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Qatar 2022 y la criminalización de las disidencias sexuales

Jueves, 24 de noviembre de 2022
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A7CEA487-2C87-4993-AA72-412EA905665DImagen: Sebastián Freire

Salvo excepciones, el mundo del fútbol sigue haciendo la vista gorda en cuanto a la criminalización de las personas lgbti en Qatar. El último ejemplo fue dado por uno de los embajadores del Mundial, el exfutbolista Khalid Salman, quien calificó a la homosexualidad como “daño mental“. En Argentina, no hay barreras legales que se interpongan entre las personas lgbti+ y la pelota, pero sí hay una cultura que tiende a borrar identidades del imaginario futbolero y a camuflar el homoerotismo en la cancha como camaradería. En esta nota, algunas claves para vivir el goce futbolero y la euforia popular más allá del filtro heterosexual.

Por Nico Colfer

Cada vez que entramos en época de mundial, me acuerdo de una de mis crónicas favoritas de Pedro Lemebel:Cómo no te voy a querer (o la micropolítica de las barras)” de La esquina es mi corazón. En esa crónica, una loca se escabulle entre los fanáticos de un equipo de fútbol y, mientras ocurre el partido, observa cómo los chongos se toquetean, se desnudan y se frotan al compás de la euforia popular.

En Lemebel, la loca aprovecha el sucundún para meter mano y ser apoyada por los fanáticos erectos; ellos dirían que la erección es por el partido, pura pasión futbolera, y no por estar en medio de algo a lo que, por discreción, jamás llamarían “orgía. Todo marcha bien hasta que se termina el camuflaje de la loca. Los machitos se dan cuenta de que entre ellos hay “un maraco” y, entonces, “enmudece el estadio completo, la pelota se detiene en el aire justo antes de cruzar el travesaño y el alarido de gol queda colgando en la o sin alcanzar el triunfo de la ele. Los jugadores perplejos apuntan a la galería, al centro de la barra brava donde la loca aterrada se ha quedado sin habla. Como un sagrado corazón a la espera del martirio”.

B7BB105C-EFF5-462D-9737-AE6DF5AC2EBFMás allá de la lucidez lemebeliana, está el hecho obvio: no importa que el fútbol sea esencialmente homoerótico, lo importante es que ese homoerotismo no se mencione y mucho menos encarne en nuestra presencia ahí, en las tribunas, en los vestuarios, en la cancha. Tal vez sea esa la razón por la que la FIFA, al programar los campeonatos de una década, decidió que el mundial tuviera lugar dos veces consecutivas en países LGBT-odiantes. Primero Rusia, ahora Qatar.

 La relativa tolerancia que el fútbol internacional nos profesó durante un tiempo se empezó a diluir en expresiones cada vez menos cordiales hasta llegar a la afirmación categórica de Khalid Salman, exfutbolista y actual embajador del mundial de Qatar: “La homosexualidad es una enfermedad mental”.

La cárcel o el armario

Khalid Salman no solo volvió a una definición clausurada en 1990, año en que la Organización Mundial de la Salud (OMS) retiró a la homosexualidad de su lista de enfermedades mentales, sino que recordó la gravedad de mencionarse homosexual en un país donde nuestras identidades LGBT+ están prohibidas por la ley y por la religión.

Unas de las reacciones más notables en contra de estas amenazas ¿veladas? se dejaron oír en Alemania, donde la Asociación de Lesbianas y Homosexuales (LSVD) se proclamó en favor del boicot y les reclamó a las autoridades de su país que desaconsejaran explícitamente viajar a Qatar. Por su parte, el ex jugador alemán Thomas Hitzlsperger, quien en 2013 se mencionó públicamente como homosexual, expresó al semanario Die Zeit un deseo compartido por muches de nosotres desde que se anunció la sede de este mundial: que “algún colega tenga su propio ‘coming out’ (o sea, que salga del armario) en Qatar”. No obstante, consciente de lo que eso podría implicar, Hitzlsperger remarcó: “Pero no invito a nadie a hacerlo”.

Cualquier expresión como la imaginada por Hitzlsperger, en Qatar sería considerada una provocación e incluso un crimen. Allá se nos impone la discreción, la misión de hacer mínima nuestra existencia al punto de que “no se note”. En otras palabras, para evitar la cárcel, allá se nos impone volver al armario.

Distinto sería que un jugador flagrantemente hétero, Messi por ejemplo, se anime a tener cualquier muestra de solidaridad hacia nuestro colectivo. Pero eso también está en el terreno de las fantasías. Públicamente, ningún representante cabal del fútbol argentino dio el más mínimo indicio de reprobar las políticas LGBT-odiantes de Qatar y la FIFA. A ningún vocero parece alarmarle la humillación a la que son sometidos los deportistas sexodisidentes. Quizás asumen que todos ahí son heterosexuales. Quizás no pueden ni imaginar la posibilidad de que entre ellos haya “un maraco”.

En Argentina, no hay cuestiones legales vigentes que se interpongan entre nosotres y la pelota, pero sí hay una cultura que nos borra del imaginario futbolero. ¿Podemos seguir un espectáculo que nos niega incluso como espectadorxs? ¿Es realmente imposible boicotear un evento inscripto en nuestro ADN popular? ¿O es que, como a la loca de Lemebel, la indignación nos puede menos que el entusiasmo por los shortcitos y el franeleo de las tribunas?

La opinión de un fanático

Ariel Heredia es jugador de fútbol en el equipo de los Yacarés. Con 35 años, formó parte de los Dogos, el primer equipo de fútbol gay en Argentina, donde se desempeñó como jugador y también como presidente. Como aficionado del fútbol, y del campeonato mundial en especial, Ariel está dispuesto a bajarle el volumen al ruido que provocan las controversias. Si bien reconoce que, al optar por Rusia y Qatar, “la FIFA no solo refuerza la discriminación, también vuelve a demostrar que predomina el machismo en un mundo que está cambiando en materia de derechos humanos”, su postura no es la del boicot.

Para Ariel, no solo “hay que seguir el mundial” sino que “el deporte es un derecho al que todas las personas que habitan este planeta deberían acceder. No me refiero solo a hacer deporte, también a presenciarlo, a disfrutarlo y a vivirlo”. “Desde hace 14 años, soy militante por los derechos LGBT+ en el deporte. Mi militancia está en construir y habitar espacios seguros y de cuidado entre pares para la existencia de un deporte diverso. Es decir, vivo en carne propia los resultados de una buena construcción en ese sentido”, afirma.

“Necesitamos un mayor compromiso de todas las autoridades del fútbol a nivel internacional”, sostiene Ariel. “En particular, las autoridades de nuestro país deberían enfocarse en la generación de espacios seguros para el deporte diverso y en la enseñanza de ESI para todes les jugadorxs, a ver si así pueden romperse los paradigmas espantosos que nos impusieron y que también, tristemente, nos separan. Porque, si bien el deporte es una hermosa herramienta de unión, en la medida que exista tanta discriminación hacia una parte de la población del planeta, no va a poder lograr su objetivo”.

Homoerotismo confirmado

6458CA4C-C829-4C96-B7D4-EAD4E76A6974Ante la idea de que el fútbol es un deporte esencialmente homoerótico, Ariel no tarda en confirmar: “¡Sin duda! Los jugadores son parte de todo eso y también los fanáticos que los terminan endiosando, todos chongos aparentemente heteroscis midiéndose en base a los estándares y prejuicios que nos impusieron por haber nacido varones”.

Cuando piensa en esos estereotipos, Ariel observa que “son parte de los paradigmas espantosos que mencioné antes. Si jugás al fútbol, todo indica que tenés que ser un machito dominante que persigue la competencia y el exitismo, dos características muy visibles en el estereotipo del jugador de fútbol. Lo peor es que tenemos que romper con eso pero todavía nos seduce muchísimo”.

La cuestión parece ser, como siempre, que nos atrae lo que nos repele. A nosotres y a ellos también. Por eso la confirmación de nuestra presencia en el fútbol les provoca tanto vértigo a los chongos. Para ellos, el homoerotismo es una práctica segura en tanto no haya homosexuales confesos en el sucundún. Nuestra presencia le pone nombre a ese vericueto inconfesable del fanatismo, en el que todos se vuelven un poco trolos. Nuestro deseo expone el suyo, y no nos lo pueden permitir.

Una propuesta para acabar: ya que no podemos escapar del mundial, ya que durante semanas nadie va a hablar de otra cosa, juntémonos a mirarlo pero no lo miremos. Hagamos fiestitas a la hora de los partidos, si total nadie trabaja, si total el mundo se detiene para que gire la pelota. Reunámonos y dejemos los partidos de fondo para gritar nuestros “goles” cuando ellos griten los suyos. Para tener nuestro sucundún mientras los paquis, enajenados, se hacen su paja futbolera. Que ese sea nuestro boicot. Pura pasión futbolera. 

Modelos: Ariel Heredia y Pol Lacube. 
Vestuario: Doble A Lencería masculina
Sastrería Buenos Aires

Fuente Página 12

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Argentina: Torneo de fútbol 5 para gays ya cuenta con 300 jugadores

Lunes, 23 de abril de 2018
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2667346h768En el fútbol profesional persiste la discriminación. Si se corre el rumor de que un jugador profesional es gay, su carrera corre peligro. Ya pasó: hace pocos años la hinchada de Rosario Central desplegó una bandera donde le adjudicaba un romance a dos jugadores de Newell’s. Recibieron tanto acoso y violencia por parte de los hinchas que ambos jugadores dejaron el club y sus carreras se perjudicaron. 

Debajo de la autopista, un club de Boedo es la sede de la segunda fecha de un torneo de fútbol 5. Camisetas fucsias, negras, violetas, marrones, amarillas se mueven sobre el cemento. En las mesas que hay detrás de las redes que dividen las canchas, hay familias, chicos que corren, hombres que se preparan, chicas que estiran para entrar a jugar.

Hay que afinar la mirada para descubrir un brazalete con las tiras de colores o una camiseta de arquero con una franja de arco iris que representa a la comunidad LGTB. “Lo primero que tuvimos que derribar es el propio prejuicio de que el fútbol es algo solo de heterosexuales“, dice Ariel Velázquez, presidente de Gays Apasionados Por El Fútbol (GAPEF), un torneo que tiene ocho años, 300 participantes y 20 equipos en dos categorías, A y B.

En el fútbol profesional persiste la discriminación. Si se corre el rumor de que un jugador profesional es gay, su carrera corre peligro. Ya pasó: hace pocos años la hinchada de Rosario Central desplegó una bandera donde le adjudicaba un romance a dos jugadores de Newell’s. Recibieron tanto acoso y violencia por parte de los hinchas que ambos jugadores dejaron el club y sus carreras se perjudicaron.

Hoy no hay ningún jugador que haya hablado de su homosexualidad en ninguna liga profesional del mundo y eso se traduce en hinchadas con cánticos homofóbicos, y la exclusión de los jugadores gays de los clubes tradicionales. “En 2010, cuando empezamos con GAPEF, nos costó encontrar 9 personas para jugar a la pelota. Después se fueron sumando amigos de amigos y ahora somos una organización que, además de fútbol, tiene vóley y paddle“, cuenta Velázquez.

En las canchas retumba el sonido de la pelota y las frenadas de los botines, la luz de la tarde se mete por los costados y de los cientos de autos que pasan por arriba no hay ni noticias, sí el estruendo grave de un gol de chilena que se grita con pasión. “Tengo muchos pibes gays pero también hay heterosexuales en el equipo, vienen por el fútbol, acá puede haber bronca durante el partido pero nunca sale de ahí, juegan limpio y en el barrio los chicos lo valoran”. Andrés Venega es el DT de Leones, un equipo donde la mayoría son gays y hay dos parejas.

Hace seis años que entrena a grupos de esta liga y dice que, en realidad, lo más difícil fue enseñarles a jugar, a pensar el deporte como táctica, porque no son hombres con formación en el fútbol desde chicos. Asegura que han evolucionaron tanto que podrían ser profesionales, aunque la edad promedio pise los 30 años. “La sexualidad de cada uno sólo importa en su intimidad, acá sólo cuenta el fútbol para mí“, dice “el entrenador paki (hétero)”, como le dicen sus jugadores.

Entre las piernas que se estiran y precalientan antes de ingresar hay un tatuaje en una pantorrilla musculosa y depilada: dos dogos enfrentándose. De remera negra y con la franja multicolor atravesándoles el pecho, Los Dogos salen a jugar en la cancha número dos. Es el primer equipo de fútbol gay del país, con más de 20 años de competencia, y juegan en varios torneos. Uno de ellos pide que no se mencione su nombre porque en el trabajo aún no pudo contar su identidad sexual. ¿Por qué hacer un torneo propio?, ¿por qué no intentar integrarse con equipos heterosexuales? “Porque acá somos pares, nos sentimos más cómodos, hablamos de otras cosas. Todos queremos que sea distinto, pero en los clubes profesionales nos siguen hostigando por ser gays“.

Los Dogos empezaron a jugar mucho antes de que existiera este torneo. Nació poco después de que Daniel Passarella (entonces entrenador de la Selección) dijera que no aceptaría homosexuales en su equipo. Carlos Jáuregui, legendario activista LGBT del país, salió a contestarle que ya había jugadores en todas las categorías, aunque no lo dijeran y él no lo supiera. Dos años después, y por una convocatoria en una revista, nació la asociación Deportistas Argentinos Gays (DAG), que ya está disuelta pero quedaron Los Dogos, uno de los equipos fundantes, ganadores de campeonatos nacionales e internacionales.

Los primeros años de GAPEF fueron más inclusivos aún. Hubo varias chicas que jugaron en equipos mixtos y también participó Celeste, una chica trans. “El deporte diverso se está expandiendo a todas las disciplinas”, dice Walter Brizuela, arquero del equipo Lobos. Todos los años participan del Torneo Nacional por la Inclusión, que se hace desde el 2015 y este año será en Córdoba con nuevas disciplinas: fútbol 5 y de 11, rugby, paddle, básquet, tenis, vóley y hockey. Hay mucha organización y poco apoyo de privados o gobiernos para armar estos encuentros donde participan mil personas en un fin de semana.

Debajo de la autopista el torneo de la categoría A tiene 11 fechas, más las 4 de playoffs. Facundo R. Soto es periodista y escritor. Uno de sus libros es Juego de chicos, inspirado en sus partidos en GAPEF. “Hay una realidad: no somos iguales. Los gays cargamos con años de discriminación encima y acá encontramos un lugar de pertenencia. Estamos juntos, estamos en manada y nos sentimos más fuertes. Nos une el fútbol, pero también nuestra sexualidad“, dice.

Habla con un compañero y se escucha un “hola, amiga”, es otro jugador que llega, con botines, medias altas y el traje de futbolista. Como dice Soto, hay lugar para todos en GAPEF, desde estéticas rosas hasta los osos de barba. Nadie habla de otra cosa que no sea fútbol, la concentración por la competencia gana los espacios de la previa de cada partido. La liga es competitiva y eso se respira en el ambiente.

Fuente La Nación

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El colectivo LGTB argentino, en lucha contra el machismo y la discriminación en el fútbol

Viernes, 18 de marzo de 2016
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dogosJugadores de Los Dogos de Argentina durante la inauguración del torneo internacional de fútbol por la diversidad sexual Copa Redentor

“En los equipos de primera división se sabe si alguno es gay o no. Pero no se habla. Piensan que un jugador puede ir a menos porque es homosexual”

“Es más factible que la Asociación del Fútbol Argentino nos reconozca como la selección gay oficial que algún jugador de la Liga argentina admita que es homosexual”

El fútbol argentino es homófobo, machista y discrimina a los gay, los bisexuales y las personas transexuales, afirmaron los principales referentes de las instituciones que luchan por la inclusión de la comunidad LGBT en el fútbol. Lesbianas, gais, bisexuales, trans e intersexuales que quieran jugar al fútbol en Argentina se enfrentan a un ambiente hostil. Sin embargo, varias organizaciones de la comunidad LGBT luchan para demostrar que la orientación sexual no tiene nada que ver con las capacidades futbolísticas.

 Autoridades de la Selección Argentina de Fútbol Gay (SAFG), Gays Apasionados por el Fútbol (Gapef), y los Dogos, el primer equipo de fútbol gay de Sudamérica, coincidieron en que los homosexuales son discriminados en el fútbol argentino y que por eso surgieron en el país austral torneos y equipos de fútbol especialmente para gais.

“El ambiente del fútbol argentino es discriminador, xenófobo y homófobo. Tenemos una sociedad machista y una cultura homófoba que apoya todo esto”, dijo Ariel Heredia, presidente de los Dogos, el primer equipo de fútbol gay de Sudamérica. “En el deporte en general ahora se está abriendo el camino para los gais, pero en el fútbol no. Es especial, tiene una cultura totalmente machista que lo sostiene”, agregó.

Los Dogos, que se crearon en 1997, ganaron el mundial gay jugado en Argentina en 2007, y disputaron los campeonatos de Estados Unidos (1999 y 2009), Alemania (2000), y México (2012). También participaron en los Gay Games, los Juegos Olímpicos para la comunidad LGBT, de Holanda (1998) y Alemania (2010).

“Había jugadores que vinieron a los Dogos porque fueron discriminados jugando o aspirando a jugar en la primera división (de la Liga argentina). A algunos los apartaron del equipo porque eran gais. El equipo se armó porque sucedieron un montón de discriminaciones”, explicó Heredia.

Los Dogos, al igual que la mayoría de los equipos de fútbol gay, aceptan también a los heterosexuales.

“Nosotros no le preguntamos la sexualidad a nadie, aceptamos a las personas tal cual son. No tiene que ser homosexual para jugar en el equipo. El objetivo es la inclusión. En la Liga es imposible que se sienta cómodo un gay”, dijo Cristian Pare, capitán de la Selección Argentina de Fútbol Gay (SAFG), creada en 2007.

“En los equipos de primera división se sabe si alguno es gay o no. Pero no se habla. Hay mucho machismo. Piensan que un jugador puede ir a menos porque es homosexual. Son tonterías. La homofobia en el fútbol es increíble”, explicó al tiempo que señaló que hay muchas jóvenes promesas que abandonan el fútbol porque son homosexuales y no se sienten cómodos en los clubes. “Cuando mi mamá me vino a ver jugar por primera vez me dijo que ella creía que jugábamos con tacos. Y le dije ‘no mamá, son gente como yo, jugamos al fútbol y vamos a morir a cada pelota’. Soy homosexual pero siento el fútbol como cualquier persona”, afirmó. “Apuntamos a que la AFA (Asociación del Fútbol Argentino) nos reconozca como la selección gay oficial. Es más factible que eso pase a que algún jugador de la Liga argentina admita que es homosexual”, vaticinó.

En sintonía, Juan Pablo Morino, de la asociación Gays Apasionados Por El Fútbol (Gapef), dijo que “ayudaría mucho si un futbolista de primer nivel dijese que es homosexual”“Incluso si lo hace alguien que no sea gay, pero que genere este movimiento de decir ‘mirá, yo que soy el mejor del equipo digo que soy gay. ¿Qué te cambia? ¿Me vas a tratar de otra manera?’. No tiene que ser alguien que realmente sea gay, sino alguien que quiera mover el avispero, eso ayudaría mucho”, explicó.

El objetivo de Gapef, que se creó en 2010, es generar un espacio donde los homosexuales puedan jugar al fútbol sin sentirse discriminados. La asociación también lleva adelante actividades sociales, culturales y deportivas para promover la inclusión y la libre orientación sexual.

“De chiquito mi viejo me llevó a la cancha y la mitad de las canciones insultaban al equipo rival tratándolo como homosexual. Yo las canté toda mi adolescencia y después las dejé de cantar pero todo el mundo las cantaba alrededor mío. Esperemos que en algún momento dejen de cantarse canciones discriminatorias”, contó Morino.

“El fútbol es el más machista de todos los deportes. Tendría que haber una campaña fuerte por parte del Estado en contra de cualquier canto discriminatorio, es necesario. El Estado debería intervenir en el asunto”, afirmó.

Fuente Agencias/Cáscara amarga

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