Miseria
Del blog Nova Bella:
Misery is the river of the world. (*)
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(*) La miseria es el río del mundo.
Del blog Nova Bella:
Misery is the river of the world. (*)
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(*) La miseria es el río del mundo.
La palabra generosidad proviene de genus, el linaje, siendo generosus, lo linajudo, la adquisición de nobleza, decantada por el buen hacer de alguien, que da ejemplo y sienta cátedra de un modelo a seguir. La semántica, la significación de las palabras, es una vía de acceso a la semiótica, uno de los campos de la interacción simbólica.
Spinoza entendía la generosidad como el deseo de ayudar a los demás y unirse a ellos por amistad. Es una actitud desinteresada, que no espera otro retorno que la amistad. Quien es generoso no viene a cobrar después, ni sus actos son una inversión para recolectar beneficios materiales en el futuro.
Todos los días, casi todos los padres que dan la vida, son ejemplo de generosidad. Por regla general, ellas, las madres, son mucho más generosas que ellos, porque los comportamientos que facilitan sus estrógenos, no los permiten los andrógenos. La integración deja un saldo linajudo, de generosos.
Hace poco ha habido dos episodios, ambos sublimes, uno épico que se realizó blandiendo un monopatín, y otro didáctico, que enseña que la elegancia de compartir va más allá de los impuestos. Ninguno de los dos protagonistas ha pretendido epatar a nadie; pero ambos han provocado reacciones dispares.
Ignacio Echeverría dio su vida, lo mejor que tenía, para salvar la de otra persona, un ser anónimo para él, que sufría y estaba en riesgo de morir. Es un acto de generosidad espontánea, intrépida y absoluta de alguien que no duda en auxiliar a un semejante que lo está necesitando y acude solícito, sin reparar en sus propios riesgos. Su acción sólo es compatible con arrojo, valentía y una inmensa capacidad de amar inespecífica. Son valores de carácter, del ethos, de donde brota el coraje necesario para enfrentarse a semejante tesitura.
Hoy por hoy, la acción de Ignacio no es usual. Estamos en las antípodas, presos entre barrotes de narcisismo, de molicie lánguida del individualismo e indiferencia por los demás, propia de don Tancredo. Esta cárcel es transversal…Por eso, no todos han estado dispuestos a rendirle homenaje.
Otro hombre, uno que se hizo a sí mismo, comenzó a trabajar de niño como repartidor de un supermercado de La Coruña y hoy tiene una de las primeras fortunas del mundo, ha dado una gran lección de bonhomía y generosidad haciendo entrega de 320 millones de euros, para modernizar los servicios públicos de diagnóstico del cáncer. Sin duda, es una lección magistral, universal, urbi et orbe, que empequeñece aún más la miseria de quienes se acogieron a la amnistía fiscal decretada por Montoro, fueran del PP, del clan Pujol, del Instituto Noos, o de la UGT. Del rey abajo, ninguno.
Las reacciones congruentes ante la lección de don Amancio Ortega son dos simultáneas: en primer lugar, integrar el aprendizaje; ya que, en proporción, cada uno podemos hacer donación de algún excedente, por modesto que sea. Y superpuesta, la gratitud hacia alguien que comparte sus bienes con largueza.
Sin embargo, la miseria rezuma por donde puede. Hay personas que no sólo no integran aprendizaje, tampoco se muestran agradecidas e incluso han rechazado el gesto, la gesta más bien. Tal reacción, aparentemente insólita, no es debida a que sean mal nacidos, no; sus padres, posiblemente, les enseñaran a ser generosos. Es su mente “cuantofrénica” la que les impide catalogar las gestas y experimentar sentimientos acordes con las mismas.
Con el neologismo, me refiero al carácter pretenciosamente objetivo de algunas mentes, condicionadas por el materialismo, dialéctico, o absoluto, que sólo están dispuestas a medir y pesar objetos materiales; se fijan en aquello que puede preverse en un protocolo; sopesan los hechos por sus consecuencias objetivas, gastos que acarrean, costes y recursos que demandan.
El espíritu subjetivo, que late detrás de cada acción humana, no entra en el paradigma materialista; y mucho menos la espiritualidad del altruismo, la filantropía o la caridad. A ésta última sólo la entienden como diaconía, nunca como expresión amorosa; por eso, la atacan, por si la diaconía fuera a competir con el providencialismo estatal.
En el espectro materialista tampoco encaja el espíritu objetivo y los valores de civilización que entraña, como la compasión y la solidaridad. Quizá sea por el carácter hegeliano del espíritu objetivo. Hegel ya resulta un antecesor de Marx.
El cuantofrénico ni siquiera concibe qué pueda ser eso de las sinergias en un sistema estocástico como la sociedad. Piensa linealmente y atendiendo a la lógica de la materia, siguiendo el protocolo metodológico de su ideología, nunca exenta de paranoia, por cierto. Todo eso le impide ser agradecido y aun comprender las gestas, sea épica, sea magistral.
Tales personas son miserables por limitación psíquica y, por tanto, acreedores a conmiseración. La miseria es siempre una desventura. La material puede paliarse con gestas como las de Ignacio y Amancio; pero la espiritual sólo puede enjugarse con la comprensión empática y la piedad de los demás, que han de ser generosos con los miserables. Paradojas del vivir juntos.
Francisco Massó
El Imparcial
No sabía que la ONU, hace cinco años, hubiese instaurado el 20 de marzo como “día internacional de la felicidad”. Un día más dedicado a lo que nos falta, como todos los “días de” algo. El día de la felicidad de la que carecemos y que todos buscamos como el bien más preciado y sin precio. ¿De qué nos sirve tenerlo todo si no somos felices? ¿Y quién no daría gustosamente todo lo que tiene a cambio de serlo?
Claro que la felicidad plena no existe, si bien a veces se encuentran personas que se dicen plenamente felices (¡dichosas ellas!). Quien pretenda ser plenamente feliz se vuelve infeliz y hace infelices a los demás. Pero todos querríamos –y podríamos– ser más felices. Cómo ser suficientemente felices o serlo un poco más: he ahí la cuestión.
Algo puede enseñarnos al respecto el Informe Mundial de Felicidad 2017 que la ONU acaba de publicar, como lo viene haciendo desde 2012, con ocasión del día de la felicidad.
Noruega es el país más feliz, seguido de Dinamarca, Islandia, Suiza y Finlandia; luego vienen Holanda, Canadá, Nueva Zelanda, Australia y Suecia. Junto a ellos, tan cerca y tan lejos, están los países más infelices, por orden descendente, me entristece nombrarlos: Ruanda, Siria, Tanzania, Burundi y República Centroafricana, la más infeliz. España se encuentra en el puesto 34; Francia, en el 31.
No es difícil adivinar los indicadores tenidos en cuenta por la ONU para medir la felicidad: ingreso per cápita, salud, expectativa de vida, libertad y libertades, generosidad, apoyo social, y ausencia de corrupción en las instituciones privadas y públicas. Son cosas bien importantes, y todos los países debieran aspirar y acceder a ellas. Pero no nos revelan el último secreto de la felicidad. Esos factores no son suficientes para que un país o una persona sean felices, y me atrevería a decir que no son esos los elementos más decisivos para serlo de verdad.
De hecho, es muy distinto el último ranking de felicidad elaborado por la Consultora Win/Gallup International Association en 2106, basándose en las respuestas de la gente a una pregunta: “En general, ¿se siente personalmente muy feliz, feliz, ni feliz ni infeliz, infeliz o muy infeliz?”. El país más feliz resultó ser Colombia. Y en el informe elaborado por el Instituto DYM a finales del 2015, el continente más feliz resulta ser ¡África! Y el más infeliz… Europa, sí, Europa con sus países nórdicos y su PIB y su Mediterráneo.
Estos resultados no son más contradictorios que el propio sentimiento de felicidad, tan difícil de precisar y medir. La felicidad es más que la mera euforia vital que pudiéramos sentir inyectándonos serotonina o dopamina. Depende mucho más de las expectativas que de la situación objetiva. Por supuesto, nadie debiera tener que vivir con un euro al día, pero lo cierto es que muchos logran ser felices con eso, y más cierto aun que muchos son más infelices cuanto más poseen. Deberíamos medir el progreso por la Felicidad Nacional Bruta más que por el PIB, como hace Bután, el único país.
Pero me temo que los rankings dificultan más que ayudan la felicidad. Hacen que el de arriba sufra porque puede bajar, y que el de abajo sufra porque no puede subir. No es más feliz quien tiene más, sino quien necesita menos o se conforma con lo que tiene.
Oigo cada día a nuestros gobernantes que debemos ser más competitivos. Es cierto que no podremos crecer y triunfar sin ser competitivos, pero más cierto aun que no podremos ser felices ni hacer una sociedad más feliz mientras sigamos empeñados en competir, crecer y triunfar, siempre a costa de otros, siempre creando rankings de riqueza y de pobreza. ¿Puede alguien ser feliz en Noruega o en España mirando de frente la miseria de África, o esquivando la mirada? No sería una felicidad indecente y cruel. No sería verdadera felicidad, sino violencia o engaño.
Solo la persona que abandona todo anhelo y obra sin intereses, libre del sentido del ‘yo’ y de ‘lo mío’, alcanza la paz, como enseñó el Bhagavad Gîta hindú hace 2300 años. Jesús de Nazaret lo dijo a su manera: “Bienaventurados los humildes, los mansos, los misericordiosos, los artesanos de paz. Bienaventurados los pobres solidarios de los pobres”. Él soñó y creyó en un mundo sin competitividad, y lo llamó “Reino de Dios”: un mundo justo, fraterno y feliz, un mundo sin rankings. ¿Lo soñamos todavía?
“Me recibís en comunión y luego me vomitáis con vuestras injusticias contra los más pobres”
“Vuestras fiestas, misas y solemnidades, no son mis misas, ni mis fiestas, ni mis solemnidades”
“Detesto vuestras misas, vuestras custodias, vuestros ropajes, vuestras procesiones, vuestras calles cubiertas de flores, vuestras músicas”
Vivir de la caridad y los contenedores no es vivir con dignidad
(Faustino Vilabrille).- Hace años el hambre era una fatalidad porque no había alimentos suficientes. Hoy es una injusticia, porque sobran muchos alimentos. Paliar el hambre con el asistencialismo es prolongar la injusticia, aunque haya que hacerlo hasta que acabemos con la injusticia y los injustos que la causan.
Ya sé que para vosotros soy un desgraciado, un miserable, y os doy asco, pero soy un ser humano.
La celebración de la Fiesta de Corpus, nos da para hacer múltiples reflexiones:
Jesús, con Isaías (ver 1,10-18), nos dice hoy:
Detesto vuestras misas, vuestras custodias, vuestros ropajes, vuestras procesiones, vuestras calles cubiertas de flores, vuestras músicas,
porque:
-me tenéis muriendo de hambre en Africa, América o la India.
-me obligáis a emigrar de mi tierra.
-no me acogéis y me rechazáis en los inmigrantes que llegan a vosotros, ni os importa verme escarbando en los contenedores de vuestra calles, ni verme cerrado en una cárcel aunque sea por robar para comer. Para enriqueceros sois capaces de explotarme atiborrándome de droga y luego meterme en una celda de aislamiento como si fuera una fiera.Ya sé que para vosotros soy un desgraciado, un miserable, y os doy asco, pero soy un ser humano.
porque:
-me robáis mis minerales en el Níger para vuestras centrales nucleares, mi coltán en el Congo para nuestros móviles y ordenadores: me pagáis por un kilo 2 € y después vosotros los vendéis a 400, mientras yo aquí me muero de hambre.
-vuestras Multinacionales, vuestros bancos y sus dueños son cada vez mas ricos, y empobrecen cada vez más al resto de mis hermanos.
-compráis mi tierra a los gobiernos corruptos de mi país en Angola, Kenia, Zambia, Liberia, Senegal, Malí, Benín y otros muchos países de Africa, y a mi no me queda ni para cultivar un poco maíz para alimentar a mi familia, y el dinero de la venta va parar a vuestros paraísos fiscales.
porque:
-me explotáis con mano de obra de miseria, incluso en los niños, en Bangladesh, norte de Africa o las maquilas de América, para lucir vuestros trajes y modelitos, incluso en esto que llamáis fiesta del corpus.
porque:
-llenáis mis costas de basura radiactiva en Somalia y por eso me estoy muriendo de cáncer en el 40 % de sus habitantes.
porque:
-con las armas que vosotros fabricáis, me matáis en Siria, Afganistán, Sudán, Irak…,destruyendo mi casa, mi escuela, mi hospital.
“Por eso me tapo los ojos para no veros, detesto vuestros solemnidades, aunque elevéis las manos y menudeéis la plegaria yo no oigo, porque vuestras manos están de sangre llenas”. Me recibís en vuestra comunión y luego me vomitáis con vuestras injusticias contra los más pobres de la tierra.
porque:
-me da asco la corrupción de vuestros políticos y empresarios, de vuestros corruptos y corruptores, porque “comen a mi pueblo como se come el pan…, y tienen en sus manos la infamia, y su diestra repleta de soborno” (Salmo 14 y 26).
–no puedo ver vuestras pompas, báculos, ropas, mitras y solemnidades; vuestros órganos, altares, sagrarios e iglesias lujosas, porque me tenéis abandonado y lleno de miseria en los basureros de las ciudades del Tercer Mundo: ¿no veis que es ahí donde yo necesito realmente de vuestra justicia?
porque:
-tiráis millones de toneladas de comida y ropa a la basura, mientras millones de hermanas y hermanos míos se mueren de hambre y frío. No necesito de vuestras caridades, sino vuestra justicia.
-cada día maltratáis cada vez más a la Madre Tierra: la contamináis, la deforestáis, la alteráis genéticamente, matáis su vida, no os consideráis sus hijos ni la cuidáis como Buena Madre. Cuando gastáis más de lo necesario estáis siendo injustos conmigo y con ella.
Por todo eso, vuestras fiestas, misas y solemnidades, no son mis misas, ni mis fiestas, ni mis solemnidades. Con ellas fomentáis adoración y devoción, pero no transformáis mi iglesia, ni hacéis una sociedad humana, ni un mundo más igual, justo y fraterno: vivís en un sistema económico que hace cada vez más ricos a unos pocos y más pobres a todos los demás, que lejos de promover la igualdad aumenta la desigualdad, la injusticia y la violencia.
porque:
-rendís culto al dinero y le adoráis como a un dios: a ese dios ante el que se inclina el sistema económico al que servís y que es totalmente incompatible con el Reino que yo os mostré y del que decís ser discípulos…
-con caridades asistenciales queréis lavar vuestra cara, pero por dentro estáis corrompidos por el dinero, el poder y la avaricia. Ni vosotros queréis ser discípulos míos y a los que quieren serlo se lo impedís, porque vuestro sistema capitalista es el mayor enemigo de mi mensaje de vida y salvación.
Convertíos: “Lavaos, limpiaos, quitad vuestras fechorías de delante de mi vista, desistid de hacer el mal, aprended a hacer el bien, buscad lo justo, defended el derecho del pobre, haced justicia al abandonado”, devolvedle lo que le habéis robado, compartid vuestros bienes. Construid una sociedad nueva inundada de justicia, de amor, de igualdad, de fraternidad: eso es lo que yo os he enseñado. Entonces vuestra luz brillará como el sol del mediodía, seréis hijos de mi Padre, y así nadie vivirá indignamente de vuestras caridades, ni de lo que tiráis como basura en los contenedores de vuestras calles.
Jesús el libertador:
“El hará justicia a los humildes del pueblo, salvará a los
hijos de los pobres, y aplastará al opresor… En sus días
florecerá la justicia y la paz…, porque el librará al pobre
suplicante, al desdichado y al que nadie ampara, se
apiadará del débil y del pobre… De la opresión, de la
violencia rescatará su vida, su sangre será preciosa
ante sus ojos”
(Salmo 72)
Yo, vuestro hermano, Jesús de Nazaret, os quiero
a todos viviendo dignamente como hermanos.
Un abrazo muy cordial a tod@s.-Faustino
Fuente Religión Digital
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