El Mito de la Heterosexualidad desde una perspectiva queer.
Interesante artículo que hemos leido en El Rincón de Haika, el blog de Coral Herrera Gómez:
El concepto de normalidad varía de cultura en cultura, por épocas y zonas geográficas; además, todo lo biológico en nosotros es cultural y viceversa. Por ejemplo en la Antigüa Grecia la homosexualidad era normal, como eran normales las relaciones homoeróticas entre sabios y jóvenes discípulos. En cambio en nuestra cultura actual la pederastia es una desviación, una aberración, una anormalidad penada con años de cárcel.
Piensen de nuevo: ¿Tienes novio ya?. Una pregunta así, aunque parezca inocente, inevitablemente dirige el erotismo y los sentimientos de las personas hacia el sexo opuesto. Una pregunta de signo contrario abriría enormemente el abanico de posibilidades afectivas y sexuales de la niña o el niño, pero a la mayor parte de los adultos no se les ocurre porque en su conciencia la heterosexualidad es la norma, está invisibilizada como construcción, integrada en los supuestos de cómo es la vida (o más bien, cómo debería ser). Esos supuestos se aprecian claramente en todos los cuentos heterosexuales que nos han contado de pequeñas; en ellos todas las relaciones eróticas son hacia el sexo opuesto.
Mi posición en torno a la heterosexualidad y la homosexualidad coincide con la concepción de Oscar Guasch (2000) que las considera mitos, en el sentido de que son narraciones creadas artificialmente, y transmitidas mediante libros sagrados. Mitos que explican el mundo desde un punto de vista particular, desde una ideología que al imponerse se convierte en hegemónica, y que modela y construye nuestro deseo y afectos, a la vez que justifica el orden social establecido. En este sentido, la homosexualidad es un cuento dentro de otro cuento, “un mito que explica otro mito. La homosexualidad es un epifenómeno de la heterosexualidad; pero no es posible entender la una sin la otra” (Guasch, 2000).
También nos parece acertada la definición de la heterosexualidad según Elisabeth Badinter (1993), que la considera una institución política, económica, social y simbólica que se impuso como norma obligatoria a finales del siglo XIX: “Se acusa a los sexólogos de haber creado dicha institución, al haber inventado la palabra “heterosexualidad” como el contrapunto positivo de “homosexualidad” y haber impuesto aquella como la única sexualidad normal”.
Para Óscar Guasch (2000), la heterosexualidad, más que una forma de amar, es un estilo de vida que ha sido hegemónico en los últimos 150 años. La heterosexualidad nace asociada al trabajo asalariado y a la sociedad industrial: “Se trata de producir hijos que produzcan hijos. Para las fábricas, para el ejército, para las colonias durante más de un siglo, casarse y tener hijos, que a su vez se casen y los
tengan, ha sido la opción considerada natural, normal y lógica”.
Es entonces cuando la pareja estable y reproductora se elige en modelo social a seguir; “por eso a lo largo de la historia solteros y solteras han sido una especie de minusválidos sociales. En ellos se hacían visibles las carencias, los peores temores: vivían (y sobre todo morían) solos, sin hijos”.
Guasch define la heterosexualidad como sexista, misógina, homófoba y adultista. Para él posee cuatro características fundamentales:
• Defiende el matrimonio o la pareja estable;
• Es coitocéntrica, genitalista y reproductora;
• Interpreta la sexualidad femenina en perspectiva masculina y la hace subalterna,
• Persigue, condena o ignora a quienes se desvían del camino heterosexual.
Los estudiosos que han analizado la homosexualidad desde un punto de vista transcultural constatan un determinado número de constantes. El sociólogo Frederick Whitam, tras haber trabajado durante varios años entre comunidades de países tan distintos como los Estados Unidos, Guatemala, Brasil y Filipinas, sugiere seis conclusiones:
• Hay personas homosexuales en todas las sociedades.
• El porcentaje de homosexuales parece ser el mismo en todas las sociedades y permanece estable con el paso del tiempo.
• Las normas sociales no impiden ni facilitan la aparición de la orientación sexual.
• En cualquier sociedad mínimamente numerosa aparecen subculturas homosexuales.
• Los homosexuales de sociedades distintas tienden a parecerse en lo que respecta a su comportamiento y sus intereses.
• Todas las sociedades producen un continuum similar entre homosexuales muy masculinos y homosexuales muy femeninos.
A partir de estos estudios, Badinter afirma que la homosexualidad es una forma fundamental de la sexualidad humana que se expresa en todas las culturas. La homosexualidad existe en otras especies animales (Foucault, 1976; Kirsch y Weinrich, 1991). Beach y Ford, (1951) constataron que, de hecho, se da en la mayoría de las especies de mamíferos y culturas humanas.
Helen Fisher (1992) señala que la homosexualidad es aún mayor en otras especies; es decir, cabría aventurar que lo natural sería que las relaciones homosexuales entre los humanos fueran incluso más frecuentes de lo que son, pero en muchas culturas humanas está reprimido socialmente. La presión evolutiva, según Fisher, no sólo favorece las conductas reproductoras: la homosexualidad podría tener funciones adaptativas como la de estrechar los lazos de la comunidad y/o la de reducirla densidad demográfica en condiciones de hacinamiento.
Tanto los hombres como las mujeres homosexuales, a lo largo de los siglos, han sido excluidos o marginadossocialmente, insultados y humillados, perseguidos, encarcelados, torturados, quemados en la hoguera, apedreados hasta la muerte o recluidos en campos de concentración. La homosexualidad ha sido tratada como enfermedad, delito, pecado, vicio, aberración, patología, desviación, y ha sido, a menudo, asociada a la obscenidad, la perversidad y la promiscuidad. Los estereotipos y los modelos negativos han recaído en ellos con una extrema crudeza, y aún hoy en día se sigue condenando y ejecutando o lapidando a gays y lesbianas en multitud de países.
En 1910, Sigmund Freud elabora su teoría de la bisexualidad originaria, en la que afirma que todos los seres “pueden tomar como objeto sexual a personas del mismo sexo o a personas del otro sexo… Reparten su libido ya sea de manera manifiesta, ya sea de forma latente sobre objetos de ambos sexos”.
A lo largo de su obra, Freud defiende el carácter natural y no patológico de la homosexualidad, en contra de los sexólogos y sus propios colegas psicoanalistas, y afirma que la heterosexualidad es tan problemática como la homosexualidad. Además, según Freud, todos “en un momento dado la hemos practicado aunque después unos la hayan relegado al inconsciente y otros se defiendan manteniendo una enérgica actitud contraria a ella”). Leer más…
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