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Seguir a Jesús, ¿nos libera o nos agobia?

Domingo, 21 de julio de 2019
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1102013266_univ_cnt_3_xlLucas 10, 38-42

¿Podemos decir algo nuevo sobre Marta y María? ¿Y si las descubrimos junto a nosotros?

La hermana Marta es muy eficaz. Desde que la han destinado a la comunidad saca cualquier trabajo adelante. Es la última que se acuesta y la primera que se levanta. Su cabeza es como un ordenador de última generación que calcula, programa, diseña, organiza…

Pero hace pocos días hizo Ejercicios Espirituales y se ha encontrado “cuerpo a cuerpo” con Jesús. Marta desplegó ante él la lista impoluta de sus servicios por el Reino: las noches que acorta para ser más eficaz en su trabajo, el agotamiento continuo porque se carga con trabajos que no le corresponden y un largo etcétera. Su manera de trabajar agobia a los demás. No desarrolla las capacidades de sus hermanas, sino que las abruma con su sabiduría y eficacia.

Llevaba años esperando que Jesús la felicitara, que le reconociera la cantidad y calidad del trabajo que realizaba y que espabilara a sus hermanas porque no dan la talla que ella desearía que dieran. Pero, en este encuentro con Jesús, Marta se ha quedado sobrecogida y descolocada.

Se ha descubierto inquieta, cansada y agobiada. Y, lo que es peor… ha descubierto que es una magnífica “ejecutiva”, pero no da la talla como discípula. Tiene mucho que aprender todavía.

Ahora busca la perla preciosa, como cuando entró en la vida religiosa. Jesús le ha ayudado a conectar con sus deseos más hondos, le ha recordado los sueños que motivaron su decisión de ser religiosa.

La hermana María, también forma parte de la comunidad y tiene fama de transgresora. Fue de las primeras hermanas que estudiaron teología en la congregación, cuando ni siquiera estaba bien visto porque había mucho trabajo que hacer. Se suponía que esa tarea le correspondía a los hombres, porque “teólogos tiene la santa madre Iglesia”

Desde entonces, intenta estar al día a través de cursos, publicaciones y páginas webs. Habitualmente participa en las manifestaciones del barrio pidiendo que se reconozcan los derechos fundamentales. Recoge el legado de muchas santas y de su propia fundadora, para dar a conocer caminos de encuentro con Dios y con el prójimo. Ora por las calles presentando a Dios el sufrimiento de los hombres y mujeres con los que se encuentra. Cuida tanto esos encuentros que a menudo llega tarde a rezar vísperas.

La hermana Marta le ha pedido varias veces a la Provincial que recuerde a esta hermana lo importante que es ser puntual, y trabajar más, en lugar de estudiar y leer tanto. La Provincial le responde con las palabras de JESÚS: «Marta, Marta, andas inquieta y preocupada con muchas cosas; solo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor, y no le será quitada».

Muchas hermanas de la Congregación están enredadas en el trabajo, como si la cantidad de trabajo que sacan adelante indicara la calidad de su vida religiosa; pero ella ha encontrado la perla preciosa en la formación permanente, en los encuentros con cada persona y en los espacios dedicados a la oración y contemplación en los que saborea la cercanía del Señor de su vida. Muchas veces vuelve a recordar el carisma que un día cautivó tu corazón, y se siente afortunada. Sí, ella ha escogido la mejor parte.

Muy cerca de allí vive una laica llamada Marta. Es madre de familia y cuida a los suyos de tal modo que intenta tener todo bajo control: que la casa esté ordenada, la comida a punto, la ropa de cada uno limpia y planchada… Incluso recuerda sus obligaciones y horarios a los hijos y al marido, “porque a veces se despistan”.

Casi nunca participa en los juegos de los niños, ni se sienta con los mayores a ver una película o simplemente a charlar, ¡tiene tanto que hacer! En el fondo, se siente agobiada y cansada. Tiene la sensación de que nadie le ayuda y no se da cuenta de que su forma de controlar todo espanta a quienes la rodean. Intenta continuamente que reconozcan su trabajo dejando caer frases que son como dardos que hieren.

Este domingo, en la eucaristía de la parroquia, le ha pedido al Señor, una vez más, que haga algo para que su marido y sus hijos le ayuden. Y, al volver de comulgar, le ha parecido que en su corazón resonaba la voz de Jesús que le decía: «Marta, Marta, andas inquieta y preocupada con muchas cosas; solo una es necesaria…» Se ha quedado impactada, descolocada. Por primera vez, se ha preguntado ¿qué estoy haciendo? ¿Qué es importante para mí? ¿Qué sentido tiene mi vida?

A la salida de Misa, Marta se ha encontrado con María, otra mujer laica que colabora también en la parroquia. A menudo María es criticada porque no da la talla que se esperaría de una madre de familia. Estudia teología, participa en el consejo de pastoral, escribe para la revista de la diócesis y al llevar la comunión a los enfermos les explica el evangelio sin prisas, con un lenguaje claro y sencillo. La gente le pregunta: ¿Por qué no dices tú la homilía los domingos en misa? Nos hablas de Dios con un lenguaje que entendemos y con imágenes de la vida diaria…

María siente que ha escogido la mejor parte, que le ha tocado un buen lote.

El evangelio de hoy nos invita a preguntarnos con Marta: ¿Dónde nace nuestro servicio? ¿En el deseo de cuidar al prójimo o en una actitud perfeccionista que humilla a quienes nos rodean?

¿Nos parece que la prudencia es la virtud cristiana por excelencia? ¿Nos damos cuenta de que la prudencia, a veces, conduce a la sumisión, al miedo, a la obediencia irracional…? ¿Dónde quedan la valentía, la parresía, el atrevimiento y la libertad del Espíritu para enriquecer y dar vitalidad al Reino? ¿Nos atrevemos a romper los esquemas, como María, para vivir un discipulado propio de hombres y mujeres adultos del s. XXI, sin tantos lastres heredados del pasado?

¿Qué tipo de mujer, de discípula, están fomentando las comunidades y parroquias a las que pertenecemos? ¿Cómo se dividen las tareas entre hombres y mujeres en nuestras familias y en nuestras comunidades cristianas? ¿Cómo se justifica que unas tareas sean de unos o de otras? ¿Se nota el estilo de Jesús en el hecho de que vivimos una igualdad y una corresponsabilidad que provocan escándalo y son profundamente evangélicas?

Hombres y mujeres, todos estamos llamados a ser seguidores de Jesús, a sentarnos a sus pies y escuchar su palabra, a recibirlo en nuestra casa y a servirle en los hermanos… sin agobios, disfrutando de su compañía y su presencia. Estamos llamados no solo a vivirlo, sino a denunciar y suprimir todo aquello que impida que los demás lo vivan así en la Iglesia.

Mª Guadalupe Labrador, fmmdp

Fuente Fe Adulta

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Lo único necesario.

Domingo, 21 de julio de 2019
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pictures-of-jesus-mary-martha-1104492-galleryDomingo XVI del Tiempo Ordinario

21 julio 2019

Lc 10, 38-42

Ha sido frecuente leer este texto en clave dualista, como si abogara por la superioridad de la “vida contemplativa” sobre la “vida activa”. De ese modo, ha servido de soporte ideológico para ponderar “lo religioso” por encima de “lo profano”.

El sentido original (histórico) del mismo parece que era diferente: trataría de afirmar la primacía del discipulado por encima de cualquier otra actividad. En efecto, la expresión “estar sentado(a) a los pies de Jesús” constituía una fórmula estereotipada para referirse al hecho de “ser discípulo” (o discípula). No es difícil entender que, para aquellas primeras comunidades, surgidas al calor de la figura de Jesús, el objetivo primero fuera precisamente el de vivir como discípulos del Maestro de Nazaret.

Sin embargo, desde una clave espiritual (o universal), más allá del contexto histórico en que nace, el texto adquiere una riqueza mayor. La “única cosa necesaria”“la mejor parte”, que nadie podrá quitarnos, es la comprensión de lo que somos.

A falta de esta comprensión, podemos “multiplicar” nuestra actividad e incluso nuestro servicio, pero será imposible superar la “inquietud” y el “nerviosismo”…, incluso –como manifiesta María en el relato– la queja contra quienes no actúen como nosotros.

Nerviosismo, inquietud, queja, confusión, sufrimiento… nacen siempre como consecuencia de nuestra identificación con el yo separado. Ese es el único “pecado”, y “pecado original”, porque en esa creencia errónea se origina la ignorancia radical que se traduce irremisiblemente en sufrimiento.

Ahora bien, aunque errónea, tal creencia se halla fuertemente enraizada en nuestro psiquismo y en nuestras neuronas: la hemos mamado con la leche materna y ha sido constantemente sostenida, a lo largo de nuestra existencia, en todos los ámbitos en los que nos hemos movido. Hasta el punto de que nuestra propia mente tiende, de entrada, a revolverse contra cualquiera que la cuestione.

Sin embargo, es una creencia que únicamente se sostiene por la adhesión que le brindamos. La respuesta adecuada a la cuestión “¿qué soy yo?” es inmediata, directa y autoevidente: Soy Eso que es consciente. No puedo ser ningún “objeto” que pueda observar, sino Eso que es consciente de todos ellos y permanece estable. Esta comprensión es “lo único necesario”: todo lo demás, incluida la actividad y el compromiso, será consecuencia y fruto de aquella.

Nos hallamos, pues, entre la comprensión –autoevidente en ella misma– y la inercia que nos lleva a mantenernos en la creencia antigua que nos identifica con el yo separado. ¿Qué hacer? Ejercitarnos constantemente, a lo largo de todo el día, en hacernos conscientes de lo que realmente somos, como si fuera un “recordatorio” permanente: “no soy este yo con el que me había identificado, sino Eso que es consciente y uno con todo, pura consciencia ilimitada y no-local, Presencia consciente. Y me entreno en vivir todo desde ahí. Y luego veo qué sucede…, para aprender a partir de la propia experiencia.

¿Qué es para mí “lo único necesario”?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín semanal

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Echar una pensada a la vida

Domingo, 21 de julio de 2019
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38303B2E-B2D6-4C5C-AE8D-48763297C94CDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

Hospitalidad.

La primera lectura de hoy (Génesis – Abrahán) y el Evangelio nos hablan de acogida y hospitalidad. Acogida y hospitalidad de Abrahán, de Marta y María.

Hay muchas palabras que significan esta realidad de saber recibir y acoger: hospital, hospitalidad, hospicio, huésped, etc.

Es una actitud noble y cristiana saber acoger a los demás, especialmente en situaciones de debilidad y sufrimiento.

Abrahán, Marta y María.

Abrahán, atendiendo a aquellos tres hombres, estaba acogiendo a Dios mismo. Abrahán les recibe y les da lo mejor que tiene: les recibe en su casa, en su tienda, se sienta con ellos, les ofrece pan y carne. Abrahán era un hombre hospitalario

Lo mismo hacen Marta y María. Marta se pone a trabajar en la casa para que todo esté limpio y preparar una buena mesa a Jesús. Igualmente escuchan a Jesús, (María).

Marta y María

Podemos pensar que Marta y María más que dos personas son dos actitudes, dos tendencias que todos tenemos y somos en la vida. En parte es lo que decía ya San Benito: ora et labora.

Se trata de la actividad que el ser humano despliega en la vida, que al mismo tiempo necesita de la calma, de la serenidad y contemplación, del pensamiento que todos necesitamos en la vida.

Activismo

Muchas veces vivimos en un activismo desaforado: volcados hacia afuera: trabajo, compras, viajes, etc. Perdemos el “estar en sí” conscientemente, que es necesario para ser persona (“estar en otro: enajenado” es algo muy distinto y peor). Incluso decimos que tal persona está bien porque “tiene ganas de hacer cosas”. A ciertas edades y en ciertas circunstancias “no hay que hacer nada”, sencillamente estar en la vida”.

La tendencia al activismo es una actitud muy presente incluso en la vida pastoral:

o A un cura fácil y ligeramente le pueden hacer párroco de 6 ú 8 parroquias, o más. ¡Eso no puede ser! Uno puede estar, “estar en sí”, en una parroquia, uno puede servir humildemente a una comunidad parroquial, no a 8, a no ser que todo se convierta en un transporte de productos sacramentales. (El problema de la escasez de ministerios en la Iglesia lo debieran resolver los Obispos desde otros criterios, otra cosa es que no se atrevan).

o Un presbítero, un anciano, que eso significa la palabra presbítero, ha de estar serenamente en la comunidad eclesial, su ministerio es el bueno criterio del anciano, sin activismos, sin suplencias forzadas. Un anciano en la familia está sencillamente, sin pretender llevar las riendas de todos los asuntos. (Claro que a lo mejor hoy en día ya no existen ancianos y vivimos en un juvenilismo estúpido).

o Hay personas que critican zafiamente a los monjes y monjas de clausura la ineficacia de su vida. “Mejor sería que se dedicasen a cuidar ancianos o a la enseñanza”. Pues mire usted, mi vocación, “la mía”, es la de María. Soy, quiero contemplar; quiero vivir la llamada de la ultimidad, la contemplación del horizonte absoluto es una vida y vivencia hermosa, realizadora y legítima.

o Incluso en determinadas congregaciones religiosas de vida activa, muchos superiores pretenden forzar en trabajos exhaustivos a religiosos y religiosas que quieren vivir su vocación en paz y sin maratones de trabajo

Pensamiento y contemplación.

El pensamiento, la calma, la contemplación, la actitud de María nos son necesarias y no sola ni principalmente como cuestión religiosa, sino como modo de ser y estar en la vida, como actitud existencial.

En la contemplación, en el “estar en sí” hallamos horizonte y sentido para la vida. (No es que la contemplación sea una meditación blanda que confiera paz o un relajamiento como un “Valium”, sino que hallamos sentido y encuentro con la ultimidad).

Esto es lo importante, la mejor parte, lo que dará sentido a la actividad humana.

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“Necesario y urgente”. 16 Tiempo ordinario – C (Lucas 10,38-42)

Domingo, 17 de julio de 2016
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16-TO-300x298Mientras el grupo de discípulos sigue su camino, Jesús entra solo en una aldea y se dirige a una casa donde encuentra a dos hermanas a las que quiere mucho. La presencia de su amigo Jesús va a provocar en las mujeres dos reacciones muy diferentes.

María, seguramente la hermana más joven, lo deja todo y se queda «sentada a los pies del Señor». Su única preocupación es escucharle. El evangelista la describe con los rasgos que caracterizan al verdadero discípulo: a los pies del Maestro, atenta a su voz, acogiendo su Palabra y alimentándose de su enseñanza.

La reacción de Marta es diferente. Desde que ha llegado Jesús, no hace sino desvivirse por acogerlo y atenderlo debidamente. Lucas la describe agobiada por múltiples ocupaciones. Desbordada por la situación y dolida con su hermana, expone su queja a Jesús: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me eche una mano».

Jesús no pierde la paz. Responde a Marta con un cariño grande, repitiendo despacio su nombre; luego, le hace ver que también a él le preocupa su agobio, pero ha de saber que escucharle a él es tan esencial y necesario que a ningún discípulo se le ha de dejar sin su Palabra «Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; solo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor y no se la quitarán».

Jesús no critica el servicio de Marta. ¿Cómo lo va a hacer si él mismo está enseñando a todos con su ejemplo a vivir acogiendo, sirviendo y ayudando a los demás? Lo que critica es su modo de trabajar de manera nerviosa, bajo la presión de demasiadas ocupaciones.

Jesús no contrapone la vida activa y la contemplativa, ni la escucha fiel de su Palabra y el compromiso de vivir prácticamente su estilo de entrega a los demás. Alerta más bien del peligro de vivir absorbidos por un exceso de actividad, en agitación interior permanente, apagando en nosotros el Espíritu, contagiando nerviosismo y agobio más que paz y amor.

Apremiados por la disminución de fuerzas, nos estamos habituando a pedir a los cristianos más generosos toda clase de compromisos dentro y fuera de la Iglesia. Si, al mismo tiempo, no les ofrecemos espacios y momentos para conocer a Jesús, escuchar su Palabra y alimentarse de su Evangelio, corremos el riesgo de hacer crecer en la Iglesia la agitación y el nerviosismo, pero no su Espíritu y su paz. Nos podemos encontrar con unas comunidades animadas por funcionarios agobiados, pero no por testigos que irradian el aliento y vida de su Maestro.

José Antonio Pagola

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” Marta lo recibió en su casa. María ha escogido la parte mejor”. Domingo 17 de julio de 2016. 16º domingo del Tiempo Ordinario

Domingo, 17 de julio de 2016
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41-ordinarioC16 cerezoLeído en Koinonia:

Génesis 18, 1-10a: Señor, no pases de largo junto a tu siervo.
Salmo responsorial: 14: Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda?
Colosenses 1, 24-28: El misterio escondido desde siglos, revelado ahora a los santos.
Lucas 10, 38-42: Marta lo recibió en su casa. María ha escogido la parte mejor

El texto de la primera lectura nos presenta una escena familiar. Abraham, sentado ante la tienda, recibe la visita del Señor. Abraham lo recibe con hospitalidad. Dios lo premia con la fecundidad de Sara.

Tres rasgos fundamentales caracterizan el texto: la fe de Abraham al reconocer al Señor. La hospitalidad con que se recibe al Señor y la familiaridad de Dios con Abraham y su familia. Es un bello ejemplo de la relación y acogida de Dios por el ser humano, la única posible para caminar.

Volvemos a encontrar en la segunda lectura de hoy el pensamiento de Pablo sobre el misterio de Dios y su revelación por medio de la predicación y lo que Pablo aporta a esa revelación por el sufrimiento. Cristo revela la riqueza de Dios en la pobreza de la cruz y el apóstol será el distribuidor de la misma a hombres y mujeres.

Un primer comentario al evangelio de hoy:

Lucas nos presenta finalmente una anécdota perteneciente al fondo de las tradiciones recibidas por el evangelista en el círculo de sus discípulos, especialmente mujeres. Marta y María, hermanas de Lázaro, reciben en su casa al Señor.

El caso de Marta y María es aprovechado una vez más por Lucas para resaltar el valor de la escucha de la Palabra de Dios. Sin entrar en la teoría del valor de la contemplación sobre la acción, que se ha querido ver en las dos actitudes opuestas de Marta y María, lo cierto de la anécdota es que el Reino de Dios no puede dejarse distraer por una preocupación demasiado exclusiva por las realidades terrenas. Por otra parte escuchar la Palabra de Dios es todo, menos ocasional.

Nos encontramos con un cuadro familiar en el que Jesús visita en su casa a unas amigas suyas. Ellas, Marta y María lo reciben en su casa. Marta se multiplicaba para dar abasto con el servicio para atender al huésped, y Jesús la reprende porque anda inquieta “con tantas cosas”.. Marta no encuentra la colaboración de nadie. La hermana, en efecto, se ha sentado a los pies de Jesús y está ocupada completamente en la escucha de su palabra.

El Maestro no aprueba el afán, la agitación, la dispersión, el andar en mil direcciones “del ama de casa”. ¿Cuál es, pues, el error de Marta? El no entender que la llegada de Cristo significa, principalmente, la gran ocasión que no hay que perder, y por consiguiente la necesidad de sacrificar lo urgente a lo importante.

Pero el desfase en el comportamiento de Marta resulta, sobre todo, del contraste respecto a la postura asumida por la hermana. María, frente a Jesús, elige “recibirlo”, Marta, por el contrario, toma decididamente el camino del dar, del actuar; María se coloca en el plano del ser y le da la primacía a la escucha.

Marta se precipita a “hacer” y este “hacer” no parte de una escucha atenta de la palabra de Dios, por lo que corre el peligro de convertirse en un estéril girar en el vacío. Marta se limita, a pesar de todas sus buenas intenciones, a acoger a Jesús en su casa. María lo acoge “dentro de sí”, se hace recipiente suyo. Le ofrece hospitalidad en aquel espacio interior, secreto, que ha sido dispuesto por él, y que está reservado para él. Marta ofrece a Jesús cosas, María se ofrece a sí misma.

Según el juicio de Jesús, María ha elegido inmediatamente, “la mejor parte” (que, a pesar de las apariencias, no es la más cómoda: resulta mucho más fácil moverse que “entender la palabra”). Marta, desgraciadamente, que no quiere que falte nada al huésped importante, que pretende llegar a todo, acaba dejando pasar clamorosamente por alto “la única cosa necesaria”. Marta reclama a Jesús, no sabe lo que él prefiere. El problema es precisamente éste: descubrir poco a poco qué es lo que quiere Jesús de mí. Por eso es necesario parar, dejar el ir y venir, y sacar tiempo para escuchar la Palabra de Jesús y comprender cuál es realmente la voluntad de Dios sobre mi vida.

Un segundo comentario al evangelio de hoy:

En el evangelio de Lucas el camino de Jesús a Jerusalén marca una progresiva manifestación del Reino. A medida que avanza va formando a los discípulas y discípulos en actitudes de misericordia, de abandono de las pretensiones de poder, y en la atenta escucha de la Palabra. En ese camino, al igual que los misioneros que han venido anunciando su presencia, Jesús es recibido por dos mujeres en una casa de familia.

Allí se topa con dos actitudes diferentes. Una de total atención y escucha, la otra, de afán por los quehaceres habituales y de distracción. El trajín de la vida cotidiana había atrapado a Marta y, probablemente, la había vuelto sorda a la Palabra de Dios. Ella recibe a Jesús pero no lo escucha. Aunque Jesús entra a su casa, ella lo deja por puertas. Jesús propone un plan encaminado a formar verdaderos oyentes de la Palabra -auténticos discípulos- que Marta no está dispuesta a atender.

María, al contrario, comprende bien el proyecto de Jesús y rompe con los prejuicios culturales de su época. En lugar de andar atareada con los oficios domésticos “propios de las mujeres” (las “labores propias de su sexo”, como se ha dicho y pensado durante tanto tiempo), se pone “a los pies del Señor para escuchar su palabra”. Este gesto, reservado entonces culturalmente a los discípulos varones, la acredita como discípula.

Marta, al fatigarse con el interminable trabajo de la casa, cuestiona la contradictoria actitud de María e interpela al Maestro para que “ponga a la mujer en su sitio”. Jesús le da una respuesta inesperada: felicita a María porque ha acertado en su elección y reprende a Marta por dejarse envolver en las preocupaciones cotidianas sin atender a lo importante. Efectivamente, María ha hecho la mejor opción, la única necesaria para ponerse en el camino de Jesús y ser su discípulo: ha decidido aprender a escuchar la Palabra y se deja interpelar por la presencia del Maestro.

En su camino Jesús va formando, pues, a sus seguidores en las actitudes indispensables para llegar a ser verdaderos discípulos. Una de esas actitudes es la de escuchar atenta y serenamente su Palabra. Actitud que exige romper con el ritmo loco e interminable de la vida cotidiana para ponerse, serena y atentamente, a los pies del Maestro. Esta elección que a los ojos de la eficiencia puede parecer superficial e inútil, es una condición fundamental para llegar a ser un auténtico discípulo.

Nosotros hoy nos enfrentamos a un ritmo de vida más agitado que el de épocas anteriores. Los medios proporcionados por la tecnología para ahorrar tiempo… también multiplican las ocupaciones y acaban haciéndonos caer en un activismo desenfrenado. Y el exceso de preocupaciones nos lleva a olvidarnos de lo fundamental…

Nuestro cristianismo se convierte así en un tímido cumplimiento de algunas obligaciones religiosas, sin espacio para la escucha de la Palabra. Se nos exhorta, se nos bombardea continuamente con mensajes que nos invitan a ser “eficaces, productivos y competitivos”… Pero con Marta y María, Jesús nos interpela y nos llama a respetar la jerarquía de valores y a poner en su sitio la “opción por lo fundamental”: ponernos a sus pies y escuchar su palabra. Jesús nos invita a que nuestro cristianismo sea un verdadero discipulado.

Para aprender la lección del Maestro, debemos formarnos en la escucha atenta de la Palabra en la Biblia y en la vida. La Biblia no puede permanecer guardada en un cajón mientras nosotros nos ahogamos en el interminable torbellino de los quehaceres cotidianos. La Palabra de Dios está hecha para caminar con nosotros paso a paso, día a día, minuto a minuto. Para enseñarnos a vivir en comunidad la solidaridad que hace efectivo aquí y ahora el reinar de Dios. Para ayudarnos a escuchar la Palabra que Dios nos dirige en la difícil realidad de nuestros pueblos: en las inhumanas condiciones de las grandes ciudades, en la soledad y el aislamiento de los campos. Debemos pues optar por las actitudes que nos conviertan en verdaderos discípulos de Jesús y auténticos cristianos. Leer más…

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Dom 17.7.16. Marta y María. Sobre la mujer y los ministerios en la Iglesia

Domingo, 17 de julio de 2016
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Lázaro_Marta_y_Maria_Magdalena_hacia_Provenza_Museo_della_Foi_webLeído en el blog de Xabier Pikaza:

Dom 16. Tiempo ordinario. Lc 10, 38-42. El evangelio de este domingo es uno más ricos y sabios de la historia cristiana, y lo comento a modo de continuación de la postal anterior, que trataba de Marta y de la Resurrección. Hoy me ocupo de Marta y María, dos mujeres que han sido para el evangelio de Lucas y el de Juan el signo de toda la Iglesia, mirada desde su perspectiva femenina.

Una mujer (Marta) sería la mujer-obispo/diácono (es decir, la encargada del ministerio o diakonía, en la línea de los obispos). Ella ejerce así la función de “señora” de la casa (eso significa su nombre) y así organiza y dirige la comunidad doméstica, cuando las iglesias al principio eran casas grandes. Así la presenté ayer como “pareja” de Pedro o, mejor dicho, como un Pedro mujer

La otra (María) sería la mujer-maestra/testigo de la gracia (es decir, la orante y teóloga, encargada de escuchar y entender a Jesús). Ella es la que acoge la palabra, la entiende y aplica, es el pensamiento del evangelio, en la línea del Discípulo Amado.

De la vinculación y ayuda de estas dos hermanas (de sangre o de comunidad) depende la vida de la Iglesia. Ellas son al principio “toda la iglesia”, entendida en perspectiva de mujer. Me gustaría que los amigos del blog meditaran sobre el tema y dijeran (leyendo lo que sigue) si ese motivo de las mujeres-iglesia ha sido conservado o se ha perdido (se ha marginado) en una Iglesia de varones donde sólo los “hombres” pueden ser obispos, presbíteros y diáconos.

imagesEl Papa Francisco ha puesto en marcha este tema de los “ministerios” diaconales de mujeres, es decir, episcopales y presbiterales, de la Iglesia, sin necesidad de mitras, pero con la autoridad creadora de los ministros de Jesús.

Hay mujeres católicas que han sido ordenadas como presbíteros y obispos en la Iglesia, como indiqué hace unos días, apelando precisamente a este pasaje. Por eso es importante leerlo con profundidad.

Estamos ante una nueva etapa de la vida de la Iglesia, que puede estar representada por esta pareja ministerial de dos mujeres liberadas por Jesús, libres para la comunidad.

Éste es un tema antiguo, que he desarrollado en este blog desde diversas perspectivas. Me gozo de poderlo ofrecer una vez más, desde una perspectiva nueva. Una vez más, dos mujeres, toda la Iglesia.

Primera imagen: Tradición medieval: Marta y María navegan con su hermano a Provenza, para crear allí la primera iglesia cristiana. Segunda imagen: dos mujeres obispos (Marta y María) de la tradición anglicana.

Texto. Mientras iban de camino:

38 Mientras iban ellos de camino, él entró en cierta aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su casa. 39 Y ella tenía una hermana que se llamaba María, que sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra.40 Marta, en cambio, estaba afanada (distraída) con mucho servicio; y acercándose {a él, le} dijo: Señor ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el servicio? Dile, pues, que me ayude.41 Respondiendo el Señor, le dijo: Marta, Marta, te preocupas y estás perturbada por muchas cosas; 42 una (sola) cosa es necesaria; en efecto, María ha escogido la parte buena, la cual no le será quitada (Lc 10, 38-42)

1. El camino de Jesús.

Así comienza la escena: mientras iban de camino… No se trata de un “ir” cualquiera sino de un camino mesiánico, iniciado en 9, 51-52 (los enviados de Jesús no son recibidos porque van de camina hacia Jerusalén) y explicitado en 9, 57 (la llamada al seguimiento que Jesús dirige se inscribe en su camino de ascenso y cumplimiento mesiánico).

En ese contexto de camino, que culmina de forma inmediata en el final de la parábola del samaritano (poreuou: ¡Vete!: 10, 37) se inscribe e inicia nuestro texto, que comienza con la misma palabra (en de tô poreueisthai: mientras iban de camino: 10, 38). Por eso es bueno precisar el tema en Lucas:

– Camino implícito. Se inicia en el contexto de la confesión de Pedro: Jesús es el Hijo del hombre que debe dar la vida y sus discípulos, es decir, aquellos que le siguen en el camino, deben negarse a sí mismos: 9, 21-27). Ese mismo camino queda ratificado en la transfiguración: en contra de lo que sucede en los paralelos de Mc y Mt, Lucas ofrece el tema del diálogo de Jesús con Moisés y Elías, diciendo que ellos hablaban sobre el “éxodo” que él debe culminar/plenificarse con plêroun en Jerusalén: 9, 31).

– Camino explícito. Se inicia en la gran afirmación de 9, 51-52: Jesús inicia el ascenso hacia Jerusalén y lo hace de forma explícita, con los Setenta y dos discípulos (cf. 10, 1), que son signo de toda la iglesia. Lucas emplea aquí el mismo lenguaje de culminar/plenificarse (plêroun) que había utilizado en la transfiguración, al hablar del éxodo que Jesús tenía que culminar en Jerusalén (cf. Lc 9, 31). Así afirma, al iniciar el gran que le lleva a Jerusalén que comienzan los días en que se cumple su subida, es decir, su plenificación mesiánica (Lc 9, 51). Jesús quiere culminar su camino (syn-plêroun) en compañía de sus discípulos. Su mismo ascenso hacia Jerusalén se convierte así en proceso y campo de surgimiento de la iglesia.

Todo lo que sigue ha de entenderse según eso en contexto de camino mesiánico. No es una verdad abstracta, no es una teoría sobre el ser humano. Lucas interpreta la historia de Jesús como lugar fundante desde el que se entiende el surgimiento comunitario. En ese sentido, los textos del evangelio (Lc) se convierten en referencia y clave para entender lo que ne otra perspectiva cuenta el mismo Lucha en el libro de los Hechos. Jesús envía a los discípulos a los lugares donde debe “venir él”, para que le precedan. Hay aquí un elemento de “simbolismo” en el que se vinculan dos planos:

– Subida histórica de Jesús a Jerusalén, en el contexto de su vida. Lc estructura su evangelio como gran subida a Jerusalén, que se inicia aquí (9, 51) y culmina en la pascua. De un modo especial definen a Lc como ascenso los capítulos de la “gran inserción” (Lc 9, 51-18, 15) en los que se aparta de la narración de Mc para ofrecer su propio esquema eclesial.

– Subida de Jesús como parábola mesiánica. El mismo camino de Jesús viene a presentarse así como cumplimiento de la promesa israelita (conforme a las profecías de la gran subida de los pueblos hacia Jerusalén) y como anuncio y principio del camino de la humanidad, que viene a encontrar su sentido en ese camino de Jesús. El “éxodo” histórico y escatológico de Jesús y sus discípulos se interpreta así como espacio (contexto) donde se puede inscribir la historia eclesial. Lo que se dice aquí será reasumido en otra perspectiva, en el libro de los Hechos.

Así podemos volver al texto: Y sucedió que mientras iban de camino… (10, 38a). Jesús ha decidido dirigirse a Jerusalén (9, 51), proponiendo las condiciones de su seguimiento a quienes quieran acompañarle (9, 57-62). Le preceden los Setenta y Dos discípulos (cf. 10, 1-12.17-24) y con ellos va abriendo un camino de iglesia, tanto en perspectiva de misión (los que le acompañan) como en perspectiva de acogida (los que le reciben, formando con él una casa). En las reflexiones que siguen desarrollamos este último aspecto, estudiando el sentido de la comunidad que forman las dos hermanas.

2. Jesús y los discípulos…

De manera sorprendente, el texto pasa del plural al singular: ellos siguen de camino, mientras él entra en una aldea y casa… Es como si la experiencia eclesial se dualizara, de manera que se precisan los dos contextos fundamentales, los dos “espacios” básicos del evangelio:

– Por una parte están ellos (autous)… que siguen de camino… Estrictamente hablando no sabemos quiénes son.
– Por otra parte está Jesús, separado de los 72… Nuestro texto (10, 38) supone que, mientras ellos siguen, él (Jesús) queda, entra en una aldea, es recibido en una casa. De esta forma pasamos de la iglesia del envía y camino (los 72) a la iglesia de la acogida y la casa (las dos mujeres que van a recibir a Jesús).

Este Jesús acogido en la aldea (o casa) es símbolo del conjunto eclesial. No aparece ya en forma individual histórica, como un hombre del pasado, sino como figura pascual: es el Señor al que se acoge, el Señor que forma parte profunda de la vida de la comunidad.

3. Él entró en una aldea y una mujer llamada Marta lo recibió…

El tema de la acogida se encuentra preparado en 9, 52-56. Dejemos por ahora el posible añadido de en (su) casa. Acentuemos el contexto más extenso de la aldea (kômen) como lugar de referencia. Desde esta perspectiva, las dos escenas pueden entenderse como variantes de un mismo modelo narrativo:

– 9, 52-56. La aldea de los que no reciben a Jesús. Jesús envía a sus mensajeros para que le anuncien y preparen el camino. Ellos (en plural, los mensajeros) entran en una aldea samaritana …, pero sus habitantes no le quieren recibir. Recibir (en el pueblo, en la casa) es la señal suprema de acogida mesiánica, como sabemos por 10, 4-10, aunque en un caso, en contexto más galileo-palestino se hable de aldea (kômen: 9, 52), y en el otro, en contexto más amplio de misión helenista se hable de ciudad y lugar (polin: 10,1ss). Esta aldea de los samaritanos es signo de todas las ciudades y lugares que no aceptaran la misión de Jesús a través de sus discípulos. Frente al deseo de Santiago y Juan que quieren hacer que baje fuego del cielo contra los no hospitalarios Jesús permite que no le reciban y va a otra aldea.

– 10, 38-42. Marta y María. La aldea de los que reciben a Jesús. Se repite el esquema y las palabras principales del pasaje anterior, aunque ahora no se dicen que son los discípulos (los mensajeros) los que preparan el camino de Jesús, sino simplemente que van (verbo poreuein en 9, 52.56 y 10, 38). El pasaje anterior acababa diciendo que ellos (Jesús y discípulos) fueron a otra aldea) que les recibe (9, 56); pues bien, la nueva escena comienza diciendo que Jesús entra (eiselthen, 38, lo mismo que 9, 52) en una aldea donde les recibe Marta (10, 38). Frente a los samaritanos anónimos que no reciben a Jesús aparece aquí Marta, como signo y representante de toda la aldea que recibe a Jesús. Leer más…

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Todas contra Jesús. Domingo 16 del Tiempo Ordinario. Ciclo C

Domingo, 17 de julio de 2016
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Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre:

No hay error en el título. No es TODOS, sino TODAS. Todas las mujeres en desacuerdo con Jesús. Todas las mujeres que conozco le reprochan que alabe a María en vez de mandarla a la cocina a ayudar a su hermana Marta.

            Como el evangelio va de invitación a comer, para la primera lectura se ha elegido la famosa escena en la que Abrahán invita a tres personajes misteriosos que llegan a su tienda.

            La preciosa miniatura que adjunto contiene todos los elementos del relato: la encina de Mambré, los tres hombres, representados como ángeles, Abrahán y Sara. El artista ha convertido la tienda de Abrahán en una casa, casi una iglesia. El texto nos ayudará a comprender mejor el evangelio.

Abrahán invita a comer al Señor (Génesis 18,1-10)

Salterio. Museo Conde. Chantilly,

  En aquellos días, el Señor se apareció a Abrahán junto a la encina de Mambré, mientras él estaba sentado a la puerta de la tienda, porque hacía calor. Alzó la vista y vio a tres hombres en pie frente a él. Al verlos, corrió a su encuentro desde la puerta de la tienda y se prosternó en tierra, diciendo:

            ‒ Señor, si he alcanzado tu favor, no pases de largo junto a tu siervo. Haré que traigan agua para que os lavéis los pies y descanséis junto al árbol. Mientras, traeré un pedazo de pan para que cobréis fuerzas antes de seguir, ya que habéis pasado junto a vuestro siervo.

            Contestaron:
‒ Bien, haz lo que dices.

            Abrahán entró corriendo en la tienda donde estaba Sara y le dijo:

            ‒ Aprisa, tres cuartillos de flor de harina, amásalos y haz una hogaza.

            Él corrió a la vacada, escogió un ternero hermoso y se lo dio a un criado para que lo guisase en seguida. Tomó también cuajada, leche, el ternero guisado y se lo sirvió. Mientras él estaba en pie bajo el árbol, ellos comieron.

            Después le dijeron:

            ‒ ¿Dónde está Sara, tu mujer?

            Contestó:
‒ Aquí, en la tienda.

            Añadió uno:

            ‒ Cuando vuelva a ti, dentro del tiempo de costumbre, Sara habrá tenido un hijo.

¿Cuántos son los invitados?

            Este breve relato ha supuesto uno de los mayores quebraderos de cabeza para los comentaristas del Génesis. Empieza diciendo que el Señor se aparece a Abrahán, pero lo que ve el patriarca son tres hombres.

            Al principio se dirige a ellos en singular, como si se tratara de una sola persona (“no pases de largo”), pero luego utiliza el plural (“os lavéis, descanséis, cobréis fuerzas”). El plural se mantiene en las acciones siguientes (“comieron, dijeron”), pero la frase capital, la gran promesa, la pronuncia uno solo.

            En resumen, un auténtico rompecabezas, resultado de unir tradiciones distintas. No faltaron comentaristas cristianos que vieron en esta escena un anticipo de la Santísima Trinidad. Aunque la idea carece de fundamento serio, sirvió de base para una de las creaciones artísticas más maravillosas: el icono de Andréi Rubliov, pintado hacia 1422-1428. 

Rublëv, Andrei Icono de la Trinidad 1411

            Hospitalidad

            La ley de hospitalidad es una de las normas fundamentales del código del desierto. El hombre que recorre estepas interminables sin una gota de agua ni poblados donde comprar provisiones, está expuesto a la muerte por sed o inanición. Cuando llega a un campamento de beduinos o de pastores no es un intruso ni un enemigo. Es un huésped digno de atención y respeto, que puede gozar de la hospitalidad durante tres días; cuando se marcha, se le debe protección durante otros tres días (unos 100 kilómetros). Esta ley de hospitalidad es la que pone en práctica Abrahán.

El menú, dos cocineros y un maître.

            Abrahán no se limita a hospedar a los visitantes. Entre él y su mujer, con la ayuda también de un criado, organiza un verdadero banquete con un ternero hermoso, cuajada, leche y una hogaza de flor de harina. A diferencia de las comidas actuales, no hay prisa. Pasan horas desde que se invita hasta que se preparan los alimentos y se termina de comer.

La cuenta

            Al invitado no se le cobra. Pero el huésped principal paga de forma espléndida: prometiendo que Sara tendrá un hijo. El tema de la fecundidad domina toda la tradición de Abrahán y se cumple a través de muchas vicisitudes y de forma dramática.

Marta invita a comer a Jesús (Lucas 10, 38-42)

marta_e_maria            El texto del evangelio también se ha prestado a mucho debate. Este relato es exclusivo de Lucas, no se encuentra en Mateo, Marcos ni Juan.

En aquel tiempo, entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Ésta tenía una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra. Y Marta se multiplicaba para dar abasto con el servicio; hasta que se paró y dijo:

            ‒ Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio?  Dile que me eche una mano.

            Pero el Señor le contestó:

            ‒ Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; sólo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor, y no se la quitarán.

¿Cuántos invitados a comer?

            En la historia de Abrahán resultaba difícil saber si los invitados eran uno o tres. El relato de Lucas nos deja en la mayor duda. Jesús siempre iba acompañado, no sólo de los Doce, sino también de muchas mujeres, como afirman expresamente Marcos y Lucas, citando el nombre de algunas de ellas. ¿Los recibe a todos Marta? ¿Se limita a invitar a Jesús? Las palabras “Marta se multiplicaba para dar abasto con el servicio” sugieren que no se trataba de un solo invitado. Pero la escena parece tan simbólica que resulta difícil imaginar la habitación abarrotada de gente.

El menú, y una cocinera sin ayudante

            No sabemos el número de invitados, pero sí está claro el de cocineras. Aquí no ocurre con en el relato del Génesis, donde Sara amasa y cuece la hogaza, mientras Abrahán colabora corriendo a escoger el ternero, dando órdenes de prepararlo, encargándose de la cuajada y de la leche.

            En la casa del evangelio hay también dos personas, Marta y María. Pero María se sienta cómodamente a los pies de Jesús mientras Marta se mata trabajando. ¿Por qué tanto esfuerzo? ¿Porque son muchos los invitados? ¿O porque Marta pretende prepararle a Jesús un banquete tan suculento como el de Abrahán, y le faltan tiempo y manos para el ternero, la hogaza, la cuajada y la leche?

            Desgraciadamente, ignoramos el menú. Según algunos comentaristas, las palabras que dirige Jesús a Marta, “sólo una cosa es necesaria” significarían: “un plato basta”, no te metas en más complicaciones.

Dos actitudes

            El contraste entre María sentada y Marta agobiada se ha prestado a muchas interpretaciones.

            Por ejemplo, a defender la supremacía de la vida contemplativa sobre la activa, sin tener en cuenta que esas formas de vida no existían en tiempos de Jesús ni en la iglesia del siglo I. Entre los judíos de la época existían grupos religiosos con tintes monásticos (los esenios de los que habla Flavio Josefo y los terapeutas de los que habla Filón de Alejandría), pero Lucas no presenta a María como modelo de las monjas de clausura frente a Marta, que sería la cristiana casada o la religiosa de vida activa.

            El evangelio no contrapone pasividad y trabajo. Jesús no reprocha a Marta que trabaje sino que “andas inquieta y nerviosa con tantas cosas”. Esa inquietud por hacer cosas, agradar y quedar bien, le impide lo más importante: sentarse un rato a charlar tranquilamente con Jesús y escucharle.

            Todos tenemos la tendencia a sentirnos protagonistas, incluso en la relación con Dios. Nos atrae más la acción que la oración, hacer y dar que escuchar y recibir. Nos sentimos más importantes.

            La breve escena de Marta y María nos recuerda que muy a menudo andamos inquietos y nerviosos con demasiadas cosas y olvidamos la importancia primaria del trato con el Señor.

Marta-María y el buen samaritano

            Este episodio sigue inmediatamente a la parábola del buen samaritano, que hemos leído el domingo anterior. Los dos textos son exclusivos del evangelio de Lucas, y pienso que se iluminan mutuamente.

            La parábola del buen samaritano es una invitación a la acción a favor de la persona que nos necesita: “ve y haz tú lo mismo”.

            Para mantener la acción a favor del prójimo la mejor preparación es sentarse, como María, a escuchar la palabra de Jesús.

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Domingo XVI del Tiempo Ordinario. 17 julio, 2016

Domingo, 17 de julio de 2016
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TO-D-XVI

“Según iban de camino, Jesús entró en una aldea…”  (Lc 10, 38)

Lc 10, 38-42

“Según iban de camino…”, así empieza el evangelio de hoy. Nada más leer estas cuatro palabras tal vez nos surjan dos preguntas: ¿quiénes iban además de Jesús?, y de camino ¿a dónde?

Dos pistas a las que, sin duda, damos importancia en nuestra cotidianidad. El quién, el otro. Infinidad de veces buscamos a alguien, un culpable o un cómplice, pero alguien: ¿quién ha hecho esto?, ¿quién ha hecho lo otro?, ¿a quién se le ha roto un plato?… El “a dónde”, el destino, la meta, el objetivo o como lo queramos llamar en cada situación: si voy al trabajo cojo el metro o el coche para llegar antes que caminando, si me voy de vacaciones elijo ir en avión porque se tarda menos que en coche, si me presento a unas oposiciones busco conseguir una plaza y no me detengo a observar que posiblemente el camino que me lleva a ella para mí es llano y para otra persona es cuesta arriba… ¿y qué pasa si como cristianas que somos nos tomamos la vida, nuestro paso por el mundo, como el camino hacia el banquete eterno?, ¿también queremos atajar para llegar antes?

Así vamos, queriendo “ahorrarnos” camino, trayecto y que lo que hay en él nos distraiga lo menos posible, que no desvíe nuestra atención tan bien dirigida a nuestro propio ombligo… y en el fondo, lo sabemos. Nos ponemos los auriculares a todo volumen y no escuchamos, fijamos la mirada en la pantalla del móvil, de la tablet o del libro que vamos leyendo y no vemos lo que hay ni quién hay a nuestro lado, si vamos en un trayecto largo en transporte público incluso somos capaces de disimular que estamos durmiendo y no hablamos con la persona con la que compartimos asiento.

Jesús de Nazaret entró en una y en muchas aldeas, comió en una y decenas de casas con gente que sufría y que pasaba por épocas malas, habló, escuchó, miró, animó, curó a una y a un montón de personas, también se retiró del grupo para orar a solas con el Padre una y mil veces. Todo esto lo hizo según iba de camino, sin prisas por llegar a su destino; interrumpía su marcha porque veía y escuchaba lo que ocurría a su alrededor. Disfrutaba del camino, disfrutaba de la vida. Y aunque a esta reflexión me está viniendo aquello de “cántame por el camino…”, algo me dice que Jesús también cantaba por ese camino, animando, alegrando y facilitando el caminar de quienes iban con él.

Ojalá, Jesús, aprendamos a disfrutar del camino.

Ojalá, Jesús, aprendamos a disfrutar de la vida.

Ojalá, aprendamos a cantar por el camino como sólo tú, Señor, lo sabes hacer.

Amén.

*

Fuente:  Monasterio Monjas Trinitarias de Suesa

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La hospitalidad pide servicio

Domingo, 17 de julio de 2016
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2000 --- Partners' Hands --- Image by © Royalty-Free/Corbis “El cristianismo es una red social. Ser cristiano significa pertenecer a una Iglesia y contrbuir a que la vida de esa comunidad sane y permanezca sana” (Franz Jalics)

17 de julio, domingo XVI del TO

Lc 10, 38-42

Marta se afanaba en múltiples servicios. Hasta que se paró y dijo: Maestro, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en esta tarea? Dile que me ayude.

Abrahán acoge al Señor hospedándole en su casa, como hombre necesitado de techo, y le proporciona alimento: “No pases de largo junto a tu siervo”. Dios recompensa su hospitalidad con el don de la vida: un hijo para Sara (Gn 18, 1-10). Y el Salmista pregunta:“Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda?”(Sal 15, 1). Lucas nos dice en su evangelio que Marta y María,  hermanas de Lázaro acogieron a Jesús en su casa, y que la hospitalidad pide servicio y escucha. Una acogida de escucha y servicio que, como sugiere Pablo en Col 1, 24-28, permita la madurez plena en Cristo.

Es hora ya de que la Iglesia se libere y nos libere de la camisa almidonada –de fuerza, a veces– que constriñe y aprisiona en una estrechez de fronteras provinciales. Una actitud tribal que con frecuencia nos impide cumplir obras de misericordia tan humanamente trascendentales como dar de comer al hambriento, vestir al desnudo y dar posada al peregrino. Y no porque, desgraciadamente, vivamos en un mundo ausente de necesitados. Es conmovedor el episodio de la película alemana 2001 Hasta donde los pies me lleven, del director Hardy Martins, donde el protagonista Clemens Forrel dispuesto siempre a ayudar a los demás, dice: “No creo en Dios, pero sí creo que donde haya una herida hay que curarla”.

El escritor francés Romain Rolland (1866-1944) hablaba, en la correspondencia mantenida con el vienés Sigmund Freud, de un sentimiento que designaba como “sensación de eternidad; un sentimiento como de algo sin límites ni barreras, en cierto modo oceánico”Es decir, menos tribalidad y más ecumenismo. Cosa relativamente fácil si leemos con espíritu universalista lo que Beethoven escribió en el autógrafo de su Missa Solemnis, refiriéndose a la música:del corazón… al corazón. Una unión cordial que nos lanza al sacramento universal de todos los seres entre sí.

John H. Hick (1922-2012), filósofo y teólogo inglés, dice en su libro La nueva frontera de la religión y la ciencia, que la vida espiritual es el corazón de la religión. Y los latidos del corazón humano repican siempre a misericordia. Los sentía la hacendosa Marta y María la contemplativa. Como lo sentía Fausto cuando en la ópera Mefistófeles, de Arrigo Boito, decía: Mi pecho se agita en una sola emoción: ¡El amor de Dios y de los hombres!.

Franz Jalics, ha escrito en su  obra Jesús, Maestro de meditación, esta sugestiva sentencia: “El cristianismo es una red social. Ser cristiano significa pertenecer a una Iglesia y contribuir a que la vida de esa comunidad sane y permanezca sana”.

 

LA MUJER HACENDOSA

Mujer que buscas lana y lino,
y lo trabajas hacendosa
con la rueca y el huso con tus manos,
como de ti cantaron los Proverbios.

Luego tiendes tu mano al desvalido.

¿Quién te enseñó, mujer, tanto Evangelio?

(SOLILOQUIOS. Ediciones Feadulta)

 

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Ni de Marta ni de María podemos prescindir

Domingo, 17 de julio de 2016
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marta-y-mariaLc 10, 38-42

Si queremos entender el verdadero sentido del texto, no debemos olvidar el contexto en el evangelio de Lc. Enmarcado dentro del viaje a Jerusalén, este relato intenta determinar el perfil de aquellos que quiere seguir a Jesús. Durante esa subida, va formando a sus discípulos. Lc es el único que relata este episodio y no es casualidad que una vez más se sienta interesado en destacar la importancia de la mujer en la vida pública de Jesús. No debemos interpretar el texto como una condena de la actitud de Marta. Es solo el contrapunto para resaltar la necesidad que todo cristiano tiene de escuchar al único Maestro.

No tiene ningún sentido haber sacado de este relato, una distinción entre la vida contemplativa y la vida activa. Mucho menos si, en vez de distinción, lo que se pretende es una oposición. Tampoco aparece por ninguna parte la pretendida superioridad de la vida contemplativa sobre la vida activa. No es correcto el interpretar este evangelio como proclamación de dos clases de cristianos, unos que se dedican a la vida activa y otros a la contemplativa. Parece que el primero que levantó esta falsa liebre fue Orígenes, y durante 18 siglos hemos seguido corriendo detrás de un señuelo de trapo.

En los primeros siglos del cristianismo se desarrolló la idea de que no se podía vivir el evangelio en medio del mundo. Surge así la idea del monacato y de la huída del mundo en el desierto. Esto no tiene nada de cristiano, porque el evangelio no invita a una separación de la vida, sino a vivirla en plenitud dentro de las situaciones normales para la mayoría. No debemos interpretar la falta de vocaciones a la vida religiosa como un desastre para la comunidad. Nuestra verdadera preocupación debía estar en que todos los que somos cristianos por el bautismo, desarrollemos de verdad esa vida cristiana como decía hoy Pablo.

El domingo pasado terminaba el evangelio con esta frase: “Anda, haz tú lo mismo”. Del evangelio se deduce que no puede darse un amor a Dios directo, que no se refleje en el amor a los demás. Aplicado a tema que nos ocupa, no puede haber auténtica contemplación que no se manifieste en la acción. Tampoco puede haber una acción verdaderamente espiritual que no surja de la contemplación. Claro que puede haber acciones buenas sin contemplación, pero serán solo programaciones, que no nos enriquecen espiritualmente. Y puede haber contemplación sin acción, pero será siempre una falsa ilusión.

Una vez más debemos superar la aparente contradicción del evangelio. En otro lugar dice Jesús: “el que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica, se parece a un hombre necio, que edificó su casa sobre arena”. Edificar sobre roca es escuchar y obrar en consecuencia. Por lo tanto, nada más lejos puede estar este relato de un espiritualismo desencarnado. Eso sí, para actuar con verdadero sentido espiritual, debemos primero escuchar a Jesús y descubrir en su vida y enseñanzas los motivos de la acción. Esto, que parece tan sencillo, es la clave para entrar en la dinámica del mensaje de Jesús. Todo lo que no sea entrar por este camino, será engañarnos.

Marta, al quejarse, no tiene en cuenta lo que María está haciendo. Solo tiene en cuenta las consecuencias de esa actitud que le perjudica. Jesús no critica a Marta por estar ocupada, sino por estar preocupada e inquieta por realidades materiales, que tienen muy poca importancia. Tampoco dice que lo que hace sea malo. Fijaos, que dice: “María ha escogido la parte mejor; lo cual significa que lo que hacía Marta era también bueno. El mensaje es que toda acción verdaderamente cristiana debe nacer de la contemplación. Todos tenemos que ser a la vez, Marta y María. No es nada fácil mantener el equilibrio. En un árbol frutal, ¿qué es lo más importante, las raíces o el fruto? La pregunta es absurda. Sin las raíces es impensable el árbol. Sin los frutos, el árbol sería completamente inútil. Es muy fácil resbalar hacia una u otra dirección. En todas las épocas ha habido místicos que despreciaron el trabajo y hombres y mujeres de acción que despreciaron como inútil la contemplación.

El maestro Eckhart tiene una interpretación desconcertante de este relato. Suponiendo que la primera consecuencia de una escucha de la Palabra sería el servicio y descubriendo que Marta ya está cumpliendo esa tarea, deduce que Marta adelanta a María porque ella ha escuchado y ya está cumpliendo. Viniendo esta reflexión de uno de los más grandes místicos de todos los tiempos, nada sospechoso de menospreciar la contemplación, debemos tomar muy en serio esta advertencia. La contemplación será primero, pero no es más importante.

A la luz de este relato, se abre una nueva perspectiva para la mujer. María, es aceptada por Jesús como interlocutora válida. Tal vez sea el relato más subversivo de todo el evangelio. “Sentada a los pies de Jesús escuchaba su palabra”. María está allí como discípula. Esto trastoca todos los valores en que estaba fundada la sociedad de la época. Algunos dichos rabínicos nos dan una pista de lo que pensaban de la mujer: “El que enseña la Torá a una mujer, le enseña necedades”. “Mejor fuera que desapareciera en las llamas la Torá, antes de ser entregada a la mujer”. “Maldito el padre que enseña a su hija la Torá”.

También la mujer tiene que desarrollar su interior, tiene que buscar el enriquecimiento como ser humano. Tiene que descubrir que la realización como ser humano es más importante que todas las tareas asignadas a la mujer. Jesús invita a las mujeres a desarrollar sus valores espirituales. La actitud de María, ayuda a Jesús a descubrir todo eso. Vio que había adquirido unos valores espirituales que a él mismo le servían de referencia. Después de esto, Jesús está en condiciones de responder a la mujer que le quiso hacer una alabanza diciendo: “Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron”. Pero Jesús responde: “Dichosos más bien todos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen”. No es el parir a los hijos el valor fundamental de una mujer, aunque el varón sigue empeñado en mantener esta valoración. La mujer no es una criada, a la que ni siquiera hay que pagar.

Esta actitud de Jesús para con la mujer, se manifiesta también en otros muchos lugares del evangelio. El comportamiento de Jesús con la mujer está completamente libre de misoginia o antifeminismo. Ni asomo de miedo al sexo o machismo, ni siquiera paternalismo. Los evangelios nos dicen que en el grupo de seguidores había también mujeres. Los relatos de la mujer adúltera, la pecadora, la Magdalena, la Cananea, la Hemorroisa, nos indican esa preocupación constante por la mujer, que en su tiempo estaba completamente marginada. Lástima que esa actitud de Jesús haya quedado relegada al olvido en la Iglesia, que sigue manteniendo después de dos mil años, su ideología machista.

El Concilio Vaticano II rechazó toda forma de discriminación por razón de sexo como contraria al plan de Dios; pero a renglón seguido nos demuestra, en la práctica, que eso no tiene vigencia en la institución. Las mujeres que se sintieron comprendidas y liberadas por Jesús, son discriminadas por sus sucesores. La opresión de las mujeres en la Iglesia es solo una manifestación externa de la represión de lo femenino en la jerarquía. Es hora de superar un patriarcado ciego, inconsciente y fanático. Si la mujer hubiera tenido algo que ver en las decisiones de la Iglesia, no se habrían cometido tantas barbaridades.

No es que el cristianismo haya incrementado la marginación de la mujer, pero sí ha mantenido actitudes ancestrales que habían sido superadas por Jesús. Lo que los cristianos hemos hecho con la mujer no es solo mantener una mala costumbre; con el evangelio en la mano podemos afirmar que es una injusticia en toda regla. Contra esa injusticia no sólo tienen que luchar las mujeres, tenemos que luchar todos; y no por hacer un favor a la mujer, sino porque es un despilfarro de energías, prescindir de un plumazo de más de la mitad de sus miembros a la hora de buscar soluciones a sus problemas.

Meditación-contemplación

“¡Andas preocupada e inquieta por tantas cosas!”
Hoy se propone un análisis personal de nuestra vida.
Nadie puede dar por supuesto el difícil equilibrio.
Como el volante de un automóvil, siempre tendremos que estar rectificando.
………………………….

No hay parte mejor o peor.
Como en el frutal, raíz y fruto son igualmente importantes.
En el tiempo, echar raíces (escuchar a Jesús) es lo primero.
El objetivo será siempre el fruto (el servicio a todos)
……………………

Intenta ser cada día más Marta y más María.
Es la única manera de madurar en la vida cristiana.
Cada día más enraizado en Cristo
y más volcado hacia los demás.
…………

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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