La página olvidada del periódico. Entrevista a un refugiado gay sirio atrapado en el Líbano
Con una mirada más selectiva de la información que recibimos podríamos encontrar historias de personas extraordinarias. Relatos merecedores de un hueco en nuestra memoria, de ser leídos en las páginas de algún periódico y de almacenarlos en alguna parte del corazón. Hace unos meses conocí a F., cuya privacidad es esencial en este texto. Apareció en mi correo electrónico entre un email de Idealista y otro de Facebook.
Ese mensaje era el resultado de un viaje virtual y buscado para conocer la realidad de otra persona fuera de mi círculo directo. A los pocos meses de dejar diversos comentarios en foros árabes y tras algunos mensajes fallidos me contacta F., desde un correo electrónico falso y con una suerte de desconfianza esperanzada. Intento ser delicado, no entrometerme mucho en su vida y detallarle la mía para que la confianza haga fluir la entrevista sin presión. Semanas más tarde esa conversación se ha convertido en un chat continuo en mi móvil que abre una ventana directa de Madrid al Líbano.
Durante ese intervalo F. se muestra como un joven de veinte años sosegado, divertido y que, sin alterarse, piensa diariamente en la forma de salir del Líbano sin ser arrestado. Su huida comenzó cuando a los nueve años y forzado por el conflicto armado, tuvo que dejar Siria al tiempo que los misiles planeaban sobre su casa. Su padre había abandonado la casa hace años para contraer un nuevo matrimonio. Su madre acababa de fallecer por la falta de atención médica en medio de una guerra para la que no estaban preparados. Es posible que en la sección internacional de algún periódico antiguo venga la foto de F. y sus siete hermanos, camuflados entre una marea de refugiados con el mismo forzado destino.
F. escribe un nuevo episodio en su diario, la llegada a una casa de acogida junto a su hermano mayor. Entre mis conversaciones diarias con él me cuenta su día a día en “Mount Lebanon”. Es aficionado a la fotografía, y realmente no se le da nada mal. Le han ayudado a cursar la carrera de Marketing, incluso a su edad domina el inglés mejor que cualquiera de nosotros. Lo veo una persona con un gran potencial para trabajar. Le pregunto entonces cuál es su sueño en la vida y la respuesta es tan simple como tajante. “Un trabajo, una pareja y dos niños”. No parece un deseo tan descabellado pero para él conseguirlo en el Líbano es completamente imposible.
Un día, en el transcurso del camino que separa el orfanato del centro de la ciudad, un hombre mayor detiene su coche cerca de F. y le hace señas para que se acerque. Es justo el momento en el que la sexualidad de un joven de diecisiete años se precipita al abismo de la culpabilidad y la clandestinidad. Como un corte limpio y directo, sin conversación, sin amor, sin la sonrisa cálida que merecería cualquier joven antes de experimentar su primera relación sexual. Sumada a la complicación de huir de una guerra, el abandono de un padre y la muerte de una madre, se presenta en ese momento la incomprensión de una cultura y un país que profesa el rechazo antes que la empatía humana.
Según F., el trabajo está celosamente guardado para los libaneses, lo discriminan por su condición de refugiado y sirio (nadie conoce aún su orientación sexual). No puede conseguir el pasaporte libanés y renunció al sirio cuando se negó a participar en el servicio militar, decisión bastante sensata visto el desenlace.
Lo animo a solicitar el asilo en España, acudir a organizaciones LGTB o a entidades de ayuda a refugiados. Las ONG’s no tienen mucho poder y además son ellas mismas las que discriminan la ayuda, dejando de lado a muchos sirios por las complicaciones adicionales que supone. El asilo se puede solicitar en algún puesto fronterizo o dentro de España, pero F. necesita saber cómo llegar hasta aquí sin ser objeto del tráfico de mafias. Es completamente absurdo que el auxilio a una persona perseguida se ofrezca una vez dentro de España.
Zanjo el tema por unos días, parece un callejón sin salida y no quiero desanimarle. Sigo preguntándole sobre el mundo que le rodea y sobre su hermano, su único nexo familiar. Cuida de él como buen musulmán, su identidad religiosa le ha dotado de esa responsabilidad. Sin embargo, lo mantiene a raya desde que intuyó su inclinación sexual. Siente una obligación moral de rectificar su actitud con violencia.
A veces pensamos que las grandes heroínas surgen exclusivamente en los países modernos y liberales, con el puño en firme y gritando lemas de indignación. Gracias a F. me di cuenta de que las que más han luchado son también las que más han callado. ¿Cuál es tu recuerdo más bonito? “Dormir con mi madre. Ella se ocupada de cuidar y sacar a las ovejas, hacer leche, queso y yogur. Teníamos también un huerto lleno de verduras que ella plantaba. Mis otros hermanos y yo nos peleábamos siempre por dormir con ella. Antes de morir lo único que le pidió a mi padre fue que cuidara de nosotros “.
En la página central de esa sección internacional olvidada debería estar la historia de la madre de F., el ejemplo de cómo la aceptación y la lucha se revisten de muchas formas. Un homenaje digno a una mujer siria que cumplió con el reto más grande de una guerra, sustituir el recuerdo de las balas por el amor de una madre.
- Periodista. Voluntario de Kifkif.
Fuente KifKif
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