Intersexualidad en Kenia: Historia real de un menor secuestrado que murió tras seccionarle el pene
Muhadh Ismael, de 17 años, nació en Kenia con un cuerpo que combinaba atributos masculinos y femeninos. Tenía genitales masculinos y cuando llegó a la pubertad le crecieron los pechos. Su intersexualidad causó muchos problemas en su familia, que no aceptaron su deseo de ser considerado como un hombre. Un activista que trabaja para promover la tolerancia para las personas LGBTI dentro de las comunidades de fe de zonas rurales de Kenia bajo el seudónimo de José Odero, entrevistó a Ismael poco antes de que falleciera en un hospital víctima de la incomprensión y abandono por parte de sus propios seres queridos. Si en mayo os contamos que un diario de Kenia publicaba un listado con fotos y nombres de “gays y lesbianas”, una acción que puso en peligro sus vidas, la intersexualidad ni siquiera es un concepto entendible en esta parte del planeta.
La familia de Muhadh, que vive en zonas rurales de Malindi a unos 110 kilómetros al norte de Mombasa, decidió a principios de este mes que habían tenido suficiente con la terquedad de empeñarse en ser un hombre. Ismael fue secuestrado por cuatro hombres de quienes su tío se los presentó como primos. Los desconocidos le llevaron a un lugar remoto, le desnudaron y drogaron. Entonces le cortaron el pene y le abandonaron en el bosque de Arabuko Sokoke, al sur de Malindi, donde un automovilista que pasaba le encontró y le llevó al hospital del distrito. Recibió tratamiento para sus heridas pero perdió mucha sangre y murió en el hospital este pasado lunes, 21 de diciembre.
Antes de su muerte, durante las entrevistas nocturnas en el hospital que mantuvo con el activista José Odero los días 15 y 16 de diciembre, Muhadh describió sus experiencias. Era evidente que estaba sufriendo, luchando por hablar a pesar de una lesión en la mandíbula y del tubo de alimentación que tenía en la nariz. Habló con coherencia, aunque en voz baja.
“Aunque nací niño, me pusieron nombre y fui tratado como una niña. Mis padres y tíos me obligaron a llevar un Buibui (un chal que es un atuendo musulmán típico de las mujeres en el este de África). Me llamaban Muhadh Hafswa Said y me trataban como una mujer pero yo adopté el nombre de Muhadh Ismael y preferí que me trataran como varón. Mi familia dijo que era una maldición y que les traje miserias. Era acusado de cualquier desgracia que cayera sobre ellos”, relata el joven.
El destino que le esperaba a Muhadh fue terrible porque le encerraron en su casa, oculto a los ojos de los visitantes y, a menudo, era golpeado por sus familiares. No se le permitió ir a la mezquita o asistir a la escuela. Sus padres pensaron que enviarlo a la escuela sería un desperdicio de dinero, debido a que iba a morir pronto.
Fue entregado a la custodia de un tío después de que sus padres murieron. Su padre falleció en octubre de 2014. Muhadh empeoró su calvario porque fue golpeado por seis hombres que le acusaron de falta de respeto a la familia y de traer la vergüenza sobre ellos. Se le ordenó que se comportara como una mujer e incluso que pensara en sí mismo como una mujer, no como un hombre.
Tras la muerte de su abuela, en noviembre de 2015, su tío le llamó otra vez. En la sala de estar de su tío se encontró con cuatro hombres jóvenes que no conocía. El tío les presentó como sus primos de Shimba Hills, al suroeste de Mombasa. Habían venido a dar sus condolencias a la familia por la muerte de la abuela, según su tío. Le pidió a Muhadh que acompañara a los jóvenes al sur, hasta la ciudad de Kilifi, para hacer algunas compras.
Cuando Muhadh se subió al coche de los supuestos primos, lo sujetaron y vendaron los ojos. Le dijeron que dijera sus oraciones finales y le preguntaron si tenía algunas palabras que quería que le trasmitieran después de su muerte. Le llevaron a un bosque, donde le desnudaron y le obligaron a tragarse unas pequeñas pastillas de color amarillo. Muhadh perdió el conocimiento. Al día siguiente, se despertó en un charco de sangre y con un dolor intenso. Sus secuestradores y agresores le habían cortado el pene.
No tenía teléfono. Se dirigió a una iglesia católica cercana. Un hombre que iba a trabajar le recogió y llevó al hospital del distrito de Malindi. Nadie fue a verlo, excepto un amigo con quien se puso en contacto en un teléfono prestado. Fue precisamente ese amigo quien le ayudó para ponerse en contacto con Joseph Odero. La factura del hospital se elevó a 25.780 chelines kenianos (unos 260 dólares). Muhadh no sabía cómo podía pagarlo.
Su amigo se enteró que el pasado lunes, 21 de diciembre, Muhadh había muerto a causa de una hemorragia. Los médicos y enfermeras en el hospital no habían prestado mucha atención al cuidado de Muhadh, porque nadie les había abonado los pequeños pagos adicionales que exigen a cambio de proporcionar atención a los paciente.s
La familia de Muhadh le rechazó incluso en la muerte. Se negaron a aceptar su cuerpo para oficiar su funeral. Su amigo no ha denunciado el delito a la policía por temor a ser acosado o detenido por ser gay.
Amigos y simpatizantes de Muhadh esperaban recaudar dinero para darle un funeral digno.
Cuando te enteras de historias como estas te das cuenta de que la incultura y la cerrazón a la aceptación pueden llevar a muchas personas en el mundo a ser cómplices de la muerte de personas inocentes. Muhadh fue una víctima más. Sólo tenía 17 años y reivindicar un derecho tan básico como es poder ser él mismo le condujo a una muerte terrible. En RAGAP esperamos que la denuncia pública sirva para algo.
Foto de portada: Muhadh Ismael en su cama de hospital. La foto está hecha por el activista Joseph Odero.
Fuente Ragap
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