Hacerse como niños…
Creo cada vez más en el Evangelio, en su sencillez, y comprendo la preocupación con que hablaba Jesús a sus íntimos: «Si no os hacéis como los niños no entraréis en el Reino de los Cielos». Hacerse niños no es una cosa fácil para hombres minados por el orgullo como nosotros. Y por eso nos advirtió Jesús con tanta dureza: «No entraréis».
Sé que no seré creído, pero afirmo sin el menor asomo de duda que el comienzo en serio de la vida espiritual tiene lugar cuando el hombre lleva a cabo un auténtico acto de humildad, v, con frecuencia, la propedéutica de la fe en la mayoría de los nombres, o la maduración de la misma en otros, queda bloqueada, envenenada, torturada, prolongada al infinito por la incapacidad para llegar a ser niños y echarse en los brazos del misterio de Dios con un alma de chiquillo… Sí, hacerse pequeños, más pequeños aún, lo más pequeños posible: ése es el gran secreto de la vida mística.
Y cuando quedamos reducidos a un punto, sin más consistencia que la del alma que mira, o la del corazón que ama, entonces hemos de acostumbrarnos a invertir la posición, la eterna posición del orgullo, la difícil posición del yo que se cree siempre el centro del universo.
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C. Carretto,
Más allá de las cosas,
Ediciones San Pablo, Madrid 1995.
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