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Contemplación: Memoria y cambio.

Jueves, 5 de noviembre de 2015
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Del blog Amigos de Thomas Merton:

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“La memoria se corrompe y se degrada por una multitud de recuerdos. Si quiero tener una verdadera memoria, tengo que olvidar primero un millar de cosas. La memoria no es plena cuando se extiende sólo en el pasado. Una memoria que no está atenta al presente no recuerda el aquí y el ahora, no recuerda su verdadera identidad, no es memoria en modo alguno. Quien no recuerda más que hechos y acontecimientos pasados y no es consciente del presente, es víctima de la amnesia”.

“Estamos tan convencidos de que los males pasados se tienen que repetir, que hacemos que se repitan. No nos atrevemos a correr el riesgo de una nueva vida en la que los males del pasado se olviden por completo; parece como si una nueva vida conllevara nuevos males, y nosotros preferimos afrontar males con los que ya estamos familiarizados. Por eso nos aferramos al mal que ya se ha hecho nuestro y lo renovamos día tras día, hasta que nos identificamos con él y pensamos que el cambio ya no es posible”.

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Thomas Merton. “Nuevas semillas de contemplación“.

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Pascua”, por José Arregi

Miércoles, 8 de abril de 2015
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geloces-pascualsLeído en su blog:

El laurel y el sauce han florecido, las yemas del chopo revientan, canta el zorzal en lo más alto de la rama, la primera luna llena de la primavera resplandece en la noche. Es la Pascua de la vida que renace cada año: hace miles de años la celebraban los agricultores con el pan de las primeras gavillas, y los pastores con la carne de los primeros corderos. La vida es imparable y siempre nueva, como el Espíritu o la Ruah que respira en todo y reanima lo que parece muerto.

Es la Pascua que los judíos historizaron para celebrar la liberación de su pueblo oprimido bajo el faraón, imagen de todos los pueblos oprimidos.

Es la Pascua cristiana de la memoria de Jesús, el profeta mártir, el justo condenado, el Prójimo compasivo del leproso y del hambriento, el Buen Samaritano de todos los heridos, el amigo de publicanos y prostitutas, el alegre comensal de los impuros y despreciados, el sanador de cuerpos y de almas, el mensajero de Bienaventuranzas para los pobres y perseguidos.

Es la Pascua del Crucificado resucitado. ¿Pero qué significa resurrección? No pienses en ningún milagro “sobrenatural”, piensa en el milagro de la vida que eres y que ves cada día en todo. La resurrección de Jesús no es la reanimación física de un cuerpo muerto, ni significa que sus células y átomos se habrían transportado súbitamente al cielo o a “Dios”, quedando el sepulcro vacío. No se trata de un hecho único y excepcional, como si nadie hubiera resucitado hasta ese momento ni hubiera de resucitar hasta el “fin del mundo”. Ciertos, los cristianos llamaron y seguimos llamando a Jesús “primicia” de la resurrección universal o “primer nacido de entre los muerto”: es nuestra forma de decir que él es para nosotros el icono y el ejemplo de la vida resucitada de todos los vivientes en el Viviente, en la Vida, en Dios.

Es la Pascua de la Resurrección de Jesús, pero no tuvo lugar hace 2000 años, ni unos días después de su muerte en cruz. Cada día es el “tercer día” pascual. Desde que nació hasta que murió, Jesús vivió resucitando a la vida que no nace ni muere, como todos los vivientes que viven de verdad. Jesús resucitaba sobre todo cuando se compadecía y curaba, cuando tocaba a los intocables, cuando escuchaba historias de dolor y contaba parábolas de desafío, cuando denunciaba las mentiras de la religión y los abusos del imperio, cuando anunciaba que otro mundo mejor es posible en estas nuestras pobre manos. Jesús resucitó en su vida y, cuando murió dándolo todo, resucitó del todo, como todos los que mueren dando la vida, pues dar la vida es vivir plenamente.

La resurrección de la Vida tiene lugar desde el comienzo del mundo, si hay un comienzo, y seguirá teniendo lugar hasta el fin del mundo, si hay un fin. Resucita la semilla en la flor del laurel, el árbol en la semilla, la flor en el árbol, el canto en la rama, la Vida en la Tierra, el Espíritu en la materia, Dios en el cosmos. La vida resucita cuando triunfa la bondad y es feliz. La vida resucita en el hijo cuyo padre fue asesinado por ETA y ha vencido el deseo de venganza hasta ser capaz de hablar con los asesinos de su padre y de perdonarlos. La vida resucita en la hermana de un joven torturado, asesinado y desaparecido por el GAL a las órdenes del Estado, y nunca ha odiado a los que lo hicieron. La vida resucita en el parado que lucha y en la persona deprimida que se levanta de la postración gracias a la serotonina y al Espíritu Paráclito que vive en todo.

Amiga, amigo, es tu Pascua. Tú también eres el Viviente, la Viviente, en la gran Comunión de todos los seres hermanos. Abre los ojos como María de Magdala y los discípulos de Emaús. No temas. Acoge y celebra tu vida, y cuídala en medio de todas tus cruces y luchas. La Vida puede más. El bien es más fuerte. El Espíritu te habita. Levántate y vive.

José Arregi

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Mirar la Cruz

Sábado, 27 de septiembre de 2014
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Del blog de la Communion Béthanie:

Vangelis Kyris (10)

Mirar la cruz, es hacer memoria:
acordarse de la muerte y de la resurrección,
amar hoy hasta dar su vida,
esperar la llegada del hijo del Hombre.

Desde mi edad más joven, me llamaste a seguirte, Señor
Hoy, quiero totalmente entregárme a tí
y a tu cruz gloriosa, por el amor del mundo del sufrimiento.
¡ Qué sea tu testigo alegre con el fin de que descubra tu inmenso amor!

María, tú que has caminado hacia el calvario,
dame la fuerza de imitar a tu hijo,
me confío a tí porque sabes que soy demasiado débil.
Con este mundo de sufrimiento, María, oh, madre mía,
te doy gracias y te alabo por todo lo que me darás.

Amen.

*

Hermano Christophe de Tibhirine 1950-1996

 

 

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“En nosotros están todas las memorias del universo”, por Leonardo Boff, teólogo, escritor

Viernes, 29 de agosto de 2014
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camino de contradicciones o de esperanza y libertadLeído en la página web de Koinonia

El ser humano es el último ser de gran porte que ha entrado en el proceso de la evolución por nosotros conocido. Como no existe solamente materia y energía sino también información, ésta viene almacenada en forma de memoria en todos los seres y en nosotros a lo largo de todas las fases del proceso cosmogénico. En nuestra memoria resuenan las últimas reminiscencias del big bang que dio origen a nuestro cosmos. En los archivos de nuestra memoria se guardan las vibraciones energéticas oriundas de las inimaginables explosiones de las grandes estrellas rojas, de las cuales vinieron las supernovas y los conglomerados de galaxias, cada cual con sus miles de millones de estrellas y de planetas y asteroides.

En ella se encuentran también resonancias del calor generado por la destrucción de galaxias devorándose unas a otras, del fuego originario de las estrellas y de los planetas a su alrededor, de la incandescencia de la Tierra, del fragor de los líquidos que cayeron durante 100 millones de años sobre nuestro planeta hasta enfriarlo (era hadeana), de la exuberancia de las selvas ancestrales, reminiscencias de la voracidad de los dinosaurios que reinaron, soberanos, durante 135 millones de años, de la agresividad de nuestros antepasados en su afán por sobrevivir, del entusiasmo por el fuego que ilumina y cocina, de la alegría por el primer símbolo creado y por la primera palabra pronunciada, reminiscencias de la suavidad de las brisas leves, de las mañanas diáfanas, del precipicio de las montañas cubiertas de nieve, y por fin, recuerdos de las interdependencias entre todos los seres, creando la comunidad de los vivientes, del encuentro con el otro, capaz de ternura, entrega y amor y, finalmente, del éxtasis del descubrimiento del misterio del mundo que todos llaman por mil nombres y nosotros llamamos Dios. Todo eso está sepultado en algún rincón de nuestra psique y en el código genético de cada célula de nuestro cuerpo, porque somos tan antiguos como el universo.

No vivimos en este universo ni sobre nuestra Tierra como seres erráticos. Venimos del útero común de donde vienen todas las cosas, de la Energía de Fondo o Abismo Alimentador de todos los seres, del hadrón primordial, del top-quark, uno de los ladrillitos más ancestrales del edificio cósmico, hasta el computador actual. Y somos hijos e hijas de la Tierra. Más aún, somos aquella parte de la Tierra que anda y danza, que tiembla de emoción y piensa, que quiere y ama, que se extasía y venera el Misterio. Todas estas cosas estuvieron virtualmente en el universo, se condensaron en nuestro sistema solar y sólo después irrumpieron concretas en nuestra Tierra. Porque todo eso estaba virtualmente allí, ahora puede estar aquí en nuestras vidas.

El principio cosmogénico, es decir, aquellas energías directoras que comandan, llenas de propósito, todo el proceso evolutivo obedecen a la lógica siguiente, tan bien expuesta por E. Morin: orden, desorden, interacción, nuevo orden, nuevo desorden, nuevamente interacción y así siempre. Con esa lógica se crean siempre más complejidades y diferenciaciones; y en la misma proporción se van creando interioridad y subjetividad hasta su expresión lúcida y consciente que es la mente humana. Y simultáneamente y también en la misma proporción se va gestando la capacidad de reciprocidad de todos con todos, en todos los momentos y en todas las situaciones. Diferenciación /interioridad/ comunión: la trinidad cósmica que preside el organismo del universo.

Todo va sucediendo procesualmente y evolutivamente sometido al no-equilibrio dinámico (caos) que busca siempre un nuevo equilibrio, a través de adaptaciones e interdependencias.

La existencia humana no está fuera de esta dinámica. Tiene dentro de sí estas constantes cósmicas de caos y de cosmos, de no-equilibrio en busca de un nuevo equilibrio. Mientras estamos vivos nos encontramos siempre enredados en esta condición. Cuanto más próximos al equilibrio total más próximos a la muerte. La muerte es la fijación del equilibrio y del proceso cosmogénico. O su paso a un nivel que demanda otra forma de acceso y de conocimiento.

¿Cómo se da esta estructura concretamente en nosotros? En primer lugar por la cotidianeidad. Cada cual vive su cotidiano que comienza con el aseo personal, la manera como vive, lo que come, el trabajo, las relaciones familiares, los amigos, el amor. Lo cotidiano es prosaico y frecuentemente cargado de desencanto. La mayoría de la humanidad vive restringida a lo cotidiano con el anonimato que él implica. Es una parte del orden universal que emerge en la vida de las personas.

Pero los seres humanos también estamos habitados por la imaginación. Esta rompe las barreras de lo cotidiano y busca lo nuevo. La imaginación es, por esencia, fecunda; es el reino de lo poético, de las probabilidades de sí infinitas (de naturaleza cuántica). Imaginamos nueva vida, nueva casa, nuevo trabajo, nuevos placeres, nuevas relaciones, nuevo amor. La imaginación produce la crisis existencial y el caos en el orden cotidiano.

Pertenece a la sabiduría de cada uno articular lo cotidiano con lo imaginario, lo prosaico con lo poético y retrabajar el desorden y el orden. Si alguien se entrega sólo a lo imaginario, puede estar haciendo un viaje, vuela por las nubes olvidado de la Tierra y puede acabar en una clínica psiquiátrica. Puede también negar la fuerza seductora del imaginario, sacralizar lo cotidiano y sepultarse vivo dentro de él. Entonces se muestra pesado, poco interesante y frustrado. Rompe con la lógica del movimiento universal.

Sin embargo, cuando una persona asume su cotidiano y lo vivifica con inyecciones de creación, entonces comienza a irradiar una rara energía percibida por quienes conviven con ella.

Leonardo Boff escribió El despertar del águila: lo sim-bólico y lo dia-bólico como construcción de la realidad, 2002.

Traducción de MJ Gavito Milano

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