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Leonardo Boff: “Cuando pase la pandemia, volver a la ‘normalidad’ es autocondenarse”

Jueves, 11 de junio de 2020
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Mundo (360)Si no hacemos una “conversión ecológica radical”, en palabras del Papa Francisco, la Tierra viva podrá reaccionar y contraatacar con virus aún más violentos capaces de hacer desaparecer a la especie humana

Necesitamos un contrato social mundial, porque seguimos siendo rehenes del obsoleto soberanismo de cada país

Cuando pase la pandemia del coronavirus no nos estará permitido volver a la “normalidad” anterior. Sería, en primer lugar, un desprecio a los miles de personas que han muerto asfixiadas por el virus y una falta de solidaridad con sus familiares y amigos. En segundo lugar, sería la demostración de que no hemos aprendido nada de lo que, más que una crisis, es una llamada urgente a cambiar nuestra forma de vivir en nuestra única Casa Común. Se trata de un llamamiento de la propia Tierra viva, ese superorganismo autorregulado del que somos su parte inteligente y consciente.

El sistema actual pone en peligro las bases de la vida

Volver a la anterior configuración del mundo, hegemonizado por el capitalismo neoliberal, incapaz de resolver sus contradicciones internas y cuyo ADN es su voracidad por un crecimiento ilimitado a costa de la sobreexplotación de la naturaleza y la indiferencia ante la pobreza y la miseria de la gran mayoría de la humanidad producida por ella, es olvidar que dicha configuración está sacudiendo los cimientos ecológicos que sostienen toda la vida en el planeta. Volver a la “normalidad” anterior (business as usual) es prolongar una situación que podría significar nuestra propia autodestrucción.

Si no hacemos una “conversión ecológica radical”, en palabras del Papa Francisco, la Tierra viva podrá reaccionar y contraatacar con virus aún más violentos capaces de hacer desaparecer a la especie humana. Esta no es una opinión meramente personal, sino la opinión de muchos biólogos, cosmólogos y ecologistas que están siguiendo sistemáticamente la creciente degradación de los sistemas-vida y del sistema-Tierra. Hace diez años (2010), como resultado de mis investigaciones en cosmología y en el nuevo paradigma ecológico, escribí el libro Cuidar la Tierra-proteger la vida: cómo evitar el fin del mundo (Record). Los pronósticos que adelantaba han sido confirmados plenamente por la situación actual.

El proyecto capitalista y neoliberal ha sido rechazado

Una de las lecciones que hemos aprendido de la pandemia es la siguiente: si se hubieran seguido los ideales del capitalismo neoliberal –competencia, acumulación privada, individualismo, primacía del mercado sobre la vida y minimización del Estado– la mayoría de la humanidad estaría perdida. Lo que nos ha salvado ha sido la cooperación, la interdependencia de todos con todos, la solidaridad y un Estado suficientemente equipado para ofrecer la posibilidad universal de tratamiento del coronavirus, en el caso del Brasil, el Sistema Único de Salud (SUS).

Hemos hecho algunos descubrimientos: necesitamos un contrato social mundial, porque seguimos siendo rehenes del obsoleto soberanismo de cada país. Los problemas mundiales requieren una solución mundial, acordada entre todos los países. Hemos visto el desastre en la Comunidad Europea, en la que cada país tenía su plan sin considerar la necesaria cooperación con otros países. Fue una devastación generalizada en Italia, en España y últimamente en Estados Unidos, donde la medicina está totalmente privatizada.

Otro descubrimiento ha sido la urgencia de un centro plural de gobierno mundial para asegurar a toda la comunidad de vida (no sólo la humana sino la de todos los seres vivos) lo suficiente y decente para vivir. Los bienes y servicios naturales son escasos y muchos de ellos no son renovables. Con ellos debemos satisfacer las demandas básicas del sistema-vida, pensando también en las generaciones futuras. Es el momento oportuno para crear una renta mínima universal para todos, la persistente prédica del valiente y digno político Eduardo Suplicy.

Una comunidad de destino compartido

Los chinos han visto claramente esta exigencia al promover “una comunidad de destino compartido para toda la humanidad”, texto incorporado en el renovado artículo 35 de la Constitución china. Esta vez, o nos salvamos todos, o engrosaremos la procesión de los que se dirigen a la tumba colectiva. Por eso debemos cambiar urgentemente nuestra forma de relacionarnos con la naturaleza y con la Tierra, no como señores, montados sobre ella, dilapidándola, sino como partes conscientes y responsables, poniéndonos junto a ella y a sus pies, cuidadores de toda la vida.

A la famosa TINA (There Is No Alternative), “no hay (otra) alternativa” de la cultura del capital, debemos confrontar otra TINA (There Is a New Alternative), “hay una nueva alternativa”. Si en la primera alternativa la centralidad estaba ocupada por el beneficio, el mercado y la dominación de la naturaleza y de los otros (imperialismo), en esta segunda será la vida en su gran diversidad, también la humana con sus muchas culturas y tradiciones la que organizará la nueva forma de habitar la Casa Común. Eso es imperativo y está dentro de las posibilidades humanas: tenemos la ciencia y la tecnología, tenemos una acumulación fantástica de riqueza monetaria, pero falta a la gran mayoría de la humanidad y, lo que es peor, a los Jefes de Estado la conciencia de esta necesidad y la voluntad política de implementarla. Tal vez, ante el riesgo real de nuestra desaparición como especie, por haber llegado a los límites insoportables para la Tierra, el instinto de supervivencia nos haga sociables, fraternos y todos colaboradores y solidarios unos con otros. El tiempo de la competencia ha pasado. Ahora es el tiempo de la cooperación.

La inauguración de una civilización biocentrada

Creo que inauguraremos una civilización biocentrada, cuidadosa y amiga de la vida, como algunos dicen, “la tierra de la buena esperanza”. Se podrá realizar el “bien vivir y convivir” de los pueblos andinos: la armonía de todos con todos, en la familia, en la sociedad, con los demás seres de la naturaleza, con las aguas, con las montañas y hasta con las estrellas del firmamento.

Como el premio Nobel de economía Joseph Stiglitz ha dicho con razón: “tendremos una ciencia no al servicio del mercado, sino el mercado al servicio de la ciencia”, y yo añadiría, y la ciencia al servicio de la vida.

No saldremos de la pandemia de coronavirus como entramos. Seguramente habrá cambios significativos, tal vez incluso estructurales. El conocido líder indígena, Ailton Krenak, del valle del Río Doce, ha dicho acertadamente: “No sé si saldremos de esta experiencia de la misma manera que entramos. Es como una sacudida para ver lo que realmente importa; el futuro es aquí y ahora, puede que mañana no estemos vivos; ojalá que no volvamos a la normalidad” (O Globo, 01/05/2020, B 6).

Lógicamente, no podemos imaginar que las transformaciones se produzcan de un día a otro. Es comprensible que las fábricas y las cadenas de producción quieran volver a la lógica anterior. Pero ya no serán aceptables. Deberán someterse a un proceso de reconversión en el que todo el aparato de producción industrial y agroindustrial deberá incorporar el factor ecológico como elemento esencial. La responsabilidad social de las empresas no es suficiente. Se impondrá la responsabilidad socio-ecológica.

Se buscarán energías alternativas a las fósiles, menos impactantes para los ecosistemas. Se tendrá más cuidado con la atmósfera, las aguas y los bosques. La protección de la biodiversidad será fundamental para el futuro de la vida y de la alimentación, humana y de toda la comunidad de la vida.

¿Qué tipo de Tierra queremos para el futuro?

Seguramente habrá una gran discusión de ideas sobre qué futuro queremos y qué tipo de Tierra queremos habitar. Cuál será la configuración más adecuada a la fase actual de la Tierra y de la propia humanidad, la fase de planetización y de la percepción cada vez más clara de que no tenemos otra casa común para habitar que ésta. Y que tenemos un destino común, feliz o trágico. Para que sea feliz, debemos cuidarla para que todos podamos caber dentro, incluida la naturaleza.

Existe el riesgo real de polarización de modelos binarios: por un lado los movimientos de integración, de cooperación general y, por otro, la reafirmación de las soberanías nacionales con su proteccionismo. Por un lado el capitalismo “natural” y verde y por otro lado el comunismo reinventado de tercera generación como pronostican Alain Badiou y Slavoy Zizek.

Otros temen un proceso de brutalización radical por parte de los “dueños del poder económico y militar” para asegurar sus privilegios y sus capitales. Sería un despotismo de forma diferente porque se basaría en los medios cibernéticos y en la inteligencia artificial con sus complejos algoritmos, un sistema de vigilancia sobre todas las personas del planeta. La vida social y las libertades estarían permanentemente amenazadas. Pero a todo poder le surgirá siempre un contrapoder. Habría grandes enfrentamientos y conflictos a causa de la exclusión y la miseria de millones de personas que, a pesar de la vigilancia, no se conformarán con las migajas que caen de las mesas de los ricos epulones.

No pocos proponen una glocalización, es decir que el acento se ponga en lo local, en la región con su especificidad geológica, física, ecológica y cultural pero abierta a lo global que involucra a todos. En este biorregionalismo se podría lograr un verdadero desarrollo sostenible, aprovechando los bienes y servicios locales. Prácticamente todo se realizará en la región, con empresas más pequeñas, con una producción agroecológica, sin necesidad de largos transportes que consumen energía y contaminan. La cultura, las artes y las tradiciones serán revividas como una parte importante de la vida social. La gobernanza será participativa, reduciendo las desigualdades y haciendo que la pobreza sea menor, siempre posible, en las sociedades complejas. Es la tesis que el cosmólogo Mark Hathaway y yo defendemos en nuestro libro común El Tao de la Liberación (2010) que fue bien acogida en el ambiente científico y entre los ecologistas hasta el punto de que Fritjof Capra se ofreció a hacer un interesante prefacio.

Otros ven la posibilidad de un ecosocialismo planetario, capaz de lograr lo que el capitalismo, por su esencia competitiva y excluyente, es incapaz de hacer: un contrato social mundial, igualitario e inclusivo, respetuoso de la naturaleza en el que el nosotros (lo comunitario y societario) y no el yo (individualismo) será el eje estructurador de las sociedades y de la comunidad mundial. El ecosocialismo planetario encontró en el franco-brasileño Michael Löwy su más brillante formulador. Tendremos, como reafirma la Carta de la Tierra así como la encíclica del Papa Francisco “sobre el cuidado de la Casa Común”, un modo de vida verdaderamente sostenible y no sólo un desarrollo sostenible.

Al final, pasaremos de una sociedad industrial/consumista a una sociedad de sustentación de toda la vida con un consumo sobrio y solidario; de una cultura de acumulación de bienes materiales a una cultura humanístico-espiritual en la que los bienes intangibles como la solidaridad, la justicia social, la cooperación, los lazos afectivos y no en última instancia la amorosidad y la logique du coeur estarán en sus cimientos.

No sabemos qué tendencia predominará. El ser humano es complejo e indescifrable, se mueve por la benevolencia pero también por la brutalidad. Está completo pero aún no está totalmente (terminado). Aprenderá, a través de errores y aciertos, que la mejor configuración para la coexistencia humana con todos los demás seres de la Madre Tierra debe estar guiada por la lógica del propio universo: este está estructurado, como nos dicen notables cosmólogos y físicos cuánticos, según complejas redes de inter-retro-relaciones. Todo es relación. No existe nada fuera de la relación. Todos se ayudan mutuamente para seguir existiendo y poder co-evolucionar. El propio ser humano es un rizoma (bulbo de raíces) de relaciones en todas las direcciones.

Si se me permite decirlo en términos teológicos: es la imagen y semejanza de la Divinidad que surge como la relación íntima de tres Infinitos, cada uno singular (las singularidades no se suman), Padre, Hijo y Espíritu Santo, que existen eternamente el uno para el otro, con el otro, en el otro y a través del otro, constituyendo un Dios-comunión de amor, de bondad y de belleza infinita.

Tiempos de crisis como el nuestro, de paso de un tipo de mundo a otro, son también tiempos de grandes sueños y utopías. Ellas son las que nos mueven hacia el futuro, incorporando el pasado pero dejando nuestra propia huella en el suelo de la vida. Es fácil pisar la huella dejada por otros, pero ella no nos lleva a ningún camino esperanzador. Debemos hacer nuestra propia huella, marcada por la inagotable esperanza de la victoria de la vida, porque el camino se hace caminando y soñando.  Así pues, caminemos.

*Leonardo Boff es ecoteólogo, filósofo y ha escrito: Cuidar la Tierra-proteger la vida: cómo escapar del fin del mundo, Record, Rio 2010.

Traducción de Mª José Gavito Milano

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Leonardo Boff: Se necesita un nuevo paradigma de producir, distribuir, consumir y vivir.

Jueves, 23 de abril de 2020
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Mundo (360)Varias amenazas se ciernen sobre el sistema-vida y el sistema-Tierra: el holocausto nuclear; la catástrofe ecológica del calentamiento global y de la escasez de agua potable; la catástrofe económica/social sistémica con la radicalización del neoliberalismo que produce una acumulación extrema a expensas de una pobreza asombrosa; la catástrofe moral con la falta general de sensibilidad hacia las grandes mayorías sufrientes; la catástrofe política con el resurgimiento mundial de la derecha y la corrosión de las democracias. Tal como están, la Tierra y la humanidad no pueden continuar así, a riesgo de sufrir un armagedón ecológico-social.

Centrándonos en el escenario reciente de Brasil: las fuertes lluvias de febrero de 2020 con inundaciones desastrosas que afectaron a varias ciudades del país y paralelamente incendios terribles en Australia, seguidos inmediatamente por inundaciones inesperadas. Tales eventos extremos son signos inequívocos de que la Tierra ha perdido ya su equilibrio y está buscando uno nuevo. Y este nuevo podría significar la devastación de porciones importantes de la biosfera y de una parte significativa de la especie humana. Esto va a suceder, simplemente no sabemos cuándo y cómo. El hecho es que ya estamos en la sexta extinción masiva. Hemos inaugurado, según algunos científicos, una nueva era geológica, la del antropoceno, en la cual la actividad humana es responsable de la destrucción de las bases que sostienen la vida.

Los diferentes centros científicos que monitorean sistemáticamente el estado de la Tierra atestiguan que, de año en año, los elementos principales que perpetúan la vida (agua, suelos, aire puro, fertilidad, climas y otros) se deterioran día a día.

¿Cuándo va a parar esto?

El 29 de julio de 2019 se alcanzó el Día de la Sobrecarga de la Tierra (the Earth Overshoot Day). Esto significa que en esta fecha se han consumido todos los recursos naturales disponibles. Ahora la Tierra ha entrado en rojo y en descubierto. ¿Cómo llegar a diciembre? Si insistimos en mantener el consumo actual, tenemos que aplicar la violencia contra la Tierra obligándola a darnos lo que ya no tiene o no puede reemplazar. Su reacción a esta violencia se expresa por los diversos fenómenos ecológicos y sociales ya mencionados, especialmente por el aumento de dióxido de carbono y metano (23 veces más dañino que el CO2) y por el crecimiento de la violencia social ya que la Tierra y la humanidad constituyen una única entidad relacional.

O cambiamos nuestra relación con la Tierra viva y con la naturaleza o, según Sigmund Bauman, “engrosaremos el cortejo de aquellos que se dirigen hacia su propia tumba”. Esta vez no disponemos de un Arca de Noé salvadora.

No tenemos otra alternativa sino cambiar. Quien crea en el mesianismo salvador de la ciencia es un iluso: la ciencia puede mucho pero no todo: ¿detiene ella los vientos, contiene las lluvias, limita el aumento de los océanos?

“No basta disminuir la dosis y continuar con el mismo veneno o solo limar los dientes del lobo. Él seguirá siendo feroz”

Necesitamos asumir urgentemente un tipo diferente de relación con la naturaleza y la Tierra, contrario al dominante. Vale la pena decir que se necesita un nuevo paradigma de producir, distribuir, consumir y vivir en la misma Casa Común. El cambio exige construir algunos pilares que sean equivalentes a los cimientos que soportan el nuevo paradigma. De lo contrario, repetiremos siempre lo mismo y de peor manera. Es como si quisiéramos curar las heridas de la Tierra cubriéndola con venditas.

Primero: una visión espiritual diferente del mundo y su correspondiente ética.

Esto, a mi modo de ver, no tiene necesariamente que ver con la religiosidad, sino con una nueva experiencia de la realidad, una determinada sensibilidad y un espíritu diferente. La alternativa es esta:

O nos relacionamos con la naturaleza y la Tierra como un baúl lleno de recursos para nuestra explotación y uso, queriendo someterlas a nuestros propósitos; este es el paradigma actual,

O nos relacionamos sintiéndonos parte de la naturaleza y de la Tierra, adaptándonos a sus ritmos, no encima sino al mismo nivel que todas las criaturas, con la conciencia de cuidarlas y protegerlas para que continúen existiendo y dando a la comunidad de vida, de la cual somos miembros, todo lo que necesitan para vivir y para seguir co-evolucionando. Este es el paradigma alternativo que implica respeto y veneración, ya que formamos un todo orgánico dentro del cual cada ser tiene un valor en sí mismo, independientemente del uso que le demos, pero relacionado siempre con todos los demás.

“Necesitamos una nueva experiencia de la realidad, una determinada sensibilidad y un espíritu diferente”

Esta nueva sensibilidad y espiritualidad diferente, constituyen el nuevo paradigma. Puede dar lugar a otro tipo de civilización, integrada en el conjunto y otra forma de habitar la Casa Común. Sin esta sensibilidad/espiritualidad y su traducción en una ética ecológica, no podremos superar el caos “caótico” actual. Reiteramos firmemente: todo dependerá del tipo de relación que establezcamos con la Tierra y con la naturaleza: ya sea de uso y explotación o de pertenencia y convivencia, respetuosa y cuidadora.

Segundo: rescatar el corazón, el afecto, la empatía y la compasión.

Esta dimensión del pathos ha sido descuidada en nombre de la objetividad de la tecnociencia. Pero en ella anidan el amor, la sensibilidad hacia los demás, la ética de los valores y la dimensión espiritual. Si no hay lugar para el afecto y el corazón, no hay razón para respetar la naturaleza y escuchar los mensajes que, en este caso, son enviados por las inundaciones y el calentamiento global. La tecnociencia ha producido una especie de lobotomía en los seres humanos que ya no sienten sus gritos. Se imaginan que la Tierra es una simple despensa de recursos infinitos al servicio de un proyecto de enriquecimiento infinito. Un planeta finito no soporta un proyecto infinito. Debemos pasar de una sociedad industrialista y consumista que agota la naturaleza a una sociedad que conserva y cuida toda la vida y vive un consumo responsable y compartido. Debemos articular el corazón y la razón para estar a la altura de la complejidad de nuestras sociedades.

Esta perspectiva del corazón y el afecto se experimenta diariamente en Brumandinho-MG, donde criminalmente 272 personas fueron víctimas de la ruptura de la presa y de la falta de sensibilidad de los administradores de la compañía minera Vale SA. En la acción del obispo local don Vicente Ferreira, compositor, cantante y poeta y sus expertas colaboradoras Marina Oliveira, Marcela Rodrigues y Maria Júlia Gomes Andrade, entre otros, se trasluce todo el cuidado afectuoso y la empatía cordial con los familiares de las víctimas. Los 272 globos, uno por cada persona tragada por el barro, tenían la siguiente inscripción: “Me duele demasiado la forma en que te fuiste”. Fueron lanzados al cielo infinito, donde estarán en Dios.

Tercero: tomar en serio el principio de cuidado y de precaución.

O cuidamos lo que queda de la naturaleza, regeneramos lo que tenemos devastado e impedimos nuevas depredaciones, como el MST que se propuso en este 2020 plantar un millón de árboles en las áreas asoladas por el agronegocio, o nuestro tipo de sociedad tendrá los días contados.

La precaución exige que no se tomen medidas ni se realicen experimentos cuyas consecuencias no puedan controlarse. Además, la filosofía antigua y moderna ya ha visto que el cuidado pertenece a la esencia humana, y más, que es la condición previa necesaria para que surja cualquier ser. También es la guía anticipada de toda acción. Si la vida, también la nuestra, no se cuida, enferma y muere. La prevención y el cuidado son decisivos en el campo de la nanotecnología y de la inteligencia artificial autónoma. Esta, con sus algoritmos de millones de datos, puede tomar decisiones, sin que lo sepamos, y penetrar en arsenales nucleares, activar las ojivas y lanzarlas, poniendo fin a nuestra civilización.

Cuarto: el respeto a todos los seres.

Cada ser tiene valor intrínseco y tiene su lugar en el conjunto de los seres. Incluso el más pequeño de ellos revela algo del misterio del mundo y del Creador. El respeto impone límites a la voracidad de nuestro sistema depredador y consumista. Quien mejor formuló una ética de respeto fue el médico y pensador Albert Schweitzer (+1965). Él enseñaba: la ética es la responsabilidad y el respeto ilimitado por todo lo que existe y vive. Este respeto por el otro nos obliga a la tolerancia, que es urgente en el mundo y entre nosotros, particularmente bajo el gobierno brasileño de extrema derecha que alimenta el desprecio por los negros, los indígenas, los quilombolas, las personas LGBT y las mujeres.

“La inteligencia artificial, con sus algoritmos de millones de datos, puede tomar decisiones, sin que lo sepamos, y penetrar en arsenales nucleares, activar las ojivas y lanzarlas, poniendo fin a nuestra civilización”

Quinto: actitud de solidaridad y de cooperación.

Esta es la ley básica del universo y de los procesos orgánicos. Todas las energías y todos los seres cooperan entre sí para mantener el equilibrio dinámico, garantizar la diversidad y que todos pueden co-evolucionar. El propósito de la evolución no es otorgar la victoria a los más adaptables, sino permitir que cada ser, incluso el más frágil, pueda expresar virtualidades que emergen de aquella Energía de Fondo o Fuente que hace ser todo lo que es, que sostiene todo en cada momento, de donde salió todo y a la que todo vuelve. Hoy, debido a la degradación general de las relaciones humanas y naturales, debemos, como proyecto de vida, ser conscientemente solidarios y cooperativos. De lo contrario, no salvaremos la vida ni garantizaremos un futuro prometedor para la humanidad. El sistema económico y el mercado no se basan en la cooperación sino en la competición, la más desenfrenada. Por eso crean tantas desigualdades hasta el punto de que el 1% de la humanidad tiene el equivalente al 99% restante.

Sexto: es fundamental la responsabilidad colectiva.

Ser responsable es darse cuenta de las consecuencias de nuestros actos. Hoy hemos construido el principio de la autodestrucción. El dictamen categórico es entonces: actúa de manera tan responsable que las consecuencias de tus acciones no sean destructivas para la vida y su futuro y no activen la autodestrucción.

Séptimo: acometer todos los esfuerzos posibles para lograr una biocivilización centrada en la vida y en la Tierra.

Todo lo demás se destina a este propósito. El tiempo de las naciones ha pasado. Ahora, en el contexto de un nuevo paradigma, es hora de construir y salvaguardar el destino común de la Tierra y la humanidad. Su realización solo se logrará si construimos sobre los pilares mencionados. Entonces podemos vivir y convivir, convivir e irradiar, irradiar y disfrutar la alegre celebración de la vida.

Leonardo Boff

Fuente Fe Adulta

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Leonardo Boff: “¿Por qué humanos esclavizan a otros humanos, ayer y hoy?”

Miércoles, 19 de febrero de 2020
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Trabajo-esclavo-algodonales-americanos_2198790131_14278309_660x371Trabajo esclavo en algodonales americanos

“No sentir a los otros como nuestros semejantes es nuestro pecado original”

“Hoy día hay cerca de 40,3 millones de personas en régimen de esclavitud, debido a tráfico de personas, deudas, trabajos o casamientos forzados etc”

“Las mentes más brillantes de Occidente la vieron como natural y hasta poseían esclavos. Así Aristóteles, David Hume, Immanuel Kant, Friedrich Hegel”

“El ser humano decae en el sentido de dar rienda suelta a sus impulsos y así se torna inhumano”

La existencia y persistencia de la esclavitud o de condiciones análogas a la esclavitud constituye un desafío humanístico, filosófico, ético y teológico hasta los días actuales. ¿Por qué hay humanos que esclavizan a otros humanos, sus co-iguales?

La más antigua codificación de leyes, el Código de Hammurabi, escrito hacia 1772 a.C. en Irán, se refiere ya a la clase de los esclavos. Y así a lo largo de toda la historia hasta los días actuales. La Walk free Foundation que se ocupa de la esclavitud a nivel mundial, calcula que hoy día hay cerca de 40,3 millones de personas en régimen de esclavitud, debido a tráfico de personas, deudas, trabajos o casamientos forzados etc. La India lidera el ranking con 7,99 millones de esclavizados. Los datos de Brasil en 2018 apuntaban a 369 mil personas en condiciones análogas a la esclavitud o esclavizados.

Las mentes más brillantes de Occidente la vieron como natural y hasta poseían esclavos. Así Aristóteles, David Hume, Immanuel Kant, Friedrich Hegel. El propio Thomas Jefferson, formulador de la Declaración de Independencia de Estados Unidos, en la cual se afirmaba que todos los seres humanos nacen libres y con iguales derechos, tenía esclavos, así como nuestro Tiradentes, que tenía por lo menos seis. El famoso Padre Antônio Vieira predicaba a los esclavos en un ingenio azucarero: “Sois imitadores de Cristo crucificado porque padecéis de un modo muy semejante a lo que el Señor mismo padeció en su cruz y en toda su pasión”, llegando a llamarlos por eso “bienaventurados”. Una piadosa y al mismo tiempo cruel justificación.

Ninos-explotados-canteras-Benin_2198790132_14278346_667x375Niños explotados en canteras de Benín Planeta Futuro

Resumiendo: El gran especialista en esclavitud, el jamaicano Orlando Petterson, profesor de Harvard, afirma: “La esclavitud ha existido desde el principio de la historia de la humanidad hasta el siglo XX (XXI), en las sociedades más primitivas y también en las más avanzadas” (cf.L.Gomes, Escravidão, p.65). ¿Qué razones llevaron a la esclavitud?Hasta hoy ninguna explicación se ha revelado convincente. Pero podemos tantear algunas razones, si bien todas precarias.

La primera habría sido el patriarcado. Hace 10-12 mil años el hombre-macho se impuso a todos, a la mujer, a los hijos, a la naturaleza. Se sobrepuso al otro, haciéndolo su siervo y esclavo. La esclavitud sería hija del patriarcado aún vigente en nuestros días.

La segunda razón, de naturaleza filosófica, sustenta que el ser humano es un ser decadente. No en un sentido ético sino ontológico. Es decir, su naturaleza es tal que nunca consigue ser lo que debería o desearía ser. Hay en él una amarra interna que le impide dar el salto necesario: controlar e integrar sus impulsos, que no son en sí malos, sino naturales: la cólera, el uso de la fuerza, el poder como capacidad de dominación. El ser humano decae en el sentido de dar rienda suelta a estos impulsos y así se torna inhumano. ¿De dónde le viene esa incapacidad? ¿De la contradicción entre el deseo infinito y la realidad finita? Bien podría convivir jovialmente con el infinito, acogiendo su ser finito. Pero no lo hizo y no lo hace. Así se crearon las condiciones de uno esclavizar al otro hasta crear la institución de la esclavitud. La herida sigue sangrando y haciendo sangrar.

Francisco-religiosas-integrantes-Talitha-Kum_2162193794_13945961_667x375Francisco saluda a religiosas integrantes de la red contra la trata ‘Talitha Kum’

Tengo para mí que la sabiduría judeocristiana, tan ancestral, nos trae alguna luz. Habla de pecado original. El término no es bíblico, pues ahí se usa “pecado del mundo” o “el ser humano es inclinado al mal desde su juventud”. Pecado original es un término creado por San Agustín (354-430) en su intenso intercambio de cartas con San Jerónimo y en polémica con el teólogo Pelagio.

Pecado original, según él, no tiene la connotación temporal de “desde los orígenes”. Original concierne al núcleo originario, primero y esencial del ser humano. En su interior más profundo existe una ruptura: con la naturaleza, no respetando sus ritmos, con el otro, odiándolo, y con el Definitivamente Importante. Él se considera el más importante por estar dotado de razón. Por ella imagina que puede dar cuenta de sí mismo, como si él mismo se hubiese dado la existencia y no Alguien que lo hace venir a este mundo. Pecado original es esa hybris y arrogancia. Significa magnificar su yo hasta el punto de excluir a los otros y al Gran Otro que lo creó.

La consecuencia primera es la instauración de la dictadura de la razón. Ella pretende explicar todo y por ella dominar todo. Propósito vano. El ser humano no es sólo razón. Es principalmente corazón, sensibilidad y amor. Bastante antes de la razón, el logos, en términos de la antropogénesis, vino el sentimiento, el pathos. Esta dimensión ha sido reprimida y hasta negada. Con eso dejó de sentir al otro, de ponerse en su lugar, de alegrarse y sufrir con él. Lo objetivó, es decir, lo hizo objeto de uso y abuso. Surgió la dominación del otro. Comenzó la esclavización de un humano sobre otro humano.

“En su interior más profundo existe una ruptura: con la naturaleza, no respetando sus ritmos, con el otro, odiándolo”

No sentir a los otros como nuestros semejantes y no tener empatía con ellos es “nuestro pecado original”, origen de la esclavitud de ayer y de hoy y del sistema de explotación sistemática de las personas en función de la acumulación privada, del yo sin los otros. Sin abrazar al otro como co-igual y sin sufrir con el sufrimiento de la Tierra, se sigue reproduciendo nuestro pecado original. Pero no habrá futuro para nuestro tipo de mundo y de civilización. Otro mundo vendrá de liberados, de libres y de fraternos conviviendo alegremente el corto tiempo que nos fue concedido.

Traducción de Mª José Gavito Milano.

Fuente Religión Digital

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Castillo: “El silencio cómplice ante el hambre…¡Esto sí que es un virus mundialmente peligroso!”

Miércoles, 12 de febrero de 2020
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maltrato-planeta-Campana-Manos-Unidas_2201189882_14298886_667x375Quien más sufre el maltrato del planeta no eres tú’, lema de la Campaña de Manos Unidas

¿Y despachamos un problema tan grave diciendo que el papa Francisco es “comunista”?

¿Cómo es posible que quienes nos consideramos, no digo “cristianos”, sino “seres humanos”, sepamos esto y sigamos viviendo tan campantes? ¿Nos hemos deshumanizado o estamos locos?

Los muertos por el “coronavirus”, hasta el momento en que escribo esto, han sido 490. Por supuesto, no es posible saber el número de víctimas que todavía podrá causar. Sea cual sea la peligrosidad que tenga, en el futuro, este virus, es un hecho que ya se han gastado millones de dólares para controlar esta terrible amenaza mundial. Y por las informaciones que nos llegan, es necesario gastar lo que haga falta. Y hay que seguir gastándolo para proteger a la población mundial. Esto es evidente. Y nadie lo va a poner en duda. Por eso todos estamos de acuerdo en que se cure a los que padecen el virus. Y se investigue lo que sea necesario para controlar las consecuencias de esta amenaza mundial. En esto, todos estamos de acuerdo.

Y sin embargo, en este momento está ocurriendo en el mundo algo mucho más grave, que, a quienes vivimos en países desarrollados, no nos importa, ni nos preocupa, como ocurre con el “coronavirus”. Por la sencilla razón de que quienes manejamos o nos beneficiamos de la riqueza, en el mundo poderoso y rico, sabemos de sobra que, de hambre no nos vamos a morir. Esto es un hecho, sea cual sea la explicación que cada cual tenga para justificar o soportar lo que está pasando en este orden de cosas.

¿En qué consiste ese virus tan peligroso, del que nos desentendemos (o tenemos el peligro de desentendernos) la gran mayoría de los habitantes de los países desarrollados? Es un hecho que se sabe y nadie pone en duda. A saber, cada día mueren de hambre 8.500 niños. Los organismos internacionales, que dependen de Naciones Unidas, así lo afirman y nos garantizan que es verdad.

En todo caso, y sean cuales sean las precisiones que se le puedan hacer a lo que acabo de decir, el hecho es que el “mundo rico” se distancia cada día más y más del “mundo pobre”. Esto, no sólo es indiscutible, sino que, sobre todo, es inevitable, si es que queremos que la economía mundial siga funcionando como nos conviene a los habitantes de los países ricos y poderosos.

Así están las cosas. Y así está el mundo en que vivimos. El papa Francisco lo acaba de decir (el 5 del 2 del 2020), insistiendo en la responsabilidad que tenemos quienes vivimos en los países, que, por más que nos quejemos, son los países que manejan el capitalismo mundial. El papa ha sido muy claro y duro en la denuncia, que ha hecho, de quienes acumulan más y más capital cada día. Con nuestra aprobación o nuestro silencio cómplice.

¡Esto sí que es un virus mundialmente peligroso! ¿Y despachamos un problema tan grave diciendo que el papa Francisco es “comunista”? ¿Cómo es posible que quienes nos consideramos, no digo “cristianos”, sino “seres humanos”, sepamos esto y sigamos viviendo tan campantes? ¿Nos hemos deshumanizado o estamos locos?

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Lo sencillo

Sábado, 1 de febrero de 2020
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Del blog Nova bella:

La-humildad-que-nace-del-corazón

 

Lo sencillo está diseminado por el mundo.

A veces no se ve, porque es diáfano.

*

José Antonio González Iglesias

indigenas

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"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , ,

Proyecto

Martes, 28 de enero de 2020
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Del blog Nova Bella:

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Quiero creer que el mundo está repleto

de un proyecto divino y misterioso 

de un proyecto que nunca estará escrito

en ninguna pared.”

*

Juan Gil Albert

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***

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Abierto al mundo

Lunes, 6 de enero de 2020
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En el día de la Epifanía Dios se muestra al Mundo, a todas las personas, a todos los hombres y mujeres sin distinción de lugares, etnias, condiciones, religiones, ideologías, orientación sexual, invitándonos, como dice Francisco  a reconocer que “La humildad de Dios se esconde en el hermano y la hermana que sufren, en el pesebre, en la cruz“… Estemos atentos.

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“Estar abierto al mundo

es una peligrosa forma de vivir,

porque nos amenaza con la posibilidad

de aprender cosas

que siempre nos han enseñado a rechazar.”

*

Joan Chittister

***

Habiendo nacido Jesús en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando:

¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo».

Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó, y todo Jerusalén con él; convocó a los sumos sacerdotes y a los escribas del país, y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron:

En Belén de Judea, porque así lo ha escrito el profeta: “Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres ni mucho menos la última de las poblaciones de Judá, pues de ti saldrá un jefe que pastoreará a mi pueblo Israel”».

Entonces Herodes llamó en secreto a los magos para que le precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella, y los mandó a Belén, diciéndoles:

«ld y averiguad cuidadosamente qué hay del niño y, cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo también a adorarlo.»

Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y de pronto, la estrella que habían visto salir  comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño.

Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra.

Y habiendo recibido en sueños un oráculo, para que no volvieran a Herodes, se marcharon a su tierra por otro camino.

*

Mateo 2, 1-12

***

*

Tú que estás por encima de nosotros,

Tú que eres uno de nosotros,

Tú que estás también en nosotros,

puedan todos verte también en mí,

pueda yo prepararte el camino,

pueda yo darte gracias por cuanto me sucede.

Pueda yo no olvidar en ello las necesidades de los otros.

Mantenme en tu amor

como quieres que todos vivan en el mío.

Que todo en mi ser se encamine a tu gloria

y que yo no desespere jamás.

Porque estoy en tus manos,

y en ti todo es fuerza y bondad.

Dame sentidos puros, para verte…

Dame sentidos humildes, para oírte…

Dame sentidos de amor, para servirte…

Dame sentidos de fe, para morar en ti…

*

Dag Hammarskjóld.

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Esperanza

Jueves, 14 de noviembre de 2019
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La postura del cristiano frente a la esperanza es compleja y operante. Nosotros no nos alienamos con las esperanzas terrenas y dirigimos nuestros ojos exclusivamente hacia la esperanza eterna, y ni siquiera nos zambullimos en el efímero olvido de la eternidad. No perdemos de vista el hecho de que el Creador ha confiado al hombre el derecho y el deber de dominar la naturaleza y completar la creación, pero tampoco olvidamos que nosotros somos sólo cocreadores y que nuestras esperanzas ahondan sus raíces en la grandeza y en la generosidad del Padre, que nos ha querido a su imagen y semejanza y nos ha hecho partícipes de su naturaleza divina.

       Nuestra esperanza no es ingenua ni tiene miedo de hacer frente a los obstáculos. Tiene el coraje suficiente para mirarlos de cerca y se esfuerza por superarlos contando con sus propias fuerzas, sin olvidar, no obstante, que el Hijo de Dios se hizo hombre y ha comenzado ya la obra de liberación del hombre, y que a nosotros nos corresponde completarla con la ayuda de Dios. ¿Es acaso una audacia excesiva, un sueño irrealizable, una esperanza vana, pensar en «la esperanza de una comunidad mundial»? Pues sí, ciertamente, es una audacia, es un sueño. Una audacia y un sueño que, sin embargo, según la decisión y el realismo con los que seamos capaces de afrontar los obstáculos que se levanten en el camino, podrán transformarse de esperanza en realidad […].

       Cuando esperar nos parezca absurdo o ridículo, acordémonos de que, en la evolución creadora, el hombre brotó de un pensamiento de amor del Padre, ha costado la sangre del Hijo de Dios y es objeto permanente de la acción santificadora del Espíritu Santo.

*

Helder Cámara,
Conferencia pronunciada en Winnipeg el 13 de enero de 1970,
en  La documentación catholique del 1 de marzo de 1970, pp. 221 ss y 224.

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“Contemplación de septiembre“, por José Arregi.

Martes, 17 de septiembre de 2019
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1C09C465-52C7-48EB-BC49-3DE6BA95331CLeído en su blog:

Preguntas ante el mundo al final del verano

            Pasa el verano, se acerca el otoño, se van las golondrinas. Vuelven el curso y las tareas, el tiempo y las prisas. Y estos desmañados escritos. Vuelven y acucian en septiembre los interrogantes que nunca se fueron: ¿Se abrirá camino la paz en la justicia? ¿Hallará la vida respiro en la Tierra, comunión de vivientes?

            Vuelvo los ojos, repaso los meses y arrecian las dudas. También este verano, centenares de niños, mujeres y hombres, fugitivos de la guerra y de la miseria, se han ahogado en las aguas del Mediterráneo, rodeado de placenteras playas llenas de sol y de turistas. El Open Arms, arca de salvación de 60.000 personas, ha quedado varado en el puerto de Lampedusa, amarrado por nuestros intereses y contradicciones. Miles y miles de hectáreas han ardido en la Amazonía, por pequeños fuegos de indígenas que necesitan un trocito de tierra para vivir, y por gigantescos incendios provocados por la impúdica codicia de grandes empresas. Pero ni las muertes del Mediterráneo, ni la retención del Opens Arms ni los incendios veraniegos de la Amazonía son sucesos puntuales. Son síntomas locales de una catástrofe planetaria. ¿Será imparable?

Mientras tanto, la cumbre del G7, reunida esta vez en la bella Biarritz (País Vasco), ha sido lo que esperábamos: vergonzosa parodia del desgobierno mundial, cínica exhibición de su hegemonía menguante, evidencia creciente de su fracaso ético y político. Ellos saben que nos conducen al caos. ¿Será inevitable?

Perdón por este tono apocalíptico, que nada parece justificar en esta tarde apacible, en esta preciosa localidad de Aizarna, donde los niños juegan sin cesar en su hermosa plaza. Todo parece paz y armonía. Y lo es realmente, ¡benditos los ojos que lo ven! Pero, a la vez, la inquietud me invade. Me pregunto por el futuro de esos niños, de esas madres y padres jóvenes que charlan tranquilamente, sentados en corro, saboreando sus últimos días de vacación. Me asustan las sombras del horizonte. Los gemidos que suben del fondo se mezclan con las risas despreocupadas de la plaza, y perturban la paz de los verdes bosques y prados al otro lado. Y resuena en los oídos la voz resuelta de aquel joven profeta, Jesús de Galilea: “No os inquietéis diciendo: ¿Qué comeremos? ¿Qué beberemos? ¿Con qué nos vestiremos? Levantad la cabeza. Se acerca vuestra liberación”. Así sea.

Pero, para que así, será preciso que implantemos una nueva economía. Una economía sin tanto desecho y basura, sin tanta competición y prisa, sin tanta exclusión y muerte. Una economía equitativa, sobria y solidaria. Una economía humana y feliz, verde como la vida. ¿O preferiremos seguir progresando hacia un mundo cada vez más inclemente y agobiado? El profeta grita en el desierto: “Preparad el camino”.

Será preciso que reinventemos la política, los partidos, la democracia. Un gobierno mundial democrático, libre de la dictadura financiera de unos desalmados.

Será preciso que cuidemos de verdad el empleo y todas las condiciones laborales. ¿Qué será del mundo, por ejemplo, cuando –será muy pronto– los robots hagan las labores que hoy nos ocupan? ¿Cómo se procurarán el pan y los pequeños placeres necesarios de cada día los hijos de Itziar y de todos esos padres sentados en corro?

Será preciso que afirmemos con hechos una ciudadanía universal, la igualdad de derechos de todos los seres humanos, más allá de las fronteras estatales, imposiciones violentas del poder desde su origen hasta hoy. De modo que nadie pueda decir: “Esto es nuestro. Primero nosotros, luego los extranjeros, si caben, si nos conviene”.

Será preciso que reconduzcamos el rumbo de esta pobre especie humana que llamamos Sapiens, sabia. Para que seamos más sabios. Y aprendamos a utilizar mejor las inmensas capacidades de nuestro pequeño cerebro, y las insospechables posibilidades que nos brindan las ciencias de la información y de la vida. Y avancemos hacia una nueva especie, sea ésta humana, hiperhumana o post-humana, pero más humilde, libre y fraterna, más feliz. Si queremos, podremos.

El Espíritu de la vida gime en el corazón de las criaturas. Es el aliento vital originario, más poderoso que todas las fuerzas enemigas de la vida. Es el respiro que sostiene la esperanza desde el corazón de la Tierra hasta la galaxia más lejana.

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En la entraña de un mundo que no entiendo

Viernes, 30 de agosto de 2019
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Un poema para vivir la paradoja de un mundo incomprensible. Del blog de Pedro Miguel Lamet:

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AMANECER

Con el frescor primero, como un canto,

nacían los colores a la vida

desde el sol desleído en rosa pálido;

y agorera la noche despedía

aquella sombra que dejó tu llanto,

aquella sombra que muere cada noche,

cuando se duerme el cuerpo,

y el alma sin quebranto

vaga sola buscando entre las nubes

el cobijo que le de un abrazo

por ensayar cada día este estar muerto

que es vivir sin vivir el desencanto;

y para luego despertar contigo

y mirar desde el alba el rostro amado

en que nací a luz, por siempre amanecido,

oh Dios que habitas de amor acurrucado

en la entraña de un mundo que no entiendo

y en el secreto temblor de mi regazo.

*

Pedro Miguel Lamet

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Estar en el mundo sin ser del mundo.

Miércoles, 7 de agosto de 2019
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Del blog Amigos de Thomas Merton:

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El mundo es el lugar donde encontramos a Dios porque es el lugar donde Dios nos encuentra en la persona de Jesucristo. Cristo no se limitó a habitar la carne humana; se hizo carne. Siendo Dios, se hizo uno con la humanidad en las realidades concretas e históricas de la vida humana. Verdaderamente, Dios ha entrado en el mundo y es en el mundo donde los cristianos han de dirigirse al encuentro con Dios.

Mas el mundo es también un lugar en el que hay iniquidad. El mundo, aunque haya sido castigado con la furia de un diluvio y purificado con el fuego del cielo, sigue siendo un lugar donde los profetas son apedreados y en el que se crucifica a Cristo; un lugar en el que los seguidores de Cristo serán perseguidos y sufrirán difamación hasta el fin del tiempo. Hay, por tanto, una ambivalencia inherente al término «el mundo». Es el lugar al que Cristo vino, el lugar que Dios amó tanto que envió a Su único hijo (Jn 3,16). Y es, no obstante lo anterior, al mismo tiempo, un lugar ciego que no ve a Cristo, y «que no lo recibió». Es el reino que Satán ofreció a Jesús si tan solo hubiera accedido a saltar y a adorarle.

Es esta ambivalencia del mundo la que llama al cristiano a «estar en el mundo sin ser del mundo». Un cristiano debe amar al mundo, existir en el mundo como el lugar que Dios ama, pero al mismo tiempo ha de rechazar aquellos aspectos del mundo que representan un repudio irreflexivo y comunitario de Dios, es decir, el cristiano debe rechazar aquellos aspectos del mundo que son la expresión colectiva del falso yo”.

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*

James Finley
El palacio del vacío de Thomas Merton
Sal Terrae

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Tu secreto

Sábado, 29 de junio de 2019
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Del blog Nova Bella:

 

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“Eres el que desnudo y sin nombre

pasa por la vida

como un secreto

nunca pronunciado”

*

Javier Lostalé,
Niebla

cartero

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Conocer

Miércoles, 26 de junio de 2019
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Del blog Nova Bella:

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NO he venido al mundo para juzgar,

mucho menos para condenar,

he venido al mundo para conocer”

*
Baruch Spinoza

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¿Elegir entre Dios y el Mundo?

Viernes, 29 de marzo de 2019
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Del blog Amigos de Thomas Merton:

¿Realmente elegimos entre el mundo y Cristo como entre dos realidades en conflicto absolutamente opuestas? ¿O elegimos a Cristo eligiendo al mundo tal como es realmente en Él, es decir, creado y redimido por Él y encontrado en lo hondo de nuestra propia libertad y amor personales? ¿Realmente renunciamos a nosotros mismos y al mundo para encontrar a Cristo, o renunciamos a nuestro yo alienado y falso a fin de elegir nuestra más profunda verdad al elegir al mundo y a Cristo al mismo tiempo? Si lo más profundo de mi ser es el amor, entonces en ese mismo amor y en ningún otro lugar me encontraré a mí mismo, y al mundo, y a mi hermano y a Cristo. No es una cuestión de uno y otro, sino de todos en uno“.

El texto anterior es una muestra de la dimensión encarnacional del pensamiento de Thomas Merton. La vocación cristiana es una llamada a ser signo e instrumento del reino de Dios, del mundo de Dios como había de ser, en medio de las fuerzas y acontecimientos que bloquean y contradicen esta visión. Tal respuesta solo es posible porque ya ha sido realizada definitivamente en Cristo.

El termino el mundo, tal como se usa frecuentemente en la tradición, es como la abreviatura de una percepción errónea de la realidad, una visión distorsionada que ve al mundo no como viene de las manos de Dios sino como nosotros queremos reordenarlo para que se adapte a nosotros; es un mundo de deseos egocéntricos en el que intentamos forzar a la realidad, incluidas las demás personas, a girar a nuestro alrededor; cuando se niega a hacerlo, en nuestra frustración, lo maltratamos y maldecimos y profanamos, transformándolo en una imagen de nuestro desorden interior. Ese es el mundo del cual debemos huir: un simulacro falso e irreal de la creación de Dios.

*

(Tomado del Diccionario de Thomas Merton)

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Mundo hermoso

Lunes, 4 de marzo de 2019
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Del blog Nova Bella:

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Si el mundo es tan hermoso,

Señor,

cuando se mira con vuestra paz,

dentro de nuestros ojos,

¿qué más nos podéis dar en otra vida?

*

Joan Maragall,
Cántico espiritual

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Buscando la presencia de Dios en el mundo

Lunes, 21 de enero de 2019
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Del blog de Henri Nouwen:

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“En la modalidad de contemplación de Nouwen, la imaginación no campa libremente por sus fueros, ni se produce una retracción de la realidad. Era importante para Henri que la contemplación no se viera como una forma de evasión. Vincent van Gogh, Thomas Merton y Henri Nouwen no estaban mirando más allá de este mundo en busca de un reino celestial. Los tres buscaban la presencia de Dios en el mundo que hay a nuestro alrededor. Esta era la razón de que Vincent, a pesar de ser un hombre tan espiritual, evitara los motivos religiosos, tales como las escenas sacadas de la Biblia. Le parecía que ello era pura imaginación. Vincent quería mostrar que Dios está presente en el mero hecho de pintar unos huertos de olivo de forma tal que pudiera conducir al espectador hacia cosas más elevadas. Merton y Nouwen sostenían este mismo principio

La forma que tenía Henri de lograr que las cosas no dejaran de parecer reales era evitando la intelectualización, y de hecho no solía hacer referencia a las autoridades espirituales e incluso ni tan siquiera a la doctrina. Nouwen evitaba el lenguaje religioso y las referencias religiosas. Sorprendentemente, mostró de hecho escaso interés por algunas de las figuras clásicas de la tradición espiritual cristiana. A pesar de centrarse en la Biblia y la eucaristía, prefirió analizar los elementos más corrientes de la existencia y la evolución que trazaban sus propias emociones”.

*

Michael O’Laughlin
El Amado de Dios.
Biografía espiritual de Henri Nouwen.
DDB 2006, Página 170/171.

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“De la culpa a la responsabilidad”, por José Arregi

Jueves, 10 de enero de 2019
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32_noe_debLeído en su blog:

¿Quién es el culpable de los males del mundo, de la emisión en aumento del CO2, del cambio climático, del exterminio animal, de la guerra del Yemen, de la desigualdad creciente, de las supremas amenazas de las biotecnologías e infotecnologías, del dominio abusivo de Google, Facebook, Apple o Amazon, y de que el futuro pueda quedar pronto fuera del control humano? El culpable no es nadie. O es Nadie el culpable, pero ¿quién es Nadie?

Sí, lo sabemos, es la economía neoliberal del sálvese quien pueda, esa “libre” competición universal y desigual, responsable de que cada vez menos gente se enriquezca cada vez más y cada vez más gente gane cada vez menos para vivir. ¿Pero quién es “la economía neoliberal”, el sistema ciego y depredador que asfixia la vida en el planeta? Somos todos, unos más que otros, pero en el fondo nadie.

¿Quién es el culpable de las doctrinas asesinas, de las guerras de banderas, de las violaciones, de la violencia de género, de la marginación de la mujer, de la homofobia?

Son los prejuicios, la cultura, las creencias, las ideologías, las instituciones. Nadie.

¿Quién es el culpable de nuestros odios, celos, codicias, envidias, miedos y angustias, causa de casi todos los males de la Tierra? Nadie lo es. Son los genes, la educación recibida, los abusos y las carencias sufridas en la infancia, la exclusión, la miseria, el abandono. Son las neuronas, las hormonas, la falta de serotonina, el déficit de dopamina. Es la bioquímica. Los algoritmos. O el azar. O la necesidad. O, simplemente, no sabemos. Una cosa es segura: nadie hemos elegido aquello que en última instancia nos hace ser lo que somos y hacer lo que hacemos.

¿Y entonces? ¿Nos quedaremos donde estamos, haciendo lo que hacemos? ¿Dejaremos la historia a su deriva, desistiendo de otro futuro? No. No basta con decir “Yo no he sido, soy inocente”, ni con buscar al culpable y castigarlo, ni dejarlo todo como está porque nadie es culpable. ¿Queda algo? Queda la responsabilidad más allá de la culpa, más allá de los tribunales, por necesarios que sean, más allá de sentencias absolutorias o condenatorias, más allá de penas y castigos que a nadie humanizan.

Cuenta el libro bíblico del Génesis que Adán y Eva, es decir, “Tierra” y “Viviente, fueron creados por Dios inmaculados, indemnes e inmortales, y fueron puestos en un paraíso de armonía donde no les faltaba de nada. Solamente, Dios les prohibió comer el árbol del conocimiento del Bien y del Mal, es decir, creerse el criterio o el dueño absoluto del bien y del mal, porque eso les llevaría a matar y a morir, como sigue sucediendo. Pero de pronto, sin explicación alguna, una serpiente (que es como decir “Nadie” o “No sabemos ni quién ni por qué”) los sedujo, y comieron. Y todo se malogró: se vieron desnudos, se avergonzaron el uno ante el otro, empezaron a exculparse y a inculpar: “Yo no he sido”, “Ha sido Eva”, “Ha sido la serpiente”. Podrían haber dicho “Ha sido Dios”, si Dios fuera el Señor Supremo que se ha imaginado, el que habría creado a la serpiente y luego les habría expulsado del paraíso. Dios ha sido llamado tanto “Todo” como “Nadie”. Dios es la Voz que te dice: “No eres culpable, ni Dios o Nadie te castigará, pero tampoco te castigues tú ni castigues a nadie, a Nadie. Cuídate, cuida al prójimo, cuida la Tierra, la Vida. Responde del daño, sé responsable”.

Es un hermoso mito. Lo malo es que los mitos se vuelvan dogmas que hay que creer a la letra. Por ejemplo, el dogma del pecado original que se impuso con San Agustín (ss. IV-V). Dice este dogma que todos nacemos con la culpa y el castigo de Adán y Eva, y por ello sufrimos y morimos. Que somos culpables de hacer el mal que no queremos y de no hacer el bien que queremos, y de que vaya el mundo como va. Que todos nacemos culpables y condenados, menos una: María de Nazaret, la madre de Jesús. Que solo ella por singular favor divino, fue concebida y nació inmaculada, sin culpa ni castigo, sin “pecado original”.

Los católicos lo celebramos ayer, Fiesta de la Inmaculada Concepción. ¿Pero qué celebramos? No lo que dice a la letra este dogma, tan absurdo como el del pecado original y todos los demás. El dogma de la Inmaculada, en su literalidad, resalta nuestra culpabilidad universal y, muy en particular, la culpabilidad de la mujer: hace de María la mujer ideal, perfecta, la mujer irreal e inalcanzable, Nueva Eva desencarnada; ante ella, la mujer real, de carne y hueso, se siente indigna y culpable, merecidamente sometida, vieja Eva pecadora, Eva tentadora, Pandora de todos los males.

No, amigos, no es eso lo que celebramos. En la figura de María nos celebramos en nuestra realidad carnal, contradictoria, abierta. No somos culpables ni estamos condenados. El Ángel de la Vida te dice como a María: “No, tú no eres culpable, nadie te ha de castigar. Eres bendito, eres tierra frágil y bendita, llena de gracia. Cuida la gracia de tu ser. Y aunque no seas culpable, hazte responsable del daño que haces, del bien que no haces y hasta del mal que padeces. Tú puedes, como María, sin ser perfecto ni inmaculado, como tampoco lo fue María”.

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Abierto al mundo

Domingo, 6 de enero de 2019
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En el día de la Epifanía Dios se muestra al Mundo, a todas las personas, a todos los hombres y mujeres sin distinción de lugares, etnias, condiciones, religiones, ideologías, orientación sexual, invitándonos, como dice Francisco  a reconocer que “La humildad de Dios se esconde en el hermano y la hermana que sufren, en el pesebre, en la cruz“… Estemos atentos.

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“Estar abierto al mundo

es una peligrosa forma de vivir,

porque nos amenaza con la posibilidad

de aprender cosas

que siempre nos han enseñado a rechazar.”

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Joan Chittister

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Habiendo nacido Jesús en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando:

¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo».

Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó, y todo Jerusalén con él; convocó a los sumos sacerdotes y a los escribas del país, y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron:

En Belén de Judea, porque así lo ha escrito el profeta: “Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres ni mucho menos la última de las poblaciones de Judá, pues de ti saldrá un jefe que pastoreará a mi pueblo Israel”».

Entonces Herodes llamó en secreto a los magos para que le precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella, y los mandó a Belén, diciéndoles:

«ld y averiguad cuidadosamente qué hay del niño y, cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo también a adorarlo.»

Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y de pronto, la estrella que habían visto salir  comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño.

Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra.

Y habiendo recibido en sueños un oráculo, para que no volvieran a Herodes, se marcharon a su tierra por otro camino.

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Tú que estás por encima de nosotros,

Tú que eres uno de nosotros,

Tú que estás también en nosotros,

puedan todos verte también en mí,

pueda yo prepararte el camino,

pueda yo darte gracias por cuanto me sucede.

Pueda yo no olvidar en ello las necesidades de los otros.

Mantenme en tu amor

como quieres que todos vivan en el mío.

Que todo en mi ser se encamine a tu gloria

y que yo no desespere jamás.

Porque estoy en tus manos,

y en ti todo es fuerza y bondad.

Dame sentidos puros, para verte…

Dame sentidos humildes, para oírte…

Dame sentidos de amor, para servirte…

Dame sentidos de fe, para morar en ti…

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Dag Hammarskjóld.

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“Qué Navidad celebro”, por José Arregi

Miércoles, 2 de enero de 2019
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32610421378_5fd1657143_zLeído en su blog:

Por Santa Lucía, Itziar, con su gusto exquisito, puso el Nacimiento en la entrada de la casa. Venid y miradlo.

Un poco de musgo, unas hojas secas, una escultura de escayola policromada: José con el niño en brazos contra su mejilla, y María, los pies descalzos, abrazada a José, derramándose como un río de ternura, y unas ovejillas como asombradas. El Misterio del mundo. La mujer, el hombre, el niño, en una insignificante gruta de un pequeño planeta de una galaxia mediana en un universo infinito en expansión que cientos de miles de millones de soles ardientes y de lunas relucientes de más de 100 billones de galaxias aún no han llegado a iluminar. El Misterio de la vida probablemente propagada en planetas incontables, en formas inimaginables. El Misterio del Infinito sin forma encarnándose eternamente en el mundo, en todas sus formas. Vacío creador y Plenitud creándose, Palabra y Carne, Corazón palpitante del mundo, que llamo DIOS, el nombre más propio y común de todos los nombres.

Es lo que me revelan estas figuras entrañables del Nacimiento de escayola viviente. La Justicia y la Paz se abrazan. La Bondad nos engendra y sostiene. Eso es Navidad, Verdad del mundo, ¡aleluya! Sí, pero justo entonces emergen del fondo las imágenes de Jakelin y de Laura, inundándome de zozobra y de preguntas. Jakelin Caal, la niña guatemalteca de siete años que, después de haber cruzado México con su padre, murió de frío, fiebre y vómitos bajo la custodia de la policía de fronteras de EEUU. Fronteras de muerte. Laura Luelmo, joven zamorana, profesora de plástica, enésima mujer violada y asesinada por la demente violencia de un hombre. ¿Qué es la Navidad para ellas y sus familias, y para todos aquellos a quienes se les cierran las fronteras?

No será Navidad mientras no lo sea para todos, y que lo sea está en nuestras pobres manos, en las mías, en las tuyas. No haremos Navidad para todos difundiendo miedos y mentiras contra los inmigrantes, y cerrando fronteras como a Jakelin. Ni la haremos endureciendo penas al fervor de las pasiones populares o por fríos cálculos electorales: ¿acaso la prisión permanente revisable devolverá la vida a Laura o curará la locura violenta del asesino o impedirá la próxima acción de algún otro loco? Para que sea Navidad para Laura y para todos, ¿no habrá de serlo también para el asesino loco?

No será Navidad mientras no la hagamos, mientras no encarnemos a Dios o la Bondad creadora, aunque solo sea una semilla, nada más que una semillita de bondad que humanice nuestro corazón y transforme las estructuras de este mundo donde crece el peligro. Así lo hicieron José y María: soñando, caminando, cayendo, cuidándose, cuidando a Jesús y a las demás hijas e hijos que engendraron y criaron entre los dos. Así lo hizo Jesús: buscando, mirando, denunciando, consolando, rebelándose, compartiendo la mesa, infringiendo, curando, arriesgando, muriendo por vivir, viviendo por morir.

Por eso celebro el nacimiento de Jesús. No porque sea la única Navidad verdadera, rival de las Navidades “paganas”, del solsticio de invierno, del nacimiento del Dios Mitra o de Jakelin y de Laura y de cualquiera de vuestros hijos. Todo lo que hace la vida más alegre y bondadosa es divino, eso es lo divino, eso es su encarnación.

Para contemplar en el niño Jesús la gloria y la carne del Infinito, hay que tener los ojos muy puros, el corazón desasido y la mente libre de esquemas y de fórmulas dogmáticas propias de una cultura agrícola milenaria que ya no es la nuestra. ¿Podemos hoy afirmar a Jesús como la única encarnación plena de Dios en los 13.800 millones de años del universo transcurridos desde el Big Bang y en los billones de años que aún le quedan por delante? ¿La única encarnación plena habría tenido lugar en Nazaret, en una pequeña aldea galilea de campesinos, en un individuo humano de la especie Sapiens que las biotecnologías y las infotecnologías están a punto de alterar profundamente?

Tales esquemas se han vuelto obsoletos para la inmensa mayoría de los cristianos, también para mí. Sin embargo, te celebro, Jesús, y me postro ante ti humildemente. No porque fueras perfecto ni porque seas el único o el mejor, sino porque fuiste libre, hermano, profeta, porque tu vida fue sacramento o anticipo de la plena encarnación. Por eso celebro tu Navidad, junto con todas las demás Navidades.

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“¿Podemos esperar un mundo mejor?”, por José Arregi

Jueves, 6 de diciembre de 2018
Comentarios desactivados en “¿Podemos esperar un mundo mejor?”, por José Arregi

46071302891_7750804bb0Leído en su blog:

El pasado 11 de noviembre, en muchas capitales europeas se celebrósolemnemente el centenario del final de la Primera Guerra Mundial. La ceremonia más fastuosa, con asistencia de cerca de 70 gobernantes mundiales, tuvo lugar en París bajo al Arco del Triunfo, construido por orden de Napoleón Bonaparte para conmemorar la victoria del imperio francés en la batalla de Austerlitz (1805) contra el imperio austro-húngaro y el imperio ruso. “Volveréis a casa bajo arcos triunfales”, había prometido Napoleón a sus soldados supervivientes. Pobre consuelo, pues también ellos habían sido derrotados. Emperadores, imperios, guerras y más guerras, vencedores y vencidos, los vencedores vencidos. Pobre historia humana.

En la Primera Guerra Mundial perdieron la vida 10 millones de combatientes y 7 millones de civiles. Todos los Arcos de Triunfo son una farsa, monumentos de la estupidez humana. Las guerras las perdieron todos. Y quienes pensaron que el armisticio significaría la paz se equivocaron. A los 21 años de aquel “cese de armas”, en la misma Europa tan ilustrada se desencadenó otra guerra mucho más mortífera todavía: entre 50 y 100 millones de muertos (nadie sabe ni contarlos). Y luego siguieron muchas más guerras, casi siempre fuera de Europa, pero no sin Europa de por medio.

La historia de los últimos 100 años parece cerrar toda puerta a la esperanza, al igual que el desolador panorama del mundo actual:África se desangra, Oriente Medio arde, América se extravía, la desigualdad crece, el colapso ecológico está en marcha. La economía se rige por los intereses del 1% de la población mundial, impone su imperio sobre los partidos políticos, pone y depone gobiernos a su gusto, y mata más que ninguna guerra lo hizo jamás. El progreso se acelera, pero también el estrés. ¿Para qué tanto desarrollo? ¿Hacia dónde progresamos? Los grandes patrones del sistema se han propuesto, sin saberlo, desmentir la promesa del Génesis: “Y todo era bueno”. Y se empeñan en hacernos creer que no hay alternativa. Así que otro mundo peor es probable. Si no esperamos un mundo mejor, avanzaremos seguro hacia un mundo peor.

Y nadie será “culpable”, pero el sufrimiento será inmenso y lo padeceremos todos los vivientes del planeta. Nadie es “culpable” en el sentido tradicional: nadie hace tanto mal consciente y libremente, por maldad, sino por falta de consciencia y libertad. No es culpa, sino una grave ignorancia. Y las penas expiatorias no sirven de nada. Lo que hace falta es despertar la conciencia y la responsabilidad. ¿Cómo lo conseguiremos?

Las ciencias (biotecnología, neurociencias, inteligencia artificial…) pueden ofrecernos buena parte de la solución, pero solo a condición de que adquiramos la sabiduría previa para saber cómo y en qué y para quién investigar e invertir. De lo contrario, dominada por los intereses del 1%, la ciencia acelerará el antigénesis y creará un monstruo (organismo, ciborg o robot), enemigo de la especie humana y de la vida, que nos hundirá en el abismo. Ése es el mayor desafío de hoy.

¿Y las religiones? Las religiones podrían aportarnos su sabiduría, su grito de indignación y de aliento, como hicieron sus profetas y lo siguen haciendo. Pero sus instituciones se estancaron en el pasado, aferradas a códigos y credos que ya no inspiran. Si persisten en ello, ahogarán la esperanza que las animó en su origen.

Quiero reanimar esa esperanza más allá del optimismo ilusorio sobre el presente y del pesimismo resignado sobre el futuro. Quiero estrenar cada día el Adviento que la liturgia cristiana vuelve a estrenar el próximo domingo, 2 de diciembre. Quiero escuchar de nuevo a Jesús de Nazaret: “Levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación”. Pero también: “Tened cuidado. Estad despiertos”.

Marana tha (“Ven, Señor”, “Ven, mundo mejor”), repetían en arameo los primeros cristianos para decir y reavivar su esperanza. Esperar no es pedir ni aguardar que alguien venga o que algo suceda. Es alzar la cabeza y abrir los ojos, levantarse cada día, dejarnos inspirar por el Espíritu que alienta en todo, sembrar y anticipar el mundo mejor necesario y posible, como hizo Jesús. Así sí que debemos y podemos esperar. Y merece la pena aunque fracasemos. Te lo aseguro: esa esperanza nunca fracasa.

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