El adviento hoy
Gabriel Mª Otalora
Bilbao (Vizcaya).
ECLESALIA, 09/12/16.- El término “Adviento” viene del latín adventus, que significa venida, un tiempo de preparación espiritual y celebración del nacimiento del Niño Dios. Su duración incluye a los cuatro domingos más próximos a la liturgia de la Navidad (la Natividad), aunque en el caso de la iglesia Ortodoxa llega hasta los 40 días, desde el 28 de noviembre hasta el 6 de enero. Lo que debería ser un tiempo para los cristianos de hacer sitio a la Palabra, es la época del año en la que respondemos mejor al bombardeo por tierra, mar y aire de la publicidad para gastar y comprarlo todo.
Esta grave inconsecuencia adquiere unos tintes muy poco festivos cuando reflexionamos el Adviento al calor del principal mandamiento de amar a Dios sobre todo y al prójimo como a nosotros mismos. En nuestro tiempo, el Aviento litúrgico está inseparablemente unido al adviento de los millones de refugiados que vienen a nosotros, y los suyos, sus hermanos en el Señor, nosotros, no les recibimos. Mansamente nos vamos olvidando del drama que tenemos ahí, en la puerta de una Europa capaz de decidir en un santiamén el incremento de las partidas de defensa militar de los 25 millones de euros previstos en 2017 a los 90 millones previstos en 2020.
Aunque me parece más bochornoso todavía la manera de incentivar el gasto en defensa de los Estados europeos en proyectos de equipamiento común, que sigue siendo todavía una adhesión voluntaria. El argumento para convencer a los gobiernos estriba en que este gasto militar en misiones comunes quedará exento en la contabilización del déficit dentro del Pacto de Estabilidad y Crecimiento. Ya en los últimos años han dejado fuera del cómputo las ayudas a los bancos con dinero público.
Lo que hace falta, en mi opinión, es que desperecemos la indiferencia y recuperemos, si no al mejor Jesús, al menos a Stéphane Hessel y su proclama ética Indignaos para que se escuchen quejas en forma de denuncia profética y que los gobernantes de los países que consienten estas cosas se encuentren incómodos porque ya no sería Podemos -o no solo- quien estaría detrás sino gentes de las consideradas políticamente correctas. Quejas de los presidentes de las conferencias episcopales europeas, de los cardenales de la curia, que siempre están a otras cosas, de las confederaciones de religiosos de toda Europa, de las iglesias evangelistas y ortodoxas, de los consagrados y laicos, de todas las personas de buen corazón aunque no se sientan religiosas, de los respectivos Defensores del Pueblo, políticos, asociaciones… para dignificar el adviento de los han huido por la guerra y se les hurta el derecho internacional de refugiado de guerra.
Necesitamos recordar el poema del P. Martin Neimöller con el que denunciaba la cobardía de los intelectuales alemanes ante los nazis, aquel que decía: “Cuando vinieron a buscar a los comunistas, yo no dije nada porque no era comunista. Cuando encarcelaron a los socialdemócratas, guardé silencio, porque yo no era socialdemócrata. Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, no protesté, porque yo no era sindicalista. Cuando vinieron a llevarse a los judíos, no protesté, porque yo no era judío. Cuando vinieron a buscarme, no había nadie más que pudiera alzar la voz para protestar”.
El materialismo consumista ha logrado una fiesta navideña que envuelve en papel cuché al becerro de oro bajo la marca “Niño Jesús”. Es lo absurdo de la fiesta (etimológicamente, absurdo viene de “sordo de oído”). Esta es una parte de la verdad, aunque duela, la de las conciencias adormecidas. El contrapunto es la denuncia profética que existe, aunque minoritaria ante el drama de los refugiados -le incluyo a Francisco-, y las familias y comunidades de cristianos anónimos que optaron por vivir este tiempo de acogida con el corazón abierto al Misterio de la Navidad. No son noticia pública, pero son la verdadera noticia pascual del Adviento y el ejemplo vivo de que Dios se manifiesta en nosotros. Pero necesita de más voces para reivindicar su Adviento
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