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¿Mística? ¿Por qué no? Todo queda en casa.

Miércoles, 3 de mayo de 2017
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xel-deseo-en-el-hombre-520x283-jpg-pagespeed-ic-xicgoepccqAsun, con este artículo, muestra cómo se ha dejado impregnar por los muchos comentarios suscitados por Mística, artículo de Carlos Barberá muy comentado desde hace una semana. Es su manera se integrase en este tema, dándole un nuevo impulso hacia una mística que pisa tierra real, donde lo humano y lo divino no se distinguen. AD.

No parece sea un concepto más, entre cientos de otros, dadas las tendencias sobre usos y generalidades interesadas que acompañan a la moda cada vez más vigente de lo inaudito por excelencia.

¿Qué os parece simplemente el ser conscientes de nuestras limitaciones, necesidades y carencias, es decir, vulnerabilidad que, al mismo tiempo y sin separación, se asienta con humildad y gratitud en la otra cara que no vemos, aun cuando nos va dando sacudidas, de lo que realmente somos: plenitud en la unidad de lo humano y de lo que llamamos “divino”?

Apuesto por conjugar ambas en la vida práctica y cotidiana, que va adentrando más y más a lo Real, a lo vivido inseparablemente, por ejemplo en la persona de Jesús, lo humano y “divino”, lo humilde y compasivo brotando de la una única Fuente, Fondo que va empapando y dejando su huella hasta no llegar a conocer diferencias insalvables y menos a levantar barreras excluyentes, sencillamente, al verse la persona que se es reflejada en cualquier otra, rompiendo esquemas, leyes y normas asfixiantes de la Vida que, sin embargo, anhela vivirse y desplegarse en y desde lo Real que es y somos.

¿Por qué ese deseo reiterativo, entonces –y de dónde viene y quién lo origina– de aplazar a otra supuesta vida, el amor y la gratuidad de lo Real en el aquí y en el ahora, si la percepción de la Vida es Unidad en la que todo se entrelaza y manifiesta? El cascarón del mito nos impide mirar lo nuclear que lleva en su adentro.

¿Será que las creencias dualistas y los miedos inoculados pueden en nosotros mucho más que el ver y conocer a través de la experiencia interior por uno/a mismo/a? Sinceramente, no lo creo, a pesar de que esos discursos, esas proclamas laicas y religiosas, esos constructos mentales, bien “manufacturados” y camuflados sus intereses, han aportado y siguen aportando a la humanidad “pesos y cargas” con enfrentamientos de todo tipo, que se tornan más y más violentos e irreparables de la mano de la locura compulsiva e insaciable.

Siendo como es punto de referencia histórica, Jesús, con un antes y un después, seguimos con un retraso de 2000 años en todo lo que entraña lo humano y lo que nos hemos empeñado en separar y llamar “divino”, por muchos grandes avances y conocimiento en ciencia y tecnología. Y sigo con mis preguntas: ¿A quién interesa este desfase galopante y confusión en bucle, si es que hay alguien humano en su doble vertiente ahí?

No hay mucho más que decir, por eso me gustaría continuar lo que os voy exponiendo y compartiendo, agradeciendo, dando gracias a todos/as por este nuestro empeño en transmitir aquello, que de alguna manera sentimos e intuimos como auténtico y que nos mueve a manifestarlo. Seguramente hay en cada persona ramificaciones intermitentes, a modo de trocitos de Luz y de Verdad que surgen y se alimentan de lo Real, por lo que me adelanto a decir, que sentirlo así es casi ya vivir la gratitud y la humildad en el misterio del amor gratuito, que sentimos a veces muy próximo y cercano envolviéndonos y sosteniéndonos allá donde estemos. Lo intento:

Ya sea en la plenitud humana en todos los ámbitos, que, de modo anhelante y a veces contagioso, Isidoro sugiere y apunta insistentemente hacia un futuro. Ya sea Mª Luisa en su inteligente y continuo permanecer de pleno en el estar en la Realidad ya mismo, antes de poner nombre a pensamientos e ideas. O bien en la vida que nos arrastra y tira de nosotros en circunstancias siempre nuevas e inesperadas, para “espabilarnos” e introducirnos en su juego, como por activa y pasiva, nos recuerda sin parar Oscar. Ya en las dudas permanentes que nos transparenta George con un buen lenguaje y dominio de idioma, bien en contra de su pesar, y que a veces nos sacuden en su vaivén. Ya en las convicciones y creencias transmitidas, de generación en generación, no dejando infiltrarse las dudas de sus lectores, quitando toda salpicadura, no dejando a sus comentarios lugar para ellas, y por supuesto, es del nuestro amigo atriero Santiago, de quien hablo, tan cercano y nuestro y a la vez tan lejano. Y de tantos otras personas de Atrio que nos invitan a romper moldes y esquemas de una u otra forma, más o menos radical, como Iñaki, Honorio, Pepe B., Luis T. y nuestra querida M Pilar, llena de experiencia y sabiduría al toparse de lleno con respuestas y actitudes, siempre reales, en lo que nos ha llegado de Jesús y su proyecto de vida. Como también toda aquella persona que plasma su sentir anhelante de mujer en toda su potencialidad y riqueza, y que sabe ver entre marañas de ausencias y olvidos como lo hacen Ana R. y Olga L…. y …tantas, tantas, personas calladas, conocidas y desconocidas que observan y acompañan en silencio…este caminar en lo profundo de la cotidianeidad.

Con todo y con nada, es por ello, que podría decirse que la mística es apostar por la vida en todo su despliegue de apertura transformante y juego imparable que regala felicidad y plenitud humanas, sosiego, dicen algunas personas, paz que retorna, conoce la senda, asentándose su constante resurgir en lo que es y somos. Y ese sentir no se queda replegado, encerrado en uno/a mismo/a, sino especialmente abierto a todo, a toda la humanidad al verse en y con todos desde el Fondo de lo Real, que une y no excluye en su Nada. No conociendo imposición ni temor a lo diferente, al contrario, pues la libertad de uno y de todo otro, nace y se aposenta en el sentir con el otro, en el amor sincero e incondicional.

Siempre hay algo que se esconde en el tintero. ¿Me ayudáis?

……………

¿Y POR QUÉ NO? TODO SE QUE DA EN CASA.

DESEOS

Puedo pedir y no quiero,
Dejémoslo como está.
Puedo plasmar mis deseos,
Sabiendo su realidad:
¿Serán y/o no serán?,
Depende cómo los vea
Y cuánta hipnosis me dan,
Si los sueño y entretejo,
Cambiándolos de lugar,
Levantando un escenario,
Carente de realidad.

Y en el juego me doy cuenta,
Igual que el rayo al pasar,
Que hacen ruido y me distraen
Que “viven”, si yo los miro.
Moviéndose muy inquietos,
Con frenesí y desespero
En su buscar y ajetreo,
Hormigas, de acá para allá,
Temiendo un aluvión al azar.

Los deseos, al detenerlos,
Y observar con atención,
Ya no arrastran, ya no acosan.
Se muere su realidad,
Dejándolos solo estar.
Merodean, sin cesar,
Y si olvido su morar,
Al descuido ya me acechan,
Deseando ahí quedarse
Y al ego bien empapar.

¿Me hace falta tal cosa?,
Tal razón que me sostenga,
Tal deseo, Tal “verdad”,
Tal “quiniela de la suerte”,
Tal comparación frustrante,
Tal sufrimiento banal,
Que el pensamiento me ofrece,
Tejido en su irrealidad.
¿Es eso felicidad?
Cuando apenas lo vislumbro,
Me doy cuenta de mi errar,
De esa huida hacia adelante,
De hacer vuelos en el aire
Sin detenerme jamás,
Ni hacer pie, ni mucho menos,
En un Fondo de Verdad,
Realidad de la que emerjo,
Lo que yo soy y no más.

Lo que siempre va conmigo,
Se descubre en un pispás.
Me alinea a la vida.
No la apreso ni retengo,
Ello tiene su compás.
Y sin dejar que se esconda,
No me olvido que ahí está.

La dejo mecerme, a veces,
En turbulencias de paz,
Porque aquello que respiro,
Respira conmigo, me acuna sin más:
Un reflejo en su reflejo,
Un silencio en su cantar
Que me sostiene, me abraza
Y se amplía en solo estar.
Disipándose al instante,
La danza de su acunar,
Al ubicarme en la mente,
Que no para su tic-tac,
Su deseo de apropiarse,
Y en querer acaparar,
Esa Ausencia que escudriña,
Un atisbo de esa Nada,
En la que Todo… se da.

Asun (MAP)

 

Asunción Poudereux

Fuente Atrio

Espiritualidad ,

Mística

Martes, 2 de mayo de 2017
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mistica-y-antropologiaLa palabra mística ha vuelto a utilizarse, manifestando con ello lo que ahora se ha dado en llamar una tendenci No es que el término hubiera desaparecido pero se usaba únicamente para referirse a las experiencias de los grandes contemplativos del cristianismo o de otras religiones. Hoy, al menos en ciertos medios, es una palabra de uso común para caracterizar un componente esencial de una existencia cristiana.

Es lo que anticipó la frase de Karl Rahner, ya convertida en tópico, según la cual el cristiano del siglo XXI sería un místico o no sería.

El teólogo alemán insistió repetidamente en sus obras en el hecho de que, frente a la concepción del teísmo corriente, Dios es el misterio absoluto. Dios habita en una luz inaccesible, ningún ojo humano lo ha visto ni lo puede ver.

Y ¿cuál deberá ser, pues, nuestra actitud ante ese Dios misterio? Teilhard de Chardin lo expresaba de esta manera: “Perderse en el Insondable, sumergirse en el Inagotable, pacificarse en el Incorruptible, absorberse en la inmensidad indefinida (…) darse a fondo a Aquel que no tiene fondo”.

Es ya bien conocido que la última frase del Tractatus de Wittgenstein asevera que “de lo que no se puede hablar hay que callarse”. Pero precisamente eso de lo que, según el filósofo austriaco, no puede hablarse es lo “místico”.

Parece, pues, cada vez más claro que la religión es un instrumento para ayudar a hacer la experiencia de ese Dios insondable y de la entrega a Él sin reservas. Y, en consecuencia, la catequesis debería ser sobre todo una iniciación a la experiencia mística.

Lo decía el mismo Rahner, hablando de la piedad del futuro: “la iniciación debe darnos una verdadera ´imagen de Dios`, a partir de la experiencia de que Dios es el incomprensible, de que su incomprensibilidad crece cuanto mejor se le comprende, cuanto más se acerca a nosotros su amor, que solo se convierte en nuestra felicidad cuando se le adora y se le ama incondicionadamente. Pero tampoco basta un Dios lejano: Dios no es lo contrapuesto a la cercanía del mundo, sino que está por encima de estas contraposiciones. Esta iniciación nos debe enseñar a estar cerca de Dios, a llamarle ´Tú`, a penetrar en su misterio, a no tener miedo de perderlo mientras invocamos su nombre, porque Dios no está fuera de nosotros. Finalmente esta iniciación debe mostrarnos cómo Jesús de Nazaret, el Crucificado y Resucitado, forma parte de ella misma”.

Es que, si en esa invocación a la mística el cristianismo coincide con otras religiones, a continuación juega con una dialéctica en la que a Dios, a quien nadie ha visto, lo hemos contemplado en Jesús. El Dios innombrable es nuestro Padre y lo que es invisible e intangible lo hemos visto con nuestros ojos y tocado con nuestras manos.

Detrás de lo que acaba de decirse está mi convencimiento de que sólo puede llegar a Jesús quien se ha adentrado en ese camino de la mística. El mismo se quejaba de los que “tienen ojos y no ven, tienen oídos y no oyen” es que estaba convencido de que sólo podrían hacerlo los adoradores en espíritu y en verdad.

Sin ese acceso desde la mística, muchos verán a Jesús únicamente como un predicador del amor a los demás, una conclusión a la que veo con sorpresa que llegan ahora algunos cristianos veteranos. Pero ciertamente no es difícil acabar en esa reducción que elimina o seculariza frases y afirmaciones de Jesús o sus discípulos. ¿Cómo, si no es desde una experiencia profunda, puede afirmarse algo que parece desmentido por la realidad, que “todas las cosas colaboran para el bien de los que aman a Dios”? Lo mismo ocurre con la argumentación de Pablo sobre la cruz, escándalo para los judíos, necedad para los gentiles pero para los creyentes poder de Dios y sabiduría de Dios.

Parece que la mística se abre camino. Como decía Thomas Merton: “Quizá sea muy importante, en nuestra época de violencia e intranquilidad, redescubrir la meditación, el rezo intuitivo, íntimo y silencioso, el silencio creativo cristiano”.

Carlos F. Barberá

Fuente Atrio

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Dídac P. Lagarriga: ‘De tu hermano musulmán. Cartas de hoy a Charles de Foucauld’

Jueves, 19 de enero de 2017
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cubierta-en-alta-resolucion_639477Una invitación a descubrir el islam silente y místico

Prólogo de Javier Melloni Epílogo de Pablo d’Ors

(Fragmenta).- Este libro nos invita a descubrir el islam silente y místico, un islam no exento de una intensa vertiente social y cultural que busca siempre el encuentro con el otro.

El autor nos hace entrar en el recinto del diálogo interreligioso: el destinatario de las cartas (Charles de Foucauld, el lector o la misma necesidad de explicarse) es su alter ego y a la vez también es el otro.

Una conversación que rehúye la lógica temporal y las razones del dogma para establecerse en la intimidad de la experiencia a través de las cartas de alguien que se incorporó al islam y que interacciona con otro alguien que decidió convertirse al cristianismo gracias al islam.

Como dice Javier Melloni en el prólogo, “a lo largo de esta correspondencia van apareciendo muchos temas, todos tratados con una sensibilidad exquisita, casi perturbadora de tanta delicadeza con la que brotan. Van apareciendo diversos aspectos y escenarios de la vida ordinaria compartidos a media voz. La cotidianidad queda transfigurada: las bibliotecas públicas se convierten en santuarios; el encuentro con la vecindad, en consideraciones sobre geopolítica internacional; el agua de la ducha, en reflexiones sobre nuestra sociedad de la abundancia; los olores de la calle, en una celebración de los sentidos; el acto de escribir, en una erudición sobre el arte de la caligrafía”.

Para saber más, pincha aquí:

autor%20-%20d%c3%addac%20p-%20lagarrigaDídac P. Lagarriga (São Paulo, Brasil, 1976) empezó a escribir y a publicar desde muy joven. Siempre con la mirada puesta en la poesía, su trabajo puede tomar la forma de un ensayo, una novela o un diario. Muy interesado por la pluralidad de culturas y religiones, nunca ha podido separar su escritura de su labor como editor y traductor, dando a conocer testimonios y títulos especialmente del mundo islámico y del continente africano. En el 2005 funda en Barcelona Oozebap, entidad dedicada a la difusión de experiencias y reflexiones culturales, políticas y espirituales de África y del islam y para la promoción del diálogo intercultural e interreligioso, con la publicación de veinte títulos de referencia. También colabora habitualmente en prensa y participa en coloquios y encuentros sobre cuestiones vinculadas al islam y al diálogo interreligioso. Ha publicado varios libros, entre los que destacan Eco-yihad. Apertura de conciencia a través de la ecología y el consumo halal (Bellaterra, 2014) y Un islam visto y no visto. Hacia un respeto común (Bellaterra, 2016). En Fragmenta ha publicado De tu hermano musulmán. Cartas de hoy a Charles de Foucauld (2017).

Ficha Técnica:
Colección: Fragmentos
Volumen: 39
Núm. de páginas: 144
Primera edición: diciembre del 2016
ISBN: 978-84-15518-57-0
Encuadernación: rústica, 13 x 21 com
PVP: 16.00

Fuente Fragmenta

Biblioteca, Cristianismo (Iglesias), Espiritualidad, Islam , , , ,

Experiencia

Sábado, 12 de noviembre de 2016
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Del blog Nova Bella:

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Donde el filósofo argumenta y el artista intuye,

el místico experimenta.

*

Evelyn Underhill

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Balbuciendo

Martes, 2 de agosto de 2016
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Del blog Nova Bella:

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“Un no se qué que queda balbuciendo

Este elocuente tartamudeo es la expresión última del asombro místico:

al otro lado comienza

el vasto silencio de lo incomunicable”

*

Elisabeth B. Davis
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Madeleine Delbrel: El Evangelio en los barrios obreros de París

Lunes, 25 de julio de 2016
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MadeleineDelbrel_AuAhora que estoy leyendo su libro “Nosotros gente común y corriente“, quiero compartir la biografía y espiritualidad de una gran mística moderna metida en el corazón de los barrios obreros de París, laica, asistente social, Sierva de Dios desde 1996 y que pronto podría ser beatificada: Madeleine Delbrêl

Madeleine Delbrêl nació el 24 de octubre de 1904 en Mussidan, pequeña ciudad de Francia. Fue hija única de una familia de la pequeña burguesía. Heredó de su padre el dinamismo, el sentido de la organización y el don de la comunicación; y de su madre, la sensibilidad, la firmeza y el encanto cautivador.

Su padre fue ferroviario. Por eso, la familia hubo de trasladarse de un lugar a otro; la educación de Madeleine iba siendo confiada a profesores particulares. Fue iniciada en el cristianismo en la adolescencia e influenciada por los ambientes literarios y filosóficos en los que su padre la introdujo. Se dejó seducir por el ateismo y el positivismo.

Las consecuencias desastrosas de la primera guerra mundial la llevaron a dudar de la existencia de Dios. A sus 17 años reflexionaba sobre cuestiones existenciales; escribió entonces: “Alguien dijo, Dios ha muerto. Y, si es una verdad, hemos de tener la honestidad de no vivir en adelane como si Dios estuviera vivo… Dios era eterno. Hoy lo único eterno es la muerte… Es más convincente agotar la propia inquietud en la secuencia de los placeres inmediatos….”.

Madeleine, por ello, danzaba, saltaba, vivía con un intenso amor por la vida. Se sentía libre, apasionadamente libre. Asistió a cursos de Historia y Filosofía en la Sorbona, donde sobresalió por su profunda capacidad de análisis. A los 18 años conoció a un impetuoso, alegre y pensativo universitario, Jean Maydieu. Se enamoraron y proyectaron casarse. Pero, de impriviso él la abandonó para entrar en el noviciado de los Dominico. Este encuentro y ruptura con Maydieu le hicieron a Madeleine confrontar su ateismo con las certezas de fe de este hombre. En este tiempo su padre enfermó y se quedó ciego. Su madre trabajaba en exceso. Madeleine se preguntó: ¿Por qué tanto sufrimiento? ¿Cómo es que alguien puede preferir a Dios sobre cualquier otra cosa? Decidió entonces cambiar de perspectiva en su búsqueda de Dios.

“¿Y si Dios existiese?. Decidí rezar… Después, reflexionando , encontré a Dios; rezando sentí que Dios se encuentra conmigo y que Él es real y vivo, que puede ser amado como se ama a una persona”.

Emprendió entonces Madeleine su camino de conversión:

“… El mundo entero me parecía pequeño e irracional y el destino de los hombres, estúpido y malo. Cuando supe que existías, te agradecí que me hubieras hecho vivir”

Madeleine descubrió su vocación de cristiana en la ciudad, de misionera sin barcos. El desierto urbano se convirtió en un espacio de contemplación, las calles de la ciudad en su campo de misión.

Con un grupo de amigas, Susana y elena, Madeleine inicia un proyecto innovador y profético: laicas consagradas, inserta en el mundo y libres de estructuras rígidas. Iniciaron un proyecto de vida comunitaria el 15 de octubre de 1933 en Ivry, polígono industrial al sur de París,ciudad declaradamente comunsta, llena de problemas como la tuberculosis, el alcoholismo, el desempleo. Ellas quería “testimoniar que la caridad de Jesús no tiene laintención de parar a nadie en el camino”. Quiere la libertad de vivir junto a la gente, participando de las actividades pasorales de l parroquia, quieren estar junto a quienes sufren y están desesperados.

Ivry-sur-Seine es una barriada obrera en la periferia sur de París que en aquel tiempo pasaba por ser la “capital” del comunismo francés. Allí vivía Maurice Thoréz, el famoso jefe del comunismo francés. Allí se queda Madeleine Delbrel a lo largo de 30 años, hasta su muerte. Es una cristiana convertida a los veinte años, que llevada por su pasión misionera opta por salir a mar abierto; quiere evangelizar el mundo obrero. Madeleine, sin abandonar el estado laical, se consagra a Dios con el voto de castidad y va a vivir a Ivry con unas compañeras que también son asistentes sociales y viven de su trabajo. El alcalde comunista la pone al frente de los servicios sociales de la comuna. Durante la Segunda Guerra Mundial tiene a su cargo la dirección de todos los servicios sociales del departamento; una vez finalizada la guerra, el alcalde le pide que siga.

En el cinturón obrero de Ivry Madeleine queda impactada frente a la miseria de las clases sumergidas, a la injusticia social, a la desocupación, a las condiciones inhumanas de trabajo (12 horas por día en la fábrica y toda la semana, con excepción del domingo), a la falta total de previsión social.. Esto la obliga a orar de otra manera, partiendo de la realidad; a leer el Evangelio “desnudo, crudo, orado”, como ella decía (“no sé cuantas veces he leído los evangelios de arriba a abajo; al Evangelio hay que leerlo todos los días como se come el pan…“). Al comienzo encuentra hostilidad y pedradas. Pero poco a poco descubre en los comunistas “generosidad, desinterés, sacrificio”. Ella afirma: “El marxismo es una doctrina sin corazón”. Pero a la vez sabe que los comunistas son personas y tienen un corazón; por lo tanto hay que amarlos. Ella jamás “excomulgó” a los comunistas, sin por ello dejar de denunciar sus errores.

A Madeleine le preocupaba la ausencia y el silencio de la Iglesia; que los empresarios católicos dueños de las fábricas de Ivry y bienhechores de la parroquia, fueran los que peor trataban a los obreros; que las comunidades parroquiales vivieran encerradas en sí mismas. Ella observaba como en los ambientes cristianos tradicionales se había llegado a cambiar la Fe por una simple “creencia en Dios” y los valores cristianos por las que son las virtudes de las “personas honradas”. Madeleine deseaba que los cristianos fueran “personas para las que Dios es suficiente, en un mundo en el que Dios parece no servir para nada”; personas capaces realmente de amar.

En la Iglesia de aquel tiempo había un enorme muro que separaba a la Iglesia del pueblo, a los creyentes de los ateos, a los católicos de los comunistas. Madeleine quiere derribar ese muro y por eso cruza la frontera pasando al otro lado. No lo hace con el afán de convertir a nadie; ella quiere dar testimonio del amor de Dios, hasta llegar a levantar las montañas de la desconfianza y voltear los muros del odio. “Lo que yo quería era poder vivir codo a codo con la gente del pueblo, con el mismo almanaque, con las mismas preocupaciones, los mismos relojes”. Su gran preocupación era que la Iglesia “se presentara amable y cordial a los ojos de los que no la conocen. Y no con una supuesta caridad indescifrable”. Fue pionera de ese fenómeno profético que en América Latina hoy se ha llamado “inserción en los medios populares” de parte de los religiosos y de la Iglesia en general.

Pero Madeleine no se conforma con un simple testimonio y le repite a sus compañeras una consigna de san Pablo: “No hay que avergonzarse del Evangelio”. Ella se presenta como cristiana que colabora con los marxistas en objetivos comunes pero sin vínculos orgánicos y manifestando claramente sus convicciones; justamente esto hace que se gane mayormente el aprecio y la amistad de muchos militantes comunistas. El libro: “Ciudad marxista, tierra de misión”, Madeleine lo dedicó al alcalde marxista de Ivry, Venise Gosnat, con el cual había hecho por muchos años un enorme trabajo social, sobre todo en los terribles días de la guerra bajo los bombardeos. “A Venise Gosnat, del cual soy una mala alumna en marxismo, pero también una amiga fiel, respetuosa de su bondad y de su generosidad concreta, ofrezco de corazón este libro, segura de que, aunque no lo apruebe, lo comprenderá”. El amigo leyó y releyó el libro y le contestó agradecido: “A pesar de las diferencias ideológicas , como amigo le aseguro que la comprendo. La he visto luchar en situaciones dramáticas. Conozco su sinceridad y bondad y lo que más la caracteriza: un amor sin límites para con su prójimo. Somos entonces amigos y enemigos al mismo tiempo; realmente me ha puesto en un lío. El ‘profesor’ no olvidará de todas maneras la calidad de corazón y la delicadeza de su ‘mala alumna en marxismo’”.

A quienes la acusaban de dialogar con los comunistas ella respondía:

Jesús nunca dijo: amarás a tu prójimo como a tí mismo, excepto a los comunistas…. mi prójimo inmediato son los comunistas”

“Jesus no nos dejó la obligación de convertir, de transmitir la fe. Ésta es una misión que Él se reserva para sí mismo. El único testimonio que Él exige de nuestra vida es que nos amemos entre nosotros. Sin este aor, los hombres no nos reconocerán como sus mensajeros. El apostolado que Jesús nos dejó fue el de anunciar la fe, repetir y proclamar aquello en lo que creemos y que Él nos enseñó. No somos responsables de la incredulidad de nuestro prójimo; pero sí somos responsablers de su ignorancia” (Madeleine Delbrêl, Conferencia a los Estudiantes, UNESCO, 1961)

Esta coexistencia, hasta fraternal, con los marxistas, tenía límites infranqueables: “Me he rehusado trabajar con ellos cuando había que ir en contra de mi conciencia; cuando ha habido necesidad, siempre he recurrido a las palabras de Cristo que rechaza el odio y la violencia“. Madeleine se había anticipado a las palabras famosas de Juan XXIII que invitaba a no confundir el error con el que erra y a “subrayar lo que une a los hombres para hacer junto a ellos, todo el camino posible“( de un discurso de 1961).

El drama de los Curas Obreros

En Ivry, Madeleine ayuda a todas las víctimas de la injusticia y de la violencia, vengan de donde vengan. Se la encuentra respaldando a los exiliados antifranquistas españoles; es ella quien se presenta al presidente de la República, Vicent Auriol, liderando un comité popular de Ivry para pedir la excarcelación injusta de Juan Grant y la obtiene, y la que va con una delegación a ver al cardenal de París para defender a los exiliados. Eran los años de la “Misión de France“. Ésta había nacido en el corazón del cardenal Emmanuel Suhard de París que también había lanzado el mismo grito de Madeleine: “Hay un muro que separa a la Iglesia del pueblo” (cada vez más descristianizado). Suhard convence a los obispos de Francia para que envíen sacerdotes a un Seminario Nacional en Lisieux para la reevangelización del pueblo; la “Misión de France” nace en 1942. Al año siguiente, el abbé Godin lanza su famoso libro: “Francia:¿tierra de misión?“. A fines de ese mismo año (1943) empieza la experiencia de los “curas obreros”. Madeleine acompaña con entusiasmo esta experiencia que ella vive desde hace tiempo. Es invitada a dar charlas y cursos. Tenía 40 años y un joven sacerdote recuerda el impacto de sus palabras, sobre todo porque salían de una mujer laica.

Es sabido cómo terminó la experiencia de los curas obreros. El 6 de setiembre de 1953 el Seminario Nacional de la “Misión de France” (con 244 seminaristas) debe cerrar sus puertas por orden del Vaticano y los curas obreros dejar su trabajo en las fábricas. Sólo la mitad de los curas obreros obedece. Madeleine invita a la obediencia, aun si “comprender esta lluvia de disposiciones negativas, resulta difícil”. E invita a la autocrítica; para ella “no se supo tener en cuenta los peligros de esta experiencia” y finalmente llega a la conclusión de que “a los curas obreros les ha faltado la base fundamental de la oración. Han querido ser como un obrero más sin anunciar el Evangelio; y a la fe no hay que ostentarla, pero tampoco ocultarla”. Aun así ella trata de hablar, salvar lo que es posible, relanzar la experiencia sobre nuevas bases; por eso recibe críticas y calumnias, hasta se le llega a negar la comunión. Ella no se desanima y , gracias a una donación, hace una peregrinación de oración a Roma en tren. Llega a la estación de Roma por la mañana y en seguida va a la basílica de San Pedro donde reza durante nueve horas “a corazón perdido”; la misma noche retoma el tren para París. Ella quiere ser fiel a la Iglesia y reza por ella desde el corazón de la misma, apoyada a una columna frente a la tumba de San Pedro y al altar del Papa.

Fue como una tormenta en la vida de Madeleine. Pero pasó. Y al poco tiempo tuvo la felicidad de tener una entrevista con el papa Pío XII y recibir un amplio y fraterno apoyo por parte del card. Veuillot y del card. Montini. Un gran amigo de Madeleine fue el p. Jacques Loew, un cura obrero que trabajaba de descargador en el puerto de Marsella y que había obedecido con prontitud al Papa. El p. Loew, que se transformó después en un gran maestro de espiritualidad, dijo de Madeleine que era una “mujer teologal” y la incluyó en su famoso libro: “En la escuela de los grandes orantes”. Madeleine quería vivir “con las manos agarradas a la persona de Nuestro Señor y los pies bien plantados en medio de la muchedumbre de los que no creen“. Para ella “la oración es el bien más grande que se puede hacer al mundo; en nuestra sociedad se precisan hombres de adoración, que arranquen todos los días un tiempo para la oración”. En su comunidad, además de la misa en la parroquia, había tres horas de meditación diaria y oración, desde las primeras luces del alba. En 30 años Madeleine no se tomó un día de vacaciones, pero encontraba todos los días un largo tiempo para orar.

Su pensamiento sobre el tema de la espiritualidad laical se refleja en cantidad de escritos que han tenido una enorme difusión en estos años, sobre todo en sus tres libros póstumos: “Nosotros, gente de la calle”, “El gozo de creer”, “Comunidades según el Evangelio”. Para ella Dios se revela en la vida cotidiana, en donde Él nos ha puesto, en la calle. Ella es una maestra de la oración para la gente trabajadora, para los que no tienen tiempo para rezar. “Hay que aprender a estar solos con Dios cada vez que la vida o la jornada nos reserva una pausa, y no malgastarla: en el metro, en un café, en un comercio, esperando el bus, en la cocina…”. Maravillosa es su oración: “Liturgia de los sin oficio”, donde resalta el poder de la oración de intercesión del cristiano común. En el mismo sentido, toda ocasión también es buena para amar. Para ella “cada mañana Dios nos ofrece una jornada entera preparada por Él mismo; no hay nada de más ni nada de menos, nada inútil. Esta jornada es una obra maestra que Dios nos pide que vivamos. Cada minuto de la jornada permite a Cristo vivir a través de nosotros en medio de los hombres”. Según ella, son “las paciencias” de todos los días, las que construyen la santidad; es haciendo nuestros “minúsculos deberes” que encontramos “las chispas de la voluntad de Dios”. Ella invita al cristiano laico a “quitarse las sandalias porque la tierra que pisa todos los días es tierra santa y allí está Dios escondido detrás de la zarza“.

Madeleine muere el 13 de octubre de 1964 durante el Concilio. Aquel día en el aula conciliar, un laico, presidente de la JOC internacional, toma la palabra por primera vez frente a toda la Iglesia y lo hace en nombre de los trabajadores cristianos que viven y luchan en las fábricas y en los barrios obreros de las grandes ciudades.

Primo Corbelli

Para saber más puede visitarse la página de la Association des Amis de Madeleine Delbrêl

Madeleine

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Navidad. Trinidad creada del Dios increado.

Sábado, 2 de enero de 2016
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31R3QeXDyBL._SX312_BO1,204,203,200_Navidad mística: Concebir a Dios, nacer de Dios (con Juan de la Cruz)

Navidad es la celebración del Dios que nace como hombre (de los hombres). Cada uno somos así “belén”, somos Nacimiento de Dios. Encontramos a Dios, le concebimos, porque él ha querido hacerse encontradizo en nuestra vida, nacer y vivir en nosotros.

Éste es el sentido de la Navidad, como Trinidad creada del Dios increado.

Eso significa que los hombres “concebimos” a Dios y que Dios nace en nosotros (no simplemente porque le concebimos, como si fuera invento nuestro, que lo es), sino porque él es Dios , y nos da el poder de concebirle (es decir, de inventarle, es decir, de encontrarle, de invenio), en el sentido más profundo del término, inventándonos así y descubriéndonos a nosotros mismos.

Éste es un misterio de amor, que sólo en amor puede formularse, como sabe San Juan de la Cruz cuando dice: “Más vive el alma donde ama que en el cuerpo donde anima” (CB 8, 3).

Estas palabras constituyen la mejor definición de la Navidad, que es nacer y vivir en el amado: Dios en los hombres, los hombres en Dios, unos hombres en otros. El amante nace y habita en aquel a quien ama. Así nace Dios y así vive en nosotros.

Así vivimos nosotros en Dios: le concebimos, viviendo unos en otros, conforme a la palabra audaz y hermosa de San Juan de la Cruz, que ahora comentamos, siguiendo el texto de un libro dedicado al tema: Amor de Hombre, Dios enamorado . Animarse a nacer, nacer de nuevo, dar y recibir la vida, para compartirla: eso es Navidad

1. La Navidad es esta fiesta del Dios enamorado.
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Vivir es quererse, comunicándose el aliento. Por eso, vivir en Navidad es un milagro: ¿Cómo mantenernos y seguir (animando nuestro cuerpo), si sabemos que nuestra realidad más honda se halla fuera de nosotros? ¿Cómo vivirá en sí la amante si tiene su vida en el Amado? (CB 8):

Mas ¿cómo perseveras,
¡oh vida! no viviendo donde vives,
y haciendo por que mueras,
las flechas que recibes,
de lo que del Amado en ti concibes?

¿Cómo perseveras…? La vida es un milagro, lo más frágil, lo más fuerte: (1) El amor es frágil, siempre inmerecido, transitorio, temeroso de la muerte, que al fin siempre llega. (2) El amor es duradero, poderoso, vencedor sobre la muerte, fuente de resurrección , como irá mostrando el resto del poema. Para situarlo mejor empezaremos retomando las tres palabras centrales de este canto:

2. Los versos del canto

1. Vida: “Mas ¿cómo perseveras, oh vida, no viviendo donde vives…?”. Estos versos definen al amante, hombre o mujer (como hacían los poemas de amor del renacimiento), presentándole como alguien que habita fuera de sí mismo, de manera que su misma existencia (su perseverancia) es un milagro.

Por eso, la amante se admira y pregunta: No sabe cómo puede vivir dislocada, fuera de su sitio. Todo amante es vagabundo, un pobre que no tiene donde reclinar su cabeza, pues sólo vive en el Amado, como SJC ha supuesto en Noche 8 y como afirma, en otra perspectiva, Mt 8, 20.

2. Muerte: “Y haciendo porque mueras las flechas que recibes…”. Un antiguo mito griego representa al Amor como un niño o joven ciego (con ojos vendados) que empuña el arco y dispara sus flechas, de un modo que parece descuidado, pero siempre certero. Así pudo verlo SJC en la escalera principal de su Universidad de Salamanca.

Las flechas del amor evocan la guerra más honda en que los hombres y mujeres se buscan, se hieren y se curan, perdiendo y ganando su vida. La amante sabe que la flecha de amor tendría que haberle matado y, sin embargo, ella vive.

3. Concepción: “De lo que del Amado en ti concibes”. Las flechas provienen de un amado que está dentro y penetran en el mismo corazón de la amante (como supone el signo de la transverberación de Santa. Teresa: estatua de Bernini, en Roma). Esas flechas provienen de fuera, viniendo de dentro: de la misma idea interna de la amante que concibe y engendra en sí al Amado. El conocimiento de amor se define y presenta, según eso, como fecundidad y concepción amorosa: mente y corazón de quien ama son todo el universo.

3. Navidad, concebir a Dios

1604745_530649110445619_4424849191203987291_nLa Biblia identifica conocimiento personal y encuentro enamorado: así dice que Adán “conoció” a su mujer y que ella dio a luz un hijo (Gen 4, 1). En esa línea se sitúa nuestra amante, diciendo que las flechas del Amor arquero le han fecundado, de forma que alumbra con dolor, aunque de un modo insuficiente: concibe de la idea del Amado (dentro) más que del Amado en sí (fuera). Pero ¿qué es dentro y es fuera? ¿Dónde vive ella en verdad? En ese contexto ha formulado San Juan de la Cruz su más honda verdad antropológica:

El alma más vive donde ama que en el cuerpo donde anima,
porque en el cuerpo ella no tiene su vida,
antes ella la da (vida) al cuerpo,
y ella vive por amor en lo que ama.
Pero, demás de esta vida de amor,
por el cual vive en Dios el alma que le ama,
tiene el alma su vida radical y naturalmente
– como también todas las cosas criadas –
en Dios, según aquello de San Pablo, que dice:
en él vivimos, y nos movemos y somos…
Y como el alma ve que tiene su vida natural en Dios
por el ser que en Él tiene,
y también su vida espiritual por el amor con que le ama,
quéjase y lastímase que puede tanto
una vida tan frágil en cuerpo mortal, que la impida
vivir una vida tan fuerte, verdadera y sabrosa
como vive en Dios por naturaleza y amor.
(Cf. Hech 17, 28. Coment 8, 3).

La forma exterior de este pasaje es poética en sentido simbólica y distingue una vida corporal, con el alma animadora (que alienta en el cuerpo), y una más alta o de Dios, donde encontramos a su vez dos planos, uno natural (ser en Dios, por inmersión de esencia) y otro espiritual (comunicarse en Dios, por comunión de amor, de gracia).

4. Navidad. Las tres vidas del hombre

Desarrollando esas intuiciones anteriores, podemos distinguir tres vidas, distintas y vinculadas:

1.Vida corporal, el regalo de la Vida. El hombre es viviente del mundo: alma “animadora” de un cuerpo emparentado con plantas y animales, en fragilidad y riesgo. Sin embargo, “el alma vive más donde ama que en el cuerpo donde anima”: está más cerca de aquellos con quienes comparte su afecto, que del cuerpo al que mueve; más vive en los amigos (sobre todo en el Amado) que en sí misma, como sabía el Cantar y como sabe nuestra amante, que es capaz de regalar su vida a los amigos (al Amado), muriendo por ellos, pues en ellos vive, en esperanza de resurrección.
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2.Vida natural en Dios, inmersión divina. En este nivel, SJC comparte una teoría común del pensamiento teológico antiguo, presente incluso en muchos no cristianos (platónicos, estoicos…), que se trasluce en Hech 17, 28 (“en Dios vivimos, nos movemos y somos”) y en Jn 1, 4, citado por SJC (“todo lo que fue hecho era Vida en Dios”) . Esto significa que el hombre vive de una forma natural en Dios, pues Dios es Vida de todos los seres y, de un modo especial, de los hombres que se saben inmersos en su esencia .

3.Vida espiritual en Dios,
comunión de personas. En este nivel se despliega la vida más honda, en sentido dialogal o comunión de amor, como iremos indicando en lo que sigue. El hombre no está inmerso en lo divino por naturaleza (como en el plano anterior), sino que comparte en Dios (con Dios) la vida, en comunicación personal, de entrega, de regalo mutuo. En este nivel se sitúan las palabras centrales de SJC, que venimos comentando: “Más vive el alma donde ama que en el cuerpo donde anima, porque en el cuerpo ella no tiene su vida, antes ella la da al cuerpo, mientras que ella vive por amor en lo que ama”.

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Esa Teresa que hay en ti

Miércoles, 16 de septiembre de 2015
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teresa-de-jesc3basMagdalena Bennásar Oliver,
Mallorca.

ECLESALIA, 11/09/15.- No voy a repetir lo que sale en los medios respecto a las celebraciones  por el V aniversario del  nacimiento de Teresa de Jesús.

Tampoco voy a repetir  su biografía, muy conocida y que se puede encontrar fácilmente.

Más bien es la tarea de aprender de nuestras hermanas mayores la que me impulsa hoy a recordarnos algo de su trayectoria y experiencia.

Sin lugar a dudas Teresa es una mujer que no se conforma con el papel de la mujer ni de la religiosa de su tiempo. Esa primera pincelada de su personalidad ya nos introduce en el corazón y el intelecto de una mujer buscadora, inquieta, inconformista y también  enamorada.

En las primeras etapas de su vida adulta descubrimos una Teresa muy de su tiempo y muy innovadora en sus intereses, considerados propios de hombres, siendo la curiosidad intelectual uno de los más configuradores de la Teresa que irá emergiendo.

Teresa es capaz de trasladar ese afán de saber a su propia espiritualidad que en aquel tiempo sólo podía ser  orientada y discernida por varones.

Su búsqueda seria y difícil de su propio modo de relacionarse con Dios la adentra en jardines no descubiertos y a los que ella nos introduce e invita, desde su propio recorrido, a visitar con confianza y sosiego.

Teresa va por delante, no se amedrenta. Sigue a pesar de la enorme oposición que va encontrando en un mundo patriarcal donde la inquisición hace estragos en España. Su talante y autoridad  interior no es bien visto por la jerarquía. Ella obedece a su voz interior y busca como compañero del alma a alguien que la comprende. Será Juan de la Cruz sobre todo quien acompañará su trayectoria. Importante tomar nota aquí de la tremenda importancia de la amistad profunda como roca de sujeción ante cualquier tormenta.

¿De dónde saca la fuerza Teresa? ¿Cómo es posible que una mujer cuerda no se intimide por la reiterada sospecha  que sus experiencias religiosas  provocan entre sus consejeros y directores espirituales asignados por mandato?

Teresa saca lo de Jesús que hay en ella. De ahí su nombre “de Jesús”. La experiencia que ella tiene de la humanidad de Jesús en su oración personal es inaudita en aquellos tiempos. Le acarrea muchos problemas pero no suelta, y gracias a su perseverancia en la crisis Teresa nos regala un modo de orar nuevo, fresco y personal.

La persona de Jesús, en su humanidad, el Jesús de Nazaret tan desconocido en su tiempo, y que ella entre otros recupera, su experiencia de Cristo Resucitado van calando, van entrando y ella va acogiendo, cambiando así un estilo de rezar monótono y repetitivo por un estilo de orar personal, vivo y comprometedor por las implicaciones de conectar con el sentir de la Ruah.

Teresa nos regala, lo que aprende de Jesús: a dialogar al relacionarse con Dios. Jesús nos habla de su experiencia de Abba, de un Dios que es como un padre muy cercano, y Teresa nos revela su experiencia de mujer enamorada hasta el desmayo de un Jesús a quien ella descubre como amigo y  esposo y nos va introduciendo en una relación viva, genuina, personal con el Resucitado a través del Jesús humano.

Por ello será capaz de acuñar la frase “Orar es tratar de amistad, muchas veces, a solas, con quien sabemos nos ama”.

Dan ganas de decir “punto pelota”. Así se habla Teresa, claro y diáfano. Orar es un tema de amistad entre dos que se aman, no hay más misterio. Y como toda amistad es un proceso, con sus altibajos, con sus exigencias implícitas de confianza, fidelidad, respeto, generosidad…

Os invito a lo que me siento invitada, a sacar la Teresa que hay en mí, en ti. A recuperar terreno perdido al perder tiempo en la oración o simplemente no orar…

La invitación de Teresa, la mejor, es que descubramos esa experiencia personal y no la perdamos.

Sin prisas pero sin pausas que todo nuestro vivir, sentir vaya siendo coloreado por el Jesús de Teresa y nuestro que nos capacita para recuperar la autoridad negada también hoy todavía a la mujer en tantos sectores y no menos en la iglesia patriarcal.

No esperemos que el papa lo diga. Más bien, que cuando lo diga oficialmente, nosotras estemos detrás de la puerta con los deberes hechos y a punto para transformar la historia, eso sí con y desde la humilde experiencia de Jesús, a quien Teresa especialmente este año nos invita a volver.

Ese cambio en la iglesia que Francisco va realizando es un estímulo para salir de la apatía reinante en muchas mujeres demasiado listas para trabajar en una empresa que las rechaza.

Teresa es un modelo de persona que nos marca pauta, si queremos. La llaman la andariega porque su experiencia personal no la dejó encerrada sino que con poca salud pero con una gran fuerza interior fue recorriendo caminos llevando su mensaje y su tesoro, hasta morir.

Muchas de nosotras hoy necesitamos de su impulso, y tal vez podríamos presentarla a nuestras hijas y nietas, a la gente joven que ve una iglesia envejecida y masculina. ¿Por qué tanto silencio por nuestra parte? ¿Por qué tanta huida por disgustos con la autoridad concreta tantas veces mediocre?

Teresa nos diría una de las suyas, prefiero no hacer conjeturas, pero seguro que como buena castellana no se andaría con rodeos para decirnos que la autoridad viene de dentro, no de fuera y que nadie absolutamente nadie debería quedarse a medias.

¡Busca a la Teresa que hay en ti! y sigue sus consejos, el resto, no está en nosotras controlarlo. Dejemos que la Ruah trabaje tranquila, parece que está pasando por Roma últimamente, y eso que según el chiste “no había estado hace muchísimo”.

El problema se puede dar si eso también ocurre con nosotras que nos hemos acostumbrado a no acoger al Espíritu porque total no podemos hacer mucho. Intuyo que Teresa sacaría su carácter no débil ante mujeres preparadas que por no sentirnos aceptadas y valoradas hemos dejado de alimentar nuestra fe.

También nosotras estamos invitadas a ser andariegas hoy que puede significar buscar el cómo y el dónde, como tantas mujeres bíblicas y de nuestra propio tiempo.

Nadie ha dicho que sea fácil, pero sí que es apasionante, con lo que su nombre significa: pasión de dolor y de amor

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

¡Gracias Teresa!

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El corazón transverberado: “Mi Amado es para mí y yo soy para mi Amado”…

Miércoles, 26 de agosto de 2015
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Hoy, el Carmelo Teresiano celebra la Festividad de la Transverberación de Teresa de Jesús. Traemos uno de los textos que quizá mejor reflejan ese ansia de lo divino que mueve a Teresa y que encuentra en la  Humanidad de Jesús… No es necesario añadir nada, ella misma nos relata este místico acontecimiento:

“Quiso el Señor que viese aquí algunas veces esta visión: veía un ángel cabe mí hacia el lado izquierdo, en forma corporal, lo que no suelo ver sino por maravilla; aunque muchas veces se me representan ángeles, es sin verlos, sino como la visión pasada que dije primero. En esta visión quiso el Señor le viese así: no era grande, sino pequeño, hermoso mucho, el rostro tan encendido que parecía de los ángeles muy subidos que parecen todos se abrasan.

Deben ser los que llaman querubines, que los nombres no me los dicen; mas bien veo que en el cielo hay tanta diferencia de unos ángeles a otros y de otros a otros, que no lo sabría decir. Veíale en las manos un dardo de oro largo, y al fin del hierro me parecía tener un poco de fuego. Este me parecía meter por el corazón algunas veces y que me llegaba a las entrañas. Al sacarle, me parecía las llevaba consigo, y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios. Era tan grande el dolor, que me hacía dar aquellos quejidos, y tan excesiva la suavidad que me pone este grandísimo dolor, que no hay desear que se quite, ni se contenta el alma con menos que Dios. No es dolor corporal sino espiritual, aunque no deja de participar el cuerpo algo, y aun harto. Es un requiebro tan suave que pasa entre el alma y Dios, que suplico yo a su bondad lo dé a gustar a quien pensare que miento” (Vida 29,13)

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También lo plasmó en poesía:

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“Ya toda me entregué y di,
y de tal suerte he trocado,
que mi Amado es para mí
y yo soy para mi Amado.

Cuando el dulce Cazador
me tiró y dejó herida,
en los brazos del amor
mi alma quedó rendida;
y, cobrando nueva vida,
de tal manera he trocado,
que mi Amado es para mí
y yo soy para mi Amado.

Hirióme con una flecha
enherbolada de amor,
y mi alma quedó hecha
una con su Criador;
Ya yo no quiero otro amor,
pues a mi Dios me he entregado,
y mi Amado es para mí
y yo soy para mi Amado.”

*

Teresa de Jesús

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Laudato Si’

Lunes, 27 de julio de 2015
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base_imageDel blog de José Arregi:

Primavera de 1225 en Asís. Francisco tiene 44 años, todo el cuerpo doliente, los ojos casi ciegos. La fraternidad pobre e itinerante que había soñado 20 años atrás se está convirtiendo en Orden poderosa, instalada en el corazón de los burgos. Su sueño ha fracasado. Se siente solo. Y presiente la muerte, que llegará año y medio después. Pero ahí, en su extremo desaliento, dice sí, se diluye su última pizca de amargura. Ahora ya se siente libre de todo, y enteramente hermano de todos sus hermanos, de la hermana Clara que está a su lado, de la hermana madre tierra, del sol y del agua, del fuego y de la muerte. Y desde el fondo de su ser, por todos los poros de su cuerpo llagado, le brota la alabanza en el dialecto romance de su bella Umbría: Laudato si, alabado seas. Y con esas palabras como estribillo compone el “Cántico del hermano sol”, singular testimonio del italiano naciente. Y de su alma singular. Muere cantando como la alondra en el cielo de Asís.

Laudato si. Es el título de la primera encíclica del papa Francisco, la primera sobre la ecología en toda la historia, y sorprendentemente profética. Evangelio luminoso para hoy en paradigma ecológico. Reconoce al Poverello de Asís como modelo, y apostaría a que las líneas maestras y las mejores páginas, numerosas, son hechura… del hermano Leonardo Boff, un hijo de San Francisco al que Juan Pablo II hizo callar. El Espíritu no calla ni deja de soplar.

El Espíritu nos abre los ojos para que viendo veamos. ¿Qué vemos? El panorama es desolador: sobrecalentamiento del planeta, cambio climático, contaminación masiva, sobreproducción de basura, cultura del descarte, pérdida de la biodiversidad, conversión del maravilloso mundo marino en cementerios subacuáticos, inminente carencia de agua potable para los más pobres, desaparición de culturas milenarias. Nunca hemos maltratado y lastimado nuestra
casa común como en los últimos dos siglos. La tierra, nuestra casa, parece convertirse cada vez más en un inmenso depósito de porquería, mientras se desperdicia un tercio de los alimentos que se producen.

Si alguien observara desde afuera la sociedad planetaria, se asombraría ante semejante comportamiento que a veces parece suicida. Y estas predicciones catastróficas ya no pueden ser miradas con desprecio e ironía. (Todas estas frases, al igual que las que siguen, las tomo literalmente de la Encíclica, en otro orden y sin comillas).

¿Cuáles son las causas profundas de ese panorama desolador? Es la globalización del paradigma tecnocrático: la tecnología al servicio de los más poderosos y ricos. Es la especulación financiera. Son los intereses económicos de las corporaciones transnacionales. Es el uso intensivo de los combustibles fósiles, petróleo
y gas. Es la depredación de los recursos por una visión inmediatista de la economía. Es el sometimiento de la política a las finanzas. Y la idea de un crecimiento ilimitado, la mentira de la disponibilidad infinita de los bienes del planeta.

La consecuencia, hela ahí: el clamor de la tierra y el clamor de los pobres, un clamor único que nos reclama otro rumbo. Nos hallamos en una grave encrucijada planetaria. ¿Podemos aún hacer algo? Podemos y debemos buscar un nuevo comienzo. Necesitamos una ecología integral. (Y aquí apunto mi única crítica al escrito papal: ¿es coherente con dicha ecología integral seguir considerando, como hace, al ser humano centro y corona de toda la creación, e ignorar el gravísimo problema de la superpoblación humana del planeta? Me parecen dos serias lagunas de esta por lo demás espléndida encíclica).

Necesitamos una nueva política que piense con visión amplia y no se deje someter a los poderes financieros. Y organismos internacionales y organizaciones civiles que presionen para que los gobiernos de turno no se vendan a intereses espurios, locales o internacionales. Una verdadera autoridad política mundial.

Necesitamos una economía que subordine la propiedad privada al destino universal de los bienes. Un modelo circular de producción que reemplace la utilización de combustibles fósiles por fuentes de energía renovable, y asegure recursos para todos y para las generaciones futuras, pues la tierra que recibimos pertenece también a los que vendrán. Un crecimiento sostenible para todos, que exige decrecimiento en algunas partes del mundo, pues el actual nivel de consumo de los países y de las clases más ricas es insostenible para todos. Y no olvidar que los países más ricos tienen una gravísima deuda ecológica con los países más pobres.

Necesitamos un nuevo estilo de vida más sobria, capaz de gozar con poco. Una ética ecológica fundada en el reconocimiento de que todas las criaturas están conectadas, y cada una debe ser valorada con afecto y admiración. Todos los seres nos necesitamos unos a otros, los seres humanos y también los hongos, las algas, los gusanos, los insectos, los reptiles y la innumerable variedad de microorganismos.

Necesitamos una espiritualidad que descubra la mística en una hoja, en un camino, en el rocío, en el rostro del pobre, que mire el suelo, el agua, las montañas como caricia de Dios (o de la Vida o del Misterio que Es).

¿Será todo esto algo más que palabras, sueños y buenos deseos? De nosotros depende. Haz como Francisco de Asís. Basta un hombre bueno para que haya esperanza, dice el papa Francisco. La injusticia no es invencible. El amor mueve el sol y las estrellas. El amor puede más. Que nuestras luchas y preocupaciones por este planeta
no nos quiten el gozo de la esperanza. Caminemos cantando.

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“La Mística de los ojos abiertos”, por Xavier Melloni s.j.

Miércoles, 25 de marzo de 2015
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9898c83e257b522e6e894e32eede5197La mística tiene que ver con el desplegarse de todos los sentidos en una creciente captación y entrega a lo real. Por ello no deja de ser una redundancia hablar de una mística de ojos abiertos, porque una mística que los cerrara y llevara al retraimiento no sería ningún camino verdadero. Pero también es cierto, que comprendemos lo que se desea acentuar cuando así se especifica., porque no todas las místicas tienen la misma orientación.

Johann Baptista Metz presentó precisamente su último libro bajo este título: “Por una Mística de Ojos Abiertos” (Herder, 2013). En esta obra recoge cuanto podía esperarse de una voz que durante décadas ha recordado lo ineludible del compromiso histórico, particularmente con los más desfavorecidos, para quien quiera seguir el camino cristiano. En las últimas décadas son muchos los que han encarnado y siguen encarnando un modo de estar presentes en la realidad política y social nutrida por la mirada interior: Gandhi se entregó a la lucha no violenta por la emancipación de su país y de los descastados; Dag Hanmarskhöld creó una nueva conciencia en la cooperación internacional desde su cargo como Secretario general de las Naciones Unidas; Martin Luther King dio su vida por lograr la igualdad de derechos entre blancos y negros norteamericanos; Ignacio Ellacuría y compañeros cargaron con la responsabilidad de hacer de mediadores en la realidad de Centroamérica; la comunidad trapense de Tibhirine permaneció hasta el final en la tierra islámica apostando por el diálogo interreligioso; Pedro Casaldáliga sigue siendo bardo y profeta en la selva de la Amazonía; Leonardo Boff y todo el grupo brasileño (Frei Betto, etcetc.) siguen inspirándonos con sus mensajes comprometidos con el cuidado de la tierra. Todos ellos son ejemplos visibles de la fecundidad de tener ojos abiertos hacia dentro y hacia afuera al mismo tiempo, poniendo los acentos que a cada cual le tocan vivir.

El reto que se presenta a nuestro tiempo es que la mirada hacia lo interior no se evada de la complejidad de nuestro mundo, así como la mirada hacia lo exterior no suponga un descuido del cultivo de lo interior. Nuestra tendencia hacia uno de los polos hace que tengamos desconfianza y reticencias respecto a los que están decantados por el otro. Acabamos de mencionar algunos de los referentes que ilustran lo fecunda que es una vida cuando está iluminada por esta doble visión.

Por otro lado, hablar de una mística de ojos abiertos en el contexto del centenario del nacimiento de Teresa de Jesús es hablar de ella misma, porque fue una mujer ciertamente despierta. Pero fue despierta porque despertó a algo mayor que sí misma. No bastaba con que tuviera un carácter vivaz, que lo tenía, sino que se le abrió una mirada interior que le permitió ver y vivir de otro modo. La reforma del Carmelo brota de una hondura y apertura que potenciaron lo mejor de su personalidad. La lucidez, libertad y valentía que nacieron de ahí la llevaron a la reforma de su orden religiosa. Cada cual ha de escuchar a qué reforma se le convoca. Colectivamente lo que está en juego es la transformación de una sociedad entera, hacia ese otro mundo posible que se hace real cuando hay suficientes miradas lúcidas y comprometidas para cambiar el estado actual de las cosas.

Cultivar la mirada interior para disponer la mirada exterior.

Antes de referirme a lo que conviene mirar, me gustaría aclarar que el cerrar los ojos de la práctica meditativa es para abrir el ojo interior. El caer de los párpados indica el necesario apartamiento dela inmediatez para poder mirar la realidad desde mayor perspectiva. Es inadecuada la comparación que se hace a veces de Cristo muriendo en la cruz con los ojos y brazos abiertos ante el dolor del mundo y el Buda con los ojos cerrados y meditando como si se quisiese evadir del sufrimiento y del mundo. En verdad, son dos modos de estar presente en y para el mundo: uno solidarizándose con el dolor y clamando junto con los que sufren, mientras que el otro enseña a transformarlo mediante el estado meditativo. El episodio del Éxodo en que Moisés ora desde lo alto con las manos extendidas mientras Josué lucha en el llano (Ex, 17, 8-12) es otra expresión de cómo estos dos modos de estar presentes son necesarios y que es importante saber cuándo es tiempo para cada uno: estar codo a codo en la trinchera y tomar distancia para poder mirar con perspectiva.

Hace algunos años un compañero jesuita que llevaba mucho tiempo en el altiplano boliviano entre los aymaras me comunicó una experiencia que vale la pena transmitir. Una mañana se acercó a uno de los poblados para consultar a un anciano un asunto de importancia. Le dijeron que don Genaro estaba ausente pero que regresaría más tarde. Al cabo de unas horas mi compañero volvió a preguntar por él y le dijeron que todavía no había regresado. Volvió por tercera vez al final del día, y todavía no había regresado. MI compañero preguntó esta vez con impaciencia:

– ¿Se puede saber dónde esta?

Uno de los ancianos que estaba presente le indicó una pequeña figura blanca que estaba en el cerro.

– Ahí esta don Genaro.

– ¿y qué hace?

– Está llenándose de luz.

Difícilmente podría decirse mejor lo que está en juego: llenarse de luz para iluminar con esa luz la realidad que se ve. ¿Qué es lo que ven unos ojos abiertos por la experiencia interior? Perciben presencia donde la mirada ordinaria sólo vive la ausencia y captan la interconexión de todo donde la mirada ordinaria sólo ve fragmentación y caos. En lenguaje clásico, “ve a Dios en todas las cosas y a todas las cosas en Dios”.

Esta fue precisamente una de las experiencias que tuvo Teresa de Jesús al inicio de su conversión. Explica ella misma en su autobiografía: ” Estando una vez en oración, se me presentó en breve, sin ver cosa formada, más fue una representación con toda claridad, cómo se ven en Dios todas las cosas y cómo las tiene todas en sí. Saber escribir esto, yo no lo sé, más quedó muy imprimido en mi alma. Es una de las mercedes que el Señor me ha hecho y de las que más me ha hecho confundir y avergonzar, acordándome de los pecados que he hecho. Creo que si el Señor fuera servido viera esto en otro tiempo y si lo viesen los que le ofenden, que no tendrían corazón y atrevimiento para hacerlo” (Vida, 49,9)

La relación que hace Teresa entre la gracia recibida y la confusión por su pecado no es secundaria. Al haber percibido que Dios está en todo, le confunde que el ser humano pueda ensuciar la sacralidad de lo existente. Si Dios está en todo, todo es sagrado, y estamos llamados a vivir de forma sagrada todos nuestros actos y relaciones. La apertura de los ojos tiene que ver con la capacidad de percibir la sacralidad de lo real, la cual otorga a cada ser un valor infinito.

La interrelacionalidad de todas las dimensiones.

Después de los movimientos pendulares que nos han decantado por un polo a costa de descuidar el otro, el reto del momento actual es que seamos capaces de integrar las diferentes dimensiones de la realidad. Simplificadamente podemos distinguir cuatro ámbitos: el personal, el interrelacional, el político social, y el ecológico. Hemos de aprender a cultivar esta cuádruple dimensión desde la mirada interior para percibir su interdependencia y circularidad. Esta interconexión de todo con todo y de todos con todos ha adquirido hoy escala planetaria, lo cual hace todavía más necesaria una visión profunda para poder abarcar tanta amplitud. Es necesario conjugar las oposiciones y hacerlas fecundas: conjuntar la liberación interior y el cambio de las estructuras, la reconciliación de las relaciones humanas y la reconciliación con la naturaleza, con la convicción de que las cuatro dimensiones crecen a la vez y que ninguna de ellas se puede posponer. Trabajar el conocimiento de uno mismo, fomenta la cultura de la paz para posibilitar la convivencia entre identidades culturales y religiosas, luchar por la igualdad y la justicia, y cuidar de la tierra son aspectos de una misma y única tarea: vivir en estado de apertura, de veracidad y de venerabilidad ante todo lo que existe porque se percibe que emana de una fuente común.

ACERCAMIENTO A LAS CUATRO DIMENSIONES

Decía santa Teresa que tenía por más un minuto de verdadero autoconocimiento que muchas horas de oración. Cuando se abren verdaderamente los ojos, uno se ve en lo que ve. No de un modo narcisista, ya que eso nos impide cualquier ver, ahogados en el propio ensimismamiento. El verse así mismo en lo que se ve permite captar que uno no está separado de lo demás ni de los demás. En este camino integral es necsario darse cuenta de que cuánto más honda es la transformación interior, mayor es la captación de lo exterior. Y es que no vemos la realidad tal como es sino tal como somos. Caundo no somos conscientes de esto, proyectamos sobre los demás los propios conflictos y este mutuo arrojarse los demonios crea mas infierno porque nadie comienza por responsabilizarse de sus asuntos no resueltos. Todos tenemos heridas que nos producen un sufrimiento permanente que, sin saberlo condiciona nuestras reacciones y percepciones sobre los demás los demás. El trabajo sobre uno mismo como condición de posibilidad para actuar sobre el mundo ha sido urgido de muchas maneras, no para posponer el compromiso con el mundo, sino para ser consciente de que ambos cambios caminan juntos en todo momento. Ghandi dijo:” Sé tu el cambio que quieres ver en el mundo”

La comprensión del sufrimiento ajeno.

Cuando este trabajo está presente se tiene mayor claridad de lo que sucede en los demás. Se puede captar el sufrimeinto ajeno porque uno está en contacto con el propio, sin eludirlo ni proyectarlo. Uno de los contemporáneos que mas ha colaborado en esta toma de conciencia es Thich Nhat Hanh, monje budista vietnamita que estuvo comprometido desde la no-violencia en la guerra civil de su pais, tratando de hacer de mediador entre ambos bandos. Ante la fuerza debastadora de la ira, se percato que tras ella había un gran sufrimiento, que al no saberse liberar de otro modo generaba todavía más violencia, la cual provocaba todavía un sufrimiento mayor. De la comprensión surge el perdón y la compasión, entendiendo esta en sentido budista: amor consciente. En tal tradición, sabiduría y compasión van de la misma mano. Son las dos caras del mismo despertar. Cuando se comprende se ama. Sólo podemos amar lo que comprendemos, a la vez que amar nos ayuda a comprender. Tal es la base de la reconciliación y del perdón. Una reconciliación y un perdón no sólo dirigidos a los agresores de la propia biografía, sino también a los agresores de la biografía de la humanidad. Pertenece a la misma llegar a comprender que todos somos verdugos y víctimas, que no hay un nosotros y ellos, sino un único nosotros. Esta percepción no desresponsabiliza a nadie ni justifica nada, sino al contrario, hace más corresponsable.

La comprensión de los procesoso sociales.

Los sistemas económico-políticos son la expresión y el resultado de un determinado estado de consciencia colectivo. El grado de depredación y de vandalismo que legitiman depende del avance o regresión de las pulsiones, de toda una sociedad, incluso de una civilización. Determinadas estructuras legitiman, refuerzan tales pulsiones o las contienen y son capaces de canalizarlas hasta llegar a transformarlas. La actuación individual se inserta en un complejo sistema que refuerza o atenúa las desigualdades sociales. Captar la interrlación intrínseca entre el estado interior, la acción local, y la repercusión global requiere gran capacidad de análisis, de información y de ecuanimidad tanto mental como emocional. La glocalidad es una visión nueva de las cosas que incluye también la perspectiva temporal, es decir, las actuaciones de efectos inmediatos y a largo plazo. La mirada depredadora, en cambio, es fragmentaria e inmediata. Estrecha la franja del tiempo, pierde la memoria y olvida el relevo generacional.

El respeto y la gratitud por las cosas

Todo lo que nos rodea es don de la tierra pero nos comportamos como depredadores incapaces de darnos cuenta de las consecuencias de nuestra compulsión. El daño al planeta y a los que viven junto a los lugares que codiciamos es un mismo y único daño que nos estamos infigiendo todos.. Una mísitca de los ojos abiertos tiene que darse cuenta de los efectos de nuestra codicia y del complejo recorrido de los productos que utilizamos despreocupadamente cada día. Ya no podemos ignorar que los 100-150 gramos de cada móvil generan 80Kg de mochila ecológica, además del trastorno que causa a los países africanos la extracción del coltán necesario para nuestros aparatos. El respeto por las cosas es inseparable de las personas que están junto a ellas y tras ellas. Capatr esta relación forma parte de una mirada integrada, iluminada y absolutamente necesaria. Todo ello ha de llevar a un cambio de vida. “Tener menos, para tenerse más” Dejó dicho Facundo Cabral. O como se está difundiendo entre ciertos movimientos alternativos: “Menos es mas”. Dar este giro es todavía un gran avance civilizatorio que todavía es contracultural. Saber ver es saber agradecer. Sólo una mirada agradecida es capaz de darse cuenta del don de cada cosa, de cada objeto que llega a nuestras manos, lo cual lleva al mismo tiempo a restituír lo que tomamos a aquellos a los que les pertenece.

Todo ello son sólo atisbos de un mirar capaz de captar el todo en la parte y la parte en el todo. Si bien la m´sitica había sido en el pasado un cima, hoy urge que se convierta en un punto de partida, en un modo de vivir que lleve a ver a Dios en todas las cosas y todas las cosas en Dios. Dios significa aquí ese Fondo de lo real que es inseparable de las mismas cosas y que al percibirse inseparablemente en ellas, transforma nuestra forma de relacionarnos y de comportarnos con todo. Disponemos del legado de las tradiciones religiosas y espirituales de la humanidad para adiestranos en ello. Tradiciones que también ellas están llamadas a mirarse y venerarse mutuamente con la luz que se recibe de una mirada abierta sobre la realidad.

Revista Éxodo, núm. 127, Febrero 2015

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“Necesitamos mística y místicos muy humanos”, por Miguel Ángel Mesa Bouzas,.

Jueves, 12 de febrero de 2015
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tumblr_mef290Vbu91rmtzi7o1_1280Miguel Ángel Mesa Bouzas,

ECLESALIA, 02/02/15.-

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Podríamos considerar que una persona mística es la que potencia al máximo, en todas sus capacidades, la más profunda dimensión de humanidad que está llamada a alcanzar. “Dios empeñado en ser humano y nosotros empeñados en ser místicos” (Federico Carrasquilla).

Sí, porque humanizarnos es divinizarnos, dar a luz la esencia más auténtica que llevamos dentro, compartir con gozo el ADN que nos une a los demás seres humanos, a los animales, las montañas, los ríos y mares, la atmósfera, el universo que nos rodea y acoge en su seno. Sintiéndonos uno con Todo, cercanos, familiarizados junto al otro.

No podemos entender hoy la mística como se vivía en el siglo XVI. Aunque haya que beber en las fuentes cristalinas de los místicos y místicas de ese siglo (Teresa de Jesús, Juan de la Cruz…) y de todos los tiempos, culturas, religiones, filosofías y creencias.

Porque los tiempos han cambiado. Ahora vivimos en un mundo globalizado, en la era digital de las redes sociales a escala mundial. No podemos creer, vivir o comprometernos, de la misma forma que antes, después de internet, la física cuántica y la teoría de la relatividad. Han cambiado las formas de conducta, las personas y grupos de referencia, los modelos de familia, los paradigmas en tantos órdenes de la vida.

Y aunque nuestro mundo de las prisas no nos invite a ello, tenemos que buscar nuestros espacios de serenidad y silencio, detener un momento nuestras prisas, para aclararnos sobre todo lo que nos llega y mandar a la papelera tanta basura y spam, siendo capaces de reflexionar sobre lo importante y trascendente, tomando una postura comprometida para poder respirar, sentir y vivir de otra manera. Junto a otros muchos que, de distintas maneras, buscan lo mismo.

Aquí dejo unos cuantos rasgos que, bajo mi punto de vista, definirían a una persona mística de nuestros días. Evidentemente hay muchos más, desde otras sensibilidades, culturas, creencias. Ofrezco con humildad algunas, las mías:

  • Una persona mística no se cree que lo sea, sino que vive con mucha naturalidad todo lo que sucede a su alrededor, lo que experimenta en el día a día, lo que da sabor, valor y aliento a su cotidianidad, lo que le ofrece luz para seguir mirando, a través de su ventana, el horizonte que siempre hay más allá.
  • Una persona mística favorece un buen clima a su alrededor, sonríe al compañero de estudio o trabajo, intenta crear armonía, disculpar los errores de los demás, alentar los ánimos, enjugar una lágrima, llevar alegría para contrarrestar a tanta tristeza y mantener siempre el buen humor.
  • Una persona mística busca espacios propios para profundizar sobre todo lo que vive, lo que acontece en el mundo, lo que siente en su hondón personal. Serán cinco minutos o una hora, en su habitación o paseando, charlando o callando, pero no dejará de intentarlo cada día.
  • Una persona mística se deja afectar por las injusticias, la exclusión, el odio, la enfermedad, la muerte. Intenta que no le ahogue el mar de la indiferencia y se mueve como pez en el agua por senderos solidarios, junto a otras muchas personas que se esfuerzan por cambiar y mejorar su mundo.
  • Una persona mística hace todo lo posible para no dejarse abatir por las dificultades, las derrotas personales o las de los empobrecidos y desheredados. Eso no significa que no derrame lágrimas amargas, que no grite ni se enfurezca ante la prepotencia y el abuso de los poderosos.
  • Una persona mística sabe que “no se remienda con una tela nueva en un vestido viejo, ni se echa vino nuevo en barricas viejas”. Por eso, cuando ve que algo ya no sirve, ni tiene sentido seguirlo o creerlo, lo abandona con gozo, agradeciendo lo positivo que ha le ha aportado.
  • Una persona mística está siempre abierta a lo nuevo, a lo inédito y sorprendente. A lo que puede descubrir por sí misma o junto a los demás, manteniéndose siempre en búsqueda, en todos los órdenes de la vida.
  • Una persona mística se desprende (cuando se han superado), de viejas creencias, de dogmas rancios, de ideologías desfasadas, de oxidadas formas de entender la vida. Y, después de valorarlo bien, se apunta y contribuye a crear a nuevas realidades sociales, políticas, culturales o eclesiales, que aportan nueva savia a las instituciones, los partidos, estamentos y asociaciones…
  • Una persona mística procura ser coherente entre lo que piensa, habla y vive, en medio de un mundo de engaños, ocultamientos y mentiras, de tantas medias verdades. Porque solo así será aceptado por los demás. Solo así se podrá aceptar a sí mismo.
  • Una persona mística se deja afectar por el dolor, el sufrimiento, la discriminación, las leyes injustas, el odio, la guerra, el hambre de tanta gente, en tantas partes del mundo… Sentirá ante estas realidades cómo se le conmueve el corazón, e intentará remediarlo de alguna manera en la medida de sus posibilidades.
  • Una persona mística cree que otro mundo más justo, fraterno, pacífico y solidario es posible y se compromete para conseguirlo. En primer lugar en su entorno cercano, junto a otras personas solidarias, llenas de humanidad. Pero no olvidará ni dejará de trabajar nunca por cualquier persona, de cualquier parte del mundo, que sufra o esté oprimida.
  • Una persona mística se sentirá unida a todos los seres humanos, en sus alegrías y tristezas. Y también a todos los seres vivos, a toda la naturaleza, a la Madre Tierra, al sistema solar, al universo entero. Porque sabe que todos estamos unidos e interrelacionados con Todo y que formamos parte de una única familia. Nuestro ADN proviene del polvo sideral inicial.
  • Una persona mística reconoce que hay un eco de fondo, una presencia inefable, que le invita a realizarse, a humanizarse, a entrañarse en la realidad. Siente un aliento vital que le da la vida; que forma parte de un proyecto común, junto a toda la humanidad y el planeta Tierra del que forma parte.
  • Una persona mística no cree a pie juntillas o se deja influenciar solo por lo que ve y escucha en los medios de comunicación, sino que atiende a otros medios alternativos y mira con otros ojos, con otra mirada, más allá de lo que los hechos concretos le muestran. Sin despegarse de la realidad, sabe encontrar otros sentidos y mensajes ocultos, sabe esperar a que otros brotes vayan surgiendo a su alrededor, dentro de ella misma.
  • Una persona mística reconoce que su comportamiento y consumo afectan al medio ambiente en el que vive y a la humanidad más empobrecida y excluida. Por eso se esfuerza en vivir de una forma sencilla, austera, responsable, solidaria. Y que esta forma de vida, a pesar de los mensajes publicitarios, le hace feliz y que goce de tantos pequeños placeres que se nos ofrecen cada día y que están ahí, a mano, gratuitos, para ser degustados…
  • Una persona mística “cuida sobre todo de su corazón, porque de él brotan los manantiales de la vida”, e intenta satisfacer en lo posible en su cotidianidad el anhelo de interioridad, de espiritualidad, de realización personal y humana que lleva dentro. Y desde ahí sale renovado, más humano y dichoso, para seguir caminando humildemente, en el día a día, con sus compañeros y compañeras de camino, compartiendo amor, ternura, afecto, ilusión para vivir en plenitud, desviviéndose por los demás.

 

siluetacolor26-ok.eps*El autor tiene un blog en Religión Digital –Otro mundo es posible- y en él se presenta así:

Miguel Ángel Mesa Bouzas nació en 1959 en Madrid. Está casado y es padre de una hija y un hijo. Trabaja en Editorial Paulinas desde hace 15 años. Su formación teológica, bíblica y pastoral es totalmente autodidacta, aunque ha participado en numerosos cursos de formación y congresos. Forma parte de una comunidad cristiana de base desde hace unos treinta años. Su compromiso solidario lo ha realizado principalmente en el Comité de Solidaridad con África Negra y en la ONG “Proyecto Amanecer”.

Fuente Eclesalia (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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“Ser místico hoy”, por Javier Melloni

Martes, 10 de febrero de 2015
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725Javier Melloni es un jesuíta especialista en “interioridad”, que imparte sus cursos y realiza su apostolado en la Cueva de Manresa. Aquí os dejo este artículo suyo en el que expresa lo que significa ser místico hoy.

“Hoy, como en todos los tiempos, un místico es alguien tan necesario como inútil para su generación. Es inútil porque no produce nada y lo que ofrece no se puede comprar ni vender. No tiene precio en el mercado. Se escapa a quien lo quiere prender y confunde a quien lo quiere comprender. Por ello hay que apartarlo, porque se interpone entre la inmediatez de lo que hay que lograr y producir. El místico dice: lo que verdaderamente es, ya existe. Sólo hay que aprender a percibirlo. Molesta también a la institución, porque la relativiza y le recuerda que el cielo que ha pintado en el interior de sus bóvedas no es el cielo abierto auténtico.

Pero, a la vez, su presencia es indispensable porque señala un modo de existencia que anhelan todos los seres y las mismas instituciones. Ha nacido para alentar la llama sagrada que arde en todos y en todo. El fuego del místico es diferente al del profeta. Éste señala y grita lo que falta, mientras que el místico indica lo que ya es. El profeta habla del todavía no, mientras que el místico habla del ya sí. Ambas cosas son necesarias.

Parafraseando a Raimon Panikkar, “el místico no es el que tiene esperanza del futuro sino de lo Invisible”.

El místico no es ingenuo, sino inocente. La ingenuidad es una inmadurez que hace ciegas y torpes a las personas, porque les impide confrontarse con los elementos oscuros de la realidad y de sí mismos, mientras que el inocente lo ve todo, lo percibe todo y, sin echarse atrás, se entrega.

Otra de las cosas propias del místico es su capacidad de conjugar paradojas. Por un lado, es alguien exquisitamente cercano a las personas y a sus situaciones, pero también resulta inalcanzable, retirado en una extraña lejanía. Estando plenamente presente, está también ausente. Se halla en otro Lugar, y cuando está en otro lugar, se percibe su presencia. Su hablar es silente y con su callar, habla. Las palabras son sagradas para él -o ella-; por eso no las malgasta. Y por ello también sabe escuchar, y entiende lo que los demás no entendemos. Habla, mira, comprende desde un lugar diferente; a veces, tan diferente, que parece locura. Pero su locura no es más que el choque que produce en nosotros su anticipación de Realidad.

Ama cada objeto, cada planta, cada pétalo, y queda fascinado por ellos, pero, a la vez, puede prescindir de ello. Todo él es ternura, pero también vigor, como dice Leonardo Boff sobre Francisco de Asís. Es frágil y fuerte a la vez. No puede soportar el dolor de los pequeños. Ve desde ellos y para ellos, y su oración es siempre por ellos.

Es concreto, arraigado en su tiempo y en su lugar, capaz de un hablar sencillo y de poner ejemplos que los más pequeños comprenden, y a la vez, es universal, porque percibe lo que atañe a la condición común de los humanos. Ve la parte en el todo y el todo en la parte. Podríamos decir que tiene un instinto fractal, que es tal como hoy los científicos comprenden que está constituido el entramado de la realidad.

Es de una libertad soberana pero, a la vez, está al servicio de todos, porque percibe la irrepetibilidad de cada persona y de cada cosa, y ello le hace caminar por tierra sagrada. Acoge a cada ser como una epifanía y, estremecido, se somete libremente porque sabe que su yo no le pertenece, sino que es sólo receptáculo y testigo de las existencias ajenas.

Ama su tradición, aquella que le ha nutrido y le ha guiado, pero no hace un absoluto de ella. Sabe que “ser original es retornar a los orígenes” (Gaudí), no para repetirlos sino para recrearlos. Y el origen de cada tradición está más allá de ella misma, antes de que surgiera. Conoce el camino de la Fuente, “aunque es de noche”. Su fe es transconfesional, porque sabe que la existencia está atravesada de Presencia y ello es lo que celebran todas las tradiciones. Se alegra con ellas, por su diversidad y su riqueza.

Como un compás, con un pie está arraigado en su propio centro, y con el otro recorre los círculos de la alteridad. Este centro no es sólo el de la tradición a la que pertenece, sino que es un Centro más hondo que, descentrándole, le recentra.

Todo él está vacío. Su existencia es un pasaje por el que otros transitan para descubrirse a sí mismos. Como un icono, su sola presencia ayuda a los que le rodean a descubrir la hondura que les habita. Él sólo calla y ve. Y su alegría, tanto como su nostalgia, son inmensas.”

Javier Melloni

Fuente El Rincón del Anacoreta:

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“Bienaventurado el que…”, por Gema Juan OCD

Miércoles, 5 de noviembre de 2014
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15547308975_fb204e4cdc_mLeído en su blog Juntos Andemos:

A primera vista, a nadie se le antoja que místico sea una persona razonable… o bien que una persona muy razonable, vaya a ser mística. Juan de la Cruz, místico, maestro de espíritu y letras y poeta inmenso, viene a decir que sí, que lo místico y lo razonable están muy unidos. Y que la «sabiduría mística» lleva al amor, al tiempo que libra de ignorancias.

Juan habla de «obras misteriosas», porque misteriosos son los caminos del espíritu y misterio es Dios, término amado del camino. Y se descubre a sí mismo, y a cada ser humano, en Dios. Cada persona –dirá en Cántico– «tiene su vida en Dios» y forma parte de ese misterio insondable de amor que Él es.

Explica, también, que la fe y el amor, cuando son auténticos, abren una fuente de sabiduría que ilumina la vida y por eso dice: «La sabiduría mística (la cual es por amor…) no ha menester distintamente entenderse para hacer efecto de amor y afición en el alma, porque es a modo de la fe, en la cual amamos a Dios sin entenderle». Pero eso no significa –dice– que se pueda prescindir de la razón para vivir y crecer en el Espíritu, para sumergirse en el misterio.

Va a insistir en lo que importa avanzar, no quedarse atrapado o enredado en nada de lo que se es, se tiene o se encuentra por el camino –«ni eso ni esotro», dirá repetidamente–, sino que hay que andar superando la primera capa de todo, que es «el sentido» y dejarse mover por algo más profundo, «el espíritu».

Pero añade, enseguida, algo capital: el ser humano «ha de ir con todo a Dios». Ese todo incluye el mundo de los afectos y de las inclinaciones personales y, a la vez, toda la racionalidad de la persona. La gran capacidad humana de discernir y aprender, de descubrir y lograr, de pensar. Esa valía que le hace decir que «un solo pensamiento del hombre vale más que todo el mundo». Ambas cosas han de ir ordenándose en la persona y ambas son necesarias.

Juan no ata, ni por un lado ni por otro. Entiende que cada quien debe recorrer el camino «según su modo y caudal de espíritu». Sabe que la cosa mística no es un asunto de esquemas y estudios, sino una cuestión de comunicación. Un Dios que «está escondido en lo íntimo del alma», que siempre se comunica y se adelanta en la presencia y en el amor. Y un ser humano que tiene «capacidad infinita» para relacionarse con Él, para adentrarse en el misterio y para realizar la plenitud de vida compartida.

Si la experiencia mística es una experiencia de comunicación y para ello, lo necesario es armonizar y conjugar bien todo y andar con fe, ¿por qué, entonces, reclama Juan con tanta fuerza, atenerse a «la razón y doctrina evangélica»?

Es porque ha visto cuánta confusión hay en gentes buenas y espirituales. Unos porque piensan que «a pura fuerza y operación del sentido, que de suyo es bajo y no más que natural, pueden venir y llegar a las fuerzas y alteza del espíritu sobrenatural» y otros porque «tienen tanta paciencia en esto del querer aprovechar, que no querría Dios ver en ellos tanta».

Si al maestro místico le preocupó la insensibilidad para el misterio, que es –en definitiva– vivir como en letargo, anestesiados para el amor y entumecidos de corazón, todavía le preocupó más que, al despertar, se perdiera la razón, el espíritu de discernimiento y contraste. Porque entonces el ser humano se incapacita a sí mismo para crecer.

Por eso reclama: «Nos habemos de aprovechar de la razón y la doctrina evangélica… y en todo nos habemos de guiar por la ley de Cristo hombre»; y recuerda que «no quiere Dios que ninguno a solas se crea para sí las cosas que tiene por de Dios», debe compartirlas con otro igual para comprender mejor la verdad y no caer en el autoengaño.

Así intenta Juan recuperar al ser humano completo y ayudarle a vivir desde lo mejor y más profundo de sí. Es a esa persona iluminada y restablecida, a la que le puede insinuar la experiencia mística de Jesús y decirle: «¡Bienaventurado el que, dejado aparte su gusto e inclinación, mira las cosas en razón y justicia para hacerlas!».

Para mirar con razón y justicia –dirá el maestro– hay que limpiar los ojos y estos «se limpian e iluminan solo con amor». Por eso añade que, decir «bienaventurados es tanto como decir “enamorados”, pues que la bienaventuranza no se da por menos que amor».

Es una experiencia profunda que echa raíz en el evangelio y sube hasta las cimas humanas. Y será una experiencia mística con mil modos diferentes de realizarse, sublimes y ordinarios, pero Juan la liga, en todo caso, a las bienaventuranzas evangélicas: a tratar a los demás como se quiere ser tratado, para echar raíces, y a llegar a la cima como decía Jesús:

«Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os calumnian. Al que te hiera en una mejilla, ofrécele también la otra; a quien te quite el manto, no le niegues la túnica. Da a quien te pida, y a quien te lleva lo tuyo, no se lo reclames».

¿Qué vivencia del misterio puede alumbrar semejante modo de vivir? ¿Qué luz tan clara puede inundar la razón humana para ver así? ¿Qué experiencia mística podría ser más profunda? Eso se preguntaba Juan, y por eso decía, Bienaventurado el que…

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Credo

Domingo, 12 de octubre de 2014
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je-crois

Creo

Creo en el hombre creador del hombre.

Creo en la trinidad humana, Padre, Madre e hijo.

Creo en la virginidad de la paternidad

y de la maternidad auténticas.

Creo en la virginidad del amor.

Creo en la comunión de la luz

en la que las personas se engendran

y se reconocen recíprocamente.

Creo en el valor infinito del cuerpo humano y en su eternidad.

Creo que Dios es la Vida

y el secreto del cuerpo tal como él se revela en él.

Creo que Dios se hace cuerpo en tanto que se hace hombre.

Creo que el cuerpo no llega a ser él mismo

  más que desarrollando su dimensión mística que lo personifica

y que escapa a toda posesión,

Creo que el amor es un sacramento

que hay que recibir de rodillas.

Dios es ciertamente el dios de los cuerpos, tal como nuestros cuerpos son

llamados a  convertirse en el cuerpo de Dios para dar las lágrimas

en su dolor y más todavía hacernos sensible:

la sonrisa de su amor.

*

Maurice Zundel

***

 

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“Espiritualidad sin templo”, por Antonio Gil de Zúñiga

Lunes, 18 de agosto de 2014
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aaapart_20Antonio Gil de Zúñiga, pofesor de IES, poeta y filósofo, se estrena como autor en ATRIO, pero no es un desconocido aquí. Su libro sobre Blas de Otero ya fue recensionado en ATRIO por Juan José Tamayo: Blas de Otero, poeta vasco y místico laico.

Sostiene Antonio Machado que la poesía es palabra esencial en el tiempo; otro tanto hay que decir de la espiritualidad, en cuanto actitud radical y relacional del ser humano con el Ser trascendente. Se puede decir que la espiritualidad es ante todo palabra, diálogo óntico de un ser que se siente profundamente religado con un Tú trascendente. Para X. Zubiri Dios no es una “realidad-objeto”, sino una “realidad-fundamento”, a la que el hombre ha de estar re-ligado, ya que “el hombre encuentra a Dios en la plenitud de su ser”.

 Pablo de Tarso expresa con vehemencia la religación en su discurso filosófico a los atenienses; en Dios “vivimos y nos movemos y existimos”(Hchos. 17,28). Este diálogo o palabra esencial implica una vivencia pletórica en el interior de la persona, que viene a ser el músculo cardíaco de la existencia. Pero creo que es importante añadir un tercer elemento que configura la espiritualidad humana y no es otro que la mirada; una mirada altiva de encarar de frente la historia; las “circunstancias” orteguianas que posibilitan el desarrollo y profundidad del yo. Escribe Laín Entralgo que ontológicamente el “ser de mi realidad individual se halla constitutivamente referido al ser de los otros”.

Estos son los ejes cartesianos de una espiritualidad sin templo; es decir, una espiritualidad laica. Jesús de Nazaret fue un judío laico, que vivió y murió como un judío laico. Llama poderosamente la atención que este dato nuclear en los evangelios apenas se enfatiza en la teología, en los tratados de espiritualidad o en los estudios sobre el Jesús histórico. John P. Meier en su voluminosa obra sobre el Jesús histórico apenas dedica unas líneas a Jesús como judío laico, centrándose, en cambio, en que es un judío marginal.

Ahora bien, Jesús, un judío laico, piadoso y cumplidor de la Torá, no necesita del templo para llevar a cabo su relación con el Tú trascendente; es más, tiene al templo en su punto de mira, porque para él su ideal como judío no es habitar en el templo, como recogen con frecuencia los poetas bíblicos: “Una cosa pido al Señor, y sólo eso es lo que busco: habitar en la casa del Señor todos los días de mi vida” (Sal. 27,4). Ese ideal no es otro que compartir la suerte y el privilegio del sacerdote: habitar en el recinto sacro. Su proyecto, sin embargo, es más radical: “la destrucción del templo”, como se evidencia en el diálogo intenso con la samaritana, en el que Jesús ante la interpelación de la samaritana revela una verdad profundamente laica: “pero se acerca la hora, dice Jesús, o mejor dicho, ha llegado” (Jn. 4,23) en que ni en aquel monte próximo a la ciudad samaritana de Sicar ni en Jerusalén se adorará a Dios; o lo que es lo mismo, no son lugares exclusivos para relacionarse con Dios.

Si ahondamos en esta actitud de animadversión hacia el templo, podemos descubrir varias razones: a) del templo sale la ley (Is. 2,3). Una ley opresora, que se materializa en un laberinto de normas y ritos, como se pone de manifiesto en la “ley del sábado”. La ley emanada del templo pretende la alienación y el sometimiento y no la liberación integral del hombre y de la mujer. Jesús propone y realiza la desobediencia civil con su “ellos os dicen, pero yo os digo”. Para Jesús de Nazaret el templo no ha de ser un lugar de sacrificios, sino de la misericordia, y ésta es su “nueva ley”; b) el templo se ha pervertido, hasta el punto de que se ha convertido en “cueva de ladrones”. Ya no es un lugar de oración, sino de intercambios y trapicheos comerciales, donde impera, pues, la cultura del dinero, que tanto se rechaza en los textos evangélicos; c) es la “vivienda del sacerdote”, un hombre que con su status social vive ajeno a las necesidades y penurias de los demás: “Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de unos ladrones. Le quitaron la ropa, lo golpearon y se fueron, dejándolo medio muerto. Resulta que viajaba por el mismo camino un sacerdote quien, al verlo, se desvió y siguió de largo” (Lc. 10,30-31).

La espiritualidad de Jesús ahonda sus raíces fuera del templo, en un territorio, etimológicamente, profano; es, pues, una espiritualidad laica. Jesús de Nazaret se retira al desierto a orar y a otros lugares no oficiales, y no es miembro de la comunidad de los esenios. Siente profundamente su religación con el Padre, dialoga con él, se alimenta interiormente de esa relación íntima, pero vuelve al mundo, a la historia en la que se ha encarnado.

Sin embargo, esa espiritualidad laica ha sido secuestrada por el cenobio, por el “templo”, hasta el punto de que, cuando se habla de alguien que siente y vive la espiritualidad, se piensa automáticamente en que se trata de una persona que vive monacalmente o es miembro de alguna comunidad religiosa institucional. El monacato se impone de manera desmedida al proclamarse como paradigma único y excluyente de la espiritualidad y de la vida cristiana misma. Y así la vida del cristiano, toda entera, debe seguir las sendas monacales, incluida la sexualidad. El texto de san Anselmo lo ilustra por sí mismo: “La virginidad es oro, la continencia plata, el matrimonio cobre; la virginidad es opulencia, la continencia medicina, el matrimonio pobreza; la virginidad es paz, la continencia rescate, el matrimonio cautiverio…” El monacato, pues, ha impuesto sus reglas y sus ritos, en ocasiones asfixiantes para el espíritu; y como advertía H. Bergson ha desarrollado considerablemente la “mecánica”, pero no “la mística”, puesto que la espiritualidad viene a ser la mediación vehicular del hombre y de la mujer para ponerse en contacto con el Misterio.

Una espiritualidad basada en la “huida del mundo” no se puede considerar modélica para el cristiano (no ya para cualquier hombre y mujer). El diálogo con el Ser trascendente, que nos ha manifestado Jesús de Nazaret, empuja necesariamente a echar una mirada alrededor y una mirada compasiva y misericordiosa, como la del samaritano de la parábola. El diálogo trascendente, la fe, finaliza irremediablemente en la ética liberadora y compasiva. M. Fraijó, recordando que I. Ellacuría habla de la espiritualidad de hacerse cargo misericordiosamente de la realidad, nos deja este corolario: la mirada compasiva y misericordiosa es “un imperativo de la espiritualidad laica”.

Fuente Atrio

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“Todavía mística y espiritualidad para futbolistas”, por Leonardo Boff, teólogo y escritor

Jueves, 14 de agosto de 2014
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n_racing_de_ferrol_hay_que_empezar_a_rezar-90687Leído en la página web de Redes Cristianas

En un artículo anterior abordé la necesidad de que, además del apoyo psicológico, los jugadores brasileños de la Copa Mundial de Fútbol sería recomendable que tuvieran también un acompañamiento espiritual. Hablaba entonces de mística, en un sentido no confesional, como expresión de la dimensión de la profundidad humana, un dato antropológico básico.
Ahora quiero abordar específicamente la espiritualidad, tan de moda hoy en día, incluso entre los grandes nombres de la ciencia. No como un monopolio de las religiones, sino como una dimensión del ser humano con el mismo derecho de ciudadanía que la voluntad, la inteligencia, el poder y la libido.

Entre las muchas formas de inteligencia estudiadas hoy, destacan tres en particular: la inteligencia intelectual, la inteligencia emocional y la inteligencia espiritual. Todas ellas basadas en serias investigaciones científicas.

Por medio de la inteligencia intelectual (el famoso CI) organizamos nuestros pensamientos, articulamos los diversos saberes, en especial el lenguaje y estrategias de la acción. Está ligada a la dimensión del cerebro llamada neocortex. Este es relativamente nuevo en el proceso de la antropogénesis. No tiene más de siete u ocho millones años, pero se desarrolló completamente con la aparición del homo sapiens sapiens hace unos cien mil años. La obra civilizadora con sus artes y ciencias se deriva del neocortex. Sin él no entenderíamos el mundo de hoy, no sobreviviríamos. Pero la inteligencia intelectual sola no da cuenta de la vida humana.

Existe en nosotros la inteligencia emocional, estudiada particularmente por Daniel Goleman en su famoso libro Inteligencia Emocional (1995). Está relacionada con el cerebro límbico que surgió hace más de 130 millones de años cuando en la evolución aparecieron los mamíferos. Estos llevan la cría dentro de sí y, una vez nacida, la rodean de amor y cariño. Surgió entonces en el universo conocido algo absolutamente nuevo: la emoción, el afecto, el sentimiento, la pasión, el amor y también sus contrarios. Nosotros, los humanos, olvidamos que somos mamíferos intelectuales y racionales. Las capas más profundas y decisivas de nuestra vida tienen esta historia antigua. Somos ante todo seres de emoción y de sentimiento.

Goleman demostró que la primera reacción humana frente a cualquier fenómeno no es intelectual/racional, sino emocional. Unos momentos después entra la inteligencia racional/intelectual. Algunos filósofos (Meffesoli, Cortina, Scheler, Muniz Sodré, Duarte Jr.) la llaman también «razón cordial, o sensible». Goleman critica la inflación de la inteligencia racional que ha vuelto a las personas competitivas, individualistas e insensibles y dadas a la violencia en lugar de ser más solidarias, compasivas y humanitaria. Sugiere una verdadera «alfabetización emocional» a partir de la escuela, algo que he estado postulando desde hace 20 años con los libros Saber cuidar y El cuidado necesario. Él disminuye la violencia en todos los campos. La inteligencia emocional es el nicho de los valores, de la ética, del amor, y lo que da sentido a nuestras vidas

sabrosa_gallery__333x400Finalmente existe en nosotros la inteligencia espiritual. Durante los últimos veinte años ha habido un fuerte desarrollo de la neurociencia, la neurolingüística y otras afines que estudian el cerebro humano. En él hay miles y miles de millones de neuronas y trillones de sinapsis (conexiones entre ellas). Se hizo un descubrimiento sorprendente: cada vez que una persona se ocupa existencialmente con visiones globales de las cosas, con el sentido de la vida, con lo sagrado y con Dios, en su lóbulo frontal se da una aceleración inusitada de las neuronas. Danah Zohar, científica cuántica, con su marido psiquiatra Ian Marshall han resumido sus muchas búsquedas en un libro titulado Inteligencia espiritual (2000). Los científicos, no los teólogos, han dado a esta experiencia el nombre de «punto Dios» en el cerebro. Se trata de una ventaja evolutiva de los seres humanos: un órgano interno a través del cual capta el Todo ligado por un Eslabón sagrado que unifica todo.

Así como tenemos órganos externos, ojos, nariz, oídos, etc. mediante los cuales captamos el mundo material, tenemos un órgano interno mediante el cual captamos este Eslabón, considerado como la Realidad Suprema que sostiene todo. Podemos llamarlo con mil nombres. No importa. Lo más sencillo es llamarlo imagen de Dios (Dios es más que el «punto Dios»). Esta dimensión está en cada persona y constituye la base biológica de la inteligencia espiritual. Se manifiesta por más sensibilidad frente al otro, más amor, más compasión, más respeto y más devoción. Nuestra cultura materialista la ha cubierto de cenizas por su consumismo y el deseo de dominar todo. Si activamos el «punto Dios» nos humanizamos a nosotros mismos y nos espiritualizamos. El fruto es una profunda paz y serenidad y la sensación de estar dentro de un todo más grande que nos acoge. Estamos llenos de «entusiasmo»: la presencia de Dios en nuestro interior.

Escribí un pequeño libro titulado Meditación de la luz, el camino de la simplicidad (2010) donde trato de traducir la activación del «punto Dios» sirviéndome de la forma más antigua de Oriente y Occidente, que es tomar la Luz como elemento despertador y activador del «punto Dios». Me atrevo a hacer una sugerencia:

¿Y si el entrenador y los jugadores, además de los entrenamientos, de la formación y de la indispensable psicología, incorporasen un momento de meditación para activar su «Punto Dios»? Seguramente sentirían mucha más paz y estarían más aptos para el juego.

Leonardo Boff pertenece a la Asociación Internacional de Psicología Analítica (IAAP) de línea junguiana de Zurich.


Traducción de Mª José Gavito Milano

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“Los futbolistas necesitan mística además de psicología”, por Leonardo Boff, teólogo y escritor

Miércoles, 13 de agosto de 2014
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a-rezar-para-clasificar-al-mundial-y-disfrutar-del-espectaculo-musical-cumbiero-_595_360_163349Leído en la página web de Redes Cristianas

Una idea constructiva de la CBF y del grupo técnico de la selección de futbol brasilera es el haber convocado una psicóloga especializa en el área, Regina Brandão, para acompañar a los futbolistas en sus juegos. El acompañamiento psicológico ya existe desde hace años en la selección alemana. El sentido es evidente: crear una atmósfera de serenidad interior, celebrar las victorias de forma controlada y crear las condiciones de una buena resiliencia en las derrotas, es decir, saber dar la vuelta por encima, aprender de los errores y mejorar el desempeño.

Pero estimo que eso no es suficiente todavía. La psicología puede ser enriquecida con la mística. No vengan después a decirme que estoy introduciendo religión en el fútbol. Tenemos antes de todo que desmitificar la mística. Esta tiene muchos significados, siendo los dos principales: el sentido sociológico y el sentido espiritual, mas no confesional.

Doy dos ejemplos que lo aclaran mejor que muchas palabras. El 17 y 18 de mayo de 1993, fray Betto y yo organizamos una reflexión abierta sobre mística y espiritualidad. Era durante la semana, de mañana y de tarde. Vinieron más de 500 obreros, la mayoría metalúrgicos. Querían saber qué diablos era eso de mística y espiritualidad. Hicimos dos charlas de apertura y el resto, debates muy interesantes. Se grabó todo y fue publicado en un libro que tiene ya muchas ediciones: Mística y Espiritualidad (Vozes 2014).

Otro ejemplo: cada gran reunión del Movimiento de los Sin Tierra, en las que participan cientos de personas, se inicia siempre con una «mística». ¿Qué es lo que hacen? Se teatralizan los problemas vividos por los participantes, se crean símbolos significativos, se entonan canciones, se oyen testimonios de lucha y de vida. No siempre se habla de Dios. Lo que irrumpe es un sentido de vida, un refuerzo de la voluntad de llevar adelante los proyectos, de resistir, de denunciar y de crear cosas nuevas. El efecto final es el entusiasmo general, levedad de espíritu, la armonía entre todos. Mediante estas «celebraciones» se toca la dimensión más profunda del ser humano, allí donde están nuestros mejores sueños, nuestras utopías, nuestra determinación de mejor vida. Ese es el sentido sociológico de mística, que se encuentra en la famosa palestra de Max Weber a los estudiantes de Múnich en 1919 sobre La política como vocación. Para él, una política digna de ese nombre (no vivir de la política sino vivir para la política) implica una mística, en caso contrario se atolla en el pantano de los intereses individuales o corporativos. Mística para Max Weber significa el conjunto de las convicciones profundas, las visiones grandiosas y las pasiones fuertes que movilizan personas y movimientos, inspirando prácticas capaces de afrontar dificultades y sosteniendo la esperanza ante los fracasos.

Ese tipo de mística puede y debe ser vivida por los jugadores de futbol, y con más razón, por los de la selección en las Copas Mundiales. Vean que no se trata solo de psicología con sus motivaciones. Se trata de valores, de sueños buenos, de entusiasmo. La cuestión es cómo llegar a eso.

AFR Futbol y ReligiónAquí viene el segundo sentido de mística, el espiritual. Pero es necesario hacer una aclaración: tenemos un lado exterior, nuestro cuerpo con el cual entramos en contacto con los otros, la naturaleza y el universo. El fútbol entrena todas las virtualidades posibles del cuerpo para crear el atleta y el crac. Pero no basta. Tenemos nuestro interior que es la psique habitada por pasiones, amores, odios, arquetipos profundos, la dimensión de luz y de sombra. Tarea de cada uno es domesticar los demonios, potenciar los ángeles buenos de tal forma que pueda vivir en paz consigo mismo, no víctima de los impulsos.

Pero tenemos también lo profundo, que es nuestro lado espiritual. En nuestra profundidad encontramos las indagaciones inevitables que nos acompañan a lo largo de la vida: ¿Quién soy? ¿Qué hago en este mundo? ¿Qué puedo esperar más allá de esta vida? ¿Cuál es el sentido de jugar en la copa? Todas las cosas son interdependientes entre sí y se ayudan unas a otras para vivir. Tiene que haber un eslabón que las liga y religa a todas. Tenemos también un Yo profundo con sugestiones y proyectos que nos movilizan.

Ahí tiene su fuente el entusiasmo. Entusiasmo en griego significa «tener un dios dentro»: aquella Energía que es mayor que nosotros, que nos toma y nos conduce por la vida. Sin entusiasmo nos acercamos al mundo de la muerte. La ciencia moderna del cerebro identificó lo que los científicos han llamado el punto de Dios en el cerebro o la inteligencia espiritual. Siempre que se abordan cuestiones fundamentales de la vida o se busca una visión más global, cuando se pregunta por la Energía poderosa y amorosa que sustenta todo, hay una aceleración mayor que la normal de una zona neuronal. Estamos dotados de un órgano interior por el cual captamos lo que llamamos Tao, Shiva, Olorum, Alá, Yavé, Dios. No importan los nombres, sino la experiencia de una Totalidad dentro de la cual estamos. Activar el «punto de Dios» nos hace más sensibles a los otros, más cuidadosos, más amigables, comprensivos y valerosos.

Creo que al jugador le vendría bien, antes de los entrenamientos retirarse a un rincón, concentrase y escuchar ese Yo profundo donde nacen las buenas ideas, los buenos sentimientos y se fortalece el «entusiasmo». Hay personas como fray Betto, don Marcelo Barros y otros que harían magistralmente ese trabajo. Ellos pondrían a los jugadores afinados con el «punto de Dios» y prescindirían de la magia de «Tois».

Leonardo Boff, profesor de espiritualidad durante 30 años y autor de Espiritualidad: camino de transformación, Sal Terrae 2000.

Traducción de MJ Gavito Milano

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Beato Bernardo de Hoyos: El matrimonio místico entre personas del mismo sexo con Jesús

Sábado, 28 de junio de 2014
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McNichols, mystical_marriage_bernard_de_hoyosEl Beato Bernardo Francisco de Hoyos y de Seña fue un sacerdote español del siglo XVIII que escribió vívidamente sobre su matrimonio  místico gay con Jesús. Fue beatificado en 2010 y su fiesta se celebra el día de hoy (29 de noviembre).

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Bernardo (1711-1735) tenía 18 años cuando tuvo una visión casandose con Jesús en una ceremonia muy similar a una boda humana. Describe su experiencia de la siguiente manera:

 Siempre sosteniendo mi mano derecha, el Señor me hizo ocupar el trono vacío, entonces colocó en mi dedo un anillo de oro ….

“Que este anillo sea una prenda de nuestro amor. Tú eres mío, y yo soy tuyo. Puedes llamarte y firmar como Bernardo de Jesús. Por lo tanto, como le dije a mi esposa, Santa Teresa, tú eres Bernardo de Jesús y yo soy Jesús de Bernardo. Mi honor es tuyo, tu honor es mío. Considera la posibilidad de mi gloria como la de un cónyuge, yo consideraré la tuya como la de mi cónyuge. Todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío. Lo que yo soy, por naturaleza, se comparte por la gracia. Tú y yo somos uno!

(Citado de “Las visiones de Bernard Francis De Hoyos, SJ,” por Henri Bechard, SJ)

 La visión de Bernardo inspiradó al artista y sacerdote William Hart McNichols para pintar un ícono de la boda de Bernardo con Jesús.

 “Me quedé profundamente impresionado con esta hermosa historia del matrimonio místico de Jesús con Bernardo, incluyendo todos los símbolos de una boda humana”, escribió McNichols.

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(Fuente: Wikimedia Commons)

Los relatos oficiales católicorromanos enfatizan cómo Bernardo se convirtió en “el primer apóstol del Sagrado Corazón de Jesús en España,” pero la Iglesia Católica Romana le resta importancia a la visión queer que lo inspiró. El matrimonio de Bernardo con Jesús justificadamente se puede interpretar como una historia del “Jesús gay”.

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Bernardo pasó nueve años en el proceso de formación de los jesuitas y fue ordenado en enero de 1735. Su ministerio pastoral se vió interrumpido más tarde ese mismo año, cuando murió de tifus el 29 de noviembre de 1735. Algunos lo llaman un “santo niño”, ya que sólo vivió hasta los 24 años. Sus últimas palabras indican que sintió la presencia de su esposo Jesús al final: “¡Oh, qué bueno que es vivir en el Corazón de Jesús!”

 Después de su muerte, la santidad de Bernardo continuó creciendo, pero la política de la Iglesia Católica Romana desaceleró su camino a la santificación hasta hace muy poco. Su ceremonia de beatificación se celebró en abril de 2010 en el noroeste de España en  la provincia española de Valladolid, donde Bernardo pasó toda su vida.

 Mientras que la Iglesia Católica Romana se niega a bendecir los matrimonios del mismo sexo, la vida y la visión de sus propios santos cuentan una historia muy diferente, aquella en la que Cristo-Esposo se une con gusto en matrimonio con otro hombre.

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Enlaces relacionados:

Bernardo de Hoyos (Wikipedia)
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Esta entrada es parte de la Serie Santos GLBTI por Kittredge Cherry en el blog Jesus in Love [Jesús enamorado]. Ese blog presenta en las fechas adecuadas durante todo el año tanto santas y santos como mártires, héroes, heroínas y personas consagradas de especial interés para las personas gays, lesbianas, bisexuales, transexuales e intersexuales (GLBTI) y sus aliadas y aliados.

Esta entrada es una traducción de Blessed Bernardo de Hoyos: Mystical same-sex marriage with Jesus del blog Jesus in Love. Traducción de Hugo Córdova Quero.

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Ansias de otro lugar, necesidades de aquí.

Jueves, 26 de junio de 2014
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Del blog À Corps… À Coeur:

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Así pues, lo que resuena en la conciencia del místico, este que en exilio “no puede parar de caminar y que con la certeza de lo que le falta, sabe de cada lugar y cada objeto, que no es esto, que no se puede residir aquí y contentarse con esto. ”

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Michel de Certeau, en ” La fábula mística

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"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , , , , , , , , ,

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