III. Cambio en el modelo de cognición
Pero hay todavía más. A mi parecer, y a tenor de los indicios que parecen cada día más manifiestos, no se trata únicamente de un cambio de paradigma –como otras veces ha ocurrido en la historia-, sino además de un cambio radical en el modo de conocer: lo que se halla en crisis es nada menos que nuestro habitual modelo de cognición. Por lo que, mientras no asumamos el nuevo modelo, con las implicaciones que conlleva, la crisis seguirá sin resolverse adecuadamente.
Dicho más claramente: nos hallamos enredados en una absolutización del modelo mental que –como nos recuerdan las tradiciones de sabiduría– nos mantiene “dormidos” y, por tanto, en la ignorancia, la confusión y el sufrimiento. Sin superar ese modelo, no lograremos “despertar”.
Afrontemos, pues, la cuestión de los modelos de cognición. Y, para empezar, me gustaría reconocer la magnífica labor que, entre nosotros, están llevando a cabo varios filósofos. Me refiero a Mónica Cavallé, Consuelo Martín, Jorge Ferrer, Aitxus Iñarra y José Díez Faixat, entre otros [1].
Pero no es solo en filosofía: en campos tan dispares como la física, las neurociencias, la psicología, la medicina o la educación…, está teniendo lugar una apertura inédita, impensable hace solo unos años, hacia una visión más holística o integral de lo humano en particular y de toda la realidad en general.
Lo que está ocurriendo en todos esos campos, aunque no se haya nombrado de este modo, es la percepción de que el modelo mental es radicalmente limitado y necesita ser complementado por el modelo no-dual.
Existen dos modos básicos de acercarnos a comprender lo real: a través de la mente o través de la experiencia no-mediada. Al primero lo llamamos modelo mental y ofrece un conocimiento por análisis y reflexión. El segundo es el modelo no-dual y hace posible un conocimiento por identidad [2].
El modelo mental se basa en la razón y funciona a través del análisis y de conceptos “claros y distintos”. Es posible gracias a la separación que establece entre sujeto y objeto, perceptor y percibido. Sin tal separación, el modelo no podría funcionar. Pero, como consecuencia inexorable de la misma, sus características no pueden ser otras que estas: dualismo, separatividad y objetivación.
Es decir, la mente fractura la realidad –a partir de aquella dualidad primera–, reduciéndola a la suma de una infinidad de realidades separadas, a las que, también de un modo inexorable, ha reducido previamente a objetos. De hecho, pensar es sinónimo de delimitar y objetivar.
¿Qué significa esto? Por un lado, que el modelo mental funciona admirablemente en el mundo de los objetos, lo cual explica el extraordinario desarrollo de la ciencia y de la tecnología en nuestro medio sociocultural; por otro, sin embargo, que parte de un engaño original que, sin embargo, es incapaz de percibir: da por supuesto que la realidad es tal como el propio modelo la capta, sin advertir que la mente no ve la realidad, sino únicamente su interacción con ella.
Esta trampa, tanto más peligrosa cuanto más inadvertida y dada por supuesta como si de un axioma se tratara, ha sido (es) la causante de los efectos reduccionistas y empobrecedores del modelo. En efecto, los resultados más graves, por engañosos, pueden formularse de este modo:
· La realidad es como la ve nuestra mente.
· Solo existe lo que la mente ve (lo empíricamente demostrable).
Ambos axiomas, aceptados vulgarmente de una forma incuestionada, han dado lugar a un modo de ver reduccionista, que ha hecho de la ciencia una pseudo-religión –con sus dogmas, sus gurús y su exigencia de adhesión ciega–, cayendo en un cientificismo chato cuyas consecuencias todavía estamos padeciendo.
Si la realidad es como la ve nuestra mente, y si solo existe lo que ella ve, está abierto el camino al nihilismo y al vacío existencial. Pero, ¿es realmente así?
El psicólogo italiano Giorgio Nardone afirmaba, en una entrevista reciente, que “es una perversión de la inteligencia creer que la razón lo solventa todo”. Ha sido necesario llegar al final del callejón sin salida adonde conduce el modelo mental –cuando se absolutiza– para darnos cuenta de que hay vida más allá de la mente; para reconocer lo que siempre nos habían dicho los sabios y los místicos: existe otro modo de acceso a la realidad que es previo a la razón.
Ni el conocimiento se reduce al pensamiento ni nuestra identidad se reduce al yo. Es claro que, desde la mente, no podemos vernos sino como yoes separados. Pero no porque lo seamos, sino porque el modelo no permite ver otra cosa que objetos.
Desde el modelo no-dual, por el contrario, todo se modifica. Y es que, como ha escrito Consuelo Martín, “mientras estoy pensando creo que veo la verdad de las cosas pero lo único que hago es barajar interpretaciones escuchadas a otros. No descubro sino por serena observación que ver no es pensar” [3].
Decía más arriba que el modelo mental nos otorga un conocimiento por reflexión. El modelo no-dual, por el contrario, posibilita el conocimiento por identidad. Esto significa que, basta aprender a silenciar la mente, para que todo ser humano pueda experimentarlo por sí mismo.
En realidad, ese es el único requisito. Se requiere silenciar la mente –tiene toda la razón Vicente Simón cuando escribe que se necesita “calmar la mente, para ver con claridad” [4]; y Consuelo Martín cuando indica que “si no hay silencio del pensamiento no sabremos lo que es la verdad” [5]–, porque el modelo mental es esencialmente separador, por lo que, mientras no salgamos de la mente, es imposible otro conocimiento que no sea el de objetos.
Acallada la mente, ¿qué ocurre? Que la consciencia se reencuentra consigo misma. Y que, sin negar las diferencias en las que la propia consciencia se manifiesta y expresa, accedemos a ver la unidad que todas comparten. A este abrazo de las diferencias en una unidad mayor es a lo que llamamos “no-dualidad”.
IV. Consecuencias de la absolutización de la mente
Las consecuencias probablemente más nefastas, derivadas del hecho de haber absolutizado el modelo mental, han sido el cientificismo y el individualismo. Por el primero, la realidad se reduce simplemente a lo que se puede tocar: caemos en una visión materialista y pragmática. Por el segundo, nos identificamos con nuestra estructura psico-somática, viviendo en función del “yo” al que hemos asignado nuestra identidad: caemos en una visión egocentrada en todos los ámbitos de la existencia; economía, política, religión…, se convierten en dominios en los que el yo busca fortalecerse a costa de cualquier otra cosa.
Es claro que tal visión tenía que entrar necesariamente en crisis. Y que la crisis, a su vez, puede servir de catalizador para encontrar la salida.
Pero la salida no vendrá por el lado del voluntarismo, sino de la comprensión. Es decir, solo superaremos positivamente la crisis si somos capaces de crecer en consciencia.
En el modelo mental, la consciencia parece identificarse con la mente. No es raro, por tanto, que la persona se perciba a sí misma como un islote separado del resto. La realidad, sin embargo, es ue la mente no es sino una herramienta de la consciencia: mente es lo que tenemos; consciencia es lo que somos. Es esto lo que necesitamos ver para poder implementar los medios operativos que nos lleven a vivir en coherencia con este nuevo modelo. Es decir, solo accediendo a “otro modo” de ver, podremos aprender a vivir de “otro modo”.
Y aquí es donde entra en juego la puesta en práctica de aquellos medios que favorezcan el paso de un modelo al otro, de un modo particularmente especial en el ámbito educativo. Se hace necesario abandonar la rigidez del estrecho modelo mental para, integrándolo, plantear una educación integral, que atienda a todas las dimensiones de la persona. Es lo que, en la última década, aunque con diferentes nombres, se conoce como “inteligencia espiritual”.
Enrique Martínez Lozano
Boletín Semanal
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[1] De entre ellos, me parecen de lectura obligada los siguientes libros: M. CAVALLÉ, La sabiduría recobrada. Filosofía como terapia, Kairós, Barcelona 2011; C. MARTÍN, La revolución del silencio. El pasaje a la no-dualidad, Gaia, Madrid 2002; J.N. FERRER, Espiritualidad creativa. Una visión participativa de lo transpersonal, Kairós, Barcelona 2007. J. DÍEZ FAIXAT, Siendo nada, soy todo. Un enfoque no dualista sobre la identidad, Dilema, Madrid 2007.
[2] Para un estudio detenido de los modelos de cognición, he de remitir a lo que he expuesto en E. MARTÍNEZ LOZANO, Otro modo de ver, otro modo de vivir. Invitación a la no-dualidad, Desclée De Brouwer, Bilbao 2014.
[3] C. MARTÍN, La revolución del silencio. El pasaje a la no-dualidad, Gaia, Madrid 2002, p.41.
[4] V. SIMÓN, Aprender a practicar mindfulness, Sello Editorial, Barcelona 2011, p.28.
[5] C. MARTÍN, La revolución del silencio. El pasaje a la no-dualidad, Gaia, Madrid 2002, p.49.
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