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Comerán y sobrará.

Domingo, 25 de julio de 2021
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DOMINGO 17º T.O. (B)

(Jn 6,1-15).

En la vida hay momentos que sirven para darse cuenta o tomar conciencia de algo que está más allá de lo superficial, de lo habitual. Son momentos significativos y en cierto modo celebrativos. La duda es si en el rito actual de la eucaristía (mal llamada misa) las experiencias fundantes de las personas sencillas tienen o no, cabida o acogida.

El evangelio de hoy nos recuerda de forma espontánea a la eucaristía. Relato que narran también los sinópticos pues debió ser un “signo” importante en el devenir de las comunidades cristianas. No olvidemos que Juan, que sabe mucho de eucaristía, comienza el relato de la pasión con el lavatorio de los pies. Por algo será.

La fe, que es conversión y praxis, exige que se proclame y se celebre a través de gestos humanos como es el partir y repartir el pan, puesto que en ese signo reconocemos el don supremo de Dios-con-nosotros que es Jesucristo. Así, la fe vivida es una “exigencia” de la fe celebrada, fuente gratuita que nos nutre y fluye permanentemente. La conversión es dejar una dimensión de mi persona en manos de Alguien en quien confío, sé que me busca y me quiere.

El signo de liberación humana que realiza Jesús en el evangelio debería ser signo visible en cada persona y comunidad cristiana y debería rehuir, como él hizo, toda tentación de autosuficiencia, especialmente de orden político, social o religioso. Todo un aviso a quienes ostentan cualquier poder.

Cabría preguntarse si este gesto sencillo, profundamente humano, al alcance de toda comprensión, se expresa por igual entre quienes celebramos. O más bien, y salvo honrosas excepciones, es la celebración de la mesa compartida y sillas alrededor que venimos haciendo mujeres y hombres de comunidades cristianas, grupos diversos, plurales, donde el gesto, el signo y la Palabra comunicada adquieren todo su sentido. Porque no sólo es importante lo que sentimos, pensamos y hacemos, que puede evolucionar o dejarnos anclados, sino que nos guía el Espíritu que Somos, que habita en nuestra mismidad, en nuestra interioridad y forma parte de nuestra Identidad primordial.

Jesús tiene la sensibilidad y la sabiduría de percibir, esto es, conocer en profundidad, qué está pasando por el corazón de toda persona. Su manera de hablar, mirar, enseñar y actuar con una actitud nueva, radical, transformadora y con el amor en el centro, sin hacer distinciones ni descartar a nadie. En aquella comida cada uno comparte lo que lleva, todo se pone a disposición de los demás. Jesús pronuncia la acción de gracias, es decir, se vincula la comida con el ámbito de lo divino porque el alimento es don de Dios para todos; pero también darse, entregarse, compartir nuestros “talentos”, nuestro tiempo, lo que cada uno tiene, lo que cada uno es. Ese es el milagro.

Hoy, seguimos creyendo y ¿esperando? en la sinodalidad que el papa Francisco pone en marcha hasta el 2023 con el fin de que todos los creyentes participemos en ese proceso indispensable, esencial. Sin embargo, mucho nos tememos que el clero, una vez más, siga el modelo secular de Iglesia patriarcal, jerárquica y piramidal y, al mismo tiempo,  los cristianos/as decepcionados y hastiados del inmovilismo, autoritarismo y del clericalismo, nos lleve a la indolencia y a la inacción; aquello de “otros lo harán”.

Por desgracia, los documentos finales de los sínodos siguen sin reflejar la experiencia y la realidad viva y dinámica del pueblo creyente. Como muestra, el modo en que los cristianos/as vivimos hoy la sexualidad, revisión del celibato sacerdotal, las diversas experiencias del amor en toda su riqueza y diversidad, la elección de obispos, el acceso de la mujer al presbiterado…

Si a estas alturas todavía no se entiende la sinodalidad como un caminar juntos donde la prioridad es hacer posible y creíble el Reino de Dios, hoy, y no se cambia la estructura eclesial ni la organización actual, seguiremos en un callejón sin salida.

Somos pan y queremos ser pan para los demás en una Iglesia donde mujeres y hombres, en plano de igualdad, participemos en la vida y en el ejercicio de los distintos ministerios. El bautismo es el signo de nuestra identidad original, no el sacramento del orden. Somos una Comunidad inclusiva que ha de contar también con nosotras, las mujeres, en los principales órganos consultivos y de decisión en los que hoy estamos ausentes.

Querida Iglesia: tú que eres femenina y madre, despierta y recupera todo lo que el Concilio Vaticano II supuso de apertura, comunión, fraternidad/sororidad. Sé valiente y examina las cuestiones críticas a la luz del evangelio, tomando a Cristo como referencia. Recuerda: Ecclesia semper reformanda – ¡Iglesia siempre en actitud de renovación! Una Iglesia al estilo de Francisco, Pueblo de Dios, popular, Comunidad de Iguales, comprometida con la Justicia, la Paz y la integridad de la Creación.

En toda crisis se gestan nuevas oportunidades pero no podemos permitirnos una demora más en lo esencial de tu misión: anunciar el evangelio a las gentes, darles apoyo y consuelo en sus desamparos y sufrimientos, escuchar los gritos de los inocentes.

Hermano Francisco, no estás solo. Tú lo sabes bien. Has cambiado el rostro de la Iglesia en favor de los más vulnerables y has solicitado que las mujeres sigan dando testimonio de fe y de vida en todos los ámbitos. Escucha la voz de quienes te ofrecen ayuda, trabajo y humilde consejo. Estamos en la retaguardia y no se nos ve, pero seguimos atentas compartiendo el pan de la abundancia, confiando en que todos/as tengamos cabida y se superen las divisiones entre los cristianos o de otras confesiones religiosas que hacen posible el amor en toda su riqueza y diversidad. Volverá a ser la Iglesia de la alegría y la esperanza, habrá pan para todos y aun sobrará para que la comunidad siga creciendo. Solo así reflejaremos e irradiaremos el poder del Espíritu de Dios. Nos basta su Amor y su gracia.

¡Shalom!

Mª Luisa Paret

Fuente Fe Adulta

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Poder o servicio.

Domingo, 25 de julio de 2021
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799FE176-0BDA-4EC4-8944-1B9764DDB88EFiesta de Santiago 

25 julio 2021

Mt 20, 20-28

En aquel tiempo, se acercó a Jesús la madre de los Zebedeos con sus hijos y se postró para hacerle una petición. Él le preguntó: “¿Qué deseas?”. Ella contestó: “Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda”. Pero Jesús replicó: “No sabéis lo que pedís. ¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber?”. Contestaron: “Lo somos”. Él les dijo: “Mi cáliz lo beberéis, pero el puesto a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre”. Los otros diez, que lo habían oído, se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús, reuniéndolos, les dijo: “Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo. Igual que el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos”.

 

  Parece que la búsqueda de poder, en todos los niveles, es tan antigua como la humanidad. También en el reducido grupo de Jesús, que siempre lo denunció con fuerza, afloró la lucha interna por ese motivo. El evangelista Mateo, tratando de “suavizar” la situación, pone la petición en boca de la madre de los Zebedeos, aunque sabemos por Marcos (10,35) que no fue ella, sino los propios hermanos, quienes reclamaban de Jesús los lugares de privilegio.

  ¿Qué tiene el poder que lo convierte en objeto prioritario de deseo? Fundamentalmente, promesa de autoafirmación, de bienestar y de seguridad. Veamos cada una de ellas.

  El yo se afirma en la comparación, confrontándose con los otros -si dejara de confrontarse, saldría de la consciencia de separatividad y terminaría diluyéndose- y marcando su (imaginada) superioridad. El poder le promete una posición de superioridad e incluso de dominio, sumamente golosa para él.

  El yo trata de eludir constantemente la frustración. Desde su pretensión de que la realidad responda a sus deseos, cree encontrar en el poder la posición privilegiada para conseguir todo lo que se propone.

  El yo, como vacío que es, hambrea seguridad. Ahí nace su necesidad compulsiva de aferrarse a todo aquello que puede sostenerlo: posesiones, bienes, títulos, imagen, relaciones… Pues bien, el poder promete otorgarle una aureola de fuerza y de superioridad, haciéndole creer que se encuentra a salvo de los miedos.

  Eso es lo que el poder promete. Pero la realidad es bien distinta: lo que realmente produce es división y enfrentamiento. Y es aquí donde se hace patente la sabiduría de Jesús, constatando cómo funciona el ejercicio del poder, previniendo de su trampa (“no será así entre vosotros”) y compartiendo su propio camino de servicio.

 La sabiduría -el acierto en la existencia- no pasa por acumular poder, sino por servir hasta dar la vida. La búsqueda de poder es el programa del ego, que terminará en frustración; el servicio nace de la comprensión de lo que somos.

¿Qué hay en mí de búsqueda de poder, aunque solo sea en mis relaciones más cercanas, y qué hay de servicio?


Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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¿Multiplicar los panes?: solidaridad

Domingo, 25 de julio de 2021
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CincoPanesYDosPecesDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

  1. Nota previa

         San Juan sitúa en la Última Cena el mandamiento del amor y el lavatorio de los pies, pero la Eucaristía: Yo soy el pan de vida, lo ubica S Juan en el capítulo 6º de su Evangelio: en el relato de la multiplicación de los panes: Yo soy el pan que ha bajado del cielo.

  1. Memoria de la multiplicación de los panes.

         Sea como fuere, el relato -el acontecimiento- de la multiplicación de los panes, quedó muy grabado en la mente y en el corazón de los primeros cristianos, pues aparece seis veces en los cuatro evangelios.

         Jesús se preocupa de las necesidades, de los enfermos, de los marginados, en el caso de hoy del hambre de aquella multitud que había acudido a escucharle. La gente, el ser humano necesita comer, en el amplio sentido del término alimentarse.

v 5. Estaba cerca la Pascua de los judíos. No es un dato cronológico, sino teológico. La Pascua de los judíos ni alimenta ni salva. La gente no sube ya a Jerusalén, como era su obligación, sino que busca en Jesús el alimento y la liberación que ni el templo ni la religión pueden dar.

Necesitamos comer: pan, cultura, higiene, medicina, fe. espíritu, etc…

  1. ¿De dónde sacaremos dinero para comprar pan?

         Esta pregunta, ¿de dónde? Es constante en el evangelio de S Juan:

         La samaritana (Jn 4,11) le pregunta a Jesús: ¿De dónde vas a sacar tú agua?

         El maestresala de las bodas de Caná le dice al novio: De dónde has sacado este vino nuevo? (Jn 2,9)

         Jesús le dice a Nicodemo: El viento sopla donde quiere y, aunque oyes su sonido, no sabes de dónde viene ni a dónde va. (Jn 3,8).

         El pan de vida no viene del dinero o de la compra abundante, que no sacia, sino que el pan de vida viene del corazón, de la buena relación y solidaridad entre los seres humanos. El pan de vida es un don, una gracia (gratuidad) del Señor.

  1. La multiplicación de los panes no es magia.

         Era evidente que Jesús ni sus discípulos podían comprar pan para toda aquella gente.

Jesús lo sabe. Los que tienen dinero no resolverán nunca el problema del hambre en el mundo, porque para resolver el problema del hambre (crisis, tercer mundo, Grecia, etc.) se necesita algo más que dinero: se necesita querer a los demás: solidaridad y buena voluntad.

La multiplicación de los panes es multiplicar el trabajo, acoger a los emigrantes, a los que pasan en pateras. En la tierra hay alimento, medicinas y medios de educación para todos, incluso sobra si es que no acaparamos y los laboratorios no especulan con las vacunas, etc…

Había un muchacho que tenía cinco panes y dos peces. Pero el muchacho no se los queda para él: los reparte.

v 8    Jesús propone una solución distinta a la del comprar. Habla de los panes y los peces que tiene el muchacho y que pone al servicio de los demás, sus pocos panes y peces son algo de lo que se puede disponer. El muchacho(en griego: siervo) pone su poca comida al servicio de los demás, como la pobre viuda del evangelio que echa “veinte céntimos” en el cepillo del Templo: todo lo que tenía para vivir. Es como José, el hermano menor vendido por sus hermanos mayores, que luego será quien alimente a su familia y al pueblo.

El hambre del tercer mundo, el paro se resuelve cuando nadie acapara lo suyo habiendo otros que pasan hambre.

Decía D Ricardo Alberdi que mientras exista paro y hambre en el mundo es más que discutible que lo que decimos que es nuestro, lo sea.

La Iglesia y la humanidad habremos de aprender a poner a disposición de los hambrientos lo que tengamos, aunque sólo sea “cinco panes de cebada y un par de peces”.

5 panes y dos peces: 5+2: 7. Siete es número de plenitud. Hay alimento de sobra para todos.

         Es muy difícil enseñar a compartir cuando únicamente sabemos comprar con ansiedad. Los criterios hondamente insolidarios, que rigen nuestras sociedades difícilmente resolverán el problema del hambre.

El milagro de la multiplicación de los panes consiste en liberarnos de nuestra indiferencia ante quienes mueren de miseria y hambre y compartir el pan con quienes lo necesitan.

Cuando somos solidarios, hay pan para todos, incluso sobra.          Llenaron doce canastas, que hacen referencia a las doce tribus de Israel, es decir: todo el pueblo.

  1. v 10 Jesús mandó que se sentaran (recostaran) todos.

Las verdes praderas del Reino es una evocación mesiánica del salmo 22: en verdes praderas me hace recostar. Comer recostadoera signo de personas libres. La solidaridad crea personas que viven en común y libres. La Eucaristía -cuando es tal- crea fraternidad. El cristianismo no crea “clases sociales”, estamentos, no quiere servidumbres ni dependencias de ninguna clase.  Todos vosotros sois hermanos, (Mt 23,8).

  1. Multiplicar los panes es Eucaristía.

         Hoy hemos comenzado a leer el cp. 6º de san Juan, que seguiremos leyendo durante un mes, más o menos. Es un largo texto que nos habla de la multiplicación de los panes, después pasa al pan de vida: Yo soy el pan de vida.

Este capítulo sexto de Juan nos habla de la Eucaristía:

Jesús alzó los ojos, tomó el pan, dijo la acción de gracias: “habiendo dado gracias y lo repartió.”.  Es la Eucaristía. Se trata de conectar la comida y la solidaridad con el ámbito del Señor. Es la Eucaristía. Una vez liberado del acaparamiento egoísta, todos tendrán acceso al alimento, bien necesario

         Es la Eucaristía.

         Baste por hoy terminar con que: la solidaridad, multiplicar los panes es Eucaristía y la Eucaristía nos ha de llevar a la solidaridad.

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“Crear fraternidad”. 18 Tiempo ordinario – A (Mateo 14,13-21)

Domingo, 2 de agosto de 2020
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hqdefaultUn proverbio oriental dice que «cuando el dedo del profeta señala la luna, el estúpido se queda mirando el dedo». Algo semejante se podría decir de nosotros cuando nos quedamos exclusivamente en el carácter portentoso de los milagros de Jesús, sin llegar hasta el mensaje que encierran.

Porque Jesús no fue un milagrero dedicado a realizar prodigios propagandísticos. Sus milagros son más bien signos que abren brecha en este mundo de pecado y apuntan ya hacia una realidad nueva, meta final del ser humano.

Concretamente, el milagro de la multiplicación de los panes nos invita a descubrir que el proyecto de Jesús es alimentar a los hombres y reunirlos en una fraternidad real en la que sepan compartir «su pan y su pescado» como hermanos.

Para el cristiano, la fraternidad no es una exigencia junto a otras. Es la única manera de construir entre los hombres el reino del Padre. Esta fraternidad puede ser mal entendida. Con demasiada frecuencia la confundimos con «un egoísmo vividor que sabe comportarse muy decentemente» (Karl Rahner).

Pensamos que amamos al prójimo simplemente porque no le hacemos nada especialmente malo, aunque luego vivamos con un horizonte mezquino y egoísta, despreocupados de todos, movidos únicamente por nuestros propios intereses.

La Iglesia, en cuanto «sacramento de fraternidad», está llamada a impulsar, en cada momento de la historia, nuevas formas de fraternidad estrecha entre los hombres. Los creyentes hemos de aprender a vivir con un estilo más fraterno, escuchando las nuevas necesidades del hombre actual.

La lucha a favor del desarme, la protección del medio ambiente, la solidaridad con los pueblos hambrientos, el compartir con los parados las consecuencias de la crisis económica, la ayuda a los drogadictos, la preocupación por los ancianos solos y olvidados… son otras tantas exigencias para quien se siente hermano y quiere «multiplicar», para todos, el pan que necesitamos los hombres para vivir.

El relato evangélico nos recuerda que no podemos comer tranquilos nuestro pan y nuestro pescado mientras junto a nosotros hay hombres y mujeres amenazados de tantas «hambres». Los que vivimos tranquilos y satisfechos hemos de oír las palabras de Jesús: «Dadles vosotros de comer».

José Antonio Pagola

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Lo que te salva no es comer el pan consagrado.

Domingo, 2 de agosto de 2020
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eucaristia+panes+y+pecesMt 14,13-21

Seis veces se narra en los evangelios este episodio. Jesús da de comer a una multitud en despoblado. Es seguro que algo muy parecido, pasó en realidad y probablemente más de una vez. Pero lo que pasó no tiene ninguna importancia, porque se trata de un relato simbólico. Lo importante es lo que nos quieren decir al contarnos esta historia. Las circunstancias de tiempo y lugar son datos teológicos, que nos tienen que acercar, no a un conocimiento discursivo y racional sino a una profunda vivencia religiosa.

Con los conocimientos exegéticos que hoy tenemos, no podemos seguir entendiendo este relato como multiplicación milagrosa de unos panes y peces. Es más, entendido como un milagro material, nos quedamos sin el verdadero mensaje del evangelio. Podíamos decir que es una parábola en acción. También hacen falta “oídos” y “ojos” bien abiertos para entenderla. El punto de inflexión del relato está en las palabras de Jesús: dadles vosotros de comer. Jesús sabía que eso era imposible. Parece ser que no entraba en los planes del grupo preocuparse de las necesidades materiales de los demás.

No podemos seguir hablando de un prodigio que Jesús lleva a cabo gracias a un poder divino. Si Dios pudo hacer un milagro para saciar el hambre de los que llevaban un día sin comer, con mucha más razón tendría que hacerlo para librar hoy de la muerte a millones de personas que están muriendo de hambre en el mundo. Tampoco podemos utilizar este relato como un argumento para demostrar la divinidad de Jesús. El sentido de la vida de Jesús salta hecho añicos cuando suponemos que era un ser humano, pero con el comodín de la divinidad guardado en la chistera y que podía utilizar a capricho.

En ninguno de los relatos se dice que los panes y los peces se multiplicaran. Realmente fue un verdadero “milagro”, que un grupo tan numeroso de personas compartiera todo lo que tienen hasta conseguir que nadie quedara con hambre. Hay que tener en cuenta que en aquel tiempo no se podía repostar por el camino, todo el que salía de casa para un tiempo, iba provisto de alimento para todo ese tiempo. Los apóstoles tenían cinco panes y dos peces; seguramente, después de haber comido ese día. Si el contacto con Jesús y el ejemplo de los apóstoles les empujó a poner cada uno lo que tenían al servicio de todos, estamos ante un ejemplo de respuesta a la generosidad que Jesús predicaba.

Con frecuencia, en la Biblia se hace referencia a los tiempos mesiánicos como banquete. El mismo Jesús se dejaba invitar por las personas importantes. Él mismo organizaba comidas con los marginados; esa era una de las maneras de manifestarles su aprecio y cercanía. La más importante ceremonia de nuestro culto cristiano está estructurada como una comida. Que todo un día de seguimiento haya terminado con una comida no nos debe extrañar. Lo verdaderamente importante es que en esa comida todo el que tenía algo que aportar, colaboró, y el que no tenía nada, se sintió acogido fraternalmente.

Si tenemos “ojos” y “oídos” abiertos, en el mismo relato podemos hallar las claves para una correcta interpretación. Los discípulos se dan cuenta del problema y actúan con toda lógica. Como tantas veces decimos o pensamos nosotros, se dijeron: es su problema, ellos tienen que solucionárselo. Jesús rompe con esta lógica y les propone una solución mucho menos sensata: “dadles vosotros de comer”. Él sabía que no tenían pan para tantas personas. Aquí empieza la necesidad de entenderlo de otra manera. No se trata de solucionar el problema desde fuera sino de provocar la generosidad y el compartir.

Recordar algunos datos nos ayudará a comprender el relato más ajustadamente. Junto al lago, los alimentos básicos de la gente, eran el pan y los peces. Los libros de la Ley eran cinco; y dos el resto de la Escritura: Profetas y Escritos. El número siete (5+2) es símbolo de plenitud. También el número de los que comieron (cien grupos de cincuenta) es simbólico. Los doce cestos aluden a las doce tribus. Es el pan compartido el que debe alimentar al nuevo pueblo de Dios. La mirada al cielo, el recostarse en la hierba… Ya tenemos los elementos que nos permiten interpretar el relato, más allá de la letra.

El verdadero sentido del texto está en otra parte. La dinámica normal de la vida nos dice que el “pan”, indispensable para la vida, tenemos que conseguirlo con dinero; porque alguien lo acapara y no lo deja llegar a su destino más que cumpliendo unas condiciones que el que lo acaparó impone: el “precio”. Lo que hace Jesús es librar al pan de ese acaparamiento injusto. La mirada al cielo y la bendición son el reconocimiento de que Dios es el único dueño y que a Él hay que agradecer el don. Liberado del acaparamiento, el pan, imprescindible para la vida, llega a todos sin tener que pagar un precio por él.

Jesús, nos dice el relato, primero siente compasión de la gente, y después invita a compartir. Jesús no pidió a Dios que solucionara el problema, sino que se lo pidió a sus discípulos. Aunque en su esquema mental no encontraron solución, lo cierto es que, todo lo que tenían lo pusieron a disposición de todos. Esta actitud desencadena el prodigio: La generosidad se contagia y produce el “milagro”. Cuando se dejan de acaparar los bienes, llegan a todos. Cuando lo que se acapara son los bienes imprescindibles para la vida, lo que se está provocando es la muerte. Los hombres no deben actuar de manera egoísta.

Curiosamente hoy son la primera y la segunda lectura las que nos empujan hacia una interpretación espiritual del evangelio. Los interrogantes planteados en las dos primeras lecturas podrían ser un buen punto de partida para la reflexión de este domingo. La primera nos advierte que la comida material, por sí misma, ni alimenta ni da hartura espiritual. Solo cuando se escucha a Dios, cuando se imita a Dios se alimenta la verdadera Vida. En la segunda lectura nos indica Pablo, donde está lo verdaderamente importante para cualquier ser humano: el amor que Dios nos tiene y se manifestó en Jesús.

Después de un día con Jesús, el pueblo fue capaz de compartir lo poco que tenían: unos pedazos de pan duro, y unos peces resecos. Ese es el verdadero mensaje. Nosotros, después de años junto a Jesús, ¿qué somos capaces de compartir? No debemos hacer distinción entre el pan material y el alimento espiritual. Solo cuando compartimos el pan material, estamos alimentándonos del pan espiritual. En el relato no hay manera de separar el nivel espiritual y el material. La compasión y el compartir son la clave de toda identificación con Jesús. Es inútil insistir porque es el tema de todo el evangelio.

No olvidemos que la eucaristía comenzó como una comida en que todo se compartía. Cada vez que se comparte el pan, se comparte la Vida y se hace presente a Dios que es Vida-Amor. No hay otra manera de identificarnos con Dios y de acercar a Dios a los demás. La eucaristía es memoria de esta actitud de Jesús que se partió y repartió. Al partirse y repartirse, hizo presente a Dios que es don total. El pan que verdaderamente alimenta no es el pan que se come, sino el pan que se da. El primer objetivo de compartir no es saciar la necesidad de otro, sino manifestar la Unidad entre todos.

Meditación

La clave del mensaje de Jesús es la compasión.
Si no veo a Dios en el que muere de hambre,
mi dios es un ídolo que yo me he fabricado.
Si no me aproximo al que me necesita,
me estoy alejando del Dios de Jesús.
Si descubro a Dios como don, me daré a todos.

 

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Dadles de comer.

Domingo, 2 de agosto de 2020
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pan_manosUna casa de Dios es el estómago vacío del pobre, y quien lo llena, llena también la voluntad de Dios (Friedrich Ruckert)

2 de agosto. DOMINGO XVIII DEL TO

Mt 14, 13-21

Jesús les respondió: No hace falta que se vayan, dadles vosotros de comer

Los discípulos no se acordaban ya, de las obras de misericordia, que Jesús había predicado no hacía mucho en el Montaña de las Bienaventuranzas:

“Dad de comer al hambriento”.

Como tampoco se acordaron de que se había subido a una montaña para que todo el mundo lo escuchara, y el viento, que soplaba entonces fuerte desde los cuatro puntos cardinales, llevaría sus palabras cuanto más lejos mejor.

Este maravilloso compartir, es lo que hemos llamado la multiplicación de los panes en los cuatro evangelios, y en Marcos y Mateo por duplicado.

Dios es el dador por antonomasia, se repite en los Salmos 104, 27, 136, 25, y 145, 15, que ahora da en abundancia por medio de su enviado, siendo la generosidad parte de su reinado.

Jesús, que se ha negado al milagro fácil para satisfacer su hambre en el desierto, porque vive de la Palabra de Dios, re-parte ahora esa palabra al pueblo y recurre al milagro para darles también el pan.

Un simbolismo que está sustentado en la realidad, pues una palabra que no lleve a dar también pan al hambriento, no es Palabra de Dios.

La tradición, apoyada en la fórmula en la fórmula: “tomó los cinco panes…, alzó la vista del cielo, dio gracias, partió el pan y se lo dio a sus discípulos”, ha visto en este milagro la anticipación de la Eucaristía.

Un pan que nos congrega en una misma mesa, no puede separarse del pan debido en justicia al pobre y necesitado. Un pan lleva al otro, y ambos hacen de la Eucaristía el alimento de vida eterna, que hace presente entre nosotros, aquí y ahora, el reinado de Dios.

En Mateo 14, 16, Jesús les respondió: No hace falta que se vayan, dadles vosotros de comer.

Les dieron, y todavía sobró bastante.

“Antes de dar al pueblo sacerdotes, soledad y maestros, sería oportuno saber si por ventura no se está muriendo de hambre”, decía Tolstoi en una de sus novelas.

Friderich Rückert decía, que  una casa de Dios es el estómago vacío del pobre, y quien lo llena, llena también la voluntad de Dios”

Un poeta y dramaturgo español, Miguel Hernández, nacido en Orihuela, lo cantó en este poema:

JORNALEROS

Jornaleros que habéis cobrado en plomo,
sufrimientos, trabajos y dineros.

Cuerpos de sometido y alto lomo:
jornaleros.

Españoles que España habéis ganado
labrándola entre lluvias y entre soles,
Rabadanes del hambre y del arado:
españoles.

Esta España, que nunca satisfecha
de malograr la flor de la cizaña,
de una cosecha pasa a otra cosecha
esta España

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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De la compasión al banquete del Reino.

Domingo, 2 de agosto de 2020
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multiplicación-de-los-panes1Los vínculos entre Jesús y Juan el Bautista quedan de nuevo patentes en este texto de Mateo (Cfr. Mt 4,12). Al saber que Juan ha muerto Jesús va a reorientar su estrategia misional. Comenzará a evitar las controversias con los líderes judíos para centrarse cada vez más en el grupo de discípulos y discípulas que caminan junto a él.

Sin duda, el hecho de retirarse a un lugar despoblado es una acción que se la dicta la prudencia pues, son públicas las conexiones que hay entre él y Juan. Si el profeta del desierto se había convertido en una amenaza para el poder, el nazareno sabía que podía correr la misma suerte. Pero, por otro lado, el relato muestra como Jesús, fuera de los espacios habitados (ciudades) o de poder (sinagogas), puede encontrarse de una forma más libre e inclusiva con la gente pobre y marginal que necesita consuelo y esperanza.

El texto de hoy sintetiza muy bien cómo Jesús entiende el proyecto del Reino y cómo quiere actuar para que su mensaje sanador y su acción liberadora llegue a quien lo necesita y lo busca. Más allá de buscar explicaciones a un milagro, que pueden ser múltiples, lo importante es acercarse al modo en que Jesús actúa y se compromete con la gente.

Se le conmovieron las entrañas

Con frecuencia queremos descubrir la divinidad de Jesús en los hechos extraordinarios, en las acciones portentosas, pero en realidad lo más extraordinario de Jesús es su corazón, el lugar en donde todo se unifica y donde reside el Amor.  Ahí es donde Jesús siente el dolor humano, ahí es donde conecta con su Abba y se siente hijo, ahí es donde habita la Ruah divina que lo sostiene, lo inspira y conforta.

Por eso cuando Jesús ve a la gente que lo busca, se le conmueven las entrañas (Mt 14, 14), siente en lo hondo de su ser su sufrimiento y actúa sanando, haciendo visible la misericordia entrañable de Dios que lo habita. De este modo ofrece la salvación de Dios, una salvación gratuita y restauradora que devuelve la vida y la esperanza, una salvación que acompaña, escucha y guía (Mt 9, 35-36).

Jesús no tiene prisa aunque se esté haciendo tarde, porque lo que está en juego no son las normas ni los ritos sino la vida de los/as débiles e indefensos/as, de todos/as aquellos/as que no tienen más valedor que Dios.  Lo que él quiere no es admirar a su audiencia sino ofrecerles el amor y el perdón incondicional de Dios que es la razón de su existencia.

El banquete del Reino

Los discípulos, más preocupados por lo inmediato, se inquietan porque están en un descampado y no hay donde comer (Mt 14, 15) y le ruegan al Maestro que le diga a la gente que vaya a procurarse alimento a las aldeas cercanas. Sorprendentemente, Jesús rechaza el realismo de su propuesta y los desafía a hacer posible lo imposible: “dadles vosotros de comer…” (Mt 14,16-18).

El relato narra a continuación una acción portentosa de Jesús: la multiplicación de cinco panes y dos peces de modo que pueden comer cinco mil hombres sin contar mujeres y niños. Lo importante, sin embargo, no está en explicar con nuestras categorías culturales y científicas lo que en aquel momento pudo ocurrir, sino el significado que el recuerdo de aquel acontecimiento tuvo para los primeros seguidores y seguidoras de Jesús y también puede tener para nosotras/os hoy.

Uno de los grandes signos de la llegada del Reino de Dios fueron para Jesús las comidas compartidas con grupos diversos, especialmente con personas estigmatizadas por diversas razones. En estas comidas se hacía visible la inclusividad, el perdón y la voluntad liberadora que el mensaje de Jesús traía en nombre de Dios. Una comida en un descampado con gente diversa pero hambrienta de esperanza y salud evocaba una vez más el sueño de Dios para la humanidad.

La imagen del banquete como expresión de la plenitud y alegría que se experimenta en el encuentro salvador de Dios se recoge con claridad en el texto de Is 25, 6-8 en el que se destaca no solo la excelencia de la comida sino la inclusión de todos/as en él y, sobre todo, que Dios enjugará las lágrimas de todos los rostros, el oprobio y la muerte.  Este sueño sostiene la fe de Israel (Dt 27,7) pero también lo urge a ser, él también, anfitrión en la mesa de la vida, a incluir y compartir con el pobre y el extranjero (Dt 14, 28-29).

En este contexto, se puede entender el significado de aquella comida que Jesús improvisó en un lugar descampado con gente que seguramente no se caracterizase por ocupar los lugares de poder, un significado relevante no solo para quienes la disfrutaron sino también para quienes después la recordaron y la preservaron en los textos evangélicos.

En esta comida se destaca, por un lado, la abundancia (se llenaron doce cestas con las sobras) y la inclusión (se señala que había varones, mujeres y niños) algo que fácilmente podría evocar el banquete mesiánico descrito por Isaías, y por otro, la acción de gracias y el gesto de partir el pan vincula esta comida con la memoria de la Cena del Señor. Esta doble vinculación hace de este texto un relato paradigmático que sigue invitándonos hoy a no separar las creencias y ritos del compromiso real con quien necesita consuelo, con quien carece de lo necesario para vivir o quien es estigmatizado.

Para la comunidad de Mateo, como para nosotras/os hoy, ver a Jesús conmovido ante el dolor humano, ágil para actuar y audaz para abrir espacios alternativos de fraternidad/sororidad en torno a la mesa, es una invitación a continuar su presencia salvadora. La pregunta de este modo no es cómo pudo dar de comer a tanta gente, sino qué llamadas nos hace como discípulos/as suyos/as para actuar de la misma manera.

 

Carme Soto Varela

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Espiritualidad y compromiso

Domingo, 2 de agosto de 2020
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FraternidadDomingo XVIII del Tiempo Ordinario

2 agosto 2020

Mt 14, 13-21

Solo una espiritualidad comprometida –la propia expresión es en realidad una tautología– es espiritualidad. El compromiso, inseparable de la espiritualidad, constituye su test de veracidad. Porque es precisamente en la acción donde se verifica la verdad de lo comprendido. Por lo que, de manera realista, la espiritualidad nos confrontará con la vida cotidiana por medio de cuestionamientos: en lo concreto, ¿a qué me siento movido?, ¿qué quiere vivir a través de mí?, ¿cómo se concreta?, ¿con quiénes?, ¿con qué prioridades?, ¿con qué medios?… Y todo ello, no desde un imperativo moral, sino desde la comprensión que es amor: consciencia de unidad y certeza de no-separación.

    Por eso, junto con aquellas cuestiones, la espiritualidad plantea otra pregunta decisiva: ¿de dónde nace el compromiso? Porque puede surgir de lugares bien diferentes, que condicionarán tanto la forma de vivirlo como los resultados.

       Tuve que aprender por propia experiencia que incluso el compromiso más noblemente intencionado puede nacer de lugares no siempre adecuados: necesidad de reconocimiento y de aprobación, compensación de culpas inconscientes, moralismo voluntarista, baja tolerancia a la frustración que impide aceptar la realidad tal cual es…

       Entrelazados con ellas, me parece descubrir otros dos factores que suelen contaminar la limpieza del compromiso, particularmente en Occidente y en el ámbito religioso, incluso en personas “entregadas”, que actúan con la más noble intención y la mejor voluntad. Me refiero a la idea del mesianismo judeocristiano y a la culpa católica. Ambos elementos han formado parte del imaginario colectivo durante siglos y, a pesar del proceso de secularización y del creciente laicismo, siguen vigentes –aun de manera inconsciente– y condicionan actitudes y comportamientos.

          El “mesianismo” induce a la exigencia de tener que “salvar” el mundo. La culpa, que no permite estar bien mientras otros estén mal, exige un compromiso que “repare” esa situación. No es difícil advertir la facilidad con que el ego puede apropiarse de esa doble idea para fortalecer su “identidad”: un ego salvador y reparador se siente muy consistente.

      Se comprende que el ego, con frecuencia, se apropie del compromiso y lo contamine. Y que, en consecuencia –y tal vez como el signo más evidente de la apropiación–, se pueda dar un sentimiento de “superioridad moral” –no se olvide que el ego vive también de la comparación–, desde el que se juzga y descalifica a quienes son considerados como “no comprometidos”.

        Es indudable que, junto a esas motivaciones, pueden darse otras más “limpias”, como las creencias que insisten en la fraternidad o la fe en un Dios padre de todos. Ambas han sido fuente de compromiso compasivo y solidario, vivido con limpieza y entrega.

      Pero, más allá de las creencias, en la espiritualidad no-dual el compromiso nace de la comprensión de lo que somos: siendo diferentes, compartimos la misma identidad; por lo que, cuando sé mirar en profundidad, veo que todo otro es no-otro de mí.

   Desde esa misma comprensión se advierte que el compromiso genuino se caracteriza por dos rasgos básicos: la entrega y la desapropiación. Se ancla en la certeza vivencial de que los otros son yo y desde ahí se entrega, en una actitud de docilidad a lo que hay que vivir en cada momento.

    Mariá Corbí lo ha expresado con acierto: “La no-dualidad arrastra inevitablemente al interés y servicio a toda criatura; lleva a interesarse por la marcha de la sociedad, de la cultura, del medio y de todo ser viviente y no viviente. La no-dualidad es unidad y la unidad es amor. El verdadero amor no es el sentimiento romántico, ni tiene ninguna conexión con la necesidad. El amor verdadero solo florece en la más completa gratuidad. Quien comprende su verdadera realidad entenderá y sentirá que la realidad del mundo de sus interpretaciones, de sus modelaciones no es otra que la realidad de «eso absoluto». Vivirá en profundidad que el mundo de nuestra dimensión relativa y el de nuestra dimensión absoluta no es una realidad con dos pisos, sino una única realidad que nuestra condición de vivientes necesitados que hablan precisa difractar para poder sobrevivir y cambiar cuando sea necesario o conveniente”[1].

     Decía que el compromiso nace de la comprensión. De hecho, la comprensión es la fuente más honda de la fraternidad. ¿Cómo no sentir como hermanos y hermanas a aquellos con quienes compartimos el mismo centro, es decir, la misma identidad? ¿Cómo no vivir la fraternidad cuando hemos comprendido que somos uno?

¿Desde dónde y cómo vivo el compromiso hacia los otros y hacia la tierra?

————————————————————————————-
[1] http://cetr.net/razones-para-el-cultivo-intensivo-de-la-gran-cualidad-humana/?lang=es

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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“Tierra Nuestra, Libertad”: “Repartió a los que estaban sentados todo lo que quisieron”

Domingo, 29 de julio de 2018
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Tierra Nuestra, Libertad”.

Esta es la Tierra nuestra:

¡La libertad,

humanos!

Esta es la Tierra nuestra:

¡La de todos,

hermanos!

La Tierra de los Hombres

que caminan por ella

a pie desnudo y pobre.

Que en ella nacen, de ella,

para crecer con ella,

como troncos de Espíritu y de Carne.

Que se entierran en ella

como siembra

de Ceniza y de Espíritu,

para hacerla fecunda como a una esposa madre.

Que se entregan a ella,

cada día,

y la entregan a Dios y al Universo,

en pensamiento y sudor,

en su alegría

y en su dolor,

con la mirada

y con la azada

y con el verso…

¡Prostitutos creídos

de la Madre común,

sus malnacidos!

¡Malditas sean

las cercas vuestras,

las que os cercan

por dentro,

gordos,

solos,

como cerdos cebados;

cerrando,

con su alambre y sus títulos,

fuera de vuestro amor

a los hermanos!

¡Malditas sean

todas las cercas!

¡Malditas todas las

propiedades privadas

que nos privan

de vivir y de amar!

¡Malditas sean todas las leyes,

amañadas por unas pocas manos

para amparar cercas y bueyes,

hacer la Tierra esclava

y esclavos los humanos!

¡Otra es la Tierra nuestra, hombres todos!

¡La humana Tierra Libre, hermanos!

*

Pedro Casaldáliga

Tierra nuestra, libertad,
Editorial Guadalupe, Buenos Aires 1974, 151 pp

***

 

En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del lago de Galilea (o de Tiberíades). Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos. Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos, y al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe:

“¿Con qué compraremos panes para que coman éstos?”

Lo decía para tentarlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer. Felipe contestó:

“Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo.”

Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice:

“Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces; pero, ¿qué es eso para tantos?”

Jesús dijo:

“Decid a la gente que se siente en el suelo.”

Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; sólo los hombres eran unos cinco mil. Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado. Cuando se saciaron, dice a sus discípulos:

“Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se desperdicie.

Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos de los cinco panes de cebada, que sobraron a los que habían comido. La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía:

“Éste sí que es el Profeta que tenía que venir la mundo.”

Jesús entonces, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo.

*

Juan 6,1-15

***

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***

Pienso en ti, muchachito de Galilea, de quien Juan no nos ha transmitido palabra alguna, pero ha inmortalizado tu gesto. Caía ya poco a poco la noche sobre la colina. Había allí una muchedumbre rumorosa y festiva a la que te habías unido para escuchar a aquel ¡oven rabí llamado Jesús. Un rabí que no hablaba como los otros y que parecía incapaz de decir «no» a quien le pidiera que le curara. Estabais lejos de todos los pueblos. Y de repente te encontraste con Andrés, completamente inquieto y agitado, que parecía andar buscando algo. Tú te diste cuenta en seguida de que debía tratarse de comida. Tu alforja contenía aún cinco panecillos que tu madre te había cocido la víspera y dos pescados que había cogido tu hermano de noche.

Y diste, a tu vez, todo lo que habías recibido. No diste de lo que te sobraba, sino todo lo que te hacía falta para alimentarte aquel día. ¿Te diste cuenta, después, de la relación que había entre los panecillos que diste a Andrés y aquellas cestas llenas de pan sobre las que se precipitó la multitud exuberante? ¿Notaste cómo se parecían extrañamente aquellos panecillos que no se agotaban nunca a los que tu madre te había preparado? ¿Quién se acuerda de ti hoy? Pero yo te bendigo, muchachito de Galilea. Tú eres para mí como una pequeña imagen del mismo Señor.

En esa otra pascua ahora cercana, será él el niño que ofrecerá «en su miseria cuanto tenía para vivir», su misma vida, para saciar el hambre de una multitud. Lo dará todo, sin cálculos, en la hora en que caerá la noche sobre un mundo desierto. Y el Espíritu, a través de las manos de otros Andrés y de otros Felipe, multiplicará el pan a lo largo de la noche de los tiempos. Ya no se morirá de hambre sobre las colinas desiertas y pobladas de muchedumbres hambrientas

*

D. Ange,
Le nozze di Dio dove I povero é re, Milán 1985.

***

*

***

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“El gesto de un joven”. 17 Tiempo Ordinario – B (Juan 6,1-15)

Domingo, 29 de julio de 2018
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17_to_b-600x441De todos los hechos realizados por Jesús durante su actividad profética, el más recordado por las primeras comunidades cristianas fue seguramente una comida multitudinaria organizada por él en medio del campo, en las cercanías del lago de Galilea. Es el único episodio recogido en todos los evangelios.

El contenido del relato es de una gran riqueza. Siguiendo su costumbre, el evangelio de Juan no lo llama «milagro», sino «signo». Con ello nos invita a no quedarnos en los hechos que se narran, sino a descubrir desde la fe un sentido más profundo.

Jesús ocupa el lugar central. Nadie le pide que intervenga. Es él mismo quien intuye el hambre de aquella gente y plantea la necesidad de alimentarla. Es conmovedor saber que Jesús no solo alimentaba a la gente con la Buena Noticia de Dios, sino que le preocupaba también el hambre de sus hijos.

¿Cómo alimentar en medio del campo a una muchedumbre? Los discípulos no encuentran ninguna solución. Felipe dice que no se puede pensar en comprar pan, pues no tienen dinero. Andrés piensa que se podría compartir lo que hay, pero solo un muchacho tiene cinco panes y un par de peces. ¿Qué es eso para tantos?

Para Jesús es suficiente. Ese joven sin nombre ni rostro va hacer posible lo que parece imposible. Su disponibilidad para compartir todo lo que tiene es el camino para alimentar a aquellas gentes. Jesús hará lo demás. Toma en sus manos los panes del joven, da gracias a Dios y comienza a «distribuirlos» entre todos.

La escena es fascinante. Una muchedumbre, sentada sobre la hierba verde del campo, compartiendo una comida gratuita un día de primavera. No es un banquete de ricos. No hay vino ni carne. Es la comida sencilla de la gente que vive junto al lago: pan de cebada y pescado en salazón. Una comida fraterna servida por Jesús a todos gracias al gesto generoso de un joven.

Esta comida compartida era para los primeros cristianos un símbolo atractivo de la comunidad nacida de Jesús para construir una humanidad nueva y fraterna. Les evocaba al mismo tiempo la eucaristía que celebraban el día del Señor para alimentarse del espíritu y la fuerza de Jesús: el Pan vivo venido de Dios.

Pero nunca olvidaron el gesto del joven. Si hay hambre en el mundo, no es por escasez de alimentos, sino por falta de solidaridad. Hay pan para todos, falta generosidad para compartirlo. Hemos dejado la marcha del mundo en manos de un poder económico inhumano, nos da miedo compartir lo que tenemos, y la gente se muere de hambre por nuestro egoísmo irracional.

José Antonio Pagola

 

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“Repartió a los que estaban sentados todo lo que quisieron”. Domingo 29 de julio de 2018. Domingo 17º de tiempo ordinario.

Domingo, 29 de julio de 2018
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42-ordinarioB17 cerezoDe koinonia:

2Reyes 4,42-44: Comerán y sobrará.
Salmo responsorial: 144: Abres tú la mano, Señor, y nos sacias.
Efesios 4,1-6:Un solo cuerpo, un Señor, una fe, un bautismo.
Juan 6,1-15: Repartió a los que estaban sentados todo lo que quisieron.

2Re 4, 42-44

La actividad profética de Eliseo tuvo lugar en el Reino del Norte. Eliseo es un profeta taumaturgo, a través de sus milagros intentó conducir al pueblo a Dios. En la liturgia de hoy se nos presenta la multiplicación de los panes. Aunque parece que no van a alcanzar para tanta gente, al repartirlos alcanza y sobra. La fuerza de este pan es más de orden espiritual: basta un poco de pan compartido con gusto y con alegría, para sentir su fuerza y su energía.

Ef 4, 1-6

Este texto es una exhortación a la unidad. Pablo desde la prisión suplica a los Efesios que vivan de acuerdo con la vocación a la que han sido llamados y se esfuercen por mantener la unidad, ya que han recibido un mismo bautismo. El reconocimiento de la paternidad de Dios nos lleva a reconocer en los demás a nuestros hermanos.

Una intachable conducta de vida corresponde a la vocación que han recibido los que antes eran gentiles. La vida digna del llamamiento a la esperanza se muestra en el hecho de que los miembros de la Iglesia guarden la unidad obrada por el Espíritu en el único cuerpo.

Se habla de la relación con la Iglesia y en la Iglesia como comunión que los abraza. La desintegración de la unidad es señal de desesperanza de los miembros de la Iglesia. Presupuestos internos para la unidad son: tener en más estima a los otros que a sí mismo, saber apreciar los dones que Dios ha dado a los demás, pensar y sentir unánimemente… Todo esto presupone apartarse de todas las formas de ambición. La humildad y la modestia desempeñan un gran papel donde hay amenaza contra la unidad. La mansedumbre, la apacibilidad, la dulzura son comportamientos con el prójimo que alejan toda clase de riñas, evitan la acritud y el sentimiento de superioridad. La paciencia es un rasgo esencial del amor, hace posible y salvaguarda la unidad de la paz.

El llamamiento que se hace a los que antes eran gentiles es un llamamiento hacia los otros, a respetar el espacio interno y externo, a permitirles que sean ellos mismos y a poderles apreciar en el amor. El Espíritu es el poder que crea y conserva la unidad y esta unidad es la que hay que guardar.

Jn 6, 1-15

Mucha gente acudía a escuchar a Jesús. A veces venían de lejos, y era lógico que vinieran preparados para pasar unos días. Venían atraídos por la fama de los milagros y señales que realizaba. Jesús aprovecha el momento para dar una lección a sus oyentes. Comienza preguntándole a Felipe que con qué comprarían panes para dar de comer a la multitud. Felipe le dice que no bastarían doscientos denarios. Andrés le dice que hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces, pero que eso no es nada para tanta gente. Es la misma pregunta que el criado le hace a Eliseo.

Jesús enseña que la dinámica del Reino es el arte de compartir. Quizá todo el dinero del mundo no fuese suficiente para comprar el alimento necesario para los que pasan hambre… El problema no se soluciona comprando, el problema se soluciona compartiendo.

La dinámica del mundo capitalista es precisamente el dinero. Creemos que sin dinero nada se puede hacer y tratamos de convertirlo todo en dinero, no sólo los recursos naturales sino también los recursos humanos y los valores: el amor, la amistad, el servicio, la justicia, la fraternidad, la fe, etc. En el mundo capitalista nada se nos da gratuitamente, todo tiene su precio, todo se tasa y se comercializa. Se nos ha olvidado que la vida acontece por pura gratuidad, por puro don de Dios.

Jesús en esta multiplicación de los panes y de los peces parte de lo que la gente tiene en el momento. El milagro no es tanto la multiplicación del alimento, sino lo que ocurre en el interior de sus oyentes: se sintieron interpelados por la palabra de Jesús y, dejando a un lado el egoísmo, cada cual colocó lo poco que aún le quedaba, y se maravillaron después de que vieron que al alimento se multiplicó y sobró. Comprendieron entonces que si el pueblo pasaba hambre y necesidad, no era tanto por la situación de pobreza, sino por el egoísmo de los hombres y mujeres que conformados con lo que tenían, no les importaba que los demás pasaran necesidad. El gesto de compartir marca profundamente la vida de la primeras comunidades que siguieron a Jesús. Compartir el pan se convierte en un gesto que prolonga y mantiene la vida, un gesto de pascua y de resurrección. Al partir el pan se descubre la presencia nueva del resucitado.

Si somos hijos de un mismo Padre como reconoce Pablo en la lectura que hemos hecho, no se entiende por qué tantos hombres y mujeres viven en extrema pobreza mientras unos cuantos viven en abundancia y no saben qué hacer con lo que tienen. En el mundo actual es mucho el dinero que se invierte en guerra, en viajes extraterrestres, en tratamientos para adelgazar. Los que tienen el capital crean condiciones cada vez más injustas y pretenden hacer más dinero, explotando los recursos que quedan, aunque destruyan todo y acaben con las condiciones de vida sobre la tierra. Ningún ser humano debiera morir de hambre, pues la tierra tiene suficiente para albergarnos a todos. Los cristianos no debemos olvidar el compartir: ésta es la clave para hacer realidad la fraternidad, para reconocernos hijos de un mismo Padre. Cuando se comparte con gusto y con alegría el alimento se multiplica y sobra. La multitud, al ver lo que Jesús ha hecho, intenta llevárselo para proclamarlo rey pero Jesús huye solo a la montaña. Leer más…

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29.7.18 No quiso ser rey, pues quería que reinaran todos

Domingo, 29 de julio de 2018
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7c4c5088-dbba-439f-ad3b-3eca273b2962Del blog de Xabier Pikaza:

Dom17, tiempo ordinario, ciclo B. Jn 6, 1-15. La liturgia nos deja por unos domingos sin Marcos e introduce temas de Jn 6, con la multiplicación de los panes y el discurso del pan de vida.

No comentaré la multiplicación o, mejor dicho, “alimentación”, pues he tratado varias veces de ella en este blog, aunque en la segunda imagen presento una figura casi inocente (¿burlesca?) de “Jesús” Rey Panadero.

Un tema clave de la política es hoy (como en el tiempo de Jesús) el de aquellos que prometen pan/dinero (casi siempre con circo añadido, aunque sea de mentiras).

Estamos como en tiempo de Jesús, a quien al fin de este pasaje le llaman “profeta del pan”, y quieren hacerle rey, pues ha empezado a compartir a campo abierto la comida. Pero Jesús quiere que el pan sea más que pan (sea libertad y gratuidad, sea justicia y comunión de vida, acogida de los pobres, todo el evangelio…), y por eso sube el monte, pues no quiere ser rey a la manera de aquellos que gritan en su calle. Éste es el tema: como ser rey compartiendo el pan, en un gesto que contiene todo el evangelio.

30d41e80-1c24-40e7-973b-dd5791acad50Este relato contiene sin duda, un recuerdo histórico (Jesús no se dejó manipular por los que intentaban coronarle rey por el pan, pero sin evangelio).No quiso entonces el reino de un pan que se impone en forma de poder… Pero siguió buscando el pan total del evangelio, con gratuidad, con ayuda a los más pobres, sin poder sobre los otros… y así bajando del monte subió a Jerusalén para “anunciar y preparar la llegada de ese reino sin poder coactivo, pero con pan gratuito, sin imperios militares, sin templos como el de aquellos sacerdotes.

Ésta es la gran paradoja del texto, que nos sitúa ante el tema actual del evangelio, este mismo año (2018), con millones de personas saltando vallas por pan, con grandes imperios de pan que se niega a los más pobres… mientras Jesús sube al monte (y quizá partes de su iglesia esconden de su egoísmo, diciendo que se dedican a Dios).

b345ecf4-d511-4253-9dac-b374f4d45091No es nada fácil resolver el tema de este evangelio y aplicarlo a nuestro tiempo, pero intentaré hacerlo, de un modo ingenuo, pensando sobre aquello que hizo Jesús cuando subió al monte para no ser rey como algunos querían… y vino más tarde a Jerusalén, para ser rey a su manera.

Rey de un reino sin vallas
Rey de un reino sin pan para unos pocos, mientras otros tienen hambre
Rey donde nadie (ni él mismo) reina sobre nadie, sino todos con todos..

Es evidente que mi propuesta no convencerá a todos. Pero pienso que merece la pena pensarla, desde el evangelio. Buen domingo a todos.

Texto.Juan 6, 1-15

En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del lago de Galilea (o de Tiberíades). Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos. Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos.
Jesús entonces levantó los ojos, y al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe: “¿Con qué compraremos panes para que coman éstos?” Lo decía para tentarlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer.

Felipe contestó: “Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo.” Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice: “Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces; pero, ¿qué es eso para tantos?”

Jesús dijo: “Decid a la gente que se siente en el suelo.” Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; sólo los hombres eran unos cinco mil. Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado. Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: “Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se desperdicie.”

Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos de los cinco panes de cebada, que sobraron a los que habían comido. La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía: “Éste sí que es el Profeta que tenía que venir la mundo.” Jesús entonces, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo.

Subió a Jerusalén para que reinara Dios

Precisamente para trazar su Paz de Reino, Jesús renunció a la guerra, subiendo desarmado a Jerusalén, realizando el gesto supremo de “insumisión” social y militar. No negoció con Roma ni con los sacerdotes de Jerusalén (en línea de pacto/reparto de poderes), pues no quería pactos, sino alianza de amor. Imaginemos por un momento qué hubiera pasado si romanos y judíos le hubieran escuchado:

1. Si Jerusalén se hubiera “convertido”,

y no lo hubieran impedido los romanos, Jesús no habría actuado como rey o jefe militar, es decir, pues no hubiera tomado el poder, ni habría sido emperador o regente político. Ciertamente, habría actuado como delegado y representante de Dios, pero de un Dios que no necesita “reyes”, de forma que no hubiera sido rey, sino madre-hermano-hermana, es decir, amigo, a fin de que todos fueran entre sí hermanos y amigos (cf. Mc 3, 31-35). Así anunció la llegada de un Reino sin Rey o, mejor dicho, de un Reino donde todos son reyes, siendo simplemente humanos, hijos de Dios, hermanos.

En esa línea podemos añadir que él habría venido a presentarse como signo y representante del Hijo del Hombre, de una humanidad reconciliada y fraterna. Nos faltan modelos para imaginar su reinado, que sería el reinado de todos, pues nuestras categorías mentales y sociales se encuentran marcadas por dinámicas de poder militar, político, sagrado. Pero el evangelio de Juan nos ayuda a trazar su perfil, diciendo que vino a “dar testimonio de la verdad” (Jn 18, 37), una verdad que no sería la de unos sabios platónicos que se imponían sobre militares y trabajadores (cf. República VI), sino la del amor compartido, desde los más pobres.

Por eso los que convierten a Jesús en más rey que los otros… o en Señor sobre los otros van en contra del evangelio.

2. El Reino de Jesús se expresaría en unas relaciones humanas de amor directo, gratuito y gozoso, sin violencia armada.

No harían falta instituciones militares de dominio, ni estructuras económicas de poder. En un primer momento, Roma podría haber seguido funcionando con sus medios militares y administrativos, en un nivel externo, pues Jesús no habría promovido un alzamiento armado, ni habría destruido con violencia las redes de dominio imperial, sino que habría suscitado formas de convivencia y colaboración directa y pacífica entre hombres y mujeres, de manera que, poco a poco (o por una mutación rápida), el orden político impositivo de Roma se habría vuelto cada vez menos necesario, teniendo que limitarse a organizar el orden exterior (en línea de sistema), mientras los cristianos habrían desplegado con autonomía sus formas de vida alternativa (a no ser que Roma respondiera, imponiendo su violencia de muerte, como supone el Apocalipsis).
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29.7.17 Dar pan, ser rey (Jn 6, 1-15)

Domingo, 29 de julio de 2018
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37967742_1039281106249081_7075186281960964096_nDel blog de Xabier Pikaza:

Este evangelio trata de dar pan y ser o no ser rey, y de qué manera (¿hacerse rey por darlo… o por robarlo?)

De manera muy significativa, a partir del siglo XIV d.C. el pan consagrado se ha convertido en signo del Reino de Cristo, de forma que las dos grandes fiestas de la nueva Cristiandad barroca han sido, y en algún sentido siguen siendo, el Corpus (pan adorado, no compartido, detalle de procesión en la imagen) y Cristo Rey (reinado de cielo y obediencia en la tierra).

Quizá esa visión puede y debe cambiarse… Jesús no hizo procesiones tras un pequeñito pan (por más santo que sea), pues el pan ea y es él mismo, la vida de todos los hombres… No quiso ser rey de esa manera.

¿Cómo quiso serlo o no serlo? Sigue leyendo el evangelio y comentario.

Texto.Juan 6, 1-15: Dar pan, no ser rey

En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del lago de Galilea (o de Tiberíades). Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos. Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos.
Jesús entonces levantó los ojos, y al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe: “¿Con qué compraremos panes para que coman éstos?” Lo decía para tentarlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer.
Felipe contestó: “Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo.” Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice: “Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces; pero, ¿qué es eso para tantos?”
Jesús dijo: “Decid a la gente que se siente en el suelo.” Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; sólo los hombres eran unos cinco mil. Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado. Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: “Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se desperdicie.”

Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos de los cinco panes de cebada, que sobraron a los que habían comido. La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía: “Éste sí que es el Profeta que tenía que venir la mundo.” Jesús entonces, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo.

Subió a Jerusalén para que reinara Dios

Precisamente para trazar su Paz de Reino, Jesús renunció a la guerra, subiendo desarmado a Jerusalén, realizando el gesto supremo de “insumisión” social y militar. No negoció con Roma ni con los sacerdotes de Jerusalén (en línea de pacto/reparto de poderes), pues no quería pactos, sino alianza de amor. Imaginemos por un momento qué hubiera pasado si romanos y judíos le hubieran escuchado:

1. Si Jerusalén se hubiera “convertido”,

y no lo hubieran impedido los romanos, Jesús no habría actuado como rey o jefe militar, es decir, pues no hubiera tomado el poder, ni habría sido emperador o regente político. Ciertamente, habría actuado como delegado y representante de Dios, pero de un Dios que no necesita “reyes”, de forma que no hubiera sido rey, sino madre-hermano-hermana, es decir, amigo, a fin de que todos fueran entre sí hermanos y amigos (cf. Mc 3, 31-35). Así anunció la llegada de un Reino sin Rey o, mejor dicho, de un Reino donde todos son reyes, siendo simplemente humanos, hijos de Dios, hermanos.

En esa línea podemos añadir que él habría venido a presentarse como signo y representante del Hijo del Hombre, de una humanidad reconciliada y fraterna. Nos faltan modelos para imaginar su reinado, que sería el reinado de todos, pues nuestras categorías mentales y sociales se encuentran marcadas por dinámicas de poder militar, político, sagrado. Pero el evangelio de Juan nos ayuda a trazar su perfil, diciendo que vino a “dar testimonio de la verdad” (Jn 18, 37), una verdad que no sería la de unos sabios platónicos que se imponían sobre militares y trabajadores (cf. República VI), sino la del amor compartido, desde los más pobres.

Por eso los que convierten a Jesús en más rey que los otros… o en Señor sobre los otros van en contra del evangelio.

2. El Reino de Jesús se expresaría en unas relaciones humanas de amor directo, gratuito y gozoso, sin violencia armada.

No harían falta instituciones militares de dominio, ni estructuras económicas de poder. En un primer momento, Roma podría haber seguido funcionando con sus medios militares y administrativos, en un nivel externo, pues Jesús no habría promovido un alzamiento armado, ni habría destruido con violencia las redes de dominio imperial, sino que habría suscitado formas de convivencia y colaboración directa y pacífica entre hombres y mujeres, de manera que, poco a poco (o por una mutación rápida), el orden político impositivo de Roma se habría vuelto cada vez menos necesario, teniendo que limitarse a organizar el orden exterior (en línea de sistema), mientras los cristianos habrían desplegado con autonomía sus formas de vida alternativa (a no ser que Roma respondiera, imponiendo su violencia de muerte, como supone el Apocalipsis). Leer más…

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Jesús alimenta a su comunidad y prepara un discurso. Domingo 17. Ciclo B

Domingo, 29 de julio de 2018
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2b14ce820a97d72e5ed859301597e95c513f21087e6aadfa8c357180578255c9Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

El domingo pasado, el evangelio de Marcos nos presentaba a Jesús enseñando a su pueblo, reunido de muy distintos lugares. Inmediatamente después, lo presenta alimentado a su pueblo mediante la multiplicación de los panes y peces. Pero este relato no se ha tomado hoy de Marcos, sino de Juan, porque los cuatro domingos siguientes los dedica la liturgia a la lectura del discurso del pan de vida, que solo cuenta Juan.

Después de esto, se fue a Jesús a la otra ribera del mar de Galilea, el de Tiberíades, y mucha gente le seguía porque veían las señales que realizaba en los enfermos. Subió Jesús al monte y se sentó allí en compañía de sus discípulos. Estaba próxima a la Pascua, la fiesta de los judíos.

Al levantar Jesús ;os ojos y ver que venía mucha gente, dice a Felipe:

“Dónde vamos a comprar panes para que coman éstos?”

Se lo decía para probarle, porque él sabía lo que iba a hacer. Felipe le contestó:

-”Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno tome un poco.”

Le uno de los discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro:

“Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero qué es eso para tantos?”

Dijo Jesús:

-“Haced que se recueste la gente.

Había en un lugar mucha hierba. Se recostaron, pues, los hombres en número de unos cinco mil. Tomó entonces Jesús los panes y, después de dar gracias, los partió entre los que estaban recostados y lo mismo los peces, todo lo que quisieron.

Cuando se saciaron, dice a sus discípulos:

-“Recoged los trozos sobrantes para que nada se pierda.

Los recogieron, pues, y llenaron doce canastos con los trozos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. Al ver la gente la señal que había realizado, decía:

”Este es verdaderamente el profeta que iba a venir al mundo.

Dándose cuenta Jesús de que intentaban venir a tomarle por la fuerza para hacerle rey, huyó de nuevo al monte él solo.

Un caso extraño

            Es raro que Juan coincida con los Sinópticos (Mateo, Marcos, Lucas) en algún relato. Este de la multiplicación de los panes y los peces es uno de los pocos casos, pero conviene advertir los matices propios de Juan. El primero es la fecha: «Estaba próxima a la Pascua, la fiesta de los judíos.» Ninguno de los Sinópticos ofrece esta indicación, que para Juan es muy importante: hace referencia al momento de la muerte de Jesús. Juan no cuenta la institución de la Eucaristía, pero este milagro, ocurrido en la misma fiesta, simboliza la idea de que Jesús alimenta a su pueblo.

Jesús y Eliseo

            Uno de los grandes obradores de milagros en el Antiguo Testamento es el profeta Eliseo. La 1ª lectura recoge cómo alimentó con veinte panes de cebada a cien personas (teniendo en cuenta las dimensiones de los antiguos panes, no era demasiado difícil sacar un bocadillo para cada uno). En contra de las dudas de su criado, comieron todos y sobró.

Vino un hombre de Baal Salisa y llevó al hombre de Dios primicias de pan, veinte panes de cebada y grano fresco de espiga; y dijo Eliseo:

-“Dáselo a la gente para que coman.”

Su servidor dijo:

-“Cómo voy a dar esto a cien hombres?

Él dijo:

-“Dáselo a la gente para que coman, porque así dice Yahveh: Comerán y sobrará.”

Se lo dio, comieron y dejaron de sobra, según la palabra de Yahveh.

            El milagro de la multiplicación de los panes y los peces está calcado sobre el de Eliseo, pero aumentando las dificultades. En vez de cien personas son cinco mil (los Sinópticos añaden “sin contar mujeres y niños”, Juan sólo menciona a los varones). Y en vez de veinte panes, Jesús sólo dispone de cinco. Para dejar clara la dificultad se indica lo que costaría alimentar a esa gente: 200 denarios. El denario era el salario diario de un campesino; 200 denarios suponen una cantidad muy grande para un grupo que vive de limosna, como el de Jesús.

            A pesar de todo, igual que Eliseo dijo: «comerán y sobrará», los comensales de Jesús comen «todo lo que quisieron» y, para demostrar la abundancia, se recogen doce canastos de sobras.

            La relación entre el milagro de Jesús y el de Eliseo queda especialmente clara en Juan, ya que mientras los Sinópticos hablan simplemente de “cinco panes”, Juan indica que son “panes de cebada”, como los que regalan a Eliseo.

Simbolismo eucarístico

Mateo, al contar este milagro, omite la referencia a los peces en el momento de la multiplicación, para subrayar la importancia del pan como símbolo eucarístico.

Juan lo sugiere de forma distinta. La orden de Jesús: “Recoged los trozos sobrantes para que nada se pierda”, la refieren los discípulos sólo a los panes, no se preocupan de los peces. Es probable que estas palabras de Jesús reflejen la práctica litúrgica posterior, cuando se pensó que el pan eucarístico no podía ser tratado como otro cualquiera.

La reacción del pueblo y la reacción de Jesús

En los Sinópticos, la gente no es consciente del milagro ocurrido. En Juan, el pueblo se sorprende de lo hecho por Jesús y deduce que es el profeta esperado, semejante a Moisés, que alimentó al pueblo en el desierto. A primera vista, extraña que identifiquen a ese «profeta que iba a venir al mundo» con el futuro rey de Israel. Pero Flavio Josefo habla de profetas que se presentaban en el siglo I con pretensiones regias, mesiánicas.

La intención del pueblo es claramente revolucionaria, nombrar un rey que los gobierne distinto del César romano, un rey que los libere. Pero Jesús no comparte ese punto de vista y huye. «Mi reino no es de este mundo», dirá a Pilato.

Un milagro que continúa en un discurso

            En los Sinópticos, el milagro está cerrado en sí mismo. En Juan, el milagro supone el punto de partida para un largo discurso, que se leerá en los próximos domingos. Es importante recordar este detalle al comentar el texto: se puede subrayar la preocupación de Jesús por la gente, su poder infinitamente superior al de Eliseo, el simbolismo eucarístico, la oposición de Jesús a un mesianismo político… pero hay que dejar claro que el relato es sólo la puerta a un discurso. «Ahora viene lo bueno». El milagro de los panes sirve para presentar a Jesús como el verdadero pan de vida.

Juan, al escribir los discursos de Jesús, los concebía como un desafío para el lector: no se debían entender a la primera, sino tras diversas lecturas y continua reflexión. Por desgracia, la mayoría de los fieles, al menos en España, no está para muchos desafíos en el mes de agosto.

Receta para conseguir la unidad (2ª lectura: Efesios 4,1-6)

El domingo pasado, la carta a los Efesios recordaba que Dios reconcilió a judíos y paganos mediante la muerte de Jesús. Pero esa unidad puede resquebrajarse fácilmente. Nos solo entre los dos pueblos, sino también dentro de las comunidades del mismo origen. La experiencia de veinte siglos lo demuestra. Pablo, desde la cárcel, aconseja las actitudes que ayudan a mantener la unidad: humildad, amabilidad, comprensión, sobrellevarse mutuamente, esforzarse en mantener el vínculo de la paz. Así se llegará a ser un solo cuerpo y un solo espíritu, basados en «un Señor, una fe, un bautismo». Este texto recuerda, con palabras muy distintas, el gran deseo de Jesús en su despedida: «Padre, que todos sean uno, como tú en mí y yo en ti». Y, en relación con el evangelio, nos recuerda que somos uno todos los que comemos el mismo pan.

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Domingo XVII del Tiempo Ordinario. 29 de julio de 2018

Domingo, 29 de julio de 2018
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d-xvii

“Jesús entonces levantó los ojos, y al ver que acudía mucha gente dijo a Felipe: -¿Con qué compraremos panes para que coman estos?”

(Jn 6, 1-15)

Estos relatos de las multiplicaciones de los panes tienen un cierto peligro. Nos puede suceder a nosotras como les sucedió a aquellas gentes que comieron hasta saciarse. ¿Qué nos puede ocurrir? Que busquemos a Dios para que nos solucione la vida.

Pero la intención de Jesús es otra. Jesús está interpelando a sus discípulos:  “¿con qué compraremos panes para que coman éstos?”

Es una pregunta incómoda, hasta diría que es del todo molesta. Dan ganas de contestar como lo hizo Caín. Con otra pregunta: ¿soy yo acaso el guardián de mi hermano?

Es incómoda y molesta porque quiere hacernos vivir “levantando los ojos”. Solo cuando levantamos los ojos vemos a las demás personas. Mientras llevamos la mirada baja solo nos vemos a nosotras mismas. Y si la bajamos un poquito más entonces lo que vemos es nuestro ombligo.

La contemplación asidua de nuestro ombligo nos lleva a vivir pensando exclusivamente en nosotras mismas. En “mi” felicidad, “mi” autonomía, “mi” comodidad, “mis” derechos…

Este es el motor de nuestra sociedad de consumo. La sociedad del “bien estar”. Esta sociedad necesita individuos cada vez más centrados en sus propias necesidades, cada vez más recelosos de los demás.

Nuestra vieja Europa es una antigua y virtuosa contemplativa del propio ombligo, y quienes vivimos aquí somos hijas de esta madre. Llevamos en nuestro ADN muchos genes exclusivistas. Toda una información genética que nos hace difícil vivir levantando los ojos.

A fin de cuentas eso de levantar los ojos trae consigo muchos problemas. Si levantamos los ojos vemos a quienes huyen de países en guerra, pero también vemos a quienes huyen del hambre. Al levantar los ojos vemos a un sinfín de personas utilizadas como objetos sexuales. Si vivimos con los ojos levantados vemos a los niños soldado, a los trabajadores explotados… en fin, que al levantar la mirada vemos la injusticia de nuestra propia comodidad. Y entonces se nos complica la vida.

Nos pasa como al bueno de Andrés, que ve que tiene cinco panes y dos peces, “pero ¿qué es eso para tantos?”

No tenemos, todavía, la audacia de Jesús. ¿Quién se atreve a dar las gracias y repartir lo que tiene? Nos da miedo. Miedo a hacer el ridículo y miedo a quedarnos sin lo que teníamos.

Hoy es Santa Marta. Ella también tuvo miedo a quedarse sola sirviendo. Pero el trato con Jesús convirtió su miedo en confianza. “-Sí, Señor, yo creo que tu eres el Mesías, el Hijo de Dios que tenía que venir a este mundo.” (Jn 11, 27)

Oremos

Complícamos la vida, Trinidad Santa, llena nuestros ojos, nuestra mirada con los rostros de todos tus hijas e hijos. Haznos así hermanas y hermanos. Amén.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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La gente solo busca la salvación material.

Domingo, 29 de julio de 2018
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multiplicacion_panesJn 6, 1-15

El domingo pasado nos dejaba el relato evangélico de Mc ante la multiplicación de los panes. En su lugar, la liturgia inserta, a partir de este domingo, todo el c. 6 de Jn. Es el más largo y denso de todos los evangelios, y que nos va a ocupar cinco domingos. En sus 71 versículos, partiendo de la multiplicación de los panes, elabora toda una teología del seguimiento. En el fondo, se trata de un proceso de iniciación catequética, que en la comunidad duraba varios años y que, al final, obligaba a tomar una decisión definitiva: el bautismo.

El evangelio de Jn fue escrito en una comunidad de iniciados para su uso personal. Todos comprenden los signos que en él se emplean. Este evangelio es esotérico. La numerología, la cábala, el tarot, lo impregnan todo. Los 21 capítulos del evangelio se corresponden con cada una de las cartas del tarot. La 6ª (el enamorado) representa un joven en un cruce de caminos, ante dos doncellas. Una, de amarillo y verde, representa la vida sensitiva. Otra, de azul, representa la vida espiritual. El joven tiene que elegir uno de los dos caminos.

Como siempre en Jn, todo son símbolos. El pan es el signo del alimento espiritual. El monte es el lugar donde habita la divinidad. Jesús subió al lugar que le es propio. Sentarse es el símbolo de enseñanza rabínica. Estaba cerca la Pascua” no es un dato cronológico, sino teológico. La gente no sube a Jerusalén, como era su obligación, sino que busca en Jesús la liberación, que el templo no puede darles. Proclamarle Rey es buscar seguridades.

El dinero es lo que había desplazado a Dios del templo. Utilizado por el sistema opresor, es el causante de la injusticia. Comprar pan es obtener un bien necesario para la vida a cambio de dinero, inventado para dominar. El vendedor dispone del alimento; lo cede solo bajo ciertas condiciones dictadas por él. La vida no está al alcance de todos, sino mediatizada por el poder. Jesús no acepta tal estructura, pero quiere saber si sus discípulos la aceptan. Felipe no ve solución. Doscientos denarios era el salario de medio año.

Andrés muestra una solución distinta. Habla de los panes y los peces que descubre como algo de lo que se puede disponer. El muchacho (muchachito, doble diminutivo) representa al insignificante grupo de los discípulos. Los números simbólicos 5+2=7 indican totalidad. Todo se pone a disposición de los demás. Al ser de cebada, pone en relación este episodio con el de Eliseo. Eliseo dio de comer a cien, con veinte panes. Jesús da de comer a cinco mil con cinco. La propuesta de Andrés es la adecuada pero no hay medios suficientes.

Comer recostado era signo de hombres libres. Jesús quiere que todos se sientan personas con su propia responsabilidad. No quiere servidumbres ni dependencias de ninguna clase. Aquí está ya apuntando a la falsa interpretación que van a hacer del signo. El lugar (con artículo determinado) era el modo de designar el templo. Dios no está ya en el templo sino donde está Jesús. La mucha hierba, signo de la abundancia de los tiempos mesiánicos.

Pronunció la acción de gracias (eucaristhsaV=eucaristizó). Este dato tiene mucha miga. Se trata  de conectar la comida con el ámbito de lo divino (los sinópticos hablan de elevar la mirada al cielo). Se reconoce que el alimento es don de Dios a todos; nadie puede apropiárselo para después sacar provecho de su venta. Una vez liberado del acaparamiento egoísta, todos tendrán acceso a ese bien necesario. Su finalidad primera, alimentar, se eleva para convertirlo en signo de Vida. Solo en este nuevo espacio es posible el compartir.

Recoged los pedazos que han sobrado. Lo sobrado, no tiene sentido de resto, desperdicio sino de sobrante, sobreabun­dante. En la Didaché se llama al pan eucarístico “los trozos” (klasma). Deben recogerlos porque la comunidad tiene que continuar la obra de la entrega. Otra gran diferencia con la experiencia del Éxodo. El maná no duraba de un día para otro; lo que Jesús ofrece tiene valor permanente y hay que cuidarlo. Recordemos que en los Hch se llama a la eucaristía “la fracción del pan”. No es pan, sino pan partido.

Llenaron doce canastas. “doce” no hace referencia a los apóstoles sino a las doce tribus de Israel, como símbolo de todo el pueblo que había acompañado a Moisés por el desierto. El profeta que tenía que venir al mundo estaba anunciado en (Dt 18,15). Se trata de un profeta como Moisés que haría los mismos prodigios que él. No reconocen la novedad de Jesús. Siguen creyendo en una salvación venida de fuera, al estilo del A T. Más tarde se establece una clara distinción entre el alimento que les da Jesús y el maná.

El intentar hacerle rey demuestra que no han entendido nada. La multitud queda satisfecha con haber comido. La identificación con Jesús y su mensaje no les interesa. Jesús quiere liberarles; ellos prefieren seguir dependiendo de otro. Jesús les pide generosidad; ellos prefieren recibir gratis. Jesús quiere asociarlos a su obra; ellos quieren descargar en un jefe su responsabilidad. La solución no es un milagro externo, sino el saber compartir todo con todos. La salvación no está en que alguien solucione mi problema sino en superar el egoísmo y estar dispuesto a dar a los demás lo que uno tiene y lo que uno es.

Se retiró a la montaña él solo. Jesús sube a lo alto, mientras los discípulos bajan. Ante la total incomprensión de la gente, Jesús no tiene alternativa, se vuelve al monte (lugar de la divinidad). Completamente solo, como Moisés después que el pueblo traicionó a su Dios, haciéndose un ídolo. Este paralelo con Moisés, muestra la gravedad de lo sucedido. Haciendo de Jesús un Mesías poderoso, repiten la idolatría de los israelitas en el desierto. En ambos casos quieren adorar a Dios, pero bajo la falsa imagen que ellos habían hecho de Él.

El dinero sigue siendo la causa de toda desigualdad. Todo tiene un precio. La gratuidad y el compartir han desaparecido de nuestra sociedad. Seguimos ante la encrucijada pero aún no hemos tomado una decisión. No somos conscientes de que no tomar el camino espiritual, es ya dejarnos llevar por el hedonismo. La búsqueda de placer a cualquier precio es la tónica de nuestra sociedad. En el mejor de los casos, nos empeñamos en ir por dos caminos opuestos al mismo tiempo. La religión como la mayoría la entiende, nos lleva a la esquizofrenia.

Jesús pudo escapar de la pretensión de aquella gente, pero de nosotros, no puede escapar y lo hemos proclamado rey del universo. Cada uno de nosotros debemos examinar los motivos que nos mantienen unidos a Jesús. ¿Por qué somos cristianos? ¿Por qué venimos a misa? Yo os lo voy a decir: Para asegurarnos sus favores aquí abajo y además, garantizar una eternidad dichosa en el cielo. ¡Poco han cambiado las cosas! También nosotros seguimos sin querer saber nada del servicio y la entrega a los demás. El evangelio sigue sin estrenar.

Seguimos poniendo lo espiritual al servicio de lo material. No nos interesa lo que Dios quiere sino nuestro placer. Solo nos interesa que Dios se ponga a nuestro servicio. Si todos los que nos llamamos cristianos empezáramos a compartir, como Jesús nos pide, se produciría la mayor revolución de la historia humana. Si esperamos a compartir cuando hayamos cubierto todas nuestras necesidades, nunca compartiremos nada, porque la técnica del capitalismo hedonista es precisamente aumentar las necesidades a medida que se van satisfaciendo.

Meditación

Jesús no quiere estar por encima de los demás.
Tampoco quiere que la gente se esclavice.
La auténtica salvación no puede venir de fuera.
El horizonte de tu plenitud está dentro de ti.
Lo externo: ni te tiene que atar, ni te puede liberar.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Silencio sonoro.

Domingo, 29 de julio de 2018
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sermon-on-the-mountain“¿Cómo podemos entender bien el silencio exterior? Dios es amigo del silencio. Mira cómo la naturaleza, los árboles, la hierba, crecen en silencio; mira las estrellas, la luna y el sol, cómo se mueven en silencio” (Teresa de Calcuta)

29 de julio. Domingo XVII del TO

Jn 6, 1-15

Jesús se retiró a un monte, y allí se sentó con sus discípulos

Romano Guardini (1885-1968) uno de los teólogos más acreditados del siglo XX, desarrolla en su obra El Señor: meditaciones sobre la persona y la vida de Jesucristo, las siguientes ideas: En el silencio es donde suceden los grandes acontecimientos. No en el tumultuoso derroche del acontecer externo, sino en la augusta claridad de la visión interior, en el sigiloso movimiento de las decisiones, en el sacrificio oculto y en la abnegación, es decir, cuando el corazón, tocado por el amor, convoca la libertad de espíritu para entrar en acción, y su seno es fecundado para dar fruto. Los poderes silenciosos son los auténticamente creativos.

Fray Marcos maneja magistralmente, como buen miembro de la Orden de Predicadores, estos silencios poderosos y fecundos en sus misas dominicales de Parquelagos. Yo he podido contabilizarle al menos cuatro y apuntan a una reflexión profunda -casi una oración- sobre lo que está diciendo o haciendo en la eucaristía. Otros, abundantes, aunque más breves, los hace cuando cree que es necesario que los feligreses interioricemos algo de lo que allí está sucediendo. La oración, dijo en una ocasión, es una conversación, un diálogo con Dios Trino: mientras que en algunos momentos nos dirigimos a Dios, en otros guardamos silencio para escucharle.

Me encanta observar el vuelo de la tórtola europea o el pato canadiense en sus anuales emigraciones. No dejan huellas en el aire, pues caminan tras ellos. Pero me embrujan más las de las aves o animales que dejan sus pisadas en la arena; también las de los seres humanos. Puedo contemplarlas, distinguirlas y disfrutar de la belleza de sus plantas: sublimes momentos de silencio sonoro y de diálogo conmigo mismo, con los restantes seres y con la naturaleza.

Lo dijo poéticamente Teresa de Calcuta, mística y santa, en su discurso el día en que recibió el Premio Nobel de la Paz en 1979: “¿Cómo podemos entender bien el silencio exterior? Dios es amigo del silencio. Mira cómo la naturaleza, los árboles, la hierba, crecen en silencio; mira las estrellas, la luna y el sol, cómo se mueven en silencio”. Tú sí dejaste profundas huellas marcadas en el camino de tu diario vivir que, justo con las de Jesús, nos están ayudando a encontrar las nuestras.

En cualquier espacio de la naturaleza, en pleno bosque centenario de robles, castaños y abedules, por ejemplo, el arte, la vida de todos los días y la naturaleza en su estado más puro se mezclan en idílicos paisajes, dando lugar a encuentros culturales participativos, abierto a diversas propuestas creativas y al bienestar personal. “Haga un lugar al silencio, a este gran maestro. Dentro de sus actividades, sin interrumpir nada, abra el oído de la mente y, detrás del ruido, en ausencia de meditación, escuche el silencio. Piense en la presencia del silencio, comience a percibir porque el pensamiento es una evocación. Una evocación cuyo mágico significado de este término llama a la manifestación de la causa referida. En el silencio se disuelve el pensamiento, y el ser real reaparece. Cada día contemple en varias ocasiones la corriente de la inmensidad del silencio interior, y así a lo largo de los años podrá establecer y hacer crecer su intimidad con el silencio. El silencio es el espacio que contiene el conocimiento y, llegado a ese punto de sí mismo, el silencio y usted estarán en conocimiento de lo inefable. Debemos aprender a guardar silencio”, escribió el maestro espiritual hinduista indio Ramana Ramarishi (1870-1950).

En Jn 6, 3 se nos dice que “Jesús se retiró a un monte, y allí se sentó con sus discípulos”. Se sentó para compartir con ellos en silencio, para escuchar el viento, para enseñar a nuestras manos a respetar las cosas, para hacernos sabios y comprender los secretos de cada hoja y cada roca, como rezan los indios norteamericanos.

ORACIÓN DE LOS INDIOS SIOUX

Oh gran espíritu, cuya voz oigo en el viento y cuyo respiro da vida a todo el universo. Óyeme, soy pequeño y débil, uno de tus muchos hijos.  Déjame pasear en la belleza y permíteme que mis ojos siempre puedan contemplar el rojo y el púrpura de la puesta de sol. Haz que mis manos respeten las muchas cosas que tus has creado y agudiza mis oídos para oír tu voz. Hazme sabio para comprender todas las lecciones que tu has escondido detrás de cada hoja y de cada roca. Dame fuerza no para ser más fuerte que mi hermano sino para luchar contra mi peor enemigo: yo mismo. Y hazme siempre listo para ir ante ti con las manos limpias y la mirada recta para que cuando la luz se desvanezca como se desvanece la puesta de sol mi espíritu pueda llegar ante ti sin ninguna vergüenza.

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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¿Comprar?… compartir.

Domingo, 29 de julio de 2018
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jesus-y-ninos1(Jn 6, 1-15)

En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte  del mar de Galilea… en este tiempo se acerca a la orilla del mar Mediterráneo.

Lo seguía mucha gente…  buscando el sentido de la vida en forma de sanación física, psíquica, económica y espiritual. También hoy se acerca a la desolación de quienes sólo tienen la herramienta de sus pies en marcha y la voluntad de sobrevivir con dignidad.

Subió a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. La montaña como lugar de visión en perspectiva y de espacio comunitario. Estaba cerca la Pascua, el paso, gentes en movimiento, de camino.

Levantó los ojos… allí estaban. No hay obstáculos que detengan a quienes huyen de la violencia y del hambre; ni altas montañas que no se atrevan escalar, ni mares que les detengan si se trata de encontrar una vida plena, asumiendo el riesgo de una muerte rápida. Hoy.

¿Recordaste al profeta Eliseo dando las primicias de pan? (2 Reyes 4, 42-44): “Dáselo a la gente y que coman… comerán y sobrará”. Seguramente. Aquel texto lo habrías escuchado muchas veces en la sinagoga. Tus discípulos también, pero no parece que relacionaran el asunto.

“Felipe, ¿con qué compraremos panes para que coman estos? Preguntaste a modo de prueba sabiendo que no se trata de comprar sino de compartir, punto de partida para que haya milagros.

Felipe debió quedar boquiabierto con tu pregunta y para remate, aparece Andrés proponiendo soluciones imposibles sin fe alguna en el proyecto: “Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces, pero ¿qué es eso para tantos?”.

En los textos de los otros evangelios, sin preámbulo alguno, planteas a tus discípulos el reto: “Dadles vosotros de comer” (Mt 14, 16; Mc 6, 37 y Lc 9,13). Quizás Juan, que te conocía más de cerca, con su amplia mirada contemplativa, intuyó que les estabas poniendo a prueba, más allá de que te dieran ideas para enviar a casa a todo el personal que empezaba a ser un problema de logística.

¡Manos a la obra!, no te queda otra, tu compasión te pone en marcha pensando en el cansancio de aquella masa humana. Lo primero que descansen: “Haced que se recueste la gente”. Por suerte era un lugar mullido, tenía hierba, eso dice Juan.

Cuando alguien llega a una casa, si los de dentro practican la hospitalidad y están atentos, sabiendo que ha hecho un largo camino, ha sudado y no ha comido a sus horas, no piden explicaciones. Ofrecen sitio para descansar y alimento lo más rápido posible.

Jesús toma lo que hay, cinco panes y dos peces, y da gracias porque lo haya. El milagro se vuelve cotidiano: se parte, se reparte, se comparte y, contra todo pronóstico inicial, las sobras se recogen en doce canastos.

Sabías que no iban a entender ni los sentados en la hierba ni los discípulos. Sabías que se transmitiría lo ocurrido como algo mágico y que vendrían a por ti para nombrarte rey y quitarse de problemas.

¡Espera, no te retires todavía a la soledad de la montaña! ¡Vuélvete hacia nosotros con tus pies en la arena bañados por las olas a la orilla del Mediterráneo! ¿No vas a decirnos algo para probarnos?

La brisa del mar es tu aliada: “Dadles vosotros de comer”… y comed juntos, compartiendo el pan que os dejo día a día; es de todos porque lleva la levadura del Amor de Dios a toda la humanidad.

Mari Paz López Santos

Domingo, 29 julio 2018

Fuente Fe Adulta

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La Eucaristía nos ha de llevar a la solidaridad

Domingo, 29 de julio de 2018
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imagesDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01. MEMORIA DE LA MULTIPLICACIÓN DE LOS PANES.

Sea como fuere, el relato -el acontecimiento- de la multiplicación de los panes, quedó muy grabado en la mente y en el corazón de los primeros cristianos. Es uno de los acontecimientos-relatos que lo narran los cuatro evangelistas.

Jesús se preocupa de las necesidades, de las enfermedades, de las marginaciones, en el caso de hoy del hambre de aquella multitud que había acudido a escucharle. La gente, el ser humano necesita comer.

v 5. Estaba cerca la Pascua de los judíos”, No es un dato cronológico, sino teológico. La Pascua de los judíos ni alimenta ni salva. La gente no sube ya a Jerusalén, como era su obligación, sino que busca en Jesús la liberación que ni el templo ni la religión pueden dar.

Necesitamos comer en el sentido más amplio de la palabra: pan, cultura, higiene, medicina, fe.

02. LA MULTIPLICACIÓN DE LOS PANES NO ES MAGIA.

Era evidente que Jesús ni sus discípulos podían comprar pan para toda aquella gente

Jesús lo sabe. Los que tienen dinero no resolverán nunca el problema del hambre en el mundo, porque para resolver el problema del hambre (crisis, tercer mundo, Grecia, etc.) se necesita algo más que dinero: solidaridad y buena voluntad.

Había un muchacho que tenía cinco panes y dos peces. Pero el muchacho no se los queda para él: los reparte.

v 8 Andrés una solución distinta a la del comprar. Habla de los panes y los peces que descubre, como algo de lo que se puede disponer. El muchacho (un chaval débil) representa al insignificante grupo de los discípulos.

El hambre, la crisis, el tercer mundo se resuelve cuando nadie acapara lo suyo habiendo otros que pasan hambre.

La Iglesia y la humanidad habremos de aprender a poner a disposición de los hambrientos lo que tengamos, aunque sólo sea “cinco panes de cebada y un par de peces”.

5 panes y dos peces: 5+2: 7. Siete es número de plenitud. Hay alimento de sobra para todos.

Llama la atención en el papa Francisco esta preocupación por “multiplicar los panes”. En el fondo es lo que ha hecho en sus viajes, aunque no faltan quienes también le han criticado por la defensa de los pueblos débiles y oprimidos.

Es muy difícil enseñar a compartir cuando únicamente sabemos comprar con ansiedad. Los criterios hondamente insolidarios, que rigen nuestras sociedades difícilmente resolverán el problema del hambre.

El milagro de la multiplicación de los panes consiste en liberarnos de nuestra indiferencia ante quienes mueren de miseria y hambre.

Cuando somos solidarios, hay pana para todos, incluso sobra. Llenaron doce canastas, que hacen referencia a las doce tribus de Israel, es decir: todo el pueblo.


03. v 10 JESÚS MANDÓ QUE SE SENTARAN (RECOSTARAN) TODOS.

orcx_maizasdadComer recostado era signo de personas libres. La solidaridad crea personas solidarias y libres. La Eucaristía -cuando es tal- crea fraternidad. El cristianismo no crea “clases sociales”, estamentos, no quiere servidumbres ni dependencias de ninguna clase. Todos vosotros sois hermanos, (Mt 23,8).

04. MULTIPLICAR LOS PANES ES EUCARISTÍA.

Hoy hemos comenzado a leer el cp. 6º de san Juan, que seguiremos leyendo durante un mes, más o menos. Es un largo texto que nos habla de la multiplicación de los panes, después pasa al pan de vida: Yo soy el pan de vida. Nos habla de la Eucaristía:

Jesús Dijo la acción de gracias. Eucaristhesas: “habiendo dado gracias”. Este dato tiene mucha miga. Se trata de conectar la comida y la solidaridad con el ámbito del Señor. Es la Eucaristía. Una vez liberado del acaparamiento egoísta, todos tendrán acceso a ese bien necesario

Es la Eucaristía, (que vamos a continuar celebrando)

Baste por hoy terminar con que: la solidaridad, multiplicar los panes es Eucaristía y la Eucaristía nos ha de llevar a la solidaridad.

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“Tierra Nuestra, Libertad”: “Repartió a los que estaban sentados todo lo que quisieron”

Domingo, 26 de julio de 2015
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Tierra Nuestra, Libertad”.

Esta es la Tierra nuestra:

¡La libertad,

humanos!

Esta es la Tierra nuestra:

¡La de todos,

hermanos!

La Tierra de los Hombres

que caminan por ella

a pie desnudo y pobre.

Que en ella nacen, de ella,

para crecer con ella,

como troncos de Espíritu y de Carne.

Que se entierran en ella

como siembra

de Ceniza y de Espíritu,

para hacerla fecunda como a una esposa madre.

Que se entregan a ella,

cada día,

y la entregan a Dios y al Universo,

en pensamiento y sudor,

en su alegría

y en su dolor,

con la mirada

y con la azada

y con el verso…

¡Prostitutos creídos

de la Madre común,

sus malnacidos!

¡Malditas sean

las cercas vuestras,

las que os cercan

por dentro,

gordos,

solos,

como cerdos cebados;

cerrando,

con su alambre y sus títulos,

fuera de vuestro amor

a los hermanos!

¡Malditas sean

todas las cercas!

¡Malditas todas las

propiedades privadas

que nos privan

de vivir y de amar!

¡Malditas sean todas las leyes,

amañadas por unas pocas manos

para amparar cercas y bueyes,

hacer la Tierra esclava

y esclavos los humanos!

¡Otra es la Tierra nuestra, hombres todos!

¡La humana Tierra Libre, hermanos!

*

Pedro Casaldáliga

Tierra nuestra, libertad, Editorial Guadalupe, Buenos Aires 1974, 151 pp

***

 

En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del lago de Galilea (o de Tiberíades). Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos. Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos, y al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe:

“¿Con qué compraremos panes para que coman éstos?”

Lo decía para tentarlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer. Felipe contestó:

“Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo.”

Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice:

“Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces; pero, ¿qué es eso para tantos?”

Jesús dijo:

“Decid a la gente que se siente en el suelo.”

Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; sólo los hombres eran unos cinco mil. Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado. Cuando se saciaron, dice a sus discípulos:

“Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se desperdicie.

Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos de los cinco panes de cebada, que sobraron a los que habían comido. La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía:

“Éste sí que es el Profeta que tenía que venir la mundo.”

Jesús entonces, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo.

*

Juan 6,1-15

***

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