La provincia argentina de Mendoza tiene el primer policía trans
Maximiliano Gava (30) ingresó con un DNI de mujer a la Policía de Mendoza. Pero después de varias operaciones para transformar su genitalidad y su determinación de género masculino, logró cambiar su legajo y convertirse en el primer agente transgénero de la fuerza de seguridad de la provincia cuyana.
“Pasé 26 años de mi vida atrapado en mi cuerpo. A los 10 me empecé a desarrollar en el sexo con el que nací. Fue cuando me di cuenta de que tenía un problema porque no coincidía con lo que sentía. Pensaba que era un varón y que tarde o temprano me iba a crecer el miembro masculino”, contó el policía en una entrevista con diario Uno.
Por sus conocimientos de equitación, deporte que practicó desde los seis años, Maximiliano calificó para la Policía Montada, en el cuerpo antidisturbios y, en la actualidad, cumple sus funciones en la comisaría 17 de Lavalle, una localidad tranquila al Norte del Gran Mendoza.
Sus padres son médicos y es el menor de cuatro hermanos. Dice que desde edad preescolar le gustaban los juegos de varones y vestirse como nene: “Me ponía a llorar y me arrancaba los pelos cuando me ponían un vestido. Mis padres no entendían nada, pero siempre me respetaron“, recuerda.
Maximiliano estudió Psicología y cursó hasta cuarto año. Fue cuando quiso darle un giro a su vida y apostar por una carrera menos teórica y más práctica. Se anotó en el Instituto Universitario de Seguridad Pública y estudió la carrera de agente de policía, cuatro años atrás obtuvo su diploma.
Sobre su experiencia en estos años en la Policía de Mendoza, una institución conservadora que durante décadas fue considerada de “maldita policía” por sus excesos de poder, el agente explica: “Nunca me sentí discriminado. Me encontré con jefes que entendieron lo que estaba viviendo y lo respetaron”.
Cuando ya formaba parte de la fuerza, Maximiliano se animó a iniciar el largo proceso de cambio de sexo. Primero realizó la terapia de hormonas y luego se sometió a varias operaciones: extirpación de mamas y formación de pectorales masculinos, histerectomía (extirpación del útero) y faloplastía (reconstrucción estética de los genitales masculinos externos).
“Estaba atrapado en una cárcel, que era mi cuerpo“, admitió. Y más allá del costoso tratamiento médico (350 mil pesos la última operación), de tener que lidiar con obras sociales para cubrir parte de las intervenciones médicas y dolorosos postoperatorios con 100 puntos en la entrepierna, está feliz de haberlo logrado: “Cumplí un sueño. Tengo lo que quería“.
Fuente: Clarín, vía SentidoG
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