¿Quién gestiona las llaves petrinas del Reino? (Mt 16,13-20)
Del blog de Xabier Pikaza:
“Las llaves de la iglesia católica han sido a veces más fariseas que petrinas“
Según Mt 16, 19, Jesús dijo a Pedro “yo te daré” las llaves del Reino de los cielos…”. Y así fue, según el evangelio de Mateo que se distingue de otros textos del NT (Ef, Jn…) en los que Pedro no aparece como portador de las llaves del Reino.
Este pasaje (yo te daré las llaves del Reino) constituye un texto esencial de la revelación, no sólo para los católicos, sino para los cristianos de otras iglesias. Por eso debemos estudiarlo con cuidado.
Así quiero destacarlo en esta postal, leyéndolo al trasluz de otros dos textos importantes de Mateo que matizan su sentido conforme a una lectura integral/sinodal del evangelio.
| Xabier Pikaza teólogo
Texto base: Mateo 16,13-20
En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: “¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?” Ellos contestaron: “Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas.” Él les preguntó: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?” Simón Pedro tomó la palabra y dijo: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.”
Jesús le respondió: “¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora te digo yo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo.” Y les mandó a los discípulos que no dijesen a nadie que él era el Mesías.
1. Llaves del Reino, llaves de Pedro (Mt 16, 17-19).
A ti te daré las llaves del reino de los cielos. Todo lo que ates en la tierra habrá sido atado en el cielo, y lo que desates en la tierra habrá sido desatado en los cielos.
Éstas son las llaves con la que Pedro ha abierto el camino del Reino de Jesús para los gentiles, acogiendo el mensaje de Pablo y vinculando ese mensaje al de los judeo-cristianos. Estas llaves han servido para abrir el reino a los pobres, excluidos y gentiles. Pedro las utilizó una vez y para siempre, en el momento clave de la iglesia, como clavero supremo, abriendo con ellas (con la autoridad de Dios) el mismo Reino de Dios para los pobres y expulsados de la ley judía.
A estas llaves de Pedro se han opuesto, dentro de la misma iglesia, las contra-llaves de un tipo de escribas y fariseos “cristianos” que se han opuesto de hecho a la apertura de Pedro y que han querido introducir dentro de la iglesia un tipo de ley anti-petrina, que ha tendido a convertir la iglesia de Jesús en una mala sinagoga de escribas-fariseos, partidarios del mal judaísmo (no del bueno), un tema que aparece ya en la cartas de Pablo y, sobre todo, en la historia de un mal catolicismo que, diciéndose petrino, ha sido de hecho anti-petrino
Estas llaves auténticas de Pedro han pasado al conjunto de la Iglesia, que es comunidad de comunidades, de forma quea cada iglesia sea heredera de las llaves de Pedro, como ha puesto de relieve
Conforme a la palabra solemne de Mt 16, 19, Jesús ha dado a Pedro las llaves del Reino de los cielos. Pero después, otro pasaje del mismo concede a cada comunidadcristiana «las mismas llaves»: «todo lo que atéis en la tierra será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra será desatado en el cielo» (Mt 18, 18).
El mismo Mateo habla además de unas «llaves perversas», propias de los fariseos. Desde ese fondo podemos mirar de conjunto el tema de las llaves y la función de la autoridad de la iglesia en Mateo , integrando así a Pedro dentro de la comunidad, que debe superar siempre el riesgo “fariseo” del poder sacral.
(1) Las llaves de los escribas y fariseos (Mt 23, 13).
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres. Pues vosotros no entráis, ni dejáis entrar a los que están entrando.
Ellos escribas-fariseos no han de entenderse aquí como representantes de una autoridad ajena a la iglesia (en la línea de un buen judaísmo rabínico posterior), sino como cristianos de línea farisea, cuya existencia e influjo ha destacado Hechos (cf. Hech. 15, 5).
Mateo no critica por tanto a unos «judíos/judíos», sino a unos escribas y fariseos de la iglesia, que han querido tomar el poder de las llaves, para utilizarlas de un modo legalista, cerrando el Reino de Dios a los otros (es decir, a los que no cumplen sus normas, a los pobres de Jesús, a los impuros).
Al actuar así, esos cristiano-fariseos no entran en el Reino (pues no aceptan la apertura petrina de Jesús a los pobres y excluídos, conforme a la historia auténtica Pedro), ni dejan entrar a los demás (pues les cierran el camino de la iglesia, que es portadora de ese Reino).
En esa línea se ha dicho, y se sigue diciendo (conforme al magisterio de Francisco) que en ciertos momentos (a partir del X y especialmente del XVI d.C., las llaves de la iglesia católica han sido a veces más fariseas (en el mal sentido de la palabra) que petrinas, han servido para cerrar más que para abrir.
Por eso, la reforma sinodal de la iglesia, que está defendiendo Francisco, ha de ser plenamente petrina no anti-petrina, en la línea del Pedro integral de los evangelios y del mismo mensaje de Pablo, que critica ciertos rasgos del poder del Pedro pero que, en 1 Cor 15 le sitúa en el principio de la Iglesia.
Se trata, por tanto, de recuperar al Pedro hermano, al Pedro sinodal que recibe, según Mateo, las llaves del Reino, pero no para encerrarse con ellas en una iglesia-fuerte, sino para garantizar con ellas la libertad y responsabilidad de cada una de las comunidades cristianas, como he puesto de relieve en mi comentario de Mateo.
(3) Las llaves de cada comunidad (18, 15-20).
Conforme a lo anterior, cada comundad cristiana, en comunión con las demás comunidades, es heredera y portadora de las mismas llaves de Pedro,que han de ser asumidas y utilizadas en sentido salvador, de apertura mesiáncia, a cada iglesia.
En verdad os digo que todo lo que atéis en la tierra habrá sido atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra habrá sido desatado en el cielo. También os digo que, si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidan, les será hecha por mi Padre que está en los cielos. Porque donde dos o tres están congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.
Este pasaje omite la primera función de Pedro (ser “roca“), quizá suponiendo que ella no puede repetirse, sino que Jesús la ha concedido una vez y para aiempre a Pedro, en el principio de la Iglesia, pero atribuye la segunda funciòn (cerrar y abrir el Reino), vinculada a las llaves de Dios (atar y desatar, cerrar y abrir), a cada comunidad, que aparece así como presencia de Cristo (verdadera Piedra eclesial, auténtico Pedro).
De una forma que resulta lógica en la línea del judaísmo y cristianismo antiguo, pero que va en contra de una visión posterior de algunas iglesias, el Jesús de Mateo no atribuye las llaves de Dios (atar–desatar) a un obispo, patriarca o papa separado, sino a cada una de las comunidades cristianas (donde estén dos o tres reunidos en mi nombre…).
Lo que hizo Pedro en su tiempo, de una vez por siempre, para el conjunto de la Iglesia (entendida en forma de comunidad sinodal de iglesias), pueden y deben hacerlo después los creyentes reunidos de cada iglesia particular, que así aparecen como herederos de su función constituyente o magisterial.
En esta línea, los papas que se dicen y han de ser portadores del carisma de Pedro han de potenciar la autoridad sinodal de cada Iglesia
(4). Anejo. No llaméis a nadie Padre (23, 6-10).
“Los escribas y los fariseos… buscan los primeros asientos en los banquetes y las primeras sillas en las sinagogas, las salutaciones en las plazas y el ser llamados por los hombres: Rabí, Rabí. “Pero vosotros, no seáis llamados Rabí; porque uno solo es vuestro Maestro, y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis a nadie vuestro Padre en la tierra, porque vuestro Padre que está en los cielos es uno solo. Ni os llaméis Guía, porque vuestro Guía es uno solo, el Cristo.
Cada una de las comunidades, formadas por hermanos-iguales (sin diferencia de varones y mujeres, clérigos y laícos, siervos y señores), ha recibido «las llaves de Pedro», esto es, su capacidad de discernimiento al servicio del Reino de Dios.
Posiblemente había en las comunidades de las que habla Mateo profetas, sabios y escribas (cf. Mt 23, 34); incluso podría haber ministros eclesiales en la línea de los obispos y presbíteros posteriores; pero el texto no habla de ellos, ni les concede una autoridad sobre los otros, pues la autoridad de la iglesia se identifica con el discernimiento y diálogo fraterno de la comunidad.
Desde este fondo puede entenderse la crítica de Mt 23, 1-12 contra aquellos que buscan las «prôtokathedrias» o primeras cátedras (de honor y enseñanza) en las iglesias, pues todos los creyentes son hermanos y ninguno debe elevarse como padre, maestro o director sobre los otros.
Más aún, en esa misma línea deben entenderse las afirmaciones programáticas donde (siguiendo en la línea de Mc 9, 35-38; 10, 13-13. 35-45) Mateo ha puesto de relieve la autoridad de los pobres y pequeños, que aparecen así como verdaderos «papas de la iglesia». «¿Quién es el mayor en el reino de los cielos? Jesús, llamando a un niño, lo puso en medio de ellos y dijo: En verdad os digo: si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos» (Mt 18, 1-3).
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