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“Homo Integralis”, por Jaume Patuel

Jueves, 14 de marzo de 2024
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IMG_3376IMG_3377En nuestra incesante búsqueda por entender el cosmos y las intrincadas relaciones de la naturaleza humana, a menudo olvidamos explorar un territorio igualmente fascinante: el universo interior del ser humano. El ser humano, con su complejidad biológica, emocional, mental y espiritual, puede ser visto como un microcosmos dentro del universo macrocósmico. En este sentido, la noción de Homo Integralis emerge como un concepto que busca explorar e integrar todos los aspectos del ser humano, desde su dimensión física hasta su dimensión más intangible. Todo lo que es material es tangible, pero no todo lo tangible es material.

La idea de Homo Integralis implica un viaje hacia la integración interior. Este camino no es un recorrido sencillo, ya que implica abrazar y comprender todos los aspectos de nosotros mismos, incluyendo las partes que a menudo ignoramos o reprimimos. Esta integración no se refiere sólo a aceptar nuestros defectos y debilidades, sino también a reconocer y abrazar nuestras cualidades positivas y potencialidades latentes. Nacemos completos pero inacabados.

La práctica de la meditación, la introspección y otras técnicas de silencio se han utilizado desde tiempos inmemoriales como herramientas para explorar e integrar el universo interior del ser humano. A través de estas prácticas, podemos aprender a conectarnos con nosotros mismos a un nivel más profundo, liberándonos de las limitaciones de la mente y explorando las dimensiones más profundas de nuestra conciencia. A menudo nos encontramos desequilibrados en alguna de las dimensiones, dando lugar a conflictos internos y malestar. Para conseguir la plenitud y la armonía, es esencial integrar y equilibrar todas estas dimensiones. La tensión es parte normalísima de la vida.

En la dimensión física, esto puede acarrear la práctica de ejercicios físicos, una alimentación saludable y el descanso adecuado. En la dimensión emocional, es importante explorar y comprender nuestras emociones, permitiéndonos sentirlas sin juicio y gestionarlas de forma saludable para que las vivimos como sentimientos que lleven a un respeto. En la dimensión mental, la práctica de la claridad mental y la presencia plena puede ayudarnos a liberarnos de los patrones de pensamiento limitantes y cultivar una mente más tranquila y clara. Y saber que las creencias son constructos de la mente. Por último, en la dimensión espiritual o interioridad, la búsqueda de significado y propósito puede conducirnos a una sensación de conexión con algo mayor que nosotros mismos: El gran misterio de los mundos: ES.

En la sociedad contemporánea, nos encontramos inmersos en una cultura que promueve el individualismo, la competición y la búsqueda incesante de los logros externos. En este contexto, el concepto de Homo Integralis adquiere una relevancia especial, ya que nos recuerda la importancia de conectar con nosotros mismos y con los demás de forma auténtica y significativa. Y viviendo que si no existe la integración de la profundidad de conciencia no hay proceso de madurez integral.

En un mundo cada vez más conectado digitalmente, también es crucial ser consciente de este Yo interior para evitar la fragmentación y desconexión como indicaba anteriormente. La tecnología, pese a sus ventajas, puede enajenarnos de nosotros mismos si no somos conscientes de su impacto y no establecemos límites saludables.

Es de clara evidencia la situación crítica de la visión global del mundo y de una percepción multifactorial. Creo que podemos constatar, además, un incremento de poder en manos de pocas personas. Y éstas viven y sabiéndolo que la adición al poder no tiene límites. La diferencia con tiempos pasados, y no demasiado lejanos, es que había medios pero controlados con los efectos. Ahora, siglo XXI, las herramientas destructivas son, además de muchas, efectos inhumanos junto con un ataque a la naturaleza. Algunos se sienten propietarios no únicamente de las poblaciones sino también de la Madre Tierra, el planeta, y con un intento de dominar el Universo. ¿No podríamos llamarlo “locura” o “una grave psicosis megalomaníaca junto a paranoia infernal”?: Quien no piensa y no ve cómo yo, que es un ego hinchado, es un enemigo a hacer desaparecer o esclavizar. No es necesario realizar una detallada descripción y masoquizarnos. Tal vez, el pensamiento anterior podríamos aplicarlo a casos concretos. La persona lectora puede realizar un juicio personal.

Además, en un momento en que la crisis climática, las desigualdades sociales, las guerras con sus intereses ideológicos y económicos y otros problemas globales amenazan nuestra supervivencia colectiva, el tener conciencia de que la interioridad hay que nutrirla porque no es un añadido a lo humano, sino una dimensión intrínseca y necesaria para vivir. Sólo cuando estamos integrados internamente y conectados con nuestro entorno, que es también el Universo, podemos responder eficazmente a los retos que nos enfrentamos como sociedad.

El concepto de Homo Integral recuerda que el ser humano es mucho más que el conjunto de sus dimensiones. Somos seres multidimensionales con capacidad increíble para la transformación y la evolución. En la búsqueda de la integración interior, encontramos un camino hacia la plenitud y la armonía, tanto a nivel personal como colectivo. En última instancia, la integración interior puede conducirnos a una comprensión más profunda de nosotros mismos y de nuestro sitio en el Universo, abriendo la puerta a un crecimiento y una evolución constantes.

   Y ante esto, recordemos una frase de Albert Einstein (1879-1955): “Es más fácil deconstruir o desmenuzar un átomo que una creencia”…..

Jaume PATUEL PUIG,
pedapsicogogo.

Fuente, Remitido de su blog Valors, por el autor

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‘Deus, sive natura’: la religión de Spinoza

Jueves, 20 de julio de 2023
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SpinozaLa mirada libre del judío-holandés, esforzado luchador contra la locura de los predicadores

“El pensador francés Edgar Morin, que ahora tiene 104 años, subraya la importancia del filósofo judío-holandés Baruch Spinoza con las siguientes palabras: acaba con la imagen de un Dios superior y externo al mundo, que sería su creador y amo. Otorgaba la soberanía creadora a la naturaleza”

“Recientemente, entre nosotros, en Brasil, la filósofa Marilena Chaui mostró el valor y la originalidad de Spinoza en dos tomos: La nervadura de lo real: inmanencia y libertad en Spinoza”

“Estas valoraciones con trastan con la postura de la institución religiosa establecida, que guarda silencio sobre Spinoza… La Iglesia aplasta a Spinoza sin decir nada”

“Merece la pena preguntarnos por un momento dónde sitúa Spinoza la religión, dentro del campo de la inteligencia humana: ¿en el campo de la imaginatio, de la ratio o de la scientia intuitiva?”

(Koinonía).- En una reciente entrevista, el pensador francés Edgar Morin, que ahora tiene 104 años, subraya la importancia del filósofo judío-holandés Baruch Spinoza con las siguientes palabras: acaba con la imagen de un Dios superior y externo al mundo, que sería su creador y amo. Otorgaba la soberanía creadora a la naturaleza.

 Y recientemente, entre nosotros, en Brasil, la filósofa Marilena Chaui mostró el valor y la originalidad de Spinoza en dos tomos: La nervadura de lo real: inmanencia y libertad en Spinoza (Companhia das Letras, vol. I 1999 y vol. II 2016).

 Estas valoraciones contrastan con la postura de la institución religiosa establecida, que guarda silencio sobre Spinoza –siguiendo un método ensayado durante largos siglos y siempre eficaz, de dejar las figuras incómodas en la sombra, en los despachos de los intelectuales– se asegura de que no ganen púlpitos. La Iglesia aplasta a Spinoza sin decir nada, simplemente por su larga historia de control del acceso a la fe popular. En general, los papas católicos se esfuerzan por levantar un dique contra la invasión del espíritu spinoziano. Aun así, los exégetas se ven atraídos poco a poco por su espíritu crítico.

Spinoza está directa o indirectamente vinculado a innumerables innovaciones en los campos de la ciencia y de la fe. En el siglo XIX nacen la egiptología, la asiriología, la epigrafía semítica… En el siglo XX se introdujeron la filología, la lingüística y la arqueología bíblica. Todo ello provoca terremotos limitados, localizados y controlables. Y cuando se avanza en la cartografía del universo mítico religioso común a todos los pueblos, se percibe que las grandes imágenes bíblicas son patrimonio común de una humanidad, según determinadas fases históricas; que los ángeles sólo descienden del cielo dentro de un imaginario determinado; que un mundo se derrumba poco a poco, mientras surge otro.

Hasta hoy, la repercusión de estas nuevas percepciones es muy limitada. Aun así, cuando se empieza a comparar entre sí las múltiples narraciones sobre el diluvio, cuando se descubre que hay “diluvios” también en los relatos de Babilonia, Grecia, India, Australia, en Nueva Guinea y Melanesia, en Polinesia y Micronesia, en Sudamérica, Centroamérica y México, en Norteamérica y África (Frazer, J. G., El Folklore en el Antiguo Testamento, Fondo de Cultura Econômica, México, 1986), cuando el vasto campo de estudio de los mitos religiosos se abre, a escala planetaria, y la idea de que “la Biblia tenía razón” se diluye poco a poco, la mirada sobre la mitología bíblica va tomando nuevas formas, en un movimiento lento pero consistente.

Spinoza en su tiempo

Merece la pena recorrer brevemente la trayectoria de Benedicto (Baruch, Benito) Spinoza (1633-1677), judío residente en Holanda. Esforzado luchador contra la locura de los predicadores (tanto judíos como cristianos) de los Países Bajos de su época, Spinoza dice simplemente que es prudente no hablar tanto de Dios. Porque Dios sólo se nos acerca en forma de imágenes y comparaciones. La Biblia es literatura. Los predicadores que utilizan la autoridad de la Biblia para reprimir el libre pensamiento, por ejemplo, no se atienen al sentido común.

 Transformar la Biblia en un texto doctrinal es tergiversar su significado, pues su núcleo (la Torá) está formado por una colección de antiguas narraciones populares y prescripciones sacerdotales reunidas por Esdras y otros intelectuales tras el regreso de las élites judías del exilio babilónico en el siglo VI a.e.c. Afirmar esto no es desobedecer a las autoridades religiosas: es practicar la ciencia. Pues no hay que confundir entre conocimiento y obediencia: el error más grave de la teología consiste en ocultar la diferencia entre conocer y obedecer, en hacernos tomar los principios de la obediencia por modelos de conocimiento (Tratado teológico-político, 1672. Véase Spinoza, B., The Complete Works, Ed. M.L. Morgan, Hackett, Indianopolis, 2002).

Estas posiciones, derivadas de una aguda percepción de la diferencia entre lo sensato y lo insensato, hacen que el ciudadano Spinoza sea mirado con recelo en las tranquilas calles de la pequeña ciudad de La Haya, en Holanda, donde vive. La gente empieza a temerle, porque se rumorea –primero en La Haya, luego en Amsterdam y finalmente un poco en todas partes– que es ateo. Un ateo virtuoso, como escribe Bayle en su Dictionnaire Historique et Critique, pero ateo al fin y al cabo. Se convierte incluso en el prototipo del ateo, transgresor de las leyes y de la religión, anarquista. Sus textos circulan clandestinamente.

A lo largo de su vida, Spinoza es consciente de ser un extraño en la casa judía (es expulsado de la sinagoga) como en la cristiana (no acude a la parroquia cristiana). En su última obra, el Tractatus politicus, escribe: ‘He hecho esfuerzos interminables no para ridiculizar, para no deplorar y para no despreciar las acciones humanas, sino para comprenderlas. Para no despreciar las tradiciones religiosas de sus contemporáneos, ya sean católicos, calvinistas o judíos, Spinoza procura que algunos de sus textos no se traduzcan al neerlandés, y toma disposiciones para que su texto principal, la Ética, no se publique hasta después de su muerte, para no escandalizar a las personas con las que convive. Sintiendo la extensión del dominio de la necedad a su alrededor, se desahoga: en el fondo, mi creencia es la misma que la de los profetas hebreos del pasado.

Sólo en la Alemania de finales del siglo XVIII, entre románticos e idealistas como Goethe, Lessing, Herder, Schelling y Hegel, Spinoza encuentra respeto y percepción de su valor. Incluso en el siglo XX, pocos intelectuales hablan de él y, aún hoy, su filosofía es poco conocida. Una excepción, como he dicho más arriba, es la postura de la filósofa brasileña Marilena Chaui, cuyo artículo “Baruch Spinoza” (Revista Cult, 109, diciembre de 2006, p. 53 y ss.) recomiendo vivamente.

Aun así, algo se mueve. Los exégetas comenzaron a estudiar lenguas bíblicas como el hebreo, el arameo y el griego, intentaron leer la Biblia de acuerdo con los dictados de la ciencia moderna, y se enfrentaron, con mayor o menor valentía, a los inevitables obstáculos eclesiásticos. Gracias a la progresiva introducción de la idea de tolerancia a lo largo del siglo XVIII, tanto en Francia como en Alemania los estudios histórico-críticos pudieron avanzar. Voltaire y otros liberales lucharon para que nadie fuera quemado vivo por expresar opiniones contrarias a las autoridades, como todavía le ocurrió a Giordano Bruno en 1600. Esta idea triunfa con la Revolución Francesa de 1789.

Otro paso consiste en la disolución progresiva de que la Iglesia se funda más sobre la doctrina y la profesión de fe que sobre la acción concreta del cristiano. Así, la base del dogmatismo se diluye poco a poco. Aun así, las iglesias siguen teniendo dificultades para unir el amor intellectualis Dei de Spinoza (un amor que fomenta la libre indagación) con la imitatio Dei de tantos maestros y santos.

En el campo católico, las cosas evolucionan lentamente. El Papa se proclama sucesor de San Pedro, ya no vicario de Cristo (como en la Edad Media), lo que ya es un paso adelante. Otro punto positivo es el abandono progresivo del método tradicional de hacer teología a base de citas, y el recurso cada vez más frecuente a la contextualización de los textos evangélicos, coránicos y bíblicos. El reconocimiento positivo del factor sincrético es otro avance importante, ya que erosiona gradualmente la insistencia monoteísta en términos de religión.

La religión de Spinoza

Merece la pena preguntarnos por un momento dónde sitúa Spinoza la religión, dentro del campo de la inteligencia humana: ¿en el campo de la imaginatio, de la ratio o de la scientia intuitiva?

Comienza afirmando que, para la mayoría de las personas, las palabras son puras imágenes que, en sentido estricto, no tienen nada que ver con las ideas. El ser humano apenas vive al máximo las capacidades cerebrales que le ofrece la naturaleza. La inmensa mayoría de las personas permanece toda su vida en el estadio intelectual que Spinoza denomina imaginatio, es decir, un estadio en el que la persona está pegada a las impresiones, imaginaciones, conmociones y afectos que le llegan del exterior.

La tercera parte de su Ética está enteramente dedicada a la cuestión de la prisión “imaginada. Spinoza no rechaza las imaginaciones y los afectos, no rechaza a Daniel Goleman (inteligencia emocional), pero reconoce que es necesario llegar a un estadio intelectual superior, que él denomina ratio. La imaginación es una parte necesaria del proceso de conocimiento, pero sólo ofrece un conocimiento desordenado y confuso. La ratio, en cambio, permite formular las cosas con mayor claridad. Pero no detiene ahí el proceso.

Además de la conquista de la ratio, una persona verdaderamente interesada en proseguir intelectualmente busca alcanzar el estadio de scientia intuitiva, que consiste en “intuir a Dios”, es decir, la naturaleza infinita en la que vivimos y nos movemos. La intuición es el conocimiento que proviene de una experiencia mística (Ética, Parte III). En este tercer grado de la inteligencia humana, el amor propio coincide con el amor al prójimo, el cuerpo del otro coincide con el propio cuerpo, la belleza del otro forma parte de la propia belleza. Spinoza sabe que es difícil llegar a este estadio. En las últimas palabras de su Ética, escribe: lo bello es difícil y raro. La mayoría de las personas no perciben el valor del desafiante proceso cognitivo, porque sólo viven movidas por impulsos inmediatos.

Algunas anotaciones

Hay muchas cosas que merecen consideración al abordar el tema de Spinoza. He aquí sólo algunas notas, en forma resumida.

– Como escribí más arriba, la lectura propiamente moderna de la Biblia comienza en 1670 con el Tractatus theologico-politicus de Spinoza, un texto definitivo, que cuestiona frontalmente el tenor supuestamente histórico de la Torá y su autoría por un único autor Moisés. Con ello, Moisés, David y Salomón pasan definitivamente a ser catalogados en el mundo mítico, junto con los patriarcas Abraham, Jacob, Isaac y José.

El método de Spinoza causó asombro general en la época, pero dio origen a la exégesis crítica propiamente dicha. Y también nace la idea de tolerancia. A lo largo del siglo XVIII, tanto en Francia como en Alemania, progresan los estudios histórico-críticos. Voltaire y otros liberales luchan para que nadie sea quemado vivo por expresar opiniones contrarias a las autoridades, como todavía le ocurrió a Giordano Bruno en 1600. Esta idea triunfa con la Revolución Francesa de 1789.

– La institución eclesiástica reacciona enérgicamente contra la idea de desconsiderar a Moisés como autor de la Torá. Moisés es un nombre consagrado, su nombre aparece no menos de 750 veces en el Antiguo Testamento, y 80 veces en el Nuevo Testamento. Además, meterse con Moisés significa abandonar la idea de una Biblia como cuerpo doctrinal cohesionado, escrito por un gran legislador, y bajo la inspiración directa de Dios. Aun así, desde el siglo XVIII se han sucedido las más diversas hipótesis de lectura bíblica y han aparecido los más ingeniosos métodos de interpretación. Al final, la tendencia es a no creer en la historicidad de muchos textos bíblicos.

Aun así, los papas católicos intentaron poner un dique. León XIII publicó la encíclica Providentissimus Deus en 1893 y Pío X decreta en 1906: Moisés es el autor del Pentateuco. En vano. La tormenta continuó y en 1948 las propias autoridades eclesiásticas dieron marcha atrás, permitiendo de nuevo a los especialistas católicos abrir la investigación. El enfrentamiento no dejó de producir víctimas, entre ellas el sacerdote francés Alfred Loisy (1857-1940), cuyo libro El Evangelio y la Iglesia (L’Évangile et l’Église), publicado en 1902, defendía la antigua tesis del intelectual romano Porfirio: los Evangelios no corresponden fielmente a la historia de Jesús. En 1903, la obra completa de Loisy fue incluida en el Índice de Libros Prohibidos, y en 1908 fue expulsado de la Iglesia. Tras el asunto Loisy, todos los sacerdotes católicos quedaron obligados a prestar un juramento “antimodernista” (léase: anti-Loisy) antes de ser ordenados.

No sólo en el mundo católico causa problemas la exégesis “moderna“. El mundo protestante también se ve afectado. El mismo año de la publicación de El Evangelio y la Iglesia de Loisy, el hijo de un pastor luterano, Adolf von Harnack, publica en Alemania su Misión y expansión del cristianismo en los tres primeros siglos (1902), basado en premisas científico-crítico-históricas similares a las defendidas por Loisy. La obra más importante de Von Harnack es su Lehrbuch der Dogmengeschichte (Manual de historia de los dogmas, Mohr, Tubinga, 1886), en el que ya practica el estudio comparado de las religiones, y que tuvo una inmensa repercusión. Von Harnack también encontró una fuerte oposición por parte de la Iglesia luterana. Las vidas de Loisy y von Harnack ilustran la tensión reinante en las iglesias establecidas en los albores del siglo XX en torno a la crítica histórica y literaria.

– Pero, en el proceso, Moisés es desconsiderado como autor, mientras que la arqueología bíblica experimenta un auge sin precedentes. Ya en el siglo XIX nacen la egiptología, la asiriología, la epigrafía semítica, etc. En el siglo XX, los progresos fueron igualmente grandes, tanto en filología como en arqueología, asustando a los que creían en las “verdades eternas bíblicas”. Una tarde de 1872, en Londres, por ejemplo, Sir George Smith presenta con orgullo al mundo científico inglés una colección de tablillas de arcilla traídas de la biblioteca de Assurbanipal en Nínive, con el texto cuneiforme de la Epopeya (mesopotámica) de Gilgamesh, en la que hay un sugestivo paralelismo con el relato bíblico del diluvio.

Poco a poco, además de Gilgamesh, aparecen otros mitos babilónicos que influyeron en las narraciones bíblicas. Estudiosos como Sir James George Frazer –que ya he mencionado aquí– enumeran las más diversas narraciones del diluvio en Babilonia, Grecia, India, Australia, Nueva Guinea y Melanesia, Polinesia y Micronesia e incluso en América del Sur, América Central y México, América del Norte, África… un poco por todo el planeta, abriendo el campo para un estudio de los mitos religiosos a escala planetaria. Menos de 30 años después de Smith, en 1901, aparece el Código de Hammurabi, con 282 artículos, que coincide en varios puntos con los Diez Mandamientos de la Ley de Moisés. El Código de Hammurabi prohíbe robar, matar, sobornar, mentir y hacer daño a otras personas, en la misma línea que la ley de Moisés.

Es así como la arqueología bíblica entra en el siglo XX, al mismo tiempo que se avanza mucho en la cartografía del universo religioso común a todos los pueblos que mantienen contacto con Mesopotamia, y concretamente con Babilonia, como, por ejemplo, los egipcios. Se registran los grandes paradigmas comunes al imaginario religioso de Oriente Medio, su visión del cielo, de la tierra, el aire, el aliento animador, el sol, el río, la montaña, la llanura, la ciudad, el Estado… Incluso de los utensilios agrícolas, como la azada, el arado, la pala, el horno… Hay dioses celestiales, como Marduk, que crea el cielo y la tierra, da regularidad a los planetas y las estrellas y, en última instancia, da vida a la raza humana. Pero también están los poderes del mundo subterráneo, los demonios. Cada persona tiene su ángel, protector de la vida. Se habla de «hijos de Dios» (título dado a los faraones de Egipto) y de vírgenes que engendran dioses…

– Hoy en día, junto con el estudio más amplio de la mitología en general, la lectura crítico-histórica de la Biblia, iniciada por Spinoza, sigue siendo dinámica en nuestros días, tanto en el mundo cristiano como entre los judíos. La idea de que “la Biblia tenía razón” se diluye cada vez más. Con el tiempo, se acumulan las pruebas en contrario. El relato bíblico del éxodo está siendo despojado de su carácter histórico, pues, hasta hoy, ningún monumento o documento del Antiguo Egipto, encontrado por arqueólogos o por filólogos, atestigua la presencia de israelitas en su tierra. La famosa muralla, mencionada en el libro de Josué, no se ha encontrado en los alrededores de Jericó, a pesar de las exhaustivas excavaciones.

La descripción topográfica de Jerusalén, realizada a partir de textos bíblicos que hacen referencia a los reinados de David y Salomón, no encuentra verificación arqueológica. En torno al monte Sinaí no es posible descubrir restos (en cerámica, por ejemplo) del paso de una importante agrupación de personas por aquellos desiertos, a pesar del impresionante relato bíblico de la estancia de los hebreos con Moisés al pie del monte durante largo tiempo. En otras palabras, los caminos de la arqueología y de la Biblia divergen cada vez más, conduciendo de hecho a horizontes diferentes. Cada vez resulta más difícil entender la Biblia como la palabra inmutable de un Dios único.

– Pero no debemos olvidar la otra cara de la moneda. Si Moisés estuvo durante siglos asegurado por las amarras eclesiásticas, corre el peligro de verse condenado, en los últimos siglos, a la cárcel de una modernidad que desprecia el mito y lo considera producto de tiempos pasados, de etapas primitivas de la evolución de la humanidad, de una forma de comunicar anticuada y confusa. Un postulado de cierta razón moderna, autosuficiente y arrogante, tiende a destruir el mito. Así, la palabra tiende a quedar atrapada en los dominios de una inteligencia fría, racional y calculadora, tiende a emigrar del reino de la libertad al mundo del trabajo por el trabajo, del beneficio por el beneficio.

La modernidad autosuficiente promulga tanto la supremacía de los valores materiales, que puede acabar evaluándolo todo en cifras, cálculos y datos estadísticos comparativos. No se habla de otra cosa, al menos en los grandes medios de comunicación, que producen diariamente una avalancha de palabras prefabricadas, casi matemáticas, para convencer a la gente de que el mundo está hecho de éxito, beneficio y ganancia. En ellos no se dice lo obvio.

No se dice, por ejemplo, que unos ingresos materiales bastante modestos bastan para que un ser humano viva con dignidad, que los valores inmateriales pueden aumentar la “calidad de vida” y que el lucro individual exagerado es una locura, sobre todo teniendo en cuenta la falta de ingresos elementales de la mayoría de la gente. Para sostener semejante locura, la modernidad tuvo que reducir la palabra a una simple fórmula invariablemente repetida, que acaba por no decir nada más, porque cae en el vacío de la comunicación de masas. Esta fórmula sólo sirve para imponer, de manera hábil e insidiosa, la voluntad de lucro ilimitado de algunos en detrimento de la vida de la mayoría de la humanidad.

No es en esta modernidad cerrada, autosuficiente y capitalista donde se sitúa Spinoza, como he intentado demostrar en estas breves notas. La modernidad de Spinoza apela a posturas que, al fin y al cabo, ponen de relieve la originalidad de la Biblia y del cristianismo.

Traducción de José María VIGIL/ServiciosKoinonía

Fuente Religión Digital

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Las rogativas no son una solución a la sequía.

Sábado, 13 de mayo de 2023
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hombre-y-tierra-seca-fondoSe nos presenta un tiempo muy difícil. Hace un año que prácticamente no ha llovido. Y eso tiene unas duras consecuencias. He visto que algunos obispos nos invitan a hacer rogativas a Dios pidiendo agua. Por supuesto que, como toda realidad que nos afecta, nos lleva a gritar a Dios. Nos produce dolor y necesidades muy serias.

¿Es la solución el pedir a Dios agua? Yo creo que no. Dios no está para tapar nuestras necesidades. Él conoce nuestras realidades y no necesita que se lo pidamos. Es más, ¿cómo pedirle agua para nuestras tierras cuando hay países, sobre todo africanos, que llevan padeciendo esa necesidad desde hace más de tres años?

En primer lugar, me surge un sentimiento de pequeñez, de debilidad, de impotencia. No podemos resolver estas necesidades. Hay un efecto terrible del cambio climático. Y me parece que habrá que empezar por ahí. ¿Qué hemos hecho y qué estamos haciendo mal? No hemos respetado el medioambiente, la naturaleza… No sé si llegamos ya a tiempo. Lo más fácil nos resulta pedir a Dios que llueva y nosotros la mar de contentos. Eso sí, lo pedimos para nuestra tierra e incluso para nuestro pueblo.

Dialogamos con Dios y escuchamos su respuesta, sus propuestas. Nos infundirá valor, inteligencia, nos ofrece alternativas. O quizás paciencia y solidaridad.

Primero y principal resulta aprovechar el agua existente para su uso necesario y no desperdiciar. Podemos preguntarnos: ¿A qué se debe la sequía? ¿Qué parte de responsabilidad tenemos nosotros? ¿Qué podíamos haber hecho hace tiempo y qué podemos hacer ahora?

La naturaleza continúa su curso. Dios la mantiene y sigue sus normas. En nosotros está el tratar de respetarla y cuidarla.

Gerardo Villar

Fuente Fe Adulta

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Vasta

Martes, 8 de noviembre de 2022
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Del blog Nova Bella:

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La naturaleza, vasta como la noche y como la claridad.

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Charles Baudelaire

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Bienaventuranzas de la Naturaleza

Miércoles, 25 de agosto de 2021
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Felices quienes creen que la humanidad es la parte que es consciente de la Naturaleza que le rodea, pero sin ningún tipo de superioridad, sino en fraterna armonía con todos los demás seres vivos.

Felices quienes se sienten unidos a las mareas, al efecto de la Luna, al calor del Sol, al perfume de las flores, al vaivén de las olas sobre la playa.

Felices quienes recuerdan con respeto y cariño a sus padres originarios: las primerias bacterias que habitaron los océanos. Y agradecen a la inmensa familia de especies que han ido evolucionando, hasta llegar a ser como somos en la actualidad.

Felices quienes están satisfechos de que gran parte de su ADN lo compartan la mayoría de los seres vivos que hay sobre la Tierra. Y de que los elementos físico-químicos de los que estamos compuestos provengan de la gran explosión inicial. Pue somos en esencia materia estelar, nuestro origen proviene de las estrellas.

Felices quienes se sienten hijos e hijas del Manantial primordial, de la Energía de fondo originaria, que dio origen, cuida y sostiene todo tipo de vida sobre nuestro planeta.

Felices quienes se esfuerzan por cuidar, proteger y amar a los demás seres humanos y a cualquier forma de vida sobre la Tierra, salvando en primer lugar a cualquier especie amenazada o que esté en peligro de extinción.

Felices quienes comunican y se comprometen a eliminar cualquier peligro que se cierna sobre nuestro hermoso planeta azul, por nuestras actitudes egoístas, consumistas, depredadoras.

Felices quienes con su forma de vivir crean nuevas formas de coexistencia fraterna con todos los seres vivos, la atmósfera, las montañas y los valles, los mares y los océanos. Con todo el Universo. Ellos y ellas son ya una nueva Naturaleza.

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Miguel Ángel Mesa

Blog en Religión Digital – 29.07.2021

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Leonardo Boff: “La idea-fuerza de la cultura moderna era y sigue siendo el poder como dominación de la naturaleza, de otros pueblos, de todas las riquezas”

Viernes, 18 de diciembre de 2020
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Huellas-barro_1221487877_11887785_660x371“De pronto nos dimos cuenta de que el virus no vino del aire y no puede ser pensado en forma aislada, sino dentro de su contexto: vino de la naturaleza”

“El proceso industrialista destruyó el hábitat de cientos y cientos de virus que se encontraban en los animales e incluso en los árboles”

“El cuidado implica una relación afectuosa con las personas y con la naturaleza; es amigo de la vida, protege y da paz a todos los que están alrededor” 

En los días actuales, especialmente durante el aislamiento social, debido a la presencia peligrosa del coronavirus, la humanidad despertó de su sueño profundo: empezó a oír los gritos de la Tierra y los gritos de los pobres y la necesidad de cuidarnos unos a otros y también a la naturaleza y a la Madre Tierra. De pronto nos dimos cuenta de que el virus no vino del aire y no puede ser pensado en forma aislada, sino dentro de su contexto: vino de la naturaleza. Es la respuesta de la Madre Tierra al antropoceno y el necroceno, es decir, a la destrucción sistemática de vidas, debida a la agresión del proceso industrialista, en una palabra, al capitalismo globalizado.

Este avanzó sobre la naturaleza, deforestando miles de hectáreas en el Amazonas, en el Congo y en otros lugares donde se encuentran las selvas y bosques húmedos. Esto destruyó el hábitat de cientos y cientos de virus que se encontraban en los animales e incluso en los árboles. Saltaron a otros animales y de estos a nosotros.

Como consecuencia de nuestra voracidad incontrolada, cada año desaparecen cerca de cien mil especies de seres vivos, después de millones de años de vida en la Tierra y todavía, según datos recientes, un millón de especies vivas corren el riesgo de desaparecer.

La idea-fuerza de la cultura moderna era y sigue siendo el poder como dominación de la naturaleza, de otros pueblos, de todas las riquezas naturales, de la vida e incluso de los confines de la materia. Esta dominación ha causado las amenazas que pesan actualmente sobre nuestro destino. Esta idea-fuerza tiene que ser superada. Bien dijo Albert Einstein: “la idea que creó la crisis no puede ser la misma que nos saque de la crisis; tenemos que cambiar”.

La alternativa será esta: en lugar del poder como dominación tenemos que poner la fraternidad y el cuidado necesario. Estas son las nuevas ideas-fuerza. Como hermanos y hermanas, todos somos interdependientes y debemos amarnos y cuidarnos unos a otros. El cuidado implica una relación afectuosa con las personas y con la naturaleza; es amigo de la vida, protege y da paz a todos los que están alrededor.

Si el poder como dominación significaba el puño cerrado para someter, ahora ofrecemos la mano extendida para entrelazarla con otras manos, para cuidar y abrazar afectuosamente. Esta mano cuidadosa traduce un gesto no agresivo hacia todo lo que existe y vive.

Por lo tanto, es urgente crear la cultura de la fraternidad sin fronteras y el cuidado necesario que une todo. Cuidar todas las cosas, desde nuestro cuerpo, nuestra psique, nuestro espíritu, a los demás y más cotidianamente la basura de nuestras casas, el agua, los bosques, los suelos, los animales, a unos y otros, empezando por los más vulnerables.

Sabemos que todo lo que amamos, lo cuidamos, y todo lo que cuidamos también lo amamos. El cuidado cura las heridas del pasado e impide las futuras. En este contexto urgente cobra sentido uno de los más bellos mitos de la cultura latina: el mito del cuidado.

“Cuidar desde nuestro cuerpo, nuestra psique, nuestro espíritu, a los demás y más cotidianamente la basura de nuestras casas, el agua, los bosques, los suelos, los animales”

Cierto día, caminando a la orilla de un río, Cuidado vio un trozo de barro. Fue el primero en tener la idea de tomar algo de ese barro y darle la forma de un ser humano. Mientras contemplaba, contento consigo mismo, lo que había hecho, apareció Júpiter, el dios supremo de los griegos y romanos. Cuidado le pidió que soplara espíritu en la figura que acababa de modelar. A lo que Júpiter accedió de buen grado. Pero cuando Cuidado quiso dar un nombre a la criatura que había diseñado, Júpiter se lo prohibió. Dijo que esta prerrogativa de imponer un nombre era misión suya. Cuidado insistía en que tenía este derecho al haber pensado primero y moldeado la criatura en forma de un ser humano.

Mientras Júpiter y Cuidado discutían acaloradamente, apareció de repente la diosa Tierra. También ella quería darle un nombre a la criatura, ya que, según ella, estaba hecha de arcilla, material del cuerpo de la Tierra. Se produjo una discusión general sin llegar a un consenso.

De común acuerdo, pidieron al antiguo Saturno, llamado también Cronos, fundador de la edad de oro y de la agricultura, que actuara como árbitro. Apareció en escena y tomó la siguiente decisión que a todos les pareció justa: “Tú, Júpiter, le has dado el espíritu; por lo tanto, recibirás este espíritu de vuelta cuando esta criatura muera”. “Tú, Tierra, le has dado el cuerpo; por lo tanto, recibirás también el cuerpo de vuelta cuando esa criatura muera”. “Como, tú, Cuidado, fuiste quien dio forma a esa criatura, ella permanecerá bajo tu cuidado mientras viva”. “Y como no hay consenso entre ustedes sobre el nombre, decido yo: esta criatura se llamará Hombre (ser humano), es decir, hecho de humus, que significa tierra fértil”.

Veamos la singularidad de este mito. El cuidado es anterior a cualquier otra cosa. Es anterior al espíritu y anterior a la Tierra. En otras palabras, la concepción del ser humano como compuesto de espíritu y cuerpo no es originaria. El mito es claro al afirmar que “fue Cuidado el que primero moldeó la arcilla en forma de un ser humano”.

El cuidado aparece como el conjunto de factores sin los cuales el ser humano no existiría. El cuidado constituye esa fuerza original de la que brota y se alimenta el ser humano. Sin cuidado, el ser humano seguiría siendo sólo un muñeco de arcilla o un espíritu desencarnado y sin raíz en nuestra realidad terrestre.

Cuidado, al moldear al ser humano, empeñó amor, dedicación, devoción, sentimiento y corazón. Tales cualidades pasaron a la figura que él proyectó, es decir, a nosotros, los seres humanos. Estas dimensiones entraron en nuestra constitución como un ser amoroso, sensible, afectuoso, dedicado, cordial, fraternal y lleno de sentimiento. Esto hace que el ser humano emerja realmente como humano.

Cuidado recibió de Saturno la misión de cuidar al ser humano durante toda su vida. De lo contrario, sin cuidado, no subsistiría ni viviría. Efectivamente, todos somos hijos e hijas del infinito cuidado de nuestras madres. Si no nos hubieran acogido con cariño y cuidado, no hubiéramos sabido cómo salir de la cuna a buscar nuestra comida. En poco tiempo habríamos muerto, porque no tenemos ningún órgano especializado que garantice nuestra supervivencia.

El cuidado, por lo tanto, pertenece a la esencia del ser humano. Pero no sólo eso. Es la esencia de todos los seres, especialmente de los seres vivos. Si no los cuidamos, se marchitan, poco a poco van enfermando y finalmente mueren. Lo mismo ocurre con la Madre Tierra y todo lo que existe en ella. Como bien dijo el Papa Francisco en su encíclica que tiene como subtítulo “Cuidando de la Casa Común”: “debemos alimentar la pasión por el cuidado del mundo”.

El cuidado es también una constante cosmológica. Bien dicen los cosmólogos y los astrofísicos: si las cuatro fuerzas que sostienen todo (la gravitatoria, la electromagnética, la nuclear débil y la nuclear fuerte) no se hubieran articulado con extremo cuidado, la expansión sería demasiado enrarecida y no habría densidad para originar el universo, nuestra Tierra y a nosotros mismos. O bien sería demasiado densa y todo explotaría en cadena y no existiría nada de lo que existe. Y ese cuidado preside el curso de las galaxias, las estrellas y todos los cuerpos celestes, la Luna, la Tierra y nosotros mismos.

Si vivimos la cultura y la ética del cuidado, asociado al espíritu de hermandad entre todos, también con los seres de la naturaleza, habremos colocado los fundamentos sobre los cuales se construirá un nuevo modo de relacionarnos y de vivir en la Casa Común, la Tierra. El cuidado es la gran medicina que nos puede salvar y la hermandad general nos permitirá la siempre deseada comensalidad y el amor y el afecto entre todos. Entonces continuaremos brillando y desarrollándonos en este bello planeta.

Esta consideración sobre el cuidado concierne a todos los que cuidan de la vida en su diversidad y del planeta, especialmente ahora, bajo la pandemia de la Covid-19: el cuerpo médico, los enfermeros y enfermeras y todo el personal que trabaja en los hospitales, pues el cuidado esencial cura las heridas pasadas, impide las futuras y garantiza nuestro futuro de nuestra civilización de hermanos y hermanas, juntos en la misma Casa Común.

Traducción de Mª José Gavito Milano

 Fuente Religión Digital

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Artista

Sábado, 22 de agosto de 2020
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Una minúscula flor al borde de un camino  lleno de maleza,

una pequeña concha en la playa,

la pluma de un pájaro,

todo ello nos indica que el Creador

es un artista.

*

Tertuliano

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Hombre libre

Jueves, 17 de octubre de 2019
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1Freedom.2001.Zenos-Frudakis.

 

“Si estoy entre hombres que no están de acuerdo en absoluto con mi naturaleza, difícilmente seré capaz de acomodarme a ellos sin cambiar notablemente yo mismo.

El hombre libre que vive entre ignorantes se esfuerza cuanto puede por evitar sus favores.

Un hombre libre actúa honestamente, no engañosamente.

Sólo los hombres libres son verdaderamente útiles los unos a los otros y pueden crear amistades auténticas.

Es abolutamente permisible, por el derecho más elevado de la Naturaleza, que cada uno haga uso de la clara razón para determinar cómo vivir de un modo que le permita florecer”

*

Spinoza

Baruch Spinoza

ברוך שפינוזה

(Ámsterdam, 24 de noviembre de 1632 – La Haya, 21 de febrero de 1677)

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Ese momento del amanecer…

Viernes, 20 de septiembre de 2019
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Del blog Amigos de Thomas Merton:

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“Los primeros gorjeos de los pájaros al despertarse: «le point vierge» (el punto virgen) de la aurora, un momento de pavor e inefable inocencia, cuando el Padre abre en silencio sus ojos y ellos le hablan, preguntando si es el momento de «existir». Él les dice: «¡Sí!». Acto seguido, los pájaros, uno a uno, despiertan y empiezan a cantar. Primero los tordos y cardenales y algunos pájaros más que yo no sabría identificar. Más tarde, los gorriones, los reyezuelos, etc. Y al final de todos, las palomas y los cuervos.

Con los pelos casi de punta y los ojos de mi alma abiertos de par en par, estoy presente, sin saberlo, en este inefable paraíso y contemplo este secreto, un secreto a voces que está a disposición de todo el mundo, gratis, y al que nadie presta atención.

¡Oh, paraíso de sencillez, de autoconciencia –y de autoolvido–, de libertad y de paz! En esto he comprendido cuán irreales y estúpidas son mi rebeldías y, a la vez, cuán inevitable es la presión y la artificialidad de ciertas situaciones que «tienen que darse» por ser oficialmente sacrosantas. A pesar de todo, no hay necesidad de rebelarse, sino únicamente de pedir misericordia. Confiar en la misericordia, que es lo que yo no he hecho”.

*

Thomas Merton
Diarios

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Naturaleza

Viernes, 21 de junio de 2019
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Del blog Nova Bella:

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ellos ( las plantas y los animales) son lo que nosotros fuimos; son lo que hemos de volver a ser. Fuimos naturaleza como ellos, y nuestra cultura debe llevarnos de vuelta a la naturaleza por la vía de la razón y de la libertad. Por aquellos que son al mismo tiempo una imagen de nuestra infancia perdida, que eternamente seguirá siendo para nosotros lo más querido y por eso nos llenan de una cierta añoranza.

*

Friedrich Schiller

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“El deseo satisfecho y el que nunca se sacia”, por José Mª Castillo

Martes, 10 de julio de 2018
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El-feminismo-ideológicoDe su blog Teología sin censura:

El último de los diez mandamientos, que Dios le impuso a su pueblo en el monte Sinaí, prohíbe el deseo de apropiarse lo ajeno: “No codiciarás la mujer de tu prójimo, ni sus propiedades, ni su casa, ni su asno…”. El que desea lo que es de otro, si no controla ese deseo, vive en el constante peligro de hacer suyo lo que no le pertenece. El respeto a los demás empieza en el control de las apetencias que nos empujan a quedarnos con lo que es propiedad de otro o de otros.

Esto es lo que explica por qué hay gente honrada. Y por qué hay tantos sinvergüenzas. El que pone sus deseos en sí mismo (vivir bien, pasarlo lo mejor posible, disfrutar de todo, etc.), ése será inevitablemente un peligro, quizá muy grave, para quien esté cerca de él. Por el contrario, el que orienta y centra sus deseos en el bien y la felicidad de los demás, en defender los derechos de quienes están a su alcance, ése es y será siempre una buena persona, un manantial inagotable de paz, de alegría y de esperanza.

Todo esto es tan obvio, tan evidente y hasta tan elemental, que no necesita – en principio – más explicaciones. Sin embargo, con lo dicho no hemos tocado nada más que la superficie del problema. Porque hablar del “deseo” es hablar de la raíz de todas las conductas, desde las más ejemplares hasta las más indeseables. Por eso, al tratarse de una realidad tan enorme y tan diversa, me voy a fijar aquí en una cuestión, en la que casi nunca pensamos, y que sin embargo es fundamental.

Me refiero a los deseos que normalmente se satisfacen. Y a los que, por el contrario, difícilmente se logran saciar. En seguida se entenderá por qué hablo de este asunto. Y la importancia que entraña.

Los deseos, que brotan de necesidades biológicas, en condiciones normales, pueden encontrar plena satisfacción. Valgan como ejemplo la alimentación o el sexo. Encontrar en la vida personas que, en estos dos ámbitos tan elementales de la vida, se sienten y viven satisfechos, son ámbitos de la vida en los que no es extraño encontrar personas que tienen sus deseos básicamente saciados.

Otra cosa es si hablamos de los deseos que brotan de problemas que nos crea, no ya la naturaleza, sino la sociedad. Estoy pensando, por poner dos ejemplos, en la riqueza o en el honor. Nadie duda que, con la llamada “civilización” (tres mil quinientos años a. C.), nació el poder vertical, la desigualdad económica, las honores que distinguen a unos seres humanos de otros, las jerarquías (religiosas y civiles), que distinguen a unos con detrimento de otros. Y así sucesivamente.

Ahora bien, así las cosas, nos llama la atención un hecho que estamos viendo todos los días. Las religiones se suelen organizar y gestionar de manera que tienen comportamientos represivos en deseos que brotan de la naturaleza. Por ejemplo, el sexo. Al tiempo que sintonizan y asumen comportamientos permisivos en el turbio mundo del deseo que fomenta el poder, las jerarquías y los honores. Lo que asocia a las religiones y sus dirigentes con los sectores mejor situados en cuanto se refiere a la riqueza y la gestión de privilegios, dignidades y distinciones.

¿No estará todo esto en la base del rechazo que hoy siente tanta gente ante las religiones y sus jerarquías? En cualquier caso, me parece que todo esto explica el conflicto mortal que, según los evangelios, llevó a Jesús a la muerte humillante que cerró su vida en este mundo. Como también se me antoja que estas motivaciones inexplicables son las que ahora llevan a tantos “hombres de Iglesia” a rechazar y hasta odiar al Papa Francisco. Sea lo que sea, con quien no estoy de acuerdo es con el obispo de Alcalá, Mons. Reig.

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“Resucitar”, por Manuel Vicent

Miércoles, 16 de mayo de 2018
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a_33Cristo y los espárragos, los virus y las bacterias, los ajos tiernos y las habas, todo resucita esta mañana de gloria. Las golondrinas vuelven, las torcaces pasan, el caracolillo se pega a la carena de los barcos, el pulgón de los rosales realiza la primera escalada hacia la belleza, la flor de los cerezos desafía a la nieve en el deshielo, los insectos hierven en las charcas, las semillas después de pudrirse germinan, el trigo ensaya el primer verde oleaje.

Toda la naturaleza celebra la fiesta de la resurrección, de modo que sal del sepulcro de todos los días, levántate y anda. O más bien, huye, porque hoy la huida es la única forma de salvación.

Creer que mientras vives no estás muerto es solo una bella suposición, puesto que mucha gente muere antes de morir y no se da cuenta. He aquí algunas pruebas inapelables.

Si de madrugada, despierto en la cama, estiras una pierna hacia el lado fresco de la sábana y no sientes placer, es que estás muerto.

Si al abrir los ojos descubres que está el sol en la ventana y no concibes que ese es un milagro que se repite cada mañana exclusivamente en tu honor, es que estás muerto.

Si no agradeces que la brisa de primavera infle los visillos y llene tu habitación de un aroma de mar, es que estás muerto.

Si pese a todo, persistes en enterarte de las noticias que llenan de basura moral el mundo y las prefieres al aroma de café que te llega de la cocina, es que estás muerto.

Bosteza, ráscate la espalda por debajo del pijama y prepárate para el examen ante el espejo del cuarto de baño. Si ese espejo, que lo sabe todo de ti, no te absuelve, es que estás muerto.

En la forma de partir el pan reconocieron al Maestro resucitado sus discípulos en el camino de Emaús. Prueba a compartir una agradable sobremesa con los amigos y si ignoras que la inmortalidad está en el fondo de ese placer, vuelve al sepulcro.

Manuel Vicent

Fuente El País

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“La naturaleza del pensamiento “, por Jean Klein.

Martes, 13 de marzo de 2018
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_98281437_gettyimages-531862950Nuestra verdadera naturaleza es quietud. Es presencia sin devenir. En la ausencia de devenir hay integridad y absoluta tranquilidad. Esta tranquilidad es el terreno propio de toda actividad. La actividad de pensar, como toda actividad, está fundada en la totalidad. La tranquilidad es el continuo en el que el pensar aparece y desaparece. Lo que aparece y desaparece está en movimiento. Es energía extendida en el espacio y el tiempo. El pensar, la energía, se representa a sí mismo en discontinuidad pero, dado que surge y muere en la quietud, fundamentalmente no es otra cosa que esta presencia más allá del pasado, presente y futuro.

Lo que generalmente llamamos “pensar” es un proceso de la memoria. Es proyección construida sobre lo ya conocido. Todo cuanto existe, todo cuanto se percibe, es representación para la mente. El pensar secuencial, el pensar racional o científico, por tanto, comienza con una fracción, una representación. Este pensar fraccionario nace de la idea condicionada de que somos entidades independientes, “yos”, “personas”. La noción de ser alguien condiciona todo otro pensar porque la persona solo puede existir en la repetición de la representación, en la confirmación de lo ya conocido. El cerebro tiende aquí hacia la constante representación. La memoria es la originadora de la idea de ser una entidad continua. En última instancia, pensar es defensa contra la muerte del ego. ¿Quién eres tú cuando no piensas? ¿Dónde estás cuando apartas tu mirada del pensar? Pensar es generalmente un modo de escapar de tu totalidad, en la que no hay ningún sujeto pensador.

Cuando la profundamente arraigada idea de una entidad personal, un pensador, alguien que intenta o hace, está ausente, el pensar tiene lugar todavía, como antes, en sucesión utilizando la memoria, pero ahora este funcionamiento está firmemente arraigado en el fondo global: totalidad, esencia, no dualidad. En la ausencia de un pensador, el pensar se libera de todo lo que es personal. No hay objetivo, ni motivo, ni anticipación, ni intención, ni voluntad, ni deseo de concluir, etc. No hay interferencia psicológica alguna ni referencia a un centro. El pensar liberado de esta memoria surge del momento mismo; es siempre nuevo, siempre original. El pensar aquí no provoca la situación; la situación provoca el pensar y aporta su propia conclusión. Todo movimiento intencional, fragmentario, debe cesar antes de que el todo pueda operar. En tanto que haya movimiento en una dirección, la totalidad no podrá encontrar su propio camino. Cuando el pensamiento científico o racional está fundado en la presencia, tiene un resultado completamente distinto. Nunca puede ser monstruoso.

El pensamiento liberado de la memoria es verdaderamente creativo. Todo pensamiento es una explosión que se manifiesta y una implosión que es reabsorbida en el silencio. El deseo de ser revelado y de ser ocultado es la Danza Cósmica, juego sin motivo por el placer de jugar. El verdadero deseo no es otra cosa que esto. Cualquier otro deseo es sólo una deformación, y un anhelo inconsciente, de este deseo fundamental. La esencia del pensar es este divino juego. El pensamiento creativo jamás empieza con lo ya conocido, con una representación. Nace y muere en apertura y utiliza la mera memoria funcional para su expresión. Allí donde no hay ningún pensador, solamente hay un canal para la función de pensar. En este funcionamiento, toda representación está conscientemente fundada. Cuando la presencia se mantiene en el pensar, el nombre no está divorciado de la forma como sucede en el pensamiento mecánico, que es conceptual y abstracto. El “pensamiento” creativo es un júbilo de ser.

Al tomarnos a nosotros mismos por entidades separadas hemos olvidado nuestro propio terreno y nos hemos identificado con una idea, una proyección de individualidad. No son las infinitas expresiones de silencio las que constituyen el problema o causan complicaciones, sino nuestro olvido de la fuente de toda expresión. Esta separación de nuestra verdadera naturaleza nos lleva a un falso vivir. No permitimos que la expresión se disuelva sino que la cristalizamos y, después, nos identificamos con ―y nos perdemos en― esta cristalización. A través de esta objetivización se crea lo que nosotros llamamos “el mundo”. Tomamos la existencia por la vida misma. Pero la vida no tiene principio ni fin. El verdadero vivir es juego, gozo sin objeto.

Jean Klein (¿Quién soy yo? La búsqueda sagrada).

Fuente Boletín Semanal Enrique Martínez Lozano, vía Fe Adulta

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Naturaleza

Sábado, 3 de junio de 2017
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“La naturaleza no hace nada en vano”.

*

Aristóteles

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Un nuevo estilo de vida

Sábado, 31 de diciembre de 2016
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aa_15A propósito de unas fiestas típicamente consumistas: Navidad y Fin de Año.

Ser ciudadanos ecológicos

En la encíclica LAUDATO SÌ el Papa Francisco hace una dramática invitación a la sociedad consumista a cambiar de estilo de vida. Nos pide que abramos los ojos y veamos el futuro catastrófico al que estamos abocados, si no ponemos coto a nuestros irracionales comportamientos que están produciendo heridas profundas a la Madre Tierra. Nuestro estilo de vida es insostenible: producimos demasiados desperdicios (algunos excesivamente peligrosos), estamos contaminando la atmósfera alterando el medio ambiente más allá de lo sostenible, lo que tiene como consecuencia el aumento de los desiertos, la subida del nivel del mar, catástrofes naturales más frecuentes producidas por lluvias y vientos, etc. Nos advierte la encíclica de que los males que se avecinan no serán sólo naturales sino también sociales debido a que el estilo de vida consumista, para que sea sostenible, sólo será posible para unos pocos, habiendo de quedar la mayoría descartada.

LAUDATO SÌ señala cuál es la causa que está en la raíz de nuestro aberrante estilo de vida consumista: “Mientras más vacío está el corazón de la persona, más necesita objetos para comprar, poseer y consumir… (nº 204). Así pues, tenemos que llenar la vaciedad de nuestro corazónpara que no busquemos en el tener y en el consumir el sentido de nuestra vida. Llenarlo de otros valores: de responsabilidad, de solidaridad, de respeto, etc., en definitiva, de amor hacia todo lo que existe y vive ahora y en el futuro.

Hay muchos que admiran y aplauden al Papa Francisco, están entusiasmados con él, pero le oyen y no le escuchan, ven cómo es, pero no le siguen. También él ha hecho sonar la alarma ecologista: El estilo de vida actual es insostenible, nos conducirá al desastre. Es necesario decidirnos por un nuevo modo de vivir. Nos pide dejar de ser ciudadanos consumistas para convertirnos en ciudadanos ecológicos.

Uno de los grandes aciertos de esta encíclica, y creo que novedoso no sólo en la doctrina de la Iglesia, ha sido considerar a los seres humanos como parte del Ecosistema TerrestreEs verdad queno podemos considerar al hombre como “rey de la creación”, pero sí formamos parte de ella. Los problemas de los vivientes humanos son también ecológicos. Cuando vemos gente que vive en una chabola, sin agua, sin luz, sin suficiente espacio…, estamos ante un problema ecológico, pues estamos ante unos seres vivos que están malviviendo en un medio evidentemente inadecuado. Si la causa de ello es que son trabajadores explotados, sometidos a salarios de miseria…, hay que concluir que esa explotación es un problema ecológico. Que todos los humanos tengan vivienda y que sea digna es también una exigencia ecológica. La ecología tiene que preocuparse por la vida de todos los vivientes del planeta. Si nos duele ver peces muertos en un río contaminado, mucho más nos han de hacer sufrir los muertos por las guerras, por el hambre, por las malas condiciones de trabajo… El Mediterráneo, convertido en Mar de Muertos, es un escándalo ecológico. El ser humano es Naturaleza: de ella y en ella ha nacido y en ella tiene que vivir.

Cuando oímos hablar de cómo se está deteriorando el medio ambiente y de las consecuencias tan perjudiciales para todo lo que es y vive en la Madre Tierra, posiblemente estemos pensando en los que dirigen las empresas que contaminan, que talan, que incitan al consumo… O en los dirigentes políticos en cuyas manos están las leyes que podrían protegernos de la barbarie productiva. Nosotros nos sentimos tan pequeños que pensamos que no podemos incidir ni positiva ni negativamente sobre el bienestar de la Madre Tierra. Y por eso nos exculpamos y no nos sentimos responsables de los males que la aquejan. Pero quizás estemos equivocados. Somos piezas que formamos parte del importante conjunto humano, que como tal sí puede influir, y mucho, tanto para bien como para mal en el Ecosistema Terrestre. Será para bien, si somos ciudadanos ecológicos.

El primer paso que ha de dar el ciudadano ecológico ha de ser reflexionar sobre su propia conducta y ver hasta qué punto está más o menos implicado en el maltrato de la Madre Tierra. Tenemos que pensar si estamos o no dentro de la vorágine consumista que en conjunto es francamente perniciosa, no sólo por la ingente cantidad de desperdicios que generamos, desechando lo que aún podría servirnos (ropa, comida, utensilios…), sino también, porque una demanda desorbitada de bienes provoca una enorme producción, lo que hace que día a día se esté esquilmando la Tierra.

El ciudadano ecológico está obligado a un consumo responsable, que implica unos determinados comportamientos, entre los cuales está la costumbre de reciclar tanto como nos sea posible, rehuir los utensilios de usar y tirar. El consumo responsable nos obliga también a devolver selectivamente a la sociedad lo que ya no utilizamos para que ella lo pueda reciclar. Estamos obligados a conocer los puntos limpios para nuestros residuos especiales y a seleccionar rigurosamente nuestra basura para depositarla separadamente donde corresponda.

El consumo responsable también nos obliga a comprar productos ecológicos. No sólo porque sean más saludables, sino porque con ello favorecemos la producción ecológica, que está bajo unas leyes que la obligan a respetar la tierra, librándola de abonos o pesticidas perjudiciales, tratamientos genéticos para hacerlos más atractivos, agradables, inmunes a las plangas… Es verdad que los productos ecológicos tienen el inconveniente de ser más caros, pero esta dificultad se puede contrarrestar siendo más austeros en el consumo, que muchas veces va más allá de lo que realmente necesitamos.

También el ciudadano ecologista tiene que considerar el modo humano de producción de los bienes que consume. Debe evitar que sean bienes producidos por trabajadores sometidos a esclavitud o a condiciones simplemente abusivas o a salarios injustos. Para ello debe procurar comprar todo lo que pueda en el comercio justo, garantía de que en el proceso productivo se han respetado los derechos de los trabajadores y la sostenibilidad del ecosistema.

El ciudadano ecológico también ha de participar en la defensa de las agresiones a la Madre Tierra. Lo puede hacer a través de Internet donde frecuentemente se encuentran peticiones de firmas que tienen por objeto la denuncia de estos comportamientos dañinos. Hay asociaciones de ecologistas de todo tipo en las que uno puede participar. A veces se hacen manifestaciones para denunciar la violencia a la naturaleza o a los seres humanos. Nunca ha de olvidar que las agresiones a las personas son agresiones ecológicas. Cuando sufre una persona está sufriendo la Madre Tierra. Aunque no seamos el centro del Universo, ni los dueños de la Tierra, como en otro tiempo se pensaba, sí somos una parte muy importante del Ecosistema Terrestre.

José Mª Álvarez Rodríguez

Foro-Gaspar García Laviana

Fuente Fe Adulta

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Fiel a tu Naturaleza

Sábado, 26 de noviembre de 2016
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“Mantenerse fiel a tu naturaleza

– en un mundo que trata de hacer de tí otra persona -.

es el más grande de los éxitos”

*

Ralph Waldo Emerson,
ensayista y filósofo del siglo XIX.

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Huír o adaptarse

Jueves, 7 de enero de 2016
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Del blog Pays de Zabulon:

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“Frente a la agresión, existen dos estrategias en la naturaleza: el animal huye, mientras que el vegetal se adapta porque tiene tiempo para él. El árbol representa para mí la permanencia, la tradición, la solidaridad y la generosidad, que son unos valores vegetales. No olvidemos que un grano de maíz posee un ADN diez veces más complejo que el del primate. Su riqueza genética le permite mantenerse contra viento y marea. “

*

Olivier BLEYS,
autor de “Discurso de un árbol sobre la fragilidad de los hombres” .

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Sencillez, Naturalidad

Jueves, 26 de noviembre de 2015
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Del blog Amigos de Thomas Merton:

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“Algunos, al parecer, piensan que un santo no puede en modo alguno sentir un interés natural por ninguna de las cosas creadas. Se imaginan que toda forma de espontaneidad o disfrute es el gozo pecaminoso de una “naturaleza caída”. Que ser “sobrenatural” significa ahogar toda espontaneidad con tópicos y referencias arbitrarias a Dios. El propósito de tales tópicos es, por decirlo así, mantener todo a distancia, impedir las reacciones espontáneas, exorcizar los sentimientos de culpa o, quizá, ¡cultivar tales sentimientos! A veces nos preguntamos si esta moralidad no es, después de todo, amor a la culpa. Algunos suponen que la vida de un santo solo puede ser un perpetuo duelo con la culpa y que un santo no puede ni siquiera beber un vaso de agua fresca sin hacer un acto de contrición por apagar su sed, como si esto fuera un pecado mortal. Como si los santos ofendieran a Dios cada vez que estiman la belleza, la bondad, las cosas agradables. Como si los santos no pudieran sentir más agrado que el que les procuran sus oraciones y sus actos de piedad interiores.

Un santo es capaz de amar las cosas creadas y gozar usándolas y tratando con ellas de una manera perfectamente sencilla y natural, sin hacer referencias formales a Dios, sin atraer la atención sobre su piedad y actuando sin ninguna forma de rigidez artificial. Su amabilidad y su dulzura no les son impuestas por la presión abrumadora de una camisa de fuerza espiritual, sino que proceden de su docilidad directa a la luz de la verdad y a la voluntad de Dios. Por eso el santo es capaz de hablar sobre el mundo sin hacer ninguna referencia explícita a Dios, de tal manera que lo que dice da mas gloria a Dios y despierta un amor mayor a El que las observaciones de una persona menos santa, que tiene que forzarse para establecer una conexión arbitraria entre las criaturas y Dios por medio de metáforas y analogías gastadas, tan débiles que nos hacen pensar que la religión es problemática.”

*

Thomas Merton.
Nuevas semillas de contemplación.

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¡Más allá de la belleza, su Autor!

Miércoles, 18 de noviembre de 2015
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Del blog Pays de Zabulon:

A Worthy Consideration - Nature Au Natural

A Worthy Consideration – Naturaleza al Natural

¡Más allá de la belleza, su Autor!

Eran naturalmente vanos
todos los hombres que ignoraban a Dios,
y fueron incapaces de conocer al que es
partiendo de las cosas buenas que están a la vista,
y no reconocieron al artífice fijándose en sus obras,
sino que tuvieron por dioses al fuego, al viento, al aire leve,
a las órbitas astrales, al agua impetuosa,
a las lumbreras celestes, regidoras del mundo.
Si, fascinados por su hermosura, los creyeron dioses,
sepan cuánto los aventaja su Señor,
pues los creó el autor de la belleza;
y si los asombró su poder y actividad,
calculen cuánto más poderoso es quien los hizo;
pues, por la magnitud y belleza de las criaturas,
se descubre por analogía al que les dio el ser.
Con todo, a éstos poco se les puede echar en cara,
pues tal vez andan extraviados
buscando a Dios y queriéndolo encontrar;
en efecto, dan vueltas a sus obras, las exploran,
y su apariencia los subyuga, porque es bello lo que ven.
Sin embargo, no tienen excusa,
porque si lograron saber tanto
que fueron capaces de averiguar el principio del cosmos,
¿cómo no encontraron antes a su Señor?

*

Del  Libro de la Sabiduría
(Sab 13, 1-9)

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Fuente foto : www.nude-soul.com
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“Desafío permanente: cuidar de sí mismo”, por Leonardo Boff

Sábado, 29 de agosto de 2015
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a_11Leído en Adital:

Al asumir la categoría “cuidado” en nuestra relación con la Madre Tierra y con todos los seres, el Papa Francisco reforzó no sólo una virtud sino un verdadero paradigma que representa una alternativa al paradigma de la modernidad, que es el de la voluntad de poder que tantos daños ha producido.

Debemos cuidar de todo, también de nosotros mismos, pues somos el más próximo de nuestros próximos y, al mismo tiempo, el más complejo y más indescifrable de los seres.

¿Sabemos quiénes somos? ¿Para qué existimos? ¿Hacia dónde vamos? Reflexionando sobre estas preguntas ineludibles vale recordar la consideración de Blas Pascal (+1662) tal vez la más verdadera.

¿Qué es el ser humano en la naturaleza? Una nada delante del infinito, y un todo delante de la nada, un eslabón entre la nada y el todo, pero incapaz de ver la nada de donde proviene y el infinito hacia donde va (Pensées § 72).

Verdaderamente, no sabemos quiénes somos. Solamente desconfiamos, como diría Guimarães Rosa. En la medida en que vamos viviendo y sufriendo, vamos descubriendo lentamente quien somos. En último término somos expresiones de aquella Energía de fondo (¿imagen de Dios?) que sustenta todo y dirige todo.

Junto con lo que de realmente somos, existe también aquello que potencialmente podemos ser. Lo potencial pertenece también a lo real, tal vez, a nuestra mejor parte. A partir de este trasfondo, cabe elaborar claves de lectura que nos orienten en la búsqueda de aquello que queremos y podemos ser.

En esta búsqueda el cuidado de sí mismo desempeña una función decisiva. No se trata, primeramente, de un mirar narcisista sobre el propio yo, que lleva generalmente a no conocerse a sí mismo sino a identificarse con una imagen proyectada de sí mismo y, por eso, falsa y alienante.

Michel Foucault con su minuciosa investigación Hermenéutica del sujeto (2004) intentó rescatar la tradición occidental del cuidado del sujeto, especialmente en los sabios del siglo II/III como Séneca, Marco Aurelio, Epicteto y otros. El gran motto era el famoso ghôti seautón, conócete a ti mismo. Ese conocimiento no es algo abstracto sino muy concreto: reconócete en aquello que eres, procura profundizar en ti mismo para descubrir tus potencialidades; intenta realizar aquello que realmente puedes.

En este contexto se abordaban las distintas virtudes, tan bien discutidas por Sócrates. Él advertía evitar el peor de los vicios, que para nosotros se ha vuelto común: la hybris. Hybris es sobrepasar los límites y buscar ser especial, por encima de los otros. Tal vez el mayor impasse de la cultura occidental, de la cultura cristiana, especialmente de la cultura estadounidense con su imaginado Destino Manifiesto (sentirse el nuevo pueblo elegido por Dios) sea la hybris: el sentimiento de superioridad y de excepcionalidad, imponiendo a los otros nuestros valores, sancionados por Dios.

Lo primero que hay que afirmar es que el ser humano es un sujeto y no una cosa. No es una sustancia, constituida de una vez por todas, sino un nudo de relaciones siempre activo que mediante la cadena de relaciones está construyéndose continuamente, como lo hace el universo. Todos los seres del universo, según la nueva cosmología, son portadores de cierta subjetividad porque tienen historia, viven en interacción e interdependencia de todos con todos, aprenden intercambiando y acumulando informaciones. Este es un principio cosmológico universal. Pero el ser humano realiza una modalidad propia de este principio que es el hecho de ser un sujeto consciente y reflejo. Sabe que sabe y sabe que no sabe y, para ser completos, no sabe que no sabe.

Este nudo de relaciones se articula a partir de un Centro alrededor del cual organiza las relaciones con todos los demás. Ese yo profundo nunca está sólo. Su soledad es para la comunión. Reclama un tú. O mejor, según Martin Buber, es a partir del tú que el yo despierta y se forma. Del yo y del tú nace el nosotros.

El cuidado de sí mimo implica, en primerísimo lugar, acogerse a uno mismo, tal como se es con sus aptitudes y sus límites. No con amargura, como quien quiere modificar su situación existencial, sino con jovialidad. Acoger el propio rostro, cabello, piernas, senos, la apariencia y modo de estar en el mundo, en fin su cuerpo (Vea Corbin y otros, O corpo, 3 vol. 2008). Cuanto más nos aceptemos menos clínicas de cirugías plásticas existirán. Con las características físicas que tenemos, debemos elaborar nuestro modo de ser en el mundo.

Nada más ridículo que la construcción artificial de una belleza moldeada en disonancia con la belleza interior. Es el intento vano de hacer un “photoshop” de la propia imagen.

El cuidado de sí mismo exige saber combinar las aptitudes con las motivaciones. No basta tener aptitud para la música si no sentimos motivación para ser músico. De la misma forma, no nos ayudan las motivaciones para ser músico si no tenemos aptitud para ello. Desperdiciamos energías y recogemos frustraciones. Quedamos siendo mediocres, lo que no engrandece.

Otro componente del cuidado para consigo mismo es saber y aprender a convivir con la dimensión de sombra que acompaña a la dimensión de luz. Amamos y odiamos. Estamos hechos con esas contradicciones. Antropológicamente se dice que somos al mismo tiempo sapiens y demens, gente de inteligencia y junto con ello gente de rudeza. Somos el encuentro de esas oposiciones.

Cuidar de sí mismo es poder crear una síntesis donde las contradicciones no se anulan, pero predomina el lado luminoso.

Cuidar de sí mismo es amarse, acogerse, reconocer nuestra vulnerabilidad, poder llorar, saber perdonarse y desarrollar la resiliencia, que es la capacidad de dar la vuelta por encima y aprender de los errores y contradicciones. Entonces escribimos derecho a pesar de las líneas torcidas.

columnista del Jornal do Brasil y filósofo

Traducción de Mª José Gavito Milano

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