El tabú de la sexualidad en las personas discapacitadas
Los especialistas denuncian que a menudo la sociedad ve a los discapacitados como seres asexuados.
Norberto Butler era sólo un adolescente cuando una poliomielitis le postró en una cama. La enfermedad y su consecuente discapacidad aparecieron en su vida justo en el momento en que estaba descubriendo su sexualidad, algo que tuvo que vivir a escondidas. Por aquel entonces, se citaba clandestinamente con su novia para hacer, escondidos en una habitación de su escuela, lo que para el resto de jóvenes de su edad era lo más común. “Forzábamos la puerta y entrábamos, porque no había un solo lugar donde disfrutar de la intimidad”, recuerda.
Norberto tiene ahora 57 años y no está dispuesto a seguir viviendo su sexualidad a escondidas. Después de años de lucha logró que la casa-hospital donde vive le diera una habitación individual para, según cuenta, poder explorar el placer. Con su testimonio y su lucha tiene como objetivo ayudar a otras personas en su misma situación: “Conozco cientos de personas con discapacidad que no resuelven este tema, que no tienen relaciones de ningún tipo. Yo conozco la mortificación que sufren muchos, y este tema es una prioridad absoluta, porque se siente en el cuerpo el escozor por no poder canalizar esto, tener sexo con una chica“, lamenta. Norberto considera que en la sociedad, e incluso entre los propios discapacitados existe una asociación entre la discapacidad y la asexualidad.
En Argentina, la sexualidad de las personas con discapacidad está poco a poco dejando de ser un tema tabú. Recientemente, durante un encuentro en la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires, especialistas, trabajadoras sexuales y activistas plantearon la regulación de la figura de la “acompañante sexual”. “Se trata de una persona que, después de atravesar un proceso de capacitación, pueda acompañar a varones o mujeres con discapacidad, sexual, afectiva y eróticamente”, ha explicado Silvina Peirano, profesora de discapacidad mental y social y creadora de Sex Assistent, un servicio de formación de asistentes sexuales, asesoramiento y acompañamiento que nació hace años en Barcelona. Peirano ha matizado que este servicio no busca sólo que la persona discapacitada tenga sexo con quien contrata, sino que las acompañantes también asisten a las parejas de los discapacitados que quieren tener relaciones sexuales, enseñándoles a acomodar sus cuerpos y facilitando el encuentro físico, ayudándoles, por ejemplo a colocarse un preservativo.
“Nosotros no decimos que todas las personas con discapacidad deban tener una asistencia sexual, pero sí que puede ser una opción enriquecedora y válida para algunas”, ha explicado la profesora. La figura de la asistente sexual sería pionera en Latinoamérica, pero ya hay países como Suiza donde este ejercicio está regulado por el Estado y es considerado una terapia más.
Reticencias a la figura del acompañante sexual
Es precisamente en los países donde el trabajo de acompañante sexual está reconocido estatalmente donde han aparecido las mayores críticas al respecto, incluso de la mano de los propios discapacitados. Es el caso de Mik Scarlet, un escritor británico que considera que la existencia de la figura del acompañante sexual es “como si el mundo te dijera que las personas discapacitadas son tan poco atractivas que la única manera de tener sexo para ellas es pagando”. “No quiero un mundo donde sea más fácil para las personas discapacitadas visitar a trabajadores sexuales, quiero un mundo que vea a los discapacitados como seres sexuales y como parejas válidas“, sostiene Scarlet. Incluso el propio Norberto Butler tiene sus reparos: “la asistencia sexual podría llenar este huequito”, dice, para los discapacitados que no han podido desarrollar su sexualidad. Pero asegura que debería llegar acompañada de otras políticas de inserción laboral y social. El objetivo, según Butler, es que el discapacitado tenga las mismas oportunidades para conocer a una pareja en cualquier otro ámbito que no sea el del hospital o el del acompañante sexual.
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