Francisco podría conceder una Prelatura Personal o un Ordinariato a los lefebvrianos
El Papa impondría tres requisitos previos genéricos a la Fraternidad San Pío X
Fellay, que se reunió con Bergoglio hace semanas, dijo que “Amoris Laetitia nos hace llorar”
En una decisión que si se concreta causará desconcierto y críticas en el mundo católico, el Papa Francisco estaría por ofrecer a los ex cismáticos tradicionalistas del arzobispo francés Marcel Lefebvre, fallecido en 1991, un estatuto canónico regular dentro de la Iglesia.
Según información coincidente de fuentes periodísticas internacionales y de la misma Fraternidad San Pío X, con base en Econe, Suiza, que Lefebvre fundó en 1970, el pontífice argentino impondría tres requisitos previos genéricos, que a los ultramontanos no crean problemas doctrinarios, para acogerlos en “una estructura eclesiástica apropiada”, como reclaman los tradicionalistas. Esa estructura sería una prelatura personal, como el Opus Dei, o un ordinariato, como el que rige para los anglicanos tradicionalistas que abandonaron la Iglesia de Inglaterra cuando ésta aceptó la ordenación sacerdotal de mujeres.
A diferencia de los papas anteriores (Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI), que exigieron a la comunidad lefebvriana como paso previo a cualquier negociación que aceptaran los documentos del Concilio Vaticano II, el magisterio de los últimos pontífices y la histórica reforma de la misa en el posconcilio, Jorge Bergoglio abandonaría esta posición y, afirmando su línea de una Iglesia inclusiva, aceptaría que estos temas fundamentales sean objeto “de discusión y aclaraciones” posteriores. Esto lo dijo monseñor Guido Pozzo, secretario de la Pontificia Comisión Ecclesia Dei, responsable de los coloquios doctrinales con la Fraternidad San Pío X.
Monseñor Pozzo en los últimos años ha proseguido los contactos con los ultraconservadores lefebvrianos y afirmó que “se ha llegado a una importante elucidación: el Concilio Vaticano II puede ser adecuadamente comprendido solo en el contexto de la plena tradición de la Iglesia y su contante magisterio”. Una conclusión más bien abstracta.
Entre los lefebvrianos circula un documento desde el 19 de febrero que tras enumerar los avances logrados, la vocación de mantener bien altas las banderas de la tradición católica y las enseñanzas de monseñor Lefebvre, afirma que “ha llegado el tiempo para normalizar la situación de la sociedad” con Roma.
En el documento se señala que la iglesia “sigue sangrando por mil heridas”, lo que representa un aviso de que “no nos callaremos“.
A principios de este mes, el sucesor de Marcel Lefebvre al frente de la comunidad de Econe, el también monseñor francés Bernard Fellay, se encontró en el Vaticano con Francisco. Unos días después Fellay dijo que el coloquio “sirvió para saldar las relaciones entre la fraternidad y la Sede Apostólica”. “Fue una alegría”, agregó el líder de los lefebvrianos.
En cuanto a la exhortación apostólica “Alegría del Amor“, que el papa firmó como la conclusión del doble sínodo de la familia, Fellay dijo que “nos hace llorar”, un comentario tajante para poner distancia con las posiciones de Bergoglio.
El Papa argentino dio un paso importante para esta reconciliación, que muchos consideran prácticamente imposible, con una decisión espectacular: las confesiones que los fieles hagan ante un sacerdote lefebvriano son totalmente válidas. Jorge Bergoglio lo justificó en el ámbito del año jubilar de la misericordia, que concluirá el 8 de noviembre.
Según monseñor Fellay, el Papa Francisco es “inclasificable“ y aunque para los lefebvrianos muchas decisiones del actual pontífice son “horribles”, el sucesor de monseñor Lefebvre recordó que cuando Bergoglio era el cardenal de Buenos Aires ayudó a la comunidad, que tenía dificultades con los permisos de estadía. En la Argentina está una de las comunidades más importantes de los lefebvrianos y Bergoglio cree que la reconciliación es posible porque “todos somos católicos“.
Lefebvre fue suspendido “a divinis” por Pablo VI después que ordenó sacerdotes sin permiso de Roma. En 1988, tras duras y casi desesperadas negociaciones, Juan Pablo II fulminó con la excomunión a Lefebvre y otro obispo brasileño que consagraron a cuatro episcopales, también excomulgados, de la comunidad. Entre ellos estaban Fellay, el actual líder, y el londinense Richard Williamson.
En enero de 2009, el papa Benedicto XVI, Joseph Ratzinger, que había luchado tanto para evitar el cisma lefebvriano, levantó la excomunión a los cuatro obispos consagrados por Lefebvre.
Esta decisión causó el estallido de un escándalo de tan vastas proporciones que puede considerárselo como una de las causas que llevaron a Ratzinger, en febrero de 2013, a una histórica renuncia como Papa Benedicto XVI, que cambió para siempre el perfil del pontificado.
Williamson era director del seminario lefebvriano de La Reja, un suburbio de Buenos Aires. El gobierno de Cristina Fernández lo expulsó del país después que Williamson reiteró ante la televisión pública sueca su convicción pronazi de que “ningún judío murió en las cámaras de gas” de los campos de exterminio de Hitler.
Extremista entre los extremistas, monseñor Williamson pasó de excomulgado a suspendido “a divinis” por la decisión de Benedicto XVI, pero entabló una dura controversia con la comunidad lefebvriana, oponiéndose a cualquier negociación para volver a la comunión con el Papa de Roma. Finalmente fue expulsado con gran alivio por la Fraternidad de San Pío X, quitando así un escollo formidable a las largas negociaciones con el Vaticano.
En marzo del año pasado, Williamson recuperó la condición de excomulgado, por segunda vez, cuando en un monasterio benedictino cerca de Río de Janeiro consagró obispo al padre Jean-Michel Faure, que como él se oponía a cualquier arreglo con el Vaticano. Faure, también excomulgado, se había alejado voluntariamente de la comunidad lefebvriana.
(Valores/Clarin)
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