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“Los del Estado Islámico degüellan, decapitan, crucifican hasta la muerte, entierran personas vivas…”

Domingo, 14 de septiembre de 2014
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marisalep_560x280Los maristas azules de Alepo recuerdan que fue la comunidad internacional la que armó al Estado Islámico

“¿Cuál es la solución? ¿Cuál será el futuro, o antes de eso, hay un futuro?”

“Puestos ante la elección de convertirse o morir, o de huir, centenares de miles de personas han tomado el camino del éxodo”

Cardenal Koch: “Las bases ideológicas del EI no tienen nada que ver con la religión musulmana”

Tomasi denuncia las “trágicas formas de esclavitud moderna” simbolizadas en Boko Haram o Estado Islámico

(Nabil Antaki, maristas azules).- Quedarse o partir, tal es el dilema al que se enfrentan los sirios, sobre todo los de Alepo, ahora más que nunca. ¿Qué hacer? ¿Seguir resistiendo? ¿Quedarse a pesar de todo lo que está pasando, de todo lo que estamos sufriendo desde hace más de tres años? ¿Cuál es la solución? ¿Cuál será el futuro, o antes de eso, hay un futuro?

¿Abandonar definitivamente el país? ¿Ir a vivir a otra parte ese futuro y sobre todo el futuro de los niños? Pero ¿dónde? ¿Y cómo? ¿Ponerle una cruz al pasado ? ¿Dejar todo lo que se pasee y volver a empezar desde cero ? ¿La letanía de estas preguntas sin respuesta es larga y nos obsesiona todo el día. La gente que contemporizaba, que había dejado las preguntas y las respuestas en suspenso esperando ver más claro, sea porque esperaban una solución cercana de la crisis o simplemente porque les faltaba el valor para irse, actualmente abandonan Siria, cada vez más numerosos, sobre todo los cristianos, para tomar el camino del exilio definitivo hacia un país que no han escogido. «Poco importa dónde vaya, lo importante es que llegue y que pueda vivir en paz ».

La paciencia de la gente ha llegado al límite. Tras los tres años que dura el conflicto sirio, con sus 192.000 muertos, sus millones de desplazados y de refugiados, no ven aparecer en el horizonte ninguna solución. Y luego está el encadenamiento de acontecimiento capaz de hacer perder todas las ilusiones incluso a los más optimistas. En primer lugar el bloqueo de la ciudad durante varias semanas, seguido de un corte total de agua durante más de dos meses, todo ello salpicado de lluvia de obuses y de morteros que siguen haciendo su cosecha cotidiana de muertos y de heridos…

Pero lo peor es el miedo que se agarra a las entrañas, inspirado por esa banda de salvajes que ha tomado posesión de todo el este de Siria y del norte de Irak para hacer reinar allí un Estado de ley islámica que no tiene nada que ver con el islam. Es una banda compuesta en su mayoría de extranjeros, con los que nuestros compatriotas musulmanes no se identifican, que degüellan, decapitan (y no sólo periodistas americanos), crucifican hasta la muerte, lapidan a las mujeres supuestamente adúlteras, flagelan para castigar (a los que fuman, por ejemplo), entierran personas vivas, vende a las mujeres como esclavas... La lista de sus actos de barbarie y de crueldad es demasiado larga para reproducirla integralmente en esta carta.

Pero, sobre todo, el acontecimiento – catástrofe ha sido la suerte resesrvada a los cristianos de Mossoul y de Qaraqosh, así como a las otras minorías religiosas (irakianos, no obstante, igual que los musulmanes, como los yizadíes, por ejemplo). Esto es lo que ha motivado a los sirios la decisión de abandonar el país. Puestos ante la elección de convertirse o morir, o de huir, centenares de miles de personas han tomado el camino del éxodo, dejando la tierra de sus antepasados, sus raíces, su historia, y se han marchado sin poder llevar nada consigo, ni siquiera su alianza ni algo de dinero, expulsados y luego exterminados como lo fueron en 1915 los armenios a manos de los otomanos, en el primer genocidio del siglo XX.

Así es como también Alepo se ha despoblado de los cristianos. No deben quedar más que apenas la mitad (según los optimistas) o quizás un tercio. Hace tres años era la gente pudiente, las élites (médicos, hombres de negocios, universitarios…) quienes se habían ido, a la espera de tiempos mejores, antes de que lo provisional se haga definitivo. En cambio, desde hace poco, todo el mundo quiere irse: clases medias, jóvenes, menos jóvenes, pobres, personas sin recursos… todos se empujan en le portón. ¿Y qué podemos decir nosotros, tenemos algo que decir a todos estos candidatos al exilio? ¿Tenemos que animarlos o intentar disuadirlos?

¿Qué podemos decir a esas tres parejas jóvenes que se van al Líbano, que deben inscribirse en la oficina de Naciones Unidas para los refugiados para obtener un visado de emigración y que han venido a despedirse hace una semana? Tres años sin trabajo es duro para familias jóvenes, a los que todo sonreía cuando se embarcaron en la vida profesional y conyugal hace unos años.

¿Qué responder a las familias más desfavorecidas que ayudamos materialmente y que no pueden habitar en su pobre barrio, Midane, objetivo cotidiano de los obuses de los rebeldes? ¿Y a quienes han visto a sus vecinos matados o heridos y que tienen miedo por ellos mismos y por sus hijos? «Queremos irnos, ayudadnos a preparar los papeles, tenemos primos o hermanos en América Latina que podrán ayudarnos a obtener un visado».

¿Qué aconsejar, qué decir a estas personas que no pueden seguir esperando a que “los acontecimientos” terminen, que no pueden soportar más tiempo la privación de agua, de electricidad, de alimentos, de medicinas, de dinero; o los obuses, o los sufrimientos; que no quieren ver más a sus hijos crecer sin no conocer nada más que la guerra y que aspiran a un porvenir segur, estable, en paz…?

Qué responder a ese médico indignado por la cobardía de los occidentales. «Los dirigente occidentales han calificado de acto bárbaro la decapitación de un periodista mericano. ¡Hay que recordarles que esos salvajes, que cometen actos de barbarie en nuestro país, son los mismos que fueron animados, financiados y protegidos por ellos mismos y sus aliados, bajo el pretexto de llevar al pueblo sirio la democracia y la libertad, en el marco de un plan con el romántico nombre de “Primavera Árabe”, que había sucedido a las formulaciones precedentes de “Caos constructivo” y de “Nuevo medio oriente”! ¿Esos salvajes, llamados por los occidentales rebeldes o combatientes de la libertad cuando cometen sus crímenes en Siria, no se han transformado súbitamente en bárbaros y terroristas más que cuando algunos de sus efectivos han entrado en Irak? ».

Qué decir a esas decenas, a esos centenares de personas que encuentro en la residencia de los maristas, en la calle o en mi consulta, que me expresan su angustia y su pánico ante la oleada de Daech (EIIL): “¿Y si invaden Alepo? ¿Y si nos toca sufrir la misma suerte que los cristianos de Mosul, tener que elegir entre la conversión o la muerte, huir en columnas de refugiados sin poder llevar nada? ¡Mejor irse enseguida antes de que “ellos” lleguen! No queremos morir degollados, decapitados, enterrados vivos, crucificados por esos salvajes. ¡Y pensar que “ellos” están solo a unos quilómetros al este de Alepo y que acaban de tomar el control de toda la región al norte de la ciudad!

Y la gente yéndose. Nuestro chófer, su familia, sus hermanos y sus familias, que acaban de llegar a Alemania. Varios trabajadores del hospital, que han logrado un visado y se han ido a Europa. Nuestra empleada de la limpieza, que se prepara a ir a Venezuela. Otra familia que se ha marchado a Australia, otros, armenios sobre todo, a Estados Unidos o a Europa del Norte.

 El Vaticano y las instituciones caritativas de la Iglesia, por su parte, piden a los cristianos que no abandonen su tierra, la cuna del cristianismo. ¡¡¡Mientras que sus representantes sobre el terreno distribuyen la ayuda recibida con parsimonia para “responsabilizar” a la gente, para no convertirlos en “asistidos”!!! En unos meses, les quedará mucho dinero pero no habrá nadie a quien dárselo. Un amigo bien informado me ha dicho:Si dentro de unos meses el EIIL invadiera Alepo, no se vería más que una columna de apenas unos miles de refugiados cristianos en la senda del exilio.

Los Maristas Azules no tenemos certezas que ofrecer, ni respuestas a los temores y a las preguntas. Tampoco nos toca a nosotros desaprobar las decisiones tomadas. Tratamos de ser simplemente, con nuestra presencia activa, un resplandor de esperanza para aquellos a quienes no les queda esperanza… una fuerza para los que dudan… un consuelo para los que están atormentados.

Intentamos también aliviar los sufrimientos psíquicos y morales y, al menos, ofrecer a los que se quedan unas condiciones de vida aceptables para que la falta de todo no sea el motivo principal de su marcha. Leer más…

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