Curas de la Iglesia Católica ‘casan’ a parejas gays y trans en Argentina
Amor. Luisa Paz y José Coria se unieron en la parroquia Espíritu Santo, en Santiago del Estero, en 2014, tras 29 años de vida en común. El padre Sergio Lamberti los bendijo pero ella no se pudo parar frente al altar: “Dios no hace excepciones de personas”, dice.
Si bien no está autorizado por el derecho canónico, ya son varios los sacerdotes que bendicen estas uniones.
Polémica con los más tradicionales.
Escribe Gabriella Botello
Cuando Luisa Paz entró a la parroquia del Espíritu Santo, en la capital de Santiago del Estero, tuvo que hacerlo por la puerta de costado. Ella, en su vestido de novia, no podía pararse frente al altar. Es que las fórmulas nupciales tradicionales no aplicaban a ella.
No le importó: pensó en los 29 años de convivencia con José Coria, su pareja. Pensó, también, que casi tres décadas de lucha valían ese momento. Cuando dijo “Sí, quiero” el 14 de septiembre de 2014, Paz se convirtió en la primera mujer trans del país en unirse en una iglesia católica.
Desde la infancia, Paz supo que su género era distinto al que indicaba su partida de nacimiento. Su lucha comenzó siendo adolescente. “Crecer en el conservador Santiago fue muy difícil. En los 80, ser trans era motivo para ser abusada y violentada”, recuerda. Pese a las dificultades, la capital santiagueña también entrelazó los destinos de Paz y Coria, aun niños, en la casa de un amigo.
Viajar a Buenos Aires fue, para ella, una parada obligada en el proceso de convertirse en Luisa. “Cuando festejé mis 21, ya feminizada, José no lo podía creer. Entonces no pasó nada, pero los amigos ya nos burlaban con que sí”, explica.
En 2010, la pareja militó por la Ley de Matrimonio Igualitario. En 2012, Paz fue la primera en recibir de la mano de Cristina Kirchner su nuevo DNI con su identidad cambiada. Se convirtió pronto en referente de la Asociación de Travestis, Transexuales y Transgéneros de Argentina y empezó a trabajar en el Inadi local. El camino fue “largo y difícil”, pero 29 años después, Paz y Coria se casaron.
“Luchamos tanto por la igualdad que mi casamiento fue una culminación no sólo de mi amor, sino de las leyes que me permitieron ser eso que elegí. Pero también era importante para mí hacerlo en la fe en la que mi marido y yo nos criamos. Eso no hubiera sido posible sin el padre Lamberti”, explica la mujer. “Dios no hace excepciones de personas. La diversidad sexual no hace que uno deje de ser hijo de Dios: la Iglesia necesita la apertura de entender que todos los que profesen la fe pueden bendecir su amor”, afirma Sergio Lamberti, el párroco que bendijo la unión. Según explica el cura, si bien no se trató del sacramento matrimonial, la bendición que recibieron Paz y su marido “es lo más cercano”.
Intimado por los sectores más conservadores de la Iglesia y por el mismo Obispado de Santiago del Estero, Lamberti realizó el rito igual, abogando por una necesidad de apertura y contención de los “hermanos y hermanas trans o homosexuales”.
Sin embargo, según el derecho canónico, “que en la Argentina se rige en estos casos por el canon 843, los sacramentos no se niegan a nadie a menos que se den ciertas disposiciones que nos hagan dudar. Si una persona pide un sacramento matrimonial, y los dos son del mismo sexo, desde la antropología cristiana esto no se puede permitir”, explica el presbítero Mauricio Landra, decano de la Facultad de Derecho Canónico de la UCA. “Aunque haya filosofía que no coincide, Francisco fue muy claro en Amoris laetitia: dijo que no hay equiparación en personas del mismo sexo. Por más que sea civil, no es dogmático. Lo tuvimos que estudiar y lo presentamos en Roma, donde no lo podían creer. Y sí acompañamos y comprendemos, aunque no demos la razón”, concede el religioso.
Otros, como el padre Alfonso, al frente de una parroquia en la zona norte del Gran Buenos Aires, “se arriesgan” y consagran el amor de parejas homosexuales hace años. “No cualquiera elige hacerlo: aunque el matrimonio igualitario esté prohibido por el derecho canónico, ¿quiénes somos para negarlo?”, explica.
Sin embargo, las leyes canónicas católicas no contemplan excepciones: “Corresponde una amonestación fraterna para el sacerdote que incurre en esto, porque corre el riesgo de hacer daño a la comunidad a la que pertenece”, señala Landra. “Decir no también es dar amor”, concluye.
En 2012, Florencia de la V bautizó a sus hijos, Paul e Isabella, en la iglesia del Santísimo Sacramento. El padre Jorge García Cuerva recibió a la actriz y su marido, Pablo Goycochea, “con el pedido explícito de que la Iglesia bautice a sus pequeños según el derecho canónico”, explicó entonces el religioso. Ella declaró a la revista Gente: “Siempre fui una mina de fe, pero ser mamá me dio una conexión diferente con la vida religiosa”. Según explica Landra, en casos como el de De la V, cuyos hijos fueron gestados con un vientre subrogado pero legalmente anotados en el país, “tras pedir permiso a la autoridad de la diócesis, el bautismo se da pero no se la registra como la mamá. Se ponen los datos como solicitante”
Fuente Perfil
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