Un nuevo espacio y tiempo en Gianni Vattimo
Conferencia en Ronda en el curso de verano de la UNED (26-30 de junio).
Decía Nietzsche, en Verdad y mentira en sentido extramoral, “No hay hechos, sólo interpretaciones”, y aunque nosotros podamos entender que hay interpretaciones mejores que otras (¿verdad?), partimos con Nietzsche de que la realidad no es una cuestión puramente objetiva (no todos viendo lo mismo vemos lo mismo), pero tampoco meramente subjetiva: la realidad, como nuestra felicidad, está ligada y relacionada con los demás, con quienes me rodean, con la sociedad en la que vivo y la humanidad a la que pertenezco. Y según como yo perciba la realidad, según cómo la comprenda y me sitúe ante los acontecimientos, así actúo.
– Es muy importante lo que hacemos, pero sobre todo “desde dónde lo hacemos y por qué lo hacemos”, y eso está conectado con la visión que poseemos de las cosas y el análisis de la realidad que tenemos.
Puedo ver un oleaje impecable en alta mar, con truenos y rayos y una oscuridad que se levanta en el cielo…, y dependiendo de donde me sitúe lo veré y sentiré de un modo u otro y actuaré de una manera diferente. Digamos que, salvo que seamos invidentes, todos veremos los truenos y los rayos y la lluvia y las olas…
Pero no sentiremos de la misma forma los acontecimientos si soy el marido o la mujer del marinero que está jugándose la vida en alta mar, o si soy el dueño de un chiringuito situado a la orilla de la playa, si soy un curioso turista o el mismísimo hombre del tiempo, ¿Por qué no? Como dice Heidegger, no es el mismo el significado para uno que para otro porque esa diversa significación deriva de una forma, también diversa, de preocupación o de interés. Es, por tanto, el Dasein quien da a las cosas del mundo su sentido y su inteligibilidad.
En cada una de estas situaciones, en cada uno de estos lugares de referencia la realidad es comprendida de forma diversa y ello está vinculado a la percepción que tenemos de las cosas, no sólo porque la realidad ilumina nuestra comprensión dejándome tocar por ella y descubriendo su impacto sobre mí -como decimos- de un modo único, sino porque también ilumina nuestras acciones transformadoras (nuestro compromiso con el mundo). Y esto es muy importante, porque según contemple la realidad, así votaré, por ejemplo, en las próximas elecciones, trataré a quienes trabajen conmigo, me comportaré con mis vecinos y me conmoveré o no por los cientos de muertos y desaparecidos en las aguas del sur de Grecia…
Como le ocurre a Vattimo y veremos seguidamente, el análisis que hace de la realidad configurará su modo de ser y estar en el mundo, pues éste mira la realidad y la traduce desde un espacio y tiempo que tiene como protagonistas a los perdedores, a los vencidos, a los ignorados y los silenciados de este mundo aquí y ahora. Y es que la visión de la realidad configura toda la vida personal y social del que mira… ¡Y, no me podéis negar que hay miradas que matan y miradas que aman, miradas que ilusionan y miradas vencidas, miradas individualistas y egoístas, que excluyen, y miradas compadecidas!
A este respecto recuerdo cómo un amigo que vivía en una comunidad me contaba una anécdota significativa que traigo ahora aquí para ilustrar la importancia de la mirada y, en definitiva, de la hermenéutica: en uno de los sitios que vivió, un compañero suyo siempre estaba quejándose de otro, éste era mayor, enfermo (tenía una bolsa externa por la que hacía y depositaba sus necesidades, y además se le caía de la boca muchas veces la comida. Bueno, Miguel se llamaba…). Pues bien, me contaba que este otro compañero suyo expresaba pública y continuamente su queja mostrándole a Miguel el malestar que le causaba el mal olor de la bolsa y el asco que le producía la comida salpicada que se le caía. A ver, Miguel era el mismo compañero de ambos pero, mientras el otro no hacía más que quejarse y despreciar a Miguel, mi amigo veía en él a un pobrecito enfermo de cáncer, a una persona mayor necesitada de cariño, de cuidados… Bastante tenía Miguel con seguir dándole sentido a su vida como para encima aguantar insultos o incomprensiones. Miguel no era sólo su enfermedad, su limitación.
La realidad es más compleja, quiero decir: más rica de lo que habitualmente una mirada distraída o egoísta capta. No es simplista, es exigente porque es multiforme y plural. Me llama mucho la atención cómo, por ejemplo, ante las circunstancias sociales tan complejas, los medios de comunicación, los partidos políticos, las tertulias, incluso alguna filosofía pretenden que veamos todo desde una perspectiva dicotómica: blanco/negro, bueno/malo…, “si p, entonces q”… olvidando que la vida está llena de perspectivas, de miradas, de colores y tonalidades, también grises. Comprender la realidad depende de la complejidad de los hechos y su interrelación con otros hechos, pero también de la subjetividad del sujeto que interpreta la realidad. Para comprender la realidad tenemos que tener en cuenta todos los aspectos personales que intervienen en ella (experiencias, vivencias, historia, ideología, personalidad…), si no queremos quedarnos sólo con una parte. Esto lo que nos muestra es que la compresión de la realidad no es neutra. No existe la neutralidad ante la realidad.
Por un lado estamos diciendo que la realidad es compleja, pero también que la comprendemos, la desciframos, la traducimos desde un lugar y un espacio concreto. Y en esto los hermeneutas son como los músicos que tocan Jazz: dominan todos los géneros musicales y son capaces de salirse de la escala establecida. En la música clásica existe una partitura con las notas musicales escritas por el compositor y el que la ejecuta debe obedecer y no tocar otras diferentes. Para el jazz esto se queda corto. Podemos decir que supera esta visión. Así, el gran maestro Louis Armstrong decía que «el jazz es una música de intérpretes».
En un mundo que se muestra hostil a las humanidades y frente a un pensamiento estereotipado que los mercados de la filosofía nos viene vendiendo para poder sobrevivir, me gustaría aquí hacer un hueco a uno de los grandes, uno de los mejores hermeneutas del siglo XX (seguro que de lo que llevamos del XXI) que supo nadar a contracorriente e interpretar a gigantes del pensamiento, como Nietzsche, Heidegger o Gadamer, pero generando un nuevo pensamiento, a la vez que rescataba de la fosa del olvido a un cristianismo hermenéutico no doctrinal.
Éste, sin lugar a dudas, es Gianni Vattimo. El italiano va a partir de unas claves de comprensión de la realidad que se construye desde el lugar del que sufre, de la persona excluida, rota… y lo hace sin conformarse, rompiendo los estereotipos, lo convencional, orientándose siempre para todos, sin olvidar a las minorías y a los olvidados, sobre todo no desligando medios de fines, al contrario de lo que hacen habitualmente las ideologías fuertes. Desde la empatía y la caridad, poniéndose en el lugar del otro, desde la comprensión y el diálogo, sabiendo que a veces hay que ceder pero sin justificar sus propios intereses al analizar la realidad y, especialmente, desterrando toda forma de violencia (¡y hay tantas!), siendo capaz de diferenciarse y también de “señalarse” como un modo de pensamiento no fuerte, abierto, dialogante pero en modo alguno relativista porque no lo es, ya que a Vattimo la realidad le interroga, le duele y le exige tomar partido. -Como él mismo reconoce en una entrevista concedida a la UCA (la Universidad católica del Salvador, donde mataron a Ignacio Ellacuría y a otr@s compañer@s allá por los años 80), él se dirigía hacia una crítica de la modernidad ilustrada pero también del comunismo marxista soviético que dejó 70 millones de muertos porque éste se convertía en un pensamiento único (Vattimo no tenía por qué dejar de ser comunista, cosa que no ha dejado de serlo aunque de un comunismo débil, pero debía hacer una crítica de él, si traspasaba unos límites, porque un hermeneuta no firma un cheque en blanco a nada ni a nadie, a ninguna ideología, institución o persona.
Vattimo es un intérprete de la realidad. Fue Gadamer y, especialmente, Heidegger quienes lo dirigieron hacia su escuela más significativa, aquella que ponía en el centro de la realidad la interpretación. Así, la escuela hermenéutica posmoderna desde la cual él responde declarando débil al pensamiento es -como él mismo dice- una historia de debilitación, de reducción de los absolutos, de reconocimiento de los que son golpeados, apartados, excluidos por las políticas y estrategias más intransigentes y dogmáticas (se llamen como se llamen).
Si observamos el título de esta presentación hablamos de un espacio, de un lugar de referencia que ilumina la mirada de Vattimo y toda su comprensión de la realidad. Este espacio, como decimos, es el lugar de los débiles. A su vez, la comprensión de la que parte Vattimo y la lectura iluminadora de la realidad que su mirada posee se entreteje, filosóficamente hablando, con el concepto de temporalidad heideggeriana. Decía Heidegger que el hombre consiste en un poder ser todas esas posibilidades que tiene “a mano”. Pero no todas las posibilidades que el hombre puede ser se realizan: hay que elegir… y se elige según un proyecto. El hombre, desde su libertad, eligiendo entre sus posibilidades, proyecta –dice Heidegger- lo que ha de ser. Quizá sea ésta una de las concepciones más luminosas y enriquecedoras del pensamiento contemporáneo sobre el hombre. El hombre no es un ser completo, acabado, sino que tiene que “hacerse”.
Vattimo nunca dejó sus intereses religiosos y políticos, no. De hecho, el pensamiento débil (aunque de una forma crítica) le da una lectura al tema de la religión. No podemos olvidar que el cristianismo siempre ha sido fundamental en su discurso; él siempre ha sido un “catocomunista”, un comunista católico porque –como él mismo afirma- si no fuera cristiano (si no fuera católico), no tendría la tentación de ser comunista. La única razón por la que él se siente comprometido con una política del socialismo es el amor al próximo que aprendió en el Evangelio, especialmente el amor por los débiles. Traduciéndolo para que en la calle también se pueda entender: a Vattimo no le da igual 8 que 80. Vattimo tiene muy claro su opción preferencial: la misma mirada que le hace escuchar a todos y dialogar con todos, le otorga una lucha incansable nada titubeante por la justicia, llegando a comprender -como también lo hicieron Sócrates o Jesús- que es preferible padecer la injusticia a causarla, al tiempo que defiende y pone voz a los intereses y necesidades de los que no tienen voz o no tienen fuerza para ejercerla. ¡cuántas veces tuvo que lidiar Vattimo con el recién fallecido y magnate Silvio Berlusconi! *El pensamiento débil no es un pensamiento acomodaticio sino, más bien, un pensamiento a favor de los débiles.
Pero este “hacerse” no tiene un sentido estrictamente biológico, de puro desarrollo somático, no se trata de un desarrollo de las puras virtualidades, de un hacerse por sí mismo, sino de un hacerse a sí mismo, decidiendo, eligiendo lo que se quiere ser. El hombre está, pues, embarcado en la ardua tarea de hacer su propia vida, lo quiera o no, decía Heidegger. Arrojado en el mundo sin ninguna opción por su parte, sin haber sido consultado, el Dasein se encuentra sintiendo que es y teniendo que ser en un perpetuo inacabamiento. De aquí que toda elección que el hombre realiza sea una determinación creadora de su ser porque lo va configurando.
Así pues, el “ser-ahí” vive anticipándose a lo que va a ser. El futuro, pues, pertenece al sentido del ser. Pero aquí “futuro” hay que entenderlo no tanto como lo que aún no es pero será, sino como posibilidad de existir. Es, por lo tanto, una dimensión estructural de la existencia humana. Heidegger la llama “futuridad”. Este ser anticipándose hace resaltar lo que en el Dasein es ya. Así, y esto es algo más que interesante, el futuro (como posibilidad de ser) implica el pretérito, puesto que se es desde lo ya sido, desde donde se plantea nuestra posibilidad de ser. El pretérito, el pasado es, así, otra dimensión estructural del “ser-ahí”.
Pero es que la comprensión desde nuestras posibilidades de lo ya sido determina la comprensión de lo que actualmente somos. El presente, pues, aparece envuelto por la relación entre futuro y pasado. Estas tres dimensiones -pasado, presente y futuro- constituyen la unidad del ser y recibe el nombre de “temporalidad”. El ser del hombre es, por consiguiente, temporalidad. Y éste es, en realidad, el tiempo originario, a diferencia del tiempo cósmico, incluso del tiempo vulgar. Pero, entiéndase bien, no es que el hombre esté en el tiempo ₋dice Heidegger₋ sino que él mismo es temporalidad. La temporalidad, pues, es la estructura concreta del Dasein, su sentido último porque está como “entretejido de tiempo”. El tiempo es la textura más profunda del “ser-ahí”. Es, por lo tanto, aquello desde lo cual él comprende e interpreta. Es el horizonte de la comprensión del ser.
Pero, claro, el mundo no es sólo el mundo de las cosas, de los útiles. Además de con las cosas, el Dasein se relaciona con otros Dasein. Si el análisis del “ser-en-el-mundo” reveló que “jamás se da un mero sujeto sin mundo,… a la postre tampoco se da inmediatamente un yo aislado de los otros”. Y es precisamente al relacionarse con el mundo de las cosas como el Dasein descubre al otro. Es decir, las mismas cosas que son útiles a la mano para mí me aparecen como siendo también “a la mano” para los otros. Y en razón de este concomitante “ser-en-el-mundo”, el mundo es ya siempre en cada caso aquel que comparto con los otros.
Ahora bien, los otros no son útiles, ni son para mí sólo objeto de preocupación. Los otros son como yo y, como yo, coexisten conmigo en el “estar-en-el-mundo“. Esto determina un modo nuevo de relación ₋que llama Heidegger₋ la “solicitud”. Si la actividad del hombre con respecto a las cosas se llama “preocupación, la forma de relacionarse con los otros se llama “solicitud“. Curiosamente en alemán ambas palabras tienen la misma raíz, que significa “cuidado”. El cuidado pertenece, por consiguiente, a la estructura ontológica fundamental de la existencia humana y ese cuidado se traduce de dos maneras: (1) como preocupación por las cosas y (2) como solicitud por los otros. Si Sartre hablaba del choque, la hostilidad y el enojo y de que “el infierno son los otros”, haciendo referencia a las relaciones conflictivas que tenemos en nuestras vidas, Heidegger va a hablar de solicitud hacia el prójimo como forma del cuidado. Y ese cuidar, esta solicitud hacia los demás puede ser positiva, indiferente o negativa. Tal relación determina la convivencia, pero no es más que una relación informe, mientras no se estructura políticamente. Y es aquí donde Vattimo milita como catocomunista, como pensador contra dogmático y de izquierdas y, a la vez, seguidor del Evangelio. Y es que a Vattimo le ocurrió lo que ya alguien dijo, que “de tanto mirar al mar se le volvieron los ojos azules…”
[CONTINUARÁ…]
Jesús Lozano Pino
Fuente Fe Adulta
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