Jesús de Nazaret, indignado con el patriarcado
La mayoría de las religiones nunca se ha llevado bien con las mujeres -tampoco hoy-, que son las eternas olvidadas y las grandes perdedoras, consideradas subalternas y convertidas con frecuencia en sirvientas de los dirigentes religiosos
Sin el testimonio y la experiencia de la Resurrección por parte de las mujeres, quizá no hubiera nacido la Iglesia cristiana. Ellas se encuentran en los orígenes y en el primer desarrollo del cristianismo
Las mujeres jugaron un papel determinante en la expansión del movimiento de Jesús fuera de las fronteras de Israel.
La mayoría de las religiones nunca se ha llevado bien con las mujeres -tampoco hoy-, que son las eternas olvidadas y las grandes perdedoras, consideradas subalternas y convertidas con frecuencia en sirvientas de los dirigentes religiosos. Sus cuerpos y sus mentes son colonizados. No se les reconoce como sujetos morales, religiosos y teológicos porque en las religiones impera la masculinidad sagrada patriarcal.
Llevan razón la intelectual feminista Mary Daly cuando en su libro Más allá de Dios Padre afirma que “Si Dios es varón, el varón es Dios”, y la feminista de la tercera ola Kate Millet, quien en su libro Política sexual, dice que “el patriarcado tiene a Dios de su parte”. Pero no porque el Dios cristiano sea misógino, machista y patriarcal, sino porque esa es la imagen que ofrece de él el patriarcado religioso, en alianza con los otros patriarcados.
Muy distinta fue, sin embargo, la actitud de Jesús de Nazaret, que mostró su indignación de manera especial con la sociedad y la religión patriarcales de su tiempo. El cristianismo histórico ha mantenido oculta esa actitud durante muchos siglos, ya que las iglesias cristianas se han configurado patriarcalmente y necesitaban legitimar dicha configuración a través de una imagen igualmente patriarcal del propio Jesús, de su mensaje y su práctica.
La pensadora americana Mary Daly
Tampoco la exégesis y la teología fueron capaces de descubrir esa indignación, ya que han operado casi siempre, hasta muy recientemente, con métodos histórico-críticos androcéntricos, que resultaban patriarcales en la comprensión de la realidad, en la traducción e interpretación de los textos y en las imágenes que ofrecían de Jesús en la predicación, la catequesis, los tratados de teología y los libros de piedad.
Hoy, gracias sobre todo a la hermenéutica y a la teología feministas de la sospecha y a los estudios de antropología cultural y de sociología del Nuevo Testamento, del cristianismo primitivo y del Jesús histórico, se está poniendo de manifiesto la centralidad de la indignación de Jesús contra el patriarcado religioso, político, social y jurídico de su tiempo.
Jesús reconoce a las mujeres la dignidad que el judaísmo ortodoxo les negaba en todos los órdenes
Jesús reconoce a las mujeres la dignidad que el judaísmo ortodoxo les negaba en todos los órdenes. Pone en cuestión las leyes penales que condenaban con más severidad a las mujeres que a los varones, como la lapidación por adulterio y el libelo de repudio. En la escena evangélica de la mujer adúltera hay dos elementos a tener en cuenta en la conducta de Jesús: a) echa en cara a los acusadores su doble moral; b) perdona a la mujer, eximiéndola del castigo que le imponía la ley.
Creyentes, Críticas y Feministas
Valora muy positivamente el gesto generoso de la mujer que se presenta en casa del fariseo Simón, donde estaba Jesús comiendo, y derrama sobre él un frasco de perfume, lo que demuestra cercanía, e incluso ternura, hacia Jesús y reconocimiento simbólico de su mesianidad. En otra ocasión, Jesús osa afirmar, con harto escándalo para las autoridades religiosas, que las prostitutas, los pecadores y los publicanos precederán en el reino de los cielos a los fieles cumplidores de la ley. Tal modo de actuar entra en conflicto con los guardianes de la ley.
Movimiento igualitario
Pone en marcha un movimiento igualitario de hombres y de mujeres, donde el sexo no es motivo de discriminación, ni de reconocimiento especial. El elemento común a hombres y mujeres dentro del grupo es el seguimiento del Maestro, que exige: compartir su estilo de vida pobre, acoger su enseñanza y anunciar el reino de Dios como buena noticia de liberación para las personas y los colectivos empobrecidos y marginados. Así lo pone de manifiesto un texto del evangelio de Lucas que se refiere a las mujeres que acompañaban a Jesús, algo que resultaba insólito entre los rabinos judíos: Lc 8,1-3.
La actitud integradora e inclusiva de Jesús provocó necesariamente conflicto, constituyó un desafío a las estructuras patriarcales del judaísmo
Jesús reconoce a las mujeres la dignidad y la ciudadanía que les negaban la religión, la sociedad y el Imperio romano. La actitud integradora e inclusiva de Jesús provocó necesariamente conflicto, constituyó un desafío a las estructuras patriarcales del judaísmo y a su discurso androcéntrico e implicaba un cambio revolucionario no solo en el terreno religioso, también en el político y el social.
Las mujeres jugaron un papel determinante en la expansión del movimiento de Jesús fuera de las fronteras de Israel. Así parecen indicarlo dos relatos evangélicos pertenecientes a dos tradiciones diferentes: el de la Samaritana, difusora de la Buena Noticia de Jesús en medio de un pueblo heterodoxo a los ojos de los judíos (Jn 4), y el de la Sirofenicia, mujer pagana que pide a Jesús la curación de su hija, poseída por un espíritu inmundo (Mc 7, 24-30; Mt 15, 21-28) y consigue vencer sus iniciales resistencias.
Primeras testigos del Resucitado
Pero donde se rompen todos los esquemas patriarcales de la sociedad y la religión judías es en los relatos de la Resurrección. Las mujeres, cuyo testimonio carecía de valor, aparecen como las primeras testigos del Resucitado. Los Doce aparecen como testigos indirectos que acceden al conocimiento de la resurrección a través de las mujeres. La actitud de aquellos ante el testimonio de las mujeres concuerda con el comportamiento adoptado durante el proceso de Jesús: si entonces huyeron, ahora se muestran reticentes y desconcertados. Como judíos misóginos, no creen a las mujeres.
Magdalena, con Jesús, de Giovanni Bellini
Pablo de Tarso excluyó a las mujeres de la lista de las apariciones, sustituyéndolas por los Doce apóstoles y a María Magdalena por Pedro (1 Cor 15, 3-8). Pero ello no fue óbice para que el mismo Pablo reconociera la igualdad entre los hombres y las mujeres (Gálatas 3,26-28) y para que éstas tuvieran responsabilidades directivas en las comunidades paulinas. Coincido con Suzanne Tunc: “¡Ellas (las mujeres) son el eslabón indispensable de la transmisión del mensaje evangélico, e incluso el eslabón esencial para nuestra fe en Cristo resucitado!“.
Yo voy más allá todavía: sin el testimonio y la experiencia de la Resurrección por parte de las mujeres, quizá no hubiera nacido la Iglesia cristiana. Ellas se encuentran en los orígenes y en el primer desarrollo del cristianismo. Por eso resulta inexplicable que siendo las mujeres el origen de la Iglesia, sufrieran pronto tamaña marginación que dura hasta hoy, sin visos de cambio, al menos institucionalmente. En las bases cristianas sí hay cambios importantes, que han dado lugar a la rebelión de las mujeres y al nacimiento de la teología feminista.
Fuente Religión Digital
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