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El martirio de las Hnas. de Maryknoll, hace 35 años en El Salvador, clama justicia

Domingo, 6 de diciembre de 2015
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laa-cuatro-monjas-de-maryknoll-martires-en-el-salvador_560x280Violadas y asesinadas por los escuadranos de la muerte en 1980

“Maura, Ita, Jean y Dorothy están vivas y fueron mujeres maravillosas con una entrega generosa”

Desde El Salvador nos llega este conmovedor testimonio de estas cuatro hermanas conocidas en Chile. Nos unimos a las actividades en memoria de estas cuatro mártires por la causa de la justicia y el Evangelio de Jesús que nos libera (NR).

(Madeline Dorsey, en RyL).- Corría el año 1980, cuando comenzaba en El Salvador la guerra entre rebeldes de izquierda que buscaban una reforma social y las milicias represivas del gobierno conservador. Cerca de un millón de personas resultaron desplazadas por el conflicto y más de 75,000 perdieron la vida. Entre los muertos se encuentran miembros de la iglesia, a quienes se les consideraba subversivos por ayudar a los pobres.

La Hermana de Maryknoll Madeleine Dorsey, quien sirvió en El Salvador en ese momento, reflexiona sobre la muerte de cuatro de sus compañeras: la Hermana Ursulina Dorothy Kazel, la misionera laica Jean Donovan y las Hermanas de Maryknoll Ita Ford y Maura Clarke.

El recuerdo de los eventos de 1980 siempre será doloroso y hermoso al mismo tiempo, ya que la fe de la gente querida que perdimos aún nos habla hoy en día. Que yo haya sobrevivido sigue siendo un misterio para mí. Trabajaba con los pobres y tuve las mismas probabilidades de encontrar la muerte que mis compañeras. Ninguna otra Hermana de Maryknoll conocía la complejidad de El Salvador, ni entendía la guerra no declarada del gobierno contra sus propios pobres como yo.

Yo había sido testigo de demasiada violencia ese año y me encontraba sola, sirviendo a una comunidad de 8.000 personas en la Diócesis de Santa Ana. Los recién formados escuadrones de la muerte llegaban por las noches, se llevaban a los jóvenes y, en ocasiones, a sus padres también.

Dorothy Kazel y Jean Donovan, del equipo misionero de Cleveland, trabajaban a hora y media de Santa Ana. Siempre les preocupó que yo estuviera sola. Jean insistía en que no dejara de ir a nuestros días de oración y descanso que planificábamos con anterioridad.

En 1979, cuando el equipo líder de las Hermanas de Maryknoll solicitó voluntarias para unirse a nosotros en El Salvador, Carla Piette, Ita ford, Terry Alexander y Maura Clarke se ofrecieron. Carla llegó el 24 de marzo, el mismo día en que el Arzobispo Oscar Romero fue asesinado mientras ofrecía una Misa. El impacto de su muerte fue sobrecogedor en todo el mundo. Romero denunciaba constantemente la violencia. La voz del pueblo había sido silenciada.

monjas-martires-de-el-salvadorMaura e Ita hicieron trabajo social con los refugiados desplazados. Por designio de Dios, la gentil Maura, tras sólo tres meses y medio en El Salvador, acompañó a Ita, Dorothy y Jean a su martirio.

Es una historia de muerte, sepultura y resurrección. Es la única manera en la que puedo recordar aquellos días desde aquel 2 de diciembre en el que desapareció el automóvil en el que se desplazaban las cuatro misioneras. Dos días de búsqueda después, un granjero le contó a su párroco que había sido obligado a enterrar “cuatro mujeres blancas sin identificar”. Literalmente, “volamos” en un jeep hasta esa zona remota.

Entonces vino la dolorosa exhumación. Jean salió primera, su adorable rostro había sido destrozado. Dorothy tenía una expresión tranquila. La cara de Maura parecía emitir un quejido silencioso. Finalmente, estaba la pequeña Ita. Me acerqué para limpiar la tierra de sus mejillas y colocar su brazo cerca de su costado. Nosotras, las Hermanas, caímos de rodillas en reverencia. Sentí como si fuera un momento de resurrección. Sí, sus cuerpos muertos y abusados estaban allí, pero sus almas estaban con el cariñoso Salvador.

Cada 2 de diciembre se celebra con liturgias, reconstrucciones dramatizadas y procesiones la memoria de estas mujeres que sirvieron a la iglesia. En Estados Unidos, varias obras sociales para gente de bajos recursos llevan sus nombres. En El Salvador, también, un proyecto de agricultura autosostenible fue llamado en honor de las religiosas, así como muchas jóvenes de ese país.

Maura, Ita, Jean y Dorothy están vivas, y yo sólo puedo agradecer a Dios por haberlas conocido, querido y apreciado, mujeres maravillosas con dones de entrega generosa.

Testimonio de la Hna. Madeline Dorsey, tiene 92 años y vive en el centro de las Hermanas de Maryknoll en New York.

Fuente Reflexión y Liberación

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23.05.15. Beato Romero

Sábado, 23 de mayo de 2015
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11262993_883173091743476_6507209933649503993_nAsí quiero recordarte, Óscar Romero, treinta y cinco años después de tu muerte, sentado y cercano, con traje negro de cura-obispo. No ibas para Beato, no había hecho carrera para obispo mártir, ni te habías preparado para hablar de la justicia como hablaste… Pero te tocó y lo hiciste.

Las circunstancias te pusieron en la brecha, y fuiste voz de evangelio, día a día, en la vida muerte de tu pueblo, encontrando la palabra y el gesto adecuado en cada circunstancia. Habías nacido para otras respuesta, pero escuchaste las nuevas voces doloridas de tu pueblo y supiste encontrar la voz de la Justicia, la justicia del Dios de Jesús para tu gente.

Eras en el fondo muy tradicional, te gustaban las capillas piadosas, el rezo intenso de la gente, sin mezclarte en cuestiones que parecían simplemente materiales… pero los intereses materiales golpearon y mataron a tu pueblo, y tú supiste llegar al fondo de las almas, hasta la verdad de Jesús, con la voz del evangelio.

Y la inmensa mayoría de tu pueblo te sintió cercano: por tu manera de sentirte y ser iglesia, por tu forma de ser pueblo. Por eso te quisieron los más pobres de los pobres de tu pueblo, sintieron que eras de ellos, que estabas con ellos, siendo de Dios.

No te querían los jerarcas de la buena sociedad organizada, los jefes de las armas, ni los grandes del dinero y del comercio para algunos. Dijeron que eras enemigo del orden, amigo de revoluciones peligrosos… y hasta Roma llegaron las voces y escritos de tus acusadores. Y en la misma Roma te tuvieron miedo y quisieron silenciarte los dueños casi eternos de una Curia llamada Vaticana: Te humillaron cuando fuiste, te quisieron expulsar del obispado, querían que callaras (quizá los mismos que ahora te dicen Beato).

El mismo “Santo Padre” fue duro contigo, como si debiera vigilarte, como si tuviera que ignorarte y después marginarte cuando fuiste a verle (en mayo de 1879, diez meses antes de tu asesinato). Lo recuerdo muy bien, hasta creo que tengo por ahí algún escrito de aquel tiempo. Se decía que Roma quería apartarte, poniendo en tu lugar un “administrador apostólico”, porque no eras un hombre del sistema, una “figura” apropiada para aquel momento (es decir, para los dueños de un poder sangriento).

No voy a remover papeles, pero los que tenemos cierta memoria y un poco de edad sabemos recordar. Sé que volviste muy triste de Roma, y que el Papa (hoy ya santo) no quiso o no pudo entenderte. No te condenó porque era puro evangelio lo que tú decías y hacías, pero no se puso de tu parte.

Y así mataron los “poderes militares” al servicio de un sistema de dominio económico, pero te dejó morir una Iglesia aliada al sistema, una Iglesia que ahora se dice orgullosa de ti, todos buscando un lugar en tu foto de gloria.

11295892_883176528409799_5746432243968923782_nHan pasado los años, y algunos piensan que las cosas ya se han olvidado, pero muchos que éramos entonces ya “mayores” recordamos, y nos alegramos de que te digan Beato (¡no te hacen, ya lo eres, beato y santo). Nos alegramos, pero nos alegraríamos más si se dijeran las cosas en verdad, si cambiara la visión del conjunto de la Iglesia…

Ciertamente, tu Papa Juan Pablo II, viajando por tu tierra tres años más tarde, el 1983, quiso entrar en tu catedral inacabada, para orar ante tu tumba, para decir entonces que habías dado la vida por “amor a Dios y servicio a tus hermanos”. Era quizá tarde, pero fue hermoso que lo hiciera, y es hermoso que la Iglesia Universal, a través del Papa Francisco (a pesar de la oposición de muchos, dentro y fuera de la Iglesia) haya querido nombrarte Beato, no simplemente por tu muerte en defensa de la fe, sino en defensa de la justicia.
Las tres imágenes que comentan esta postal se las debo a Rosa Quinta, que las ha “colgado” amablemente en mi Facebook, donde podrá verlas quien quiera. Gracias Rosa, te debo este gesto, y el cariño que tienes por Romero.
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Tres años de verdad

Le asesinaron hace treinta y cinco años (24. 03. 80), después de tres de pasión con su pueblo y como su pueblo de El Salvador. Su “vida pública”, como arzobispo de la capital (San Salvador) duró tres años, como la de Jesús y no dejó a nadie indiferente.

Unos le consideraban un profeta, un mártir, un luchador por la paz y el diálogo, un hombre de Iglesia.
Otros, en cambio, le vieron como un simple un revolucionario, un agitador de masas, un político frustrado que promovía la crispación, un personaje en busca de notoriedad social.

Y así le mataron los políticos e ideólogos de un orden imperial capitalista. Su rostro amable, esculpido en piedra, entre D. Bonhoeffer y M.Luther King, en la abadía de Westmister, Londres, invita a mantener la esperanza contra toda desesperanza (cf. Imagen).

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El recuerdo de su asesinato, unido nuevamente al de Jesús, proclama la certeza y la fuerza de un amor y una justicia que es el rostro de Dios sobre la tierra.

Experiencia fundante.

Ciertamente, Romero se había preocupado siempre por los pobres, pero de un modo general. Pues bien, unas semanas después de haber sido nombrado arzobispo de San Salvador, el 22 de febrero de 1977, uno de sus buenos amigos, que trabajaba mano a mano con los pobres, Rutilio Grande SJ, fue brutalmente asesinado por los escuadrones de la muerte.

Ese asesinato despertó su conciencia cristiana y marcó desde entonces subida.

En los meses y años que siguieron a la muerte de Grande, fueron asesinados muchos sacerdotes, religiosas y agentes de pastoral. Entre ellos había religiosas como Dorothy Kazel, Ida Ford, Maura Clarke, y trabajadores laicos como Jean Donovan, que fueron asesinados el 2 de diciembre del 1980. Estas muertes tuvieron una gran repercusión pública, pero hubo también muchos catequistas, organizadores de asambleas de trabajo, periodistas, estudiantes, personas vinculadas al servicio médico y más de tres mil campesinos, que eran asesinados cada mes. Ellos deben ser añadidos a la lista de los iconos de justicia, aunque sus muertes hayan sido en gran parte desconocidas, no reconocidas y no publicadas. A través de estos injustamente asesinados, Romero se encontró en el centro de una guerra dirigida en contra de los pobres.

Metáfora central

La metáfora central que configuró la visión espiritual del Beato Romero fue Cristo crucificado y el pueblo crucificado de El Salvador, como él mismo decía:

Cada vez que miramos a los pobres…descubrimos el rostro de Cristo… El rostro de Cristo se encuentra entre los sacos y cestas de los trabajadores del campo; el rostro de Cristo se encuentra en aquellos que son torturados y maltratados en las prisiones; el rostro de Cristo está muriendo de hambre en los niños que no tienen nada que comer; el rostro de Cristo está en los pobres que piden a la Iglesia, con el deseo de que su voz sea escuchada

El Cristo crucificado iluminó su vida, hasta que el 24 de Marzo de 1980, dentro de la iglesia del Hospital de la Divina Providencia, le dispararon y mataron mientras celebraba la misa.

Teología operativa.

El eje principal en torno al cual giró la vida de Romero fue la vida, muerte y resurrección de Jesucristo. En ésa línea, él creyó que había sido llamado a “sentir con la iglesia”, especialmente en la medida en que ella sufre en el mundo.

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