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Miguel Hurtado: “La pederastia es la crisis más grave que ha padecido la Iglesia desde la Reforma de Lutero”

Martes, 25 de febrero de 2020
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manual-del-silencio-miguel-hurtadoEl activista y víctima de abusos en Montserrat publica ‘El Manual del Silencio‘ (Planeta)

“España es una de las mayores potencias exportadoras de curas pederastas del mundo, hemos mandado a miles de curas pederastas a Latinoamérica, que han hecho verdaderas barbaridades”

“El secretismo es el caldo de cultivo de la pederastia en la Iglesia”

“Los culpables de que esto no se haya erradicado, y puede sonar un poco fuerte, son los católicos (…). En el nombre de Dios, sus obispos han protegido a depredadores sexuales que han violado a sus niños”

A los dieciséis años, Miguel Hurtado fue violado por el germá Andreu, el fundador del grupo de Scouts de la Abadía de Montserrat. Durante un año, Miguel sufrió los abusos en silencio. Cuando se decidió a denunciar, se encontró con un muro de dificultades, de silencios, de incomprensión. En ‘El Manual del Silencio’ (Planeta), narra su experiencia y, sobre todo, cómo logró convertirse en uno de los activistas más importantes en la lucha contra la pederastia en la Iglesia católica. Hablamos con él.

Este libro, Miguel, son más que unas memorias…

La idea era, a través de un relato individual, poner el foco en lo estructural. No en mi experiencia personal, sino en los protocolos, la cultura que ha permitido que en docenas de países, en los cinco continentes, durante décadas, los sacerdotes pederastas han actuado con total impunidad.

Pones tu caso como paradigma de lo que sucede alrededor, no sólo de los abusos, sino de la respuestas… ¿Es la Iglesia un nido de encubridores?

Una experiencia que me marcó mucho fue asistir a las conferencias internacionales de víctimas. Gente de todo el mundo, muy distintos, que sin embargo contábamos la misma historia. Y decíamos bromeando: ‘Parece que los obispos se hubieran leído el mismo manual’. Y después descubrí que estábamos en lo correcto: que el Vaticano había diseñado, implementado y perpetuado un manual del silencio para encubrir este tipo de delitos, y lo había mantenido durante un siglo bajo siete papas.

Era importante denunciar el sistema, pero también cómo los activistas lo estamos desmontando.

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El monje Andreu Soler con sus Scouts…

Porque tú te defines como activista, no eres sólo una víctimas, sino que has decidido ir más allá…

Hay un proceso que comienzas como víctima, pasiva y sin control sobre lo que pasa. Hay un proceso de sanación y recuperación en el que te conviertes en superviviente, y dentro de ese grupo hay un pequeño número que nos convertimos en activistas. La diferencia es que no intentamos una sanación individual, sino reformar la estructura y el sistema.

¿Cuáles son los objetivos de tu lucha?

A mí me gusta mucho el modelo que defiende Naciones Unidas. Cuando hay graves violaciones de derechos humanos: violencia sexual en la Iglesia, crímenes del Franquismo, la dictadura de Cuba o de Pinochet… el modelo que se tiene que aplicar es garantizar el acceso de las víctimas a la justicia, la verdad, la reparación y las garantías de no repetición. Ese es el modelo que tengo en mente.

¿Y eso qué supone?

El activismo que hago es ver qué medidas hacen falta para que las víctimas tengan acceso a la justicia: pues hay que reformar los plazos de prescripción de los delitos de pederastia. Qué hace falta para que las víctimas tengan derecho a la verdad: potenciar mecanismos independientes de investigación dentro de las instituciones. Sobre la reparación: reformar las leyes de prescripción civil, establecer mecanismos de compensación a las víctimas. Garantías de no repetición: es que a lo mejor hay que reformar la ley de encubrimiento para tipificar el encubrimiento de la pederastia como un delito. Esos objetivos marcan la agenda legislativa.

Y afectan no sólo a las víctimas de pederastia en la Iglesia, sino a todas…

Muchas veces nos echan en cara que solamente criticamos a la Iglesia cuando hay abusos en otros ambientes e instituciones, pero quienes nos critican no están haciendo nada para cambiar las leyes. Nosotros llevamos cuatro años, hemos conseguido medio millón de firmas, hemos protestado frente al Congreso, pidiendo la reforma de los plazos de prescripción. Y ahora el Gobierno dice que va a hacer una mínima reforma, y las víctimas van a tener 12 años más para denunciar. Esto no se hubiera conseguido sin nuestras denuncias, y beneficia a todas las víctimas: en la familia, en las iglesias, en la escuela, en los clubes deportivos….

Pero la Iglesia es una institución, que a diferencia de otras, te dice qué moral tienes que seguir… Es una doble inmoralidad cuando ellos las incumplen y las encubren

Hay una falta de coherencia moral y una hipocresía, y eso a la Iglesia le ha hecho mucho daño, pero también hay otro elemento importante. Pocas instituciones hay en el mundo que tengan tantas herramientas para proteger a los pederastas como la Iglesia católica, por una sencilla razón: no se han limitado a moverlos de parroquia en parroquia, sino que los han movido de país en país. España es una de las mayores potencias exportadoras de curas pederastas del mundo, hemos mandado a miles de curas pederastas a Latinoamérica, que han hecho verdaderas barbaridades. ¿Qué otra institución puede hacerlo? Yo tengo un empleado pederasta y lo puedo mandar a Chile, a Perú, a Ecuador…

¿Qué está haciendo la Iglesia para atajar esta lacra? ¿Es suficiente?

Está adoptando una postura de ‘gatopardismo’, que algo cambie para que no cambie nada, y están implementando los mínimos cambios posibles para que les dejen en paz. Para que deje de haber presión mediática, de las víctimas, política…. Tímida reforma tras tímida reforma, y promoviendo las medidas de marketing y no otras más ambiciosas, estructurales y sistémicas que necesita la Iglesia.

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Andreu Soler con Juan Pablo II

A veces, se os acusa de hacer daño a la Iglesia. Incluso, durante el funeral por el obispo de Astorga -y presidente de la Comisión Antipederastia-, el arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz, vino a decir poco menos que las víctimas habían matado a monseñor Menéndez. ¿Qué sentís en esos momentos?

Para las víctimas de La Bañeza fue muy doloroso. Fue un comentario muy cruel, pero a mí no me sorprendió. Es una dinámica bastante constante. La jerarquía reacciona ante un escándalo negándolo, minimizándolo, adoptando una postura victimista, diciendo que es una campaña contra la Iglesia y entrando en la dinámica del ‘Y tú más’. A mí me produce mucha tristeza. Ya hemos visto a que llevó el ‘Y tú más’ en el tema de la corrupción. No cometamos el mismo error.

El caso Maciel es absolutamente paradigmático en este sentido…

Si adoptas un modelo médico, cuando tienes un cáncer lo extirpas de raíz, porque cuando ha metastatizado, es más difícil de extirpar. El secretismo es el caldo de cultivo de la pederastia en la Iglesia. Si no hubieran defendido a capa y espada el secreto pontificio durante décadas, si no hubieran adoptado una postura tan oscurantista, a estos pederastas se los hubiera detectado antes, hubieran entrado en prisión y hubiéramos ahorrado miles de víctimas. Lo más triste es que han adoptado el secretismo para proteger a la Iglesia, y ni han protegido a la Iglesia, ni han protegido a las víctimas.

El Vaticano. El Papa Francisco. Se cumple un año de la cumbre antipederastia. Un año después, ¿qué balance haces?

Es una nueva oportunidad perdida, porque ellos lo que dicen es ‘Es un problema de protocolos. Hagamos protocolos’. Pero qué pasa si estos protocolos no se cumplen. Si no cambia la cultura. Tiene que haber una cultura de la transparencia, del cumplimiento íntegro de la ley y de la rendición de cuentas. Entonces, lo que ha fallado es que el Papa, a día de hoy, sigue sin haber establecido un mecanismo ágil, que funcione, para que los encubridores pierdan su puesto de trabajo por encubrir.

¿Es el Papa, es el sistema? ¿Quiénes son los culpables?

Puedes buscar diferentes explicaciones. Yo creo que los culpables de que esto no se haya erradicado, y puede sonar un poco duro, es de los católicos.

¿Por qué?

Porque no están pidiendo profundas reformas en su Iglesia. Es que en el nombre de Dios, sus obispos han protegido a depredadores sexuales que han violado a sus niños. Y lo que pasa es que los católicos, en vez de indignarse y exigir reformas profundas, están o bien buscando conspiraciones externas, o bien queriendo creer de nuevo en los cuentos infantiles, de que hay un Papa bueno que dice cosas bonitas, y que a partir de ahora todo puede ir bien.

¿Hay alguna posibilidad de que todo vaya bien, o no la ves?

Yo creo que el sistema actual es insostenible. Es una cuestión de calendario cuánto va a tardar en desmoronarse. Le han destrozado la vida a tanta gente que esto no puede acabar bien.

Pero la Iglesia no va a echar el cierre mañana, sigue siendo una institución que genera cultura, sociedad… No hay una institución comparable a la Iglesia católica, en lo malo, pero también en lo bueno…

Pero la actitud que tiene la jerarquía católica es: Nosotros llevamos 2.000 años y nadie ha conseguido cerrarnos el chiringuito. Pero no se dan cuenta, y esto lo menciono en el libro, es que ésta es probablemente la crisis más grave que ha padecido la Iglesia desde la reforma protestante de Lutero. Y además, en un mundo globalizado, y en la sociedad de la información, donde todo se sabe. Cuando yo fui abusado, a diferencia de generaciones anteriores, lo que hice fue meterme en Google y escuchar historias de otros países, ponerme en contacto con otras víctimas, intercambiar información… Esa sociedad de la información puede aumentar exponencialmente el daño reputacional a la Iglesia. Pueden hacer limpieza en cuatro años, o pueden hacerla en cuarenta. ¿Qué efecto va a tener para la Iglesia como institución si, cada cierto tiempo, hay una cascada de casos de pederastia? Es la tortura de la gota malaya. Desde Boston, no llevamos ni 20 años, y el daño es incalculable. ¿Pueden aguantar treinta años más?

Fuente Religión Digital

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Alguien tiene que pedir cuentas al Abad Soler y a los monjes de Montserrat: Toda la comunidad, con el Abad a la cabeza, debería ser exclaustrada

Martes, 10 de septiembre de 2019
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Abad-Montserrat-Josep-Maria-Soler_2118698115_13571515_660x371Josep Mª Soler, abad de Montserrat

Duro artículo pero consecuente, que hemos leído en el blog de José María Vidal Rumores de Ángeles:

“Transparencia que tapa y, encima, intenta quedar bien. Y a una abadía tan emblemática se le tiene que pedir y exigir mucho más”

“¿Cómo se puede negar una actitud constante y permanente de ocultamiento de los casos en la Abadía durante más de 40 años y con sucesivos abades?”

“Se niega ante la sociedad que la dinámica encubridora fuese un sistema vigente y operante no sólo en la abadía, sino en toda la Iglesia”

“La penitencia y la reparación tiene que estar a la altura del crimen”

“Antes de disolver la abadía, tendrían que vender todos sus bienes y darle el importe total a las víctimas de los abusadores”

Montserrat admite que el hermano Andreu fue un “depredador sexual” que abusó de menores durante cuarenta años

Josep Mª Soler: “Algunas personas pidieron mi dimisión, pero el Nuncio me transmitió que no tenía que dimitir”

El abuso es un cáncer en la Iglesia y, para curarlo, hay que extirparlo y sajarlo sin contemplaciones. No valen las medias tintas, empedradas de buenas intenciones. De ellas, también está empedrado el infierno. Para recuperar la credibilidad perdida, la Iglesia tiene que convencer y apabullar con sus gestos de arrepentimiento. Gestos y decisiones claras, rápidas y tajantes. Por ejemplo, la presentación inmediata de la renuncia del Abad Soler y la exclaustración de todos los monjes de Montserrat que, desde 1972 hasta ahora, habían escuchado “rumorología suficiente” sobre las actividades de “depredador sexual” del hermano Andreu. Y no hicieron nada: “Se omitió cualquier tipo de actuación”, reza el propio informe de la Abadía.

Hay cinco condiciones para confesarse bien: Examen de conciencia, dolor de los pecados, propósito de la enmienda, decir los pecados al confesor y cumplir la penitencia. En el caso del informe sobre los abusos de Montserrat, es evidente que habido un examen de conciencia, bien preparado y organizado. Con una comisión especial externa a la Abadía, que intentó hacer su trabajo, presentó su informe, pero sin aterrizar las conclusiones. Es decir, transparencia que no transparenta. Transparencia que tapa y, encima, intenta quedar bien. Y a una abadía tan emblemática se le tiene que pedir y exigir mucho más.

Es obvio que, en el caso de Montserrat, se ha dado dolor de los pecados. Pero, ¿qué tipo de dolor? El de los simples golpes de pecho. ¿Dónde está el dolor profundo que sacude a toda la comunidad y lleva a los monjes a tomar medidas de arrepentimiento graves e, incluso, a exigírselas a su Abad?

El dolor de Montserrat es un dolor que se disculpa con las víctimas (¡faltaría más!) y reconoce los hechos (eran evidentes), pero lo hace de aquella manera y negando el encubrimiento. ¿Cómo se puede negar una actitud constante y permanente de ocultamiento de los casos en la Abadía durante más de 40 años y con sucesivos abades?

Porque, como ellos mismos señalan en el informe, los abades Cassiá M. Just (1966-1989), Sebastiá Bardolet (1989-2000) y Josep M. Soler (2000-hasta la actualidad) tuvieron conocimiento de los hechos a través de diversas denuncias. ¿Por qué miraron para otro lado?

De Josep María Soler, el abad actual, se dice que tuvo conocimiento de una denuncia de abuso “seis meses después de su elección” y que tomó decisiones. De hecho, apartó de Montserrat al hermano Andreu y tomó contra él una serie de medidas. Pero el propio Soler reconoce en el informe que “actualmente actuaría de manera diferente”.

Y es que, al negar el encubrimiento, se revictimiza a los abusados, se toma por tonta a la opinión pública y se echa la culpa hacia atrás, hacia responsables que ya murieron o que están jubilados y, lo que es peor, se niega ante la sociedad que la dinámica encubridora fuese un sistema vigente y operante no sólo en la abadía, sino en toda la Iglesia. Un sistema que miraba para otro lado, encubría, minimizaba los hechos, les quitaba importancia e, incluso, culpabilizaba a las víctimas. Cobertura total para “depredadores sexuales” como el hermano Andreu, que incluso llegó a “utilizar la violencia” para cometer sus abusos. De ahí que él y otros muchos supiesen que gozaban de una impunidad total en el seno de la abadía y de la Iglesia.

No se ve, pues, por ningún lado el propósito de la enmienda, sino más bien, como dice Miguel Hurtado, uno de los abusados, “una operación de marketing”, para intentar lavar la imagen de un monasterio emblemático, de un icono, de “un referente para muchos catalanes tanto creyentes como no”, según reza su propio informe.

Queda, pues, mucho camino a los monjes de Montserrat para cumplir adecuadamente la penitencia. Porque la penitencia tiene que ser potente, a la altura del dolor y del desgarro ocasionados. La reparación tiene que estar a la altura del crimen.

Al monasterio catalán se le exige reconocer los hechos en profundidad, sin maquillaje, sin pensar en la galería, sin pensar a la propia imagen. Tras eso, tienen que pedir perdón de verdad, sin matices, sin disculpas, sin escudarse en nada, sin medias verdades.

Compungidos de verdad, con saco y sayal, deberían celebrar una solemne celebración de la Palabra y, durante ella, proclamar las siguientes decisiones:

Renuncia a su cargo y exclaustración del Abad Soler por su evidente negligencia in vigilando, al menos.

Exclaustración del anterior abad, Sebastiá Bardolet

Exclaustrar y echar de Montserrat a todos los monjes, para que se ganen la vida con el sudor de su frente y comprueben lo duro que es vivir sin el paraguas de una institución, que, por culpa, suya, va a quedar mancillada en su credibilidad una vez mas.

Antes de disolver la abadía, tendrían que vender todos sus bienes y darle el importe total a las víctimas de los abusadores. Una medida así les obligaría a reparar el daño causado o consentido no sólo de boquilla, sino con el bolsillo, que es donde más duele. Dinero suficiente para que las víctimas puedan vivir con dignidad. Los abusos y el encubrimiento no tienen precio, pero sí un precio.

-El control de todo este proceso quedaría en manos de los superiores del Abad Soler, es decir, el abad presidente de la Congregación Subiacense, Guillermo León Arboleda, y el prefecto del dicasterio de la Vida Religiosa, cardenal Braz de Aviz.

El informe, con todas las medidas que dice querer poner en marcha, para evitar que se repitan estos crímenes, aunque está bien, son juegos florales, tranquilizantes de conciencia e intentos de lavar la cara a las instituciones. Sólo con la exclaustración y la reparación económica podrá pasar página el monasterio de Montserrat. Solo así la iglesia será creíble. Solo así.

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