“Luz grande en luz pequeña”. 24 diciembre, 2015
El pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz;
sobre los que habitaban en el país de la oscuridad ha brillado una luz.
Esta bellísima frase nos acompañará esta noche en la misa de gallo. Así comienza la primera lectura de la primera eucaristía del tiempo de Navidad, recordándonos que toda la esperanza acumulada a lo largo del adviento, todo el anhelo y los deseos de avanzar hacia algo mejor culminan en un estallido de luz depositado en la figura de un recién nacido.
Pero qué ocurrencias tienes a veces, Señor. Nos siembras de promesas y nos pides que veamos el fruto en un pequeñuelo. No resulta fácil descubrir a simple vista que lo tuyo es diferente, que ya tenemos que dejar de mirar con los ojos del cuerpo, porque son miopes.
Aun así nos brota un sentimiento agradecido porque te esfuerzas fielmente en ayudarnos a descubrir la verdad, lo auténtico de la existencia.
Una gran luz acompaña el dolor de tantos hermanos y hermanas nuestras que chapotean en el sinsentido y la injustica. Una gran luz que será luz más plena aún en aquella alborada de Pascua. Otra de tus gracias, Señor, resumes la Luz en la sonrisa de un bebé primero, y en los tímidos jirones del amanecer después. Y todo es luz creciente, luz que nos inunda y nos sostiene pero luz que es necesario aceptar para ver.
Navidad es hacer reforzar la fe en lo pequeño, en lo insignificante, en la gota que va formando el mar.
El corazón que caminaba en la tiniebla vio una pequeña luz que anunciaba el comienzo de un tiempo nuevo.
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