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De los mares iris…

Martes, 16 de julio de 2024
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Dedicado, en este día de la Virgen del Carmen, a todos los hombres y mujeres que, como lo hizo mi padre, y su padre y su abuelo… bregan en el Mar…

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En el mar de la duda en que bogo
ni aun sé lo que creo:
¡sin embargo, estas ansias me dicen
que llevo algo
divino aquí dentro!

*

Gustavo Adolfo Bécquer

***

En aquel tiempo, aún estaba Jesús hablando a la gente cuando llegaron su madre y sus hermanos. Se habían quedado fuera y trataban de hablar con él.

Alguien le dijo:

-¡Oye! Ahí fuera están tu madre y tus hermanos, que quieren hablar contigo.

Respondió Jesús al que se lo decía:

+ ¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?

Y señalando con la mano a sus discípulos, dijo:

+ Éstos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de mi Padre, que está en los cielos, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre.

*

Mateo 12,46-50

***

El encuentro de María con Jesús en medio de su predicación es un momento importante de la revelación de la identidad del Maestro de Nazaret y de la de su madre, acompańada en este episodio por algunos parientes.

María aparece siempre en el evangelio en comunión con todos, y conduce a la comunión con el Hijo. Ahora bien, el paso desde la fraternidad-familiaridad puramente natural a la espiritual, que María vive ya (como Lucas ha demostrado en su evangelio de la infancia), se vuelve ahora evidente en las palabras del Hijo.

La pregunta retórica de Jesús, consciente de la presencia de su familia natural y de la necesidad de proclamar la novedad de su relación con él en otro ámbito, es por lo menos significativa. Se trata de poner de manifiesto el necesario paso que se ha dado ahora con la nueva familia que el mismo Jesús está formando con sus discípulos: ‘¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?’ (v. 48). Su respuesta, en una revelación que forma también parte constitutiva de la nueva fraternidad que acontece mediante la acogida de Jesús, de su Palabra, es claramente indicativa: ‘Éstos son mi madre y mis hermanos’ (v. 49). Se ensancha el círculo de los familiares de Jesús, porque supera las medidas del clan y de la familia natural. Y así se establece la nueva relación de consanguinidad que es la vida de la Palabra y, en concreto, el cumplimiento de la voluntad del Padre celestial.

María, la sierva, la discípula, la madre que se ofrece por completo a fin de que se cumpla la voluntad del Padre, es el ejemplo sumo de esta comunión familiar con Jesús, a través del vínculo de la Palabra escuchada y vivida, como con frecuencia subrayan los Padres de la Iglesia. También el cristiano engendra en sí mismo a Jesús mediante el cumplimiento de la Palabra. Corresponde muy bien a la espiritualidad del Carmelo, toda ella centrada en la escucha, meditación y contemplación de la Palabra, la visión de María que presenta a Jesús sus verdaderos hermanos e hijos suyos, instruidos por ella en el cumplimiento de la voluntad del Padre.

***

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Salve
Estrella de los mares
De los mares iris
De eterna ventura

Salve
O fénix de hermosura
Madre del divino amor

De tu pueblo
A los pesares
Tu clemencia de consuelo

Fervoroso llegue al cielo
Hasta a ti hasta ti
Nuetro clamor

Salve
Salve
Estrella de los mares
Salve estrella de los mares
Si, fervoroso llegue al cielo
Hasta ti hasta ti
Nuestro clamor.

Salve salve
Estrella de los mares
Estrella de los mares
Salve;
Salve,
Salve salve

***

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***

La devoción a la Virgen del Carmen hunde sus raíces en un lugar y en un tiempo bien precisos. El lugar es el monte Carmelo, cadena montańosa de Galilea, que se asoma al mar por un alto promontorio y por el otro lado da a la llanura de Esdrelón.

Karmel significa ‘jardín’ en hebreo. Es el monte santo, lugar de la oración y donde moró Elías, cantado en la Escritura por su belleza. En este monte – y más precisamente en uno de sus valles-, algunos de los cruzados venidos de Occidente dedicaron, a comienzos del siglo XIII, una iglesia a la Virgen María, poniendo bajo su protección la Regla de vida que les había dado Alberto, patriarca de Jerusalén y tomando el título de Hermanos de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo.

Desde aquel momento, la figura de la Virgen, Madre y Hermana, acompańa a la historia del Carmelo, de sus santos y de sus santas. Se trata de una historia de favores de la Virgen y de santidad de los miembros de su orden. El Carmelo ha contemplado en María a la Virgen purísima, a la Madre espiritual, a la Estrella del mar. Ha recibido como don, para extenderlo a todos los devotos, el escapulario, signo de protección y de alianza, prenda de salvación eterna.

Se eligió la fecha del 16 de julio porque el 17 de julio del ańo 1274, el segundo Concilio de Lyon sancionó la permanencia de la orden (que debía ser suprimida). La conmemoración fue extendida a toda la Iglesia por Benedicto XIII en 1726.

***

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Sobre el mar.

Jueves, 23 de noviembre de 2023
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Del blog Nova Bella:

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Las palabras abren puertas sobre el mar

*

Rafael Alberti

***

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La gota y el mar.

Jueves, 16 de noviembre de 2023
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(Real Academia de la Lengua Española)

«Lo que aparece en el término
estaba en el origen,
pero no lo sabíamos.
Para esto venimos a la vida:
para conocerlo,
con-nacerlo,
para experienciarlo
en los diversos estratos de nuestro devenir.

Y cuando nos hemos colmado de existencia,
dejar de ser
para realmente Ser,
liberando nuestra pequeña individualidad
en el Ser total
que tiene sed de nuestra sed.

Irresoluble es la cuestión de saber
si la gota,
una vez que ha entrado en el Mar
y ha dejado de ser gota,
es consciente de ser Mar.
Irresoluble es la pregunta
porque está planteada
desde la gota,
no desde el Mar»

*

Javier Melloni.

***

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Temblor

Miércoles, 11 de octubre de 2023
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“No en el oleaje
ni en las rompientes
donde el mar
nos ensordece,

es al borde del arroyo
donde se aprende
a escuchar lo que en la vida
es solo temblor, lo que apenas
se susurra.”

*
H. Mujica

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(Tumba de Pedro Casaldáliga)

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“Mirando al mar: Una meditación de agosto “, por Pedro Miguel lamet

Sábado, 26 de agosto de 2023
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espiritualidad-728x400-708x350Leído en su blog:

Una imagen de Dios

En estos días vacacionales, que muchos volvemos al mar, ofrezco esta meditación que une lo incomprensible y lo fascinante, la intuición que despierta el mar, que tiene algunas  concomitancias con las vivencias de la fe

No lo puedo comprender. Quizás por eso, cuando vuelvo al mar me quedo extasiado, con un pálpito más allá de la razón. Me pasa como con Dios: lo sé, me aletea dentro, lo percibo de otro modo, con una mezcla de intuición y recogimiento. Pero tampoco lo entiendo con estas pobres entendederas, el pensamiento lógico-matemático con que nos movemos diariamente por la vida.

¿Qué sentimientos, impresiones o intuiciones me trae el mirar al mar?

PLENITUD Y MOVIMIENTO: En primer lugar, no es abarcable para la mirada. Por tanto, me supera, rompe mis coordenadas de captación y al mismo tiempo está continuamente moviéndose y cambiando de color, como la vida misma, que no sé dónde empieza y donde termina, pero que intuyo como algo con un fondo infinito, que permaneces más allá del movimiento de las olas. Es decir, que pasa y queda.

SOLEDAD Y COMPAÑÍA. Nunca estoy tan solo como cuando miro al mar y nunca al mismo tiempo tan extrañamente acompañado con una presencia que al mismo tiempo me inquieta y me supera. Puedes estar solo o en una playa abarrotada, o navegar en un bote o un trasatlántico, y percibir ese secreto aislamiento que grita desde el horizonte y esa llamada que ha seducido a millares de marineros y navegantes por el universo mundo hacia algo ignoto, trasunto de la sed de ese más que nos pide con su insaciable hambre la vida. El mar es del tamaño de la conciencia, de la sed radical de ser hombre.

AMOR Y MIEDO. Pequeñas historias de amor, pañuelos de adioses al zarpar, encuentros de puertos lejanos, requiebros de veranos imposibles, nostalgias de vacaciones perfectas, palabras misteriosas de un Dios oculto entre las olas…, el mar parece cantar en la orilla eternas historias de amor. Pero también de miedo a galernas, naufragios y tempestades, quizás porque siempre estuvieron cercanos el amor y la muerte.

DEBILIDAD Y FUERZA. Los lobos de mar la prefieren llamar “la mar”, posiblemente porque atrae, subyuga, embriaga y puede matar como la mujer arquetípica tan cantada por la literatura y el arte. Te colma la mirada, se contonea, va y viene en su flujo y reflujo, promete horizontes, puertos imposibles, pero al mismo tiempo enreda en los volantes de sus olas, puede hundirte para siempre o salvarte, y en eso está su trasunto de fascinación, tragedia y éxtasis.

UN ESPEJO DEL SER. Pero quizás el secreto más hondo del mar es para los iniciados, aquellos que son capaces de, acunados por su continuo canto, cerrar los ojos y sentir dentro que él y el resto del mundo son, somos el mar. Hay instantes en nuestra vida que son ventanas del infinito: paisajes, música, poemas, sensaciones, experiencias límite. De pronto se para el tiempo y te sabes trozo de algo mayor, entidad de lo sin límites, parte del Ser. Entonces la razón parceladora no sirve, ni el ayer o el mañana, ni los pensamientos o follones turbadores de la mente. Eres simplemente. Más allá de tu rol en la vida, tu edad, tu trabajo, tus posesiones, tus éxitos y desgracias.

Pues bien, de todo lo que nos rodea en la naturaleza, nada como el mar evoca el Ser al que pertenecemos. “El mar, la mar, y no pensar nada”.

Fuente Religión Digital

Espiritualidad ,

De los mares iris…

Domingo, 16 de julio de 2023
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Dedicado, en este día de la Virgen del Carmen, a todos los hombres y mujeres que, como lo hizo mi padre, y su padre y su abuelo… bregan en el Mar…

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En el mar de la duda en que bogo
ni aun sé lo que creo:
¡sin embargo, estas ansias me dicen
que llevo algo
divino aquí dentro!

*

Gustavo Adolfo Bécquer

***

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Salve
Estrella de los mares
De los mares iris
De eterna ventura

Salve
O fénix de hermosura
Madre del divino amor

De tu pueblo
A los pesares
Tu clemencia de consuelo

Fervoroso llegue al cielo
Hasta a ti hasta ti
Nuetro clamor

Salve
Salve
Estrella de los mares
Salve estrella de los mares
Si, fervoroso llegue al cielo
Hasta ti hasta ti
Nuestro clamor.

Salve salve
Estrella de los mares
Estrella de los mares
Salve;
Salve,
Salve salve

***

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Lloramos

Lunes, 23 de noviembre de 2020
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Del blog Nova Bella:

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Sudamos y lloramos agua de mar

*

Carl Sagan

***

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Las paradojas del mar o la locura humana

Miércoles, 18 de julio de 2018
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Sant Feliú de Llobregat (Barcelona).

ECLESALIA, 29/06/18.- Se ve claramente que estamos ante una disyuntiva respecto a la cual cabe tomar una opción o, por lo menos, sería bueno que lo hiciéramos. Si fuera yo quien tuviera que dar respuesta, no me cabe la menor duda de que me inclinaría clarísimamente por lo segundo. Porque creo que el mar, como cualquier otro elemento geográfico, no sigue una lógica racional tal y como acostumbra a suceder normalmente en la mayoría de las actuaciones de los humanos. Sigue sencillamente las leyes de la propia naturaleza, de la cual forma parte. En cambio, las personas sí que tenemos maneras de actuar que en ciertos momentos no cuadran con aquello que el sentir común admitiría como normal y como lógico, a sabiendas de que sí que poseemos la capacidad de cambiar el rumbo y el sentido de dichas actuaciones, principalmente cuando nos pueden producir daño a nosotros mismos o también a unos terceros, más aún cuando estos son indefensos.

Hace unos días fue el Aquarius, después han sido otros barcos, a pesar de que la cosa ya viene de atrás, pues anteriormente fueron otras embarcaciones parecidas llenas de gente que acabaron de manera casi igual o semejante y me temo que, si Dios no lo remedia, la cosa no pinta nada bien para que el drama pueda llegar a su fin. Quizás lo ocurrido con dicho barco supuso un punto de inflexión en el sentido que era como pasar la famosa línea roja que nunca debiera de haberse traspasado. No me voy ahora a prodigar en calificativos hacia las personas que vetaron que dicha embarcación pudiera recalar en los puertos propios del país que, por razones de cercanía principalmente, tenía la obligación moral de dar el “plácet” para que así pudiera suceder. No lo hago porque creo que el problema es complejo, pero nunca tanto como para despreciar de manera tan burda los valores de la más elemental humanidad. Por ello, creo que lo que sucedió en este caso, en otros anteriores y en los que desgraciadamente vendrán no es achacable, ni mucho menos, a elementos naturales, del mar en este caso, sino a la sinrazón, aunque para mí la palabra más acertada sería “locura”, a la cual hemos llegado muchos de los seres humanos.

Locura como la que consiste en negar socorro y auxilio a personas que vienen huyendo de países pobres, por una u otra razón, en este caso a través del mar en unas embarcaciones degradadas muchas veces en grado extremo o hacinadas como si fueran animales. Ya sé que podríamos sacar ahora a colación una y mil razones para justificarnos con aquello de que, si no se para, las mafias irán cada vez a más, o que los gobiernos de los países de los cuales proceden se desentienden sin el más mínimo sentido de culpabilidad, etc. Pero mientras tanto, ¿no os parece que no tenemos el más mínimo pudor a la hora de preparar con un esmero y cuidado muy especiales algunos de nuestros puertos donde acabarán atracando yates y embarcaciones ataviados de los últimos sistemas en cuanto a estética, comodidad y apariencia, entre otros? Yates y embarcaciones que servirán de recreo a propios y extraños, es decir, a gente del país, pero también a otras personas venidas de fuera, a quien no solamente no se nos ocurre calificarlos como emigrantes, sino que además les ponemos todo tipo de “alfombras”, dígase trato de cortesía especial, de facilidades de todo tipo, de agasajos y congratulaciones y así todo un largo etc., tan largo como podáis imaginar. Y quien dice yates, puede añadir también esos inmensos cruceros preparados hasta el último detalle para que gente de aquí y de allá puedan disfrutar de todos los encantos que encierran y conocer nuevas ciudades y lugares naturales de especial atracción, etc. Para estos y aquellos no solamente no existe el más mínimo veto, sino que incluso que les ofrece todas las facilidades habidas y por haber para que puedan atracar en nuestros puertos. Son “personas”, se dice, que dejan dinero y dan un aire especial a las ciudades que visitan. En cambio, los otros son “gente” que crean problemas y que no generan más que gastos en el lugar donde llegan.

Y ya no hablemos de muchas de nuestras playas: limpias e impolutas hasta el máximo posible, para que “los hombres y mujeres” que lleguen a ellas tomen cómodamente el sol, que nadie niega que sea saludable, por cierto, disfruten de sus aguas, practiquen algunos de sus deportes o juegos favoritos, etc. Mientras tanto, en otras, normalmente menos limpias, o bastante sucias en muchos casos, para ser más exactos, acaban recalando “gente” que viene huyendo o buscando una forma de vida mejor; haciéndolo normalmente en momentos contrarios al caso anterior, es decir, de noche y a oscuras, pues son estos sus mejores aliados para intentar conseguir lo que pretenden.

Sí; así es en general la mayor parte de nuestro Mediterráneo. Aunque pienso que sería más justo decir que así no es el mar, sino la gente que junto a él vivimos. Por ello, me ratifico en que no es una paradoja del mar, sino una locura de los humanos

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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“El mar y el oleaje”, por Fernando Jiménez

Martes, 26 de junio de 2018
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bodyboard-tiago-sousa-desenquadrado-3_700x360A esta edad a la que he ascendido, es inevitable que la consciencia de un humano final de la experiencia a la que llamamos “vivir” te envuelva, como luz clara, a veces, y otras veces, quizás con una luz sombría, “Saber que somos luz y sentir frío / humanamente esclavos de la muerte”, como en el verso desesperado del primer Blas de Otero…

Hoy he cogido al vuelo un pensamiento de Salvador Panniker, de su Segunda Memoria, donde dice que “las cosas separadas” son una ficción del lenguaje, y lo interpreto en cuanto que el lenguaje hace siempre un recorte conceptual y artificial de los aspectos distintos de una realidad total e inconsútil.

La palabra “aspecto” deriva del término latino “aspicio” que significa ver: lo que veo de la realidad total en un momento determinado. Y viene a decir Paniker que esto que veo, estos aspectos, son recortes practicados en la totalidad, que se definen, se conceptualizan y se hacen distintos por obra y gracia del lenguaje. El Adán bíblico, instalado en la existencia, empieza a ordenar el mundo, la totalidad que le rodea, a clasificarlo en moldes lingüísticos, poniéndole, como dice la Biblia, un nombre a cada cosa.

Esos recortes de la totalidad -que se concretizan y delimitan en cada palabra de los lenguajes- no son más que flashes pasajeros, efímeros, fugaces, caducos, temporales…Y eso es también el tiempo: el paso de nuestra visión -enmarcada en cada palabra del lenguaje- por esos múltiples y sucesivos aspectos de la totalidad.

La Totalidad es atemporal, infinita, inagotable, perenne… como el mar. Mientras las olas sucesivas perecen desmayadas sobre la arena de las playas, el mar permanece eterno, inmutable, total. (Un día yo dejaré de ser ola, pero seguiré siendo mar, infinitamente). Cada ola es un presente perecedero, uno de los aspectos, captados sucesivamente, de esa totalidad infinita inabarcable.

Por eso, el presente no es más que una franja de eternidad, un aspecto puntualmente constatado y delimitado dentro de la totalidad. Y cuando nombramos en las cosas presentes sus aspectos de único, bueno, bello, verdadero… estamos delimitando en la cosa y en su presente, la bondad total, la belleza total, la verdad sin límites, la totalidad única, atemporal, infinita y trascendente que se refleja en cada una de esas cosas. Porque la totalidad nos transciende: es la trascendencia, la trascendencia transparente, Dios, que envuelve todas las cosas, “La transparencia, Dios, la transparencia” del clamor juanramoniano.

Lo contrario, la experiencia de lo que nombramos como maldad, falsedad, fealdad, desorden, caos… es el precio de nuestra imperfección esencial, que se pudre en la temporalidad de un presente limitado y sucesivo. Es la carencia de la Transcendencia, de Dios, de esa bondad, unidad, belleza, orden, que nos transciende en su totalidad, pero que podemos hacerlos presente en las cosas, por participación temporal y efímera (como las imágenes reflejadas en las paredes de la caverna de Platón) gracias a esa función divina, divinamente humana, del lenguaje y la palabra, el “Logos”. Palabra eterna, transpersonal, de la que derivan nuestras personales palabras delimitadoras de las cosas.

Desde estas premisas conceptuales, la muerte no existe ni consiste. Sólo se esfuma eso que nombramos y delimitamos como Yo, mi Yo, y que los demás llaman Tú, y que no es más que un aspecto de la realidad recortado y elaborado por el lenguaje. Pero queda la Totalidad.

Se diluye una ola, pero queda, eterno, el mar y el oleaje.

Fernando Jiménez H.-Pinzón

Fuente Fe Adulta

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“Frente al mar”.

Martes, 19 de septiembre de 2017
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rough-1031185_960_720“Tomar un nuevo vuelo de libertad”

Carmen Herrero Martínez, Fraternidad Monástica de Jerusalén,
Tenerife

ECLESALIA, 28/07/17.- Desde siempre tuve miedo al mar, su grandeza y majestad me intimidan; para mí el mar resultaba algo tan grandioso como infranqueable. Ante su inmensidad me sentía tan pequeña e impotente, que me refugiaba en el miedo y temor. Desde siempre he preferido la montaña, pues la montaña la encuentro más “abordable” para mí; me da más seguridad y confianza. Ante el mar me pasa como a Pedro: tengo miedo de hundirme, de caer en el vacío. El vacío, siempre ha sido para mí una sensación de pánico, difícil de explicar. El vacío y la nada van juntos, y esto, me horroriza. ¡Misteriosa realidad! ¡Sólo de pensarlo me entra vértigo! Esta nada y vacío, nada tiene que ver con “las Nadas” de San Juan de la Cruz que, justamente, es un vaciarse de todo aquello que llena el espacio de nuestro ser, para dejarlo más “limpio”, más “puro” “sin nada”, con el fin de que sea Dios, y sólo Dios, quien lo llene; y de esta manera vivamos de su plenitud, de su Presencia. Entonces ya no hay vacío, pues Su Presencia llena plenamente la capacidad de la creatura.

Este tiempo, viviendo a la orilla del mar, en mí se ha cambiado el miedo y temor en la admiración de su grandeza, en la contemplación de su belleza, esa belleza que recibe de su Creador. Para adentrarme mar adentro, he tenido que pasar muchas horas contemplando su inmensidad, pasearme junto a él y sentir la brisa suave de sus olas impregnadas de fragancia frescura y suavidad; para que en mí se realizase esta transformación y cesase el miedo y termo. El hecho de vivir cierto tiempo a orillas del mar ha hecho que se diese ese cambio, aunque para mí, la montaña sigue teniendo su prioridad.

Cuando escribo estas líneas me encuentro junto al mar, en la puerta de la ermita de san Roque, Garachico, Tenerife. Hace un día maravilloso, primaveral y no me he resistido a la “tentación” de dejar mi ordenador, es decir, mi trabajo, para concederme el “regalo” de estar cerca, mirar, contemplar y admirar el gran espectáculo que resulta la alta marea, ¡algo extraordinario! Me entusiasma contemplar esos cambios que a lo largo del día pueden realizarse en el mar.

Contemplo las diferentes tonalidades de azul tan distintas, las cuales se fusionan y se unen en el lejano horizonte, allá a lo lejos, dando la impresión de fundirse en el azul celeste del cielo, con sus nubes lejanas como relieve de esas diversas tonalidades que se difunden en un mismo lienzo, resultando como un maravilloso encaje tejido por las manos más finas y delicadas de su Pintor.

El mar está bravo, las olas alcanzan hasta la orilla y acarician todo mi ser. Sensación inexplicable, en este maravilloso marco de belleza a la que se unen las sencillas palomas y elegantes gaviotas para acompañarme y romper mi soledad. Unas están entretenidas picoteando en las orillas y arrastrándose entre las arenas, otras en cambio, se elevan de la arena de una manera decidida, de terminada y elegante para escalar las alturas y así lograr la libertad.

La vida en el muelle, en las orillas, es demasiado monótona y vulgar, para aquellas gaviotas que se sienten llamadas a volar alto, para aquellas que buscan horizontes de libertad, plenitud e inmensidad. Por eso, ciertas gaviotas se arriesgan a volar alto, kilómetros y kilómetros, a lo largo y ancho del océano, aunque no sepan con certeza el riesgo que ello supone ni donde un día podrán aterrizar. Poco importa el riego, el cansancio, las contorsiones de sus alas y de su ser entero. Lo que importa es emprender un nuevo vuelo, experimentar un halo de libertad que les lleve al encuentro con la Roca que es Cristo, y en ella poder descansar.

Por supuesto que me siento plenamente identificada con estas gaviotas que han emprendido el vuelo. Yo también tengo ansias de libertad, de altura, de horizonte que me lleve a la plenitud, a la inmensidad, la cual, una no sabe si está en las alturas o en las profundidades o, tal vez, en las dos, porque Dios está en todas las partes, también en el muelle, junto aquellas gaviotas que nunca lograrán vuelos de libertad.

seagull-2394636__340Lo que cambia es el destino de cada gaviota, porque para cada una es distinto; pues mientras a unas les basta y se conforman con quedarse en el muelle, entretenidas en comer “las migajas que caen de la mesa”, pasando así las horas y los días de manera monótona y sin mayor interés ni aliciente; las otras, en cambio, prefieren arriesgarse y emprender un nuevo vuelo, el vuelo de la “aventura”, pese al riesgo que él supone. En efecto, el vuelo las aleja del muelle, sin tener la certeza de adónde el “viento” las puede llevar. Poco importa, lo importante es arriesgarse a emprender el vuelo, un nuevo camino, con la certeza de que todo camino lleva a un término. Quien no se arriesga nunca hace camino y como dice nuestro poeta: “caminante no hay camino, se hace camino al andar”. Ahora bien, ese camino se hace en tierra, pero cuando se camina entre el mar y el cielo, ¿qué camino hacer? ¿Qué huellas seguir? ¡Pobres gaviotas! Extenuadas del camino, con sus alas heridas por el viento, y su cuerpo maltratado por las lluvias torrenciales y el sol radiante ¿cómo seguir volando? La sola y única seguridad la tienen en aquella gaviota que las guía con sabiduría e inteligencia y en la que han puesto toda su confianza, esa gaviota se llama: Espíritu Santo. Con él están seguras de llegar al buen puerto, al puerto donde podrán saciarse de aquello que fueron a buscar: horizontes de libertad, amistad, belleza, inmensidad, amor, plenitud, en definitiva eternidad: Dios, pues, el termino de todo camino es El, el hogar, la casa paterna y materna que nos espera para acogernos con inmenso amor y ternura al atardecer de nuestro vuelo.

Ante tal certeza, ¿qué puede importar el riesgo? ¿Por qué temer a las heridas de nuestras alas hechas añicos por la lucha y el desgaste del camino, si al final de la meta nos aguarda ese hogar cálido y acogedor, donde podremos descansar de todas nuestras fatigas y gozar de la visión y la unión plena de Aquel por el cual hemos emprendido el vuelo, desde la esperanza y el amor gozoso del encuentro?

Vivir en “las alturas” da otro horizonte, la vida se ve y se vive de muy distinta manera, con más profundidad y, a la vez, con un cierto relativismo pues, se va a lo esencial. Desde las alturas la perspectiva de las cosas y acontecimientos cambia, y de alguna manera ya se goza de la nueva ciudad que nos espera: la Ciudad Santa, (cf. Apocalipsis, 21,1ss), la Jerusalén celeste, toda bella y armoniosa, con sus preciosas piedras cristalinas, sus lámparas de zafiro, y en medio del trono se encuentra el Cordero, Amor del alma, Aquel por quien las gaviotas emprendieron el vuelo.

Es evidente que la meta de las gaviotas está en encontrarse con el Amado, aunque para ello tengan que pasar por todas las inclemencias y adversidades “meteorológicas” del tiempo, de la noche, para llegar al alba del encuentro feliz.

Volar alto no significa desentenderse de la vida concreta que nos toca vivir, no, todo lo contrario; volar alto significa vivir la vida desde otra dimensión, dándole otra profundidad y altura. Volar alto significa alcanzar la libertad de los hijos de Dios, vivir las exigencias evangélicas y, de alguna manera, ayudar a otras “gaviotas” a que también emprenda el vuelo de la libertad, del amor, de la entrega y de la felicidad.

Quisiera ser como esas gaviotas que se arriesgan a emprender el vuelo de la libertad, de la inmensidad que les espera. ¡Poco se avanza quedándose en el muelle! Únicamente emprendiendo el vuelo es como se puede alcanzar las alturas, vencer la mediocridad, la superficialidad, la rutina del muelle y lograr meta de santidad, de plenitud. Esa plenitud que, de alguna manera, nos hace gustar, ya en el tiempo, los manjares exquisitos que nos aguardan en el banquete de las bodas del Cordero; pero para ello no nos conformemos con pasarnos la vida en el muelle, emprendamos el arriesgado y gozoso vuelo de la Libertad.

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

Espiritualidad ,

Vivir

Martes, 30 de agosto de 2016
Comentarios desactivados en Vivir

Del blog Pays de Zabulon:

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A menudo me digo a mí mismo
Sería bueno abandonarse
Solamente ser mecido en el océano del amor
Que es la presencia de Dios.

Ciertos investigadores
Dicen que venimos del mar,
Que la vida inicial viene de este inmenso océano.
La verdad es que no sabemos regresar allí,
Salimos de ahí, nos escapamos de él
somos distintos de ello  e incluso a veces, hoy, nos da miedo.

Sin embargo, recuerdo del período uterino u otra cosa
Me gustaría sentir de nuevo las olas del amor
Fluir en mí, fluir sobre mí, cubrirme e irse
Mecerme sin cesar, recordándome hasta qué punto
estoy en mi casa, soy amado, no estoy perdido.

¿Es así de la Presencia y el Amor de Dios?
¿Un océano inmenso quién nos mece incansablemente,
Tan presente y evidente que no sabemos discernirlo a veces?

 Necesito ser amado, necesito amar.
Necesito no saber que amo.

 Ningún cálculo, ningún deseo, ninguna voluntad.
Solamente ser.

Porque Dios es presencia
Porque Dios es amor.

Su presencia solamente basta
Si ella me habita, si lo habito, si vivimos.

¿Presencia infinitamente buena y constante,
Presencia quién me llama y que está en mí
¿Por qué vienes como las olas que se retiran y vuelven
Cuando querría ser todo para Tí?

Movimiento. Vida.
Experimentarte a Ti en mi mismo.
Don perpetuo
Que se retira y retorna.

Vivir.

*

Z.

***

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IX Encuentro de Creyentes LGTB del Sur de España

Domingo, 28 de febrero de 2016
Comentarios desactivados en IX Encuentro de Creyentes LGTB del Sur de España
Del 4 al 6 de marzo en Chipiona (Cádiz) organizado por los grupos Mar e Ichthys
Un año más (y ya van nueve) nos reuniremos en Chipiona (Cádiz) para celebrar el Encuentro anual de Creyentes LGBT del Sur.

Del 4 al 6 de marzo, organizado desde los Grupos Mar (Málaga) e Ichthys (Sevilla), abierto a personas y Grupos de toda España y Portugal, así como del resto del Globo.

Las personas interesadas en ir desde Madrid a este Encuentro en Chipiona podéis escribir a: feyespiritualidad@felgtb.org

*
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Fuente FELGTB

General, Iglesia Inclusiva, Tablón de Anuncios , , , , , ,

Anhelo

Miércoles, 13 de mayo de 2015
Comentarios desactivados en Anhelo

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“Si quieres construir un barco,

no empieces por buscar madera,

cortar tablas o distribuir el trabajo.

Evoca primero en los hombres y mujeres

el anhelo del mar libre y ancho.”

*

Antoine de Saint-Exupéry

Ciudadela, sección LXXV

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Hombre libre, siempre amarás el mar.

Sábado, 1 de marzo de 2014
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Del blog À Corps… À Coeur:

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¡Hombre libre, siempre amarás el mar!
El mar es tu espejo; tú contemplas tu alma
En el desenvolverse infinito de su ola
Y tu espíritu no es un abismo menos amargo
Tú gozas sumergiéndote en el seno de tu imagen
Tú abrazas sus ojos y sus brazos, y tu corazón
Se distrae a veces de su propio murmullo
En el ruido de este lamento indomable y salvaje.
Son, los dos, tenebrosos y discretos
Hombre, nadie a sondeado tus abismo hasta el fondo
Oh, mar, nadie conoce tus íntimas riquezas
¡Qué celosos ambos en guardar sus secretos!
Y sin embargo, he ahí los innumerables siglos
Combatiendo los dos sin piedad ni remordimientos,
¡Tanto aman ambos la carnada y la muerte
Oh, luchadores eternos, oh, hermanos implacables!

*
Charles Baudelaire, Las flores del mal

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