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Pedro Casaldáliga, poeta de la esperanza

Sábado, 28 de noviembre de 2015
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pedro-casaldaliga-y-luis-miguel-modino_560x280El corresponsal de RD en Brasil viaja a la cuna del profeta de la Amazonía

Al encuentro de Pedro Casaldáliga, icono del Cristo Libertador

Me repite con fuerza en cuanto aprieta mi mano: ‘oración, comunidad y vida por el pueblo'”

Recuerdos de la visita de Luis Miguel Modino a la Prelatura de São Félix do Araguaia

“Una esperanza que le lleva a ser fiel hasta el final a aquello en lo que siempre creyó y esperó”

“La marca del profeta del Araguaia sigue presente y viva en el pueblo”
Pedro Casaldáliga, un legado permanente para la Iglesia y los descartados
El ministro Patrus Ananías dice que “su legado va a ser permanente en la historia de Brasil”

Nos han parecido muy interesante la serie de reportajes acerca de este obispo de l Pueblo, fiel al Evangelio, gastada su vida por los más desfavorecidos, viviendo entre ellos, lejos de palacios episcopales lujosos y fortaleza…

(Luis Miguel Modino, corresponsal de RD en Brasil).- Todo lo que nos enriquece, aunque suponga un esfuerzo, vale la pena. Recorrer buena parte de este inmenso Brasil durante dos días, utilizando diferentes medios de transporte, para encontrarse con alguien, puede tener cierta dosis de locura. Esta vez el encuentro es con Pedro Casaldáliga, alguien por quien siempre he sentido admiración y respeto, y en el que en muchos momentos me he fijado para intentar hacer realidad hoy el mensaje de Jesús de Nazaret, viviendo la fe en comunidad.

Su compromiso con los más pobres, a través de una vida entregada hasta el extremo, y su forma de entender la Iglesia, a partir de las Comunidades Eclesiales de Base, me llevan a acercarme a él con temor y temblor, pues estoy llegando hasta alguien que considero un icono del Cristo Libertador.

Durante cientos de kilómetros la carretera serpentea entre grandes haciendas, en las que los dueños, movidos por el lucro a cualquier precio, han destruido la un día abundante vegetación para criar ganado y plantar soja, convirtiéndose en los grandes perseguidores de Pedro, al que muchas veces pretendieron matar, expulsar del país, difamar..., pues él se había posicionado del lado de los indígenas, moradores originarios de estas tierras, y de los pequeños agricultores y trabajadores rurales, unos y otros también perseguidos y expulsados.

Una de las paradas es en Riberão Cascalheira, la ciudad donde en 1976 fue asesinado João Bosco Burnier, uno de sus más estrechos colaboradores y donde se encuentra el Santuario de los Mártires de la “Caminhada”, lugar al que cada cinco años llegan de todos los rincones de Brasil quienes participan de la Romería de los Mártires y que en julio de 2016 celebrará una nueva edición.

El camino continúa, ahora por una carretera sin asfalto, propia de esas periferias del mundo en las que Pedro y muchos otros escogieron vivir. Después de horas y horas de autobús el cansancio aprieta, pero la expectativa por llegar hace que se lleve mejor.

Finalmente llego a San Félix, una pequeña ciudad bañada por el río Araguaia, cuyas aguas se deslizan lentamente. Me dirijo a su casa y compruebo lo que ya había escuchado de muchos que antes le habían visitado, es una casa simple hasta el extremo, propia de alguien que cree y vive en una Iglesia pobre y para los pobres, de alguien que encarna a la perfección a esos obispos no príncipes que tanto le gusta al Papa Francisco que estuviesen más presentes en nuestra Iglesia.

La puerta de la casa está abierta, en señal de acogida. Le encuentro rezando junto con la comunidad de agustinos con los que convive y que tan bien le cuidan. Espero en cuanto llega y al verle pasan por mi mente muchas imágenes, como flashes que se disparan, y que me producen una sensación de alegría.

Ahora se desplaza en silla de ruedas, consecuencia de la fractura de fémur que sufrió meses atrás y de la que dice irse recuperando poco a poco. También le acompañan su hermano Parkinson y sus 87 años. Me siento a su lado y conversamos durante un rato, me presento y le digo de donde vengo y lo que me ocupa en el día a día y juntos compartimos experiencias misioneras. Al lado de alguien que recorre estas tierras desde 1968, mis nueve años de misión hacen que me sienta un pipiolo. Al hablar de la misión se me quedan grabadas tres ideas que me repite con fuerza en cuanto aprieta mi mano: “oración, comunidad y vida por el pueblo“.

Estas palabras vienen a reafirmar que quien sostiene la vida del cristiano, que siempre debe ser discípulo misionero, es el propio Dios, a quien en la oración sentimos más próximo y nos muestra el camino a seguir, que siempre debe ser vivido en comunidad y no como entes aislados, un Dios que en los que en Él creemos da la vida por el pueblo.

En el tiempo que estoy con él llega gente constantemente, de todo tipo y condición, lo que muestra el respeto y admiración que muchos le tienen. Una de las visitas le anuncia que esta tarde llegarán para saludarle Gilberto Carvalho, ministro jefe de la Secretaria General de la Presidencia y uno de los hombres fuertes del gobierno Dilma, y Patrus Ananias, ministro de Desenvolvimiento Agrario, lo que muestra que sus puertas están abiertas para todos y que sus sabios consejos orientan a quien acude a él.

Sin duda, Pedro Casaldáliga es alguien que deja traslucir la presencia de ese Dios que continúa haciéndose presente entre los pobres, entre los crucificados, ese Dios que levanta del polvo al desvalido, que siempre está ahí para acompañar nuestras luchas por un mundo mejor para todos.

(Luis M. Modino, corresponsal en Brasil).- Una forma de ser, de vivir, de relacionarse con los pequeños y pobres, con los descartados por una sociedad construida a partir del lucro. Podríamos decir que ese es el principal legado de Pedro Casaldáliga. Estar a su lado lleva a descubrir eso en pocos instantes. Pedro es alguien que sabe acoger desde el primer momento, que recibe a la gente diciendo “esta es nuestra casa, aquí cabemos todos”. Leer más…

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Los fue enviando

Domingo, 12 de julio de 2015
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YO, PECADOR Y OBISPO, ME CONFIESO

Yo, pecador y obispo, me confieso
de haber llegado a Roma con un bordón agreste;
de sorprender el Viento entre las columnatas
y de ensayar la quena a las barbas del órgano;
de haber llegado a Asís,
cercado de amapolas.

Yo, pecador y obispo, me confieso
de soñar con la Iglesia
vestida solamente de Evangelio y sandalias,
de creer en la Iglesia,
a pesar de la Iglesia, algunas veces;
de creer en el Reino, en todo caso
-caminando en Iglesia-.

Yo, pecador y obispo, me confieso
de haber visto a Jesús de Nazaret
anunciando también la Buena Nueva
a los pobres de América Latina;
de decirle a María: «¡Comadre nuestra, salve!»;
de celebrar la sangre de los que han sido fieles;
de andar de romerías…

Yo, pecador y obispo, me confieso
de amar a Nicaragua, la niña de la honda.
Yo, pecador y obispo, me confieso
de abrir cada mañana la ventana del Tiempo;
de hablar como un hermano a otro hermano;
de no perder el sueño, ni el canto, ni la risa;

de cultivar la flor de la Esperanza
entre las llagas del Resucitado.

*

Pedro Casaldáliga,
Todavía estas palabras. 1994

*

 

En aquel tiempo, llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto. Y añadió:

– “Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies, para probar su culpa.”

Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.

*

Marcos 6,7-13

***

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Dom 17.5.15 Ascensión, una disputa de papas ¿Cuándo empieza el cielo?

Lunes, 18 de mayo de 2015
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Del blog de Xabier Pikaza:

220px-Papa_Ioannes_Vicesimus_SecundusEn diversas ocasiones, de diversas formas al llegar la Ascensión he comentado los textos de la Biblia, y he presentado la culminación del camino de Jesús, del que se dice que “resucitó, subió al cielo y está sentado a la derecha del Padre), utilizando las diversas lecturas de los evangelios que se leen por ciclos este día.

Quien quiera mantenerse en ese plano y evocar los supuestos y sentido del tema bíblico y litúrgico podrá buscar las reflexiones que he venido ofreciendo en estos años sobre sobre el tema, o quedarse simplemente con los textos de la Biblia y con su propia imagen del cielo.

Pro hoy he preferido retomar nuevamente la “aventura” eclesial de un Papa que se atrevió a tener una opinión clásica sobre este tema, siendo condenado por el papa siguiente.

El papa condenado se llamaba Juan XXII y su historia es de las más significativas del magisterio de la Iglesia. Fue un gran condenador, quizá el más audaz de los papas medievales… y sus condenas (contra Marsilio, Ockam y Eckhart) nos resultan hoy por lo menos “molestas” (y en general no les hacemos caso, al menos en un sentido), porque la historia posterior ha marchado en una línea diferente.

 

Papa_Benedictus_DuodecimusEl papa condenador se llamaba Benedicto XII, un hombre también inteligente, buen escolástico. aunque menos que Juan XXII, un “espiritual” que separaba al alma del cuerpo y creía que la salvación de los justos es básicamente espiritul (no corporal).

Ciertamente, los que somos teólogos de oficio tomamos en serio aquella contienda, solemos inclinarnos por las razones de Juan XXII, pero también sopesamos el valor de la condena de Benedicto XII, lo que significa que tendemos a dejar el tema abierto.

Puede parecer un tema “bizantino”, en el mal sentido de la palabra, pero no lo es, porque en el fondo está el sentido de la vida y de la muerte, de la salvación como salida de la “carne” o como compromiso en la carne de la historia, como podrá seguir viendo quien se mantenga en el blog.

Buen día de la Ascensión de Cristo, que no cae ya en Jueves, sino en domingo, día de fiesta, de culminación de la pascua Cristo. El mismo Jesús aparece hoy como cielo.

Imágenes tradicionales de los dos papas implicados en aquella vieja (y moderna) contienda sobre el cielo: Juan XXII y Benedicto XII

Juan XXII (1249-1334)

fue un pensador y papa gascón, de origen humilde, en contra de lo que solía pasar en aquel tiempo. Estudió Teología y Derecho en Montpellier y Paris, siendo después profesor de Derecho en Toulouse. El año 1310 fue nombrado arzobispo de Avignon y el 1316, tras un largo período de “sede vacante” fue elegido Papa y ejerció desde Avignon un ministerio que está lleno de conflictos teológicos: se opuso a Marsilio de Padua (uno de los creadores de la política moderna), condenó a Eckhart (el más significativo de los místicos) y excomulgó a G. de Ockam (el mayor pensador de aquel tiempo).

Fueron famosas sus condenas, poco oportunas, sin duda… y muchos dicen que poco acertadas. Pero el hecho más significativo de su pontificado, en el plano del pensamiento cristiano, está vinculado a la disputa sobre la visión beatífica.

1. Visión beatífica. El error de un Papa.

Conforme a la tradición generalizada de la Iglesia católica moderna, los justos pueden “ver” y ven a Dios después de la muerte, sin necesidad de esperar la llegada del juicio final, de manera que “van al cielo” en el momento de la muerte. Pues bien, en contra de eso, siguiendo una doctrina antigua, que parece fundarse en Ap 6, 9 y en el trasfondo judío de la iglesia, Juan XXII pensaba que hasta la llegada del juicio final y la implantación total del Reino de Dios, los justos no verán totalmente a Dios, sino que contemplarán únicamente la humanidad de Cristo, manteniéndose a la espera de la resurrección completa.

En otras palabras… el este papa afirmaba que el cielo llegaría sólo al final de los tiempos, y que hasta entonces están y estaremos todos en camino. Cuando culmine la historia llegará entonces el cielo, resucitará Jesús del Todo, y ascenderá hasta Dios Padre, con María su Madre y todos los salvados. Sólo entonces se podrá hablar en plenitud de ascenso al cielo.

Juan XXII expuso estas opiniones en algunos discursos y sermones que proclamó a finales del año 1331 y comienzos del 1332. De manera previsible, parte de la Curia Papal se opuso y Felipe VI, rey de Francia, nombró una comisión para que investigara el tema. El Papa aceptó el dictamen de la comisión
((imagináos hoy, una comisión para ver si el Papa defiende la buena doctrina, como quieren unos cinco cardenales y muchos obispos…).

Pues bien, Juan XXII aceptó el dictamen de la comisión, opuesto al suyo, y en la misma víspera de su muerte (el 3 del XII de 1334), quizá un poco forzado, extendió una bula donde se retractaba, declarando que “las almas purificadas, separadas de los cuerpos, están en el cielo, en el Reino de los cielos y en el paraíso, con Cristo, en la compañía de los ángeles” (DH 991).

Su sucesores, el papa Benedicto XII, aceptó esa retractación de Juan XXII, pero, no contento con ella, publicó más tarde, el 19 de enero de 1336, una Constitución llamada “Benedictus Deus” en la que propone, en contra del papa anterior, la doctrina que desde entonces se toma como oficial en la Iglesia católica, . En ella se suponen dos cosas:

— que por la muerte las almas se separan de los cuerpos;
— que las almas de los justos (no sus cuerpos) suben al cielo en el mismo momento de la muerta.


2. Los justos ven a Dios tras la muerte. Juan XXII, un papa condenado

La Bula del Papa Benedicto XII define «por autoridad apostólica que han de valer para siempre, las cuatro proposiciones que siguen: Leer más…

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Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación…

Domingo, 17 de mayo de 2015
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En el Día Internacional de lucha contra la Homofobia, esta palabra nos alimenta:

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 Cancioncilla de la tarde de la Ascensión

Regresaré, en la tarde,
con la alegría humilde
de haber andado todas
las aguas que me diste…
Absortas, en la orilla,
como un coro de vírgenes,
las garzas del arbusto
¿te estarán viendo irte?
Entre las nubes rotas
las violetas persisten.
Y el día sella en sangre
la verdad de sus límites.
Arde el ocaso. Arde
todo lo que era triste.
Todo el llanto del mundo
esa estrella redime…

*

Pedro Casaldáliga

***

En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo:

“Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará… A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos.”

Después de hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos se fueron a pregonar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban.

*

Marcos 16,15-20

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***

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Ascensión del Señor. CICLO B. Triunfo y misión

Domingo, 17 de mayo de 2015
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Ecce Homo +Elisabeth Ohlson Wallin+1998Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Subir al cielo como imagen del triunfo (Hechos 1,1-11)

            Jesús subiendo al cielo es una imagen bastante representada por los artistas, y la tenemos incorporada desde niños, además de formar parte de nuestra profesión de fe. Alguno podría imaginar que esta escena se encuentra en los cuatro evangelios. Sin embargo, el único que la cuenta es Lucas, y por dos veces: al final de su evangelio y al comienzo del libro de los Hechos. Pero lo hace con notables diferencias.

En el Evangelio, Jesús bendice antes de subir al cielo (en Hch, no).

En Hechos, una nube oculta a Jesús (en el evangelio no se menciona la nube).

En el evangelio, los discípulos se postran (en Hch se quedan mirando al cielo).

En el evangelio vuelven a Jerusalén; en Hch se les aparecen dos personajes vestidos de blanco.

Si el mismo autor, Lucas, cuenta el mismo hecho de formas tan distintas, significa que no podemos quedarnos en lo externo, en el detalle, sino que debemos buscar el mensaje profundo.

La idea de la ascensión resulta chocante al lector moderno por dos motivos muy distintos: 1) no es un hecho que hayamos visto; 2) se basa en una concepción espacial puramente psicológica (arriba lo bueno, abajo lo malo), que choca con una idea más perfecta de Dios.

Precisamente por esta línea psicológica podemos buscar la explicación. Desde las primeras páginas de la Biblia encontramos la idea de que una persona de vida intachable no muere, es arrebatada al cielo, donde se supone que Dios habita. Así ocurre en el Génesis con el patriarca Henoc, y lo mismo se cuenta más tarde a propósito del profeta Elías, que es arrebatado al cielo en un carro de fuego. Interpretar esto en sentido histórico (como si un platillo volante hubiese recogido al profeta) significa no conocer la capacidad simbólica de los antiguos.

Sin embargo, existe una diferencia radical entre estos relatos del Antiguo Testamento y el de la ascensión de Jesús. Henoc y Elías no mueren. Jesús sí ha muerto. Por eso, no puede equipararse sin más el relato de la ascensión con el del rapto al cielo.

Es preferible buscar la explicación en la línea de la cultura clásica greco-romana. Aquí sí tenemos casos de personajes que son glorificados de forma parecida tras su muerte. Los ejemplos que suelen citarse son los de Hércules, Augusto, Drusila, Claudio, Alejandro Magno y Apolonio de Tiana. Los incluyo al final para los interesados.

Estos ejemplos confirman que el relato tan escueto de Lucas no debemos interpretarlo al pie de la letra, como han hecho tantos pintores, sino como una forma de expresar la glorificación de Jesús.

En mi primer libro, querido Teófilo, escribí de todo lo que Jesús fue haciendo y enseñando hasta el día en que dio instrucciones a los apóstoles, que había escogido, movido por el Espíritu Santo, y ascendió al cielo. Se les presentó después de su pasión, dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo, y, apareciéndoseles durante cuarenta días, les habló del reino de Dios. Una vez que comían juntos, les recomendó:

̶  No os alejéis de Jerusalén; aguardad que se cumpla la promesa de mi Padre, de la que yo os he hablado. Juan bautizó con agua, dentro de pocos días vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo.

Ellos lo rodearon preguntándole:

̶  Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?

Jesús contestó:

̶  No os toca a vosotros conocer los tiempos y las fechas que el Padre ha establecido con su autoridad. Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines del mundo.

Dicho esto, lo vieron levantarse, hasta que una nube se lo quitó de la vista. Mientras miraban fijos al cielo, viéndolo irse, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron:

̶  Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo volverá como le habéis visto marcharse.

Sentarse a la derecha de Dios como imagen del triunfo (Efesios 1,17-23)

La segunda lectura de hoy es muy interesante para interpretar rectamente la fiesta de hoy. No habla de la ascensión de Jesús al cielo, pero se explaya hablando de su triunfo con una imagen distinta: está sentado a la derecha de Dios, por encima todo y de todos.

Hermanos: Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo. Ilumine los ojos de vuestro corazón, para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos, y cuál la extraordinaria grandeza de su poder para nosotros, los que creemos, según la eficacia de su fuerza poderosa, que desplegó en Cristo, resucitándolo de entre los muertos y sentándolo a su derecha en el cielo, por encima de todo principado, potestad, fuerza y dominación, y por encima de todo nombre conocido, no sólo en este mundo, sino en el futuro. Y todo lo puso bajo sus pies, y lo dio a la Iglesia como cabeza, sobre todo. Ella es su cuerpo, plenitud del que lo acaba todo en todos.

Subir y sentarse a la derecha de Dios, pero insistiendo en la misión (Marcos 16,15-20)

El final del evangelio de Marcos une las dos imágenes: «fue llevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios». Una forma muy humana de hablar, pero habitual en la Biblia. Jesús subió triunfalmente al cielo y ahora sigue ocupando la máxima dignidad junto a Dios Padre.

Pero el evangelio concede más importancia aún al tema de la misión de los apóstoles, como se advierte comparándolo con la 1ª lectura.

En Hechos, los discípulos muestran una vez más su preocupación política por la restauración del reino de Israel, y Jesús desvía la atención hacia la próxima venida del Espíritu Santo, que les dará fuerzas para ser sus testigos en todo el mundo.

En Marcos, el tema de la misión se trata en cinco puntos:

1) Orden de ir al mundo entero a proclamar la buena nueva.

2) Esa noticia puede ser aceptada o rechazada, pero con consecuencias muy distintas en cada caso.

3) Se mencionan las señales que acompañarán a los misioneros: expulsión de demonios, don de lenguas, inmunidad ante ataques de serpientes, curaciones. Estas señales recuerdan lo que se cuenta en el libro de los Hechos de los Apóstoles a propósito de Pablo.

4) En Hechos, la reacción de los discípulos es quedarse embobados mirando al cielo. En Marcos, se ponen en marcha de inmediato a pregonar el evangelio por todas partes.

5) En Hechos se habla de la fuerza del Espíritu Santo que acompañará a los apóstoles. En Marcos, «el Señor cooperaba y confirmaba el mensaje con las señales que lo acompañaban».

En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos.» Después de hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos se fueron a pregonar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban.

            Por eso, la Ascensión o triunfo de Jesús no es motivo para quedarse mirando al cielo. Hay que mirar a la tierra, al mundo entero, en el que los discípulos de Jesús debemos continuar su misma obra, contando con la fuerza del Espíritu y la compañía continua del Señor.

Los cuarenta días

            El evangelio no dice nada de este período de 40 días entre la resurrección y la ascensión. ¿Qué significa, y por qué lo introduce Lucas? El número 40 se usa en la Biblia para indicar plenitud, sobre todo cuando se refiere a un período de tiempo. El diluvio dura 40 días y 40 noches; la marcha de los israelitas por el desierto, 40 años; el ayuno de Jesús, 40 días… Se podrían citar otros muchos ejemplos. En este caso, lo que pretende decir Lucas es que los discípulos necesitaron más de un día para convencerse de la resurrección de Jesús, y que Jesús se les hizo especialmente presente durante el tiempo que consideró necesario.

Textos clásicos sobre la subida al cielo de un gran personaje

A propósito de Hércules escribe Apolodoro en su Biblioteca Mitológica: “Hércules… se fue al monte Eta, que pertenece a los traquinios, y allí, luego de hacer una pira, subió y ordenó que la encendiesen (…) Mientras se consumía la pira cuenta que una nube se puso debajo, y tronando lo llevó al cielo. Desde entonces alcanzó la inmortalidad…” (II, 159-160).

Suetonio cuenta sobre Augusto: “No faltó tampoco en esta ocasión un antiguo pretor que declaró bajo juramento que había visto que la sombra de Augusto, después de la incineración, subía a los cielos” (Vida de los Doce Césares, Augusto, 100).

Drusila, hermana de Calígula, pero tomada por éste como esposa, murió hacia el año 40. Entonces Calígula consagró a su memoria una estatua de oro en el Foro; mandó que la adorasen con el nombre de Pantea y le tributasen los mismos honores que a Venus. El senador Livio Geminio, que afirmó haber presenciado la subida de Drusila al cielo, recibió en premio un millón de sestercios.

De Alejandro Magno escribe el Pseudo Calístenes: “Mientras decía estas y otras muchas cosas Alejandro, se extendió por el aire la tiniebla y apareció una gran estrella descendente del cielo hasta el mar acompañada por un águila, y la estatua de Babilonia, que llaman de Zeus, se movió. La estrella ascendió de nuevo al cielo y la acompañó el águila. Y al ocultarse la estrella en el cielo, en ese momento se durmió Alejandro en un sueño eterno” (Libro III, 33).

Con respecto a Apolonio de Tiana, cuenta Filóstrato que, según una tradición, fue encadenado en un templo por los guardianes. “Pero él, a medianoche se desató y, tras llamar a quienes lo habían atado, para que no quedara sin testigos su acción, echó a correr hacia las puertas del templo y éstas se abrieron y, al entrar él, las puertas volvieron a su sitio, como si las hubiesen cerrado, y que se oyó un griterío de muchachas que cantaban, y su canto era: Marcha de la tierra, marcha al cielo, marcha” (Vida de Apolonio de Tiana VIII, 30).

Sobre la nube véase también Dionisio de Halicarnaso, Historia antigua de Roma I,77,2: “Y después de decirle esto, [el dios] se envolvió en una nube y, elevándose de la tierra, fue transportado hacia arriba por el aire”.

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Perdón, resurrección y misión. Domingo 3º de Pascua. Ciclo B

Domingo, 19 de abril de 2015
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20._jesus_appears_at_emmaus-lowresDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

El perdón

            Las tres lecturas de hoy coinciden en el tema del perdón de los pecados a todo el mundo gracias a la muerte de Jesús. La primera termina: “Por tanto, arrepentíos y convertíos, para que se borren vuestros pecados.” La segunda comienza: “Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Pero, si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el justo.” En el evangelio, Jesús afirma que “en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos”.

Gente con muy poco conocimiento de la cultura antigua suele decir que la conciencia del pecado es fruto de la mentalidad judeo-cristiana para amargarle la vida a la gente. Pero la angustia por el pecado se encuentra documentada milenios antes, en Babilonia y Egipto. Lo típico del NT es anunciar el perdón de los pecados gracias a la muerte de Jesús.

La resurrección y sus pruebas

            El evangelio de este domingo concede especial importancia al tema de la resurrección. Imaginemos la situación de los primeros misioneros cristianos. ¿Cómo convencer a la gente para que crea en una persona condenada a la muerte más vergonzosa por las autoridades, religiosas, intelectuales y políticas? Necesitaban estar muy convencidos de que su muerte no había sido un fracaso, de que Jesús seguía realmente vivo. Y la certeza de su resurrección la expresaban con los relatos de las apariciones. En ellas se advierte una evolución muy interesante:

  1. En el relato más antiguo, el de Marcos, Jesús no se aparece; es un ángel quien comunica a las mujeres que ha resucitado, y éstas huyen asustadas sin decir nada a nadie (Mc 16,1-8).
  1. En el relato posterior de Mateo, a la aparición del ángel sigue la del mismo Jesús; su resurrección es tan clara que las mujeres pueden abrazarle los pies (Mt 28,9-10).
  2. Lucas parece moverse entre cristianos que tienen muchas dudas a propósito de la resurrección (recuérdese que en Corinto había cristianos que la negaban), y proyecta esa situación en los apóstoles: ellos son los primeros en dudar y negarse a creer, pero Jesús les ofrece pruebas físicas irrefutables: camina con los dos de Emaús, se sienta con ellos a la mesa, bendice y parte el pan. Pero sobre todo el episodio siguiente, el que leemos este domingo, insiste en las pruebas físicas: Jesús les muestra las manos y los pies, les ofrece la posibilidad de tocarlos, y llega a comer un trozo de pescado ante ellos.

En aquel tiempo, contaban los discípulos lo que les había pasado por el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan. Estaban hablando de estas cosas, cuando se presenta Jesús en medio de ellos y les dice:

̶  Paz a vosotros.

Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma. Él les dijo:

̶  ¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo.

Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo:

̶  ¿Tenéis ahí algo que comer?

Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos.

  1. Juan parece matizar el enfoque de Lucas: Jesús ofrece a Tomás la posibilidad de meter el dedo en sus manos y en el costado. Pero ese tipo de prueba física no es el ideal. Lo ideal es “creer sin haber visto”, como el discípulo predilecto cuando acude con Pedro al sepulcro. En esta misma línea se mueve la aparición final junto al lago: cuando llegan a la orilla y encuentran ven las brasas preparadas y el pescado (Jesús no come) “ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, pues sabían que era el Señor”. Juan ha expresado de forma magistral la unión de incertidumbre y certeza. No hay pruebas de que sea Jesús, pero no les cabe duda de que lo es.
  1. La sección final del evangelio de Marcos, que se añadió más tarde, inspirándose en relatos conocidos, ofrece un punto de vista muy curioso. Las personas que hablan de la resurrección de Jesús no parecen las más dignas de crédito: de María Magdalena había expulsado siete demonios; los dos que dialogan con él por el camino dicen que se les apareció «con otro aspecto». Parece lógico que no les crean. Sin embargo, Jesús les reprocha su incredulidad.

He querido alargarme en estas diferencias entre los evangelistas porque a menudo se utilizan los relatos de las apariciones como armas arrojadizas contra los que tienen dudas. Dudas tuvieron todos y, de acuerdo con los distintos ambientes, se contó de manera distinta esa certeza de que Jesús había resucitado y de que se podía creer en él como el Salvador al que merecía la pena entregarle toda la vida.

La sección final de Lucas

            El hecho de que Jesús comiese un trozo de pescado podría ser una prueba contundente para los discípulos, pero no para los lectores del evangelio, que debían hacer un nuevo acto de fe: creer lo que cuenta Lucas.

            Por eso, Lucas añade un breve discurso de Jesús que está dirigido a todos nosotros: en él no pretende probar nada, sino explicar el sentido de su pasión, muerte y resurrección. Y el único camino es abrirnos el entendimiento para comprender las Escrituras. A través de ella, de los anunciado por Moisés, los profetas y los salmos, se ilumina el misterio de su muerte, que es para nosotros causa de perdón y salvación.

Y les dijo:

̶  Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse.

Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y añadió:

̶  Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día, y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto.

La mejor prueba de la resurrección de Jesús

Las últimas palabras de Jesús anuncian el futuro: “En su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto.” La frase final: “vosotros sois testigos de esto” parece dirigida a nosotros, después de veinte siglos. Somos testigos de la expansión del evangelio entre personas que, como dice la primera carta de Pedro, “lo amáis sin haberlo visto”. Esta es la mejor prueba de la resurrección de Jesús.

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