Un poema: Martirio de San Sebastián
Desde una habitación desordenada
“La Iglesia no sólo era tolerante con las relaciones románticas y eróticas de los varones, sino que las santificaba ceremonialmente”
“Una vez más se muestra que la enseñanza católica, considerada no pocas veces inamovible, cambia aunque sea tardíamente”
John Boswell , apoyado en fuentes documentales extraordinarias, presenta una tesis estremecedora: “La iglesia primitiva (siglos VI al XIII) no sólo era tolerante con las relaciones románticas y eróticas entre varones, sino que las santificaba ceremonialmente”
“Es innegable la antigua ceremonia cristiana de unión entre personas del mismo sexo, que tenía lugar en iglesias y era oficiada por sacerdotes”
“La ceremonia de unión de personas del mismo sexo durante el siglo XII, época de florecimiento de ceremonias matrimoniales litúrgicas, se transformó en un oficio completo”
Sergio y Baco, los santos católicos y gays que se cree fueron una pareja reconocida en la Antigüedad
Cristianismo (Iglesias), General, Historia LGTBI, Iglesia Católica
La mañana nos obliga hoy a asomarnos al lado quizá más oscuro de la vida humana, al abismo infernal que, por mor de intereses y pasiones, los humanos se arrojan unos a otros. Dios no ha creado infiernos sencillamente porque no tiene poder para hacerlo, siendo como es él un Dios de ser, de positividad y de amor. Pero el hombre sí que lo tiene debido al error de perspectiva que puede cometer por su cortedad de miras al perseguir intereses a flor de piel y buscar el disfrute precipitado de cosas que le dañan.
Un infierno es, desde luego, el alcoholismo que anega en toxicidad las neuronas hasta hacerles creer que no hay vida fuera del encharcamiento en que se encuentran. Y también lo es la drogadicción por el paraíso alucinógeno que lleva aparejado, paraíso que suplanta todas las dimensiones y expectativas de la vida humana. Pero si estos infiernos, podría decirse, son individuales, incluso cuando uno ha sido arrastrado a ellos por otros, el horror que crean las armas es el más atroz de todos los infiernos porque su objetivo no es ya crear sucedáneos de vida individual, sino arrebatarla de forma indiscriminada, cruel y despiadada, por intereses tan mezquinos y parciales como el poder o la riqueza de unos pocos.
Esta prolija introducción se debe a que, un día como hoy de 1945, la humanidad, concentrada esencialmente toda ella en Hiroshima, recibió el pavoroso impacto de una bomba atómica, la primer arma de destrucción masiva que descargó toda su fuerza sobre la piel de ciudadanos normales, completamente ajenos a los intereses que se estaban jugando a otro nivel. La intensa radiactividad desplegada por esa bomba mató en pocos segundos a más de setenta mil personas y a decenas de miles más en los días y semanas siguientes. Creyendo que el castigo no había sido lo suficientemente duro, tres días después se lanzó otra bomba atómica sobre Nagasaki, con similar devastación. Cierto que se detuvo así una guerra que, de haberse continuado, habría producido quizá el doble o triple de víctimas, pero, además de que nunca se podrá justificar el sacrificio de una víctima inocente, hemos de reconocer que el lanzamiento de esas bombas causó un gran horror dentro de otro mayor, el de la guerra, de cualquier guerra, aunque sus únicos muertos fueran soldados obligados a combatir con quienes, de conocerse, probablemente podrían ser sus amigos.
El hecho nos lleva a la espantosa contemplación de la industria de la muerte que ha desarrollado la tecnología humana. Cierto que la autodefensa ha acelerado el desarrollo de tecnologías válidas para otros muchos usos que no sean el de matar, aunque, armándose de sentido común, valga el oxímoron, uno no entiende por qué la autodefensa agudiza más el ingenio que el hecho de no pasar hambre, hecho que, de suyo, mata a tantos diariamente de otra forma. Los cristianos deberíamos tener claro en este contexto que el “no matarás” incluye la fabricación de instrumentos de muerte. Se puede matar a un ser humano con una piedra o con un cuchillo de cocina, pero esos no son de suyo herramientas de muerte. Los fusiles, las granadas, los tanques y las bombas de toda clase, desde las caseras a las nucleares y bacteriológicas, son fabricados para matar, son instrumentos de muerte. ¡Qué ciega ha estado durante siglos nuestra Iglesia, esa que, habiendo sido creada como instrumento de vida, ha jugado descaradamente con la muerte por intereses que nada tenían que ver con la paz, cuando ella estaba obligada a predicar en todo tiempo y lugar la concordia y el amor!
Cierto que es muy encomiable y que nunca será reconocida del todo la inmensa labor de los cristianos en favor de la vida de los hombres en tantos lugares y tiempos como, por ejemplo, hace patente la actual pandemia, cuando un simple virus está llevando la delantera a una humanidad tan tecnificada y avanzada. Pero se trata de una encomiable labor de voluntariado que también se da en ámbitos muy alejados de la Iglesia, labor que brota del corazón compasivo de tantos seres humanos, aunque ni siquiera sean creyentes. Falta, pues, ver la alineación clara y precisa de nuestra Iglesia en favor de la vida no solo de los no nacidos, sino también de todos los nacidos. La Iglesia, como institución y agrupación humana, debería pasarse los días gritando la sinrazón de los hombres que hacen posible el hambre y, buscando la muerte violenta de muchos, cometen el horrendo pecado de fabricar armas mortíferas en vez de arados, azadones y mangueras de riego, pongamos por caso. Será mejor perder el tiempo debatiendo si las mujeres son “dignas de lo santo”, es decir, de ejercer los ministerios sagrados, o hilando fino sobre cómo, cuándo y con quién el ser humano puede desfogarse sexualmente. ¡Qué empecinamiento y qué cobardía!
El día nos pone en la mesa la presencia de un hombre en cuyo hieratismo parecían reflejarse todas las tristezas humanas. Eso fue lo que me pareció cuando un Miércoles de Ceniza, en Santa Sabina de Roma, tuve la ocasión de saludarlo y desearle “buena será”. Me refiero al santo varón, también santo canónico, que fue y sigue siendo en su magisterio, al papa Pablo VI, que murió un día como hoy de 1978. Mérito suyo sin ninguna duda fue la culminación de la magna obra emprendida por su predecesor, Juan XXIII, el Concilio Vaticano II, un concilio de siembra retardada cuyos principales frutos, es de desear, se verán en los años venideros. Un hombre inteligente y perspicaz, pero lastrado, a mi modesto entender, por una formación espiritual que le obligaba a mirar más a las alturas del cielo que a las cloacas de la tierra y que por ello, seguramente, nunca pudo entender la legítima y auténtica función de la sexualidad en la vida humana. Siendo yo todavía un recién nacido al pensamiento crítico, el mismo día en que fue publicada su “Humanae vitae” la leí de un atracón y me llevé un cabreo teológico monumental. ¡Bendito amigo san Pablo VI, ahora que vives en la claridad total, libra a la Iglesia que te honraste en presidir de la oscuridad que la sigue dominando!
Ahondando en la historia, hoy nos encontramos, además, con otro terrible episodio de muerte en España, en el que tiene mucho que ver la fe de los creyentes, de unos como justicieros diábolos y de otros como mártires devotos. En efecto, un día como hoy del año 953, doscientos monjes benedictinos del monasterio de san Pedro de Cardeña fueron ajusticiados por tropas musulmanas omeyas de Al-Ándalus en plena Reconquista española. Cuenta la leyenda que, en el aniversario de su muerte, el claustro del monasterio en el que fueron enterrados se empapaba de sangre. Parece ser que tan gran prodigio cesó de repente a finales del s. XV, cuando los árabes fueron definitivamente expulsados de la península ibérica. Sea o no cierto, lo terrible es la constatación de que han sido muchas las víctimas humanas cuya ejecución se ha atribuido a mandatos divinos en unos contextos en los que lo divino no era más que un instrumento mortífero en manos de los hombres.
Urge, pues, que los cristianos de nuestro tiempo llamemos al pan, pan, y que pongamos cada cosa en su sitio, discerniendo claramente lo que son sublimes mandatos divinos de los rastreros intereses humanos. No podemos de ningún modo jugar con mandatos tan claros como dar de comer al hambriento, vestir al desnudo, consolar al triste, albergar al peregrino y hacer, en suma, cuanto favorezca la vida de quienes viven a nuestro alrededor o en cualquier otra parte del mundo. La cosa es tan clara como que los cristianos estamos obligados a propugnar todo lo que favorece la vida humana y a luchar a brazo partido (aquí sí que deberíamos usar todas las armas disponibles) contra todo lo que la deteriora. ¡A buen entendedor, pocas palabras, pues no otra cosa significa que Jesús pasó por la vida haciendo el bien!
Ramón Hernández Martín
Fuente Fe Adulta
Hoy recordamos, en su festividad, a este ejemplo de entrega sin límites…
Nació en Polonia en 1894. A los 13 años entró en los menores conventuales. Una vez terminados sus estudios filosóficos y teológicos en Roma, instituyó en ella la «Milicia de la Inmaculada», en 1917. Tras ser ordenado sacerdote en 1927, fundó en su patria la «Ciudad de la Inmaculada», centro de vida espiritual y de actividad editorial. Ejerció como misionero en Japón y volvió a Polonia en 1936, donde prosiguió su intensa obra de apostolado. Durante la Segunda Guerra Mundial fue deportado al campo de concentración de Auschwitz, donde murió al ofrecer su vida por la de un compañero de prisión, el 14 de agosto de 1941. Fue beatificado por Pablo VI en 1971 y canonizado con el título de mártir por Juan Pablo II en 1 982.
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En todos los continentes, o casi, es conocida y notoria la figura de san Maximiliano María Kolbe. Y quien ha recibido el don de acercarse a él, queda profundamente conquistado por el santo. Porque se quedará tan presente en su propia vida, que sentirá la necesidad de invocarlo, imitarlo y enamorarse de su poliédrica figura de hombre, sacerdote, religioso, apóstol y mártir.
«Sólo el amor crea», había repetido miles y miles de veces el padre Kolbe durante su vida. «Sólo el amor crea», cantaban las obras que iba ideando y concretando una tras otra, a fin de llevar la vida de la verdad a cada hombre con la imprenta; para llevar las ondas de la vida a cada casa por medio de la radio; para dar un signo de la vida eterna a través de las esculturas y las pinturas de los hermanos. Y en sus largos viajes no perdía la ocasión de acercarse al ateo, al masón, al judío, al incrédulo, al cristiano adormecido en su fe, para que el nuevo destello de la vida iluminara el camino que lleva a la salvación.
«Sólo el amor crea», ha ido repitiendo el papa «venido de lejos », cada vez que se detiene a hablar de este hombre: el hombre de nuestro tiempo, el hombre de la magna y profunda herencia. La herencia espiritual de san Maximiliano María Kolbe no tiene límites. La consagración total a la Inmaculada con propósitos apostólicos, que él vivía y promovía, es y debe ser una verdadera espiritualidad. Indudablemente, es una herencia muy comprometedora, porque se trata de imitar a aquel que nos la ha dejado. A saber: se trata no de tener «algo» de él (posibles reliquias, algún autógrafo, su biografía, etc.), sino de poseer su espíritu, porque de los santos queda sobre todo lo que han hecho, actuando según la voluntad de Dios. Recoger su herencia significa permitir a Dios que obre en nosotros como obró en ellos. Como obró en san Maximiliano María Kolbe y en muchos de sus seguidores
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(L. Faccenda [ed.], «Un cuore donato. San Massimiliano María Kolbe», suplemento a Milizia Mariana 4 [1994] 11; 51ss; 75).
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| Gabriel Mª Otalora
Este año se cumplen cuarenta años del asesinato de dos grandes testigos del evangelio en circunstancias trágicas ya que ambos murieron por su fidelidad a Cristo. Me refiero al jesuita Luis Espinal y a Monseñor Óscar Romero, asesinados con una diferencia de tres días; uno en Bolivia y el otro en El Salvador por el único delito de amar a los demás.
Suena extraño explicarlo así, pero una actitud semejante fue la causa del asesinato de Jesús de Nazaret, en este caso por amor extremo, ejemplo al que seguían esos dos seguidores suyos. El amor trinitario del que Bruno Forte afirma que el Padre es el amante, el Hijo el amado y el Espíritu es el encuentro entre ambos en perfecta comunión que la entenderemos cuando veamos a Dios “cara a cara”.
Para cambiar las cosas no vale la falsa prudencia, como bien lo saben las personas tocadas por el verdadero amor. La prudencia es virtud mientras que la cobardía es todo lo contrario. Jesús nos habló del reparto de talentos y lo mal que le fue al que recibió uno cuando lo guardó por su cobardía disfrazada de prudencia y por la falta de confianza. En los poemas del mártir Espinal se recoge bien esta idea: Hemos sido prudentes (en realidad, cobardes) y nos hemos cuidado; pero, ¿para qué? Nuestro único ideal no puede ser llegar a viejos… Y en otro poema refuerza estos pensamientos: Líbranos, Señor, del silencio “prudente” (sic) para no comprometernos. Que nunca tu Iglesia sea Iglesia del silencio que no calla ni ante el guante blanco ni ante las armas.
No queremos una prudencia que nos lleve a la omisión, a ser cristianos mudos, que mientras no les toquen a ellos, se quedan tranquilos aunque se cuartee el mundo. Por reflexiones similares a estas de Luis Espinal llevadas a la práctica, asesinaron a Jesús de Nazaret y a muchos de sus seguidores, Espinal y Romero incluidos. La prudencia es virtud que Jesús supo administrar y de qué manera: habló y calló cuando era necesario, no cuando le vino bien. De hecho, no contemporizó con sus enemigos para mejorar su cada vez más difícil situación personal.
¿Por qué confundimos tantas veces el amor cristiano con una especia de platonismo celestial carente de todo compromiso? ¿O con una actitud comprometida desde una ideología política violenta? Cada vez que actuamos así apelando a Cristo, borramos la esencia de lo que Jesús predicó y de su implicación para salvar especialmente a los más desfavorecidos, precisamente por serlo, implicado como estuvo en que la religión no fuera la excusa perfecta para mantener la injusticia basada en la exclusión, ajena al Dios Amor. No podemos en ensalzar al Dios de Jesús templando gaitas con el poder que utiliza a Dios para perpetuarse, ni ser tampoco los abanderados de medios violentos y cainitas que Jesús rehusó. Por ambas cosas murieron Jesús, Espinal y Romero. No traicionemos el amor cristiano disfrazándolo de luchas de poder o de falta de compromiso, parapetados en ritos que solo se representan a sí mismos.
Tampoco se trata de hacer una Contracruzada, sino de vivir nuestra fe, valientes y firmes, dando testimonio allí donde nos ha tocado; dando ejemplo gracias a la fuerza del Dios Trinidad que insufla sobre lo débil para hacerse fuerte entre nosotros. En medio de este tiempo difícil, Dios empuja fuerte para que descubramos mediante una actitud de escucha humilde una experiencia enteramente nueva en medio del infortunio y las debilidades.
La audacia del amor tiene reglas y sus frutos se recogen tras la puerta estrecha.
“Proclamó la verdad, fue poseído por ella y la proclamó con pasión”
Lo que sucedió en el Vaticano el 14 de octubre de 2018 – su canonización – fue importante, pero en el lenguaje de los antiguos fue un “accidente”
Termino con las palabras ya citadas por Ignacio Ellacuría: “Con Monseñor Romero Dios ha pasado por El Salvador”. Palabras de mártir a mártir
¿Cuál era entonces el contenido del 14 de octubre? Le preguntaron a un campesino quién era Monseñor Romero, y sin dudarlo respondió: “Monseñor Romero ha dicho la verdad. Nos defendió a los pobres. Y por eso lo mataron”. Es decir, vivió y murió como Jesús de Nazaret
| Jon Sobrino, en Concilum
Escribo desde San Salvador, donde ya había vivido durante tres años, desde 1977, cuando Romero fue nombrado arzobispo, hasta su asesinato en 1980. Lo que estoy a punto de decir es algo conocido entre nosotros. En otros lugares, a pesar de aceptar e incluso admirar a Monseñor Romero, el enfoque puede ser diferente, y a menudo lo es.
Creo que personas como Ellacuría -mártir a su vez- o este siervo que soy, pueden añadir algo, a saber, la experiencia personal, directa e inmediata de Monseñor Romero. Durante la misa, Ellacuría dijo: “Con Monseñor Romero Dios ha pasado por El Salvador”. No lo dijo por su aguda inteligencia, sino por su contacto real con el arzobispo. Por mi parte, en virtud del contacto personal con él, lo primero que escribí y dije después de su asesinato fue que “Monseñor Romero creía en Dios”.
Lo que sucedió en el Vaticano el 14 de octubre de 2018 – su canonización – fue importante, pero en el lenguaje de los antiguos fue un “accidente”. La “sustancia” era el verdadero Oscar Romero, su acción y su palabra, su total confianza en Dios, su total obediencia a Dios y su total entrega a los pobres y víctimas de este mundo.
No era necesario declararlo santo
En El Salvador, el 24 de marzo de 1980, el día de su asesinato, nadie pensó en términos de canonización, pero mucha gente habló de la excelencia humana, cristiana y arzobispal de Monseñor Romero. Llorando, una campesina dijo: “Mataron al santo”. Pocos días después Don Pedro Casaldáliga escribió: “San Romero de América, nuestro pastor y mártir”. Nadie pensó que sería necesario trabajar en alguna curia para declararlo santo.
No sucedió como en otras ocasiones. Cuando murió José María Escrivá de Balaguer, muchos se apresuraron a obtener su canonización. Cuando murió Madre Teresa de Calcuta, la estima por sus virtudes ya era grande, especialmente por su amorosa parcialidad hacia los que sufren y abandonados, y se esperaba su canonización. Cuando murió el Papa Juan Pablo II, se escuchó el grito “santo de inmediato”.
Nada de esto sucedió después de la muerte de Oscar Romero. Y vale la pena recordar que el mismo día en que fue enterrado el muerto Romero, se vivieron los horrores que había enfrentado el Romero vivo: en la plaza de la catedral llena de personas, estallaron bombas, muchos huyeron en busca de refugio y dejaron allí una montaña formada con cientos de zapatos. El delegado oficial del Papa, Monseñor Corripio, entre otros, pidió que fuera llevado inmediatamente al aeropuerto. Por otro lado, hay una foto en la que se puede ver a seis sacerdotes cargando sobre sus hombros el ataúd de Monseñor Romero, y entre ellos al Padre Ignacio Ellacuría.
Vayamos a la sustancia. Monseñor Urioste solía repetir que Romero era el salvadoreño más amado por las mayorías oprimidas y el más odiado por las minorías de los opresores.
Proclamó la verdad, fue poseído por ella y la proclamó con pasión
¿Cuál era entonces el contenido del 14 de octubre? Le preguntaron a un campesino quién era Monseñor Romero, y sin dudarlo respondió: “Monseñor Romero ha dicho la verdad. Nos defendió a los pobres. Y por eso lo mataron”. Es decir, vivió y murió como Jesús de Nazaret.
Proclamó la verdad, fue poseído por ella y la proclamó con pasión. Cuando la realidad era positiva para los pobres, Monseñor Romero proclamó la verdad como evangelio -buenas noticias- con alegría y regocijo.
Cuando la realidad era negativa, era miseria, opresión y represión, crueldad, muerte -especialmente para los pobres- Monseñor Romero decía la verdad como una mala noticia, denunciando y desenmascarando, y la decía con dolor. Rico en verdad, Romero fue un evangelizador sincero y un profeta incorruptible.
Como “anunciador de la verdad”, Mons. Romero expresó juicios sobre la realidad, sobre toda la realidad. Dejó que “la realidad tomara la palabra” (Karl Rahner) y tuvo la honestidad de hacer pública la palabra hablada por la realidad misma.
Sobre la base de estos principios Monseñor Romero habló la verdad de una manera sin precedentes en el país, ni antes ni después de él.
Lo dijo enérgicamente, porque se basaba en el principio esencial y fundamental: “No hay nada tan importante como la vida humana, como la persona humana. Sobre todo, la persona de los pobres y oprimidos” (16 de marzo de 1980). En Puebla le preguntó a Leonardo Boff: “Ustedes los teólogos nos ayudan a defender lo mínimo, que es el don más grande de Dios: la vida”. La proclamó ampliamente, para poder decir “toda” la verdad. Por esta razón su Eucaristía en las misas dominicales en la catedral podía durar una hora y media o más. Lo dijo públicamente, “desde los tejados” como lo pidió Jesús, en la catedral y a través de la estación de radio diocesana YSAX, que fue repetidamente objeto de ataques con bombas y sufrió interferencias. Su última homilía tuvo que ser pronunciada frente a un teléfono conectado a una estación de radio en Costa Rica. La YSAX sigue emitiendo, pero, sin Monseñor Romero, ha perdido el extraordinario valor que tenía. Romero decía la verdad de manera popular, aprendiendo muchas cosas del pueblo, de modo que, sin saberlo, los pobres y los campesinos eran en parte, coautores de sus homilías y de sus cartas pastorales: “Tú y yo escribimos la cuarta carta pastoral” (6 de agosto de 1979); “Tú y yo hacemos esta homilía” (16 de septiembre de 1979). Y formuló frases notables sobre su relación con el pueblo para decir la verdad: “Siento que el pueblo es mi profeta” (8 de julio de 1979); “Hemos hecho una reflexión tan profunda que creo que el obispo siempre tiene mucho que aprender de su pueblo” (9 de septiembre de 1979).
Respetaba y apreciaba la razón
Y fue popular también porque Monseñor Romero respetaba y apreciaba la “razón”, el pensamiento de la gente, de la gente sencilla. Y evitó con éxito la infantilización religiosa, un riesgo siempre presente en el trabajo pastoral.
En América Latina, y ciertamente en El Salvador, creo que un buen número de personas aceptan la “opción por los pobres”. Podemos decir que ya pertenece a la ortodoxia eclesial, con el riesgo de que toda ortodoxia suavice la aspereza y diluya lo fundamental. Sin subestimar las cosas bien dichas sobre los pobres y la pobreza en Puebla, especialmente la impresionante letanía de los rostros de los pobres (n. 32-39), su multitud (n. 29), las causas estructurales de la pobreza y las necesidades de los pobres (n. 30), insisto en una comprensión más precisa de la opción, que aparece en la formulación teológica de Puebla. Dice en el n. 1142 del documento: “Los pobres merecen una atención preferencial, sea cual sea la situación moral o personal en la que se encuentren. Hecho a imagen y semejanza de Dios para ser sus hijos, esta imagen de ellos es borrosa e incluso indignada. Por eso Dios los defiende y los ama”.
Ese campesino había comprendido bien la opción de Monseñor Romero por los pobres: “Nos defendió a los pobres”. No tengo nada más que añadir a este solemne juicio del campesino. Ni al lenguaje que usaba: defendía “nosotros los pobres”, es decir, nosotros “los que somos pobres”. La conclusión es que Monseñor Romero no sólo amó a los pobres y oprimidos del país, sino que también los defendió. Semana tras semana defendió a los pobres y a las víctimas con la verdad que proclamó públicamente en sus homilías. Estimuló la organización popular y la asistencia jurídica para defender a los campesinos y a las víctimas. Cuando la represión se desató, abrió las puertas del seminario central de San José de la Montaña para recibir a los campesinos que huían de Chalatenango, algo que ciertamente molestaba a varios obispos. Leer más…
Del blog de Gabriel María Otalora Punto de Encuentro:
En esta ocasión, quiero traer a los lectores la actitud de Aita Patxi (Padre Francisco de la Pasión), el religioso pasionista que se desvivió por todos, primero con su gente en medio del avance de las tropas golpistas del general Mola y después en los batallones de castigo donde se jugó la vida ayudando a cuantos tenía a su alrededor, de un bando y otro, muchas veces siendo tratado como un animal por quienes decían pelear desde la “fe verdadera”. Y en medio de semejante zozobra, ocurrió un hecho no muy divulgado, con Aita Patxi como protagonista y que nos debiera centrar nuestra fe en lo esencial.
Ocurrió que un preso asturiano no católico se fugó del campo de trabajos forzosos franquista, pero fue detenido en una localidad vecina. Sin demasiados trámites, fue condenado a muerte. Estaba casado y tenía varios hijos. Enterado Aita Patxi como compañero de cautiverio que era, quiso librarle de la muerte; se dirigió al sargento encargado de su custodia y le pidió ser fusilado en su lugar. El militar acudió confundido a su comandante y se lo contó. Debió también impresionarse el comandante al oír a su sargento, pues, según cuenta el historiador y benedictino, Hilari Rager, el comandante le transmitió lo siguiente: “Por usted le perdonamos la vida al asturiano. No morirá”.
Fue en el mes de julio de 1937, en San Pedro de Cardeña. Serían las 10 de la noche. Aita Patxi, conducido por cuatro soldados, armados con casco y bayoneta calada, vino a la enfermería a despedirse de sus compañeros de cautiverio: “Zeruarte! (“¡Hasta el cielo”!), les dijo. Y esto es lo que cuenta el propio comandante del centro de castigo burgalés: “cuando se fugó un prisionero, resulta que se me presenta el P. Francisco, también prisionero del mismo campo y, arrodillándose ante mí, me dice: señor comandante, quiero pedirle un favor, quiero que perdonen a Esteban Plágaro y me fusilen a mí. Yo quiero morir en su lugar, porque ese hombre tiene hijos y es pena que esos pobres niños se queden sin padre. No supe qué responder ante aquella petición tan extraña, prosigue el comandante. Después de reflexionar un rato, le dije: ya lo consultaré con la Junta de Guerra de Burgos y, si ellos están conformes, le concederemos la gracia. El religioso me dio las gracias y se alejó sonriente.”
Entonces se le ocurrió al comandante poner a prueba la sinceridad del religioso vasco: le llamó donde se iba a cumplir la sentencia, con el piquete que le iba a ejecutar. Allí se presentó él inmediatamente. “Padre Francisco, le dije, la Junta de Burgos ha aceptado que Vd. muera en lugar de Plágaro. Entonces él me dio las gracias y estuvo un ratito recogido, como en preparación para morir, y me contestó: ¡Ya estoy!”
“Se colocó enfrente del pelotón de soldados, que estaban preparados para cumplir la sentencia. Di al piquete orden de estar listos para disparar. Al P. Francisco se le veía sonriente y feliz para morir en lugar del condenado. Yo no pude contener la emoción y las lágrimas y le dije: Padre, ¡retírese!” Numerosas personas, testigos directos e indirectos del suceso, lo han relatado igual. El suceso impresionó mucho a cuantos lo presenciaron aunque el gesto heroico de Aita Patxi tuvo un triste final, pues el asturiano fue fusilado aquella madrugada…
Ante la orfandad actual de modelos éticos, que parece que no se llevan, la memoria histórica, además de dignificar a las víctimas, debe movernos como cristianos a bucear biografías y personas para quienes la convivencia no era un mero sentimiento, sino una acción. Este religioso pasionista nos demuestra hasta qué punto es importante recuperar ciertos testimonios, valorarlos y hacerlos nuestros con la vista puesta en lo esencial.
Hilari Rager resalta que la máxima muestra de la caridad de Aita Patxi al ser dos las ocasiones que se ofreció para reemplazar a quienes iban a ser fusilados, como hizo San Maximiliano Kolbe en un campo de concentración nazi unos cuantos años antes, siendo mucho más conocido.
Hoy recordamos, en su festividad, a este ejemplo de entrega sin límites…
Nació en Polonia en 1894. A los 13 años entró en los menores conventuales. Una vez terminados sus estudios filosóficos y teológicos en Roma, instituyó en ella la «Milicia de la Inmaculada», en 1917. Tras ser ordenado sacerdote en 1927, fundó en su patria la «Ciudad de la Inmaculada», centro de vida espiritual y de actividad editorial. Ejerció como misionero en Japón y volvió a Polonia en 1936, donde prosiguió su intensa obra de apostolado. Durante la Segunda Guerra Mundial fue deportado al campo de concentración de Auschwitz, donde murió al ofrecer su vida por la de un compañero de prisión, el 14 de agosto de 1941. Fue beatificado por Pablo VI en 1971 y canonizado con el título de mártir por Juan Pablo II en 1 982.
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En todos los continentes, o casi, es conocida y notoria la figura de san Maximiliano María Kolbe. Y quien ha recibido el don de acercarse a él, queda profundamente conquistado por el santo. Porque se quedará tan presente en su propia vida, que sentirá la necesidad de invocarlo, imitarlo y enamorarse de su poliédrica figura de hombre, sacerdote, religioso, apóstol y mártir.
«Sólo el amor crea», había repetido miles y miles de veces el padre Kolbe durante su vida. «Sólo el amor crea», cantaban las obras que iba ideando y concretando una tras otra, a fin de llevar la vida de la verdad a cada hombre con la imprenta; para llevar las ondas de la vida a cada casa por medio de la radio; para dar un signo de la vida eterna a través de las esculturas y las pinturas de los hermanos. Y en sus largos viajes no perdía la ocasión de acercarse al ateo, al masón, al judío, al incrédulo, al cristiano adormecido en su fe, para que el nuevo destello de la vida iluminara el camino que lleva a la salvación.
«Sólo el amor crea», ha ido repitiendo el papa «venido de lejos », cada vez que se detiene a hablar de este hombre: el hombre de nuestro tiempo, el hombre de la magna y profunda herencia. La herencia espiritual de san Maximiliano María Kolbe no tiene límites. La consagración total a la Inmaculada con propósitos apostólicos, que él vivía y promovía, es y debe ser una verdadera espiritualidad. Indudablemente, es una herencia muy comprometedora, porque se trata de imitar a aquel que nos la ha dejado. A saber: se trata no de tener «algo» de él (posibles reliquias, algún autógrafo, su biografía, etc.), sino de poseer su espíritu, porque de los santos queda sobre todo lo que han hecho, actuando según la voluntad de Dios. Recoger su herencia significa permitir a Dios que obre en nosotros como obró en ellos. Como obró en san Maximiliano María Kolbe y en muchos de sus seguidores
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(L. Faccenda [ed.], «Un cuore donato. San Massimiliano María Kolbe», suplemento a Milizia Mariana 4 [1994] 11; 51ss; 75).
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Gana fuerza la tesis del asesinato tras un robo por parte de saqueadores
Arzobispo de Pamplona: “Son nuestros mártires”
“Hasta las diez de la noche no la localizan, lo hacen en la selva, a poca distancia de su casa, escondida entre los matorrales”
Una misionera española, decapitada en República Centroafricana
Jesús Bastante /Ep
Sor Inés (nombre adoptado por Blanca Nieves Sancho al profesar) fue asesinada por un grupo de saqueadores que asaltaron su casa. Al menos, esta es la tesis de su hermano, Juan Antonio Sancho, que defiende que “dejó escrito que si moría en África la enterrasen allí”.
En declaraciones a El Mundo, Sancho rescata algunos de los últimos momentos de la religiosa: “Nieves había ido muy temprano a preparar la eucaristía. Después, como todos los domingos, comen en grupo tras la santa misa; cada uno pone lo que puede llevar o tiene. Por la tarde había quedado en ayudar a una familia a cargar unos enseres en un vehículo. Al finalizar la comida dijo que se retiraba para descansar un rato en su casa, que dista como un kilómetro de allí. A partir de ahí, se desconoce qué pasó”.
Sobre las cinco de la tarde, el hombre que vive al lado de ella encontró el interior de la casa de Nieves totalmente revuelto. “Comenzó a buscarla en los alrededores. En la parte de atrás tenían un huerto y animales, que parece que han desaparecido. Al no encontrarla, fue al centro de la población y vio a la familia con la que Nieves había quedado”, relata su hermano.
“En vista de que no aparecía se organizaron patrullas en el pueblo. Hasta las diez de la noche no la localizan, lo hacen en la selva, a poca distancia de su casa, escondida entre los matorrales”.
“No sabemos si al llegar a su casa se encontró a gente robando y se escondió… Es lo que suelen hacer cuando hay un grupo de saqueadores, algo habitual en la zona, tienen sitios en la selva donde se esconden, dejan pasar el problema y vuelven a su casa. O bien se topó con ellos dentro de su casa”, cuenta Sancho.
Su hermana fue enterrada en Berbérati, a 150 km de Nola, pues su deseo era “morir y enterrarse en África”.. Así lo dejó por escrito, y así lo comentó a la familia: “Cuando estuvimos con ella en julio en Toulouse nos dijo que su vida aquí realmente no tenía sentido”.
Por su parte, el director de Obras Misionales Pontificias (OMP) en España, José María Calderón, ha expresado se “dolor” y “tristeza” tras la muerte de la misionera española Inés Nives Sancho, de 77 años, quien ha sido decapitada en República Centroafricana, al tiempo que ha destacado “la grandeza de una vida entregada”.
“Hay hombres y mujeres que nadie conoce y están trabajando por hacer el bien, pasan desapercibidos a los ojos de esta sociedad y entregan su vida día a día por un amor que es Cristo, por un amor que es la Iglesia, y el pueblo al que ellos han ido a servir. Y, ahora, con este dolor y sufrimiento se reconoce lo que están haciendo y se descubre la dignidad y la grandeza de una vida entregada”
, ha señalado en declaraciones a Europa Press.
A su juicio, este tipo de personas hacen que el resto “descubra” cuáles son “los valores verdaderos de la vida, la razón última para la que el hombre esta aquí en la vida”. Así, aunque la muerte de la misionera es “una noticia tristísima”, sostiene que “hace descubrir que la vida tiene sentido, mucho valor y que la entrega va a dar muchos frutos”.
Calderón, que ha recordado que en lo que va de año ya son tres los misioneros españoles asesinado, ha explicado que esta mañana, durante un encuentro organizado por la Comisión Episcopal de Misiones y Cooperación entre las Iglesias y Obras Misionales Pontificias, durante la celebración de la eucaristía han recordado a la misiones. “Es terrible, pero a la vez es la vida que ella eligió para entregarla del todo”, ha recalcado.
En #AsambleaOMP presentamos a @MisionAmericaES, la ONGD de los misioneros para los misioneros. Es fruto, herramienta y visibilidad de toda la familia de @OMP_ES. Más información en https://t.co/urdpLSub5w Contamos con vosotros. @fidesorg @eslahoradelamis @MisionesToledo pic.twitter.com/PBRb9jQIFc
— Fernando Redondo (@fernandoredondo) 22 de mayo de 2019
Al encuentro ha asistido también el Arzobispo de Pamplona, Obispo de Tudela y presidente de la C. E. de Misiones y Cooperación entre las Iglesias, Francisco Pérez, quien ha destacado que “trabajó dispuesta siempre a dar la vida” ya que esa es “la labor de los misioneros“.
“Están allí por verdadero amor a Jesucristo”, ha dicho. Según ha defendido, la misionera “ha dado su vida, porque estaba allí tratando de ayudar a los mas pobres y desfavorecidos”.
“El odio no entra en la vida del misionero, la respuesta nuestra siempre es de perdón. Por ello estoy seguro de que ella habrá dicho ‘perdónales porque no saben lo que hacen”, ha agregado respecto a su asesinato, recordando que muchos misioneros sufren persecución y maltrato. “Son nuestros mártires, y la sangre de mártires es semilla para nuevos cristianos”, ha remarcado.
“Estamos muy dolidos porque se sufre cuando pasa una cosa de estas, pero también orgullosos porque mueren perdonando, y esa es la gran labor de la paz: sin perdón no hay paz”
El Presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez mostró suss condolencias:
Mi pésame y cariño para la familia de Inés, misionera española asesinada en Rep. Centroafricana, y para la de Fernando, misionero asesinado recientemente en Burkina Faso. Un abrazo a sus congregaciones y mi reconocimiento a su labor siempre al servicio de los más necesitados. https://t.co/c6ZcKOGsQn
— Pedro Sánchez (@sanchezcastejon) 21 de mayo de 2019
Fuente Religión Digital
Era un 19 de enero del año 2009 cuando iniciábamos esta aventura… y lo hacíamos explicando el por qué y para qué…
En estos diez años, han ocurrido muchas cosas, desde los dos hackeos por los intolerantes con la desaparición de buena parte de los post y archivos, la muerte de quien construyó su formato y seguimiento… pero también el encuentro con tantos y tantos amigos y amigas que han ido construyendo comunidades inclusivas que aspiran a peregrinae en este mundo hacia la consecución del Reino de Dios… Un espacio donde podamos encontrarnos y continuar esta lucha contra la Intolerancia, y la Homofobia y hacer posible que este mundo y las distintas confesiones religiosas en particular, sean espacios abiertos e inclusivos.
Desde entonces y hasta ayer, 3.155.280 personas han entrado en el blog, en 3.819.422 sesiones y han ojeado 5.682.723 páginas… Toda una alegría que agradecemos… En estos momentos estamos en fase de renovación y a la espera de disponer de nuevo del Foro de encuentro. Os pedimos un poco de paciencia
***
Pero hoy, víspera de San Sebastián, santo al que nos encomendamos desde el principio, traemos su recuerdo y compañía en este camino…
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles:
-«No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No, temed al que puede destruir con el fuego alma y cuerpo. ¿No se venden un par de gorriones por unos cuartos? Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo; no hay comparación entre vosotros y los gorriones.
Si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo también me pondré de su parte ante mi Padre del cielo. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre del cielo.»
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Mateo 10, 28-33
*
Oración
Padre todo misericordioso, que concediste al mártir San Sebastián pelear el combate de la fe hasta el derramamiento de su sangre; te rogamos que su intercesión nos ayude a soportar por tu amor la adversidad y a caminar con valentía hacia ti, fuente de toda vida. Por nuestro Señor Jesucristo…
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Paz y Bien,
8 de diciembre de 2018, beatificación de los 7 monjes de Tibhirine (Argelia)
Guillermo Oroz Aragón; Mari paz López Santos
Navarra; Madrid
ECLESALIA, 07/12/18.- ¡Ven, asómate, celebra con nosotros! El 8 de diciembre serán beatificados los siete monjes cistercienses de la comunidad de Tibhirine (Argelia, 1996).
Su historia se difundió por los medios a nivel mundial en el 2010 a través de la película “DE DIOSES Y HOMBRES”, y nos acercó a los sucesos que marcaban el día a día en Argelia a mediados de los años 90, y a la vida de aquella comunidad monástica junto a sus vecinos musulmanes en medio de la violencia que se había desatado.
Los monjes contemplativos viven en el silencio y habitualmente sus vidas están muy lejos de quienes vivimos en medio del mundo. ¿Qué nos ha dejado aquella pequeña comunidad de monjes cristianos inmersa en un país musulmán?
Nos han donado un testimonio de Amor que ahora se hace universal. Amor por encima de dificultades, hostilidades, injusticias, despropósitos y violencia. Un Amor que se expande en el Tiempo, con mayúsculas, porque ese Amor ni caduca ni tiene fin.
Nos han entregado el testigo para ser mensajeros de su opción personal y comunitaria, discernida durante tres largos años, hasta llegar a la comprensión común de no abandonar esa tierra y las gentes a las que amaban.
Eligieron permanecer junto a sus vecinos musulmanes compartiendo vida y riesgo. No deseaban la muerte, eso hubiera sido patológico, pero la encontraron junto con otros que también van a ser beatificados, y muchos más (imanes, creyentes musulmanes, trabajadores extranjeros, periodistas, etc.) que nos han dejado sembradas semillas de paz en el complicado mundo en que vivimos.
Ahora nuestra responsabilidad es cuidar, regando y abonando, esas semillas para que crezcan como plantas fuertes que produzcan frutos de amor, paz, solidaridad y alegría en una humanidad sufriente y secuestrada por rivalidades e intereses que causan tanta desolación.
Vivimos en el mundo en que vivimos. Ese es uno de los mensajes más inmediatos que la comunidad de monjes de Tibhirine nos da. No hay escapatoria, no hay huida. Nunca la hubo. Ni entre los muros de un monasterio en el desierto. Porque no debe haberla. Porque Dios no nos quiere huyendo. Porque el amor no huye.
Y el mundo en que vivimos es un mundo en que la Mentira campa a sus anchas, fomentada por poderosísimos intereses y amplificada por cuasi todopoderosos medios de masas. Arrinconada, torturada, asesinada la Verdad. Así en el mismo Cristo; así también en Tibhirine.
Por eso no hemos de permitir -y ése quiere ser nuestro pequeño granito de arena- que la mentira hinque sus fauces en la historia de nuestros hermanos monjes. No hemos de permitir que nadie siembre semillas de destrucción, de confrontación, de división, de odio. Que nadie cuente, desde la sangre de los monjes, otra historia que no sea su verdadera historia de amor, de perdón, de reconciliación, de unidad, más allá de todas las barreras que nos ponemos unos a otros, más allá de todas las fronteras que dibujamos entre nosotros mismos, más allá de toda apariencia y de toda falsedad. Y más allá de todo riesgo, hasta ofrecer la vida por los que amas.
Antes de recurrir al Testamento que nos dejaron, salido del corazón y de la pluma de Christian, prior de la comunidad de Tibhirine, escrito tres años antes de su muerte, creemos imprescindible destacar dos nombres que llevan asociadas dos historias: Mohamed y Ribât- es-Salâm. Historias que ayudarán a comprender más profundamente la vida y mensaje de aquella comunidad: el amor es más fuerte que la muerte, nos gritan a siete voces. Esta es la propuesta que nos hacen para que la hagamos nuestra. ¿Nos atreveremos? Ellos sí se atrevieron. Para el Amor, para Dios, todo es único, irrepetible. El amor sólo conoce nombres propios. “Yo hago nuevas todas las cosas” (Ap 21, 5-6).
Christian, que vivió algunos años en Argelia en su niñez, decía: “Por primera vez, vi hombres rezando de manera diferente a mis padres.(…) Tengo un profundo reconocimiento hacia mi madre que nos enseñó, a mí y a mis hermanos, el respeto a los gestos y a la rectitud de la oración musulmana.(1)
Volvió en su juventud, durante la guerra de Argelia y “creará lazos de amistad con el guardia campestre de la ciudad, Mohamed, ‘un hombre maduro y profundamente religioso (…) Un día mientras los dos amigos paseaban y conversaban acerca de la oración, los nacionalistas argelinos quisieron poner fin a la vida del subteniente francés (Christian). En ese momento el guarda campestre se interpuso y salvo la vida de Christian. Dos o tres día más tarde, el guardia fue encontrado degollado cerca del pozo. Christian quedará marcado para siempre por este episodio que le reveló cómo un musulmán puede vivir el ‘único mandamiento”, dando su vida por amor a otro: ‘En la sangre de este amigo, supe que mi llamada a seguir a Cristo debería vivirla, tarde o temprano, en el país mismo donde me había sido dada la muestra más grande amor’. (2)
La sangre de Mohamed colmó la medida de la sangre de Christian. Las dos fueron vertidas en la misma copa, en el mismo cáliz. La historia de Mohamed completa la historia de Christian. El amor de Mohamed es el mismo amor que el amor de Christian.
La sangre y la vida de Mohamed irán para siempre unida a la sangre y la vida de Christian. Hasta el punto final del martirio.
“Dar la vida por los demás” (Jn 15,13) está escrito, está dicho. Es lo que hizo Mohamed y lo que hicieron los monjes de Tibhirine. Es la cosecha que recogió, en sus manos amorosas, el Padre de todos los hombres.
Por eso, porque es justo, porque es lo que quieren Christian y los demás desde la Luz, recordamos, con el corazón y la fe, a los monjes del Atlas. Junto a ellos, apoyado en el hombro del prior, reconocemos a un anciano musulmán cuyo nombre es Mohamed y cuya sangre fue derramada por su amigo Christian. La prueba más grande de amor. No deberíamos olvidarlo nunca.
El otro nombre es Ribât-es-Salam, que significa Vínculo de la Paz, un grupo de cristianos y musulmanes que inició su andadura en marzo de 1979 y que se reunían periódicamente en el monasterio de Tibhirine con el objetivo de orar juntos:
“Nuestros hermanos Alawiyines (…) ya nos habían dicho: ‘No queremos comprometernos con ustedes en una discusión dogmática. En el dogma o la teología, hay muchas barreras que está hechas por el hombre. Nosotros nos sentimos llamados a la unidad. Deseamos dejar que Dios cree cosas nuevas entre nosotros. Esto se puede hacer sólo con la oración. Por eso hemos querido este encuentro de oración con vosotros”.
Descubrir y descifrar “los signos de Dios, en el “horizonte” de los mundos y los corazones, simplemente ubicándonos en la escucha y en la escuela del otro, musulmán en este caso” (3).
Ribât es-Salam fue el ideal de paz y oración, (“somos orantes en medio de un pueblo de orantes” decía Christian) desde el que los monjes quisieron fundar un nuevo modo de convivir y relacionarse unos con otros, musulmanes y cristianos. Christian tenía costumbre de hacer lectio divina también desde el Corán, y dejó consignado que había tenido experiencia de la Palabra de Dios entre las palabras del Corán.
Mientras muchos empuñan las armas, ayer como hoy, e invocan lo que nos divide, aquellos monjes y aquellos creyentes musulmanes apostaron por invocar el amor, la oración y la paz, que nos une a todos. Apuesta firme, apuesta hasta las últimas. Somos soldados derrotados de una Causa invencible.
Cuando nuestro corazón dude, cuando los altavoces de propaganda de la Mentira llenen nuestras mentes de imágenes y gritos inhumanos, recordemos a los hermanos del Atlas. Recordemos Ribât es-Salam, el vínculo de paz. Recordemos que la apuesta de Jesús fue la paz y el amor que nos conducen a Dios. “Mi paz os dejo, mi paz os doy”(Jn 14, 27)
Tres miembros de Ribât también murieron violentamente en aquellos años y serán beatificados el 8 de diciembre: Henri, hermano marista (+8 mayo 1994); Christian, misionero padre blanco (+27 diciembre 1994) y Odette, hermana del Sagrado Corazón (+10 noviembre 1995). (4)
Libros, artículos, poemas, documentales, fotos, pinturas, esculturas, una gran película… nos han permitido adentrarnos en quienes fueron aquellos monjes que, durante casi tres años -desde que el 24 de diciembre de 1993 fueron sobresaltados por un grupo armado que asaltó el monasterio hasta la noche de su secuestro el 28 de marzo de 1996 -discernieron, personal y comunitariamente y eligieron, apoyados unos y otros en la oración y la confianza en Dios, quedarse en Tibhirine junto a sus vecinos musulmanes.
Podríamos seguir escribiendo, dando datos, animando saber, compartiendo lo que para nosotros fue el descubrimiento de nuestros hnos. monjes de Tibhirine… ¡déjalo, no te entretengas más! ¡Id directos a saborear la fruta que ya era antes de que talaran los árboles: el Testamento de Christian de Chergé, prior de la comunidad y regalo para la posteridad de la comunidad de Tibhirine.
“Cuando un A-Dios se vislumbra…” ¡Sigue, adéntrate en clave de silencio y oración, y contempla “el testimonio de entendimiento y entrega, que aúna las muertes no arrebatadas sino donadas; aúna todos los perdones concedidos antes de ser infringido el daño; previene del peligro de culpabilizar –por extensión- a todo un pueblo, a un grupo, a un país; da testimonio de la visión del pecador más allá de su pecado (amigo del último instante”). Sus palabras son el último gemido de tantos mártires anónimos de Argelia, del mundo y de la historia de todas las religiones” (5).
Y cuando digas con ellos al final del Testamento: ¡AMEN! IN SHALLAH!, habrás comprendido como se pasa de un “A-Dios” a un “En-Dios”.
Gracias a Christian, Christophe, Luc, Celestin, Paul, Michel y Bruno, monjes cistercienses de Tibhirine y a todos los que también dieron su vida y juntos son beatificados: Henri (Marista), Hélene (Pequeñas Hermanas de la Asunción), Esther y Caridad (españolas, Agustinas Misioneras); Jean, Alain, Charles y Christian (Misioneros Padres Blancos); Angéle Marie y Bibiane (Hnas. N. S. de los Apóstoles); Odette (Pequeñas Hnas. Sagrado Corazón de Charles de Foucauld); y Mons. Pierre Claverie (Dominico y obispo de Orán) (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
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TESTAMENTO de Christian de Chergé
Prior del monasterio de Tibhirine (Argelia)
Abierto el domingo de Pentecostés, 25 de mayo de 1996
Cuando un A-Dios se vislumbra…
Si me sucediera un día –y ese día podría ser hoy–
ser víctima del terrorismo que parece querer abarcar en este momento
a todos los extranjeros que viven en Argelia,
yo quisiera que mi comunidad, mi Iglesia, mi familia,
recuerden que mi vida estaba ENTREGADA a Dios y a este país.
Que ellos acepten que el Único Maestro de toda vida
no podría permanecer ajeno a esta partida brutal.
Que recen por mí.
¿Cómo podría yo ser hallado digno de tal ofrenda?
Que sepan asociar esta muerte a tantas otras tan violentas
y abandonadas en la indiferencia del anonimato.
Mi vida no tiene más valor que otra vida.
Tampoco tiene menos.
En todo caso, no tiene la inocencia de la infancia.
He vivido bastante como para saberme cómplice del mal
que parece, desgraciadamente, prevalecer en el mundo,
inclusive del que podría golpearme ciegamente.
Desearía, llegado el momento, tener ese instante de lucidez
que me permita pedir el perdón de Dios
y el de mis hermanos los hombres,
y perdonar, al mismo tiempo, de todo corazón, a quien me hubiera herido.
Yo no podría desear una muerte semejante.
Me parece importante proclamarlo.
En efecto, no veo cómo podría alegrarme
que este pueblo al que yo amo sea acusado, sin distinción, de mi asesinato.
Sería pagar muy caro lo que se llamará, quizás, la “gracia del martirio”
debérsela a un argelino, quienquiera que sea,
sobre todo si él dice actuar en fidelidad a lo que él cree ser el Islam.
Conozco el desprecio con que se ha podido rodear a los argelinos tomados globalmente.
Conozco también las caricaturas del Islam fomentadas por un cierto islamismo.
Es demasiado fácil creerse con la conciencia tranquila
identificando este camino religioso con los integrismos de sus extremistas.
Argelia y el Islam, para mí son otra cosa, es un cuerpo y un alma.
Lo he proclamado bastante, creo, conociendo bien todo lo que de ellos he recibido,
encontrando muy a menudo en ellos el hilo conductor del Evangelio
que aprendí sobre las rodillas de mi madre, mi primerísima Iglesia,
precisamente en Argelia y, ya desde entonces, en el respeto de los creyentes musulmanes.
Mi muerte, evidentemente, parecerá dar la razón
a los que me han tratado, a la ligera, de ingenuo o de idealista:
“¡qué diga ahora lo que piensa de esto!”
Pero estos tienen que saber que por fin será liberada mi más punzante curiosidad.
Entonces podré, si Dios así lo quiere,
hundir mi mirada en la del Padre
para contemplar con El a Sus hijos del Islam
tal como El los ve, enteramente iluminados por la gloria de Cristo,
frutos de Su Pasión, inundados por el Don del Espíritu,
cuyo gozo secreto será siempre, el de establecer la comunión
y restablecer la semejanza, jugando con las diferencias.
Por esta vida perdida, totalmente mía y totalmente de ellos,
doy gracias a Dios que parece haberla querido enteramente
para este GOZO, contra y a pesar de todo.
En este GRACIAS en el que está todo dicho, de ahora en más, sobre mi vida,
yo os incluyo, por supuesto, amigos de ayer y de hoy,
y a vosotros, amigos de aquí,
junto a mi madre y mi padre, mis hermanas y hermanos y los suyos,
¡el céntuplo concedido, como fue prometido!
Y a ti también, amigo del último instante, que no habrás sabido lo que hacías.
Sí, para ti también quiero este GRACIAS, y este “A-DIOS” en cuyo rostro te contemplo.
Y que nos sea concedido reencontrarnos como ladrones felices
en el paraíso, si así lo quiere Dios, Padre nuestro, tuyo y mío.
¡AMEN! IN SHALLAH!Argel, 1 de diciembre de 1993
Tibhirine, 1 de enero de 1994Christian.+
En Facebook: AMIGOS DE LOS MONJES DE TIBHIRINE
(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
Hoy recordamos, en su festividad, a este ejemplo de entrega sin límites…
Nació en Polonia en 1894. A los 13 años entró en los menores conventuales. Una vez terminados sus estudios filosóficos y teológicos en Roma, instituyó en ella la «Milicia de la Inmaculada», en 1917. Tras ser ordenado sacerdote en 1927, fundó en su patria la «Ciudad de la Inmaculada», centro de vida espiritual y de actividad editorial. Ejerció como misionero en Japón y volvió a Polonia en 1936, donde prosiguió su intensa obra de apostolado. Durante la Segunda Guerra Mundial fue deportado al campo de concentración de Auschwitz, donde murió al ofrecer su vida por la de un compañero de prisión, el 14 de agosto de 1941. Fue beatificado por Pablo VI en 1971 y canonizado con el título de mártir por Juan Pablo II en 1 982.
*
***
En todos los continentes, o casi, es conocida y notoria la figura de san Maximiliano María Kolbe. Y quien ha recibido el don de acercarse a él, queda profundamente conquistado por el santo. Porque se quedará tan presente en su propia vida, que sentirá la necesidad de invocarlo, imitarlo y enamorarse de su poliédrica figura de hombre, sacerdote, religioso, apóstol y mártir.
«Sólo el amor crea», había repetido miles y miles de veces el padre Kolbe durante su vida. «Sólo el amor crea», cantaban las obras que iba ideando y concretando una tras otra, a fin de llevar la vida de la verdad a cada hombre con la imprenta; para llevar las ondas de la vida a cada casa por medio de la radio; para dar un signo de la vida eterna a través de las esculturas y las pinturas de los hermanos. Y en sus largos viajes no perdía la ocasión de acercarse al ateo, al masón, al judío, al incrédulo, al cristiano adormecido en su fe, para que el nuevo destello de la vida iluminara el camino que lleva a la salvación.
«Sólo el amor crea», ha ido repitiendo el papa «venido de lejos », cada vez que se detiene a hablar de este hombre: el hombre de nuestro tiempo, el hombre de la magna y profunda herencia. La herencia espiritual de san Maximiliano María Kolbe no tiene límites. La consagración total a la Inmaculada con propósitos apostólicos, que él vivía y promovía, es y debe ser una verdadera espiritualidad. Indudablemente, es una herencia muy comprometedora, porque se trata de imitar a aquel que nos la ha dejado. A saber: se trata no de tener «algo» de él (posibles reliquias, algún autógrafo, su biografía, etc.), sino de poseer su espíritu, porque de los santos queda sobre todo lo que han hecho, actuando según la voluntad de Dios. Recoger su herencia significa permitir a Dios que obre en nosotros como obró en ellos. Como obró en san Maximiliano María Kolbe y en muchos de sus seguidores
*
(L. Faccenda [ed.], «Un cuore donato. San Massimiliano María Kolbe», suplemento a Milizia Mariana 4 [1994] 11; 51ss; 75).
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21 de mayo, XXII Aniversario de la muerte de los monjes de Tibhirine
Mari Paz López Santos
Madrid.
ECLESALIA, 21/05/18.- … Marzo 26, 27, 28, 29, 30, treinta y uno, 1, 2, 3, 4, 5, 6, siete, 8, 9, 10, 11, 12, 13, catorce, 15, 16, 17, 18, 19,20, veintiuno, 22, 23, 24, 25, 25, 27, veintiocho, 29, 30, 1, 2, 3, 4, cinco, 6, 7, 8, 9, 10, 11, doce, 13, 14, 15, 16, 17, 18, diecinueve, 20, Mayo 21+
… 6ª y 7ª Semana de Cuaresma, Semana Santa, Octava de Pascua, 2ª, 3ª, 4ª, 5ª, 6ª, martes+ de la 7ª Semana de Pascua.
… 56 días de la primavera de 1996
La noche del 26 al 27 de marzo de 1996 fueron secuestrados siete monjes cistercienses del monasterio de Tibhirine (Argelia). Retenidos cincuenta y seis días y asesinados el 21 de mayo del mismo año.
“La lámpara del Sagrario de nuestra capilla de Tibhirine se apagó en esa triste noche del 26 al 27 de marzo. La capilla habitada por los cantos y las oraciones en las horas del Oficio Divino desde 1937 se quedó de repente silenciosa y vacía: “¿Hasta cuándo, Señor?”. “No es más que un hasta luego”, cantan nuestros corazones”, así cuenta la noche del secuestro el hno. Jean Pierre, uno de los dos monjes supervivientes (1).
Cincuenta y seis días en latente espera. ¿Volverán?… y la primavera, estación en que todo nace de nuevo, acogiendo la oscuridad de la violencia, el silencio de la ausencia y la esperanza del retorno de los hermanos, que la muerte transformó en Pascua eterna, Vida para siempre.
Escuchemos en silencio las palabras de los que se llevaron:
“Yo no creo que la violencia pueda extirpar la violencia. No podemos existir como hombre sino aceptando hacernos imagen del Amor, tal y como se ha manifestado en Cristo; quien, siendo justo, quiso sufrir la suerte del injusto”.
Esto dejó escrito el hno. Luc (2). Y también:
“No hay verdadero amor a Dios sin consentir sin reservas la muerte” (3).
El hno. Michel dejó escrito:
“Si nos ocurriera algo –no lo deseo-, queremos vivirlo aquí en solidaridad con todos estos argelinos y argelinas a quienes les ha costado ya la vida, nada más que solidarios con todos estos desconocidos, inocentes… Me parece que Aquel que nos ayuda hoy a resistir es el que nos ha llamado. Esto me deja profundamente maravillado” (4).
Dice el hno. Christophe:
“Ante la muerte dime que mi fe, Amor, permanecerá. A menudo me siento asustado de creer” (5)
El hno. Célestin se expresa en una antífona pascual:
“Oh Jesús, yo acepto con todo mi corazón que tu muerte se renueve, se cumpla en mí; yo sé que contigo se vuelve a subir desde el vertiginoso descenso a los abismos a proclamar al demonio su derrota”. (6)
Del hno. Paul:
“El Espíritu opera, trabaja en profundidad en el corazón de los hombres. Estemos disponibles para que Él pueda actuar en nosotros mediante la oración y la presencia amante a todos nuestros hermanos”. (7)
El hno. Bruno:
“Heme aquí ante ti, Dios mío. Heme aquí, rico en miseria y pobreza, y de una cobardía sin nombre. Heme aquí ante ti que eres Amor y Misericordia. Ante ti, pero sólo por tu gracia, hema aquí todo entero, con todo mi espíritu, todomi corazón, toda mi voluntad”. (8)
Y, el hno. Christian, superior de la comunidad de Tibhirine, en su reflexión cuaresmal, dieciocho días antes del secuestro:
“Tenemos que ser testigos del Emmanuel, es decir, del “Dios-con”. Hay una presencia de “Dios con los hombres” que debemos asumir nosotros. Es desde esta perspectiva como comprendemos nuestra vocación de ser una presencia fraternal de hombres y de mujeres que comparten la vida de musulmanes, de argelinos, en la oración, el silencio y la amistad. Las relaciones Iglesia-Islam son aún balbucientes porque aún no hemos vivido bastante junto a ellos. (9)
Antes de empezar a escribir, me di un tiempo de silencio y quietud, intentado adentrarme -lo poco que puede hacer alguien que nunca ha sido retenida y privada de la libertar de moverse- en lo que debieron ser esos cincuenta y seis días en lo oculto, en lo oscuro, como semilla bajo la tierra.
Digo semilla, en singular, considerando que los siete monjes secuestrados, más los dos que no fueron descubiertos (hnos. Amédée y Jean Pierre) son una sola semilla: la comunidad.
¿Perderían la noción del tiempo? Nunca lo sabremos, pero conociendo la vida monástica, el ritmo, la cadencia, los tiempos y la dinámica de la oración –el Oficio Divino- que estructura como una sólida columna vertebral la vida del monje y de la comunidad, imagino a los hermanos de Tibhirine juntos (si es que les dejaban) contando las noches y los días; cantando o susurrando antífonas y salmos de los tiempos litúrgicos que vivieron encerrados.
Ganaron el tiempo de la eternidad, dejándonos su testimonio y su testamento espiritual. Serán beatificados antes de que acabe el 2018.
Esta es mi comprensión y como tal la recibí a las pocas semanas de su muerte sin conocerles de nada. Lo recibido gratis es para ser compartido (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
Del blog Nova Bella:
Malo mori quam foedari
Prefiero morir antes que ser deshonrado
Javier Aramburu, San Sebastián
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Judíos, musulmanes y cristianos piden a Hollande que refuerce la vigilancia de los lugares de culto
Francisco se niega a identificar Islam con violencia
Los obispos franceses piden que “nadie se deje llevar por el odio y la violencia”
El asesinato de Jacques Hamel, en una iglesia de Normandía, mientras celebraba la eucaristía, rodeado por un pequeño grupo de cristianos, no ha sido un gesto absurdo, como algunos han podido pensar y decir, sino un acontecimiento de máxima racionalidad social y religiosa.
Yo me atrevería a decir que, mirado desde el occidente, de pasado cristiana, ésta ha sido, hasta el momento, la más significativa y provocadora de todas batallas de Isis. Sólo quedaría por delante el asesinato de un grupo de obispos o del mismo Papa.
Ciertamente, no es el comienzo de una tercera guerra mundial, en el sentido convencional del término (las armas de Isis no son por ahora las de USA, Rusia o China…), pero es el signo de un tercer tipo de guerra, cuyas marcas están apareciendo por doquier, desde USA hasta China, pasando por Oriente Medio, África Central o Europa… No es una guerra de religiones como tales, es la Guerra de la Religión.
Ha sido un salto cualitativo, en la guerra de ISIS contra un tipo de occidente:
— Tras el ataque contra cierta prensa satírica (Ye suis Hebdo…),
— contra una Sala Profana de Fiestas (Paris),
— contra la gente que celebra la fiesta de Francia (Niza)…
— Tras el ataque contra judíos,
ha llegado, al fin, este atentado directo contra un símbolo máximo del cristianismo francés y europeo: El asesinato ritual de un cura celebrando la eucaristía. Por eso debemos responder los que nos sintamos agredidos: Je suis le Prêtre, yo soy aquel presbítero anciano, al que han matado simplemente por serlo.
Todos somos J. Hamel, cura francés, asesinado mientras celebraba a Cristo.
No es un terrorismo en estado vulgar o indiferenciado, matando a cualquiera, en una sala de fiestas o la calle, sino un asesinato cualificado, contra un hombre concreto (un cura), en un momento muy significativo (cuando celebraba), en un lugar de gran importancia (una iglesia de Normandía que Isis quiere convertir pronto en Mezquita…)…
Es un gesto de máxima racionalidad invertida, la durísima claridad del “sacrificio” (del chivo expiatorio, de la muerte del contrario), para suscitar así un mundo invertido, al servicio del Dios tipo Islam-Isis (contra el Dios de Jesús, que habría sido secuestrado y pervertido por los cristianos).
No importa que Jacques Hamel fuera bueno o malo, que hubiera ayudado a los musulmanes o no, que fuera un anciano valiente… Sólo importa que era “cura”, un representante pervertido de un Jesús Nazareno que, según cierta parte del Islam, tiene que ser Musulmán…
Jacques Hamel encarna, ante los ojos de millones de musulmanes, la perversión de un Jesús (de un cristianismo) que se ha hecho francés, occidental, antimusulmán… Matar a este cura mientras celebra es un signo de lo que tendría que ser (y será, según Isis) el triunfo final del Islam, un acto de valentía. Aquí tenemos, frente a frente, dos tipos de martirios.
— El martirio o testimonio de Jacques Hamel, que simplemente se deja matar…, un hombre que en este momento representa a todos los franceses (dice M. Hollande), a todos los cristianos (decimos otros…), a todos los sacrificados de la historia humana, lo mismo que Jesús crucificado. Jacques es el testigo de la no violencia cristiana. Por eso digo. Je suis Jacques Hamel.
— El martirio de los dos militantes de Isis que se inmolan matando, … y que así que aparecen muchos musulmanes como testigos de la violencia necesaria, de la guerra santa del Islam contra todas las falsificaciones cristianas, occidentales…
Ellos han matado y han querido morir como mártires: Han sacrificado sus vidas para gloria y triunfo de cierto Islam. Están siendo celebrados como mártires abatidos a la puerta de una iglesia católica cuando salían de haber cumplido su tarea, de haber realizado su misión para gloria de un Allah Akbar a su medida. Se han creído mártires, no son más que asesinos.
Éste ha sido un martirio que quiere ser grabado y difundido a todos los vientos, por toda la tierra… Que todos lo vean.
(a) Primero la ejecución grabada del cura francés, el símbolo de un cristianismo pervertido que tendría que morir, para que se pueda extender la figura del Jesús musulmán, sometido a Allah.
(b) Después la ejecución y muerte (martirio por Allah) de los dos militantes de Isis, grabado por las cámaras de fuera… Éste quiere ser el martirio de dos portadores de la racionalidad suprema del Dios del sometimiento, al que se han entregado ellos mismos por su muerte, integrándose así en su Allah Akbar, Rey Supremo, Realidad de todas las Realidades.
No sé si han empezado a difundirse las imágenes de la “ejecución” de Jacques Hamel, no sé si se están difundiendo las imágenes de la muerte de los dos militantes de Isis a manos de la policía francesa. Con esa intención han matado y se han dejado al fin matar. Quizá sería mejor que esas imágenes no se difundieran.
Isis está actuando como un ejército de la mejor (peor) propaganda del mundo, en una guerra hecha a gestos de televisión. Así han de entenderse los videos que ha venido mandando, con destrucción de edificios “paganos”, con asesinato de cristianos, con ejecuciones masivas de oponentes… Pienso que lo mejor que se le puede hacer en este campo es no hacerle caso, no darle importancia…
Isis ha querido ponernos ante la guerra final en estado puro, ante la madre de todas las guerras y martirios: Dos valientes soldados islámicos de la Gran Yihad en contra de un cobarde cura francés, que no sería más que escoria o residuo de un cristianismo anti-musulmán, que morirá muy pronto, para que la Iglesia donde él celebraba misa en Normandía, con cinco o seis pobres fieles… se convierta pronto en Gran Mezquita donde miles de musulmanes se inclinen mañana ante Allah Akbar (tras haber quitado las imágenes cristianas, de fondo pagano y haber colocado cuidadosamente la Mirhab o dirección de la oración: ¡Todos inclinados hacia la Meca, todos sometidos al Dios de la pura sumisión!
Ciertamente, el Islam es más que Isis, es mucho más que martirio matando a los representantes del Jesús Cristiano en Europa… para hacer así que Jesús sea musulmán… El Islam es mucho más, es misterio, mística y misericordia… Pero si el Islam mundial no reacciona inmediatamente, como un solo hombre, contra estos dos Musulmanes de Isis, vamos tener que pensar que está irremisiblemente pervertido y condenado a muerte.
Hablaré dentro de dos o tres días del martirio en clave cristiana y musulmana…, de la problemática de fondo del Islam y el cristianismo… Hoy sólo quería decir que este asesinato de Jacques Hamel entra plenamente dentro de la lógica más perversa de cierto Islam pervertido, contra el que deben reaccionar los verdaderos musulmanes. Mientras tanto quiero repetir solamente: Je suis cette prêtre, je suis Jacques Hamel. Yo soy ese presbítero cristiano, yo soy Jacques Hamel.
((El miedo de esta falsa guerra, y el deseo de superarla en lo posible, hizo que Abdelmumin Aya y un servidor escribiéramos hace unos años un Diccionario de las tres religiones, que es en el fondo un Diccionario del Islam y el Cristianismo))
Aunque tarde, publicamos este bello artículo:
Mari paz López Santos
Madrid
ECLESALIA, 23/05/16.- Queridos hnos. monjes de Tibhirine (Christian, Christophe, Luc, Celestin, Paul, Michel y Bruno):
Durante muchos años vuestro testimonio como comunidad de monjes cristianos en un país musulmán fue silencioso: compartir vuestra vida de oración, trabajo y acogida, atentos a vuestros vecinos y a quienes se acercaban a la hospedería del monasterio. Pero también compartíais el sufrimiento y la inquietud que generaba la violencia que azotaba Argelia en aquellos años, junto a la gente sencilla del pueblo. Como otros muchos religiosos y religiosas que optaron por permanecer aún sabiendo que el precio podía ser el que, finalmente, pagasteis.
Tras vuestro secuestro y muerte, en 1996, y en los años siguientes, a muchas personas en el mundo fue llegando, de una forma casi subliminal… (¿será esto el soplo del Espíritu que no hay quien lo pare?) vuestro testimonio. Se ha esparcido silenciosamente a modo de semillas dormidas bajo tierra, que en la explosión de la primavera se convierten en plantas magníficas, con hojas y flores, distribuyendo el polen de vuestra vida vivida con coherencia, discernimiento y opción comunitaria.
En 2011, la película “DE DIOSES Y HOMBRES” recogía con dignidad, dureza y belleza lo que fueron los últimos tres años de vuestras vidas. Y este acontecimiento os puso en medio del mundo para quien quiera recoger el mensaje de no-violencia, cercanía interreligiosa en la vida desde lo sencillo, desde la oración, desde la ayuda al otro, ya sea cristiano, musulmán o quien se acerque necesitado.
En los tiempos que corren se necesita urgentemente “escucharos” de nuevo. Será a través de lo que dejasteis escrito, como el Testamento de Christian, abierto el 25 de mayo de 1996, en la fiesta de Pentecostés; los libros y textos de muchos de vosotros y los testimonios de quienes os conocieron en persona: también vuestros vecinos y amigos musulmanes; las personas con las que compartíais diálogo interreligioso desde el respeto y los sencillos detalles de la vida.
Y también, como le pasó al San Pablo, los que de alguna forma quedamos “tocados” por vuestra vida, aún sin conoceros personalmente, poniéndonos en marcha para ayudar a que la semilla de Tibhirine siga siendo fecunda para la vida de la Iglesia y, muy especialmente, del mundo en este convulso tiempo en donde tenemos que mirarnos en vuestro espejo, para identificar al hermano más allá de la densa bruma de la violencia; con mirada certera, sin caer en el desprecio globalizado. Una filigrana de la que sois maestros y mucho tenemos que aprender.
He escrito en otras ocasiones sobre lo recibido a través de vuestro testimonio y, como siempre, creo que debo callar y nuevamente dar la palabra a Christian que, en su Testamento, dice todo lo que hay que decir y en primera persona (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
Me uno a su despedida: ¡Amén!… ¡In Shallah!
Mari Paz López Santos
Cuando un A-Dios se vislumbra…
Si me sucediera un día –y ese día podría ser hoy–
ser víctima del terrorismo que parece querer abarcar en este momento
a todos los extranjeros que viven en Argelia,
yo quisiera que mi comunidad, mi Iglesia, mi familia,
recuerden que mi vida estaba ENTREGADA a Dios y a este país.
Que ellos acepten que el Único Maestro de toda vida
no podría permanecer ajeno a esta partida brutal.
Que recen por mí.
¿Cómo podría yo ser hallado digno de tal ofrenda?
Que sepan asociar esta muerte a tantas otras tan violentas
y abandonadas en la indiferencia del anonimato.
Mi vida no tiene más valor que otra vida.
Tampoco tiene menos.
En todo caso, no tiene la inocencia de la infancia.
He vivido bastante como para saberme cómplice del mal
que parece, desgraciadamente, prevalecer en el mundo,
inclusive del que podría golpearme ciegamente.
Desearía, llegado el momento, tener ese instante de lucidez
que me permita pedir el perdón de Dios
y el de mis hermanos los hombres,
y perdonar, al mismo tiempo, de todo corazón, a quien me hubiera herido.
Yo no podría desear una muerte semejante.
Me parece importante proclamarlo.
En efecto, no veo cómo podría alegrarme
que este pueblo al que yo amo sea acusado, sin distinción, de mi asesinato.
Sería pagar muy caro lo que se llamará, quizás, la “gracia del martirio”
debérsela a un argelino, quienquiera que sea,
sobre todo si él dice actuar en fidelidad a lo que él cree ser el Islam.
Conozco el desprecio con que se ha podido rodear a los argelinos tomados globalmente.
Conozco también las caricaturas del Islam fomentadas por un cierto islamismo.
Es demasiado fácil creerse con la conciencia tranquila
identificando este camino religioso con los integrismos de sus extremistas.
Argelia y el Islam, para mí son otra cosa, es un cuerpo y un alma.
Lo he proclamado bastante, creo, conociendo bien todo lo que de ellos he recibido,
encontrando muy a menudo en ellos el hilo conductor del Evangelio
que aprendí sobre las rodillas de mi madre, mi primerísima Iglesia,
precisamente en Argelia y, ya desde entonces, en el respeto de los creyentes musulmanes.
Mi muerte, evidentemente, parecerá dar la razón
a los que me han tratado, a la ligera, de ingenuo o de idealista:
“¡qué diga ahora lo que piensa de esto!”
Pero estos tienen que saber que por fin será liberada mi más punzante curiosidad.
Entonces podré, si Dios así lo quiere,
hundir mi mirada en la del Padre
para contemplar con El a Sus hijos del Islam
tal como El los ve, enteramente iluminados por la gloria de Cristo,
frutos de Su Pasión, inundados por el Don del Espíritu,
cuyo gozo secreto será siempre, el de establecer la comunión
y restablecer la semejanza, jugando con las diferencias.
Por esta vida perdida, totalmente mía y totalmente de ellos,
doy gracias a Dios que parece haberla querido enteramente
para este GOZO, contra y a pesar de todo.
En este GRACIAS en el que está todo dicho, de ahora en más, sobre mi vida,
yo os incluyo, por supuesto, amigos de ayer y de hoy,
y a vosotros, amigos de aquí,
junto a mi madre y mi padre, mis hermanas y hermanos y los suyos,
¡el céntuplo concedido, como fue prometido!
Y a ti también, amigo del último instante, que no habrás sabido lo que hacías.
Sí, para ti también quiero este GRACIAS, y este “A-DIOS” en cuyo rostro te contemplo.
Y que nos sea concedido reencontrarnos como ladrones felices
en el paraíso, si así lo quiere Dios, Padre nuestro, tuyo y mío.
¡AMEN! IN SHALLAH!
Argel, 1 de diciembre de 1993
Tibhirine, 1 de enero de 1994
Christian.+
(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
Hoy celebramos la festividad de estos dos mártires. Nos encomendamos a ellos y les encomendamos tantos hermanos y hermanas perseguidos, calumniados, golpeados, asesinados… Y que ayuden a los padres sinodales a volverse al Dios de la Misericordia para así abrir las puertas de la Iglesia de par en par a los excluídos.
SANTOS SERGIO Y BACO
(Festividad: 7 de Octubre)
Todavía en el siglo X, una crónica define a Sergio como “dulce compañero y amante” de Baco. Otra más antigua* (probablemente, del s. V) dice que eran “en su amor a Cristo cual una sola persona”. En el s. VI, el patriarca Severo de Antioquía reprobó citarlos por separado: “No debemos separar en el lenguaje a quienes están unidos en la vida”.
A finales del s. III, Sergio y Baco eran soldados romanos de elevada posición, gozando de la confianza personal del emperador. De ninguno de los dos se dice que tuvieran esposa.
Sabedores sus enemigos envidiosos de que eran cristianos, los denunciaron. Aquello provocó la ira del emperador, quien les ordenó ofrecer sacrificios a los ídolos. Como se negaran, los humilló vistiéndolos como mujeres y haciéndolos desfilar por la ciudad, en una clara burla a la masculinidad de los amantes. Ellos respondieron entonando salmos “con una sola boca” (expresión típica de los relatos de martirio de matrimonios heterosexuales). Fueron entonces entregados a la tortura.
Como perseveraran en su fe, Baco fue flagelado con látigos de cuero sin curtir (en otras crónicas, con nervios de buey) hasta la muerte. Sergio “con el corazón enfermo por la pérdida de Baco, lloraba y gritaba: (…) Te han desunido de mí, has ido al cielo y me has dejado solo en la tierra, sin compañía ni consuelo”. Aquella noche el espíritu de su amado se le apareció y le animó a afrontar el martirio: “Para mí la corona de la justicia es estar contigo”.
Al día siguiente, Sergio fue obligado correr quince kilómetros, calzado con unos zapatos cuyas suelas estaban llenas de clavos que se hundían en la carne. Pero por la noche un ángel le curó los pies, que quedaron como si nada. Contrariado, el verdugo le obligó a recorrer de nuevo la misma distancia con la misma tortura en los pies, y como Sergio permaneciese firme pese a todo, mandó decapitarlo. Sucedió en Siria, el año 303 o 309 (según la versión).
En su iconografía, que se remonta al s. IV, se les representa unas veces cabalgando juntos, otras a la usanza en que representaban a los matrimonios, con la efigie de Jesús entre sus cabezas como símbolo de unión – como en el icono del Monasterio de Santa Catalina del Sinaí, datado en el s. VII -.
La intercesión de los santos Sergio y Baco era invocada en las liturgias de unión homosexual bendecidas por la Iglesia, tanto en Oriente como en Occidente, y de las que el texto más antiguo data del siglo VIII (haciéndose a su vez eco, al parecer, de usos que se remontarían a los ss. II-III).
Pese a que en Occidente, a partir del s. XIV, tales uniones empezaron a ser proscritas – sin que el Papa llegara a pronunciarse explícitamente contra ellas: habría supuesto reconocer su arraigo tradicional, y lo que se quería era borrar su memoria -, su arraigo en los Balcanes siguió siendo tal que en Albania aún sobrevivirían hasta el s. XVIII. (Cf. BOSWELL, John. “Las Bodas de la Semejanza.”)
* Los pasajes entrecomillados a continuación son citas de la misma.
Cristianismo (Iglesias), General, Historia LGTBI, Homofobia/ Transfobia.
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