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“Transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso”. 2 de noviembre de 2024. Conmemoración todos los Difuntos

Sábado, 2 de noviembre de 2024
Comentarios desactivados en “Transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso”. 2 de noviembre de 2024. Conmemoración todos los Difuntos

CrossofLGBTQMartyrs800pxCruz “mártires gays

Leído en Koinonia:

Job 19,1.23-27a: Yo sé que está vivo mi Redentor.
Salmo responsorial: 24: A ti, Señor, levanto mi alma.
Filipenses 3,20-21: Transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso.
Marcos 15,33-39;16,1-6: Jesús, dando un fuerte grito, expiró

El tema de la «vida eterna» no es un tema tan claro e intocable como en el ámbito de la fe tradicional nos ha parecido. Buena parte de la reflexión teológica renovadora actual está pidiendo replantear nuestra tradicional visión al respecto, la que habíamos aceptado con ingenuidad cuando niños, y que mantenemos ahí como guardada en el frigorífico del subconsciente, y que no nos atrevemos a mirar de frente.

 A la luz de lo que hoy sabemos, no es fácil, en efecto, volver a profesar en plenitud de conciencia lo que tradicionalmente hemos creído: que somos un «compuesto de cuerpo y alma», que el alma la ha creado Dios directamente en el momento de nuestra concepción, y que como tal es inmortal; que la muerte consiste en la «separación de cuerpo y alma», y que en el momento de la muerte Dios nos hace un «juicio particular» en el que nos juzga y nos premia con el cielo o nos castiga con el infierno, con lo que ya sabemos tradicionalmente de estas dos imágenes. No resulta fácil hablar de estos temas, ni siquiera con nosotros mismos, en la soledad de nuestra conciencia frente a la esperada hermana muerte. Pero es conveniente hacerlo. La teología está asumiendo este desafío. Citamos sólo tres obras:

– Roger LENAERS, Otro cristianismo es posible, colección «Tiempo axial», Abya Yala (www.abyayala.org), Quito, Ecuador, 2007, con un capítulo expreso sobre el más allá, la vida eterna. El libro está puesto en internet y es muy recomendable como manual de texto para un grupo de formación que quiera actualizar su fe con valentía. Puede tomarse libremente, por capítulos (http://2006.atrio.org/?page_id=1616).

– También, John Shelby SPONG, Ethernal Life. A new vision, HarperCollins, 2010, 288 pp, publicado en español por la editorial Abya Yala de Quito, en su colección «Tiempo axial» (tiempoaxial.org).

– Hace ya unos 30 años Leonardo BOFF publicó su libro sobre escatología: «Hablemos de la otra vida» (Sal Terrae, que sigue reeditándolo actualmente; y está en la red, por cierto). Es una visión de los temas escatológicos desde una filosofía actualizada y desde una espiritualidad liberadora.

Los tres son muy recomendables, tanto para la lectura/estudio/oración personal, como para tomarlos como un manual de base para un cursillo de formación/actualización de nuestra fe en este ámbito de temas.

 • La fiesta de los fieles difuntos es continuación y complemento de la de ayer. Junto a todos los santos ya gloriosos, queremos celebrar la memoria de nuestros difuntos. Muchos de ellos formarán parte, sin duda, de ese «inmenso gentío» que celebrábamos ayer. Pero hoy no queremos rememorar su memoria en cuanto «santos» sino en cuanto difuntos.

Es un día para hacer presente ante el Señor y ante nuestro corazón la memoria de todos nuestros familiares y amigos o conocidos difuntos, que quizá durante la vida diaria no podemos estar recordando. El verso del poeta «¡Qué solos se quedan los muertos!», expresa también una simple limitación humana: no podemos vivir centrados exhaustivamente en un recuerdo, por más que seamos fieles a la memoria de nuestros seres queridos. Acabamos olvidando de alguna manera a nuestros difuntos, al menos en el curso de la vida ordinaria, para poder sobrevivir.

Por eso, este día es una ocasión propicia para cumplir con el deber de nuestro recuerdo agradecido. Es una obra de solidaridad el orar por los difuntos, es decir, de sentirnos en comunión con ellos, más allá de los límites del espacio, del tiempo y de la carne.

 • En algunos lugares, la celebración de este día puede ser buena ocasión para hacer una catequesis sobre el sentido de la «oración de petición respecto a los difuntos», para la que sugerimos esquemáticamente unos puntos:

-el juicio de Dios sobre cada uno de nosotros es sobre la base de nuestra responsabilidad personal, no en base a otras influencias (como si la eficacia de la oración de intercesión por los difuntos pudiera actuar ante Dios como “argolla, enchufe, recomendación, padrino, coima…”);

-Dios no necesita de nuestra oración para ser misericordioso con nuestros hermanos difuntos…; nuestra oración no añade nada al amor infinito de Dios, en cierto es innecesaria;

-no rezamos para cambiar a Dios, sino para cambiarnos a nosotros mismos;

-la «vida eterna» no es una prolongación de nuestra vida en este mundo; la «vida eterna», como todo el resto del lenguaje religioso, es una metáfora, que tiene contenido real, pero no un contenido “literal-descriptivo”. Leer más…

Biblia, Espiritualidad , , , , , , , , , , ,

Principio

Martes, 11 de junio de 2024
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Del blog Nova Bella:

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Pon alma en todo.
Nada para salir del paso.

*

Miguel de Unamuno

***

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , ,

“Transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso”. 2 de noviembre de 2023. Conmemoración todos los Difuntos

Jueves, 2 de noviembre de 2023
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CrossofLGBTQMartyrs800pxLeído en Koinonia:

Job 19,1.23-27a: Yo sé que está vivo mi Redentor.
Salmo responsorial: 24: A ti, Señor, levanto mi alma.
Filipenses 3,20-21: Transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso.
Marcos 15,33-39;16,1-6: Jesús, dando un fuerte grito, expiró

El tema de la «vida eterna» no es un tema tan claro e intocable como en el ámbito de la fe tradicional nos ha parecido. Buena parte de la reflexión teológica renovadora actual está pidiendo replantear nuestra tradicional visión al respecto, la que habíamos aceptado con ingenuidad cuando niños, y que mantenemos ahí como guardada en el frigorífico del subconsciente, y que no nos atrevemos a mirar de frente.

 A la luz de lo que hoy sabemos, no es fácil, en efecto, volver a profesar en plenitud de conciencia lo que tradicionalmente hemos creído: que somos un «compuesto de cuerpo y alma», que el alma la ha creado Dios directamente en el momento de nuestra concepción, y que como tal es inmortal; que la muerte consiste en la «separación de cuerpo y alma», y que en el momento de la muerte Dios nos hace un «juicio particular» en el que nos juzga y nos premia con el cielo o nos castiga con el infierno, con lo que ya sabemos tradicionalmente de estas dos imágenes. No resulta fácil hablar de estos temas, ni siquiera con nosotros mismos, en la soledad de nuestra conciencia frente a la esperada hermana muerte. Pero es conveniente hacerlo. La teología está asumiendo este desafío. Citamos sólo tres obras:

– Roger LENAERS, Otro cristianismo es posible, colección «Tiempo axial», Abya Yala (www.abyayala.org), Quito, Ecuador, 2007, con un capítulo expreso sobre el más allá, la vida eterna. El libro está puesto en internet y es muy recomendable como manual de texto para un grupo de formación que quiera actualizar su fe con valentía. Puede tomarse libremente, por capítulos (http://2006.atrio.org/?page_id=1616).

– También, John Shelby SPONG, Ethernal Life. A new vision, HarperCollins, 2010, 288 pp, publicado en español por la editorial Abya Yala de Quito, en su colección «Tiempo axial» (tiempoaxial.org).

– Hace ya unos 30 años Leonardo BOFF publicó su libro sobre escatología: «Hablemos de la otra vida» (Sal Terrae, que sigue reeditándolo actualmente; y está en la red, por cierto). Es una visión de los temas escatológicos desde una filosofía actualizada y desde una espiritualidad liberadora.

Los tres son muy recomendables, tanto para la lectura/estudio/oración personal, como para tomarlos como un manual de base para un cursillo de formación/actualización de nuestra fe en este ámbito de temas.

 • La fiesta de los fieles difuntos es continuación y complemento de la de ayer. Junto a todos los santos ya gloriosos, queremos celebrar la memoria de nuestros difuntos. Muchos de ellos formarán parte, sin duda, de ese «inmenso gentío» que celebrábamos ayer. Pero hoy no queremos rememorar su memoria en cuanto «santos» sino en cuanto difuntos.

Es un día para hacer presente ante el Señor y ante nuestro corazón la memoria de todos nuestros familiares y amigos o conocidos difuntos, que quizá durante la vida diaria no podemos estar recordando. El verso del poeta «¡Qué solos se quedan los muertos!», expresa también una simple limitación humana: no podemos vivir centrados exhaustivamente en un recuerdo, por más que seamos fieles a la memoria de nuestros seres queridos. Acabamos olvidando de alguna manera a nuestros difuntos, al menos en el curso de la vida ordinaria, para poder sobrevivir.

Por eso, este día es una ocasión propicia para cumplir con el deber de nuestro recuerdo agradecido. Es una obra de solidaridad el orar por los difuntos, es decir, de sentirnos en comunión con ellos, más allá de los límites del espacio, del tiempo y de la carne.

 • En algunos lugares, la celebración de este día puede ser buena ocasión para hacer una catequesis sobre el sentido de la «oración de petición respecto a los difuntos», para la que sugerimos esquemáticamente unos puntos:

-el juicio de Dios sobre cada uno de nosotros es sobre la base de nuestra responsabilidad personal, no en base a otras influencias (como si la eficacia de la oración de intercesión por los difuntos pudiera actuar ante Dios como “argolla, enchufe, recomendación, padrino, coima…”);

-Dios no necesita de nuestra oración para ser misericordioso con nuestros hermanos difuntos…; nuestra oración no añade nada al amor infinito de Dios, en cierto es innecesaria;

-no rezamos para cambiar a Dios, sino para cambiarnos a nosotros mismos;

-la «vida eterna» no es una prolongación de nuestra vida en este mundo; la «vida eterna», como todo el resto del lenguaje religioso, es una metáfora, que tiene contenido real, pero no un contenido “literal-descriptivo”. Leer más…

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Mentira

Jueves, 24 de noviembre de 2022
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Del blog Nova Bella:

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A veces el silencio es la peor mentira

*

Miguel de Unamuno

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“Transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso”. 2 de noviembre de 2022. Conmemoración todos los Difuntos

Miércoles, 2 de noviembre de 2022
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Job 19,1.23-27a: Yo sé que está vivo mi Redentor.
Salmo responsorial: 24: A ti, Señor, levanto mi alma.
Filipenses 3,20-21: Transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso.
Marcos 15,33-39;16,1-6: Jesús, dando un fuerte grito, expiró

El tema de la «vida eterna» no es un tema tan claro e intocable como en el ámbito de la fe tradicional nos ha parecido. Buena parte de la reflexión teológica renovadora actual está pidiendo replantear nuestra tradicional visión al respecto, la que habíamos aceptado con ingenuidad cuando niños, y que mantenemos ahí como guardada en el frigorífico del subconsciente, y que no nos atrevemos a mirar de frente.

 A la luz de lo que hoy sabemos, no es fácil, en efecto, volver a profesar en plenitud de conciencia lo que tradicionalmente hemos creído: que somos un «compuesto de cuerpo y alma», que el alma la ha creado Dios directamente en el momento de nuestra concepción, y que como tal es inmortal; que la muerte consiste en la «separación de cuerpo y alma», y que en el momento de la muerte Dios nos hace un «juicio particular» en el que nos juzga y nos premia con el cielo o nos castiga con el infierno, con lo que ya sabemos tradicionalmente de estas dos imágenes. No resulta fácil hablar de estos temas, ni siquiera con nosotros mismos, en la soledad de nuestra conciencia frente a la esperada hermana muerte. Pero es conveniente hacerlo. La teología está asumiendo este desafío. Citamos sólo tres obras:

– Roger LENAERS, Otro cristianismo es posible, colección «Tiempo axial», Abya Yala (www.abyayala.org), Quito, Ecuador, 2007, con un capítulo expreso sobre el más allá, la vida eterna. El libro está puesto en internet y es muy recomendable como manual de texto para un grupo de formación que quiera actualizar su fe con valentía. Puede tomarse libremente, por capítulos (http://2006.atrio.org/?page_id=1616).

– También, John Shelby SPONG, Ethernal Life. A new vision, HarperCollins, 2010, 288 pp, publicado en español por la editorial Abya Yala de Quito, en su colección «Tiempo axial» (tiempoaxial.org).

– Hace ya unos 30 años Leonardo BOFF publicó su libro sobre escatología: «Hablemos de la otra vida» (Sal Terrae, que sigue reeditándolo actualmente; y está en la red, por cierto). Es una visión de los temas escatológicos desde una filosofía actualizada y desde una espiritualidad liberadora.

Los tres son muy recomendables, tanto para la lectura/estudio/oración personal, como para tomarlos como un manual de base para un cursillo de formación/actualización de nuestra fe en este ámbito de temas.

 • La fiesta de los fieles difuntos es continuación y complemento de la de ayer. Junto a todos los santos ya gloriosos, queremos celebrar la memoria de nuestros difuntos. Muchos de ellos formarán parte, sin duda, de ese «inmenso gentío» que celebrábamos ayer. Pero hoy no queremos rememorar su memoria en cuanto «santos» sino en cuanto difuntos.

Es un día para hacer presente ante el Señor y ante nuestro corazón la memoria de todos nuestros familiares y amigos o conocidos difuntos, que quizá durante la vida diaria no podemos estar recordando. El verso del poeta «¡Qué solos se quedan los muertos!», expresa también una simple limitación humana: no podemos vivir centrados exhaustivamente en un recuerdo, por más que seamos fieles a la memoria de nuestros seres queridos. Acabamos olvidando de alguna manera a nuestros difuntos, al menos en el curso de la vida ordinaria, para poder sobrevivir.

Por eso, este día es una ocasión propicia para cumplir con el deber de nuestro recuerdo agradecido. Es una obra de solidaridad el orar por los difuntos, es decir, de sentirnos en comunión con ellos, más allá de los límites del espacio, del tiempo y de la carne.

 • En algunos lugares, la celebración de este día puede ser buena ocasión para hacer una catequesis sobre el sentido de la «oración de petición respecto a los difuntos», para la que sugerimos esquemáticamente unos puntos:

-el juicio de Dios sobre cada uno de nosotros es sobre la base de nuestra responsabilidad personal, no en base a otras influencias (como si la eficacia de la oración de intercesión por los difuntos pudiera actuar ante Dios como “argolla, enchufe, recomendación, padrino, coima…”);

-Dios no necesita de nuestra oración para ser misericordioso con nuestros hermanos difuntos…; nuestra oración no añade nada al amor infinito de Dios, en cierto es innecesaria;

-no rezamos para cambiar a Dios, sino para cambiarnos a nosotros mismos;

-la «vida eterna» no es una prolongación de nuestra vida en este mundo; la «vida eterna», como todo el resto del lenguaje religioso, es una metáfora, que tiene contenido real, pero no un contenido “literal-descriptivo”. Leer más…

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1-2, 11, 2022. Más allá de Halloween: enseñanza de mi abuela, una teología de difuntos

Miércoles, 2 de noviembre de 2022
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451E2E91-C725-412F-A8C5-F5AFC4303AC1Del blog de Xabier Pikaza:

La palabra di-funto proviene del latín “de-functus”, aquel que ha cumplido su tarea (fungere-fungi), que ha saldado las deudas de la vida y que se encuentra por tanto “des-ligado”, ab-suelto de toda función, obligación o cargo, en libertad plena, ante/en lo divino y en lo humano. No tiene ya nada que hacer o cumplir, ninguna deuda que saldar, liberado, por tanto, de sus obligaciones,  abierto sólo al misterio divino de la vida.

Por eso, los cristianos decimos a Dios que “perdona nuestras deudas” (Padre-nuestro), pidiéndole que nos acoja en el seno de su paz (RIP: requiescat in pace), que descansemos en la paz de Dios que es Shalom,  como dice  la bendición sacerdotal de Israel, Num 6, 22-27, por la que rogamos a Dios, que sea nuestra vida y protección (Yahvé, Shommer). que nos conceda su paz.

Los difuntos forman parte del misterio cumplido de la vida. Están por una parte “desligados” (liberados). Pero, al mismo tiempo, expresan y fundamentan todo lo que somos, y en ese sentido podemos “imaginarlos” (representarlos) como como “esencia” o principio de aquello que somos. En su relación con los difuntos se define, según eso, nuestra vida. Frente a los “animales” que, en principio, abandonan a sus muertos (los olvidan), los hombres somos aquellos que “recordamos” a los muertos, los mantenemos en la memoria.

El hombre es un animal de pensamiento (racional), de trabajo organizado (productor) etc. Pero, en sentido más profundo, es un viviente que recuerda a sus difuntos, sabiéndose ligado a ellos.  Por eso, los primeros signos humanos dichos son los “enterramientos” (dólmenes, cuevas y ritos funerarias etc.).

Desde ese fondo, en las reflexiones que siguen, quiero evocar dos elementos de mi visión fundamental de los difuntos. (a) La experiencia milenaria de mi abuela, en un contexto rural vasco. (b). La teología cristiana de los difuntos.

  1. EL HALLOWEEN DE MI ABUELA

No me extraña nada el Halloween como fiesta pagana de los difuntos, de origen quizá celta, pero con raíces mucho más extensas, yo diría universales, muy cercanas a las que me transmitió mi abuela. El culto y recuerdo de los muertos, con lo que tiene de fascinación, pavor y vibración del alma, es una de las bases de la cultura humana (y de la religión). Si un día lo olvidamos, si los muertos dejan de ser “sagrados” en el sentido más hondo del término, dejaremos también de ser humanos.

Lo que me entristece es un Halloween sin hondura , manejado por comerciantes del dinero y la conciencia otros seres humanos. Si triunfa este “Halloween sin Halloween” (es decir, sin experiencia de la santidad de los difuntos), habremos perdido el gozo y la emoción de la vida, con el infinito temblor sagrado, esperanzado, de la muerte, de manera que nos convertiremos en máquinas, juguetes parlantes, en manos de la pura banalidad o del comercio económica que todo lo corrompe  y lo utiliza. Viviremos sin repliegues de misterio en el alma, pues no tendremos alma.

            Si borramos el Halloween “primigenio” de mi abuela habremos destruido el gozo y misterio más hondo de nuestra existencia., que consiste en recordar a los difuntos, manteniéndoles en el recuerdo del corazón y celebrando con ellos (por ellos) la fiesta dolorida y gozosa  de la vida.

Esto es lo que puede suceder por la vía de un Halloween sin sin temblor gozoso ante misterio de la vida y de la muerte. Habremos borrado la “fiesta” de los santos y difuntos de todos. Seremos como autómatas en manos del comercio de algunos. No habrá ya santidad de fondo de la existencia humana, sorpresa ingente por la vida, por ser cada vida única y sagrada; no habrá desconcierto infinito e infinita esperanza ante la muerte; no habrá ya humanidad, al menos la que hemos conocido hasta el momento.

De esto quiero tratar en el entorno de estos días de santos y difuntos (para otros de Halloween; 1-2 de noviembre), no para negar el Halloween como posible fiesta de la muerte (¡que yo he celebrado de niño!), sino para darle su sentido antropológico, religioso, que no es comercial, sino de apertura al misterio de la vida.

Celebré un año las fiestas de los santos y difuntos con mi abuela materna, en el basherri o caserío de Aldekoa/Arrugaeta. Con ella se podía hablar de todo y así hablamos. Fue una de las más hondas lecciones que me han dado, sobre la vida y la muerte, antes de todo lo que más tarde he podido aprender estudiando y enseñando sobre el sentido de la vida y de la muerte en las diversas culturas y religiones.

1. Yo tendría en torno a ocho años (quizá siete y miedo, quizá ocho y medio). Le dije que me habían dicho que no pasara esos días por delante del Illherri o cementerio (pueblo de los muertos), pues venían los difuntos y metían miedo.

Me respondió que no les tuviera miedo, que pasara por allí contento, que los muertos (Arima-Santuak, almas santas) estaban allí para ayudarnos y enseñarnos. Que les pidiera su ayuda, y que me ayudarían, pues los muertos son santos que ayudan a los niños a crecer y a los hombres a vivir, como ellos han vivido, y mejor todavía que ellos, aunque no les veamos.

2. Le pregunté entonces por qué se celebraban muchas misas, con muchas velas en la Iglesia. Le dije también que muchos lloraban, sobre todo las mujeres, y que iban de negro.

Me respondió que las misas no eran para ayudar a los difuntos, sino para recordarles, para saber que todos formamos una gran familia, vivos y difuntos. Me dijo que las velas eran para saber que hay una luz para cada uno, para todos… y que las mujeres lloraban porque recordaban con cariño a los difuntos, sabiendo que un día todos los que hemos vivido en el mundo nos encontraríamos en Dios.

3. Entonces le pregunté por qué había dos fiestas, una de difuntos y otra de santos,que me parecía que los santos ya disfrutaban en el cielo y los difuntos seguían sufriendo en el purgatorio o el infierno.

Ella me dijo, con toda decisión, que las dos fiestas eran una misma. El día de los Santos se recordaba a todos los muertos con alegría, porque todos iban a Dios, donde la vida era una Gran Luz, un Gran Amor; entre esos santos se recordaba a algunos en especial, como la Virgen, San Pedro o San Martin, los que estaban en las imágenes de la iglesia. El día de los Difuntos se recordaba a los mismos muertos, especialmente a últimos, a los que todavía recordamos (aitita, osaba Leon…), porque Dios le está recibiendo en su casa del cielo.

4. Yo le dije todavía que había algunos muertos malos, malos, de esos que iban al infierno, y que venían para castigan a los niños, que así me lo había dicho Eneko en el camino de la fuente, y que había que espantarles. Ella me respondió muy seria que no le hiciera caso a Eneko, porque ningún muerto podía venir a hacernos daño. Además, añadió, no podíamos decir que alguno se condenaba, porque Dios es el Más Grande (Jaungoikoa haundiena…) y puede llevar a todos a su cielo, porque él quiere a todos, porque todos somos sus hijos, y por eso vino Jesús, para abrir las puertas del cielo, de par en par…

5. Pero, entonces, le dije: ¡Amama, todo lo mismo! Si todos se van a salvar a ir al cielo, da lo mismo ser bueno que malo…Ella volvió a responderme muy seria. ¡No todo da lo mismo! Precisamente porque Dios nos quiere tenemos que buenos, y no tener miedo… Por eso debemos celebrar y alegrarnos estos días, de los Santos y los Difuntos, llevar flores, llevar luces… Vamos al etxaurre abuscar flores, luego voy a hacer unos pasteles, vamos a poner luces en casa, para que estén con nosotros los santos y difuntos, y estén contentos…

6. Pero ¿no dices que no se les puede ver, que no les tenga miedo? ¿Para qué poner luces y flores si no les vemos?

No les vemos, pero ellos están. Están aquí, con nosotros, en la misma casa, están en la iglesia y el Illherri… No les podemos ver, pero están, ellos nos hablan al corazón, sin necesidad de palabras, nos dicen que vivamos, que nos queramos… y cuidemos unos a otros

¿Sabes quién es el muerto principal, el amigo de todos los vivos y los muertos? Es Jesús, ya sabes cómo le mataron, sabiendo además que está vivo, en nosotros con nosotros. Eso es lo que llaman los curas resurrección. Jesús está aquí, diciéndonos lo que nos decía cuando vivió en Jerusalén; y está la Andramari, su amatxu, y están los muertos, todos resucitados, con nosotros. No, no les podemos ver, ni escuchar con los oídos, pero les podemos sentir en el corazón y están contentos porque vivimos y nos queremos. Por ellos podemos vivir, a ellos les debemos lo que somos.

7. No entiendo, amama. ¿Por qué dices que podemos vivir por ellos, si ya no están?

–¿Cómo te atreves a decir que no están? Ellos están y viven con nosotros. Sin ellos no seríamos nadie, no podríamos haber nacido. Pero ahora pero no podemos verles, gracias a Dios. Tú no podrías vivir sin tu aitita, que ya ha muerto, pero está contigo, y no podrías vivir sin Jesús y sin todos los que han muerto para que nosotros podamos vivir. Por eso, aunque estamos tristes porque han muerto nos alegramos, buscamos flores, ponemos luces, vamos a comer pasteles… y después, mañana, iremos a misa, con luces y zapatos nuevos y daremos gracias a Dios por todos los muertos…

Mi amama celebraba así un tipo de Halloween, de rito “pagano” por los muertos, como el que han celebrado chinos y bantúes, celtas y euskaldunes, por siglos y siglos… Pero ese rito era, al mismo tiempo, una fiesta cristiana, una fiesta de gozo por la vida y la muerte de Jesús, en el Illherri de fuera y en la Iglesia de dentro, en los caminos y en las fuentes.

No sé si he recreado aquel recuerdo de un modo demasiado romántico, pero ha seguido estando ahí, a lo largo de mi vida, con más fuerza que las ideas teológicas que más tarde quise aprender. Por eso, estoy seguro de que un tipo Halloween humano y religioso pertenece a las entrañas de la misma vida. Ese Halloween, no se opone al Evangelio de Jesús, sino todo lo contrario, está en la línea de la fiesta cristiana de la vida, porque el muerto por quien todos vivimos es el mismo Jesús,  Dios que ha muerto por nosotros, para que en él vivamos, despleguemos nuestra vida en amor y seamos.

Pero está llegando un Halloween puramente comercial, que ha perdido sus raíces religiosas y se ha convertido en un signo de consumismo banal, que todo lo confunde (muertos y vivos, monstruos y seres humanos) en aras de un comercio que Cristo quiso expulsar del templo de la vida humana.

2. DÍA DE ÁNIMAS. EL PURGATORIO NO ES DOGMA, ES UN CAMINO EN LA VIDA.

No es un dogma separado, sino un elemento de la experiencia de Jesús, quien, según el credo de los apóstoles “descendió a los infiernos” (que son en realidad el purgatorio), para compartir la suerte de los muertos, liberándolos de la destrucción eterna.

No es un dogma más, junto a otros, sino un elemento esencial del “dogma” de Jesús que “descendió a los infiernos” para acompañar y liberar a los que “esperaban” (=esperan) su santo advenimiento. Así lo entendió la iglesia antigua y lo sigue entendiendo la Iglesia Oriental, que no ha necesitado nunca ni necesita un dogma separado sobre el purgatorio. Leer más…

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“Transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso”. 2 de noviembre de 2021. Conmemoración todos los Difuntos

Martes, 2 de noviembre de 2021
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Job 19,1.23-27a: Yo sé que está vivo mi Redentor.
Salmo responsorial: 24: A ti, Señor, levanto mi alma.
Filipenses 3,20-21: Transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso.
Marcos 15,33-39;16,1-6: Jesús, dando un fuerte grito, expiró

El tema de la «vida eterna» no es un tema tan claro e intocable como en el ámbito de la fe tradicional nos ha parecido. Buena parte de la reflexión teológica renovadora actual está pidiendo replantear nuestra tradicional visión al respecto, la que habíamos aceptado con ingenuidad cuando niños, y que mantenemos ahí como guardada en el frigorífico del subconsciente, y que no nos atrevemos a mirar de frente.

 A la luz de lo que hoy sabemos, no es fácil, en efecto, volver a profesar en plenitud de conciencia lo que tradicionalmente hemos creído: que somos un «compuesto de cuerpo y alma», que el alma la ha creado Dios directamente en el momento de nuestra concepción, y que como tal es inmortal; que la muerte consiste en la «separación de cuerpo y alma», y que en el momento de la muerte Dios nos hace un «juicio particular» en el que nos juzga y nos premia con el cielo o nos castiga con el infierno, con lo que ya sabemos tradicionalmente de estas dos imágenes. No resulta fácil hablar de estos temas, ni siquiera con nosotros mismos, en la soledad de nuestra conciencia frente a la esperada hermana muerte. Pero es conveniente hacerlo. La teología está asumiendo este desafío. Citamos sólo tres obras:

– Roger LENAERS, Otro cristianismo es posible, colección «Tiempo axial», Abya Yala (www.abyayala.org), Quito, Ecuador, 2007, con un capítulo expreso sobre el más allá, la vida eterna. El libro está puesto en internet y es muy recomendable como manual de texto para un grupo de formación que quiera actualizar su fe con valentía. Puede tomarse libremente, por capítulos (http://2006.atrio.org/?page_id=1616).

– También, John Shelby SPONG, Ethernal Life. A new vision, HarperCollins, 2010, 288 pp, publicado en español por la editorial Abya Yala de Quito, en su colección «Tiempo axial» (tiempoaxial.org).

– Hace ya unos 30 años Leonardo BOFF publicó su libro sobre escatología: «Hablemos de la otra vida» (Sal Terrae, que sigue reeditándolo actualmente; y está en la red, por cierto). Es una visión de los temas escatológicos desde una filosofía actualizada y desde una espiritualidad liberadora.

Los tres son muy recomendables, tanto para la lectura/estudio/oración personal, como para tomarlos como un manual de base para un cursillo de formación/actualización de nuestra fe en este ámbito de temas.

 • La fiesta de los fieles difuntos es continuación y complemento de la de ayer. Junto a todos los santos ya gloriosos, queremos celebrar la memoria de nuestros difuntos. Muchos de ellos formarán parte, sin duda, de ese «inmenso gentío» que celebrábamos ayer. Pero hoy no queremos rememorar su memoria en cuanto «santos» sino en cuanto difuntos.

Es un día para hacer presente ante el Señor y ante nuestro corazón la memoria de todos nuestros familiares y amigos o conocidos difuntos, que quizá durante la vida diaria no podemos estar recordando. El verso del poeta «¡Qué solos se quedan los muertos!», expresa también una simple limitación humana: no podemos vivir centrados exhaustivamente en un recuerdo, por más que seamos fieles a la memoria de nuestros seres queridos. Acabamos olvidando de alguna manera a nuestros difuntos, al menos en el curso de la vida ordinaria, para poder sobrevivir.

Por eso, este día es una ocasión propicia para cumplir con el deber de nuestro recuerdo agradecido. Es una obra de solidaridad el orar por los difuntos, es decir, de sentirnos en comunión con ellos, más allá de los límites del espacio, del tiempo y de la carne.

 • En algunos lugares, la celebración de este día puede ser buena ocasión para hacer una catequesis sobre el sentido de la «oración de petición respecto a los difuntos», para la que sugerimos esquemáticamente unos puntos:

-el juicio de Dios sobre cada uno de nosotros es sobre la base de nuestra responsabilidad personal, no en base a otras influencias (como si la eficacia de la oración de intercesión por los difuntos pudiera actuar ante Dios como “argolla, enchufe, recomendación, padrino, coima…”);

-Dios no necesita de nuestra oración para ser misericordioso con nuestros hermanos difuntos…; nuestra oración no añade nada al amor infinito de Dios, en cierto es innecesaria;

-no rezamos para cambiar a Dios, sino para cambiarnos a nosotros mismos;

-la «vida eterna» no es una prolongación de nuestra vida en este mundo; la «vida eterna», como todo el resto del lenguaje religioso, es una metáfora, que tiene contenido real, pero no un contenido “literal-descriptivo”. Leer más…

Biblia, Espiritualidad , , , , , , , , , , ,

El Ayuntamiento de Santiponce (Andalucía), Premio Unamuno por honrar la memoria del “Cervantes protestante”

Sábado, 26 de junio de 2021
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5f9ab8d58aac2_estatua1Casiodoro de la Reina, monje del convento de San Isidoro del Campo

Se trata del primer monumento que se inaugura en España para honrar la memoria de un protestante, y está delante del propio monasterio del que tuvo que huir escapando de la Inquisición

ElAyuntamiento de Santiponce (Sevilla) ha sido designado este año como merecedor del ‘PremioUnamuno, amigo de los protestantes’ que otorga el diario Protestante Digital. Este galardón se entrega desde 2006, y supone ya una referencia cultural en España. La entrega se realizará a finales del próximo septiembre, fecha del nacimiento de Unamuno.

El nombre del premio responde a la amistad mostrada por Miguel de Unamuno con destacadas figuras evangélicas, en especial con el pastor protestante Atilano Cocoa quien intentó salvar de ser fusilado por Franco, como ha recordado recientemente la película ‘Mientras dure la guerra’.

El premio reconoce a alguna persona o institución española que, sin ser de confesión protestante, haya realizado alguna contribución destacada a favor de la pluralidad y la convivencia de la sociedad, especialmente en aspectos relativos a los evangélicos españoles.

Protestante Digital es el principal medio de información y opinión evangélico en nuestro país, con 18 años de existencia, y que en 2020 tuvo cerca de diez millones de páginas vistas. Está vinculado a la Alianza Evangélica Española, con más de 130 años de vida y representante del protestantismo español en las Alianzas Europea (con representación ante la UE en Bruselas) y Mundial.

Razones del premio a Santiponce

Entre los méritos del Ayuntamiento de Santiponce que motivaron la concesión del premio este año destaca sin ninguna duda la estatua inaugurada el 29 de octubre de 2020 dedicada a Casiodoro de Reina, monje español del convento de Isidoro del Campo en Santiponce, que abrazó la fe reformada (protestante). En 2020 se conmemoró el 500 aniversario del nacimiento de Casiodoro de Reina,

Se trata del primer monumento que se inaugura en España para honrar la memoria de un protestante, y está delante del propio monasterio del que tuvo que huir escapando de la Inquisición. En este caso, se trata de una de las grandes (y desconocida) figuras de la literatura española, así como uno de los principales reformadores españoles, que en el Siglo XVI escapó  del monasterio de San Isidoro del Campo junto a varios compañeros ante su inminente emjuicimiante por el Santo Oficio.

Casiodoro de Reina es el autor de la Biblia del Oso, primera traducción completa de los textos originales de la Biblia al castellano, publicada en el Siglo XVI.

Fruto de su labor, a lo largo de la historia millones de personas han podido acceder en todo el mundo de habla hispana a las Escrituras en el idioma español. Su obra es considerada por especialistas una de las obras cumbre de la literatura española. Antonio Muñoz Molina la coloca como referencia del idioma castellano a la altura del Quijote de Cervantes.

Además de la estatua, el ayuntamiento imprimió 3.000 ejemplares de una revista dedicada a Casiodoro de Reina. Una actividad que se une al trato justo, empático y de diálogo abierto con los evangélicos cordobeses en este municipio ejemplo de pluralismo y convivencia para todo el territorio español.

Otros premiados

El Ayuntamiento de Santiponce se une a ilustres instituciones e intelectuales que han recibido este premio, que celebra con la actual su 13ª edición. El ‘Premio Unamuno, amigo de los protestantes’ fue concedido con anterioridad a escritores como el mencionado Antonio Muñoz Molina,Eva Díaz Pérez, a entidades como la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, y a figuras de la cultura o la política decisivas en el camino de normalización de los evangélicos en España, como Alberto Ruiz Gallardón,José María Calviño y José Luis Villacañas.

Fuente Religión Digital

Cristianismo (Iglesias), General, Iglesia Anglicana, Iglesia Bautista, Iglesia Luterana, Iglesia Presbiteriana, Iglesias Evangélicas, Iglesias Pentecostales, Iglesias Reformadas (Calvinistas) , , , , , , ,

“Transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso”. 2 de noviembre de 2020. Conmemoración todos los Difuntos

Lunes, 2 de noviembre de 2020
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CrossofLGBTQMartyrs800pxLeído en Koinonia:

Job 19,1.23-27a: Yo sé que está vivo mi Redentor.
Salmo responsorial: 24: A ti, Señor, levanto mi alma.
Filipenses 3,20-21: Transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso.
Marcos 15,33-39;16,1-6: Jesús, dando un fuerte grito, expiró

El tema de la «vida eterna» no es un tema tan claro e intocable como en el ámbito de la fe tradicional nos ha parecido. Buena parte de la reflexión teológica renovadora actual está pidiendo replantear nuestra tradicional visión al respecto, la que habíamos aceptado con ingenuidad cuando niños, y que mantenemos ahí como guardada en el frigorífico del subconsciente, y que no nos atrevemos a mirar de frente.

 A la luz de lo que hoy sabemos, no es fácil, en efecto, volver a profesar en plenitud de conciencia lo que tradicionalmente hemos creído: que somos un «compuesto de cuerpo y alma», que el alma la ha creado Dios directamente en el momento de nuestra concepción, y que como tal es inmortal; que la muerte consiste en la «separación de cuerpo y alma», y que en el momento de la muerte Dios nos hace un «juicio particular» en el que nos juzga y nos premia con el cielo o nos castiga con el infierno, con lo que ya sabemos tradicionalmente de estas dos imágenes. No resulta fácil hablar de estos temas, ni siquiera con nosotros mismos, en la soledad de nuestra conciencia frente a la esperada hermana muerte. Pero es conveniente hacerlo. La teología está asumiendo este desafío. Citamos sólo tres obras:

– Roger LENAERS, Otro cristianismo es posible, colección «Tiempo axial», Abya Yala (www.abyayala.org), Quito, Ecuador, 2007, con un capítulo expreso sobre el más allá, la vida eterna. El libro está puesto en internet y es muy recomendable como manual de texto para un grupo de formación que quiera actualizar su fe con valentía. Puede tomarse libremente, por capítulos (http://2006.atrio.org/?page_id=1616).

– También, John Shelby SPONG, Ethernal Life. A new vision, HarperCollins, 2010, 288 pp, publicado en español por la editorial Abya Yala de Quito, en su colección «Tiempo axial» (tiempoaxial.org).

– Hace ya unos 30 años Leonardo BOFF publicó su libro sobre escatología: «Hablemos de la otra vida» (Sal Terrae, que sigue reeditándolo actualmente; y está en la red, por cierto). Es una visión de los temas escatológicos desde una filosofía actualizada y desde una espiritualidad liberadora.

Los tres son muy recomendables, tanto para la lectura/estudio/oración personal, como para tomarlos como un manual de base para un cursillo de formación/actualización de nuestra fe en este ámbito de temas.

 • La fiesta de los fieles difuntos es continuación y complemento de la de ayer. Junto a todos los santos ya gloriosos, queremos celebrar la memoria de nuestros difuntos. Muchos de ellos formarán parte, sin duda, de ese «inmenso gentío» que celebrábamos ayer. Pero hoy no queremos rememorar su memoria en cuanto «santos» sino en cuanto difuntos.

Es un día para hacer presente ante el Señor y ante nuestro corazón la memoria de todos nuestros familiares y amigos o conocidos difuntos, que quizá durante la vida diaria no podemos estar recordando. El verso del poeta «¡Qué solos se quedan los muertos!», expresa también una simple limitación humana: no podemos vivir centrados exhaustivamente en un recuerdo, por más que seamos fieles a la memoria de nuestros seres queridos. Acabamos olvidando de alguna manera a nuestros difuntos, al menos en el curso de la vida ordinaria, para poder sobrevivir.

Por eso, este día es una ocasión propicia para cumplir con el deber de nuestro recuerdo agradecido. Es una obra de solidaridad el orar por los difuntos, es decir, de sentirnos en comunión con ellos, más allá de los límites del espacio, del tiempo y de la carne.

 • En algunos lugares, la celebración de este día puede ser buena ocasión para hacer una catequesis sobre el sentido de la «oración de petición respecto a los difuntos», para la que sugerimos esquemáticamente unos puntos:

-el juicio de Dios sobre cada uno de nosotros es sobre la base de nuestra responsabilidad personal, no en base a otras influencias (como si la eficacia de la oración de intercesión por los difuntos pudiera actuar ante Dios como “argolla, enchufe, recomendación, padrino, coima…”);

-Dios no necesita de nuestra oración para ser misericordioso con nuestros hermanos difuntos…; nuestra oración no añade nada al amor infinito de Dios, en cierto es innecesaria;

-no rezamos para cambiar a Dios, sino para cambiarnos a nosotros mismos;

-la «vida eterna» no es una prolongación de nuestra vida en este mundo; la «vida eterna», como todo el resto del lenguaje religioso, es una metáfora, que tiene contenido real, pero no un contenido “literal-descriptivo”. Leer más…

Biblia, Espiritualidad , , , , , , , , , , ,

“Transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso”. 2 de noviembre de 2019. Conmemoración todos los Difuntos

Sábado, 2 de noviembre de 2019
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Job 19,1.23-27a: Yo sé que está vivo mi Redentor.
Salmo responsorial: 24: A ti, Señor, levanto mi alma.
Filipenses 3,20-21: Transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso.
Marcos 15,33-39;16,1-6: Jesús, dando un fuerte grito, expiró

El tema de la «vida eterna» no es un tema tan claro e intocable como en el ámbito de la fe tradicional nos ha parecido. Buena parte de la reflexión teológica renovadora actual está pidiendo replantear nuestra tradicional visión al respecto, la que habíamos aceptado con ingenuidad cuando niños, y que mantenemos ahí como guardada en el frigorífico del subconsciente, y que no nos atrevemos a mirar de frente.

 A la luz de lo que hoy sabemos, no es fácil, en efecto, volver a profesar en plenitud de conciencia lo que tradicionalmente hemos creído: que somos un «compuesto de cuerpo y alma», que el alma la ha creado Dios directamente en el momento de nuestra concepción, y que como tal es inmortal; que la muerte consiste en la «separación de cuerpo y alma», y que en el momento de la muerte Dios nos hace un «juicio particular» en el que nos juzga y nos premia con el cielo o nos castiga con el infierno, con lo que ya sabemos tradicionalmente de estas dos imágenes. No resulta fácil hablar de estos temas, ni siquiera con nosotros mismos, en la soledad de nuestra conciencia frente a la esperada hermana muerte. Pero es conveniente hacerlo. La teología está asumiendo este desafío. Citamos sólo tres obras:

– Roger LENAERS, Otro cristianismo es posible, colección «Tiempo axial», Abya Yala (www.abyayala.org), Quito, Ecuador, 2007, con un capítulo expreso sobre el más allá, la vida eterna. El libro está puesto en internet y es muy recomendable como manual de texto para un grupo de formación que quiera actualizar su fe con valentía. Puede tomarse libremente, por capítulos (http://2006.atrio.org/?page_id=1616).

– También, John Shelby SPONG, Ethernal Life. A new vision, HarperCollins, 2010, 288 pp, publicado en español por la editorial Abya Yala de Quito, en su colección «Tiempo axial» (tiempoaxial.org).

– Hace ya unos 30 años Leonardo BOFF publicó su libro sobre escatología: «Hablemos de la otra vida» (Sal Terrae, que sigue reeditándolo actualmente; y está en la red, por cierto). Es una visión de los temas escatológicos desde una filosofía actualizada y desde una espiritualidad liberadora.

Los tres son muy recomendables, tanto para la lectura/estudio/oración personal, como para tomarlos como un manual de base para un cursillo de formación/actualización de nuestra fe en este ámbito de temas.

 • La fiesta de los fieles difuntos es continuación y complemento de la de ayer. Junto a todos los santos ya gloriosos, queremos celebrar la memoria de nuestros difuntos. Muchos de ellos formarán parte, sin duda, de ese «inmenso gentío» que celebrábamos ayer. Pero hoy no queremos rememorar su memoria en cuanto «santos» sino en cuanto difuntos.

Es un día para hacer presente ante el Señor y ante nuestro corazón la memoria de todos nuestros familiares y amigos o conocidos difuntos, que quizá durante la vida diaria no podemos estar recordando. El verso del poeta «¡Qué solos se quedan los muertos!», expresa también una simple limitación humana: no podemos vivir centrados exhaustivamente en un recuerdo, por más que seamos fieles a la memoria de nuestros seres queridos. Acabamos olvidando de alguna manera a nuestros difuntos, al menos en el curso de la vida ordinaria, para poder sobrevivir.

Por eso, este día es una ocasión propicia para cumplir con el deber de nuestro recuerdo agradecido. Es una obra de solidaridad el orar por los difuntos, es decir, de sentirnos en comunión con ellos, más allá de los límites del espacio, del tiempo y de la carne.

 • En algunos lugares, la celebración de este día puede ser buena ocasión para hacer una catequesis sobre el sentido de la «oración de petición respecto a los difuntos», para la que sugerimos esquemáticamente unos puntos:

-el juicio de Dios sobre cada uno de nosotros es sobre la base de nuestra responsabilidad personal, no en base a otras influencias (como si la eficacia de la oración de intercesión por los difuntos pudiera actuar ante Dios como “argolla, enchufe, recomendación, padrino, coima…”);

-Dios no necesita de nuestra oración para ser misericordioso con nuestros hermanos difuntos…; nuestra oración no añade nada al amor infinito de Dios, en cierto es innecesaria;

-no rezamos para cambiar a Dios, sino para cambiarnos a nosotros mismos;

-la «vida eterna» no es una prolongación de nuestra vida en este mundo; la «vida eterna», como todo el resto del lenguaje religioso, es una metáfora, que tiene contenido real, pero no un contenido “literal-descriptivo”. Leer más…

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2.11.19. Por nuestra hermana muerte, loado mi Señor

Sábado, 2 de noviembre de 2019
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23130699_879579698885890_9051203129891291326_nDel blog de Xabier Pikaza:

Todos los Difuntos, la alabanza de la muerte

El tema del hombre es morir para la vida

De los muertos vivimos, y por ellos alabamos  a Dios, en fraternidad gozosa. Porque ellos han sido y son para  (con) nosotros, como sabe y dice el Hermano Francisco,  en su Canto a las criaturas (sol, luna y estrellas, luego viento, y agua y fuego), con la “hermana madre nuestra tierra” (sora nostra matre terra)…,  para culminar con nuestra hermana (sora) muerte.
     Por eso, hoy (1.11) es  día de cantar a  sora nostra morte corporale, como sigue diciendo Francisco, a la muertehermana universal (nuestra) como Dios, como la tierra…  Por eso, es bueno precisar mejor los rasgos de esa muerte, que es corporal (como la tierra) y es  divina, como el  Dios de Cristo,  siendo “mía”, “hermana del alma”, condición y vida de todos los vivientes, que morimos en, con, y para los demás (en y como Cristo).
     Así quiero presentarla , destacando su condición “bendita” de  hermana nostra, por la que alabamos a Dios,  pues en él vivimos, nos movemos/morimos y somos (Hch 17, 28), para así regalar  vida y compartirla con todos, pues en el Cristo  muerto y resucitado somos, en esperanza universal, sabiendo que la vida de Dios en los hombres hermanos no muere, sino que se transforma, como evocaré en dos partes:
 (a) Quiero evocar a una abuela,que me enseñó a querer a los muertos, sabiendo “querido” por ellos, en la línea de Francisco de Asís, dándoles gracias por seguir  en nosotros, cuando pasábamos un día como éste junto al cementerio, hace más de 70 años, con cierto miedo, pero con temblor más fuerte de gozo.
(b) Presentaré una breve  historia de las religiones, que me ha permitido trazar un esquema de vida con revelación del sentido de los muertos. Empiece el lector por la primera parte. La segunda puede quedar para eruditos.
(Imágenes para situar el tema. 1: Necrópolis romana de Barcino/Barcelona, del tiempo de Jesús; 2: Corredor externo de la Iglesia de mi abuela de Zeberio, que era en principio cementerio abierto desde el templo a la luz del ancho mundo;  3: Necrópolis de Argiñeta/Elorrio, junto al pueblo de mi abuela; 4: Necrópolis budista; 5: Yad-va-Shem, memorial de los muertos de la Soah, en Jerusalén; 6: Cementerio de soldados alemanes “caidos”, en Yuste).
La herencia de mi abuela

zeberio_santotomas_hRecuerdo que solíamos pasar al lado del cementerio, a veces de noche y siempre había personas que nos metían miedo, hablando de apariciones de difuntos. Solíamos tener miedo, ir de puntillas, callados, por si aparecían las almas. Pues bien, recuerdo que ella, la abuela, con la sabiduría de los siglos, me dijo, nos dijo: no tengáis miedo a los muertos; son amigos que ayudan. Siguen aquí cerca de nosotros para acompañarnos a vivir, hasta que todos lleguemos al cielo.

Ese lenguaje de la abuela encerraba una historia de las religiones. Sin ella saberlo, sabía y decía todo lo que han dicho a lo largo de los larguísimos milenios, las grandes religiones, desde el paganismo primero de la tierra vasca (o africana), hasta el más hondo cristianismo, pasando por las religiones orientales.
La abuela era pagano/cristiana, como seguimos siendo paganos en un resquicio del alma, todos nosotros. Para ella, los muertos eran impulsores de vida. Más aún, eran la potencia de una vida que sigue haciéndonos vivir, pura energía espiritual. Ellos nos dan dado la vida y se han ido antes que nosotros para que nosotros podamos existir. Así nos decía “se han ido para ayudarnos; no recéis por ellos, rezarles a ellos para que os acompañen”. Esta ha sido para mí una experiencia de vida y después, cuando he estudiado el sentido de la muerte y de los muertos en las varias religiones de la tierra, he tenido siempre en cuenta lo que decía la abuela.

Argieta03Pero la abuela tenía algo de las religiones orientales. Ella sabía que los muertos tienen que “purificarse”, venciendo todas las formas de mal que han podido ir acumulando a lo largo de su vida. No, ella no creía en las reencarnaciones, pero sí creía en la necesidad de crear un mundo de luz y de gracia, hasta la purificación final de todos, de los vivos y los muertos. Por eso había que seguir vinculados a los muertos, para que todos, nosotros y ellos, fuéramos alcanzando la perfecta limpieza. En ese sentido, la vida en su conjunto era un “purgatorio”, un purificatorio: un camino en el que podemos y debemos aprender a querernos, superando las manchas del odio y la venganza. Por eso, en el fondo, “creer en los muertos” era creer que no habían muerto del todo, que seguían haciendo un camino de Dios, hasta que alcanzaran, con la ayuda de Dios y nuestra colaboración, pureza total de la vida. Esa purificación no era fuego… almas que se queman, sino escuela de amor, para todos.

Finalmente, la abuela era muy cristiana. Recuerdo la manera que tenía de hablar de los “inocentes”, es decir, los locos, los pobres sin ningún medio de subsistencia, los niños que morían sin haber crecido… En ellos veía a Dios. En ese sentido, todos los muertos acababan siendo “inocentes”. Ellos eran los que sustentaban este mundo, manteniendo viva la misericordia de Dios. Pero, al mismo tiempo, ella sabía que tenemos que cambiar la forma de vida en este mundo, cambiar las condiciones de la sociedad, para que no hubiera inocentes sufriendo, para que todos pudiéramos vivir, en amor, como la Virgen María, que ayudaba en el camino.

Creer en los muertos era creen en la vida que es un don de inocencia, un don de Dios, al servicio de los más pobres, esperando la llegada de un mundo de justicia total. Por eso, en el fondo del “culto a los muertos” estaba el recuerdo de Jesús: ser como Jesús para resucitar, para que un día la vida fuera trasparente (nos podríamos ver todos, muertos y vivos); para que un día la vida fuera lugar de justicia para todos, empezando por los “inocentes”. Por ero, recordar a los muertos era un modo de tenerlos presentes en un camino de esperanza… con la certeza de que un día no habría ya muerte.

Ahora, pasados muchos años, más o menos 70, quiero recordar y recrear algunas de las cosas que estaban en el fondo del lenguaje de la abuela, de otra manera, desde la historia de las religiones. Si alguien quiere seguir leyendo siga, pero lo fundamental (lo que yo quería decir) ya lo he dicho, en este días de difuntos, con la memoria (quizá idealizada) de mi abuela.

2. Los muertos en las religiones de la naturaleza

Los muertos están en el mismo proceso de la vida. Así lo han dicho las religiones cósmicas (o de la naturaleza), que introducen la historia del mundo y de los hombres en el ritmo incesante, siempre repetido, del eterno retorno de la vida. Eso significa que no hay fin, no existe meta alguna, sino rueda de generaciones y generaciones, una rueda que en el fondo es buena, porque es bueno vivir. Lo que ha sido eso es, lo que es eso será, lo que es ya ha sido. De esa forma, los muertos están en el mismo ritmo de la vida, que vuelve de formas distintas, pero en el fondo siempre iguales. Siguen estando en la roca y el árbol, en el mar y la montaña, en las estrellas y el mar infinito.

De esa forma, los muertos se integran en el eterno retorno de la naturaleza, entendida como divina, realidad suficiente, absoluta. No hay un Dios personal, ni los hombres son de verdad individuales: vivimos de los muertos que han vivido antes que nosotros. Y así seguiremos viviendo. Por eso enterramos a los muertos, para que fecunden la tierra, como semilla de vida.
En algunas de estas religiones, el “alma” es Huaca, un alma cósmica. Esa es una palabra propia de los incas del altiplano sud-americano, que piensan que el hombre forma parte del todo divino cósmico. Huaca son las montañas, los ríos poderosos y, en especial, la madre tierra. Pero en ella son especialmente sagrados o huaca los que han muerto y siguen vinculados a su sepultura. Por eso es fundamental el enterramiento: de la madre tierra venimos y en ella somos recibidos por la muerte. Quizá podemos decir que el alma de los hombres forma parte del gran alma cósmica, que es la divinidad de la tierra o huaca. Por eso, un día como hoy, en gran parte de la América profunda, los vivos y los muertos se descubren en sinfonía superior de Vida. Así lo he sentido, por ejemplo, en México y en Perú, lugares donde el culto a los muertos sigue siendo garantía de sentido y vida para millones y millones de personas.

3. Religiones de la interioridad

51141525_092f04bc5e.jpgLas religiones de la interioridad (hinduismo, budismo) tienden a decir que los hombres y mujeres somos más que mundo. Somos alma (interioridad, espíritu) que ha descendido de la altura de Dios y ha venido a introducirse en un mundo que gira y que gira, sin sentido alguno. Así estamos en el mundo como en una cárcel: Somos el resultado de una caída… y por eso estamos encerrados en la materia. Por eso tenemos que volver a nuestro origen y patria, a lo divino, más allá de las estrella. Vuelve el polvo, vuela el alma el cielo… Por eso, estas religiones suelen quemar a los muertos: para que el alma se desligue de la materia, para que la vida interior se libere del peso del cuerpo y vuelva a su sitio, en lo divino.

De esa manera, la muerte no es retorno a los ciclos de vida de la tierra, sino separación liberadora. Las almas deben invertir el camino de caída y volver a su origen superior, superando así la historia. De todas maneras, los muertos han hecho que seamos lo que somos y así les damos gracias. En el fondo, somos ellos: somos todos los muertos que aún no han logrado purificarse y que vuelven, volvemos a la tierra que el liberemos el espíritu y salgamos de esta cárcel y Dios sea Dios para siempre y la materia se muera y destruya a sí misma, como pura materialidad sin alma.

En estas religiones… sólo se “salva” el mundo interior, el mundo exterior ha de perderse. Por eso, aquí no se puede hablar de resurrección ni, en el fondo, de transformación de este mundo, de justicia… Para superar la muerte es necesario, en el fondo, superar la misma vida. La religión es, en el fondo, la forma en que los hombres y mujeres pueden superar la vida, el eterno retorno de los deseos que nos atan a la tierra. Los que han muerto de verdad ya no desean nada, no están en ninguna parte, sino en el puro más allá de la tierra del silencio. Da la impresión de que para superar la muerte hay que superar la vida, pues toda la vida el hombre en el mundo es muerte. Aquí importa la vida interior, la salvación del “alma”, no la justicia y comunicacion entre los hombres. Desde ese fondo se puede hablar de reencarnación y de inmortalidad.

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¡Adentro!

Viernes, 7 de diciembre de 2018
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Del blog Nova Bella:

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*

En vez de decir: “¡Adelante!” o “¡Arriba!”, di: “¡Adentro!” Reconcéntrate para irradiar. Déjate llenar para que reboses luego, conservando el manantial. Recógete en ti mismo para mejor darte a los demás, todo entero e indiviso. “Doy cuanto tengo”, dice el generoso. “Doy cuanto soy”, dice el héroe. “Me doy a mí mismo”, dice el santo; di tú con él al darte: “Doy conmigo el universo entero”. Para ello tienes que hacerte universo, buscando dentro de ti. ¡Adentro!

*

Miguel de Unamuno

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***

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , ,

“Transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso”. 2 de noviembre de 2018. Conmemoración todos los Difuntos

Viernes, 2 de noviembre de 2018
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Cruz “mártires gays

CrossofLGBTQMartyrs800pxLeído en Koinonia:

Job 19,1.23-27a: Yo sé que está vivo mi Redentor.
Salmo responsorial: 24: A ti, Señor, levanto mi alma.
Filipenses 3,20-21: Transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso.
Marcos 15,33-39;16,1-6: Jesús, dando un fuerte grito, expiró

El tema de la «vida eterna» no es un tema tan claro e intocable como en el ámbito de la fe tradicional nos ha parecido. Buena parte de la reflexión teológica renovadora actual está pidiendo replantear nuestra tradicional visión al respecto, la que habíamos aceptado con ingenuidad cuando niños, y que mantenemos ahí como guardada en el frigorífico del subconsciente, y que no nos atrevemos a mirar de frente.

 A la luz de lo que hoy sabemos, no es fácil, en efecto, volver a profesar en plenitud de conciencia lo que tradicionalmente hemos creído: que somos un «compuesto de cuerpo y alma», que el alma la ha creado Dios directamente en el momento de nuestra concepción, y que como tal es inmortal; que la muerte consiste en la «separación de cuerpo y alma», y que en el momento de la muerte Dios nos hace un «juicio particular» en el que nos juzga y nos premia con el cielo o nos castiga con el infierno, con lo que ya sabemos tradicionalmente de estas dos imágenes. No resulta fácil hablar de estos temas, ni siquiera con nosotros mismos, en la soledad de nuestra conciencia frente a la esperada hermana muerte. Pero es conveniente hacerlo. La teología está asumiendo este desafío. Citamos sólo tres obras:

– Roger LENAERS, Otro cristianismo es posible, colección «Tiempo axial», Abya Yala (www.abyayala.org), Quito, Ecuador, 2007, con un capítulo expreso sobre el más allá, la vida eterna. El libro está puesto en internet y es muy recomendable como manual de texto para un grupo de formación que quiera actualizar su fe con valentía. Puede tomarse libremente, por capítulos (http://2006.atrio.org/?page_id=1616).

– También, John Shelby SPONG, Ethernal Life. A new vision, HarperCollins, 2010, 288 pp, publicado en español por la editorial Abya Yala de Quito, en su colección «Tiempo axial» (tiempoaxial.org).

– Hace ya unos 30 años Leonardo BOFF publicó su libro sobre escatología: «Hablemos de la otra vida» (Sal Terrae, que sigue reeditándolo actualmente; y está en la red, por cierto). Es una visión de los temas escatológicos desde una filosofía actualizada y desde una espiritualidad liberadora.

Los tres son muy recomendables, tanto para la lectura/estudio/oración personal, como para tomarlos como un manual de base para un cursillo de formación/actualización de nuestra fe en este ámbito de temas.

 • La fiesta de los fieles difuntos es continuación y complemento de la de ayer. Junto a todos los santos ya gloriosos, queremos celebrar la memoria de nuestros difuntos. Muchos de ellos formarán parte, sin duda, de ese «inmenso gentío» que celebrábamos ayer. Pero hoy no queremos rememorar su memoria en cuanto «santos» sino en cuanto difuntos.

Es un día para hacer presente ante el Señor y ante nuestro corazón la memoria de todos nuestros familiares y amigos o conocidos difuntos, que quizá durante la vida diaria no podemos estar recordando. El verso del poeta «¡Qué solos se quedan los muertos!», expresa también una simple limitación humana: no podemos vivir centrados exhaustivamente en un recuerdo, por más que seamos fieles a la memoria de nuestros seres queridos. Acabamos olvidando de alguna manera a nuestros difuntos, al menos en el curso de la vida ordinaria, para poder sobrevivir.

Por eso, este día es una ocasión propicia para cumplir con el deber de nuestro recuerdo agradecido. Es una obra de solidaridad el orar por los difuntos, es decir, de sentirnos en comunión con ellos, más allá de los límites del espacio, del tiempo y de la carne.

 • En algunos lugares, la celebración de este día puede ser buena ocasión para hacer una catequesis sobre el sentido de la «oración de petición respecto a los difuntos», para la que sugerimos esquemáticamente unos puntos:

-el juicio de Dios sobre cada uno de nosotros es sobre la base de nuestra responsabilidad personal, no en base a otras influencias (como si la eficacia de la oración de intercesión por los difuntos pudiera actuar ante Dios como “argolla, enchufe, recomendación, padrino, coima…”);

-Dios no necesita de nuestra oración para ser misericordioso con nuestros hermanos difuntos…; nuestra oración no añade nada al amor infinito de Dios, en cierto es innecesaria;

-no rezamos para cambiar a Dios, sino para cambiarnos a nosotros mismos;

-la «vida eterna» no es una prolongación de nuestra vida en este mundo; la «vida eterna», como todo el resto del lenguaje religioso, es una metáfora, que tiene contenido real, pero no un contenido “literal-descriptivo”. Leer más…

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Sábado Santo… en silencio ante el Señor.

Sábado, 31 de marzo de 2018
Comentarios desactivados en Sábado Santo… en silencio ante el Señor.

© Carmelo Blazquez 2013

(Fotografía de Carmelo Blazquez)

Durante el Sábado Santo la Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor, meditando su pasión y muerte hasta que con su resurrección se inauguren los gozos de la Pascua, cuya exuberancia inundará los cincuenta días pascuales.

Hombre en Soledad

 Contigo vengo, Dios, porque estás solo
en soledad de soledades prieta.
Conmigo vengo a Ti, porque estoy solo,
sintiendo por el pecho un mar de pena.
Qué tristeza me das, Dios, Dios, sin nadie
que te descanse, Dios, de tu grandeza,
que te descanse de ser Dios, sin nada
que te pueda inquietar o te comprenda.
Qué tristeza me doy, perdido en todo,
y todo mudo, tan lejano y cerca,
cada vez más presente ante mis ojos
en un mutismo que no se revela,
con el corazón loco por saberte,
preguntando en la noche que se adensa.
Con voz de espadas clamo por mi sangre,
rebusco con mis manos en la tierra
y escarbo en mi cerebro con mis ansias.
Y silencio, silencio, mudez tensa.
Dios, pobre mío, todo lo conoces.
Para Ti todo ha sido: nada esperas.
Hasta lo que me duele y no me encuentro
Tú lo conoces ya, porque en mí piensas.
Yo no conozco nada, Dios, y tengo
socavones de amor llenos de inquietas,
oscuras criaturas que me gritan
palabras, no sé dónde, que me queman,
preguntas que me tuercen y retuercen,
sábana viva chorreando estrellas.
Qué compasión me tengo, Dios, pequeño
llamando siempre a la inmutable puerta
con las palmas sangrando, a la intemperie
de mis luces y dudas y tormentas.
Qué compasión te tengo, Dios, tan solo,
siempre despierto, siempre Dios, alerta,
sin un pecho bastante, Dios, Dios mío,
que ofrezca su descanso a tu cabeza.
Cómo me dueles, Dios. Cómo me dueles,
herido por la angustia que te llena,
sin poder descansarte, sin caberte
en mis entrañas ni aun en mis ideas.
No puedo más Contigo, que me rompes
creciendo por mi dentro y por mi fuera,
cercándome, estrechándome, ahogándome,
dejando, sin saberlo, en mí tu huella.
Y soy hombre, Señor. Soy todo caspa
de angustiosa esperanza contrapuesta,
arcilla informe de reseco olvido,
quizá, capricho de tu indiferencia.
Señor, qué solo estás. Cómo estoy solo,
yo con mi carga insoportable a cuestas.
Tú, con todo y sin nada —(¡todo, nada! —
más que Tú, Dios perdido en tu grandeza,
muerto de sed de amor de algo supremo,
Dios, algo que te alegre y que te encienda.
Sin nada superior a Ti creado,
mi voz alzada al límite no llega
a rumor que resbale por tus sienes,
a brisa en tus oídos, que se secan
de no oír desde nunca una palabra
que antes de estar en hombre no supieras,
pobre Creador, Dios mío sin sosiego,
preso en tu creación, en diferencia.
A Ti vengo, Señor, porque estoy solo,
a veces aun sin mí. Pero no temas,
Señor que has puesto en mí necesidades
sin darme el modo de satisfacerlas.
Perplejo, recomido de inquietudes,
de Ti tengo dolor; de mí, conciencia
de ser como no quiero: ser inútil,
vana palabra, humana ventolera
con sabor de cenizas y de ortigas
clavándome alfileres en la lengua,
y un huracán de vida por la carne
que no ha encontrado carne que florezca.
Versos, versos, mas versos, siempre versos,
¿y para qué, Dios mío? Dentro queda
una fuente de llanto sofocado
minándome la hirviente calavera,
sin encontrar salida a la congoja
cada vez más patente. Y todo niebla.
Contigo vengo, Dios, porque estoy solo;
me huyes cada vez, más te me alejas.
¿No tienes qué decirme, Dios, qué darme?
¿No ves, Señor, no ves, Dios, cómo tiembla
este vaho que se alza de mi vida,
hierbecilla perdida que se hiela?
Encallece mi alma, Dios. Haz dura
la mano y la mirada: hazme de piedra.
Quítame el sentimiento que me escuece.
Borra, Señor, con sol, mi inteligencia.
Déjame en paz, en flor, en roca, en árbol,
en muda, resignada, dulce bestia
caminante con ritmo y sin sentido
por un mundo de instintos e inocencia,
o dame con la luz aquel sosiego
original del prado que apacientas

*

Ramón de Garciasol, Hombre en soledad,

***

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El Cristo de Velázquez
(Fragmentos)

IV
¿En qué piensas Tú, muerto, Cristo mío?
¿Por qué ese velo de cerrada noche
de tu abundosa cabellera negra
de nazareno cae sobre tu frente?
Miras dentro de Ti, donde está el reino
de Dios, dentro de Ti, donde alborea
el sol eterno de las almas vivas.
Blanco tu cuerpo está como el espejo
del padre de la luz, del sol vivífico;
blanco tu cuerpo al modo de la luna
que muerta ronda en torno de su madre
nuestra cansada vagabunda tierra;
blanco tu cuerpo está como la hostia
del cielo de la noche soberana,
de ese cielo tan negro como el velo
de tu abundosa cabellera negra
de nazareno.
Que eres Cristo, el único
Hombre que sucumbió de pleno grado,
triunfador de la muerte, que a la vida
por Ti quedó encumbrada. Desde entonces
por Ti nos vivifica esta tu muerte,
por Ti la muerte se ha hecho nuestra madre,
por Ti la muerte es el amparo dulce
que azucara amargores de la vida;
por Ti, el Hombre mu
erto que no muere,
blanco cual luna de la noche. Es sueño,
Cristo, la vida, y es la muerte vela.
Mientras la tierra sueña solitaria,
vela la blanca luna; vela el Hombre
desde su cruz, mientras los hombres sueñan;
vela el Hombre sin sangre, el Hombre blanco
como la luna de la noche negra;
vela el Hombre que dio toda su sangre
porque las gentes sepan que son hombres.
Tú salvaste a la muerte. Abres tus brazos
a la noche, que es negra y muy hermosa,

porque el sol de la vida la ha mirado

con sus ojos de fuego: que a la noche
morena la hizo el sol y tan hermosa.
Y es hermosa la luna solitaria,
la blanca luna en la estrellada noche
negra cual la abundosa cabellera
negra del nazareno. Blanca luna
como el cuerpo del Hombre en cruz, espejo
del sol de la vida, del que nunca muere.
Los rayos, Maestro, de tu suave lumbre
nos guían en la noche de este mundo,
ungiéndonos con la esperanza recia
de un día eterno. Noche cariñosa
¡oh noche, madre de los blandos sueños,
madre de la esperanza, dulce Noche,
noche oscura del alma, eres nodriza
de la esperanza en Cristo Salvador!
*
Soledad
Abandonado de tu Dios y Padre,
que con sus manos recogió tu espíritu,
Te alzas en ese trono congojoso
de soledad, sobre la escueta cumbre
del teso de la calavera, encima
del bosque de almas muertas que esperaban
tu muerte, que es su vida. ¡Duro trono
de soledad! Tú, sólo, abandonado
de Dios y de los hombres y los ángeles,
eslabón entre cielo y tierra, mueres,
¡oh León de Judá, Rey del desierto
y de la soledad! Las soledades
hinches del alma, y haces de los hombres
solitarios un hombre; Tú nos juntas,
y a tu soplo las almas van rodando
en una misma ola. Pues moriste,
Cristo Jesús, para juntar en uno
a los hijos de Dios que andan dispersos,
solo un rebaño bajo de un pastor
*
La vida es sueño
¿Estás muerto, Maestro, o bien tranquilo
durmiendo estás el sueño de los justos?
Tu muerte de tres días fue un desmayo,
sueño más largo que los otros tuyos;
pues tú dormías, Cristo, sueños de Hombre,
mientras velaba el corazón. Posábase,
ángel, sobre tu sien esa primicia
del descanso mortal, ese pregusto
del sosiego final de aqueste tráfago;
cual pabellón las blandas alas negras
del ángel del silencio y del olvido
sobre tus párpados; lecho de sábana
pardo la tierra nuestra madre; al borde,
con los brazos cruzados, meditando
sobre sí mismo el Verbo. Y di, ¿soñabas?
¿Soñaste, Hermano, el reino de tu Padre?
¿Tu vida acaso fue, como la nuestra,
sueño? ¿De tu alma fue en el alma quieta
fiel trasunto del sueño de la vida
de nuestro Padre? Di, ¿de qué vivimos
sino del sueño de tu vida, Hermano?
¡No es la sustancia de lo que esperamos,
nuestra fe, nada más que de tus obras
el sueño, Cristo! ¡Nos pusiste el cielo,
ramillete de estrellas de venturas;
hicístenos la noche para el alma
cual manto regio de ilusión eterna!
Por ti los brazos del Señor nos brizan
al vaivén de los cielos y al arrullo
del silencio que tupe por las noches
la bóveda de luces tachonada
¡Y tu sueño es la paz que da la guerra,
y es tu vida la guerra que da paz!
*
Miguel de Unamuno
 ***

Palencia_-_Monasterio_de_Santa_Clara_14

El Cristo yacente de Santa Clara (Iglesia de la Cruz) de Palencia

Éste es aquel convento de franciscas,
de la antigua leyenda;
aquí es donde la Virgen toda cielo
hizo por largos años de tornera,
cuando la pobre Margarita, loca,
de eterno amor sedienta,
lo iba a buscar donde el amor no vive,
en el seco destierro de esta tierra.
Éste es aquel convento de las Claras,
las hijas de la dulce compañera
del Serafín de Asís que desde Italia
sembró estas flores en la España nuestra,
blancos lirios del páramo sediento
que en aroma conviértennos la queja.

Las pobres en el claustro que un tenorio
deslumbró con la luz de la tragedia,
llevándose a la pobre Margarita,
con su sed de ser madre, la tornera,
mientras la dulce lámpara brillaba
que ante la Madre Virgen encendiera,
cunan, vírgenes madres, como a un niño,
al Cristo formidable de esta tierra.

Este Cristo, inmortal como la muerte,
no resucita; ¿para qué?, no espera
sino la muerte misma.
De su boca entreabierta,
negra como el misterio indescifrable,
fluye hacia la nada,
a la que nunca llega,
disolvimiento.
Porque este Cristo de mi tierra es tierra.

Dormir, dormir, dormir…, es el descanso
de la fatiga eterna,
y del trabajo del vivir que mata
es la trágica siesta.
No la quietud de paz en el ensueño,
sino profunda inercia,
y cual doliente humanidad, en la sima
de sus entrañas negras,
en silencio montones de gusanos
le verbenean.

Cristo que, siendo polvo, al polvo ha vuelto;
Cristo que, pues que duerme, nada espera.
Del polvo prehumano con que luego
nuestro Padre del cielo a Adán hiciera
se nos formó este Cristo tras-humano,
sin más cruz que la tierra;
de polvo eterno de antes de la vida
se hizo este Cristo,
tierra de después de la muerte;
porque este Cristo de mi tierra es tierra.

“No hay nada más eterno que la muerte;
todo se acaba —dice a nuestras penas—;
no es ni sueño la vida;
todo no es más que tierra;
todo no es sino nada, nada, nada…
y hedionda nada que al soñarla apesta.
Es lo que dice el Cristo pesadilla;
porque este Cristo de mi tierra es tierra.

Cierra los dulces ojos con que el otro
desnudó el corazón a Magdalena,
y hacia dentro de sí mirando, ciego,
ve las negruras de su gusanera.

Este Cristo cadáver, que como tal no piensa,
libre está del dolor del pensamiento,
de la congoja atroz que allá en la huerta
del olivar al otro
—con el alma colmada de tristeza—
le hizo pedir al Padre que le ahorrara
el cáliz de la pena.
Cuajarones de sangre
sus cabellos prenden,
cuajada sangre negra,
que en el Calvario le regó la carne
pero esa sangre no es ya sino tierra;
grumos de sangre del dolor del cuerpo,
grumos de sangre seca.
Más del sudor de angustia
de la recia batalla del espíritu,
de aquel sudor con que la seca tierra
regó, de aquellos densos goterones,
rastro alguno le queda.
Evaporóse aquel sudor llevando
el dolor de pensar a las esferas
en que sufriendo el pobre pensamiento,
buscando a Dios sin encontrarlo, vuela.
¿Y cómo ha de dolerle el pensamiento
si es sólo carne muerta,
mojama recostrada con la sangre,
cuajada sangre negra?
Ese dolor espíritu no habita
en carne, sangre y tierra.

No es este Cristo el Verbo que encarnara
en carne vividera;
este Cristo es la Gana, la real Gana,
que se ha enterrado en tierra;
la pura voluntad que se destruye
muriendo en la materia;
una escurraja de hombre trogloditico
con la desnuda voluntad que, ciega,
escapando a la vida,
se eterniza hecha tierra.

Este Cristo español que no ha vivido,
negro como el mantillo de la tierra,
yace cual la llanura,
horizontal, tendido,
sin alma y sin espera.
Con los ojos cerrados cara al cielo
avaro en lluvia y que los panes quema.
Y aún con sus negros pies de garra de águila
querer parece aprisionar la tierra.

O es que Dios penitente acaso quiso
para purgar de culpa su conciencia
por haber hecho al hombre,
y con el hombre la maldad y la pena,
vestido de este andrajo miserable
gustar muerte terrena.

La piedad popular ve que las uñas
y el cabello le medran,
de la vida lo córneo, lo duro, supersticiones secas,
lo que araña
y aquello de que se ase la segada cabeza.

La piedad maternal de aquellas pobres
hijas de Santa Clara
le cubriera con faldillas
de blanca seda y oro
las hediondas vergüenzas,
aunque el zurrón de huesos y de podre
no es ni varón ni hembra;
que este Cristo español, sin sexo alguno,
más allá yace de esa diferencia
que es el trágico nudo de la historia,
pues este Cristo de mi tierra es tierra.

¡Oh Cristo pre-cristiano y post-cristiano.
Cristo todo materia,
Cristo árida carroña recostrada
con cuajarones de la sangre seca;
el cristo de mi pueblo es este Cristo:
carne y sangre hechos tierra, tierra, tierra!

Y las pobres franciscas del convento
en que la Virgen Madre fue tornera
—la Virgen toda cielo y toda vida,
sin pasar por la muerte al cielo vuelta—
cunan la muerte del terrible Cristo
que no despertará sobre la tierra,
porque él, el Cristo de mi tierra,
es sólo tierra, tierra, tierra, tierra…
carne que no palpita,
tierra, tierra, tierra, tierra…
cuajarones de sangre que no fluye,
tierra, tierra, tierra, tierra…

¡Y tú, Cristo del cielo,
redímenos del Cristo de la tierra!

*

Miguel de Unamuno

Poema en audio: El Cristo yacente de Santa Clara (Iglesia de la Cruz) de Palencia de Miguel de Unamuno por Fernando Fernán Gómez

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Cristo muerto de Holbein

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Cristo muerto de Holbein

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"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , , , , , , ,

“Transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso”. 2 de noviembre de 2017. Conmemoración todos los Difuntos

Jueves, 2 de noviembre de 2017
Comentarios desactivados en “Transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso”. 2 de noviembre de 2017. Conmemoración todos los Difuntos

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Leído en Koinonia:

Job 19,1.23-27a: Yo sé que está vivo mi Redentor.
Salmo responsorial: 24: A ti, Señor, levanto mi alma.
Filipenses 3,20-21: Transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso.
Marcos 15,33-39;16,1-6: Jesús, dando un fuerte grito, expiró

El tema de la «vida eterna» no es un tema tan claro e intocable como en el ámbito de la fe tradicional nos ha parecido. Buena parte de la reflexión teológica renovadora actual está pidiendo replantear nuestra tradicional visión al respecto, la que habíamos aceptado con ingenuidad cuando niños, y que mantenemos ahí como guardada en el frigorífico del subconsciente, y que no nos atrevemos a mirar de frente.

 A la luz de lo que hoy sabemos, no es fácil, en efecto, volver a profesar en plenitud de conciencia lo que tradicionalmente hemos creído: que somos un «compuesto de cuerpo y alma», que el alma la ha creado Dios directamente en el momento de nuestra concepción, y que como tal es inmortal; que la muerte consiste en la «separación de cuerpo y alma», y que en el momento de la muerte Dios nos hace un «juicio particular» en el que nos juzga y nos premia con el cielo o nos castiga con el infierno, con lo que ya sabemos tradicionalmente de estas dos imágenes. No resulta fácil hablar de estos temas, ni siquiera con nosotros mismos, en la soledad de nuestra conciencia frente a la esperada hermana muerte. Pero es conveniente hacerlo. La teología está asumiendo este desafío. Citamos sólo tres obras:

– Roger LENAERS, Otro cristianismo es posible, colección «Tiempo axial», Abya Yala (www.abyayala.org), Quito, Ecuador, 2007, con un capítulo expreso sobre el más allá, la vida eterna. El libro está puesto en internet y es muy recomendable como manual de texto para un grupo de formación que quiera actualizar su fe con valentía. Puede tomarse libremente, por capítulos (http://2006.atrio.org/?page_id=1616).

– También, John Shelby SPONG, Ethernal Life. A new vision, HarperCollins, 2010, 288 pp, publicado en español por la editorial Abya Yala de Quito, en su colección «Tiempo axial» (tiempoaxial.org).

– Hace ya unos 30 años Leonardo BOFF publicó su libro sobre escatología: «Hablemos de la otra vida» (Sal Terrae, que sigue reeditándolo actualmente; y está en la red, por cierto). Es una visión de los temas escatológicos desde una filosofía actualizada y desde una espiritualidad liberadora.

Los tres son muy recomendables, tanto para la lectura/estudio/oración personal, como para tomarlos como un manual de base para un cursillo de formación/actualización de nuestra fe en este ámbito de temas.

 • La fiesta de los fieles difuntos es continuación y complemento de la de ayer. Junto a todos los santos ya gloriosos, queremos celebrar la memoria de nuestros difuntos. Muchos de ellos formarán parte, sin duda, de ese «inmenso gentío» que celebrábamos ayer. Pero hoy no queremos rememorar su memoria en cuanto «santos» sino en cuanto difuntos.

Es un día para hacer presente ante el Señor y ante nuestro corazón la memoria de todos nuestros familiares y amigos o conocidos difuntos, que quizá durante la vida diaria no podemos estar recordando. El verso del poeta «¡Qué solos se quedan los muertos!», expresa también una simple limitación humana: no podemos vivir centrados exhaustivamente en un recuerdo, por más que seamos fieles a la memoria de nuestros seres queridos. Acabamos olvidando de alguna manera a nuestros difuntos, al menos en el curso de la vida ordinaria, para poder sobrevivir.

Por eso, este día es una ocasión propicia para cumplir con el deber de nuestro recuerdo agradecido. Es una obra de solidaridad el orar por los difuntos, es decir, de sentirnos en comunión con ellos, más allá de los límites del espacio, del tiempo y de la carne.

 • En algunos lugares, la celebración de este día puede ser buena ocasión para hacer una catequesis sobre el sentido de la «oración de petición respecto a los difuntos», para la que sugerimos esquemáticamente unos puntos:

-el juicio de Dios sobre cada uno de nosotros es sobre la base de nuestra responsabilidad personal, no en base a otras influencias (como si la eficacia de la oración de intercesión por los difuntos pudiera actuar ante Dios como “argolla, enchufe, recomendación, padrino, coima…”);

-Dios no necesita de nuestra oración para ser misericordioso con nuestros hermanos difuntos…; nuestra oración no añade nada al amor infinito de Dios, en cierto es innecesaria;

-no rezamos para cambiar a Dios, sino para cambiarnos a nosotros mismos;

-la «vida eterna» no es una prolongación de nuestra vida en este mundo; la «vida eterna», como todo el resto del lenguaje religioso, es una metáfora, que tiene contenido real, pero no un contenido “literal-descriptivo”. Leer más…

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Dom 2.4.17. La doble resurrección de Lázaro. Contra los traficantes de la muerte

Domingo, 2 de abril de 2017
Comentarios desactivados en Dom 2.4.17. La doble resurrección de Lázaro. Contra los traficantes de la muerte

lazaro-ravennaDom.5 cuaresma. Ciclo A. Jn 11, 1-46. Este evangelio ofrece la tercera catequesis de cuaresma, las más inquietante y hermosa, culminando las anteriores, del agua (samaritana) y de la luz (ciego de nacimiento). Es una catequesis sobre el Cristo-Lázaro, que aparece desdoblado:

‒ Cristo es Lázaro, el resucitado o, como indica el nombre hebreo: “Aquel a quien Dios ha ayudado” (en sentido pasivo);
‒ Y Cristo es Lázaro, el resucitador, en sentido activo: El mismo Dios que ayuda y acoge en su vida a los que mueren.

Ésta no es por tanto una “anécdota pasada” (y que pasó), en sentido externo, y terminó, una vez por todas, hace casi dos mil años, en la aldea de Betania, junto a Jerusalén, de manera que podemos pasar página, y seguir a lo nuestro, sino la historia permanente de nuestra propia vida, que se sigue realizando allí donde encontramos a Jesús, y con él resucitamos, ya en este mundo.

Ésta historia de vida tiene sin duda un trasfondo de recuerdo de Jesús, que da vida a los muertos en este mismo mundo y que acoge en el seno de Dios Padre (de Abraham) a los que mueren finalmente en pobreza y desamparo. Por eso se ha dividido desde tiempo muy antiguo en dos “historias” convergentes:

‒ Una es la resurrección de Lázaro el Mendigo, a quien nadie ayudó sobre la tierra, a la puerta de la casa del Gran Rico (Epulón), que no se dignó mirarle ni siquiera, ni ofrecerle una migaja de su mesa, sin más amigos que los perros de la calle. Evidentemente, ese Lázaro no pudo (ni quiso) resucitar sobre la tierra, pero fue recibido por los ángeles de Dios en el misterio de la Vida de Dios (Lucas 16, 19-31). Podemos decir que ésta es la primera resurrección, que es propia “del fin de los tiempos”, como sabían muy bien los judíos del tiempo de Jesús (como dirá Marta, en el evangelio de Juan).

‒ La otra historia de Lázaro es la de este evangelio del domingo, un hombre de familia, a quien cuidan dos hermanas (de sangre o de comunidad), un hombre que puede y debe resucitar, como podemos y debemos hacer nosotros, ayudados por la fe de las hermanas que nos acogen, impulsados por nuestra propia fe, por la palabra de Cristo. Ésta es la segunda resurrección, que es la propia de Jesús, cuando dice que él es la resurrección y la vida, de forma que aquellos que creen no muerte. Ésta es la resurrección del Lázaro de Juan, como Jesús dice a Marta.

20070718klpprcryc_349-ies-scoEstas dos historias, que en el fondo son una misma, en dos facetas o momentos, han de entenderse pues como catequesis permanente y verdadera. No son un “caso” ya pasado, para publicarse en un diario o programa de TV sensacionalista, que a las dos horas se olvida, pasando así a otra cosa, sino la verdad de lo que puede y debe pasar en nuestra historia de creyentes

Y con esta introducción puedo venir ya a nuestro texto, repitiendo que ésta es una historia realísima, la más verdadera de todas las historias cristianas, pero no puede tomarse en sentido historicista, no se trata de un suceso externo, acontecido una vez, un día determinado, como milagro de un muerto externo que resucitó a la vida anterior, sino una catequesis honda, gratuita y exigente, de la resurrección, elaborada por la comunidad del Discípulo amado, desde un fondo de recuerdos y tradiciones históricas (que aparecen sobre todo en Lucas: Marta y María, Lázaro el mendigo. Buen domingo a todos. De la unión de las dos resurrecciones trata hoy la liturgia.

Texto Jn 11, 1-46

Pero empecemos leyendo el texto, un prodigio de emociones y esperanzas, de retos y tareas… en silencio, sabiendo que Lázaro somos todos; todos somos sus hermanas y amigos, todos debemos asumir la gracia y desafío de la resurrección. Jesús parece ausente y lloramos, hoy de un modo especial todos los que mueren sin sentido sobre el mundo, como si Dios no existiera… para comenzar desde aquí, ya, ahora (primavera/otoño 2017) el camino de la resurrección. Dejemos que el texto nos hable. Su historia es la nuestra:

En aquel tiempo, [un cierto Lázaro, de Betania, la aldea de María y de Marta, su hermana, había caído enfermo. María era la que ungió al Señor con perfume y le enjugó los pies con su cabellera; el enfermo era su hermano Lázaro.]

Las hermanas mandaron recado a Jesús, diciendo: “Señor, tu amigo está enfermo.” Jesús, al oírlo, dijo: “Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.” Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando se enteró de que estaba enfermo, se quedó todavía dos días en donde estaba. Sólo entonces dice a sus discípulos: “Vamos otra vez a Judea.”

[Los discípulos le replican: “Maestro, hace poco intentaban apedrearte los judíos, ¿y vas a volver allí?” Jesús contestó: “¿No tiene el día doce horas? Si uno camina de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo; pero si camina de noche, tropieza, porque le falta la luz. Dicho esto, añadió: “Lázaro, nuestro amigo, está dormido; voy a despertarlo.” Entonces le dijeron sus discípulos: “Señor, si duerme, se salvará.” Jesús se refería a su muerte; en cambio, ellos creyeron que hablaba del sueño natural. Entonces Jesús les replicó claramente: “Lázaro ha muerto, y me alegro por vosotros de que no hayamos estado allí, para que creáis. Y ahora vamos a su casa.”

Entonces Tomás, apodado el Mellizo, dijo a los demás discípulos: “Vamos también nosotros y muramos con él.”]

Cuando Jesús llegó, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. [Betania distaba poco de Jerusalén: unos tres kilómetros; y muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María, para darles el pésame por su hermano.] Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedaba en casa. Y dijo Marta a Jesús: “Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá.” Jesús le dijo: “Tu hermano resucitará.”

Marta respondió: “Sé que resucitará en la resurrección del último día.” Jesús le dice: “Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?” Ella le contestó: “Sí, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo.”

[Y dicho esto, fue a llamar a su hermana María, diciéndole en voz baja: “El Maestro está ahí y te llama.” Apenas lo oyó, se levantó y salió adonde estaba él; porque Jesús no había entrado todavía en la aldea, sino que estaba aún donde Marta lo había encontrado. Los judíos que estaban con ella en casa consolándola, al ver que María se levantaba y salía deprisa, la siguieron, pensando que iba al sepulcro a llorar allí. Cuando llegó María adonde estaba Jesús, al verlo se echó a sus pies diciéndole: “Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano.”]

Jesús, [viéndola llorar a ella y viendo llorar a los judíos que la acompañaban,] sollozó y, muy conmovido, preguntó: “¿Donde lo habéis enterrado?” Le contestaron: “Señor, ven a verlo.” Jesús se echó a llorar. Los judíos comentaban: “¡Cómo lo quería!” Pero algunos dijeron: “Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber impedido que muriera éste?”

Jesús, sollozando de nuevo, llega al sepulcro. Era una cavidad cubierta con una losa. Dice Jesús: “Quitad la losa.” Marta, la hermana del muerto, le dice: “Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días.” Jesús le dice: “¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?” Entonces quitaron la losa. Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo: “Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado.”

Y dicho esto, gritó con voz potente: “Lázaro, sal fuera.” El muerto salió, los pies y las manos atadas con vendas, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo: “Desatadlo y dejadlo andar.”

Y muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él. Pero algunos de ellos fueron donde los fariseos y dijeron lo que había hecho Jesús. Se reunieron pues los sumos sacerdotes con los fariseos y dijeron:
¿Qué haremos, pues este hombre hace muchos signos, pues si le dejamos todos creerán en él…? ((Y decidieron matarle)).

Un comienzo

¿Qué se puede hacer? Llorar por los muertos, consolar a los vivos, esperar la resurrección… y comprometerse a favor de la vida, aunque ello resulte peligroso apostar por ella, como Jesús, subiendo a los lugares conflictivos (¡Vayamos, y muramos con él, como dice Tomás).

Estamos ante el dolor de Jesús que (en un plano) llora y solloza impotente ante la muerte de su amigo, en un mundo que huele, mundo de asesinos concretos, de mentiras extensas, de llanto y de muerte. Es Hijo de Dios, pero no puede impedir que su amigo muera, porque la muerte pertenece a la ley de la vida. Por eso llora, porque ve al amigo muerto. Pero le ofrece (a él, a sus hermanas) la esperanza de la resurrección.

Lázaro murió de muerte natural y a muchos, en cambio, les matan, de muerte violenta, los diversos tipos de asesinos, traficantes de la muerte, precisamente aquellos que no quieren que Jesús resucite, dé vida a los muertos. … pensando que así pueden obtener ventajas políticas, sociales o de cualquier tipo que sea, ignorando que con la muerte sólo se consigue más muerte. El texto no acaba con la resurrección de Lázaro, sino con la decisión de Caifás y los sumos sacerdotes, que deciden matar a Jesús porque da la vida, porque resucita a los muertos.

Jesús no impidió la muerte de Lázaro. Esperó tres días antes de venir y Lázaro murió… Son los días de la vida y de muerte en este mundo, son los días de la dura realidad de la historia. Después vino, en el día de la resurrección que es tercer día (como dicen los judíos y decimos los cristianos: Resucitó, resucitará al tercer día, que es el tiempo de la culminación).

¿Por qué no vino antes para impedir que Lázaro muriera? Se lo preguntaron las hermanas y lloró. No pudo venir antes, pero lloró. No puede impedir un tipo de muerte en este mundo, pero sufre. También llora aquí, en nuestro día, en todos los hospitales y casas de difuntos, en los campos de concentración y en las cárceles, en los lugares donde siguen reinando las bombas y el hambre…

¿Por qué no impidió que muriera Lázaro?
¿Por qué no detuvo la muerte asesina de miles de matadores de este mundo?
¿Por qué no impide que fallen las balas que vuelen buscando la muerte?
¿Por qué no para la mano al terremoto, por qué no tapa la boca al tsunami que grita, produciendo olas inmensas?
¿Por qué no cierras las grietas de los agujeros negros de las cámaras atómicas que estallan? ¿Por qué…?
¿Por qué impide que los asesinos sigan matando directa o indirectamente…?

Jesús lloró con sus amigas. Hay acontecimientos en la vida ante los que sólo tenemos el llanto y la condena y la libertad para cambiar

Nos queda la oración y el llanto y la solidaridad

Nos queda orar con y por los muertos… pues la oración vincula a los vivos con los muertos. Una oración con voces y en silencio, porque creemos en la resurrección, como Jesús creía en la resurrección de Lázaro. Leer más…

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Receta para conseguir la inmortalidad. Domingo 5º de Cuaresma. Ciclo A

Domingo, 2 de abril de 2017
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RESURRECCION_DE_LAZARODel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

(La escena tiene lugar al otro lado del Jordán, donde Jesús ha tenido que huir con sus discípulos para que no lo apedreen en Jerusalén por blasfemo. El grupo está sentado a la orilla del río. Caras serias. Unos preocupados, otros irritados. La aparición de un muchacho que llega corriendo y sudoroso los pone alerta. Se dirige directamente a Jesús.)

Te traigo un recado de Marta y María. Me han dicho que te diga: «Señor, tu amigo está enfermo».

(Ninguno de los discípulos pregunta de qué amigo se trata. Saben que es Lázaro, el de Betania, el hermano de María y Marta. Jesús mira al mensajero, luego afirma.)

Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.

(No entienden muy bien qué quiere decir, pero prefieren no preguntar. Jesús permanece sentado junto a la orilla, como si la noticia no le hubiera afectado. Pedro le comenta a Juan: “Seguro que mañana salimos para Betania”. Pero al día siguiente Jesús sigue inmóvil y no dice nada. Pasa otro día, igual silencio. Al tercero, en cuanto comienza a clarear, despierta a los discípulos.)

Vamos otra vez a Judea.

(Las caras reflejan sueño, temor y preocupación)

Maestro, hace poco intentaban apedrearte los judíos. ¿Vas a volver allí?

― ¿No tiene el día doce horas? Si uno camina de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo; pero si camina de noche, tropieza, porque le falta la luz.

(Advierte que no han entendido nada y añade:)

― Lázaro, nuestro amigo, está dormido; voy a despertarlo.

― Señor, si duerme, se salvará.

(Ha sido Pedro quien ha hablado en nombre de todos. Jesús los mira con gesto de cansancio).

― No me refiero al sueño natural, me refiero al sueño de la muerte. Lázaro ha muerto, y me alegro por vosotros de que no hayamos estado allí, para que creáis. ¡Vamos a su casa!

(Se miran con miedo, indecisos. Tomás anima a los demás.)

― Vamos también nosotros y muramos con él.

(Las escenas siguientes tienen lugar en Betania, pueblecito a unos tres kilómetros de Jerusalén. La cámara comienza enfocando la casa de la familia, donde se han reunidos numerosos judíos para dar el pésame. Una muchacha se acerca a Marta y le dice algo al oído. Se levanta de prisa y sale de la casa. La cámara la sigue hasta las afueras del pueblo, donde encuentra a Jesús. No se postra ante él. Le habla con una mezcla de reproche y confianza.)

― Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá.

― Tu hermano resucitará.

― Sé que resucitará en la resurrección del último día.

― Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?

― Sí, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo.

― Llama a María. Dile que venga.

(Marta entra en el pueblo, se dirige a la casa y habla en voz baja a María.)

― El Maestro está ahí y te llama.

(Marta se levanta y sale a toda prisa. Los visitantes la siguen pensando que va al sepulcro a llorar. Cuando llega adonde está Jesús se echa a sus pies y le dice llorando).

― Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano.

(Jesús, viéndola llorar a ella y a los judíos que la acompañan, se estremece y pregunta muy conmovido.)

― ¿Dónde lo habéis enterrado?

― Señor, ven a verlo.

(Jesús se echa a llorar. Algunos de los presentes comentan: «¡Cómo lo quería!» Uno se les queda mirando irónicamente y dice: «Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber impedido que muriera éste?» Jesús, si ha oído algo, no se da por enterado. Solloza de nuevo. Finalmente llegan al sepulcro, una cavidad cubierta con una losa.)

(Jesús) ― Quitad la losa.

(Marta) ― Señor, ya huele mal, lleva cuatro días muerto.

(Jesús) ― ¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?

(Se acercan unos hombres y hacen rodar la losa dejando visible la entrada del sepulcro.)

(Jesús, levantando los ojos al cielo) ― Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado.

(Echa una mirada en torno a los presentes. Luego, mirando a la tumba, grita)

Lázaro, ven afuera.

(La cámara permanece fija en la entrada de la tumba, por la que aparece poco a poco Lázaro. Un sudario le cubre la cara y lleva los pies y las manos atados con vendas. Estupor y miedo entre la gente. Jesús, en cambio, sereno, casi indiferente, da una breve orden.)

Desatadlo y dejadlo andar.

(Voz en off)

Muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él.

COMENTARIO

Hace diez días, el 22 de marzo de 2017, el puente de Westminster y la entrada del Parlamento británico fueron escenario del enésimo atentado terrorista. Pienso especialmente en Aysha Frade, sus dos hijos, su marido, su familia de Galicia… La muerte, que nos asedia cada segundo y se apodera de nosotros cuando menos lo podemos imaginar. Preferimos no pensar en ella. Por instinto de supervivencia. El autor del cuarto evangelio es más profundo: le obsesiona la muerte, y no deja de hablar de ella, pero lo hace para transmitir fe en la vida.

En el prólogo ha presentado a Jesús, Palabra de Dios, como poseedor de la vida. En un discurso programático afirma Jesús, anticipando la resurrección de Lázaro: «Os aseguro que llega la hora, ya ha llegado, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la oigan vivirán» (Juan 5,25). Y el evangelio termina: «Estas cosas quedan escritas para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida por medio de él» (Juan 20,31). Esta obsesión por la vida encuentra su punto culminante en la resurrección de Lázaro, que se encuentra en mitad del evangelio (cap. 11 de 21).

La idea de resucitar a otra vida no estaba muy extendida entre los judíos. En algunos salmos y textos proféticos se afirma claramente que, después de la muerte, el individuo baja al Abismo (sheol), donde sobrevive como una sombra, sin relación con Dios ni gozo de ningún tipo. Será en el siglo II a.C., con motivo de las persecuciones religiosas llevadas a cabo por el rey sirio Antíoco IV Epífanes, cuando comience a difundirse la esperanza de una recompensa futura, maravillosa, para quienes han dado su vida por la fe. En esta línea se orientan los fariseos, con la oposición radical de los saduceos (sacerdotes de clase alta). El pueblo, como los discípulos, cuando oyen hablar de la resurrección no entiende nada, y se pregunta qué es eso de resucitar de entre los muertos.

Los cristianos compartirán con los fariseos la certeza de la resurrección. Pero no todos. En la comunidad de Corinto, aunque parezca raro (y san Pablo se admiraba de ello) algunos la negaban. Por eso no extraña que el evangelio de Juan insista en este tema. Aunque lo típico de él no es la simple afirmación de una vida futura, sino el que esa vida la conseguimos gracias a la fe en Jesús. «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre.»

Pero el tema de la vida en el cuarto evangelio requiere una aclaración. La «vida eterna» no se refiere sólo a la vida después de la muerte. Es algo que ya se da ahora, en toda su plenitud. Porque, como dice Jesús en su discurso de despedida, «en esto consiste la vida eterna: en conocerte a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesús, el Mesías» (Juan 17,3).

Nota: dice el relato que Jesús, al ver llorar a María y a los presentes, se estremeció, se conmovió y lloró.

Sorprende esta atención a los sentimientos de Jesús, porque los evangelios suelen ser muy sobrios en este sentido. Generalmente se explica como reacción a las tendencias gnósticas que comenzaban a difundirse en la Iglesia antigua, según las cuales Jesús era exclusivamente Dios y no tenía sentimientos humanos. Por eso el cuarto evangelio insiste en que Jesús, con poder absoluto sobre la muerte, es al mismo tiempo auténtico hombre que sufre con el dolor humano. Jesús, al llorar por Lázaro, llora por todos los que no podrá resucitar en esta vida. Al mismo tiempo, les ofrece el consuelo de participar en la vida futura.

La primera lectura, tomada del libro de Ezequiel, ha sido elegida por la estrecha relación entre la promesa de Dios de abrir los sepulcros del pueblo y volver a darle la vida, y Jesús mandando abrir el sepulcro de Lázaro y dándole de nuevo la vida. Ambos relatos terminan con un acto de fe en Dios (Ezequiel) y en Jesús (Juan).

Lectura de la profecía de Ezequiel 37, 12-14

Así dice el Señor:

-«Yo mismo abriré vuestros sepulcros, y os haré salir de vuestros sepulcros, pueblo mío, y os traeré a la tierra de Israel. Y, cuando abra vuestros sepulcros y os saque de vuestros sepulcros, pueblo mío, sabréis que soy el Señor. Os infundiré mi espíritu, y viviréis; os colocaré en vuestra tierra y sabréis que yo, el Señor, lo digo y lo hago.»

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Ya tengo la verdadera VIDA aquí y ahora.

Domingo, 2 de abril de 2017
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lazaroJn 11, 1-45

Lázaro es un personaje simbólico que nos representa en nuestra condición de criaturas limitadas, invitadas a superar los límites. Con la misma palabra “vida”, se hace referencia a conceptos tan diferentes que es difícil interpretarlos bien. De hecho, se puede dar la muerte en una vida fisiológica sana Y se puede dar la Vida con una salud deteriorada. No podemos tergiversar el texto hasta hacerle decir lo contrario de lo que quiere decir. Es indispensable que tratemos de dilucidar de qué Vida y de qué muerte estamos hablando.

En el relato de hoy, todo es simbólico. Los tres hermanos representan la nueva comunidad. Jesús está totalmente integrado en el grupo por su amor a cada uno. Unos miembros de la comunidad se preocupan por la salud de otro. La falta de lógica del relato nos obliga a salir de la literalidad. Cuando dice Jesús: “esta enfermedad no acabará en la muerte sino para revelar la gloria de Dios”; y al decir: “Lázaro está dormido: voy a despertarlo”, nos está indicando el verdadero sentido de todo el relato.

Si seguimos preguntando si Lázaro resucitó o no, físicamente, es que seguimos muertos. La alternativa no es, esta vida, solamente aquí abajo u otra vida después, pero continuación de esta. La alternativa es: vida biológica sola, o Vida definitiva durante esta vida y más allá de ella. Que Lázaro resucite para volver a morir unos años después, no soluciona nada. Sería ridículo que ese fuese el objetivo de Jesús. Es realmente sorprendente, que ni los demás evangelistas, ni ningún otro escrito del NT, mencione un hecho tan espectacular como la resurrección de un cuerpo ya podrido.

Jesús no viene a prolongar la vida física, viene a comunicar la Vida de Dios que él mismo posee. Esa Vida anula los efectos catastróficos de la muerte biológica. Es la misma Vida de Dios. Resurrección es un término relativo, supone un estado anterior de vida física. Ante el hecho de la muerte natural, la Vida que sigue, aparece como renovación de la vida que termina. “Yo soy la resurrección” está indicando que es algo presente, no futuro y lejano. No hay que esperar a la muerte para conseguir Vida.

Para que esa Vida pueda llegar al hombre, se requiere la adhesión a Jesús. A esa adhesión responde él con el don del Espíritu-Vida, que nos sitúa más allá de la muerte física. El término “resurrección” expresa solamente su relación con la vida biológica que ya ha terminado. “Quién escucha mi mensaje y da fe al que me mandó, posee Vida definitiva” (5,24). Esto quiere decir que todo aquel que tenga una actitud como la que tuvo Jesús en su vida, participa de esa Vida. Esa Vida es la misma que vive Jesús.

Jesús corrige la concepción tradicional de “resurrección del último día”, que Marta compartía con los fariseos. Para Jn, el último día es el día de la muerte de Jesús, en el cual, con el don del Espíritu, la creación del hombre queda completada. Esta es la fe que Jesús espera de Marta. No se trata de creer que Jesús puede resucitar muertos. Se trata de aceptar la Vida definitiva que Jesús posee y puede comunicar al que se adhiere a él. Hoy seguimos con la fe para el más allá de Marta, que Jesús declara insuficiente.

¿Dónde le habéis puesto? Esta pregunta, hecha antes de llegar al sepulcro, parece insinuar la esperanza de encontrar a Lázaro con Vida. Indica que son ellos los que colocaron a Lázaro en el sepulcro, lugar de muerte sin esperanza. El sepulcro no es el lugar propio de los que han dado su adhesión a Jesús. Al decirles: “Quitad la losa”. Jesús pide a la comunidad que se despoje de su creencia. Los muertos no tienen por qué estar separados de los vivos. Los muertos pueden estar vivos y los vivos, muertos.

Ya huele mal. La trágica realidad de la muerte se impone. Marta sigue pensando que la muerte es el fin. Jesús quiere hacerle ver que no es el fin; pero también que sin muerte no se puede alcanzar la verdadera Vida. La muerte sólo deja de ser el horizonte último de la vida cuando se asume y se traspasa. “Si el grano de trigo no muere…” Nadie puede quedar dispensado de morir, ni el mismo Jesús. Jesús invita a Nicodemo a nacer de nuevo. Ese nacimiento es imposible sin morir antes a todo lo que creemos ser.

Al quitar la losa, desaparece simbólicamente la frontera entre muertos y vivos. La losa no dejaba entrar ni salir. Era la señal del punto y final de la existencia. La pesada losa de piedra ocultaba la presencia de la Vida más allá de la muerte. Jesús sabe que Lázaro había aceptado la Vida antes de morir, por eso ahora está seguro de que sigue viviendo. Es más, solo ahora posee en plenitud la verdadera Vida. “El que cree en mí, aunque haya muerto vivirá”. La Vida es compatible con la muerte.

Es muy importante la oración de Jesús en ese momento clave. Al levantar los ojos a “lo alto” y “dar gracias al Padre”, Jesús se coloca en la esfera divina. Jesús está en comunicación constante con Dios; su Vida es la misma Vida de Dios. No se dice que haya pedido nada. El sentido de la acción de gracias lo envuelve todo. Es consciente de que el Padre se lo ha dado todo, entregándose Él mismo. La acción de gracias se expresa en gestos y palabras, pero en Jesús manifiesta una actitud permanente.

Al gritar: ¡Lázaro, ven fuera! está confirmando que el sepulcro, donde le habían colocado, no era el lugar donde debía estar. Han sido ellos los que le han colocado allí. El creyente no está destinado al sepulcro, porque aunque muere, sigue viviendo. Con su grito, Jesús quiere mostrar a Lázaro vivo. Los destinatarios del grito son ellos, no Lázaro. Ellos tienen que convencerse de que la muerte física no ha interrumpido la Vida. Entendido literalmente, sería absurdo gritar para que el muerto oyera.

Salió el muerto con las piernas y los brazos atados. Las piernas y los brazos atados muestran al hombre incapaz de movimiento y actividad, por lo tanto, sin posibilidad de desarrollar su humanidad (ciego de nacimiento). El ser humano, que no nace a la nueva Vida, permanece atado de pies y manos, imposibilitado para crecer como tal ser humano. Una vez más es imposible entender la frase literalmente. ¿Cómo pudo salir, si tenía los pies atados? Parecía un cadáver, pero estaba vivo.

Lázaro ostenta todos los atributos de la muerte, pero sale él mismo porque está vivo. Todos tienen que tomar conciencia de su nueva situación. “Desatadlo y dejadlo que se marche”. Son ellos los que lo han atado y ellos son los que deben soltarlo. No devuelve a Lázaro al ámbito de la comunidad, sino que le deja en libertad. También ellos tienen que desatarse del miedo a la muerte que paraliza. Ahora, sabiendo que morir no significa dejar de vivir, podrán entregar su vida como Jesús.

Meditación

El relato nos invita a pasar de la muerte a la Vida.
Se trata de la Vida que no termina, la definitiva.
Es la misma Vida de Dios, comunicada al hombre.
Es la ÚNICA VIDA que lo inunda todo.

No es algo que Dios nos da o deja de darnos.
Es Dios comunicándonos su mismo ser.
Su ser es el fundamento de nuestro verdadero ser.
Jesús nos invita a descubrir y a vivir esa realidad.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Resurrección y vida.

Domingo, 2 de abril de 2017
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1209_resurreccion-de-lazaro-958x1064Dios nos libre del árbol de la felicidad que no echa flores (Mark Twain)

Domingo 2 de abril. V de Cuaresma

Pondré mi espíritu en vosotros y viviréis, viene a decir el Señor al pueblo de Israel (Ez 37, 12-14), porque la redención es copiosa, añade el Salmista (Sal 129). Lo reitera Pablo en Carta a los Romanos 8, 8-11: El Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros. Y el Evangelio de este domingo personifica en Jesús la idea de resurrección, cuando le dijo a la dubitativa Marta: “Yo soy la resurrección y la vida”; el que cree en mí, aunque muera, vivirá para siempre (Jn 11, 25).

La historia real narrada por la directora de cine francesa Anna Fontaine en Las inocentes (diciembre 2016) es el canto a un resucitar prolífico a una nueva forma de entender y de vivir la vida. El  relato de unas monjas polacas embarazadas tras ser violadas por las tropas rusas al terminar la II Guerra Mundial en un monasterio de clausura cerca de Varsovia. Una religiosa, Hermana María, protagonista del largometraje sale discretamente del convento, cruza un campo nevado y llega a la ciudad en busca de un médico: Matilde Beaulieu, inexperta cirujana en estos menesteres de partos, deberá aprender a sacar adelante esta inusual situación y ayudar a las hermanas.

Es en este mundo espiritual en femenino, desgarrado por la violencia de la guerra y sus consecuencias altamente perturbadoras de la vida monástica, donde se muestra una imperturbable empatía por estas mujeres, que viven sus futuras maternidades en riguroso secreto con tal de evitar un escándalo y el cierre del convento: un contexto político claramente muy poco favorable a la religión. La joven cirujana francesa acepta compartir el secreto de las religiosas y se arriesga a garantizar el seguimiento cotidiano de los embarazos. Una ayuda crucial, la de la cirujana, que anima progresivamente a las hermanas a abrir sus puertas, sus cuerpos y sus espíritus a estos nacimientos, que les devuelven a una condición de mujer que había sido suprimida, de una u otra manera, por la búsqueda de Dios.

Vida carnalmente nacida y vida contemplativa se unen en el eslabón que perpetúa y mantiene vivo el mundo: la mujer. De las lágrimas a la alegría de arropar y amamantar a recién nacidos, de las horas de contemplación al dolor-amor de ver florecer su carne, de la tragedia al descubrimiento de la maternidad.

Un nuevo mundo marcado además por el miedo a la condenación, los efectos traumáticos de las violaciones, las dudas metafísicas, la negación del embarazo, el dolor de los partos, el sentimiento de culpabilidad tanto de quedarse como de separarse de sus bebés, etc. etc. En este lugar en el que no es fácil “poner a Dios entre paréntesis durante la consulta”, unas mujeres que sufren en lo más hondo del alma la crueldad de la guerra, tratan de conservar la esperanza, debatiéndose entre su fe, la observancia de las reglas y el despertar de sus cuerpos ante la inesperada irrupción de la vida. Un valor que sobrenada todo, y es el amor a la vida que derrumba barreras, que une y perdona.

Mark Twain escribió en Carta a Joe Goodman: “Dios nos libre del árbol de la felicidad que no echa flores”. Era un árbol seco la Madre abadesa que, cuando María, le dijo: “La hermana ha hecho lo correcto”, ella le contestó con acritud: “Pero ha infringido las normas”¿Representan estas clausuradas el flexible nuevo Reino de Dios siempre creciente en humanidad, y la abadesa la habitualmente anquilosada jerarquía tradicional de la Iglesia? En una entrevista al Papa (22 enero 2017), Francisco respondía al periodista: “Con respecto a la Iglesia, yo diría que la Iglesia no deje de ser cercana. O sea, que procure ser continuamente cercana a la gente. Una iglesia que no es cercana, no es Iglesia”.

La japonesa Marie Kondo (1984), experta en organización y escritora, ha dicho en su obra La felicidad después del orden (Aguilar 2016): “Quien se sienta continuamente ansioso y no sepa bien por qué, que pruebe a ordenar sus cosas. Que las sostenga entre las manos y se pregunte si le hacen feliz. Luego, que acaricie aquellas que desea conservar con la misma delicadeza con las que toca su propio cuerpo, y todos los días de su vida se llenarán de felicidad”.

La mística y poeta Mary Oliver (Ohio, 1833) nos invita en su obra Felicity, siguiendo la propuesta de Marie Kondo, a estar totalmente ocupadas siendo rosas.

ROSAS

Todo el mundo se hace de vez en cuando
esas preguntas para las que no existe
respuesta: el origen del mundo, la existencia de Dios,
qué sucede cuando se baja el telón
y nada lo detiene, ya no habrá besos,
ni Súper Bowl, ni visitas al centro comercial.
“Rosas salvajes”, les dije una mañana.
“¿Tenéis las respuestas? Y si las tenéis,
¿me las daríais?”
Las rosas sonrieron dulcemente. “Perdónanos”,
respondieron. “Pero como puedes ver,
justo ahora estamos totalmente
ocupadas siendo rosas”.

 Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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¡Yo soy Lázaro, Marta y María!

Domingo, 2 de abril de 2017
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raising_of_lazarus2Jn 11, 1-45

Lázaro… ¿Está dormido? ¿Está inconsciente? El evangelista nos dice que lleva cuatro días enterrado. Es una expresión judía para decirnos que está muerto y bien muerto. Los rabinos enseñaban que durante tres días el alma podía andar dando vueltas alrededor del difunto, como si le rondara; pasados estos días, el alma se separaba definitivamente del cuerpo y no había posibilidad de retorno a la vida.

El texto nos sitúa en un contexto de muerte, en el que resuenan las palabras de Jesús: “Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre”.

¡Yo soy Lázaro! ¡Tod@s somos Lázaro! Salgamos de nuestras tumbas. Unas veces tienen forma de biblioteca que huele a rancio, con aislamiento acústico, para no captar las voces de la humanidad. ¡Es tan cómodo investigar, buscando respuestas a preguntas que no se hace nadie! Salgamos de los lugares de muerte en los que hay abuso infantil y malos tratos, en cualquiera de sus formas. Salgamos de todos los castillos feudales en los que aparentemente estamos a salvo, pero dentro de sus paredes también está presente la muerte, de múltiples formas.

Cuando han ido muriendo “el amor primero” y la pasión por el evangelio, los miedos se extienden como una niebla por todas las estancias y ya no se percibe la Buena Noticia.

“Lázaro, sal fuera…” es un mandato y una invitación. Conecta con el deseo del papa Francisco y con las necesidades de la humanidad.

Marta… está en el sitio que le ha asignado la sociedad de su tiempo; representa el sentir de esa sociedad y responde con lo que se espera de ella. Es trabajadora, se afana, pero de vez en cuando se pasa de rosca, se estresa y pierde valores fundamentales.

En otro encuentro con Jesús, trabajó tanto para que todo estuviera a punto, que al final le brotó el reproche: “Dile a mi hermana que…”. Ahora ella sale al encuentro de Jesús, como mandaban los cánones de acogida a los huéspedes y vuelve a reprocharle: ¡Llegas tarde, Jesús! Y eso que te avisamos con tiempo suficiente…

Cuando Jesús invita a quitar la losa, ella replica que ya huele mal. El caso es puntualizar, protestar, intentar colocar a Jesús en su sitio y que haga lo que se espera de él.

Ella se había nutrido con lo que había oído en la sinagoga, y creía que la resurrección no llegaría hasta el último día; así lo proclamó abiertamente, en presencia de Jesús y de los demás. Pero Jesús, como a la samaritana, a Zaqueo, a Pedro y a cada persona que se encontró con él, le interroga para invitarle a ir más allá de lo que se sabe de memoria.

Jesús le invita a creer, a fiarse, sólo así puede entrar en otra dimensión, expresada con la frase “verás la gloria de Dios”. Ella responde con una de las confesiones más completas del Nuevo Testamento: “Creo que tú eres el Mesías (el Salvador), el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo”. Efectivamente, ha visto la gloria de Dios.

¡Yo soy Marta! ¡Tod@s somos Marta! ¡Cuánta hondura hemos perdido en aras del activismo! ¡Cuánta gente valiosa de las comunidades y grupos cristianos se ha quemado! ¡Cuántas parcelas valiosas de nuestra vida se han chamuscado!

Porque tod@s somos Marta… ¡rompamos los esquemas! Escuchemos nuestro interior, para tomar conciencia de nuestras carencias y necesidades. Aprendamos a distinguir con claridad el servicio del servilismo.

María… parece que esta fuera de su lugar, porque se lo dicen los demás, pero ella ha encontrado su sitio. Lo encontró un día a los pies del Maestro, como mujer-discípula que se situaba en un lugar que no le correspondía, según la ley judía, en lugar de trabajar afanosamente en las tareas caseras.

Ungió a Jesús. Había sido transgresora y no recibió reproches, sino la promesa de que su atrevimiento se perpetuaría en la memoria de todos.

El evangelista nos dice: “Habían ido a casa de María”. Ella, la mujer llena de vida, que ha comprendido lo que es el discipulado, es la referencia de una casa quese convierte en “tienda del encuentro”, en lugar donde muchas personas se encuentran con Jesús, el dador de Vida. Quienes habían ido por motivos convencionales, para acompañar un duelo, salen transformados, llenos de vida.

¡Yo soy María! ¡Tod@s somos María! ¡Sigamos apostando por el discipulado sin límites, hasta encontrar nuestro lugar en las comunidades y en la Iglesia! Sigamos rompiendo barreras de todo tipo para que las comunidades recuperen el sueño de Jesús y el discipulado salga de las estructuras que lo ahogan.

Quienes acuden a las celebraciones y exequias cristianas ¿qué encuentran? ¿Cómo intentamos que sean una ocasión para que cada persona se encuentre con el Viviente? ¿Cuidamos cada palabra y cada gesto de modo que reaviven el rescoldo de la fe? ¿O nos unimos al coro de plañideras que canturreamos canciones pidiendo cansinamente a Dios que tenga piedad y acoja a la persona difunta? ¿No deberían ser siempre manifestaciones de fe viva y de esperanza sin fisuras? ¿Por qué contaminamos las celebraciones, hasta el punto de que muchas veces dejan de ser Buena Noticia y se convierten en funerales? ¿Cómo podemos recuperar esas celebraciones para que sean “tienda del encuentro”?

Tomás… tenía un apodo, le llamaban “el mellizo”. Tan pronto se come el mundo y se ofrece para acompañar a Jesús a Judea y morir con él como se refugia en la increencia, buscando unos signos palpables y evidentes en el cuerpo de Jesús. Sólo cuando se encontró con Él, en el seno de la comunidad, pudo dar su testimonio de fe y confesar: “Señor mío y Dios mío”.

¡Yo soy Tomás! ¡Todo@s somos Tomás! Hoy, con cariño, vamos a llamarle “el bipolar”. Así somos cada uno de nosotros, a menudo. Nos comemos el mundo, dudamos, volvemos a comérnoslo… nos movemos en un ejercicio continuo de fe e incoherencia. Hasta que un día nos rindamos y nos pongamos al servicio del Reino, con más coherencia.

Jesús… es un hombre que ama, llora y se conmueve. Pedro le negó tres veces. Él llora tres veces ante su amigo; este número indica la totalidad, siempre. Él expresa el amor hacia Lázaro con tal claridad que los presentes exclaman: “¡Cómo lo quería!”.

El evangelista podía haber sido pudoroso y evitar esta descripción de Jesús, que lo ponía en ridículo, por ser varón judío y maestro, pero nos muestra a Jesús con transparencia.

Ir a Betania, situada a unos tres kilómetros de Jerusalén, significaba poner su propia vida en peligro; acercarse a Jerusalén significaba aproximarse al lugar donde estaban los poderosos que querían matarle. Ya intentaron apedrearle allí y logró salir ileso ¿para qué correr de nuevo un riesgo, volviendo a una aldea que distaba solo 3 kilómetros de Jerusalén?

Pero Jesús, en su momento, rechazó convertir las piedras en panes y no quiso que los ángeles le allanaran el camino. Si huía de la confrontación y vivía escondido en Galilea, por miedo a los judíos, era como si viviera en la noche, en las tinieblas. Y Jesús, que se había manifestado como luz, quiere que sus obras sean expresión de esa luz.

Vuelve junto a los amigos porque quiere ayudarles; los tres hermanos están fuera de su sitio, los tres están descolocados vitalmente y les ayuda a resituarse ante la vida y ante la muerte.

Jesús conecta vitalmente con su Abbá y le da las gracias porque le ha escuchado. Este es uno de los núcleos más importantes de esta catequesis. Juan no nos presenta un espectáculo de magia, de resurrección, que deja atónitos a los presentes. Los otros tres evangelistas ni siquiera nos ofrecen una catequesis similar. A través de la conexión de Jesús con su Abbá la vida fluye y se reavivan todos los presentes. Se despierta la fe y muchos creyeron de nuevo. De esta conexión brotan la vida y la liberación: hay que quitar vendas y desatar ataduras.

Jesús es el amigo que hoy conversa conmigo, invitándome a vivir en mi centro, a tomar conciencia de lo que me ha desquiciado y de lo que está muriendo en mi vida y genera mal olor.

Jesús nos invita a toda la Iglesia a salir de las tumbas: de la comodidad (con sus poltronas y sillones), de las cañadas oscuras, de la injusticia, del silencio cómplice, del miedo… El papa Francisco también nos invita a salir de esas tumbas y romper las vendas que inmovilizan a personas y colectivos.

Hoy soy Lázaro, Marta y María. Hoy Betania es mi vida, los lugares en los que habito, la comunidad y la Iglesia. Y Jesús, el AMIGO que nos ama, ha venido a visitarnos. Sabe que estamos dormidos, y viene a despertarnos.

Nos pregunta ¿en qué crees? ¿En qué creéis? Quiere arrancarnos una confesión de fe que sea respuesta personal, que atraviesen todo nuestro ser. No le interesan las respuestas del catecismo que nos hemos aprendido de memoria.

Marifé Ramos González

(http://www.mariferamos.com/)

Fuente Fe Adulta

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