Vigilantes (custodes/custodios) de la Tradición. Un documento menos afortunado
“Vayan a la calle y celebren la eucaristía en libertad creadora, en comunión con todo, en libertad”
Digo “menos afortunado”, pues (a mi juicio no responde a la problemática actual del evangelio (de la eucaristía). Dice cosas importantes, desde la perspectiva de un tipo de unidad litúrgica, pero me parecen “fuera de lugar”, hay otros temas más urgentes y evangélicos en la Iglesia.
Responde a los mal llamados “tridentinos” (Trento fue en su tiempo otra cosa). Parece que quiere “vigilar” (atar en corto) a un tipo de tradicionalistas “lefebvrianos” (de Mons. Lefebvre), partidarios de una “misa” de tradición… Y responde “mal”, pues la verdadera respuesta debería ser una “superación de nivel”: Los grandes problemas se resuelven “por ascenso”, volviendo al evangelio, como quiere (y está diciendo) Francisco en otros lugares y documentos.
No sé si Francisco se ha dejado llevar, si le han “metido un gol”… Pero creo que éste no es su estilo. No se trataba de ajustar pequeños detalles jurídicos para que los “tridentinos” puedan seguir diciendo su misa, con todas las garantías jurídicas, atándoles en corto (bajo los buenos obispos).
Se trata de abrir la eucaristía al cielo azul de la vida de Jesús, a la “carne” y “sangre” de los hombres, como quiere el Documento eucarístico fundamental de la iglesia, que es Jn 6, bien leído, bien actualizado, un texto que habla de la carne y sangre de la vida, carne y sangre que es en Cristo presencia, revelación y tarea, gozosa, Fiesta del pan, fiesta del vino, celebración de humanidad.
Introducción. Nueve anotaciones
El Papa Francisco acaba de publicar un Motu Proprio (documento escrito por su propia voluntad) sobre la celebración de la eucaristía, titulado Traditionis Custodes (vigilantes o custodios de la tradición): Carta del santo padre Francisco a los obispos de todo el mundo para presentar el motu proprio «Traditionis custodes» sobre el uso de la liturgia romana anterior a la reforma de 1970, 16.07.2O21:
Es un documento impecable, en el buen estilo romano. Pero, a mi juicio, su publicación resulta quizá innecesaria. El tema de la Eucaristía es mucho más importante que lo que puede dar a entender ese documento.
1.Con ese documento no se actualiza el tema de fondo de la celebración y el compromiso de la eucaristía que, según dice Pablo en Gal 2, es la “verdad del evangelio”, que consiste en “comer juntos” (synesthien) compartir, la vida y misión de Cristo, expresan la presencia de Dios (la buena nueva de su vida), crear comunión de vida entre todos los creyentes y los hombres.
2.Muchos han podido pensar que este documento es una “revancha” del Papa ante aquellos que le critican y atacan. Los tridentinos van por ahí diciendo “nosotros somos la tradición”; el Papa les responde que el custodio o guardián de la tradición es él, la Iglesia Vaticano. Estoy seguro de que Francisco no actúa por revancha, pero en este momento de su pontificado no me parecía apropiado poder dar esa impresión.
3.A mi entender, éste es un documento escrito por unas Congregaciones romanas que en vez de ser animadoras de evangelio, desde el fondo de la misma vida de Jesús (de la carne y sangre de las comunidades), aparecen y actúan como “vigilantes” (custodes, como dice el documento). Pienso que no se trata de “vigilar”, sino de animar, de impulsar, de volver al principio de don y compromiso de la Eucaristía, en esto tiempos de inmenso cambio. La tradición se “demuestra” (se guarda) cambiando, como la vida.
4.Mas que “guardianes” de la tradición, un tipo de “tridentinos” me parecen “sepultureros de la tradición”, pues conservarla inmutable, en un determinado momento, me parece enterrarla. Pienso que es bueno que ellos existan, que tengan sus “misas”, su música, su incienso… como testimonio, pero sin querer imponerse a nadie, si presentarse como los únicos, desde la “humildad” del Cristo servidor.
5.El Papa (la iglesia romana) no es “guardiana” (custodes…) de la tradición, en lucha con los tridentinos, sino “testigo” de una tradición abierta, creadora, donde hay tridentinos, pero otros muchos modos y formas de eucaristía, unas más oficiales, otras menos… No se trata pues de guardar como en un banco (lo que se guarda en el banco cerrado se pudre, dice Jesús hablando del orín y la polilla). Sólo lo vivo, lo abierto, se mantiene.
6.Otros temas hay muchísimo más importantes: El primero falta de ministros eucarísticos y de celebraciones por un tipo de “legislación” obsoleta, que no deriva del evangelio. Hay miles y millones de comunidades sin eucaristía… por la “ley” del celibato, por la exclusión de la mujer, por el tipo de celebración jurídica actual… Ése es el tema: “recrear” la eucaristía. En ese contexto, este documento parece anacrónico e innecesario.
7.Personalmente no estoy nada a favor del mantenimiento “oficial” de las misas “tridentinas”… pero tampoco de su condena. Digo “oficial”: Que las haya, donde hay gente que las quieren, que las celebren con hondura, con piedad, con arte… Incluso iré alguna vez a participar en ellas. Han tenido y tienen un valor (siempre que no quieran ser la únicas misas…, ni condenar a otras). Muchos dicen que no son más que un anacronismo. Son además muy, muy minoritarias: Dejen que están ahí… Pero de anacronismos también se “pervive”. Hay gente para todo. Dejen que tengan sus misas, pidan sólo que sean misas “respetuosas” con otras tradiciones. Que los tridentinos no se crean los únicos…
8.Yo dejaría que las cosas se vayan resolviendo por sí mismas. Que los “tridentinos” a los que alude este documento tengan su música de antaño, sus colores, sus inciensos, su campañillas… y su miedo, su inmenso miedo a la libertad, al amor desbordante de Dios, a la multiplicidad, a la liturgia de la vida, de hombres y mujeres, en la calle…
9.Me gustaría, finalmente, que los hombres vaticanos que hacen estos documentos (los de la Congregación del Culto Divino, los de Congregación de la Fe…) vayan a la calle y celebren la eucaristía en libertad creadora, en comunión con todo, en libertad… Que el Papa Francisco, como animador de la comunión y libertad cristiana, no baje a la arena de estas discusiones.
Fiesta del pan, fiesta del vino. Compartir la carne, compartir la sangre de la vida.
El ser humano ha sido concebido y ha nacido para agradecer y celebrar la vida, en comunión de pan, en comunión de vida, en comunión con todos los hermanos, los hombres y mujeres de la tierra, en unión con Cristo, que Cuerpo Universal, que es Carne que se entrega, regala, comparte, que es Sangre de humanidad, como ha puesto de relieve Jn 6 en su Documento de Cafarnaúm, el primer manifiesto eucarístico de la Iglesia.
Ese Documento de Cafarnaúm fue un “texto triste”, porque muchos se fueron… no porque Jesús les echara o les prohibiera ciertas ceremonias, sino porque no querían compartir la carne y la sangre de la vida. Pueden cambiar muchas cosas en esta “fiesta humana de Dios” que es la Carne y Sangre de Jesús, de todos los hombres, pero tienen que mantenerse las comidas concretas la fiesta de un Dios que se revela en el camino de justicia y alegría, fraternidad y esperanza, que los cristianos, herederos de la historia israelita, descubren y celebran en sus “comuniones de vida”, que Juan de la Cruz definió como cena que recrea (=libera) y enamora.
La eucaristía es júbilo divino y comida humana, es adoración del Dios de la vida, es compromiso de comunicación concreta, de “carne”, de “sangre”, es justicia, solidaridad y ternura de Dios. No es sólo alegría de los hombres y mujeres que dan gracias a Dios bendiciendo los dones gozosos de la tierra; es gozo de Dios que se alegra de sus hijos y hermanos, los humanos, porque acogen la vida y responden jubilosos.
La eucaristía es fiesta de comunión, alegría desbordada que se encarna en el pan y el vino (cuerpo y sangre, palabra y comida) que comparten en Jesús, el Cristo; ella es amor, experiencia de trabajo creador, pan y vino compartidos, noviazgo nunca viejo de cuerpo regalado y sangre renovada, jubileo de Dios.
Así ha querido indicarlo en varios textos, en diversos momentos, arraigando el pan y vino de la fiesta cristiana sobre el suelo de las celebraciones jubilares de la vida. Hay sin duda jubileos distintos y famosos, romerías que llevan a los grandes santuarios hindúes o budistas, judíos, musulmanes o cristianos (Benarés y Lhasa, Jerusalén y la Meca, Roma y Compostela); años sabáticos, tierras santas y tiempos sagrados, que se repiten cíclicamente, marcando divisiones antiguas o nuevas del tiempo y espacio.
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