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Mi padre era un arameo errante

Lunes, 25 de marzo de 2019
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FMIG

“Cuando llegues a la tierra que Yahveh tu Dios te da en herencia, cuando la poseas y habites en ella, tomarás las primicias de todos los productos del suelo que coseches en la tierra que Yahveh tu Dios te da, las pondrás en una cesta, y las llevarás al lugar elegido por Yahveh tu Dios para morada de su nombre.  Te presentarás al sacerdote que esté entonces en funciones y le dirás: «Yo declaro hoy a Yahveh mi Dios que he llegado a la tierra que Yahveh juró a nuestros padres que nos daría.» El sacerdote tomará de tu mano la cesta y la depositará ante el altar de Yahveh tu Dios.  Tú pronunciarás estas palabras ante Yahveh tu Dios:

«Mi padre era un arameo errante que bajó a Egipto y residió allí como inmigrante siendo pocos aún, pero se hizo una nación grande, fuerte y numerosa.  Los egipcios nos maltrataron, nos oprimieron y nos impusieron dura servidumbre.  Nosotros clamanos a Yahveh Dios de nuestros padres, y Yahveh escuchó nuestra voz; vio nuestra miseria, nuestras penalidades y nuestra opresióny Yahveh nos sacó de Egipto con mano fuerte y tenso brazo en medio de gran terror, señales y prodigios.  Nos trajo aquí y nos dio esta tierra, tierra que mana leche y miel  Y ahora yo traigo las primicias de los productos del suelo que tú, Yahveh, me has dado.»

Las depositarás ante Yahveh tu Dios y te postrarás ante Yahveh tu Dios.  Luego te regocijarás por todos los bienes que Yahveh tu Dios te haya dado a ti y a tu casa, y también se regocijará el levita y el forastero que viven en medio de ti.  El tercer año, el año del diezmo, cuando hayas acabado de apartar el diezmo de toda tu cosecha y se lo hayas dado al levita, al forastero, a la viuda y al huérfano, para que coman de ello en tus ciudades hasta saciarse,  dirás en presencia de Yahveh tu Dios:

-«He retirado de mi casa lo que era sagrado; se lo he dado al levita, al forastero, al huérfano y a la viuda, según todos los mandamientos que me has dado sin traspasar ninguno de tus mandamientos ni olvidarlosNada de ello he comido estando en duelo, nada he retirado hallándome impuro, nada he ofrecido a un muerto. He escuchado la voz de Yahveh mi Dios y he obrado conforme a todo lo que me has mandado.  Desde la morada de tu santidad, desde lo alto de los cielos, contempla y bendice a tu pueblo Israel, así como al suelo que nos has dado como habías jurado a nuestros padres, tierra que mana leche y miel

Yahveh tu Dios te manda hoy practicar estos preceptos y estas normas; las guardarás y las practicarás con todo tu corazón y con toda tu alma.  Has hecho decir a Yahveh que él será tu Dios – tú seguirás sus caminos, observarás sus preceptos, sus mandamientos y sus normas, y escucharás su voz -.

Y Yahveh te ha hecho decir hoy que serás su pueblo propio, como él te ha dicho – tú deberás guardar todos sus mandamientos -; él te elevará en honor, renombre y gloria, por encima de todas las naciones que hizo, y serás un pueblo consagrado a Yahveh tu Dios como él te ha dicho.”

*

Deuteronomio, 26

DgQIoStW0AA2uEL

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“Siete verdades sobre inmigrantes”, por Ángela Cañal.

Miércoles, 25 de julio de 2018
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refugiados-alambrada-2-GLo habrás visto en televisión, lo habrás leído, te lo habrán contado. Y volverás a verlo, leerlo y oírlo muchas veces más este verano. Sobre todo ahora que, acabado el Mundial y una vez el PP elija por fin a su líder y lideresa, comenzará la habitual sequía de noticias. Pero hay (al menos) siete cosas que algunos están diciendo sobre la llegada de inmigrantes a nuestras costas y la llamada “crisis migratoria” que a lo mejor estás creyéndote, y no deberías.

No, no hay una “avalancha” de inmigrantes. No hay una avalancha, ni una oleada, ni un tsunami africano que esté azotando las costas andaluzas. Y, por cierto, aguardo con ansia el día en el que desterremos de nuestro lenguaje expresiones que igualan la llegada de migrantes a una catástrofe natural o a la más terrible de las calamidades. Aquí la verdadera calamidad son los miles que se ahogan intentando llegar a Europa. El drama que padecen quienes lo consiguen. Las condiciones en las que permitimos que vivan millones de personas en el África más profunda. Las razones por las que no ven más alternativa que huir y jugarse la vida.

No, no estamos desbordados. Habrás oído que durante este año han llegado por mar a Andalucía casi 15.000 personas. ¿Son muchas o pocas? Muchas, si las comparamos con las cifras del año pasado (cuando llegó la mitad). No tantas, si las comparamos con las 100.000 que desembarcaron en Italia el año pasado. O el millón de refugiados sirios que tiene acogido un país pequeño como Líbano. O si recordamos las 17.000 temporeras marroquíes que los agricultores de Huelva han traído este año para la campaña de la fresa. ¿Hablaríamos de avalancha de jornaleras?

No, no son cifras inmanejables. El Gobierno de Rajoy dijo en su momento que tenía capacidad para acoger a 17.000 refugiados sirios (aunque luego no cumplió). España gestiona cada año con eficiencia la llegada de 84 millones de turistas. La “avalancha” de inmigrantes de esos últimos seis meses no llenaría el estadio Carranza un domingo, en un país de 46 millones de habitantes y una UE de 500 millones. Pongámosle perspectiva al asunto. ¿De verdad estamos ante cifras imposibles de manejar? Sólo si nos seguimos empeñando en no poner medios suficientes.

No, no nos ha cogido por sorpresa. En primer lugar, porque la llegada del buen tiempo viene cada año acompañada de un incremento de pateras. Pero, sobre todo, porque el cierre (previo pago) de la frontera de Turquía y el infierno (también de pago) de los negreros libios no deja más opción a quienes huyen de la miseria y la guerra que intentar la ruta del Estrecho. Por cierto, la más mortífera del mundo, según la Organización Mundial de Migraciones. Hace un año, distintas ONG avisaban de que cientos de miles de personas estaban saliendo de Libia camino de Marruecos. La sensación es que lo que está pasando era mucho más previsible de lo que nos cuentan. Pero no hemos querido prepararnos. Hemos dejado que los ayuntamientos carguen con un peso que no les corresponde. No hemos querido poner medios suficientes de rescate, atención y acogida, no fuera a ser que causáramos, ¿lo adivinan? el famoso efecto llamada.

Y no, lo que está pasando no es por efecto llamada del Aquarius. Quienes llegan estos días a nuestras costas salieron de sus países hace mucho tiempo. Algunos llevan años atrapados en el Norte de África soportando penalidades, a la espera de poder embarcar. La idea de que alguien está en su casa de Senegal y decide hacer la maleta y plantarse en tres días en Tánger porque se entera (¿y cómo se entera?) de que Pedro Sánchez ha abierto el puerto de Valencia a 630 refugiados, es tener muchas ganas de no entender nada. Más afortunadas pueden ser las eternas cábalas sobre si Marruecos ha decidido otra vez aflojar su vigilancia fronteriza.

No, Europa no sufre una crisis migratoria. La crisis es humanitaria y política. De hecho, en los últimos tiempos la llegada de inmigrantes irregulares a la UE no ha dejado de bajar. Y paradójicamente, crecía y engordaba otro fenómeno, el del ultranacionalismo y la xenofobia que ahora ha acabado contagiando a la política italiana (las barbas de tu vecino…). El gran problema de Europa no es la inmigración, es el fracaso creciente del proyecto europeo y el auge desbocado de quienes quieren dinamitarlo desde dentro, no desde fuera.

No, no sobran inmigrantes. Las últimas cifras de población del INE nos vuelven a alertar sobre una población española cada vez más envejecida y que sólo crece levemente gracias precisamente a la aportación de los extranjeros, que trabajan, consumen, pagan impuestos y ayudan a sostener su pensión y la mía. Además, muchos de quienes llegan a nuestro país lo hacen pensando -y bien nos lo recordó Merkel en la cumbre de la semana pasada- en viajar después a otros países europeos como Francia y Alemania. España no tiene tanto atractivo ahí fuera. Pensemos también en eso.

Ángela Cañal

Eldiario.es, vía Fe Adulta

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“Migraciones”, por José Ignacio González Faus

Jueves, 19 de julio de 2018
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trasladan-tarifa-personas-rescatadas-estrecho_ediima20180624_0054_4De su blog Miradas Cristianas:

¿No es muy raro que hoy pongamos tanta resistencia a la llegada de africanos? Hace unos tres siglos los deseábamos tanto que ¡hasta íbamos nosotros a buscarlos! ¿Cuál es la diferencia? Pues que entonces los buscábamos para luego venderlos como esclavos. Los grandes pontífices de nuestra modernidad (desde Voltaire a Montesquieu) alabaron esa forma de “emigrar” que contribuyó claramente al desarrollo de Europa y además servía para mantener bajo el precio del cacao que venía de América. Tampoco la Iglesia europea puso muchos obstáculos a esa forma de emigrar. Y si algún insensato como Pedro Claver (¡catalán tenía que ser!) se dedicaba a cuidarlos y quererlos, hasta sus mismos compañeros de congregación lo denunciaron a Roma, no por mala conducta, sino por poco inteligente…

En la geografía que estudié de niño (hace bastantes años, pero tampoco tantos) casi todos los países africanos tenían un apellido europeo: Congo “belga”, Guinea “española” o incluso un nombre completo como “Côte d’Ivoire”. Los que no lo tenían era porque formaban parte de una “Commonwealth” que, en realidad significaba “Our wealth” (los nombres cumplen muchas veces aquella definición de la hipocresía como “homenaje del vicio a la virtud”). Hoy aún distinguimos entre África francófona y África anglófona. Y fue allá por mi adolescencia cuando comenzó a hablarse de “independencia” de los países africanos.

¿Qué significa todo eso? Pues simplemente que los inmigrantes son nuestros acreedores o los hijos e nuestros acreedores. Tenemos una deuda con ellos y debemos pagarla. Puede que esa deuda no sea mía en particular sino de mis ancestros, pero ya sabemos que esas deudas no prescriben y, como le decían nuestros banqueros a Grecia: el que la hace la paga. Y Europa la hizo.

Se cumple aquí una ley que la historia enseña profusamente y nos negamos a aprender: medidas que a corto plazo producen resultados magníficos, tienen a largo plazo consecuencias catastróficas. Ya otra vez puse el ejemplo de la instalación de la monarquía en el Israel bíblico: en pocos años convirtió aquel pequeño pueblo en un imperio; pero, a medio y largo plazo, acabó con la división del país, el destierro a Babilona y la destrucción del Templo. Y el ejemplo se repite: lo mismo ha pasado a mucha gente joven con el señuelo de la droga. Lo mismo nos pasó hace poco (aunque no lo hayamos aprendido) con la burbuja del ladrillo que produjo un momentáneo desarrollo espectacular y terminó llevándonos a una de las más fuertes crisis económicas. Lo mismo nos ha pasado con el cambio climático y el cáncer actual del planeta tierra, consecuencia de nuestra rápida prosperidad y de la comprensible envidia de los otros por imitarla…

Todo esto no obsta para que las migraciones puedan constituir un problema serio, simplemente porque no podemos digerir tanto en tan poco tiempo. Ni para que ese problema real genere reacciones egoístas exageradas y xenófobas, sobre todo si no lo abordamos nosotros de manera más racional, más humana y menos egoísta. Por eso lo que parece más claro es que semejante problema necesita una solución global y no puede resolverlo ningún país solo.

Gestos como el de P. Sánchez con el Aquarius son bellos y ejemplares, pero no son soluciones. ¡Ojalá fueran al menos un toque de atención y una llamada para que nos decidamos a afrontar el problema a nivel europeo, en lugar de ir “trumpeando” disimuladamente! Yo no sé cuál ha de ser la solución, pero recuerdo la frase de un antiguo director de ESADE: “con las soluciones pasa como con el dinero; haberlo haylo; pero hay que saber buscarlo”.

Uno piensa que si somos tan machos y tan fuertes como para bombardear Libias y eliminar dictadores, también debemos serlo para acabar con las mafias que se aprovechan de estas pobres gentes “empaterándolas” con peligro de muerte (lo que uno no sabe es si detrás de esas mafias no estaremos nosotros mismos). Uno piensa también que si hemos sido tan sabios para desarrollarnos tanto, también debemos serlo para contribuir al desarrollo de esos países creando allí fuentes de riqueza y de trabajo que eviten que el horizonte del niño que nace allí sea morir de hambre o de sed (lo que uno tampoco sabe es si estamos dispuestos a que los beneficios de ese desarrollo sean para ellos y no para nosotros, pagando así la deuda que con ellos tenemos).

Si no, si el Mediterráneo en vez de ser un mar privilegiado en medio de la tierra, va convirtiéndose poco a poco en un depósito de cadáveres, quizá llegue un momento en que sus aguas estén definitivamente infectadas y nuestros hijos, cuando vayan a la playa a lo mejor tienen que bañarse con mascarilla. Y no digamos nada si, como predicen nuestros ecologistas, esas aguas sucias comienzan a invadir nuestras ciudades costeras…

Ese día, el “mare nostrum” se habrá convertido en otro “mare monstrum” y el Medi-terráneo se habrá convertido en “Medi-averno”: no centro de la tierra sino centro del infierno. ¿Bastará entonces con decir aquello de “que nos quiten lo bailao”?

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Dios judío, cristiano, musulmán…. Un Dios migrante

Sábado, 16 de julio de 2016
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imagesDel blog de Xabier Pikaza:

Ayer comenté la experiencia de las migraciones, antiguas y nuevas, con ocasión del próximo Congreso de Aveiro, apelando de un modo especial a la Biblia.

Hoy quiero retomar ese motivo desde Dios a quien presento como Dios Migrante, no sólo porque camina con los hombres, sino porque él mismo es camino, en las tres grandes versiones del monoteísmo profético (dejo a un lado las religiones de Oriente)

La experiencia israelita de Dios (¡Yo soy!, Soy el que soy), está en la base de gran parte de las interpretaciones posteriores de Dios, como indican las reflexiones que ahora siguen. Por un lado, Dios no es judío, ni cristiano, ni musulmán: Es el que Es. Por otro lado, es Dios de los judíos, cristianos y musulmanes (y de todos los hombres).

imagewsPues bien, ese Dios israelita que dice “soy el que soy”, como si no caminara se ha vuelto caminante en nuestra historia… de manera que podemos afirmar que somos una migración de Dios. Se esa forma, su nombre se ha vuelto, como en el Éxodo de Egipto: Yo soy el que camino con vosotros.

El yo más profundo de los emigrantes que somos, eso es Dios, y así quiero contar con brevedad su historia en estas reflexiones, que se inscriben dentro del diálogo y discusión que vengo manteniendo en este blog sobre el tema de las migraciones, desde una perspectiva cristiana… que quisiera ser europea, aunque ya no está tan claro si Europa quiere ser un lugar de migraciones abierto al encuentro de los pueblos


Punto de partida.

Para los judíos, Yahvé (Soy el que Soy)se ha hecho Nombre de misterio, de manera que no lo pronuncian. Los gnósticos antiguos y modernos se sienten molestos con Yahvé, no aceptan su presencia liberadora, su opción por los pobres: prefieren un Dios de interioridad, separado de la historia, sin comprometido de justicia.

La filosofía ilustrada intepretó el ¡Yo soy! como ontología: expresión del Ser Supremo o de la Idea Fundante (de la mente que se dice a sí misma), separando así a Yahvé de nuestra historia de liberación humana. Los cristianos afirman que el Nombre de Yahvé se ha expresado plenamente, como misterio de liberación, por medio de Jesús, viniendo a presentarse al fin como Padre… Los musulmanes identifican al “Yo soy el que Soy” con Allah, de quien hablé con cierta extensión en un post anterior, que ha sido enriquecido por muchos participantes y en especial por Disidente y Fernando.

Las interpretaciones de esta palabra originaria (Yahvé: Yo-Soy) han sido y siguen siendo diferentes, definiendo de algún modo las más hondas visiones de Dios en occidente. Destacaremos las más importantes, para fijarnos al final en la cristiana. Evidentemente, ofrecemos una visión muy general del tema, que debería matizarse con muchísimo cuidado.

1. Judaísmo

Los judíos han destacado el valor de este Nombre, condensando en Yahvé su experiencia de misterio. Por un lado, han seguido vinculándolo al pueblo, como dice el Shema (Escucha, Israel, Yahvé, tu Dios es un Dios único….: Dt 6, 4-9), retomado por el doble mandamiento de Mc 12, 28-34 par.. Por otro, lo han sacralizado, de tal forma que procuran no escribirlo ya ni pronunciarlo, en signo de respeto religioso. Yahvé [D”S, G’’D, YHWH] es Dios en sí, en su absoluta plenitud y lejanía, separándolo así de su pueblo.

De esa manera, al separar el Nombre de Dios y dejarlo fuera de la “circulación” social y religiosa, los judíos posteriores han tenido que buscarle “sustitutos”. Por eso han dicho y siguen diciendo en su lugar palabras más o menos equivalentes (pero nunca iguales) como Adonai, Kyrios, Dominus o Señor (the Lord) y, sobre todo, Ha-Shem (El Nombre). Así expresan de algún modo la grandeza de Dios, pero sin expresarla. Estas palabras ya no actúan como “nombres” (no expresan lo que es Dios), sino como adjetivos que evocan de algún modo su grandeza. Los judíos han optado por divinizar de algún modo el Nombre (Yahvé), dejándolo así, distinto, separado, como expresión de absoluta transcendencia.

Como guardianes de la Lejanía divina, testigos de la separación inefable de su Dios, han querido mantenerse a lo largo de los siglos los judíos. Este es su tesoro, esta su grandeza: ellos conocen un Nombre que no puede pronunciarse, pero que les hace distintos y ricos sobre el mundo. Las traducciones cristianas de la Biblia han seguido la costumbre judía poniendo (y algunas lo hacen todavía) Señor o su equivalente allí donde la Biblia Hebrea dice Yahvé. Es buena esta reserva, si ayuda a descubrir y explicitar mejor el contenido misterioso del Dios personal de la historia israelita, pero quizá nos impide recordar que Yahvé es ante todo un Nombre propio de redención, signo de la presencia liberadora de Dios entre los humanos, como ha vuelto a descubrirlo el evangelio.

2. Gnosis

Los gnósticos (quizá de origen judío y cristiano) de los siglos II y III d. de C. han invertido esa visión del judaísmo, interpretando el nombre de Yahvé no como señal del más alto misterio, sino como expresión de un “dios opresor”, que mantiene a los humanos sometidos. Así tienden a identificar este Nombre con el principio divino del error y el egoísmo, es decir, con un Dios falso: Yahvé, Dios del AntiguoTestamento, sería en el fondo un demonio (=Satanás); sólo el Padre de Jesús o un Dios puramente espiritual es para ellos verdadero.

Por eso, allí donde en la Escritura israelita (Ex 3, 14) el Dios Yahvé proclama Yo soy (o sus equivalentes), algunos textos gnósticos hacen que se escuche la voz del “Verdadero Dios” (superior y contrario al Dios israelita) que le responde ¡Te equivocas, Samael, Dios ciego! . Así llaman a Yahvé con nombres despectivos, como Dios de vergüenza (Samaél), Dios ciego de lucha y egoísmo, Yavaot, Yaldabaot, Yaot, o salvador material que sólo se ocupa de las cosas externas, incapaz de iluminar a los humanos, ofreciéndoles una experiencia espiritual de superación del mundo. En esa línea, podemos añadir que la crítica del Dios israelita constituye el principio de todo antisemitismo religioso. Conforme a la visión de esta Gnosis el Dos judío sería seria egoísta, estaría vinculado sólo a un pueblo, como fuerza irracional que mata con violencia a los contrarios: a los egipcios en el Mar Rojo, a los cananeos en Palestina. Los gnósticos entienden el ¡Yo soy! de Jahvé en la línea de ¡Nosotros, los judíos, somos! como pueblo separado de los otros). Por eso, frente al ¡Yo soy! judío, materialistra y tribal, quieren situar el Absoluto de la divinidad universal.

Conforme a la visión gnóstica carece de sentido la encarnación cristiana: Dios no podría intorducirse de verdad en este mundo. Precisamente para defendere la encarnación han aceptado los cristianos el Antiguo Testamento, entendiendo el ¡Yo soy! de Dios no en forma egoísta, sino liberadora. De todas formas, debemos recordar con todos los auténticos judíos y cristianos que el ¡Yo soy! no puede interpretarse en la línea de una autoridad arrogante y egoísta, como expresión de un Señor que se afirma a sí mismo en contra (a costa) de los otros. Al contrario, nosotros sabemos que el Yahvé israelita sólo dice Yo soy para afirmar Yo estaré con vosotros, os libraré devuestras opresones. (“Sobre el origen del mundo” en J. M. Robinson (ed.), The Nag Hammadi Library in English, Brill, Leiden 1977, II, 5, 103, 5-19. Para lectura ulterior: F. García Bazán, Gnosis.La esencia del dualismo antiguo, Castañeda, Buenos Aires 1978; H. Ch. Puech, En torno a la Gnosis I-II, Taurus, Madrid 1982).

3. Islam. Religiones monoteístas

Los musulmanes han evitado en general la hondura del “Yo soy”, afirmando que Dios se ha expresado para siempre por Mahoma, de manera sencilla y segura, para todos los humanos, sin distinción de razas o culturas. El mensaje teológico ha sido siempre el mismo, desde Moisés hasta Jesús, pero los receptores no han sabido conservarlo limpio, lo han mezclado con palabras que no vienen de Dios, lo han adulterado. Por eso ha sido necesaria la profecía de Mahoma, como hemos puesto de relieve en otro post.:

La piedad no estriba en que volváis vuestro rostro
hacia el Oiente o hacia el Occidente (=rezar mirando a Jerusalén o la Meca)
-sino en crer en Dios y en el ültimo día,
-en los ángeles, en la Escritura y en los profetas,
-en dar de la hacienda, por mucho amor que se le tenga,
a los parientes, huérfanos, necesitados, viajeros, mendigos y esclavos,
en hacer la azalá (oración) y el azaque (=la limosna)… (Corán 2, 177).

Estos son los pilares de la fe musulmana. En ella quedan incluidas las Escrituras (las antiguas están contenidas en el único Corán, manifestación suprema de la Suprema Verdad de Dios) y los profetas (enviados de Dios, tal como culminan en el mismo Mahoma), con los ángeles que son signo del misterio. De esa forma, los musulmanes universalizan y simplifican de algún modo la confesión de fe judía o Sahadá, diciendo: La ilaha illa Allah: no hay más dios que Allah, no hay más divinidad que el Divino.

En esa línea, el Islam se encuentra cerca del judaísmo. No hay en el Islam teología intradivina: no puede haber especulación sobre Dios, pues Él sigue siendo un misterio; ha revelado su Libro/Palabra en el Corán, pero su esencia sigue estando escondida, de tal forma que resulta imposible decir que Jesucristo es su “Hijo”, como afirman los cristianos. Para el Islam la esencia de Dios sigue siendo misteriosa, incognoscible. Lógicamente, judíos y musulmanes se sienten vinculados en su teología más profunda, tanto en la visión del Dios trascendente (no trinitario), como en la visión de su revelación (por la ley de Moisés, por la profecía de Mahoma). Esta vinculación es tan honda que algunos llegan a sostener que judaísmo e Islam son variantes de una misma religión de fondo: afirman unos que el Islam es herejía (simplificadora, universalizadora) del judaísmo; añaden otros que el judaísmo es una herejía (concretización nacional) del Islam eterno. Pero los judíos siguen manteniendo en el fondo de su experiencia y recuerdo el “Yo soy” de Yahvé en la montaña sagrada, como secreto de libertad, mientras los musulmanes apelan al conjunto del Corán, evitan ese misterio del Nombre secreto, limitándose a decir que “no hay más dios que Allah”.

Esta Sahada o confesión de fe musulmana, proclamada desde todos los almuédanos y repetida sin cesar por los creyentes, resume la fe musulmana. Ella sola basta para expresar la sumisión religiosa y expresar que un hombre (o mujer) es musulmán. Dios ya no tiene un nombre especial (como el Yahvé de los israelitas), ni aparece vinculado de forma intradivina (trinitaria) a su mesías o revelador (como el Padre de Jesús para los cristianos). Pero debemos añadir que, siendo transcendente, Dios habla (revela su Corán/Libro eterno) a su profeta o enviado que es Mahoma. Esto es confesar la fe para un musulmán: someterse a Dios y aceptar su manifestación por medio de Mahoma

Es normal que judíos y musulmanes rechacen la encarnación de Dios en Jesús, viendo en ella una especie de recaída en el politeísmo pagano. Lógicamente, ellos rechazan también la Trinidad: piensan que Dios se ha revelado, pero no ha penetrado de verdad en el mundo, no se ha identificado con la persona y obra de Jesús de Nazaret. En ese sentido, Judíos y musulmanes parecen más humildes: piensan que Dios está arriba y que nunca podemos conocerle del todo. Por el contrario, los cristianos se atreven a definir a Dios como Padre de Jesús (Trinidad), arriesgándose a penetrar en su misterio, afirmando que en el origen y base de todo está el amor del Padre al Hijo en el Espíritu.

4. Filosofía

La filosofía occidental, fundada en la experiencia griega del Ser (vinculando así helenismo y judaísmo) ha interpretado el ¡Yo soy! (Soy el que Soy) israelita en perspectiva de trascendencia (Dios separado) y plenitud ontológica (el ser divino es lo absoluto). De esa forma, el Nombre de Dios pierde su referencia salvadora (su raíz israelita, su vinculación a Moisés) y viene a convertirse en expresión de la Realidad en sí, de eso que pudiéramos llamar la identidad ontológica.

Lógicamente, Yahvé deja de ser el Nombre propio de aquel con quien debemos dialogar de un modo personal, presencia liberadora, y viene a interpretarse como Ser en sí (=Aseidad ontologica). Al presentarse como Yahvé, Soy el que soy, Dios se vuelve Ser Supremo, Esencia pura y plena, el primero y más alto de todos los Conceptos. Decir Yahvé es decir Divinidad, como puede verse en San Anselmo: es el Ser más alto, la más perfecta realidad que puede ser pensada.

Gran parte de la crítica moderna anti-teísta ha combatido al Dios de la filosofía, que aparece como Gran Ser (ontología original) y/o como Concepto Supremo (idea perfecta). Este es el Dios separado de la historia (no es salvador), impasible (no sufre con el sufrimiento de su pueblo), autosuficiente (no se vincula a los humanos). Contra ese Dios en sí (Yo soy ontológico o ideológico), contra ese Señor autosuficiente donde que se vinculan (e identifican) un tipo de Ser del pensamiento griego y un Yo soy israelita vaciado de su fuerza salvadora, se dirige gran parte de la crítica religiosa de la modernidad.

Gnosis antigua y filosofía moderna se vinculan de algún modo: ambas vacían al Dios israelita (a su Yo soy) de la experiencia y fuerza de la historia. La gnosis criticaba a Yahvé porque no acepta su revelación en la historia y porque quiere elaborar una visión religiosa partiendo de una sabiduría intimita, propia de los iniciados sabios. La filosofía moderna ha rechazado a Yahvé porque ha querido vincular a Dios con el Ser de su pensamiento y de sus obras (con el Todo del Mundo) o con el propio pensamiento, olvidando también el sufrimiento de los pobres.

Pues bien, en contra de eso, después de treinta siglos de dolor y esperanza, judíos y cristianos (unidos en esto y separados de los musulmanes) seguimos vinculados a la experiencia israelita de Yahvé, a quien vemos como Dios liberador. Yahvé no es para nosotros un simple signo de identidad ontológica o interioridad sagrada, sino el Nombre personal de aquel que se revela (despliega su presencia) liberando a los pobres y oprimidos de la tierra. No es alguien que se impone desde arriba, exigiendo sumisión (como parece buscar el Islam), sino Aquel que nos quiere y por querernos dice Yo soy, es decir, Estoy con vosotros en medio del camino de la vida. Sobre esta base seguimos vinculados judíos y cristianos, aunque luego interpretemos a Yahvé en perspectivas diferentes, como indicaremos en todo lo que sigue ((No podemos entrar en la gran polémica entre Dios judío y Dios filosófico. Siguen siendo significativos en este campo trabajos como los de H. Mühlen, El concepto de Dios, en Varios, Trinidad ¿mito o misterio?, Sec.Trinitario, Salamanca 1973, 153-179; E. Jüngel, Dios como misterio del mundo, Sígueme, Salamanca 1985.))

5. Cristianismo

Los cristianos interpretamos a Yahvé como presencia salvadora (liberadora) que se compromete en favor de todos los hebreos oprimidos. Seguimos, por eso, en la línea de la Biblia Israelita. Pero damos un paso más y añadimos que el mismo Yahvé, Nombre supremo del Dios liberador, se identifica con el Padre de Nuestro Señor. Jesucristo. Por eso, en un sentido, los cristianos seguimos vinculados a la revelación del Sinaí: nos situamos con Moisés ante la Zarza Ardiente, escuchamos su palabra de liberación, nos comprometemos a seguir su camino. Pero pensamos que eso resulta al fin insuficiente. Leer más…

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Congreso en Aveiro. Éxodo: Migraciones y Fronteras

Viernes, 15 de julio de 2016
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8c2401_7cf6370677a646bfb269fdd5a8e1c508~mv2Del blog de Xabier Pikaza:

El próximo mes de septiembre se celebra en la Universidad de Aveiro, Portugal, un gran congreso sobre Emigración, desde las diversas perspectivas sociales y culturales, económica y políticas, personales y comunitarias.

Allá, a la vera del gran mar que fue testigo de la primera gran aventura de migración,descubrimiento, conquista y dominio del mundo moderno (a finales del siglo XVI) podrá verse lo que ha sido el resultado de cinco siglos de emigraciones marinas que están culminando ahora, a principios del siglo XXI.

En ese contexto ofreceré un trabajo sobre migraciones en la Biblia, que es un libro del Éxodo, desde la nueva perspectiva de una Europa (y América) que parece convertirse en un campo de alambradas que no deja penetrar a los de fuera, ni vivir en paz a los de dentro. Presento aquí simplemente un esquema del posible trabajo

Será buena ocasión para comenzar el nuevo curso escolar 2016/2017, desde Aveiro, en las rías y playas del gran mar que ha sido espacio de encuentros a lo largo de siglos… planteando de un modo académico, humanista, portugués y universal, el gran reto del hombre del siglo XXI.

LUGAR/LOCATION/LUOGO: Universidad de Aveiro (Aveiro, Portugal)
INFO: web – dlc-exodus@ua.pt
CALL:

Estimadas Señoras, estimados Señores:
Nos complace anunciar la próxima realización del Congreso Internacional “Exodus: migraciones y fronteras”, que tendrá lugar en el Departamento de Línguas e Culturas de la Universidad de Aveiro (Portugal) del 21 al 23 de septiembre de 2016. Las lenguas del congreso son las siguientes: portugués, español, francés e inglés. Pueden ustedes encontrar más información en http://blogs.ua.pt/exodus/
Agradeciendo de antemano la divulgación de este Congreso, el comité organizador invita a la comunidad académica a participar -con la presentación de propuestas de comunicaciones orales o pósteres- en este evento que pretende ser transdisciplinar.

Un saludo muy cordial, El comité organizador.

Introducción

En este blog he tratado diversas veces de los emigrantes y refugiados. Son muchas las noticias que sobre ellos pueden encontrarse en los diversos medios de comunicación. Pienso que lo que yo pudo aportar en este día es una reflexión sobre el fundamento de nuestras religiones monoteístas: Judaísmo e Islam son religiones de emigrantes (y también el cristianismo)..

Como gran parte de los emigrantes que han venido a Europa son musulmanes, he querido poner de relieve lo que dice sobre ellos no sólo la Biblia Judía (nuestro Antiguo Testamento), sino también la historia de Mahoma y el Corán.

1. BIBLIA ISRAELITA

La Biblia Hebrea, que los cristianos toman como Escritura y los musulmanes veneran como “libro santo”, contiene unos capítulos y temas básicos centrados en el “derecho de los emigrantes”

1. Principios

image1sLos judíos nacieron como grupo de personas que busacaban una tierra donde fuera posible el pan y la libertad, una tierra donde puedan vivir los hijos y los hijos de los hijos. El “credo” de Israel dice así:

– Dios, el que ayuda y libera a los emigrantes: Decálogo: “Yo soy Yahvé, tu Dios, que te he sacado de Egipto” (Ex 20, 2; Dt 5, 6; cf. 1 Rey 12, 28; Jer 2, 6 etc). Esas palabras de introducción del Decálogo constituyen la expresión más clara de la identidad israelita como pueblo de emigrantes a los que Dios ayuda. En ese sentido, los mandamientos son aparecen como una guía de vida para los emigrantes, es decir, para todos aquellos que tienen que dejar su tierra y sus seguridades antiguas, para crear un nuevo orden social en otra tierra, en una tierra nueva.

– Credo histórico: Uno de los credos más importantes de la Biblia judía es aquel donde cada israelita se presenta como hijo de emigrantes. «Mi padre era un arameo errante; bajo a Egipto y residió allí con unos pocos hombres… Pero los egipcios nos maltrataron y humillaron… Gritamos a Yahvé, Dios de nuestros padres, y Yahvé escuchó nuestra voz, vio nuestra miseria… y nos sacó de Egipto con mano fuerte y brazo extendido y nos trajo a este lugar…» (Dt 26, 5-10; cf. Jos 24, 2; Sal 136, 78). Lo más importante de est pasaje y de todos los pasajes de las Escrituras es que el tema de la emigración no de “otros”, sino nuestro, de todos los hombres y mujeres.

– Abrahán, un emigrante… Las tres tradiciones (israelita, musulmana y cristiana) presentan a Abrahán, Padre de la fe, como emigrante que salió de su tierra, obedeciendo a la “Palabra” de Dios, pero también siguiendo la ruta de todos los nómadas que buscaban una tierra estable, desde Ur de los Caldeos. «Vete de tu tierra, de tu parentela y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Yo haré de ti una gran nación. Te bendeciré y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendigan, y a los que te maldigan maldeciré. Y en ti serán benditas todas las familias de la tierra» (Gen 12, 1-3). Abrahán, emigrante y exilado aparece como principio de bendición para todas las “familias” o pueblo de la tierra.

2. Moisés y los hebreos en Egipto: un pueblo de emigrantes

Moisés nace en Egipto, en una tierra donde su familia ha tenido que emigrar para comer… En una tierra donde los hebreos se sienten perseguidos… Tiene una experiencia de Dios, que aparece como protector de emigrantes… y tiene la tarea de crear un “pueblo nuevo” a partir de los emigrantes que se hallaban en tierra extraña. En la línea de Moisés se situarán los otros profetas como Muhammad y Jesús:

1. El Dios de los emigrantes. «El ángel de Yahvé se le mostró en forma de llama…». Moisés siente curiosidad, se acerca y escucha la palabra: «Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham…» (Ex 3, 1-6). «He visto la aflicción de mi pueblo de Egipto y he escuchado el grito que le hacen clamar sus opresores, pues conozco sus padecimientos. Y he bajado para liberarlo del poder de Egipto y para subirlo de esta tierra a una tierra buena y ancha, a una tierra que mana leche y miel, el país del cananeo, del heteo…» (Ex 3, 7-8). Dios aparece así vinculado a los emigrantes y pobres, el les defiende.

2. La “guerra” de liberación de Moisés. Moisés inicia y promueve un movimiento de liberación de los emigrantes y esclavos, pero no en línea de alzamiento armado, pues en ese nivel los “faraones” de este mundo tendrán siempre ventaja. Nosotros (año 2007) sabemos que el tiempo de las guerras militares en contra del sistema ha terminado ya… No podremos derrotar a los poderes de opresión con armas, sino a través de una trasformación personal y social, como la de Moisés. Estos son los momentos fundamentales de de su jihad o movimiento liberador, expuesto en Ex. 7-13.

(1) La guerra de Moisés esta vinculada a la vida cósmica, a la defensa de la naturaleza: los opresores tienen que sufrir el castigo de la naturaleza que ellos manejan de un modo egoísta para su provecho.

(2) Esta es una guerra de valores, es decir, de humanidad. El Faraón representa la violencia del sistema que se diviniza a sí mismo y que al hacerlo se destruye. Moisés, en cambio, representa la confianza del hombre en los valores de su humanidad, es decir, de su libertad, fundados en Yahvé (Soy el que soy), es decir, «Soy principio y futuro de libertad». Así entendió ya el libro de la Sabiduría (Sab 16-19) en tema de las plagas de Ex 7-13.

3. La libertad de los oprimidos. Un relato simbólico, narrado en el libro del Éxodo, capítulo 14: «El Faraón se acercaba, los israelitas alzaron la vista y vieron a los egipcios que avanzaban tras ellos» (Ex 14, 10). Precisamente entonces, cuando amenazaba el pánico, se escucha la palabra creadora:

«No tengáis miedo. Estad firmes y veréis la victoria que Yahvé os concederá hoy…; Yahvé peleará por vosotros; vosotros esperad en silencio» (Ex 14, 13-14). Los hebreos no tienen que alzarse en pie de guerra, ni luchar con armas militares, ni comprar con fianzas de dinero su salida de la cárcel, pero se les pide algo más grande: que crean y escuchen en silencio la palabra que les llega y les libera. Esa libertad implica una decisión por parte de los emigrantes pobres. . Perseguidos, prácticamente atrapados por Egipto que se acerca, los cautivos dan un paso y se arriesgan: «Di a los israelitas que avancen: tú alza el bastón y extiende la mano sobre el mar y el mar abrirá en dos, de modo que los israelitas puedan atravesarlo a pie enjuto» (Ex 14,16).

4. Moisés, un hombre y un camino actual. Moisés ha sido y sigue siendo iniciador de una “religión de libertad” en la que pueden incluirse estos momentos. 1. Nos enseña a ser libres, en éxodo constante, para que salgamos de las varias situaciones de opresión en que estamos. 2. Nos invita a compartir y ofrecer libertad, en gesto de acogida, comunión y comunicación: hay hombres que viven aplastados o se aplastan ellos mismo, entrando así en un túnel o vacío donde les domina el miedo interno, el odio o resentimiento; por eso hay que ofrecerles espacios de comunicación personal. A veces no basta compartir: hay que esforzarse por crear condiciones sociales de libertad para los demás, incluso de un modo arriesgado. 3. Moisés traza, finalmente, un signo de esperanza, como testigo y precursor de una revolución que no ha llegado a cumplirse todavía, pues sigue habiendo hebreos oprimidos y encarcelados bajo el poder de los faraones de este mundo.

3. Las leyes sobre emigrantes de la Biblia Israelita

Leyes especiales para proteger a tres “colectivos”, es decir, a tres tipos de personas oprimidas. Los emigrantes no se pueden tomar pos aislado, sino que han de verse vinculados a otros grupos oprimidos. En el tiempo de la Biblia Hebrea se unen viudas, huérfanos y extranjeros:

(1) Las viudas (mujeres sin familia o protección social) forman una parte considerable de los rechazados del sistema, que sigue marcado por la violencia de género y la manipulación sexual. Hay en el mundo millones de mujeres sometidas a un durísimo comercio sexual: no hace falta encerrarlas en cárceles estrictamente dichas, pues su misma forma de vivir constituye ya una cárcel.

(2) Los huérfanos (niños y jóvenes sin arraigo familiar) son los candidatos más idóneos para la explotación, la delincuencia y la cárcel, especialmente en países donde existe una fuerte descomposición de las tramas familiares y sociales.

(3) Finalmente, los extranjeros
(o miembros de razas distintas) siguen viviendo en una situación de violencia permanente: casi la mitad de los encarcelados de algunos países de Europa son extranjeros, la mayoría de los presos de USA son negros.

1. Dodecálogo (=Doce leyes) de Siquem (Dt 27, 15-26).

Parece el código más antiguo de la tradición israelita y comienza evocando la maldición sobre aquellos que fabrican ídolos, porque destruye la identidad de Dios. En quinto lugar, dice:

– ¡Maldito quien defraude en su derecho al extranjero, huérfano y viuda!
Y todo el pueblo responda: ¡amén, así sea! (Dt 27, 19). Leer más…

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Migraciones, humanismo y civilización

Lunes, 29 de febrero de 2016
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refugiados-alambrada-2-GAlocución reproducida en La Civiltà Cattolica, traducida por Juan V. Fernández de la Gala*

Adolfo Nicolás, S.J.
Roma (Italia).

ECLESALIA, 17/02/16.- El 14 de enero de 2016, la iglesia del Gesù en Roma acogió, en un conmovedor clima de oración y de escucha, los testimonios vitales de numerosos refugiados. Se vivió así, desde la solidaridad y la cercanía, la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado. Reproducimos aquí la intervención improvisada del P. Adolfo Nicolás, Superior general de la Compañía de Jesús, durante su encuentro con los inmigrantes, refugiados y voluntarios del Centro Astalli, institución del Servicio Jesuita a Refugiados (JRS).

Sin duda, tendríamos que estar agradecidos a los migrantes que llegan a Italia y a Europa por un motivo: nos ayudan a descubrir el mundo. He vivido en Japón durante más de treinta años y he trabajado cuatro años en un centro para inmigrantes. La mayoría de ellos no disponía de papeles en regla, así que puedo hablar por experiencia propia. Y, precisamente desde la luz de lo que he vivido, lo confirmo: las migraciones son una verdadera fuente de beneficios para el país. Lo han sido siempre, por encima de las dificultades y las incomprensiones.

La comunicación entre las diversas civilizaciones se alcanza, de hecho, a través de los refugiados y de los migrantes; así es como se ha formado el mundo que conocemos. No ha sido solo el hecho de sumar una cultura a otra: se ha producido una verdadera transformación. Eso es lo que nos enseña la Historia. También las religiones: el cristianismo, el islam y el judaísmo se han difundido por el mundo gracias a los migrantes que abandonaron su país y se desplazaron de un sitio a otro.

Por eso les debemos estar agradecidos, porque nos han “dado” el mundo. Sin ellos estaríamos encerrados dentro de nuestra propia cultura, conviviendo con nuestros prejuicios y con nuestras limitaciones. Un país siempre corre el riesgo de encerrarse en horizontes muy estrechos, muy pequeños. Pero gracias a ellos, nuestro corazón puede abrirse y también nuestro propio país puede abrirse a dinámicas nuevas.

Conocer y ser conscientes de los problemas comunes y cotidianos, caer en la cuenta de nuestra interdependencia, nos une en la tarea de llegar a ser hombres y mujeres. Son los migrantes los que han levantado un país como Estados Unidos en el que se ha desarrollado la democracia. Esto no es fruto del azar, se debe a ese melting pot que se ha producido, un crisol de culturas y de personas que ha dado origen a un país así. Hay otros muchos casos en el mundo: Argentina, por ejemplo, y muchos otros.

Así pues, los migrantes podrían ayudarnos a abrir el corazón, a ser más grandes que nosotros mismos. Y eso es un don extraordinario. Por tanto, no son solo huéspedes, son gente que puede alentar la vida civil, ofrecer una aportación notable a la cultura y a sus profundos cambios. Precisamente gracias a ellos continúa enraizándose el humanismo. Tendríamos que ser conscientes de eso.

Un obispo japonés, comentado el versículo del Evangelio “yo soy el camino, la verdad y la vida” (Jn 14,6), decía que la enseñanza de Jesús se puede aplicar también a otras religiones. Yo mismo, como Superior general de los jesuitas, tengo que viajar con frecuencia por el mundo y constato que este obispo tenía razón. Asia en particular muy bien podría considerarse como “el camino”. En Asia el empeño constante es buscar el camino, el “cómo”: cómo hacer yoga, cómo concentrarse, cómo meditar. El yoga, el zen, las religiones, el judo ─que suele traducirse como “el camino del débil”, porque se sirve de la fuerza del otro─ son todos considerados como caminos. Sin entrar en comparaciones, habría que considerar que Europa y los Estados Unidos andan preocupados especialmente por “la verdad”; mientras que América Latina y África están preocupados por “la vida”; los valores relacionados con la vida son muy importantes. Por ello tenemos necesidad de todos, porque todos tienen una sabiduría y una contribución que hacer a la humanidad.

Ha llegado el momento en que debemos pensar en la humanidad como un todo y no como un conjunto de diversos países, separados unos de otros por sus tradiciones, sus culturas y sus prejuicios. Tendríamos que pensar en una humanidad que necesita a Dios, que necesita un modo de profundidad que solo puede venir de la unión de todos. Así que tendríamos que estar agradecidos por esta contribución de los migrantes y refugiados a esa humanidad integral. Ellos nos hacen caer en la cuenta de que la humanidad no está formada solo por una parte, sino que se forma con la contribución de todos.

Además, ellos son, al propio tiempo, la parte más débil y más fuerte de la humanidad. La más débil porque han experimentado el miedo, la violencia, la soledad y los prejuicios de los otros; todo esto forma parte de su experiencia, bien lo sabemos. Pero nos muestran también la parte más fuerte de la humanidad: nos hacen comprender cómo superar el miedo, con el coraje de afrontar los riesgos que no todos estaríamos dispuestos a afrontar. En sus esperanzas de futuro, han aprendido a no dejarse paralizar por las dificultades. Han sabido superar la soledad mediante la solidaridad, ayudando a los otros y han demostrado así que la humanidad es débil, pero puede ser fuerte. Nos han enseñado incluso que hay valores y realidades más profundas que las que habíamos perdido. Esto es habitual cuando se viven situaciones extremas.

Me acuerdo a este respecto de la experiencia de un hermano mío que vive en Estados Unidos. Mientras ardía una casa vecina, temió que el fuego llegase a su propia vivienda. Y me confesó que, mientras era presa del miedo, aprendió a distinguir lo que era importante de lo que no lo era. No corrió a poner a salvo el dinero, sino que agarró un fajo de fotografías que representaban sus raíces y su vida. En ese momento entendió que lo más importante es lo que guardaba dentro de sí mismo y no lo de fuera, ni siquera la propia casa. Todo eso lo experimentan también los refugiados: han visto el peligro de cara y lo han afrontado. Pensemos al menos por un momento: si no tuviésemos ya una casa, una familia, una lengua… si tuviésemos solo la vida y ésta incluso amenazada, ¿qué haríamos? ¿qué pensaríamos? ¿qué o a quiénes amaríamos?

Celebramos este año el Año de la Misericordia, un concepto central en muchas religiones. En el cristianismo, en el islam, en el judaísmo y en todas las grandes religiones, la misericordia es un concepto muy importante. Sin ella no se puede vivir y los migrantes y refugiados nos muestran precisamente uno de sus rostros. Cuando alguien lo tiene todo, puede ser misericordioso sin miedo, pero cuando una persona no tiene nada y, aún así, se muestra misericordioso con otra, está dando mucho más y el rostro de la misericordia se vuelve en este caso todavía más real.

De este modo, podríamos aprender de los migrantes y refugiados a ser misericordiosos con los otros. Aprendamos de ellos a ser humanos a pesar de todo. Aprendamos de ellos a tener como horizonte el mundo y no nuestra pequeña y estrecha cultura. Aprendamos de ellos a ser personas del mundo

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

*“Migrazioni, umanesimo e civiltà”, alocución reproducida en La Civiltà Cattolica, nº 3976, 27/02/2016. pp. 313-315. Traducción: Juan V. Fernández de la Gala, delagala@telefonica.net

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“Migraciones”, por J. I. González Faus

Jueves, 24 de septiembre de 2015
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14403317411804-e1441799987428J. I. González Faus. [La Vanguardia] Quien mal anda, mal acaba. Quien siembra vientos recoge tempestades… Multitud de refranes recogen esta sabiduría elemental, olvidada por nosotros: las cosas hechas inicuamente, pueden aportar ventajas a corto plazo, pero suelen traer calamidades a largo. Desde la monarquía bíblica hasta la drogodependencia encontramos esa misma lección: Israel rechazó la voluntad divina de ser un pueblo sencillo e igualitario sin rey; en poco tiempo creció hasta convertirse en un pequeño imperio pero, a la larga, acabó en manos de monarcas corruptos, se escindió como nación y terminó exiliado fuera de su tierra. El pueblo del Antiguo Testamento, desde su mentalidad primitiva, leía esos desastres como “castigos de Dios”, lo que le servía para intentar arrepentirse. Nosotros, que nos creemos más ilustrados, rechazamos con razón eso de los castigos de Dios, pero hemos olvidado que con frecuencia hay una némesis inmanente en la misma naturaleza de las cosas.

Y así nos va: porque algo de lo anterior está ocurriendo en nuestro mundo desarrollado, con el fenómeno migratorio. Se ha convertido en problema insoluble: porque ni nosotros podemos dar acogida simultánea a millones de inmigrantes, ni ellos pueden dejar de emigrar dado lo que son sus condiciones de vida y lo que son las nuestras. Pero, si miramos atrás, deberemos reconocer que se ha llegado a este callejón sin salida porque nuestro desarrollo fue, en buena parte, a costa de ellos. Sin el oro de América, sin el tráfico de esclavos, sin los imperios coloniales, sin el reparto de África entre los europeos a lo largo del siglo XIX… sin tantas necesidades humanas convertidas en ocasión de enriquecimiento y no de ayuda, no tendríamos hoy ese desarrollo del que tanto presumimos, y que justificamos apelando a nuestra superioridad y a su pereza.

Esa justificación puede tener algo de verdad: en ningún sitio está dicho que el ladrón, además de ladrón, no pueda ser audaz e inteligente: sólo en las películas del Oeste el bueno es siempre el que dispara más rápido. No obstante, esas buenas cualidades nuestras no lo explican todo: Inglaterra tranquilizó su conciencia creando una commonwealth que, en realidad, era una britishwealth; España justificó el expolio de media América como una “noble gesta evangelizadora” (sin reconocer que los verdaderos evangelizadores fueron el grupo de obispos y religiosos seguidores de Las Casas y enemigos de la conquista); Estados Unidos se anexionó medio México porque era intolerable que tierras tan ricas estuvieran en manos de los perezosos mexicanos. Y hoy ¿no convendría cambiar el anagrama de la Unión Europea (UE) por un DE? Aludiríamos así tanto a la actual Dictadura Europea como a Deutschland. Ya dijo un ­maestro de Schaüble (A. Rustow) que “la igualdad es un ideal falso y erróneo; y la fraternidad, parcial e insuficiente porque ignora la relación de superioridad entre padres e hijos”. Eso permite tildar de perezosos e irresponsables a los griegos, ignorando que “los griegos trabajan un 50% más que los holandeses y un 40% más que los alemanes” (Ha-Joon Chang), y que más irresponsable que endeudarse temerariamente es prestar a quienes sabes seguro que no podrán devolver. Y la guinda en este pastel de mugre primermundista: Gran Bretaña, tras negarse a colaborar con la UE para ayudar a Italia en su problema migratorio, pide ayuda a Bélgica cuando se ha visto con un problema similar…

tumblr_nug8tmCWVe1s4vi02o1_1280“Dios ama al inmigrante dándole sustento y vestido” (Deut 10,18), dice la Biblia. Si fuéramos mínimamente coherentes, el Occidente llamado cristiano debería organizar una larga liturgia penitencial con un firme propósito de enmienda que no consistiera sólo en repar­tirse cuotas de inmigrantes, sino en inversiones en los lugares de origen, que cubrieran gastos para subsistir, creando trabajo y desarrollo, pero sin aportarnos beneficios. Y aun esto, sólo sería solución a medio y largo plazo.

El problema se agrava porque buena parte de la inmigración que nos suplica desesperadamente ya no emigra por razones económicas sino por razones políticas que son, en parte, resultados de nuestras desastrosas políticas en Oriente Medio (¿recuerdan a Jeb Bush prometiéndole a España “beneficios incalculables” si apoyaba el terrorismo norteamericano en Iraq?). Con ello el problema, además de económico, se convierte para nosotros en identitario: porque tememos no poder asimilar de golpe tantas gentes y tan diversas. Entonces, la derecha se convierte a la justicia social para los de dentro, como modo de enfrentarlos con los de fuera. Al “nos quitan puestos de trabajo” se suma el “no nos dejan ser nosotros”. Y dinero e identidad son las dos mayores fuentes de ceguera y violencia.

Parece pues que aquellos polvos nos han traído estos lodos. Ahora sólo tenemos dos caminos: seguir enlodándonos hasta inspirar repugnancia, o darnos una buena ducha de esa austeridad que tanto hemos impuesto a los más pobres. Si no, siguen valiendo de nosotros estas palabras que se escribieron de la oscura edad media: “Tal vez los bárbaros imperen siempre. Acaso la codicia supere siempre a la prudencia en los consejos de los poderosos. Es posible que el miedo domine siempre sobre la compasión en la mente de un hombre con una espada en la mano…”(Ken Follett, Los pilares de la tierra).

Imagen 1ª extraída de: El Mundo

VíA Cristianismo y Justicia

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