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“María y la liberación de los pobres”, por Segundo Galilea.

Jueves, 12 de diciembre de 2024

191213_4084586_Reaparece_imagen_de_la_Virgen_de_Guadalupe_bCon los planes de expulsión salvaje de inmigrantes de Trump, podremos verla así…

El tema de María en la liberación cristiana e integral de los pobres y oprimidos va a surgir como el resultado del encuentro entre la devoción popular mariana (que es la propia de esos pobres) y la aspiración y movilización de esos mismos pobres en busca de su dignidad, de sus derechos y de su libertad violados por sistemas socialmente injustos y muchas veces políticamente opresivos.

La cuestión puede plantearse así: ¿de qué manera influye la piedad y espiritualidad popular mariana en las aspiraciones y tareas de liberación de los pobres? ¿Tiene María un lugar en una sana teología espiritual de la liberación de los pobres? La respuesta eclesial es afirmativa. Puede ser articulada teológicamente e integrarse en la tradición mariológica de la iglesia. Ello es posible debido a que el tercer mundo católico ha ido tomando conciencia, casi simultáneamente: a) de los caminos de su liberación, b) de la naturaleza colectiva que ésta tiene en los pobres, c) de las potencialidades liberadoras de su catolicismo popular y de su piedad mariana.

Por eso, la relativamente reciente reflexión cristiana sobre la liberación ha dado un lugar a María desde el inicio, al lado del lugar central de Jesucristo. Esta mariología liberadora se ha ido enriqueciendo en los últimos años, no sólo con la experiencia espiritual de las comunidades cristianas y con la elaboración de los teólogos, sino muy decisivamente con intervenciones del magisterio de la iglesia. Los enfoques de Juan Pablo II sobre María y la liberación, la dignidad de los pobres y la justicia, expresados sobre todo en sus viajes a América Latina, son abundantes al respecto.

No se trata de extrapolar los evangelios a nuestra situación actual, ni de forzar las fuentes de la revelación, haciendo de María una militante de la liberación y de la justicia, en los términos y maneras que hoy lo entendemos. Ello sería tan errado como innecesario. Si María tiene un lugar en la liberación y justicia de los pobres, es por su actitud y por su capacidad de inspiración evangélica y humanizadora, y no tanto como modelo de acción militante. Así como María es también modelo de acción misionera e inspiración y criterio para los misioneros, aunque ella nunca haya sido misionera en el sentido que hoy lo entendemos. No; de cara a la misión o a la liberación, María no fue una militante, ni hay que buscar en ella modelos de militancia según los términos actuales.

El lugar de María en la liberación es mucho más profundo: ella nos revela por el testimonio de su vida las grandes actitudes cristianas que deben acompañar a los militantes de la liberación; por la función maternal que ejerce en los hijos de Dios ella inspira y nutre las motivaciones de los cristianos que luchan por la liberación y la justicia; ella es un signo que alimenta la esperanza cristiana en la liberación total de los pobres y sufrientes. María es necesaria para que los pobres y oprimidos tengan presentes las actitudes y criterios que se requieren para hacer de su liberación un camino auténtico de libertad de toda forma de servidumbre humana. María les testimonia, por su pobreza y humildad, que la verdadera liberación y libertad no es hacerse rico, ni actuar insolidariamente, ni buscar poder para abusar de otros más débiles, ni acceder al desarrollo para caer en servidumbres nuevas de hedonismo y materialismo.

La contribución de María a una espiritualidad de solidaridad liberadora con los pobres puede resumirse así:

1. La Predilección de María por los pobres y oprimidos.

María formó parte del pueblo llano de su tiempo, compartió su vida ardua y anónima. (El grado sociológico de la pobreza de María —o de Jesús, para el caso— no tiene importancia aquí.) Por ello se identifica con los sencillos y modestos de la tierra. Al compartir su suerte les revela su dignidad: la madre de Dios y de los hombres es una mujer como ellos. Esta solidaridad de María con la pobreza y los pobres es ya un factor en su liberación, pues la liberación comienza y se alimenta con el descubrimiento de la dignidad de los pobres y de su mutua solidaridad.

Esta opción preferencial por los pobres en María no es sólo un hecho evangélico: en la condición ardua y pobre del nacimiento de Jesús, en la inseguridad de la persecución de Herodes, que la llevó a exiliarse en Egipto con su familia, en la vida opaca y modesta de Nazaret como una mujer más del pueblo, etc. Es también un aspecto de la devoción popular mariana. El pueblo sencillo y pobre siente a María cercana, una de ellos. Las tradiciones sólidas de apariciones marianas (Guadalupe, Lourdes, Fátima como ejemplos bien conocidos) se dan en lugares pobres y a gente sencilla, a menudo niños y niñas. Los grandes lugares de veneración mariana son visitados sobre todo por los más pobres, necesitados, sufrientes y oprimidos, aun sociopolíticamente. Todo esto encierra un gran mensaje mariano sobre la dignidad de los pobres y una llamada a la solidaridad por su liberación humana.

2. María arroja una nueva luz en la liberación de inspiración cristiana.

Ésta se afirma esencialmente en la dignidad de los pobres y en los derechos que esta dignidad reclama. La liberación es la plenitud de la dignidad humana. La liberación tiene también por base la solidaridad fraterna de todos los hombres, creados todos a semejanza de Dios e hijos de Dios por gracia. La liberación debe conducir no sólo a sistemas más justos, sino sobre todo a la convivencia fraterna, debe transitar por los caminos de la solidaridad y no por las vías del odio, de la violencia y la lucha ciega y sistemática. Los logros puramente materiales de la liberación son relativos y aun ambiguos si no conducen a crecer en dignidad y en fraternidad de lo cual María fue modelo y es inspiración.

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3. María era consciente y solidaria con las miserias y servidumbres del pueblo de Israel.

Participaba en el anhelo de liberación de ese pueblo; integró ese anhelo en la promesa de Dios y en la obra de Cristo como redentor del pecado y como salvador de toda servidumbre humana. María dio a los anhelos de liberación de su pueblo un horizonte de esperanza en la venida del reino de Dios, que haría nuevas todas las cosas.

Esta actitud de María está condensada en su Magnificat (Lc 1,46-55). En el tercer mundo creyente se reza el Magníficat teniendo presente esta actitud. En algunos lugares se ha convertido en un texto clave para entender la actitud de María en la liberación de su pueblo. El propio magisterio de la iglesia ha hecho uso de él en este sentido (cf Puebla 297; instrucción sobre “Libertad cristiana y liberación”, Cong. de la Fe, n. 48; encíclica de Juan Pablo II sobre la “Bienaventurada Virgen María en la vida de la iglesia peregrina” (Redemptoris Mater, n. 37). El tema ha sido reiterado por el propio papa Juan Pablo II, particularmente en sus viajes a Iberoamérica, comenzando por su homilía en Zapopán, México (AAS LXXI, p. 230). En todo esto no hay abuso sociológico o ideológico con respecto al Magníficat; sólo la constatación de que las promesas de Dios, que se han comenzado a realizar con la venida de Cristo, por las que María da gracias al haber sido elegido como humilde instrumento, incluyen la realización de un reino de justicia entre los hombres. Un reino que enaltece a los humildes y derriba a los poderosos, que colma de bienes a los hambrientos y despide vacíos a los ricos (Lc 1,51-53). Esta promesa forma parte para siempre de la esperanza de los pobres, de la que María es un testigo privilegiado.

El mordiente liberador de la piedad mariana, ¿es sólo una hermosa teoría o responde a experiencias y hechos? ¿Ha habido momentos en la historia de esos pueblos en que María haya simbolizado e inspirado la causa de la justicia y la libertad? Hechos pasados y recientes responden que sí. Aunque en esto las motivaciones del pueblo o de los líderes sean complejas y se dé siempre la tentación de utilizar política o ideológicamente la devoción religiosa con las ambigüedades consiguientes, existe siempre el hecho de que en momentos de crisis, cuando está en juego la libertad, la intuición religiosa popular vio en María una protección y un símbolo de Dios que hace suya la justa causa de los pobres. Todo país en que la devoción mariana tiene una envergadura popular podría contribuir con ejemplos. Ya recordamos más atrás el caso, entre otros, del lugar de María en las gestas de emancipación de los países de Iberoamérica. Ejemplos contemporáneos tampoco faltan, desde los campesinos mexicoamericanos que en California luchan por sus reivindicaciones bajo el estandarte de la Virgen de Guadalupe hasta el pueblo filipino, que en 1986 cambió su sistema de gobierno no con armas ni puras consignas políticas, sino con manifestaciones pacíficas presididas por imágenes de María y rezando el rosario.

Segundo Galilea

Diccionario de Mariología

Fuente Reflexión y Liberación

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María… pequeña María… Madre del Mundo Nuevo.

Domingo, 8 de diciembre de 2024

El 8 de diciembre de 1854, Pío IX definió este dogma con las siguientes palabras: «Para honor de la santa e indivisa Trinidad…, declaramos, proclamamos y definimos que la doctrina que sostiene que la beatísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús Salvador del género humano, está revelada por Dios y debe ser por tanto firme y constantemente creída por todos los fieles». Antes, la Orden Franciscana, en su Capítulo celebrado en Toledo el año 1645, «escogió a la bienaventurada Virgen María, Madre de Dios, en cuanto la confesamos y celebramos inmune de la culpa original en su misma Concepción, como Patrona singular de toda la Orden de los Frailes Menores». Y aquello no fue una novedad rara en la historia de la familia franciscana, que desde sus primeros tiempos se distinguió como defensora acérrima de este privilegio sin par de María. El beato Juan Duns Escoto fue su adalid, y la campaña por él iniciada la prosiguió la Orden, sin desmayos, a lo largo de los siglos. Así celebramos hoy el “gran momento de la historia cuando cielos y tierra, la creación entera enmudeció esperando escuchar el «FIAT» de nuestra Señora”

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MADRE DEL MUNDO NUEVO

Estamos otra vez en el Principio.
Dios quiere hablar y el aire se acrisola.
Como un niño, en la sangre, nace el mundo;
y del caos emerge la Esperanza, con sus flores salvadas de la muerte.
(Este ramo de olivo que crece en tus pisadas, paloma de Sus Ojos,
tendrá toda la Tierra penitente para echar las raíces…).

Aún no mugía el mar, ni tendía sus lonas el cielo por los montes,
y tú jugabas ya -la consentida- en la plaza infinita de Sus Manos:
primera siempre al mimo de Su Gozo…
Si estamos otra vez en el Principio, tendrás que amanecer: el Mundo Nuevo
necesita la puerta de tu seno para llegar incólume,
(Belén se apuesta siempre detrás de tus espaldas).

Mientras los hombres buscan sus tesoros piratas -¡los bajeles perdidos de sus rutas sin norte!-,
un día, inesperado, tú surges de las simas del Paranagua, viva,
como un tesoro tierno a la memoria,
antigua de ternura y de favores, coronada de espuma de sorpresas,
con el Niño en los brazos, ofrecido…
La Tierra está en mantillas, dormida en tu regazo.

La Europa verdadera, como un cruzado loco que vuelve escarmentado
de tantas aventuras,
espera tu venida junto a Chartres y en la umbría sagrada de Einsiedeln.
Los almendros latinos aún tienen primavera para acoger tus plantas.
Todavía hay pastores y un buey manso en la cumbre.
¡Todo el cuerpo de Europa se ha hecho gruta, en la herida,
para enmascarar la luz de tu presencia!

América sacude sus pañales, con un grito rebelde, contra el mar transitado,
pero en su boca niña balbucea, cantando, tu nombre, Guadalupe,
y late la manigua como un puerto que siente tu llegada:
-¡Vendrá Santa María, libre de carabelas!
Como una diosa estéril y fecunda, empapada en la lluvia de la Espera,
como una cruz cansada de martirio,
Asia cruje, sangrando por sus lotos…
¡Pero el bambú ya ensaya cañas de profecía detrás de las Comunas;
la Luna sabia sigue tus pies para calzarte,
y en la liturgia hindú llama a tu Hijo el arpa de Tagore y de los parias!

Mientras llegan los sueños en cayuco inestable,
y acosada por todos los pájaros secretos que hierven en la selva con la noche,
Africa arrulla, alborotadamente, sus veinte cunas nuevas.
Se quiebran sus tambores en parches de alegría
y las lanzas preguntan por la aurora:
¡porque el mar no termina en la mirada!
Y danzan sus miningas, con las anillas rotas,
enarbolando el sol entre las risas,
¡porque hay una Mujer sobre las chozas, detrás de las estrellas,
con el sol en los hombros, como un clote!
Con los sueños que llegan en cayuco inestable, arriba el Evangelio mecido por tus manos;
llegan tus manos fieles, con la Paz en la proa.

Neófitas de sal y de promesas, las Islas balbucientes acuden al marfil de tu garganta,
con un abrazo tenso de siglos de impaciencia, seguras del Encuentro.

¡Todos los meridianos se enhebran en la rosa de tu Nombre…!

Estamos otra vez en el Principio
y nace el mundo, nuevo, del seno de tu Gracia,
hermosamente grande y sin fronteras.
¡Que callen los profetas fatídicos! Cabemos
todos juntos, hermanos, en la mesa que el Padre ha abastecido.
¡Que calle todo miedo, para siempre!

Los átomos dispersos se engarzarán, sumisos, en tu manto;
y el cielo, descubierto en mil caminos,
se hará pista a tus viajes de ¡da y vuelta -de Dios hasta los hombres-,
¡nostalgia nuestra, Asunta!

…Dios llega al aeropuerto de la Historia;
a tiempo en todo Tiempo, el heredado pulso de tu sangre.

Los sellos del Concilio acuñan tu figura sobre la piel lavada de la Iglesia,
y llega una corona de voces alejadas, en pleamar dichosa,
al pie de tu Misterio…

Estamos otra vez en el Principio y ha empezado tu era:
¡por derecho de Madre tú patentas la luz amanecida!

*

Pedro Casaldáliga
“Llena de dios, y tan nuestra”.
Antología mariana

***

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Pieta,
de Kim Ki-duk.

La aurora es un momento fabuloso: el que precede inmediatamente al salir el sol. Antes sólo eran tentativas. Un leve palidecer el cielo por oriente, apenas visible en la noche. Sigue un clarear creciente, lentamente al comienzo, luego más rápidamente, siempre más rápidamente. Finalmente un instante en el que el surgir de la luz es tan victorioso y ardiente, el esplendor tan cegador a los ojos habituados a la noche, que nos podríamos creer ante el mismo sol: apenas un instante después, como una llamarada, su luz arde en el hilo del horizonte. Y finalmente el sol. Hasta ese momento, nos podíamos haber engañado, pues ya se transparentaba en lo que sólo era la aurora. Lo mismo la Inmaculada concepción. Primero, a lo largo de los siglos precedentes, se trataba del alba de Cristo, de los comienzos de su pureza y santidad, ya maravillosos considerando que se realizaban en la naturaleza humana, pero aún oscuros respecto a El. María es el culmen de la aurora, el surgir del día. Pero su luz ilumina a todos. La Inmaculada concepción distingue a María de los demás humanos sólo para unirla más a Cristo, que pertenece a todos (…).

Tras el decreto que estableció la venida de Cristo, se da esta larga preparación que ya la realiza inicialmente y que llena toda la historia antigua de la humanidad. Ahora bien, toda esta preparación lleva a María, porque ella (…) es portadora de Cristo. La preparación es inmensa: es la única obra de Dios mismo en este mundo; se compromete con todo su amor: haciendo confluir, en virtud de su gracia, todo lo que en nuestros esfuerzos humanos hay de verdaderamente bueno: se plasma una naturaleza humana que será la suya.

Llega un día en que todo está preparado. En la Virgen todo se reúne para pasar de ella al Hijo (…). María es la figura absoluta y total, y lo es para siempre, porque, siendo Madre de Dios, es la que une el Hombre-Dios con la humanidad.

*

É. Mersch,
La théologie du Corps mystique,
I
, Tournai 1944, 219-221.

***

La misión maternal de María hacia los hombres no oscurece ni disminuye de ninguna manera la única mediación de Cristo, sino más bien muestra su eficacia.

Porque todo el influjo salvífico de la bienaventurada Virgen en favor de los hombres nace del divino beneplácito y de la superabundancia de los méritos de Cristo, se apoya en su mediación, depende totalmente de ella y de la misma saca toda su virtud; y lejos de impedirla, fomenta la unión inmediata de los creyentes con Cristo.

La bienaventurada Virgen, predestinada, junto con la Encarnación del Verbo, desde toda la eternidad, cual Madre de Dios, por designio de la divina providencia,  fue en la tierra la esclarecida Madre del Divino Redentor y, de forma singular, la generosa colaboradora entre todas las criaturas y la humilde esclava del Señor.

Y esta maternidad de María perdura sin cesar en la economía de la gracia, desde el momento en que prestó fiel asentimiento en la Anunciación y lo mantuvo sin vacilación al pie de la cruz, hasta la consumación perfecta de todos los elegidos. Pues una vez recibida en los cielos, no dejó su oficio salvador, sino que continúa alcanzándonos por su múltiple intercesión los dones de la eterna salvación.

Con su amor materno cuida de los hermanos de su Hijo, que peregrinan y se debaten entre peligros y angustias y luchan contra el pecado hasta que sean llevados a la patria feliz. Por eso, la bienaventurada Virgen es invocada en la Iglesia con los títulos de abogada, auxiliadora, socorro, mediadora.

La Iglesia no duda en atribuir a María ese oficio subordinado: lo experimenta continuamente y lo recomienda al corazón de los fieles para que, apoyados en esta protección maternal, se unan más íntimamente al Mediador y Salvador .

*

Del Concilio Vaticano II,
Lumen gentium, 60-62.

***.

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad ,

Solemnidad de la Inmaculada. Bendito sea Dios… Bendita eres tú

Domingo, 8 de diciembre de 2024

IMG_8941Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Advertencia: María inmaculada no significa que sea virgen 

        El dogma católico no está pensado para gente sencilla, y es fácil que la gente termine confundiendo los términos. Muchos relacionan “inmaculada” con “virgen antes del parto, en el parto y después del parto”. No tienen nada que ver. Inmaculada significa “sin mancha del pecado original”. Como dice la oración después de la comunión: María fue preservada, en el momento de su concepción, de los efectos del primer pecado (el de Adán y Eva), con los que nacemos todos los demás.

Este Hijo se merece la mejor madre

          La idea que impulsó este dogma se encuentra en la oración inicial: “Oh Dios, que preparaste a tu Hijo una digna morada”. Idea que se desarrolla ampliamente en el Prefacio: “Libraste a la Virgen María de toda mancha de pecado original, para que en la plenitud de la gracia fuese digna madre de tu Hijo… Purísima había de ser, Señor, la Virgen que nos diera el Cordero inocente que quita el pecado del mundo…”.

El problema

           Aunque lo anterior parezca lógico, a los teólogos les planteaba un gran problema: ¿cómo podía alguien estar libre de pecado antes de que Cristo muriese, si es él quien nos redime del pecado con su muerte? Así se explica que, en la Edad Media, grandes teólogos como San Buenaventura y Santo Tomás de Aquino, estuviesen en contra de la idea de que María nació sin la mancha del pecado original. En siglos posteriores hubo grandes debates y enfrentamiento sobre el tema, aunque cada vez fue mayor el número de sus partidarios, especialmente en España.

La solución

          Curiosamente, en la declaración del dogma influirá, al menos indirectamente, la rebelión de los romanos en 1849, deseosos de instaurar la República. Pío IX se vio obligado a huir de los Estados Pontificios, refugiándose en Gaeta. Según el historiador Louis Baunard, fue el cardenal Luigi Lambruschini quien lo animó a proclamar el dogma: “Beatísimo Padre, Usted no podrá curar el mundo sino con la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción. Sólo esta definición dogmática podrá restablecer el sentido de las verdades cristianas y retraer las inteligencias de las sendas del naturalismo en las que se pierden”. Pío IX estuvo de acuerdo, pero antes quiso recabar la opinión del episcopado universal, que me manifestó de acuerdo. El dogma fue proclamado en 1854.

Buscando una base bíblica

               Un dogma debe fundamentarse en la Escritura. Y los dos textos que se adujeron son los que tenemos en la primera lectura y el evangelio. En el texto del Génesis, después de maldecir a la serpiente, Dios dice: “Establezco hostilidades entre ti y la mujer, entre tu estirpe y la suya; ella te herirá en la cabeza cuando tú la hieras en el talón”. El texto hebreo original no habla de ella, sino del él, se refiere a la enemistad atávica entre el campesino y la serpiente (y que podría aplicarse a Jesús). Pero la traducción latina de la Vulgata cambió él por ella, facilitando la identificación de la mujer con María, la nueva Eva que aplasta la cabeza de la serpiente. El argumento no es muy fuerte, como reconoció Juan Pablo II, porque tergiversa el texto original.

            El segundo argumento se encontró en el saludo de Gabriel a María cuando la llama “llena de gracia” (kejaritomene). Esa plenitud excluiría cualquier tipo de pecado, incluido el original.

Solucionando el problema teológico

                Suponiendo que los textos anteriores probasen suficientemente, ¿cómo pudo estar libre de pecado María cuando la concibió su madre, si Jesús todavía no había muerto? Los teólogos encontraron la respuesta: Dios la libró “en previsión de la muerte de su Hijo”.

Pensando en el pobre cristiano que va a misa

           Lo anterior le resultará a muchos un galimatías teológico y no creo que le aumente su devoción a María. Por eso añado unas reflexiones sencillas.

            El domingo pasado, Juan Bautista exhorta a la conversión, que consiste en volver a Dios y cambiar de vida. María es el mejor ejemplo de esta conversión. En realidad, no es ella quien vuelve a Dios, es Dios quien se dirige a ella a través de Gabriel. Pero la relación que se establecerá entre Dios y María será la más fuerte que se puede imaginar, mediante la acción del Espíritu Santo y el nacimiento de Jesús. Y si Juan Bautista exige abandonar los proyectos propios y cambiar de forma de actuar, María renuncia a todos sus planes y se pone en manos de Dios: “Aquí está la esclava del Señor. Hágase en mí según tu palabra”.

            ¿Se imaginaba María lo que estaba aceptando? Gabriel la engañó, al menos de entrada, al decirle que su hijo iba a ser grande, heredaría el trono de David y reinaría en la casa de Jacob para siempre. No le dijo que su hijo iba a ser criticado, que lo iban a considerar endemoniado y blasfemo, mucho menos que terminarían condenándolo a muerte. Pero, aunque se lo hubiera dicho, María habría respondido del mismo modo: “He aquí la esclava del Señor”.

            María libre de todo pecado no significa que fuera impasible, que asistiera como una estatua a la pasión de su hijo. Significa que el odio, el espíritu de venganza, el rencor, el desánimo, nunca la dominaron. Gabriel le dijo: “has encontrado gracia ante Dios”. Gracia y mucho sufrimiento. Pero, a pesar de sus mentiras piadosas, Gabriel lleva razón. María encontró gracia ante Dios y ante nosotros, que la proclamamos bienaventurada.

            En estos momentos en que el odio y el rencor se difunden por tantos ambientes y países con fuerte tradición cristiana, es bueno pedirle que su intercesión “repare en nosotros los efectos de aquel primer pecado”.

Bendita ella, bendito Dios, benditos nosotros

            La segunda lectura no menciona a María, subraya el protagonismo de Dios Padre y de Jesús. No solo ella es la gran beneficiada en esta fiesta. También nosotros hemos recibido “toda clase de bienes espirituales y celestiales”. Hemos sido elegidos; hemos sido destinados a ser sus hijos; y, con ello, también a ser sus herederos.

            Que María nos ayude a vencer las más diversas inclinaciones al mal y a agradecer a Dios por tanto bien recibido.

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El mito del pecado original ha saltado por los aires

Domingo, 8 de diciembre de 2024

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Lc 1,26-38

Estamos celebrando una fiesta entrañable, como todas las de María. Es una fiesta a la que podemos sacar mucho más jugo hoy que en ningún momento anterior de la historia. Si no existiera, tendríamos que inventarla. Vamos a intentar profundizar en su significado. El que me siga, intentando comprender, podrá descubrir una increíble riqueza de contenido. Os recuerdo que no escribo para que penséis como yo sino para que os atreváis a pensar.

Una aclaración imprescindible es que ser fiel a los dogmas no consiste en repetirlos como papagayos sino en descubrir y aceptar su contenido teológico, que siempre está más allá de las palabras. En el caso que nos ocupa, hay que tener en cuenta que, aunque solo ha pasado siglo y medio de la proclamación del dogma, la manera de entender a Dios, al hombre y el pecado (sobre todo el original) ha cambiado drásticamente. Esta distinta perspectiva permite que el sentido teológico del dogma se profundice y se enriquezca.

Hoy sabemos que la grandeza del ser humano consiste en manifestar a Dios, no en su poder o en su grandeza, sino en su capacidad de darse a los demás. María es grande por su sencillez, porque acepta ser nada, separada de Dios. María no es una extraterrestre, sino una persona humana exactamente igual que cada uno de nosotros. Lo único extraordi­nario fue su fidelidad y disponibilidad, su capacidad de entrega. Toda la grandeza de María esta encerrada en una sola palabra: “FIAT“. María no puso ningún obstáculo a que lo divino que había en ella se desplegara totalmente; por eso, llegó a la plenitud de lo humano.

¿Cómo fue posible que María alcanzara esa plenitud? Para mí, está aquí el verdadero sentido del dogma. Dentro de cada uno de nosotros, constituyendo el núcleo de nuestro ser, existe una realidad trascendente que no puede ser contaminada. Lo divino que hay en nosotros, permanecerá siempre puro y limpio. María desplegó esta parte de su ser hasta empapar todo lo que ella era, alma y cuerpo, si queremos hablar así. Lo que celebramos es su plenitud, no un privilegio que consistiría en quitarle una mancha antes de tenerla.

Dios no actúa a la manera de las causas segundas. Dios es siempre causa primera. Dios no puede hacer o deshacer, poner o quitar, restar o sumar. Dios es acto puro. Actúa siempre, pero desde cada ser, no desde fuera de él. Dios es la causa de que todo ser, mi propio ser, sea lo que es en su esencia. Dios no puede tener privilegios con nadie. Pablo nos acaba de decir que nos ha predestinado a todos a ser santos e inmaculados ante Él por el amor (la Vulgata traduce amomous, por “immaculati”). No hay que romperse mucho la cabeza para traducirlo por “inmaculados”. ¡Cuánto nos cuesta aceptar la evidencia!

No caigamos en la trampa de pensar que la elección de Dios es como la nuestra. Nosotros somos limitados y la elección lleva consigo siempre una exclusión. Dios no funciona así. Dios puede elegir a uno sin excluir a nadie, es decir puede elegir a todos con la misma intensidad. Si no entendemos esto, devaluamos a Dios y la fiesta perderá su verdadero sentido, que consiste en descubrir en nosotros lo que hemos descubierto en María. Lo que tiene de original María lo puso ella, no Dios. Lo que celebramos es su respuesta a Dios.

Si consideramos a María como una privilegiada, podemos decir: si yo hubiera tenido los mismos privilegios, hubiera sido igual que ella; y nos quedamos tan anchos. No, tú tienes todo lo que ella tuvo, porque Dios se te ha dado totalmente como a ella. Si no has llegado a lo que ella llegó, es por tu culpa. En todo caso, sigue siendo tu meta.

En el fondo, esta fiesta nos hace descubrir en María lo que hemos descubierto en Jesús, la absoluta presencia de Dios en un ser humano. El único título que Jesús se dio a sí mismo fue “Hijo de hombre”, es decir modelo de hombre, hombre acabado. Claro que cuando decimos que Jesús es el “Hombre” queremos decir “ser humano”, es decir varón y mujer. Pues bien, María es la “Hija de mujer”, es decir la mujer acabada.

Lo que de verdad celebramos en esta fiesta es la posibilidad de descubrir en todo ser humano lo divino. Tú, hombre o mujer, descubrirás que eres inmaculado si eres capaz de ir más allá de toda la escoria que envuelve tu verdadero ser. Ese caparazón, que confundimos con nuestro ser, es el “ego”. Jesús lo deja muy claro, no solo cuando nos habla del tesoro escondido, de la perla preciosa sino cuando nos descubre el valor interior de una prostituta.

En María, como en Jesús, podemos descubrir que Dios es encarnación. Ya algunos santos dijeron hace mucho tiempo que en María se había dado una “casi encarnación”. Yo me atrevo a quitar el “casi”. Es muy fácil de comprender. En Dios, el obrar y el ser son lo mismo, pertenecen ambos a su esencia. Dios todo lo que hace lo es. Si en Jesús descubrimos que Dios se encarnó, podemos decir que Dios es encarnación. Si en la figura de Jesús, esto se nos escapa, en María lo podemos descubrir con total transparencia.

El núcleo íntimo de María es inmaculado, incontaminado porque es lo que de Dios hay en ella. Es el don de sí mismo que Dios hace a todos. Lo que debemos admirar en María es el haber vivido esa realidad y haber transparentado lo divino a través de todos los poros de su ser humano. María deja pasar la luz que hay en su interior sin disminuirla ni tamizarla. De esta manera, María nos ayuda a descubrir el auténtico Jesús: Dios en el hombre.

Que nadie saque conclusiones apresuradas. No estamos hablando de una auto-salvación. Dios es el que salva al 100 por 100 y además salva siempre. Sin esa salvación, que se manifestó en Jesús, no tendríamos nada que hacer. Pero si Él salva siempre y a todos, que uno la alcance y que otro no alcance esa salvación, no depende de Dios, sino de cada uno, porque mi salvación depende también al 100 por 100 de mí mismo.

En esta fiesta que estamos celebrando queda meridianamente claro el principio de que Dios no reacciona a las acciones de la criatura, sino que Él es el primero en actuar, y siempre por pura gracia y sin que lo merezcamos. María está llena de gracia desde el principio de su existencia, como todos los seres. Es curioso que el evangelio dice “llena de gracia” y el dogma diga: “preservada de pecado”. Podemos descubrir ahí, el maniqueísmo que desde siempre enseña la oreja por todas partes en nuestro cristianismo. En María el mito del pecado original ha saltado por los aires para quedar recluido en los libros de teología.

Imagina tu “yo”, tu individualidad, como una cáscara, como un caparazón cerrado. Siempre has creído que no eras más que eso. Incluso la religión ha insistido en que eras algo vacío, y lo has aceptado. Intenta romper ese cascarón y deslízate dentro de él… No has salido de ti, si no que has entrado hasta tu verdadero ser. Es el tesoro escondido. Es la perla preciosa. Es Dios en ti. Es la parte de ti, aún no manchada, que ni tú mismo puedes deteriorar. Ahí, eres inmaculado, eres inmaculada. Todo lo demás no importa.

Fray Marcos

Fe Adulta

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María

Domingo, 8 de diciembre de 2024

la-virgen-de-pasoliniLc 1, 26-38

«Bendita tú entre las mujeres»

Los pueblos primitivos consideraban a los dioses gente peligrosa, poco de fiar, a la que había que mantener alejada y aplacada. El pueblo judío dio un salto de gigante en la concepción de Dios al considerarle su aliado, pero el salto definitivo se produjo con Jesús, que superó la idea de Dios-juez justísimo que premia a los justos y castiga a los impíos, y nos dio a conocer a “Abbá”; la madre que nos ha engendrado por amor y nos ama con ese amor incondicional que sólo las madres son capaces de sentir.

Y ésta es la mejor noticia que los seres humanos podíamos recibir. Es el corazón de la buena Noticia, porque en Jesús hemos conocido a Dios y es mucho mejor de lo que nadie jamás había sido capaz de imaginar: no es el juez; es Abbá. Gloriosa Noticia.

Pero poco les duró a los cristianos la alegría de este feliz hallazgo, pues desde época muy temprana, la teología erudita se encargó de dar un cambiazo nefasto sustituyendo a Abbá por la primera persona de la Santísima Trinidad, es decir, por el Padre que, como todos los padres, tiene exigencias, establece principios y leyes, supedita su amor a la obediencia, tiene predilección por los más obedientes y capacitados… y las cosas ya no son lo mismo. Aquellos sabios habían retrotraído la historia a la época de los juicios, los premios y los castigos, y ni siquiera Jesús salió bien parado de este envite, pues se convirtió en el rey que volverá entre trompeteos de ángeles para separar las ovejas de las cabras y enviar a las cabras al castigo eterno.

¡Había muerto la buena Noticia!

Pero cuando los fieles cristianos se sintieron desamparados y a expensas de un juez que iba a determinar su destino, se apresuraron a buscar una buena abogada; y no puede haber mejor abogada que una madre, porque no lleva las cuentas del mal… Por supuesto, la mejor madre que podían encontrar era María, la madre de Jesús, así que la revistieron de todos los atributos de Dios-Abbá y recuperaron en María lo que los sabios les habían arrebatado… Y eso que debería haber sido Dios-Abbá, fue para los cristianos (y lo sigue siendo) la madre de Jesús. Bendita devoción popular a María.

Y nos viene a la memoria una de aquellas cosas tan raras que decía Jesús… «Te doy gracias Padre porque has ocultado estas cosas a los sabios…»

 

Miguel Ángel Munárriz Casajús 

Para leer un artículo de José E. Galarreta sobre un tema similar, pinche aquí

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Hágase en nuestra humanidad

Domingo, 8 de diciembre de 2024

fray-angelico-la-anunciacion-museo-nacional-del-pradoLc 1, 26-38

8 de diciembre de 2024

La liturgia de este domingo nos sitúa la fiesta de la Inmaculada en el marco del Adviento. Nos propone una honda reflexión sobre el texto de la Anunciación del nacimiento de Jesús adquiriendo la figura de María un protagonismo indiscutible. Para una comprensión más ajustada hemos de inscribir este relato en el contexto del pueblo de Israel y su esperanza mesiánica. Éste sería su aspecto de continuidad, pero es importante notar también sus puntos discontinuos y que son fuerza de arranque del cristianismo. Hay mucho silencio en torno a María y su historia, existen más antecedentes de reflexión teológica que históricos pero los datos de su vocación la sitúan en un primer plano en la historia cristiana.

Todos los líderes de Israel llevan asociados un relato de vocación, pero en este caso es la vocación de María la que es narrada por Lucas con una explícita intencionalidad. Se trata de un texto muy profundo que alterna la vocación de María con el anuncio del nacimiento de Jesús. Esta narración discurre en paralelo con el anuncio del nacimiento de Juan anunciado a Zacarías. La anunciación del nacimiento de Juan se realiza a un sacerdote en el Templo, en María, Dios se hace presente en el pueblo, en la realidad del mundo; el mensaje salvador ahora se inscribe en la historia. En este anuncio hay una doble particularidad que rompe con los esquemas de la tradición judía: es a una mujer con nombre propio (ni varón, ni sacerdote) y el impacto de este encuentro no es una misión para cumplir, sino la misma entrada de Dios en la historia como humano. La revelación ya no es a través de un rol religioso sino en la cotidianidad del ser humano que ahora es susceptible de la acción de Dios. Es la persona el lugar sagrado, el nuevo escenario de Dios.

Comienza el texto con un saludo del personaje del ángel que representa a Dios, un saludo que incluye un desglose de la identidad de María. Antes de revelar la misión, revela su identidad: “llena de Dios”. No la convierte en un instrumento del “Altísimo” sino que reconoce su condición de persona usando la misma expresión que con otros líderes israelitas: “el Señor está contigo”. María reacciona como persona; primero desde la emoción “se turbó…” y posteriormente racionaliza lo que vive: se preguntaba por el significado de aquel saludo. Ya hay una elaboración importante de lo que está viviendo. El ángel continúa con su mensaje y ahora presenta la misión de María con expresiones indicadas en futuro. La maternidad de María, como misión explícita, no es una imposición de nadie, pero sí tiene un sentido que trasciende lo biológico porque su Hijo será un nuevo referente de humanidad a través del cual Dios se hace liberación. La evolución del conocimiento humano hace consciente a un Dios que habita y actúa en su misma entraña.

Continúa el texto aludiendo a que María pide datos para avanzar en la comprensión de lo que se le está proponiendo para una aceptación responsable.  Es un diálogo que va revelando la identidad humana y divina en unidad y distinción. Dios no anula a María, espera su respuesta porque el amor más auténtico es aquel que respeta la libertad, el que no invade, sino el que espera a ser aceptado.

Termina María con unas palabras que vuelven a recordarnos a los grandes líderes de Israel: “he aquí la sierva del Señor”, palabras que la liberan de toda dependencia de otro semejante y la vinculan a la Historia de Israel con voz propia y como potencia mesiánica. Sus últimas palabras “Hágase en mi” renueva el hágase pronunciado por Dios en la Creación para dar paso a una nueva humanidad; ahora Dios ya no es un Otro que llega sino sustrato que construye desde dentro lo humano en una dinámica de “encarnación”.

Desde estas claves la Inmaculada Concepción de María adquiere todo su sentido: Dios ha suscitado un nuevo modo de existencia y María se convierte en la primera persona de la cadena humana que es consciente del origen divino de su Ser. Se establece un nuevo orden en la trama humana: el pecado y la ruptura con Dios queda en un plano inferior porque existe un espacio de gracia y de conexión con Dios indestructible. Creer que es destructible es darle poder al pecado y minimizar el amor liberador de Dios.  María es un referente de persona liberada de todo aquello que mutila la dignidad y la inviolabilidad de nuestra existencia. Hay una nueva revelación de la Creación, una confirmación de que la realidad divina forma parte de nuestra humanidad. María, mujer que coopera en la liberación del género humano, nos invita este domingo a recuperar nuestra capacidad de encarnar la VIDA en nuestra historia personal y eclesial. Una Iglesia consciente de que vive “llena de Dios” es capaz de avanzar hacia lo esencial.

FELIZ DOMINGO

Rosario Ramos

Fe Adulta

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María de Nazaret”, por Joseba Kamiruaga Mieza CMF

Sábado, 7 de diciembre de 2024

02_Adv_A-02-MariaMaría de Nazaret. Con motivo de la Solemnidad de su Inmaculada Concepción.

El mito es importante: siempre ha servido para contar la realidad. Es la forma que tiene el hombre de contar la realidad y de contarse a sí mismo en la realidad. Es una «razón»; es una «verdad». Pero más allá de las narraciones, lo que queda es el núcleo de la vida.

Y si para los griegos el mito hablaba de dioses superiores y caprichosos (un poco como el hombre y la naturaleza), hablaba del destino inexorable, de la eternidad en movimiento sobre sí misma, de la materia eterna y transformadora, para la tradición judeocristiana el mito habla de la cercanía, la esperanza, la alianza, la apertura de Dios.

Es como si el aburrimiento de los mitos cosmogónicos y antropogónicos fuera sustituido por una tensión llena de energía, de relación viva, de amor.

Sean cuales sean las palabras que queramos utilizar para describir la vida y la experiencia de María (concepción inmaculada, virginidad, anunciación, dormición, realeza, asunción, corredención), un hecho permanece: la de María fue una vida atravesada por una energía viva, a veces enormemente dramática, pero marcada por el amor y la tensión.

De este modo, María de Nazaret se convierte para nosotros en una provocación constante y continua.

La suya es una belleza contagiosa y provocadora.

La necesidad de vivir en gracia de Dios, el deseo de combatir el pecado, nuestro egoísmo, nuestra incapacidad de diálogo, todo esto es María para nosotros: Ella es un estímulo profundo, una provocación constante, continua.

No podemos levantar inútilmente la mirada hacia Ella; ante María no podemos arrodillarnos sin más, como Ella; si nos arrodillamos, es para inclinarnos sobre el estanque de agua y contemplar más de cerca nuestras manchas, nuestros pecados, nuestras faltas, y encontrar en Ella una fuerte provocación, para salir de esta situación de ineptitud, de cansancio, de aburrimiento.

La rutina diaria, la repetición, la rutina es terrible, ¿no? Por eso hay que superarlo constantemente. María se regeneraba continuamente; cada momento era nuevo para ella, nunca repetía nada.

Nunca se puede entrar dos veces en el río. Cuando entro en el río, toco el agua. Cuando entro por segunda vez, es un agua diferente, físicamente es diferente, las moléculas son diferentes. Así también, en gracia de Dios, nunca entramos como en una rutina.

Que María provoque en nosotros este impulso de renovación interior. Que Ella sea también la fuente de nuestras esperanzas.

¿Hay algo más sorprendente, motivador y significativo que el amor, la bondad, que se nos ha regalado a través de la Madre?

Joseba Kamiruaga Mieza CMF (Remitido por el autor)

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“Las apariciones y la María del Evangelio”, por Pedro Miguel Lamet

Sábado, 26 de octubre de 2024
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IMG_7837Leído en su blog:

¿Se ha aparecido realmente la Virgen en Medjugorje?

Ha llegado la respuesta de la Iglesia sobre Medjugorje. Pero la polémica sobre las apariciones viene de antiguo

Apariciones: ensayo crítico“,  del padre Staehlin analizaba entre otros prodigios el de Fátima y desmitificaba muchos pretendidos hechos sobrenaturales.

Ratzinger “apretó los tornillos al Papa para que no diese pie a que pudiera interpretar que había alguna revelación en Fátima

En noviembre de 1980, Juan Pablo II explicó por qué no se había revelado el famoso secreto de Fátima

Lucía se cambió de convento. Al parecer , tenía mal carácter “y se enfadaba mucho”. Según su testimonio y memorias, que escribió por mandato de sus superiores, tuvo otras apariciones en sus años de vida en el monasterio

Vivimos un momento ávido de maravillosismo. Si no se cree en Dios o no se vive una auténtica espiritualidad,  se busca el fenómeno sorprendente, también fuera de la Iglesia

Me rechinan esos textos donde la madre de Jesús aparece anunciando calamidades, fustigando a los pecadores, con una teología de los años cuarenta

¿Se ha aparecido realmente la Virgen en Medjugorje? Durante quince años los numerosos peregrinos que acuden continuamente a este santuario y experimentan frecuentes fenómenos inexplicables, entre ellos no pocos de oración conversión, han esperado la respuesta de la Iglesia a esta pregunta. Además, ¿quién no tiene un familiar o conocido que han visitado este lugar o incluso es decidido partidario del mismo?

Pues bien, el veredicto de la Iglesia no aprueba la sobrenaturalidad de esas apariciones, pero sí su culto, las peregrinaciones y el valor de Medjugorje para el fomento de la devoción a la Virgen. La Doctrina de la Fe, de acuerdo con las nuevas normas sobre apariciones aprobadas el pasado 4 de mayo, dice textualmente que su decisión “no significa reconocer como reales los supuestos acontecimientos sobrenaturales, sino sólo resaltar que, dentro de este fenómeno espiritual de Medjugorje, el Espíritu Santo obra provechosamente para el bien de todos”. Esta misma postura acaba de mantener recientemente también con pretendidas apariciones acaecidas en el norte de Italia y Extremadura.

POLÉMICA SOBRE FÁTIMA

La polémica sobre las apariciones viene de antiguo. Recuerdo un famoso libro publicado en 1954 por el jesuita español de origen austriaco Carlos María Staehlin, obra que, a pesar de haber pasado por nueve censores, según me contaba él mismo, fue retirada de la circulación por decisión jerárquica. Apariciones: ensayo crítico, analizaba entre otros prodigios el de Fátima y desmitificaba muchos pretendidos hechos sobrenaturales. Por ejemplo, daba cuenta de los errores de algunas profecías de la vidente Lucía en Fátima, como la fecha del fin de la Primera Guerra Mundial el 17 de octubre de 1917. De hecho, la gran conflagración no acabaría hasta el año siguiente. Pero el padre Staehlin, tras la retirada de su riguroso estudio, se vio obligado a cambiar de trabajo y dedicarse al estudio del cine, convirtiéndose por cierto en uno de sus principales  teóricos, gran especialista en concreto en Ingmar Bergman.

                Otro episodio lo viví como informador años después, en tiempos de Juan Pablo II. El 13 de mayo de 1982, al año justo del atentado de Ali Agca, el papa visiblemente emocionado había doblado su rodilla a los pies de la Virgen de Fátima en Cova de Iría. En aquella ocasión dijo: “He visto un reclamo de atención hacia el mensaje que partió de aquí hace sesenta y cinco años”. En declaraciones a los periodistas no dudó en relacionar la perestroika con las profecías de la Virgen de Fátima; se entrevistó durante veinte minutos con Sor Lucía y coloca la bala que le atravesó el abdomen en la corona de la imagen de María.

IMG_7838Esta aceptación pública de una revelación privada, que para un católico no es obligado creer por no encontrarse entre los dogmas, ya que la revelación autentica termina con el Nuevo Testamento, molestó al entonces propio “guardián de la ortodoxia” y mano derecha del Papa en temas de doctrina, cardenal Joseph Ratzinger. Según contó el entonces arzobispo de Tarragona, Ramón Torrella, en una entrevista, este cardenal “apretó los tornillos al Papa para que no diese pie a que pudiera interpretar que había alguna revelación en Fátima. Yo me limité a decirle: ‘Mire, Santo Padre, yo lo que digo es que usted no puede nombrar ni una sola vez ‘Rusia’. Si usted en Fátima nombra la palabra ‘Rusia’, al día siguiente se interrumpen las relaciones ecuménicas del Patriarcado de Moscú con Roma’”. De hecho estas relaciones se hicieron cada vez más difíciles y Torrella nunca llegó al cardenalato, que según algunos se merecía. A pesar de ello Juan Pablo II hizo publicar a Ratzinger un documento sobre la explicación de su atentado conectándolo con Fátima.

Durante una conversación con un reducido grupo de peregrinos en la plaza de la catedral de Fulda, en Alemania occidental, en noviembre de 1980, Juan Pablo II explicó por qué no se había revelado el famoso secreto de Fátima. El papa respondió que “la gravedad de su contenido” podría provocar una respuesta hostil por parte del “poder del comunismo internacional”, lo que tenía que evitar la Iglesia por razones de diplomacia. Aludió luego  una parte del mensaje: cuando los océanos cubrirán ciertas partes de la tierra, y desde ese momento millones de hombres perecerán”. Y añadió sobre la Iglesia: “Tendremos que prepararnos a sufrir largas y grandes pruebas que requerirán de nosotros incluso el sacrificio de nuestras vidas por Cristo”. El Papa exhortó luego a la oración y a la renovación “porque es aún posible evitar las pruebas”.

SANTIDAD Y APARICIONES

Curiosamente “el papa de la sonrisa”, Juan Pablo I, tuvo también relación con Fátima. Su hermano, Eduardo Luciani, contó que cuando su hermano Albino oía hablar de Fátima se levantaba muy turbado porque, al parecer, Lucía le había comunicado la brevedad de su pontificado. Las hipótesis en torno al secreto han sido muchas: la guerra nuclear, catástrofes ecológicas y desastres espirituales.

Sobre la credibilidad dada por el papa Wojtyla a Fátima, los teólogos insisten que es una preferencia personal que no obliga a la fe, en la que un católico es libre de creer o no. A este propósito se cita la amistad de Juan Pablo II con el famoso padre Pío de Pietrelcina, el capuchino que tenía en sus pies y manos los estigmas de la Pasión y facultades de videncia. Cuando Karol Wojtyla lo visitó de estudiante, el fraile le predijo que sería elegido papa y que moriría mártir. De hecho, el proceso de beatificación de este singular personaje estaba hacia años bloqueado por sus predecesores. Cuando Wojtyla ascendió a la sede de Pedro, lo volvió a poner en marcha hasta canonizarlo. Hoy su santuario es muy visitado y goza de gran devoción sobre toda en Italia. Sus biógrafos, incluso los más favorables, cuentan historias sorprendentes, como sus luchas personales con el demonio -grabadas por orden de Juan XXIII-, o la construcción del mayor hospital del sur de Italia, sin permiso de sus superiores.

Por otra parte, conviene recordar que Lucía Ingresó religiosa en 1925 en las doroteas de Túy, como humilde hermana lega. En 1934 hizo los votos perpetuos, pero no perseveró en la congregación. En 1946 consiguió la necesaria autorización para pasarse a las carmelitas de Coímbra, pero no ya como hermana lega, sino como una religiosa de coro, lo que suponía un rango mayor. Al parecer la vidente de Fátima, según testigos, tenía mal carácter “y se enfadaba mucho”. Según su testimonio y memorias, que escribió por mandato de sus superiores, tuvo otras apariciones en sus años de vida en el monasterio.

 El 19 de febrero de 2006, un año después de su fallecimiento, su cuerpo fue trasladado desde Coímbra hasta el Santuario de Fátima, donde fue sepultada junto a sus primos. hoy en los altares -sin duda con razón, solo eran dos niños inocentes y humildes- Jacinta y Francisco Marto. El 14 de febrero de 2008, en la catedral de Coímbra, el cardenal José Saraiva Martins, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, en ocasión del aniversario de la muerte de Sor Lucía, hizo público el inicio de la fase diocesana de la causa de beatificación, atendiendo la petición del obispo de Coímbra Albino Mamede Cleto. Sor Lucía fue declarada Venerable por el papa Francisco en junio de 2023.

Staehlin en su libro distingue entre las apariciones y la santidad de los videntes, entre las “obras”, por las que “los conoceréis”, según Jesús, y otros fenómenos que pueden tener otras explicaciones. Citaba por ejemplo el caso de un protestante que tenía en manos y pies los estigmas, pero no solía abrir ni por el forro su Biblia llena de polvo. Para el jesuita las virtudes heroicas de santa Bernardette de Lourdes constituyen el verdadero argumento de sobrenaturalidad.

En mi opinión vivimos un momento ávido de maravillosismo. Si no se cree en Dios o no se vive una auténtica espiritualidad, gracias a la pura fe o la vida de oración, se busca el fenómeno sorprendente, también fuera de la Iglesia. Eso muestra la afición a los programas milenaritas, las sicofonías, los ovnis, poltergueists y demás misterios de andar por casa. Dentro de la Iglesia siempre ha existido la necesidad de lo extraordinario, de ver lo invisible, tocar las llagas como Tomás, demostrar palpablemente. No digo que no exista el milagro, pero en el Nuevo Testamento, como señalan los biblistas, es más un signo del Reino que una prueba irrefutable. Nunca vamos a encontrar la prueba incuestionable de la verdad en el prodigio, porque, si no, creería todo el mundo.

Respecto a María, la aldeana de Nazaret que dijo “” a Dios, me rechinan esos textos donde la madre de Jesús aparece anunciando calamidades, fustigando a los pecadores, con una teología de los años cuarenta centrada en el infierno, el purgatorio, los malos, el pecado. La María de veras es la de la Anunciación, el abrazo alegre a su pariente Isabel, la solitaria de Nazaret, cuando Jesús parte; la madre dolorida de la calle de la amargura y al pie de la cruz, la que nos recibe como hijos, la que con los apóstoles se llena del Espíritu Santo. Nunca una diosa, sino una mujer del pueblo, querida de Dios y llena de gracia.

Que hay gente a la que  ayudan las apariciones para confirmar su fe, bien; está en su derecho, pero que no nos quieran imponer con eso una Iglesia antediluviana, lejana a la verdad de la palabra del Evangelio, la mejor tradición y los auténticos santos.

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Nuestra Señora del Pilar, Patrona de Aragón y Zaragoza

Sábado, 12 de octubre de 2024
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136f9095482933f8074b8befdc0fed89El origen de la devoción a la Virgen del Pilar se remonta al siglo I. Cuenta le leyenda que, desde Jerusalén, donde aún vivía la Virgen María, vino a España para confortar al apóstol Santiago el Mayor en las tareas de evangelización. La tradición afirma que lo visitó milagrosamente a las orillas del río Ebro, donde Santiago estaba reunido con los primeros hispanos convertidos al cristianismo.

Como recuerdo de aquel acontecimiento se levantó más tarde en aquel lugar una capillita en honor de María, venerando su imagen en un pilar. Documentos monacales del siglo IX dan testimonio del templo dedicado en la ciudad de Zaragoza a María.

La advocación de nuestra Señora del Pilar ha sido objeto de un especial culto por parte de los españoles. En pocos templos de los pueblos de España falta la imagen de la Virgen del Pilar.

Su basílica, a las orillas del Ebro a su paso por Zaragoza, es un lugar privilegiado de oración, donde sopla con fuerza el Espíritu.

Esta devoción a la Virgen del Pilar fue llevada también en las carabelas de Colón hasta los pueblos hermanos de América. Desde el año 1908, en el interior de la gran basílica que hoy existe en Zaragoza, junto al altar de la Virgen están presentes las banderas de los países hispanoamericanos.

El papa Inocencio XIII, en 1723, concedió oficio litúrgico propio de la Virgen del Pilar para el día 12 de octubre.

***

LECTIO

Primera lectura:

Primer libro de las Crónicas 15,3-4.15-16; 16,1-2

David reunió en Jerusalén a todo Israel para trasladar el arca del Señor al lugar que le había preparado. Reunió a los hijos de Aarón y a los levitas.

Los levitas transportaron el arca apoyando las barras sobre sus hombros, como lo había prescrito Moisés, por orden del Señor.

David ordenó a los jefes de los levitas que dispusieran a sus hermanos los cantores con todos los instrumentos musicales de acompañamiento, arpas, cítaras y címbalos, e hicieron resonar bellas melodías en señal de regocijo.

Metieron el arca de Dios y la colocaron en medio de la tienda que David había levantado para ella. Ofrecieron luego al Señor holocaustos y sacrificios de reconciliación.

Cuando David terminó de ofrecer los holocaustos y los sacrificios de reconciliación, bendijo al pueblo en nombre del Señor.

Estos versículos de los capítulo 15 y 16 del libro de las Crónicas, que presenta la liturgia en la fiesta de la Virgen del Pilar, hacen referencia a la gran fiesta que celebró David el día que trasladó el arca de Dios desde Baalá a Jerusalén. Dice el texto del libro de Samuel que en esa fiesta «David danzaba ante el Señor frenéticamente… entre gritos de júbilo y al son de trompetas» (2 Sm 6,14-15). Jerusalén se convierte, por la presencia del arca, en ciudad santa, ciudad bendecida por Dios. En aquella fiesta, David convocó a todo Israel: era una fiesta nacional de bombo y platillo.

En las letanías de nuestra Señora invocamos a María como Arca de la Nueva Alianza y Templo del Espíritu Santo. Aquel regocijo de David con todo su pueblo, las ofrendas y oraciones que hicieron y la bendición que recibieron eran imágenes de esta fiesta en la que el arca de la Nueva Alianza vino de Jerusalén a Zaragoza para bendecir a los nuevos cristianos y para asentar su trono en el gran templo de nuestros corazones.

***

Segunda lectura:

Hechos de los apóstoles 1,12-14

Entonces regresaron a Jerusalén desde el monte de los Olivos, que dista poco de Jerusalén, lo que se permitía andar en sábado.

Y así que entraron, subieron a la estancia de arriba, donde se alojaban habitualmente. Eran Pedro y Juan, Santiago y Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé y Mateo, Santiago el de Alfeo, Simón el Zelota y Judas el de Santiago.

Todos ellos hacían constantemente oración en común con las mujeres, con María, la madre de Jesús, y con sus hermanos.

 Después de la ascensión de Jesús a los cielos, el libro de los Hechos de los apóstoles se centra en la constitución de la comunidad cristiana. Los que le habían seguido por el camino son convocados por el Espíritu para seguir con la misión de Jesús. En el grupo de los que acompañaban a Jesús en su vida pública estaban María, su madre, y otras mujeres. El evangelio de Lucas, en el capítulo 8, dice que junto con los Doce le seguían María Magdalena, Juana, Susana y otras muchas.  En estos versículos que leemos en la fiesta de la Virgen del Pilar, se resalta la presencia de María en esta primera comunidad pospascual. Ella, los apóstoles y algunas mujeres perseveraban en la oración común.

Esta oración entre hombres y mujeres da un tono peculiar a la primera comunidad cristiana, muy distinto a lo que se hacía en la sinagoga judía. Jesús había roto la separación, y la primera comunidad sigue acorde con el estilo de Jesús. Podemos pensar en la importancia de María en la formación de esa primera comunidad de Jerusalén y trasladar, sin esfuerzo, esa misma importancia en el apoyo a Santiago en la formación de la primera comunidad de España.

***

Evangelio:

Lucas 11,27-28

Mientras decía esto, una mujer de entre la gente gritó:

– «Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te amamantaron».

Pero él le dijo:

«Dichosos más bien los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica».

Arrebatada por la emoción del momento, una mujer del pueblo, corazón en mano, alaba a Jesús y le dice cuan orgullosa tenía que estar su madre por haberlo llevado en su seno. Las palabras de la mujer son un cumplimiento de la profecía sobre María de Lc 1,28: «Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones».

Pero Jesús, humilde y sencillo como su madre, traslada la atención de él mismo y de su madre a una insistencia más central: realmente, es más dichoso el que escucha la Palabra de Dios y la pone en práctica. La grandeza personal de María está en haber escuchado a Dios y haber dado un «» incondicional.

María escuchó y puso en práctica la Palabra de Dios al responder en la anunciación: «He aquí la esclava del Señor». Es una actitud humilde, valiente, libre y auténtica.

María, que meditó en su corazón las palabras y los gestos de Jesús, hace pensar en aquellos que «escuchan la Palabra con un corazón noble y generoso» (Lc 8,15).

*

MEDITATIO

Del libro del Eclesiástico 24, 3-15

Yo salí de la boca del altísimo y cubrí la tierra como una niebla. Habité en las alturas, y mi trono fue columna de nube. Sola recorrí el círculo celeste, y por las profundidades del abismo me paseé. En las olas del mar, en toda la tierra, en todo el pueblo y nación yo imperé. En todos ellos busqué el reposo, y en qué territorio instalarme. Entonces me ordenó el creador de todas las cosas, mi hacedor fijó el lugar de mi habitación, y me dijo: «Pon tu tienda en Jacob, y en Israel ten tu heredad».

Desde el principio y antes de los siglos me creó, y existiré eternamente. En su santa tienda, en su presencia, ejercí el ministerio, y así en Sión me instalé. En la ciudad amada establecí mi residencia, y en Jerusalén tuve la sede de mi imperio. En el pueblo glorioso eché raíces, en la porción del Señor, en su heredad. Crecí como el cedro en el Líbano, como el ciprés en las montañas del Hermón. Crecí como palmera en Engadí, cual brote de rosa en Jericó; como magnífico olivo en la llanura, crecí como el plátano. Como el cinamomo y el espliego he dado mi aroma, como mirra escogida exhalé mi perfume; como gálbano, ónix y estacte, y como perfume de incienso en el tabernáculo. Yo extendí como terebinto mis ramas, y mis ramas están llenas de gracia y de majestad. Como vid eché hermosos sarmientos, y mis flores dan frutos de gloria y de riqueza. Venid a mí los que me deseáis, y saciaos de mis frutos.

*

ORATIO

Virgen santa del Pilar:

Desde este lugar sagrado

alienta a los mensajeros del Evangelio,

conforta a sus familiares

y acompaña maternalmente

nuestro camino hacia el Padre,

con Cristo, en el Espíritu Santo. Amén.

(Oración de Juan Pablo II ante el altar de la Virgen del Pilar en Zaragoza.)

 

*

CONTEMPLATIO

La piedad de la Iglesia a la santísima Virgen María es un elemento intrínseco del culto cristiano. La veneración que la Iglesia ha dado a la Madre del Señor en todo tiempo y lugar -desde el saludo y la bendición de Isabel hasta las expresiones de alabanza y súplica en nuestro tiempo- constituye un sólido testimonio de que la lex orandi de la Iglesia es una invitación a reavivar en las conciencias su lex credendi. Y viceversa: la fe viva de la Iglesia requiere que por todas partes florezca lozana su oración fervorosa a la Madre de Cristo. Culto a la Virgen de raíces profundas en la palabra revelada y de sólidos fundamentos dogmáticos.

La misión maternal de la Virgen empuja al pueblo de Dios a dirigirse con filial confianza a aquella que está siempre dispuesta a acogerlo con afecto de madre y con eficaz ayuda de auxiliadora; por eso el pueblo de Dios la invoca como consoladora de los afligidos, salud de los enfermos, refugio de los pecadores, para obtener consuelo en la tribulación, alivio en la enfermedad, fuerza liberadora en el pecado; porque ella, la libre de todo pecado, conduce a sus hijos a esto: a vencer con enérgica determinación el pecado. Y -hay que afirmarlo nuevamente- dicha liberación del pecado es la condición necesaria para toda renovación de las costumbres cristianas.

La santidad ejemplar de la Virgen mueve a los fieles a levantar «los ojos a María, la cual brilla como modelo de virtud ante toda la comunidad de los elegidos». Virtudes sólidas, evangélicas: la fe y la dócil aceptación de la Palabra de Dios (cf. Lc 1,26-38; 1,45; 11,27-28; Jn 2,5); la obediencia generosa (cf. Lc 1,38); la humildad sencilla (cf. Lc 1,48); la caridad solícita (cf. Lc 1,39-56); la sabiduría reflexiva (cf. Lc 1,29.34; 2,19.33.51); la piedad hacia Dios, pronta al cumplimiento de los deberes religiosos (cf. Lc 2,21.22-40.41), agradecida por los bienes recibidos (Lc 1,46-49); la fortaleza en el destierro (cf. Mt 2,13-23), en el dolor (cf. Lc 2,34-35.49; Jn 19,25); la pobreza llevada con dignidad y confianza en el Señor (cf. Lc 1,48; 2,24); el vigilante cuidado hacia el Hijo desde la humildad de la cuna hasta la ignominia de la cruz (cf. Lc 2,1-7; Jn 19,25-27); la delicadeza provisoria (cf. Jn 2,1-11); la pureza virginal (cf. Mt 1,18-25; Lc 1,26-38); el fuerte y casto amor esponsal.

De estas virtudes de la Madre se adornarán los hijos que con tenaz propósito contemplan sus ejemplos para reproducirlos en la propia vida. Y tal progreso en la virtud aparecerá como consecuencia y fruto maduro de aquella fuerza pastoral que brota del culto tributado a la Virgen.

La piedad hacia la Madre del Señor se convierte para el fiel en ocasión de crecimiento en la gracia divina: finalidad última de toda acción pastoral. Porque es imposible honrar a la «llena de gracia» (Le 1,28) sin honrar en sí mismo el estado de gracia, es decir, la amistad con Dios, la comunión en Él, la inhabitación del Espíritu. Esta gracia divina alcanza a todo el hombre y lo hace conforme a la imagen del Hijo (cf. Rom 2,29; Col 1,18).

La Iglesia católica, basándose en su experiencia secular, reconoce en la devoción a la Virgen una poderosa ayuda para el hombre hacia la conquista de su plenitud. (De la exhortación del papa Pablo VI Marialis cultus.)

*

ACTIO

Reunirme hoy en oración con otros, como María con otras mujeres y los apóstoles, y pedir al Espíritu Santo fortaleza para los evangelizadores que están en tierra de misión.

*

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

El milagro de Calanda

Una curiosidad de la religiosidad popular:

Como en otros santuarios marianos, los fieles han recibido en el de nuestra Señora del Pilar favores extraordinarios que han atribuido a su intercesión ante la omnipotencia divina. Desde el siglo XIII se habla en los documentos que conserva su archivo de «los mytos et innumerabiles miraglos que Nuestro Seynor Jesucristo feitos a et cada día facer non cesa en los ovientes devoción en la gloriosa et bienaventurada Virgen María suya Santa María del Pilar».

Un manuscrito del siglo XV recogió algunos de ellos. Y en 1680 el canónigo Félix de Amada dio a la imprenta una colección de milagros obrados por intercesión de la Virgen del Pilar. Entre ellos, es universalmente conocido el llamado milagro de Calando, por su evidente superación de las fuerzas de la naturaleza y por su innegable verdad histórica. Tuvo lugar entre las diez y las once de la noche del jueves 29 de marzo de 1640, en la villa aragonesa de Calanda y en la persona del ¡oven de 23 años Miguel Juan Pellicer, al cual, debido a un accidente, hubo que amputársele la pierna derecha en octubre de 1637 en el hospital de Gracia, de Zaragoza, por el cirujano Juan Estanca, siendo enterrada por el practicante Juan Lorenzo García.

Tras su convalecencia, durante dos años, fue mendigo en la puerta del templo de nuestra Señora del Pilar, de la que era muy devoto desde su niñez, por existir una ermita de esta advocación en Calanda, y a la que se había encomendado antes y después de su operación, confesando y comulgando en su santuario.

Vuelto a la casa de sus padres en Calanda a primeros de marzo de 1640, el citado día 29 de ese mes, habiéndose acostado en la misma habitación de sus padres, por haber un soldado alojado en su casa, lo encontraron éstos dormido media hora más tarde con dos piernas, notándosele en la restituida las mismas señales de un grano y unas cicatrices que tenía la amputada.

A instancias del Ayuntamiento de Zaragoza, adonde acudió Miguel Juan tras su curación a dar gracias a la Virgen del Pilar, se incoó en el Arzobispado un proceso el 5 de junio de 1640, pronunciando sentencia afirmativa de calificación milagrosa el arzobispo Pedro Apaolaza, asesorado por nueve teólogos y canonistas, el 27 de abril de 1641. Se conserva íntegro el texto de este proceso con las declaraciones de los 25 testigos.

El milagro se divulgó rápidamente por todas partes. El mismo papa Urbano VIII fue informado personalmente por el jesuíta aragonés F. Franco en 1642. Entre los milagros, que por definición son todos excepciones de la naturaleza, el de Calanda es a su vez excepcional; por eso las relaciones coetáneas lo calificaron de «milagro inaudito en todos los tiempos». (Por Tomás Domingo Pérez, en el Libro de la Virgen, C.B.C.)

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¡María, la Santa jornalera, tu vecina y hermana!

Sábado, 28 de septiembre de 2024
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Del blog de Alfonso J. Olaz El Rincón del Peregrino:

maria_jovenfamilia


¡
María, la Santa jornalera, tu vecina y hermana!

¡María, ruega por nosotros, por todos nosotros!

Que cada día peleas para sostener a tu familia
Tu marido murió hace unos meses, jornalero del campo,

y por una rara y avanzada enfermedad: te ha dejado sola con tus cinco hijos

Todas las mañanas, al salir el sol madrugas mucho para que el patrón te dé trabajo
Hoy te ha querido contratar
¡Y como no has caído en las redes de sus amores como muchas veces, hoy no has trabajado!

Una mujer mayor del pueblo te ha comentado que hay trabajo en el norte, para la recogida de la fruta, y a casi dos mil kilómetros de tu casa

Doscientas personas del pueblo se van a ir a trabajar al norte de Francia.
El dinero no es mucho después de doce intensas horas cada jornada
¡Y el domingo, por ser el día del Señor, se descansa!

María.
Si acepta el trabajo, los servicios sociales cuidarán de sus hijos
¿Y de ella, quién cuidará?

No quieres estar con ningún hombre, porque ninguno es todavía hombre
Trabajando en la fruta tendrás trabajo para cuatro meses

María.
¡Qué dolor en el corazón de la madre!
¡Sin besar a tus hijos, sin que te besen y acaricien!
Con el dolor del emigrante esclavo, condenado a cadena perpetua, sin remisión de la pena

En las calamidades de cada día
Donde se sobrevive porque no hay otra
Y la esperanza de la lucha por tus hijos te sostiene y te da paz

Cuando no reconoces la lengua extraña.
La lengua del egoísmo humano, voraz y sórdida
Con el ansia de  mejorar un poco la vida, dejándose la salud y la vida para ello, en un medio hostil de falta de fraternidad
Donde uno ya ha sido condenado al infierno de por vida

¿Dónde están los cristianos de María?
La fraternidad, la solidaridad
¿Dónde está la justicia humana?

El emigrante, con el grave peligro de retrasar dos pasos al equivocarse al discernir y tomando la decision equivocada hundirse en la miseria
Cuando ha peleado hasta la extenuación por conseguir dar un paso adelante…

Analfabeta, sin dobleces y sin papeles
Sin conocer la lengua extranjera

¡María, la jornalera, ruega por todos nosotros!

¡Tú no necesitas mucho las oraciones, las tuyas son verdaderas!

Solo sabes rezar con la Virgen  el Ave María y hablar con ella
Así te lo enseñó tu anciana madre
¡Casi nada, menudo ejemplo!

Y por esa fe que tienes es más que suficiente
Tu muy dura vida es también oración, de la abnegación por ser mujer hoy en día  y madre  para sacar adelante a tus cinco hijos

¡Los Santos están aquí!
María es una de ellas

¡La Madre Santa María está contigo!
Ya reza ella por ti
No temas, no te preocupes más, ella ha alcanzado ya tu oración y ahora la va a prolongar para que su hijo te dé lo que precisas

Pronto, muy pronto, alcanzarás misericordia.
¡El favor de Santa María!

La Virgen María pasó también muchas calamidades cuando emigró con su hijo y su esposo a Egipto, tres años y medio viviendo en una cueva, solos los tres, en tierras extrañas, atravesando desiertos, mesetas y valles, venciendo muchos obstáculos en cada momento, salvando a su hijo
de una muerte segura

Madre María
Así das la vida cada día por todos tus hijos
Salvandonos de mil muertes seguras cada día…

¡María, la jornalera, por tu vida ya has hecho Oración, ya has hecho Oración…!

Ya nos has enseñado a todos a rezar
Qué rezar es amar mucho, mucho, para ser oración verdadera
Oración activa que se convierte en Amor de Santa María, ya nada ahora te podrá negar ella

¡Y cuántos nos atrevemos a decir que somos de María!

¡Que alguien me diga de que María somos!
¡De María, la Santa María, la Madre de Dios, que no amamos y no vemos!
¿O somos de la que vemos todos los días?
¡De la Madre Santa María, que está en María la Jornalera, y amamos y podemos verla siempre que queramos!

María
La que ruega por todos nosotros cada día
La de corazón puro y amor enorme, casi divino, por ser hija de Santa María

La luchadora por sus hijos, como su madre, la Santa María
Y la hermana nuestra de cada día, que no está ahora en los Cielos, sino en la durísima tarea de conseguir un trabajo estable, y unas dignas condiciones de vida, dejando de pasar ya calamidades

¡Bendita seas, Madre  María!

Porque has amado tanto, tanto, que hoy estarás con Santa María

Y por lo que has rogado, tus cinco hijos te acompañarán contigo

Lo que no hagáis por uno de estos, mis hijos, será juzgado con el poder divino que nada lo corrompe y es sabio y justo

Madre
¡Del espanto de nuestro egoísmo libranos!

Y por un instante, haznos ver el corazón miserable de lo peor que tiene el hombre, para así volver a ti y nunca más pecar

Y no nos dejes llevar a nuestros hermanos: al terrible espanto de la cueva negra de nuestra agonía perpetua
De la insolidaridad del hombre
¡Esto te lo pedimos con confianza y paz!

Santa María.
Madre de todas las Marías
Madre de todos los oprimidos del mundo: de techo, pan y sal

Santa María!

Danos tu fuerza, toda tu fuerza para hacer justicia contigo
Justicia de la divina, que no se corrompe
Acompañados cada día
Para qué optemos por los más pobres, por todos esos que son por ti muy predilectos

Bendita seas María, con nuestra madre Santa María

Del Evangelio a la Vida
De la Vida al Evangelio

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25.9.24. Lutero, Canto a la “merced” de María (Comentario al Magníficat)

Sábado, 28 de septiembre de 2024
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Maria-modelo-discipulado-varones-mujeres_2448065170_16037495_660x371Del blog de Xabier Pikaza:

Se celebró ayer (25 de septiembre), en la Vera Cruz de Salamanca, con presencia de Obispo, religiosos y gente devota (imágenes) la misa de la Merced. Algunas cosas han cambiado, como podrá verse por las fotos. Pero queda para mí el recuerdo de 40 años de celebración de esa fiesta.

Recuerdo en especial un año en el que estaba Eliseo Tourón (1934-1996), hacia el  1993. Leímos juntos el comentario de Lutero al Magnificat y lo aplicamos a la “merced” de la redentora cautivos. Pongo unos apuntes de lo que entonces comentamos y escribimos. 

Como su nombre indica, los protestantes han protestado contra los posibles excesos de una veneración mariana, procedente del Medievo, insistiendo en los tres principios del verdadero cristianismo : Solus Christus, sola Scriptura, sola fides. Tomando  a María como  mediación entre el hombre y Dios, los católicos podían haber corrido el riesgo de presentar a María como sustituto de Jesús o del Espíritu santo. [1]

Pero Lutero fue a su modo un devoto de María, y así lo muestra en su Comentario al Magníficat, que Eliseo y yo comentamos aquel año, en la fiesta de la Merced de la Ver-Cruz de Salamanca.

Lutero, comentario al Magníficat, Traducción de T. Egido:

 Testimonio ejemplar. Lutero: Comentario al Magníficat. El protestantismo tiene, según eso, el valor de insistir  en Cristo, en la Biblia y en la fe de los creyentes. En esa línea me siento “protestante con los protestantes y acepto con gozo algunos elementos de Lutero, en su comentario al Magníficat [2]

Principio teológico: Dios “mira hacia abajo” (In-die-Tiefe), se fije y libera a los insignificante, excluidos y pecadores, de manera que debemos insistir en solus Deus, solus Christus. De esa forma se oponen a Dios a los que que “miran hacia arriba” (herabsehen), buscando poder, gloria y riqueza, la salvación por sí mismos.En este sentido establece Lutero:

“Porque lo mismo que al comienzo de la creación hizo el mundo de la nada (por eso se le llama creador y omnipotente), de la misma forma seguirá actuando hasta el final de los tiempos de tal suerte, que lo inexistente, lo insignificante, lo menospreciado, lo miserable y lo que está muerto lo trueque él en algo precioso, honorable, dichoso y viviente. Y por el contrario, todo lo precioso, honrado, dichoso y viviente lo transforma en nonada, pequeñez y cosa despreciado, miserable y perecedera” (Magnif 178).

– Muchos miran hacia arriba con orgullo. Parece que Lutero ha tenido en cuenta la forma en muchos  teólogos y predicadores de la época consideraban a María  como dechado de de virtudes propias, superior a todos los demás y digna de ser elegida como madre de Dios, separada así de los restantes hombres y mujeres de la tierra, aislada de todos, sin preocuparse de los pobres y excluidos de la tierra, en contra de lo que dice ella misma en su Magníficat, donde se vincula con los pobres y oprimidos de la tierra.

IMG_7751Según Lutero, Dios condena todo lo que hay de orgullo en el hombre, ante todo su pecado, pero también toda su justicia puramente humana, que termina siendo en el fondo una injusticia. En contra de eso, él pone de relieve la humildad” personal y social de María en el Magníficat, que así aparece como auténtica creyente, vinculándose a los pobres y oprimidos del mundo. María aparece así como signo excelso de la necesidad y miseria de los hombres ante Dios.

          Conforme a su visión del Magníficat,  María es para Lutero una mujer evangélica (precursora de la reforma de la Reforma necesaria de la Iglesia). Un hombre o mujer evangélico, cristiano debe recibir por gracia los dones de Dios, sin vanagloriarse de lo que tiene, sin imponerse sobre los demás, estando siempre dispuesto a ofrecer su ayuda a todos, especialmente a los más necesitados, los oprimidos y hambrientos de los que habla en el Magníficat.

          El comentario de Lutero al Magníficat muestra el respeto que él tenía ante María, manteniendo elementos de piedad mariana, de vinculación especial con la madre de Jesús, aunque siempre dentro los límites de la piedad cristiana, fundada en la Biblia. Lutero insistía en la Escritura (sólo la Escritura), sabiendo que ella contiene el más hermoso y profundo testimonio de piedad mariana en el Magníficat, donde  ella está empeñada en ayudar en nombre de Cristo a los más pobres

        Lutero quiere proponer una antropología abierta a María, que pone de relieve la necesidad de salvación del hombre, en sus tres dimensiones (cuerpo, alma y espíritu, cf. 1 Tes 5,23) tal como lo muestra María  cuando habla en el Magníficat de de mi alma y de mi espíritu. Lutero atribuye a María una santidad que no es no parcial sino integral (santidad de cuerpo, de alma, de espíritu), aunque insiste en la importancia del espíritu frente al cuerpo y el alma: componentes: “si el espíritu no está santificado, no habrá en el hombre nada que sea santo“.

Lutero insiste en la santidad del espíritu, que consiste en “una fe pura y sencilla“, en contra de aquellos   que insisten en la “observancia de unas obras de piedad”  separadas de la vida, obras externas, como ayunos, disciplinas, limosnas para el culto, que no interesaban a María. Por eso se eleva en contra de los falsos devotos de María, que buscan obras de piedad externa y no se ocupan de lo que quiere el Magnífica: Dar de comer a los hambrientos, elevar y redimir a los oprimidos

          Lutero recurre a la experiencia de la fe fiducial (=fe como confianza en Dios), que él interpreta de esta forma: “La única fuente de paz consiste en enseñar que ninguna obra, ninguna enseñanza exterior, sino sólo la fe, es decir, la firme esperanza en la invisible gracia que Dios nos ha prometido, acarrea piedad, justificación y santidad“.

          Por otra parte, insistiendo en las palabras de María “porque ha hecho obras grandes en mi“, Lutero pone de relieve el hecho de que la fe del cristiana ha de ser personal, como la de María”:   “no basta con que creas que Dios ha obrado grandes cosas con otros, sino que debes confesar lo que ha realizado contigo, pues de lo contrario ello te verás privado de esta divina acción”.

 Lutero escribe este comentario al Magnificar en  un tiempo de Persecución, cuando  se siente impulsado alimentado por una fe que por una fe y piedad como la del Magníficat.  Él se identifica de alguna forma con María, la madre de Jesús, perseguido por las autoridades  religiosas y políticas, en riesgo de ser encarcelado. En esa situación apela a María, madre de Jesús, como socorro y  ayuda para los oprimidos.  Le tratan como a un proscrito, y sin embargo, él pone su confianza en Dios, como hace María en el Magníficat:

Para la ordenada comprensión de este sagrado cántico, es preciso tener en cuenta que la bienaventurada virgen María habla a partir de una experiencia peculiar por la que el Espíritu Santo le ha iluminado y adoctrinado. Porque es imposible entender correctamente la palabra de Dios, si no es por mediación del Espíritu santo. Ahora bien, nadie puede poseer esta gracia del Espíritu santo, si no es quien la experimenta, la prueba, la siente… 

La santa Virgen ha experimentado en sí misma las maravillas  que Dios ha realizado en (porque ha hecho en mí grandes cosas…), en ella, a pesar de ser ella tan poca cosa, tan insignificante, tan pobre y despreciada. En esa situación de necesidad,  María  ha recibido del Espíritu santo el don precioso y la sabiduría de Dios, descubriendo que  es un Señor que no hace más que ensalzar al que está abajado, abajar al encumbrado y, en pocas palabras, quebrar lo que está fuerte  y reparar lo que está roto” (Magnif. 177).

             En la oración final del Magníficat Lutero no se contenta con pedir a Dios que nos “nos ilumine y nos hable, sino que inflame y viva en el cuerpo y en el alma” como en María (p.204). Tal es la fuerza abrasadora del Espíritu que se muestre en el Magníficat de María. De ahí esa insistencia en la fe fiducial, fe como confianza radical en Dios, para  para que salgan adelante las obras de Dios que hace por uno. Lutero lo aplica a todo creyente como si de él se tratara:

 Tienes que estar convencido, sin duda ni vacilación posible, de la (buena) voluntad de Dios para contigo, y creer con firmeza que contigo quiere Dios realizar cosas grandes”… “Esta fe , como dice Cristo, es capaz de todo (cf. Mc 9,23). Esta es la única fe que justifica, la única que aboca a la experiencia de las obras divinas y, a través de ello, la que impulsa al amor de Dios, a alabarle y engrandecerle con su vida” . 

Lutero ve en María la primera creyente y el más acabado ejemplo de esta riqueza salvífica de la fe fiducialY así la ve también como la más grande de todas la mujeres y hombres creyentes por dos cosas: porque “su alma glorifica al Señor y porque su espíritu se alegra en Dios su Salvador, porque Dios ha hecho en ella la obra más grande: engendrar al Hijo de Dios. En esa línea, Lutero ha comprendido profundamente el significado teológico de la “mirada de Dios” a María (ha mirado la pequeñez de su sierva…). Y en esa línea llega a decir:

lutero_03      María es humilde, pero no se vanagloria de la humildad,  pues la humildad es la mayor de todas las virtudes,  ya que las restantes dependen y dimanan de ella. En realidad, cuando Dios vuelve su rostro hacia alguien para mirarle, allí se está registrando gracia pura, felicidad, y de ello se siguen todos los bienes y todas las obras (Ibid). 

  María no se ha vanagloriado de su humildad ni nadie puede hacerlo sin pecado, en contra de algunos cristianos que se creen grandes  porque son muy humildes, enorgulleciéndose de ello, en contra de lo que hace y dice María  En esa línea, Lutero define la humilitas (humildad) bíblica como expresión de la  crux Christi:

La humilitas no es otra cosa que un ser o estado despreciado, sin apariencias, exactamente igual al estado que se encuentran los pobres, los enfermos, hambrientos, sedientos, los prisioneros y los hombres que sufren y mueren, de la misma forma que se halla Job en medio de las tribulaciones, David arrojado de su reino o Cristo cargado con las miserias de todos los cristianos“.

          María es una discípula modélica de esta escuela de humildad y de la cruz de Cristo. Pertenece al grupo de los cristianos que  son “los pobres de Yahvé“. Lutero ha descubierto anticipadamente este lugar tan importante del Magníficat, como lo hace hoy toda la crítica exegética, añadiendo que los humildes son los pauperes, aflicti, humiliati que (pobres, afligidos, humillados) de los que trata el Sal 116 y otros salmos afines.

          En esta línea, Lutero siente una profunda veneración y fascinación por la maternidad divina de la Virgen con toda la iglesia antigua y medieval. Pero al mismo tiempo siente el temor de que se venere a María como a Dios, en una línea de idolatría pagana, no de piedad cristiana.

          En ese sentido, Lutero afirma la maternidad divina como “la cosa más grande” que Dios ha hecho, como obra y presencia suya (de Dios), defendiendo, al mismo tiempo,  la pequeñez de María que por sí misma no tiene ningún mérito ante Dios, ni alardea de ello. Esta divina paradoja que ve latir en el Magnificat hace que Lutero sea devoto de María y propagador de su grandeza.  Una prueba de Lutero como cantor de la maternidad divina de María lo tenemos en este párrafo inolvidable:

De ahí (de ser madre de Dios) provienen todo honor, toda la felicidad, el ser una persona tan excepcional entre todo el género humano, que nadie se le puede equiparar porque con el Padre celestial ella ha tenido un hijo. ¡Y qué hijo!…. porque quien la llama madre de Dios no puede decirle nada más grande, aunque contasen para alabarle  con tantas lenguas como hojas y hierbas hay en la tierra, estrellas en el firmamento y arenas en el mar”  (Magnif. 191).

Oh, tú, bienaventurada virgen y madre de Dios; que nada e insignificante eres, que despreciada has sido, y, sin embargo, graciosa y abundantemente te ha mirado Dios y ha realizado contigo cosas! Nada de eso has merecido, pero la rica y sobreabundante gracia que Dios ha depositado es mucho más alta y más grande que todos tus méritos. Dichosa tú Desde este momento eres eternamente bienaventurada, porque has hallado un Dios como el tuyo (Magnif 188).

Pidamos a Dios que se nos conceda la correcta inteligencia de este Magnificat: que no se contente con iluminar y hablar a otros, sino que inflame y viva él miemo, en el cuerpo y en el alma. Que Cristo nos lo conceda por la intercesión y la voluntad de su querida madre María. Amén” (Magnif. 304).

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Notas

[1] Cf. K. Barth, Adviento, Studium, Madrid 1970, 38-45 (Verheissung, München 1960, 38.44-45).

[2]  Sigo la traducción de Teófanes Egido, Obras de Lutero. El Magníficat, Sígueme  Salamanca 1977, 177-204 (=Magnif), retomando las reflexiones de un trabajo que escribí conEliseo Tourón:  Lutero y el Magnificat de María, Eph. Mar (1994) 371-390. Cf. B. Gherardini, La Madonna in Lutero, Cittá Nuova. Roma 1967.

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24.9. Virgen de la Merced, santa María de la Carne

Miércoles, 25 de septiembre de 2024
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Del blog de Xabier Pikaza:

Carne somos, humanidad del Dios enamorado, que habita en nosotros

Carne de Dios son los hambrientos, exilados, migrantes y cautivos (Mt 25,31-46), carne de María, madre y amiga de Dios, Virgen de Merced, Redentora de Cautivos.

En contra de ese Dios, en-carnado en  la humanidad sufriente, se alzaron al principio de la iglesia muchos “sabios” (gnósticos, conocedores). En oposición a ellos surgió la verdadera iglesia.

En oposición a unos gnósticos modernos quiero hoy celebrar el día de la Merced de Dios que es María, redentora de cautivos,  recordando la historia de unos gnósticos antiguos, pretendidos  teólogos cristianos (cristianos superiores), que se ocuparon de su pretendido Dios interior, pero sin encarnación redentora, rechazando lo que dirá Ireneo: Caro cardo salutis.

Tomas cristiano “sabio”, no quería compartir los dolores  de la historia. 

El  evangelio de Tomás [1] está cerca de la “gran Iglesia”, pues contiene textos de tradición venerable de comunidades antiguas (como la del Q) y apela a dos de “hermanos” de Jesús: Judas-Tomás, el Mellizo, en cuyo nombre se inscribe  (EvTom, inscriptio y num 13) y Jacobo, el Justo, por quien fueron hechos el cielo y la tierra (EvTom 12)… Pero no acepta el evangelio de la carne, rechaza  en el fondo a María, la virgen de la Carne, redentora de cautivos.

 Pero, conforme al testimonio de Jn 20, Tomás confesó al final la encarnación de la Palabra de Dios, metiendo su mano en la llaga del costado de Cristo muerto y  resucitado.

En contra del evangelio de Tomas, el evangelio de Juan confiesa encarnación del Logos de Dios (Jn 1, 14), insistiendo  en su historia de carne, como Hijo de María. Juan pone a la Virgen María a los pies de la Cruz, acompañando, liberando a los oprimidos.

En esa línea, vincula la salvación con la muerte histórica de Jesús, y no con un tipo de gnosis intimista. Por eso apela al nacimiento y muerte la  de Jesús y puede elaborar una mariología de carácter histórico (a la que se habría sumado al fin el mismo Tomás).

En contra  Jn 20 (donde Tomás al fin se convierte y mete la mano en la herida del costado de Jesús), el Ev Tomás que nosotros conservamos (=EvTom) tiende a rechazar la carne (muerte corporal) de Jesús,  desentendiéndose del sufrimiento de los hombres.

La Virgen de la Merced, que hoy celebramos, va en contra de un evangelio gnóstico como el de Tomas… porque no quiere encarnarse en el sufrimiento de la historia y redimir a los cautivos. 

La gnosis ha sido y, en algún sentido, sigue siendo la herejía principal de la iglesia cristiana (por su negación de la carne, encarnación), en la línea de las religiones de oriente (hinduismo, budismo, tao). Éstos son, presentados de un modo casi telegráfico los rasgos fundamentales de una  mariología de tendencia gnóstica, que está al fondo del Evangelio de Tomás que sigue estando, al menos veladamente, al fondo de un cristianismo actual de tipo advaita, no dualista, de puro intimismo, sin alteridad, sin comunicación social/eclesial, sin historia [2]:

 Devaluación de la alteridad cada uno quiere salvarse sólo a sí mismo.

En los evangelios canónicos, María pertenece a la vida histórica de Jesús, esto es, a su “carne”, como mujer israelita, vinculada de un modo muy intenso a la esperanza mesiánica (social) de su pueblo. No es un signo femenino de la humanidad caída, sino una persona que realiza una función positiva en el despliegue de la salvación.

            En contra del evangelio social de la madre de Jesús, buscando un tipo de “salvación interior”, el evangelio de Tomás devalúa las relaciones sociales y el compromiso  radical por la justicia, entre hombres y mujeres, convirtiendo de hecho a hombres y mujeres en solitarios, buscando a Dios (buscándose a sí mismos en su puro interior, en su desierto y silencio ante Dios).

EvTom 79 ha podido acoger el logion de Lc 11, 27-28 con la palabra de la mujer (¡Bendito el vientre que te llevó..!) y la respuesta de Jesús (¡Benditos los que han escuchado la palabra del Padre!), añadiendo las palabras apocalípticas de Lc 23, 19: “¡Bendito el vientre que no ha concebido y los pechos que no amamantado” (cf. Mt 24, 19). Pero lo que Mateo y Lucas interpretan como expresión de angustia apocalíptica  (miedo de las madres por los hijos que se pierden), se vuelve en EvTom rechazo de la maternidad en cuanto tal.

            Desde ese fondo se entiende la cita de Mc 3, 31-35, contenida en EvTom 99 donde que no es crítica de la familia en cuanto tal, sino de un tipo familia cerrada en sus propios intereses de Jesús, sino a todo tipo de “familia carnal”. En la línea avanzas EvTom 101 que, partiendo de Mt 10, 37-38 (¡quien no odia a su padre y a su madre…!), se establece una distinción radical entre las dos madres: (a) La madre carnal (como María, la de Jesús) que le engendra a Jesús en un mundo de pecado. (b) En contra de María, la madre verdadera (que es el Espíritu de Dios) engendra y alumbra a la Vida verdadera, sin carne. La tradición sinóptica vinculaba los dos planos, afirmando que María había concebido realmente por obra del Espíritu Santo, siendo así madre carnal y espiritual (cf. Lc 1; Mt 1). EvTom los contrapone, devaluando la carne de la historia (en contra de Jn 1, 14), para interpretar el nacimiento de Jesús en un plano de puro Espíritu.

En soledad con Dios, sin historia humana.

Por eso dice EvTom 105: “Quien conozca a su padre y a su madre, será llamado hijo de prostituta”. Conocer significa valorar y vincularse. En esa línea, como mujer-madre de este mundo, María ha sido esclava del pecado, de manear que podemos llamarla prostituta. No es carne buena, al servicio de la Vida, sino carne caída, dominada por el deseo de placer y por la muerte. Como madre en este mundo, María ha sido simplemente pecadora. Conocer a esa madre significa encerrarse en este mundo prostituido. Por eso es normal que EvTom no haya desarrollado una mariología consecuente (en contra del evangelio de Juan).

Cada uno es padre-madre de sí mismo, no debe ocuparse de los otros.

EvTom devalúa, según eso, toda dependencia de origen (de concepción maculada y nacimiento en este mundo pecado), y toda relación social, entendida como experiencia mundana de “carne”. Por eso, como madre del mundo, María no es mediadora ni signo de engendramiento de vida. Ella no puede ofrecer a Jesús un lugar y sentido en la existencia, pues su maternidad está vinculada al sexo “pecador” y a la carne caída y de muerte. Lógicamente, el signo de la verdadera humanidad serán los niños pre-sexuados, que no tienen vergüenza, pues no se identifican por su cuerpo masculino o femenino (cf. EvTom 21, 37). Por eso es necesario hacerse pequeños, superando el sexo (cf. EvTom 46), siendo así solitarios: “¡Bienaventurados los solitarios y elegidos, porque encontraréis el Reino. Como habéis salido de él, a él volveréis!” (EvTom 49).

En soledad individual, sin relación real/esencial con otros.

En su relación con Dios, los gnósticos son solitarios, sin madre: provienen de la luz, son como chispas que brotan de Padre viviente y que vuelven de nuevo al descanso del Padre (cf. EvTom 50), pero no forman parte de este mundo que no es madre, sino sepultura (cf. EvTom 56). Por eso, la mariología no puede entenderse como “guía de vivientes” (personas que nacen de la vida, en vida de amor crecen y se comunican con otros y n amor culminan resucitando en Dios), sino como memoria o recordatorio de muertos; por eso, quien se sepa muerto, y así viva como muerto al mundo, ha superado esta vida de muerte (cf. EvTom 86).

            Por eso puede añadir: “Los cielos y la tierra se enrollarán delante de vosotros, pero el que vive del Viviente no verá la muerte”, pues ha superado el nivel de perecimiento (cf. EvTom 111). No hay Madre que pueda ayudarles en la vida, pues por ella han nacido los hombres a la muerte. Frente a la religión de María (Madre del Cristo de Carne en el mundo), la religión de la gnosis verdadera es descubrimiento y culto de la muere. Lo que importa no es nacer, sino superar el nacimiento, no es dar y compartir vida, sino renunciar a ella.

Sin matrimonio. Renuncia a las bodas, rechazo de los otros.

El tema aparece al comienzo del evangelio de Juan (Jn 2, bodas de Caná). En contra de un tipo de Gnosis que rechaza el matrimonio como expresión de la carne/pecado, Cristo está presente en unas bodas, ratificando así el valor mesiánico (divino) del matrimonio. De manera muy significativa en esas bodas no está sólo Cristo con sus discípulos, sino también (y de un modo especial) su madre, que aparece de hecho como “primera invitada”, como si las bodas de este mundo formaran parte de la identidad de su madre (que aparece así como expresión, representación del pueblo de Israel. Según eso, las bodas de María, como tales, son bodas de pecado, que necesitan aguas de purificación y penitencia. Por eso había allí seishydriai lythinai. Seis, pues el “siete” es el número de la gracia, hydriai lithinai, recipientes de piedra, con agua para purificarse

            La madre está en las bodas y de esa forma las ratifica con su presencia. Pero sabe que en ellas bodas falta al vida,   de manera que solo hay en ellas “agua de purificaciones”. Ella tiene cierta sabiduría (conoce el pecado: las bodas del mundo, pero es incapaz de superarlo) son pecado. Es como si en las bodas de la madre (del pueblo de Israel) sólo hubiera agua para purificarse. Ella sabe que las bodas como tales son impura, impuras a causa de la mujer, cuyo contacto lleva a la muerte (como ratificaba ya en la Biblia de los LXX el libro de Tobías, donde el que purifica a los novios y en especial a la novia es el ángel Rafael). Por eso, en principio, la gnosis del evangelio de Tomas prohíbe el matrimonio como pecado, y rechaza a la mujer de las bodas como pecadora.

La madre de Jesús en las bodas, quiere vino para todos 

El evangelio de Juan contra el de Tomas. La madre, en cuanto tal, no puede convertir el agua en vino (no puede purificar, transformar), pero puede decir y dice a Jesús su Hijo “no tienen vino”. La madre de las bodas de Caná (Jn 2) va en contra de la teología gnóstica de las bodas de Tomás, pues ella le dice a Jesús “no tienen vino”, invitándole, por tanto, a santificar las bodas. Conforme al evangelio de Juan (con su afirmación central: la Palabra se ha hecho carne: Jn 1, 14) las bodas de Caná empiezan significando un “desposorio en la carne”, con el riesgo de quedarse en ella (en la pura carne, es decir, en el nivel del agua de las purificaciones.

            Pues bien, desde el trasfondo del evangelio de Juan, el agua de purificación de las bodas se puede convertir y se convierte por la palabra y presencia de Jesús (verbo encarnado) en vino de gratuidad, es decir, de comunicación personal de vida, en la línea de la gran “parábola” de vino y de la vida (cf Jn 15, 1-17). Jesús mismo es en un sentido el vino de las bodas de los hombres y mujeres del mundo. En esa línea, siendo comunicación de vida de carne, las bodas son comunicación total de vida, de unos seres humanos a otros, varones y mujeres.

            Este relato de las Bodas de Caná, en la que está presente el mismo Jesús como “vino” (dador de vino) constituye un elemento fundamental de la mariología del Evangelio de Juan y de todo el Nuevo Testamento. Ella, la madre, no es la boda (no es el vino, ni es la “instauradora” de las nuevas bodas,  pero marca el camino de Jesús (que es la boda, que es el vino de bodas), Según eso, la madre de Jesús (María), formando parte de un mundo de bodas antiguas (agua de purificaciones) abre por de Jesús el camino de las nuevas bodas,  que son la experiencia fuerte del vino de amor compartido.

En contra de eso, el Evangelio gnóstico de Tomas quiere unas bodas de de pura interioridad, cada uno a solas consigo mismo, 

sin lugar para la Madre ni para la comunicación real del varon y la mujer (de los esposos), pues sólo los solitarios (los que renuncian a toda relación sexual o maternidad mundana) “entrarán en la cámara nupcial” (lugar de las bodas verdaderas; cf. EvTom 75).

Cámara nupcial, bodas sin carne, sin generación de vida.

Las bodas gnósticas no son de agua de purificaciones, como empezaron siendo las de Caná, pero tampoco son bodas “reales”, de varones y mujeres, pues van en contra de toda dualidad sexual, de todo encuentro en la carne, de toda generación, de manera que el varón no sea ya varón, ni la hembra sea hembra, trascendiendo trascendiendo así toda dualidad, toda diferencia  (cf. EvTom 22) y  en contra de Gal 3, 28 que habla de comunión corporal en igualdad personal, y en contra de Jn 1, 14, donde se dice que la palabra/comunicación de Dios se hace carne. Estas bodas gnósticas (=bodas sin boda, sin carne) constituyen una experiencia de identificación interior con Dios y de superación de las dualidades somáticas y personales (cf. ApTom 106).

          En este contexto se puede hablar de una eucaristía espiritual y sapiencial, que consiste en “comer de la boca” de Dios (cf. ApTom 108), sin necesidad de compartir la comida y bebida con los hambriento de pan concreto de la tierra (en contra del mensaje  Mt 25, 31-46 y de la carta canónica de Jacobo, hermano del Señor). Esta sabiduría gnóstica se encuentra especialmente vinculada a las mujeres de la tradición del evangelio, Salomé y María Magdalena, que no son “mujeres” reales, sino “espíritus incorporales”, a diferencia de María  Madre de Jesús, que es una mujer de carne y hueso, presencia (madre) de Dios en su carnalidad.   Como representante de todas las mujeres aparece ahora Salomé (cf. Mc 15, 40 y 16, 1), como mujer-espíritu, persona desencarnada que pregunta a Jesús:

¿Quién eres tú, hombre y de quien procedes? Has subido a mi lecho y has comido en mi mesa. Jesús le dijo: ‘Yo soy el que procede del que es igual…’ Salomé le dijo: ‘yo soy tu discípula'” (EvTom 61).

           Ser discípula significa identificarse interiormente con Jesús (igual al Igual, que es Dios), superando así toda diferencia, en comunicación del lecho y comida, es decir, de sabiduría interior con Dios, en una especie de matrimonio de identificación mística. Ser discípula significa ser Cristo supra-carnal, espíritu en la tierra, pero sin carne ni historia, en eternidad de presencia. En esta cámara nupcial  (en el interior de las bodas de Dios) cada creyente se identifica con Cristo “desencarnado· (Cristo espíritu, sin carne), superando así la “historia carnal” de Jesús histórico, Hijo de María.

Culminando esta línea aparece al final María Magdalena, no la madre histórica/carnal de Jesús, no como mujer histórica,  carnal, sino como figura de la sabiduría, convergida  “varón” espiritual. Pedro quiere expulsarla del grupo, pero Jesús la defiende:

            Yo la impulsaré para hacerla varón, a fin de que pueda ser un espíritu viviente, similar a vosotros, los varones. Porque cualquier mujer que se haga varón entrará en el Reino de los cielos” (EvTom 114).

 Así termina el evangelio, con la mujer que hecha varón, internamente unificada (mujer sin carne, en contra de Santa María de la Carne, de la que habla el Nuevo Testamente Canónico, de la que he querido hablar en todo este libro). superando la división de varones y mujeres, esto es, su identidad carnal histórica, como compañera del varón y madre de hijos.

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Vigilia bíblica con María: Mujer, liberada, madre, hermana, amiga

Martes, 24 de septiembre de 2024
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Del blog de Xabier Pikaza:

 Faltan dos días para la Merced (24.9.24) y quiero ofrecer para compañeros y amigos una guía bíblica para celebrar su fiesta de mujer, liberada, madre, hermana y amiga, un texto sobrio para pensar, interiorizar, compartir y celebrar (actuar) en este tiempo de sinodalidad creyente para caminar unidos con ella.  

  1. MUJER DE BODAS,

  El Magníficat (Lc 1, 56-65), canto de María, y profecía universal de libertad, debe conducimos hacia la libertad compleja del amor.

  Éste es el espacio al que nos lleva, p. ej., el libro de Isaías: “El Señor de los ejércitos prepara un festín de manjares suculentos” (ls 25,6). Es el festín de bodas y de gozo que Dios mismo ha comenzado a disponer para los hombres; por eso manda a sus servidores, encargándoles que inviten a todos al banquete: “Mi cena está dispuesta, venid a celebrar el gozo de las bodas” (cf Lc 14,15-24; Mt 22,1-10).

  Así vienen la madre de Jesús a la fiesta de las bodas de Caná, que son nuestras fiestas de amor.  Viene Jesús, pero el ayuno sigue porque los novios de este mundo no han podido conseguir el vino de la vida, como indica certeramente la madre (Jn 2,3): No tienen vino, solamente tienen agua de purificaciones, agua de ritos y las leyes, que limpia una vez, externamente, pero por dentro seguimos manchados y vacíos, en ayuno sin amor.

          María que es mujer, madre, hermana y amiga le dice a Jesús: “¡No tienen vino!” no pueden celebrar la fiesta de las bodas (2,3). En esta primera palabra ella explícita su solidaridad respecto a los que viven de manera insuficiente, incompleta sobre el mundo: sabe que los hombres han sido creados para celebrar las fiestas del amor, para las bodas del vino escatológico, y por eso sufre al verlos incompletos, deprimidos, sometidos al agua de los ritos y las purificaciones de este mundo.

La respuesta de Jesús parece dura: “¡Qué tenemos que ver tú y yo, mujer; aún no ha llegado mi hora!” (Jn 2,4). Ciertamente lo es, si la miramos desde una perspectiva intimista, como expresión de ruptura con la madre: ¡Jesús está en manos de Dios y no puede recibir mandatos de María! Sin embargo, si miramos a más profundidad, descubriremos que en la misma respuesta va implicado un asentimiento implícito: Jesús no rechaza la observación de su madre, no niega la carencia de vino. Simplemente indica que la solución del problema no depende ahora de las palabras de su madre, sino de la hora (voluntad de Dios).

IMG_7676Así lo ha entendido la madre. Respecto a Jesús ya ha cumplido su misión: ya le ha indicado que no existe vino de amor y libertad sobre la fiesta de la tierra. En ese aspecto está tranquila, confía en Dios y en la promesa mesiánica del Cristo. Por eso, ahora, sólo le queda una cosa: ponerse al lado de los hombres (servidores del banquete) y advertirles: “¡Haced lo que él os diga!” (2,5).

En este segundo momento debemos situarnos. La madre puede hablar a Jesús, pero sabe que ese Jesús-hijo le desborda, pues se encuentra en relación inmediata con el Padre. Pues bien, ella sigue confiando en ese mismo Jesús, centrando su esfuerzo en la preparación de los servidores de la boda. Estos servidores llevan el nombre técnico de diakonos: son los criados que preparan el banquete y sirven en la mesa. En medio de ellos se coloca la madre, convirtiéndose en una especie de diaconisa primera, animadora y directora de los servidores del banquete.

Lo más extraordinario de esta escena, situada en el contexto de la liberación, está en el hecho de que María, madre de Jesús, venga a mostrarse, en la linea del Magníficat, como madre preocupada por las bodas de los hombres de este mundo. Ella no está en Caná para cuidar a Jesús, para arroparle en medio de los riesgos de una boda donde parecen estallar las leyes más normales de la compostura y sobriedad del mundo, está para ocuparse de los hombres, de aquellos que quisieran llegar hasta las bodas de alegría y vida de la tierra, pero no pueden hacerlo porque falta el vino de la fiesta.

  María, la madre escondida de Mt 1-2, la cantora de la gran transformación mesiánica del Magníficat (Lc 1,45-55), viene a presentarse ahora como promotora de la fiesta: ¡ella está al servicio del vino de la vida! Sabe que la esclavitud no es sólo el hambre y la opresión-humillación que presentaba Lc 1,52-53: esclavitud es carencia de amor, es la impotencia de una vida en la que todo está encerrado en leyes, purificaciones lustrales, ceremonias opresoras. Pues bien, precisamente en ese lugar, allí donde los hombres padecen la gran frustración de su impotencia (¡no alcanzan a beber el vino de las bodas!), viene a presentarse María y nos presenta a Jesucristo.

          Precisamente al servicio de la vida y del amor, del vino y de la fiesta se ha puesto María, conforme al evangelio. Ella está con los diáconos, con los servidores del banquete, anunciando y preparando el gozo que se acerca, la liberación definitiva.

En esta perspectiva podemos ampliar la cita con que había comenzado este apartado: “El Señor de los ejércitos prepara un festín de manjares suculentos…: y arrancará en este monte el velo que cubre a todos los pueblos…, aniquilará la muerte para siempre” (Is 25,6-7). Éste es precisamente el vino que falta en el banquete de la tierra, ese “vino de solera” que anuncia el gran profeta (cf 25,6). Pues bien, al servicio de ese vino de la vida se coloca María, como servidora de la libertad, en el banquete escatológico.

LIBRE, LIBERADA Y LIBERADORA

Libertad de los hijos de Dios. El evangelio es un proceso de liberación donde el esclavo (doulos) se hace hijo (huíos) conforme a la palabra de Gál 3-4. Pues bien, ahora queremos ampliar aquella breve indicación, partiendo del gran texto paulino donde el tema de la libertad se ha vinculado a la venida de Jesús como “nacido de mujer”:

  1. Al llegar la plenitud de los tiempos envió Dios a su Hijo, a) nacido de mujer,
  2. b) nacido bajo la ley,
  3. b’) a fin de rescatar a los que estaban bajo la ley,
  4. a’) a fin de que alcanzásemos la filiación (/Ga/04/04).

IMG_7677   Ser hijos de Dios, hermanos, amigos, libres…  El tema es claro: Dios envía a su Hijo (eterno) para que los hombres, rota la cadena de la ley que es servidumbre, podamos alcanzar la filiación. Pues bien, esa filiación es libertad. El hombre vive esclavizado sobre un cosmos que le determina: es heredero de las cosas, pero no puede emplearlas libremente a su servicio, como espacio de realización y como medio para madurar en libertad; el hombre vive dominado objetivado sobre un mundo que le determina, le angustia y cuadricula (Gál 4,3).

 Ésta es la esclavitud fundamental, el sometimiento en un mundo de esclavitud, de dominio de unos sobre otros, sin ser hermanos, sin ser amigos, sin ser libres Dios nos hizo dueños y nosotros somos (nos hemos hecho) siervos de las cosas (cf Gén 2,26 Rom 8,20).

Por eso, nosotros, nosotros, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la filiación, la redención de nuestras opresiones, la hermandad, la amistad (cf. Rm 8,23).

Esta es la filiación que nos ofrece Jesucristo, el Hijo, nacido de mujer: nos da su Espíritu, de forma que podemos decir ¡Abba, Padre!:

“Por eso ya no eres siervo, sino hijo; y si eres hijo, eres heredero según Dios” (Ga/04/07).

La verdadera libertad es filiación: nos hace madurar como hijos, en un contexto de autonomía personal, de apertura hacia Dios y de confianza. Situada en esta perspectiva, y reasumida en el campo de la redención del Cristo, Hijo de Dios, la misma Madre, María, viene a presentarse como hija: ya no es esclava sometida a los principios de la ley aplastada por las fuerzas de este mundo; es hija redimida por Jesús que dice el “¡Abba, Padre!” y que mantiene relación de encuentro personal con ese Padre.

Situados ya en este nivel, dentro de la gran proclamación mesiánica de Gálatas, podemos dar un paso más. Antes el mundo de la esclavitud y de la ley se hallaba dividido en grupos contrapuestos. Ahora, en cambio, la libertad de Cristo, realizada como nueva creación, vincula a todos los creyentes en forma de fraternidad mesiánica:

Pues todos sois hijos de Dios, por la fe en Cristo Jesús, ya no hay judío ni griego, no hay siervo ni libre no hay macho y hembra, porque todos vosotros sois uno en el Cristo Jesús (Gál 3,26.28).

 María es mujer (gyne) y como tal es madre de Jesús, pero ella no se define en su oposición al varón: no es thely o hembra que vive en guerra con el arsen, que es el macho. En el comienzo de la iglesia, allí donde san Pablo ha proclamado la unidad fundamental de todos los creyentes, rectamente interpretada, María viene a presentarse como signo de esa unidad (igualdad) fundamental. Por encima de judíos-griegos, siervos-libres, machos-hembras, enfrentados en lucha permanente, quedan los hombres (seres humanos: varones y mujeres) que viven la nueva filiación de Cristo, en ámbito de fe o de mutua fidelidad.

          Jesús, nacido de mujer, nacido bajo una ley de opresión, nos libera de la opresión,  nos introduce en camino de hermandad, de amistad, que debemos recorrer con María. La cooperación de María, hija de Dios, hace posible que nosotros dejemos de ser siervos y empecemos a ser hijos, herederos de la casa de Dios Padre (Gál 4,7); aquella cooperación maternal ha influido en esta gran ruptura mesiánica del Cristo, que ha venido a crear un mundo nuevo donde ya no exista opresión o división entre machos-hembras, judíos-gentiles, esclavos y libres.

HERMANA: FRATERNIDAD/SORORIDAD

IMG_7682“Vosotros no llaméis a nadie rabbi; uno es, pues, vuestro maestro y todos vosotros sois hermanos. Y a nadie llaméis sobre la tierra padre, pues uno es vuestro Padre, el de los cielos” (Mt/23/08-09).

 Éstas son palabras condensadas que reflejan la nueva densidad, el nuevo espacio vital y familiar de la comunidad cristiana. Evidentemente, ellas incluyen a María, la madre de Jesús.

En esta perspectiva, libertad cristiana implica una doble liberación. Es liberación frente a un falso padre, frente a Dios  impositivo de este mundo, que domina desde arriba y que no deja a los hijos realizarse, conforme a un mito que en los últimos decenios ha desarrollado con toda nitidez la tradición cristiana; mientras el hombre siga oprimido por su padre de la tierra no existe libertad, sólo cuando el hijo puede superar ese nivel del padre de este mundo y se descubre responsable, acogido y potenciado por el Padre de los cielos, logra alcanzar su libertad, se vuelve plenamente humano.

Ésta es igualmente liberación frente al maestro (rabbi) o dirigente (kathekhetes) de este mundo que mantiene al hombre en un nivel perpetuo de minoría de edad o de discipulado. Cristo rompe esa minoría, transforma aquel discipulado, y nos conduce al plano de transparencia comunicativa, interpretada como fraternidad.

  La superación del padre impositivo de este mundo no supone una caída en el vacío total de la violencia, siempre repetida y destructora; tampoco el rechazo de los maestros-jefes lleva al caos de la vida incontrolada, como siguen creyendo muchísimas personas sobre el mundo.

 Esta doble superación es posible no por rechazo resentido, sino por descubrimiento superior de vida, no por negación, sino por superabundancia: precisamente en el lugar donde antes dominaban maestros y dirigentes nos hemos abierto a la transparencia de la libertad, como encuentro fraterno, animado por Cristo, el gran hermano; precisamente en el lugar donde imponían su ley dominadora los padres de la tierra hemos descubierto al Padre de los cielos, que nos admite como somos y nos capacita para creer en libertad, en actitud de gracia.

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Biblia, Espiritualidad

¡María, Madre de Los Sin Nombre, de Todos, de Todos!

Viernes, 16 de agosto de 2024
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Del blog de Alfonso J.Olaz El Rincón del Peregrino:

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 ¡María, Madre de Los Sin Nombre, de Todos, de Todos!

¡María, enséñanos a rezar!

Cómo a tu hijo le enseñaste
con humildad, confianza y alegría

Estando siempre convencido:
De que rezar es Amar mucho, mucho,

para seguir amando mucho más
Y así seamos Oración Viva, amando mucho, mucho,
en permanente oración noche y día

¡María, qué mujer tan singular!

Por ti, mujer, muchos te han entregado su vida
Tú nunca fallaste,

y a nadie dejaste abandonado en este valle de lágrimas

¡María, tú eres el último suspiro de esperanza!

Del faro del mar en la noche oscura
De la estrella en lo alto de las montañas
De tu aliento verdadero,

en las profundidades de nuestros submundos que hemos creado

¡ María, del ultimo aliento de los pobres!

En el Sol en lo más alto del mediodía
Del buen hombre de corazón de carne

y del que lo tiene de piedra muerta

¡Eres Madre, inspiración!

Aliento y consuelo de todos, de todos
Porque la madre es de todos
De Vivos y muertos

¡ Maria, Consuelo!

¡Al que a ti te suplica en la noche oscura!
Conocerá la luz más alta de tu vida en su vida,

y de su vida la hará tuya,

para no abandonarla jamás mientras viva

¡María de los Amores!

Muchos te han conocido
Más hay muchos que no te conocen
¡Haz que amándote mucho!

Sea oración verdadera,

para que mi vida sea verdadera, de amor permanente

¡María, Madre de todos, de
todos!

Del pastor africano de cabras
Del joven minero garimpeiro buscador de oro en Brasil
Del preso que espera en el corredor de la muerte
Del detenido y condenado sin pruebas por ser pobre
Del pobre enterrado sin ataúd y con una cruz de palo

¡María, Madre de todos los excluidos!

Del obrero sin cualificar que perdió su trabajo

De la madre soltera de nuestros submundos que hemos creado

Del joven de nuestros submundos,

que tiene talento para estudiar y no tiene medios para prosperar

De los millones de jóvenes de este mundo,

que no pueden acceder a tener una morada propia

¡De los mayores que construyeron el bienestar de este mundo

y ahora ellos están abandonados y excluidos!

¡María, eres Esperanza !

¡En tu misericordia de madre!
No permitas que tus hijos se pierdan en el abismo de la desesperanza

¡Ayúdanos!
Cómo lo hiciste con tu hijo

¡Sintiendo todo tu calor de madre!
Consolándonos en las dificultades, en tu presencia real y viva
Inspirándonos con tus pensamientos y emociones
Lo mismo que tu hiciste con tu hijo

¡María! Eres la fuerza

Danos tu fuerza, toda tu fuerza para mejorar este mundo,

hasta que nos duela,

en lo más profundo de nuestro mundo

¡Que importa si recibiendo tu llamada, la acojo, y me complico la vida contigo!

¡Tu no quieres que me complique la vida por lo relativo,

sino que lo haga por lo Absoluto!

Y en los momentos duros de la vida,

sentir toda presencia en nuestra cruz, en la noche oscura,
como tú lo hiciste con nuestro hermano mayor Jesús.
Al pie de la cruz.

¡ María Reina de la Cruz  !
Nos acompañas en la cruz

Que de la Cruz no escape
Que de ella tú no escapaste

y por ello ya tu hijo nos hizo a todos nosotros, hijos tuyos

No huérfanos de este hostil mundo,

sino hombres completos de humildad, paz y bien

¡Madre, Amatxo!

Envíanos Testigos de tu amor
Profetas de lo profundo
Servidores de paz y bien

¡Porque no hay cuestiones sin resolver
Sino hombres agotados en las cuestiones!

Del Evangelio a la Vida
De la vida al evangelio

*
Alfonso Olaz
26.07.2024
***

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad

Festividad de La Asunción

Jueves, 15 de agosto de 2024
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ASUNCION

Plenitud de agosto,
vuelo de Asunción.
Bodega con mosto
de tu Corazón.

Rutas de Araguaia,
con mi pueblo en cruz.
Mi «seca» y tu playa:
la Paz de Jesús.

Lograda María,
llegada Asunción,
que reclama y guía
nuestra romería
de Liberación.

*

Pedro Casaldáliga

***

No cabe duda de que la Virgen María está en el cielo. Cómo ocurrió no lo sabemos. Y, ya que el Espíritu Santo no nos ha dicho nada acerca de esto, no lo podemos hacer artículo de fe… Es suficiente saber que ella vive en Cristo.”

*

Martín Lutero,
1483-1546

***

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***

María de todos nuestros deseos
y de todas nuestras esperanzas …

Te saludo María,
madre de todos nuestros deseos de ser felices.
Eres la tierra que dice sí a la vida.
Eres la humanidad que consiente en Dios.
Eres la fruta de las promesas del pasado
y el futuro de nuestro presente.
Eres la fe que acoge lo imprevisible,
eres la fe que acoge lo invisible

Te saludo María,
madre de todas nuestras búsquedas
de este Dios imprevisto.
Del Templo donde lo pierdes,
al Calvario donde es colgado
su camino te parece una locura.
Eres cada uno de nosotros que busca a Jesús,
sin comprender bien su vida y sus palabras.
Eres la madre de las oscuridades de la fe,
tú quien observas todos los acontecimientos en tu corazón,
profundizas y meditas todos nuestros ” ¿por qué? ”
Y quien confía en el futuro de Dios, tu Señor.

Te saludo María,
madre de todos nuestros sufrimientos.
Eres la mujer de pie
al pie del hombre crucificado,
eres la madre de todos los que lloran
la inocencia masacrada y el preso torturado.

Te saludo María,
madre de Jesús y del discípulo que creyó.
Eres la madre de los Hombres y de la Iglesia,
estás en la encrucijada de la historia de la salvación
que Dios inventa desde Abraham y Moisés.

Te saludo María,
madre de todos nuestros pentecostés.
Eres, con los apóstoles,
la Iglesia que ruega y acoge los dones del Espíritu Santo.

Te saludo María,
madre de todas nuestras esperanzas.
Eres la estrella radiante de pueblo en marcha hacia Dios.
Eres el anuncio de la humanidad transfigurada,
eres el éxito de la creación
que Dios hizo para su eternidad.

*

Michel Hubaut
Oración extraída de «Cristo nuestra felicidad, aprender a orar con san Francisco de Asís y Santa Clara de Asís», Éditions Fayard, 1986

*

2-1

***

María, en su canto de alabanza, no engrandeció a Dios sólo de una manera abstracta por haber «levantado a los humildes» y haber «llenado de bienes a los hambrientos», sino que lo hizo indudablemente también porque conocía esta bajeza ante Dios mejor que cualquier otra criatura: Dios, el poderoso, en efecto, «ha mirado la humildad de su sierva», y por esa mirada proyectada sobre ella, no por su ensalzamiento, ella se alegra por «la grandeza del Señor». Si bien María era materialmente pobre, no se alegra por los dones materiales que le fueron concedidos […], sino por el don inaudito de una maternidad mesiánica, que no era tanto un don hecho a ella personalmente como un acto de misericordia hacia su «siervo Israel», que ha obtenido la «semilla de Abrahán»por la que había suspirado tanto tiempo. En su opción en favor de los pobres, María es perfectamente ella misma, no se ha alienado en absoluto en «otra María».

Sabe que ha llegado a ser Madre de una manera única e incomparable por pura gracia, y Madre no sólo de su único Hijo, sino, en él, de todos aquellos que mediante él y en él se han convertido en hijos e hijas de Dios en la Iglesia. (Y cuando aquí hablamos de Iglesia, sus confines permanecen indefinidos, porque la gracia de la redención de Cristo ha llegado, en efecto, a todos los hombres que nacieron antes que él y después de él.) «La mediación de María está ligada, efectivamente, a su maternidad, posee un carácter específicamente materno»(Redemptoris Mater 38) y, por eso, ella es el centro de la «comunión de los santos», «está como envuelta por toda la realidad de la comunión de los santos» (Redemptoris Mater 41), de esa capacidad de ser-para-los-otros en el Reino de Dios como coronamiento sobrenatural de la estupenda posibilidad ya en el plano natural, o sea, de la capacidad de poderse apoyar y ayudar recíprocamente.

*

H. U. von Balthasar, «Comentario a la encíclica “Redemptoris Mater”», en H. U. von Balthasar – J. Ratzinger, María. El sí de Dios al hombreo. Introducción y comentario a la encíclica«Redemptoris Mater», Brescia 31988, pp. 56ss, passim)

***

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15 de Agosto de 2024. Solemnidad de La Asunción de María.

Jueves, 15 de agosto de 2024
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1ª LECTURA

Apocalipsis 11,19a;12,1.3-6a.10ab

Una mujer vestida del sol, la luna por pedestal

Se abrió en el cielo el santuario de Dios y en su santuario apareció el arca de la alianza. Después apareció una figura portentosa en el cielo: Una mujer vestida de sol, la luna por pedestal, coronada con doce estrellas. Apareció otra señal en el cielo: Un enorme dragón rojo, con siete cabezas y diez cuernos y siete diademas en las cabezas. Con la cola barrió del cielo un tercio de las estrellas, arrojándolas a la tierra. El dragón estaba enfrente de la mujer que iba a dar luz, dispuesto a tragarse el niño en cuanto naciera. Dio a luz un varón, destinado a gobernar con vara de hierro a los pueblos. Arrebataron al niño y lo llevaron junto al trono de Dios. La mujer huyó al desierto, donde tiene un lugar reservado por Dios. Se oyó una gran voz en el cielo:

“Ahora se estableció la salud y el poderío, y el reinado de nuestro Dios, y la potestad de su Cristo.

***

Salmo responsorial: 44

De pie a tu derecha está la reina, enjoyada con oro de Ofir.

Hijas de reyes salen a tu encuentro,
de pie a tu derecha está la reina,
enjoyada con oro de Ofir. R.

Escucha, hija, mira: inclina el oído,
olvida tu pueblo y la casa paterna;
prendado está el rey de tu belleza:
póstrate ante él, que él es tu Señor. R.

Las traen entre alegría y algazara,
van entrando en el palacio real. R.

***

2ª LECTURA

1Corintios 15,20-27a

Primero Cristo como primicia; después todos los que son de Cristo

Hermanos:

Cristo resucitó de entre los muertos: el primero de todos. Si por un hombre vino la muerte, por un hombre ha venido la resurrección. Si por Adán murieron todos, por Cristo todos volverán a la vida. Pero cada uno en su puesto: primero Cristo, como primicia; después, cuando él vuelva, todos los que son de Cristo; después los últimos, cuando Cristo devuelva a Dios Padre su reino, una vez aniquilado todo principado, poder y fuerza.

Cristo tiene que reinar hasta que Dios haga de sus enemigos estrado de sus pies. El último enemigo aniquilado será la muerte. Porque Dios ha sometido todo bajo sus pies.

***

EVANGELIO

Lucas 1,39-56

El Poderoso ha hecho obras grandes por mí; enaltece a los humildes

En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludo a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito:

“¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.”

María dijo:

“Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -como lo había prometido a nuestros padres- en favor de Abrahán y su descendencia para siempre.”

María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa.

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Homilía de Monseñor Romero sobre los textos litúrgicos de hoy
(15 de Agosto de 1977)

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SU CUMPLEAÑOS

… todo este gesto tan amable de su presencia y sobre todo de su oración, por este servidor de ustedes, a quien abruma este cariño del pueblo y por el cual estoy dispuesto a seguir dando los años que el Señor me conceda. Y considero como un bello regalo de cumpleaños, que la Iglesia misma se hace, este nuevo diácono que vamos a ordenar.

LA ASUNCIÓN DE MARIA

Y en el ambiente del misterio que celebramos hoy, cómo recobra encanto toda esa fiesta de la Arquidiócesis en su Catedral. La asunción en cuerpo y alma de la Virgen al cielo no es una opinión piadosa. Es un dogma de fe, el dogma diríamos, de moda, el más reciente. Fue al clausurar el año de 1950 aquel gran Año Santo, que llevaba a Roma muchedumbres y que recibía aquel gran Pontífice que fue Pío XII. Durante esos años, se hizo una consulta muy interesante a todos los obispos del Mundo: ¿Cómo estaba en el pueblo la creencia de esta verdad, de que María ha sido llevada en cuerpo y alma al cielo? Al mismo tiempo que recogía la tradición de la liturgia, de la teología, y todo lo profundo que la Iglesia tiene en sus estudios, pudo tener la seguridad, el 1º de noviembre de aquél Año Santo, de proclamar como dogma de fe, y que por tanto es obligatorio creerlo todos los católicos, que María, después de terminar su curso mortal en la tierra, fue asunta, como recogida por Dios, en cuerpo y alma. Podemos decir, hermanos, porque una verdad que corresponde a los orígenes de nuestro cristianismo, a los orígenes del mismo Cristo, apenas en nuestro tiempo se proclama dogma de fe, no es que el Papa Pío XII inventó que María ha sido llevada en cuerpo y alma, como si hubiera inventado esa verdad hoy en 1950. Los dogmas no los hace el Papa. El Papa lo que hace es poner el sello de su autoridad, de su magisterio, para darle seguridad al pueblo de que esa verdad está contenida en la divina revelación. Y lo creemos no sólo porque lo dice el Santo Padre, sino sobre todo porque lo ha dicho Dios y lo ha revelado en la Sagrada Biblia y en la tradición viviente de la Iglesia. Leer más…

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“Rasgos de María”: La Asunción de la Virgen María (B)

Jueves, 15 de agosto de 2024
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Dorothy Webster Hawksley, (1884-1970) Visitación de María a su prima IsabelMi espíritu se alegra en Dios mi Salvador.

La visita de María a Isabel permite al evangelista Lucas poner en contacto al Bautista y a Jesús, antes incluso de haber nacido. La escena está cargada de una atmósfera muy especial. Las dos van a ser madres. Las dos han sido llamadas a colaborar en el plan de Dios. No hay varones. Zacarías ha quedado mudo. José está sorprendentemente ausente. Las dos mujeres ocupan toda la escena.

María, que ha llegado aprisa desde Nazaret, se convierte en la figura central. Todo gira en torno a ella y a su Hijo. Su imagen brilla con unos rasgos más genuinos que muchos otros que le han sido añadidos a lo largo de los siglos a partir de advocaciones y títulos alejados de los evangelios.

María, «la madre de mi Señor»

Así lo proclama Isabel a gritos y llena del Espíritu Santo. Es cierto: para los seguidores de Jesús, María es antes que nada la Madre de nuestro Señor. De ahí arranca toda su grandeza. Los primeros cristianos nunca separan a María de Jesús. Son inseparables. «Bendecida por Dios entre todas las mujeres», ella nos ofrece a Jesús, «fruto bendito de su vientre».

María, la creyente

Isabel la declara dichosa porque «ha creído». María es grande no simplemente por su maternidad biológica, sino por haber acogido con fe la llamada de Dios a ser Madre del Salvador. Ha sabido escuchar a Dios; ha guardado su Palabra dentro de su corazón; la ha meditado; la ha puesto en práctica cumpliendo fielmente su vocación. María es Madre creyente.

María, la evangelizadora

María ofrece a todos la salvación de Dios, que ha acogido en su propio Hijo. Esa es su gran misión y su servicio. Según el relato, María evangeliza no solo con sus gestos y palabras, sino porque allá a donde va lleva consigo la persona de Jesús y su Espíritu. Esto es lo esencial del acto evangelizador.

María, portadora de alegría

El saludo de María comunica la alegría que brota de su Hijo Jesús. Ella ha sido la primera en escuchar la invitación de Dios: «Alégrate… el Señor está contigo». Ahora, desde una actitud de servicio y de ayuda a quienes la necesitan, María irradia la Buena Noticia de Jesús, el Cristo, al que siempre lleva consigo. Ella es para la Iglesia el mejor modelo de una evangelización gozosa.

José Antonio Pagola

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15 de Agosto. Asunción de la Virgen María: “El Poderoso ha hecho obras grandes por mí; enaltece a los humildes”

Jueves, 15 de agosto de 2024
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IMG_6457De Koinonia:

Apocalipsis 11,19a;12,1.3-6a.10ab: Una mujer vestida del sol, la luna por pedestal:Se abrió en el cielo el santuario de Dios y en su santuario.
Salmo responsorial: 44. De pie a tu derecha está la reina, enjoyada con oro de Ofir.
1Corintios 15,20-27a: Primero Cristo como primicia; después todos los que son de Cristo.
Lucas 1,39-56: El Poderoso ha hecho obras grandes por mí; enaltece a los humildes.

La primera lectura nos enseña a mostrar las señales con que Dios invita a la esperanza. Aparece la lucha a muerte del dragón contra la mujer y su descendencia (Cristo y los cristianos). La aparición del arca de la alianza de Dios (cf. Nm 10,33-36); 1Sam 4,6-7) señala el hoy de la presencia de Dios en medio de los seres humanos, ya derrotados el pecado y el mal (21,3). Las dos señales que aparecen en el cielo, la mujer y el dragón, deben ser interpretadas por la asamblea litúrgica en el espacio-tiempo. La mujer es el pueblo de Dios; es más, representa la asamblea del pueblo de Dios reunida ya, ahora y aquí, en la Eucaristía dominical. El dragón es el mal, que actúa insertándose en la historia humana, y sobre todo desde los centros de poder (las siete cabezas con siete diademas), para intentar destruir la unidad y la comunión de la asamblea dominical (arroja a la tierra parte de las estrellas). El poder de este mundo se opone al alumbramiento de la mujer (se opone a Cristo) y quiere destruir su fruto (los cristianos). El Cristo elevado y sentado en el Trono de Dios señala la derrota de Satanás. La Iglesia en el desierto, huye del mal y es sostenida por Dios, como Jesús. La glorificación de Cristo, una vez para siempre, es la garantía que nunca jamás nada impedirá que El sea dado a luz por la asamblea eucarística dominical en el hoy, en el espacio-tiempo, hasta su venida en la plenitud de la gloria. María asunta es figura de la Iglesia, tanto la celestial como la que camina dando a luz a Cristo para el ser humano de hoy, y prefigura la victoria final de toda la Iglesia con Cristo, por él y en él.

La segunda lectura nos presenta la afirmación central sobre la resurrección de Cristo y de los muertos: Cristo no es un cadáver que revive, sino que es le Resucitado (el vencedor de la muerte) que causa la resurrección de los muertos. Cristo ha derrotado la muerte (la vencedora de la vida) en su propio terreno, la ha destituido (le ha arrebatado todo su poder sobre la vida), a fin de liberar a todos los que estaban bajo su poder. Cristo resucitado garantiza la resurrección de todos los muertos. Conviene notar el paralelismo alternado: por un ser humano, la muerte; por otro ser humano, la resurrección de los muertos; en Adán, todos murieron; en Cristo, todos vivirán. En definitiva, Pablo afirma que el don de la vida se da en la resurrección de Cristo. María, al frente de los que son de Cristo (15,23), goza de la vida de la gloria del Reino y ya celebra la destitución del único y último enemigo: la muerte.

La escena evangélica de hoy se centra en el encuentro de las dos madres y de sus respectivos niños, en la continuidad del designio de Dios (AT y NT), une teológicamente los relatos paralelos de la infancia de Juan (el último profeta del AT) y de Jesús. Y es el Espíritu quien marca esta continuidad. Toda la escena rebosa de teología, y para que no se pierda ni un ápice, Lucas la concluye con el mutis de María (1,56). En este encuentro, Lucas pone en boca de María este himno judeocristiano (1,47-55), que se inspira en el cántico de Ana (1Sam 2,1-10) y en toda la tradición bíblica (sobre todo de los salmos). Himno que expresa la fe y la esperanza de los pobres y humildes del pueblo de Dios. Son los «hijos de Sión», «los pobres del Señor», quienes, en María y con ella, alaban a Dios por las grandes obras que ha hecho en ellos/en ella (1,46-49), por lo que hace en su favor (1,50-53) y, finalmente, por su amor misericordioso a favor de Israel, en conexión con las promesas realizadas y selladas con la bendición de Abraham y a su descendencia (1,54-55). María es también hija de Abraham. Así, en María, en este encuentro entre el AT y el NT, se une la espera con la realización y, al mismo tiempo, se manifiesta la predilección histórica del Señor de Abraham y de María por los pobres de todos los tiempos.

Hoy celebramos la «asunción gloriosa» de María. No se trata de ninguna elevación vertical, de ninguna traslación física, de ningún viaje sideral. No fue ascensión real, física, la «ascensión» de Jesús; mucho menos será asunción física la asunción de María. Esa «asunción gloriosa» es una manera de hablar, que quiere decir algo, algo importante, pero no precisamente un traslado físico, un sentido literal inmediato de las palabras. Podemos –y deberíamos– ser creyentes de hoy, maduros, conscientes del valor simbólico y metafórico de muchas de las expresiones clásicas de nuestra fe. Valor «simbólico», «metafórico», no significa, en absoluto, falta de valor, carencia de sentido, ausencia de contenido. Muy al contrario. Significa que la verdad expresada es una verdad profunda, no susceptible de ser expresada con palabras fáciles, descriptivas, meramente referenciales de lo físico o material.

Nuestra fe expresa que en María Dios ha dignificado a todos los seres humanos, en especial a las mujeres, convirtiéndolos en plenos participantes de su obra salvífica. El ser humano había echado a perder los planes de Dios con opresiones, violencias y desigualdades. Dios, en Jesús, llama el mundo al nuevo orden, donde todos los seres humanos son igualmente dignos y de este modo se inaugura una nueva era de plenitud.

La fiesta de la «asunta», como la llama el pueblo cristiano en muchos lugares de América Latina, nos invita a vivir en el presente el futuro de Dios. María vivió su existencia como una manifestación de la obra salvadora de Dios. No hubo momento de su humilde existencia en el que el amor misericordioso del padre no se hiciera solidaridad, misericordia y compasión con todas las personas que, como ella, vivían situaciones de pobreza y exclusión. María encarnó todos aquellos valores que nos permiten comprender como el futuro de Dios se manifiesta en las limitaciones de nuestro presente. María nos invita a vivir gozosamente la vida como un encuentro permanente con el Dios de la vida y la historia que realiza su obra redentora en las miserias de nuestro mundo y en las limitaciones de nuestra existencia.

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Asunción

Jueves, 15 de agosto de 2024
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30C1785A-D005-4032-A2FB-FB61499B57D0Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Misa vespertina de la vigilia

Para que una verdad sea proclamada dogma por la Iglesia católica es preciso que tenga un fundamento bíblico. En el caso de la Asunción de la Virgen es casi misión imposible, porque ningún texto del Nuevo Testamento cuenta su muerte ni su asunción. Sin embargo, con buena voluntad se encuentra un mensaje muy actual en las lecturas, especialmente en esta época de pandemia. Me limito a las de la misa de la vigilia, que me resultan más sugerentes.

El premio merecido de María (Lucas 11,27-28)

En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba a las gentes, una mujer de entre el gentío levantó la voz, diciendo:

– «Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron». Pero él repuso:

– «Mejor, dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen».

El dicho popular: «Bendita sea la madre que te parió» tiene en el ambiente de Jesús una formulación más completa: «Bendito sea el vientre que te llevó y los pechos que te amamantaron». Nuestro dicho se limita al momento del parto; el que le dirige a Jesús una mujer desconocida tiene en cuenta los meses de gestación y los años de crianza. Es todo el cuerpo de la madre, vientre y pechos, lo que recibe la bendición.

Y esta es la relación con la fiesta: el cuerpo y alma de María, tan estrechamente unidos a Jesús, debían ser glorificados, igual que él. Si echamos la vista atrás, la vida de María no fue un camino de rosas. El anciano Simeón le anunció que una espada le traspasaría el alma. Y el primero en clavársela fue su propio hijo, que a los doce años se quedó en Jerusalén sin decirles nada. «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto?». «Porque tengo que estar en las cosas de mi Padre». Y eso supondrá para María un sufrimiento continuo desde que comienza la actividad pública de Jesús. Oír que a su hijo lo acusaban de endemoniado, de comilón y borracho, de amigo de ladrones y prostitutas, de blasfemo… para terminar muriendo de la manera más infame. El cuerpo y el alma de María merecían una compensación. Esa glorificación es lo que celebramos hoy.

El premio inmerecido de todos nosotros (1 Corintios 15,54-57)

El destino de María es válido para todos nosotros, aunque por motivos muy distintos. Pablo alude al primer pecado: la ley de no comer del árbol de la vida provocó el pecado y, como consecuencia, la muerte. Pero de todo ello nos ha liberado Jesucristo, y la última palabra no la tiene la muerte sino la inmortalidad.

Hermanos:

Cuando esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra escrita: «La muerte ha sido absorbida en la victoria. ¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está, muerte, tu aguijón?». El aguijón de la muerte es el pecado, y la fuerza del pecado es la Ley. ¡Demos gracias a Dios, que nos da la victoria por nuestro Señor Jesucristo!

En esta larga etapa de pandemia, donde la muerte se ha hecho tan cercana y tantos cuerpos han sufrido y siguen sufriendo las consecuencias de la enfermedad, la fiesta de la asunción nos anima y consuela sabiendo que «esto corruptible se revestirá de incorrupción, y esto mortal de inmoralidad».

Un complemento poético (1 Crónicas 15,3-4.15-16; 16,1-2)

La misa de una solemnidad debe tener tres lecturas, la primera del Antiguo Testamento. Recordando que en las letanías se invoca a María como Arca de la alianza (Foederis arca), se pensó que el texto más adecuado para esta fiesta era el que describe la entrada del arca de la alianza en Jerusalén (el templo todavía no estaba construido). De la misma forma solemne y alegre entraría María en el cielo.

 En aquellos días, David congregó en Jerusalén a todos los israelitas, para trasladar el arca del Señor al lugar que le había preparado. Luego reunió a los hijos de Aarón y a los levitas. Luego los levitas se echaron los varales a los hombros y levantaron en peso el arca de Dios, tal como había mandado Moisés por orden del Señor. David mandó a los jefes de los levitas organizar a los cantores de sus familias, para que entonasen cantos festivos acompañados de instrumentos, arpas, cítaras y platillos. Metieron el arca de Dios y la instalaron en el centro de la tienda que David le había preparado. Ofrecieron holocaustos y sacrificios de comunión a Dios y, cuando David terminó de ofrecerlos, bendijo al pueblo en nombre del Señor.

José Luis Sicre

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Solemnidad de la Asunción de María. 15 de Agosto de 2024

Jueves, 15 de agosto de 2024
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En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: -¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!”

(Lc 1, 39-56)

El evangelio de la solemnidad de la Asunción de María nos coloca en una de las escenas más alegres y llenas de color de todo el Evangelio.

El encuentro de estas dos mujeres, que están gestando en sus entrañas las más grandes promesas de Dios para la humanidad, es un canto eterno de esperanza.

Todo es tan incipiente y oculto que es difícil creer en ello, pero el encuentro de las dos experiencias deja fuera de juego a las dudas.

Isabel escucha la voz de María y la vida salta dentro de ella. Más tarde el Evangelio acabará con otro saludo, con otra voz la de Jesús que también hará saltar la vida en el corazón de María Magdalena. Podemos decir que la historia de Jesús empieza y termina (comenzando) con un salto. Primero saltó Juan, más tarde saltó María Magdalena. Son saltos de alegría y de vida porque es eso lo que nos regala Dios por medio de Jesús.

Y María aceptó ser cómplice de Dios en toda esta aventura. Dijo hágase e hizo de su vida un continuo espacio para los planes de Dios. Se atrevió con lo inesperado e incluso con lo imposible. Se puso en camino y se hizo abrazo con Isabel. Ellas dos no enseñan a ser abrazo, prolongación del abrazo que es Dios Trinidad. En ese encuentro estrecho somos la más bella imagen de nuestro Creador.

Oremos

Trinidad Santa, Abrazo Tierno, que seamos portadoras y transmisoras de abrazos, que llevemos la sorpresa de tu mensaje que hace saltar de alegría y transforma la soledad en compañía. Amén.

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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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