Las letras, ordenadas del 17 al 23 de diciembre, son las siguientes: S, A, R, C, O, R, E.
Estas letras son las iniciales de las primeras palabras que siguen a la invocación («O», precisamente) de las antífonas Vesper al cántico Magnificat.
Las letras se refieren al incipit de cada antífona en latín, en el orden siguiente:
S = Sapientia (Sabiduría);
A = Adonai (Señor mío, en hebreo);
R = Radix (Raíz, o «brote»);
C = Clavis (Llave);
O = Oriens (Oriente, o «estrella naciente»);
R = Rex (Rey);
E = Emmanuel.
«Vendré». Es la expresión que revela una certeza profética e indica esperanza. «Vendré mañana», significa también “vendré pronto”, o “aquí estoy”… como informa la última afirmación del apocalipsis de Juan: “Sí, vengo pronto” («Ναί; ἔρχομαι ταχύ»; Ap 22, 20).
Pero esta «venida» no debemos limitarla únicamente a la solemnidad de la natividad. Cierto, la tradición conoce tres ‘venidas‘: Cristo vino a la historia entonces, viene a la historia ahora, y vendrá como cumplimiento de la historia.
Sin embargo, la «venida» no es sólo «histórica», «mística» o «escatológica»; y también es cierto que su «venida» hay que buscarla en los pobres, los discriminados, los refugiados o los rechazados. Esta visión es correcta, pero no deja de ser limitante.
La ‘venida de Cristo’ es una realidad constante que abarca a todo individuo, a toda mujer, a todo hombre; a todos. Su «presencia» es tal porque su «natividad» es un vínculo con cada uno y en cada uno.
Pero sobre todo, su presencia, fuerte, tenaz, real, verdadera, se convierte en la esencia y al mismo tiempo en el proyecto de cada persona. No necesitamos imitar a Cristo, sino liberar nuestras identidades más profundas para darle otro rostro. Por eso la «venida de Cristo» es también un proyecto, es «venir». Cada mujer y cada hombre pueden ser mejores para expresar lo mejor de sí mismos. La «Navidad» será también descubrir poco a poco lo mejor de uno mismo, de la planificación y de la realidad cotidiana.
‘Seré mañana‘ y yo también ‘seré mejor mañana‘. Es una realidad que invita a la planificación y a la autoproyección. Y sin autoproyección, en el bien, la persona se arriesga al motín del yo o a la aniquilación insana o a la dominación y violencia sobre el otro. Si no hay posibilidad de ser mejor, de hecho, la única salida es «relativizar a los demás» o «dominarlos».
La Navidad es esa Pascua de ternura hacia uno mismo y hacia la verdad de uno mismo que debe ayudar a afrontar el futuro: es la autorrevelación al mundo y a uno mismo.
Quizás, es precisamente la proyección de uno mismo lo que asusta a muchos, tanto que en estos días aumentan los sentimientos de ansiedad, de angustia, de confusión… y al final necesitamos noches locas y estruendos para exorcizar la oscuridad, la nada, ese futuro que aún asusta.
Volver a uno mismo; preocuparse; tener un sentido concreto de uno mismo y proyectarse hacia los demás que son siempre nuestro futuro inmediato; proyectarse hacia el Otro que sigue siendo siempre nuestro futuro anterior, nuestro principio profundo.
Seré mañana no es sólo un deseo: es una promesa que cada uno puede hacerse a sí mismo, a los demás, al misterio de la vida.
En la vitalidad de Cristo nacido y presente, puedo proyectar lo mejor, puedo pensar lo mejor para mí y para los demás, aunque los contextos no sean los más bellos.
Navidad es preservar la sabiduría del propio rostro en los diversos contextos de la vida.
Comentarios desactivados en “Fiducia Supplicans” es un “premio de consolación barato” para los católicos LGBTQ+
Brandon Ambrosino
Fiducia Supplicans, la declaración del Vaticano de 2023 que permite bendecir a personas en relaciones del mismo sexo, advierte a los sacerdotes que “eviten cualquier forma de confusión o escándalo” que permita ambigüedad entre las bendiciones “espontáneas” y “litúrgicas”.
“Pero ¿no es esta ‘confusión’ en realidad el verdadero sentido y la promesa del Reino?”, pregunta Brandon Ambrosino en Commonweal. Teólogo de la Universidad de Villanova, Ambrosino analiza la “confusión” desde una perspectiva diferente: “Dios derrama sus bendiciones sobre aquellos que han sido juzgados indignos. Tal vez el verdadero escándalo esté en pretender que Dios se une a nosotros en nuestro álgebra litúrgica… en politizar las bendiciones de Dios, determinando las condiciones por las cuales y bajo las cuales pueden ofrecerse”.
Ambrosino sostiene que los Fiducia Supplicans “crean una jerarquía de bendiciones” al insistir en una distinción entre lo que él llama “bendiciones litúrgicas reales versus premios de consolación no litúrgicos”. El documento intenta proteger esta distinción estableciendo parámetros para lo que hace que una bendición sea “litúrgica”. Ambrosino resume estos calificativos:
“Ofrece una bendición, dice, pero deja en claro que no es de ninguna manera litúrgica. Acompaña a los homosexuales en su camino, pero solo parcialmente. Da la bienvenida a los homosexuales, pero deja en claro que no te unes a ellos en sus delirios matrimoniales. Presta mucha atención a lo que viste la pareja. Presta atención a quién puede estar mirando. Pero al mismo tiempo, asegúrate de que tu bendición se sienta ‘espontánea’”.
Ambrosino ve estas minucias como “quisquillosidad” que no reflejan el ministerio de Jesús. “Rara vez se menciona a Jesús en las conversaciones católicas sobre temas como este”, escribe, “pero cada vez que escucho a un obispo o cardenal hablar teológicamente sobre las bendiciones espontáneas versus las litúrgicas, reflexiono sobre que este tipo de rubricismo, este tipo de álgebra litúrgica, no tiene ninguna base en la vida o el ministerio de Jesús”. Ambrosino señala que Jesús con frecuencia otorgaba bendiciones públicas a personas de todos los ámbitos de la vida, incluidos los pecadores notorios. Si bien estas interacciones eran a menudo espontáneas, no deben leerse como “menores” que una bendición dada en un contexto litúrgico. Razona que “[Jesús] sin duda participó en ritos litúrgicos en el templo, pero es poco probable que viera una distinción entre lo que hacía dentro del templo y lo que hacía fuera de él”.
El padre Christian Olding bendice a una pareja gay durante el servicio de bendición “Love Wins” (“El amor gana”) en la iglesia de San Martín en Geldern el 6 de mayo de 2021 (foto OSV News/Rudolf Wichert, KNA).
“Fiducia supplicans está desesperada por preservar una distinción entre el interior y el exterior de la liturgia”, escribe Ambrosino. Afirma que el documento se basa en una falsa dicotomía entre la liturgia y el resto de la vida, una distinción que, según él, “se derrumba bajo la gloria de la palabra hecha carne, del Dios que sale de sí mismo, que se vacía en el mundo sólo para recogerlo de nuevo en sí mismo y bendecirlo una vez más, bendecirlo eternamente”.
Ambrosino sostiene que “no hay nada menos cristiano que oponer la liturgia a la vida. Y, sin embargo, es esta misma distinción la que la Fiducia Supplicans ayuda a reforzar cuando advierte a los sacerdotes contra la confusión de las bendiciones litúrgicas con las no litúrgicas”. De hecho, advierte que “sin siquiera darse cuenta, [la Fiducia Supplicans] introduce una cuña entre la liturgia y la vida, entre la Iglesia y el mundo, entre los lugares de verdadera bendición y aquellas partes de la creación que un grupo de autoridades de la Iglesia ha decidido que tienen lugar al margen de la bendición de Dios”.
“No es escandaloso bendecir a una pareja casada”, explica Ambrosino, ya que “ser creado es ser bendecido”. El verdadero escándalo provocado por Fiducia Supplicans es “lanzarles[a las parejas LGBTQ+]un premio de consolación barato en nombre de Dios y enviarlas por su camino, al mundo no litúrgico, mientras uno se felicita por proteger la liturgia de la contaminación”.
—Ariell Watson Simon (ella), New Ways Ministry, 16 de septiembre de 2024
Comentarios desactivados en Afirmar y ungir los nombres elegidos
La publicación de hoy es de la colaboradora invitada Emma Cieslik (ella/ella), una profesional queer de museos y académica religiosa que investiga las intersecciones entre género, sexualidad, cultura material y religión.
“La experiencia del cambio de nombre es en gran medida una experiencia católica”, explicó el sacerdote jubilado de Baltimore, el padre Joe Muth, en una entrevista para “Queer and Catholic: A CLGS Oral History Project”. Cofundador del primer ministerio LGBTQ+ en la Arquidiócesis de Baltimore: el p. Muth compartió el poder del Servicio de Cambio de Nombre que él y un ministro metodista dirigieron el año pasado. “El hecho de que las personas transgénero pidieran participar en algún tipo de servicio en el que pudieran hacer lo mismo realmente encaja con nuestra tradición católica y nuestra historia católica”.
En 2010, el P. Muth y un grupo de líderes laicos de la Iglesia de San Mateo, Baltimore, fundaron el LGBTQ+ Educating and Affirming Diversity (ministerio LGBTQ+ Educando y Afirmando la Diversidad), o LEAD. Fue un miembro de LEAD el que buscó una ceremonia en la que pudieran proclamar su nuevo nombre. El 16 de abril de 2023, el P. Muth, ministro metodista y padre de un niño trans, hizo esto realidad cuando 50 personas se reunieron en la Iglesia Presbiteriana de Maryland, Baltimore. El servicio comenzó con el Salmo 139:13-14 de la traducción de La Biblia Inclusiva, que decía:
“Tú creaste mi mayor ser y me cosiste en el útero de mis padres. Por todos estos misterios te doy gracias – por la maravilla de mí mismo, por la maravilla de tus obras – mi alma lo sabe bien”.
Los dos miembros del clero que dirigieron el servicio compartieron que las personas de fe se reúnen para bautismos, bodas, confirmaciones y b’nai mitzvá para reconocer y celebrar cómo cambiar el nombre de alguien refleja su transición dentro de la comunidad religiosa. Dios, compartieron, ha cambiado los nombres de las personas para significar una transición clave en sus vidas, en particular Sarai a Sara, Jacob a Israel, Saúl a Pablo y Simón a Pedro, cuyas historias se leyeron en el servicio de cambio de nombres. Sólo parece apropiado celebrar a los LGBTQ+ cambiando su nombre con la misma bienvenida, dijo el clero.
A los participantes involucrados en el servicio se les pidió que escribieran sus nombres fallecidos (es decir, los nombres que les dieron al nacer) con un marcador permanente en un trozo de papel de arroz soluble, y el nombre elegido en una piedra plana. A continuación, cada participante dobló el papel de arroz, antes de colocarlo en la fuente y revolverlo hasta que el papel se disolviera.
“La imagen del bautismo”, compartieron los ministros, “es poderosa: una nueva vida en Cristo que es purificada por el agua. Así como algunos de nosotros hemos sido lavados por el agua del bautismo y hemos sido llamados hijos amados de Dios, te invitamos, como hijo amado de Dios, a sacar tu nuevo nombre del agua. Ahora bien, esta piedra puede parecer sólida y permanente. Pero sabemos que las rocas cambian a medida que cambia el agua que las rodea. La textura, la forma, todo cambia a medida que cambian las aguas que fluyen. Tú, tu identidad y tu propósito seguirán creciendo, cambiando y transformándose”.
Con la piedra en mano, se invitó a cada participante a compartir su nombre y pronombres y, si se sentía cómodo, por qué eligió ese nuevo nombre. Los ministros explicaron que estos nuevos nombres son buenos y oraron para que los nombres reflejen el verdadero yo y capaciten a los participantes para vivir una vida de amor y justicia. Luego se invitó a la comunidad a caminar con cada persona, capacitándolas para vivir una vida auténtica que reflejara cómo están “maravillosa y bellamente hechas”.
Los miembros del clero impusieron sus manos sobre cada participante, mientras los miembros de la congregación levantaban sus propias manos para lastimar a las personas recién nombradas. Esto, compartió el P. Muth, “fue una parte realmente importante para que fueran aceptados por la comunidad”.
Luego, los miembros de la congregación y los ministros se unieron para orar: “Afirmamos nuestro continuo caminar con ustedes en la vida común de esta comunidad. Les prometemos nuestra amistad y oraciones continuas mientras compartimos las esperanzas y el trabajo que estamos llamados a realizar. Que sigamos creciendo juntos en el conocimiento, el amor y el servicio de Dios, y seamos testigos de aceptación y empoderamiento para todas las personas”.
Después de esta ceremonia, todos procesionaron con los miembros del clero mientras sacaban el cuenco por la puerta lateral y vertían el agua sagrada en el jardín. Al hacerlo, continuaron los líderes ordenados, “los devolvemos a la tierra, a la historia, al círculo de la vida, para que puedan proporcionar alimento para las cosas nuevas que Dios hará crecer”.
Fue una celebración alegre de la transición, reconociendo que los recuerdos y las relaciones de este individuo persisten con esta identidad, que los nombres pueden cambiar en el futuro para reflejar mejor sus identidades tal como el agua transforma una roca con el tiempo, y que la lucha por los derechos trans es divina y requiere que las personas de fe reconozcan el valor de los hijos trans de Dios.
Organizar este servicio no sólo afirma la transición de la persona entre los miembros de su sistema de apoyo sino también con los miembros de la Iglesia en general. Esta ceremonia de cambio de nombre es espiritualmente importante, al igual que otros sacramentos, incluido el bautismo, el matrimonio o la confirmación, para los católicos LGBTQ+.
Como católicos, nos marcamos con el nombre de personas cuya fidelidad nos guía hacia la salvación. Nos firmamos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Por lo tanto, es espiritualmente necesario afirmar las vidas y experiencias de los católicos LGBTQ+ cambiando el nombre de servicios como este. Son, como dijo el P. Muth, “ese tipo de momentos orientados a la fe que realmente ayudan a alguien a poder reconocer quién soy ante Dios”.
Nota: El servicio final que crearon se basa en otro ritual creado por el ministro de la Iglesia de la Comunidad Metropolitana, Rev. Sandra Summers en el Libro de servicios ocasionales en la Iglesia Episcopal, así como en la Transgender Naming Ceremony(Ceremonia de nombramiento de personas transgénero) desarrollada por el ministro unitario universalista Rev. Fred L. Hammond, unTransgender Renaming Service(servicio de cambio de nombre transgénero) creado por el capellán episcopal Rev. Dr. Cameron Patridge y una Transgender Renaming Ceremony(ceremonia de cambio de nombre transgénero) creada por el rabino Heather Paul.
—Emma Cieslik (ella/ella), 5 de septiembre de 2024
Comentarios desactivados en Bendecir a las parejas homosexuales puede recordar al mundo de qué se tratan realmente las relaciones
Derrick Witherington
La publicación de hoy es de Derrick Witherington, Ph.D., subdirector del Ministerio del Campus y profesor adjunto en la Universidad Loyola de Chicago, donde imparte cursos de teología sistemática, sacramental e histórica.
El verano pasado, presenté un artículo en la Sociedad de Teología Universitaria sobre las liturgias católicas recientemente desarrolladas para bendecir las uniones entre personas del mismo sexo en Bélgica y Alemania. A pesar de las instrucciones de la Fiducia Supplicans, el documento del Vaticano de 2023, que establece que la bendición de las parejas del mismo sexo debe ser totalmente espontánea, privada, no litúrgica y de ninguna manera considerada como igual al sacramento del matrimonio, estas bendiciones belga y alemana están enmarcadas de manera rúbrica, de naturaleza pública y explícitamente litúrgica. Además, una de estas liturgias incluso ha recibido la aprobación episcopal y ninguna de las dos ha sido criticada o condenada (hasta la fecha) por el Vaticano.
Veamos un par de oraciones de estas dos liturgias.
La liturgia de bendición belga está concebida como una oración de toda la asamblea sobre una pareja:
Dios y Padre, rodeamos hoy a N. y N. con nuestra oración. Tú conoces sus corazones y el camino que tomarán juntos de ahora en adelante. Haz que su compromiso mutuo sea fuerte y fiel. Que su hogar se llene de comprensión, tolerancia y cuidado. Que haya espacio para la reconciliación y la paz. Que el amor que comparten los deleite y los haga útiles a nuestra comunidad. Danos fuerza para caminar con ellos, juntos siguiendo los pasos de tu Hijo y fortalecidos por tu Espíritu.
Lo primero que hay que notar es que la base del compromiso mutuo de la pareja es su fidelidad mutua y su compromiso de ayudarse mutuamente a florecer mientras caminan en los pasos de Jesús y son fortalecidos por el Espíritu. La comprensión, la tolerancia, el perdón y la reconciliación deben ser características distintivas de la relación de pareja. Finalmente, el “fin” o telos de la relación está dirigido hacia afuera, hacia el servicio en su comunidad.
Esta dimensión externa y orientada al servicio de la relación de pareja es lo que me pareció más sorprendente. Una crítica homofóbica común a las personas queer es que son introspectivas y narcisistas, supuestamente ejemplificada por el hecho de que su unión no está orientada a la generación de vida de la misma manera que lo está un matrimonio heterosexual. Esta oración, sin embargo, es muy católica en el sentido de que considera la apertura a la generación de nueva vida como parte constitutiva de la bendita unión, pero la “vida” se entiende aquí de forma mucho más amplia que en un sentido biológico estrecho. La pareja bendecida está llamada a generar vida en el servicio al mundo que los rodea, caminando con los excluidos, creando espacios de sanación, hospitalidad y diálogo, y viviendo una vida común que irradie comprensión, tolerancia, perdón y reconciliación.
Este tema es aún más explícito en la liturgia alemana. Antes de la oración de bendición sobre la pareja, el que preside se dirige a la asamblea:
Hermanos y hermanas en la fe, hemos escuchado el testimonio de N. y N. El reino de Dios está germinando en nuestro tiempo cuando las personas se aman y comparten sus vidas juntas. Por eso, les pregunto: ¿están dispuestos a apoyar a N. y N. para que esta semilla [del Reino] pueda desarrollarse en su asociación y el mundo pueda perfeccionarse en el amor de Dios a través de su testimonio? Si es así, respondan: Sí, con la ayuda de Dios.
Aquí, el amor de la pareja se identifica explícitamente como un signo del Reino de Dios que emerge o “germina” en medio de nosotros. El apoyo que ofrece la comunidad a la pareja se considera como una forma de permitir que la “semilla del Reino” crezca y se desarrolle plenamente hasta que, al final, se perfeccione en el amor de Dios. La oración de bendición sobre la pareja continúa con este tema:
Te pedimos, Padre amoroso, que bendigas a N. y N. y la vida que comparten juntos. Recibe el corazón nuevo que les has dado y que enciende su amor. Permite que su alianza sea fructífera para tu iglesia y para todas las personas, para que tu amor pueda aumentar entre [nosotros] hasta que el mundo se complete en ti.
En esta oración, se identifica a Dios como la fuente de su amor y lo que lo enciende continuamente. Su compromiso mutuo se enmarca en términos de ser una alianza que da frutos orientados hacia afuera para la edificación de la Iglesia.
La liturgia es la gran escuela de vida cristiana y la fuerza transformadora que vuelve a dar forma a nuestras vidas y a nuestros caracteres en la semejanza de Cristo…
La liturgia hace que el mismo paso del tiempo santifique nuestras vidas…
Cada nueva fiesta nos llama la atención hacia la gran verdad de Su presencia en medio de nosotros…”
Comentarios desactivados en Liturgia y Contemplación.
Del blog Amigos de Thomas Merton:
“La tradición cristiana primitiva y los escritores espirituales de la Edad Media no conocían ningún conflicto entre la oración «pública» y «privada», o entre la liturgia y la contemplación. Este es un problema moderno. Tal vez sería más preciso decir que es un pseudoproblema. La liturgia, por su propia naturaleza, tiende a prolongarse en la oración contemplativa individual, y la oración mental, a su vez, nos dispone al “culto litúrgico y a buscar la plenitud en él“.
Comentarios desactivados en “Dios también es nuestra Madre”: La lucha de una teóloga por feminizar el lenguaje de la liturgia
Annette Jantzen cree que “no basta con convertir al ‘Señor’ en ‘Señora'”
Annette Jantzen quiere feminizar el lenguaje de la liturgia. Considera que es demasiado patriarcal, por lo que esta teóloga alemana, casada y madre de tres hijos, que trabaja en el Obispado de Aquisgrán y acompaña a mujeres en situación de vulnerabilidad, ofrece textos y oraciones para que las mujeres entren en esa otra dimensión que ha sido opacada desde hace siglos
“En la misa noto una y otra vez cuán unilateralmente masculino y patriarcal es el lenguaje en la liturgia. Se habla de Dios como Señor, como Gobernante y Todopoderoso. A muchas mujeres les resulta difícil orar con imágenes de ese lenguaje y mi tarea es permitir que las mujeres celebren los servicios de tal manera que puedan encontrar su camino hacia la oración”, señala
Annette Jantzen quiere feminizar el lenguaje de la liturgia. Considera que es demasiado patriarcal, por lo que esta teóloga alemana, casada y madre de tres hijos, que trabaja en el Obispado de Aquisgrán y acompaña a mujeres en situación de vulnerabilidad, ofrece en su blog textos y oraciones para que las mujeres entren en esa otra dimensión que ha sido opacada desde hace siglos, como cuenta en entrevista con Katho.de.
“En la misa noto una y otra vez cuán unilateralmente masculino y patriarcal es el lenguaje en la liturgia. Se habla de Dios como Señor, como Gobernante y Todopoderoso. A muchas mujeres les resulta difícil orar con imágenes de ese lenguaje y mi tarea es permitir que las mujeres celebren los servicios de tal manera que puedan encontrar su camino hacia la oración”, señala.
Un lenguaje para gobernar
Considera Jantzen que “el lenguaje litúrgico o teológico se usa con demasiada frecuencia para gobernar a otros. Porque cuando hablo de Dios como soberano, rey y todopoderoso, esto transmite claramente una imagen de Dios que sabe todo y ya no cuestiona nada”. Y detrás de esas palabras e imágenes, añade, “hay ideas patriarcales de poder y omnipotencia”.
Dichos textos, según la experta, “enfatizan no solo las concepciones autoritarias, sino también violentas de Dios”, por lo que se pregunta cómo imaginar desde ahí, “la obra y la intervención de Dios”. “¿No es también como un padre amoroso y protector o como una madre cariñosa?”, se pregunta.
“Se pierde la mayor parte de Dios”
“Todas las imágenes de Dios son siempre más diferentes a Dios que similares. Así que siempre muestran solo una pequeña parte de Dios. Se pierden la mayor parte de Dios”, añade Jantzen, quien afirma acto seguido que “cuanto más me limito a unas pocas, siempre las mismas imágenes de Dios, más extraño a Dios”.
Por lo tanto, se ha propuesto “ampliar las imágenes de Dios”, porque “las pocas imágenes de Dios que usamos actualmente en la Iglesia moldean nuestra fe, y una fe moldeada es buena y valiosa. Pero no lo son todo, no son Dios mismo, no basta con convertir al ‘Señor’ en ‘Señora’. Se pierde la oportunidad de descubrir otros lados de Dios”.
Aunque reconoce que recibe muchos comentarios positivos “de mujeres que han anhelado durante mucho tiempo un lenguaje de oración más femenino”, reconoce que también hay sacerdotes que “se ponen nerviosos”. Pero subraya que “mis textos son una oferta para reconsiderar y reformular tu propia oración y pensamiento. Porque estoy convencida de que el lenguaje de la liturgia también puede ser una clave importante para una mayor justicia de género en la Iglesia”
En este sentido, considera que “si los hombres que son líderes en la Iglesia dicen abiertamente que les duele personalmente que las mujeres sean excluidas de los oficios, quién sabe, quizás las cosas cambien”, y cree que un lenguaje más “femenino” en la liturgia puede ayudar a cambiar la percepción que hay en la Iglesia sobre este asunto. Porque “mientras Dios no sea para nosotros más que Señor y Padre, difícilmente encontraremos una hermandad genuina”.
Comentarios desactivados en Adviento en Thomas Merton
Del blog Amigos de Thomas Merton:
“Para el hombre en Cristo, el ciclo de las estaciones es algo enteramente nuevo. Se ha convertido en un ciclo de salvación. El año no es simplemente un año más, es el año del Señor, un año en el que el paso del tiempo mismo no sólo nos trae la natural renovación de la primavera y la fecundidad de un verano terrenal, sino también la fecundidad espiritual e interior de la gracia” (55).
El año litúrgico… santifica nuestras vidas… nos llama la atención hacia la gran verdad de la presencia de Cristo en medio de nosotros… renueva nuestra redención en Cristo… nos muestra que, aunque estemos captados todavía en la batalla entre carne y espíritu, la victoria ya es nuestra.
“Para el creyente que vive en Cristo cada día nuevo renueva su participación en el misterio de Cristo. Cada día es un nuevo amanecer de esa “lumen Christi”, la luz de Cristo que no conoce poniente” (57).
“La liturgia es la gran escuela de la vida cristiana y la fuerza transformadora que vuelve a dar forma a nuestras almas y a nuestros caracteres en la semejanza de Cristo” (57).
Año de salvación, año de iluminación, año de transformación.
“Nunca podemos trepar hasta Él; Él ha de bajar hasta nosotros. Eso es lo más importante en el misterio del Adviento: el descenso de Dios a nuestra bajeza, por puro amor, no por ningún mérito propio” (71).
“Veló su claridad para acomodarla a nuestros débiles ojos… No hemos de ir muy lejos para encontrarle, está dentro de nosotros” (72).
Comentarios desactivados en “La reina Letizia no quiso persignarse… ¿y qué?”, por Antonio Aradillas
“La cruz es señal del cristiano y del compromiso y pertenencia de éste con el Evangelio”
La liturgia y los “maestros de ceremonias” parecen estar más empeñados en la conservación de los ritos, como el de persignarse, que en riguroso trazado y significación.. Hay cruces y bendiciones y más las impartidas por la mayoría de los obispos, que no tienen absolutamente nada que ver ni asemejarse con las del Monte Calvario
Con referencias al solemnísimo acto enmarcado en la catedral de Santiago de Compostela, presidido por los Reyes de España a propósito de la clausura de su Año Santo (bis), entre la multitud de sugerencias que suscita su celebración, aquí y ahora acentúo una de ellas. En tal menester, es imprescindible actualizar el sentido que la RAE le confiere al término “persignarse “con el significado de “trazar o tocar con los dedos de la mano derecha la frente, la boca y el pecho para que nos libre Dios de los malos pensamientos, de las malas palabras y de los malos sentimientos”, tentaciones que, según el Catecismo, han de acompañar de por vida a todos, también a los cristianos.
Quede clara y respetuosa constancia que, previamente adoctrinados en la ceremonia,el Rey, la princesa y la infanta, se persignaron a la perfección, pese a las dificultades que añadían las mascarillas que cubrían parte de sus rostros “augustos”, y a la condición de zurda de doña Leonor.
— ActualidadEvangélica (@actualidad_evan) July 29, 2022
Quede asimismo patente que este símbolo de la cruz de cuyo uso hay ya devota constancia desde el año 312, perduró y perdurará a lo largo del tiempo, con claridad, indulgencias y testimonios de vida y de muerte en la historia de la Iglesia y más en su martirologio. La cruz es señal del cristiano y del compromiso y pertenencia de éste con el Evangelio y con cuanto presenta y representa a Jesús y a su mensaje en él encarnados, sin interpretaciones o glosas que difieran de la doctrina y del dogma, por ignorancia o por intenciones perversas.
Está de más reseñar que la cruz y su uso -abuso en algunos- , y sus persignaciones, no es el único signo cristiano . También le acompañan otros en la práctica litúrgica, pública y privada, que intentan destacar ideas tales como las relacionadas con el poder, la autoridad, la supremacía, el endiosamiento y representación en exclusiva de la divinidad mediante ornamentos que se dicen blasfemamente sagrados o, al menos, paganos por todos sus costados, tejidos, propósitos e intenciones, que desdicen e incapacitan cualquier relación religiosa con Jesús.
Persignándose solo o fundamentalmente, con frecuencia o no tanto, aunque sea una pizca -.”parte o cantidad muy pequeña”- no se manifiesta la verdadera religiosidad ni el buen trato con Dios, y menos en unos tiempos en los que la libertad de conciencia está en trámites de ser reconsiderada como el don primero de la persona y más del cristiano o cristiana.
La liturgia y los “maestros de ceremonias” parecen estar más empeñados en la conservación de los ritos, como el de persignarse, que en riguroso trazado y significación.. Hay cruces y bendiciones y más las impartidas por la mayoría de los obispos, que no tienen absolutamente nada que ver ni asemejarse con las del Monte Calvario, en una de las cuales Jesús se entregara al Padre por la redención -salvación del género humano .
La mayoría de estas cruces-bendiciones episcopales son otros tantos garabatos irregulares , que no representan nada de nada y menos de carácter y sentido cristiano , con incuestionadas interpretaciones del ritualismo huero, hueco, hipócrita, suntuoso y mayestático , con arrodillamiento total del pueblo fiel, diocesano o advenedizo, que le facilita el paseo-`procesión a triunfal a los “Sucesores de los Apóstoles por la catedral de la que, en su día, “tomaron posesión”, en conformidad con la terminología canónica y la práctica social y pastoral.
En el caso concreto de la cruz de Santiago, suscita adversas reacciones, con sus correspondientes rechazos, comprobar que trazado es el propio y específico del puñal –“arma blanca de acero”- con malhadadas y desventuradas remembranzas de las Cruzadas y “guerras santas”, en las que los Caballeros de la Santa Orcen Militar de Santiago “Matamoros” patrono de España, lucharon y dejaron sus vidas en defensa de la fe y de otros “valores” , ni siempre ni todos, canonizables. Eran otros tiempos, aunque todavía añorados por muchos y con expresas intenciones de hacerlos retornar, pese a quien pese, aunque sea y se llamea el mismo papa Francisco…
Sí, pero la reina Letizia no se persignó…¿Y qué? ¿Eso fue bueno, malo, o ni bueno ni malo y ni “todo lo contrario”? ¿Es posible que la misteriosa visita del emérito Cardenal Rouco Varela al papa Francisco respondiera a la petición de que Santiago deje de ser conocido y reconocido con el apellido de “Matamoros”, y lo sea de aquí en adelante con el cristianísimo de “El Peregrino”?
Me resulta cada día más difícil el rezar en la eucaristía el “Yo confieso”, porque me imagino un gran tribunal en él que está Dios Todopoderoso, para juzgarme. Yo me siento sumamente pecador “por mi culpa” y pido perdón, solicitando para ello la ayuda de María y de los santos y de toda la comunidad. Es una imagen de un juicio con abogados defensores.
Cuando miro el evangelio, veo al hijo pródigo volver a casa de “su padre” y decirle sencilla pero profundamente: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo”. Pero el Padre sale en su búsqueda porque ya ha perdonado antes a su hijo y le invita al banquete, que para acogerle ha preparado el Padre.
Así me gusta tratar y manifestar mi pecado (que no es tan grave) a Dios Padre, sin necesidad de tribunales ni de pedir la intercesión de nadie, porque “donde hay capitán, no mandan los marineros.” Y Dios, por esencia, es perdón, es misericordia, es acogida. Dios ha abierto los cielos y se ha encarnado en Jesús y con Él, en toda la humanidad.
Me resultan difíciles las oraciones del misal porque casi todas están dirigidas al “Dios Omnipotente y Señor”. Por eso lo que hacemos es pedir con miedo su ayuda. Prefiero encontrarme con Dios, mi Padre en Jesús y manifestar y celebrar la Salvación que ya se me da en Cristo Jesús.
Hay otras oraciones que también me interrogan mucho. Aquello de “no soy digno” que el centurión expone a Jesús por ser un extranjero, a mí me parece que se puede cambiar así “Señor, sí soy digno de que entres en mi casa porque una Palabra tuya ha bastado para sanarme”.
Las oraciones en las que pedimos que tenga piedad, yo las veo como “Señor, Tú tienes piedad de nosotros” ¿No vivimos la experiencia de que Dios nos ama y nos ha perdonado ya?
En algunos templos oigo que se reza el “Señor mío Jesucristo” antes de empezar los rezos. Más difícil todavía para mí. ¿Es creador, Padre y Redentor mío? Hay toda una confusión. Y encima “Redentor”. Y luego “porque podéis castigarme con las penas del infierno”. Me cuesta entender un Dios así. Me parece totalmente necesario el que busquemos otras fórmulas y eduquemos en una fe renovada descubriendo al Dios que nos ha perdonado y salvado en Jesús. Vivirlo y anunciarlo así de todos los modos posibles.
Comentarios desactivados en “¿Tradición o tradicionalismo? “, por Consuelo Vélez ¿Tradición o tradicionalismo?
De su blog Fe y vida:
“Los hechos nos muestran lo difícil que es avanzar en el caminar eclesial y todo lo que cuesta hacer las reformas necesarias”
Esta carta fue necesaria porque los grupos que actualmente celebran su liturgia con el rito tridentino no lo hacen como expresión de pluralidad eclesial, sino oponiéndose al Vaticano II, como ya lo hiciera al finalizar el concilio, Monseñor Lefebvre
Lamentablemente junto con el permitir el rito tridentino se fue creando un ambiente de tradicionalismo, manifestado incluso en jóvenes seminaristas a los que se les ha formado así en los seminarios o casas religiosas y que hoy se sorprenden con el pontificado actual porque, en la práctica, desconocen Vaticano II
Es casi incomprensible que haya gente que crea que una liturgia donde el clero es prácticamente el único protagonista pueda tener más sentido que una celebración de la comunidad o que se haga en una lengua casi desconocida pueda dar más frutos que entender y participar desde la propia lengua
El pasado 16 de julio el papa Francisco publicó la “Carta Apostólica en forma de Motu Proprio Traditionis custodes” sobre el uso de la Liturgia Romana antes de la Reforma de 1970. En ella el papa recuerda que los obispos, custodios de la tradición y garantes de la unidad eclesial, han de discernir cómo vivir la fidelidad a la Tradición sin que eso se oponga al necesario aggiornamento (actualización) que la iglesia ha ido haciendo a lo largo del tiempo y que ha de seguir haciéndolo.
En concreto se refiere a la liturgia que tal vez fue el mayor cambio que el pueblo de Dios notó a partir de Vaticano II porque supuso pasar de la misa en latín a la misa en la propia lengua y de un clero de espaldas a la gente a una celebración más comunitaria y participativa, por nombrar algunos de los cambios litúrgicos propuestos en la Constitución Sacrosanctum Concilium. Deja entonces, en manos de los obispos locales, el autorizar la celebración extraordinaria del rito tridentino a casos muy particulares, pero dejando claro que la liturgia promovida por Vaticano II es la única expresión de la “lex orandi” para la iglesia (lex orandi quiere decir que la forma como rezamos refleja en realidad lo que creemos).
Esta carta fue necesaria porque los grupos que actualmente celebran su liturgia con el rito tridentino no lo hacen como expresión de pluralidad eclesial, sino oponiéndose al Vaticano II, como ya lo hiciera al finalizar el concilio, Monseñor Lefebvre.
Una vez más, los hechos nos muestran lo difícil que es avanzar en el caminar eclesial y todo lo que cuesta hacer las reformas necesarias. Aunque Vaticano II fue una irrupción del Espíritu, un verdadero “aggiornamento” (actualización) de la Iglesia, no faltaron las resistencias a dichos cambios desde el inicio. Y aunque Francisco es muy delicado al referirse a los decretos de Juan Pablo II y de Benedicto XVI que permitieron volver a implementar el rito tridentino, en realidad dicha vuelta a tal liturgia, ha mostrado ese buscar contentar a todos pero que, a la larga, significa un retroceso.
Lamentablemente junto con el permitir el rito tridentino se fue creando un ambiente de tradicionalismo, manifestado incluso en jóvenes seminaristas a los que se les ha formado así en los seminarios o casas religiosas y que hoy se sorprenden con el pontificado actual porque, en la práctica, desconocen Vaticano II.
Todo es supremamente complejo y existen tantos argumentos como personas para justificar la adhesión a una postura u a otra. Pero, desde una lectura de sentido común sobre la reforma litúrgica de Vaticano II, es casi incomprensible que haya gente que crea que una liturgia donde el clero es prácticamente el único protagonista pueda tener más sentido que una celebración de la comunidad o que se haga en una lengua casi desconocida pueda dar más frutos que entender y participar desde la propia lengua.
Pero esto que parece tan obvio, no lo es para aquella porción de clero que quiere ser el único protagonista. Y, por desgracia eso les interesa a muchos y hoy en día a bastantes jóvenes. Revestirse con casullas, estolas y demás ornamentos litúrgicos que los “separan” literalmente del resto de pueblo, es un honor que muchos buscan. Además, ser los únicos que dirigen y realizan todo el culto los pone de protagonistas y eso lo busca más de uno. Pero nada de eso tiene que ver con el Jesús pobre, cercano y compasivo, del evangelio (Hb 4, 15).
Francisco está en sintonía con Vaticano II y eso es un horizonte de esperanza. Pero faltan muchos cambios estructurales para lograr desmontar toda la burocracia vaticana y todo ese estilo tan tradicionalista que se fue consolidando en las últimas décadas
Pero también la otra deformación es sobre la espiritualidad que se fomenta en muchos ambientes. Parece que, entre más solemne, con más incienso, con más ritos, con más misterio, con más majestuosidad, más cerca se está de Dios. Pero en este caso tampoco nada de esto tiene que ver con el Dios hecho ser humano en Jesús que nos mostró con hechos y palabras que el culto que a Dios le agrada es el de la justicia y el derecho, es el de la compasión y la misericordia (Mateo 9,13; 12,7; 23,23).
Muchos apelan a la “belleza” de la liturgia o al “respeto” a lo sagrado. Por supuesto no hay que dejarlo de lado, pero siempre habrá que hacerse la pregunta sobre la integración de esos elementos en la dinámica que el Espíritu de Jesús va suscitando en la iglesia.
Francisco está en sintonía con Vaticano II y eso es un horizonte de esperanza. Pero faltan muchos cambios estructurales para lograr desmontar toda la burocracia vaticana y todo ese estilo tan tradicionalista que se fue consolidando en las últimas décadas. Pero es un alivio que se afirme nuevamente que no es lo mismo el rito tridentino que la reforma litúrgica de Vaticano II. Con esto se sigue mirando hacia adelante, aunque haya tantos que se aferran al pasado creyendo que es Tradición eclesial cuando solo es tradicionalismo e incapacidad de cambio.
Comentarios desactivados en Jesús Martínez Gordo: ¿’Por todos’ o ‘Por muchos’? La ‘contrarreforma litúrgica de Benedicto XVI.
“Un aviso importante para los partidarios, en este y en otros asuntos, de una lectura involutiva de la reforma que, aprobada en el aula conciliar, ratificada e impulsada por Pablo VI y “recibida” por la inmensa mayoría del pueblo de Dios, fue torpedeada -desde sus primeros momentos- por el teólogo J. Ratzinger”
Juan Pablo II: “El cuerpo y la sangre de Cristo se han entregado para la salvación del hombre, de todo el hombre y de todos los hombres”
El pasado 28 de agosto una comisión de la Conferencia Episcopal Italiana le entregaba a Francisco una copia del nuevo misal. El Papa les agradeció el gesto subrayando la importancia del trabajo realizado y la continuidad en la aplicación del Vaticano II. Dicho misal, que será obligatorio en Italia a partir del 4 de abril de 2021, domingo de Pascua, presenta, entre otros, un detalle que no ha pasado desapercibido, al menos entre nosotros: conserva la expresión “derramada por vosotros y por todos” en la consagración del vino.
Es mucha la tinta corrida estos últimos años sobre el asunto. Quizá, por ello, no está de más, volver a recordar qué supone recuperar semejante traducción en los tiempos eclesiales que corren: en mi opinión, un aviso importante para los partidarios, en este y en otros asuntos, de una lectura involutiva de la reforma que, aprobada en el aula conciliar, ratificada e impulsada por Pablo VI y “recibida” por la inmensa mayoría del pueblo de Dios, fue torpedeada -desde sus primeros momentos- por el teólogo J. Ratzinger, posteriormente, prefecto de la Congregación para la doctrina de la fe y Papa Benedicto XVI; emérito en la actualidad.
Es bien conocido el diagnostico que mereció al cardenal J. Ratzinger la reforma litúrgica de Pablo VI: “ha producido unos daños extremadamente graves” ya que, al romper radicalmente con la tradición, ha propiciado la impresión de que es posible una recreación de la misma “ex novo” (J. Ratzinger, “Mi vida. Autobiografía”, Madrid, 2006, 105. 177).
También son conocidas las posteriores autorizaciones del Papa Benedicto XVI para celebrar la misa en latín (Exhortación postsinodal “Sacramentum caritatis”, febrero 2007) y para recuperar la liturgia romana anterior a la reforma impulsada por Pablo VI en 1970 (Carta Apostólica “Summorum Pontificum”, julio 2007).
E igualmente es conocida la sorprendente “reforma” de la reforma litúrgica en la que se implicó -y, en este sentido, (contra)reforma- revisando la fórmula de consagración del vino, vigente hasta entonces y, por extensión, su apuesta por una traducción literal de la misa del rito romano a las lenguas vernáculas.
La expresión “pro multis” fue traducida después del Concilio Vaticano II por la gran mayoría de las Conferencias episcopales del mundo “por todos”: en alemán “für Alle”, en inglés “for all”, en español “por todos los hombres”, en francés “pour la multitude”, en italiano “per tutti” y en euskera “guztientzat”.
La expresión “pro multis” fue traducida después del Concilio Vaticano II por la gran mayoría de las Conferencias episcopales del mundo “por todos”: en alemán “für Alle”, en inglés “for all”, en español “por todos los hombres”, en francés “pour la multitude”, en italiano “per tutti” y en euskera “guztientzat”
Sin embargo, el 24 abril de 2012 el sitio web de la Conferencia Episcopal Alemana publicaba una carta de Benedicto XVI, fechada el 14 abril de 2012, en la que pedía a los obispos alemanes (tras su aprobación de una nueva edición del misal, del “Gotteslob”) que se atuvieran al texto latino y que adoptasen la expresión “für Viele” (por muchos) en vez de “für Alle” (por todos): “ésta es mi sangre derramada por vosotros y por muchos”.
Fue una decisión que no sorprendió a los conocedores de la trayectoria teológica del Papa Benedicto XVI, implicado desde hacía varios decenios (y sin mucho éxito durante el pontificado de Juan Pablo II) en traducir el “pro multis” como “por muchos”.
Las referencias normativas más cercanas a este texto papal eran la Instrucción “Liturgiam authenticam” (2001) de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, así como una carta de la misma Congregación (2006) en la que se abordaba específicamente la traducción de la expresión “pro multis”.
En la Instrucción “Liturgiam authenticam” se recordaba que el rito romano “tiene un estilo y una estructura propias que hay que respetar en lo posible también en las traducciones”. Por eso, recomendaba cuidar la exactitud de los textos latinos en las diferentes lenguas vernáculas y relegar todo lo que fuera creatividad.
El debate antecedente
Desde el primer momento, esta Instrucción fue descalificada e ignorada por la inmensa mayoría de las Conferencias episcopales del mundo e, incluso, por un importante sector de la misma curia vaticana tal y como se puede constatar en la encíclica “Ecclesia de Eucharistia” (2003) y en la carta de Juan Pablo II a los sacerdotes el Jueves Santo de 2005.
Concretamente, en el número 2 de la encíclica “Ecclesia de Eucharistia” de Juan Pablo II se podía leer, cuando se recordaban las palabras de Jesús para la consagración del vino: “Tomad y bebed todos de él, porque éste es el cáliz de mi sangre, sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por vosotros y por todos los hombres para el perdón de los pecados (cf. Mc 14, 24; Lc 22, 20; 1 Co 11, 25)”. Era un texto en el que se recuperaba –como se podía apreciar – el “por todos” reconociendo las traducciones presentes en los misales postconciliares.
Esta es la versión italiana del Misal, en la que se sigue consagrando “Por todos”
Y en el número 4 de la carta que Juan Pablo II dirigía a los sacerdotes el Jueves Santo de 2005 (la última, antes de fallecer), se leía: “‘Hoc est enim corpus meum quod pro vobis tradetur’. El cuerpo y la sangre de Cristo se han entregado para la salvación del hombre, de todo el hombre y de todos los hombres. Es una salvación integral y al mismo tiempo universal, porque nadie, a menos que lo rechace libremente, es excluido del poder salvador de la sangre de Cristo: ‘qui pro vobis et pro multis effundetur’. Se trata de un sacrificio ofrecido por ‘muchos’, como dice el texto bíblico (Mc 14, 24; Mt 26, 28; cf. Is. 53, 11-12), con una expresión típicamente semítica, que indica la multitud a la que llega la salvación lograda por el único Cristo y, al mismo tiempo, la totalidad de los seres humanos a los que ha sido ofrecida: es sangre ‘derramada por vosotros y por todos’, como explicitan acertadamente algunas traducciones. En efecto, la carne de Cristo se da ‘para la vida del mundo’ (Jn 6, 51; cf. 1 Jn 2, 2)”.
El hecho de que esta carta (en la que se daba un posicionamiento neto a favor del “por todos”) no fuera sometido previamente al dictamen de la Congregación para la Doctrina de la Fe provocó una protesta del cardenal J. Ratzinger en una borrascosa reunión de los jefes de algunos dicasterios de la curia vaticana.
Estando así las cosas y una vez elegido Papa, no extrañó que la traducción del “pro multis” se convirtiera en uno de los objetivos de la (contra)reforma litúrgica en la que siempre estuvo comprometido quien fuera prefecto de la Congregación para la doctrina de la fe con Juan Pablo II.
El criterio de traducción
La primera señal durante el pontificado de Benedicto XVI fue la citada carta de la Congregación para el Culto Divino del año 2006. En este texto se recordaba, en primer lugar, que la fórmula consecratoria entonces vigente (“por todos”) se atenía a la ortodoxia y era válida, además de coherente, con los “principios que han presidido la traducción de los textos litúrgicos en las lenguas modernas”. Era evidente que con este reconocimiento se quería salir al paso de cualquier duda sobre la reforma litúrgica emprendida por Pablo VI en aplicación del Concilio Vaticano II.
Sin embargo, la Congregación para el Culto Divino defendía, en un segundo momento, la necesidad de cambiar la traducción apoyándose, para ello, en “la equivalencia formal” o literal, en vez de en “la equivalencia estructural” o dinámica (es decir, más atenta al sentido) hasta entonces imperante. Era una decisión que fundamentaba en un supuesto “empobrecimiento” litúrgico provocado por la aplicación de dicha “equivalencia estructural o dinámica”. Por eso, pedía que se evitaran las traducciones “interpretativas” y que se favorecieran las literales.
Se trataba de una decisión sustentada en un diagnóstico y en una argumentación no compartidos por muchísimos sacerdotes, teólogos, obispos y -sobre todo, y sorprendentemente- por una buena parte de las Conferencias episcopales del mundo. Por eso, fue contestada y ninguneada, a pesar de que algunas Conferencias episcopales la aplicaron sin mayores problemas: España, Hungría, Estados Unidos y unas pocas de América Latina.
La carta a los obispos alemanes
Con la carta dirigida al presidente de la Conferencia episcopal alemana en abril de 2012, Benedicto XVI pretendió salir al paso de estas reticencias. Y si era cierto que lo hacía en un tono que buscaba convencer, no lo era menos que se trataba de una decisión que iba a ser exigida por la curia vaticana a partir de su publicación.
Benedicto XVI recordaba, en primer lugar, cómo fue informado por el presidente de la Conferencia episcopal alemana en su visita del 15 de marzo de 2012 sobre el hecho de que entre los obispos de lengua alemana no había todavía consenso en lo concerniente a la traducción de las palabras “pro multis”. Existían obispos (la mayoría de los austriacos y una buena parte de los alemanes) que deseaban mantener el “por todos” en la nueva edición del “Gotteslob”, a pesar de que la Conferencia episcopal alemana estaba mayoritariamente de acuerdo en el “por muchos”, tal y como deseaba la Santa Sede.
Seguidamente, traía a colación su compromiso de pronunciarse por escrito sobre esta importante cuestión para “prevenir una división en el lugar más íntimo de nuestra oración”.
“En los años sesenta -recordaba Benedicto XVI- cuando el misal romano, bajo la responsabilidad de los obispos, tenía que ser traducido al alemán, existía un consenso exegético sobre el hecho de que el término ‘los muchos’, ‘muchos’, en Isaías 53, 11 s., era una forma expresiva hebrea para indicar el conjunto, ‘todos’. La palabra ‘muchos’ en los relatos de la institución de Mateo y de Marcos era, por lo tanto, considerada un semitismo y tenía que ser traducida por ‘todos’. Ello se extendió también a la traducción del texto latino, donde ‘pro multis’, por medio de los relatos de los Evangelios, se refería a Isaías 53 y, por lo tanto, debía ser traducido como ‘por todos’”.
Sin embargo, proseguía el Papa J. Ratzinger, ese consenso exegético se había desmoronado. Ya no existía.
Era cierto que en los tiempos inmediatamente posteriores al Concilio se entendía que la Biblia y los textos litúrgicos estaban tan distanciados del mundo y del pensamiento de la gente que, incluso, traducidos, continuarían siendo incomprensibles para cuantos participaban en las funciones litúrgicas. Por eso, se consideró necesario traducir interpretando con el fin de allanar las dificultades y acercar a la celebración. Se buscaba ir a lo sustancial, dejando en segundo término la preocupación por la literalidad. Éste ha seguido siendo un criterio de traducción justificado hasta la actualidad.
Sin embargo, continuó Benedicto XVI en primera persona, cuando pronuncio las oraciones litúrgicas en varios idiomas, constato “que a veces no hay casi similitudes entre las distintas traducciones, y que el texto común sobre el que se basan es, muchas veces, sólo lejanamente reconocible”. Este problema viene acompañado de “banalizaciones que constituyen verdaderas pérdidas”. Por eso, la experiencia me indica, cada día con mayor claridad, “que, como orientación para la traducción, el principio de correspondencia no literal, sino estructural, tiene sus límites”. Obviamente, esta situación no me lleva a prescribir un “verbalismo unilateral”, sino a poner en primer plano (en conformidad con la Instrucción “Liturgiam authenticam”) “el principio de la correspondencia literal”.
Lo hago porque quiero que la Palabra sagrada emerja “lo más posible por sí misma, también con su lejanía y con las preguntas que conlleva”. Y porque es preciso volver a recordar la competencia de la Iglesia en “la tarea de la interpretación para que -en los límites de nuestra respectiva comprensión- nos llegue el mensaje que el Señor nos ha destinado”.
Éste fue el personal diagnóstico del papa J. Ratzinger en el que enmarcar la decisión de la Santa Sede para que en la nueva traducción del misal la expresión “pro multis” fuera traducida como tal, sin ser interpretada. “La traducción interpretativa ‘por todos’ debía ser sustituida por la simple traducción ‘por muchos’”.
Me hago cargo –continuó el Papa- de que existen personas para quienes esta traducción cuestiona que Cristo ha muerto por todos o que se preguntan si la Iglesia no está destruyendo la herencia del Concilio y modificando su doctrina. De ahí la importancia de una catequesis que explique lo que está en juego con esta decisión y que enfatice, de manera particular, “la universalidad de la salvación que llega” en Jesús.
En el corazón de dicha catequesis se debería tener muy presente que “en la sociedad actual tenemos la sensación de no ser en absoluto ‘muchos’, sino muy pocos, una pequeña masa que sigue disminuyendo. Y, sin embargo, somos ‘muchos’: ‘Después de esto, vi una enorme muchedumbre, imposible de contar, formada por gente de todas las naciones, familias, pueblos y lenguas’ (Ap. 7, 9). Somos muchos y representamos a todos. Por lo tanto, las palabras ‘muchos y ‘todos’ van juntas y hacen referencia la una a la otra en la responsabilidad y en la promesa”.
La sombra de gnosticismo, calvinismo y jansenismo
Los debates (anteriores y posteriores) a estos pronunciamientos del Papa y de la Congregación para el Culto Divino fueron recogidos por Francesco Pieri (docente de griego bíblico y Patrología en la Facultad Teológica de Emilia-Romaña) en un articulo publicado en Il Regno – Attualità 10 (2012) 297-301 (“Per una moltitudine. Sulla traduzione delle parole eucaristiche”) y ampliado en un libro (Dehoniana Libri, 2012).
En el citado libro, Francesco Pieri recordaba -en mi opinión, acertadamente- que, tras el problema lingüístico, se encontraba otro, de enorme relevancia teológica y pastoral: en la traducción propuesta por el Papa y la Curia vaticana se corría el riesgo de propiciar una comprensión tendencialmente gnóstica, calvinista o jansenista de la voluntad salvífica de Dios ya que se podría dar a entender que había personas que quedaban excluidas al no quedar debidamente resaltadas la universalidad de la salvación.
Ésta era la razón por la que muchas Conferencias episcopales nacionales se resistían a recibir la decisión adoptada por Roma o de que hicieran oídos sordos a la misma. Concretamente, la Iglesia Italiana, a pesar de contar con un episcopado muy moderado y bastante alineado con la cúpula vaticana, tampoco había aceptado la orden. Así, por ejemplo, Bruno Forte (arzobispo de Chieti-Vasto), interviniendo en la Asamblea General de la Conferencia Episcopal Italiana (noviembre de 2010), sostuvo que la alternativa “por muchos-por todos” era teológicamente fundada, pero demasiado sutil para explicar a la gente. Por eso, se manifestó partidario de “mantener la traducción actualmente en uso”, es decir, “por todos”.
Sometida a votación la propuesta vaticana, sólo 11 de los 187 obispos presentes se decantaron a favor de la fórmula “por muchos”, siendo una anécdota menor que el arzobispo de Chieti-Vasto se manifestara dos años después (“Corriere della Sera”, 26 de agosto de 2012) a favor del “por muchos” porque le parecía que si bien era cierto que el “por todos” enfatiza el destino universal de la salvación ofrecida en Cristo, el “por muchos” era más sensible a la libre elección de cada uno y, por eso, más respetuoso de la dignidad de las personas.
Las dos cuestiones de fondo
En cualquier caso, la decisión tomada por J. Ratzinger reabrió diferentes debates referidos no sólo a la entidad de la cuestión dogmática en juego, sino también al procedimiento seguido y a la cuestionable idoneidad de la decisión papal.
El método empleado. El Concilio reconoció a las “autoridades eclesiásticas territoriales” la competencia sobre la traducción y la adaptación de los textos litúrgicos, correspondiendo a la Santa Sede su consentimiento, una vez hechas las observaciones y correcciones que estimara pertinentes (SC 40).
Sin embargo, Benedicto XVI eligió el camino inverso, como, por lo demás, había hecho en otras muchas otras ocasiones y para diferentes cuestiones (y K. Wojtyla antes de él): era el que iba del centro a la periferia, minando, de esta manera, la reciprocidad entre el primado de la sede romana y la colegialidad de los sucesores de los apóstoles puestos al frente de las Iglesias, una verdad proclamada por el Vaticano II.
Como se puede apreciar, se trataba de una decisión (y de un modo de proceder) que hacían peligrar la necesaria complementariedad entre el principio “petrino” y el “paulino” y que devaluaban la herencia apostólica de la Iglesia de Roma y la estructura profunda del catolicismo.
Una decisión de dudosa idoneidad. Pero, además, la apuesta del Papa J. Ratzinger por la traducción literal ignoraba o no tenía en cuenta que la expresión “por muchos” resonaba de manera diferente en nuestros oídos y en los de los destinatarios de los evangelios de Marcos y Mateo. Así, por ejemplo, había lenguas en las que “muchos” se oponía, en unos casos, a “pocos” y, en otras, a “todos”. Incluso, existían expresiones en las que podía equivaler a “no pocos” o “no todos”.
Pero había más. F. Pieri recordó, citando al biblista Albert Vanhoye, que “la palabra hebrea ‘rabbim’ sólo significa que, de hecho, hay ‘un gran número’, sin precisar si corresponde o no a la totalidad”.
La recepción (todavía pendiente) del Vaticano II
El sorprendente posicionamiento del Papa J. Ratzinger evidenció, una vez más, que el problema doméstico número uno de la Iglesia católica seguía siendo (también en su pontificado) el de la colegialidad de todos los obispos en el gobierno eclesial presididos, por supuesto, que, en un modelo de comunión, por el sucesor de Pedro. Y, con él, la improcedencia (siendo muy suave) de imponer una recepción personal y (contra)reformista al resto de la Iglesia católica o, cuando menos, a la inmensa mayoría del pueblo de Dios.
Afortunadamente, esto es lo que se ha empezado a corregir en el pontificado de Francisco, por más que algunos (montados en el carro de sus “verdades innegociables”) le nieguen el pan y la sal. Les guste o no, es mucho todavía el camino que queda por andar en la recepción del Vaticano II. También en lo referente a una primera recepción de la liturgia que, en lengua vernácula y “por todos”, hace tiempo que da señales -sobradamente evidentes- de agotamiento e insignificatividad y, por ello, de una urgente y nueva reforma, es decir, de una (contra) reforma como superación de la liderada por Pablo VI y en las antípodas, por supuesto, de la abanderada por J. Ratzinger.
Comentarios desactivados en “Memoria de una conversa”, por Dolores Aleixandre
De su blog Un grano de mostaza:
Aquellos desatinos litúrgicos del post concilio
Pertenezco a la generación que vivió los primeros cambios del Vaticano II y que comenzaron por la liturgia: había que sacudirse las sandalias tanto polvo de rituales arcanos y vestimentas extrañas; había que desterrar también costumbres anquilosadas y nos pusimos a ello con entusiasmo: queríamos acercar la Eucaristía al Pueblo de Dios para que volviera a ser Pan roto y compartido que circulaba en la comunidad de hermanos y hermanas. No siempre supimos hacerlo con tino. Recuerdo celebraciones sin altar, sin mantel, sin ornamentos, sin velas, sin flores: todos alrededor de una mesa con un plato y un vaso de la cocina, pan y vino normales y en alguna ocasión, hasta cenicero para que el celebrante pudiera fumar sin problemas. La “conversación homilética” devoraba casi todo el tiempo, no se usaba libro alguno y el ritual se iba improvisando. Con el paso del tiempo yo iba notando un malestar difuso, como si mi sentido estético se resintiera, pero era impensable una vuelta atrás: cualquier propuesta en ese sentido sería tachada de conservadurismo.
Pero a final de los 70 fui en Pascua a Taizé y ese fue mi “camino de Damasco” porque allí “recuperé los sentidos”. Viví con asombro la importancia que daban a los iconos, al orden, a la luz y las flores, al color, la música y el incienso. Me sumergí en otro ámbito al que había dejado de dar importancia y tomé conciencia de cuánto me ayudaba todo aquello que yo daba por irrecuperable a la hora de celebrar y rezar. Mis sentidos estaban hambrientos y se dieron un banquete, estaban atrofiados y despertaron.
Pero lo difícil me esperaba a la vuelta. Me puse a actuar con ese fervor no siempre acertado de los conversos, empeñada en introducir cambios en nuestro modo de celebrar, pero en mi entorno pastoral (sacerdotes, catequistas, animadores de grupos) no estaban por la labor de incorporar nada nuevo. Les parecía que dar importancia la estética y cuidar la vista, el oído o el olfato era puro esteticismo y que eso significaba un paso atrás, un intento de sacralizar lo que se había secularizado con tanto esfuerzo y tantas rupturas. Me dijeron que me había vuelto conservadora y espiritualista y que no entendían qué necesidad había de poner en cuestión lo incuestionable.
Ha pasado mucho tiempo desde entonces, las cosas han vuelto a su cauce. ¿A su verdadero cauce? Cuánto nos queda aún para que todo nuestro ser, sentidos incluidos, “entre en el gozo del Señor”…
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Algunas reflexiones ante las recientes, las fastuosas, antinaturales y antievangélicas ceremonias de la presentación de las Cartas Credenciales del Nuncio de SS. en España
Con las debidas cautelas, vaya por delante mi conformidad con el aserto de muchos cristianos, de conocer a pocos –prácticamente a nadie-, cuya fe se haya confirmado y reafirmado con ocasión de las solemnidades litúrgicas que siguen celebrándose en la actualidad, y de las que con todo lujo de detalles y explicaciones se ofrecen referencias en los programas de televisión, sobre todo en la “Trece”, propiedad de la Conferencia Episcopal Española. Apuestan por ser mayor el número de quienes pierden esa fe o no la mantienen, que el de quienes contemplan tales “funciones”.
Recientes las fastuosas, antinaturales y antievangélicas ceremonias de la presentación de las Cartas Credenciales del Nuncio de SS. en España, no están de más reflexiones como las siguientes:
Y es que, tal y como están hoy los tiempos, los curas y los obispos, la reforma de la liturgia en sus gestos, ceremonias, ritos y planteamiento en general, es demandada inexorablemente, en profanidad y con santa urgencia. Son pocos los cristianos a los que les convence la sagrada liturgia, tal y como se sigue practicando y oficiando. Posiblemente que de la misma opinión participan también curas y algunos –pocos- obispos. Por ejemplo, las misas, y más las “solemnes”, y aún “pontificales”, apenas si son “misas”. Son eso: “funciones”. Calificar de sagrados a todos los ornamentos, no deja de ser un soberano atrevimiento.
Llamar “homilía” a las prédicas equivale a confesar en público la ignorancia semántica acerca del sentido y contenido del término que se emplea. Titular de “asamblea”, -reunión y convivencia- a los “asistentes” que a lo más que llegan es a decir “Amén”, es idéntico a haber “estado de cuerpo presente”, en un acto piadoso y así “cumplir” con el “precepto” que torna “santos” a determinados días del año.
Reconozco que, pese a todo, y aún cuando en las misas “episcopales” se han cercenado algunos ritos y algunas ceremonias, por obsoletas, caras y paganamente ostentosas, las colas de las “capas magnas” de los “eminentísimos y reverendísimos cardenales purpurados”, de 16 (sí, 16),metros de largo, reducidas después a tan solo (¡tan solo¡) cinco, están cayendo poco a poco en desuso, registrándose el malestar de algunos de sus usuarios. Pero se imponen muchos más recortes, pero sobre todo, se imponen la doctrina y los argumentos en los que basaban y basan su justificación “religiosa”.
Al margen de estas liturgias más o menos sagradas, incorregibles e intangibles, centro aquí y ahora mi atención en el atuendo episcopal fuera de los templos, en las “ceremonias” de las relaciones civiles y sociales y en las de cualquier otro ramo con inclusión de las políticas y militares. Al igual que estos depusieron signos y condecoraciones, extraña que a los únicos a quienes se les distingue por sus atuendos de “calle” sea precisamente a los obispos.
En este tipo de actos, cada participante habrá de vestir como quiera y lo manden o permitan los cánones de la buena educación y sanas costumbres. Pero que no sea precisamente a los obispos a quienes los distingan sus hábitos, lo que automáticamente lleva consigo la idea de la separación, del distanciamiento, de la reverencia, de la “dignidad y dignidades”. Trajeados siempre de negro, con el crucifijo bien plateado y visible en el “retablo” de vientres orondos por los años y falta de ejercicios físicos y la felicidad que proporciona la buena conciencia ministerial, resulta difícil –imposible- aprovechar la reunión para ser y comportarse como uno más y así evangelizar o ser evangelizado. El crucifijo no debiera ser un objeto más de distinción y de lujo. No es privilegio que reclame tratos de gracia y honor para quienes sean portadores del mismo…
No sé a quienes les pueda corresponder en las curias el sagrado deber de orientar a los obispos en cuestiones de vestimentas y comportamientos estrictamente sociales. Pero conste que en tales ceremonias y eventos, el bien pastoral puede y debe difundirse de modo similar a si se estuviera en el templo. La conversación de tú a tú, con naturalidad, cercanía, sencillez y sin signos externos, extemporáneos, conduce y lleva a la comunicación, antesala de la común-unión eucarística.
¡Señores obispos de las “amadas” diócesis respectivas!: revisen cuanto antes sus signos litúrgicos, sobre todo, sus paganísimas mitras, con lo que las ceremonias que presidan o en las que participen, serán “cristianas”, es decir, religiosas!.
NOTA: Aunque a algunos les pueda litúrgicamente parecer malsonante la palabra “aparejo”, esta no significa otra cosa que “materiales o elementos necesarios para hacer algo o para desempeñar un oficio”. Creo personalmente que esta palabra es más constructora de Iglesia y de educación en la fe, que puedan ser los “ornamentos” por sagrados que sean, así como los “atuendos”; término que, por cierto, procede del latín “attonitus” (“asombrado“), con iniciales y explícitas referencias a las “pompas que ostentaba la Majestad Real”. Gracias.
Comentarios desactivados en Celebrar como personas libres y maduras
Del blog Amigos de Thomas Merton:
“Si la liturgia no es la actividad de unas personas libres y maduras que participan inteligentemente reunidas en el culto corporativo que expresa y constituye su sociedad espiritual visible, no puede tener un verdadero significado espiritual. Esto equivale a decir, por supuesto, que desde el momento en que el culto corporativo deja de ser genuinamente comunitario y se convierte, en cambio, en meramente colectivo, tan pronto como deja de ser la colaboración de personas libres ofreciendo cada cual su contribución insustituible, y se convierte en el funcionamiento mecánico de unidades anónimas cuya identidad y contribución individual no tienen especial valor, entonces pierde su derecho a llamarse «liturgia» o «culto cristiano». Ya no es el testimonio público de unas personas libres y responsables, sino que se ha convertido en una demostración realizada por hombres-masa o esclavos.
Es cierto que en el Evangelio habla el Señor de sus fieles como «ovejas», pero ello no nos da derecho a suponer que la liturgia sea meramente el balar organizado de animales irracionales reunidos en manada mediante coerción y amaestrados mediante una ingeniosa disciplina hasta que sepan realizar acciones aparentemente humanas que no son capaces de comprender”.
Comentarios desactivados en “Metamorfosis”, por Dolores Aleixandre
LI-TUR-GIA. Hasta la palabra misma empieza a resultar incomprensible para mucha gente y no digamos los objetos asociados tradicionalmente a ella. Lo demuestra esta historia reciente en un convento de la que atestiguo la veracidad: a la hermana sacristana, ya anciana, ha empezado a ayudarle una empleada joven que trabaja en la casa.
Como es de esperar, no tiene ni idea de los aparejos litúrgicos, se hace un lío con los nombres que les da la monja y no sabe qué le está pidiendo que traiga, prepare, ponga o guarde. Menos mal que es muy espabilada y ha discurrido una solución: hace una foto con el móvil a cada utensilio o vestimenta de la sacristía y escribe, junto al nombre “oficial”, su propia descripción para aclararse.
Por ejemplo: Alba: bata. Roquete: camisón con puntillas. Casulla: abrigo. Cíngulo: cordón. Estola: corbata. Purificador: pañito alargado. Cáliz: copa. Patena: plato.Corporal: mantelito cuadrado… Animada por su inspiración, añado yo otros posibles: Palia: cuadrado de tela tiesa almidonada para tapar la copa y que no caigan moscas. Credencia: mesita. Portaviático: cajita redonda. Incensario: braserito con cadenas para echar el humo. Acetre: cubo pequeño con asa. Hisopo: varita con bola y agujeros.
Le queda mucho por aprender a esta chica, y eso que ha tenido la suerte de que estén ya en desuso (y bien que les pesa a algunos…), la dalmática, la capa pluvial, el amito, el manípulo, el conopeo y el paño humeral…, a más de otras vestimentas y capisayos con sus diferentes botonaduras, ribetes, tonos y texturas.
Pero no son estos los problemas más importantes que tiene la liturgia y para arreglarlos (aparte de Galilea 153…), puede venirnos bien recordar las palabras de Cristina Kaufmann, la carmelita descalza suiza convertida del protestantismo que vivió hasta su muerte en el Carmelo de Mataró.
Le preguntó Mercedes Milá en una entrevista que dejó paralizado a medio país ante el televisor (tuvieron que repetir el programa la semana siguiente…): “- ¿Y no se aburren ustedes ahí rezando, siempre las mismas y entre las mismas paredes, un día tras otro?”, y ella contestó “- Pero ¿cómo vamos a aburrirnos? Cada día la Palabra que escuchamos es distinta y cada tiempo litúrgico lo es también; cada hermana va viviendo un proceso personal que la va transformando en una persona diferente y cada estación del año hace que la huerta no sea nunca la misma…”
Apasionante la misión de esta revista: empeñarse en esa metamorfosis, trabajar para que la liturgia sea un instrumento del Resucitado en su tarea de hacerlo todo nuevo (Ap 21,5) . .
Comentarios desactivados en Merton: Su crítico más severo.
Del blog Amigos de Thomas Merton:
Leyendo hoy el Diario de Merton, noto que esta fecha coincide con la de un párrafo que leo: un aniversario de su toma de hábito en 1942. Más de 20 años después, el 22 de febrero de 1964, Merton se examina sin ninguna complacencia. No hay autojustificaciones en esta dura y sincera introspección:
“22 de febrero de 1964. Hoy es el vigésimo segundo aniversario de mi toma de hábito. Con toda sencillez y sinceridad debo admitir que estos veintidós años no han sido muy bien aprovechados, al menos por lo que a mi aportación personal se refiere, aunque de parte de Dios todo ha sido gracia y misericordia. Más bien han sido veintidós años de relativa confusión, a menudo sembrados de dudas e infidelidades, aspiraciones angustiosas de “algo mejor”, actitud crítica hacia lo que tengo, indecible sufrimiento interior del que en gran parte yo mismo soy responsable, insuficientes esfuerzos por sobreponerme a mí mismo, incapacidad de encontrar mi camino, distrayéndome tal vez culpablemente en cosas que no son de mi incumbencia. En realidad se refleja aquí mi actitud de permanente desconcierto ante la situación, la ambigüedad en la cual me encuentro yo mismo. En lo profundo de mi corazón acepto convencido la Cruz de Cristo, pero temo expresarme con palabras sobre el tema y me pregunto si semejante falla no responderá a una falta de fe.
¡No lo sé, Señor, ten piedad de mí!
En cualquier caso, sé esto: que después del primer medio año o algo así, (¡consuelos del principiante!) viví años enteros de falso fervor, ascetismo, intransigencia e intolerancia; esta situación se prolongó más o menos hasta el momento de mi ordenación sacerdotal. Ahora estoy tratando de recuperar algo de aquel ascetismo (¡realmente nada del otro mundo!) sin la intolerancia y la falta de caridad de entonces. Sin embargo, todavía carezco de aquel espíritu tolerante y cálido que cabría esperar de un monje que lleva tanto tiempo en un monasterio. Todo ésto, lo sé, es pura charlatanería. Es preferible buscar refugio en los salmos, en el oficio cantado. La liturgia es algo profundo y real y yo he aprendido a confiar en ella, aunque sigo desconfiando de las cosas absurdas y ‘proyectos’ que siempre la rodean. “
*
Thomas Merton. Diarios. (1939-1968).
Editorial Mensajero 2014
(Jesús Bastante).- Es uno de los líderes de la oposición al Papa Francisco. Seguramente, el que atesora un mayor poder en la Curia, como máximo responsable de Liturgia. Ahora, el cardenal Robert Sarah da un paso más, y arremete contra aquellos católicos que, legítimamente, solicitan recibir la comunión en la mano: “Es un ataque diabólico a la Eucaristía”, proclama.
Sarah, quien ya recibió dos amonestaciones públicas por parte de Francisco tras sugerir que los curas volvieran a celebrar la Eucaristía a espaldas del pueblo y por tildar la misa del Vaticano II, al menos en muchas de sus manifestaciones, de “profana y superficial”, ha escrito un prefacio al libro de un sacerdote italiano, Federico Bortoli, titulado ‘La distribución de la comunión en la mano. Perfiles históricos, jurídicos y pastorales‘, en el que asegura que la forma de dar la Comunión en la mano es una “falta de respeto“ al Santísimo.
“El ataque malvado más insidioso consiste en tratar de extinguir la fe en la Eucaristía sembrando errores y favoreciendo una forma inadecuada de recibirlo“, apunta Sarah, quien añade que “la guerra entre el arcángel Miguel y sus ángeles, por un lado, y Lucifer, por el otro, continúa hoy en los corazones de los fieles: el objetivo de Satanás es el sacrificio de la Misa y la presencia real de Jesús en la hostia consagrada”.
Para el cardenal, es necesario que los fieles vuelvan a arrodillarse para recibir, en la boca, la Eucaristía. “¿Por qué esta actitud de falta de sumisión a los signos de Dios? Recibirlo de rodillas y en la lengua es mucho más adecuado para el sacramento mismo”.
No es única ocasión en que Sarah ha criticado la forma de comulgar. Así, el pasado año, el Prefecto de Culto Divino advirtió contra la “devastación, destrucción y guerras” que ha provocado la misa vernácula en la Iglesia a nivel doctrinal, moral y disciplinario.
El Vaticano II, admitió Sarah, ha sido responsable de algunas “buenas iniciativas” en cuanto a la participación activa de los fieles en la misa y a su progreso en la vida cristiana. Sin embargo, denunció, “no podemos cerrar los ojos al desastre, la devastación y el cisma que los promotores modernos de una liturgia viviente causaron al remodelar la liturgia de la Iglesia de acuerdo con sus ideas”.
“Muchos creen y declaran alto y fuerte que el Concilio Vaticano II ocasionó una verdadera primavera en la Iglesia”, escribía Sarah. “Sin embargo, un número cada vez mayor de líderes eclesiales consideran esta “primavera” como un rechazo, un renuncio a su herencia milenaria, o incluso como un interrogatorio radical de su pasado y tradición”. Y todo esto como consecuencia de la “tendencia sacrílega” en la Iglesia posconciliar “de reducir la sagrada misa a una simple comida social”.
El Cristo de gloria está presente bajo las especies de toda humanidad, más especialmente bajo las del pobre y del pequeño: todo hombre es un Cristo en gestación.
Pero la liturgia es el lugar privilegiado donde esta gestación se acoge, se mantiene, nace día tras día. El lugar también donde se realiza no sólo para quienes consienten en ello, sino también para la multitud que ignora que su grito es dolor de parto. La oración de los salmos que nos es confiada expresa esta realidad de Iglesia: bastan dos o tres para cantarlos en Su Nombre, y el Cristo Total está allí en todos sus miembros en los que estos salmos recapitulan los gritos yel rostro.
Comentarios desactivados en ¿Cristo murió por todos?
Gabriel Mª Otalora
Bilbao (Vizcaya).
ECLESALIA, 19/06/17.- Con la que está cayendo, el nuevo misal litúrgico oficializa una nueva polémica que descentra el mensaje central del evangelio en general y de la celebración eucarística en particular. No es un brindis al sol mi expresión “con la que está cayendo”; Pablo VI ya alertó en su encíclica Evangelii Nuntiandi que “la ruptura entre el Evangelio y la cultura, es, sin duda alguna, el drama de nuestro tiempo.” Y uno de los soportes para evitarlo es utilizar un lenguaje que llegue al corazón del ser humano actual. Además del ejemplo, claro está.
En pleno acercamiento al mundo protestante en el aniversario de Lutero (Francisco, Kasper…), que refuerza la redención universal y el que Cristo murió por todos, el nuevo misal retrocede a Benedicto XVI con una peligrosa argumentación que es difícil de entender si no es desde la exclusión del amor de Dios a “algunos”. Y descentrando, de paso, los mensajes divinos de la compasión y misericordia universales. Se trata del cambio en las palabras de la consagración: donde actualmente se dice “será derramada por vosotros y por todos los hombres para el perdón de los pecados”, pasa a decirse “será derramada por vosotros y por muchos para el perdón de los pecados”.
En Hechos 18, el Señor dio ánimos a Pablo en el sentido de que su labor no sería en vano porque “muchos” llegarían a conocer a Cristo en la ciudad de Corinto. Aunque él se dirigía a todos, al menos iban a ser muchos los que iban a convertirse.
Si el que Jesucristo murió por todos es algo que forma parte de las certezas básicas de nuestra fe, ¿a qué viene detenerse todo un Papa en este matiz, con lo que nos falta de ejemplo vivo en la sociedad de hoy que nos interpela desde una religión clericalista -a pesar de Francisco- capaz de espantar a tantos que buscan? Ya en el año 2006, Ratzinger entonces cardenal prefecto de la Congregación para la Liturgia dirigió una carta a los presidentes de las conferencias episcopales de todo el mundo para que introdujesen esa modificación en la consagración en los misales. Como no todas le hicieron caso, en abril de 2012, investido ya como Benedicto XVI se dirigió con severidad a algunos presidentes de los obispos, incluido el alemán, para urgir la aplicación de lo ya mandado. Y desde marzo de 2017, en pleno pontificado de Francisco, se modifica en nuestro misal.
Cristo vino por todos, porque es Amor y todos le necesitamos: hemos nacido para Él. Pero en Marcos y Lucas Jesús afirma que vino por los pecadores, no por los justos; su misión preferentemente se concentró en los enfermos, no en los sanos. Esto aleja que nadie puede quedar excluido del amor y la acción de Dios que llegó hasta las últimas consecuencias del asesinato en un madero.
Cuando preguntas por este dislate terminológico, te cuentan que el término “muchos” no se utilizaría aquí en contraste con “todos”, sino frente a “pocos”. Incluso afirman que el concepto “muchos” en algunos casos es un equivalente a “todos”. Entonces, ¿para qué marear el tema y no dejarlo en su sentido de la universalidad del amor de Dios sin fisuras frente a una interpretación sectaria, nada menos que en las palabras de la consagración? Dios invita a todos al Banquete. Lucas refuerza la universalidad de la oferta divina frente a esa idea de “muchos”: un gran señor invita a su gente cercana y como se disculpan y no van, ordena a sus criados que vayan a invitar a los pobres, a los inválidos, a los cojos y a los ciegos hasta que la casa se llene de invitados.
Una cosa son los llamados y otra los que responden a la llamada. Podemos elucubrar sobre si se salvan todos, casi todos o muchos o pocos (es de suponer que si el Padre pone en marcha la historia de la humanidad no es porque acabará siendo una empresa fracasada). Pero poner el acento en “muchos” en lugar de remachar el “todos” me indica muchas cosas, y ninguna es buena. Así no conseguiremos parar la sangría y solo atraer a bien pocos nuevos cristianos comprometidos de las nuevas generaciones cuya mayoría son totalmente indiferentes a nuestra institución eclesial
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