8.12.23 Inmaculada: Dogma de libertad personal y liberación social (con Visi)
La Inmaculada Concepción, de Diego Velazquez.
Del blog de Xabier Pikaza:
Ha sido un dogma importante para la piedad católica a partir del siglo XVII, definido de un modo oficial el 1854.
Es un dogma pro-sexual, centrado en la concepción de María, por unión carnal de sus padres (según tradición: Ana y Joaquín). Es dogma pro.feminista, pues Mt 1, 18-25 Lc 1, 26-38 (evangelio el día) insisten en la autonomía personal de María, que no es sierva/esclava de un varón a quien debe someterse, sino mujer independiente ante Dios y ante la vida (es decir), ante los hombres.
Es un dogma que actualmente no dice lo que quiere decir a no ser que se reformule en perspectiva bíblica y actual
| Xabier Pikaza
Preámbulo con Visi Amundarain: María no le pedía permiso a su marido
Un día, hacia el año 1995, vino a verme Visi Amundarain, gran mujer y amiga, sobrina “carnal” de Antonio Amundarain (1885-1954), fundador de las Aliadas de Jesús y María, a quien estaban por entonces incoando el proceso de beatificación. Venía enfadada con el modo de incoar el proceso y con las preguntas que le habían hecho. Venía también con deseo de comentar un trabajo sobre María mujer-libre, que yo había escrito para el Diccionario de Mariología.
El padre de Visi era hermano del pro-beato, y vivía en el caserío familiar de Elduayen, con su mujer y sus hijos (entre ellos nuestra Visi). Cuando tenía algún problema o necesidad, el tío cura venía al caserío familiar, pidiendo ayuda a su hermano, y haciéndose dueño de la casa… Y por si fuera poco llevaba después a su cuñada a la casa parroquial (durante tres o cuatro semanas), para que resolviera todos los problemas y trabajos que por entonces (entre el 1920-1940) solía haber en las casas de los curas, mientras su hermano (el padre de Visi) quedaba sólo en el basherri o caserío con muchos hijos y mucha labor, de limpieza, comida, labranza y pastoreo.
Estas y otras cosas me contaba Visi, añadiendo que había dicho a los del proceso de beatificación que su tío era santo, pero antxiñeko, de los de antes, de esos que hoy no se pueden beatificar… Y me decía después:
Tu dices en el diccionario que la Virgen María era una mujer autónoma, que no estaba sometida a su marido, ni a sus parientes curas, mientras que mi madre (la de Visi) tenía que someterse a su cuñado cura por el amor que tenía a su marido. Por eso, me seguía diciendo, mi amá (=madre) nos enseñó a todos sus hijos a ser independientes… Por eso, añadía, yo no me hice de las aliadas de mi tío, sino de la misioneras seculares de Rufino Aldabalde (Quizá por eso mismo mi madre, que andaba en la órbita de las aliadas tampoco se hizo aliada).
Aquellas conversaciones con Visi (q.e.p.d.), sobrina del beato cura, me han ayudado mucho a pensar y crecer como cristiano
Inmaculada, Un dogma católico, definido por el Papa
El dogma de la Inmaculada es de tipo antropológico y pascual y sólo ha podido expresarse a lo largo de una historia compleja de la iglesia. Es un dogma que tal como fue definido por el Papa Pio IX el año 1854 no puede ser admitido ni por los cristianos ortodoxos ni por los protestantes (aunque puedan admitir su contenido profundo)
Por otra parte, los temas eugenesia, con todo lo que implican sobre la posible manipulación del origen humano (fecundación partenogenética e implantación in vitro, clonación y gestación extrauterina…), han cambiado de forma radical las formas anteriores de relacionar sexo, generación vida humana. La iglesia sabe que sigue habiendo un tipo de «pecado original», un poder histórico del mal que nos precede y amenaza, vinculado a nuestra violencia y a las estructuras sociales de muerte que dominan sobre el mundo, pero no al sexo en sentido estrecho. En ese contexto de pecado, en apertura a la gracia del amor y de la vida se sitúa nuestro dogma
Un dogma abierto al diálogo
Este es un dogma sobre la concepción, es decir, sobre el surgimiento humano de María. Se trata, por principio, de una concepción normal, dentro de la historia israelita (y universal). A partir del Proto-evangelio de Santiago, la tradición litúrgica cristiana ha dado un nombre a los padres de María: Ana y Joaquín. Ellos se unieron un día al modo acostumbrado y concibieron a una hija, a la que llamaron María.
Pues bien, en contra de tendencias normales de una piedad y teología obsesionadas por el pecado del origen (engendramiento) humana, el Papa afirmó que la concepción de María (realizada, de un modo sexual y personal, por la unión de varón y mujer) estuvo libre de todo pecado o, mejor dicho, fue un acto de purísima gracia. Al decir eso, la iglesia realizó una opción antropológica de grandes consecuencias, que aún no ha sido suficientemente valorada, superando una visión negativa del surgimiento humano, que se solía unir con el pecado.
Este dogma tiene un carácter pro-sexual.
La cohabitación fecunda de Joaquín y Ana queda integrada en la providencia de Dios, es un gesto de gracia. La misma carne, espacio y momento de encuentro humano del que surge un niño (María) aparece así como ‘santa’, es decir, como revelación de Dios. Este dogma tiene un carácter genético y natal: el origen del hombre, con todo lo que implica de fecundación y cuidado de la vida que se gesta, viene a presentarse como revelación de Dios. En este contexto, la santidad está vinculada a la misma vinculación genética de los padres (a su amor total) y, de un modo especial, al surgimiento personal del niño (en este caso de la niña) que nace por cuidado y presencia especial de Dios.
Este «dogma» es inclusivo, no excluyente: lo que se dice de María puede y debe afirmarse de cualquier vida que nace. Toda historia humana es sagrada, presencia de Dios (es inmaculada, por utilizar el lenguaje del dogma), pero no por algún tipo de racionalidad abstracta, sino «en atención de los méritos de Cristo». Cada vida que nace es, según eso, una revelación del misterio mesiánico, abierto a la promesa de la Vida que es Dios.
Un dogma es anti-helenista (antiespiritualista)
pues va contra aquellos que, en línea de espiritualismo o gnosis, suponen que «el mayor pecado del hombre es haber nacido» (Calderón de la Barca) en un mundo dominado por la culpa, condenado a muerte. Este dogma ha sido y sigue siendo causa de gran consuelo para muchísimos cristianos, que asumen como propio este misterio del origen de María: lo que en ella ha sucedido no se puede interpretar de una manera aislada, como simple excepción, sino que es garantía del valor más hondo de la fecundidad humana, en clave familiar, social, cultural. Desde ese fondo, sólo podemos hablar de Inmaculada Concepción si hablamos de Inmaculado nacimiento e Inmaculada educación, pues ambas cosas van incluidas en el surgimiento personal humano.
María es Inmaculada de manera personal, acogiendo la vida y cariño, la presencia y palabra que le ofrece los padres, y es Inmaculada de manera activa, respondiendo de forma personal al don de la vida que le ofrecen otros. De esta forma, la Inmaculada Concepción es signo de providencia histórica de Dios, que se expresa a través de los padres de María, a quienes la tradición ha concebido como plenitud de la historia israelita, y como signo de providencia personal de María, que a lo largo de su vida ha respondido a la gracia de su nacimiento.
ANEJO: Pikaza, Libertad en Diccionario de Mariología, Paulinas, Madrid 1988, 1062-1084, reproducción parcial)
María creyente: libertad desde Dios
Dios se desvela ante María como palabra, por medio del Espíritu Santo. No es necesidad cósmica, ni es imposición biológica, ni siquiera es el destino de la vida. Dios es la palabra que saluda, le invita a responder en libertad y, al mismo tiempo, le sosiega; es la palabra que promete, explica y pide colaboración (/Lc/01/28-36); por eso habla sin imponerse, ilumina sin deslumbrar, actúa sin doblegar la voluntad del que le acoge. En el fondo, podemos definir a Dios como aquel principio personal de vida (Padre) que nos capacita para decidirnos y realizarnos como libres. En el fondo, lo que llamamos Dios es la experiencia radical de nuestra propia libertad potenciada, habitada, por el amor, en relación con los demás.
Dios actúa en el hombre como Espíritu, no como un poder o destino biológico que pueda situarse en el nivel de los agentes materiales o aun humanos que determina la concepción y gravidez de una mujer. Precisamente como Espíritu, vida creadora influye Dios y actúa por medio de María (Lc 1,35; Mt 1,18-21). Pues bien, como Pablo ha descubierto, “allí donde está el Espíritu del Señor está la libertad” (/2Co/03/17): Dios actúa liberando al hombre, Dios le capacita para realizarse libremente sin imposiciones exteriores de carácter opresor.
María es, desde esta perspectiva, la mujer que libremente acepta su condición de persona, la mujer que no está al servició de ningún varón, ni siquiera de unos hijos y que, sin embargo, precisamente por eso, porque es libre, puede dialogar con un varón, con otros seres humanos, poniéndose libremente al servicio de unos hijos… La mujer que puede decirle a Dios (y decirse a sí misma) que quiere y puede concebir (ser madre), pero en libertad, en comunicación de vida, siendo ella misma. Es mujer “empoderada” por Dios, en sí misma, no es sierva de nadie (en el sentido normal de ese término).
En esta perspectiva se sitúa la respuesta de María.
Cuando dice que ” sierva del Señor” no toma el término en sentido sociológico o jurídico; tampoco lo interpreta como signo de un sometimiento religioso, como causa de una destrucción o negación de su persona. Es todo lo contrario. María se dice sierva porque ha escuchado la palabra de la libertad, porque se ha descubierto fundamentada y potenciada por un Dios que la respeta en forma plena. Sólo por eso ella se entrega, en gesto de amor, en actitud de alianza. Porque sabe que Dios ha enriquecido gratuitamente su vida, ella le puede responder en actitud de gracia, ofreciéndole su vida.
Sierva, significa aquí servidora libre, “persona responsable”, capaz de responder, de compartir, de dialogar… En ese sentido, en todo el AT, “siervo” tiene el sentido de “ministro”, el que “realiza un ministerio”, sea “ministro del rey” (de un gobierno) o ministro de una Iglesia (papa, obispo…etc.). Aquel que tiene capacidad de actuar, de realizar una obra, de realizarse a sí mismo, en medio de un mundo complejo, como el que aparece, por ejemplo, en los poemas del 2º Isaías.
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