Comentarios desactivados en Ezequiel Ramin, mártir de la opción por la tierra y por los pobres
Del blog de Luis Miguel Modino:
El pasado viernes se cumplieron treinta años del martirio del comboniano
Su memoria continúa presente en las organizaciones populares
Se cumplen, este 24 de julio, treinta años del martirio del comboniano italiano Ezequiel Ramin. Nacido en Padua el 9 de febrero de 1953 y ordenado sacerdote en 1980, siempre tuvo como aspiración dedicar su vida a la misión entre los más pobres y abandonados, por quienes derramo su sangre en Cacoal, estado de Rondonia, amazonia brasileña.
El Padre Ezequiel Ramin llegó a la diócesis de Ji-Paraná cuando ésta estaba comenzando. Monseñor Antonio Possamai, obispo diocesano en aquella época, señala que encontró allí diversas realidades, la primera la multitud de inmigrantes llegados de todo Brasil, incentivados por el gobierno brasileño, que hacía creer que aquella tierra era El Dorado brasileño. Mucha gente vendió todo y fue a comenzar una nueva vida, pensando que en poco tiempo todos iban a ser ricos. Pero llegando a Rondonia, todavía en plena dictadura militar, la realidad era totalmente diferente y el prometido apoyo del gobierno no existía. Cada uno tenía que arreglárselas como podía.
En esta situación las Comunidades Eclesiales de Base se convirtieron en lugar de resistencia. Era, en opinión de Monseñor Possamai, una diócesis pobre en clero, pero muy rica en laicos, muy comprometidos con la Iglesia y en la lucha por la liberación del pueblo. Juntarse para rezar y construir una pequeña capilla era una de las primeras cosas que los recién llegados hacían.
Dentro de este contexto, los combonianos asumen la misión, en la diócesis de Ji-Paraná, para poder hacer realidad una Iglesia diferente, que amase a aquella gente, una Iglesia que caminase con el pueblo, comprometida con los pobres y atenta a las cuestiones sociales, como orientaba el Vaticano II.
En los primeros meses de 1984, el Padre Ezequiel llega a la comunidad de Cacoal. La gente veía en él a alguien joven, lleno de vida y expectativas y con muchas ganas de trabajar. Rápidamente va a descubrir las grandes desigualdades existentes, incrementadas por el abuso y violencia de los poderosos que invadían las tierras de los pequeños agricultores para aumentar sus latifundios.
Eran tiempos en los que la situación era tensa, lo que, unido al espíritu profético de Ezequiel Ramin, provocaba preocupación entre la gente y los miembros de su congregación, que le pedían que tuviese más paciencia. Su valentía, ganas de seguir en frente y hacer realidad la causa del Evangelio, le convirtieron, en poco tiempo, en un personaje muy popular y con gran carisma. Pero al mismo tiempo en alguien a quien los poderosos consideraban peligroso, pues su mayor alegría era ayudar al pobre, por lo que, en una tierra sin ley, la persecución contra él comenzó.
La hacienda Catuva era una propiedad inmensa en la que se habían instalado un grupo de campesinos sin tierra, que fueron amenazados de muerte. Como todavía reconocen los que en aquel momento estaban acampados en la hacienda, el Padre Ezequiel era quien aconsejaba y defendía a los pequeños, agricultores e indígenas, que luchaban por el reconocimiento de sus tierras.
El día 23 de junio de 1985, el padre Ezequiel, junto con Adilio de Souza, presidente del Sindicato de los Trabajadores Rurales de Cacoal en la época, visita la comunidad de Santa Lucia, donde las esposas de los que estaban acampados en la hacienda Catuva le piden que vaya a aconsejar a sus maridos para evitar entrar en conflicto.
Varias son las personas que le desaconsejaron emprender ese viaje, pero el amor que él manifestaba por el pueblo habló más alto, convirtiéndose en testigo de ese amor de Dios que da la vida por los otros. Llegado a la hacienda entabla una conversación con los campesinos que allí se encontraban e intenta dialogar con los pistoleros que continuamente vigilaban a los acampados, quienes por sorpresa y a traición acabaron con su vida a tiros.
La lectura de las Bienaventuranzas resonó entre las cuatro paredes de una Iglesia abarrotada, en cuanto una cruz, de la que colgaba la camisa ensangrentada que el Padre Ezequiel vestía en la hora de su martirio, entraba pausadamente en medio de una fuerte tensión popular. Católicos, evangélicos, indígenas, campesinos, los pobres de Yahveh…, clamaban y se rebelaban ante la muerte del profeta de la opción por la tierra y por los pobres. Todavía recuerdo con emoción la entrada de esa misma camisa en el Intereclesial de las Comunidades Eclesiales de Base que tuvo lugar en 2009, en Porto Velho, capital del estado de Rondonia, donde él murió.
Monseñor Antonio Possamai señala que “la sangre los mártires es semilla de nuevos cristianos, hubo muchas persecuciones, en muchos lugares, pero también hubo un tiempo de florecimiento en la cantidad, en el compromiso, en el nacimiento de pequeñas comunidades, en centros de formación…”
La memoria del Padre Ezequiel Ramin continúa presente en las organizaciones populares, que sienten su valentía en la lucha por la liberación del pueblo, de alguien que no tuvo reparo en dar la propia vida para defender la causa de los más pobres y oprimidos, siendo llamado a sembrar justicia, esperanza y vida, desde la fidelidad a Dios. Es la vieja lucha por Tierra, Techo y Trabajo, que algunos siempre enfrentaron desde la fe, y que hoy asume, sin reparos, aquel a quien el Señor le confió conducir la Barca de Pedro.
Que la letra del Padre Nuestro de los Mártires, compuesto por Cireneu Kunh, religioso del Verbo Divino, viendo la foto del Padre Ezequiel acribillado a balazos, y que siempre está presente en la vida de la Comunidades Eclesiales de Base, pueda ayudar a seguir descubriendo la presencia de Dios en los que continúan dando la vida por el Reino:
Padre nuestro, del pobre y del marginado,
Padre nuestro, de mártires y torturados.
Tu nombre es santificado en aquel que muere al defender la vida,
Tu nombre es glorificado, cuando la justicia es nuestra medida,
Tu reino es de libertad, de fraternidad, paz y comunión,
Maldita toda violencia que devora al hombre por la represión.
Hágase tu voluntad, en el ser verdadero Dios liberador,
No vamos seguir la doctrina amañada por el poder opresor.
Pedimos el pan de la vida, pan de la esperanza, el pan de los pobres.
El pan que trae humanidad y reconstruye al hombre en vez de cañones.
Perdónanos cuando por miedo quedamos callados delante la muerte,
Perdona y destruye el reino de la corrupción como ley más fuerte.
Protégenos de la maldad, de los prepotentes, de los asesinos
Dios Padre revolucionario, hermano del pobre, Dios del oprimido.
Comentarios desactivados en Espinal, o el riesgo de un mártir descafeinado
Voces. Daniel Mercado. [Información de la Comunidad]El crucifijo que regaló Evo Morales al Papa ha desencadenado un aluvión de comentarios. Muchos medios y las redes sociales se han prodigado en críticas, descalificaciones y hasta furibundas reacciones. “Crucifijo comunista”, “oxímoron”, “regalo insultante” han sido algunas de las expresiones más benevolentes.
No acostumbro a sumarme sin más a la corriente imperante y menos en este caso donde detrás de las críticas hay ideología, no precisamente en la mejor de sus acepciones, y falta de conocimiento, por no llamarle ignorancia.
Para entender el gesto de Morales, es importante, saber que el regalo en cuestión es reproducción de un tallado hecho por Luis Espinal, el mismo jesuita homenajeado por el Papa. Él talló esa imagen en madera y decidió colocar allí el Cristo de la cruz que recibió cuando hizo sus votos. Un gesto muy significativo, porque ponía en contacto el centro de su vocación, Cristo, con el emblema de una ideología que era motivo de muchas de sus inquietudes.
Con el crucifijo de marras, se ha puesto de manifiesto que probablemente se conoce poco de Espinal o que se olvida deliberadamente aspectos esenciales de su vida por incómodos. Espinal no murió por casualidad, fue secuestrado, salvajemente torturado en un matadero, asesinado a sangre fría y finalmente su cadáver fue abandonado en un basurero, como desecho de una sociedad que castiga a quien no le sirve.
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Luis Espinal y su cadáver tras ser torturado y asesinado.
Espinal murió a consecuencia de una vida coherente con el Evangelio, denunciando la injusticia, defendiendo los derechos de las personas, violados sistemáticamente por los poderosos. Murió porque peleó contra la injusticia y del lado de las víctimas, murió porque hubo personas dispuestas a crímenes atroces con tal de proteger sus privilegios.
A los personajes proféticos, las sociedades se las arreglan para domesticarlos. De Luis Espinal se preferiría hacer un mártir descafeinado, quitándole todo lo que incomoda para hacerlo inocuo y dejarlo listo para consumo masivo: una estampita de adorno. El incidente del crucifijo ha puesto en evidencia que muchos recuerdan a Lucho, pero no su significado. Un simple símbolo ideológico ha provocado revuelo y la indignación de algunos, esos a los que no les llama la atención, mucho menos les parece incoherente, un Cristo crucificado en una cruz de oro y piedras preciosas.
Si Luis Espinal sobrevive en nuestra memoria no es para tranquilizar conciencias, darnos una palmada en el hombro mientras ante la injusticia preferimos mirar para otro lado. Su vida, escritos y arte, también el controvertido crucifijo, están ahí interpelándonos. Luis nos recordará siempre, una y otra vez, a todos los creyentes que “una religión que no tenga la valentía de hablar a favor del hombre, tampoco tiene derecho de hablar a favor de Dios”.
Comentarios desactivados en Beato Monseñor Romero: sacerdote, profeta y… mártir
Como primicia de un nuevo Pentecostés, nuestro hermano Oscar es beatificado hoy…
Reflexiones con motivo de su próxima beatificación
Pablo Dominguez, Secretariado Diocesano de Migraciones, Alicante
ECLESALIA, 19/05/15.- En estos momentos en el cielo, Mons. Romero se debe sentir como un niño con zapatos nuevos. Romero fue sacerdote, profeta y… mártir; pero desde ahora también oficialmente Beato, en su recién reconocimiento por la Iglesia Católica. Parece que la talla de sus humildes pies que pisaron nuestro mundo, especialmente el de los más pobres, ha crecido. Ascendiendo así en los altares.
Pero Monseñor Romero ya era santo, desde el día que lo mataron hace 35 años. Así lo siente suyo su pueblo, no solo el salvadoreño, sino todo un continente, especialmente todos los empobrecidos de Latinoamérica y del mundo entero que conocen su testimonio. Llamándolo, recordándolo e invocándolo como San Romero de América, pastor y mártir nuestro. Confirmando sus palabras días antes de su asesinato: “Un obispo morirá, pero la Iglesia de Dios, que es el pueblo, no perecerá jamás… Si me matan resucitaré en el Pueblo”.
Este posiblemente es el reconocimiento más grande que ha recibido hasta ahora Mons. Romero, quizá con aras de hacerle justicia terrenalmente. Con esta proclamación se puede interpretar un paso más del Papa Francisco, en nuestro querer una Iglesia pobre y para los pobres. Como así lo fue la experiencia eclesial de Romero: “Los pobres han marcado el verdadero caminar de la Iglesia”.
Por eso en este acontecer eclesial no solo se reconoce el camino de santidad de Oscar Romero como obispo de los pobres, sino también una vez más la realidad de un pueblo mundial que ha sido y es oprimido por el desigual sistema económico, político y social de nuestro mundo. Al mismo tiempo que a una teología más encarnada en la lucha y liberación de la humanidad, “los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres (y mujeres) de nuestro tiempo… son a la vez… de los discípulos(as) de Cristo”, como dice el Concilio Vaticano II en la constitución pastoral Gaudium et Spes. Recordemos que más del 80% de la humanidad vive en la pobreza, repartida por todos los continentes, también en los barrios de nuestras ciudades.
Entre los nombramientos y títulos, en su currículum terrenal, además de haber llegado a ser Arzobispo de San Salvador, fue galardonado con diferentes reconocimientos civiles antes de su asesinato, por su lucha a favor de los Derechos Humanos, los más distinguidos fueron los Doctor Honoris Causa por la Universidad de Georgetown (EE.UU.) y la Universidad de Lovaina (Bélgica). Y la nominación en 1979 al Premio Nobel de la Paz, quien sería finalmente entregado a Madre Teresa de Calcuta. A quien felicitó por su premio. Pero por encima de todos estos, el más importante, fue recibir la gracia de su conversión, casi a sus 60 años, de ser pastor de su pueblo pobre: “Con este Pueblo no cuesta ser buen pastor”, decía él, llevándole a correr su misma suerte. Su identificación fue tan grande que expresaba: “El Pueblo es mi pastor, mi profeta… Pastores somos todos porque ustedes son quienes me están guiando”. Dejando así a un lado todo tipo de privilegios y comodidades ofrecidas por los poderosos de su tiempo.
Romero como el profeta que fue no se libró de todo tipo de calumnias y acusaciones propias de su contexto, por su denuncia de las injusticias y posición de estar con los más pobres. La Iglesia no puede ser neutral cuando la Creación gime hasta el presente con dolores de parto (Rm 8, 18-23), tiene que estar siempre al lado de quienes más sufren. Seguramente haría suyas las palabras de su homólogo brasileño en el apostolado, Helder Camara: “Cuando alimenté a los pobres me llamaron santo; pero cuando pregunté por qué hay gente pobre me llamaron comunista”.
El reinado de Romero fue como el de Jesús, siguiendo sus pasos lo mataron, porque no era para los grandes poderes de este mundo. Habiendo hecha suya la causa de los pobres entregó su vida, muriendo por los suyos, por su pueblo. La vida de Mons. Romero es evangelio encarnado, hecho vida. Si el grano de trigo no cae a tierra y muere, queda solo; pero si muere da mucho fruto. (Jn 12, 24).
Este reconocimiento oficial de nuestra Iglesia Católica llega hoy para Mons. Romero, mañana será para Mons. Gerardi, Arlen Siu, Felipe y Mary Barreda, Joao Bosco, Ellacuría y compañeros… Como así para miles de peregrinos y peregrinas que entregaron su vida por un mundo más humano, más de Dios, de los empobrecidos y empobrecidas de nuestra historia. Ellacuría, quien también se encarnó en la patria chica de Romero, corriendo su misma suerte, tras su perpetrada muerte, afirmó lapidariamente: “Con Monseñor Romero Dios pasó por la historia”.
“Que mi sangre sea semilla de libertad y señal de que la esperanza será pronto una realidad”. Querido Romero, escuchamos tus palabras como un eco en nuestro corazón que nos invita a seguir comprometiéndonos con tu causa, a seguir tus pasos. Desde que acabaron con tu vida el fruto de tu entrega no ha dejado de dar vida, y vida en abundancia (Jn 10, 10). Tus pies que caminaron por los maltrechos caminos de nuestro mundo, siguiendo los de Jesús, marcaron un camino lleno de esperanza y liberación. Hoy tus zapatos se quedan pequeños. Tu pueblo ya te hizo santo. Tu vida, ¿también hoy no será una de las bellas flores de nuestra nueva primavera eclesial, en el permanente Pentecostés que estamos invitados, invitadas a vivir?
“El Reino está ya misteriosamente presente en nuestra tierra; cuando venga el Señor, se consumará su perfección. Esta es la esperanza que nos alienta a los cristianos. Sabemos que todo esfuerzo por mejorar una sociedad, sobre todo cuando está tan metida esa injusticia y el pecado, es un esfuerzo que Dios bendice, que Dios quiere, que Dios nos exige”.
(Palabras de la última homilía de Mons. Romero, instantes antes que entregara su vida). (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
Comentarios desactivados en 23.05.15. Beato Romero
Así quiero recordarte, Óscar Romero, treinta y cinco años después de tu muerte, sentado y cercano, con traje negro de cura-obispo. No ibas para Beato, no había hecho carrera para obispo mártir, ni te habías preparado para hablar de la justicia como hablaste… Pero te tocó y lo hiciste.
Las circunstancias te pusieron en la brecha, y fuiste voz de evangelio, día a día, en la vida muerte de tu pueblo, encontrando la palabra y el gesto adecuado en cada circunstancia. Habías nacido para otras respuesta, pero escuchaste las nuevas voces doloridas de tu pueblo y supiste encontrar la voz de la Justicia, la justicia del Dios de Jesús para tu gente.
Eras en el fondo muy tradicional, te gustaban las capillas piadosas, el rezo intenso de la gente, sin mezclarte en cuestiones que parecían simplemente materiales… pero los intereses materiales golpearon y mataron a tu pueblo, y tú supiste llegar al fondo de las almas, hasta la verdad de Jesús, con la voz del evangelio.
Y la inmensa mayoría de tu pueblo te sintió cercano: por tu manera de sentirte y ser iglesia, por tu forma de ser pueblo. Por eso te quisieron los más pobres de los pobres de tu pueblo, sintieron que eras de ellos, que estabas con ellos, siendo de Dios.
No te querían los jerarcas de la buena sociedad organizada, los jefes de las armas, ni los grandes del dinero y del comercio para algunos. Dijeron que eras enemigo del orden, amigo de revoluciones peligrosos… y hasta Roma llegaron las voces y escritos de tus acusadores. Y en la misma Roma te tuvieron miedo y quisieron silenciarte los dueños casi eternos de una Curia llamada Vaticana: Te humillaron cuando fuiste, te quisieron expulsar del obispado, querían que callaras (quizá los mismos que ahora te dicen Beato).
El mismo “Santo Padre” fue duro contigo, como si debiera vigilarte, como si tuviera que ignorarte y después marginarte cuando fuiste a verle (en mayo de 1879, diez meses antes de tu asesinato). Lo recuerdo muy bien, hasta creo que tengo por ahí algún escrito de aquel tiempo. Se decía que Roma quería apartarte, poniendo en tu lugar un “administrador apostólico”, porque no eras un hombre del sistema, una “figura” apropiada para aquel momento (es decir, para los dueños de un poder sangriento).
No voy a remover papeles, pero los que tenemos cierta memoria y un poco de edad sabemos recordar. Sé que volviste muy triste de Roma, y que el Papa (hoy ya santo) no quiso o no pudo entenderte. No te condenó porque era puro evangelio lo que tú decías y hacías, pero no se puso de tu parte.
Y así mataron los “poderes militares” al servicio de un sistema de dominio económico, pero te dejó morir una Iglesia aliada al sistema, una Iglesia que ahora se dice orgullosa de ti, todos buscando un lugar en tu foto de gloria.
Han pasado los años, y algunos piensan que las cosas ya se han olvidado, pero muchos que éramos entonces ya “mayores” recordamos, y nos alegramos de que te digan Beato (¡no te hacen, ya lo eres, beato y santo). Nos alegramos, pero nos alegraríamos más si se dijeran las cosas en verdad, si cambiara la visión del conjunto de la Iglesia…
Ciertamente, tu Papa Juan Pablo II, viajando por tu tierra tres años más tarde, el 1983, quiso entrar en tu catedral inacabada, para orar ante tu tumba, para decir entonces que habías dado la vida por “amor a Dios y servicio a tus hermanos”. Era quizá tarde, pero fue hermoso que lo hiciera, y es hermoso que la Iglesia Universal, a través del Papa Francisco (a pesar de la oposición de muchos, dentro y fuera de la Iglesia) haya querido nombrarte Beato, no simplemente por tu muerte en defensa de la fe, sino en defensa de la justicia.
Las tres imágenes que comentan esta postal se las debo a Rosa Quinta, que las ha “colgado” amablemente en mi Facebook, donde podrá verlas quien quiera. Gracias Rosa, te debo este gesto, y el cariño que tienes por Romero.
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Tres años de verdad
Le asesinaron hace treinta y cinco años (24. 03. 80), después de tres de pasión con su pueblo y como su pueblo de El Salvador. Su “vida pública”, como arzobispo de la capital (San Salvador) duró tres años, como la de Jesús y no dejó a nadie indiferente.
— Unos le consideraban un profeta, un mártir, un luchador por la paz y el diálogo, un hombre de Iglesia.
‒ Otros, en cambio, le vieron como un simple un revolucionario, un agitador de masas, un político frustrado que promovía la crispación, un personaje en busca de notoriedad social.
Y así le mataron los políticos e ideólogos de un orden imperial capitalista. Su rostro amable, esculpido en piedra, entre D. Bonhoeffer y M.Luther King, en la abadía de Westmister, Londres, invita a mantener la esperanza contra toda desesperanza (cf. Imagen).
El recuerdo de su asesinato, unido nuevamente al de Jesús, proclama la certeza y la fuerza de un amor y una justicia que es el rostro de Dios sobre la tierra.
Experiencia fundante.
Ciertamente, Romero se había preocupado siempre por los pobres, pero de un modo general. Pues bien, unas semanas después de haber sido nombrado arzobispo de San Salvador, el 22 de febrero de 1977, uno de sus buenos amigos, que trabajaba mano a mano con los pobres, Rutilio Grande SJ, fue brutalmente asesinado por los escuadrones de la muerte.
Ese asesinato despertó su conciencia cristiana y marcó desde entonces subida.
En los meses y años que siguieron a la muerte de Grande, fueron asesinados muchos sacerdotes, religiosas y agentes de pastoral. Entre ellos había religiosas como Dorothy Kazel, Ida Ford, Maura Clarke, y trabajadores laicos como Jean Donovan, que fueron asesinados el 2 de diciembre del 1980. Estas muertes tuvieron una gran repercusión pública, pero hubo también muchos catequistas, organizadores de asambleas de trabajo, periodistas, estudiantes, personas vinculadas al servicio médico y más de tres mil campesinos, que eran asesinados cada mes. Ellos deben ser añadidos a la lista de los iconos de justicia, aunque sus muertes hayan sido en gran parte desconocidas, no reconocidas y no publicadas. A través de estos injustamente asesinados, Romero se encontró en el centro de una guerra dirigida en contra de los pobres.
Metáfora central
La metáfora central que configuró la visión espiritual del Beato Romero fue Cristo crucificado y el pueblo crucificado de El Salvador, como él mismo decía:
Cada vez que miramos a los pobres…descubrimos el rostro de Cristo… El rostro de Cristo se encuentra entre los sacos y cestas de los trabajadores del campo; el rostro de Cristo se encuentra en aquellos que son torturados y maltratados en las prisiones; el rostro de Cristo está muriendo de hambre en los niños que no tienen nada que comer; el rostro de Cristo está en los pobres que piden a la Iglesia, con el deseo de que su voz sea escuchada
El Cristo crucificado iluminó su vida, hasta que el 24 de Marzo de 1980, dentro de la iglesia del Hospital de la Divina Providencia, le dispararon y mataron mientras celebraba la misa.
Teología operativa.
El eje principal en torno al cual giró la vida de Romero fue la vida, muerte y resurrección de Jesucristo. En ésa línea, él creyó que había sido llamado a “sentir con la iglesia”, especialmente en la medida en que ella sufre en el mundo.
Comentarios desactivados en San Romero de América, pastor y mártir en defensa de los pobres
¡Alegrémonos! El sábado 23 de mayo tendrá lugar en San Salvador la ceremonia de beatificación de Óscar Arnulfo Romero, que fuera arzobispo de esa ciudad desde 1977 hasta su asesinato, a los 62 años, mientras celebraba la eucaristía, el 24 de marzo de 1980. Su vida y su muerte nos interpelan a los que formamos parte de Redes Cristianas a vivir el cristianismo con coherencia y poniendo en primer lugar a los pobres y a los que sufren por la violencia y la injusticia, y a seguir trabajando por una iglesia cuyas prioridades sean las que tuvo Monseñor Romero, cuya sangre -en un mundo sediento de testimonio- ha sido la mejor “teología narrativa” que podíamos recibir de un obispo:
«Como pastor estoy obligado por mandato divino a dar la vida por quienes amo, que son todos los salvadoreños, aun por aquellos que vayan a asesinarme. Si llegaran a cumplirse las amenazas, desde ya ofrezco a Dios mi sangre por la redención y resurrección de El Salvador.»
Su beatificación, y su eventual canonización posterior, devolverá –como dice su postulador- a los hombres de buena voluntad el legítimo derecho a enarbolar el ideal del amor a los otros hasta el extremo. “Y para los cristianos-católicos, lo hayamos conocido o no, será la expresión personificada del creyente que, con la coherencia de su testimonio y los principios fundamentales de su fe, entendió e hizo suya, con plena conciencia, la opción incondicional por la vida”.
Siguiendo el intrincado protocolo que nuestra Iglesia exige para seleccionar ejemplos existenciales que proponernos, el camino de San Romero de América (tal como lo bautizó Casaldáliga, recogiendo una costumbre popular iniciada el mismo día de su muerte) ha sido largo. En vida, sufrió por sus difíciles relaciones con algunos de sus hermanos obispos. Y, tras su muerte, sólo uno de los miembros de la Conferencia Episcopal Salvadoreña asistió a su funeral. Jon Sobrino nos cuenta que, aún años después, en marzo de 1996, monseñor Revelo (que fue en el pasado obispo auxiliar de Romero, y su gran adversario) le criticó, en un almuerzo con Juan Pablo II, por ser responsable de nada menos que “los 70.000 muertos que se dieron en este país”. Así que no es de extrañar los treinta y cinco años necesarios para llegar aquí. A pesar de que en pocas figuras se produce como en él la aclamación del pueblo sencillo con la que tradicionalmente se elegía a los santos. Y aunque contraste con lo notorios que han resultado, en décadas recientes, algunos procesos de beatificación y canonización desarrollados de forma fulminante, y que obviaron las controversias que ensombrecían a algunos de sus protagonistas. Ha sido, sin duda, decisivo -y muy de agradecer- el impulso dado al proceso por el papa Francisco, que en febrero pasado autorizó la promulgación del decreto para declararlo mártir de la Iglesia… Un obispo asesinado por «odio a la fe». Y, para escándalo de muchos, ¡a manos de otros cristianos!
Óscar Romero fue a lo largo de su vida un notable cristiano, sacerdote y obispo, de talante conservador, que tomó posesión del cargo de arzobispo de San Salvador el 22 de febrero de 1977, en una época particularmente convulsa en su país. El asesinato, unas semanas después, de su íntimo amigo, el jesuita Rutilio Grande, párroco comprometido con las Comunidades Eclesiales de Base y la organización de los campesinos, le llevó a convocar –en contra de la opinión del nuncio apostólico y de otros obispos- una misa única, para mostrar la unidad de su clero. Esta misa, celebrada en la plaza Barrios de San Salvador, fue el inicio de un profundo cambio personal, de una coherente radicalización, y de tres años de “vida pública” que –como a Jesús de Nazaret- le llevaron al martirio.
Monseñor Romero dijo la verdad pública, vigorosa, insistente, larga, repetida y responsablemente, con autoridad, y en fidelidad total al Evangelio. Las palabras de la homilía pronunciada la víspera de su asesinato son memorables:
«En nombre de Dios, pues, y en nombre de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: ¡cese la represión!»
Treinta y cinco años después, celebramos con el pueblo salvadoreño y con la Iglesia universal, mediante su proclamación como beato, lo que ya Ellacuría dijo en el funeral pronunciado en la UCA pocos días después del asesinato: “con Monseñor Romero, Dios pasó por El Salvador”.
Miles de salvadoreños recuerdan al obispo mártir en murales, estatuas y llaveros
San Romero de América: “Nunca van a callar la voz de un santo”
Todo preparado para la multitudinaria beatificación de este sábado en San Salvador
Monseñor Óscar Arnulfo Romero, símbolo de una Iglesia cercana a los pobres, será beatificado el sábado, aunque los salvadoreños ya lo arropan como un santo al que rezan por un país más justo y lo recuerdan en murales, estatuas y hasta llaveros.
Monseñor Romero será proclamado beato en una multitudinaria ceremonia en la plaza Salvador del Mundo de la capital salvadoreña.
“Monseñor Romero fue un hombre extraordinario, preocupado por su rebaño y es un ejemplo claro al mundo de un pastor que vivió y que sufrió junto a los más pobres”, reseñó monseñor Jesús Delgado, quien fue secretario personal de Romero.
El 23 de marzo de 1980, monseñor Romero en una homilía hizo un vehemente llamamiento a los soldados a desobedecer órdenes de disparar contra el pueblo: “Les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios, cese la represión“. Un día después del emotivo llamamiento, un francotirador de la extrema derecha le disparo en el pecho cuando oficiaba la misa ante en la capilla del hospital para cancerosos La Divina Providencia, en el norte de la capital.
El 30 de marzo, la multitud que acudió a su funeral fue dispersada a balazos por soldados que dejaron numerosos muertos.
El magnicidio de Romero, fue el detonante de una guerra civil que duró doce años (1980-1992) y dejó 75.000 muertos.
Su vida y la iglesia
Romero nació el 15 de agosto de 1917 en Ciudad Barrios, un pueblo cafetalero en el departamento de San Miguel, a 156 kilómetros al noreste de San Salvador.
Su vida religiosa comenzó en 1931, cuando ingresó al seminario menor de San Miguel, donde fue conocido como ‘El niño de la flauta’, por el pequeño instrumento de bambú que heredó de su padre.
En 1937, fue aceptado en el seminario mayor San José de la Montaña, en San Salvador, y siete meses más tarde, viajó a estudiar teología en Roma, donde presenció las calamidades de la Segunda Guerra Mundial y fue ordenado sacerdote el 4 de abril de 1942.
El 21 de junio de 1970, fue nombrado obispo auxiliar de la capital y, más tarde, obispo de Santiago de María, Usulután, el 15 de octubre de 1974, en momentos que comenzaba la represión contra campesinos organizados.
Conocido entonces por su postura conservadora, Romero fue ungido arzobispo el 23 de febrero de 1977, a sus 59 años.
En marzo de 1977, el asesinato de su amigo el sacerdote Rutilio Grande, junto a dos campesinos, transformó a Romero, quien hizo de la denuncia su bandera. Por las denuncias que transmitía por la radio católica YSAX y el semanario Orientación, Romero llegó a ser conocido como ‘La voz de los sin voz’.
Sencillo y admirado
Muchos salvadoreños lo recuerdan como un hombre sencillo, que disfrutaba de fotografiar escenas de la vida cotidiana. “Era sencillo, le gustaba el contacto directo con la gente. Me dolió su muerte, pues es de los pocos que he conocido que vivió íntegramente el Evangelio”, recuerda el artesano de la madera Fernando Llort, quien conoció personalmente a monseñor Romero. Llort recuerda que Romero visitó varias veces su taller en la ciudad de La Palma, a 86 kilómetros al norte de San Salvador y en una ocasión le pidió que le hiciera un báculo para usar en las misas.
Otros que quizás no lo conocieron en vida visitan a diario la cripta de Romero, en el sótano de la Catedral, donde los fieles se arrodillan, depositan flores, prenden velas y le rezan para pedir mejores tiempos en el país. Uno de tales visitantes, don Guadalupe Navarro, un albañil de 77 años devoto del pastor rememoró: “el día que lo mataron, lloré, perdíamos la esperanza de cambios en el país, pero hoy vemos una luz y esa luz es nuestro San Romero, nunca van a callar la voz de un santo“. Hoy, la imagen de Romero se multiplica en estatuas, murales, camisas, llaveros, y tazas con su rostro que se venden en las calles.
Ante su tumba han desfilado personalidades como el fallecido papa Juan Pablo II en 1983. Años después, en 2011, lo visitó Barack Obama.
Una Comisión de la Verdad creada por la ONU, culpó al fallecido mayor del ejército Roberto d’Aubuisson, fundador de la entonces gobernante Alianza Republicana Nacionalista, de derecha, de ser el responsable de “organizar y supervisar” el asesinato.
La causa para canonizar a Romero se abrió en la Iglesia Católica local en 1994 y en Roma en 1997. En abril de 2013, el papa Francisco desbloqueó el proceso y el 3 de febrero de 2015 firmó el decreto que reconoce a Romero como mártir de la iglesia.
Por su parte, y tal y como informa Radio Vaticana, el coordinador regional de Caritas en América Latina y el Caribe, el padre Francisco Hernández Rojas de Costa Rica explica cómo funciona esta red de Caritas en Latinoamérica compuesta por 22 conferencias episcopales y destaca la importancia de monseñor Óscar Arnulfo Romero quien será beatificado el próximo 23 de mayo en El Salvador. “Caritas América Latina y el Caribe es un órgano de comunión adscrito al Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) dentro del departamento de justicia y solidaridad del CELAM” en los que desarrollan varios ejes de trabajo, como el del medio ambiente, la gestión de los riesgos y las emergencias.
Otro de los ámbitos en los que trabajan es la ‘Dignidad, derechos humanos y construcción de paz’ del cual el padre Francisco Hernández explica que “el punto de partida siempre es la dignidad humana en la misma perspectiva que nos señala el Magisterio social de la Iglesia y desde allí queremos construir una perspectiva de derechos donde todos los seres humanos seamos sujetos de derechos, y también de deberes, y que puedan ser respetados y que podamos ser constructores y sujetos de nuestra propia historia…”.
En esta línea, el sacerdote costarricense señala a Radio Vaticano que “monseñor Óscar Arnulfo Romero es la expresión de la búsqueda de una sociedad justa, fraterna y solidaria como el ‘mínimo de la caridad’ así como nos enseña el Magisterio social de la Iglesia, expresado muy bien, magistralmente, por el Papa Benedicto XVI en -la Encíclica- Caritas in Veritae”. “Monseñor Romero es esa expresión de la entrega en la caridad de una Iglesia que quiere proteger a sus hijos, a sus hijas, que quiere defenderlos, que quiere que todos, cada uno de sus hijos y de sus hijas tengan iguales oportunidades, haya una sociedad equitativa, donde todos puedan encontrar los elementos necesarios para una vida humana tal como lo expresa el documento de Aparecida”.
(RD/Agencias)
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Por otra parte, crece la polémica por la organización de la beatificación de Mons. Romero. Organizaciones romeristas cuestionan el slogan de “Mártir por amor”. También critican que sectores que trabajaron por Romero no estén invitados al acto.
Cecilia Morales/ Antonio Soriano
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Organizaciones como Articulación Nacional de las Comunidades Eclesiales de Base (CEBES), Tutela Legal María Julia Hernández, Comité Nacional Monseñor Romero, Comunidad Monseñor Romero Cripta, entre otras, alzaron ayer sus voces para cuestionar la organización de los actos de beatificación de Monseñor Óscar Arnulfo Romero, programada para el próximo sábado.
Las organizaciones dicen sentir “temor” porque se desfigure el legado de Romero ahora que es una “marca oficial”. Critican el eslogan “Mártir del amor”. Dicen que puede ser cualquier cosa y que no dice nada del mártir por su pueblo. Recuerdan que el decreto del vaticano dice “por odio a la fe”. Este eslogan, según el colectivo, refleja a un Romero sin compromiso.
“Monseñor dio la vida en defensa de los pobres, de los excluidos, de los marginados, de las víctimas de violaciones de derechos humanos y ahora se lo pueden convertir en un santo totalmente pasivo”, expresó José Roberto Lazo Romero, uno de los miembros del colectivo y exempleado de Tutela Legal del Arzobispado. Lazo también criticó la forma de distribuir las zonas para el acto de beatificación al reservar un espacio para “pobres/campesinos” y no cree que la gente deba asistir al acto como una estadística. “La iglesia jerárquica debe tener más sensibilidad y le va a llevar bastante tiempo asumir este legado, su pensamiento, su pastoral y su opción preferencial por los pobres”.
Por su parte, el presbítero, Simeón Reyes, dijo que respeta la opinión de las organizaciones y lamentó que el acto esté creando divisiones. No obstante, defendió el trabajo que están haciendo las organizaciones del evento. Sobre el jingle de “Mártir por amor” se refiere a que Monseñor fue mártir “por amor a los pobres” o mártir por “amor a la justicia”. “Mártir por amor lo que hace es concentrar todos estos motivos fundamentales por los que Monseñor da la vida, que hayan algunos que no están de acuerdo, bueno lo respetamos”, declaró a Diario El Mundo.
El vocero de la organización rechazó que estén haciendo un uso mediático de Monseñor Romero. “Todo católico debe alegrarse por lo que está sucediendo, un beato, un santo no divide sino que ayuda a estar en más en comunión unos con otros, pueden estar en desacuerdo, pero es que es difícil estar en acuerdo con todos”, reflexionó el padre Reyes sobre las críticas a la ceremonia.
Comentarios desactivados en Rouco presiona a los obispos para que no asistan a la “beatificación política” de monseñor Romero
Desde luego, hay pájaros de mal agüero que no se resignan a “morir matando”…
La ausencia de prelados españoles avergüenza al propio Nuncio del Papa
El único representante oficial de la CEE será el sacerdote José María Gil
(José M. Vidal).- No se resigna a pasar a un segundo plano. El cardenal Rouco Varela mandó tanto y durante tanto tiempo en la Iglesia española que se sigue sintiendo como una especie de “reina madre” del episcopado. Y en calidad de tal, ha llamado personalmente por teléfono a varios prelados españoles, para disuadirlos de asistir a la elevación a los altares del arzobispo salvadoreño, Oscar Arnulfo Romero, por considerar que se trata de “una beatificación política”.
Y las presiones de Rouco han surtido efecto, al menos por ahora. Oficialmente, ni un sólo obispo español estará en la beatificación del Santo de América. La única representación oficial del episcopado la ostentará el secretario general, José María Gil. A no ser que algún prelado se decida a última hora a coger un avión por su cuenta con destino a San Salvador.
En círculos eclesiales se habla de “vergüenza“. Cuentan en esos mismos ámbitos que el propio Nuncio de Su Santidad en España, Renzo Fratini, se quedó de piedra al leer esta mañana la nota oficial de la Conferencia episcopal. Y llamó a su presidente, el cardenal Blázquez, para mostrarle su desacuerdo con la decisión.
En los pasillos de la última Plenaria, algunos obispos comentaron su deseo de ir a la beatificación de Romero. Ésos fueron precisamente los que recibieron las llamadas telefónicas del arzobispo emérito de Madrid.
Los demás son conscientes del feo que hace la jerarquía española a la Iglesia salvadoreña y, de rebote, al propio Papa, pero creen que ya es demasiado tarde, para enmendar el error, plantarse ante Rouco y plantearse el viaje de prisa y corriendo, dado que la beatificación es pasado mañana en San Salvador.
Poco tiempo y problemas de agenda han aducido la mayoría de los prelados a los que llamó el Nuncio del Papa, para quejarse. El cardenal Cañizares fue el que se mostró más abierto a la sugerencia de Fratini y hasta podría decidirse asistir al acto.
Pero el ridículo ya está hecho. Porque monseñor Romero es el arzobispo mártir de una Iglesia hermana, vinculada con la española por ser heredera de la fe que allí llevamos, por los misioneros que desde entonces hasta ahora han dejado allí sus vidas. Entre ellos, Rutilio Grande o Ignacio Ellacuría y sus hermanos jesuitas, asesinados por la dictadura militar salvadoreña.
Romero es un mito. Romero es un símbolo. Romero es la antítesis del obispo-príncipe. Romero es un modelo acabado de la Iglesia hospital de campaña, que apuesta por los pobres y da la vida (literalmente) por ellos. Él encarna como nadie esa otra forma de ser Iglesia, enraizada en el Evangelio y en la justicia, que ha estado reprimida y, ahora, de la mano de Francisco, vuelve por sus fueros.
Ante ese icono, el episcopado español se retrata una vez más. Y es que, en la etapa eclesial anterior a Francisco (hace menos de tres años), hablar de Romero, Gutiérrez, Casaldáliga o Helder Cámara era poco menos que nombrar a “herejes”y personajes anti-Iglesia. Ahora, Romero y Cámara van camino de los altares y tanto Casaldáliga como Gutiérrez (y la Teología y la espiritualidad de la Liberación, que representan) han sido rehabilitados por Roma.
Ese giro copernicano es el que no acepta el cardenal Rouco Varela ni el grupito de prelados que todavía lo secunda. Siguen en sus trece, fieles al viejo modelo eclesial y poniendo palos, abierta o camufladamente, en las ruedas del pontificado del Papa Bergoglio. Les parece que se está pasando de rosa al elevar a los altares a los iconos de la ‘progresía’.
Otro grupo de obispos (entre ellos, los que decían en Añastro que querían ir a la beatificación) todavía se dejan condicionar por una llamada del cardenal gallego. Unos porque le deben favores. Otros, porque no se atreven a contradecirle.
Y la gran mayoría de los prelados se deja llevar por la vieja inercia del “no significarse”. Es decir, mantenerse quietos y callados, sin hacer ruido y, por lo tanto, sin subirse decididamente y con ganas al carro de Francisco.
De ahí que esta espantada del episcopado español sea una anécdota con fuerza de categoría. Un episodio con fuerza significativa, que retrata a la perfección la situación actual de la jerarquía española y lo mucho que tendrá que remar el pontificado de Francisco, para que sus reformas y su forma de vivir y predicar el Evangelio llegue a España y cuaje en la jerarquía de su Iglesia.
Comentarios desactivados en La radicalidad evangélica de Óscar Romero
Retirar su causa, signo profético
“Su fe me da vida y me parece válida para mi lugar y mi tiempo”
(Rodrigo Sánchez).-La vida y el testimonio de Óscar Romero han significado para mí, como para muchos, un ejemplo vibrante de entrega y compromiso con el Reino de Dios. Estudiaba yo la secundaria cuando por primera vez escuché hablar de él, causando en mí un fuerte impacto el hecho de haber sido asesinado mientras celebraba la Eucaristía. Desde entonces he madurado en todos los aspectos y ahora que comprendo mejor la profundidad de su vida y su radicalidad evangélica me siento más atraído hacia su persona y más interpelado a seguir su ejemplo. Leer su vida y sus palabras me da vida. Dicho esto quisiera explicar porque me gustaría que Oscar Romero no fuera canonizado.
El hecho es que no me opongo a esta canonización en particular sino a todas ellas en general, pues me parece que carecen de fundamento y sentido evangélico, al menos en la forma que actualmente se desarrolla el proceso.
La doctrina de la Iglesia nos dice que todos estamos llamados a la santidad, y que todos aquellos que mueren y gozan en la presencia de Dios (que se van al cielo) son ya considerados santos. Al proclamar a determinadas personas como santos, estas se nos proponen como un ejemplo a seguir por haber vivido de forma sobresaliente en alguna o varias maneras.
Creo en la comunión de los santos y valoro la posibilidad de tener y seguir el modelo de alguna persona cuyas actitudes, pensamientos, sueños y fe me dan vida y me parecen válidos para mi lugar y mi tiempo. Por otro lado, pienso que la intención y el proceso de las canonizaciones se han tergiversado.
La historia nos dice que la Iglesia en su jerarquía ha utilizado la proclamación de santos para exponer un determinado modelo de vida cristiana acorde a sus intereses e ideas. Lo que ha sucedido es que la canonización tiene camino libre si la persona postulada se ajusta a estos valores, y en caso contrario, su proceso (si lo hay) se vuelve eterno y complicado. Óscar Romero es un buen ejemplo de esto.
Hay otras dudas que me surgen al respecto. Está visto que el proceso requiere una gran inversión de tiempo y dinero, y que aquellos postuladores o congregaciones que tienen más recursos tienen también más posibilidades de llevar a término la causa. Recuerdo a una religiosa, que a la pregunta sobre su fundador, me respondió que nunca iba a ser santo (!?) porque su congregación no tenía dinero para iniciar el proceso. Además es imposible no indignarse ante el tremendo despilfarro en las ceremonias de beatificación o canonización y su contraste con la crisis y pobreza de la mayoría de los pueblos. La reciente canonización de 500 españoles es un ejemplo de ello.
Otro aspecto importante radica en el sentido mismo de la canonización. Si la idea es proponer la vida de una persona como modelo, ¿por qué supeditar su santidad a la consecución de uno o varios milagros? En todo caso esos milagros fueron obtenidos de Dios después de muertos, así que, ¿cómo nos sería posible imitarlos en esa virtud? Parece entonces una especie de competencia entre santos, para ver quién es más poderoso, quién más cercano a Dios. Nada más alejado de la propuesta de Jesús.
Lo mismo se puede pensar de aquellos que fueron o son proclamados santos por haber tenido alguna aparición importante, y sin tener en cuenta realmente su vida. Sin duda que tuvieron que haber sido buenos cristianos, pero el haber sido elegido por Dios para ser testigo de esta o aquella aparición o revelación es precisamente don de Dios. No podemos imitarlos tampoco en este aspecto pues uno no puede indicarle a Dios a quién elegir.
Cuando alguien ha vivido apasionada y entregadamente, cuando su compromiso con Dios en el prójimo nos ha revelado un amor sin fronteras, cuando su fidelidad en la lucha por la justicia y la libertad lo lleva al sufrimiento e incluso a la muerte, entonces es su propia vida la que habla. La gente seguirá sus pasos y se identificará con su lucha. Sólo por citar tres ejemplos, Marcelino Champagnat fundó a los Hermanos Maristas en 1817. Desde entonces muchos siguieron sus pasos, se identificaron con su espiritualidad y continuaron sus sueños siempre teniendo presente a aquél que les inspiró. Hombres y mujeres de los cinco continentes no necesitaron que fuera proclamado santo (fue canonizado en 1999) para seguir su ejemplo y para compartir el regalo de su vida y carisma con todos. Muchos hemos considerado a Óscar Romero un ejemplo de santidad y ni aún la constante oposición e indiferencia de la jerarquía nos ha convencido de lo contrario. Así mismo, mis padres han sido el mayor ejemplo de vida amorosa y comprometida. Aún tengo la dicha de tenerlos conmigo pero estoy seguro que cuando vayan al encuentro del Padre no voy a necesitar confirmación alguna para venerarlos y ciertamente no iniciaré un proceso para lograr que todo el mundo reconozca en ellos lo que yo reconozco.
Desde mi manera de ver las cosas, ganaríamos mucho si dejáramos de lado estas proclamas. Si terminamos por reconocer que todos los que están en la presencia del Padre son santos (¿acaso no tenemos un día para todos los santos?) y que el legado de aquellos que hicieron algo sobresaliente hablará por sí mismo, nos ahorraríamos mucho tiempo, muchos recursos humanos y materiales para ser destinados más solidariamente. Ganaríamos también en la construcción de una Iglesia menos centralizada en la que las Iglesias locales tuvieran más atributos.
En suma, no me opongo a reconocer la santidad ni la ejemplaridad de aquellos que nos inspiran. Propongo cribar ese reconocimiento y dejarlo más auténtico, libre de sesgos y turbiedades.
En el esfuerzo por construir una Iglesia más libre y apegada al evangelio, la Iglesia Latinoamericana y en concreto aquellos alrededor de Óscar Romero se han distinguido por remar contra corriente y por romper paradigmas. Ahora muchos por esos lares afirman: “Roma confirmará lo que siempre supimos”. Y yo me pregunto por qué necesitan esa confirmación si siempre lo supieron. Por ello me gustaría ver que los que tienen autoridad para hacerlo retiraran la causa. Eso, en mi opinión, sería un signo más profético que su misma canonización.
Este 12 de marzo se cumplen 38 años de la muerte de quien ha sido considerado el primer mártir de la Iglesia salvadoreña y cuya causa de beatificación ha sido sugerida por el propio papa Francisco. Hablamos del padre Rutilio Grande, asesinado en 1977 junto a dos campesinos: Manuel Solórzano, de 72 años, y Nelson Rutilio Lemus, de 16. ¿Quién era Rutilio Grande? Veamos cómo lo describe monseñor Romero en la homilía que pronunció durante las exequias del padre Grande, el 14 de marzo de 1977.Monseñor Romero mostró gran pena por cada uno de sus sacerdotes asesinados; y en el caso de Rutilio, ese dolor caló más hondo por la amistad entrañable que había entre ellos. Las primeras palabras de su homilía son elocuentes en ese sentido: “Si fuera un funeral sencillo, hablaría aquí, queridos hermanos, de unas relaciones humanas y personales con el padre Rutilio Grande, a quien siento como un hermano. En momentos muy culminantes de mi vida, él estuvo muy cerca de mí y esos gestos jamás se olvidan; pero el momento no es para pensar en lo personal, sino para recoger de ese cadáver un mensaje para todos nosotros, que seguimos peregrinando”. Y en seguida el arzobispo explica cuál es ese mensaje, siguiendo las enseñanzas de la Exhortación apostólica de Pablo VI, Evangelii nuntiandi, un texto de suma importancia eclesial, porque en él se plantea cómo evangelizar considerando las problemáticas y desafíos del llamado mundo moderno.Pues bien, siguiendo el espíritu y letra de ese documento, Romero recuerda que ante la angustia de los pueblos en condiciones de hambre y miseria, la Iglesia tiene el deber de anunciar la liberación de millones de seres humanos, el deber de ayudar a que nazca esa liberación, de dar testimonio de ella y de hacer que sea total. Así, la Iglesia trata de suscitar que cada vez más cristianos se dediquen a la liberación de los demás. A estos cristianos “liberadores” les da una inspiración de fe, una motivación de amor fraterno, una doctrina social a la que no solo deben prestar atención, sino ponerla como base de su prudencia y de su experiencia para traducirla concretamente en categorías de acción, de participación y de compromiso. Rutilio, según Romero, representa un testimonio ejemplar de quien ha unificado, desde la fe cristiana, evangelización y liberación. Este es el marco para comprender su vida y su muerte.En vida, enfatiza Romero, Rutilio fue “un sacerdote, un cristiano que en su bautismo y en su ordenación sacerdotal ha hecho una profesión de fe: creo en Dios Padre revelado por Cristo su Hijo, que nos ama y que nos invita al amor. Creo en una Iglesia que es signo de esa presencia del amor de Dios en el mundo, donde los hombres se dan la mano y se encuentran como hermanos”. En vida hizo realidad el mensaje de la Iglesia plasmado en su doctrina social, que dice a todo ser humano “que la religión cristiana no tiene un sentido solamente vertical, espiritualista, olvidándose de la miseria que lo rodea. Es un mirar a Dios, y desde Dios mirar al prójimo como hermano y sentir que todo lo que hicieran a uno de estos a mí lo hacen”.
Y en la muerte de Rutilio, continúa monseñor, se puso de manifiesto su generosa y total entrega. “Es significativo que mientras el padre Grande caminaba para su pueblo, a llevar el mensaje de la misa y de la salvación, allí fue donde cayó acribillado. Un sacerdote con sus campesinos, camino a su pueblo para identificarse con ellos, para vivir con ellos”. Y luego una paradoja. Monseñor Romero, en medio de la persecución y frente al cadáver de Rutilio, anuncia una esperanza: “Hermanos, salvadoreños, cuando en estas encrucijadas de la patria parece que no hay solución y se quisieran buscar medios de violencia, yo les digo, hermanos: Bendito sea Dios que en la muerte del padre Grande, la Iglesia está diciendo: Sí hay solución, la solución es el amor, la solución es la fe”.
Monseñor Romero, pues, destaca el carácter liberador del modo de ser cristiano del padre Rutilio. Y lo hace para que, inspirados en ese amor y en esa fe del protomártir, podamos también ser cristianos liberadores. Esto es, creyentes proféticos, utópicos y comprometidos. Tres rasgos cuyos contenidos quedan planteados en una de las homilías más emblemáticas pronunciadas por el padre Grande en febrero de 1977. Terminamos recordando algunos fragmentos.
Profecía. “Mucho me temo, mis queridos hermanos y amigos, que muy pronto la Biblia y el Evangelio no podrán entrar por nuestras fronteras. Nos llegarán las pastas nada más, porque todas sus páginas son subversivas. ¡Subversivas contra el pecado, naturalmente! (…) Es ilegal ser cristiano auténtico en nuestro país. Porque el mundo que nos rodea está fundado radicalmente en un desorden establecido, ante el cual la mera proclamación del Evangelio es subversiva”.
Utopía. “Manteles largos, mesa común para todos, taburetes para todos. ¡Y Cristo en medio! Él, que no quitó la vida a nadie, sino que la ofreció por la más noble causa. Esto es lo que Él dijo: ¡Levanten la copa en el brindis del amor por mí! Recordando mi memoria, comprometiéndose en la construcción del Reino, que es la fraternidad de una mesa compartida, la eucaristía”.
Compromiso. “Hermanos míos, algunos quieren un dios de las nubes. No quieren a ese Jesús de Nazaret, que es escándalo para los judíos y locura para los paganos. Quieren un dios que no les interrogue, que les deje tranquilos en su establecimiento y que no les diga estas tremendas palabras: ‘Caín, ¿qué has hecho de tu hermano Abel’?”. Este era el sentir del mártir Rutilio Grande. Que nuestro homenaje sea convertirnos en cristianos liberadores.
“Debemos estar claros desde el principio de que la fe cristiana y la actuación de la Iglesia siempre han tenido repercusiones socio-políticas. Por acción o por omisión, por la connivencia con uno u otro grupo social los cristianos siempre han influido en la configuración socio-política del mundo en que viven. El problema es cómo debe ser el influjo en el mundo socio-político para que ese influjo sea verdaderamente según la fe”.
“Como en otros lugares de América Latina después de muchos años y quizás siglos han resonado entre nosotros las palabras del Éxodo: “He oído el clamor de mi pueblo, he visto la opresión con que le oprimen” (Ex 3,9). Estas palabras de la Escritura nos han dado nuevos ojos para ver lo que siempre ha estado entre nosotros, pero tantas veces oculto, aun para la mirada de la misma Iglesia”.
“El constatar estas realidades y dejarnos impactar por ellas, lejos de apartarnos de nuestra fe, nos ha remitido al mundo de los pobres como a nuestro verdadero lugar, nos ha movido como primer paso fundamental a encarnarnos en el mundo de los pobres”.
“Ahí hemos encontrado a los campesinos sin tierra y sin trabajo estable, sin agua ni luz en sus pobres viviendas, sin asistencia médica cuando las madres dan a luz y sin escuelas cuando los niños empiezan a crecer. Ahí nos hemos encontrado con los obreros sin derechos laborales, despedidos de las fábricas cuando los reclaman y a merced de los fríos cálculos de la economía. Ahí nos hemos encontrado con madres y esposas de desaparecidos presos políticos. Ahí nos hemos encontrado con los habitantes de tugurios, cuya miseria supera toda imaginación, y viviendo el insulto permanente de las mansiones cercanas”.
“En ese mundo sin rostro humano, sacramento actual del siervo sufriente de Jahvé, ha procurado encarnarse la Iglesia de mi Arquidiócesis. Hemos hecho el esfuerzo de no pasar de largo, de no dar un rodeo ante el herido en el camino, sino de acercarnos a él como el buen samaritano”.
“Es una novedad en nuestro pueblo que los pobres vean hoy en la Iglesia una fuente de esperanza y un apoyo a su noble lucha de liberación. La esperanza que fomenta la Iglesia no es ingenua ni pasiva. Es más bien un llamado desde la palabra de Dios a la propia responsabilidad de las mayorías pobres, a su concientización, a su organización -en un país en que, unas veces con más intensidad que otras, éste está legal o fácticamente prohibida-”.
“La esperanza que predicamos a los pobres es para devolverles su dignidad y para animarles a que ellos mismos sean autores de su propio destino. En una palabra, la Iglesia no sólo se ha vuelto hacia el pobre sino que hace de él el destinatario privilegiado de su misión”.
“La Iglesia no sólo se ha encarnado en el mundo de los pobres y les da una esperanza, sino que se ha comprometido firmemente en su defensa. Las mayorías pobres de nuestro país son oprimidas y reprimidas cotidianamente por las estructuras económicas y políticas de nuestro país. Entre nosotros siguen siendo verdad las terribles palabras de los profetas de Israel. Existen entre nosotros los que venden al justo por dinero y al pobre por un par de sandalias; los que amontonan violencia y despojo en sus palacios; los que aplastan a los pobres; los que hacen que se acerque un reino de violencia, acostados en camas de marfil; los que juntan casa con casa y anexionan campo a campo hasta ocupar todo el sitio y quedarse solos en el país”.
“Estos textos de los profetas Amós e Isaías no son voces lejanas de hace muchos siglos, no son sólo textos que leemos reverentemente en la liturgia. Son realidades cotidianas, cuya crueldad e intensidad vivimos a diario. Las vivimos cuando llegan a nosotros madres y esposas de capturados y desaparecidos, cuando aparecen cadáveres desfigurados en cementerios clandestinos, cuando son asesinados aquéllos que luchan por la justicia y por la paz”.
“En esta situación conflictiva y antagónica, en que unos pocos controlan el poder económico y político, la Iglesia se ha puesto del lado de los pobres y ha asumido su defensa. No puede ser de otra manera, pues recuerda a aquel Jesús que se compadecía de las muchedumbres. Por defender al pobre ha entrado en grave conflicto con los poderosos de las oligarquías económicas y los poderes políticos y militares del Estado”.
“Pero lo más importante es observar por qué ha sido perseguida. No se ha perseguido a cualquier sacerdote ni atacado a cualquier institución. Se ha perseguido y atacado a aquella parte de la Iglesia que se ha puesto del lado del pueblo pobre y ha salido en su defensa. Y de nuevo encontramos aquí la clave para comprender la persecución a la Iglesia: los pobres. De nuevo son los pobres los que nos hacen comprender lo que realmente ha ocurrido. Y por ello la Iglesia ha entendido la persecución desde los pobres. La persecución ha sido ocasionada por la defensa de los pobres y no es otra cosa que cargar con el destino de los pobres. La verdadera persecución se ha dirigido al pueblo pobre, que es hoy el cuerpo de Cristo en la historia. Ellos son el pueblo crucificado, como Jesús, el pueblo perseguido como el siervo de Jahvé. Ellos son los que completan en su cuerpo lo que falta a la pasión de Cristo. Y por esa razón, cuando la Iglesia se ha organizado y unificado recogiendo las esperanzas y las angustias de los pobres, ha corrido la misma suerte de Jesús y de los pobres: la persecución”.
Comentarios desactivados en Óscar Romero, mártir de la justicia social
Del blog de Xabier Pikaza:
Dentro de un mes se cumplen treinta y cinco años de su asesinato (24. 03. 80), que le llegó en el momento justo, como a Jesús, después de haber recorrido tres de pasión con su pueblo y como su pueblo de El Salvador.
El pasado 3. 02. 1015 el Papa Francisco ha confirmado su martirio (in odium fidei), por odio a la fe de manera que no se necesita un “milagro” para que sea declarado beato, cosa que se hará en breve. Yo quiero presentarle aquí como mártir del compromiso social, es decir, del mensaje y camino del Reino, igual que Jesús
Con esa ocasión, retomando una postal anterior de este blog (22.03.10) y la semblanza que le dedico en el Diccionario de Pensadores Cristianos, quiero recordar de nuevo su figura. Oficialmente, Óscar Romero es ya mártir de la fe (in odium fidei), que ahora (según el Papa Francisco) se identifica con la justicia social (in odium iustitiae)
Para todos aquellos que le queremos, San Romero ha sido y sigue siendo testigo y promotor del valor de los hombres concretos y en especial de los más pequeños, en una sociedad como la nuestra, donde algunos se elevan y triunfan matando (o dejando morir) a los pobres, por motivos económicos y políticos.
Introducción
Su “vida pública”, como arzobispo de San Salvador duró tres años, como la de Jesús y no dejó a nadie indiferente. Unos lo consideraban un profeta, un mártir, un luchador por la paz y el diálogo, un hombre de Iglesia; otros, por el contrario, veían en él a un revolucionario, un agitador de masas, un político frustrado que promovía la crispación, un personaje en busca de notoriedad social. Por eso le mataron los políticos e ideólogos (¡incluso religiosos!) de su tierra, con la colaboración de la Nueva Roma Imperial (USA).
El rostro amable de Romero, esculpido en piedra entre D. Bonhoeffer y M.Luther King en abadía de Westminster, Londres, junto a los «nuevos mártires» del siglo XX, invita a mantener la esperanza contra toda desesperanza.
Esta figura emblemática de la Iglesia Latinoamericana sigue estando especialmente presente en la memoria y el cariño de los más humildes de El Salvador. El recuerdo de su asesinato trae a la mente una forma equivocada de solucionar los conflictos políticos y sociales, pero también atestigua la permanente tentación de recurrir a la violencia para resolver los problemas molestos.
El recuerdo de su asesinato, unido al de la muerte de Jesús proclama la certeza y la fuerza de la esperanza que vence cualquier desesperación e impotencia; desde la vida entregada del Señor Jesús pueden mantener su dignidad los hombres y mujeres que sufren las injusticias de los poderosos o la instrumentalización de quienes siguen dominando los resortes religiosos de la vida de los pueblos.
Una memoria personal
Fui a verle hace unos años a su tumba, en la cripta de la catedral. Allí está tumbado, como en los sepulcros medievales. Una mujer de pueblo, trabajadora muy pobre, me dijo: No, eso no es Monseñor Romero. Le han hecho muy mal. Él no está muerto ahí, sino que está vivo, de pie, nos está recibiendo ¿No le ve Usted? Yo le llevo aquí, en mi camisera, Usted puede verlo. Está vivo en mi vida.
Creo que no volveré a su tumba. Él está vivo en el pueblo de El Salvador, está vivo en todos los que, de un modo o de otro, seamos cristianos o no, recordamos su memoria. Yo la quiero recordar, uniéndole al Cristo resucitado, su amigo y modelo. Gracias, Óscar Romero por haber vivido. Para recordar su trayectoria retomo y rehago y unas palabras de D. G. Groody, Globalization, Spirituality and Justice, Orbis New York 2007).
Experiencia fundante.
Ciertamente, Romero se había preocupado por los pobres a lo largo de toda su vida, pero la Conferencia de Obispos de Medellín, su experiencia del sufrimiento del pueblo en su propio país y su sensibilidad ante las injusticias que ese pueblo sufría, hicieron que se robusteciera su conversión a Cristo y a los pobres.
Unas semanas después de haber sido nombrado arzobispo, el 22 de febrero de 1977, uno de sus buenos amigos, que trabajaba mano a mano con los pobres, Rutilio Grande SJ, fue brutalmente asesinado por los escuadrones de la muerte de El Salvador . El asesinato de Grande marcó un impacto significativo en la vida de Romero, aunque Grande no fue el primero de los asesinados. De todas formas, como observa Jon Sobrino, tras este acontecimiento, cayeron las escamas de los ojos de Romero, de manera que pudo ver más claramente las estructuras de imperio, que conducían al sufrimiento injusto de la gente de su país (cf. J. Sobrino, Arzobispo Romero. Un Obispo con su Pueblo, Sal Terrae, Santander 1981).
En los meses y años que siguieron a la muerte de Grande, fueron asesinados muchos otros sacerdotes, religiosas y agentes de pastoral. Entre ellos había religiosas como Dorothy Kazel, Ida Ford, Maura Clarke, y trabajadores laicos como Jean Donovan, que fueron asesinados el 2 de diciembre del 1980. Estas muertes tuvieron una gran repercusión pública, pero hubo también muchos catequistas, organizadores de asambleas de trabajo, periodistas, estudiantes, personas vinculadas al servicio médico y más de tres mil campesinos, que eran asesinados cada mes. Ellos deben ser añadidos a la lista de los iconos de justicia, aunque sus muertes hayan sido en gran parte desconocidas, no reconocidas y no publicadas. A través de estos injustamente asesinados, Romero se encontró en el centro de una guerra dirigida en contra de los pobres
Metáfora central.
La metáfora central que configuró la visión espiritual de Romero y de su sacerdocio fue Cristo crucificado y el pueblo crucificado de El Salvador. Él afirmaba lo siguiente:
Cada vez que miramos a los pobres…descubrimos el rostro de Cristo… El rostro de Cristo se encuentra entre los sacos y cestas de los trabajadores del campo; el rostro de Cristo se encuentra en aquellos que son torturados y maltratados en las prisiones; el rostro de Cristo está muriendo de hambre en los niños que no tienen nada que comer; el rostro de Cristo está en los pobres que piden a la Iglesia, con el deseo de que su voz sea escuchada
El Cristo crucificado iluminó la visión de Romero hasta que exhaló su último aliento. El 24 de Marzo de 1980, dentro de la iglesia del Hospital de la Divina Providencia, dispararon sobre Oscar Romero y le mataron mientras celebraba la misa. Imitando a la de Cristo, la misma vida y muerte de Romero fue una expresión sacramental del amor crucificado de Dios hacia el mundo, a favor del pueblo sufriente de El Salvador y de otros muchos, más allá de ese pueblo. Su brutal asesinato seguirá sembrando semillas de esperanza y de vida para todos aquellos que luchan por una mayor justicia social y que profesan la fe en un Dios liberador, cuyo amor no puede ser extinguido ni siquiera por la muerte.
Teología operativa.
El eje principal en torno al cual giró la vida de Romero fue la vida, muerte y resurrección de Jesucristo. En ésa línea, él creyó que había sido llamado a “sentir con la iglesia”, especialmente en la medida en que ella sufre en el mundo. Romero creía que la misión de la Iglesia consiste en proclamar el Reino de Dios, que es el reino de “la paz y la justicia, de la verdad y el amor, de la gracia y de la santidad… para conseguir un orden político, social y económico que responda al plan de Dios”. (cf. R. Brockman, The Word Remains: A Life of Oscar Romero, Orbis Books, Maryknoll NY 1982, 5).
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El Papa reconoce que el arzobispo salvadoreño fue asesinado “in odium fidei”
Al proclamarlo mártir, no necesita un milagro para elevarlo a los altares
El Papa confirma la próxima beatificación de Romero
La comisión de teólogos de la Santa Sede reconoce el martirio de Óscar Romero
Monseñor Paglia dice que la beatificación será “antes de finales de año”
También podría subir a los altares el jesuita Rutilio Grande, inspirador-amigo del arzobispo
El Papa ha proclamado beato al arzobispo de San Salvador (El Salvador), Óscar Romero, asesinado el 24 de marzo de 1980, al reconocer que el obispo es mártir, ya que fue asesinado “in odium fidei” (en odio por su fe) mientras oficiaba una misa en la iglesia de la Divina Providencia en San Salvador.
Según ha informado el Vaticano en una nota de prensa, Francisco ha autorizado a la Congregación de la Causa de los Santos del Vaticano, tras una reunión con el Prefecto cardenal Angelo Amato, la promulgación del decreto de martirio de Romero.
Las Normas de la Congregación para las Causas de los Santos (Normae Servandae in Inquisitionibus ab Episcopis faciendis in Causis Sanctorum), aprobadas y ratificadas por Juan Pablo II el 7 de febrero de 1983, establecen que el proceso de beatificación puede ser completado por dos vías: por causa de virtudes heroicas, si el fiel vivió las virtudes cristianas en grado heroico, o de martirio si el fiel sufrió martirio por su fe, con recorridos procesales distintos en ambos casos.
En el caso de Romero, que ha sido proclamado mártir, no se procede a la declaración de venerable y, además, no ha sido necesario aprobar un milagro.
El proceso de beatificación del arzobispo salvadoreño se inició hace 14 años. El 18 de agosto, en el avión de vuelta de su viaje apostólico a Corea del Sur, el Papa reconoció ante los periodistas que el proceso de beatificación de Romero había sido “desbloqueado” debido a que consideraba muy importante avanzar ya que el arzobispo era “un hombre de Dios”.
La consideración de beato constituye el tercer paso en el camino de la canonización. El primero es siervo de Dios, el segundo venerable, el tercero beato y el cuarto santo.
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El Papa podría anunciar su beatificación el 24 de marzo, en el 35 aniversario de su asesinato
Francisco quiere hacer coincidir su viaje a Centroamérica para presidir la ceremonia
(Jesús Bastante).- Paso definitivo para la canonización del obispo mártir de El Salvador. La comisión de teólogos de la Congregación para las Causas de los Santos acaba de aprobar, por unanimidad, la declaración de “martirio” de Óscar Arnulfo Romero, el arzobispo de San Salvador asesinado el 24 de marzo de 1980 mientras oficiaba misa por un grupo de paramilitares.
Según adelanta el diario Avvenire (propiedad de la Conferencia Episcopal italiana), el próximo paso es que sea la propia Congregación la que confirme este juicio y, finalmente, la aprobación del Papa. En este caso, al incoarse la causa del martirio, no es preciso un milagro para la declaración de beato.
Distintas fuentes apuntan que podría ser el propio Francisco quien beatificase a Romero el próximo mes de septiembre, si finalmente viaja a El Salvador durante la gira que le llevará a Estados Unidos y algunos países de centro y sudamérica. Otras fuentes afirman que el Papa podría anunciar dicha declaración el martes 24 de marzo, coincidiendo con el 35 aniversario de su asesinato.
Curiosamente -tal vez no tanto-, el propio Francisco citó expresamente a monseñor Romero en su audiencia general del miércoles. Y es que el impulso de Bergoglio ha resultado definitivo para acabar con la paralización de un proceso que estuvo frenado en Roma desde 1998.
Su postulador en la fase inicial fue Vicenzo Paglia, actual responsable del Pontificio Consejo para la Familia. Tras más de veinte años durmiendo el sueño de los justos en un cajón, la causa se reactivó en 2012, y una vez designado como Papa Francisco, se desbloqueó definitivamente.
En más de una ocasión, Bergoglio ha citado el ejemplo de Romero, y según fuentes del episcopado salvadoreño, llegó a decir a los obispos del país que la beatificación del arzobispo mártir era prácticamente un hecho. Apenas quedan semanas para que esta noticia se confirme, y “San Romero de América” deje de ser una frase esperanzada para convertirse en una oración oficial en la Iglesia católica.
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Dos sacerdotes polacos y un italiano, asesinados en 1991
“Esperamos que el papa apruebe el decreto el próximo año y que venga a Perú para la beatificación”
Dos sacerdotes polacos y un italiano que fueron asesinados en 1991 por el grupo armado Sendero Luminoso serán declarados beatos mártires y se espera que el papa Francisco llegue el próximo año a Perú para oficializar la ceremonia, informó el obispo emérito de Chimbote, Luis Bambarén.
En declaraciones ofrecidas desde Roma y citadas hoy por el diario La República, Bambarén dijo que los religiosos franciscanos polacosMichael Tomaszek (a la dcha de la fotografía, conocido en Perú como Miguel) y Zbigniew Strzalkowski (en el centro de lafotografía), y el italiano Sandro Dordi (izda en la fotografía) fueron ejecutados por los senderistas “por propagar la palabra del Señor“.
El obispo dijo que los jóvenes misioneros fueron acusados por los terroristas de impedir que el mensaje de la lucha armada sea acogido por los jóvenes en las localidades andinas de Pariacoto y Santa, en la región norteña de Áncash.
Añadió que durante la última semana culminó el proceso de beatificación de los tres misioneros, por lo que se espera que el papa los declare“beatos mártires”.
“Esperamos que el papa apruebe el decreto el próximo año y que venga a Perú para la ceremonia de beatificación. Si no puede, vendría el cardenal Angelo Amato, que es el prefecto de la congregación para las Causas de los Santos, trayendo el decreto“, explicó.
Bambarén reveló que durante el proceso de beatificación se reunió en cuatro oportunidades con el líder y fundador de Sendero Luminoso, Abimael Guzmán, quien cumple desde 1992 una condena a cadena perpetua en la prisión de la Base Naval del Callao.
“Abimael me pidió perdón por ordenar asesinarlos y porque ese fue un acto de odio a la fe“, aseguró.
Hoy celebramos la festividad de estos dos mártires. Nos encomendamos a ellos y les encomendamos tantos hermanos y hermanas perseguidos, calumniados, golpeados, asesinados… Y que ayuden a los padres sinodales a volverse al Dios de la Misericordia para así abrir las puertas de la Iglesia de par en par a los excluídos.
SANTOS SERGIO Y BACO
(Festividad: 7 de Octubre)
Todavía en el siglo X, una crónica define a Sergio como “dulce compañero y amante” de Baco. Otra más antigua* (probablemente, del s. V) dice que eran “en su amor a Cristo cual una sola persona”. En el s. VI, el patriarca Severo de Antioquía reprobó citarlos por separado: “No debemos separar en el lenguaje a quienes están unidos en la vida”.
A finales del s. III, Sergio y Baco eran soldados romanos de elevada posición, gozando de la confianza personal del emperador. De ninguno de los dos se dice que tuvieran esposa.
Sabedores sus enemigos envidiosos de que eran cristianos, los denunciaron. Aquello provocó la ira del emperador, quien les ordenó ofrecer sacrificios a los ídolos. Como se negaran, los humilló vistiéndolos como mujeres y haciéndolos desfilar por la ciudad, en una clara burla a la masculinidad de los amantes. Ellos respondieron entonando salmos “con una sola boca” (expresión típica de los relatos de martirio de matrimonios heterosexuales). Fueron entonces entregados a la tortura.
Como perseveraran en su fe, Baco fue flagelado con látigos de cuero sin curtir (en otras crónicas, con nervios de buey) hasta la muerte. Sergio “con el corazón enfermo por la pérdida de Baco, lloraba y gritaba: (…) Te han desunido de mí, has ido al cielo y me has dejado solo en la tierra, sin compañía ni consuelo”. Aquella noche el espíritu de su amado se le apareció y le animó a afrontar el martirio: “Para mí la corona de la justicia es estar contigo”.
Al día siguiente, Sergio fue obligado correr quince kilómetros, calzado con unos zapatos cuyas suelas estaban llenas de clavos que se hundían en la carne. Pero por la noche un ángel le curó los pies, que quedaron como si nada. Contrariado, el verdugo le obligó a recorrer de nuevo la misma distancia con la misma tortura en los pies, y como Sergio permaneciese firme pese a todo, mandó decapitarlo. Sucedió en Siria, el año 303 o 309 (según la versión).
En su iconografía, que se remonta al s. IV, se les representa unas veces cabalgando juntos, otras a la usanza en que representaban a los matrimonios, con la efigie de Jesús entre sus cabezas como símbolo de unión – como en el icono del Monasterio de Santa Catalina del Sinaí, datado en el s. VII -.
La intercesión de los santos Sergio y Baco era invocada en las liturgias de unión homosexual bendecidas por la Iglesia, tanto en Oriente como en Occidente, y de las que el texto más antiguo data del siglo VIII (haciéndose a su vez eco, al parecer, de usos que se remontarían a los ss. II-III).
Pese a que en Occidente, a partir del s. XIV, tales uniones empezaron a ser proscritas – sin que el Papa llegara a pronunciarse explícitamente contra ellas: habría supuesto reconocer su arraigo tradicional, y lo que se quería era borrar su memoria -, su arraigo en los Balcanes siguió siendo tal que en Albania aún sobrevivirían hasta el s. XVIII. (Cf. BOSWELL, John. “Las Bodas de la Semejanza.”)
…………….
* Los pasajes entrecomillados a continuación son citas de la misma.
El cardenal Sandri pone como ejemplo de santidad a los tres obispos mártires
El Vaticano “canoniza” a Romero, Angelelli y Posadas Ocampo
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“Fueron víctimas por ser fieles a la opción preferencial por los pobres”
(J. Bastante).- Son los tres obispos mártires de Latinoamérica. En México, El Salvador y Argentina, víctimas de la dictadura y de la defensa del Evangelio de los pobres y para los pobres. Reivindicados por esta primavera de la Iglesia, Óscar Romero, Enrique Angelelli y Juan Jesús Posadas Ocampo acaban de ser reconocidos por la Pontificia Comisión Para América Latina como “víctimas por ser fieles a la opción preferencial por los pobres”.
Así lo asumió el cardenal Leonardo Sandri durante la Eucaristía que ha tenido lugar esta mañana en el Vaticano: “Quisiera conmemorar a tres pastores concretos, desde luego sin anticiparme al juicio de la Iglesia y sin dar a las palabras “martirio” y “mártir” una significación canónica y teológica y evitando cualquier interpretación política”.
El Cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, Arzobispo de Guadalajara, México, asesinado el 24 de mayo 1993. El Arzobispo Oscar Arnulfo Romero, Arzobispo de San Salvador, asesinado el 24 de marzo 1980 (“la causa de canonización de Mons. Romero ha sido introducida y esperamos pronto verlo como modelo para toda la Iglesia”, añadió Sandri), y, especialmente, el Obispo Enrique Angelelli, Obispo de La Rioja, Argentina, muerto el 4 de agosto 1976, en un sospechoso accidente de auto y en un contexto de valentía del Obispo. “De él recuerdo hoy no solamente la pasión y el convencimiento de que su muerte fue por ser defensor de Dios, de la persona humana y del Evangelio“, apuntó el purpurado argentino.
Citando los ejemplos de estos tres pastores, vienen a la memoria las palabras de Benedicto XVI: “El mártir es una persona sumamente libre, libre frente al poder, libre frente al mundo; una persona libre, que en un acto definitivo dona a Dios toda su vida”, añadió el cardenal Sandri.
Finalmente, el responsable de la Comisión Para América Latina incidió en la fe “del Pueblo de Dios en América Latina, que Aparecida convoca para ser discípulos y misioneros y la del Oriente cristiano, convocado, después del Sínodo especial para el Medio Oriente, a la comunión y al testimonio”.
Ésta es la homilía íntegra de Sandri:
Queridos Hermanos y Hermanas:
Terminaremos hoy nuestra Plenaria con esta última celebración eucarística en honor del Sagrado Corazón de Jesús. De este modo nuestra plenaria acaba con la mirada puesta en Cristo crucificado y resucitado, núcleo esencial de nuestra fe y núcleo fundamental a proclamar en la emergencia educativa y en la “traditio” de la fe a nuestra juventud.
Aquí sobre el altar que guarda las reliquias de San Juan Crisóstomo reviviremos el sacrificio de la cruz, poniéndonos con nuestra mente y nuestro corazón frente al costado abierto de Cristo, traspasado por la lanza del soldado, para adorar el misterio de nuestra salvación y de aquí sacar el coraje necesario para el anuncio del Evangelio y para nuestro testimonio de discípulos.
Una constante de la historia cristiana es la persecución y la cruz que en este mundo y en este tiempo de la Iglesia toca a muchos de sus hijos. Es la entrega de la propia vida en medio de la violencia y del desprecio de los valores de la dignidad de la persona humana, de los ataques a personas, a símbolos y a lugares sagrados de nuestra fe que han tenido por consecuencia no solamente el secuestro sino también el asesinato y la muerte de obispos, sacerdotes, religiosos, y religiosas. Esta línea roja de la sangre de los mártires, ha sido registrada en veinte siglos de historia y las Iglesias Orientales Católicas como también las comunidades ortodoxas y otros cristianos han sido y son hoy protagonistas de esta evangélica nota de identidad del discípulo con su maestro y esta fue y es la garantía de la esperanza cierta del cielo nuevo y de la tierra nueva que esperamos ver y tocar con nuestras manos en la eternidad.
Benedicto XVI, en la Exhortación Apostólica “Ecclesia in Medio Oriente”, escribe: “La situación en Medio Oriente es en sí misma un llamamiento urgente a la santidad de vida. Los martirologios enseñan que los santos y los mártires, de cualquier pertenencia eclesial, han sido – y algunos lo son todavía – testigos vivos de esta unidad sin fronteras en Cristo glorioso, anticipando nuestro “estar reunidos” como pueblo finalmente reconciliado en él” (EMO n. 11).
De estos últimos años recuerdo a los 52 mártires de la Catedral Siro-católica de Bagdad, en cuya reconsagración participé en diciembre 2012, y recuerdo el dolor y, la mayoría de las veces, la muda impotencia con la que se tiene que asistir al avance del mal, al desprecio de Dios y de su ley y al desprecio de la dignidad de la persona humana. Y me he preguntado cual era el nexo que podía existir entre esta realidad y la de nuestra América Latina. Es la sangre de Cristo, que ahora vemos derramada en la persona de nuestros hermanos, víctimas de persecución, del terrorismo en general, y del terrorismo de estado en particular, de la violencia irracional y de la del narcotráfico en particular o víctimas por ser fieles a la opción preferencial por los pobres, implícita en la fe cristológica, como indicado por el Papa Benedicto XVI en el discurso inaugural de la Conferencia de Aparecida (cfr también Aparecida nn. 391-392 y ss.) el nexo de nuestras dos realidades. Leer más…
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