El obispo de Little Rock (Arkansas), Anthony B. Taylor boicotea la Marcha por la Vida por no ser anti-pena de muerte
Recuerda que la defensa de la vida va más allá de la oposición al aborto
“Todas las vidas tienen una dignidad inherente, incluso las de los condenados a muerte”
(Cameron Doody).- El obispo de Little Rock (Arkansas), Anthony B. Taylor, boicoteó la edición local de la Marcha por la Vida el pasado domingo en protesta por la presencia en capacidad de ponente invitada de la fiscal general del estado sureño, una conocida defensora de la pena de muerte.
En una carta a sus fieles, el obispo Taylor lamentó que, aunque la vigilia y las misas que se vienen celebrando cada año en el aniversario de la legalización del aborto en EEUU seguirían igual este año en la diócesis, él personalmente no participaría en la marcha y la manifestación por la vida. ¿La razón? Que Arkansas Right to Life (“Derecho a la vida Arkansas“), la organización que organizó el evento este año, eligió para dirigirse a la manifestación a la fiscal general Leslie Rutledge. Una persona, en palabras del obispo, que tiene “buenas credenciales anti-aborto, pero por lo demás no es para nada una apropiada ponente pro-vida”.
En su misiva, el obispo de Little Rock recuerda que la fiscal Rutledge “trabajó incansablemente el año pasado para garantizar la ejecución de cuatro criminales que ya no representaban ninguna amenaza para nuestra sociedad”. Taylor rememora los esfuerzos de la diócesis de Little Rock “al pedir la clemencia para estos cuatro hombres”, pero lamenta a la vez que “a cada paso se nos opusiera la fiscal Rutledge”. El prelado además indica que intentó convencer a Arkansas Right to Life a que eligiera a otra ponente, pero que todos sus esfuerzos no dieron resultado.
El obispo Taylor justificó su postura ante sus fieles argumentando que “la Iglesia enseña una ética consistente de la vida en la que la vida y dignidad humanas deben ser protegidas desde el primer momento de la concepción hasta la muerte natural y en cada etapa intermedia”. “Esto significa“, añadió el prelado, “que todas las vidas tienen una dignidad inherente dada por Dios”: incluso las de los condenados a muerte, “razón por la que debe abolirse la pena capital”.
En contraste con el tradicional enfoque anti-aborto de la Marcha por la Vida, la frase usada por el obispo de Little Rock –“ética consistente de la vida”– evoca el legado del cardenal Joseph Bernardin, quien equiparaba la muerte de niños no nacidos con otras formas de exclusión social.
Ser verdaderamente pro-vida, escribió el entonces arzobispo de Chicago, en 1984, implica “unir la humanidad de los no nacidos con la humanidad de los hambrientos: llama a la acción legal positiva para impedir el asesinato de los nonatos o los ancianos y a la acción social para dar cobijo a los sin techo y dar educación a los analfabetos”.
Fuente Religión Digital
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