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El niño de todos los rostros

Domingo, 25 de diciembre de 2016
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he_risen_christ_710b-“Dios no repara en el color cuando decide desatar un tornado” (Film Criadas y Señoras)

25 diciembre. Navidad

Lc 2, 1-14

El ángel les dijo: No temáis. Mirad, os doy una Buena Noticia, una gran alegría para todo el pueblo

Un tercio de la población mundial es cristiana, y es el mayor grupo religioso -2.200 millones- de la población terrestre. Que sigamos celebrando su cumpleaños después de más de dos milenios de su nacimiento no deja de ser, como mínimo, sorprendente.

En la película ¡Qué bello es vivir! (1946), de Frank Kapra, George mantiene con su hija pequeña este diálogo: -“Procura dormir un poco”. –“No tengo sueño”.-Lo sé, lo sé, pero tienes que dormir. Así soñarás con ella y será un jardín entero”. Un sueño en el que doblan las campanas de todos los templos, de todos los sonidos y tamaños, celebrando con alegres villancicos el nacimiento de un niño en el pesebre de un establo.

Le había anunciado el profeta Isaías en 9, 5. Hoy le cantan los ángeles del cielo y los pastores; mañana los reyes de la tierra y la Cristiandad plena. Porque este niño de los mil rostros reflejan la identidad de la Humanidad entera y, como dice el convertido apóstol Pablo: “Porque la gracia de Dios salva a todos los hombres…” (Tit 2, 11)

Personalmente le veo como como veía a Treya, su amante esposa, Ken Wilber: “Sus ojos parecían comprometidos con la verdad. Cuando te miraba a los ojos sabías, a ciencia cierta, que esa mujer jamás te mentiría. Todos sus gestos y movimientos parecían impregnados de una integridad que despertaba de inmediato toda tu confianza. Parecía una persona con una gran confianza en sí misma, aunque no, por ello, se mostraba orgullosa ni insolente” (Gracia y Coraje).

Verdad, Integridad y Confianza, expresadas limpiamente en la Totalidad del Espacio y fundiéndose en todo el Universo a través de su palabra, sus gestos y sus hechos. Esta imagen seductora de Jesús trae a mi memoria la película Criadas y señoras (2011), de Tate Taylor, en la que las niñas blancas cuidadas por las criadas negras, las quieren, las abrazan y besan: “Tu eres mi mamá de verdad, Emy”, dice una de ellas. Y yo no me resisto, agradecido, a decirle al Buen Jesús otro tanto.

El Bom-Jesus de Río acoge al mundo entero con sus brazos abiertos. Porque, como dice una de las protagonistas negras en el citado film: “Dios no repara en el color cuando decide desatar un tornado”. Ni se olvida de los olivos, las aves, los peces, las tortugas y las liebres.

LA GACELA

Abrió el Cielo su jaula de podencos
y mi sangre lloró su ácido dolor
sobre la tierra ácida.

Mis oraciones eran cicatrices
en los jirones de la luna nueva.

-¿Por qué estas Navidades no regalas
Tarjetas de Crédito a tus fieles?

“Abres la mano tú, Señor,
y sacias de favores
a todos los vivientes”, dice el Salmo.

Así que no te olvides
de todas tus restantes criaturas:
los olivos, las aves y los peces
ni tampoco las liebres y tortugas.

¿Por qué una vez creadas, si son tuyas,
las dejaste a su suerte abandonadas?

(NATURALIA. El sueño de las criaturas. Ediciones Feadulta)

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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“¿Por qué la Navidad? Dios entra en la Historia”, por José Mª Castillo

Domingo, 25 de diciembre de 2016
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30987510234_6588607eca_oDe su blog Teología sin Censura:

Los cristianos decimos que “a Dios nadie lo ha visto jamás” (Jn 1, 18). Esto significa que Dios no está a nuestro alcance. Es decir, a Dios no lo conocemos. Ni podemos conocerlo. Porque Dios, por definición, es el Trascendente. No es simplemente “el Infinito”. Porque “lo infinito” es lo humano “sin fin”: poder sin límite alguno, bondad igualmente ilimitada, etc.

Pero, si echamos por este camino para explicar a Dios, nos metemos en un callejón sin salida. Es decir, nos enfrentamos a una “contradicción” que no tiene ni solución, ni remedio. Porque, si la bondad de Dios es tan grande; y el poder de Dios no tiene límites, ¿cómo se explica que ese Dios, tan bueno y tan poderoso, haya hecho este mundo tan contradictorio y, con frecuencia, tan canalla? O Dios no es tan bueno como dicen. O no es tan poderoso, como aseguran los libros religiosos y los hombres de la religión.

Por todo esto, cuando los humanos pensamos en Dios o hablamos de Dios, en realidad no estamos ni pensando, ni hablando de Dios en sí mismo, sino que inevitablemente nos referimos a las “representaciones” de Dios que nosotros nos hacemos. Lo que entraña un peligro que da miedo pensarlo: los humanos podemos “representarnos a Dios” de manera, que sea “el Dios que nos conviene”, para odiar, perseguir y matar a todo el que no está de acuerdo con lo que a nosotros nos conviene.

Así las cosas, la Navidad es la celebración del día, del momento, en el que los cristianos recordamos el acontecimiento que, según nuestras creencias, nos indica, nos dice y nos explica la solución que el cristianismo ofrece al problema que acabo de indicar. Y esa solución consiste en que Dios se nos ha dado a conocer en Jesús de Nazaret.

En la Navidad, por tanto, al recordar el nacimiento de Jesús, lo que en realidad recordamos es cómo Dios entró en la Historia. O sea, en la Nochebuena, sucediera el día que eso sucediera y ocurriera a la hora que fuera, lo que realmente aconteció es que Dios se dio a conocer a la humanidad. De forma que el niño que nació, Jesús de Nazaret, es la Palabra de Dios, es la respuesta de Dios a las interminables preguntas que los humanos nos hacemos sobre el sentido de la vida, sobre cómo es Dios, lo que es Dios, lo que quiere Dios y lo que Dios espera de nosotros los mortales.

Jesús mismo se lo dijo así a sus amigos más cercanos cuando le dijeron: “Señor, muéstranos al Padre (Dios) y nos basta”. A lo que Jesús contestó: “¿Todavía no me conocéis?” Y añadió: “El que me ve a mí, ve al Padre” (Jn 14, 8-9). O sea, ver a Jesús es ver a Dios, encontrar a Jesús es encontrar a Dios. Y, por tanto, en la vida que llevó Jesús, en sus ideas y en sus convicciones, es donde vemos y aprendemos lo que Dios quiere, lo que a Dios le gusta, y lo que Dios no soporta.

Esto supuesto, no me resisto a poner aquí lo que, de forma tan genial, escribió san Juan de la Cruz en la “Subida del Monte Carmelo”: “Si te tengo ya habladas todas las cosas en mi Palabra, que es mi Hijo, y no tengo otra, ¿qué te puedo yo ahora responder o revelar que sea más que eso? Pon los ojos sólo en él, porque en él te lo tengo dicho todo y revelado, y hallarás en él aún más de lo que pides y deseas” (II, 22).

¿Por qué la Navidad? Porque en ella vemos cómo entró Dios en la Historia, cómo “se despojó de sí mismo, tomando la condición de esclavo, se hizo como uno de tantos… hasta la muerte, y una muerte de cruz” (Fil 2, 7-8).

El evangelio de la Nochebuena nos dice que Jesús nació en un establo, entre basura y animales, en una sociedad (la sociedad del Imperio) en la que era frecuente que los niños se vieran abandonados en los estercoleros. Cuando ahora vemos la grandeza de las catedrales y de los palacios episcopales, y cuando oímos a dignatarios eclesiásticos protestando del giro de humanidad y bondad, que el Papa Francisco le quiere dar a la Iglesia, sin más remedio le viene a uno la pregunta: ¿qué hemos hecho con la Navidad? ¿nos queda algo de lo que realmente fue? Entonces, ¿por qué y para qué la celebramos? No vendría mal, por lo menos, hacerse la pregunta. Otra cosa es encontrar la adecuada respuesta.

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Celebración familiar

Domingo, 25 de diciembre de 2016
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Dios es FamiliaSer familia de Dios. Esta es una de las grandes noticias que trae la Navidad. Que el Hijo se haya hecho hombre demuestra su cercanía e implicación con nosotros. Nuestra vida ha quedado injertada en la suya. El Altísimo se ha dejado ver, oír y tocar. No está en un mundo aparte, alejado y extraño a nuestra existencia. ¡No se le puede pedir más!

Sin embargo, las celebraciones de estos días suelen ir acompañadas de un sabor agridulce. Las luces externas, el bullicio en las calles y las comidas navideñas nos invitan a la fiesta, pero los conflictos del mundo, la ausencia de seres queridos, las tensiones no resueltas en nuestros entornos, el estrés para terminar las compras de última hora, y las filigranas que hay que hacer para colocar en la misma mesa a quienes no se llevan bien o no saben de qué hablar, acaban por impregnar el ambiente de una sensación de hartazgo y pesadez. Pasado el ecuador de este tiempo, es comentario común el anhelo de volver al ritmo cotidiano.

Para vivir la alegría que trae la Encarnación es necesario recuperar el sentido de lo que celebramos. Contamos con la ayuda de la liturgia de todo el día de navidad que, en cuatro Eucaristías que constituyen el ciclo del Nacimiento nos propone la contemplación del Misterio a través de la lectura y escucha orante de algunos textos del evangelio al hilo de las horas, siguiendo el símbolo de la noche y el día. Porque toda la Creación anuncia y acompaña el amor que se nos revela.

Así, en la misa de vigilia, en vísperas de Navidad, leemos primero el texto de la genealogía de Jesús (Mt 1,1-25). Mateo nos recuerda de este modo que el nacimiento no es un hecho aislado, sino que el Señor queda arraigado en una tradición. Gracias a la figura de José, Jesús es descendiente, de pleno derecho, de David. Es heredero legítimo de las promesas que han ido pasando de generación en generación.

En la misa de medianoche (Nochebuena) brilla la figura de María que da a luz al Hijo en Belén (Lc 2,1-14). A través de ella el vínculo con el ser humano se hace carnal. Radical. Un paso más en la “inserción” de Dios en nuestra historia, que emparenta con la humanidad no solo por la adopción de José, sino por la carne de María.

¡Era verdad que Dios no nos iba a abandonar jamás! ¡Ha entrelazado su vida divina con la nuestra! Se ha hecho familiar de los hombres y que los hombres se conviertan en familia para Dios. No es fácil de comprender tal derroche de amor, ni de captar la profundidad de lo sucedido al contemplar simplemente a un niño. Por ello, en la misa de la aurora, cuando la luz asoma todavía tímida, se nos invita a unirnos al cántico de los pastores (Lc 2,15-20), es decir, de aquellos que han sido capaces de empezar a vislumbrar el amor escondido en esta escena.

A mediodía, cuando el sol está en lo alto, celebramos la misa de Navidad escuchando el comienzo del evangelio de Juan donde se hace una declaración solemne y vibrante del origen último de ese Niño que, aunque nacido de mujer, existía antes porque era Dios y siempre había estado junto a Él (Jn 1,1-18). Una proclamación “con todas las de la Ley”, hecha a plena luz del mediodía.

A través de estas narraciones asoma un Dios misterioso que ha realizado acciones propias de un “amor loco”, que le ha conducido a entrelazar su vida con la nuestra. En su árbol genealógico aparece definitivamente la humanidad: María, su madre, de quien toma los “genes”; José, el padre adoptivo, con quien mantiene una relación paternofilial con todas las consecuencias, aunque no haya consanguinidad. Ya nadie queda excluidoni los que no han nacido de la sangre ni del amor carnal (Jn 1,13). Ahora nosotros formamos parte de su vida. La familia que ya somos con el Señor -gracias a su acción generosa- es una noticia que merece un gran titular. Ojalá que los desencuentros familiares y comunitarios no nos revienten esta gran exclusiva. Porque nadie sobra en esta mesa. Es Él quien la ha preparado y todos nosotros somos sus invitados, lo que Él ha unido, que no lo separe el hombre. Es motivo más que suficiente para celebrar y gozar.

María Dolores López Guzmán

Fuente Fe Adulta

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“Natividad, Puerta de la Vida”, por Juan Masiá Clavel

Viernes, 23 de diciembre de 2016
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nativity-story-review-1De su blog Vivir y  Pensar en la Frontera:

Concebir y dar a luz, virginidad consumada

En el uso corriente del lenguaje, cuando se habla de ”ser o no ser virgen” se suele aludir a la primera relación sexual, penetración vaginal, ruptura del himen, sangrado, etc, y semejantes connotaciones fisiológicas; o también a los efectos que conlleva psicológica, social o moralmente la llamada “pérdida de la virginidad”.

Otras veces podrá ser el anuncio de la clínica de cirugía plástica o ginecología estética que ofrece una operación de reconstrucción del himen. Si se trata del guión para un telefilme cómico de ambientación medieval, quizás se harán chistes con el cinturón de castidad y la pérdida de la llave del candado. Más seriamente la antropología social y cultural se dedicará a explicarnos el significado de la virginidad como producto social y los tabùes consiguientes.

Pero cuando estamos ante el tema de la virginidad en las narraciones mitopoéticas de los evangelios según Mateo y Lucas, el tema no es fisiológico ni biocultural. La anunciación a María y la anunciación a José, como vimos en el post de la semana pasada, están encuadradas ambas en un sueño y no son ni una clase de biología, ni una sesión de sexología, ni una crónica histórica de un matrimonio excepcional, ni siquiera de un nacimiento sobrenatural. Estas narraciones son poesía y teología, mejor dicho, simbólicas y de fe. Cuesta imaginar que el mejor poeta y el mejor teólogo consiguieran expresarlo mejor de como lo plasmaron Mateo y Lucas en su interpretación de la Buena Noticia de Manuel, el que salva y libera…

¿Se entiende en toda su profundidad el sentido humano y divino, poético y de fe, que entraña el cruce de ese umbral del hymen, tanto para que entre y salga por esa puerta el enigma de la vida, al concebir y al dar a luz? Porque se trata, efectivamente, de una Puerta de la Vida.

Por esa Puerta de la Vida entra lo que prepara el comienzo de una nueva vida y sale por ella la nueva vida que nace. Y también entra y sale al mismo tiempo el Espíritu de Vida, Espíritu Santo, para que se realice la co-creación de una nueva vida, co-creando los progenitores con el Creador.

Lo cual es bien distinto del pensamiento dual que imagina a un Espiritu Santo viniendo en vuelo desde arriba a infundir un alma en un cuerpo todavía presuntamente “inanimado”.

No. El Espíritu actúa desde dentro: desde dentro de la evolución; desde dentro del óvulo y desde dentro del esperma; desde dentro del seno materno que acoge al pre-embrión al realizarse y comsumarse la concepción al final de la implantación en su seno; desde dentro del corazón de los progenitores que desearon esa nueva vida y la esperaron ya desde antes que se cerciorasen del embarazo; desde dentro de la decisión de cuidar esa gestación hacia el nacimiento, en vez de rechazarla abortándola después de haberla aceptado biológica y humanamente al consumarse la concepción; desde dentro de la puesta de acuerdo en darle nombre a la criatura, como gratitud por su vida, como promesa de criarla y educarla en la vida y en la fe (lo que se hace cuando el bautismi infantil se entiende bien y no según esquemas agustinianos de supuesta culpa original…) y como súplica de bendición para su crecimiento;…es decir, desde dentro de esos procesos biológicos y humanos, actúa el Espíritu para que se consume la co-creación de esa nueva vida y su personalización individual irrepetible

(Claro, esto está dicho en lenguaje no-dual; lo contrario de ese lenguaje que habla de un “instante de la concepción” o traza una línea límite para determinar el presunto momento en que se infunde un alma desde fuera).

Los antiguos catecismos decían inapropiadamente “virgen antes del parto, en el parto y después del parto”. Pensaban que, antes del parto, la penetración sexual rompe la virginidad; pensaban también que la criatura que nace, al romper y herir esa puerta, mancha a la madre, que tendría que purificarse; pensaban también que si María y José engendraban otros hijos e hijas, hermanos y hermanas de Jesús, María dejaba de ser virgen. Pero hay que decir que ni la unión por amor mancha, ni la sangre contamina, ni el dar a luz produce impureza.

Hoy no podemos pensar así. Quien insista en seguir usando imágenes medievales, podrá decir que hay que cuidar esa puerta del castillo. Bien pero… según quien vaya a entrar y salir, se abrirá o se cerrará. Si viene el enemigo a matar vida, cerrará la puerta. Si viene el amigo a dar vida y a que nos la demos mutuamente y co-creemos nueva vida, entonces se abrirá la puerta y se bajará el puente levadizo.

Hagamos un poco de travesura con las etimologías. Himen es, en griego hymen, membrana. Himeneo era el dios griego protector de las bodas. Se suponía que en la noche de bodas se parte el hymen, algo que puede ser doloroso y gozoso al mismo tiempo. Según otros diccionarios se puede relacionar con la etimología de hymnos. En ese caso, la connotación es de canto de alegría.

Por tanto la virginidad no se pierde o se guarda con solo la ruptura o el cierre de la puerta. Si violan a una mujer y fuerzan esa puerta, la herida será doble, física y psicológica. Pero no se podrá decir que ese día ha perdido la virginidad. Su puerta sigue siendo puerta de la vida. La próxima vez, cuando quien venga no sea un violador, sino la persona amada que viene para que ambos se den vida mutuamente, para co-crear nueva vida y para dar juntos vida alrededor, entonces hay que decir que la virginidad de esa mujer no se ha perdido, está ahí como capacidad de acogida de la vida, confianza en que la acción de dar via es “al alimón” con el Espíritu de Vida; capacidad de gratitud por la vida; y capacidad de dar vida de mil maneras a su alrededor. Lo mismo se puede decir de la decisión de aceptar y acoger la nueva vida (con lo que se completa el proceso –no el instante- de concebir-, al consumarse la concepción; ya el embrión recibe el nombre de feto…).

Por eso el título del post reza así: Concebir y dar a luz es la consumación de la virginidad.

No se pierde, se realiza. No rompe la virginidad de María, ni la mancha, sino que la realiza, el hecho de que José entre con amor por esa puerta. No hace impura ni mancha a María el nacimiento de Jesús hiriendo físicamente y causando dolor en esa puerta de María. La paternidad y maternidad carnal, biológica y humana de José y María no es incompatible con que ambos sean vírgenes que realizan y consuman su virginidad al engendrar a Jesús con el soplo del Espíritu de Vida que actúa desde dentro de José y María.

Al meditar esto en Navidad nos brtota una gratitud inmensa hacia nuestros progenitores que nos engendraron con amor y gracias al Espíritu de Vida que nos hizo nacer por obra y gracia de Espíritu Santo. Y también sentimos la responsabilidad de proteger y cuidar toda vida y de vivir todos y todas (hombres y mujeres, célibes o casados, fértiles o estériles, de sexualidad mayoritaria o minoritaria, sin ninguna discriminación ni exclusión) para darnos vida mutuamente y dar vida al mundo.

Permitiéndome repetir lo dicho en el post de la semana pasada:

La Navidad pone de manifiesto el sentido profundo de todo nacimiento humano”, decía Juan Pablo II (Evangelium vitae, 1995, n.1).

Toda criatura nace por Espíritu Santo.

Todo padre y madre pueden llamarse con propiedad co-creadores de la nueva vida, nacida de varón y mujer con la bendición del Espíritu de Vida y acogida por quienes le ponen nombre (como promesa de creación continua durante la crianza), tanto si nació de esa pareja por el proceso habitual, como si nació por medios de reproduccion asistida, o si fue adoptada en otras circunstancias (otra pareja, una maternidad subrogada, una adopción por parte de una pareja LGBTetc…)

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Adviento con María: Esos tus ojos misericordiosos

Viernes, 23 de diciembre de 2016
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15578977_705312969645898_4048951600502189357_nDel blog de Xabier Pikaza:

La Salve ha sido quizá la más conocida de las oraciones específicamente católicas, una antífona mariana, de origen medieval, dirigida a la Madre de Jesús, pidiéndole que sea intercesora misericordiosa ante su Hijo Jesucristo.

Me parece hermoso presentarla y comentarle en este Adviento, al final del Año de la Misericordia. No es, como diré, la única oración de María, pus a su lado ha de ponerse el Magníficat, que es el canto de la justicia radical (¡derriba del trono a los potentados…!). Pero es también importante, pues nos sitúa ante la maldad radical de la vida (¡destierro, valle de lágrimas, campo de destierro y llanto!), haciendo que podamos abrir los ojos del corazón en gesto de esperanza.

Cuentan que un día, en su famosa Cátedra de Filosofía, el profesor D. José Ortega y Gasset estaba explicando el análisis existencial de M. Heidegger, el más radical de los pensadores del siglo XX, comentando temas como caída y finitud del hombres, estar arrojado y perdido en el mundo… y de pronto se paró y pregunto al alumno más sabio del grupo: ¿Puede usted compararme el análisis de Heidegger con la Salve Cristiana?

Siguen diciendo que el alumno sabio contestó que Heidegger era un pensador excelso, mientras que la Salve era una oración de incultos supersticiosos…

Pues bien, Ortega, famoso por su durísima ironía, le dijo: Usted, alumno mío, no es inculto y supersticioso, sino algo muchísimo peor, es un idiota. No existe, que yo sepa, en la historia de occidente un texto que mejor refleje la condición del hombre, la Goworfenheit, que la Salve cristiana. Pero quizá a Heidegger le falta la Madre.

En este contexto, entre Heidegger y el final del Adviento, he querido ofrecer un breve análisis de la Salve, como oración de Adviento, una oración que no es todo para los cristianos, pero que sigue siendo importante.

Imagen: Una representación tradicional de Santa María de la Salve (como la que tenía en su mente el “famoso” alumno de Ortega, del primer tercio del siglo XX, quizá alejada de nuestra sensibilidad, casi un siglo más tarde. Al final he querido poner,al lado de la imagen de María, para quien siga leyendo, una fotografía de estudio de J. Ortega y Gasset. Buen final de Adviento, con María (y con Ortega y Gasset, es decir, con el pensamiento).

Salve, una oración de misericordia

María ha sido para los cristianos un signo especial de la misericordia, como lo muestra la Salve, una antífona mariana, del XII d.C., que le atribuye y aplica los signos fundamentales de la misericordia de Dios:

Salve, reina y madre de misericordia;
vida, dulzura y esperanza nuestra, Salve.
A ti clamamos los desterrados hijos de Eva, a ti suspiramos,
gimiendo y llorando en este valle de lágrimas.
Ea pues, abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos,
y después de este destierro, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre.
Oh, clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María.

Los nombres de la Madre

‒ La Madre de Jesús es Vida (Hayyim), palabra que define a Dios, en sentido intensivo: Yahvé mismo es la Vida, de manera que en él y solo en él existe todo lo que existe (como supone Jn 1, 4-5, que atribuye la Vida también al Logos de Dios que es Jesucristo.

‒ Ella es Dulzura, tema que puede aplicarse al Espíritu Paráclito y que Pablo atribuye de un modo especial a Dios (2 Cor 10, 1). Pues bien, en esa línea, la Salve identifica de algún modo la dulzura de Dios y del Espíritu Santo con María Madre.

‒ María es finalmente esperanza, tema que el Antiguo Testamento vincula con Dios (cf. Jer 17, 7; Sal 61, 4; 71, 5), y el Nuevo Testamento con Jesús, que anuncia y prepara la esperanza de Dios en el Reino. Pues bien, ahora, la esperanza de Dios y de Jesús se expresa por María.

Invocación

Tras haberla presentado de esa forma, los orantes la invocan: A ti clamamos los desterrados hijos de Eva…

No están en su patria, sino arrojados, lejos de Dios, como pueblo de sufrientes (pobres, vencidos… ), y así vienen suplicantes a María, la madre buena que nos ha liberado del riesgo de la madre mala, Eva, marcando así el cambio de señorío, el paso del dominio de Eva (madre de pecado, destierro) al de María, madre de misericordia. Esta visión de las dos madres, y el paso de la mala a la buena (propio de la gnosis del siglo II-III d.C.) se interpreta aquí en forma mariana.

La Salve nos sitúa ante el motivo de la búsqueda de madre, propio de una sociedad de abandonados, desterrados, que quieren liberarse de este cuerpo de pecado, para alcanzar la misericordia, diciendo: A ti suspiramos, gimiendo y llorando, en este valle de lágrimas… No se acusan de ningún pecado, no son culpables por ninguna falta, social o individual, pero sufren y lamentan un destierro que proviene del pecado original de Eva, mala madre, por cuya falta padecen.

Como los hebreos en Egipto

Esta oración retoma el motivo de los hebreos en Egipto, a quienes Dios mismo escuchó desde su altura (cf. Ex 2-3). Pero los desterrados de la Salve no llaman a Dios, ni buscan ayuda en esta tierra, pues saben que en ella nada puede cambiarse, sino que se dirigen a la Madre buena (a ti suspiramos, gimiendo y llorando) para decirte tres cosas:

Ea pues, Abogada nuestra… Conforme a la tradición de la Iglesia, según el evangelio de Juan, el Abogado defensor de los creyentes es el mismo Espíritu Paráclito, cuya función asume aquí María, que aparece así como Espíritu divino, en forma de mujer/madre, Reina y Señora, Abogada defensora de de los creyentes. María aparece así como enemiga del Diablo destructor, a quien se dice que ha vencido (cf. Gen 3, 15; Ap 12, 1-5. Este pasaje de la Salve nos sitúa ante una visión de gran fuerza, que ha calado en la conciencia de los sufridos cristianos de occidente, del XII d.C. hasta la actualidad.

‒ Vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos. María es presencia de Dios en forma de Madre y Mujer. Estos ojos de María son sin duda aquellos ojos de Dios que miraban la opresión de su pueblo en Egipto (Ex 2, 23-25; 3, 7-8), apareciendo como misericordes, portadores de misericordia. El orante sólo pide a María que vuelva sus ojos y le mire (nos mire) en comunicación de amor. Al hijo pequeño le basta con saber y sentir que la madre lo hace mira.

‒ Y después de este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre Algunos han pensado que Dios mira con ojos de pura justicia. Pues bien, en contra de eso, el orante de la Salve sabe que Dios mira (a través de María) con ojos de misericordia. Por eso, no pide nada (salud, dinero, amor humano, victoria…), sino una mirada, y la certeza de que al fin de la misma María le llevará Jesús.

15585460_705313366312525_2037837235911728775_oAnticlímax.

Y así termina la oración, con títulos propios de Dios de Ex 34, 6-7), pero aplicados a María, para definir su misericordia:

‒ Oh clemente. La clemencia era propia de Dios; pues bien, aquí se atribuye a la madre de Jesús, que aparece como signo personal del perdón de Dios, que no juzga a los culpables, sino que los libera del castigo.

‒ Oh piadosa. Éste es el nombre del Dios de la alianza (hesed), que se aplica aquí a María, con una palabra que no puede aplicarse sólo a la vida tras la muerte, sino que se expresa a la tarea de los hombres que han de ser misericordiosos entre sí (piadosos, religiosos) desde este mundo, en la línea de las obras de misericordia.

‒ Oh dulce. María es dulce y fuente de dulzura en un mundo de amargura, exilio y llanto, arrojados, caídos, en orfandad y muerte. En ese contexto, el orante llama y siente a la Madre de Jesús como dulzura (como leche que alimenta, sacia y anima a los hombres en la tierra prometida del Antiguo Testamento: Ex 3, 8).

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Todo progenitor es adoptivo y toda criatura nace de Espíritu Santo

Jueves, 22 de diciembre de 2016
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Dios es FamiliaDe su blog Vivir y  Pensar en la Frontera:

“La Navidad pone de manifiesto el sentido profundo de todo nacimiento humano”, decía Juan Pablo II (Evangelium vitae, 1995, n.1).

El Evangelio según Lucas cuenta la Anunciación a María, que sueña despierta el deseo y la incógnita de la nueva vida con la consiguiente ansiedad. Dice el mensajero celeste: “No te angusties ante el embarazo, María, congraciada con Dios que te ha favorecido. Darás a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús, el Salvador” (Lc 1, 31).

El Evangelio según Mateo cuenta la Anunciación a José, que en medio de un sueño despierta a la incógnita y el deseo de acoger la nueva vida con la consiguiente ansiedad. Díce el mensajero angélico: “No tengas reparo, José, en llevarte contigo a María, porque la criatura que lleva en su seno viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús, el Liberador” (Mt 1, 20-21. Tercer Domingo de Adviento).

El nombre lo escoge Dios, pero lo imponen la madre y el padre. Contra la costumbre patriarcal de que el padre imponga el nombre, el mensajero celeste encarga tanto a María, la madre (en Lucas) como a José, el padre (en Mateo), la imposición del nombre. Nada de prejuicios de género en nuestra relectura evangélica.

Madre y padre imponen el nombre a la nueva vida que han recibido como don, a la que acogen, adoptan, prometen y se comprometen a cuidar. Por eso todo padre y madre puede, en cierto sentido, llamarse “adoptivos”).

Toda criatura nace por Espíritu Santo. Todo padre y madre pueden llamarse con propiedad co-creadores de la nueva vida, nacida de varón y mujer con la bendición del Espíritu de Vida y acogida por quienes le ponen nombre
(como promesa de creación continua durante la crianza), tanto si nació de esa pareja por el proceso habitual, como si nació por medios de reproduccion asistida, o si fue adoptada en otras circunstancias (otra pareja, una maternidad subrogada, una adopción por parte de una pareja LGBTetc…)

Todo pareja progenitora puede llamarse adoptiva porque esa criatura vino al mundo por obra y gracia del soplo de vida infundido por el Espíritu en la evolución del proceso embrional que se completa una vez que tiene éxito el arraigo de la implantación del embrión en el seno materno (para el que se ha ido preparando hormonal e inmumnológicamente la madre. Entonces (y no en el mal llamado “instante de la concepción”) es cuando se puede decir con propiedad que está siendo sido concebida y va siendo recibida esa nueva vida. El proceso de acogida se hará consciente en los días siguientes, vivido en el propio cuerpo por la gestante (deseablemente por ambos progenitores, que esperan y acompañan el proceso de nacer, apoyados por el entorno social favorable).

Otro detalle importante del significado de “poner el nombre”: toda criatura que viene al mundo, cualesquiera que sean las circunstancia de su nacimiento tiene una dignidad personal inviolable y no puede ser objeto de discriminación. Cuando discriminamos, vulneramos la dignidad, suprimiendo el nombre y poniendo una etiqueta.

Cuando decimos; usted como español no puede entender esto, usted como célibe no puede hablar de este tema o usted como no heterosexual no tiene derecho a…, estamos etiquetando y discriminando. Dirá alguien: Pero ¿no es cierto que Fulano es español, o es célibe o es no heterosexual? No , esa persona es X (con su nombre propio) que nació en España, o que es célibe o que no es heterosexual u otras muchas cosas más. Pero primero es una persona con un nombre y una dignidad irrepetible.

Hemos meditado estas consideraciones al hilo del evangelio para el tercer domingo de Adviento, cuando estamos reunidos, para la Eucaristía mensual, en la comunidad CJ LGBT (LGBT Catholic Japan) de la diócesis de Tokyo. Oramos juntos por una mayor concienciación dentro de la iglesia para evitar toda clase de discriminaciones.

http://lgbtcj.blogspot.jp/2016/11/201612-lgbt.html

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El Adviento de José y María

Martes, 20 de diciembre de 2016
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jose-y-maria-sobre-un-burro_12_09

Ojos limpios y serenos
para otear el horizonte sin miedo
y verte en otros rostros siempre.

Brazos fuertes y extendidos
para abrazar con seguridad y mimo
a todos los débiles y perdidos.

Manos suaves y cálidas
para acariciar a ancianos y niños
y crear redes de vida.

Oídos abiertos y atentos
para escuchar los susurros y gritos
y llegar a tiempo a tu encuentro.

Olfato sensible y bien dispuesto
para percibir las fragancias y olores
que te preceden y hacen presente.

Pies firmes y ligeros
para andar por la vida
siguiendo tu brisa y tus sendas.

Corazón tierno y grande
para sentir tus latidos
en este aquí y ahora que vivimos.

Entrañas maternales
para acogerte siempre
aunque nos sorprendas y descoloques…

en las noches oscuras
y en las alboradas,
vengan con pesadillas o blanca escarcha.

Así es el Adviento de José y María,
Así queremos que sea el nuestro cada día.

*

Florentino Ulibarri

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***

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , ,

Concebido por el Espíritu Santo (cada ser humano engendrado por Dios)

Martes, 20 de diciembre de 2016
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imagesDel blog de xabier Pikaza:

He comentado anteayer el evangelio de este domingo 4º de Adviento (Mt 1, 18-25), pero sin ocuparme de las palabras centrales del ángel a José:

No tengas miedo de recibir a María, tu mujer,
porque lo que ella ha concebido es del Espíritu Santo (1, 20)

Estas palabras han pasado a todos los credos cristianos: “fue concebido por el Espíritu Santo, nació de la virgen María”. Ellas han sido objeto de grandes disputas, desde el comienzo de la Iglesia (como indican los primeros concilios de Nicea y de Éfeso…), y en la actualidad siguen siendo tergiversadas, criticadas y aceptada con pasión (según los casos).

En la reflexión que sigue quiero comentarlas brevemente, sin distinguir entre creado, engendrado y concebido (como sería necesario), sin separar el plano eterno del Hijo de Dios y el plano histórico de Cristo (con otros temas igualmanente discutibles y distinguidos). Para situar el tema quiere recoger dos experiencias:

— La primera es muy antigua (del año 1951 o 1952). Yo me examinaba por libre en el Instituto de Bilbao. Éramos muchos, el examen era público y oral, y el cura de religión nos iba haciendo las preguntas pertinentes. Llegó mi turno, miró la lista, me dijo si me llamaba así y me pregunto si Dios era creador de todo… Le respondí como pude (no recuerdo bien cómo), y de pronto me dijo: “¡O sea, que ahora Dios no crea nada!”. Yo le respondí con gran aplomo: “No, no es así, Dios sigue creando un alma para cada hombre que nace”.

Yo no sé si entendía lo que decía, pero sé que nos lo había dicho el profesor de Religión de Durango, José M. Duñabeitia, y me había quedado muy grabado, y se lo dije con todo aplomo. Duñabeitia se cansaba a veces en las clases, y nos contaba sus historia, sobre todo la del Penal de Ocaña donde le internaron tras la guerra (en el mismo penal donde estuvo y murió Miguel Hernández, de quien entonces no nos hablaban).

No recuerdo mucho más. Sólo que el examinador, un Canónigo de Bilbao, me miró fijamente y me dijo: ¡Bien, Chaval, puedes irte!

— Segunda experiencia… El recuerdo de aquel examen y de aquella respuesta que di sin entenderla me ha guiado toda la vida (y parte de mi teología ha sido un intento de responder a ella)… Hoy (2016) creo como entonces que Dios sigue creando almas, aunque quizá lo diría de otra forma: Dios no crea” almas sin más, sino que “engendra personas”, por obra de su Espíritu, como engendró a Jesús .

Desde ese fondo entiendo un modo mejor (sin entenderlo del todo) este relato de Mt 1, 18-25, donde se nos recuerda la palabra del ángel a Jesús: Lo que María tu esposa ha concebido viene del Espíritu Santo, por eso acógelo como don de Dios. Sabes que ese niño es tuyo y de María, su Madre, viniendo directamente de Dios.

De eso tratan las reflexiones que siguen, algo más técnicas, elaboradas a partir del texto de Mt 1, 18-25, en sintonía con las cosas tan hermosa que ha dicho en este mismo lugar Juan Masiá (RD: 11.12.16) al decir que todos los padres son “adoptivos” en el sentido profundo del término, pues cada niño es engendrado y nace (crece, vive…) por obra del Espíritu Santo.

Me gustaría poder decir cosas tan hondas y verdaderas que ha dicho mi amigo Juan Masiá, que han ayudado a tantos padres, a tantos creyentes. Pero quizá también las mías, un poco más técnicas, en la línea de las postales anteriores de este blog podrán acompañar a mis lectores. Buen final de adviento para todos.

Concepción por el Espíritu, una experiencia pascual

Este pasaje (1, 18-25) nos sitúa ante la ruptura mesiánica, que sólo se entiende en clave pascual: El mismo Dios, Señor de Israel (kyrios) ha pedido a José que supere su justicia anterior, poniéndose al servicio de la Mujer que engendra y da a luz, por encima de la Ley israelita, para ponerse así al servicio de la vida que se expande a todas las naciones, de manera que parece repetirse el modelo de Gen 3, 20, donde se decía que Adán llamó a su mujer Eva, reconociendo así que era “madre de todos los vivientes”. Aquí es José el israelita, hombre de ley, quien debe aceptar a María, reconociendo que el Espíritu de Dios actúa en ella y aceptando el valor salvador de su Hijo . Leer más…

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18.12.16. Así fue la generación de Jesucristo (2017, año de Mateo).

Lunes, 19 de diciembre de 2016
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sanmateoHe venido presentando, con las primeras lecturas de los cuatro domingos de Adviento de este año el evangelio de Isaías, retomando así la esperanza mesiánica israelita, la búsqueda y camino de todos los pueblos y culturas de la tierra.

Pero hoy, cuarto domingo de Adviento de este año (que para la Iglesia es ya de alguna forma el 2017) quiero comentar ya el evangelio de Mateo, que nos irá acompañando a lo largo de todo el año litúrgico, pues como bien sabemos la liturgia nos invita a recorrer cada tres año el camino de un evangelio sinóptico (el de Juan va mezclado entre los tres).

Empieza, pues, el evangelio de Mateo, para leer, para vivir, para soñar, para practicar a lo largo del 2017. Si Dios me sigue dando salud, os acompañaré con Mateo cada domingo normal de este nuevo año, pues me he venido preparando durante muchos años (y ahora al fin durante varios meses) para publicar un comentario de Mateo, verá la luz hacia el verano (si todo va normal). Pero aquí puedo empezar ofreciendo algunos materiales.

Debería haber comenzado con la genealogía de Jesús (Mt 1, 17), pero la liturgia de este domingo de Adviento nos introduce en la Navidad (y en todo el año 2017) con el texto de la generación de Jesucristo (Mt 1, 18-25), como seguirá viendo quien lea.

Es un acontecimiento gozoso éste de poder volver al evangelio de Mateo, y leerlo cada domingo, y gozarse una vez más de leerlo, de vivirlo… Con esa alegría ofrezco esta primera postal de Mateo, mi viejo amigo, compañero fiel a través de tantos años… Buen domingo final de Adviento a todos, buena preparación de Navidad, con los tres primeros de Mateo, en este orden: José, María y Jesús.

Imagen. Logotipo de Mateo: Evangelista con ángel. Desde tiempo muy antiguo, la Iglesia ha representado a Mateo con un ángel (Marcos con León, Lucas con Toro,Juan con Águila…), quizá porque escribe como un ángel, o porque un ángel le enseña a ver las cosas… o porque su primer personaje (como veremos en la lectura de hoy) es un ángel dialogando con José, de manera que algunos han podido decir que el signo del ángel representa a José, más que Mateo (o a los dos a la vez)

Notas: Ofrezco un texto de cierta densidad, pero quiero que puedan leerlo todo los interesados por el tema. Por eso dejo para el fin cuatro notas de tipo más erudito, con bibliografía (para más curiosos o especialistas).

Nacido por el Espíritu Santo (1, 18-25) (1).

La genealogía de Mateo nos sitúa ante el conjunto de la historia israelita, representada por los patriarcas (1ª parte), los reyes de Judá (2ª parte) y los retornados del exilio (3ª parte), que no han logrado reconstruir el reino, hasta Jesús. Las cuatro mujeres anteriores de esa genealogía han puesto de relieve la aportación o, quizá mejor, la novedad femenina en el origen de la vida, y esto es algo que aparecerá con toda fuerza en el caso de Jesús, hijo de María, por el Espíritu Santo, como supone este pasaje cuando dice, al final de la genealogía que “Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, el llamado Cristo” (1, 16).

Así dice el evangelio de este domingo… con él ángel que dialoga con José sobre el misterio (por eso he dicho que Mateo es un evangelio con ángel):

1 18 Así fue la generación de Jesucristo estando María, su madre, desposada con José, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo.

19 José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. 20 Mientras pensaba en ello, se le apareció en sueños el ángel del Señor que le dijo: José, hijo de David, no tengas reparo en llevar a María, tu mujer, a casa, porque lo engendrado en ella viene del Espíritu Santo. 21 Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados.

22 Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por el Profeta: 23 Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa “Dios-con-nosotros”. 24 Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y se llevó a casa a su mujer 25. Y no la conoció hasta que dio a luz un hijo, a quien puso el nombre Jesús (1, 18-25) .

Este relato incluye aspectos de carácter teológico y antropológico, cristológico y sacral, que no pueden resolverse en un simple comentario. Aquí dejo a un lado variosrasgos que son importantes en otro plano (de crítica histórico/literaria) para centrarme en aquellos que son más significativos, en línea de mensaje, es decir, en perspectiva de novedad cristiana:

– Este pasaje nos sitúa ante una concepción nacimiento irregular. En clave de ley, desde el punto de vista de José, Hijo de David y portador de su promesa, el surgimiento de Jesús se opone al orden patriarcal y nos sitúa en los bordes del mayor “pecado” posible: El adulterio como ruptura del orden familiar. El esposo/padre José, que decide abandonar a María, dejándola a su suerte, aunque sin condenarla externamente, con el hijo ya engendrado, es el signo de una religión que quiere separar a los judíos de los extraños, impuros, diferentes (gentiles), no pudiendo acogerles en su casa, en su comunidad (que en este caso sería la comunidad judeo-cristiana) .

– El evangelio amplía la visión de Dios. En contra de lo que podía esperar cierto judaísmo (o judeo-cristianismo), Dios se expresa y actúa a través de una mujer irregular, María, en la línea de las cuatro ya indicadas (extranjeras, problemáticas) para fecundarla con su Espíritu Santo, a fin de que ella sea madre del mesías. Ciertamente, José, que es hombre justo, hijo de David “según la carne” (cf. Rom 1, 3), quiere actuar según ley, en obediencia a la legalidad del propio grupo (es decir, de un tipo de judeo-cristianismo) .

– El Espíritu Santo se identifica con la misma acción y presencia de Dios que se revela creadoramente, a través del gesto acogedor de María, superando un tipo de ley patriarcalista simbolizada por José, que era hombre justo (di,kaioj: 1, 19). Allí donde reinaba un orden de justicia eterna, simbolizada por el padre de familia, en línea de buena ley (por medio de José, hombre justo), viene a elevarse/revelarse la más alta función de María, mujer y madre, que aparece como signo de acogida universal humana, en línea de gratuidad . Leer más…

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“Experiencia interior”. 4 Adviento – A (Mateo 1,18-24)

Domingo, 18 de diciembre de 2016
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04-adv-a-600x883El evangelista Mateo tiene un interés especial en decir a sus lectores que Jesús ha de ser llamado también «Emmanuel». Sabe muy bien que puede resultar chocante y extraño. ¿A quién se le puede llamar con un nombre que significa «Dios con nosotros»? Sin embargo, este nombre encierra el núcleo de la fe cristiana y es el centro de la celebración de la Navidad.

Ese misterio último que nos rodea por todas partes y que los creyentes llamamos «Dios» no es algo lejano y distante. Está con todos y cada uno de nosotros. ¿Cómo lo puedo saber? ¿Es posible creer de manera razonable que Dios está conmigo si yo no tengo alguna experiencia personal, por pequeña que sea?

De ordinario, a los cristianos no se nos ha enseñado a percibir la presencia del misterio de Dios en nuestro interior. Por eso muchos lo imaginan en algún lugar indefinido y abstracto del universo. Otros lo buscan adorando a Cristo presente en la eucaristía. Bastantes tratan de escucharlo en la Biblia. Para otros, el mejor camino es Jesús.

El misterio de Dios tiene, sin duda, sus caminos para hacerse presente en cada vida. Pero se puede decir que, en la cultura actual, si no lo experimentamos de alguna manera vivo dentro de nosotros, difícilmente lo hallaremos fuera. Por el contrario, si percibimos su presencia en nosotros podremos rastrear su presencia en nuestro entorno.

¿Es posible? El secreto consiste sobre todo en saber estar con los ojos cerrados y en silencio apacible, acogiendo con un corazón sencillo esa presencia misteriosa que nos está alentando y sosteniendo. No se trata de pensar en eso, sino de estar «acogiendo» la paz, la vida, el amor, el perdón… que nos llega desde lo más íntimo de nuestro ser.

Es normal que, al adentrarnos en nuestro propio misterio, nos encontremos con nuestros miedos y preocupaciones, nuestras heridas y tristezas, nuestra mediocridad y nuestro pecado. No hemos de inquietarnos, sino permanecer en el silencio. La presencia amistosa que está en el fondo más íntimo de nosotros nos irá apaciguando, liberando y sanando.

Karl Rahner, uno de los teólogos más importantes del siglo XX, afirma que, en medio de la sociedad secular de nuestros días, «esta experiencia del corazón es la única con la que se puede comprender el mensaje de fe de la Navidad: Dios se ha hecho hombre». El misterio último de la vida es un misterio de bondad, de perdón y salvación, que está con nosotros: dentro de todos y cada uno de nosotros. Si lo acogemos en silencio conoceremos la alegría de la Navidad.

José Antonio Pagola

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“Jesús nacerá de María, desposada con José, hijo de David”. Domingo 18 de diciembre de 2016 4º de Adviento

Domingo, 18 de diciembre de 2016
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04-advientoa4-cerezoLeído en Koinonia:

Isaías 7,10-14: Mirad: la virgen está encinta. Salmo responsorial: 23: Va a entrar el Señor, él es el Rey de la gloria. Romanos 1,1-7: Jesucristo, de la estirpe de David, Hijo de Dios. Mateo 1,18-24: Jesús nacerá de María, desposada con José, hijo de David.

 Vamos a hacer en primer lugar un comentario litúrgico-pastoral a estos textos bíblicos en una línea más bien tradicional. Luego haremos una nota crítica.

En el pasaje de Isaías que escuchamos hoy resuena ese anuncio esperanzador del nacimiento de alguien que estará permanentemente inserto en medio de su pueblo. Al parecer estas palabras del profeta al rey Acaz se dieron en un contexto en el que las esperanzas del mantenimiento de la seguridad del reino de Judá se centraban más en el poder político y militar, dejando a un lado la confianza en el Dios YHWH. Isaías ha visto los afanosos intentos del rey para aliarse con sus vecinos en orden a defenderse de las amenazas del reino del norte, quienes a su vez se han aliado con otros para defenderse del poderoso de turno.

Para despertar de nuevo la confianza en Dios, el profeta se vale de un hecho probablemente histórico, el embarazo de alguna de las doncellas del rey. Así como esa joven dará a luz un primogénito, del mismo modo enviará Dios un descendiente davídico que asuma los destinos del pueblo, en medio del cual estará siempre; por eso su nombre “Emmanuel”, Dios con nosotros. Con base en esta profecía, se fue fomentando la idea de que el Mesías nacería de una virgen. Desde entonces, toda primeriza en Israel albergaba la esperanza de ser la madre del Mesías; todo ello debido a la misma terminología empleada tanto en el hebreo como en el griego y luego en nuestra lengua. Cuando Mateo relata la concepción de Jesús, se hace eco de esta profecía de Isaías y la cita textualmente.

La segunda lectura está tomada de la carta de san Pablo a los romanos, concretamente se trata del encabezamiento de la carta. Allí relata Pablo a los cristianos de Roma su propia vocación al apostolado, para lo cual fue elegido por el mismo Dios. Para Pablo está claro que el evangelio que él predica es Jesucristo mismo, su persona, su obra, su muerte y resurrección. Es muy importante para el apóstol subrayar que este Jesús es descendiente de David en cuanto a lo humano, pero que Dios le otorgó su Espíritu constituyéndolo en Mesías todopoderoso, Señor Único, resucitándolo de entre los muertos. Otra cosa que recalca Pablo es que su actividad evangelizadora le ha sido otorgada por puro don, por vocación; de ahí que su preocupación haya sido durante toda su vida el dar a conocer a la noticia de Jesucristo especialmente a los gentiles.

En el evangelio, Mateo nos narra el origen de Jesucristo. María estaba desposada con José, pero aún no vivían juntos. Ello indica que estaban en un período que llamaban desposorio o compromiso matrimonial, período que podía durar de seis meses a un año, tiempo prudente para el esposo construir o acondicionar la casa en donde recibiría a su esposa. En el entretiempo la novia seguía viviendo con sus padres, dependiendo de su papá hasta que pasara formalmente a depender de su marido. La promesa de matrimonio o desposorio implicaba completa fidelidad al novio; todo acto de infidelidad era adulterio, y como tal podía ser castigado conforme a la ley mosaica.

En esas circunstancias, nos narra el evangelio que María resultó embarazada; pero aclara diciendo: “por obra del Espíritu Santo”. El hecho haría sentirse muy mal a José; sin embargo, agrega Mateo, que como “era un hombre justo, y para no exponerla a la infamia, decidió abandonarla en secreto”. José hubiera podido hacer valer sus derechos, exigir el castigo previsto por la ley…; con todo, quizá sin darse cuenta, va colaborando también él con los planes divinos.

En estos planes divinos no todo está garantizado, pues en ellos también están involucradas la libertad y la voluntad humanas. Es una constatación que podemos hacer en toda la historia de la salvación partiendo desde el mismo paraíso. Parece que los planes de Dios caminaran sobre el filo de la navaja (!). Un ejemplo de ello lo tenemos en el relato que hoy nos cuenta Mateo.

Pero en esos planes hay siempre una cosa muy importante que se llama diálogo. Precisamente en el diálogo con el ángel que le habla en sueños a José se nos muestra cómo Dios va incorporando a su proyecto a sus mismas criaturas. El silencio de aceptación de José es la respuesta que Dios nos pide también a nosotros. Le ponemos muchas trabas y condiciones a la obra de Dios. A veces intentamos “corregir” la manera como Dios actúa; ¡no es necesario! Basta que pongamos nuestra fuerza y voluntad al servicio del plan de Dios, lo demás Él sabe cómo lo hace.

Aunque en nuestro pasaje se resalta la figura de José en su duda, en su aceptación de ser padre de Jesús y de ponerle el nombre, la verdad es que María, que apenas es nombrada, está también allí recordándonos su actitud de fe y sumisión a los planes de Dios que son vida para el hombre y la mujer de todos los tiempos.

El evangelio de hoy es dramatizado en el capítulo 133 de la serie «Un tal Jesús», de los hnos. López Vigil, titulado «Una noche de dudas». El audio, el guión del texto, y su comentario bíblico-teológico, puede ser tomado de aquí: https://radialistas.net/article/133-una-noche-de-dudas/

Como nota crítica podríamos decir algo que hace mucho tiempo que es ya un «lugar común» en el mundo bíblico: los profetas no fueron en su tiempo adivinos del futuro, ni muchas de las cosas que los primeros cristianos creyeron ser «cumplimiento de lo anunciado por las Escrituras» realmente lo fueron. Ese esquema apologético de que lo sucedido en Jesucristo estaría previsto y anunciado en el pasado, hace tiempo que ha sido abandonado en los estudios bíblicos. Más. Desde hace apenas unos años, menos de veinte, se está hablando de una nueva ola, un «revolcón» en el tema de la historicidad bíblica. Ya sabíamos que había muchas cosas y figuras (importantes) de la Biblia que no eran literalmente histórica. Los grandes especialistas bíblicos ya exhibían hace tiempo una visión bastante matizada de la base histórica de la Biblia. Los planteamientos concordistas de La Biblia tenía razón, aquel famoso libro (1955), hace mucho tiempo que no gozan de audiencia. Pero en los últimos años, como decimos, se ha dado una vuelta de tuerca. Hay toda una corriente arqueológica última, la más actual, que se pronuncia ya con claridad por una postura bastante más radical sobre la historicidad. No quieren ya utilizar la arqueología para ornamentar con curiosidades la ciencia bíblica, sino que creen que debemos ser honrados y someter los estudios bíblicos a lo que la arqueología descubre y cree poder probar. Es, de alguna manera, una nueva edición del conflicto entre la ciencia y la fe, pero a estas alturas, la solución del conflicto está ya muy precocinada, y no caben componendas. Ya no vamos a condenar a Galileo… ni a los arqueólogos.

No podemos entrar aquí en más profundidad. Remitimos a un libro clave, de Finkelstein, La Biblia desenterrada. Una nueva visión arqueológica del antiguo Israel y de los orígenes de sus textos sagrados, Siglo XXI Editores, Madrid y Buenos Aires, 2003. O vean cualquiera de estos cuatro videos: https://vimeo.com/user10361814/videos, que son de toda calidad científica. Leer más…

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Dom 18.12.16. Adviento, una Mujer Embarazada

Domingo, 18 de diciembre de 2016
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imagesDel blog de Xabier Pikaza:

Domingo 4º de Adviento. Ciclo A. He comentado los domingos de Adviento de este año con textos y signos del profeta Isaías: de las espadas forjarán arados, juntos pacerán el lobo y el cordero….

Pues bien, el mayor de todos , cuarto cirio de Adviento, árbol de la Navidad es una Muchacha Embarazada, que va a dar a luz a un niño y le pondrá por nombre Emmanuel, Dios está con nosotros.

Es una simple una mujer gestante, sin marido conocido, firme en medio de la guerra, en una ciudad asediada como Alepo… Así estaba Jerusalén en aquel tiempo, en medio de la guerra entre sirios y samaritanos con judíos, como verá quien siga leendo… Una mujer que cree en la vida entre las bombas, que cree en el “Dios” que le ha hecho fecunda, simplemente una muchacha, todo el universo.

imagessEn el centro del gran huracán de la lucha entre los pueblos, del hambre y la venganza, caminando, refugiada entre ruinas, quizá en una patera, ella mantiene su fidelidad al hijo que nace, que es hijo de Dios, siendo hijo de todos y de nadie en este mundo, y le pone como nombre Emmanuel, Dios con nosotros.

Éste es uno de los signos más fuertes de la historia humana, el signo supremo de la Navidad. Es el signo de todas las madres que acogen al niño de su entraña, a pesar de que no tengan marido (como José), a pesar de que los reyes de la tierra no se ocupen de ellas, ni de sus hijos, sino de ganar sus guerras.

Entre los 30.000 niños que mueren cada día de hambre y desamparo social, sin nadie que les acoja, en ciudades asediadas, en cambios de refugiados… en villas de miseria, hoy celebramos (con ellos, por ellos, para ellos) al niño acogido por una mujer/madre, un niño que vivirá para que un día no mueran los niños del mundo.

Esa madre con niño, ese niño que nacerá en cada ser humano que nace y empieza sufriendo, es la mayor protesta y esperanza de la historia humana, la revolución definitiva de la vida.

No todo es malo en la tierra. Hubo una madre embarazada que decidió acoger al niño y llamarse Emmanuel. Ayudar a esa madre y a todas las madres con niño, y a todos los niños que no tienen ni siquiera madre capaz de acogerles: eso es Adviento, eso será Navidad. Feliz domingo de esperanza a todos

Texto

El Adviento nos conduce año tras año a las raíces del Antiguo Testamento: al hontanar de donde brota nuevamente la esperanza, al principio del camino que Dios mismo camina con los hombres. Por eso, la lectura principal de este domingo último de adviento ha de ser Is 7, 10-14, con el signo de Emmanuel, Dios con nosotros. Sólo en esa perspectiva se entienden las otras dos lecturas: Mt 1, 18-24 y Rom 1, 1-7.

En tiempo de Ajaz , rey de Judá, subió Rasón, rey de Siria, con Pécaj, rey de Israel, a Jerusalén para atacarla, más no pudieron hacerlo. 2 La casa de David había recibido este aviso: «Aram se ha unido con Efraím», y se estremeció el corazón del rey y el corazón de su pueblo, como se estremecen los árboles del bosque por el viento. 3 Entonces Yahveh dijo a Isaías: «Ea, sal con tu hijo Sear Yasub al final del caño de la alberca superior, por la calzada del campo del Batanero, al encuentro de Ajaz, 4 y dile: «¡Alerta, pero ten calma! No temas, ni desmaye tu corazónpor ese par de cabos de tizones humeantes…1 En aquellos días, el Señor habló a Acaz: “Pide una señal al Señor, tu Dios: en lo hondo del abismo o en lo alto del cielo.” Respondió Acaz: “No la pido, no quiero tentar al Señor.” Entonces dijo Dios: “Escucha, casa de David: ¿No os basta cansar a los hombres, que cansáis incluso a mi Dios? Pues el Señor, por su cuenta, os dará una señal: Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa Dios-con-nosotros” Cuajada y miel comerá hasta que sepa rehusar lo malo y elegir lo bueno (Is 7, 1-14)

Situemos el texto. Estamos hacia el 733 a. de C. Los reyes de la costa siro-palestina (de Samaría y de Damasco) quieren oponerse al rey de Asiria, que intenta invadir el territorio, desde el sur de la actual Turquía hasta Egipto.. Buscan el apoyo del rey de Jerusalén, pero Jerusalén se opone (porque ha pactado en secreto del Egipto). Por eso le declaran guerra y suben dispuestos al com¬bate. Tiemblan los habitantes de la ciudad sagrada de Sión, el rey prepara la defensa. Recordemos que el rey es eficiente y, conforme a los principios de este mundo, debe defenderse. Pero ante el rey se alza el profeta.

Ya están frente a frente. El rey confía en las armas y en los pactos militares: inspecciona las defensas de la ciudad y espera la ayuda de los egipcios. El profeta confía solamente en Dios… y en una mujer embarazada; por eso ofrece un signo de carácter humano, no militar. El rey no quiere signos de profetas que rechazan el uso de las armas y que dejan a los hombres indefensos ante la llamada vacía de la gracia. El profeta insiste: “la virgen (la doncella, la mujer) está encinta y dará a luz un niño…”.

Sentido y tareas del signo de la mujer embarazada

En un sentido muy profundo, esa palabra sobre la muchacha que da a luz y cuida al hijo en medio de la guerra es, para los cristianos, la comulminación del Testamento israelita, la más honda palabra del Adviento. Por eso queremos comentarla brevemente, resaltando nueve de sus rasgos. Según las circunstan¬cias podrá (y deberá) acentuarse más alguno de ellos.

1) Éste es ante todo el signo de la paz.

Acab deseaba una señal de guerra: cien mil pares de jinetes bien armados, capaces de triunfar en la batalla. En contra de eso, el profeta le presenta una señal de paz: una muchacha encinta, un niño que va a nacer, precisamente ahora, en medio de la guerra, cuando mueren por doquier los hombres, cuando el hambre se extiende, cuando tiemblan de miedo los corazones de todos los hombres. Este es camino de Dios: los grandes varones armados se levantan para la guerra y se combaten mutuamente (se dominan, se destruyen) por cuestiones de poder y de dinero; pero ellos no son signo de Dios; sus armas son muerte, su lucha no es Navidad. Leer más…

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Asombro ante el misterio. Domingo 4º de Adviento. Ciclo A

Domingo, 18 de diciembre de 2016
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jose-angel-600x300Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre:

El evangelio del domingo pasado hablaba del desconcierto de Juan Bautista, y nos obligaba a pensar en el desconcierto y escándalo que podemos sentir ante la conducta y el mensaje de Jesús. El evangelio del cuarto domingo da un paso adelante. El desconcierto y el escándalo se pueden superar. El asombro se da ante el misterio y no acaba nunca, dura toda la vida. Mt da un título a lo que va a contar: El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera. Sin embargo, no es eso lo que cuenta, se limita a ofrecer una serie de datos sobre ese misterio.

            María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo:

‒ José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados.

Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por el Profeta: «Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa “Dios-con-nosotros“.»

Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y se llevó a casa a su mujer.

El relato del evangelio consta de los elementos típicos: planteamien¬to, nudo y desenlace. Como en cualquier novela poli¬cíaca. Pero existe una diferencia. Mientras Agatha Christie dedica la mayor parte al nudo, a las peripecias de Hércules Poirot en busca del asesino, Mateo es brevísimo en las dos primeras partes y pasa enseguida al desenlace. No se trata de un relato dramático, sino didáctico.

Planteamiento

Parte de unos personajes que da por conocidos para el lector, María y José, y de una costumbre que también da por conocida entre judíos: después de los desposorios (la petición de mano), los novios son considerados como esposos, con el compromi¬so de fidelidad mutua, pero siguen viviendo por separado. De repente, resulta que María espera un hijo del Espíritu Santo. Mt no deja al lector ni un segundo de duda. Con perdón del Espíritu Santo, y siguiendo el símil policiaco, el lector sabe desde el principio quién es el asesino.

Nudo

La duda es para José, hombre bueno. Según el Deuteronomio, si un hombre se casa con una mujer y resulta que no es virgen, si la denuncia, “sacarán a la joven a la puerta de la casa paterna y los hombres de la ciudad la apedrearán hasta que muera, por haber cometido en Israel la infamia de prostituir la casa paterna” (Dt 22,20ss). José prefiere interpretar la ley en la forma más benévola. La ley permite denunciar, pero no obliga a hacerlo. Por eso, decide repudiar a María en secreto para no infamarla. Mt escribe con enorme sobriedad, no detalla las dudas y angustias de José. Como mejor se advierte esto es comparando el relato con un fragmento del Génesis Apócrifo encontrado en Qumrán, en el que leemos algo parecido a propósito del patriarca Lamec: advierte que su mujer, Bitenós, está encinta, y duda de que ese hijo sea suyo (el estado fragmentario del texto no permite saber por qué duda). La angustia del personaje la refleja el autor de forma casi patética:

“Entonces pensé que la concepción era obra de los Vigilantes, y la preñez de los Santos, y pertenecía a los Gigantes […] y mi corazón se trastornó en mi interior por causa de este niño. Entonces yo, Lamec, me asusté y acudí a Bitenós, mi mujer, y dije […]: júrame por el Altísimo, por el Gran Señor, por el Rey del Universo […] que de veras me harás saber todo, me harás saber de veras y sin mentiras si esto […]. Júrame por el Rey de todo el Universo que me estás hablando sinceramente y sin mentiras […] Entonces Bitenós, mi esposa, me habló muy reciamente, lloró y dijo: ¡Oh mi hermano y señor! Recuerda mi placer, el tiempo del amor, el jadear de mi aliento en mi pecho […] Yo te juro por el Gran Santo, por el Rey de los cielos, que de ti viene esta semilla, de ti viene este embarazo, de ti viene la siembra de este fruto, y no de ningún extranjero, ni vigilante, ni hijo del cielo. ¿Por qué está la expresión de tu rostro tan alterada y deformada, y tu espíritu tan deprimido?” (1QapGn Col. II, 1-17).

Ni siquiera con estas palabras de su esposa queda tranquilo Lamec; acude a su padre, Matusalén, para que le pregunte a Henoc y se informe de todo con certeza. Es una pena que la columna esté tan estropeada en algunos momentos capitales para la interpretación del argumento. El relato de Mt parece en muchos detalles como la antítesis del Génesis Apócrifo.

Desenlace

En cuanto José toma la decisión, se aparece el ángel que resuelve el problema. José obedece, y María da a luz un hijo al que José pone por nombre Jesús. En esta sección final, entre las palabras del ángel y la obediencia de José introduce Mt unas palabras para explicar el misterio: se trata de cumplir la profecía de Is 7,14 (que se lee hoy como 1ª lectura).

Mensaje

Este análisis literario demuestra que Mt no ha intentado poner en tensión al lector. Sabe desde el comienzo a qué se debe el misterio. Entonces, ¿qué pretende decirnos con este episodio? Tres cosas fundamentales a propósito del protagonista de su obra.

¿Quién es Jesús? Al comienzo del evangelio, en la genealogía, Mt acaba de indicarnos que es verdadero israelita y verdadero descendiente de David. ¿Significa que sea el Mesías? Para eso hace falta algo más según la tradición de ciertos grupos judíos. El Mesías debe nacer de una virgen, según está anunciado en Is 7,14. Este episodio demuestra que Jesús cumple ese requisito. Pero hay otro dato que no contiene el texto de Isaías: Jesús viene del Espíritu Santo, con lo cual se quiere expresar su estrecha relación con Dios.

¿Qué hará Jesús? Lo indica su nombre: salvar a su pueblo de los pecados. Salvar de los pecados no es lo mismo que perdonar los pecados. Perdonar los pecados se puede hacer de forma cómoda, sentado en el confesionario, o incluso paseando o tomando un café. Salvar de los pecados sólo se puede hacer ofreciendo la propia vida. Sabemos desde niños que Jesús, para salvarnos de nuestros pecados, dio su vida por nosotros. Pero no debe dejar de asombrarnos. Porque la actitud normal de un judío piadoso ante el pecado no es comprenderlo ni justificarlo, mucho menos morir por el pecador. Es condenarlo.

¿Qué repercusiones tiene su aparición? Mt, al escribir su evangelio, parte de la experiencia de su comunidad, perseguida y rechazada por aceptar a Jesús como Mesías. Mt le indica desde el comienzo que las dificultades son normales. Incluso las personas más ligadas al Mesías, sus propios padres, sufren problemas desde que es concebido. El cristiano debe ver en José un modelo que le ayuda y anima. No debe tener miedo a aceptar a Jesús y seguirlo, porque “viene del Espíritu Santo” y “salvará a su pueblo de los pecados”.

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Cuarto Domingo de Adviento. 18 diciembre, 2016

Domingo, 18 de diciembre de 2016
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iv-dadviento-2016

“José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le podrás por nombre Jesús, porque salvará a su pueblo de los pecados.”

(Mt 1, 18-24)

¡Ya viene! se puede decir que ya se oye el rumor de sus pasos… La Navidad ya está muy cerca recordándonos que Dios ha querido ponerse en nuestras manos frágil, pequeño y desnudo.

Y supongo que nos pasa un poco como a José: ¡que no acabamos de creerlo! Se nos llena el corazón de dudas…

¿Cómo es posible que Dios tenga algo que ver en esta historia nuestra? ¿Cómo lo vamos a reconocer envuelto en tanta fragilidad, con una apariencia tan vulnerable?

No tuvo que ser nada fácil para José reconocer el paso de Dios por su vida precisamente en la “irregularidad” del embarazo de su prometida. Porque, vamos a ver, no es fácil reconocer el paso de Dios en aquello que nos hiere y nos complica de quienes más cerca tenemos: una novia embarazada, un marido enfermo, una amiga con sida, un primo con cáncer… no parece, a simple vista, la tarjeta de visita de la felicidad, de la vida plena, del amor. No, no lo parece.

Pero Dios, Nuestro Dios Amor, nos sorprende haciendo brillar aquello que nos parecía una terrible oscuridad. Así viene Dios a nuestras vidas bajo unas apariencias sospechosas, que muchas veces nos dan miedo y nos llenan de dudas.

María y José pueden ser un ejemplo de cómo puede llegar a descolocar la vida cuando Dios viene a tu historia. Muchas veces nos empeñamos en hacer de las grandes figuras bíblicas o de las personas con fama de santidad unas criaturas extrañas, especiales, que tenían muy claro lo que Dios quería de ellas y cómo tenían que llevarlo a cabo, pero no fue así. Todas ellas tuvieron sus dudas y dificultades. Pasaron por momentos de desconcierto, de no entender. Todas probaron el sabor amargo de tener que cambiar sus planes, sus vidas.

El evangelio de este domingo nos muestra la lucha de José. A nosotras que nos sabemos el final de la historia nos pasa casi desapercibido. Pero el texto dice claramente: “José, su esposo, que era bueno y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto”. Llegar a tomar esta decisión debió de costarle más de una noche sin dormir. A fin de cuentas, lo único en claro que podía sacar José era que María le había engañado. Ella estaba embarazada y él no tenía nada que ver…

Llevamos todo el adviento diciéndole a Dios que venga: ¡Maranatha, ven Señor Jesús! Hoy podemos pararnos a pensar si estamos dispuestas a dejarles venir como él quiera…

¿Le abriríamos la puerta si viene llenando nuestras vidas de dificultades? ¿Dejaremos que entre si viene poniendo en tela de juicio nuestra buena fama y la de nuestra familia? ¿Podremos dejarle entrar si viene con una enfermedad?

Quién sabe, tal vez este año tampoco encuentre posada y es que las cosas de Dios son bastante complicadas…

Oración

Si te decides a venir, Buen Jesús, no te olvides de traer algo de valentía, de esa que ensancha el corazón y abre los ojos a la luz que tú pones en toda oscuridad.

Si vienes, insiste, que aunque dudamos y no queremos complicarnos la vida, tampoco podemos vivir sin ti.

Ven que cuando ya estés aquí, se nos quitarán los miedos y desaparecen las dudas.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Lo divino en Jesús no puede percibirse por los sentidos.

Domingo, 18 de diciembre de 2016
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hqdefaultMt 1, 18-24

Estamos ya en el centro del misterio de la Encarnación. ¿Quién es Jesús? Hoy la clave nos la da Pablo: “Nacido, según la carne, de la estirpe de David; constituido, según el Espíritu, Hijo de Dios.” Pero hay otra frase en el evangelio de Jn todavía más esclarecedora; cuando Jesús propone a Nicodemo que hay que nacer de nuevo, dice: “lo que nace de la carne es carne; lo que nace del espíritu es espíritu”. Lo cual quiere decir, que de la carne no puede nacer el espíritu. Pablo considera normal la procedencia de la humanidad de Jesús. “nacido de una mujer”, dice. Pero a su vez, deja muy claro que lo importante es lo que hay en él de divino; y eso, sin duda ninguna, ha nacido del Espíritu.

Los relatos “de la infancia” de Mt y Lc, no son crónicas de sucesos, no son “historia” en el sentido que hoy damos a la palabra. Son teología narrativa. Mc no sabe nada de la infancia de Jesús. Jn tampoco quiere saber nada de esas historias. La fuente Q tampoco hace alusión alguna a ellas. Por otra parte, los relatos de Mt y Lc, solo coinciden en lo esencial. En los detalles, no se parecen el uno al otro en nada. Su intención no fue hacer una crónica de sucesos. El interés por la figura de Jesús, empezó con su vida pública, y sobre todo, con la muerte-resurrección. Antes de eso, nada extraordinario sucedió en él que se pudiera descubrir desde el exterior. Nadie reparó en aquel niño ni en su madre.

Para poder resaltar de una manera convincente lo que Jesús fue para los primeros cristianos, vieron la necesidad de hablar de las maravillas de su infancia, fue una necesidad de comunicación, para hacer creíble lo que ellos habían descubierto con tanta dificultad. Los conocimientos que hoy tenemos nos hacen pensar que la infancia de Jesús fue de lo más normal. Nadie pudo adivinar lo que después iba a manifestar con su vida. Sus padres lo trataron siempre como un niño normal. La mejor prueba de ello es que, cuando empezó a salirse de la norma, creyeron que estaba loco y quisieron impedírselo.

Solo después de la experiencia pascual, se intentó explicar quién era Jesús, más allá de lo que se podía percibir. El modo en que lo hicieron era lo lógico para ellos. Ni se engañaban ni quisieron engañar. Nos engañamos nosotros al entender literalmente el texto, dando al relato un sentido distinto al que ellos le dieron. En todas las culturas se ha intentado explicar la grandeza de unos personajes, contando historias sobre su nacimiento portentoso. De más de cuarenta personajes anteriores a Cristo, se dice, que han nacido de madre virgen. Esos datos no pretenden afirmar nada sobre su madre sino sobre ellos.

Es ridículo tratar de determinar, desde nuestra manera de entender el mundo, si es verdadero o es falso lo que dicen. Todas esas afirmaciones tienen su verdad. En todos los casos se habla de la infancia de esos personajes después de haber constatado que su vida sobrepasó lo que se puede esperar de un ser humano. Si lo que hacen es más que humano, tiene que ser divino. Es una manera de hablar que todos entendían y que no causaba conflicto alguno. Los primeros cristianos, después de descubrir en la experiencia pascual lo que Jesús significaba para ellos, razonaron: Si de tantas personas famosas se puede decir que son hijos de dios, de Jesús con mucha más razón.

“María estaba desposada con José”. El matrimonio, constaba de dos partes: el contrato y la boda. Lo importante era el contrato (desposorio). En la boda se celebraba la acogida de la esposa en la casa familiar del novio. María y José estaban casados a todos los efectos jurídicos. ¿Por qué ha tenido tan poca repercusión en nuestra religión este anuncio, comparado con la que ha tenido la Anunciación de María? El anuncio se hace a José. Vamos a dar un somero repaso al texto que acabamos de leer.

“Antes de vivir juntos”. Mt quiere transmitirnos el origen divino de Jesús. Por dos veces lo dice sin rodeos. Todo lo que es y significa Jesús, es obra del Espíritu Santo. Pero, ¿creéis que eso queda explicado diciendo que Dios se hizo espermatozoide? El pensar que Dios garantiza su presencia en Jesús por vía biológica es una monstruosidad. Dios no puede manipular la materia biológica. Dios no tiene actos puntuales. En Dios ser y actuar son la misma realidad. La presencia de Dios en Jesús, se manifiesta en lo humano, pero no se reduce a lo biológicamente humano. Lo divino es una presencia en Espíritu.

“Por obra del Espíritu Santo”. Dos veces hace Lc referencia al Espíritu. En los dos casos está sin artículo. Al traducirlo con artículo determinado, estamos empujando a entenderlo mal. “Pneumatos Agiou”, hace referencia a Dios Espíritu (viento, aliento vital, fuerza, energía). Sería: “por obra de la fuerza de Dios”. “Agiou” (Santo) tampoco coincide con nuestro concepto de santo; significa, más bien, separado, incontaminado, completamentedistinto, y además separador y purificador. Apunta a una absoluta originalidad. Jesús no es obra de la casualidad, ni de una evolución progresiva, sino que responde a la presencia en él de Dios

“José, su esposo que era bueno.” José es el centro del relato. Ni la palabra “bueno” ni la de “justo”, traducen la riqueza del término griego. Significaría un israelita auténtico, temeroso de Dios y cumplidor de la Ley. Simboliza el “resto de Israel” fiel. María, para Mt, simboliza la nueva comunidad. En las dificultades que encuentran estos dos personajes, se está manifestando el conflicto que se vivía en tiempo de Mt, entre el judaísmo fiel al AT y la nueva comunidad asentada sobre la figura de Jesús. El origen divino simboliza la superioridad del NT. El encargo a José de recibir a María, está indicando que todo buen israelita debe aceptar la novedad, aunque cause problemas, porque es lo que Dios quiere.

“El ángel del Señor, no es una naturaleza angélica como lo concebimos nosotros, sino la presencia misteriosa del mismo Dios. Es Dios mismo el que hace la invitación a dar el salto. Los judíos pueden sentirse seguros al abandonar lo antiguo y hacerse cristianos. “En sueños, es la manera normal de dirigirse Dios a los hombres en todo el AT. “Hijo de David”. La referencia a David, deja bien clara la pertenencia al pueblo judío. José es el encargado de legitimar la transición. Se trata de deshacer toda posible prevención.

“Tú le pondrás por nombre Jesús”. Si conociéramos lo que significaba en todo el AT poner el nombre a una persona, descubriríamos la importancia que toma José en este relato. El nombre es resumen de lo que va a ser una persona. El innombrable va a tener nombre, y la imposición de ese nombre va a depender del hombre José. Recordemos que en relato de Lc el nombre se le revela a María y ella será quien se lo imponga.

“Para que se cumpliera la Escritura. Mt hace especial hincapié en el cumplimiento de lo anunciado por el AT. En el párrafo de Isaías citado, la palabra hebrea ‘almâ, que significa joven, fue traducida de manera incorrecta por “párthenos” que significa (célibe, soltera, doncella, virgen). En hebreo hay una palabra (betûâ) que significa de manera precisa virgen, pero no fue la usada en el pasaje. El malentendido lo denunció ya Trifón (s II). El relato bíblico se refiere a la joven esposa de Acaz que va a tener su primer hijo, y que iba a suponer la salvación para el reino. Jesús será salvador, como aquel hijo.

“Enmanuel (Dios-con-nosotros)”. La ausencia de Dios era la causa de todos los males para Judá. Su presencia garantizaba que las cosas iban a ir bien. Jesús no será un enviado más de Dios. Al no tener padre humano, no tiene en la tierra nadie a quien imitar. Su modelo será exclusivamente Dios. Será Hijo porque en todo imitara al Padre. Para nosotros, es un lenguaje extraño, pero en aquella época, la referencia de un hijo al padre no se medía por lo biológico, sino por la capacidad del hijo para imitar al padre.

Meditación-contemplación

“Nacido, según la carne, de la estirpe de David”
“Constituido, según el Espíritu, Hijo de Dios”.
Pablo tenía muy claro la diferencia entre carne y espíritu.
Jesús nació de la carne; y nació del Espíritu.
………………..

Lo que soy biológicamente me vine dado por la naturaleza.
Lo que puedo llegar a ser espiritualmente me viene de Dios.
Pero tengo que nacer del agua y del Espíritu.
Nadie puede hacerlo por mí; ni siquiera el mismo Dios.
………………….

El Espíritu ya está dentro de mí.
Mi tarea es darle a luz; es decir, tomar conciencia de esa realidad
y manifestarla en mi vida, para que la vean los demás.
Ese proceso me llevará a la plenitud humana.
………………..

 

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Teatro de los sueños

Domingo, 18 de diciembre de 2016
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mt-118-24-gesu-nascera-da-maria-sposa-di-giuseppe-figlio-di-davide-1Ha llegado el momento de instaurar una religión que proponga la idea de un Dios encarnado en toda la materia (Louis Althusser)

18 de noviembre, IV domingo de Adviento

Mt 1, 18-24

Cuando un ángel se le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no tengas reparo en acoger a María como esposa

El Eclesiástico dice en su Himno a la Sabiduría (Eclo 34, 1) que los tontos viven de falsas esperanzas y que los sueños dan alas a los insensatos. Alguien dijo: “No siempre el tiempo es propicio para la navegación de los sueños”. Sin embargo en el Pentateuco (12, 6 del Libro de los Números) leemos que Dios dijo a Aarón y María: “Escuchad mis palabras: Cuando entre vosotros hay un profeta del Señor, me doy a conocer a él en visión y le hablo en sueños”.

Ya en la Ilíada aparecen éstos como el medio a través del cual los dioses se comunicaban con los mortales. Y en las Biblias de todas las religiones ocurre otro tanto. En la cristiana muchas veces soñar es gratis y rentable, como le sucedió a San José al desear repudiar a María en secreto y al volver de Egipto; al otro José hijo de Jacob y de Rebeca; a los Reyes Magos, cuando buscaban al niño y cuando partieron para su tierra por otro camino; el famoso sueño de Jacob en Betel (Génesis 28, 12) subiendo y bajando por la escala, que el español Ribera pintó en un lienzo, y el suizo Chagall soñó en la iglesia Fraumünster de Zurich, etc, etc.

Son sueños o ensoñaciones en los que, como escribió Juan Ramón Jiménez en Platero y yo: “Por doquiera, el campo se abre en estallidos, en crujidos, en un hervidero de vida sana y nueva. Parece que estuviéramos dentro de un gran panal de luz, que fuese el interior de una inmensa y cálida rosa encendida”. En definitiva, que cuando una flor se abre, es primavera en todas partes. Así lo creía también George en el diálogo que mantenía con su hija pequeña Sussi en la película ¡Qué bello es vivir! del director Frank Capra: -”Procura dormir un poco. / -No tengo sueño. / -Lo sé, lo sé, pero tienes que dormir. Así soñarás con ella y será un jardín entero”.

Esta fue, es y será la ensoñación universal de María y nuestra, como lo fue de Isaías 7, 10-14Mirad: la virgen está en cinta”, y en Shakespeare, que ve el mundo como un Teatro de los sueños cuando en Como gustéis decía:

“El mundo entero es un escenario,
y hombres y mujeres, meros actores.
Entran en escena, salen de ella, y cada uno utiliza
su tiempo para representar muchos papeles”.

Gran Teatro del Universo y de los sueños que, con el filósofo marxista Louis Althusser (Argelia 1818-París 1990), nos permite soñar que “Ha llegado el momento de instaurar una religión que proponga la idea de un Dios encarnado en toda la materia. (Louis Althusser). Un Dios que, como las pinturas rupestres de Cantabria, se revelan como magma sonoro en progresión constante, manteniendo los valores del pasado.

El BISONTE

Animal único viviente
capaz de soportar toda tormenta.
Inclinas tu cerviz, la desafías
en vez de huir de ella.
Quizás por eso el hombre primitivo
cantó tu valentía en sus cavernas
cuando las nubes dieron a luz en las montañas
vestidas de tules y de sedas.

Simas de Puente Viesgo, tus pinturas
-magma sonoro en progresión constante-
mantienen los valores del pasado.
Pinturas de bisontes
en las Cuevas Rupestres de Cantabria:
Teatro de los Sueños.

(Naturalia. Los sueños de las criaturas. Ediciones Feadulta)

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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El nombre de Jesús

Domingo, 18 de diciembre de 2016
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joseph-songeMt 1, 18-24

Si en aquel tiempo, el nombre revelaba la identidad y lo que se espera de una persona en su futuro, su misión, nada mejor que llamarle al niño que va a nacer, Jesús porque es Emmanuel. Jesús es Jesús, el salvador, porque Dios estaba con él. También nosotros estamos salvados y somos salvadores si experimentamos esa misma cercanía de Dios en nuestra vida y además imita y se parece a la de Jesús.

Según las narraciones de los evangelios de la infancia de Jesús José y María lo tuvieron muy fácil. Antes de que la criatura que llevaba en su vientre naciera un ángel o un arcángel les “soplan” cómo se debe llamar el niño, Jesús. Gabriel se lo comunica a María, según Lucas. Según Mateo el encargado de dar el nombre es José. El evangelio que hoy comentamos es el de Mateo. Según este evangelista, un ángel del Señor le dice, en sueños, a José: “tu le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados. Y todo esto (dichosos neutros) sucedió para que se cumpliera lo que había dicho el Señor por medio del profeta Isaías al desconfiado rey Acaz: una doncella dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa “Dios con nosotros” (primera lectura de hoy).

La unión de los dos nombres dados al niño que va a nacer, Emmanuel y Jesús, resulta altamente clarificadora del proyecto que viene a realizar en la tierra. De ahí la importancia de llamarse Jesús. Este niño será Dios con nosotros y Dios nos salva. En él Dios está con nosotros salvándonos. Si Dios está con nosotros, estamos salvados desde Dios. La toma de conciencia, el caer en la cuenta de que Dios está con nosotros, es la salvación desde nosotros. Ahora solo falta sacar las consecuencias. Vamos a ello.

Emmanuel significa “Dios con nosotros”. Jesús dijo e hizo lo que nos cuentan los relatos evangélicos porque Dios estaba con Él. Así lo testimonian los que lo vieron y oyeron. Jesús nos desvela la esencia de Dios. Siente su presencia en él. Le dice a Felipe: Quien me ve a mi ve al Padre. Yo y el Padre somos uno. ¿Qué nos dice Jesús del Dios en el que cree y confía? El Dios en quien cree y confía Jesús queda bien descrito en los evangelios. Dios es buena noticia para los hombres. Es un/a padremadre. Nos ha creado por amor, nos ha hecho a su imagen y semejanza, capaces de amar como Él nos ha amado. Está comprometido con nuestra felicidad y entregado a nuestra plenificación, codo con codo con nosotros, a nuestro lado siempre. Es nuestro amigo, compañero y cómplice, sufre con nosotros. En Él vivimos, nos movemos y existimos. El mejor retrato de Dios que Jesús hizo es la parábola del padre estupendo del hijo pródigo.

Como Jesús, nosotros seremos y haremos lo que tenemos que ser y hacer, lo que se espera de nosotros, nuestro ser verdadero, si descubrimos que Dios está en nosotros y entre nosotros. En el grado en que Dios sea nuestro fundamento, nuestra fuente, nuestro horizonte (alfa y omega), nuestra plenitud, nuestra vida reflejará nuestra participación en la vida divina. Seremos plenamente humanos y divinos. Como Jesús.

La palabra Jesús significa “Dios salva”. “Le pondrás por nombre Jesús porque el salvará a su pueblo de los pecados”. Dios salva. Necesitamos descubrir a Dios como nuestra salvación, nuestra liberación. Nos ayudará reflexionar e intentar contestar a estas tres preguntas: ¿De qué nos salva? ¿Para qué nos salva? ¿Cuándo y cómo sé yo que estoy salvado? Empecemos a responder. Nos salva del mal, para hacer el bien, y sé que estoy salvado cuando tengo la experiencia de que soy capaz de vencer mi egoísmo a favor del servicio a mi hermano. Ampliemos nuestra reflexión: Dios nos crea creadores, con capacidad de hacer el bien, de servir a los demás, de salvar a los hermanos. Estamos salvados y podemos ser salvadores. La humanidad necesita ser salvada del mal, de la injusticia y de la violencia. La salvación es el paso de las obras de las tinieblas a las obras de la luz. Sabremos que estamos salvados y salvando en el grado que seamos “luz de las naciones”. Luz que ilumina y vivifica. En respuesta a las preguntas: Dios, en Jesús, nos salva del mal (pecado) y nos salva para hacer el bien. Experimentamos que estamos salvados si somos capaces de que nuestra disponibilidad y entrega sea superior a nuestro egoísmo, si somos seres para los demás, más que solo para nosotros, si mi verdadero ser es la honradez y la bondad. En dos palabras, si construimos el Reino. Salvación y trabajo por el Reino son correlativos.

En resumen: Todo lo bueno, verdadero y bello que hay en nosotros es la huella de Dios, nuestro verdadero ser, la parte divina, nuestra participación en la vida de Dios. Es Dios en nosotros. Lo importante es experimentar su presencia misteriosa. Estamos salvados y somos salvadores en el grado en que activemos la presencia de Dios en nuestra vida. En la medida en que nuestra vida participe de la Vida de Dios con nosotros y seamos capaces de hacer el bien. La honradez y la bondad deben ser nuestros criterios de salvación. La capacidad de entrega y servicio es el termómetro de nuestra salud salvadora. Si me parezco a Jesús, que es el modelo de los salvados, si mi estilo de vida imita al de Jesús que pasó la vida haciendo el bien, curando el sufrimiento humano, alimentando al hambriento, librando al oprimido… entonces y solo entonces llegaré a mi plenitud humana.

África de la Cruz

Fuente Fe Adulta

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Uno. El número necesario para cambiar el mundo

Domingo, 11 de diciembre de 2016
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maria_jovenfamiliaAsí interpela el cartel de una ONG a los viandantes de los pasillos del metro de Madrid, arañando las posibilidades del lenguaje y, con ello, el trasiego monótono de las idas y venidas en las estaciones de las mil razones en las que cómodamente nos movemos sin que nada cambie.

A desinstalarnos y a estimular nuestra audacia contribuye la bocanada de aire fresco del evangelio de Lucas que, como aquel cartel, incide en la fuerza de un “sí” para trastocar nuestro viejo y lánguido mundo y preñarlo de novedad. Pero no de esa novedad que, disimulando el olor a rancio, en el fondo recicla un saber igual a sí mismo, sino de aquella novedad llena de vehemencia, sinceridad e intensidad.

Lucas nos propone una escena que engrandece el nacimiento de Jesús pero también realza la figura de la Madre. Ella, María, lejos de interpretar el típico papel de la mujer meliflua y huidiza de los focos, da un paso al frente y asume con autenticidad y arrojo la responsabilidad de tomar la decisión más importante de su vida. Como aquella levadura que se confunde en la masa, su cuerpo acogerá el germen que, al mismo tiempo que imperceptible, será imparable y fermentará todo produciendo un crecimiento exponencial.

De hecho, en boca de Gabriel se pone una palabra griega que generalmente traducimos por llena de gracia y que puede llevar al equívoco de pensar que ella es tan solo un sujeto pasivo.

Una apreciación que evoca aquella espontánea exclamación que desde el fondo de la escena lanza atrevidamente una mujer —Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te criaron (Lc 11,17)— y que Jesús rápidamente puntualiza: Dichosos más bien los que oyen la Palabra de Dios y la guardan (Lc 11,12).  Y es que la “dicha” o la “gracia” no reside tanto en el seno o en los pechos (esto es, aquello que representa la maternidad física) como en la capacidad de creer. En este sentido, Jesús matiza ante la posible minusvaloración del papel de ella: no es tan solo la grandeza de Él lo que le hace grande y única a ella (El será grande, será llamado Hijo del Altísimo), sino que ella es dichosa porque ha creído que se cumplirá en ella la Palabra de Dios. María, vocacionalmente activa, asume el riesgo de ser creyente y la aventura de seguir a Dios.

Dios cambia las cosas a su manera, con gente pequeña, insignificante, pero convencida y, por eso, con gente que no se arredra ante las dificultades de la vida y es capaz de soñar.

Ciertamente podría haberlo hecho de otra manera, podría haber venido Él mismo, o hacerlo sin nuestra colaboración. Podría haberlo hecho según el modelo superhéroe que se enfrenta a este mundo solo y con sus “súper-poderes” y que, al puro estilo de hada madrina, va transformando las cosas feas en bonitas, interviniendo de una manera prodigiosa en la realidad.  

Tal vez, esta es nuestra idea de potencia, de cómo se cambia el mundo, e incluso nuestra forma de comprender cómo Dios debería usar su “poder” para construir un mundo mejor. Sin embargo, se trata de nuestras proyecciones, legítimas pero también de “película” y, sobre todo, sin ninguna implicación personal. Dios no cambia la historia sin nosotros. La vida de María es una llamada a quitarnos la carcasa de la desesperanza y a creer que nada es imposible para Dios, que Dios hace cosas grandes, que actúa a lo grande, que “uno es el número necesario para cambiar el mundo.

Marta García Fernández

Fuente Fe Adulta

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8.12.16. Inmaculada, una mujer.

Jueves, 8 de diciembre de 2016
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la-virgen-de-pasoliniDel blog de Xabier Pikaza:

María no es una diosa, sino una mujer concreta, de Nazaret de Galilea, pero una mujer que ha vivido muy cerca de Dios y que engendrado y educado humanamente (es decir, “divinamente”) al mismo Jesús, Hijo de Dios.

Según la tradición, ella fue engendrada de una forma normal (matrimonial) por unos padres que se llamaban Joaquín y Ana (¡nombres apócrifos!), de tal manera que su concepción y gestación fue “Inmaculada” (sin ningún tipo de pecado). Pero más que a la simple “concepción” (generación), este título de Inmaculada se refiere a todo el proceso de la vida de María, pues ella fue siempre fiel a Dios, es decir, in-maculada.

Este “dogma” de la Inmaculada, definido por el Papa Pío IX el año 1854, ha surgido en el contexto de una antropología hoy parcialmente superada, pero expresa y transmite una intensa experiencia de fe que quiero destacar. Dejo para otro posible momento la discusión hermenéutica del tema. Hoy me limito a comentar el evangelio del día (Lc 1, 26-38) desde la perspectiva de María Inmaculada.

Felicidades a todos los cristianos, especialmente católicos, que, a partir de este “dogma”, pueden contemplar con gozo el misterio de todo engendramiento humano, que puede y debe llamarse in-maculado. Felicidad, por tanto, para todos los que nacen de Dios, naciendo de la carne y de la vida humana, es decir, a todos los hombres y mujeres de la tierra (En la imagen, la Inmaculada de J. de Ribera, de la Iglesia de la Purísima, de Salamanca).

Evangelio : Lc 1, 26- 38

En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo:– Alégrate, llena de gracias, el Señor esta contigo. Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquel. El ángel le dijo: — No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios.

Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin. Y María dijo al ángel:

— ¿Cómo será eso, pues no conozco a varón? El ángel le contestó: — El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible. María contestó: — Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra. Y la dejó el ángel. Palabra del Señor

Iniciativa de Dios, respuesta humana. Presentación del texto

La incitativa parte de Dios, pero es evidente que su acción (la palabra de llamada del ángel que le dice: ¡concebirás…!) responde al deseo más profundo de María y lo explicita y desarrolla hasta su límite más hondo. Este es un Dios que se dirige al corazón y cuerpo, al alma y vida entera de esta virgen nazarena, haciendo que ella exprese todo su ser al responderle. Por su parte, María responde a Dios con plena libertad, como mujer que ama, como madre que desea un hijo, como hermana que se pone al servicio del conjunto de la humanidad. Ella es distinta de Dios (sólo en cuanto diferentes pueden dialogar y amarse) y sin embargo sus deseos se vinculan y coinciden: cada uno quiere al otro, los dos buscan al Hijo.

De esa forma, la paternidad de Dios se expresa a través de la libre respuesta de María y la maternidad de María culmina allí donde expresa y traduce en forma humana el misterio eterno de Dios Padre. Así lo ha mostrado en belleza insuperable el texto de la Anunciación (Lc 1, 26-38), que presentamos de una forma esquemática, poniendo en boca de Dios las palabras de su ángel (Gabriel significa poder de Dios) y destacando sus rasgos principales:

– Introducción (Lc 1, 28-29). Dios saluda (¡Ave, alégrate!) y María se extraña y turba porque ese saludo rompe los esquemas normales de palabra y cortesía de este mundo. Suele ser el inferior el que comienza presentando sus respetos; aquí es Dios, ser Supremo, quien se inclina ante María y le ofrece su presencia.

– Promesa y objeción (Lc 1, 29-34). Dios le tranquiliza (¡no temas!), prometiéndole precisamente aquello que María, como buena israelita y madre, había deseado más que nada sobre el mundo: ¡concebirás, tendrás un hijo, será grande, y Dios mismo le dará el trono de David su padre! Su hijo cumplirá la esperanza de Israel, el sueño y deseo de la humanidad entera. Pero María se atreve a objetar al mismo Dios: ¡no conozco varón! De tal forma se coloca en manos de Dios y purifica su deseo que, queriéndolo todo (al mismo Dios), parece que no quiere nada (ni el encuentro normal con un varón). – Espíritu de Dios y voluntad de María (1, 35-38).

Dios acepta piadoso y reverente el argumento de su amiga María. Ella le ha dicho que no quiere encerrarse simplemente en la línea de generaciones de la historia, como una mujer más en la espiral de deseos y conocimiento de varones. Dios lo acepta y responde a María diciéndole que ponga su vida a la luz del más hondo deseo divino: ¡vendrá el Espíritu Santo sobre ti…! .

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Ministerio femenino

Domingo, 23 de octubre de 2016
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mujeres-sacerdotes1Las mujeres, no solo las feministas, se preguntan por qué en la Iglesia católica las mujeres no forman parte de la jerarquía (diaconado, presbiterado, episcopado), cuando en la Iglesia Luterana y en la Iglesia Anglicana hay pastoras ordenadas y obispas.

El argumento que se suele dar en contra del ministerio femenino es que Jesús eligió 12 apóstoles varones. En este sentido tanto Pablo VI como Juan Pablo II cerraron la puerta al ministerio femenino en la Iglesia católica.

Pero estas decisiones papales no son infalibles y los argumentos que aducen son más sociológicos y anatómicos que teológicos. El patriarcalismo dominante en Israel impedía que Jesús hubiera nombrado a mujeres entre los 12 apóstoles que representaban a las 12 tribus de Israel. Por otra parte Jesús no quiso establecer una nueva sociedad religiosa sino inspirar un camino evangélico que con el tiempo se tenía que estructurar a la luz del Espíritu. Además, Jesús, en contra de la costumbre de su tiempo, habla con mujeres, las sana y perdona y las admite en su grupo de discípulos. Jesús resucitado se aparece a las mujeres antes que a los apóstoles y María Magdalena es considerada la apóstol de los apóstoles. En Pentecostés el Espíritu desciende sobre hombres y mujeres.

En las comunidades fundadas por Pablo aparecen mujeres en cargos importantes de gobierno: Febe, Junia, Prisca, María, Trifena, Trifonia, Pérside, etc. Teológicamente hablando tanto el varón como la mujer son imagen de Dios.

Lo que sucedió es que las estructuras patriarcales greco-romanas, los prejuicios acerca de  la inferioridad de las mujeres, el ansia de poder patriarcal… excluyeron a las mujeres de los ministerios. Las razones de tal exclusión son sociológicas, no teológicas y nacen de una lectura literalista y fundamentalista de la Escritura y del ansia de poder.

El 12 de mayo último, en una reunión del Papa Francisco con la Unión  de Superioras Generales, una de ellas preguntó qué impide que la Iglesia ordene diaconisas como sucedió en la Iglesia primitiva, puesto que las mujeres trabajan en la Iglesia, enseñan, acompañan a enfermos y pobres, presiden la liturgia en ausencia del sacerdote… El Papa ante este cuestionamiento ha nombrado una comisión de expertos y expertas para estudiar el diaconado femenino y su presencia en la Iglesia primitiva.

Se abre pues una puerta al ministerio femenino, una puerta que hasta ahora parecía definitivamente cerrada. Confiamos que esta apertura pueda conducir a los demás ministerios femeninos en la Iglesia. Esto nos daría una imagen de Iglesia jerárquica menos hierática y poderosa, más humana y tierna, más alegre y sencilla, más cercana al pueblo y a los pobres.

Víctor Codina

Cristanisme i Justicia

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