“Basta de homofobia: ‘La cruz simboliza el sufrimiento de los gays y transexuales en Brasil'”
La joven lamenta ‘los mensajes de odio’ de políticos y líderes religiosos
El país registró 312 víctimas gays o transexuales en 2013, según un estudio
Viviany no se arrepiente de lo que hizo, a pesar de haber recibido numerosas amenazas
“Empecé a darme cuenta de que era diferente por las agresiones que recibía”
“Creo que ha servido para despertar un poco a la sociedad sobre la violencia con la que nos tratan y también he recibido muchos mensajes de apoyo”
Con el torso desnudo y pintado con sangre falsa, simulando ser crucificada y bajo el letrero “basta de homofobia”, corona de espinas y bandera gay, la travesti Viviany Beleboni incendió durante la Parada Gay de Sao Paulo el cada vez más polarizado debate sobre los derechos de la comunidad LGBT en Brasil. Aunque ella asegura a El Mundo que quería transmitir “una imagen de amor”, varias decenas de diputados evangélicos se indignaron en una sesión posterior del Congreso, rezaron un Padre Nuestro en la Cámara y pidieron el fin de estos “crímenes de profanación“, palabras del diputado Joao Campos, del PSDB. La iglesia católica se sumó a las críticas con un comunicado oficial de la Confederación Nacional de Obispos de Brasil.
La protagonista de la imagen, capturada por el fotógrafo de la agencia Reuters Joao Castellano, cuenta a El Mundo que esa simulada crucifixión “simboliza el sufrimiento y la humillación diaria de los gays y transexuales en el país” y lamenta “los mensajes de odio” de políticos y líderes religiosos como el pastor Marcos Feliciano, uno de los portavoces más activos del lobby evangélico en el Congreso brasileño.
Líder mundial en crímenes homófobos, Brasil registró 312 víctimas gays o transexuales en 2013, según un estudio de la ONG Grupo Gay de Bahía, que la elaboró basándose en datos oficiales. Los insultos y agresiones verbales son visibles en cualquier esquina de las redes sociales y no hace falta escarbar mucho para conocer casos de maltratos físicos. “Empecé a darme cuenta de que era diferente por las agresiones que recibía”, relata Viviany. “Desde que empecé a jugar con muñecas y con las niñas, los niños del colegio empezaron a perseguirme, burlarse y golpearme. Una vez se juntaron seis, competían para ver quién me daba más fuerte”, cuenta, recordando con especial amargura una paliza que le dieron cuando tenía trece años al salir de clase, “aún tengo cicatrices en las rodillas”, desde la cual empezó a esconderse en cuanto sonaba la alarma del colegio. “Quienes no estaban de acuerdo con esas actitudes tampoco hacían nada, miraban para otro lado”, completa.
Criada en una familia de clase media-baja de una pequeña ciudad de interior del estado de Rio Grande do Sul, Viviany acabó huyendo para Sao Paulo, “en la gran ciudad hay más personas abiertas y más oportunidades de trabajo”. A falta de formación y medios para sustentarse, y cuando aún era un chico homosexual, empezó a prostituirse y fue el mundo de la noche el que le empujó a ser transexual. “La mayoría de transexuales se siente mujer y después se opera, en mi caso fue al revés, primero fue el cambio físico y después el mental, muchos otros transexuales me presionaron para que lo hiciera porque, como chico, tendría muchos menos clientes. Al principio, yo no me aceptaba, no era lo que yo quería, pero hoy día sí me considero transexual“, cuenta Viviany, que consiguió dejar las calles y hoy se gana la vida bailando en una discoteca.
A la Parada Gay se llegó ya con un ambiente crispado entre líderes religiosos y portavoces de los derechos LGBT, después de que el mediático pastor evangélico Silas Malafaia se indignara y pidiera boicot a los productos de la marca de cosméticos Boticario por mostrar a una pareja homosexual en un anuncio. “¡Que vendan perfumes a los gays!”, decía, al tiempo que la comunidad LGBT salía públicamente en apoyo de la firma.
“Cada día escuchamos casos de travestis o gays apedreados, apuñalados, así que me planteé que este año en la Parada Gay quería hacer una manifestación diferente, algo que realmente llamara la atención”, reflexiona Viviany sobre la preparación de su crucifixión simulada, “que no se refiere a Cristo sino a todos los humillados en la cruz como somos humillados los transexuales y gays cada día”. “Nunca falté al respeto”, defiende la joven, practicante de la religión espírita, que contaba en 2010 con unos 3,8 millones de adeptos en Brasil.
Pocos días después, en el Congreso brasileño varios diputados evangélicos enseñaron un cartel mezclando fotos de la Parada Gay con otras marchas paganas que usaron símbolos religiosos (incluso una estadounidense) y 330 diputados firmaron una carta de repudio contra este tipo de expresiones, poco después de rezar un Padre Nuestro en la sala. “Es una tentativa de desmoralizar la creencia de millones de brasileños, con provocaciones innecesarias”, rezaba la carta, que recordaba que “la sociedad brasileña es religiosa y en su mayoría cristiana”. Algunos pidieron castigos y multas para lo que, creen, se trata de un crimen de odio contra símbolos religioso. Los obispos católicos, por su parte, calificaron como “claras manifestaciones de falta de respeto” algunas manifestaciones llevadas a cabo en la marcha, aunque no se refirieron expresamente a la transexual.
Viviany, mientras tanto, asegura no arrepentirse de lo que hizo a pesar de que ha recibido numerosas amenazas, muchas de muerte, en su Facebook, hasta el punto de haber decidido desactivarlo. “Creo que ha servido para despertar un poco a la sociedad sobre la violencia con la que nos tratan y también he recibido muchos mensajes de apoyo del tipo ‘representas el dolor de mi amiga que murió’, muchos casos que me han emocionado”, narra. Apoya, como gran parte de la comunidad LGBT, la creación de una ley que castigue como un crimen la homofobia para agravar las agresiones con esta motivación.
El problema es otro para líderes evangélicos como el diputado Rogerio Rosso, que pide que lo que se convierte en delito sea la “cristofobia”, que según muchos de ellos se manifiesta a diario en actos como la crucifixión de Viviany. La frontera, una vez más, entre la libertad de expresión y la discriminación religiosa, se torna difusa. Lo que está más claro es la gravedad de la violencia contra los colectivos gays, que se ha traducido en 148 homicidios en lo que va de año, según la página de Facebook “A quién ha matado hoy la homofobia“.
El último caso, recogido por la web G1 del grupo Globo, fue la muerte de un niño de 14 años muerto a pedradas en el estado de Espírito Santo, que ya sufría ‘bullying’ en la escuela según la madre contó a la prensa local.
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