontrarnos en nuestra rareza y “perseguir el horizonte”.

El teórico queer José Esteban Muñoz escribe:

Lo queer aún no ha llegado. Lo queer es una idealidad. Dicho de otra manera, todavía no somos queer. Puede que nunca lleguemos a tocar lo queer, pero podemos sentirlo como la cálida iluminación de un horizonte imbuido de potencialidad”.

La afirmación de Muñoz es que el tiempo queer no está muy lejos de la comprensión cristiana de la salvación. Si bien es posible que podamos experimentar cierta sensación de la presencia de Dios y de sabernos amados, siempre habrá una sensación de misterio y de todavía no en este tiempo mundano. De manera similar, como personas queer, podríamos inclinarnos hacia la idea de que nuestras identidades queer están constantemente tomando forma, e incluso encontrar alegría en el hecho de que podemos pasar toda nuestra vida buscando nuestro yo queer, ¡y nunca lograrlo por completo!

De esta manera, los procesos extraños de devenir, salir del armario o la formación de una identidad queer son parte de esta paradoja del Adviento: de la paciencia por la venida divina, que no es ni pasado ni futuro, sino presente. Cristo es nuestro ejemplo de salvador en perpetuo proceso de venida, un Advenimiento vivo más que histórico.

De alguna manera, cuanto más encontramos a Dios, más vivimos en lo queer, más encontramos el terreno profundo del misterio. El Adviento, y este tiempo de anticipación, se convierte en la cálida iluminación del alegre y extraño horizonte.

—Barbara Anne Kozee, 20 de diciembre de 2024

Fuente New Ways Ministry

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El anuncio navideño con la estrella de Bridgerton y los pronombres ellos / ellos enfurece a los fanáticos de la extrema derecha

Sábado, 30 de noviembre de 2024
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_piSUvuw_400x400Es la temporada una vez más: en la que los derechistas enojados se molestan por los llamados anuncios navideños “woke”. Esta vez, la cadena minorista británica Boots está en la línea de fuego, y sus fanáticos indignados incluso están pidiendo un boicot.

La compañía de atención médica lanzó recientemente su nuevo anuncio navideño, protagonizado por la actriz negra Adjoa Andoh como la Sra. Claus, mientras se organiza para la temporada festiva.

Comienza cuando la Sra. Claus de Andoh entra a su sala de estar solo para encontrar a su esposo Santa profundamente dormido frente al fuego. Así que toma el asunto en sus propias manos y consigue que sus “elfluencers”, incluidas estrellas de las redes sociales como @soph y @snatchedbywill , la ayuden.

Es más, en un momento incluso usa (¡jadea!) los pronombres ellos/ellos para referirse a alguien, lo que, como puedes imaginar, tiene a la brigada anti-despertar completamente en armas.

El grupo de extrema derecha Britain First, que fue prohibido por Facebook en 2018, lanzó una petición pidiendo a sus fieles seguidores boicotear a Boots por el anuncio, calificándolo de “repugnante”, pero no de la manera divertida y gay. También utilizan lenguaje difamatorio para referirse a Andoh, describiéndola falsamente como una “racista antiblanca”.

Comienza: “Boots acaba de lanzar un repugnante anuncio navideño protagonizado por la notoriamente racista actriz antiblanca ‘Adjoa Andoh’ (que describió a la Familia Real Británica como ‘Terriblemente Blanca’) como ‘Señora Claus’. El anuncio también promueve los pronombres transgénero ‘Ellos/Ellos’, un concepto creado por movimientos LGBT de extrema izquierda en un intento de socavar las normas tradicionales de género, el sexo biológico y la familia cristiana tradicional. “Santa Claus es el único hombre blanco heterosexual en todo el anuncio y se lo retrata deliberadamente como un holgazán que no sirve para nada”.

Adjoa Andoh es una actriz británica increíblemente exitosa que ha actuado con la Royal Shakespeare Company, el National Theatre, el Royal Court Theatre y el Almeida Theatre, además de (por supuesto) interpretar a Lady Danbury en el exitoso drama de época de Netflix. Bridgerton.

Durante la coronación del rey Carlos, Andoh actuó como comentarista invitado de ITV y comentó que el balcón del Palacio de Buckingham parecía “terriblemente blanco” en contraste con la “rica diversidad de la Abadía”.

Ofcom recibió más de 8.000 quejas sobre los comentarios de Andoh, pero no tomó ninguna medida contra ITV.

Tras el lanzamiento del anuncio y la petición Britain First, #BoycottBoots comenzó a ser tendencia en X, sin embargo, mucha gente se burló de los “copos de nieve” de derecha por entusiasmarse con lo que muchos llamaron un “fabuloso, divertido e ingenioso y cálido” anuncio navideño.

El año pasado, un anuncio de M&S también provocó la ira entre los derechistas. El anuncio festivo utilizó el lema “ ‘Love Thismas (Not Thatmas)” y se centra en lograr el equilibrio entre hacer lo que realmente disfrutamos en Navidad y lo que nos sentimos obligados a hacer.

Sin embargo, el divertido anuncio no agradó a los racistas y homófobos, quienes criticaron al minorista como “woke” por “intentar cancelar la Navidad” y por atreverse a presentar a homosexuales y negros.

En respuesta a la reacción contra su anuncio, un portavoz de Boots dijo a MailOnline: “Reconocemos que la gente espera ver nuestro anuncio navideño cada año y tendrá sus propias opiniones sobre la dirección creativa. Nuestro último anuncio está protagonizado por Adjoa Andoh, una actriz británica increíblemente talentosa, conocida por su papel principal en el popular programa Bridgerton y muchas otras producciones exitosas. Siempre nos esforzamos por crear campañas inclusivas y recordar a los espectadores que Boots tiene un regalo para todo tipo de entusiastas de la belleza. Nos oponemos firmemente a la discriminación de cualquier tipo”.

Fuente PinkNews

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Prólogo de Timothy Radcliffe a ‘Adventus. El tesoro escondido’, de Jose Chamorro

Jueves, 14 de noviembre de 2024
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2024_72026_PORTADA_Teselas-Adventus.inddEste trabajo de Jose Chamorro, más espiritual que teológico, es una invitación a dejar que la Navidad irrumpa en nuestro interior como algo que, en la medida en que se va realizando, nos va transformando

A lo largo de estas meditaciones y artículos sobre el Adviento –porque antes de todo nacimiento nos encontramos siempre la espera– y la Navidad, el autor nos invita a la apertura necesaria para que el Misterio, que es Dios, nos sorprenda, al reconocimiento de la Vida en la vida, al reconocimiento de un sentido que nos hermana, nos acerca y nos hace reconocernos humanos

Con la intención de que estos textos se puedan hacer vida en el lector, además de introducir una pregunta que nos ayude a cuestionarnos desde dónde vivimos estos tiempos, se incluyen también propuestas iconográficas y auditivas mediante un enlace con código QR

13.10.2024 | Fr. Timothy Radcliffe, op

Mientras subía la escalera,
me encontré con un hombre que no estaba allí.
¡Hoy tampoco estaba allí!
Ojalá, ojalá se mantuviera lejos.

William Hughes Mearns (1922)

Este podría haber sido un poema sobre un fantasma, pero también evoca nuestra incomodidad con las personas que de alguna manera no están allí, incluso si están físicamente presentes. Es como si en el centro de su ser hubiera una pérdida de interioridad. Un tema importante de este libro es la necesidad de recuperar esa interioridad que a menudo falta en la sociedad contemporánea. Esto significa que a menudo nos encontramos con personas sin la sensación de haberlas encontrado realmente.

Una razón por la cual tantos de nuestros contemporáneos no sienten la presencia de Dios es porque Dios reside en el núcleo mismo de nuestra interioridad, dándonos existencia en cada momento. Pero si somos «personas que no están allí», entonces es Dios quien parece ausente, aunque seamos nosotros mismos los que lo estamos. No mucho después de mi ordenación al sacerdocio, tuve esta sensación de perder a Dios. Volví a ser consciente de la cercanía de Dios en un lugar muy sorprendente, el Jardín de Getsemaní, donde Jesús debe haber soportado la sensación de la ausencia del Padre, como lo hizo en la cruz en los evangelios de Marcos y Mateo. Al abrazar esa sensación humana de abandono, la superó, como dice san Agustín.

La sensación de ausencia de uno mismo también fue la experiencia del propio san Agustín, citado por Jose Chamorro: «Tarde te amé y no me percaté de que tú estabas dentro de mí. En los momentos de dificultad estabas a mi lado, pero yo no lo notaba. Todo me alejaba de ti, pero, aun así, tú jamás me abandonabas. Me llamaste a tu presencia y curaste la ceguera que me impedía ver».

Esta ausencia no es lo mismo que un vacío que Dios está esperando llenar. Chamorro escribe que «ese hueco es el mismo que albergamos dentro, ese lugar donde Dios puede plantar su tienda pues, en última instancia, no somos más que criaturas a las que Dios da su existencia a cada momento». Así que deberíamos apreciar los espacios vacíos en nuestras vidas, el vacío hambriento, los lugares desérticos.

El filósofo francés Blaise Pascal dijo: «Hay un hueco con forma de Dios en el corazón humano que nada más puede llenar». Cuando cobremos vida, seremos cada vez más conscientes de ese vacío en el centro de nuestro ser. La tentación es llenarlo con alcohol, comida, sexo, poder o posesiones. Pero nunca nos darán lo que queremos, que es Dios.

Cuando sintamos un vacío en nuestros corazones que anhelamos llenar, debemos apreciarlo, porque es donde Dios mora

Dios siempre hace su hogar en el vacío. Cuando los israelitas viajaron al desierto, se le ordenó a Moisés que construyera un trono para Dios. Era solo un espacio vacío entre las alas de los querubines. Era pequeño, apenas el ancho de una mano. Dios no necesita mucho espacio. Y cuando Dios se hizo carne, entró en el pequeño espacio vacío del vientre de María. Cuando ese niño creció, fue clavado en una cruz y gritó llamando a su Padre, quien parecía estar ausente. Ese fue quizás el espacio más vacío de todos. Pero el domingo de Pascua, María Magdalena, Pedro y el discípulo amado encontraron el espacio vacío del sepulcro, con dos ángeles a cada lado, el trono de Dios.

Entonces, cuando sintamos un vacío en nuestros corazones que anhelamos llenar, debemos apreciarlo, porque es donde Dios mora. Es el útero vacío en nosotros que solo Dios puede llenar. En el Éxodo, Dios dice: «Todo lo que abre el útero es mío». Esta es la «dimensión femenina que hay en todo y en todos». Si queremos ser fértiles, entonces debemos tener en el centro de nuestro ser un útero vacío, esperando la fertilidad de Dios.

Jose Chamorro cita al Maestro Eckhart, quien escribe que «lo que Dios puede hacer en el alma es engendrar a su Hijo y es necesario que esto sea así. Es propio de Dios no poder dejar de engendrarse en mí y en todos». Esta es la fuente de alegría por la cual el mundo tiene sed, que, según Teilhard de Chardin, es el signo infalible de la presencia de Dios. Es esta alegría la que irradiaba de santo Domingo y de cada predicador del Evangelio. En nuestro mundo que está cada vez más crucificado por la violencia y la desigualdad, y amenazado por la catástrofe climática, es esta alegría la que nos da esperanza.

Fr. Timothy Radcliffe, op,

en Oxford,
25 de enero de 2024

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Fuente Religión Digital

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“ Navidad y futuro de la especie humana”, por José Arregi.

Sábado, 30 de diciembre de 2023
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De su blog Umbrales de Luz:

El Belén de Gaza

Isaac Munther es un pastor luterano que sirve a la comunidad cristiana de una iglesia de Belén, en Palestina.

Este año ha puesto en su iglesia un Belén hecho con escombros de casas destruidas por las bombas del ejército israelí: el niño Jesús se halla atrapado entre cascotes, como miles de niños y adultos, y José y María tratan de rescatarlo, ayudados por los pastores y los Magos.

El pastor Isaac Munther ha declarado: “Si Jesús naciera hoy, nacería entre escombros. Dios, para nosotros, está entre escombros. Dios está en los quirófanos”.

En vísperas de Navidad, el Belén de Gaza entre escombros es un grito sonoro contra todas las guerras y a favor de la paz verdadera.

Feliz Navidad.

| José Arregi

El pasado 1 de diciembre, a punto de abrirse en el calendario litúrgico cristiano el tiempo llamado Adviento (Venida) que abarca las cuatro semanas preparatorias de la Navidad, la columna semanal de Leonardo Boff se titulaba “¿Nos acercamos al fin de la especie humana?”. Reproduce, resumiéndolo, un texto publicado en el año 2020, durante la pandemia de la COVID 19.

Esa misma pregunta me brota de manera recurrente desde hace años. No me sorprende, pues, la cuestión como tal, sino el hecho de que el hermano Leonardo la haya vuelto a formular en vísperas de Navidad. No sé si lo ha hecho con intención o sin ella, pero la fiesta del nacimiento de Jesús vuelve más honda y radical, también más interpelante, la pregunta sobre el fin de la especie humana.

Miro y celebro el nacimiento de Jesús como figura de todo nacimiento, más allá del mero hecho histórico – del que sabemos tan poco, y aunque no supiéramos nada – y más allá de todos los dogmas – que en su versión tradicional carecen de sentido para una inmensa mayoría de nuestra sociedad, también para mí –. La Navidad celebra el milagro universal de la vida, tan frágil y poderosa, tan diversa en sus infinitas formas conocidas y desconocidas, la vida en permanente transformación, en eterna interrelación, la vida en este maravilloso planeta o en incontables otros planetas del universo o multiverso. La Navidad es la fiesta de la vida y de todo lo que la hace posible y la sostiene y la nutre: la tierra, el agua, el aire, la luz, la luz del sol que nace cada día y cada solsticio de invierno, la luz de las estrellas que iluminan la noche, como la estrella que alegra la noche de los pastores en las afueras de Belén, como la estrella que guía el camino de los Magos de Persia, sabios buscadores, a Belén, a dondequiera que nace la vida. La Navidad es la fiesta de la materia, matriz originaria, energía y potencialidad inagotable de vida y de conciencia en todas las formas habidas y por haber, santa materia animada, pura forma y diafanía, transparencia, del espíritu o del aliento. Todo nacimiento es epifanía de la relación universal en eterna transformación creativa, asombroso misterio. Me inclino y adoro a Jesús y a todo ser viviente, el Aliento que late en todo, lo empuja y recrea de transformación en transformación.

Si la vida es relación universal en eterna metamorfosis, ¿qué tiene de extraño que nuestra especie Sapiens, forma surgida hace 300.000 años – hace un instante –, en algún momento vaya a extinguirse como tal forma? La muerte de las formas es la condición del nacimiento de nuevas formas y de la permanencia de la vida, y todas las formas disueltas permanecen tal vez en la eterna memoria cósmica de la vida. ¿Qué hay, pues, de extraño o de inquietante en la pregunta de Leonardo Boff sobre el posible fin de nuestra especie? No somos el destino final ni el término de la evolución. No somos ninguna excepción en la historia sin fin de la vida.

La inquietud y la alarma vienen del hecho de que el fin de nuestra especie humana se deba a su conducta exterminadora. Desde el principio, el Homo Sapiens se ha comportado también como Homo Demens. El Homo Faber ha sido a la vez Homo Depredator, Exterminator de otras formas vivientes y de su propio entorno vital. El propio Leonardo Boff lo ha señalado insistentemente, inspirado especialmente en Théodore Monod (1902-2000), extraordinario naturalista, explorador, humanista, militante ecologista y pacifista, y creyente profundo. Desde el principio, el hermano ha matado al hermano, Caín a Abel. Y quien mata al otro se mata a sí mismo. La exterminación de los otros animales y especies vivientes, quiérase o no, más pronto o más tarde, se torna autoexterminadora. El asesino es suicida. Una guerra nuclear generalizada, sobre cuyo peligro tanto alertó Théodore Monod, sería su peor demostración.

Pero no creo que el fin de nuestra especie humana vaya a producirse a consecuencia de una guerra nuclear. Sería terrible – aunque no mucho más terrible que lo que vemos en Gaza, en Ucrania, en Sudán…, solo que generalizado –, pero no lo considero probable. Sí considero muy probable, como advierte Yuval Noah Harari una y otra desde hace 10 años, que nuestra especie acabe, más pronto que tarde, siendo víctima de su poder o de su impotente ambición de poder, y que llegue a ello desarrollando tecnologías (biotecnología, infotecnología, inteligencia artificial) de las que acabe perdiendo el control o de las que solo unos (los más poderosos) posean el control; tanto lo uno como lo otro llevarían a lo mismo: la posesión de tales tecnologías por parte de algunos provocaría la división de la humanidad entre una élite de humanos “mejorados” (¡!) y todos los demás reducidos a parias infrahumanos. Los unos y los otros serían encarnación del Homo Deshumanizado. ¿No está sucediendo ya ante nuestros ojos atónitos, angustiados?

¿Pero por qué esta maravillosa especie, capaz de lo más sublime, puede llegar, o está llegando, a este nivel de riesgo, a este grado de horror? No es porque hubiera nacido con ningún “pecado original” ni por “maldad natural” ni por “decisión consciente y culpable”. ¿Por qué, pues? Simplemente, porque, como todos los vivientes, nacimos inacabados, pero con una particularidad extremadamente peligrosa para sí y para la comunidad de todos los vivientes: nuestra especie nació dotada de asombrosas capacidades y a la vez incapaz de gestionarlas sabiamente, armónicamente, fraternalmente. ¿Cómo podrá seguir siendo viviente y humano?

Vuelvo los ojos a Belén, al pesebre, a la figura de la vida naciente, de la bondad viviente, de la vida buena: a Jesús, al niño Jesús en brazos de María y José. No porque fuera hijo de madre virgen, ni hijo consustancial de una divinidad suprema, ni porque sea el único icono de la humanidad. Es el icono que más me revela, y en él miro lo que, con ojos bien abiertos, podría ver en cualquier viviente recién nacido. Y creo que, si nuestra especie quiere llegar a ser Sapiens, a armonizar sus inmensas capacidades y su poder quasi-infinito, si quiere sobrevivir como viviente y humano, debe urgentemente – mirando el icono de Jesús u otros, innumerables, de ayer y de hoy – recapacitar y reaprender a vivir, debe invertir en ello su saber científico y redirigir a ello todas las instituciones políticas, educativas, sanitarias y económicas, debe asimilar profundamente eso que Jesús soñaba en brazos de José y de María, eso mismo que sueñan todos los niños y el universo entero, y lo que anunció y vivió como profeta itinerante y sanador, al precio de su vida y para eterna resurrección de su vida: que solo podemos saciarnos en la mesa común, solo podemos ser libres poniéndonos en el lugar del prójimo, solo podemos ser sabios siendo sencillos, solo podemos curarnos cuidando a todos, solo podemos ser felices siendo misericordiosos, solo podemos vivir en paz liberándonos del odio. Que solo podemos ser divinos siendo humanos.

Aizarna, 22 de diciembre de 2023
www.josearregi.com

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