“ ¡Ver los cementerios como un lugar de vida! Es en la Eucaristía donde estamos más en comunión con nuestros difuntos. Sin embargo, los cementerios son una proclamación magnífica de la esperanza en la resurrección de la carne, bien más allá del postulado simple y arbitrario de una cierta supervivencia del alma. Allí están aquellos a los que los primeros cristianos llamaban ” los durmientes “. Y es a sus hermanos vivos para Dios, por quien los cristianos van a visitar el cementerio. Si se va a la tumba del Cristo, aunque esté vacía, precisamente es porque allí se produjo la resurrección de Cristo, la prenda de nuestra propia resurrección. Mantengamos nuestras tumbas pero no cultivemos la flor del tormento, de la culpabilización. Tenemos algo mejor que hacer: reguemos la flor de la Fe, entonces hagamos de nuestros cementerios bellos jardines de esperanza! “
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Père Pierre Trevet
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¡La Eucaristía! Es el regalo más bello que puede ofrecerse a los que “se fueron”. La Salvación ya ha sido dada de una vez para siempre por la muerte y la resurrección de Cristo, pero la actualización de la misa va a abrir el corazón del difunto y a alumbrarlo con una luz nueva. Si está en el “Purgatorio“, la misa es potencia de liberación. Si ya está en el Cielo, podrá utilizar este don con una “inteligencia” celeste para los de la tierra que lo necesitan más. Comprendamos que es también un regalo para los vivientes porque purificar y lavar nuestra historia pasada aporta bendición en el presente y en el futuro.
Comentarios desactivados en ¿Por qué tantas misas?: “La misa se nos volvió ‘gracia barata'”
Del blog de Jairo Alberto mxy De Dios se habla caminando:
Fresco sobre la Eucaristía en la Iglesia Antigua
Una reflexión sobre la cantidad de celebraciones eucarísticas en nuestras parroquias
Hay un fenómeno muy común, ya normalizado, hecho costumbre, y es la cantidad de celebraciones eucarísticas en nuestras parroquias; estoy en Antioquia, Colombia, y cada uno de mis lectores podrá verificar si sucede también en su comunidad cristiana.
No hay muchas misas, la misa es una sola, es la vida entregada de Cristo, su amor hasta el extremo, su triunfo sobre el mal; esta misa sucede desde que el mundo es mundo y sucederá siempre y en todo lugar
Ahora, cuando las celebraciones se multiplican sin escrúpulo y no parece que haya reparo si un presbítero celebra en serie, las estadísticas dicen que las iglesias se están vaciando y buena parte de las bancas se quedan sin ocupar: mientras más disminuyen los fieles más eucaristías se celebran.
Los estipendios se volvieron la principal entrada, la misa resultó “la gallina de los huevos de oro” para costear la Iglesia…se financia la Iglesia pero se la mata al mismo tiempo, la vida comunitaria se extingue y van quedando sólo individuos piadosos
Hay un fenómeno muy común, ya normalizado, hecho costumbre, y es la cantidad de celebraciones eucarísticas en nuestras parroquias; estoy en Antioquia, Colombia, y cada uno de mis lectores podrá verificar si sucede también en su comunidad cristiana, en su diócesis, en su país. Mi intención es el discernimiento eclesial y cuidar el tesoro de la Iglesia, la Eucaristía. La sabiduría popular, cuando ve que algo se reparte a diestra y siniestra y se entrega sin medida, empieza a desconfiar de lo que recibe y dice: “de esto tan bueno no dan tanto”; y después, al ofrecer algo precioso y de mucho valor, se asegura que el don sea bien recibido y explica: “poquito porque es bendito”.
La única misa de Cristo
No hay muchas misas, la misa es una sola, es la vida entregada de Cristo, su amor hasta el extremo, su triunfo sobre el mal; esta misa sucede desde que el mundo es mundo y sucederá siempre y en todo lugar; esta misa es nuestra vida, somos el cuerpo de Cristo, sus miembros, unidos a él amamos, entregamos nuestra carne y derramamos nuestra sangre. Celebrar la misa de Cristo, con el pan, el vino y la caridad, es dar gracias, es entrar en ese misterio de donación de sí, es hacerlo tangible y nutrirnos de él. Hay pues una única misa y tenemos la alegría de celebrarla cada vez que nos encontramos, para escuchar la palabra, para compartir la comida, para amarnos.
Celebrar la misa de Cristo, la de nosotros en él, es una gracia inmensa, sin precio, y aquí se aplica lo de la sabiduría popular: si es bueno, lo cuidamos; si es bendito, hay que saberlo dispensar. El Evangelio en el mismo sentido nos advierte que no podemos tirar las perlas al chiquero y las comunidades de los primeros siglos cristianos hablaban de la disciplina del arcano, esto es de la intimidad y pudor necesarios para los misterios, especialmente para la Eucaristía.
La cantidad de celebraciones
Vamos pues al grano. Se han multiplicado las celebraciones y la misa se nos volvió “gracia barata”. En una sola parroquia, en días de feria, donde hay sólo dos o tres presbíteros, he llegado a contar hasta 13 eucaristías en una jornada y así cada uno de ellos llega a presidir tres, cuatro o más, una después de la otra, terminando una y corriendo, sin siquiera despedirse, alcanzados, para la otra celebración. Los domingos, las celebraciones de precepto, que en algunos sitios empiezan ya antes del medio día del sábado, se suceden casi cada hora. He encontrado a jóvenes presbíteros, dos o tres años después de su ordenación, drenados por este ritmo ritual y que me han confiado sus escrúpulos de consciencia porque al celebrar no encuentran sentido y unción.
No es raro ver que en un solo pueblo suelen haber varias celebraciones simultáneas, con asambleas muy exiguas, en el templo principal y después en capillas cercanas. Durante la semana, en muchas parroquias, según gustos y devociones de fieles, sugeridas también por obispos y párrocos, se separan horarios para la misa al Cristo de Buga, a San José, al Divino Niño, al Señor Caído, a la Preciosísima Sangre, al beato Marianito, a María Auxiliadora, a la Madre Laura. Parece que ahora son las devociones las que llaman a los cristianos, los milagros, los favores, y que la Palabra, la Buena de Jesús, no es ya la que los congrega.
Cada vez que una niña cumple 15 años, que una pareja celebra el aniversario de matrimonio, que se termina la novena de un difunto, que se cumple un año de la muerte de un cristiano, que alguien va de viaje, que otro se enfermó, que se gradúa un estudiante, que surge una necesidad, que se va a abrir un local comercial, que se va a bendecir un negocio, que pasan “cosas raras” y se cree sufrir maleficios, que hay algo de la vida para agradecer…etc. hay que celebrar, dice la gente, “una misita”, y una para cada caso, porque no se pueden juntar varios cumpleaños, ni varios fines de novena, ni varios grados; si no es privada, la Eucaristía parece no tener valor.
Cuando no hay comunidad, hecho que muestra el fracaso de esta forma nuestra de ser Iglesia, es imposible juntar en una sola las intenciones de todos los que están en la asamblea y llegar a la celebración como hijos e hijas de un mismo Padre, hermanas y hermanos en Jesús.
Surgen cada vez grupos y movimientos, algunos de talante moralista y fundamentalista, que requieren “su misa especial”, “aparte del grueso de la gente”, “sin distracciones y muy concentrados”. No faltan las “misas de sanación”, esas muy concurridas, tan concurridas que, según cuentan los que participan, hasta el mismo diablo va y pelea cuerpo a cuerpo con los poseídos y con los exorcistas que presiden. Estas celebraciones para grupos especiales, como si la misa de Cristo fuera excluyente y gnóstica para iluminados; estas celebraciones de “sanación”, como si pudiese haber un sacramento celebrado con la fe que no sea la mano de Dios que nos da la salud.
Si varios cristianos fallecen en un mismo día, hay un funeral para cada uno y no se concibe una celebración común. Si hay varios matrimonios en la misma fecha hay que celebrar una misa por cada pareja que recibe el sacramento; no se concibe una celebración común para los fieles que mueren el mismo día y no se ve bien que varias familias se unan para celebrar las bodas de los suyos; en estos dos casos, el de la muerte y el amor, se celebra respectivamente con mentalidad de empresa fúnebre y agencia de bodas, no se ve por ninguna parte la comunión y el sentir eclesial.
A esto se añade el montón de misas que ahora se “publicitan” por la radio, la televisión, las redes sociales. Sé de presbíteros, colegas míos, que en su “celo” se van los lunes a una emisora y allí, en el estudio, solos, con la asistencia de un técnico de sonido y de algún acólito o lector, sin comunidad, graban, en cuestión de dos o tres horas, las eucaristías para toda la semana, siete “misas” en chorrera, que irán saliendo al aire en los siguientes días, productos para el mercado de los medios. Capítulo aparte merecen las celebraciones en los centros comerciales y en las terminales, invadiendo los mercados y el espacio público.
Al principio no era así
En las comunidades apostólicas y en las de los padres de la Iglesia, la Eucaristía era un momento especial, de eso tan bueno no daban tanto y porque lo tenían por bendito lo daban poquito; los cristianos se reunían una vez a la semana, a la caída de la tarde del sábado, ya domingo en su calendario, y pasaban un buen tiempo juntos, escuchando la Palabra, elevando oraciones, nutriéndose del cuerpo y la sangre del Señor, compartiendo una comida, el ágape de los hermanos y hermanas. En el siguiente texto, san Justino explica a los paganos de su tiempo, lo que hacían en estas celebraciones:
“El día que se llama del sol, se celebra una reunión de todos los que viven en las ciudades o en los campos, y se leen los recuerdos de los Apóstoles o los escritos de los profetas, mientras hay tiempo. Cuando el lector termina, el que hace cabeza nos exhorta con su palabra y nos invita a imitar aquellos ejemplos. Después nos levantamos todos a una, y elevamos nuestras oraciones. Al terminarlas, se ofrece el pan y el vino con agua como ya dijimos, y el que preside, según sus fuerzas, también eleva sus preces y acciones de gracias, y todo el pueblo exclama: Amén. Entonces viene la distribución y participación de los alimentos consagrados por la acción de gracias y su envío a los ausentes por medio de los diáconos. Los que tienen y quieren, dan libremente lo que les parece bien; lo que se recoge se entrega al que hace cabeza para que socorra con ello a huérfanos y viudas, a los que están necesitados por enfermedad u otra causa, a los encarcelados, a los forasteros que están de paso: en resumen, se le constituye en proveedor para quien se halle en la necesidad. Celebramos esta reunión general el día del sol, por ser el primero, en que Dios, transformando las tinieblas y la materia, hizo el mundo; y también porque es el día en que Jesucristo, Nuestro Salvador, resucitó de entre los muertos”.
Lógica capitalista en relación al culto
¿De dónde pues tantas celebraciones? Los párrocos suelen decir que los fieles quieren las misas, que las buscan, y que celebrarlas es una forma de atenderlos pastoralmente, de anunciarles el evangelio, de asistirlos con los sacramentos. No dudo de que hay buena intención en esta respuesta, pero, habría que discernir si más bien se trata de un modo de pensar y proceder que trafica con la gracia como el mundo con el capital: la misa como un bien de consumo individual para “mi necesidad”, “en honor a mi santo de devoción”, “para descanso eterno de mis muertos”, “para que me vaya bien en mis negocios y asuntos”. El banco espiritual que funciona con la ilusión de que la gracia es un asunto que se acumula, que se negocia, que beneficia al que tiene con que pagarla: “mientras más eucaristías me celebren pues más beneficios tengo del cielo y más méritos”; “la misa que me puedo permitir, porque tengo el dinero para pagar la intención, lo que muchos otros no pueden hacer, porque pobrecitos no tienen con qué”.
Como ejemplo patético de esta lógica capitalista en relación al culto están las “misas gregorianas” por el descanso de los muertos, eucaristías en serie, tan caras que el común de cristianos ni las puede soñar; al celebrar esas misas se pone énfasis en la cantidad, tienen que ser treinta, y al final del mes, si el que las preside no las interrumpió ni un solo día, se le asegura al que pagó que su difunto dejó el purgatorio y goza del cielo: esto es mercado, se paga a Dios y el ministro recibe la plata; aquí muere el evangelio de Jesús que nos asegura que Dios ya nos dio todo, que nos toca sólo recibir la salvación.
La lógica capitalista de los fieles, que pretenden acumular gracias como se acumula capital, se corresponde con la lógica capitalista de los que administran las diócesis y las parroquias: los estipendios se volvieron la principal entrada, la misa resultó “la gallina de los huevos de oro” para costear la Iglesia. La tragedia aquí es que se financia la Iglesia pero se la mata al mismo tiempo, la vida comunitaria se extingue y van quedando sólo individuos piadosos que vienen al culto sin compromiso con los otros; los presbíteros van desapareciendo de la vida real de la gente, se dejan ver sólo en los altares, en monólogos de prédicas repetidas una y otra vez, en poses hieráticas y desconectados de la cotidianidad, sin tiempo para alentar las pequeñas comunidades en los barrios, en las veredas, en las casas; comunidades que además de la celebración cultual escudriñen las Escrituras, cuiden a los más pobres, trabajen por la justicia, construyan el reino.
Eucaristía y economía extractiva
Algunos de nuestros obispos se han opuesto al Estado y a las multinacionales que quieren lucrarse y ganar dinero explotando el territorio; ellos proclaman que la Madre Tierra, la Casa Común, vale más que las ganancias de la minería; creo que la misma posición, esta misma lógica, se necesita para afrontar a todos los que dentro de la Iglesia se lucran de su tesoro y hacen presupuestos poniendo a la Eucaristía como fuente de ingresos; la misa de Cristo no es un recurso para explotar, es salvación para adorar. La Eucaristía es la vida de la Iglesia, pero la Iglesia no puede vivir de la Eucaristía.
La gracia que se vende y se compra se vuelve “barata”, ya no pesa, ya no es la de Dios. Dos adjetivos que se diferencian sólo en su acento, mísera y misera, se juntan en estos últimos renglones para describir la economía extractiva que volvió la Eucaristía una mina para explotar.
Comentarios desactivados en La muerte está vencida
Del blog ya desaparecido À Corps… À Coeur:
“ ¡Ver los cementerios como un lugar de vida! Es en la Eucaristía donde estamos más en comunión con nuestros difuntos. Sin embargo, los cementerios son una proclamación magnífica de la esperanza en la resurrección de la carne, bien más allá del postulado simple y arbitrario de una cierta supervivencia del alma. Allí están aquellos a los que los primeros cristianos llamaban ” los durmientes “. Y es a sus hermanos vivos para Dios, por quien los cristianos van a visitar el cementerio. Si se va a la tumba del Cristo, aunque esté vacía, precisamente es porque allí se produjo la resurrección de Cristo, la prenda de nuestra propia resurrección. Mantengamos nuestras tumbas pero no cultivemos la flor del tormento, de la culpabilización. Tenemos algo mejor que hacer: reguemos la flor de la Fe, entonces hagamos de nuestros cementerios bellos jardines de esperanza! “
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Père Pierre Trevet
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¡La Eucaristía! Es el regalo más bello que puede ofrecerse a los que “se fueron”. La Salvación ya ha sido dada de una vez para siempre por la muerte y la resurrección de Cristo, pero la actualización de la misa va a abrir el corazón del difunto y a alumbrarlo con una luz nueva. Si está en el “Purgatorio“, la misa es potencia de liberación. Si ya está en el Cielo, podrá utilizar este don con una “inteligencia” celeste para los de la tierra que lo necesitan más. Comprendamos que es también un regalo para los vivientes porque purificar y lavar nuestra historia pasada aporta bendición en el presente y en el futuro.
Comentarios desactivados en Indecente: Transfobia en la misa retransmitida por RTVE: “Los hombres quieren ser mujeres; las mujeres, ser hombres”
El ‘día del señor’, como cada domingo en La 2, es el programa religioso de la cadena pública que emite la misa católica desde diferentes iglesias de España. El pasado domingo, día 3 de septiembre, la retransmisión tenía lugar en la Ermita de Nuestra Señora De la Poveda, en la localidad madrileña de Villa del Prado. Allí, el párroco Rafael del Rosal Samaniego, hizo unos comentarios de corte tránsfobo en plena lectura de su sermón.
Polémica homilía de Rafael del Rosal en la Eucaristía emitida por La2
“Todos vivimos anhelando una vida mejor que la nuestra. Nadie está conforme consigo mismo: los hombres quieren ser mujeres, las mujeres quieren ser hombres…”, manifestó el sacerdote durante un momento concreto de su predicación, en el que también estableció otras analogías: “Los pobres quieren ser ricos; los gordos quieren ser flacos, los flacos quieren ser gordos”
(VerTele).- Como cada domingo, El día del señor, el programa religioso que ofrece la eucaristía desde distintas parroquias del territorio nacional, ofreció la Eucaristía en La2. Este domingo, la misa católica en la Ermita de Nuestra Señora De la Poveda, en el municipio madrileño de Villa del Prado.
Allí, el párroco encargado del oficio, Rafael del Rosal Samaniego, aprovechó para hacer unos comentarios de corte tránsfobo durante la lectura de su sermón para la ocasión.
“Como decía Santa Teresa, ”vivo sin vivir en mí“. Todos vivimos anhelando una vida mejor que la nuestra. Nadie está conforme consigo mismo: los hombres quieren ser mujeres, las mujeres quieren ser hombres…”, manifestó el sacerdote durante un momento concreto de su predicación, en el que también estableció otras analogías: “Los pobres quieren ser ricos; los gordos quieren ser flacos, los flacos quieren ser gordos”.
Fotograma de ‘El día del señor’ RTVE
“Al final parece que nadie está contento con su vida. Todos quisiéramos ser lo que no somos”, prosiguió en su homilía. “Por eso, el secreto está en decir sí a dios, en dejarse seducir por él. Porque él nos ama tal como somos. No tenemos que ser jóvenes eternamente, podemos ir envejeciendo, asumiendo las carencias que vayamos obteniendo en nuestra vida”. “Al final, en la salud, en la enfermedad, en la vida, en la muerte, en la riqueza y en la pobreza, somos del señor, y el señor nunca defrauda a quien se acoge a él”.
Cabe decir que para Rafael de Rosal Samaniego esta emisión servía como despedida de la parroquia de Villa del Prado, antes de convertirse en nuevo párroco de la Iglesia de San Francisco Javier de Pinto a partir de septiembre. Así figura en los nombramientos pastorales de la diócesis de Getafe, a la que pertenece.
A @rtve: la televisión pública no puede convertirse en altavoz de mensajes contrarios a nuestra legislación, que atentan contra los DDHH y dañinos para la convivencia https://t.co/Zp5XZ9AAXS a través de @vertele
No es, ni mucho menos, la primera vez, que el espacio católico de La 2 incluye en sus retransmisiones postulados en línea homófoba. El caso más recordado fue el de finales de diciembre de 2018, en una misa desde la parroquia de Purificación de Nuestra Señora de San Fernando de Henares, con la presencia del sacerdote Juan Antonio Reig Pla, en aquel entonces aún Obispo Monseñor de Alcalá, que ya a su vez fue protagonista de otras emisiones igualmente controvertidas en el pasado.
“Negar la diferencia sexual y de la importancia de la familia es optar por una sociedad atomizada, de simples individuos”, manifestó, durante una retransmisión en la que también hizo alusiones xenófobas.
Comentarios desactivados en La misa es el centro de toda vida espiritual y de toda contemplación.
Del blog Amigos de Thomas Merton:
“El centro de toda vida espiritual es Cristo en Su Misa, Cristo nuestra Pascua, que es sacrificado y “ya no muere más“, sino que “atrae todas las cosas hacia Sí“, para que los que somos bautizados en Su muerte, crucificando nuestra carne y sus deseos, podamos vivir Su vida, con una vida oculta en Cristo en Dios. Y el corazón de toda vida no es meramente la presencia estática del Santísimo Sacramento, aunque Cristo está verdaderamente vivo en nuestros tabernáculos, sino por encima de todo en la acción de la Misa, que es el centro de toda contemplación, una acción en la que la familia cristiana se reune en torno a Cristo y en la que Cristo en Su Cuerpo glorifica a Su Padre. Sacramento de unidad viva en el que el Amor que es Dios une a los hombres Él y unos a otros en Cristo. Cuando la Misa recobra su significado, entonces la devoción al Santísimo Sacramento reservado en el tabernáculo adquiere su auténtico sentido y comienza a vivir. Entonces la vida interior entera se ve unificada y vitalizada, y cada departamento de ella fluye con vida. De hecho, los “departamentos” y las “secciones” de la vida dejan de existor aislados y todo funciona conjuntamente”.
Comentarios desactivados en La muerte está vencida
“ ¡Ver los cementerios como un lugar de vida! Es en la Eucaristía donde estamos más en comunión con nuestros difuntos. Sin embargo, los cementerios son una proclamación magnífica de la esperanza en la resurrección de la carne, bien más allá del postulado simple y arbitrario de una cierta supervivencia del alma. Allí están aquellos a los que los primeros cristianos llamaban ” los durmientes “. Y es a sus hermanos vivos para Dios, por quien los cristianos van a visitar el cementerio. Si se va a la tumba del Cristo, aunque esté vacía, precisamente es porque allí se produjo la resurrección de Cristo, la prenda de nuestra propia resurrección. Mantengamos nuestras tumbas pero no cultivemos la flor del tormento, de la culpabilización. Tenemos algo mejor que hacer: reguemos la flor de la Fe, entonces hagamos de nuestros cementerios bellos jardines de esperanza! “
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Père Pierre Trevet
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¡La Eucaristía! Es el regalo más bello que puede ofrecerse a los que “se fueron”. La Salvación ya ha sido dada de una vez para siempre por la muerte y la resurrección de Cristo, pero la actualización de la misa va a abrir el corazón del difunto y a alumbrarlo con una luz nueva. Si está en el “Purgatorio“, la misa es potencia de liberación. Si ya está en el Cielo, podrá utilizar este don con una “inteligencia” celeste para los de la tierra que lo necesitan más. Comprendamos que es también un regalo para los vivientes porque purificar y lavar nuestra historia pasada aporta bendición en el presente y en el futuro.
Comentarios desactivados en La muerte está vencida
Del blog ya desaparecido À Corps… À Coeur:
“ ¡Ver los cementerios como un lugar de vida! Es en la Eucaristía donde estamos más en comunión con nuestros difuntos. Sin embargo, los cementerios son una proclamación magnífica de la esperanza en la resurrección de la carne, bien más allá del postulado simple y arbitrario de una cierta supervivencia del alma. Allí están aquellos a los que los primeros cristianos llamaban ” los durmientes “. Y es a sus hermanos vivos para Dios, por quien los cristianos van a visitar el cementerio. Si se va a la tumba del Cristo, aunque esté vacía, precisamente es porque allí se produjo la resurrección de Cristo, la prenda de nuestra propia resurrección. Mantengamos nuestras tumbas pero no cultivemos la flor del tormento, de la culpabilización. Tenemos algo mejor que hacer: reguemos la flor de la Fe, entonces hagamos de nuestros cementerios bellos jardines de esperanza! “
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Père Pierre Trevet
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¡La Eucaristía! Es el regalo más bello que puede ofrecerse a los que “se fueron”. La Salvación ya ha sido dada de una vez para siempre por la muerte y la resurrección de Cristo, pero la actualización de la misa va a abrir el corazón del difunto y a alumbrarlo con una luz nueva. Si está en el “Purgatorio“, la misa es potencia de liberación. Si ya está en el Cielo, podrá utilizar este don con una “inteligencia” celeste para los de la tierra que lo necesitan más. Comprendamos que es también un regalo para los vivientes porque purificar y lavar nuestra historia pasada aporta bendición en el presente y en el futuro.
No se debe morir cuando se ama. La familia no debería conocer la muerte. Se unen para la eternidad, y para la eternidad dan la vida a otras personas. La muerte no es sólo el huésped que no se puede evitar. Se podría decir que es un miembro de la familia, un miembro celoso que, cuando llega, aleja a otros.
Sea quien sea la persona que veamos alejarse, la vida queda cambiada. Toda muerte lacera la carne común. La familia, precisamente porque es preparación para la vida, es también preparación para la muerte, y en esta cita común con el misterio no es posible saber quién será llamado el primero.
żPor qué no se nos permite morir al mismo tiempo? Éste sería el deseo más vivo del amor, una nueva bendición nupcial a la que consentiríamos con alegría. Pero ese caso es muy raro. La Providencia tiene otros fines. Algunos de ellos son evidentes, otros se nos escapan. Por eso es difícil la fe. Nos creemos víctimas de la fatalidad, y no pensamos que, también con la muerte, sigue siendo el amor un don insigne. En una casa hay desgracias mucho más graves que la muerte. ¡Cuántas tragedias ocurren sin que nadie haya desaparecido, y cuánta ternura conservada en ausencia de las personas queridas!
La muerte no es siempre una enemiga. Mientras la padece, el amor es capaz de vencerla. Vivir significa con frecuencia separarse; morir significa, en cambio, reunirse. No es una paradoja: para aquellos que han llegado al amor más grande, la muerte es una consagración y no una ruptura. En el rondo, nadie muere verdaderamente, porque nadie puede salir de Dios. Ese que nos parece haberse detenido de improviso continúa su camino. Ha sido como pasar una página, mientras escribía su vida. De él hemos perdido lo que poseíamos de una manera temporal, pero se posee para la eternidad sólo lo que se ha perdido. La vida y la muerte no son más que aspectos diferentes de un único destino; cuando se entra en él con el corazón, ya no se distingue.
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A. G. Sertillanges, Nos disparus,
París 1970, pp. 5-10, passím.
Comentarios desactivados en Vigilantes (custodes/custodios) de la Tradición. Un documento menos afortunado
Del blog de Xabier Pikaza:
“Vayan a la calle y celebren la eucaristía en libertad creadora, en comunión con todo, en libertad”
Digo “menos afortunado”, pues (a mi juicio no responde a la problemática actual del evangelio (de la eucaristía). Dice cosas importantes, desde la perspectiva de un tipo de unidad litúrgica, pero me parecen “fuera de lugar”, hay otros temas más urgentes y evangélicos en la Iglesia.
Responde a los mal llamados “tridentinos” (Trento fue en su tiempo otra cosa). Parece que quiere “vigilar” (atar en corto) a un tipo de tradicionalistas “lefebvrianos” (de Mons. Lefebvre), partidarios de una “misa” de tradición… Y responde “mal”, pues la verdadera respuesta debería ser una “superación de nivel”: Los grandes problemas se resuelven “por ascenso”, volviendo al evangelio, como quiere (y está diciendo) Francisco en otros lugares y documentos.
No sé si Francisco se ha dejado llevar, si le han “metido un gol”… Pero creo que éste no es su estilo. No se trataba de ajustar pequeños detalles jurídicos para que los “tridentinos” puedan seguir diciendo su misa, con todas las garantías jurídicas, atándoles en corto (bajo los buenos obispos).
Se trata de abrir la eucaristía al cielo azul de la vida de Jesús, a la “carne” y “sangre” de los hombres, como quiere el Documento eucarístico fundamental de la iglesia, que es Jn 6, bien leído, bien actualizado, un texto que habla de la carne y sangre de la vida, carne y sangre que es en Cristo presencia, revelación y tarea, gozosa, Fiesta del pan, fiesta del vino, celebración de humanidad.
Es un documento impecable, en el buen estilo romano. Pero, a mi juicio, su publicación resulta quizá innecesaria. El tema de la Eucaristía es mucho más importante que lo que puede dar a entender ese documento.
1.Con ese documento no se actualiza el tema de fondo de la celebración y el compromiso de la eucaristía que, según dice Pablo en Gal 2, es la “verdad del evangelio”, que consiste en “comer juntos” (synesthien) compartir, la vida y misión de Cristo, expresan la presencia de Dios (la buena nueva de su vida), crear comunión de vida entre todos los creyentes y los hombres.
2.Muchos han podido pensar que este documento es una “revancha” del Papa ante aquellos que le critican y atacan. Los tridentinos van por ahí diciendo “nosotros somos la tradición”; el Papa les responde que el custodio o guardián de la tradición es él, la Iglesia Vaticano. Estoy seguro de que Francisco no actúa por revancha, pero en este momento de su pontificado no me parecía apropiado poder dar esa impresión.
3.A mi entender, éste es un documento escrito por unas Congregaciones romanas que en vez de ser animadoras de evangelio, desde el fondo de la misma vida de Jesús (de la carne y sangre de las comunidades), aparecen y actúan como “vigilantes” (custodes, como dice el documento). Pienso que no se trata de “vigilar”, sino de animar, de impulsar, de volver al principio de don y compromiso de la Eucaristía, en esto tiempos de inmenso cambio. La tradición se “demuestra” (se guarda) cambiando, como la vida.
4.Mas que “guardianes” de la tradición, un tipo de “tridentinos” me parecen “sepultureros de la tradición”, pues conservarla inmutable, en un determinado momento, me parece enterrarla. Pienso que es bueno que ellos existan, que tengan sus “misas”, su música, su incienso… como testimonio, pero sin querer imponerse a nadie, si presentarse como los únicos, desde la “humildad” del Cristo servidor.
5.El Papa (la iglesia romana) no es “guardiana” (custodes…) de la tradición, en lucha con los tridentinos, sino “testigo” de una tradición abierta, creadora, donde hay tridentinos, pero otros muchos modos y formas de eucaristía, unas más oficiales, otras menos… No se trata pues de guardar como en un banco (lo que se guarda en el banco cerrado se pudre, dice Jesús hablando del orín y la polilla). Sólo lo vivo, lo abierto, se mantiene.
6.Otros temas hay muchísimo más importantes: El primero falta de ministros eucarísticos y de celebraciones por un tipo de “legislación” obsoleta, que no deriva del evangelio. Hay miles y millones de comunidades sin eucaristía… por la “ley” del celibato, por la exclusión de la mujer, por el tipo de celebración jurídica actual… Ése es el tema: “recrear” la eucaristía. En ese contexto, este documento parece anacrónico e innecesario.
7.Personalmente no estoy nada a favor del mantenimiento “oficial” de las misas “tridentinas”… pero tampoco de su condena. Digo “oficial”: Que las haya, donde hay gente que las quieren, que las celebren con hondura, con piedad, con arte… Incluso iré alguna vez a participar en ellas. Han tenido y tienen un valor (siempre que no quieran ser la únicas misas…, ni condenar a otras). Muchos dicen que no son más que un anacronismo. Son además muy, muy minoritarias: Dejen que están ahí… Pero de anacronismos también se “pervive”. Hay gente para todo. Dejen que tengan sus misas, pidan sólo que sean misas “respetuosas” con otras tradiciones. Que los tridentinos no se crean los únicos…
8.Yo dejaría que las cosas se vayan resolviendo por sí mismas. Que los “tridentinos” a los que alude este documento tengan su música de antaño, sus colores, sus inciensos, su campañillas… y su miedo, su inmenso miedo a la libertad, al amor desbordante de Dios, a la multiplicidad, a la liturgia de la vida, de hombres y mujeres, en la calle…
9.Me gustaría, finalmente, que los hombres vaticanos que hacen estos documentos (los de la Congregación del Culto Divino, los de Congregación de la Fe…) vayan a la calle y celebren la eucaristía en libertad creadora, en comunión con todo, en libertad… Que el Papa Francisco, como animador de la comunión y libertad cristiana, no baje a la arena de estas discusiones.
Fiesta del pan, fiesta del vino. Compartir la carne, compartir la sangre de la vida.
El ser humano ha sido concebido y ha nacido para agradecer y celebrar la vida, en comunión de pan, en comunión de vida, en comunión con todos los hermanos, los hombres y mujeres de la tierra, en unión con Cristo, que Cuerpo Universal, que es Carne que se entrega, regala, comparte, que es Sangre de humanidad, como ha puesto de relieve Jn 6 en su Documento de Cafarnaúm, el primer manifiesto eucarístico de la Iglesia.
Ese Documento de Cafarnaúm fue un “texto triste”, porque muchos se fueron… no porque Jesús les echara o les prohibiera ciertas ceremonias, sino porque no querían compartir la carne y la sangre de la vida. Pueden cambiar muchas cosas en esta “fiesta humana de Dios” que es la Carne y Sangre de Jesús, de todos los hombres, pero tienen que mantenerse las comidas concretas la fiesta de un Dios que se revela en el camino de justicia y alegría, fraternidad y esperanza, que los cristianos, herederos de la historia israelita, descubren y celebran en sus “comuniones de vida”, que Juan de la Cruz definió como cena que recrea (=libera) y enamora.
La eucaristía es júbilo divino y comida humana, es adoración del Dios de la vida, es compromiso de comunicación concreta, de “carne”, de “sangre”, es justicia, solidaridad y ternura de Dios. No es sólo alegría de los hombres y mujeres que dan gracias a Dios bendiciendo los dones gozosos de la tierra; es gozo de Dios que se alegra de sus hijos y hermanos, los humanos, porque acogen la vida y responden jubilosos.
La eucaristía es fiesta de comunión, alegría desbordada que se encarna en el pan y el vino (cuerpo y sangre, palabra y comida) que comparten en Jesús, el Cristo; ella es amor, experiencia de trabajo creador, pan y vino compartidos, noviazgo nunca viejo de cuerpo regalado y sangre renovada, jubileo de Dios.
Así ha querido indicarlo en varios textos, en diversos momentos, arraigando el pan y vino de la fiesta cristiana sobre el suelo de las celebraciones jubilares de la vida. Hay sin duda jubileos distintos y famosos, romerías que llevan a los grandes santuarios hindúes o budistas, judíos, musulmanes o cristianos (Benarés y Lhasa, Jerusalén y la Meca, Roma y Compostela); años sabáticos, tierras santas y tiempos sagrados, que se repiten cíclicamente, marcando divisiones antiguas o nuevas del tiempo y espacio.
Comentarios desactivados en Cardenal brasileño celebra misa en memoria de las víctimas locales de la violencia contra las personas LGBTQ
Miembros con el cardenal da Rocha en la misa por las víctimas de violencia LGBTQ
Un importante prelado de Brasil se unió a dos grupos LGBTQ para celebrar una misa en memoria de los que habían muerto debido a la violencia homofóbica y transfóbica.
El cardenal Sérgio da Rocha de Salvador celebró la misa a mediados de mayo junto a católicos LGBTQ, activistas y algunos líderes de otros grupos religiosos (así como un artista de drag que cantó “una versión popular brasileña del Ave María”). Crux informó además:
“En su homilía, da Rocha recordó la gran cantidad de personas LGBT asesinadas en Brasil en 2020, especialmente en la región Nordeste, donde se encuentra el estado de Bahía.
“‘ La Iglesia está llamada a ser madre misericordiosa; sufre con la violencia perpetrada contra el pueblo. […] La violencia contra la población LGBTI + es una triste señal de una sociedad acostumbrada a constantes violaciones de la vida, de la dignidad, de los derechos de tantas víctimas de muerte brutal ”, dijo el cardenal.
“Hizo hincapié en que no se puede tolerar ninguna forma de violencia y que los brasileños ‘no pueden acostumbrarse a tantas muertes violentas, como si fueran normales o inevitables’”.
La Misa se realizó a pedido de dos grupos LGBTQ, el Centro de Incidencia y Defensa de los Derechos LGBT en el Estado de Bahía (CPDD / LGBT) y la Institución Benéfica Conceição Macedo (IBCM):
“‘ Según Renildo Barbosa, director de CPDD / LGBT, la Arquidiócesis de Salvador respondió rápidamente a la solicitud de una Misa por los miembros de la comunidad LGBT asesinados.
““ Lo vimos como un gesto de amor y saludo de la Iglesia. Muchas personas LGBT creen en Cristo y aman a la Iglesia Católica. Se ha construido un puente “, dijo Barbosa a Crux.
Organizador P. Lázaro Muniz dijo que los funcionarios de la iglesia “acogieron con agrado” la invitación a celebrar una Misa porque la iglesia siempre se pone del lado de los pueblos oprimidos y siempre reza por los muertos, por lo que esta Misa fue totalmente acorde con esas tradiciones.
La Red de Grupos Católicos LGBT de Brasil expresó su apoyo a la Misa:
“” No esperábamos nada de eso. La importancia de que una alta autoridad episcopal acepte celebrar una misa por las víctimas de la LGBTfobia es innegable ”, dijo a Crux Cris Serra, coordinadora de la red.
“Serra enfatizó el hecho de que da Rocha usó la abreviatura ‘LGBTI +’, y no el término genérico ‘homosexual’ más comúnmente empleado por los funcionarios de la Iglesia.
“’Cuando el Cardenal da Rocha – Primado de Brasil – dijo“ LGBTI + ”, se negó a tolerar el borrado de las personas que somos y a repetir el rechazo de la Iglesia a escucharnos y reconocer la legitimidad de nuestra experiencia y de lo tenemos que decir sobre nosotros mismos ‘, dijo Serra ”.
Serra también señaló que celebrar la Misa también fue “digno de mención” porque sucedió después de que el Vaticano prohibiera bendecir a parejas del mismo sexo en marzo. Sobre la reacción general a esa prohibición por parte de los líderes de la iglesia en Brasil, Serra dijo que “el silencio ha sido escandaloso”, especialmente en comparación con la respuesta crítica del Norte Global.
El cardenal da Rocha dijo en la misa que “[la iglesia] sufre con la violencia perpetrada contra el pueblo”. Su inclusión de las personas LGBTQ entre las víctimas con las que se apoya la iglesia es muy necesaria en Brasil, que es tanto la nación católica más grande del mundo como un país donde los niveles de violencia contra las personas transgénero son extremadamente altos. De hecho, el año pasado hubo un aumento del 41% en los asesinatos de personas transgénero, con un total de 175 víctimas, la mayoría de las cuales eran negras. La apertura de Da Rocha a la solicitud de los grupos LGBTQ y su voluntad de extender el cuidado pastoral de la iglesia es un testimonio que se espera que más pastores brasileños imiten como respuesta a la grave crisis de violencia anti-LGBTQ en el país.
—Robert Shine, New Ways Ministry, , 15 de junio de 2021
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Del blog ya desaparecido À Corps… À Coeur:
“ ¡Ver los cementerios como un lugar de vida! Es en la Eucaristía donde estamos más en comunión con nuestros difuntos. Sin embargo, los cementerios son una proclamación magnífica de la esperanza en la resurrección de la carne, bien más allá del postulado simple y arbitrario de una cierta supervivencia del alma. Allí están aquellos a los que los primeros cristianos llamaban ” los durmientes “. Y es a sus hermanos vivos para Dios, por quien los cristianos van a visitar el cementerio. Si se va a la tumba del Cristo, aunque esté vacía, precisamente es porque allí se produjo la resurrección de Cristo, la prenda de nuestra propia resurrección. Mantengamos nuestras tumbas pero no cultivemos la flor del tormento, de la culpabilización. Tenemos algo mejor que hacer: reguemos la flor de la Fe, entonces hagamos de nuestros cementerios bellos jardines de esperanza! “
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Père Pierre Trevet
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¡La Eucaristía! Es el regalo más bello que puede ofrecerse a los que “se fueron”. La Salvación ya ha sido dada de una vez para siempre por la muerte y la resurrección de Cristo, pero la actualización de la misa va a abrir el corazón del difunto y a alumbrarlo con una luz nueva. Si está en el “Purgatorio“, la misa es potencia de liberación. Si ya está en el Cielo, podrá utilizar este don con una “inteligencia” celeste para los de la tierra que lo necesitan más. Comprendamos que es también un regalo para los vivientes porque purificar y lavar nuestra historia pasada aporta bendición en el presente y en el futuro.
Comentarios desactivados en La misa, un rito muerto
“Palabras sobre palabras. Fieles que dormitan. Fieles que no reflexionan sobre lo que se dice” La misa ya no dice nada a los fieles. Es un recitado de sinsentidos sin incardinación alguna en la vida de los feligreses. O cambian la estructura actual y los textos, o cada vez producirá mayor desafecto
¿Pero qué ha sucedido en el pueblo en los últimos tiempos, especialmente en estos tres meses de reclusión? Ni más ni menos que la desaparición de tal sentimiento de culpa y la siembra del relativismo más absoluto cuando de sentimientos religiosos se trata
Decía yo con un sobreentendido sentido irónico que, cuando me jubilara, me empadronaría en el pueblo y me presentaría al puesto de alcalde de la localidad. Con mi prestigio, sería elegido. ¿Propósito? Uno de ellos, la celebración ciudadana del domingo.
Para ello, a la misma hora designada para la celebración litúrgica y con la malévola intención de sustituir eventos semanales, confeccionaría un programa, que podría variar de un domingo a otro, basado en lecturas ad hoc, a veces jocosas, a veces moralizantes y, sobre todo entretenidas, sacadas de los clásicos españoles. Vendría luego una discusión o reflexión sobre lo sucedido durante la semana en el pueblo, referido a hechos o personas; recuerdos del pasado; propuestas; soluciones a determinados problemas; mejoras del pueblo. Incluso alguna referencia a la situación del país. Es decir, una tertulia en nada disímil a la que se podría tener en una bodega o en el bar. De vez en cuando, una canción popular que incluso podría ser intervención individual de alguien con buena voz. Al final, un refrigerio de queso, chorizo y jamón acompañado de vino de la tierra, cerveza o mosto. El presupuesto del pueblo no sufriría merma alguna.
¿Alguien se imagina el lugar que elegirían los ciudadanos para celebrar el domingo? La iglesia cerraría sus puertas por falta de quorum.
Comentaba yo con los pocos que acudieron a la misa del pasado domingo en el pueblo –al fin hizo acto de presencia el párroco– algo sobre el ambiente que reina en las celebraciones dominicales: la misa es un rito muerto. Los pocos que acuden lo hacen más por inercia que por convicción. Quizá porque todavía resuenan los ecos de “pecado mortal”, culpa sobrevenida sobre aquellos que voluntariamente no celebran el domingo con una misa.
¿Pero qué ha sucedido en el pueblo en los últimos tiempos, especialmente en estos tres meses de reclusión? Ni más ni menos que la desaparición de tal sentimiento de culpa y la siembra del relativismo más absoluto cuando de sentimientos religiosos se trata: cuando el mismo arzobispado establece que determinados pueblos sólo tendrán dos misas al mes, con el aditamento de que una de ellas será el sábado a las 13 horas, coincidiendo con la llegada del carnicero, del frutero o del panadero, un pensamiento se apodera de los feligreses: no pasa nada no acudiendo a misa en domingo. Son ellos los que obligan a pecar. Ellos mismos han determinado que así sea, dado que dos domingos al mes, o tres, no hay misa en el pueblo.
Más aún: la falta de incardinación del sacerdote al pueblo asignado, ha producido un desafecto total hacia la Iglesia. El sacerdote llega un cuarto de hora antes del oficio, dice la misa sin referencia alguna al pueblo en que se halla (el sermón suele ser leído y sirve para los cuatro o cinco pueblos que atiende), se desviste en la sacristía charlando un rato con alguna feligresa que se atreve a entrar en la sacristía, sale de la iglesia con parsimonia, se introduce en su coche y se va. El pueblo dejó de existir para él, que vive un ambiente urbano desligado totalmente de los quehaceres, alegrías o sinsabores del pueblo. Dígase lo mismo de los funerales a los que necesariamente asiste. Reflexiones sobre la muerte como si de un camboyano se tratara. Nada relacionado con el devenir vital del difunto o las circunstancias que afectan a la familia.
Viniendo al propósito de estas reflexiones: el rito de la misa está muerto. Es algo anquilosado. Palabras sobre palabras. Fieles que dormitan. Fieles que no reflexionan sobre lo que se dice. Fieles a los que nada dicen las palabras arcanas del sacramento. Ya no es de recibo el que las fórmulas sean sacramentales y, supuestamente, realicen lo que dicen. Cierto es que todavía hay quienes piensan que “ahí” está Jesús, pero creer en ello ya no afecta en absoluto a la vida de las personas.
Las lecturas las más de las veces no se entienden; los sermones que las explicitan no tienen consistencia ni relación con la vida cotidiana; la participación de los fieles en el rito es nula, se limitan a escuchar y contestar; las fórmulas se recitan de memoria y no parecen salir “del corazón”. No es que el rito tenga que ser emotivo, pero sin el sentimiento no hay participación.
La configuración actual del rito de la misa debe desaparecer, por más que su estructura tenga una lógica y sus palabras sean fruto de muchos siglos de sedimentación dogmática.
Comentarios desactivados en Julio Puente: “Para el cristiano es esencial dar culto a Dios cuidando a su prójimo, no las doctrinas y ritos”
“Dar Misa”. Creo que no es una manera de hablar que haya surgido ahora, debido a la actual situación, sino que ya viene de bastante lejos. Me refiero a un tipo de lenguaje referente a cuestiones religiosas, relacionado fundamentalmente con el cumplimiento de ciertos ritos y preceptos. Referido de una manera muy especial al precepto de la misa dominical, sobre el que la jerarquía eclesiástica insiste siempre que encuentra la mínima ocasión. De hecho, nada más decretarse el “Estado de alarma”, los obispos se apresuraron a informar a sus fieles que, durante el tiempo que durase dicho estado, quedaban dispensados de cumplir con el mencionado precepto.
La “nueva normalidad” afecta también a todas las confesiones religiosas y, por ende, a la Iglesia católica; quizás de manera especial, por ser la más numerosa, sociológicamente hablando; y la más visible a nivel exterior.
“A partir de tal día se puede comenzar a ´dar` misa”, oíamos decir a los informadores o leíamos en los medios de comunicación social, cuando referían lo que se podía hacer dependiendo de la fase en qué nos encontrásemos en un momento dado a nivel de desescalada. Efectivamente: “dar” misa. Para nada se decía ni se insinuaba el concepto “celebrar”; entre otras razones, porque la cultura religiosa es la gran ausente en general en nuestra sociedad y, por ende, aunque resulte lamentable, en las personas que debieran ser más exactas y precisas, por razón de su profesión. No es extraño oír de decir a algunas personas “para el caso es lo mismo”, cuando alguien ha intentado puntualizar o aclarar ambos conceptos: dar y celebrar.
No pretendo con esto acusar a dichos medios y a sus profesionales, aunque me resulta bastante triste constatar cómo a veces utilizan conceptos sin el más mínimo rigor, desinformando a la audiencia o por lo menos no informándola con el rigor que se les debiera exigir.
Y, ¿por qué este ajuste desinformativo referente a estos conceptos? Seguramente que se podrían aducir causas diversas. Pero se me ocurre aplicar en esta ocasión el dicho “De aquellos polvos, estos lodos”. Sí, señores responsables de la Liturgia y obispos en general, por ser ustedes los encargados de aplicar y ayudar a cumplir las normas que dimanan del Dicasterio romano sobre la citada disciplina. Quiero decirles que ustedes han hecho muy poco o, para ser más exactos, han contribuido muy mucho, a que los sacramentos en general, y la misa de manera particular, se hayan convertido en “objetos” de “consumo” (perdonen la expresión; a lo mejor no es muy acertada que digamos). Es decir, la impresión de la inmensa mayoría, profana y versada, cuando se refieren a la misa no dicen, por ejemplo, “voy a celebrar la misa y, menos aún, voy a la celebración de la Eucaristía”, sino sencillamente “voy a misa”. Un “ir” a un lugar, a una iglesia o a un centro de culto.
Considero que es oportuno mencionar, al hilo de lo que estoy refiriendo, la campaña que se lanzó por parte de grupos católicos “integristas” de varios países, que se dirigían a sus respectivos obispos diciéndoles “Devolvednos la misa”. Dicha campaña se desató cuando el tiempo de confinamiento se alargaba más de lo previsto y los templos continuaban cerrados, sin posibilidad de celebraciones ni de ningún tipo de culto. Creo que sobran comentarios.
Quiero matizar en mi caso como “asistente” (quizás como “participante” a la vez; al menos en algunas ocasiones; eso creo yo) ciertos aspectos que, bajo mi punto de vista, sitúan a la misa mucho más cerca del “dar” que del “celebrar”.
Asumo que se me acuse de superficial y de falto de fe en los misterios divinos. ¡Qué le vamos a hacer! Me esforzaré por profundizar en ellos; lo prometo. Pero, mientras tanto, no puedo dejar de manifestar esa especie de devoción que la misa supone para la inmensa mayoría de personas. Sobre todo, en el momento en que el sacerdote pronuncia las palabras de la Consagración. Es entonces cuando para las personas allí congregadas, según les enseñaron y en su mayoría continúan enseñándoles, Jesús se hace presente de manera “real”. Ante misterio tan grande y venerable, solamente les queda la adoración “personal” como la mejor de las respuestas. Claro que, si hacemos un breve repaso, no deja de ser, por lo menos un tanto sospechoso, que la Palabra de Dios y de Jesús “leída” o “proclamada” (vete tú a saber) momentos antes haya pasado muy o totalmente desapercibida y muy poco o nada venerada, al menos por parte de la mayoría de los allí presentes.
A todo esto, podríamos añadir la intención o intenciones que muchas personas llevan o llevamos, cuando vamos a misa. Que está bien y es bueno tener esa especie de recuerdo/rememoración, de hecho la Liturgia también lo prevé, de “mi” vida, de lo “mío” y de los “míos”. Pero, claro, deja de estarlo a partir del momento en que el “mi”, lo “mío” y los “míos” se convierten en centrales, únicos y exclusivos. Dejando prácticamente olvidado y al margen lo “tuyo”, lo del “otro”, los “vuestros”, lo de la “comunidad”, etc.
Todo ello contribuye a que el ambiente que en general se respira en las misas es, como acabo de decir, muy o demasiado individual y poco o nada comunitario. Por ello, pido que se me perdone el símil, tiene mucho de comercio y poco de fiesta celebrada. El primer caso nos recuerda un lugar donde a una persona la da, frente al segundo en el que las personas se juntan para compartir. Este es el sentido que nos sitúa en el “dar” frente al “celebrar”.
Y, si se me permite como anécdota, recordar que, si bajamos al terreno del vulgo no versado (no hablo del versado, aunque a lo mejor nos llevaríamos unas sorpresas mayúsculas), no resulta extraño oír a alguien que ha asistido a una misa por razón de “compromiso”, decir expresiones como, por ejemplo: el cura que “daba” la misa era tal o cual. “Daba la misa”. Quiero interpretar su expresión y su pensamiento como una persona que daba (no sé qué) y el resto de las allí presentes lo recibían.
Ya sé que muchas personas pueden pensar que el tema de “dar” frente a “celebrar” puede pertenecer al campo de lo curioso o poco más; posiblemente sí. Pero tengo la plena convicción de que en el fondo de ello hay una especie de enjundia muy suculenta que los responsables deberían apresurarse cuanto antes a esclarecer. Pero ¡por favor!, en vez de acusar, reñir o yo qué sé a la gente, que bajen y se lo expliquen desde la vida, en vez de hacerlo desde la Liturgia y desde el Dogma.
Comentarios desactivados en La muerte está vencida
“ ¡Ver los cementerios como un lugar de vida! Es en la Eucaristía donde estamos más en comunión con nuestros difuntos. Sin embargo, los cementerios son una proclamación magnífica de la esperanza en la resurrección de la carne, bien más allá del postulado simple y arbitrario de una cierta supervivencia del alma. Allí están aquellos a los que los primeros cristianos llamaban ” los durmientes “. Y es a sus hermanos vivos para Dios, por quien los cristianos van a visitar el cementerio. Si se va a la tumba del Cristo, aunque esté vacía, precisamente es porque allí se produjo la resurrección de Cristo, la prenda de nuestra propia resurrección. Mantengamos nuestras tumbas pero no cultivemos la flor del tormento, de la culpabilización. Tenemos algo mejor que hacer: reguemos la flor de la Fe, entonces hagamos de nuestros cementerios bellos jardines de esperanza! “
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Père Pierre Trevet
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¡La Eucaristía! Es el regalo más bello que puede ofrecerse a los que “se fueron”. La Salvación ya ha sido dada de una vez para siempre por la muerte y la resurrección de Cristo, pero la actualización de la misa va a abrir el corazón del difunto y a alumbrarlo con una luz nueva. Si está en el “Purgatorio“, la misa es potencia de liberación. Si ya está en el Cielo, podrá utilizar este don con una “inteligencia” celeste para los de la tierra que lo necesitan más. Comprendamos que es también un regalo para los vivientes porque purificar y lavar nuestra historia pasada aporta bendición en el presente y en el futuro.
Comentarios desactivados en “Oír misa entera”, por Gerardo Villar
¿Existe comunidad de cristianos? Eso me lo pregunto al salir de una eucaristía de domingo. Participo en una misa de una capital de España. Unas cien personas pero ocupando por lo menos 90 bancos. Hay un precioso cartel en la entrada del templo: “se ruega pasen a los primeros bancos.”
Sí que hay una contestación más o menos a las oraciones. Pero me he fijado que nadie se ha saludado al entrar en el templo. Y cada uno ha acudido decididamente al lugar que ya tiene establecido por costumbre. Escuchamos la homilía sin que nadie intervenga más que el cura y pasamos a recitar a coro el credo. Unas bolsas recogen el dinero por todo el templo y prosigue la celebración sin más participación que algún canto propio de la misa. Y nos vamos a la calle.
Hay un aviso respecto de la eucaristía del próximo domingo y cada uno a su casa.
Hoy me toca a mí estar de feligrés. Pero me doy cuenta de que así son también mis celebraciones. Me recuerda el “cumplir”, “oír misa entera” ¿Somos comunidad? ¿Qué nos traemos entre manos todos juntos? Pienso que nada menos que el reino de Dios. Pero para eso, necesitamos dialogar, ver cómo estamos y nos sentimos, cómo están las personas de nuestra comunidad, especialmente los enfermos, que problemas hay, qué experiencias de fe hemos vivido esa semana, que interrogantes nos plantea la situación política y económica de la sociedad del mundo, qué ocurre en otras comunidades….
No hay tiempo porque a continuación hay otras eucaristías, una cada hora.
Cuando celebro, necesito ser consciente de cada palabra, de cada frase y saborearlo. Luchar contra la rutina. Por eso, me permito cambiar algunas palabras y algunas expresiones, para que sean un poco creación, no repetición.
He comprobado que las letras de las canciones no dicen casi nada porque las repetimos rutinariamente. Y a veces cantamos auténticos disparates. En cuantas procesiones se cantó el “sois todo piedra y mal que arrasa el corazón” en lugar de “sois todo piedra imán, que arrastra el corazón” Podríamos hacer una antología del disparate cantado. Ganaría el concurso la salve cantada en latín.
El credo lo recitamos sin ser conscientes de lo que decimos. Me gusta cuando se hace con preguntas y respuestas.
Las ofrendas. Se pasa el cestaño o la bolsa todos los días aunque solamente haya seis personas en misa. Por lo menos, podíamos pagar entre todos el bocadillo de la persona que pide a la entrada del templo.
Las plegarias, tenemos la suerte de que hay diversas fórmulas y esto nos ayuda a la atención personalizada. No recemos siempre la segunda fórmula porque ya la sabemos y es más corta.
En cuanto a las posturas: hay una generalidad que está de pie, y unas pocas personas que celebran de rodillas por “respeto”, que lo hacen muy convencidas.
En las misas normales, comulga la mayor parte. En los entierros y misas masificadas, funerales y bodas comulgan muy pocas personas. Yo suelo preguntar alguna vez “¿quién quiere manzanilla?”. Porque se supone que los que no comulgan están mal, no les va ese Alimento…
En casi todos los templos hay un pórtico. Es una pena que no lo usemos como lugar de encuentro, saludo y diálogo.
Es una misa “dicha” en cadena. Vamos a ir descubriendo en días sucesivos las posibilidades de una eucaristía celebrada en comunidad.
Comentarios desactivados en Aquella misa en la favela…, por Pedro Arrupe sj
Hace algunos años, cuando visitaba una provincia de jesuitas en América Latina, fui invitado a celebrar en un suburbio, en una favela , en uno de los lugares más pobres de la zona. Unas cien mil personas vivían allí en medio del barro, porque este suburbio estaba construido en una depresión que se inundaba cada vez que llovía…
La misa tuvo lugar bajo una es pecie de techumbre en mal estado, sin puerta, con perros y gatos que entraban libremente. La eucaristía comenzó con cantos, acompañados por un guitarrista que no era precisamente un virtuoso. El resultado me pareció, con todo, maravilloso. El canto repetía : “Amar es darse… ¡Qué bello es vivir para amar y qué grande tener para dar!”.
A medida que el canto avanzaba, sentí que se me hacía un gran nudo en la garganta. Tenía que hacer un verdadero esfuerzo para continuar la misa. Aquellas gentes, que parecían no tener nada, estaban dispuestas a darse a sí mismas para comunicar a los demás la alegría, la felicidad.
Cuando en la consagración elevé la hostia, percibí, en medio del tremendo silencio, la alegría del Señor que se encuentra entre los que ama. Como dic e Jesús: “Me ha enviado a predicar la Buena Noticia a los pobres”, y “felices los pobres”...
Al dar la comunión, me fijé en que en aquellos rostros secos, duros, quemados por el sol, había lágrimas que rodaban como perlas. Acababan de encontrarse con Jesús, que era su único consuelo. Mis manos temblaban.
Mi homilía fue corta. Fue sobre todo un diálogo. Me contaron cosas que no suelen escucharse en los discursos importantes, cosas sencillas, pero profundas y sublimes, desde un punto de vista humano.
Una vie jecita me dijo: “Usted es el superior de estos padres, ¿no? Pues bien, señor, un millón de gracias, porque vosotros, los jesuitas, nos habéis dado este gran tesoro que necesitamos y no teníamos: la misa”.
Un muchacho dijo en público: “Padrecito: quiero qu e sepa que estamos muy agradecidos, porque estos padres nos han enseñado a amar a nuestros enemigos. Hace una semana yo había conseguido un cuchillo para matar a un compañero al que odiaba. Pero después de escuchar al padre predicar el Evangelio, en vez de matar a aquel compañero compré un helado y se lo regalé”.
Por fin, un tipo corpulento, con aspecto de delincuente y que casi daba miedo, me dijo: “Venga a mi casa. Tengo un regalo para usted”. Yo, indeciso, dudaba si debería aceptarlo, pero el jesuita qu e me acompañaba me dijo: “Acepte, padre, son muy buena gente”.
Así que fui con él a su casa, que era una barraca medio destruida, y me invitó a sentarme en una silla desvencijada. Desde mi sitio yo podía contemplar la puesta del sol. El grandullón me dijo: “Mire, señor, ¡qué hermosura!” Nos quedamos en silencio durante algunos minutos. El sol desapareció. El hombre exclamó: “No sabía cómo agradecerle todo lo que hacen por nosotros. No tengo nada que darle. Pero pensé que le gustaría ver esta puesta de sol. ¿A que le ha gustado? Adiós”. Y me dio la mano.
Cuando se iba, pensé: “No es fácil encontrar un corazón así”. Ya abandonaba la calleja, cuando una mujer, muy pobremente vestida, se acercó a mí, me besó la mano, me miró y me dijo con voz emocionada: “Padre, rece por mí y por mis hijos. Yo también he oído esa misa tan bonita que usted acaba de decir. Tengo que volver a mi casa. Pero no tengo nada que dar a mis hijos… Rece por mí: Él nos ayudará”. Y desapareció corriendo hacia su casa.
¡Qué cosas aprendí en aquella misa entre los pobres! ¡Qué diferencia con las grandes recepciones que organizan los poderosos de este mundo!
Testimonio de Pedro Arrupe recogido en un libro-entrevista de Jean-Claude Distsch
Comentarios desactivados en Las banderas de la Dictadura y de la Falange, en la puerta de la capilla del seminario de Murcia donde se celebró la misa por Franco, quien, por fin, saldrá del Valle de los Caídos
¡Qué ocasión perdida para la Iglesia española! … Nunca terminarán de desvincularse de la Dictadura Franquista…Y se exyrañaarán de los templos vacíos.
El obispo se ha convertido en cómplice de la mentira y de la actitud permisiva del rector del seminario y obispo auxiliar electo hacia la eucaristía por el Dictador
¿Tendrá monseñor Lorca las agallas necesarias para rectificar y pedir perdón a los medios de comunicación vilipendiados y a su santo pueblo de Dios engañado?
Lo más probable es que cierren filas, busquen a los supuestos ‘traidores‘ hasta debajo de las piedras, y pongan en marcha represalias contra ellos
“Aseguramos que nunca se ha realizado en ninguno de los seminarios diocesanos (en nuestra Diócesis tenemos tres) un acto político durante la celebración de la Eucaristía, ni en ninguna otra actividad o celebración”. Así reza uno de los párrafos del comunicado con el que el obispo de Murcia, monseñor Lorca Planes, pretendía descalificar “una noticia publicada en un portal web”, sin atreverse siquiera a citar a Religion Digital.
Pero la vieja técnica del encubrimiento y la igualmente añeja de ‘matar al mensajero’ para eludir responsabilidades se ve desmentida por los hechos. Obra en nuestro poder la prueba evidente de que el señor obispo, acompañado de toda su Curia, mentía a sabiendas.
Se trata de una foto, en la que aparecen la bandera de la Falange y la antigua bandera española de la época de la dictadura, colocadas a la puerta de la capilla del Seminario Mayor de San Fulgencio, precisamente el día 20 de noviembre, cuando se celebró la eucaristía por el alma de Franco, a petición de cuatro seminaristas que simpatizan abiertamente con Vox y con la ultraderecha.
Y, además, no ocultan su sensibilidad política, porque, como asegura el comunicado del obispo, “en ninguno de los seminarios de la Diócesis de Cartagena se condiciona el pensamiento político de los jóvenes que allí se forman”.
En la instantánea se ve claramente que las banderas están en la puerta de la capilla de “Mártires fulgentinos‘, los cuatro mártires de la guerra civil, que eran seminaristas en el seminario de San Fulgencio.
Las medias verdades del comunicado de monseñor Lorca Planes se vuelven, pues, contra él, que, con su actitud de cierre de filas ante una acusación verosímil y destapada por sus propios curas, se ha convertido en cómplice de la mentira y de la actitud permisiva del rector del seminario y obispo auxiliar electo hacia la eucaristía por el Dictador.
¿Qué hará, ahora, monseñor Lorca Planes? ¿Tendrá las agallas necesarias para rectificar y pedir perdón a los medios de comunicación vilipendiados y a su santo pueblo de Dios engañado? ¿O más bien, se seguirá escondiendo, encubriendo la verdad y llamando a un ‘prietas las filas’? ¿Moverá ficha el Nuncio, Renzo Fratini, y hará llegar esta información al Papa, para que no vuelva a ser engañado, a la hora de nombrar obispos?
Conociendo los mecanismos ‘mafiosos’ de la casta clerical, que tanto denosta Francisco, lo más probable es que cierren filas, busquen a los supuestos ‘traidores’ hasta debajo de las piedras, y pongan en marcha represalias contra ellos. Al más puro estilo de la camorra. La misma estrategia que la seguida en los casos de abusos sexuales. ¡Es que no aprenden ni se convierten!
Franco saldrá del Valle el 10 de junio
La vicepresidenta anuncia que los restos serán traslados ese día al cementerio de Mingorrubio
Carmen Calvo precisa que no habrá ni comunicación ni imágenes de la salida del dictador de Cuelgamuros, ni de su llegada a Mingorrubio
La familia asegura que “son fuegos artificiales” y recuerda que el Gobierno no tiene “autorización eclesiástica” para llevar a cabo la exhumación
El Arzobispado no se pronunciará al respecto. La Abadía, por el momento, se remite a su comunicado del 12 de marzo
10 de junio. Por la mañana. Esa será la fecha de la salida de los restos de Francisco Franco del Valle de los Caídos. ¿Destino? Como adelantó hace meses RD, el destino de la momia del dictador será el cementerio de Mingorrubio, en El Pardo, donde reposan los restos de su mujer, Carmen Polo.
Así lo ha anunciado este mediodía la vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, durante la rueda de prensa posterior del Consejo de Ministros. En la misma, Calvo ha subrayado que no habrá comunicación ni imágenes, ni convocatoria pública de la exhumación de los restos del dictador.
“Esta decisión la tiene que cumplir cualquier Gobierno, salvo que cambie los procedimientos (antes del 10 de junio)”, ha admitido Calvo, quien ha añadido que la fecha se ha elegido para que quede “al margen” de los procesos electorales y para proteger el derecho a la tutela judicial efectiva de los familiares, que ha llevado el caso a los tribunales.
La fecha se ha fijado sin esperar a que el Tribunal Supremo decida sobre la suspensión cautelar del traslado de los restos, si bien deja claro que dicha fecha puede ser pospuesta si el tribunal anulara o suspendiera esa decisión del Ejecutivo en el marco del procedimiento contencioso administrativo abierto con la familia. Tal y como anunció RD, el Supremo fallará en contra de la suspensión después de las generales.
El prior del Valle de los Caídos
El Gobierno también ha contemplado la posibilidad de que la familia, “si quiere y decide”, celebre una “íntima” ceremonia en el lugar de la reinhumación y acorde a sus preferencias religiosas, resaltando que sólo será “para los familiares”.
En cuando al acceso a la basílica del Valle de los Caídos para proceder a la exhumación, Calvo ha reiterado que el Ejecutivo ya ha “dado cuenta públicamente del pronunciamiento formal de la propia Iglesia Católica” que manifestó “que no se opondrá a la exhumación” y “acatará la decisión de la autoridad competente”.
Por su parte, fuentes de la familia Franco han subrayado que la decisión del Gobierno “son fuegos artificiales”y recuerda que el Ejecutivo no tiene “autorización eclesiástica” para llevar a cabo la exhumación.
El Gobierno concluye el procedimiento de exhumación de los restos de Francisco Franco. Se producirá el próximo 10 de junio y serán trasladados al panteón de Mingorrubio en El Pardo. #CMinpic.twitter.com/w6mLgSOFOi
Me duele. Veo que en muchas parroquias se repiten siempre los mismos ritos: misas sin predicación, celebraciones, rosarios a toda marcha… Pero los que escuchan, no profundizan en lo oído. Incluso muchas veces casi ni se entiende lo que se dice. Se cumplen los ritos y ya está, Y está habiendo un problema serio. Muchos sacerdotes son mayores y ya ni siquiera se les entiende cuando hablan. En los pueblos pequeños se celebra a toda prisa para ir al pueblo siguiente a todo correr y entonces no hay explicación ni comentario de la Palabra.
Todo ello repercute en que cada día va descendiendo la catequesis de la homilía. Cada vez sabemos menos del evangelio. Ya muchas veces ni conocemos el texto. Hay una necesidad urgente en nuestra iglesia de proclamar, profundizar, ahondar en la Palabra.
Hay mucho riesgo de rutina. Necesitamos creatividad para ayudar a que llegue la palabra a las personas. Ya hay muchas abuelas que leen cada día el evangelio del día. Y es una labor estupenda que se hace en general con mucha seriedad. Pero podemos dar un paso más.
Tan importante como la eucaristía, en las parroquias, resulta la lectura del Evangelio. ¿Podemos crear grupos con los abuelos, donde con letra grande vayamos acercándonos a la Buena Noticia? ¿Podemos hacer algún programa de radio o tele local? ¿Podemos pasar unas hojas por las casas? ¿Sería mucho disparate sustituir la misa algún domingo por media hora de lectura comentada, muy sencilla, pero bajando al fondo?
Y por supuesto, hay oportunidades que aprovechar a tope: entierros, bautizos si se dan, novenas, fiestas… Esto requiere una programación hecha concienzudamente y trabajada.
Podríamos pedir a los obispos que se seleccionen las lecturas de distinta manera y se lean dos lecturas con el mismo tema y que traigan un mensaje fácil, positivo, animador.
Siento que las celebraciones, son muy a menudo, rutinarias ¿No se podría dar lugar a la creatividad y decir las oraciones más vivas, más creativas? Ahí tenemos los distintos prefacios, que se prestan a una catequesis más expansiva y que dicen mucho más. Aprovechar todos los textos posibles y evitar repetir todos los días las mismas fórmulas. Y la oración de los fieles que no sea para pedir “la paz”, sino que nos supongan implicación propia en esa petición: “que construyamos nosotros la paz…” Y así en todas las peticiones.
Que los cantos no sean de oficio sino que expresen el sentimiento de la comunidad, que vayan de acuerdo con la Palabra, que sean nuevos y con ganas.
Que se recuerde y se traiga al altar la realidad, los problemas y las alegrías de hoy. Que las celebremos y las contemplemos.
Y hay un elemento fundamental. A ver si lo conseguimos: somos una comunidad de seguidores de Jesús, que le hacemos presente. Por eso, que estemos cerca físicamente del altar y unidos. No, uno en cada banco y muy atrás.
Que al salir de la celebración, podamos decir con alegría “cuánto lo he vivido” y no aquello de “ya me he quitado un cuidado”.
Se van dando cada día más las celebraciones de la Palabra. Pero que no caigamos en los mismos errores. Que sean sencillas, cercanas, acomodadas y con toda la participación de los fieles. Puede ser una oportunidad maravillosa de escuchar y acoger la Palabra y para expresarse los fieles.
Todo menos hacer unos ritos, siempre iguales, a toda marcha y sin prisa. “Podemos celebrar en paz”.
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Del blog ya desaparecido À Corps… À Coeur:
“ ¡Ver los cementerios como un lugar de vida! Es en la Eucaristía donde estamos más en comunión con nuestros difuntos. Sin embargo, los cementerios son una proclamación magnífica de la esperanza en la resurrección de la carne, bien más allá del postulado simple y arbitrario de una cierta supervivencia del alma. Allí están aquellos a los que los primeros cristianos llamaban ” los durmientes “. Y es a sus hermanos vivos para Dios, por quien los cristianos van a visitar el cementerio. Si se va a la tumba del Cristo, aunque esté vacía, precisamente es porque allí se produjo la resurrección de Cristo, la prenda de nuestra propia resurrección. Mantengamos nuestras tumbas pero no cultivemos la flor del tormento, de la culpabilización. Tenemos algo mejor que hacer: reguemos la flor de la Fe, entonces hagamos de nuestros cementerios bellos jardines de esperanza! “
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Père Pierre Trevet
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¡La Eucaristía! Es el regalo más bello que puede ofrecerse a los que “se fueron”. La Salvación ya ha sido dada de una vez para siempre por la muerte y la resurrección de Cristo, pero la actualización de la misa va a abrir el corazón del difunto y a alumbrarlo con una luz nueva. Si está en el “Purgatorio“, la misa es potencia de liberación. Si ya está en el Cielo, podrá utilizar este don con una “inteligencia” celeste para los de la tierra que lo necesitan más. Comprendamos que es también un regalo para los vivientes porque purificar y lavar nuestra historia pasada aporta bendición en el presente y en el futuro.
Una puesta de sol en la serenidad de la llanura, produce resonancias distintas en el caminante y en el perro que le acompaña.
Juan Ramón Torres García,
Collado Mediano (Madrid).
ECLESALIA, 12/10/18.- Lo más corriente y cotidiano esconde realidades que ni nos imaginamos, y que resultan totalmente ajenas a nuestro limitado acervo conceptual y cultural.
A estas alturas de la civilización humana todavía no hemos desentrañado la realidad de lo que es la materia y nos resulta desconcertante su comportamiento en sus extremos inmensamente pequeños (comportamiento cuántico) y desmesuradamente grandes (comportamiento relativista). Comportamientos comprobados, que han valido el reconocimiento del premio Nobel a sus descubridores, y que nos resultan inimaginables. Además para muchas mentes como la mía, un tanto escasa en razonamiento físico-matemático, nos resultan incomprensibles.
Todo lo anterior viene a cuento para tratar de hablar sobre la misa, epicentro de la vida de la Iglesia, porque es el ámbito de encuentro –si el asistente puede y quiere- con la realidad de Dios Padre, Hijo y Espíritu. Los encuentros de los humanos con Dios son siempre a Su modo, y requieren por parte de la criatura, abrirse al modo, tiempo y realidad de Dios. Ese Dios esencialmente comunitario y vinculado a la humanidad irrevocablemente en Jesús.
De entrada nos resulta absolutamente incomprensible la presencia originadora de todas las cosas, manteniéndolas en el ser sin intervención que les quite autonomía. Cuando pensamos en Dios no podemos hacerlo sino a la manera humana, pero dentro de nuestras limitaciones hay modos diferentes. Cada persona tiene su modo. Para aclararnos podríamos establecer dos extremos: Pensar en Dios desde la percepción de la propia finitud e inconsistencia (contingencia en términos más precisos) o pensar en Dios como objeto de comprehensión, con la misma actitud con la que podemos abordar el estudio de cualquier otra realidad; desde una postura que da por supuesto que toda realidad se circunscribe al universo mental abarcable por la mente humana. Sólo desde la primera de las actitudes, sólo desde la fe, sólo desde la acción fecunda del Espíritu de Jesús en uno, es posible entrever lo que supone el encuentro de las personas con Jesús en la eucaristía.
El meollo de la “fracción del pan” no está en la presencia de Jesús sino en el encuentro con El. Dios, para quien el tiempo no es más que presente, es quien se ha acercado a los hombres. El es quien ha plantado su tienda entre nosotros y ha vinculado a la humanidad con su ser, de tal modo que quienes aceptan participar de esa realidad divina acceden a “otro mundo”, el reino de Dios.
La relación entre la humanidad y Dios viene modulada al modo humano, para que sea posible el encuentro, pero no es una relación entre iguales –porque no puede ser-.La humanidad como realidad colectiva que existe en personas concretas, es acogida en la realidad divina y es llamada a participar en la vida de Dios. Y la vida de Dios es un misterio de donación en el Hijo y de amor mutuo entre el Padre y el Hijo que es el Espíritu.
La participación de la humanidad –personas concretas- en la vida de Dios, sólo es posible desde el agradecimiento. Desde el aprecio al regalo que supone vincularse desde su pequeñez de criatura, al concierto amoroso de dar gloria al Padre. Y dársela como hijo, por su vinculación con Jesús, y como criatura consciente que le adora y da gracias en nombre suyo y en el de los pájaros y de la hierba… y de toda la creación. La acción de gracias del hijo se manifiesta y concreta en la transformación de la creación que mejora las condiciones de vida de los hombres de modo que les hace más conscientes, más respetuosos, más amorosos, con toda la creación. Se ocupa de la tarea de su Padre.
Algunas notas que aportaría para la comprensión del encuentro en la eucaristía
El por qué Jesús quiso encomendar a la iglesia, su pequeño rebaño, la tarea de gestionar su legado: palabra, encuentro y acción, constructoras de reino de Dios, aunque no es evidente, se enmarca en el respeto profundo que Dios muestra con su creación, y lo en serio que se toma la libertad humana.
Que la Iglesia haya decidido vincular la celebración de la eucaristía con personas que hayan sido ordenadas (obispos y presbíteros) es algo que se fraguó en los inicios de la andadura eclesial y que hoy se mantiene. Un cambio en este modo de obrar siempre será de una naturaleza distinta, y menor, que la de tener acceso al encuentro eucarístico en la misa por parte de los creyentes en Jesús.
La fracción del pan y el darse Jesús en comida, su cuerpo y su sangre, es pura iniciativa divina, impensable por el hombre, y es independiente del sentimiento y raciocinio de los participantes en la eucaristía. La omnipresencia de Dios, cercana y amorosa, para hacerse más patente y clara a sus hermanos se vincula con el pan y el vino. Al modo que El comprende, y que nos asegura que es El a quien comemos y bebemos.
Para disfrutar del encuentro se requiere que los asistentes accedan desde dónde solo es posible el encuentro con Dios, desde la aceptación vital de la trascendencia de Dios y la acogida agradecida del regalo de Su amor.
Es la asistencia y participación de los hermanos en la única muerte y resurrección de Jesús, que se produjo en un rincón del imperio romano, y que en el presente de Dios se manifiesta en la celebración de cualquier misa. Es sobrecogedor percibir que en la misa –en cualquiera- estamos presentes en la Última Cena, en el escarnio y dolor de la Pasión y en la luz vencedora de la Resurrección.
Un modo más acorde con la realidad del encuentro eucarístico, es considerar que quien comulga accede sensiblemente por Jesús a la realidad de Dios, más que Jesús venga a quien le come.
Es un encuentro que se realiza desde la corporeidad, lo más básico en el hombre. Cuerpo llamado a la permanencia en la resurrección.
Es un encuentro al modo de Dios, real y vital, independientemente del sentimiento que embargue a la persona en esos momentos. Aunque el encuentro personal no está asegurado –sólo hay encuentro si la persona asistente quiere y está abierta-, la presencia especial y sensible, sí lo está. Jesús dio su palabra, y nos animó a que lo hiciéramos en memoria suya.
(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
Comentarios desactivados en Dudas, de un par de legos, acerca de la misa
Juan de Burgos Román
Madrid.
ECLESALIA, 02/07/18.- Querido Oibas: Espero que sepas perdonarme por venir a importunarte; te cuento:
Tengo un amigo, llamado Ubaldo, que es hombre inquieto, de no muchos estudios y con notoria inteligencia natural. Él cree que yo sé más de lo que yo sé y me acribilla a preguntas; la mayoría de las veces no atino a darle respuesta certera, como me pasa ahora. Y es que, en casi todo, soy yo tan lego como lo es él. Y ocurre además que, en los asuntos que a Dios se refieren, ambos tenemos una visión pueril, casi la de nuestra infancia. Así que vengo aquí esperanzado en que tú me eches una mano en esto de aclararle las cosas a Ubaldo y, de paso, también a mí.
El otro día me vino Ubaldo con que había leído que, no hace mucho, un obispo excomulgó a un matrimonio, pues en su casa se decían misas sin cura (simulacros de misas, creo que las llamaba el obispo en su alegato excomulgatorio). Ubaldo se interesó vivamente por aquel asunto y, en respuesta, me lanzó un cúmulo de dudas, preguntas y comentarios. Te los resumo:
A los comienzos, Ubaldo estaba dominado por la idea de que los curas tienen mucho poder; bueno, después de hablar un rato los dos, resultó que en lo del poder de los curas había tres componentes: el poder que ellos realmente tienen, el que creen tener y él que nosotros creemos que tienen; a los dos últimos los daba él por seguros, del primero dudaba un tanto. Y es que, se preguntaba, ¿tan importantes son los curas que el propio Jesús no puede personarse, en la misa, si no es invocado por un cura? y, aún más, ¿cómo es que Jesús se ve obligado a bajar de inmediato cada vez que un cura se lo demanda? (con la pertinente formula litúrgica, por supuesto). Alguien nos dijo que en esto las cosas funcionar de acuerdo con lo que en latín llaman ex opere operato (aplicado a los sacramentos, significa que son eficaces por sí mismos, que sus efectos no dependen ni de quienes los administran ni de quienes los reciben); nos quedamos aturdidos, confusos con aquel automatismo, pues nos parecía, y sabrás perdonar la forma chanflona de expresarme, como si estuviéramos hablando de una máquina tragaperras, de la que, al meter la moneda, sale automáticamente la chocolatina. Era evidente que algo importante se nos estaba escapando, que todo eran dudas y conflictos con la ortodoxia eclesiástica.
En otro momento, me dijo Ubaldo que en eso del personarse Jesús estaba él un tanto confuso, pues si, como es bien sabido, Dios está en toda partes, Ubaldo opinaba que allí, en la misa, también había de estar, y ello desde el principio, sin necesidad de que se le invocase. Entonces Ubaldo dio en suponer que, quizá, para poder salir del atolladero en el que se estaba metiendo, habría que distinguir entre: que Dios estuviera presente entre nosotros, que de seguro lo estaba, y que nosotros lo percibiéramos; y me decía Ubaldo que de nada nos ha de valer lo primero sin lo segundo y que, por ello, habíamos de ir tras de esto último, es decir, del ir en pos de percibir la indudable presencia de Jesús.
Reincidiendo en lo de la presencia de Jesús en la misa, decía Ubaldo que, si antes de la lectura del Evangelio el cura dice “El Señor esté con vosotros” (alguno dicen está, en vez de esté, que parece más acertado), resulta entonces que lo de que el Señor ya está por allí es cosa admitida, por lo que cabe imaginarse, decía Ubaldo, con humor irreverente, que “el Jesús que llega con la consagración quizá sea otro Jesús, uno distinto del que ya estaba”. Dijo también Ubaldo que lo que no le parecía de recibo era lo que le tenía oído a un cierto clérigo, que venía a ser algo así como que Jesús está: a los comienzos de un modo difuso, tenue, liviano y luego, tras la plegaria eucarísticas, más vigoroso, como concentrado, con perdón.
Ubaldo tampoco entendía que, sabiendo lo mucho que Jesús nos amaba, como era posible que no accediera a hacerse presente entre los asistentes a la misa hasta no ser llamado ritualmente por un cura. Así que no le cabía a él en la cabeza como era que la Iglesia hubiera establecido que los curas tienen ese poder y que, además, son los únicos que lo tienen; y, entonces, vinimos los dos a pensar que la cosa había de tener su origen en aquello de “lo que ates en la tierra, será atado en los cielos; y lo que desates en la tierra, será desatado en los cielos” (Mateo 16,19) y a que la Iglesia había hecho un uso inmoderado de ello. Ubaldo dijo entonces que, de seguro, Jesús se había pillado los dedos con aquella promesa, pues le estaba trayendo muy malas consecuencias, salvo, dijo, que la tal promesa hubiera sido mal entendida, que todo era posible y añadió irónicamente: bueno, todo no, que parece que la Iglesia no puede equivocarse (otra promesa, parece). Así que algo importante se nos escapaba también ahora.
Aunque de distinto carácter, Ubaldo también me hizo la siguiente reflexión acerca de la misa: él estimaba que en poco se parecen nuestras misas a lo que debió ser la Última Cena, que en las misas hay rito, ceremonia preestablecida, liturgia, orden, seriedad, recogimiento, respeto y veneración hacia un personaje muy importante, Jesucristo Rey del Universo y, sin embargo, aquella cena debió ser un acontecimiento franco en el que primó la espontaneidad, los abrazos cálidos entre amigos, la camaradería y la atenta escucha al maestro-amigo Jesús de Nazaret ¿Y dicen, decía Ubaldo, que las misas reproducen la Cena del Señor? ¿Qué reproducir, copiar, imitar, calcar, repetir, duplicar es ese?, ¿Con que criterio se puede detectar?
En estas estamos Ubaldo y yo, amigo Oibas, llenos de dudas, incertidumbres, titubeos. Así que, animado por tu buena disposición para conmigo, te pido que te animes a darme respuestas apropiadas a las dudas de Ubaldo y que, aunque pudiera ser mucho pedirte, intentes hacerlo a la pata la llana, que no han de alimentarnos doctas explicaciones, que son difíciles de entender para nosotros. Espero que esto último no te sea muy trabajoso; recuerda aquello de: “Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños”, Lucas 10, 21
Con todo cariño, Juan.
(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
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