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María, vecina de Nazaret (II)

Viernes, 16 de junio de 2017
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4En esta segunda parte se analiza fundamentalmente el papel de María como educadora. Sin duda una mujer tuvo que influir en las enseñanzas de Jesús. Ningún rabino de la época expuso su pensamiento con ejemplos de la vida cotidiana y categorías femeninas como hizo el primogénito de María y José. Al final hay un interesante debate en el que se abordan algunos temas de la charla con gran naturalidad.

 

MARÍA, VECINA DE NAZARET

Recogemos por escrito la conferencia que se grabó en la Parroquia de San Félix, Villaverde Alto, el pasado 5 de mayo de 2017. En la Escuela está disponible en vídeo.

Estamos en Nazaret… Nos acercamos a María como vecinas suyas, porque es una mujer del pueblo, como nosotr@s, y queremos comprender su situación, sus dificultades, sus sentimientos y su respuesta de fe.

Nos imaginamos que viajamos a través del tiempo, para recordar la situación que vivió en su contexto histórico, político, económico, social y religioso. La situación era muy difícil, mucho más de lo que creemos, porque se ha idealizado la vida en Nazaret.

María, como la gente de su tiempo, vive esperando la llegada del Mesías, que debía nacer en Judea, anunciado por unas señales prodigiosas que deberían verse en el cielo (Mateo 16, 1-4). Pero esas señales no ocurren cuando nace Jesús.

Treinta años después, los saduceos y fariseos siguen pidiendo a Jesús esa señal del cielo, para poder reconocerlo como Mesías prometido, pero Jesús ofrece señales muy diferentes.

El pueblo lleva siglos bajo el dominio reiterado de pueblos extranjeros: Persia, Grecia, y Roma. Los conquistadores han impuesto al pueblo sus leyes y han gobernado a través de unos reyes crueles e inhumanos. Les obligan a pagar impuestos tan altos que muchos padres de familia deben venderse como esclavos para pagar las deudas; así evitan la prostitución a su mujer e hijas. La gente le pregunta a Jesús si deben pagar impuestos al César.

Muchos delitos pueden ser castigados con crueles penas de muerte, porque el pueblo está a merced de la injusticia de los políticos. María, como sus vecinos, siente miedo al ver los riesgos a los que se expone su hijo, porque muchos jóvenes galileos han sido crucificados.

Herodes (padre) y Herodes (hijo), reyes de Galilea, son un ejemplo típico de la crueldad de su tiempo. El propio emperador César Augusto dijo: “Es mejor ser un cerdo que ser un hijo de Herodes”.

Galilea es un nido de rebeldes, es “tierra de gentiles”, o sea, de gente que no es judía, que “no ha sido elegida por Yahvé”. En general es gente antimonárquica, porque creen que los males vienen de la monarquía, mientras que los habitantes de Judea son ultra monárquicos. Se les considera gente sin tradición, inmunda, que contamina a las personas piadosas; a sus mujeres no se les considera personas, sino “reptiles”.

La capital es Séforis, los romanos la destruyen totalmente, porque es refugio de galileos rebeldes, y creen que allí se esconde “Judas el Galileo”. Pensemos en el impacto que causan estos hechos en toda la población.

Jerusalén es considerada “el centro del mundo”, porque el templo alberga dos cosas fundamentales en su tiempo: la gloria de Yahvé y el “banco” más importante de entonces. Galilea es la zona más alejada de Jerusalén (en todo el sentido de la palabra alejamiento)

Nazaret es una aldea muy pobre, está en la ladera de una montaña, con cuevas en las que habita la gente. ¿De ahí puede salir algo bueno? (Juan 1, 46). De Galilea no salen profetas (Juan 7, 52). Con buena voluntad, los pintores se han encargado de ofrecernos unas imágenes idílicas de la casa de María, pero la realidad es que la gente vive en esas cuevas naturales de la ladera de la montaña y que es una aldea muy pequeña.

La sociedad, en tiempos de María, está dividida en clases sociales muy rígidas. Si la representamos en forma de pirámide, empezando por la cumbre y descendiendo, tenemos:

  • El sanedrín, con el sumo sacerdote que lo preside
  • Los saduceos, que sacan provecho de cualquier situación
  • Los fariseos
  • Los obreros –pueblo sencillo
  • Los extranjeros, pecadores y enfermos
  • Las mujeres y los niños

Desde el momento del nacimiento queda patente la marginación de las mujeres, por el modo de reaccionar los vecinos y el propio padre del bebé. Si ha nacido un niño hay cantos de júbilo y felicitaciones al padre. Si ha nacido una niña hay un silencio profundo, sólo se oye el llanto del bebé y la gente le desea al padre de familia: “Que el próximo sea varón”, pero no le felicitan por la niña que ha tenido.

¿Cuál es la clave de la desigualdad? Las mujeres no pueden ser circuncidadas, por eso no pueden recibir el signo de la Alianza con Dios (Génesis 17, 10-11). Después del exilio de Babilonia (siglo V a.C.), con la reforma de Esdras y Nehemías, comenzaron la intolerancia y el fanatismo religioso:

  1. La Torá se convirtió en la ley del estado.
  2. El pecado se castigaba con la muerte (Esdras 7, 26).
  3. A las mujeres se les privó de los derechos que tenían.
  4. Esdras decidió que se repudiara a todas las mujeres extranjeras, junto con sus hijos (Esdras 10, 1-3 y ss.)

El padre de familia reacciona como amo y señor de la vida. Cuando nace un bebé, la ley dice: “Si es un varón, tenlo, si es una niña, exponla”. Eso significa que pueden “exponer” a las niñas, o sea, sacarlas fuera de la población y dejarlas a la intemperie, a merced de cualquier animal que las devora o de alguna persona que quiera cogerlas, para bien o para mal.

Las niñas son casadas en la adolescencia. Son mayores de edad a los once años y un día, pero no se celebra ninguna fiesta. A los chicos, cuando cumplen trece años y un día, se les hace una gran fiesta y se les considera adultos a todos los efectos.

A la hora de buscarles marido, ellas son tasadas trozo a trozo, para pagar menos por ellas, y poder rebajar su valor ante cualquier pequeño defecto que tengan. Sin embargo la dote que deben llevar ellas al matrimonio se tasa al alza y la administra el varón.

El marido es el dueño y señor de la mujer. Es su ba’al (que significa: propietario, amo, señor, dios, dueño, marido) y la mujer es be’ulah (poseída). El matrimonio significa “hacer uso del recipiente”. Cuando Jesús quiere cambiar algunos aspectos del matrimonio le replican: “Así no trae cuenta casarse” (Mateo 19, 10). Lo que trae cuenta es que los varones gocen en el matrimonio de todos los privilegios que han adquirido a lo largo de siglos. Por ejemplo, las mujeres no pueden repudiarlos, ni siquiera cuando ellos son adúlteros o violentos.

Sin embargo, hay muchas causas (escritas en los comentarios a la ley) que permiten a los maridos repudiar a sus mujeres; se llega a considerar causa suficiente el que la mujer se entretenga a hablar junto a la fuente con otras mujeres, o que se les queme la comida.

Las mujeres deben ir cubiertas siempre con el velo, si se lo quitan para salir a la calle pueden ser repudiadas, sin devolverles la dote acordada para el repudio. Las prostitutas no llevan velo.

Para una mujer repudiada es tan difícil volver a casarse que suelen recurrir a la prostitución para sobrevivir. A las mujeres se les pide un comportamiento intachable, para que sus padres y esposos se sientan orgullosos de ellas. ¿Quién es la mujer perfecta? Podemos leer con ojos críticos el canto a este modelo de mujer (Proverbios 31, 13-ss) y la sobrecarga de trabajo al que estaban sometidas.

Si la novia se queda embarazada antes del matrimonio, una vez comprometida, el novio tiene varias opciones:

  • Si el hijo es del novio se adelanta la ceremonia de la boda
  • Si el novio afirma que el hijo no es suyo, la novia puede ser apedreada, lapidada. De nada sirve el testimonio de la mujer.
  • Si el novio no quiere que lapiden a su novia debe huir muy lejos, lo que supone una vergüenza pública para él y para toda la familia.
  • La posibilidad de que el novio acepte al niño como hijo, sin serlo, es algo absolutamente extraordinario.

El nacimiento de un hijo varón confiere su dignidad a las mujeres, que pasan a ser reconocidas y valoradas” porque han engrandecido al pueblo.

El nacimiento de una niña sólo es una pérdida, “una semilla desperdiciada”. Tener una hija es como recibir un castigo, porque hay que vigilarla: “es una secreta inquietud, la preocupación por ella aleja el sueño” (Eclesiástico 42,9). “El padre no está obligado a alimentar a su hija” (comentario a la Torá). “El mundo no podría existir sin varones y sin hembras, pero ¡feliz aquel cuyos hijos son varones! Y ¡ay de aquel cuya descendencia son hembras!”

Las impurezas de la sangre condicionan la vida de las mujeres. Si han dado a luz a un niño tienen que guardar 40 días de impureza tras el parto, si han tenido una niña la impureza dura 80 días, lo que condiciona mucho la vida familiar y social porque incluso rozarlas “contamina”; hay que hacer ritos y ceremonias para purificarse de nuevo (Levítico 12, 5)

En algunas etapas de la historia se cree que las mujeres son seres “pestilentes”, el padre las puede vender como esclavas, no tienen que decir “la gran oración”. No pueden llevar filacterias, ni recitar la bendición de la mesa. Pueden orar desde casa, en lugar de ir a la sinagoga.

Todo el pueblo tiene que ir al Templo de Jerusalén, excepto: “sordos, idiotas, niños, hombres con los órganos escondidos, andróginos, mujeres, esclavos, cojos, ciegos, viejos, enfermos y los que no pueden caminar”. Es decir, tienen que cumplir la ley, pero con muchos pretextos se les libera de algunos mandamientos que amplían su horizonte vital.

Se les prohíbe estudiar la Torá, porque se cree que las mujeres son incapaces de comprenderla. El Talmud (comentario de la Ley) dice: “Quien enseña a su hija la Torá es como si le enseñara obscenidades”;“Que las palabras de la Torá sean destruidas por el fuego, antes que enseñárselas a las mujeres”.

A diario, las mujeres oyen a los varones orar en voz alta tres veces al día, dando gracias a Yahvé, porque “me has hecho hebreo, no me has hecho mujer, no me has hecho ignorante”.

En el botín de la guerra, las mujeres aparecen después de los asnos (Números 31, 34-35.39-40).

No tienen derecho a la herencia. Si muere su marido deben casarse son su cuñado para darle descendencia al marido difunto. Si no tienen cuñado, deben volver con su familia, que a menudo no las acepta de nuevo porque se considera una vergüenza esta vuelta. A menudo tienen que dedicarse a la prostitución o se ven envueltas en la pobreza hasta la muerte.

Se les considera responsables del pecado de Adán (Génesis 3), de la muerte, del nacimiento de los demonios y del diluvio (Génesis 6, 5-ss). En caso de peligro de muerte, siempre hay que salvar primero al marido.

Las madres educan a los niños hasta los 7 años. La ley decía: “Cuando el día de mañana te pregunte tu hijo, le dirás…” (Deuteronomio 6, 20- 25). Las palabras del Señor “las enseñaréis a vuestros hijos y se las repetiréis sin cesar…” (Deuteronomio 11, 19). Los rabinos decidieron que a las hijas no había que enseñárselas, bastaba con lo que buenamente oyeran en la familia o en la sinagoga (si iban algún día).

¿Qué huella dejó María en la formación religiosa de Jesús? ¿Cómo enseñaría María a orar a Jesús? Pensemos en el paralelismo entre el Magníficat y la exclamación de Jesús sobre lo que Dios revela a los pobres y sencillos (Lucas 10, 21) o en la importancia que le dan los dos a hacer la voluntad de Dios (Lucas 22, 42)

Ahora sabemos, gracias a la psicología, la importancia que tiene la educación en los niños y niñas, sobre todo en los primeros años de vida. Jesús, como varón judío, deja a un lado el sistema de reflexión sobre la Torá, que consiste en transmitir fielmente las enseñanzas recibidas, dándole mucha importancia a la casuística. En el Evangelio se ve claramente cómo varias veces los fariseos intentan envolverle en esa forma de razonar: por ejemplo, si una mujer se ha quedado viuda varias veces ¿quién será su marido tras la muerte?

Jesús centra su predicación en una Buena Noticia. El día que predica por primera vez en una sinagoga quieren despeñarlo (Lucas 4, 29-30) porque se atreve a anunciar un año de gracia, pero silencia “el día del desquite de nuestro Dios”.

Para que el mensaje lo comprenda la gente sencilla, pone ejemplos significativos en la vida diaria de las familias, especialmente las tareas que realizan las mujeres. Es un lenguaje que escandaliza a sus oyentes y expresa la densidad teológica que tiene la vida diaria. Por ejemplo:

  • El drama que le supone a una pobre vecina del pueblo el perder una monedita de su dote. Las mujeres suelen colgar algunas de esas monedas en los bordes del pañuelo que se ponen en la cabeza, y pueden utilizar esas monedas, en caso de ser repudiadas por su marido. La alegría que siente esa mujer le ayuda a Jesús a explicar una alegría más profunda.
  • A Jesús, siendo niño, le tuvo que asombrar el efecto que produce la levadura en la masa. No sabemos lo que le explicó María, pero cuando Jesús quiso hablarnos de la desmesura del Reino nos pone el ejemplo de una mujer que mete levadura ¡en 42 kilos de harina!
  • Todos los niños y niñas ven remendar a sus madres y abuelas. La túnica que los varones reciben a los 13 años, al celebrar su mayoría de edad, sirve para cubrirse, como manta por la noche, para cargar algunos productos… De tanto uso, se rompe a menudo y se remienda una y otra vez. Muchas personas no pueden permitirse el lujo de hacer o comprar otra y usan la misma túnica hasta que son enterrados con ella. Jesús nos habla de ese paño viejo que no admite remiendos de tela nueva, para que comprendamos la novedad de la Buena Noticia y del Reino y no intentemos poner remiendos a algo que se ha quedado viejo.
  • La túnica de Jesús la echan a suertes, antes de ejecutarlo, para no romperla en varios trozos, porque es una prenda valiosa.
  • En Israel se usa mucho la sal: a) sirve para frotar a los bebés recién nacidos y evitarles infecciones; b) da sabor a las comidas; c) se usa como moneda (el salario); d) conserva los alimentos en salazón y así es útil en los viajes (por ejemplo, el pescado); e) echando una capa de sal sobre los campos y huertas se destrozan los cultivos de los enemigos, etc. La sal se convierte para Jesús en un símbolo claro y significativo de lo que supone vivir siendo “sal de la tierra”
  • Es francamente revolucionario que un maestro (rabí) hable de los sentimientos de las mujeres que van a dar a luz.
  • Habla de Yahvé haciendo referencia a experiencias de la vida cotidiana: Un juez injusto, un banquete de bodas, etc.

María tiene que dar un paso de gigante: siente sobre ella el peso de la ley judía y, al mismo tiempo, va sintonizando con la Buena Noticia que predica su hijo. Va dando pasos, dejando lo viejo y entrando en lo nuevo; y no puede poner remiendos, como en una tela vieja, ni echar el vino nuevo en un odre viejo.

La actitud de María, en medio de las múltiples dificultades de su tiempo, puede ayudarnos a vivir hoy el discipulado y el paso de lo viejo a lo nuevo, personalmente y en la comunidad, parroquia, grupos, etc.

 MARÍA, MADRE DE UN HIJO DIFÍCIL

María es la madre de un varón judío; según lo que se considera valioso en su tiempo, no tiene motivos para sentirse orgullosa de él, al contrario, Jesús hace sufrir a su madre, por muchos motivos:

Jesús no tiene esposa. La ley dice que si a los 20 años no te has casado y no tienes hijos, tus vecinos deben maldecirte públicamente, porque no colaboras al engrandecimiento del pueblo. En caso de que fuera a causa de un defecto físico, había que demostrarlo. Leer más…

Biblia, Espiritualidad , , ,

La voz de la madre

Martes, 23 de mayo de 2017
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Del blog Amigos de Thomas Merton:

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“Nosotros no escuchamos la voz dulce, la voz amable, la voz femenina, la voz de la Madre: sin embargo ella nos habla por doquier y en todo. La sabiduría deja oír su voz en las plazas públicas: Si alguien es pequeño, que venga a mí. ¿Quién es más pequeño que el hombre desamparado, dormido en su lecho, que se ha confiado a sí mismo alegremente al sueño y a la noche? A él es a quien despertará la voz amable; todo lo que en la mujer es dulce lo despertará. No para la conquista y el placer, sino para la más profunda sabiduría del amor, el gozo y la comunión”

*

Thomas Merton.
Diarios II, 2 de junio de 1960.

***

“Que ella, madre tierna y solícita con todos los necesitados, les obtenga la bendición del Señor.Que, sobre cada uno de los desheredados e infelices, a los que se les ha robado el presente, de los excluidos y abandonados a los que se les niega el futuro,de los huérfanos y las víctimas de la injusticia a los que no se les permite tener un pasado, descienda la bendición de Dios encarnada en Jesucristo: «El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor. El Señor te muestre su rostro y te conceda la paz» “

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…..

“Peregrinos con María… ¿Qué María? ¿Una maestra de vida espiritual, la primera que siguió a Cristo por el «camino estrecho» de la cruz dándonos ejemplo, o más bien una Señora «inalcanzable» y por tanto inimitable? ¿La «Bienaventurada porque ha creído» siempre y en todo momento en la palabra divina (cf. Lc 1,45), o más bien una «santita», a la que se acude para conseguir gracias baratas? ¿La Virgen María del Evangelio, venerada por la Iglesia orante, o más bien una María retratada por sensibilidades subjetivas, como deteniendo el brazo justiciero de Dios listo para castigar: una María mejor que Cristo, considerado como juez implacable; más misericordiosa que el Cordero que se ha inmolado por nosotros? “

*

Francisco.
Fátima, 12 de mayo 2017

***

“Prefiero a la Virgen Madre que a la Virgen que se vuelve encargada de una oficina de telégrafos y envía un mensaje cada día”

*

Francisco.
Rueda de prensa a bordo del vuelo de regreso de Fátima. 14 de mayo de 2017

***

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , ,

María, vecina de Nazaret (I)

Martes, 23 de mayo de 2017
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4Nos acercamos a María como vecinas suyas, porque es una mujer del pueblo, como nosotr@s, y queremos comprender su situación, sus dificultades, sus sentimientos y su respuesta de fe.

Nos imaginamos que viajamos a través del tiempo, para recordar la situación que vivió en su contexto histórico, político, económico, social y religioso. La situación era muy difícil, mucho más de lo que creemos, porque se ha idealizado la vida en Nazaret.

MARÍA, VECINA DE NAZARET

Recogemos por escrito la conferencia que se grabó en la Parroquia de San Félix, Villaverde Alto, el pasado 5 de mayo de 2017. En la Escuela está disponible en vídeo.

Estamos en Nazaret… Nos acercamos a María como vecinas suyas, porque es una mujer del pueblo, como nosotr@s, y queremos comprender su situación, sus dificultades, sus sentimientos y su respuesta de fe.

Nos imaginamos que viajamos a través del tiempo, para recordar la situación que vivió en su contexto histórico, político, económico, social y religioso. La situación era muy difícil, mucho más de lo que creemos, porque se ha idealizado la vida en Nazaret.

María, como la gente de su tiempo, vive esperando la llegada del Mesías, que debía nacer en Judea, anunciado por unas señales prodigiosas que deberían verse en el cielo (Mateo 16, 1-4). Pero esas señales no ocurren cuando nace Jesús.

Treinta años después, los saduceos y fariseos siguen pidiendo a Jesús esa señal del cielo, para poder reconocerlo como Mesías prometido, pero Jesús ofrece señales muy diferentes.

El pueblo lleva siglos bajo el dominio reiterado de pueblos extranjeros: Persia, Grecia, y Roma. Los conquistadores han impuesto al pueblo sus leyes y han gobernado a través de unos reyes crueles e inhumanos. Les obligan a pagar impuestos tan altos que muchos padres de familia deben venderse como esclavos para pagar las deudas; así evitan la prostitución a su mujer e hijas. La gente le pregunta a Jesús si deben pagar impuestos al César.

Muchos delitos pueden ser castigados con crueles penas de muerte, porque el pueblo está a merced de la injusticia de los políticos. María, como sus vecinos, siente miedo al ver los riesgos a los que se expone su hijo, porque muchos jóvenes galileos han sido crucificados.

Herodes (padre) y Herodes (hijo), reyes de Galilea, son un ejemplo típico de la crueldad de su tiempo. El propio emperador César Augusto dijo: “Es mejor ser un cerdo que ser un hijo de Herodes”.

Galilea es un nido de rebeldes, es “tierra de gentiles”, o sea, de gente que no es judía, que “no ha sido elegida por Yahvé”. En general es gente antimonárquica, porque creen que los males vienen de la monarquía, mientras que los habitantes de Judea son ultra monárquicos. Se les considera gente sin tradición, inmunda, que contamina a las personas piadosas; a sus mujeres no se les considera personas, sino “reptiles”.

La capital es Séforis, los romanos la destruyen totalmente, porque es refugio de galileos rebeldes, y creen que allí se esconde “Judas el Galileo”. Pensemos en el impacto que causan estos hechos en toda la población.

Jerusalén es considerada “el centro del mundo”, porque el templo alberga dos cosas fundamentales en su tiempo: la gloria de Yahvé y el “banco” más importante de entonces. Galilea es la zona más alejada de Jerusalén (en todo el sentido de la palabra alejamiento)

Nazaret es una aldea muy pobre, está en la ladera de una montaña, con cuevas en las que habita la gente. ¿De ahí puede salir algo bueno? (Juan 1, 46). De Galilea no salen profetas (Juan 7, 52). Con buena voluntad, los pintores se han encargado de ofrecernos unas imágenes idílicas de la casa de María, pero la realidad es que la gente vive en esas cuevas naturales de la ladera de la montaña y que es una aldea muy pequeña.

La sociedad, en tiempos de María, está dividida en clases sociales muy rígidas. Si la representamos en forma de pirámide, empezando por la cumbre y descendiendo, tenemos:

  • El sanedrín, con el sumo sacerdote que lo preside
  • Los saduceos, que sacan provecho de cualquier situación
  • Los fariseos
  • Los obreros –pueblo sencillo
  • Los extranjeros, pecadores y enfermos
  • Las mujeres y los niños

Desde el momento del nacimiento queda patente la marginación de las mujeres, por el modo de reaccionar los vecinos y el propio padre del bebé. Si ha nacido un niño hay cantos de júbilo y felicitaciones al padre. Si ha nacido una niña hay un silencio profundo, sólo se oye el llanto del bebé y la gente le desea al padre de familia: “Que el próximo sea varón”, pero no le felicitan por la niña que ha tenido.

¿Cuál es la clave de la desigualdad? Las mujeres no pueden ser circuncidadas, por eso no pueden recibir el signo de la Alianza con Dios (Génesis 17, 10-11). Después del exilio de Babilonia (siglo V a.C.), con la reforma de Esdras y Nehemías, comenzaron la intolerancia y el fanatismo religioso:

  1. La Torá se convirtió en la ley del estado.
  2. El pecado se castigaba con la muerte (Esdras 7, 26).
  3. A las mujeres se les privó de los derechos que tenían.
  4. Esdras decidió que se repudiara a todas las mujeres extranjeras, junto con sus hijos (Esdras 10, 1-3 y ss.)

El padre de familia reacciona como amo y señor de la vida. Cuando nace un bebé, la ley dice: “Si es un varón, tenlo, si es una niña, exponla”. Eso significa que pueden “exponer” a las niñas, o sea, sacarlas fuera de la población y dejarlas a la intemperie, a merced de cualquier animal que las devora o de alguna persona que quiera cogerlas, para bien o para mal.

Las niñas son casadas en la adolescencia. Son mayores de edad a los once años y un día, pero no se celebra ninguna fiesta. A los chicos, cuando cumplen trece años y un día, se les hace una gran fiesta y se les considera adultos a todos los efectos.

A la hora de buscarles marido, ellas son tasadas trozo a trozo, para pagar menos por ellas, y poder rebajar su valor ante cualquier pequeño defecto que tengan. Sin embargo la dote que deben llevar ellas al matrimonio se tasa al alza y la administra el varón.

El marido es el dueño y señor de la mujer. Es su ba’al (que significa: propietario, amo, señor, dios, dueño, marido) y la mujer es be’ulah (poseída). El matrimonio significa “hacer uso del recipiente”. Cuando Jesús quiere cambiar algunos aspectos del matrimonio le replican: “Así no trae cuenta casarse” (Mateo 19, 10). Lo que trae cuenta es que los varones gocen en el matrimonio de todos los privilegios que han adquirido a lo largo de siglos. Por ejemplo, las mujeres no pueden repudiarlos, ni siquiera cuando ellos son adúlteros o violentos.

Sin embargo, hay muchas causas (escritas en los comentarios a la ley) que permiten a los maridos repudiar a sus mujeres; se llega a considerar causa suficiente el que la mujer se entretenga a hablar junto a la fuente con otras mujeres, o que se les queme la comida.

Las mujeres deben ir cubiertas siempre con el velo, si se lo quitan para salir a la calle pueden ser repudiadas, sin devolverles la dote acordada para el repudio. Las prostitutas no llevan velo.

Para una mujer repudiada es tan difícil volver a casarse que suelen recurrir a la prostitución para sobrevivir. A las mujeres se les pide un comportamiento intachable, para que sus padres y esposos se sientan orgullosos de ellas. ¿Quién es la mujer perfecta? Podemos leer con ojos críticos el canto a este modelo de mujer (Proverbios 31, 13-ss) y la sobrecarga de trabajo al que estaban sometidas.

Si la novia se queda embarazada antes del matrimonio, una vez comprometida, el novio tiene varias opciones:

  • Si el hijo es del novio se adelanta la ceremonia de la boda
  • Si el novio afirma que el hijo no es suyo, la novia puede ser apedreada, lapidada. De nada sirve el testimonio de la mujer.
  • Si el novio no quiere que lapiden a su novia debe huir muy lejos, lo que supone una vergüenza pública para él y para toda la familia.
  • La posibilidad de que el novio acepte al niño como hijo, sin serlo, es algo absolutamente extraordinario.

El nacimiento de un hijo varón confiere su dignidad a las mujeres, que pasan a ser reconocidas y valoradas” porque han engrandecido al pueblo.

El nacimiento de una niña sólo es una pérdida, “una semilla desperdiciada”. Tener una hija es como recibir un castigo, porque hay que vigilarla: “es una secreta inquietud, la preocupación por ella aleja el sueño” (Eclesiástico 42,9). “El padre no está obligado a alimentar a su hija” (comentario a la Torá). “El mundo no podría existir sin varones y sin hembras, pero ¡feliz aquel cuyos hijos son varones! Y ¡ay de aquel cuya descendencia son hembras!”

Las impurezas de la sangre condicionan la vida de las mujeres. Si han dado a luz a un niño tienen que guardar 40 días de impureza tras el parto, si han tenido una niña la impureza dura 80 días, lo que condiciona mucho la vida familiar y social porque incluso rozarlas “contamina”; hay que hacer ritos y ceremonias para purificarse de nuevo (Levítico 12, 5)

En algunas etapas de la historia se cree que las mujeres son seres “pestilentes”, el padre las puede vender como esclavas, no tienen que decir “la gran oración”. No pueden llevar filacterias, ni recitar la bendición de la mesa. Pueden orar desde casa, en lugar de ir a la sinagoga.

Todo el pueblo tiene que ir al Templo de Jerusalén, excepto: “sordos, idiotas, niños, hombres con los órganos escondidos, andróginos, mujeres, esclavos, cojos, ciegos, viejos, enfermos y los que no pueden caminar”. Es decir, tienen que cumplir la ley, pero con muchos pretextos se les libera de algunos mandamientos que amplían su horizonte vital.

Se les prohíbe estudiar la Torá, porque se cree que las mujeres son incapaces de comprenderla. El Talmud (comentario de la Ley) dice: “Quien enseña a su hija la Torá es como si le enseñara obscenidades”;“Que las palabras de la Torá sean destruidas por el fuego, antes que enseñárselas a las mujeres”.

A diario, las mujeres oyen a los varones orar en voz alta tres veces al día, dando gracias a Yahvé, porque “me has hecho hebreo, no me has hecho mujer, no me has hecho ignorante”.

En el botín de la guerra, las mujeres aparecen después de los asnos (Números 31, 34-35.39-40).

No tienen derecho a la herencia. Si muere su marido deben casarse son su cuñado para darle descendencia al marido difunto. Si no tienen cuñado, deben volver con su familia, que a menudo no las acepta de nuevo porque se considera una vergüenza esta vuelta. A menudo tienen que dedicarse a la prostitución o se ven envueltas en la pobreza hasta la muerte.

Se les considera responsables del pecado de Adán (Génesis 3), de la muerte, del nacimiento de los demonios y del diluvio (Génesis 6, 5-ss). En caso de peligro de muerte, siempre hay que salvar primero al marido.

Las madres educan a los niños hasta los 7 años. La ley decía: “Cuando el día de mañana te pregunte tu hijo, le dirás…” (Deuteronomio 6, 20- 25). Las palabras del Señor “las enseñaréis a vuestros hijos y se las repetiréis sin cesar…” (Deuteronomio 11, 19). Los rabinos decidieron que a las hijas no había que enseñárselas, bastaba con lo que buenamente oyeran en la familia o en la sinagoga (si iban algún día).

¿Qué huella dejó María en la formación religiosa de Jesús? ¿Cómo enseñaría María a orar a Jesús? Pensemos en el paralelismo entre el Magníficat y la exclamación de Jesús sobre lo que Dios revela a los pobres y sencillos (Lucas 10, 21) o en la importancia que le dan los dos a hacer la voluntad de Dios (Lucas 22, 42)

Ahora sabemos, gracias a la psicología, la importancia que tiene la educación en los niños y niñas, sobre todo en los primeros años de vida. Jesús, como varón judío, deja a un lado el sistema de reflexión sobre la Torá, que consiste en transmitir fielmente las enseñanzas recibidas, dándole mucha importancia a la casuística. En el Evangelio se ve claramente cómo varias veces los fariseos intentan envolverle en esa forma de razonar: por ejemplo, si una mujer se ha quedado viuda varias veces ¿quién será su marido tras la muerte?

Jesús centra su predicación en una Buena Noticia. El día que predica por primera vez en una sinagoga quieren despeñarlo (Lucas 4, 29-30) porque se atreve a anunciar un año de gracia, pero silencia “el día del desquite de nuestro Dios”.

Para que el mensaje lo comprenda la gente sencilla, pone ejemplos significativos en la vida diaria de las familias, especialmente las tareas que realizan las mujeres. Es un lenguaje que escandaliza a sus oyentes y expresa la densidad teológica que tiene la vida diaria. Por ejemplo:

  • El drama que le supone a una pobre vecina del pueblo el perder una monedita de su dote. Las mujeres suelen colgar algunas de esas monedas en los bordes del pañuelo que se ponen en la cabeza, y pueden utilizar esas monedas, en caso de ser repudiadas por su marido. La alegría que siente esa mujer le ayuda a Jesús a explicar una alegría más profunda.
  • A Jesús, siendo niño, le tuvo que asombrar el efecto que produce la levadura en la masa. No sabemos lo que le explicó María, pero cuando Jesús quiso hablarnos de la desmesura del Reino nos pone el ejemplo de una mujer que mete levadura ¡en 42 kilos de harina!
  • Todos los niños y niñas ven remendar a sus madres y abuelas. La túnica que los varones reciben a los 13 años, al celebrar su mayoría de edad, sirve para cubrirse, como manta por la noche, para cargar algunos productos… De tanto uso, se rompe a menudo y se remienda una y otra vez. Muchas personas no pueden permitirse el lujo de hacer o comprar otra y usan la misma túnica hasta que son enterrados con ella. Jesús nos habla de ese paño viejo que no admite remiendos de tela nueva, para que comprendamos la novedad de la Buena Noticia y del Reino y no intentemos poner remiendos a algo que se ha quedado viejo.
  • La túnica de Jesús la echan a suertes, antes de ejecutarlo, para no romperla en varios trozos, porque es una prenda valiosa.
  • En Israel se usa mucho la sal: a) sirve para frotar a los bebés recién nacidos y evitarles infecciones; b) da sabor a las comidas; c) se usa como moneda (el salario); d) conserva los alimentos en salazón y así es útil en los viajes (por ejemplo, el pescado); e) echando una capa de sal sobre los campos y huertas se destrozan los cultivos de los enemigos, etc. La sal se convierte para Jesús en un símbolo claro y significativo de lo que supone vivir siendo “sal de la tierra”
  • Es francamente revolucionario que un maestro (rabí) hable de los sentimientos de las mujeres que van a dar a luz.
  • Habla de Yahvé haciendo referencia a experiencias de la vida cotidiana: Un juez injusto, un banquete de bodas, etc.

María tiene que dar un paso de gigante: siente sobre ella el peso de la ley judía y, al mismo tiempo, va sintonizando con la Buena Noticia que predica su hijo. Va dando pasos, dejando lo viejo y entrando en lo nuevo; y no puede poner remiendos, como en una tela vieja, ni echar el vino nuevo en un odre viejo.

La actitud de María, en medio de las múltiples dificultades de su tiempo, puede ayudarnos a vivir hoy el discipulado y el paso de lo viejo a lo nuevo, personalmente y en la comunidad, parroquia, grupos, etc.

 MARÍA, MADRE DE UN HIJO DIFÍCIL

María es la madre de un varón judío; según lo que se considera valioso en su tiempo, no tiene motivos para sentirse orgullosa de él, al contrario, Jesús hace sufrir a su madre, por muchos motivos:

Jesús no tiene esposa. La ley dice que si a los 20 años no te has casado y no tienes hijos, tus vecinos deben maldecirte públicamente, porque no colaboras al engrandecimiento del pueblo. En caso de que fuera a causa de un defecto físico, había que demostrarlo. Leer más…

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Hágase

Sábado, 15 de abril de 2017
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SÁBADO SANTO: ¡HÁGASE!

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Mujer de pocas palabras y gran silencio sonoro. María, no dijo simplemente “sí”. Dijo ¡hágase!, porque su silencio, su confianza y su espera son activas. Al pie de la Cruz, en la entrada del sepulcro o llorando su dolor en privado, María, como también lo hizo Jesús,  sigue diciendo en su interior a Dios, ¡hágase!. Sigue esperando, aún sin comprender, confiada en el plan de amor de Dios. No cierra el corazón. Mantiene la esperanza y el amor, a pesar de lo que la realidad parece decir.

 

¡Hágase!…hágase en mí, hágase en mí según tu voluntad
eres la Vida, el Amor, eres Verdad
¡hágase! Hágase en mí según tu voluntad

Quiero creer que tu Palabra hará brotar
cada semilla que mi alma quiere dar
te doy las gracias, sienta o no sienta que estás
pues desde siempre me llenaste de tu paz

¡Hágase!…hágase en mí, hágase en mí según tu voluntad
eres la Vida, el Amor, eres Verdad
¡hágase! Hágase en mí según tu voluntad

Sé que no puedes otra cosa más que amar
y resucitas lo que no quiero mirar
sé mi esperanza y fuerza en la debilidad
hoy quiero en Ti estar dispuesta y confiar

¡Hágase!…hágase en mí, hágase en mí según tu voluntad
eres la Vida, el Amor, eres Verdad
hágase en mí según tu voluntad
Hágase en mí
Hágase en mí según tu voluntad
Hágase en mí
Hágase en mí

  *

Salomé Arricibita

***

Fuente Fe Adulta

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Ante la Cruz…

Viernes, 14 de abril de 2017
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ANTE LA CRUZ

Ante la cruz me llamas
en tu agonía.
Ante la cruz me llamas.
Y he aquí que tropiezo
con las palabras.

Porque si dices ante
¿no me pides, Señor,
sino que mire
frente a frente la cruz
y que la abrace?

Si te miro, Señor,
y Tú me miras,
es un horno de amor
lo que en ti veo,
y lo que veo en mí,
Señor, no es nada,
nada, nada, Señor,
sino silencio.

Un silencio vacío:
si Tú lo llenas
se habrá hecho la luz
en las tinieblas.

Y si en la cruz te abrazo
y Tú me abrazas,
el silencio, Señor,
es más palabra.

Ante la cruz, Señor,
aquí me tienes,
ante la cruz, Señor,
pues Tú lo quieres.

II

VÍA DOLOROSA

I

PARA DECIR LO QUE PASÓ AQUEL VIERNES…

…a Jesús, en cambio, lo hizo azotar
y lo entregó para que fuese crucificado.
(Mt.27,26)

Para decir lo que pasó aquel viernes
en los palacios de Jerusalén y en sus afueras
no bastan las palabras.
Por eso no hay
en las avenidas del relato
-Mateo, Marcos, Juan- sino una capa
de misericordia, un leve
y condensado recuerdo a los azotes.
Para decir lo que pasó aquel viernes
en los palacios de Jerusalén: la sangre,
los insultos, los golpes, la corona
de espinas,
los gritos, la locura, la ira desatada
contra el más bello y puro de los hombres,
contra el más inocente…
para decir lo que pasó aquel viernes
solo valen las lágrimas.

II

SIMÓN DE CIRENE SE ENCUENTRA CON LA CRUZ

Al salir encontraron a un hombre de Cirene, llamado Simón,
y le obligaron a que cargara con la cruz de Jesús.
(Mt. 27, 32)

Pesan los días y pesan los trabajos
y en las venas el cansancio es veneno
que apresura los pasos hacia el dulce
reposo del hogar;
los pasos hacia el dulce
abrazo del amor y del sueño.
Ni siquiera
hay espacio en el alma para el canto
de un pájaro. Tampoco para el sordo
rumor que empieza a arder
sobre el polvo en la plaza.
Viene Simón el de Cirene convertido
en pura sed, en pura
materia de fatiga.
Esa cruz
le sobreviene como un alud de asombro
y rebeldía.
Pero
entre la náusea de la sangre sabe
que siempre hay un dolor que añadir al dolor.
Entre la náusea de la sangre mira
y encuentra esa mirada como un pozo
encendido,
como un pozo
donde se funde el Galileo
con el dolor del mundo.
Apenas un instante y el abrazo
del corazón y la madera hasta la cima.
Vuelve Simón el de Cirene. Queda
una cruz en su piel.
Y una mirada.

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III

MUJER EN JERUSALÉN

Lo seguía muchísima gente, especialmente
mujeres que se golpeaban el pecho y se lamentaban por él.
(Lc. 23, 27)

Mis ojos suben por las calles de Jerusalén
bajo una lluvia de dolor,
bajo una lluvia
que va a lavar el mundo.
Mis ojos suben arrimados
a la cal de las paredes
mientras todo el fragor del sufrimiento
se hace eco en mis párpados.
Puedo sentir tu sed,
la quemazón de tus rodillas rotas
sobre los filos de la tierra.
Toma mi corazón, toma mis lágrimas,
déjalas que ellas laven tus heridas
ahora que soy
mujer en Jerusalén y que te sigo.
Mis ojos se adelantan
por los empedrados de Jerusalén
para encontrar los tuyos.
Y no hay en ellos
rebeldía.
Bajo la cruz
Tú eras una antorcha
de mansedumbre. Derramabas
una piedad universal con cada aliento.

Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí
(Lc.23,28)

¿Y cómo no llorar, Señor?
Déjame, al menos,
si no llorar por Ti, llorar contigo.

III

GÓLGOTA

I

EL CORAZÓN DE LAS MUJERES

Muchas mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea
para asistirlo, contemplaban la escena desde lejos.
(Mt 27, 55)

Estirándose sobre la distancia,
el corazón de las mujeres
se hizo cruz en el Gólgota.
¡Oh corazón de las mujeres, cruciforme,
arca lúcida,
oscura estancia del amor y permanente
arcaduz del misterio!
¡Oh corazón de las mujeres,
prodigioso arroyo fiel que mana
desde el mar de Galilea hasta el Calvario!
¡Y más allá del Calvario, hasta los límites
verticales y alzados,
hasta la orilla de la fe donde se trueca
el destino del hombre!
Mujeres, con vosotras he visto
la salvación del mundo,
su rostro ensangrentado, la medida
de sus brazos abiertos,
la extensión de su abrazo,
que acerca hasta nosotros
la dádiva incansable de sus manos
abiertas y horadadas para siempre.
Y he visto su corazón de par en par,
su corazón como una cueva dulce,
su corazón, abrigo
para toda intemperie.
He visto con vosotras
los pies del redentor, nunca cansados
de venir hacia mí, también heridos
de mí, por mí, también clavados
para la eternidad.
¡Oh pies de Cristo
impresos
sobre la arena de mi corazón!
¡Oh Cristo que atrajiste
hasta Ti el corazón de estas mujeres,
déjame ahora
latir en su latido:
contemplarte.

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II

STABAT MATER

Estaba la madre al pie
de la cruz. La madre estaba.
Enhiesta y crucificada,
color de nardo la piel.
En el pecho el hueco aquel
que vacío parecía.
No me lo cierres, María
que quiero encerrarme en él,
que quiero encerrarme y ver
todo lo que tú veías.
Sé tú mi madre, María,
como lo quería Él.

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III

CIERRA EL CIELO LOS OJOS …

Desde el mediodía hasta las tres de la tarde
la tierra se cubrió de tinieblas.
(Mt. 27, 45)

Cierra el cielo los ojos:
cae
la noche a plomo sobre el mediodía
de aquel viernes de abril en el Calvario.
No puede el cielo ser tan impasible
cuando en la cruz está muriendo un hombre,
ya solo sufrimiento y sangre,
cuando muere
el amado de Dios.
¿O acaso vuelve el rostro el cielo
también
y es abandono
lo que creían sombra?
Pesa, pesa, pesa…
Pesa esta oscuridad
que hace crujir los hombros
mientras el ser se vence
inexorablemente hacia el abismo.
Esta tiniebla tiene
peso, longitud, altura,
y penetra en el alma
y duele y vela
la mirada de Dios en la distancia.
¿No hay otro modo, Señor, no hay otro modo
de morir, de vivir, que hacer a ciegas
esta larga jornada de camino?
Pues si ha de ser así, Señor, te pido
que al menos en la muerte no me falte
un bordón de plegaria: que no olvide
tu nombre dulce con el que llamarte.

IV

EL GRITO

Y Jesús, dando de nuevo un fuerte grito entregó su espíritu
(Mt.27, 50)

Un grito. Luego el silencio.
Y en silencio estoy aquí
mientras resucitas Tú
y resucitan los muertos.
¡Cristo, ten piedad de mí!

Con Cristo

*

Mercedes Marcos Sánchez,

Poeta ante la Cruz (Meditación en Mateo)

***

 

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Es el momento

Viernes, 14 de abril de 2017
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VIERNES SANTO: MARÍA, LA QUE PERMANECE EN PIE

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Es el momento de dejarse amar y de amar, aún con el alma rota en pedazos.

María permanece al pie de la cruz, paralizada por el dolor y movida por el Amor y la confianza en Dios. María nunca fue una mujer ingenua, era perfectamente consciente en todo momento de que el modo de vivir de Jesús, a la manera de Dios, podía traer consecuencias. María, acepta, desde la fe, abandonarse en Dios, permanecer al pie de la cruz. No es nada fácil, ¡nada fácil! sentirse amada en el dolor y vivir el dolor desde el amor.

(María, al pie de la cruz)

Este momento en que no cabe más dolor
este momento en que no hay más soledad
este momento sin sentido
este momento sin abrigo
este momento de desierto y sequedad

ES EL MOMENTO DE PERMANECER
SEÑOR, NO DEJES FLAQUEAR MIS PIES
CONFÍO EN TU AMOR Y TU BONDAD
NO SÉ SI ESTE DOLOR ACABARÁ
PERO ESTOY AQUÍ,
ESTOY AQUÍ, CONTIGO
Y ES DONDE QUIERO ESTAR

Este momento que me parte en mil trozos
este momento que acaba con planes y gozos
este momento de vacío
este momento sin camino
este momento de querer dejarlo todo

ES EL MOMENTO DE PERMANECER
SEÑOR, NO DEJES FLAQUEAR MIS PIES
CONFÍO EN TU AMOR Y TU BONDAD
NO SÉ SI ESTE DOLOR ACABARÁ
PERO ESTOY AQUÍ,
ESTOY AQUÍ, CONTIGO
Y ES DONDE QUIERO ESTAR
PERO ESTOY AQUÍ
ESTOY AQUÍ, CONTIGO,
Y ES DONDE QUIERO ESTAR

 *

Salomé Arricibita

***

Fuente Fe Adulta

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“Monólogos y soliloquios”, por Dolores Aleixandre

Lunes, 23 de enero de 2017
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De su blog Un grano de mostaza:

Al evangelista Lucas parecen interesarle los monólogos internos de sus personajes: al administrador sinvergüenza lo presenta como si lo conociera hasta los tuétanos y sus pensamientos le fueran transparentes: “El administrador pensó: ¿Qué voy a hacer…? Para cavar no tengo fuerzas, mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer…” (Lc 16, 3). Del rico que había tenido abundante cosecha también nos revela cuáles eran sus cavilaciones: “Empezó a pensar: «¿Qué puedo hacer? Porque no tengo donde almacenar mi cosecha». Y se dijo: «Ya sé lo que voy a hacer; derribaré mis graneros, construiré otros más grandes, almacenaré en ellos todas mis cosechas y mis bienes, y me diré…” (Lc 10, 17).

Es una lástima que el contenido de las reflexiones de ambos gire en torno a cómo enriquecerse más y tampoco consuela mucho que el hijo pródigo salga del agujero negro en el que estaba gracias a que “entró en sí” y se dijo “me levantaré…, iré…le diré…” (Lc 15, 17): la realidad es que tenía un hambre tan feroz que sus pensares le fluían desde el estómago.

Menos mal que aparece María, la madre de Jesús, con una interioridad “decente” y respiramos al saber que ella rumiaba otras cosas y todo lo que tenía que ver con su Hijo “lo guardaba dándole vueltas en su corazón” (Lc 2,19). Santa Teresa hablará después de “un castillo todo de un diamante o muy claro cristal, adonde pasan las cosas de mucho secreto entre Dios y el alma…

Qué suerte contar con maestras que orienten nuestros soliloquios en otra dirección…

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“La inquilina”, por Dolores Aleixandre

Miércoles, 4 de enero de 2017
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the_mother_of_god_of_tenderness-640x583De su blog Un grano de mostaza:

En el cielo ¿las bicicletas serán de oro?” Me lo preguntó un niño hace años (los niños del siglo pasado preguntaban ese tipo de cosas), y le contesté que por supuesto que sí, que tratándose del cielo cómo no iban a ser de oro.

Esta asociación de lo áureo con lo celeste es recurrente y por eso llamamos a María “Casa de oro” en las letanías del rosario. Sin embargo, al buscar en los evangelios la relación María/casa, muy frecuente por cierto, lo que se dice sobre ello tiene poco de áureo: María aparece más bien como una mujer con experiencia costosa de mudanzas, traslados y desplazamientos: deja su casa para ir a la de Isabel y luego a la de José; vive el rechazo de la posada de Belén y conoce, antes que su hijo, lo que significa no tener dónde reclinar la cabeza. Quizá recordó aquella noche las palabras del Salmo 84 que había rezado tantas veces: “¡Qué deseables son tus moradas, Señor de los ejércitos…”, preguntándose por qué no se cumplían sus promesas y la tórtola no encontraba nido donde colocar a su polluelo. Migrante después en Egipto y vecina de nuevo en Nazaret, experimentando demasiado pronto el vacío que deja en el hogar el hijo que se va. Realojada finalmente en casa de Juan después de la muerte de Jesús, experta ya en dejar atrás el cobijo de lo conocido para ser recibida bajo otro techo y adaptarse a otras costumbres. Orante junto a los discípulos y discípulas en la habitación de arriba de una casa en Jerusalén, mientras esperaban el huracán del Espíritu.

María Casa y Puerta del cielo, empujándonos a parecernos a ella en cuidar la casa común y abrirla, en reclamar derechos para los privados de asilo, en el empeño por construir una Iglesia más cálida, más parecida a ese “hospital de campaña” que desea Francisco para ofrecer refugio a los desplazados y excluidos por la pobreza, la violencia y la degradación ambiental.

Inquilina de nuestra tierra, sabedora de desamparos, intemperies y desarraigos, sigue caminando con nosotros.

Espiritualidad ,

“La madre”. Santa María, Madre de Dios – A (Lucas 2,16-21)

Domingo, 1 de enero de 2017
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06-stamaria-a-600x942A muchos les puede extrañar que la Iglesia haga coincidir el primer día del nuevo año civil con la fiesta de Santa María, Madre de Dios. Y, sin embargo, es significativo que, desde el siglo IV, la Iglesia, después de celebrar solemnemente el nacimiento del Salvador, desee comenzar el año nuevo bajo la protección maternal de María, Madre del Salvador y Madre nuestra.

Los cristianos de hoy nos tenemos que preguntar qué hemos hecho de María estos últimos años, pues probablemente hayamos empobrecido nuestra fe eliminándola de manera inconsciente de nuestra vida.

Movidos, sin duda, por una voluntad sincera de purificar nuestra vivencia religiosa y encontrar una fe más solida, hemos abandonado excesos piadosos, devociones exageradas, costumbres superficiales y extraviadas. Hemos tratado de superar una falsa mariolatría en la que tal vez sustituíamos a Cristo por María y veíamos en ella la salvación, el perdón y la redención, que, en realidad, hemos de acoger de su Hijo.

Si todo ha sido corregir desviaciones y colocar a María en el lugar auténtico que le corresponde como Madre de Jesucristo y Madre de la Iglesia, nos tendríamos que alegrar y reafirmar en nuestra postura. Pero, ¿ha sido exactamente así? ¿No la hemos olvidado excesivamente? ¿No la hemos arrinconado en algún lugar oscuro del alma junto a las cosas que nos parecen de poca utilidad?

El abandono de María, sin ahondar más en su misión y en el lugar que ha de ocupar en nuestra vida, no enriquecerá jamás nuestra vivencia cristiana, sino que la empobrecerá. Probablemente hayamos cometido excesos de mariolatría en el pasado, pero ahora corremos el riesgo de empobrecernos con su ausencia casi total en nuestras vidas.

María es la Madre de Jesús. Pero aquel Cristo que nació de su seno estaba destinado a crecer e incorporar a numerosos hermanos, hombres y mujeres que vivirían un día de su Palabra y de su Espíritu. Hoy María no es solo Madre de Jesús. Es la Madre del Cristo total. Es la Madre de todos los creyentes.

Es bueno que, al comenzar un año nuevo, lo hagamos elevando nuestros ojos hacia María. Ella nos acompañará a lo largo de los días con cuidado y ternura de madre. Ella cuidará nuestra fe y nuestra esperanza. No la olvidemos a lo largo del año.

José Antonio Pagola

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“Encontraron a María y a José, y al niño. A los ocho días, le pusieron por nombre Jesús”. Domingo 1 de enero de 2017. Santa María Madre De Dios, Jornada Mundial de la Paz

Domingo, 1 de enero de 2017
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07-navidada3-cerezoDe Koinonia:

Números 6,22-27: Invocarán mi nombre sobre los israelitas, y yo los bendeciré.
Salmo responsorial: 66: El Señor tenga piedad y nos bendiga.
Gálatas 4,4-7: Envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer.
Lucas 2,16-21: Encontraron a María y a José, y al niño. A los ocho días, le pusieron por nombre Jesús.

Litúrgicamente, hoy es la fiesta de «Santa María Madre de Dios»; es también la «octava de Navidad», y por tanto el recuerdo de «la circuncisión de Jesús», celebración judía que se celebraba al octavo día del nacimiento de los niños, y en la que se les imponía el nombre. Para nosotros, hombres y mujeres de hoy, esos tres componentes de la festividad litúrgica de hoy nos aparecen como muy lejanos, extraños, tal vez irrelevantes para nuestra vida… tanto por el lenguaje que en que son expresados, como por el «imaginario religioso» al que pertenecen…

Pero, por otra parte, hoy es también el primer día del año civil, «¡Año Nuevo!», y la Jornada Mundial por la Paz, celebración esta que, aunque originalmente procede una iniciativa eclesiástica católica, ha alcanzado una notable aceptación en la sociedad, gozando ya de un cierto estatuto civil.

Como se puede ver, pues, hay una buena distancia entre la conmemoración litúrgica y los motivos «modernos» de celebración. Esta distancia, que se repite en otras fechas, con bastante frecuencia, habla por sí misma de la necesidad de «actualizar» el calendario litúrgico, y, mientras esa tarea no sea acometida oficialmente por quien corresponde, será preciso que los agentes de pastoral tengan creatividad y audacia para reinterpretar el pasado, abandonar lo que está muerto, y recrear el espíritu y a veces la letra misma y los símbolos de las celebraciones.

Pero veamos en primer lugar los textos bíblicos que la ordenación litúrgica posconciliar nos deparó.

Nm 2,22-27 es la llamada bendición aaronítica (de Aarón), porque se afirma que Dios la reveló a Moisés para que éste a su vez la enseñara a Aarón y a sus hijos, los sacerdotes de Israel, para que con ella bendijeran al pueblo. Seguramente fue usada ampliamente en el antiguo Israel. Incluso se ha encontrado grabada en plaquetas metálicas para llevar al cuello, o atada de algún modo al cuerpo, como una especie de amuleto. Arqueológicamente dichas plaquetas datan de la época del 2º templo, es decir, del año 538 AC en adelante. Bien nos viene una bendición de parte de Dios al comenzar el año: que su rostro amoroso brille sobre todos nosotros como prenda de paz. La paz tan anhelada por la humanidad entera, y lamentablemente tan esquiva. Pero es que no basta con que Dios nos bendiga por medio de sus sacerdotes. No basta que él nos muestre su rostro. Aquí no se trata de bendiciones mágicas sino de un llamado a empeñarnos también nosotros en la consecución y construcción de la paz: con nosotros mismos, en nuestro entorno familiar, con los cercanos y los lejanos, con la naturaleza tan maltratada por nuestras codicias; paz con Dios, Paz de Dios.

Buen comienzo del año éste de la bendición. El refrán popular ha consagrado ese deseo de “volver a comenzar” que sentimos todos al llegar esta fecha: “Año nuevo, vida nueva”. Uno quisiera olvidar los errores, limpiarse de las culpas que molestan en la propia conciencia, estrenar una página nueva del libro de su vida, y empezarla con buen pie, dando rienda suelta a los mejores deseos de nuestro corazón… Por eso es bueno comenzar el año con una bendición en los labios, después de escuchar la bendición de Dios en su Palabra.

Bendigamos al Señor por todo lo que hemos vivido hasta ahora, y por el nuevo año que pone ante nuestros ojos: nuevos días por delante, nuevas oportunidades, tiempo a nuestra disposición… Alabemos al Señor por la misericordia que ha tenido con nosotros hasta ahora. Y también porque nos va a permitir ser también nosotros una bendición en este nuevo año que comienza: bendición para los hermanos y bendición para Dios mismo. Año nuevo, vida nueva, bendición de Dios.

Gál 4,4-7 es una apretada síntesis de lo que Pablo nos enseña en tantos otros pasajes de sus cartas. En primer lugar, nos dice que el tiempo que vivimos es de plenitud, porque en él Dios ha enviado a su Hijo, no de cualquier manera, sino «nacido de mujer y nacido bajo la ley», es decir, semejante en todo a nosotros, en nuestra humanidad y en nuestros condicionamientos históricos. Pero este abajamiento del Hijo de Dios, nos ha alcanzado la más grande de las gracias: la de llegar a ser, todos nosotros los seres humanos, sin exclusión alguna, hijos de Dios, capaces de llamarlo «Abba», es decir, Padre. Nuestra condición filial fundamenta una nueva dignidad de seres humanos libres, herederos del amor de Dios. Parecerían hermosas palabras, nada más, frente a tantos sufrimientos y miserias que todavía experimentamos, pero se trata de que pongamos de nuestra parte para que la obra de Jesucristo se haga realidad. Se trata de que nos apropiemos de nuestra dignidad de hijos libres, rechazando los males personales y sociales que nos agobian, luchando juntos contra ellos. Esto implica una tarea y una misión: la de hacernos verdaderos hijos de Dios, a nosotros y a nuestros hermanos que desconocen su dignidad.

Nacido de mujer, nacido bajo la ley, nos recuerda Pablo (Gál 4,4). Nació en la debilidad, en la pobreza, fuera de la ciudad, en la cueva, porque no hubo para ellos lugar en la posada… Nace en la misma situación que el conjunto del pueblo, los sencillos, los humildes, los sin poder.

Este nacimiento real y concreto es asumido por Dios para abrazar en el amor a todos los que la tradición había dejado fuera. Es la visita real de aquel que, por simple misericordia, nos da la gracia de poder llamar a Dios con la familiaridad de Abba -“papito”- y la posibilidad de considerar a todos los hombres y mujeres hermanos muy amados.

En Jesús, nacido de María -la mujer que aceptó ser instrumento en las manos de Dios para iniciar la nueva historia- todos los seres humanos hemos sido declarados hijos y no esclavos, hemos sido declarados coherederos, por voluntad del Padre. La bendición o benevolencia de Dios para los seres humanos da un gran paso: Dios ya no bendice con palabras, ahora bendice a todos los seres humanos y aun a toda la creación, con la misma persona de su Hijo, que se hace hermano de todos. Y nadie queda marginado de su amor.

“Ha aparecido la bondad de Dios” en Jesús, y es hora de alegría estremecida, para hacer saber al mundo -y a la creación misma- que Dios ha florecido en nuestra tierra y todos somos depositarios de esa herencia de felicidad.

Lc 2,16-21, en el lenguaje «intencionado» que por ser un género literario (“evangelio de la infancia”) utiliza con sus signos, Jesús no nace entre los grandes y poderosos del mundo sino, muy en la línea de Lucas, entre los pequeños y los humildes; como los pastores de Belén, que no son meras figuras decorativas de nuestros «belenes», pesebres o nacimientos, sino que eran, en los tiempos de Jesús, personas mal vistas, con fama de ladrones, de ignorantes y de incapaces de cumplir la ley religiosa judía. A ellos en primer lugar llaman los «ángeles» a saludar y a adorar al Salvador recién nacido. Ellos se convierten en pregoneros de las maravillas de Dios que habían podido ver y oír por sí mismos. Algo similar pasa con María y José: no eran una pareja de nobles ni de potentados, eran apenas un humilde matrimonio de artesanos, sin poder ni prestigio alguno. Pero María, la madre, «guardaba y meditaba estos acontecimientos en su corazón», y seguramente se alegraba y daba gracias a Dios por ellos, y estaba dispuesta a testimoniarlo delante de los demás, como lo hizo delante de Isabel, entonando el Magníficat.

Todo ello dentro de una composición teológica más elaborada de lo que su aparente ingenuidad pudiera insinuar. En todo caso, la simplicidad, la pobreza, la llaneza del relato y de lo relatado casan perfectamente con el espíritu de la Navidad.

La «maternidad divina de María», motivo oficial de la celebración litúrgica de hoy, y uno de los tres «dogmas» marianos -si se puede hablar así-, es una formulación que hace tiempo «chirría» en los oídos de quien la escucha desde una imagen de Dios adulta y crítica. Como ocurre con tantos otros «dogmas» y tradiciones tenidas como tales, el pueblo cristiano las ha amalgamado fantásticamente con los evangelios, llegando a pensar que provienen directamente del evangelio.

Pablo no conoció a Jesús, ni tampoco se encontró con María. El versículo Gál 4,4 que hoy leemos, es «todo lo que Pablo dice de María». Ni siquiera cita su nombre. En el cristianismo, la maternidad divina de María es, claramente, una construcción eclesial: ni los evangelios ni Pablo saben nada de ella, y no será formulada ni «declarada» hasta el siglo V.

En este contexto, es importante desempolvar y recordar la historia de tal «dogma», con la conocida «manipulación» del concilio de Éfeso, en el año 431, cuando Cirilo de Alejandría forzó y consiguió la votación antes de que llegaran los padres antioqueños, que representaban en el Concilio la opinión contraria. Se dice que el Pueblo cristiano acogió con entusiasmo esta declaración mariana, pero hay que añadir que se trata de los habitantes de Éfeso, la ciudad de la antigua «Gran Diosa Madre», la originaria diosa-virgen Artemisa, Diana… La fórmula de Éfeso, en cualquier caso, ha sido siempre tenida como sospechosa de concebir la filiación divina y la encarnación en términos «monofisitas», que hasta cosifican a Dios, como si se pudiera procrear a Dios y no más bien a un hombre en el que, en cuanto Hijo de Dios, Dios mismo se nos hace patente a la fe… (Nos estamos refiriendo a lo que dice Hans Küng, en Ser cristiano, Cristiandad, Madrid 1977, pág. 584ss).

El título «madre de Dios» no es bíblico, como es sabido. Para el evangelio María es siempre, nada más y nada menos que «la madre de Jesús», un título tan entrañable, real e histórico, que acabará sepultado y abandonado en la historia bajo un montón de otros títulos y advocaciones construidos eclesiásticamente. San Agustín (siglos IV y V) todavía no conoce himnos ni oraciones ni festividades marianas. El primer ejemplo de una invocación directa a María lo encontramos en el siglo V, en el himno latino Salve Sancta Parens.

La Edad Media europea dará rienda suelta a su imaginario teológico y devocional respecto de María. Mientras los primitivos Padres de la Iglesia todavía hablan de las posibles imperfecciones morales de María, en el siglo XII aparece la opinión de su exención del pecado, tanto del personal como del «original». En el mismo siglo XII aparece el Avemaría. El ángelus en el XIII. El rosario en el XIII-XIV. El mes de María y el mes del rosario en el XIX-XX. Los puntos culminantes de esta evolución serán la definición de la «inmaculada concepción de María» (1854, por Pío IX) y la definición de la «asunción de María en cuerpo y alma al cielo» (1950, por Pío XII). Momentos finales de este apogeo mariano son la «consagración del mundo al Corazón de María» en 1942 y 1954, por Pío XII.

Pero todo este marianismo remitió con sorprendente rapidez con el Concilio Vaticano II, que renunció a nuevos «dogmas» y desechó la anterior mariología «cristotípica» (característica de la escuela mariológica española preconciliar), dando paso a una comprensión mariológica mucho más sobria, bíblica e histórica, en la línea «eclesiotípica» (de la escuela alemana principalmente). Aunque la veneración a María (hyper-dulía), superior a la tributada a los santos (dulía), siempre fue distinguida teóricamente de la dada a Dios (latría), lo cierto es que en la religiosidad popular muchas veces María fungió como un verdadero «correlato femenino de la divinidad», y su condición de criatura, de discípula de Jesús y miembro de la Iglesia casi fueron olvidadas (en forma paralela a lo que ocurrió con Jesús respecto de su humanidad).

Hoy, la imagen conciliar de María que la Iglesia tiene es la de «la madre de Jesús», desmitificada, despojada de tantas adherencias fantásticas como se le habían puesto encima a lo largo de la historia: María es una cristiana, muy cercana a Jesús, una «discípula» suya, un destacado miembro de la Iglesia: la «madre de Jesús», en un título insustituible que le da el mismo evangelio, y a cuyo uso muchos creyentes vuelven en la actualidad, prefiriéndolo al creado en el siglo V. La Constitución dogmática Lumen Gentium, del Concilio Vaticano II, en su capítulo octavo (nn. 52-69) ofrece todavía la mejor síntesis de la mariología para nuestros tiempos. El Concilio Vaticano II nos sigue marcando el camino, también en mariología. A la hora de predicar sobre María, debemos remitirnos, necesariamente, a ese capítulo octavo de la Lumen Gentium.

Concluimos. Seguimos estando en tiempo de Navidad, tiempo en el que la ternura, el amor, la fraternidad, el cariño familiar… se nos hacen más palpables que nunca. La ternura de Dios hacia nosotros, que se expresó en el niño de Belén, inunda nuestra vida, en las luces de colores, los adornos navideños, los villancicos y las reuniones familiares. Todo ayuda a ello en este tiempo todavía de Navidad. Dejemos recalar estos sentimientos en nuestro corazón, para que perduren a lo largo de todo el año.

Al comenzar el año, al poner el pie por primera vez en este nuevo regalo que el Señor nos hace en nuestra vida, vamos a agradecerle con todo el corazón la alegría de vivir, la oportunidad maravillosa que nos da de seguir amando y siendo amados, y la capacidad que nos ha dado para cambiar y rectificar.

Otro enfoque válido y provechoso de la homilía podría orientarse hacia el tema de la Jornada Mundial de la Paz… así como hacia el hecho del Año Nuevo, que si bien es algo simplemente convencional, astronómicamente insignificante, tiene el valor simbólico inevitable y profundo de recordarnos el inexorable paso del tiempo… Leer más…

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A nuestra imagen y semejanza

Domingo, 1 de enero de 2017
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cristo-en-casa-de-sus-padres-millais-1¿Un Dios nacido en las cadenas de producción y montaje de la Factoría Humanidad?  (Klaas Hendrikse)

1 de enero Octava de la Navidad

Gál 4, 4-7 Envió Dios a su Hijo, nacido de mujer

Lc 2, 16-21

Al verlo, les contaron lo que les habían dicho del niño. Y todos los que lo oyeron se asombraban de lo que contaban los pastores

Los Reyes Magos saben de Jesús, según el relato evangélico de Lucas, lo que los demás les habían dicho. Y cuantos lo oyeron se asombraban de lo que contaban los pastores. Las Biblias de todas las religiones son escritos de pluma y pensamiento humano. En su libro Croire en un Dieu qui n’existe pas, Klaas Hendrikse (1947) afirma que Todo lo que se dice de Dios procede del hombre. De ahí términos como todopoderoso, eterno, omnipresente, creador. Un camino que no parece adecuado: partir de Dios para llegar al hombre. Lo idóneo es lo contrario: partir del hombre para llegar  a Dios. De nosotros, de la vida, de las experiencias de la gente. De la necesidad de la mente humana batallando por configurarle a nuestra imagen y semejanza y no al contrario, como se afirma en el Génesis 1, 26.

Este pastor protestante de la parroquia holandesa de Middelburg y que subtitula su obra Manifeste d’un pasteur athée, añade en su obra esta frase: ¿Un Dios nacido en las cadenas de producción y montaje de la Factoría Humanidad? La Reverenda Kirsten Slattennar, líder de la misma iglesia (la Iglesia del Éxodo) piensa igual que Klass cuando, refiriéndose a Jesús, rechaza la idea central para el Cristianismo de que era divino y humano a la vez. Y manifiesta: “Creo que ‘Hijo de Dios’ es una especie de título. No creo que fuera un dios o mitad dios. Yo creo que era un hombre, pero era un hombre especial”. Posición doctrinal defendida ya por el arrianismo en el siglo IV.

Conocido es el texto del poeta y filósofo griego Jenófanes (570-475 a.C.) sobre cuestiones teológicas: “Chatos, negros: así ven los etíopes a sus dioses. De ojos azules y rubios: así ven a sus dioses los tracios. Pero si los bueyes, caballos y leones tuvieran manos, manos como las personas para dibujar, para pintar, para crear una obra de arte, entonces los caballos pintarían a los dioses semejantes a los caballos, los bueyes semejantes a los bueyes, y a partir de sus figuras crearían las formas de los cuerpos divinos según su propia imagen: cada uno según la suya”.

¿Cuándo se cambiará el rimbombante “Palabra de Dios” del final de la lectura del evangelio dominical, por un sencillo y respetuoso silencio?

Pedro Casaldáliga (1928), pensador, poeta y obispo de Sao Félix de Araguala, Brasil,  nos señala en sus versos que lo importante es vivir en esta tierra nuestra.

POEMAS (Fragmentos)

“¿Por dónde iréis hasta el cielo
si por la tierra no vais?
¿Para quién vais al Carmelo
si subís y no bajáis?”

(Salmos de vigilia)

“Esta es la tierra nuestra
…la tierra de los hombres
que caminan por ella
a pie desnudo y pobre.
Que en ella crecen, de ella,
para crecer con ella,
como troncos de espíritu y de carne.”

(Tierra nuestra, libertad)

Vicente Martínez

Funte Fe Adulta

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Nacer entre pastores: Un escándalo

Domingo, 1 de enero de 2017
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b3ae2b1ff554a163cc0a9a4d283094e6Lc 2, 16-21

El texto del evangelio de este domingo no es la crónica de un suceso. Si fuera así, nos quedaríamos indiferentes, porque se trataría de un hecho que ocurrió hace dos mil años. Ha pasado mucho tiempo.

San Lucas ofrece una catequesis, una interpretación teológica, que fue una Buena Noticia en su tiempo. ¿La percibimos hoy como Buena Noticia?

Empezamos por recrear el texto para acercarnos a la realidad social de los pastores en tiempos de Jesús.

Una noche más, los pastores de Belén pasan la noche al raso, reunidos junto al fuego. El cielo está repleto de estrellas. Ellos charlan, mientras aguardan con paciencia a que Tomás acabe de hacer las sopas, para tomar un tazón bien lleno y entrar en calor.

– ¡Qué vida tan dura la nuestra! Cuidamos los rebaños ajenos y a cambio solo recibimos la comida de cada día. ¿Cuándo cambiará nuestra suerte?

– Hace falta que llegue el Mesías para liberarnos de los romanos.

– Es verdad, pero ¿quién nos libra de los avaros que nos oprimen? Si las tierras y la riqueza estuvieran mejor repartidas podríamos tener nuestros propios rebaños.

– El Mesías se ha olvidado de nosotros. Hace siglos que lo esperamos y no llega.

– ¿Creéis que si viniera se iba a acordar de un grupo de pastores? No os hagáis ilusiones.

– Claro que se acordará. Los profetas anunciaron que llegaría un buen pastor para Israel.  

– Eso fue hace siglos. Ahora los pastores somos considerados gentuza. Todo el mundo nos desprecia y nos llama ladrones.

– No entienden que a veces nos llevamos un cordero a casa porque tenemos que alimentar a nuestra familia. Si los dueños lo comprendieran no tendríamos que robarlos del rebaño, nos lo darían, que nuestro trabajo lo merece.

– Y si un día viene  el Mesías ¿en qué lugar creéis que nacerá?

– Yo creo que en Jerusalén. Es la ciudad santa y ahora lo romanos la han llenado de basura. Que empiece a liberar a su pueblo en Jerusalén.  

– Allí no durará mucho, los romanos se encargarán pronto de hacerlo desaparecer, como han hecho con tantos jóvenes de nuestros pueblos, a los que han crucificado por protestar. ¿Qué hemos hecho para estar dominados desde hace siglos por pueblos extranjeros?

– Yo creo que debería nacer en Belén, porque es la ciudad del rey David y el Mesías es su descendiente; así lo dice la Escritura.

De repente, el anciano Melquisedec dio un grito, mientras señalaba con la mano en dirección a Belén:

– Mirad, mirad, ha habido un resplandor. Como si una estrella fugaz hubiera pasado sobre el pueblo, iluminándolo todo.

– Yo no he visto nada. Creo que tienes mucha hambre y ves visiones. En cuanto estén las sopas,  tomate un buen cuenco.

 – Os he dicho que he visto algo. No me voy a quedar aquí sentado. ¿Y si es una señal del cielo?

 El anciano se levantó y se puso a caminar en dirección al pueblo. Poco a poco se fueron levantando otros pastores y le siguieron, hasta que el grupo se perdió de vista en la oscuridad de la noche.

Al día siguiente, la expresión de sus rostros daba fe de que algo había ocurrido esa noche en Belén.

——————

San Lucas intercala en su evangelio multitud de señales. Aparentemente son signos sin importancia. Ni siquiera hace falta que sean datos históricos, esas señales son catequesis, interpretaciones teológicas muy sugerentes.

Una señal es Belén. Los otros tres evangelistas no se detienen en este dato. Para Lucas es el único lugar apropiado para situar el nacimiento, porque era la ciudad del rey David y Jesús era de su linaje.

La segunda señal consiste en situar el nacimiento de Jesús junto a los pastores, uno de los colectivos más empobrecidos y marginados de su tiempo. No sólo es una señal, sino un escándalo. Las  condiciones laborales de los pastores eran tan duras que tenían que recurrir a la picaresca para sobrevivir.

Los “sabios de este mundo” estaban en Jerusalén, leyendo e interpretando las Escrituras, sin percatarse del profundo cambio que ocurría en la humanidad.

Un colectivo marginado ve una señal, se levanta para ir a buscar, corre, mira, escucha, interpreta, responde, alaba a Dios y da testimonio de “todo lo que ha visto y oído”. Los pastores, marginados, se convierten en testigos. Estupenda lección de teología y de catequesis que debería interrogarnos hoy.

A los ocho días había que circuncidar a Jesús. No deja de ser curioso que una pequeña intervención, que facilitaba la higiene y la salud de los varones, se había convertido en la señal por excelencia de pertenencia a un pueblo. Y esa señal, que no podían tener las mujeres, conlleva desde hace siglos privilegios y poder en el ámbito judío.

Vamos a dar un paso más: quitamos  el envoltorio “inocente” del texto, para buscar la Buena Noticia que se anunció;  y traducimos hoy esa novedad para nuestro mundo.

Me atrevo a traducirla así: Jesús apostó de tal modo por los colectivos marginados de su tiempo que al narrar su nacimiento lo sitúan ya en esa perspectiva. Al ser circuncidado se convirtió en un hijo de la ley, en un varón judío con las prerrogativas de su tiempo. Pero con sus palabras y sus hechos se fue desmarcando de los privilegios que le otorgaba la circuncisión para vivir con plenitud como hijo del Abbá, despertarnos la filiación y acompañarnos en el proceso de crecer como hijos e hijas de Dios.

Marifé Ramos González

Fuente Fe Adulta

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La estrella

Jueves, 29 de diciembre de 2016
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375_0_estrella-belen-portada1Del blog de José Arregui:

Amiga, amigo: ¡Feliz Navidad! O, si prefieres, feliz solsticio de invierno: la noche empieza a acortarse en nuestro hemisferio Norte, aunque sucede justo lo contrario en el hemisferio Sur. El Sol que muere nace y muere y renace. Cuando unos lo vemos ascender en el cielo, otros lo ven descender, pero a todos los vivientes nos regala su energía, aliento vital, de día y de noche, de solsticio en solsticio y de equinoccio en equinoccio. Loado seas, hermano padre Sol con nuestra hermana madre Tierra.

Es imagen de la Vida que no nace ni muere, que ES “en el principio”, mucho antes que el Sol y todas las estrellas, “antes” de todo antes y después, en lo más profundo del presente. Lo llamamos “Dios” y no sabemos decir qué es, sino que ES, y solo lo podemos decir con imágenes torpes. Es Espíritu o Aliento, Impulso, Eros o Amor infinito, Presente o Presencia absoluta. No es nadie ni nada que tenga forma, pero es Todo en todas las formas. Es Yo/Tú, Él/Ella, Nosotros/Nosotras. Es Palabra, Relación, Comunión universal. Es creatividad infinita. Es infinita bondad creadora, que se manifiesta en todo lo que es bueno o para bien, en todos los seres, en todos los vivientes, en todos los humanos. Es el Sol que renace cada día en el fondo de tus sombras, como en el solsticio de invierno.

Míralo, agradécelo, déjate alumbrar. Y, en tu pobreza, encárnalo, sé lo que eres: compadece, acompaña, consuela, subvierte. Así lo encarnó Jesús de Nazaret, hijo de María y de José, o hijo del Espíritu de la Vida, como todo viviente. Fue un profeta bueno y subversivo de una aldea oscura en un rincón de Palestina hace 2000 años. Llegó a ser lo que era. Creyó en la bondad, activó la esperanza, anunció la liberación a todos los oprimidos, curó enfermos de alma y de cuerpo, hizo frente a la autoridad religiosa y al poder imperial. Fue libre y bueno. Fue feliz, porque tuvo entrañas. No fue perfecto (¿qué es eso?), sino humano, hecho de arcilla frágil e inacabada, como tú y como yo. En la bondad de su humanidad inacabada, encarnó a Dios, el Misterio de la Vida, en forma a la vez parcial y plena, pues en la parte se halla el Todo. Algunos hombres y mujeres, al verlo, como los magos de Oriente perdidos en el camino, se dijeron: “Hemos encontrado la estrella que nos guía”. Y lo siguieron.

Nos lo cuentan los evangelios, sean canónicos o apócrifos. Pero todo eso no es historia, dirán muchos, sino leyendas de fe. Tienen razón en buena parte. El Jesús de los evangelios es una figura profundamente recreada por la fe de sus discípulas y discípulos. No sabemos, por supuesto, en qué día nació. Solo en el siglo IV se estableció en la mayoría de las iglesias la celebración de su natividad el 25 de diciembre, al final de las fiestas del solsticio.

Y es lógico, pues ese día celebraban los romanos el nacimiento del sol y de Apolo, los mitraicos el nacimiento de Mitra, los germanos el de Frey (y luego los aztecas el de Huitzilopochtli, los incas el de Inti…). Los nombres son distintos, pero la luz es la misma. La luz que brota del fondo de todo, que nos infunde el calor de la vida, y que nosotros hemos de encender. No hay nada más verdadero.

No importa el día en que nació Jesús, sino la figura luminosa que los evangelios presentan, la del hombre libre y hermano. Diré más: ni siquiera importaría que nada de lo que nos cuentan dichos evangelios, de manera por cierto tan distinta y a veces contradictoria, sea propiamente histórico. Lo que importa, al final, es que se abran los ojos para verlo todo de manera nueva, para ser lo que fue Jesús, lo que somos de verdad.

Lo más real de Jesús no son los dichos y hechos que pudieran probarse como históricos, sino la hondura de la Vida que le hizo y nos hace más libres y humanos. Solo puede decirse en parábolas, poemas y evangelios. El anuncio de un ángel a María y a José y a los pastores de Belén, el nacimiento virginal, el viaje de los magos guiados por la estrella que aparece y desaparece… nunca sucedieron como hechos históricos, como no sucedieron la multiplicación de los panes o la resurrección física con la tumba vacía y tantas cosas más. Pero ¿hay algo más real que “eso indecible” que nos quieren narrar?

¿Qué es eso? Es lo que narra el mito, sugiere el poema, sueña el niño, anuncia el profeta, emprende el rebelde. La bondad creadora: he ahí la estrella.

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Claroscuro.

Domingo, 18 de diciembre de 2016
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CLAROSCURO

Claroscuro del sentido,
claroscuro de la fe.
Creo la luz que se ve,
veo el misterio escondido.
Claroscuro voy perdido
de belleza y de verdad.
Sombras, decidme. Callad,
luces sabidas. Creer
es la manera de ver
total la realidad.

*

Pedro Casaldáliga,
El Tiempo y la Espera. Ed Sal Terrae, 1986

***

El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo:

“José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados.”

Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por el Profeta:

“Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa “Dios-con-nosotros”.”

Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y se llevó a casa a su mujer.

*

Mateo 1,18-24

***

***

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Madre del Mundo Nuevo

Jueves, 8 de diciembre de 2016
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MADRE DEL MUNDO NUEVO

Estamos otra vez en el Principio.
Dios quiere hablar y el aire se acrisola.
Como un niño, en la sangre, nace el mundo;
y del caos emerge la Esperanza, con sus flores salvadas de la muerte.
(Este ramo de olivo que crece en tus pisadas, paloma de Sus Ojos,
tendrá toda la Tierra penitente para echar las raíces…).

Aún no mugía el mar, ni tendía sus lonas el cielo por los montes,
y tú jugabas ya -la consentida- en la plaza infinita de Sus Manos:
primera siempre al mimo de Su Gozo…
Si estamos otra vez en el Principio, tendrás que amanecer: el Mundo Nuevo
necesita la puerta de tu seno para llegar incólume,
(Belén se apuesta siempre detrás de tus espaldas).

Mientras los hombres buscan sus tesoros piratas -¡los bajeles perdidos de sus rutas sin norte!-,
un día, inesperado, tú surges de las simas del Paranagua, viva,
como un tesoro tierno a la memoria,
antigua de ternura y de favores, coronada de espuma de sorpresas,
con el Niño en los brazos, ofrecido…
La Tierra está en mantillas, dormida en tu regazo.

La Europa verdadera, como un cruzado loco que vuelve escarmentado
de tantas aventuras,
espera tu venida junto a Chartres y en la umbría sagrada de Einsiedeln.
Los almendros latinos aún tienen primavera para acoger tus plantas.
Todavía hay pastores y un buey manso en la cumbre.
¡Todo el cuerpo de Europa se ha hecho gruta, en la herida,
para enmascarar la luz de tu presencia!

América sacude sus pañales, con un grito rebelde, contra el mar transitado,
pero en su boca niña balbucea, cantando, tu nombre, Guadalupe,
y late la manigua como un puerto que siente tu llegada:
-¡Vendrá Santa María, libre de carabelas!
Como una diosa estéril y fecunda, empapada en la lluvia de la Espera,
como una cruz cansada de martirio,
Asia cruje, sangrando por sus lotos…
¡Pero el bambú ya ensaya cañas de profecía detrás de las Comunas;
la Luna sabia sigue tus pies para calzarte,
y en la liturgia hindú llama a tu Hijo el arpa de Tagore y de los parias!

Mientras llegan los sueños en cayuco inestable,
y acosada por todos los pájaros secretos que hierven en la selva con la noche,
Africa arrulla, alborotadamente, sus veinte cunas nuevas.
Se quiebran sus tambores en parches de alegría
y las lanzas preguntan por la aurora:
¡porque el mar no termina en la mirada!
Y danzan sus miningas, con las anillas rotas,
enarbolando el sol entre las risas,
¡porque hay una Mujer sobre las chozas, detrás de las estrellas,
con el sol en los hombros, como un clote!
Con los sueños que llegan en cayuco inestable, arriba el Evangelio mecido por tus manos;
llegan tus manos fieles, con la Paz en la proa.

Neófitas de sal y de promesas, las Islas balbucientes acuden al marfil de tu garganta,
con un abrazo tenso de siglos de impaciencia, seguras del Encuentro.

¡Todos los meridianos se enhebran en la rosa de tu Nombre…!

Estamos otra vez en el Principio
y nace el mundo, nuevo, del seno de tu Gracia,
hermosamente grande y sin fronteras.
¡Que callen los profetas fatídicos! Cabemos
todos juntos, hermanos, en la mesa que el Padre ha abastecido.
¡Que calle todo miedo, para siempre!

Los átomos dispersos se engarzarán, sumisos, en tu manto;
y el cielo, descubierto en mil caminos,
se hará pista a tus viajes de ¡da y vuelta -de Dios hasta los hombres-,
¡nostalgia nuestra, Asunta!

…Dios llega al aeropuerto de la Historia;
a tiempo en todo Tiempo, el heredado pulso de tu sangre.

Los sellos del Concilio acuñan tu figura sobre la piel lavada de la Iglesia,
y llega una corona de voces alejadas, en pleamar dichosa,
al pie de tu Misterio…

Estamos otra vez en el Principio y ha empezado tu era:
¡por derecho de Madre tú patentas la luz amanecida!

*

Pedro Casaldáliga
“Llena de dios, y tan nuestra”. Antología mariana

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Lutero y la Virgen María, el Magnificat (con E. Tourón)

Sábado, 5 de noviembre de 2016
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imagesDel blog de Xabier Pikaza:

Quiero recordar, con cierta anticipación, dos fechas importantes en mi vida. (a) Una es la muerte de mi amigo y colega Eliseo Touron del Pie, hace 20 años. (b) Otra es el quinto centenario del comienzo de la Era Protestante, con M.Lutero (hace quinientos años). Ambas se vinculan en María, y más en concreto en el Magnificat.

1. Eliseo Tourón del Pie falleció el 27 de diciembre de 1996, en plena madurez, siendo decano de la Facultad de Teología de San Dámaso de Madrid, tras unos años de sufrimiento de enfermedad y teología, el que tuve la suerte y privilegio de acompañarle con gran intimidad.

2. Martín Lutero, que era monje agustino, publicó el año 1517 sus famosas tesis la justificación, las indulgencias y la reforma de la Iglesia. Fueron en un plano desafortunadas, por la ruptura que surgió tras ellas. Fueron en otro muy afortunadas, porque abrieron y siguen abriendo un camino de reflexión y reforma para las iglesias (incluso, y en especial, para las de tipo luterano).

Anticipándome a las fechas, quiero recoger hoy un trabajo de Eliseo Tourón sobre El Magnificat en Lutero (Ephemerides Mariologicae 44 (1994) 371-390). Le acompañé a pensarlo e incluso a perfilarlo, de manera que lo considero mío (siendo totalmente suyo). Conservo un borrador texto y así lo quiero publicar (sin notas eruditas), por tres motivos:

a) Por recordar al entrañable amigo y profesor Tourón del Pie, ahora que van a cumplirse los veinte años de su muerte, tras una vida rica en docencia y humanidad en Roma, Poio, Salamanca y Madrid (San Dámaso).

(b) Por anticipar las celebración conjunta de los 500 años de la Reforma Protestante, que no ha culminado todavía, no ha cumplido todas sus promesas, ni ha logrado conducirnos a un diálogo más fuerte, a un compromiso más sincero de todos los cristianos.
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(c) Por retomar con Lutero y Tourón el signo de María, la primer cristiana de la historia. Tourón fue amigo del alma, estudioso de María. Lutero sigue siendo profeta en teología, y así quiero recordarle con Tourón, retomando su comentario al Magnificat de María,Madre de Jesús, el canto de los pequeños que aman a Dios y creen en el poder de su brazo.

Todo lo que sigue es básicamente de Eliseo Tourón de Pie, todo ello quiere ser un recuerdo y homenaje de Lutero. El trabajo es algo complejo, en sus dos primeras partes. El lector menor interesado puede pasarlas por alto, para ir a la tercera donde se expone más cordialmente el “calor mariano” del comentario de Lutero.

LUTERO Y EL MAGNIFICAT DE MARÍA
(E. Tourón del Pie, ApMar 44 (1994) 371-390)

El comentario de Lutero al Magnificat es un comentario bíblico-teológico-espiritual ceñido al texto lucano (cf. Lc 1, 46-55).

Los tres aspectos (bíblico, teológico y espiritual) de su exégesis son inseparables. El primero marca la pauta a los otros dos. Pero no es menos cierto que la postura teológica de Lutero, elaborada a la luz de su experiencia religiosa de la torre (Turmerlebnis) -la experiencia de la sola iustitia Dei por la sola fides en Jesucristo sin las obras de la ley- configurará y condicionará su misma exégesis y espiritualidad. De ella vendrá sus luces y sus sombras, su grandeza y sus límites.

También hay que conceder un margen de confianza a que el texto bíblico hable elocuentemente en Lutero desbordándolo y sorprendiéndolo. Este es el caso del Magnificat que además junta una doble virtud:

— por una parte, se ciñe a la riqueza, expresividad y sobriedad evangélicas del texto neotestamentario tan del gusto de Lutero

— y por otra se combina admirablemente con una piedad evangélica al mismo tiempo que conserva algunas reminiscencias católicas no abandonadas del todo. Esto obliga a verlo como el comentario bíblico mariano de Lutero más representativo, ecuánime y ecuménico de toda la evolución de Lutero sobre María. Punto de partida obligado dentro de su gran teología y cristología soteriológica, pero no inmóvil sino dinámico.

El comentario lo podemos dividir en dos partes, aunque Lutero no haya señalado esas fisuras dado que comenta versículo tras versículo en una lectio continua. En la primera, que corresponde a los primeros versículos, podríamos encontrar los verdaderos principios hermenéuticos que dirigen y orientan su exégesis. Y en la segunda parte que se inicia con la enumeración de las obras de Dios (magnalia Dei), cantadas por María en antítesis y en inversión escatológica con las obras de los hombres soberbios-poderosos-ricos, encontraríamos su aplicación y verificación.

1. Principio teológico: el Dios creador-salvador “mira hacia abajo” (“In-die-Tiefe-sehen”).

Dios se fija en la nada, en lo que está muerto, lo insignificante, menospreciable y pecador. Todo esto lo hace para que se resalte, según Lutero, el solus Deus, solus Christus.

Por el contrario, se opone al principio antropológico del hombre en pecado que “mira hacia arriba”(herabsehen),busca el poder, la gloria, la riqueza , su propia salvación. Todo ello denota soberbia, orgullo, idolatría. Esto corresponde a lo que H. Düffel, uno de los mejores comentaristas luteranos, dice que el comentario del Magnificat está fijado “entre la doctrina teológica luterana de la creación y de la salvación”. No se trata de “una mariología conclusa” (keine abschliessende Mariologie), sino de “un ejemplo de la nada humana” (ein Exempel menschlicher Nichtigkeit) que mira exclusivamente hacia la gracia de Dios.

Asi se pone de manifiesto el primado teológico del solus Deus (Allein Gott) (cf. H. DUEFFEL, Luthers Stellung zur Marienverehrung. (Göttingen 1968) pp. 114 y 127. El comentario del Magníficat se sitúa :” nach der Auffasung Luthers über Gott und die Geschichte und der Stellung von Schöpfungs- und Erlösungwerk” (p.114).

En este sentido establece Lutero :”Porque lo mismo que al comienzo de la creación hizo el mundo de la nada (por eso se le llama creador y omnipotente), de la misma forma seguirá actuando hasta el final de los tiempos de tal suerte, que lo inexistente, lo insignificante, lo menospreciado, lo miserable y lo que está muerto lo trueque él en algo precioso, honorable, dichoso y viviente. Y por el contrario, todo lo precioso, honrado, dichoso y viviente lo transforma en nonada, pequeñez y despreciado, miserable y perecedero” (Magnificat.178).

((Hemos manejado y citamos por la traducción y edición española del Magnificat que se encuentra en las Obras de Lutero, preparadas por Teófanes Egido, Ediciones Sígueme (Salamanca 1977) pp. 177-204. De aquí en adelante aparecerá simplificado el título de la obra: Magnif. y a continuación la página.).

1. INTRODUCCIÓN, SOLO DIOS, SOLO CRISTO. POCO LUGAR PARA MARÍA
Dios mira la bajeza de las criaturas

Para ello aduce Lutero textos de la Escritura (Dan 3,55;Sal 138,6; 113,5-6 etc.) en apoyo como es habitual en él, pero en favor de su doctrina sobre el modo propio de crear Dios de la nada (Nichtigkeit) y de mirar la bajeza (Niedrigkeit) de toda criatura, incluida María. La obra que Dios hizo en ella, la divina maternidad de engendrar a su Hijo, no vino preparada por las virtudes de María ni fue esperada por ella dada su humildad. En el momento en que Dios se fija en ella, por más Virgen pura y humilde que fuera, pertenecía a “una cepa muerta” (el tronco de Jesé):

“Justamente como una cepa muerta, que no dejaba sospechar ni esperar que de ella pudiera brotar un nuevo rey de tan elevado rango. Y precisamente entonces, cuando esta falta de vistosidad había tocado su punto máximo, llega Cristo para nacer de esta menospreciada estirpe, de esta insignificante y pobre mozuela; el renuevo y la flor brotan de una persona a la que las hijas de los señores Anás y Caifás no hubieran creído digna de ser su más humilde criada. De esta suerte las obras y mirada de Dios tienden hacia la bajura, las de los hombres, sólo hacia las alturas” (Magnif. 180).

Muchos miran hacia arriba. Parece que Lutero ha tenido en cuenta la manera con la que teólogos y predicadores de la época consideraban a María como portadora de unas virtudes dignas de ser elegida como madre de Dios y de esperar ella este honor. (Muy en concreto puede ser clara la discrepancia con el comentario de Alanus de Insulis (ca. 1120-1202), discípulo de S. Bernardo de Claraval, al Cantar de los cantares 3,6. Se fijaba en las virtudes de María para ser madre de Cristo. Decía: “Et sicut virga dum in altum erigitur, recta linea dirigitur, sic virgo Maria in altum beatitudinis fuit erecta, et tramite virtutum directa”.En cambio, Lutero destaca la nada y pobreza de María: “solch unansehlich gestalt”, d.h. “…von dem geringen armen dyrnleyn” Maria Christus geboren wird”. Leer más…

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La Asunción

Lunes, 15 de agosto de 2016
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ASUNCIÓN

Plenitud de agosto,
vuelo de Asunción.
Bodega con mosto
de tu Corazón.

Rutas de Araguaia,
con mi pueblo en cruz.
Mi «seca» y tu playa:
la Paz de Jesús.

Lograda María,
llegada Asunción,
que reclama y guía
nuestra romería
de Liberación.

*

Pedro Casaldáliga

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María de todos nuestros deseos
y de todas nuestras esperanzas …

Te saludo María,
madre de todos nuestros deseos de ser felices.
Eres la tierra que dice sí a la vida.
Eres la humanidad que consiente en Dios.
Eres la fruta de las promesas del pasado
y el futuro de nuestro presente.
Eres la fe que acoge lo imprevisible,
eres la fe que acoge lo invisible

Te saludo María,
madre de todas nuestras búsquedas
de este Dios imprevisto.
Del Templo donde lo pierdes,
al Calvario donde es colgado
su camino te parece una locura.
Eres cada uno de nosotros que busca a Jesús,
sin comprender bien su vida y sus palabras.
Eres la madre de las oscuridades de la fe,
tú quién observas todos los acontecimientos en tu corazón,
profundizas y meditas todos nuestros ” ¿por qué? ”
Y quien confía en el futuro de Dios, tu Señor.

Te saludo María,
madre de todos nuestros sufrimientos.
Eres la mujer de pie
al pie del hombre crucificado,
eres la madre de todos los que lloran
la inocencia masacrada y el preso torturado.

Te saludo María,
madre de Jesús y del discípulo que creyó.
Eres la madre de los Hombres y de la Iglesia,
estás en la encrucijada de la historia de la salvación
que Dios inventa desde Abraham y Moisés.

Te saludo María,
madre de todos nuestros pentecostés.
Eres, con los apóstoles,
la Iglesia que ruega y acoge los dones del Espíritu Santo.

Te saludo María,
madre de todas nuestras esperanzas.
Eres la estrella radiante de pueblo en marcha hacia Dios.
Eres el anuncio de la humanidad transfigurada,
eres el éxito de la creación
que Dios hizo para su eternidad.

*

Michel Hubaut
Oración extraída de « Cristo nuestra felicidad, aprender a orar con san Francisco de Asís y Santa Clara de Asís », Éditions Fayard, 1986

2

***

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Lunes 15 de Agosto de 2016. La Asunción

Lunes, 15 de agosto de 2016
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De Koinonia:

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1ª LECTURA

Apocalipsis 11,19a;12,1.3-6a.10ab

Una mujer vestida del sol, la luna por pedestal

Se abrió en el cielo el santuario de Dios y en su santuario apareció el arca de la alianza. Después apareció una figura portentosa en el cielo: Una mujer vestida de sol, la luna por pedestal, coronada con doce estrellas. Apareció otra señal en el cielo: Un enorme dragón rojo, con siete cabezas y diez cuernos y siete diademas en las cabezas. Con la cola barrió del cielo un tercio de las estrellas, arrojándolas a la tierra. El dragón estaba enfrente de la mujer que iba a dar luz, dispuesto a tragarse el niño en cuanto naciera. Dio a luz un varón, destinado a gobernar con vara de hierro a los pueblos. Arrebataron al niño y lo llevaron junto al trono de Dios. La mujer huyó al desierto, donde tiene un lugar reservado por Dios. Se oyó una gran voz en el cielo:

“Ahora se estableció la salud y el poderío, y el reinado de nuestro Dios, y la potestad de su Cristo.”

Salmo responsorial: 44

De pie a tu derecha está la reina, enjoyada con oro de Ofir.

Hijas de reyes salen a tu encuentro,

de pie a tu derecha está la reina,

enjoyada con oro de Ofir. R.

Escucha, hija, mira: inclina el oído,

olvida tu pueblo y la casa paterna;

prendado está el rey de tu belleza:

póstrate ante él, que él es tu Señor. R.

Las traen entre alegría y algazara,

van entrando en el palacio real. R.

2ª LECTURA

1Corintios 15,20-27a

Primero Cristo como primicia; después todos los que son de Cristo

Hermanos: Cristo resucitó de entre los muertos: el primero de todos. Si por un hombre vino la muerte, por un hombre ha venido la resurrección. Si por Adán murieron todos, por Cristo todos volverán a la vida. Pero cada uno en su puesto: primero Cristo, como primicia; después, cuando él vuelva, todos los que son de Cristo; después los últimos, cuando Cristo devuelva a Dios Padre su reino, una vez aniquilado todo principado, poder y fuerza.

Cristo tiene que reinar hasta que Dios haga de sus enemigos estrado de sus pies. El último enemigo aniquilado será la muerte. Porque Dios ha sometido todo bajo sus pies.

EVANGELIO

Lucas 1,39-56

El Poderoso ha hecho obras grandes por mí; enaltece a los humildes

En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludo a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito:

“¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.

María dijo:

“Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -como lo había prometido a nuestros padres- en favor de Abrahán y su descendencia para siempre.”

María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa.

*

Homilía de Monseñor Romero sobre los textos litúrgicos de hoy (15 de Agosto de 1977)

 SU CUMPLEAÑOS

… todo este gesto tan amable de su presencia y sobre todo de su oración, por este servidor de ustedes, a quien abruma este cariño del pueblo y por el cual estoy dispuesto a seguir dando los años que el Señor me conceda. Y considero como un bello regalo de cumpleaños, que la Iglesia misma se hace, este nuevo diácono que vamos a ordenar.

LA ASUNCIÓN DE MARIA

Y en el ambiente del misterio que celebramos hoy, cómo recobra encanto toda esa fiesta de la Arquidiócesis en su Catedral. La asunción en cuerpo y alma de la Virgen al cielo no es una opinión piadosa. Es un dogma de fe, el dogma diríamos, de moda, el más reciente. Fue al clausurar el año de 1950 aquel gran Año Santo, que llevaba a Roma muchedumbres y que recibía aquel gran Pontífice que fue Pío XII. Durante esos años, se hizo una consulta muy interesante a todos los obispos del Mundo: ¿Cómo estaba en el pueblo la creencia de esta verdad, de que María ha sido llevada en cuerpo y alma al cielo? Al mismo tiempo que recogía la tradición de la liturgia, de la teología, y todo lo profundo que la Iglesia tiene en sus estudios, pudo tener la seguridad, el 1º de noviembre de aquél Año Santo, de proclamar como dogma de fe, y que por tanto es obligatorio creerlo todos los católicos, que María, después de terminar su curso mortal en la tierra, fue asunta, como recogida por Dios, en cuerpo y alma. Podemos decir, hermanos, porque una verdad que corresponde a los orígenes de nuestro cristianismo, a los orígenes del mismo Cristo, apenas en nuestro tiempo se proclama dogma de fe, no es que el Papa Pío XII inventó que María ha sido llevada en cuerpo y alma, como si hubiera inventado esa verdad hoy en 1950. Los dogmas no los hace el Papa. El Papa lo que hace es poner el sello de su autoridad, de su magisterio, para darle seguridad al pueblo de que esa verdad está contenida en la divina revelación. Y lo creemos no sólo porque lo dice el Santo Padre, sino sobre todo porque lo ha dicho Dios y lo ha revelado en la Sagrada Biblia y en la tradición viviente de la Iglesia. Leer más…

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“Seguidora fiel de Jesús”. Asunción de María – C (Lucas 1,39-56)

Lunes, 15 de agosto de 2016
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20-Asunción-385x1024Los evangelistas presentan a la Virgen con rasgos que pueden reavivar nuestra devoción a María, la Madre de Jesús. Su visión nos ayuda a amarla, meditarla, imitarla, rezarla y confiar en ella con espíritu nuevo y más evangélico.

María es la gran creyente. La primera seguidora de Jesús. La mujer que sabe meditar en su corazón los hechos y las palabras de su Hijo. La profetisa que canta al Dios, salvador de los pobres, anunciado por él. La madre fiel que permanece junto a su Hijo perseguido, condenado y ejecutado en la cruz. Testigo de Cristo resucitado, que acoge junto a los discípulos al Espíritu que acompañará siempre a la Iglesia de Jesús.

Lucas, por su parte, nos invita a hacer nuestro el canto de María, para dejarnos guiar por su espíritu hacia Jesús, pues en el «Magníficat» brilla en todo su esplendor la fe de María y su identificación maternal con su Hijo Jesús.

María comienza proclamando la grandeza de Dios: «mi espíritu se alegra en Dios, mi salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava». María es feliz porque Dios ha puesto su mirada en su pequeñez. Así es Dios con los sencillos. María lo canta con el mismo gozo con que bendice Jesús al Padre, porque se oculta a «sabios y entendidos» y se revela a «los sencillos». La fe de María en el Dios de los pequeños nos hace sintonizar con Jesús.

María proclama al Dios «Poderoso» porque «su misericordia llega a sus fieles de generación en generación». Dios pone su poder al servicio de la compasión. Su misericordia acompaña a todas las generaciones. Lo mismo predica Jesús: Dios es misericordioso con todos. Por eso dice a sus discípulos de todos los tiempos: «sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso». Desde su corazón de madre, María capta como nadie la ternura de Dios Padre y Madre, y nos introduce en el núcleo del mensaje de Jesús: Dios es amor compasivo.

María proclama también al Dios de los pobres porque «derriba del trono a los poderosos» y los deja sin poder para seguir oprimiendo; por el contrario, «enaltece a los humildes» para que recobren su dignidad. A los ricos les reclama lo robado a los pobres y «los despide vacíos»; por el contrario, a los hambrientos «los colma de bienes» para que disfruten de una vida más humana. Lo mismo gritaba Jesús: «los últimos serán los primeros». María nos lleva a acoger la Buena Noticia de Jesús: Dios es de los pobres.

María nos enseña como nadie a seguir a Jesús, anunciando al Dios de la compasión, trabajando por un mundo más fraterno y confiando en el Padre de los pequeños.

José Antonio Pagola

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15.8.16. Muerte y resurrección: La Asunción de María

Lunes, 15 de agosto de 2016
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180px-4972-20080122-0741UTC--jerusalem-mary-sarcophagusLa Iglesia católica celebra este día el “dogma” de la Asunción de María, que se inscribe dentro del misterio de la Resurrección de Jesús, en una línea que está abierta a todos los creyentes, es decir, a todos aquellos que reconocen el carácter ejemplar de su camino creyente.

En la conciencia de la Iglesia Católica, María, la madre de Jesús, ha sido la primera que ha muerto y resucitado con él, no en un sentido cronológico, sino de experiencia y comunión creyente. Eso significa que María no ha muerto sola, ni ha “resucitado” tampoco de una forma aislada, sino que lo ha hecho con Jesús, su Hijo, abriendo un camino de comunión y esperanza para todos los cryentes.

En esa línea, pienso debemos hablar de la muerte y resurrección (elevación o plenificación) de María, como signo y promesa de resurrección para todos los que confesamos el misterio de Jesús (para todos los hombres y mujeres). Hay otras figuras importantes en la Cristiandad, empezando por Pedro y Pablo, por Juan Bautista y los profetas de Israel, pero entre todos loa iglesia destacado el camino creyente de María, por connaturalidad, por respeto a la historia de Jesús, por agradecimiento creyente.

230px-Mary's_tomb_PA180052Por eso quiero elaborar hoy algunas reflexiones en torno a la Muerte y Resurrección (Asunción) de la Madre de Jesús, en una línea más bien antropológica, sin detenerme en datos bíblicos, ni en dogmas de la iglesia.

Históricamente, tras la muerte de Jesús, María formó parte de la comunidad judeo-cristiana de Jerusalén, donde fue venerada como Gebyra (Madre del Señor). Allí debió morir, siendo enterrada, posiblemente, en el lugar que ahora se llama Basílica de la Asunción (junto al torrente Cedrón, cerca del Huerto de los Olivos).

La imagen 1 recuerda el lugar donde ella fue enterrada, conforme a una tradición que parece fiable. Los creyentes de su comunidad (los judeo-cristianos de Santiago) buscaron para ella un sepulcro honroso, en la zona baja de la ciudad de Jerusalén, fuera de las murallas.

Allí se mantuvo la tradición de la vida y muerte de la Madre de Jesús, en el contexto de una iglesia judeo-cristiana, que mantuvo cierta independencia respecto a las Iglesias helenistas.

La imagen 2 , la fachada de la actual Basílica de la Asunción, con el lugar de la tumba de María, que está en manos de Cristianos ortodoxos orientales. Es una Iglesia humilde, de origen antiguo, con fachada románica “occidental”, del siglo XII, construida en tiempo de las cruzadas. Sigue siendo la Iglesia mMriana más importantes de la Cristiandad, aunque los cristianos católicos no la tengamos muy en cuenta y “prefiramos” a veces los modernos santuarios Marianos, desde Santa María la Mayor de Roma, hasta las basílicas de Guadalupe (España y Méxido) Lourdes y Fátima.

icono_la_dormicionLa iglesia helenista posterior, partiendo de los evangelios de Lucas y de Juan, puso de relieve el valor simbólico de la Madre de Jesús, por su decisión al servicio de la fe (de la encarnación del Hijo de Dios), de manera que ella vino a convertirse pronto en signo y testimonio de vida cristiana, tanto en Oriente (en la Iglesia ortodoxa actual), como en Occidente.

En esa línea, la Iglesia “descubrirá” y confesará más tarde que María murió con Jesús (vinculada a su misterio) y que resucitó con él (de un modo radical, no puramente físico)… De esa forma, sobre esa base, la Iglesia estableció la fiesta de su Asunción de María a los cielos.

Desde ese fondo (como heredero de las iglesias helenistas y queriendo recuperar la vida histórica de María, una mujer judía, madre querida de Jesús) quiero ofrecer en esta fiesta una simples reflexiones sobre el signo de la Asunción de María

En esa línea ofreceré una reflexión que puede inspirarse en la Imagen 3, que es el icono” tradicional de la fiesta de la Muerte y Asunción de María.

Conforme a una tradición antigua, Maria murió rodeada por los apóstoles, que fueron a despedirla. El mismo Jesús “bajó” para recoger su “alma” (su identidad personal, su vida entera, su cuerpo y alma en sentido actual) e introducirla en el misterio de la humanidad que culmina de Dios.

En el principio está la muerte.
Sólo el hombre nace, sólo el hombre muere
Así murió la Virgen María.

Las restantes plantas y animales ni nacen ni mueren, sino que forman parte de un continuo biológico, sin identidad personal.

Sólo el hombre nace, sólo el hombre muere… Así lo han destacado sobre todo los judíos, el pueblo de María; ellos no han querido evadirse de la muerte, como han hecho otras culturas. De esa forma, mirando cara a cara hacia la muerte, han aprendido y han sabido que la muerte nos reduce a la suma soledad, pudiendo, al mismo tiempo, abrirnos a la vida de los otros (por quienes morimos, con quienes morimos).

Si no muriéramos no dejaríamos sitio en el mundo para los que vienen. Si no muriéramos haríamos imposible la vida de nuestros sucesores. Tenemos que morir para que otros vivan, abriendo con nuestra vida y muerto un cuerpo en el que ellos pueden encarnarse y seguir el camino de Dios.

La muerte nos da miedo, el miedo supremo

Pero sólo por la muerte podemos gozar de verdad y dar la vida a los demás.

«Por la muerte, por el miedo a la muerte empieza el conocimiento del Todo… Todo lo mortal vive en la angustia de la muerte; cada nuevo nacimiento aumenta en una las razones de la angustia, porque aumenta lo mortal».

Así comenzaba Rosenzweig su libro más inquietante y luminoso de antropología judía (La Estrella de la Redención, Sígueme, Salamanca 1997 43-44).

En un sentido, ese saber sobre la muerte es maldición, como ha visto el relato del “pecado ejemplar” de Adán/Eva, en Gen 2-3: “el día en que comas morirás…”. Pero, en otro sentido, este morir (saber que se muere) puede y debe convertirse en bendición, en el momento culminante del sí a la vida, a la vida de Dios, a la vida de los otros. Sólo los hombres pueden morir por los demás; sólo los hombres pueden dar de verdad su vida, abrir su cuerpo, para que otros vivan de su mismo cuerpo (como Jesús, como María).

Sólo porque sabemos que vamos a morir podemos vivir, arriesgarnos y amar de verdad a los otros. Un hombre de este mundo, condenado a no morir, sería el mayor de los monstruos, un ser angustioso y angustiante.

Morir es muy duro. Pero mucho más duro sería no morir

Una vida para siempre sólo tiene sentido cuando cambien las condiciones de este mundo, como ha querido Jesús, como han querido y quieren millones de personas, que esperan y desean una resurrección. Sólo por la muerte (cuando damos la vida a los otros, como Jesús en la cruz) puede haber resurrección (ascensión al cielo).
Así lo han descubierto los cristianos en la Pascua de Jesús, sabiendo que Jesús ha muerto porque vivía, ha muerto para vivir (para que llegue el Reino), ha muerto para que otros vivan. Así lo visto la iglesia, descubriendo que todos los creyentes (¡todos los pobres!) mueren y resucitan y suben al cielo con Jesús, a un cielo de carne, de cuerpo y alma. Por eso han podido aplicar esta experiencia a María, madre y hermana de todos, en Jesús.

Sólo aquel que acepta la muerte puede vivir en plenitud

Sólo aquel que acepta la muerte (y que es capaz de morir en amor y por amor) puede vivir en plenitud, vive por siempre (como vemos en María).

El autor judío ya citado, Rosenzweig, supone que muchos filósofos y pensadores religiosos han querido engañar a los hombres con una mentira piadosa, diciendo que son inmortales y añadiendo que la muerte no es más que una apariencia. Pues bien, ese consuelo es mentiroso y se sitúa en la línea de la evasión gnóstica o espiritualista.

Ninguna respuesta compasiva puede aquietar a los hombres, que nacen y mueren, ninguna teoría teórica puede convencerles. Los hombres mueren ese el destino; mueren y no son felices… pero todavía serían más infelices si no pudieran morir. Los hombres mueren, pero pueden descubrir en la muerte la mano de Dios y ofrecer su mano de amor a todos, como ha hecho Jesús, como ha hecho María.

Morir en cristiano es dar la vida

En ese contexto se sitúa la respuesta de la fe, cuando afirma que el sentido de la vida está en vivir para los demás… y que de esa forma la misma muerte, sin perder su bravura y dureza y enigma (¡Dios mío, Dios míos! ¿por qué me has abandonado?), se convierte en signo de solidaridad, en vida que se abre (como ha visto de un modo impresionante el evangelio de Juan, al descubrir que del costado muerto de Jesús brota la vida, de manera que la misma muerte es ya resurrección).

Pues bien, la Iglesia ha creído que María ha muerto como Jesús, dando la vida. Por eso la venera en la muerte, como signo de Resurrección y de Ascensión (Asunción). Éste es el contenido de la fe, de la fe en la carne resucitado y compartida.

Asunción de María

Morimos solos, pero morimos, al mismo tiempo, para todos y con todos. Morimos en Dios, de manera que nuestra vida (nuestra carne) pueda hacerse vida y carne (cuerpo) para los demás. Leer más…

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