Hoy, miércoles de Ceniza, cuando se nos imponga sobre nuestra frente la ceniza penitencial, pensemos en qué es en realidad cumplir el mandato de “Conviértete y cree en el Evangelio”… “Amaos los unos a los otros como yo os he amado” que nos pide Jesús.
“Recuerda que eres polvo” ¡y algo más! ¡Ayuna del ayuno! ¡Sal del miedo! ¡Rasga las vestiduras… de los demás! ¡Echarte todavía más ceniza, no puedo!
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Pedro Casaldáliga Clamor Elemental.
Editorial Sígueme, 1971
“Para mí, Señor, no es necesario el Miércoles de Ceniza porque ni un solo día de la semana me olvido de que fui barro en tu mano. Y lo único que realmente necesito es que no lo olvides Tú”
+Cuidad de no practicar vuestra «justicia« para que os vean los hombres, porque entonces vuestro Padre celestial no os recompensará. Por eso, cuando des limosna, no vayas pregonándolo, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para que los alaben los hombres. Os aseguro que ya han recibido su recompensa. Tú, cuando des limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha. Así tu limosna quedará en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te premiará.
‘ Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vea la gente. Os aseguro que ya han recibido su recompensa. Tú, cuando ores, entra en tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te premiará.
Cuando ayunéis, no andéis cariacontecidos como los hipócritas, que desfiguran su rostro para que la gente vea que ayunan. Os aseguro que ya han recibido su recompensa.Tú, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, de modo que nadie note tu ayuno, excepto tu Padre, que ve en lo escondido. Y tu Padre, que ve hasta lo más escondido, te premiará.
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Mateo 6,1-6.16-18
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Arrepentimiento no equivale a autocompasión o remordimiento, sino a conversión, a volver a centrar nuestra vida en la Trinidad. No significa mirar atrás disgustado, sino hacia adelante esperanzado. Ni es mirar hacia abajo a nuestros fallos, sino a lo alto, al amor de Dios. Significa mirar no aquello que no hemos logrado ser, sino a lo que con la gracia divina podemos llegar a ser […].
El arrepentimiento, o cambio de mentalidad, lleva a la vigilancia, que significa, entre otras cosas, estar presentes donde estamos, en este punto específico del espacio, en este particular momento de tiempo. Creciendo en vigilancia y en conocimiento de uno mismo, el hombre comienza a adquirir capacidad de juicio y discernimiento: aprende a ver la diferencia entre el bien y el mal, entre lo superfluo y lo esencial; aprende, por tanto, a guardar el propio corazón, cerrando la puerta a las tentaciones o provocaciones del enemigo. Un aspecto esencial de la guarda del corazón es la lucha contra las pasiones: deben purificarse, no matarse; educarse, no erradicarse. A nivel del alma, las pasiones se purifican con la oración, la práctica regular de los sacramentos, la lectura cotidiana de la Escritura; alimentando la mente pensando en lo que es bueno y con actos concretos de servicio amoroso a los demás. A nivel corporal, las pasiones se purifican sobre todo con el ayuno y la abstinencia.
La purificación de las pasiones lleva a su fin, por gracia de Dios, a la “ausencia de pasiones”, un estado positivo de libertad espiritual en el que no cedemos a las tentaciones, en el que se pasa de una inmadurez de miedo y sospecha a una madurez de inocencia y confianza. Ausencia de pasiones significa que no somos dominados por el egoísmo o los deseos incontrolados y que así llegamos a ser capaces de un verdadero amor.
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K. Ware, Diré Dios hoy.El camino del cristiano,
Magnano 1998, 182-185 passim).
Comentarios desactivados en “Miércoles de ceniza”, por Joseba Kamiruaga Mieza CMF
De su blog Kristau alternatiba (Alternativa cristiana):
Dos artículos para reflexionar ante el tiempo fuerte que comenzamos hoy…
Ha vuelto el tiempo de Cuaresma, cuarenta días que los cristianos podemos vivir como un «tiempo especial», un tiempo propicio, un tiempo de retorno al Señor.
San Benito, en su Regla, escribe que toda la vida del monje debe ser una gran Cuaresma: es decir, toda la vida debe estar comprometida con la conversión, pero en realidad, tanto para los monjes como para los cristianos comunes, sigue siendo casi imposible vivir constantemente en el ejercicio de esta tensión espiritual.
La conversión nunca es un acontecimiento que sucede de una vez por todas, sino que es un dinamismo que debemos renovar en cada edad, en cada estación, cada día de nuestra existencia. Sí, porque aflojamos nuestras fuerzas, nos cansamos, somos presa de la confusión y de la conciencia de nuestra debilidad, estamos habitados por impulsos que nos hacen caer y contradecir nuestro camino hacia el Señor. No somos capaces de vivir siempre una existencia pascual: la inconstancia, la costumbre, la rutina nos lo impiden.
He aquí pues el tiempo propicio de la Cuaresma, tiempo de «ejercicios cristianos», tiempo en el que intensificamos ciertas acciones y retomamos algunas actitudes que, repetidas con particular atención y fuerza, nos permiten desarrollar, confirmar y aumentar nuestras respuestas a las exigencias del seguimiento cristiano.
Es cierto que la Cuaresma es, o más bien debería ser, vivida por los cristianos, pero sigo convencido de que lo que es auténticamente cristiano es también auténticamente humano y, por tanto, concierne a todos los seres humanos, independientemente de su fe.
Esta constatación puede parecer extraña a muchos, pero en realidad, precisamente porque también los no creyentes tienen una vida interior, son capaces de una vida humanizadora y la buscan, el tiempo de Cuaresma puede decirles algo también a ellos.
A veces me sorprende cómo la gente se interesa y casi quiere participar en el Ramadán musulmán, mientras que no les interesa e incluso les molesta la mera mención de la Cuaresma cristiana.
¿Depende quizás, también en este caso, de la incapacidad de los cristianos de comunicar el significado de su experiencia de fe?
Sin embargo, las instancias que presiden la Cuaresma están al servicio del hombre, son una ayuda para que el hombre pueda hacer de su propia vida una obra de arte. No pocas veces he meditado sobre la Cuaresma, destacando ante todo las necesidades de la oración y del ayuno, pero ahora quisiera detenerme en otros «ejercicios», empezando por el de volver a lo esencial de la vida humana: se trata de redescubrir la libertad a través del desapego de muchas cosas que no son necesarias sino que resultan engorrosas para nuestra vida, como la hiedra que asfixia las plantas o los líquenes que desmoronan las rocas.
La Cuaresma puede ser un tiempo subversivo en el que simplificar la vida: en una sociedad como la nuestra, en la que prevalece el culto al yo, descentralizarse en las relaciones cotidianas con los demás y con las cosas, quitarse las máscaras, romper la costra que cierra nuestro corazón es un ejercicio de humanización al que nadie debe rechazar.
En esto también hay un ejercicio de autenticidad, de verdad sobre uno mismo. Vivimos en una sociedad donde lo que cuenta es lo que se ve, lo que aparece, una sociedad que se fija más en los objetivos a perseguir que en el estilo y los medios utilizados para alcanzarlos.
Se hace entonces necesario plantearnos una pregunta: ¿por qué hacemos determinadas cosas, especialmente por qué realizamos acciones consideradas buenas? ¿Ser visto, conseguir consenso, recibir aplausos? Para nosotros los cristianos, las palabras de Jesús resuenan a menudo durante la Cuaresma: “Vuestro Padre ve en lo secreto… No seáis como los que hacen alarde de su piedad… No imitéis a los hipócritas… No exijáis a los demás lo que no hacéis… No impongáis a los demás cargas que no podáis levantar con un dedo…”.
¿Pero no se aplican estas advertencias a todo el mundo? ¿No son estas palabras ricas en enseñanza y sabiduría humana?
Sí, el tiempo de Cuaresma y sus «prácticas» no levantan un muro entre cristianos y no cristianos, sino que podrían ofrecer más bien una invitación a emprender una dirección común: conozco alguna familia en la que sólo uno de los cónyuges es creyente y cristiano practicante pero en las que ambos deciden realizar juntos durante la Cuaresma algunos «ejercicios» en vista de la autenticidad de las relaciones, de la simplificación de la vida, de la actitud hacia los demás…
Esta convergencia puede contribuir también a una humanización personal y familiar, aportando un gran bien a todos: es necesario coraje, ciertamente, pero los creyentes – seguros de que Dios ve en el secreto de los corazones – nos atrevemos a ofrecer a los no creyentes la posibilidad de que recorramos juntos los caminos de un humanismo de autenticidad para una mejor calidad de vida.
Joseba Kamiruaga Mieza CMF
Es miércoles de ceniza
Cada año vuelve la Cuaresma, un tiempo pleno de cuarenta días que los cristianos deben vivir juntos como tiempo de conversión, de retorno a Dios.
Los cristianos deben vivir siempre la lucha contra los ídolos seductores, es siempre el tiempo favorable para acoger la gracia y la misericordia del Señor, pero la Iglesia -que en su inteligencia conoce la incapacidad de nuestra humanidad para vivir con fuerte tensión el camino cotidiano hacia el Reino- pide que haya un tiempo preciso que se desprenda de la vida cotidiana, un tiempo “otro”, un tiempo fuerte en el que converjan en el esfuerzo de conversión la mayor parte de las energías que cada uno posee.
Y la Iglesia pide que esto sea vivido simultáneamente por todos los cristianos, es decir, que sea un esfuerzo hecho todos juntos, en comunión y solidaridad. Por tanto, son cuarenta días para el retorno a Dios, para el rechazo de los ídolos seductores pero alienantes, para un mayor conocimiento de la infinita misericordia del Señor.
La conversión, de hecho, no es un acontecimiento que sucede de una vez para siempre, sino que es un dinamismo que debe renovarse en los diversos momentos de la existencia, en las diversas edades, especialmente cuando el paso del tiempo puede inducir en el cristiano una adaptación a la mundanidad, un cansancio, una pérdida del sentido y de la finalidad de la propia vocación que lo lleva a vivir la fe en la esquizofrenia.
Sí, la Cuaresma es un tiempo para redescubrir la propia verdad y autenticidad, incluso antes de ser un tiempo de penitencia: no es un tiempo para “hacer” alguna obra particular de caridad o de mortificación, sino un tiempo para redescubrir la verdad del propio ser.
Jesús dice que también los hipócritas ayunan, también los hipócritas hacen la caridad (cf. Mt 6,1-6.16-18): precisamente por esto es necesario unificar la vida ante Dios y ordenar el fin y los medios de la vida cristiana, sin confundirlos.
La Cuaresma quiere revivir los cuarenta años de Israel en el desierto, guiando al creyente al autoconocimiento, es decir, al conocimiento de lo que el Señor del creyente ya sabe: un conocimiento que no se hace a partir de una introspección psicológica, sino que encuentra luz y orientación en la Palabra de Dios.
Como Jesús luchó y derrotó al tentador durante cuarenta días en el desierto gracias a la fuerza de la Palabra de Dios (cf. Mt 4,1-11), así el cristiano está llamado a escuchar, leer y orar con mayor intensidad y asiduidad –en la soledad como en la liturgia– la Palabra de Dios contenida en las Escrituras.
La lucha de Jesús en el desierto se vuelve entonces verdaderamente ejemplar y, luchando contra los ídolos, el cristiano deja de hacer el mal que está acostumbrado a hacer y comienza a hacer el bien que no hace. Surge así la “diferencia cristiana”, aquello que constituye al cristiano y lo hace elocuente en compañía de los hombres, lo capacita para mostrar el Evangelio vivido, hecho carne y vida.
El Miércoles de Ceniza marca el inicio de este tiempo favorable y de gracia que es la Cuaresma, y se caracteriza, como su nombre lo indica, por la imposición de la ceniza sobre la cabeza de cada cristiano.
Un gesto que quizá hoy no se entiende siempre pero que, si se explica y se entiende, puede ser más eficaz que las palabras para transmitir una verdad.
La ceniza, de hecho, es el fruto del fuego ardiente, contiene el símbolo de la purificación, constituye una referencia a la condición de nuestro cuerpo que, después de la muerte, se descompone y se convierte en polvo: sí, como un árbol frondoso, una vez cortado y quemado, se convierte en ceniza, así sucede con nuestro cuerpo devuelto a la tierra, pero esa ceniza está destinada a la resurrección.
El simbolismo de la ceniza es rico y ya es conocido en el Antiguo Testamento y en la oración judía: rociar la cabeza con ceniza es signo de penitencia, de deseo de cambio a través de la prueba, del crisol, del fuego purificador.
Naturalmente se trata sólo de un signo, que quiere significar un auténtico acontecimiento espiritual vivido en la vida cotidiana del cristiano: la conversión y el arrepentimiento del corazón contrito.
Pero precisamente esta cualidad de signo, de gesto, si se vive con convicción e invocando al Espíritu, puede imprimirse en el cuerpo, en el corazón y en el espíritu del cristiano, favoreciendo así el acontecimiento de la conversión.
En un tiempo, en el rito de la imposición de la ceniza, se recordaba al cristiano ante todo su condición de hombre tomado de la tierra y vuelto a la tierra, según la palabra del Señor dirigida a Adán pecador (cf. Gn 3, 19).
Hoy el rito se ha enriquecido de significado. De hecho la palabra que acompaña el gesto puede ser también la invitación hecha por Juan el Bautista y por el mismo Jesús al inicio de su predicación: “Convertíos y creed en el Evangelio”…
Sí, recibir la ceniza significa tomar conciencia de que el fuego del amor de Dios consume nuestro pecado. Acoger las cenizas en nuestras manos significa percibir que el peso de nuestros pecados, consumidos por la misericordia de Dios, es poco peso.
Mirar esas cenizas significa reconfirmar nuestra fe pascual: seremos cenizas, pero destinados a la resurrección. Sí, en nuestra Pascua nuestra carne resucitará y la misericordia de Dios como fuego consumirá nuestros pecados en la muerte.
Al vivir el Miércoles de Ceniza, los cristianos no hacen otra cosa que reafirmar su fe en la reconciliación con Dios en Cristo, su esperanza de resucitar un día con Cristo para la vida eterna, su vocación a la caridad que nunca terminará. El Miércoles de Ceniza es el anuncio de la Pascua para cada uno de nosotros.
El 5 de marzo se inicia cuaresma con la celebración del miércoles de ceniza. Es un tiempo de preparación para conmemorar el acontecimiento fundamental de nuestra fe: la muerte y la resurrección de Jesús. Convendría repensar el significado de este día para vivir este tiempo con más conciencia, pero, sobre todo, para que pueda dar más fruto en nuestra vida.
En algunos lugares ha crecido el número de personas que acuden a la imposición de la ceniza. Sin embargo, si preguntáramos por el sentido de lo que están haciendo, bastantes personas responderían que lo hacen buscando una protección o una bendición de Dios, pero desconocen el verdadero significado de este sacramental. En realidad, hay muchas búsquedas espirituales que responden a la necesidad de solución de los problemas que viven las personas y no importa si el rito lo ofrece la iglesia católica o cualquier otra confesión de fe. Lo que interesa es participar de algo que les fortalezca, los anime, les ayude a afrontar lo que viven. Todo esto es legítimo, necesario y si ayuda a las personas, es importante respetarlo. Pero vale la pena reflexionar sobre lo que celebramos los cristianos para saber “dar razón de nuestra fe” (1 Pe 3, 15-16).
Cuaresma, etimológicamente viene de la palabra latina, cuadragesima, señalando así los cuarenta días que faltan para celebrar el misterio pascual. Es tiempo de preparación, conversión, reflexión sobre el núcleo de nuestra fe y sus consecuencias para la vida. Es tiempo de preguntarse en qué creemos, por qué creemos, cómo ser consecuentes con lo que creemos, cómo podríamos dar testimonio más claro de lo que creemos.
Los cristianos creemos en la encarnación de nuestro Dios en Jesús y, en consecuencia, creemos en sus palabras y obras. Jesús nos comunicó con su vida lo que Dios desea de la humanidad y el camino para realizarnos plenamente en el amor, construyendo un mundo justo y en paz, entre los seres humanos y con la creación. Por tanto, la conversión a la que nos invita este tiempo de cuaresma no se puede quedar en algún ayuno o abstinencia o en la participación litúrgica. La conversión, a la que se nos llama, supone contrastarnos con la persona de Jesús y ver si nuestra vida ha asumido sus valores y los pone en práctica.
Las preguntas que convendría hacerse podrían ser, por ejemplo, por la imagen de Dios que tenemos. Vivimos y anunciamos al Dios de Jesús, ese Dios misericordioso con toda la humanidad, ¿sin ninguna exclusión para ninguno de sus hijos? En sociedades como las nuestras donde se da tanta exclusión por razón de etnia, de género, de condición social y, como hemos visto en algunos países, en razón de su condición de migrante, cuaresma nos invita a dar un testimonio muy claro y decidido por la inclusión de todos los seres humanos, estando atentos a cualquier condición que atente contra la dignidad humana, con voz profética para denunciarla y buscar caminos de integración.
Otra pregunta que podríamos hacernos va en la línea de la praxis de Jesús. Un Jesús libre de la Ley cuando ella atenta contra los seres humanos, libre del Templo cuando este no es liberador sino mediación de ritos externos, libre del tener para vivir la solidaridad, libre del poder, practicando el servicio, libre de las búsquedas personales para construir el bien común. ¿Es nuestra fe generadora de libertad o nos encierra en legalismos, fundamentalismos, escrúpulos, vanaglorias? En tiempos donde crecen las posturas tradicionalistas se necesita vivir una experiencia de fe que libere, permitiendo entender los signos de los tiempos y responder a ellos.
Muy importante es preguntarnos sobre la dimensión social y política de la fe. Las experiencias religiosas han de ser para la vida, para la construcción de sociedades más justas y en paz, para realizar obras de misericordia y solidaridad que actualicen para el presente, la vivencia de las primeras comunidades cristianas. No debería pasarnos lo que relata la parábola del Buen Samaritano (Lc 10, 25-37) de dejar a los caídos en el camino por “no mancharse” para cumplir con la purificación ritual o permanecer indiferentes ante la realidad de los hermanos porque se tiene prisa con el cumplimiento de los oficios religiosos. Nuestra conciencia socio política ha de ser lúcida, siempre apoyando las políticas que garanticen la justicia para todos y rechazando aquellas políticas que se centran en el lucro y la ganancia, sin importar las consecuencias humanas y ambientales de tales propuestas. En este último sentido, preguntarnos por la responsabilidad ecológica, es imprescindible. Hemos ido tomando más conciencia de que la salvación de nuestro Dios no es solo para la humanidad sino para toda la creación, pero dependerá de nuestro cuidado y capacidad de vivir en armonía con ella, sin depredarla y extinguirla.
Tenemos cuarenta días por delante para pensar en estas cuestiones o en muchas otras que pueden surgir en el corazón de cada uno. No dejemos pasar esta oportunidad que nos brinda el ciclo litúrgico de tomar el pulso de nuestra fe y reorientar la marcha. En eso consiste la conversión y se nos invita a vivirla en este tiempo. Por supuesto, con mucha “esperanza”, como lo ha señalado el Papa al invitarnos a vivir el Jubileo de la esperanza, sabiendo que por parte de Dios está todo dado y depende solo de nuestra generosidad que su amor hacia la humanidad se haga real y palpable en el mundo que vivimos.
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Empieza la cuaresma y este día se suele comentar el relato de las tentaciones de Jesús tal como han sido narradas, con pequeñas variantes, por Mt 4 y Lc 4 (partiendo de un supuesto documento Q). Pero el evangelio de Marcos ofrece un relato especial y muy profundo que hoy quiero comentar, tomando como base mis libros sobre Marcos.
| Xabier Pikaza
Tras la presentación del Precursor (Juan Bautista) y el Bautismo de Jesús viene en el evangelio de Marcos la escena de la tentación
El texto de Marcos es muy simple, dos sencillas referencias, pero evoca en clave apocalíptica (simbólica) los temas esenciales de la historia de la humanidad, que así puede entenderse como tiempo de prueba de Dios.
Texto Mc 1, 12-13
12 Y de pronto, el Espíritu lo expulsó al desierto;
13 y estaba en el desierto durante cuarenta días, siendo tentado por Satanás.
Y estaba con las fieras y los ángeles le servían
Lleno del Espíritu del Dios, que le ha llamado Hijo Querido, tras salir del agua del bautismo (superando así el nivel de conversión de Juan Bautista), Jesús debe asumir la tentación satánica, en un gesto donde se vinculan, en clave simbólica, los rasgos principales de la trama de Marcos, que presenta a Jesús entre fieras y ángeles.
Éste es un relato anticipatorio, de tipo especular (un texto espejo) que permite comprender desde el principio lo que sigue. Es como si pudiéramos quitar por un momento los velos que ocultan la verdad de los personajes, para ver la identidad de cada uno.
a. Introducción. Jesús probado.
No es Hijo (ni ha recibido el Espíritu) para encerrarse y vivir en aislamiento, sino para extender la filiación, como indica el texto al afirmar que de pronto (euthys, 1, 12), el mismo Espíritu que había recibido le arrojó al desierto, que ya no es lugar de “metanoia” o conversión (como para el Bautista), sino de prueba mesiánica, signo de las dificultades y problemas que Jesús ha de vencer en su camino de Hijo de Dios, a lo largo de su vida, en lucha con Satanás.
Así lo dice este breve texto, construido a modo de parábola fundante, que proyecta sobre Jesús los cuarenta años de prueba de los israelitas de antaño en el desierto. Es posible que el autor ignore los motivos más concretos de la tentación, que aparecen en el documento Q (Lc 4 y Mt 4: pan, poder, milagro). Pero parece más probable suponer que Marcos no quiso introducirlos, aunque fueran conocidos y narrados en algunos ambientes, construyendo, en cambio, este relato que resulta necesario para entender su Evangelio, pues sirve para presentar a un personaje clave de su trama (Satán).
Marcos ha comenzado hablando del Bautista como iniciador profético y ha descubierto a Dios como agente principal (trascendente), pero a fin de comprender la vida y obra de Jesús, él debe presentar también a Satanás como antagonista, acudiendo para ello a unos motivos importantes de su tradición israelita (y de la primera Iglesia).
Marcos ha querido presentar desde el principio a Satanás, para que se sepa quién ha sido (y está siendo) el antagonista real (siendo simbólico) de Jesús. Por otra parte, como irá mostrando el evangelio de Marcos, Satanás y/o los espíritus inmundos sólo actúan de manera expresa hasta un momento de la trama (dejamos de sentir a Satanás en 8,33 y a los espíritus malignos en 9,29). ¿A qué se debe? Probablemente al hecho de que Satanás es solamente un «indicador» de los poderes perversos que se adueñan de la humanidad. Por eso, cuando los seres humanos llegan a su maldad extrema (en los relatos del juicio de Jesús en Jerusalén y en los motivos centrales de su muerte), son ellos mismos y no Satanás ni sus demonios, los que tientan a Jesús.
Pero vengamos ya al pasaje. Tras la gran revelación que sigue al Bautismo, allí donde parece que Jesús (Hijo Querido) debería vencer toda oposición, sin dificultades, Marcos ha querido mostrar que su camino mesiánico, definido por el descenso del Espíritu y la palabra de Dios, estará marcado por la tentación y el conflicto. En un primer momento, este pasaje nos resulta extraño, con mezcla de fábula (presencia de fieras), de mito religioso (oponen ángeles y diablo) y de relato edificante (el héroe Jesús vence a Satanás).
Ciertamente hay esos y otros rasgos en el texto. Pero al estudiarlo con más detenimiento, descubrimos que ellos quedan de tal forma ensamblados que se integran en un tipo de unidad de oposición revelatoria, en cuyo centro está Jesús, entre ángeles y fieras, entre el Espíritu y Satán, en un espacio y tiempo muy especial (del desierto y los cuarenta días):
Desierto
ESPÍRITU → Ángeles → JESUS ← Fieras ←SATÁN
Cuarenta días
Y de pronto el Espíritu lo «expulsó» (1, 12). Se trata, sin duda, del Espíritu de Dios (santo), que él ha recibido tras el bautismo (1, 9; cf. 1, 8), que no le deja ya estar junto al río de la conversión (el Jordán, con el Bautista), sino que le “expulsa” (ekballei), como expulsó a Adán del paraíso (exeballen, con el mismo verbo: Gen 3, 24), para que habite así en el mundo de la prueba. Según Gen 2, 3, Dios había ofrecido a los hombres su Espíritu (aliento), haciéndoles capaces de vivir en sí mismos (de discernir y decidirse). Pues bien, ese mismo Espíritu de Dios “arroja” ahora a Jesús (le expulsa del lugar de una filiación que resolvería todos sus problemas) para llevarle al desierto de la prueba, de manera que él aparece como un “poseído” del Espíritu.
– El texto dice que le expulsó al Desierto (1, 12). Por exigencia de la tradición israelita, según el relato de Marcos, el lugar de prueba no es ya el paraíso (como en Gen 2-3), sino el desierto: espacio inhabitado, donde el hombre ha de moverse entre las fuerzas primigenias de la realidad. Este desierto donde el Espíritu expulsa a Jesús no es el de Juan, en 1, 4, junto al río del bautismo, sino el lugar de las “tentaciones y pruebas” de los israelitas, según el Pentateuco (en Éxodo, Números y Deuteronomio).
– Cuarenta días. Éstos son los días de su prueba (1, 13), reflejo y concreción de los cuarenta años de prueba del antiguo Israel. En algún sentido se puede añadir que ese desierto (espacio) y esos cuarenta días (tiempo) responden también al paraíso de Gen 2, que aparece así como lugar donde Jesús, nuevo Adán, invierte el antiguo pecado y despliega la verdad del ser humano. Jesús ha vuelto así al principio (los cuarenta días), para convocar, como Hijo de Dios y con la fuerza del Espíritu, la auténtica familia de Dios sobre la tierra. En ese principio de Jesús se encuentran incluidos sus seguidores.
Éste es el lugar donde Jesús asume la prueba que implica el ser Hijo de Dios (un ser humano). Significativamente, Marcos no dice que Jesús ayune (en contra de los paralelo de Mateo y Lucas), pues el ayuno es un signo propio de Juan Bautista (que comía langostas de estepa y miel silvestre), en el nivel del judaísmo antiguo. La prueba de Jesús consistirá en hallarse frente a frente con Satán, Tentador hecho persona, a lo largo de cuarenta días. Uno frente a otro se situarán los dos signos centrales de la vida: Jesús como principio de vida liberada, y Satanás, que es signo y causa de muerte.
b. En lucha con Satán.
Como he indicado ya, el texto afirma que estaba en el desierto cuarenta días y cuarenta noches (1, 13), días y noches que no son un tiempo que pasa y queda atrás, de manera que después ya no hará desierto, ni tentación, ni servicio (de ángeles), sino todo lo contrario: estos días (lo mismo que la palabra anterior de Dios: «tú eres mi Hijo») reflejan y explicitan una dimensión permanente del evangelio, expresando el sentido de conjunto de la vida mesiánica de Jesús.
− Siendo tentado. Como he dicho, a diferencia del Q (Lc 4 y Mt 4), Marcos no ha concretado las tentaciones, pero es evidente que está evocando la prueba original de Adán: Jesús, el Hijo de Dios, es el comienzo de una nueva humanidad que debe superar las pruebas de la vida mesiánica. Marcos no dice tampoco que Jesús ayune, para sentir al fin hambre y ser tentado (como Lc y Mt), sino que es tentado a lo largo de los cuarenta días y noches. − Por Satán. El texto le presenta sin comentarios, como antagonista de Jesús, llamándole Satán, que significa el Tentador. La Biblia de Israel no posee una doctrina consecuente sobre Satán, pero le concibe básicamente como un tipo de fiscal (acusador, tentador) de la corte angélica de Dios (cf. Job 1-2; 1 Cron 21, 1; Zac 3, 1-2). Satán no es un dios perverso que se opone al Dios bueno (como suponen algunos dualismos, de origen quizá persa, que aparecen incluso en Qumrán). No es tampoco un ángel malo, creado así por Dios, sino que ha empezado siendo bueno (realizando funciones propias del mismo Dios), pero que, en un momento dado, por influjo del entorno religioso o por evolución de la experiencia israelita, se ha vuelto perverso.
En tiempos de Jesús no había surgido todavía en Israel una satanología unitaria, aceptada por todos, pero la vida de la mayoría de los judíos aparecía llena de “poderes” perversos, entre los que pueden distinguirse dos fundamentales.
(a) Por un lado está Satán (satanas: 1, 13; 3, 23.26; 4, 15; 8, 33), a quien la tradición del Q llama en griego ho diabolos (cf. Lc 4, 3. 6. 13), que puede significar “tentador” en general (como en Mc 8, 33). Este Satán es el “príncipe” de los demonios (cf. 3, 22), el que dirige el imperio del mal, un tipo de anti-dios. (b) Por otro lado están los “espíritus impuros” (cf. 1, 26; 5, 8 etc.), que pueden concebirse también como “demonios” (daimonion/daimonia: 3, 15; 7, 26-30), bajo el poder de Satán. Pues bien, nuestro pasaje presenta a Jesús enfrentado con Satán, el Diablo (príncipe de los demonios), sobre quienes (y por quienes) ese Diablo impone su reinado.
Pues bien, en ese contexto, los israelitas identifican lo demoníaco con lo impuro (cf. Mc 3,11; 5,2; 7,25, etc.), es decir, con aquello que destruye al ser humano y le impide realizarse en plenitud.
Demoníaca la enfermedad, entendida como sujeción, impotencia, incapacidad de ver, andar, comunicarse. Es demoníaca en especial una especie de locura más o menos cercana a la epilepsia y/o la esquizofrenia, pues saca al hombre fuera de sí y le deja en manos de una especie de necesidad que le domina. Pues bien, Jesús abre el camino del reino ayudando a estos hombres, es decir, oponiéndose a Satán y haciendo posible que ellos «vivan» de manera autónoma, siendo ellos mimos, pensando por sí mismos. Esa ayuda no es un sencillo gesto higiénico, ni efecto de un puro humanismo bondadoso, sino una lucha fuerte contra el imperio de Satán (en griego Diabolos o Diablo), que se expresa en el poder de los demonios (que son como un ejército de espíritus perversos al servicio de Satán).
Eso significa que el “enemigo” (o adversario) de Jesús, según Marcos, no es Roma (como imperio), ni los sacerdotes de Jerusalén (como institución religiosa), ni Herodes Antipas y los jerarcas de Galilea, sino Satán, a quien él presenta así, en su forma semita (cf. 3, 23-26; 4, 15; 8, 33) como fuerza y símbolo del mal (y no en su forma griega, que es Diabolos, como hace Mt 4, 1 y Lc 4, 2), cuyo poder se visibiliza y actúa en la enfermedad y la opresión del hombre. Pues bien, en ese contexto aparecerá Jesús, para liberar a los israelitas más pobres (más oprimidos) del poder de Satán que les domina. Leer más…
Comentarios desactivados en Ceniza y Rescoldo divino
(Mt 6,1-18)
Eres ceniza, sí, pero que esconde un rescoldo divino. ¡Avívalo!
Llevamos milenios intentando descubrir lo que somos. Hoy estamos en un punto crucial. Ha cambiado nuestra manera de comprender el mundo. Conocemos los entresijos de la mente humana. Vamos tomando conciencia de que Dios no puede ser lo que pensábamos. Todo ello nos coloca ante un desafío desconcertante y único.
Dios no es alguien fuera y colocado por encima de mí, y menos frente a mí como nos han dicho. Él es el fundamento de mi ser y ahí debe descubrir lo que soy en profundidad. Para ser realmente lo que soy debo desplegar mis relaciones con mi verdadero ser, con mi falso yo, con el resto de los seres humanos y con la naturaleza.
Debemos dar un cambio radical a la manera de afrontar la cuaresma. El Dios que está encantado de vernos sufrir tiene que ser superado. No nos damos cuenta del ridículo de un Dios que está pendiente de lo que como o dejo de comer. La necesidad de esfuerzo personal para no destrozar mi ser, debemos buscarlo en otra parte. No se trata de la exigencia de un ‘Dios’ externo sino de la exigencia de nuestro propio ser.
Los tres temas de la cuaresma son en resumen de todas las relaciones del ser humano. Ayuno no significa solo ayunar, sino toda privación voluntaria en orden a superar la trampa del hedonismo. Oración no significa relacionarse con un Dios que está fuera de nosotros, sino bajar a lo hondo de nuestro ser y descubrir allí lo que realmente somos. Limosna no significa dar, sino salir de nosotros mismos e ira al otro
La motivación de nuestras actitudes no está en la voluntad de Dios, sino en nosotros. Los instintos son maleados por la razón que puede tergiversarlos al pretender solo el placer o huir del dolor que causa el no satisfacerlos. La racionalidad me llevará siempre a buscar la potenciación de mi falso ser, no tiene idea de lo que soy.
El placer y el dolor son formidables medios que la evolución ha desplegado para garantizar la vida biológica. Nuestra razón puede tergiversarlos convirtiéndolos en fines y buscándolos por si misamos. Aquí encontramos la clave de toda conversión. Buscar el placer o huir del dolor como único objetivo personal es la garantía de fracaso. Una vez que nos hemos sumergido en el desorden, es muy difícil recuperar la armonía perdida. Por eso es preciso el entrenamiento para restaurar el equilibrio.
Esto solo se puede conseguir a base de actos contrarios a los hábitos adquiridos. Si comiendo solo por placer he deteriorado mi salud, tengo que abstenerme de comer cuando no supone ningún desorden y así crear un hábito contrario al contraído. Pero incluso cuando no haya contraído ningún hábito pernicioso es conveniente privarse de algo para mantener el control y superar mi tendencia al hedonismo.
Si mis relaciones conmigo mismo y con los demás no son las adecuadas será imposible desplegar mi verdadera humanidad. Tomar conciencia de esta realidad, y no hacer sacrificios o penitencia, es la verdadera finalidad de la cuaresma. Recordemos que metanoia no es penitencia sino cambio de manera de pensar para superar los errores que pueden hacer fracasar mi propia vida.
Comentarios desactivados en Sutil actualización de las costumbres piadosas
Miércoles de Ceniza de camino a la Cuaresma, a propósito de Mt 6, 1-6.16-18
Mari Paz López Santos,
Madrid.
ECLESALIA, 05/03/25.- Año tras año el texto del evangelio nos reta a adentrarnos en tres temas complejos: la limosna, la oración y el ayuno, que a veces se entienden como costumbres piadosas para determinado tiempo litúrgico.
He leído como tantas otras veces el evangelio del Miércoles de Ceniza. Mateo no se corta de transcribir textual y radicalmente la palabra hipócritas, dedicada a quien se adentra en tres pilares de la vida cristiana que, dados los tiempos actuales, para muchos suenan como anticuado, especialmente si nos referimos a la limosna y al ayuno; en cuanto a la oración, el término es más cercano, pero tan diverso en las formas que no permite un suave aterrizaje en la comprensión.
Qué bien nos puede venir dedicar un tiempo a adentrarnos en el significado espiritual y práctico de estas tres palabras, con sencillez, humildad, fe, justicia, tiempo y silencio, buscando qué nos dicen, una a una, en este mundo revuelto a todos los niveles.
“Cuando hagas limosna… ¿Esa palabra que dice el diccionario (DRAE) como “cosa, especialmente dinero, que se da a otro por caridad?” Habría que actualizarla ofreciendo compromiso y servicios de justicia para que nadie necesite recibir limosnas. Para que la cantidad de cosas que a unos nos sobran, por una concreta forma de vida, puedan ser justamente recibidas por los que no tienen ni lo imprescindible.
Esta última palabra escrita –imprescindible- me trae de nuevo a la cabeza una frase atribuida a Pedro Casaldáliga: “Lo que no es imprescindible, es robado”. No creo que necesite explicaciones. Es un zasca a la hipocresía pura y dura.
“Cuando oréis…entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo recompensará. Necesitamos tiempo, sosiego, silencio, quietud… pero si no puede ser, donde te pille la vida, en el atasco, en el cuidado de un enfermo en el hospital por la noche, en el paisaje de una puesta de sol, en la pequeña conversación en la parada de autobús de una persona muy mayor que necesita hablar, en el Jesusito de mi vida cuando tu hija se va a dormir, o tu nieto lo está aprendiendo.
Un grupo de hombres y mujeres pidieron a Thomas Merton que les hablara de la oración: “Nada que alguien pueda decir (de la oración) es tan importante. Lo más importante es la oración. La oración en sí misma. Si deseáis una vida de oración, la manera de conseguirla es orando. Nos han adoctrinado tanto sobre los medios y los fines que no nos damos cuenta de que en la vida de oración hay una dimensión diferente (…). En la oración descubrimos lo que ya tenemos y nos damos cuenta de que ya estamos allí. Ya lo tenemos todo, pero no lo sabemos y no lo experimentamos. Todo nos ha sido dado en Cristo. Todo lo que necesitamos es experimentar lo que ya poseemos” (Diccionario de Thomas Merton, Ed. Mensajero, págs. 402-403)
Decía sobre la oración Santa Teresa del Niño Jesús: “Para mí, la oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hacia el cielo, un grito de reconocimiento y de amor tanto desde dentro de la prueba como en la alegría” (Manuscrit C, 25r: Manuscrists autohiographiques [Paris 1992] p. 389-390).
“Cuando ayunéis… Aunque se define el ayuno como “una forma de mortificación por precepto eclesiástico o por devoción, la cual consiste sustancialmente en no hacer más que una comida al día, absteniéndose por lo regular de ciertos alimentos”. Quizás vendría bien una sutil actualización de estas costumbres piadosas adaptándolas a los tiempos actuales:
Ayunar de móvil y tecnología en general, dedicando el tiempo a las relaciones familiares, amigos, a personas que necesitan compañía y hablar (fenómeno muy habitual últimamente).
Ayunar de malos rollos, críticas, charlas de temas políticos.
Ayunar de consumo excesivo
Ayunar de visitas a centros comerciales dedicando tiempo a jardines, excursiones, etc.
Ahí dejo algunos posibles ayunos y ya cada uno añada las dependencias de la que es saludable ayunar.
Es bueno notar el vacío del estómago cuando el ayuno es de algo comestible y seguramente será muy beneficioso ayunar de este otro tipo de cosas. Tanto uno como otro nos ayudarán a ver que hay muchísimas personas en el mundo que viven en permanente ayuno no elegido.
El hambre es maldición e injusticia. La imposibilidad de acceder a una vida digna y no violenta, con posibilidades de educación y sanidad no se subsanan de limosna sino de derechos. Disfrutar de una paz estable se está convirtiendo en un deseo cada vez más lejano para muchos.
Hoy, miércoles de Ceniza, que marca la entrada en la Cuaresma se nos invita a volvernos totalmente a Dios y tomar el camino que nos llevará a la Pascua, para revestir con Cristo la posesión del Resucitado. Y cuando se nos imponga sobre nuestra frente la ceniza penitencial, pensemos en qué es en realidad cumplir el mandato de “Conviértete y cree en el Evangelio”… Conversión no es sino retomar el rumbo, encontrar el camino, hacer realidad el mandato de Jesús, único mandato en realidad: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado” que nos pide Jesús…
40 días que se nos dan para seguir un camino:
Ruta de conversión
Camino de fe
Ruta de confianza
Camino de Resurrección.
Es en la oración, el ayuno y el compartir con discreción y humildad a imagen de nuestra comunidad que Dios nos llama a tomar nuestro bastón de peregrino.
¿Y si en el camino me dejo buscar por Cristo?
¿Y si en el camino me dejo mirar por Cristo?
¿Y si en el camino me dejo amar por Cristo?
¿Y si en el camino me dejé servir por Cristo?
Entonces podría amar como Él.
Podría servir como Él.
Muéstrame Señor el camino del Amor para que la mañana de Pascua, en la alegría del encuentro yo reconozca al Resucitado.
Arrepentimiento no equivale a autocompasión o remordimiento, sino a conversión, a volver a centrar nuestra vida en la Trinidad. No significa mirar atrás disgustado, sino hacia adelante esperanzado. Ni es mirar hacia abajo a nuestros fallos, sino a lo alto, al amor de Dios. Significa mirar no aquello que no hemos logrado ser, sino a lo que con la gracia divina podemos llegar a ser […].
El arrepentimiento, o cambio de mentalidad, lleva a la vigilancia, que significa, entre otras cosas, estar presentes donde estamos, en este punto específico del espacio, en este particular momento de tiempo. Creciendo en vigilancia y en conocimiento de uno mismo, el hombre comienza a adquirir capacidad de juicio y discernimiento: aprende a ver la diferencia entre el bien y el mal, entre lo superfluo y lo esencial; aprende, por tanto, a guardar el propio corazón, cerrando la puerta a las tentaciones o provocaciones del enemigo. Un aspecto esencial de la guarda del corazón es la lucha contra las pasiones: deben purificarse, no matarse; educarse, no erradicarse. A nivel del alma, las pasiones se purifican con la oración, la práctica regular de los sacramentos, la lectura cotidiana de la Escritura; alimentando la mente pensando en lo que es bueno y con actos concretos de servicio amoroso a los demás. A nivel corporal, las pasiones se purifican sobre todo con el ayuno y la abstinencia.
La purificación de las pasiones lleva a su fin, por gracia de Dios, a la “ausencia de pasiones”, un estado positivo de libertad espiritual en el que no cedemos a las tentaciones, en el que se pasa de una inmadurez de miedo y sospecha a una madurez de inocencia y confianza. Ausencia de pasiones significa que no somos dominados por el egoísmo o los deseos incontrolados y que así llegamos a ser capaces de un verdadero amor.
*
K. Ware, Diré Dio ogg’i. Il cammino del cristiano,
Magnano 1998, 182-185 passim.
Carmen Herrero Martínez,
Fraternidad Monástica de Jerusalén, Tenerife
ECLESALIA, 27/02/17.- Con la celebración del Miércoles de Ceniza, comenzamos una nueva Cuaresma. Tiempo de gracia, de conversión y de misericordia, por parte del Padre bueno que constantemente invita a sus hijos al banquete de la Pascua. Pues, Cuaresma es un caminar con alegría y jubilo hacia Pascua, la resurrección de Cristo y nuestra propia resurrección.
Pero, ¿cómo conducirse por este camino que durante cuarenta días nos lleva a la Pascua? Y, ¿qué provisiones tomar para llegar a resucitar con Cristo y vivir en plenitud la vivencia pascual?
Debemos conducirnos con dignidad, esa dignidad que nos viene de ser lo que somos: hijos e hijas de Dios, amados del Padre desde toda la eternidad, salvados en su Hijo. Desde esta convicción y certeza caminaremos con gozo y los obstáculos y dificultades del camino podrán ser superados; porque no caminos solos, sino con Aquel que es nuestro Camino: Jesús. En él pongo toda mi esperanza, él es mi fortaleza, mi energía y dinamismo que me lleva a caminar con paso firme y ligero a su lado; siempre mirando hacia adelante, sin volver la vista atrás, apoyando mis pasos sobre sus pasos.
¿Qué provisiones poner en mi mochila para este camino de cuarenta días?
La primera condición es que mi mochila tiene que estar muy ligera de peso para que no sea un obstáculo al caminar. Entonces mi primera disposición es la sobriedad.
De qué sobriedad se trata: sobriedad en tus deseos, pensamientos, sueños y fantasías. La sobriedad te lleva a revenir a tu propia realidad concreta, y esto pasa por la conversión. ¡Déjate convertir!Evangelizar las zonas más profundas de tu corazón; es decir, deja que la gracia de la cuaresma entre en ti y te reconstruya desde el interior. Seguro que, si logras hacer esta experiencia, tu caminar será más ligero y rápido, tu alegría mayor y tu esperanza infinita.
La sobriedad te lleva a la verdad. Vivir en verdad, hacer la verdad en tu vida. “la verdad os harás libres” (Jn 8, 32). Y, ¿qué es la verdad? La verdad es Cristo, conocer a Cristo nos lleva a hacer la verdad en nuestra vida, pues no podemos conocer a Cristo y vivir en la mentira, en el pecado, el desorden, la esclavitud de tantos ídolos como nos acechan. La cuaresma, ante todo, tiene que llevarte a un mayor conocimiento de Jesucristo, a rechazar con energía todo ídolo que se te presente y se anteponga al amor a Jesús y a vivir en verdad y libertad.
El conocimiento de Jesús te lleva al amor y el amor a la identificación. La cuaresma tienen que ayudarnos, a nosotros los cristianos, a identificarnos cada vez más con Cristo, y a partir de esta identificación podremos vivir esta muerte y resurrección que nos conduce a la Pascua.
Desde este conocimiento, amor e identificación con Jesús; las cuatro características propias de cuaresma serán la necesidad del: desierto, la oración,el ayuno yla limosna; en nuestro lenguaje actual, el compartir, el ayudar a nuestros hermanos necesitados, manifestada de mil maneras….
– Desierto: Vivir el desierto no como una ascesis sin alma, sino como una necesidad para estar asolas con Aquel que se me ama y quiere entablar una relación de amor conmigo: “La llevaré al desierto y le hablaré al corazón” (Oseas 2,4). Retirarse al desierto como necesidad de escucha amorosa y de estar a solas con Dios. Descubrir la mística del desierto, no quedarse solamente en la austeridad que implica el desierto, ésta es real, pero la mística es superior.
– Oración: La oración es el fruto del desierto, “acostumbrarse a soledad es gran cosa para la oración” dirá Teresa de Jesús. El desierto nos conduce a la escucha, la escucha al amor y el fruto del amor es la oración que transforma y une con el ser Amado. La oración que le agrada al Señor, es la oración de un corazón sosegado, acallado, unificado; abierto a acoger su Presencia y a vivir en su intimidad. No todos podemos retirarnos al desierto como lugar geográfico para orar; pero si podemos retirarnos, y debemos retirarnos, al desierto de nuestro propio interior. Pues el desierto no es la ausencia de las personas, sino la presencia de Dios. Y orar es vivir en su presencia.
– Ayuno: El ayuno es esencial en el seguimiento de Jesús, y también para vivir una relación, justa y armoniosa entre mi yo y las cosas. No dejándome poseer por ellas ni tampoco quererlas poseer. La justa relación con las cosas, y los alimentos, consiste en reconocer con gratitud su valor, su necesidad, y como dice san Ignacio de Loyola. “Las cosas se usan tanto en cuanto me ayudan al fin perseguido”. El saber privarse, sentir la necesidad y hasta el hambre material, nos lleva a la libertad y a valorar las cosas que Dios ha creado para nuestra necesidades; y a pensar en tantos hermanos nuestros como carecen de lo más esencial, en parte por el mal uso que hacemos de los recursos de la naturaleza; del acaparamiento y la posesión desmesurada. Ahí tendría que ir orientado nuestro ayuno.
Y siendo muy importante esta orientación del ayuno material, él debe de conducirnos mucho más lejos, a ese otro ayuno del yo que es el que realmente nos quita la libertad, nos esclaviza y nos impide ver al hermano con amor. Como le pasó al rico de la parábola de Lázaro (Lc 16, 19-31). Su pecado no está en que fuese rico, sino en que ignoró a su hermano en necesidad. Vivía al margen de Dios y como consecuencia no reconoció a su hermano. El papa Francisco en su mensaje de Cuaresma dice: “toda persona es un don”. El ayuno de mi yo me lleva a reconocer el tú de mi hermano, y juntos caminar hacia la Pascua.
– Compartir: el compartir nos lleva al despojo, a la generosidad, a la pobreza evangélica; y, sobre todo, a tener en cuenta al hermano más necesitado. Quien sabe compartir nunca se empobrece, antes bien, se enriquece con creces. La sagrada Escritura nos lo certifica; pero también la vida misma. “El que siembra escasamente, escasamente cosechará; y el que siembra abundantemente, abundantemente cosechará. Cada uno dé según el dictamen de su corazón, no de mala gana ni forzado, porque Dios ama al que da con alegría” (2 Cor 9,6-7).
Quiero terminar con las palabras del papa Francisco en su mensaje de Cuaresma: “El cristiano está llamado a volver a Dios «de todo corazón» (Jl 2,12), a no contentarse con una vida mediocre, sino a crecer en la amistad con el Señor”. Y si crezco en la amistad con el Señor, creceré también en el amor ami mi hermano, y unidos celebraremos la Pascua, la plenitud de la vida cristiana-
(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
Comentarios desactivados en Obispo de Uganda utiliza la liturgia del Miércoles de Ceniza para condenar la homosexualidad
Obispo Sanctus Lino Wanok
Un obispo de Uganda utilizó una liturgia del Miércoles de Ceniza para condenar la homosexualidad, pocas semanas después de que el Papa Francisco denunciara las leyes de criminalización que siguen vigentes en ese país.
Monitorinformó sobre el obispo que hizo los comentarios negativos LGBTQ en su homilía para marcar el comienzo de la Cuaresma:
“En Lira, el obispo de la diócesis católica de Lira, Rt Rev Sanctus Lino Wanok, hizo un llamado a los cristianos que atraen a las personas hacia la homosexualidad para que utilicen esta temporada de Cuaresma para el arrepentimiento y busquen las bendiciones de Dios.
“Dijo que Dios no puede bendecir lo que él considera pecado, y que la Iglesia Católica no aceptará la homosexualidad.
“‘No atraigas a nadie al pecado de la homosexualidad ya que no es humano; es la muerte, de la cual la humanidad debe arrepentirse. Dios quiere la salvación para esa persona y esa persona puede salvarse si la liberamos de eso”, dijo el obispo Wanok.
“El obispo Wanok dijo que la homosexualidad es inaceptable y que la Biblia la condena, pero dado que se promete la salvación para todos, incluidos los homosexuales, deben arrepentirse de tales actos. . .
“‘Es algo realmente vergonzoso, se están burlando de la Iglesia al decir que queremos bendiciones para nuestra unión. Esa burla debe cesar, de lo contrario, es una ofensa a Dios como nuestro creador’, explicó”.
En otro lugar, el encuadre de la homosexualidad en una perspectiva de derechos humanos fue condenado por el P. AGabito Arinaitwe de la Parroquia Católica de los Mártires de Uganda, quien sugiere: “Es hora de que nos alejemos de nuestras malas acciones y volvamos al Señor”. Monitor también informó sobre varios obispos y sacerdotes anglicanos que hicieron comentarios aún más duros sobre las personas LGBTQ+.
A principios de este mes, Global Network of Rainbow Catholics (GNRC) emitió una declaración de preocupación por la represión del gobierno de Uganda contra los grupos LGBTQ+, que puede despojar a unos 22 grupos de su estatus de organización no gubernamental. Los líderes de la GNRC dijeron que “el buen trabajo social y pastoral” de grupos como Freedom and Roam Uganda (FARUG) está “siendo desmantelado por el gobierno de Uganda”.
Marianne Duddy-Burke, una de las copresidentas de GNRC, comentó:
“FARUG y grupos similares han trabajado incansablemente para cuidar a algunas de las personas más vulnerables de Uganda durante muchos años. Apoyamos de todo corazón sus esfuerzos para cuidar a nuestras hermanas, hermanos y familiares LGBT+, especialmente aquellos que han sufrido violencia o han sido expulsados de sus hogares”.
Chris Vella, otro copresidente, declaró:
“El hostigamiento, las limitaciones a su derecho de asociación y su derecho a trabajar para y en nombre de las personas LGBT en su país son inaceptables. Hacemos un llamado al respeto fundamental de los derechos humanos”.
La situación de las personas LGBTQ+ en Uganda es grave. Las relaciones entre personas del mismo género siguen siendo ilegales, con una pena potencial de cadena perpetua, y la violencia y la discriminación anti-LGBTQ+ son comunes. Dado que alrededor del 40% de los ugandeses son católicos, la iglesia institucional continúa influyendo en la política y la cultura de la nación. Pero los líderes católicos tienen un historial preocupante de apoyo a la criminalización, incluidos los esfuerzos para fortalecer los castigos en 2014.
El Papa Francisco ha dejado claro este año que la Iglesia Católica se opone estridentemente a las leyes de criminalización. En comentarios menos informados, sugirió que los obispos con actitudes LGBTQ negativas deben someterse a un “proceso de conversión” y centrarse en tratar a las personas homosexuales con la misma “ternura“. . .[que] Dios tiene para cada uno de nosotros.”
La retórica utilizada por el obispo Wanok y otros clérigos para hablar sobre la homosexualidad no solo es inaceptable, es inconsistente con lo que la iglesia realmente enseña y la visión inclusiva que este Papa tiene para la iglesia. La Cuaresma es de hecho un tiempo para alejarse del mal y volverse hacia Dios. El obispo Wanok, el padre Arinaitwe y otros clérigos ugandeses con actitudes similares deberían alejarse de la homofobia y acercarse a los derechos humanos de las personas homosexuales.
—Robert Shine (él/él), New Ways Ministry, 25 de febrero de 2023
Fuente New Ways Ministry
La difícil situación de la comunidad LGTBI en Uganda
La situación de las personas LGTBI en Uganda es muy complicada. Como señalábamos anteriormente, el artículo 145 del Código Penal castiga con penas que pueden llegar hasta la cadena perpetua a aquellos que «tengan conocimiento carnal contra natura con otra persona». El mero intento de mantener relaciones homosexuales o lo que se denominan «prácticas indecentes» se castiga con hasta siete años de prisión. En 2017, el Orgullo LGTBI de Uganda tuvo que ser cancelado tras amenazar el Gobierno de este país africano con detenciones masivas. Unas amenazas que, unidas al antecedente de 2016 (cuando la policía ugandesa interrumpió la celebración y detuvo a varios activistas), llevaban a los activistas LGTBI ugandeses a dar prioridad a su seguridad.
Lo que no dejan de sucederse son los ataques a la libertad de reunión y asociación. En 2015, de hecho, se aprobó una ley, y esa sí está en vigor, que permite al gobierno tener un control férreo sobre las ONG y asociaciones del país, pudiendo no autorizar sus actividades e incluso disolverlas si no se adecuan al «interés público» o si son «contrarias a la dignidad del pueblo de Uganda». Las asociaciones LGTBI ya avisaron de su peligro, ya que los activistas que trabajen en una organización que no cuente con el visto bueno del gobierno pueden llegar a ser encarcelados. Ello supone llevar la lucha por los derechos LGTBI a la ilegalidad.
Por fortuna, el Tribunal Constitucional de Uganda aliviaba un poco la presión a finales de 2016, al declarar contraria a derecho la normativa que impedía a determinados grupos, marcados en la ley como «inmorales o socialmente inaceptables», la posibilidad de reclamar ante la Comisión de Igualdad de Oportunidades en los casos de discriminación. Entre los colectivos señalados se encontraban el de las personas LGTBI (para quienes fue diseñada especialmente la norma), los trabajadores del sexo o las personas que viven con el VIH.
En 2019, el ministro de seguridad de Uganda había llamado “terroristas” a las personas LGBT+en un visceral ataque contra un candidato presidencial y sus partidarios. Pero, en un paso màs de esta escalada homófoba, el gobierno de Uganda anuncio que las condenas con pena de muerte volverán a ser vigentes, cinco años después de que las anularan. Según fuentes, con esto quieren frenar el aumento de relaciones sexuales no naturales del país.
En agosto, una mujer LGTBI que buscó asilo en el Reino Unido y fue deportada a Uganda -donde el sexo gay es ilegal- ha contado cómo fue perseguida y violada en grupo a causa de su sexualidad. La mujer, conocida sólo como PN, regresó al Reino Unido el lunes 5 de agosto después de que el Tribunal Supremo dictaminara que la decisión de rechazar su solicitud de asilo era ilegal.
La valiente e importantísima labor del activismo LGTB de este país se veía reconocida, en todo caso, a finales de 2017, cuando el Gobierno Vasco reconocía con el Premio René Cassin 2017 el activismo LGTB de la asociación africana Sexual Minorities Uganda.
En fin, si ponemos en el buscador el nombre de Uganda… el horror es cotidiano.
Hoy, miércoles de Ceniza, que marca la entrada en la Cuaresma se nos invita a volvernos totalmente a Dios y tomar el camino que nos llevará a la Pascua, para revestir con Cristo la posesión del Resucitado. Y cuando se nos imponga sobre nuestra frente la ceniza penitencial, pensemos en qué es en realidad cumplir el mandato de “Conviértete y cree en el Evangelio”… Conversión no es sino retomar el rumbo, encontrar el camino, hacer realidad el mandato de Jesús, único mandato en realidad: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado” …
40 días que se nos dan para seguir un camino:
Ruta de conversión
Camino de fe
Ruta de confianza
Camino de Resurrección.
Es en la oración, el ayuno y el compartir con discreción y humildad a imagen de nuestra comunidad que Dios nos llama a tomar nuestro bastón de peregrino.
¿Y si en el camino me dejo buscar por Cristo?
¿Y si en el camino me dejo mirar por Cristo?
¿Y si en el camino me dejo amar por Cristo?
¿Y si en el camino me dejé servir por Cristo?
Entonces podría amar como Él.
Podría servir como Él.
Muéstrame Señor el camino del Amor para que la mañana de Pascua, en la alegría del encuentro yo reconozca al Resucitado.
Arrepentimiento no equivale a autocompasión o remordimiento, sino a conversión, a volver a centrar nuestra vida en la Trinidad. No significa mirar atrás disgustado, sino hacia adelante esperanzado. Ni es mirar hacia abajo a nuestros fallos, sino a lo alto, al amor de Dios. Significa mirar no aquello que no hemos logrado ser, sino a lo que con la gracia divina podemos llegar a ser […].
El arrepentimiento, o cambio de mentalidad, lleva a la vigilancia, que significa, entre otras cosas, estar presentes donde estamos, en este punto específico del espacio, en este particular momento de tiempo. Creciendo en vigilancia y en conocimiento de uno mismo, el hombre comienza a adquirir capacidad de juicio y discernimiento: aprende a ver la diferencia entre el bien y el mal, entre lo superfluo y lo esencial; aprende, por tanto, a guardar el propio corazón, cerrando la puerta a las tentaciones o provocaciones del enemigo. Un aspecto esencial de la guarda del corazón es la lucha contra las pasiones: deben purificarse, no matarse; educarse, no erradicarse. A nivel del alma, las pasiones se purifican con la oración, la práctica regular de los sacramentos, la lectura cotidiana de la Escritura; alimentando la mente pensando en lo que es bueno y con actos concretos de servicio amoroso a los demás. A nivel corporal, las pasiones se purifican sobre todo con el ayuno y la abstinencia.
La purificación de las pasiones lleva a su fin, por gracia de Dios, a la “ausencia de pasiones”, un estado positivo de libertad espiritual en el que no cedemos a las tentaciones, en el que se pasa de una inmadurez de miedo y sospecha a una madurez de inocencia y confianza. Ausencia de pasiones significa que no somos dominados por el egoísmo o los deseos incontrolados y que así llegamos a ser capaces de un verdadero amor.
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K. Ware, Diré Dio ogg’i. Il cammino del cristiano,
Magnano 1998, 182-185 passim.
Carmen Herrero Martínez,
Fraternidad Monástica de Jerusalén, Tenerife
ECLESALIA, 27/02/17.- Con la celebración del Miércoles de Ceniza, comenzamos una nueva Cuaresma. Tiempo de gracia, de conversión y de misericordia, por parte del Padre bueno que constantemente invita a sus hijos al banquete de la Pascua. Pues, Cuaresma es un caminar con alegría y jubilo hacia Pascua, la resurrección de Cristo y nuestra propia resurrección.
Pero, ¿cómo conducirse por este camino que durante cuarenta días nos lleva a la Pascua? Y, ¿qué provisiones tomar para llegar a resucitar con Cristo y vivir en plenitud la vivencia pascual?
Debemos conducirnos con dignidad, esa dignidad que nos viene de ser lo que somos: hijos e hijas de Dios, amados del Padre desde toda la eternidad, salvados en su Hijo. Desde esta convicción y certeza caminaremos con gozo y los obstáculos y dificultades del camino podrán ser superados; porque no caminos solos, sino con Aquel que es nuestro Camino: Jesús. En él pongo toda mi esperanza, él es mi fortaleza, mi energía y dinamismo que me lleva a caminar con paso firme y ligero a su lado; siempre mirando hacia adelante, sin volver la vista atrás, apoyando mis pasos sobre sus pasos.
¿Qué provisiones poner en mi mochila para este camino de cuarenta días?
La primera condición es que mi mochila tiene que estar muy ligera de peso para que no sea un obstáculo al caminar. Entonces mi primera disposición es la sobriedad.
De qué sobriedad se trata: sobriedad en tus deseos, pensamientos, sueños y fantasías. La sobriedad te lleva a revenir a tu propia realidad concreta, y esto pasa por la conversión. ¡Déjate convertir!Evangelizar las zonas más profundas de tu corazón; es decir, deja que la gracia de la cuaresma entre en ti y te reconstruya desde el interior. Seguro que, si logras hacer esta experiencia, tu caminar será más ligero y rápido, tu alegría mayor y tu esperanza infinita.
La sobriedad te lleva a la verdad. Vivir en verdad, hacer la verdad en tu vida. “la verdad os harás libres” (Jn 8, 32). Y, ¿qué es la verdad? La verdad es Cristo, conocer a Cristo nos lleva a hacer la verdad en nuestra vida, pues no podemos conocer a Cristo y vivir en la mentira, en el pecado, el desorden, la esclavitud de tantos ídolos como nos acechan. La cuaresma, ante todo, tiene que llevarte a un mayor conocimiento de Jesucristo, a rechazar con energía todo ídolo que se te presente y se anteponga al amor a Jesús y a vivir en verdad y libertad.
El conocimiento de Jesús te lleva al amor y el amor a la identificación. La cuaresma tienen que ayudarnos, a nosotros los cristianos, a identificarnos cada vez más con Cristo, y a partir de esta identificación podremos vivir esta muerte y resurrección que nos conduce a la Pascua.
Desde este conocimiento, amor e identificación con Jesús; las cuatro características propias de cuaresma serán la necesidad del: desierto, la oración,el ayuno yla limosna; en nuestro lenguaje actual, el compartir, el ayudar a nuestros hermanos necesitados, manifestada de mil maneras….
– Desierto: Vivir el desierto no como una ascesis sin alma, sino como una necesidad para estar asolas con Aquel que se me ama y quiere entablar una relación de amor conmigo: “La llevaré al desierto y le hablaré al corazón” (Oseas 2,4). Retirarse al desierto como necesidad de escucha amorosa y de estar a solas con Dios. Descubrir la mística del desierto, no quedarse solamente en la austeridad que implica el desierto, ésta es real, pero la mística es superior.
– Oración: La oración es el fruto del desierto, “acostumbrarse a soledad es gran cosa para la oración” dirá Teresa de Jesús. El desierto nos conduce a la escucha, la escucha al amor y el fruto del amor es la oración que transforma y une con el ser Amado. La oración que le agrada al Señor, es la oración de un corazón sosegado, acallado, unificado; abierto a acoger su Presencia y a vivir en su intimidad. No todos podemos retirarnos al desierto como lugar geográfico para orar; pero si podemos retirarnos, y debemos retirarnos, al desierto de nuestro propio interior. Pues el desierto no es la ausencia de las personas, sino la presencia de Dios. Y orar es vivir en su presencia.
– Ayuno: El ayuno es esencial en el seguimiento de Jesús, y también para vivir una relación, justa y armoniosa entre mi yo y las cosas. No dejándome poseer por ellas ni tampoco quererlas poseer. La justa relación con las cosas, y los alimentos, consiste en reconocer con gratitud su valor, su necesidad, y como dice san Ignacio de Loyola. “Las cosas se usan tanto en cuanto me ayudan al fin perseguido”. El saber privarse, sentir la necesidad y hasta el hambre material, nos lleva a la libertad y a valorar las cosas que Dios ha creado para nuestra necesidades; y a pensar en tantos hermanos nuestros como carecen de lo más esencial, en parte por el mal uso que hacemos de los recursos de la naturaleza; del acaparamiento y la posesión desmesurada. Ahí tendría que ir orientado nuestro ayuno.
Y siendo muy importante esta orientación del ayuno material, él debe de conducirnos mucho más lejos, a ese otro ayuno del yo que es el que realmente nos quita la libertad, nos esclaviza y nos impide ver al hermano con amor. Como le pasó al rico de la parábola de Lázaro (Lc 16, 19-31). Su pecado no está en que fuese rico, sino en que ignoró a su hermano en necesidad. Vivía al margen de Dios y como consecuencia no reconoció a su hermano. El papa Francisco en su mensaje de Cuaresma dice: “toda persona es un don”. El ayuno de mi yo me lleva a reconocer el tú de mi hermano, y juntos caminar hacia la Pascua.
– Compartir: el compartir nos lleva al despojo, a la generosidad, a la pobreza evangélica; y, sobre todo, a tener en cuenta al hermano más necesitado. Quien sabe compartir nunca se empobrece, antes bien, se enriquece con creces. La sagrada Escritura nos lo certifica; pero también la vida misma. “El que siembra escasamente, escasamente cosechará; y el que siembra abundantemente, abundantemente cosechará. Cada uno dé según el dictamen de su corazón, no de mala gana ni forzado, porque Dios ama al que da con alegría” (2 Cor 9,6-7).
Quiero terminar con las palabras del papa Francisco en su mensaje de Cuaresma: “El cristiano está llamado a volver a Dios «de todo corazón» (Jl 2,12), a no contentarse con una vida mediocre, sino a crecer en la amistad con el Señor”. Y si crezco en la amistad con el Señor, creceré también en el amor ami mi hermano, y unidos celebraremos la Pascua, la plenitud de la vida cristiana-
(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
Hoy, miércoles de Ceniza, cuando se nos imponga sobre nuestra frente la ceniza penitencial, pensemos en qué es en realidad cumplir el mandato de “Conviértete y cree en el Evangelio”… “Amaos los unos a los otros como yo os he amado” que nos pide Jesús.
“Recuerda que eres polvo” ¡y algo más! ¡Ayuna del ayuno! ¡Sal del miedo! ¡Rasga las vestiduras… de los demás! ¡Echarte todavía más ceniza, no puedo!
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Pedro Casaldáliga Clamor Elemental.
Editorial Sígueme, 1971
“Para mí, Señor, no es necesario el Miércoles de Ceniza porque ni un solo día de la semana me olvido de que fui barro en tu mano. Y lo único que realmente necesito es que no lo olvides Tú”
*
Dulce María Loynaz Poema LXXXIX
***
Arrepentimiento no equivale a autocompasión o remordimiento, sino a conversión, a volver a centrar nuestra vida en la Trinidad. No significa mirar atrás disgustado, sino hacia adelante esperanzado. Ni es mirar hacia abajo a nuestros fallos, sino a lo alto, al amor de Dios. Significa mirar no aquello que no hemos logrado ser, sino a lo que con la gracia divina podemos llegar a ser […].
El arrepentimiento, o cambio de mentalidad, lleva a la vigilancia, que significa, entre otras cosas, estar presentes donde estamos, en este punto específico del espacio, en este particular momento de tiempo. Creciendo en vigilancia y en conocimiento de uno mismo, el hombre comienza a adquirir capacidad de juicio y discernimiento: aprende a ver la diferencia entre el bien y el mal, entre lo superfluo y lo esencial; aprende, por tanto, a guardar el propio corazón, cerrando la puerta a las tentaciones o provocaciones del enemigo. Un aspecto esencial de la guarda del corazón es la lucha contra las pasiones: deben purificarse, no matarse; educarse, no erradicarse. A nivel del alma, las pasiones se purifican con la oración, la práctica regular de los sacramentos, la lectura cotidiana de la Escritura; alimentando la mente pensando en lo que es bueno y con actos concretos de servicio amoroso a los demás. A nivel corporal, las pasiones se purifican sobre todo con el ayuno y la abstinencia.
La purificación de las pasiones lleva a su fin, por gracia de Dios, a la “ausencia de pasiones”, un estado positivo de libertad espiritual en el que no cedemos a las tentaciones, en el que se pasa de una inmadurez de miedo y sospecha a una madurez de inocencia y confianza. Ausencia de pasiones significa que no somos dominados por el egoísmo o los deseos incontrolados y que así llegamos a ser capaces de un verdadero amor.
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K. Ware, Diré Dio ogg’i. Il cammino del cristiano,
Magnano 1998, 182-185 passim).
Comentarios desactivados en No es miércoles de ceniza, sino de trans-formación para la Vida (meta-noia)
Del blog de Xabier Pikaza:
“Tu final no es la ceniza de un infierno penitencial, sino el gozo de la Vida por encima de la muerte”
Desde la Baja Edad Media ha crecido en la Iglesia de Occidente una piedad penitencial más opresora que evangelizadora, representada por el día inicial de la cuaresma, entendida como preparación la Muerte de Jesús, que se celebrará el Viernes Santo
Desde la Baja Edad Media ha crecido en la Iglesia de Occidente una piedad penitencial más opresora que evangelizadora, representada por el díainicial de la cuaresma, entendida como preparación la Muerte de Jesús, que se celebrará el Viernes Santo.
El signo principal de este día ha sido por siglos la “ceniza”, que no es tierra vital (de la que nacen las plantas), sino “escoria” de muerte, madera/materia quemada, que se arroja y abandona en “basureros” o infiernos.
Éste había sido un signo especial (no central) del Antiguo Testamento, leído desde un tipo de visión de Job: Los derrotados de la vida, los condenados a muerte, los expulsados de la sociedad, desnudos o vestido de saco o arpillera, se sentaban o arrojaban sobre un suelo de ceniza, cubrían de ceniza su frente y aullaban o lloraban pidiendo perdón y esperando la muerte.
Un miércoles de ceniza penitencial y de muerte
Así ha querido la Iglesia que celebramos año tras año la cuaresma, recibiendo en la frente la ceniza, mientras decía el sacerdote: Recuerda, hombre (memento homo…), que eres polvo y que al polvo has de volver… Del polvo venimos, al polvo tornamos. No hay otro camino.
Pero ese signo de la “ceniza” de muerte estaba introducido como un “cuña” en parte falsa, casi equivocada: Se nos ponía ceniza en la frente, pero se nos decía “eres tierra/polvo de la tierra” de la que hemos nacido, conforme a la Escritura (Gen 2). No nacemos de la ceniza, ni somos ceniza: Somos polvo/tierra amasado por el aliento húmero de Dios, polvo animado por su “espíritu” (aliento) de amor.
Se nos ponía ceniza de muerte en la frente… pero se nos decía que somos polvo/tierra de vida… Ciertamente, según el Génesis, Dios nos creó de la tierra (nos sembró en la tierra por su Espíritu), pero no para morir, sino para vivir… Sin duda podemos morir y matarnos (por guerra o por odio y pecado), pero no somos tierra para la muerte, sino para la resurrección.
Un miércoles de evangelio: ¡Conviértete y cree en la buena noticia de la vida!
Desde la reforma litúrgica, tras el Vaticano II, la palabra esencial de la Iglesia no es “recuerda que eres polvo/ceniza” y que al polvo/ceniza has de volver, sino “conviértete/transfórmate! y cree en el evangelio… es decir, empieza a vivir según la “buena noticia” de la vida.
Ciertamente, el signo de la ceniza/penitencia/muerte puede seguir…pero sólo como recordatorio de un “tiempo pasado”. La ceniza y la muerte está presente por doquier en la vida, sobre todo en este Guerra de Ucrania, y en las mil guerras-ucranias del mundo. Pero lo esencial del evangelio no es la ceniza de la muerte, sino la “con-versión” del evangelio.
La palabra de este día no es “arrepiéntete”, sino algo muy distinto: con-viértete (es la palabra de Mc 1, 14-15 y de la liturgia cuaresmal que hoy empieza. El arrepentimiento en sí no es malo (pero puede ser masoquista y destructor). Lo esencial es la con-versión (en griego meta-noia): cambiar de forma de pensar y de ser.
No quiero que me pongan ceniza, pido que me pongan “tierra” en la frente y me digan: recuerda que eres tierra, que de la tierra has nacido, por el Espíritu/Vida de Dios, y que con la tierra (y toda la humanidad) has de caminar hacia la vida.
Dios no me ha hecho ceniza de “infierno” (para el basurero o la escombrera de la muerte), sino tierra de vida. En la tierra me ha sembrado, no para morir volviéndome ceniza, sino para vivir y dar vida por encima de la muerte… No soy ceniza muerta, sino polvo/tierra de la que Dios se ha enamorado, como sabía Quevedo, el poeta.
Sin duda tengo que arrepentirme de muchas cosas, pero no para quedar en la ceniza del arrepentimiento masoquista, sino para “convertirme”, meta-noein, para pensar y vivir de otra manera, desde la vida de Dios, para la vida de todos los hombres.
Conclusión. Jesús no celebró el miércoles santo… Pero estuvo dispuesta a morir (y murió) para dar vida
Jesús no fue predicando penitencia, ni celebró ningún “miércoles de ceniza”, sino que empezó diciendo “cambiar y creed en el buena nueva Evangelio, que es Reino de Dios sobre la tierra” (Mc 1, 14-15). Jesús no fue poniendo ceniza en la frente de los hombres y enfermos, de los niños y mayores, sino quitando la ceniza que otros les habían impuesto, para que descubrieran que estaban limpias, para que surgiera en sus corazones la llama de un amor que crece y salta hasta la “vida eterna”
Habló de Dios, Padre/Madre de gracia, habló del reino para todos los hombres, en especial para los pobres. Su palabra no fue preparación de muerte sino terapia de vida, entrega mutua y esperanza. Más aún, en contra de lo que fueron y dijeron hombres como Juan Bautista, él no fue un profeta de conversión, sino mensajero de la gracia de vida.
– Se ha dicho a veces que la religión es “preparatio mortis”: dispone a los humanos a morir, manteniendo y cultivando la memoria de su acabamiento, como muestra una piedad cristiana (¡recuerda que eres polvo y al polvo has de tornar!: Miércoles de Ceniza). El mismo existencialismo de mediados del siglo XX cultivó una altiva conciencia de libertad y angustia ante la muerte.
– En contra de eso, el mensaje de Jesús ha sido “preparatio vitae”: como testigo del amor de Dios, maestro y filósofo del gozo, ha ofrecido su evangelio, buena nueva de liberación para los humanos, ensayo y principio de existencia gozosa, compartida, en esperanza de reino. No recuerda a los humanos el destino de su muerte sino la gracia de su vida como hijos de un Dios Padre/Madre.
Sólo el amor de ese Dios, manantial de nuevo nacimiento, ha sostenido a Jesús ante la muerte. No ha caminado hacia ella como humano ya cansado, deseoso de echarse sobre el suelo y perecer en sueño eterno. Jesús no fue un es enamorado de la tumba, mensajero de penitencia y ceniza, no fue profeta victimista de desgracias o desdichas, sino todo lo contrario, amigo de la vida, del amor del reino.
Por eso, su misma palabra radical de con-vertíos (cambiad de pensamiento, cambiar forma de actuar) ha de interpretarse como experiencia y servicio de vida: dejarse transformar por gracia. Sólo así, desde el más hondo misterio del Padre/Madre que le ha hecho portador de esperanza para todos, entendemos su actitud ante la muerte.
Sólo de esa forma se puede afirmar que Jesús integra la muerte en su proyecto de reino. No ha muerto para decir que estamos condenados a la muerte, sino para decirnos que estamos llamados a la vida, a la vida recibida, ofrecida, compartida, en amor, sobre la muerte. Como servidor y mensajero de Reino (no como augur de cenizas) ha vivido y ha muerto.
No quería morir sino vivir y compartir el reino, pero le han matado precisamente aquellos que no quieren la vida. Le han matado los que quieren vivir matando, porque piensan que al final sólo queda la muerte. Jesús en cambio ha muerto porque creía en la vida. No ha venido para decirte “recuerda que eres polvo y que al polvo has de volver”, sino “recuerda que eres viva de Dios encarnada en la tierra del mundo”. Vive, pues, para vivir y dar vida, pues tu final no es la ceniza de un infierno penitencial, sino el gozo de la Vida multiplicada en mil vidas de amor, por encima de la muerte.
Comentarios desactivados en Del miércoles ceniza (de los bombardeos) a las brasas de Emaús
Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:
De la ceniza a las brasas de Emaús.
Existe una cierta mentalidad entre los católicos según la cual, comenzamos la cuaresma (o el adviento) como quien se apunta a un gimnasio para iniciar un ejercicio físico, y en el caso de los tiempos litúrgicos, para comenzar un ejercicio espiritual que -supuestamente- nos va a llevar a la conversión y a ser super santos.
Bien sabemos todos que la historia de nuestra conversión es la historia de nuestro fracaso, la prueba es nuestra propia persona. Siempre comenzando y siempre naufragando.
La conversión no es un esfuerzo titánico, un enorme voluntarismo, sino que la conversión es abrirnos al amor de Dios. San Pablo nos ha recordado en la segunda lectura de la carta a los Romanos que Por la fe del corazón llegamos a la justificación.
La cuaresma -la vida misma- es un largo camino por el que llegamos de la ceniza a las brasas de Emaús, a la vida, a las brasas del encuentro de Emaús. (Las brasas, por contraposición a la ceniza, son Emaús, son fuego, calor, encuentro, alimento, Eucaristía, Pascua, paz). Hay que llegar de las cenizas de la guerra a las brasas de Emaús
01.- Recordar…
Una buena actitud en la vida es guardar la memoria de nuestros mayores, nuestras tradiciones culturales, cristianas. Lo más importante que somos y tenemos lo hemos recibido: la vida, la acogida en la familia, en el pueblo, en esta Iglesia…
El primer texto de hoy (Deuteronomio) es la memoria histórica del pueblo de Israel. ¿Recordamos nuestra propia historia de salvación? Recordar es introducirnos en nuestra propia historia y, como creyentes, en nuestra historia de salvación.
02.- Mi Padre era un arameo errante…
Abraham (hacia el 1950 a.C.) era un arameo que iba con su gente, sus rebaños de aquí para allá en busca de pastos, como nuestros pastores bajan en invierno del Pirineo a las tierras bajas de Navarra.
Abraham no era un hombre errático como Nietzsche (siglo XIX) que nos condenó a deambular erráticamente de la zeca a la meca sin norte ni horizonte.
Abraham tenía la referencia del cielo, de las estrellas: mira las estrellas: allí está el cielo, Dios, el sentido, el horizonte… Como Abraham y su familia era nómada, caminante no tenían un templo fijo de piedra, ni tenían sacerdocio. Por eso le dijo Dios, mira las estrellas: esa es nuestra guía y nuestro horizonte.
¿Somos caminantes en la vida o, quizás, vivimos más bien instalados en nuestra ideología, en nuestro férreo esquema eclesiástico, en nuestra posición social?
03.- Egiptos y faraones.
Egipto es el símbolo de la esclavitud, Dominaciones y faraones esclavizantes los tenemos también hoy fuera y dentro de nuestra propia persona. Basta con que nos analicemos un poco a nosotros mismos y la situación bélica mundial que estamos viviendo.
Este año la ceniza es la que dejan los bombardeos que destruyen y queman Kiev, Ucrania…
04.- Desierto, Espíritu, cuarenta días / años.
La vida es un desierto (excepto en la postmodernidad en la que pretendemos vivir, que más bien en un oasis). Sin embargo la vida es caminar por el desierto. Eso es lo que significan los cuarenta días o cuarenta años: toda la vida. Cuarenta es un número simbólico lleno de significado:
ü Cuarenta fueron los años que las tribus hebreas caminaron por el desierto para llegar a la tierra de promisión.
ü Cuarenta fueron los días de lluvia “bautismal” del diluvio, que fueron necesarios para purificar la tierra.
ü Cuarenta fueron los días que estuvo Moisés en el Sinaí para intuir a Dios.
ü Cuarenta fueron los días que Jesús estuvo en el desierto.
ü Cuarenta es toda la vida, “toda una vida”.
Llegar a la tierra de promisión, a la libertad, a la paz nos va a costar toda la vida.
El desierto de la vida lo podemos recorrer con buen espíritu, con buen tono: Jesús fue impulsado por el buen Espíritu. Pero también hay alimañas, dice una de las versiones de los sinópticos de las tentaciones de Jesús. Y una de tales alimañas es el “poder y la gloria”. Digamos que el diablo es una expresión de tales alimañas, que en el fondo se reducen al poder.
05.- Se trata de llegar, caminar a la tierra de promisión.
Los israelitas tienen como horizonte la tierra de promisión. Hemos de llegar a esa tierra de promisión. Hemos de caminar.
Abraham es un hombre nómada, Jesús no tiene dónde reclinar la cabeza.
– Machado escribía aquello de:
Caminante son tus huellas El camino nada más; caminante no hay camino se hace camino al andar…
Caminante, no hay camino sino estelas sobre el mar.
El camino nos habla de horizonte, de esperanza, de llegar a la casa del Padre.
– Nuestro domicilio es la Plaza universal de la pascua.
¡Ay de aquel y de nosotros si creemos que nuestra patria y domicilio es donde hemos nacido!
Nuestra meta es la Pascua: la vida, la solidaridad universal, una tierra ¿un cielo? donde todos podamos vivir en paz y libertad.
La vida, el desierto, es el camino hacia la meta, la Pascua.
Iniciemos con buen ánimo, espíritu, la cuaresma, el camino desierto de la vida, hacia la libertad y la tierra de promisión. Hay que llegar de las cenizas de la guerra a las brasas de Emaús.
Hoy, miércoles de Ceniza, que marca la entrada en la Cuaresma se nos invita a volvernos totalmente a Dios y tomar el camino que nos llevará a la Pascua, para revestir con Cristo la posesión del Resucitado. Y cuando se nos imponga sobre nuestra frente la ceniza penitencial, pensemos en qué es en realidad cumplir el mandato de “Conviértete y cree en el Evangelio”… Conversión no es sino retomar el rumbo, encontrar el camino, hacer realidad el mandato de Jesús, único mandato en realidad: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado” que nos pide Jesús…
40 días que se nos dan para seguir un camino:
Ruta de conversión
Camino de fe
Ruta de confianza
Camino de Resurrección.
Es en la oración, el ayuno y el compartir con discreción y humildad a imagen de nuestra comunidad que Dios nos llama a tomar nuestro bastón de peregrino.
¿Y si en el camino me dejo buscar por Cristo?
¿Y si en el camino me dejo mirar por Cristo?
¿Y si en el camino me dejo amar por Cristo?
¿Y si en el camino me dejé servir por Cristo?
Entonces podría amar como Él.
Podría servir como Él.
Muéstrame Señor el camino del Amor para que la mañana de Pascua, en la alegría del encuentro yo reconozca al Resucitado.
Arrepentimiento no equivale a autocompasión o remordimiento, sino a conversión, a volver a centrar nuestra vida en la Trinidad. No significa mirar atrás disgustado, sino hacia adelante esperanzado. Ni es mirar hacia abajo a nuestros fallos, sino a lo alto, al amor de Dios. Significa mirar no aquello que no hemos logrado ser, sino a lo que con la gracia divina podemos llegar a ser […].
El arrepentimiento, o cambio de mentalidad, lleva a la vigilancia, que significa, entre otras cosas, estar presentes donde estamos, en este punto específico del espacio, en este particular momento de tiempo. Creciendo en vigilancia y en conocimiento de uno mismo, el hombre comienza a adquirir capacidad de juicio y discernimiento: aprende a ver la diferencia entre el bien y el mal, entre lo superfluo y lo esencial; aprende, por tanto, a guardar el propio corazón, cerrando la puerta a las tentaciones o provocaciones del enemigo. Un aspecto esencial de la guarda del corazón es la lucha contra las pasiones: deben purificarse, no matarse; educarse, no erradicarse. A nivel del alma, las pasiones se purifican con la oración, la práctica regular de los sacramentos, la lectura cotidiana de la Escritura; alimentando la mente pensando en lo que es bueno y con actos concretos de servicio amoroso a los demás. A nivel corporal, las pasiones se purifican sobre todo con el ayuno y la abstinencia.
La purificación de las pasiones lleva a su fin, por gracia de Dios, a la “ausencia de pasiones”, un estado positivo de libertad espiritual en el que no cedemos a las tentaciones, en el que se pasa de una inmadurez de miedo y sospecha a una madurez de inocencia y confianza. Ausencia de pasiones significa que no somos dominados por el egoísmo o los deseos incontrolados y que así llegamos a ser capaces de un verdadero amor.
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K. Ware, Diré Dio ogg’i. Il cammino del cristiano,
Magnano 1998, 182-185 passim.
Carmen Herrero Martínez,
Fraternidad Monástica de Jerusalén, Tenerife
ECLESALIA, 27/02/17.- Con la celebración del Miércoles de Ceniza, comenzamos una nueva Cuaresma. Tiempo de gracia, de conversión y de misericordia, por parte del Padre bueno que constantemente invita a sus hijos al banquete de la Pascua. Pues, Cuaresma es un caminar con alegría y jubilo hacia Pascua, la resurrección de Cristo y nuestra propia resurrección.
Pero, ¿cómo conducirse por este camino que durante cuarenta días nos lleva a la Pascua? Y, ¿qué provisiones tomar para llegar a resucitar con Cristo y vivir en plenitud la vivencia pascual?
Debemos conducirnos con dignidad, esa dignidad que nos viene de ser lo que somos: hijos e hijas de Dios, amados del Padre desde toda la eternidad, salvados en su Hijo. Desde esta convicción y certeza caminaremos con gozo y los obstáculos y dificultades del camino podrán ser superados; porque no caminos solos, sino con Aquel que es nuestro Camino: Jesús. En él pongo toda mi esperanza, él es mi fortaleza, mi energía y dinamismo que me lleva a caminar con paso firme y ligero a su lado; siempre mirando hacia adelante, sin volver la vista atrás, apoyando mis pasos sobre sus pasos.
¿Qué provisiones poner en mi mochila para este camino de cuarenta días?
La primera condición es que mi mochila tiene que estar muy ligera de peso para que no sea un obstáculo al caminar. Entonces mi primera disposición es la sobriedad.
De qué sobriedad se trata: sobriedad en tus deseos, pensamientos, sueños y fantasías. La sobriedad te lleva a revenir a tu propia realidad concreta, y esto pasa por la conversión. ¡Déjate convertir!Evangelizar las zonas más profundas de tu corazón; es decir, deja que la gracia de la cuaresma entre en ti y te reconstruya desde el interior. Seguro que, si logras hacer esta experiencia, tu caminar será más ligero y rápido, tu alegría mayor y tu esperanza infinita.
La sobriedad te lleva a la verdad. Vivir en verdad, hacer la verdad en tu vida. “la verdad os harás libres” (Jn 8, 32). Y, ¿qué es la verdad? La verdad es Cristo, conocer a Cristo nos lleva a hacer la verdad en nuestra vida, pues no podemos conocer a Cristo y vivir en la mentira, en el pecado, el desorden, la esclavitud de tantos ídolos como nos acechan. La cuaresma, ante todo, tiene que llevarte a un mayor conocimiento de Jesucristo, a rechazar con energía todo ídolo que se te presente y se anteponga al amor a Jesús y a vivir en verdad y libertad.
El conocimiento de Jesús te lleva al amor y el amor a la identificación. La cuaresma tienen que ayudarnos, a nosotros los cristianos, a identificarnos cada vez más con Cristo, y a partir de esta identificación podremos vivir esta muerte y resurrección que nos conduce a la Pascua.
Desde este conocimiento, amor e identificación con Jesús; las cuatro características propias de cuaresma serán la necesidad del: desierto, la oración,el ayuno yla limosna; en nuestro lenguaje actual, el compartir, el ayudar a nuestros hermanos necesitados, manifestada de mil maneras….
– Desierto: Vivir el desierto no como una ascesis sin alma, sino como una necesidad para estar asolas con Aquel que se me ama y quiere entablar una relación de amor conmigo: “La llevaré al desierto y le hablaré al corazón” (Oseas 2,4). Retirarse al desierto como necesidad de escucha amorosa y de estar a solas con Dios. Descubrir la mística del desierto, no quedarse solamente en la austeridad que implica el desierto, ésta es real, pero la mística es superior.
– Oración: La oración es el fruto del desierto, “acostumbrarse a soledad es gran cosa para la oración” dirá Teresa de Jesús. El desierto nos conduce a la escucha, la escucha al amor y el fruto del amor es la oración que transforma y une con el ser Amado. La oración que le agrada al Señor, es la oración de un corazón sosegado, acallado, unificado; abierto a acoger su Presencia y a vivir en su intimidad. No todos podemos retirarnos al desierto como lugar geográfico para orar; pero si podemos retirarnos, y debemos retirarnos, al desierto de nuestro propio interior. Pues el desierto no es la ausencia de las personas, sino la presencia de Dios. Y orar es vivir en su presencia.
– Ayuno: El ayuno es esencial en el seguimiento de Jesús, y también para vivir una relación, justa y armoniosa entre mi yo y las cosas. No dejándome poseer por ellas ni tampoco quererlas poseer. La justa relación con las cosas, y los alimentos, consiste en reconocer con gratitud su valor, su necesidad, y como dice san Ignacio de Loyola. “Las cosas se usan tanto en cuanto me ayudan al fin perseguido”. El saber privarse, sentir la necesidad y hasta el hambre material, nos lleva a la libertad y a valorar las cosas que Dios ha creado para nuestra necesidades; y a pensar en tantos hermanos nuestros como carecen de lo más esencial, en parte por el mal uso que hacemos de los recursos de la naturaleza; del acaparamiento y la posesión desmesurada. Ahí tendría que ir orientado nuestro ayuno.
Y siendo muy importante esta orientación del ayuno material, él debe de conducirnos mucho más lejos, a ese otro ayuno del yo que es el que realmente nos quita la libertad, nos esclaviza y nos impide ver al hermano con amor. Como le pasó al rico de la parábola de Lázaro (Lc 16, 19-31). Su pecado no está en que fuese rico, sino en que ignoró a su hermano en necesidad. Vivía al margen de Dios y como consecuencia no reconoció a su hermano. El papa Francisco en su mensaje de Cuaresma dice: “toda persona es un don”. El ayuno de mi yo me lleva a reconocer el tú de mi hermano, y juntos caminar hacia la Pascua.
– Compartir: el compartir nos lleva al despojo, a la generosidad, a la pobreza evangélica; y, sobre todo, a tener en cuenta al hermano más necesitado. Quien sabe compartir nunca se empobrece, antes bien, se enriquece con creces. La sagrada Escritura nos lo certifica; pero también la vida misma. “El que siembra escasamente, escasamente cosechará; y el que siembra abundantemente, abundantemente cosechará. Cada uno dé según el dictamen de su corazón, no de mala gana ni forzado, porque Dios ama al que da con alegría” (2 Cor 9,6-7).
Quiero terminar con las palabras del papa Francisco en su mensaje de Cuaresma: “El cristiano está llamado a volver a Dios «de todo corazón» (Jl 2,12), a no contentarse con una vida mediocre, sino a crecer en la amistad con el Señor”. Y si crezco en la amistad con el Señor, creceré también en el amor ami mi hermano, y unidos celebraremos la Pascua, la plenitud de la vida cristiana-
(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
Hoy, miércoles de Ceniza, que marca la entrada en la Cuaresma se nos invita a volvernos totalmente a Dios y tomar el camino que nos llevará a la Pascua, para revestir con Cristo la posesión del Resucitado. Y cuando se nos imponga sobre nuestra frente la ceniza penitencial, pensemos en qué es en realidad cumplir el mandato de “Conviértete y cree en el Evangelio”… Conversión no es sino retomar el rumbo, encontrar el camino, hacer realidad el mandato de Jesús, único mandato en realidad: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado” …
40 días que se nos dan para seguir un camino:
Ruta de conversión
Camino de fe
Ruta de confianza
Camino de Resurrección.
Es en la oración, el ayuno y el compartir con discreción y humildad a imagen de nuestra comunidad que Dios nos llama a tomar nuestro bastón de peregrino.
¿Y si en el camino me dejo buscar por Cristo?
¿Y si en el camino me dejo mirar por Cristo?
¿Y si en el camino me dejo amar por Cristo?
¿Y si en el camino me dejé servir por Cristo?
Entonces podría amar como Él.
Podría servir como Él.
Muéstrame Señor el camino del Amor para que la mañana de Pascua, en la alegría del encuentro yo reconozca al Resucitado.
Arrepentimiento no equivale a autocompasión o remordimiento, sino a conversión, a volver a centrar nuestra vida en la Trinidad. No significa mirar atrás disgustado, sino hacia adelante esperanzado. Ni es mirar hacia abajo a nuestros fallos, sino a lo alto, al amor de Dios. Significa mirar no aquello que no hemos logrado ser, sino a lo que con la gracia divina podemos llegar a ser […].
El arrepentimiento, o cambio de mentalidad, lleva a la vigilancia, que significa, entre otras cosas, estar presentes donde estamos, en este punto específico del espacio, en este particular momento de tiempo. Creciendo en vigilancia y en conocimiento de uno mismo, el hombre comienza a adquirir capacidad de juicio y discernimiento: aprende a ver la diferencia entre el bien y el mal, entre lo superfluo y lo esencial; aprende, por tanto, a guardar el propio corazón, cerrando la puerta a las tentaciones o provocaciones del enemigo. Un aspecto esencial de la guarda del corazón es la lucha contra las pasiones: deben purificarse, no matarse; educarse, no erradicarse. A nivel del alma, las pasiones se purifican con la oración, la práctica regular de los sacramentos, la lectura cotidiana de la Escritura; alimentando la mente pensando en lo que es bueno y con actos concretos de servicio amoroso a los demás. A nivel corporal, las pasiones se purifican sobre todo con el ayuno y la abstinencia.
La purificación de las pasiones lleva a su fin, por gracia de Dios, a la “ausencia de pasiones”, un estado positivo de libertad espiritual en el que no cedemos a las tentaciones, en el que se pasa de una inmadurez de miedo y sospecha a una madurez de inocencia y confianza. Ausencia de pasiones significa que no somos dominados por el egoísmo o los deseos incontrolados y que así llegamos a ser capaces de un verdadero amor.
*
K. Ware, Diré Dio ogg’i. Il cammino del cristiano,
Magnano 1998, 182-185 passim.
Carmen Herrero Martínez,
Fraternidad Monástica de Jerusalén, Tenerife
ECLESALIA, 27/02/17.- Con la celebración del Miércoles de Ceniza, comenzamos una nueva Cuaresma. Tiempo de gracia, de conversión y de misericordia, por parte del Padre bueno que constantemente invita a sus hijos al banquete de la Pascua. Pues, Cuaresma es un caminar con alegría y jubilo hacia Pascua, la resurrección de Cristo y nuestra propia resurrección.
Pero, ¿cómo conducirse por este camino que durante cuarenta días nos lleva a la Pascua? Y, ¿qué provisiones tomar para llegar a resucitar con Cristo y vivir en plenitud la vivencia pascual?
Debemos conducirnos con dignidad, esa dignidad que nos viene de ser lo que somos: hijos e hijas de Dios, amados del Padre desde toda la eternidad, salvados en su Hijo. Desde esta convicción y certeza caminaremos con gozo y los obstáculos y dificultades del camino podrán ser superados; porque no caminos solos, sino con Aquel que es nuestro Camino: Jesús. En él pongo toda mi esperanza, él es mi fortaleza, mi energía y dinamismo que me lleva a caminar con paso firme y ligero a su lado; siempre mirando hacia adelante, sin volver la vista atrás, apoyando mis pasos sobre sus pasos.
¿Qué provisiones poner en mi mochila para este camino de cuarenta días?
La primera condición es que mi mochila tiene que estar muy ligera de peso para que no sea un obstáculo al caminar. Entonces mi primera disposición es la sobriedad.
De qué sobriedad se trata: sobriedad en tus deseos, pensamientos, sueños y fantasías. La sobriedad te lleva a revenir a tu propia realidad concreta, y esto pasa por la conversión. ¡Déjate convertir!Evangelizar las zonas más profundas de tu corazón; es decir, deja que la gracia de la cuaresma entre en ti y te reconstruya desde el interior. Seguro que, si logras hacer esta experiencia, tu caminar será más ligero y rápido, tu alegría mayor y tu esperanza infinita.
La sobriedad te lleva a la verdad. Vivir en verdad, hacer la verdad en tu vida. “la verdad os harás libres” (Jn 8, 32). Y, ¿qué es la verdad? La verdad es Cristo, conocer a Cristo nos lleva a hacer la verdad en nuestra vida, pues no podemos conocer a Cristo y vivir en la mentira, en el pecado, el desorden, la esclavitud de tantos ídolos como nos acechan. La cuaresma, ante todo, tiene que llevarte a un mayor conocimiento de Jesucristo, a rechazar con energía todo ídolo que se te presente y se anteponga al amor a Jesús y a vivir en verdad y libertad.
El conocimiento de Jesús te lleva al amor y el amor a la identificación. La cuaresma tienen que ayudarnos, a nosotros los cristianos, a identificarnos cada vez más con Cristo, y a partir de esta identificación podremos vivir esta muerte y resurrección que nos conduce a la Pascua.
Desde este conocimiento, amor e identificación con Jesús; las cuatro características propias de cuaresma serán la necesidad del: desierto, la oración,el ayuno yla limosna; en nuestro lenguaje actual, el compartir, el ayudar a nuestros hermanos necesitados, manifestada de mil maneras….
– Desierto: Vivir el desierto no como una ascesis sin alma, sino como una necesidad para estar asolas con Aquel que se me ama y quiere entablar una relación de amor conmigo: “La llevaré al desierto y le hablaré al corazón” (Oseas 2,4). Retirarse al desierto como necesidad de escucha amorosa y de estar a solas con Dios. Descubrir la mística del desierto, no quedarse solamente en la austeridad que implica el desierto, ésta es real, pero la mística es superior.
– Oración: La oración es el fruto del desierto, “acostumbrarse a soledad es gran cosa para la oración” dirá Teresa de Jesús. El desierto nos conduce a la escucha, la escucha al amor y el fruto del amor es la oración que transforma y une con el ser Amado. La oración que le agrada al Señor, es la oración de un corazón sosegado, acallado, unificado; abierto a acoger su Presencia y a vivir en su intimidad. No todos podemos retirarnos al desierto como lugar geográfico para orar; pero si podemos retirarnos, y debemos retirarnos, al desierto de nuestro propio interior. Pues el desierto no es la ausencia de las personas, sino la presencia de Dios. Y orar es vivir en su presencia.
– Ayuno: El ayuno es esencial en el seguimiento de Jesús, y también para vivir una relación, justa y armoniosa entre mi yo y las cosas. No dejándome poseer por ellas ni tampoco quererlas poseer. La justa relación con las cosas, y los alimentos, consiste en reconocer con gratitud su valor, su necesidad, y como dice san Ignacio de Loyola. “Las cosas se usan tanto en cuanto me ayudan al fin perseguido”. El saber privarse, sentir la necesidad y hasta el hambre material, nos lleva a la libertad y a valorar las cosas que Dios ha creado para nuestra necesidades; y a pensar en tantos hermanos nuestros como carecen de lo más esencial, en parte por el mal uso que hacemos de los recursos de la naturaleza; del acaparamiento y la posesión desmesurada. Ahí tendría que ir orientado nuestro ayuno.
Y siendo muy importante esta orientación del ayuno material, él debe de conducirnos mucho más lejos, a ese otro ayuno del yo que es el que realmente nos quita la libertad, nos esclaviza y nos impide ver al hermano con amor. Como le pasó al rico de la parábola de Lázaro (Lc 16, 19-31). Su pecado no está en que fuese rico, sino en que ignoró a su hermano en necesidad. Vivía al margen de Dios y como consecuencia no reconoció a su hermano. El papa Francisco en su mensaje de Cuaresma dice: “toda persona es un don”. El ayuno de mi yo me lleva a reconocer el tú de mi hermano, y juntos caminar hacia la Pascua.
– Compartir: el compartir nos lleva al despojo, a la generosidad, a la pobreza evangélica; y, sobre todo, a tener en cuenta al hermano más necesitado. Quien sabe compartir nunca se empobrece, antes bien, se enriquece con creces. La sagrada Escritura nos lo certifica; pero también la vida misma. “El que siembra escasamente, escasamente cosechará; y el que siembra abundantemente, abundantemente cosechará. Cada uno dé según el dictamen de su corazón, no de mala gana ni forzado, porque Dios ama al que da con alegría” (2 Cor 9,6-7).
Quiero terminar con las palabras del papa Francisco en su mensaje de Cuaresma: “El cristiano está llamado a volver a Dios «de todo corazón» (Jl 2,12), a no contentarse con una vida mediocre, sino a crecer en la amistad con el Señor”. Y si crezco en la amistad con el Señor, creceré también en el amor ami mi hermano, y unidos celebraremos la Pascua, la plenitud de la vida cristiana-
(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
Comentarios desactivados en Cuaresma de Iglesia: Conviértete y cree en el Evangelio (Mc 1, 25)
Del blog de Xabier Pikaza:
Con P. Mascilongo, Il Vangelo di Marco
He publicado hace dos días (21.2.20) un trabajo dedicado a Mt 5, 38-48, con el título provocativo: Para ser “sociedad perfecta” la iglesia ha tenido que renunciar al evangelio. Hoy, con ocasión de la próxima cuaresma que empieza el miércoles 25, quiero completar en positivo lo que allí decía, con ocasión de la cuaresma, entendida como tiempo de conversión para la Iglesia consiste en volver al evangelio, conforme a la palabra clave del Miércoles de Ceniza: Conviértete y cree en el evangelio.
Cuaresma es preparación para la Pascua, y en la liturgia antigua tenía un color más penitencial, conforme a las palabras de la Ceniza: Recuerda, hombre, que eres polvo, y que al polvo has de volver. Eran palabras ciertas e importantes, pero iban más en la línea del Génesis 3, 19 que del evangelio.
En la liturgia actual, la cuaresma es tiempo para volver al evangelio. No es llamada a la penitencia, sino introducción en la fe. Por eso, la palabra clave de la Ceniza Conviértete y cree en el evangelio (cf. Mc 1, 14). Esa conversión es para los individuos, claro está, pero en especial para la Iglesia, que es la que debe convertirse antes que nada.
Por eso propongo una cuaresma para la Iglesia, es decir, un tiempo de conversión eclesial. Ciertamente, los individuos tenemos que convertirnos, pero lo que este año 2020 importa es la conversión de la Iglesia, como quiere el Papa Francisco, a capite et in membris, como siempre se ha dicho, en su cabeza jurídica (Vaticano, obispos, clero), no en su cabeza real, Jesús, que es principio de toda conversión en amoor.
En sentido cristiano, la verdadera conversión no es hacer penitencia, ni siquiera arrepentirse en sentido de lamentación con cenizas y cilicios exterior, sino “meta-noein”, como dice el texto clave de Mc 1, 14-15, cambiar de mente, de forma de pensar y de vivir, para pensar y vivir en línea de evangelio.
Según eso, la cuaresma es tiempo de meta-noia, cambiar de pensamiento. de forma de sentir, de organizarse, de marcar las preferencias. La meta-noia de cuaresma de la iglesia es una revolución cultural en sentido estricto, revolución social y estructural, en la línea de eso que quería y quiere mucha, muchísima gente, dispuesta a empezar, como en el sínodo de Amazonia.
Se trata pues de convertirse, de volver al evangelio, no en forma puramente individual, sino en forma de Iglesia, para que ella vuelva al evangelio… (a creer en el evangelio). Decía en mi postal de hace dos días que no sí cierta iglesia cree en el evangtelio Por eso, quiero insistir en la importancia que tiene vivir por dentro el mensaje de Jesús, empezando por el anuncio de San Marcos, el más antiguo, quizá el más comprometido de los cuatro evangelios.
Propongo, pues,para esta cuaresma, una lectura personal y eclesial del evangelio de Marcos, en la línea que he detallado en Ciudad-Biblia, y que he profundizado en mi largo Comentario al Evangelio de Marcos. Aprovecho también la ocasión para presentar uno de los últimos comentarios al evangelio de Marcos, escrito en italiano por P. Mascilongo (imagen 3).
Hace unos meses, los responsables de la revista Biblica, del Instituto Bíblico de Roma me pidieron una recensión de ese libro, que acaba de ser publicada en Biblica, 100/4 2029, págs. 623-626. Edición on line en https://poj.peeters-leuven.be/content.php?url=journal&journal_code=BIB . Para los que no tengan acceso a la revista impresa o en linea, me atrevo a publicar aquí mi recensón. Buen día a todos.
Paolo Mascilongo, Il Vangelo di Marco. Commento esegetico e teologico. Roma, Città Nuova Editrice, 2018. 7-968 p. 17 × 24. €55,25
Paolo Mascilongo defendió y publicó su tesis doctoral en Sagrada Escritura en el Instituto Bíblico de Roma (2010), titulada Ma voi, chi dite che io sia? Analisi narrativa dell’identità di Gesù e del cammino dei discepoli nel Vangelo secondo Marco alla luce della «Confessione di Pietro» (Mc 8,27-30) (AnBib 192; Roma 2011), bajo la dirección del Prof. Jean-Noël Aletti. Sobre la base de aquel trabajo ha preparado este comentario, de tipo exegético-teológico que, en la línea de los Santos Padres y de los autores de la Edad Media se mueve en tres planos: Letra-historia, analogía o reflexión y anagogía o sentido espiritual y escatológico.
El primer plano es un análisis literario del texto italiano, traducido por el mismo Mascilongo, remitiendo al original griego, palabra por palabra, verso a verso, con referencias de tipo filológico, en perspectiva de crítica textual y de narratología, en clave de totalidad, teniendo en cuenta el contexto canónico de la Biblia, y especialmente los sinópticos. El autor escoge y analiza perícopas bastante extensas, fijando el sentido, unidad y despliegue literario del texto.
En segundo lugar, Mascilongo realiza un comentario del sentido y mensaje del texto, según el modelo de la alegoría clásica, destacando el aporte simbólico (dogmático) de cada pasaje. A su juicio, Marcos, es, sobre todo, un libro teológico-eclesial, el documento clave de una comunidad que expone en forma narrativa las implicaciones de Jesús como Cristo, Hijo de Dios. De esa forma investiga y expone Mascilongo el contenido del texto, destacando su contenido temático, en diálogo con las opciones y perspectivas teológico-literarias de otros exegetas, desde un horizonte hermenéutico cristiano (católico).
En tercer lugar viene la profundización moral, espiritual y escatológica, poniendo así de relieve lo que Marcos aporta en nuestro tiempo, para una nueva pastoral y catequesis. En este plano, el autor se siente y mueve con más libertad para exponer su propia visión del texto y su aportación para entender el movimiento de Jesús, en un contexto de actualidad, presentando el evangelio como libro que puede leerse y aplicarse en dimensión de Iglesia. Leer más…
Hoy, miércoles de Ceniza, cuando se nos imponga sobre nuestra frente la ceniza penitencial, pensemos en qué es en realidad cumplir el mandato de “Conviértete y cree en el Evangelio”… “Amaos los unos a los otros como yo os he amado” que nos pide Jesús.
“Recuerda que eres polvo” ¡y algo más! ¡Ayuna del ayuno! ¡Sal del miedo! ¡Rasga las vestiduras… de los demás! ¡Echarte todavía más ceniza, no puedo!
*
Pedro Casaldáliga Clamor Elemental.
Editorial Sígueme, 1971
“Para mí, Señor, no es necesario el Miércoles de Ceniza porque ni un solo día de la semana me olvido de que fui barro en tu mano. Y lo único que realmente necesito es que no lo olvides Tú”
*
Dulce María Loynaz Poema LXXXIX
***
Arrepentimiento no equivale a autocompasión o remordimiento, sino a conversión, a volver a centrar nuestra vida en la Trinidad. No significa mirar atrás disgustado, sino hacia adelante esperanzado. Ni es mirar hacia abajo a nuestros fallos, sino a lo alto, al amor de Dios. Significa mirar no aquello que no hemos logrado ser, sino a lo que con la gracia divina podemos llegar a ser […].
El arrepentimiento, o cambio de mentalidad, lleva a la vigilancia, que significa, entre otras cosas, estar presentes donde estamos, en este punto específico del espacio, en este particular momento de tiempo. Creciendo en vigilancia y en conocimiento de uno mismo, el hombre comienza a adquirir capacidad de juicio y discernimiento: aprende a ver la diferencia entre el bien y el mal, entre lo superfluo y lo esencial; aprende, por tanto, a guardar el propio corazón, cerrando la puerta a las tentaciones o provocaciones del enemigo. Un aspecto esencial de la guarda del corazón es la lucha contra las pasiones: deben purificarse, no matarse; educarse, no erradicarse. A nivel del alma, las pasiones se purifican con la oración, la práctica regular de los sacramentos, la lectura cotidiana de la Escritura; alimentando la mente pensando en lo que es bueno y con actos concretos de servicio amoroso a los demás. A nivel corporal, las pasiones se purifican sobre todo con el ayuno y la abstinencia.
La purificación de las pasiones lleva a su fin, por gracia de Dios, a la “ausencia de pasiones”, un estado positivo de libertad espiritual en el que no cedemos a las tentaciones, en el que se pasa de una inmadurez de miedo y sospecha a una madurez de inocencia y confianza. Ausencia de pasiones significa que no somos dominados por el egoísmo o los deseos incontrolados y que así llegamos a ser capaces de un verdadero amor.
*
K. Ware, Diré Dio ogg’i. Il cammino del cristiano,
Magnano 1998, 182-185 passim).
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