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Cómo funciona el primer comedor comunitario gestionado y atendido por personas trans

Miércoles, 28 de agosto de 2024
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Lleca abrió sus puertas hace un año en Ciudad de México. “Este comedor es una respuesta comunitaria a los cuidados que el Estado no tiene con nuestras poblaciones“.

Fuente Agencia Presentes

14 de agosto de 2024
Geo González
Geo González
Edición: María Eugenia Ludueña

CIUDAD DE MEXICO. Mujeres trans se autoemplean, sirven las comidas y dan la bienvenida a quienes necesitan un plato de comida caliente. Vienen de entornos de vulnerabilidad y gestionan un nuevo comedor comunitario, donde un plato de comida corrida de tres tiempos cuesta once pesos.

En la calle de Rossini número 2 de la colonia Peralvillo en la Ciudad de México, quienes llegan al comedor impulsado por la organización Casa Lleca saludan a las muchachas que atienden y se registran en unos formularios. Sirven para registrar quienes solicitan este servicio, cuántas comidas se reparten día a día. Por ahora el comedor comunitario lleva cien comidas, y las cuentas de la cuota de recuperación.

Respuesta comunitaria a desigualdad en cuidados

Este comedor es una respuesta comunitaria a los cuidados que el Estado no tiene con nuestras poblaciones. En las elecciones las y los políticos hablaron del sistema nacional de cuidados. Pero ninguna de estas políticas va enfocada a nuestras poblaciones ni a sus necesidades. Somos nosotras las que hacemos estas propuestas que vienen de los cuidados colectivos. Y si bien este comedor surge por un programa del gobierno, somos nosotras las que le damos este enfoque a través del trabajo comunitario que venimos haciendo porque el gobierno se está quedando corto en cuanto a políticas públicas para personas LGBT y personas en situación de calle”, comenta en entrevista Victoria Sámano, fundadora de Lleca.

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El equipo de Lleca, el primer comedor comunitario creado y autogestionado por personas trans en Ciudad de México. Foto: Geo González/Presentes

Este comedor comunitario es un proyecto impulsado por Lleca, escuchando la calle. La organización surgió hace cuatro años, cuando la defensora de derechos humanos y trabajadora sexual Victoria Sámano abrió las puertas del departamento donde vivía para dar refugio a personas LGBT+. Eran, sobre todo, hombres gay y mujeres trans en situación de calle, más expuestes frente a la pandemia una vez que los hoteles cerraron sus puertas y la expulsión de personas jóvenes aumentó por la exclusión familiar.

Lleca abrió sus puertas hace un año en la colonia Peralvillo. Es el primer comedor gestionado enteramente por mujeres trans que además se autoemplean. 

En la Ciudad de México también está Manos Amigues, un comedor comunitario que nació durante la crisis por Covid-19 para hacer frente a las violencias específicas que atravesaron algunas personas LGBT+, en especial juventudes y trabajadoras sexuales.

Casa Lleca, el refugio que impulsa el comedor

Casa Lleca es el primer refugio para personas LGBT+ en situación de calle o en riesgo y nació como respuesta a la falta de espacios seguros para la población LGBT. Existen ocho albergues manejados por la Secretaría de Inclusión y Bienestar Social (Sibiso) pero no están sensibilizados ni capacitados y las personas LGBT viven violencias por parte del personal y los usuarios en esos albergues.

Ha dado refugio hasta a una decena de personas y hoy viven allí cinco mujeres trans. La más joven tiene 25 años y la mayor 57. Cada una atraviesa situaciones y necesidades particulares: trabajo sexual, el consumo de sustancias, migración, desplazamiento forzado interno, reinserción social, desempleo, acceso a salud, vivir con VIH, etc.

IMG_6845Erika es una de las integrantes del comedor comunitario que gestiona Casa Lleca.

En Casa Lleca cubrimos las necesidades más básicas: hogar, alimentación y baño. Y nos vamos organizando en atender temas de salud física y mental, prevención y tratamiento de violencias. Pero había una cosa que se nos salía de las manos y era el trabajo. Algunas salen a pedir empleo y notamos lo difícil que es por el rechazo a su identidad de género, porque viven en un albergue, por la edad, y hasta por no tener un acta de nacimiento. Entonces, decidimos entrar al programa de comedores comunitarios de Sibiso con el objetivo de que sea algo que podemos gestionar y sobre todo para emplear a las compañeras”, comenta Victoria.

Cinco mujeres trans se autoemplean

Victoria cuenta que el proceso para abrir el comedor comunitario fue mediante una convocatoria de Sibiso, donde exigen ciertos requisitos. A Sibiso le tomó un año aprobar la propuesta de Lleca. Los gastos de instalaciones de gas, sanitarias e hidráulicas, compra de mesas, sillas y ollas no lo gestionó el Estado, sino las integrantes de Casa Lleca. Algunas de ellas, ejerciendo trabajo sexual.

Hoy las cinco mujeres trans que habitan Casa Lleca sostienen el comedor comunitario y reciben una remuneración simbólica, mas no un sueldo. Cocinan, hacen de meseras, cajeras y recepcionistas. Y sirven una comida corrida (generalmente arroz o frijoles, un guisado, tortillas, ensalada; y un vaso de agua).

En la inauguración del comedor comunitario de Lleca se sirvió mole oaxaqueño, un platillo tradicional, emblemático y con alto valor de celebración en el país. Quien lo preparó fue Carolina, habitante, coordinadora de Casa Lleca y cocinera principal de este proyecto.

IMG_6846Me siento bien feliz, y la verdad bien orgullosa de la casa y del comedor del que ahora me empleo. Y de ser la cocinera principal. Soy la que le da el toque mágico a la comida porque además soy oaxaqueña y tengo mi sazón. El autoemplearnos es una oportunidad y es muy satisfactoria. Después de no haber tenido nada, aquí no solo tenemos donde dormir sino también donde trabajar. Es un ingreso simbólico pero que significa mucho para todas nosotras”, cuenta Carolina en entrevista con Presentes.

“Tenemos el atrevimiento de cuidar

Afuera del comedor hay una fila de personas registrándose y pagando once pesos para comer. Al fondo de Casa Lleca, en uno de los sofás le preguntamos a Victoria Sámano cómo aprendió a cuidar. “Quienes primero me enseñaron a cuidar fueron mi abuela y bisabuela materna. Ellas sabían lo que era yo desde mi infancia y procuraron cuidarme siempre. Yo me sentía muy segura. Después, las que me enseñaron de cuidados fueron otras mujeres trans”.

Mi forma de cuidar es cocinando con amor porque amor fue lo que encontré en este refugio. Amor para mis compañeras, amor para mí y para Victoria que ha sido un parteaguas en mi vida porque aquí recibí herramientas que el gobierno no me brindó, ya que me orilló al trabajo sexual y a la calle”, dice Carolina.

IMG_6847Yo creo que los cuidados siempre surgen desde las personas trans ante la falta de un Estado que nos proteja. Siempre somos nosotras la respuesta. A pesar de todas las adversidades que vivimos las personas trans, todavía tenemos el atrevimiento de cuidar” reflexiona Victoria.Saber cuidar no surge de la nada, son conocimientos que se van transmitiendo. Probablemente cuando yo no esté, alguien más se va a quedar a cuidar y es así cómo van surgiendo nuevas líderes comunitarias”.

¿Dónde se ubica y en qué horario sirven de comer?

El comedor Lleva queda en Rossini 22 en la colonia Peralvillo, alcaldía Cuauhtémoc. Sirven comidas por una cuota de recuperación de once pesos, de las 13:00 a las 16:00 horas.

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Ciudad de México tiene la mayor cantidad de transfeminicidios registrados en lo que va del año

Martes, 25 de junio de 2024
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La capital registra 8 de los 28 transfeminicidios que se cometieron en lo que va del año.

Fuente Agencia Presentes

13 de junio de 2024
Geo González
Geo González
Edición: Maby Sosa

CIUDAD DE MÉXICO, México. En lo que va de 2024 han asesinado a 8 mujeres trans en la Ciudad de México. La mayoría de las víctimas ejercía el trabajo sexual o vivía en condiciones de precariedad. Sólo en dos casos hay detenidos por delito de feminicidio.

De acuerdo al registro realizado por la Asamblea Nacional Trans No Binarie, en lo que va del año asesinaron a 28 mujeres trans en México. Es en la capital del país donde se han registrado la mayoría de los casos con 8 víctimas: Samantha Fonseca, Debaly Vilchis, Vanessa, Debanny, Alondra y tres más de las que no se sabe su nombre. Hasta la fecha sus cuerpos no han sido reclamados.

La Fiscalía Especializada para la Investigación del Delito de Feminicidio cuenta con la Subunidad de Investigación de Transfeminicidios, única en su tipo en el país. Sin embargo, activistas y familiares de víctimas denuncian que no hay avances en las investigaciones y, sobre todo, que prevalece la impunidad.

IMG_5508Este año la Comisión Nacional de Derechos Humanos y la Suprema Corte de Justicia de la Nación han determinado a los congresos del país a legislar para que las muertes violentas de mujeres trans se investiguen y castiguen como feminicidio. Solo el estado de Nayarit tipifica el delito de transfeminicidio.

El 12 de junio durante una protesta por estos transfeminicidios, la activista Victoria Sámano, fundadora de Lleca, escuchando la calle, exigió que también haya políticas públicas que consideren a las mujeres trans que por la exclusión familiar no acceden a sus derechos humanos como la identidad, educación, trabajo, salud, vivienda lo que las coloca en situaciones de mayor vulnerabilidad a lo largo de su vida.

Aumento de violencia en Ciudad de México

IMG_5507En lo que va del año 28 mujeres trans han sido asesinadas en México, y es en la capital del país donde se han registrado la mayoría de los casos con 8 víctimas.

Anualmente la Ciudad de México no es el estado del país donde se cometen más transfeminicidios. Por año, la mayor cantidad de crímenes se detectan en Veracruz o Chihuahua, según los informes anuales que hace la organización Letra S sobre crímenes por prejuicio contra personas LGBT+.

La defensora de derechos humanos y trabajadora sexual Natalia Lane, quien sobrevivió a un intento de feminicidio, considera que “no es que haya un alza en los feminicidios de mujeres trans, la centralidad juega un papel importante. En donde hay más redes de reporteros cubriendo esto y donde las redes sociales hacen más ruido por lo que pasa en la ciudad que en otros estados, pero lamentablemente, y es horrible decirlo, a las que siguen asesinando es a compañeras trabajadoras sexuales y en situación de vulnerabilidad”.

También mencionó que “la ciudad de México, donde hay mayor avance de derechos humanos, no garantiza que las mujeres trans vivamos una vida libre de violencia. Son necesarias políticas de prevención de la violencia y que haya una justicia restaurativa, reparadora”.

En casos de Samantha y Debaly hay detenidos por feminicidio

IMG_5506Samantha Fonseca era una mujer trans de 37 años que se dedicaba a la defensa de los derechos humanos. Este año aspiraba a un lugar en el Senado de la República. La madrugada del 14 de enero fue asesinada en Xochimilco, al sur de la ciudad.

En marzo fue detenido y vinculado a proceso a Juan ‘N’ como principal agresor de Samantha. De acuerdo a una nota del reportero David Fuentes de El Universal, en mayo aprehendieron a otro hombre, José ‘N’, implicado en ayudar a escapar al agresor.

Un mes después, el 15 de febrero, Debaly Vilchis fue asesinada, tenía 30 años. Debaly era conocida como ‘La Pepona’ y fue agredida con arma de fuego cuando se encontraba en un negocio. Por las heridas permaneció hospitalizada hasta que murió.

El 10 de junio la Secretaría de Seguridad Ciudadana de la Ciudad de México informó sobre la detención por delito de feminicidio del presunto agresor, un hombre de 27 años.

“El sueño de Vanessa era ser mamá”

Vanessa iba a cumplir 34 años en abril. Pero el 21 de febrero encontraron su cuerpo sin vida en una cancha de futbol en Iztapalapa, al oriente de la ciudad. La asesinaron con un arma de fuego. La Fiscalía abrió una carpeta por el delito de feminicidio, pero su familia denuncia que no hay avances en la investigación desde entonces.

IMG_5505Estamos desesperadas porque hay un responsable de esto, pero las investigaciones no avanzan y lo único que pedimos es justicia por Vanessa. Ella soñaba con ser mamá. Lo único que pedimos es justicia, nada ni nadie nos va a regresar su alegría, su amor por la vida”, dijo en entrevista la hermana de la mujer.

“A las que siguen asesinando es a compañeras trabajadoras sexuales y en situación de vulnerabilidad”

Debanny García de 41 años ejercía el trabajo sexual en Tlalpan y fue asesinada el 27 de febrero. Según una nota publicada en La Jornada por la reportera Laura Gomez, su asesinato fue “derivado de un cobro de piso”. Es decir, una forma de extorsión en la que trabajadoras sexuales son obligadas a pagar para trabajar.

Una amiga de Debanny comentó a Presentes que no hay avances en la investigación. Y exige a las autoridades que se considere el delito de feminicidio y no el de lesiones como fue clasificado este crimen.

Alondra tenía 27 años cuando fue asesinada en su domicilio el 27 de mayo junto a dos hombres más. Según notas de prensa el hecho sucedió durante la madrugada y fueron vecinos quienes alertaron por sonidos de arma de fuego.

La Secretaría de Seguridad informó que al día siguiente del hecho fue detenido un hombre de 49 años como probable responsable del multihomicidio. En el comunicado no se menciona que una de las víctimas era una mujer trans.

Sobre los tres casos de mujeres trans de las que se desconoce su nombre, se sabe solo por reportes de prensa que ejercían el trabajo sexual, una de ellas vivía en situación de calle, y todas fueron víctimas de violencia sexual y tortura.

General, Homofobia/ Transfobia. , , , , , , , , , , , , , , ,

‘Quería ser quien soy ahora’: Tiffany dejó la violencia en Honduras para vivir en EU

Martes, 8 de febrero de 2022
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De acuerdo con el Comité de DDHH de la ONU, entre 2009 y 2020 se registraron 335 muertes violentas de personas LGBTI en Honduras

Por Eréndira Aquino
6 de febrero, 2022

Pasaron más de diez años de deportaciones, miedo, vivir en las calles y ejercer el trabajo sexual para que Tiffany, de origen hondureño, lograra cumplir sus dos sueños: transicionar como mujer y llegar a Estados Unidos.

“Quería que la gente me viera, quería ser quien ahora soy, una mujer trans… La primera vez que salí tenía 16 años, en 2011. Soy de un lugar donde predomina la Mara y yo ya estaba experimentando, ya sabía que me gustaban los hombres. A escondidas me vestía con ropa de mi mamá y de mi hermana, me maquillaba”, cuenta.

A pesar de que se ocultaba, Tiffany fue descubierta por su madre, quien le dio una golpiza, lo que motivó que saliera huyendo de su casa y de su país.

En el camino comenzó a vestirse como mujer por primera vez. Su primer círculo de apoyo fueron las trabajadoras sexuales trans de Guatemala. “Me empiezan a maquillar y con ellas me puse por primera vez un par de tacones. Salí con falda a la calle, traía brassiere… ¡Sentí que me quería comer el mundo! Aunque no podía ni caminar”, relata Tiffany con una sonrisa.

Titubea un poco, y en seguida reconoce que todo el recorrido que hizo, lo hizo sin un peso. “Ejerciendo trabajo sexual con traileros, así fue mi camino”.

Después de varios meses de tránsito, consiguió llegar a Tenosique, Tabasco, donde vivió por aproximadamente cuatro años, a la espera de conseguir documentos que le permitieran permanecer legalmente en México, pero no lo consiguió. En cambio, fue enviada por las autoridades de vuelta a Honduras, pese al riesgo en el que se encontraba.

De acuerdo con el Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, entre 2009 y 2020 se registraron 335 muertes violentas de personas lesbianas, gays, bisexuales y transexuales en Honduras, de las cuales 109 ocurrieron en los últimos tres años.

Naciones Unidas ha documentado que las víctimas identificadas como parte de la comunidad LGBTI comparten rasgos como evidentes señales de tortura o castigos, violaciones, golpes en el rostro, quemaduras, heridas en distintas partes del cuerpo y muertes causadas con armas de fuego.

“Mis ilusiones empezaron a morir en la calle”

“Sufrí mucha discriminación de mi familia. El pueblo de donde soy era de puro cabrón, puro marero -integrantes de la pandilla Mara Salvatrucha-. Estuve un año en Honduras de regreso, me pasaron muchas cosas. De la noche a la mañana tuve que volver a salir huyendo”, recuerda.

Al ser una mujer trans, “me tocaba estar con los mareros, aunque son homofóbicos. Practicaba sexo con ellos por miedo, pero uno de ellos me buscaba siempre que andaba tomado. Yo vivía con una amiga y estaba estudiando cosmetología, ya trabajaba en una estética”.

Según la organización Human Rights Watch (HRW), la violencia contra las personas de la comunidad LGBT en Honduras está asociada con factores económicos que derivan en una marginación sistemática que suele empezar con el rechazo y el abuso por parte de sus familias.

En un informe elaborado en 2020, HRW señaló que la discriminación en la educación y el empleo por motivos de orientación sexual e identidad de género agudizan la marginación económica, y con el tiempo dejan a muchas personas LGBT sin medios de vida estables y con pocas opciones que no sean vecindarios de bajos recursos, a menudo controlados por pandillas.

Era el caso de Tiffany, quien vivía con miedo, hasta el día en el que no pudo soportar más los insultos que el “marero” que la buscaba le gritó.

“Fue tanta mi cólera, porque ya tenía que soportar que no me gustaba, y después quiso seguirme humillando… No me aguanté y vulgarmente le respondí que él era más puto que yo, porque después de comerse el tigre le tenía miedo al cuero” detalla.

En seguida sintió el golpe de la botella de alcohol que sostenía su agresor contra su rostro, y comenzó a sangrar. Salió corriendo y no tuvo tiempo de más que tomar su bolso de maquillaje y salir del cuarto que rentaba. Durmió en otra casa esa noche y a la mañana siguiente volvió a cruzar la frontera hacia Guatemala.

Esta vez Tiffany no quiso cruzar por Tabasco, y prefirió probar suerte en Tapachula, Chiapas. Era junio de 2019 y la ciudad se encontraba saturada debido a la entrada de una caravana migrante. No había lugar en los albergues y los servicios de migración se encontraban saturados.

“Traía todavía las heridas de los vidrios. Fui a derechos humanos y les conté mi historia. Me canalizaron con la ACNUR (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, por sus siglas en inglés) y COMAR (Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados)”, donde su trámite nuevamente se estancó.

Hasta una tarde en la que fue vista por un conocido de Honduras en Tapachula, quien contó por redes sociales que la había encontrado en México. De inmediato recibió mensajes de su hermana advirtiéndole que en su pueblo ya se sabía dónde estaba.

“Presenté los mensajes de Whatsapp a la COMAR y me dieron un traslado para la Ciudad de México. Por un momento me sentí esperanzada porque había avanzado más allá de Chiapas pero mi vida fue un infierno… lo más difícil estaba por comenzar”.

Sin redes de apoyo ni papeles para poder trabajar, al llegar a la Ciudad de México Tiffany se vio en la necesidad de volver a realizar trabajo sexual.

“Yo solo buscaba una lugar donde vestirme de mujer, tener un empleo normal… la vida que siempre soñé, pero cometí la equivocación de darle mis papeles a guardar a una de las “madrotas” -encargadas de los puntos de trabajo sexual-. Ella desapareció un día con mis cosas. No la volví a ver”.

El tiempo en el que Tiffany estuvo en la Ciudad de México coincidió con el inicio de la pandemia de COVID, lo que complicó aún más su situación: “los clientes bajaron mucho, iban puros que consumían piedra o cristal… ya no había gente que quisiera pagar por servicios sexuales, a lo más, pedían que le compraras alguna droga y ofrecían compartirla a cambio de compañía”.

“Empecé a consumir drogas y en un abrir y cerrar de ojos mi vida dio un cambio. Ya no tenía para pagar hotel. Todas las ilusiones con que venía empezaron a morir en la calle. Mis papeles de migración no salían y yo me hundía cada vez más en la prostitución”, lamenta.

La sororidad trans cruza fronteras

“Es bonito reírse cuando ya estás acá, pero no creas, cuando lo estás viviendo solo tienes miedo de las cosas que pueden pasar”, cuenta entre carcajadas Tiffany, quien actualmente se encuentra en Texas, Estados Unidos, después de una aventura que le llevó meses, y pudo ser posible gracias al apoyo de otras mujeres trans.

La primera en tenderle la mano fue Victoria, quien coordina una organización llamada LLeca-Escuchando la calle. Cada martes, acompañada de voluntarios, acude al Monumento a la Revolución por las noches, para regalar comida y ropa a las mujeres que ejercen el trabajo sexual.

“Ahí fue donde conocí a Victoria, que nos regalaba comida y ropa. Haz de cuenta que en Revolución se forman como 100 trabajadoras sexuales, algunas entaconadas o descalzas, todas con sus pelucas, en lencería o vestidas, pero están formadas por un taco”. Poco a poco su relación comenzó a ser más cercana.

La ayuda de Victoria, cuenta, fue crucial para que pudiera salir del trabajo sexual y del consumo de drogas. Por voluntad propia acudió a un centro de desintoxicación y estuvo internada tres meses, en los que se recuperó, hasta el día en el que salió y pocas horas después le informaron por teléfono que una de sus amigas, quien estuvo anexada con ella, había fallecido.

“No es excusa, pero es algo que no supero hasta el día de hoy. Después de eso empecé a tomar, recaí, pero Victoria y otras chicas del trabajo me dijeron que tenía que valer la pena el esfuerzo que había hecho”. Pero lo que definitivamente la hizo decidir que ya no quería esa vida fue presenciar el ataque contra una de sus compañeras por parte de una madrota. Consiguió la dirección de Victoria, y sin invitación, acudió a tocar su puerta.

Aquella noche, recuerda Victoria, “ni siquiera la esperábamos. Ya que llegó la invité a pasar, se sentó a cenar cereal y de repente un taxista tocó a la puerta para preguntar por ella porque no había pagado”.

Tiffany ríe y reconoce que no tenía para pagar, que de hecho acudió con Victoria porque no tenía dinero para comprar algo que comer, menos aún alquilar una habitación para dormir.

Victoria vive en un departamento de dos habitaciones, en el que desde que comenzó la pandemia da alojamiento a trabajadoras sexuales que se encuentran en situación de calle, y desde aquel día ella era una más de sus huéspedes. Sin embargo, a diferencia de sus compañeras, debía vivir encerrada, ante el miedo de que pudieran hacerle algo por haber sido testigo de la agresión a su compañera.

Mientras las otras huéspedes de Victoria le retribuían el apoyo yendo con ella a dejar comida a las trabajadoras sexuales o llevando ropa, Tiffany colaboraba con las labores del hogar y la preparación de los alimentos. Se encontraba segura mientras no saliera del departamento, pero no pasó mucho tiempo antes de que decidiera que no quería vivir más así.

Consiguió que una amiga que vive en Estados Unidos le enviara dinero para que intentara cruzar la frontera y, en cuanto lo tuvo en sus manos, pagó su pasaje rumbo a Reynosa, Tamaulipas, donde ya la esperaba un ‘coyote’ para llevarla hasta Texas.

“Desgraciadamente después de que me cruzaron, ya en Texas, me subieron a una patrulla y me regresaron por el puente fronterizo. El de migración nos dijo “Bienvenidos a México” y en ese momento rompí en llanto, me arrodillé y grité. Sentí que se me venía el mundo encima”, relata.

Llevaba el dinero contado y tenía días sin comer. Aún con la ropa mojada por haber cruzado por el río, y de vuelta en México, Tiffany pensó que su única opción sería regresar a la capital y ejercer el trabajo sexual. Victoria le mandó 200 pesos para que comprara comida. Con lo que sobró, recuerda que pagó una hora de servicio en un café internet.

“Me fui a meter al café internet y llorando le conté a una amiga que vive en Nueva York que me habían regresado, que estaba mal y no sabía que hacer. Ella me dio el número de mamá Susana. Me dijo que le explicara la verdad de lo que estaba pasando y ella me iba a ayudar sin pensarlo”.

Y así fue como estableció contacto con la directora del albergue Casa de Colores, que apoya a mujeres trans migrantes a llegar a Texas, Estados Unidos, en busca de mejores condiciones de vida y de seguridad, en los casos en que son víctimas de amenazas y persecución.

“Que sea lo que Dios quiera”

La noche en que realizamos la entrevista, Tiffany se encuentra nuevamente realizando maletas. A la mañana siguiente, tiene un vuelo programado para viajar de Texas a California, en donde la esperan integrantes de Translatina, otra asociación que apoya a migrantes, quienes le brindarán alojamiento y la apoyarán para buscar ofertas educativas y de empleo.

Entre risas muestra un lápiz labial, una paleta de sombras y un rimel que se llevó de la casa de Victoria cuando partió a Reynosa. “Llegué solo con la ropa puesta, lo único que traía era el maquillaje en el brassiere para poder retocarme donde fuera”.

Llegar a Ciudad Juárez -donde se encontraba el cruce fronterizo en el que Susana y Casa de Colores podían ayudarla- tampoco fue sencillo. Victoria y sus amigas de la capital juntaron el dinero justo para que comprara el boleto de autobús y tuvo que pasar más de un día sin comida.

Después de años, por fin, pudo cruzar a los Estados Unidos, gracias a que Casa de Colores cuenta con una excepción al Título 42, normativa establecida por el gobierno del expresidente Trump para expulsar migrantes de su territorio. Fue recibida en un hogar donde lo primero que le dijeron era que eligiera la ropa y los zapatos que quisiera, mismos que ahora lleva consigo rumbo a su nueva vida.

“Llevo muchos años ejerciendo el trabajo sexual. Ahora tengo la oportunidad de estar acá, y la verdad todavía no sé para donde voy, pero estoy segura que se me van a abrir muchas puertas. Quiero estudiar inglés y alguna otra cosa para no volver a tener que emplearme en lo mismo”, confiesa.

Ahora que está segura en otro país, solo espera “que sea lo que Dios quiera”.

Fuente Animal Político

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