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Hace tiempo que sabíamos que el ministro de justicia Alberto Ruiz Gallardón recibiría el premio “Unamuno amigo de los protestantes” que cada año otorga la conservadora revista Protestante Digital, vinculada a la Alianza Evangélica Española, guardiana del pensamiento único y del fundamentalismo más rancio dentro del protestantismo en este nuestro Estado. Y por fin, la semana pasada lo recogió “emocionado”, comprometiéndose con la defensa de las minorías religiosas, y reconociendo que no merecía tal distinción.
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En la entrega del premio, el psiquiatra Pablo Martínez, recordado por muchos homosexuales evangélicos por sus terapias en las que anima a potenciar la heterosexualidad que todas y todos llevamos dentro (imagino él también), afirmaba con rotundidad: “Tenemos que aprender y ser y estar con los que discrepan de nuestras ideas”. Por mucho que suene a justificación de porqué Gallardón recibía la distinción, la frase no puede más que producirnos una sonrisa y una pregunta: “Don Pablo, ¿desde cuando ha sido usted tolerante, dialogante o respetuoso con quienes piensan, opinan y siente diferente a la mayoría dentro del protestantismo español?”. Quienes están acostumbrados al travestismo tienen estas cosas, que se creen sus propias mentiras y son capaces de decirlas con total naturalidad en público.
El presidente de la Alianza Evangélica Española, Jaume Llenas, intervino para recordar que: “Este acto se enmarca en ese contexto que queremos construir para todos, en el que la voz religiosa puede participar en la sociedad y ser más escuchada”. Que hablase de “la voz” y no de “las voces” lo delató claramente. Miedo nos dan a muchos ciudadanos los diferentes voceros de las religiones institucionalizadas que se apropian de “la voz religiosa”, porque sabemos que lo que han sido capaces de hacer dentro de sus respectivas iglesias, alianzas o federaciones (silenciar a quienes tienen otras opiniones), es lo que buscan en nuestra sociedad. No quieren participar, nunca lo han querido, quieren controlar, dirigir y decidir. Y lo hacen justificándose en la posesión de “la verdad”, que no es más que su manera de ver las cosas, barnizada de una religiosidad de finales del siglo XIX. A nadie se le escapa que anhelan para ellos la influencia y el poder que todavía tiene la Iglesia Católica en España, o su idolatrado Tea Party en los Estados Unidos.
Unamuno no fue protestante, bien lo aclaró allí mismo Juan Antonio Monroy, por eso estaría bien saber qué cualidad o cualidades de Unamuno dan sentido a este premio para valorar mejor si Gallardón es o no merecedor de él. Todos tenemos nuestras contradicciones, nuestros aciertos y errores, y Miguel de Unamuno los tuvo también. Por una parte fue un homófobo militante que animó a condenar a Oscar Wilde u otros escritores españoles homosexuales a trabajos forzados, palabras suyas son: “¿No habrá medio de que estos mártires del placer lleguen a serlo del dolor, de un dolor que les purifique y los eleve?¿No será cosa de pensar seriamente en la manera de ponerles en disposición de que alguno de ellos escriba la balada del presidio de Ceuta o algo por el estilo?”. En cuanto a las mujeres, algunos estudios sobre la concepción que se desprende de ellas en su obra, concluyen que para Unamuno las mujeres eran ante todo madres y sólo podían amar como tales: “El amor de la mujer, sobre todo, decía que es siempre en el fondo compasivo, es maternal. La mujer se rinde al amante porque le siente sufrir con el deseo”. Pero de este escritor y filósofo de la generación del 98 también se puede decir que la libertad de conciencia fue para él una lucha constante por la verdad en libertad, por eso intentó alejarse siempre que pudo del dogmatismo religioso: “Tanto los individuos como los pueblos de espíritu perezoso (…) propenden al dogmatismo (…). La pereza espiritual huye de la posición crítica o escéptica”.
Teniendo en cuenta la trayectoria de la revista que otorga el premio, tendremos que eliminar la posibilidad de que el premio pretenda distinguir a personas de la vida pública que huyan del dogmatismo y tengan una posición crítica. Pero si tenemos en consideración la trayectoria del ministro Gallardón este último año, decidido a obligar a millones de mujeres a vivir bajo las normas de una Iglesia Católica que la mayoría de ellas hace siglos que no han pisado. Me refiero al intento del ministro de secuestrar el cuerpo de las mujeres para dárselo a un sistema judicial que les impondrá la obligación de ser madres, independientemente de lo que ellas piensen, quieran o deseen, sólo por que son mujeres; yo diría que algunos planteamientos de Gallardón y Unamuno son coincidentes. Por eso, parece evidente que el premio sí es merecido, pero no hemos de fijarnos en los eslóganes de libertad de pensamiento o libertad religiosa que lanzan quienes dan y quien recibe el premio, si queremos saber porqué Gallardón se merece este premio tendremos que entender que tanto el ministro como la Alianza Evangélica Española defienden una regresión al pasado, concretamente a un pasado donde la religión dictamine que deben y que no deben hacer los ciudadanos.
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Para terminar me gustaría hacer dos observaciones en cuanto al reconocimiento de Gallardón como “amigo de los protestantes”. La primera que el ministro forma parte de un Gobierno “presuntamente” corrupto, me refiero a las informaciones que hace unos meses filtró Luis Barcenas sobre la caja B del Partido Popular, que “presuntamente” fue utilizada para pagar sobresueldos que no se declaraban a algunos miembros del partido como Mariano Rajoy o María Dolores de Cospedal. Algo que en otros países hubiera llevado a la dimisión en bloque del Gobierno, y que iglesias de otros países hubieran denunciado. Pero la Alianza Evangélica Española ha preferido reconocer a un miembro de tan honorable Gobierno..
Y finalmente, recordar que todavía hoy los pastores jubilados que no pudieron cotizar en la época del franquismo siguen sin recibir sus pensiones. A pesar de que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos falló a favor de uno de ellos el año pasado después de años de litigios. Y es Gallardón quién hoy puede promulgar un Real Decreto que haga que todos los pastores, así como sus viudas, puedan percibir lo que realmente es suyo. Llamar amigo de los protestantes a una persona que es incapaz de mover un dedo por hacer justicia a personas que han trabajado para las iglesias evangélicas y protestantes en nuestro país, me parece más bien vergonzoso. Al menos por decencia deberían cambiar el título a este premio, y desde aquí me atrevo a proponerles uno: “Lo peor de Unamuno, amigo de la Alianza Evangélica Española”.
Carlos Osma
Espiritualidad, General, Iglesia Católica, Iglesias Evangélicas
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