Liturgia cósmica II: El ‘todo’ bañado de presencia.
Aunque ya pasó el Adviento, este artículo vale para todo tiempo…
Es su presencia en la que nos situamos con reverencia cuando los primeros rayos de sol bañan el pedazo de tierra que habitamos. Es la presencia de lo sagrado en lo cotidiano lo que dignifica y sacramentaliza la vida, los gestos, las personas, el planeta, Gaia, tierra que nos abraza y alimenta y mantiene en órbita en el cosmos. Es ella, Gaia, quien nos sostiene y nutre.
No me fue difícil quedarme boquiabierta hace unos días, y creo que eso es orar, cuando en mi oración de la tarde caminando en el bosque cerca de casa, de pronto al levantar la vista, veo que en el centro del lago congelado los patos que normalmente nadan y juegan y hacen carreras, esa tarde, congeladitos de frío (lo sé porque como yo estaban encogidos), están haciendo una danza circular. Sí, patinando en círculo cerrado sobre el hielo, se movían al unísono ofreciendo una imagen de cuento de hadas.
No fue sólo la belleza del regalo que estaba delante de mis ojos lo que me tenía maravillada, como a una niña, sino saber lo que significa el círculo y la danza en círculo.
Ellos, los patos saben mucho más de lo sagrado que los humanos. Tal vez alguien nos puede contar qué significa cuando los patos danzan en círculo, pero para mí, se convirtieron en mi comunidad con la que me uní danzando con ellos en mitad de aquel frío bosque lleno de belleza y de barro.
Lo circular representa lo sagrado. Eso que tanto hambreamos y que yo encontré en el bosque esa tarde de invierno gris y me llenó de luz y de presencia. Hermano bosque, hermanos patos y patas. Hermano cisne blanco y cisne negro.
Y las campanas de la Abadía vieja acompañando la danza de todo en el TODO. Y rodeada de barro y hojas muertas, y ramas caídas y rotas por los vientos del norte que arrecian. Aquí no hay montañas ¡cuánto las echo de menos!, ni mar, que es la mitad de mi oxígeno, pero hay lagos y canales y bosques y la gente saluda, con reverencia, una pequeña inclinación de cabeza con sonrisa…en ese rincón no es difícil sentirte una con todo, no es difícil rezar sin darte cuenta.
Si orar es asombrarse ante la belleza y la presencia del misterio en todo, nos sobra asfalto y nos falta dosis de naturaleza para dejar de pensar y dar vueltas y parlotear…y dejar que la liturgia del bosque nos cure, nos abrace, nos bendiga, nos iguale.
En el canto que ofrecemos al final, música de nuestra hermana Teresa Takken, nos invitan a orar con Rut, lástima que está en neerlandés poético y traducirlo ni con google me sale bien. Inspirado en la oración de Rut: TOTAL CONFIANZA en el Todo a través de todo, arriesgando todo por el todo: “VERTROUWEN”
Esta no es una imagen de belleza natural, es la historia de la aventura de nuestra matriarca Rut. La historia la sabéis, por ello hoy os invito a entrar también en la liturgia cósmica de los y las que trabajan la tierra, la cultivan, la miman, la defienden porque la aman y la necesitan.
Y muchos de los que la aman la tienen que dejar, por todo lo que es no-sagrado, lo degenerado en nuestros hermanos que arrollan con sus intereses y miedos la vida frágil de millones de personas en exilio.
Considero a Rut la hermana mayor de los que dejan lo propio para ir en búsqueda de tierra y paz. Rut es mi comunidad, porque ella no busca su pan sino el pan de Noemí. Rut entiende de lo sagrado y lo siente en Noemí y no la deja.
Noemí vuelve a su tierra Belén, tierra del pan, pero Rut deja la suya por la de su suegra. A mí este texto me hace danzar en agradecimiento por la belleza sagrada que expresa en su amor incondicional, sororal, gratuito, arriesgado. Algo así como entiendo el amor célibe, libre de interés, gratuito y generoso.
Es la dignidad de esta extranjera que recoge las semillas dejadas en el campo, la que la convierte en modelo de todas las mujeres y también hombres que por dar pan y educación a sus hijos e hijas huyen de lo no sagrado dejando sus tierras sagradas, para buscar en nuestros campos “semillas abandonadas”.
Nuestra dignidad se alimenta y fortalece cuando volvemos a Casa. Nuestra casa común. Hoy arrasada por unos, bellamente dignificada por otros, sobre todo los pobres y los bosques con sus criaturas que nos ponen en contacto con la niña que con su asombro maravillado nos recuerda que estamos vivas y que muchas estos días no pueden considerar ninguna belleza litúrgica porque sufren.
Estamos en la tercera semana de Adviento, la del gozo, la del asombro. La de la sororidad con danza, y con generosidad. Así, paso a paso iremos entrando en la tierra sagrada, la nuestra, que habíamos abandonado. Con la luz del Adviento, en medio de la oscuridad de las largas noches de invierno.
“VERTROUWEN”
Magda Bennásar Oliver
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